Está en la página 1de 60

Staff

Traducción

Mimi y Maria_clio88

Corrección

Maria_clio88

Diseño

Mona
Sinopsis
Shelby Walsh está luchando por llegar a fin de mes. Pasa sus días haciendo
telegramas cantados por dinero extra, pero nunca esperó ser enviada a actuar frente
al compositor más famoso del mundo. Y definitivamente no en un diminuto disfraz
de diosa griega. ¿Cómo se supone que mantenga la compostura cuando cada parte
de ella está gritando para que él la tome?
Theo Hayes está recluido. Solo quiere que lo dejen solo para trabajar en su
siguiente gran banda sonora. Incluso está más gruñón de lo habitual porque se
encuentra en un pequeño bache. Pero cuando su hermano le envía un telegrama
cantado como inspiración, encuentra a su musa y se plantea no dejarla ir nunca.
Mantenerla para sí es su única opción.
Advertencia: Nos hemos unido a Fiona Davenport para darle una sinfonía
épica a tus asuntos femeninos. ¿Qué es mejor que dos autoras trabajando juntas?
¿Qué tal cuatro? Si quieres un amor instantáneo con toda la seguridad y garantía de
un final feliz, entonces salta a la cama con nosotras. ¡Hay sitio para uno más!
Uno
Theo

Quiero golpearme la cabeza contra la pared con esperanza que acabará con
la barrera que parece estar rodeando mi cerebro. Los instrumentos en mi estudio
parecen estar riéndose de mí, y el reloj con la fecha límite en la estantería sobre mi
equipo me está juzgando silenciosamente.
—¡Joder! —grito mientras empujo la silla hacia atrás y me levanto,
pasándome las manos por mi oscuro cabello despeinado. Un corte de cabello está en
mi lista de cosas por hacer para cuando termine la banda sonora de la nueva película
prevista para arrasar la taquilla. Esa lista solo sigue haciéndose más y más larga
porque por primera vez, realmente estoy en peligro de no llegar a la fecha de
entrega. Estoy atascado y no tengo idea del por qué.
Entre películas, la televisión y el teatro, he escrito casi sesenta composiciones
en los últimos veinte años. Fui un niño prodigio y escribí mi primera banda sonora
para una película a los quince años. He ganado dos Premios de la Academia, tres
premios Emmy, un Globo de Oro, seis premios Tony y dieciocho malditos Grammy.
Aun así, aquí estoy… incapaz de sacar una melodía decente. Nunca he tenido un
bloqueo mental así, y no tengo ni idea de qué hacer sobre ello. Este podía ser mi final.
Creo que lo que me falta es pasión. No tengo idea de cómo apasionarme por algo.
Simplemente no hay nada ahí cuando intenta alcanzarlo.
Mi teléfono vibra sobre la mesa, la pantalla iluminada con la fotografía de mi
hermano pequeño haciendo una mueca y el nombre “Caliente Estrella de Cine”.
Pongo los ojos en blanco, pero una sonrisa tira de mis labios. Claramente, Austin
jugueteó con mi teléfono la última vez que estuvo aquí. Solo puedo imaginar que
alias locos le puso a algunos de mis contactos.
Austin es increíblemente inteligente, pero su verdadero talento reside en su
carisma y sentido del humor. Lo llevó a su primer papel como compinche gracioso
en un programa de televisión a la edad de siete años. Desde entonces, ha sido
encasillado en esos papeles, pero nunca le molestó. No se queda atrás en belleza, e
imagino que los millones que hace por película y los múltiples premios como Mejor
Actor Secundario no hacen daño. Aparte de eso, cree que representar al ídolo sexy
es aburrido, y le evita tener que hacer historias románticas con escenas de sexo que
posteriormente pudiesen afectarle. Esa es otra cosa sobre él… es un romántico
empedernido y cree en “la única”. Creo que está loco. Yo necesito una relación en mi
vida como necesito un agujero en la cabeza. Pero mantengo esa opinión para mí.
Mientras que puede que sea un gruñón cínico, como se refiere a mí, nunca querría
que Austin cambiase cómo es.
Probablemente es la única razón por la que me he reído alguna vez. O salgo
de casa. Admito libremente que soy un adicto al trabajo. Me pierdo en la música y
una vez la escucho en mi cabeza, no puedo descansar hasta que está sobre papel.
Además, odio las multitudes, que es la razón por la que vivo a una hora de la ciudad
en unos cuantos acres. Disfruto estando solo.
Toco la pantalla para responder y aparece su sonrisa juvenil.
—¿Cómo va el bloqueo mental? —pregunta como saludo.
—Gracias por recordármelo, imbécil. —Suspiro en el teléfono—. Y hola a ti
también.
Austin se ríe, pero luego su rostro se vuelve un poco serio.
—De verdad, ¿cómo estás? ¿Hubo suerte con el nuevo proyecto?
Niego y gimo mientras salgo del estudio hacia la casa. Convertí un viejo garaje
separado en mi espacio de trabajo cuando compré la tierra, porque estaba situado
solo a unos quince metros de la casa.
El sol de la tarde me golpea en los hombros y tengo que entrecerrar los ojos
para ver a Austin en la pantalla.
—No parece que pueda encontrar inspiración —admito con una negación.
Por primera vez en mi vida me siento perdido. O tal vez como si me estuviese
perdiendo algo. Qué es, no tengo ni idea, o iría a conseguirlo.
—¿Y salir de tu casa y tal vez ir a una cita…? ¿Has considerado esa opción? —
El tono de Austin es gracioso, pero sé que lo dice a medias en serio.
—No, Madre —respondo, el sarcasmo goteando de las palabras—. No tengo
tiempo para mierda social. La gente me molesta. Es una distracción. Y tengo trabajo
que hacer. —Alcanzo la puerta trasera e introduzco el código antes de entrar en la
cocina. Austin resopla una respuesta a mi comentario, pero lo ignoro mientras dejo
el teléfono en la encimera y tomo agua del frigorífico. Todo eso es cierto. Es la razón
por la que vivo aquí.
—Hacer que mire el techo no hará que no me meta contigo.
—Más bien molestar. —Abro el tapón de la botella y tomo un gran trago antes
de tomar el teléfono y mirar a mi hermano—. ¿Por qué necesito una mujer en mi
vida? Te tengo a ti. —Termino el resto del agua y lanzo la botella al contenedor de
reciclaje.
—No molesto —se defiende Austin con fingida indignación—. Tener razón
todo el tiempo y asegurarme de que lo sabes no es molestar. —Su sonrisa reaparece,
más grande que antes.
Negando, camino hacia el ala este de la casa donde está el dormitorio
principal.
—Tu cabeza se está volviendo demasiado grande para la pantalla, Sabiondo.
Mejor cuelgo antes de que me rompas el teléfono.
—Ahh, pero a las chicas les gustan las grandes cosas en mí.
Es mi turno para resoplar. Me detengo de golpe y miro a mi hermano con la
ceja arqueada.
—¿Cómo sabrías que le gusta a las chicas? Tienes tantas citas como yo —
contesto. Siempre me está empujando a la vida amorosa, pero él tampoco tiene una.
No muerde el anzuelo y solo me lanza otra sonrisa. Pero hay algo en esta que
es diferente. Casi… tímida. Y el brillo en sus ojos empieza a preocuparme. Austin
puede ser impulsivo…
—Lo que necesitas es una musa, hermano mayor.
—Me aseguraré de pedir una la próxima vez que tenga una conferencia con
Zeus —respondo con sequedad.
Austin se ríe entre dientes, pero luego su sonrisa misteriosa reaparece.
—No te preocupes, ya hemos tenido una charla. Tu musa debería estar ahí en
cualquier momento. Oh, y voy a enviarte un poco de comida así no te olvidas de
comer. —La llamada se desconecta abruptamente antes de que pueda responder.
¿Qué demonios?
Pienso en volver a llamarlo, pero decido que no me importa y lanzo el
teléfono a la cama antes de dirigirme al baño. Quién sabe qué ha tramado y sé que
no conseguiré sonsacárselo si está preparando algo. Mis músculos están tensos de
pasar tanto tiempo en el estudio sin descanso, así que enciendo la ducha y espero a
que el agua se caliente. Una vez la habitación está llena de vapor, me desnudo y me
coloco bajo el chorro caliente, gimiendo ante la sensación de calor en mi cuerpo
dolorido.
El comentario de Austin sobre una musa me da vueltas en la cabeza. Su broma
fue bastante más certera de lo que cree. Durante los años, he estado inspirado por la
idea de una musa. A veces, podía haber jurado sentirla cerniéndose sobre mis dedos,
haciendo la mágica música, casi como un ángel de la guarda. Incluso he soñado con
ella de vez en cuando. Pero la imagen nunca está clara. No sé cómo se ve, solo que
también tiene una voz angelical y un cuerpo hecho solo para mí.
Mi polla se tensa y gimo con molestia mientras miro al maldito cabrón. Pensar
en ella es lo único que consigue su atención. Lo que significa que básicamente estoy
sintiendo lujuria por un ángel… definitivamente voy a ir al infierno.
Ajusto la temperatura del agua hasta que está helada y algo de la sangre
vuelve a mi cerebro. Después de un minuto, cierro el grifo y salgo de la ducha,
tomando una mullida toalla negra y colocándomela alrededor de la cintura. Antes de
que pueda dar otro paso, suena el timbre. Ya que el equipo de seguridad no anunció
a quien sea, asumo que es la comida que Austin dijo que hizo que entregasen. Debe
haberles dado el código de seguridad para la verja de entrada. Dudo si hacerlos
esperar hasta que me vista, pero si la comida está caliente, no quiero que se enfríe.
El timbre suena de nuevo y apresuro mi paso mientras me dirijo a la puerta
de entrada de la casa. Cuando finalmente alcanzo la puerta, la abro de golpe y la
sangre en mi cerebro se dirige al sur.
—¿Quién demonios eres? —mascullo.
Supongo que estaba equivocado. Después de todo llegué al cielo.
Dos
Shelby

—Déjame ser tu… —Me detengo a mitad del primer verso de una canción
cursi sobre las musas en cuanto veo al tipo que abre la puerta. Esta clase de cosas
nunca me suceden a mí. Algunos de mis compañeros de trabajo están avergonzados
de trabajar cantando telegramas y no dan todo su potencial, pero yo no. Puede que
no gane mucho, pero estoy haciendo lo que me encanta, para lo que fui entrenada, y
siempre soy profesional. Nada me distrae de cantar a todo pulmón cualquier canción
que el cliente eligiese. Demonios, normalmente estoy tan centrada que no presto
atención a la persona por la que se me paga para cantar hasta que he terminado y
me dan las gracias.
Aunque no esta vez. Este tipo es imposible de ignorar, y no es solo porque
esté vistiendo nada más que una toalla negra envuelta a la cintura. Mide casi dos
metros con cabello oscuro, ojos marrones, piel bronceada y fuertemente musculado,
es el perfecto ejemplo de alto, oscuro y guapo cobrando vida de las páginas de una
novela romántica. Junto con ese tono ronco en su voz.
No es hasta que pasa la mirada por mi cuerpo, admirando el pequeño traje
que mi jefe me puso en las manos que finalmente recuerdo qué preguntó cuando
abrió la puerta.
—¿Quién soy? —Arqueo una ceja y señalo con la mano mi escaso disfraz—.
Obviamente soy Euterpe, la musa griega de la música, canto y poesía lírica. —Mi tono
es áspero. Como si debiese saberlo. Si me hubiese dejado terminar mi canción, tal
vez lo habría entendido.
—¿Una musa? —Juro que puedo sentir su mirada en mi piel mientras la
desliza por mi cuerpo para encontrarse con mi mirada. El corazón me da un extraño
revoloteo. Sus labios carnosos se alzan en una pequeña sonrisa que lo hace más
guapo—. Debería haberlo sabido.
Aunque le puse las cosas difíciles sobre mi disfraz siendo obvio, realmente no
lo es. En cambio, la mayoría de la gente probablemente asumiría que soy una de las
diosas griegas más conocidas como Afrodita o Atenea. No estoy segura por qué
piense que debería saber que era una musa, pero no tengo la oportunidad de
preguntarlo antes de que una profunda voz de hombre grite desde no muy lejos
detrás de mí:
—¿Necesita ayuda con ella, jefe? Estoy más que dispuesto a quitársela de las
manos. Podemos juntarnos y hacer un poco de música muy dulce, si sabe lo que
quiero decir.
Todo el humor de sus ojos desaparece mientras pone la mirada sobre mi
hombro. Mira fijamente al tipo que hizo el sórdido comentario y luego estira el brazo
para poner su gran mano alrededor de mi brazo. Antes de que sepa qué está
sucediendo, tira de mí hacia la casa y cierra la puerta de golpe detrás de mí. Escucho
el sonido de la cerradura bloquearse. Me suelta el brazo un momento después,
acercándose al sofá de cuero negro.
Toma una manta color crema de la parte posterior y me la lanza. Estiro el
brazo para alcanzarla por puro reflejo y bajo la mirada a la manta con confusión. No
tengo ni idea por qué cree que la necesito hasta que exclama:
—No puedes pasearte así a medio vestir.
—¿Te estás burlando de mí, cierto? No soy la que tiene una toalla alrededor
de mis caderas —mascullo mientras le devuelvo el material súper suave—. Si
alguien lo necesita, eres tú. No yo.
—Tendrías razón, excepto que la toalla tapa mucho más que esa pequeña
excusa de vestido que lleva puesto. —Vuelve a entregármela, y baja más la mirada.
Estoy fascinada por la forma en que sus ojos se oscurecen a un color que iguala a las
barritas de chocolate con leche a las que soy adicta.
Considerando que está vistiendo una toalla de baño grande alrededor de su
cintura y mi vestido es más del estilo de una camiseta pequeña que apenas me cubre
el trasero y el pecho al mismo tiempo, definitivamente tiene razón. Pero eso no me
detiene de abrir la boca para discutir con él. Me pone un dedo en los labios y añade:
—También está el hecho que podía verte las bragas y el sujetador.
—¿Puedes? —grito, tomando la manta para ponérmela alrededor de los
hombros y juntarla con el puño en el pecho.
—¿Cuándo estabas de pie en mi porche con el sol brillando detrás de ti?
Demonios, sí.
—Oh. —Aprieto mi agarre en la manta, más que un poco excitada ante la idea
de él viendo el conjunto de bragas y sujetador de encaje blanco que me puse esta
mañana. Me pregunto si le gustó lo que vio. No sabía que mi jefe iba a darme un
vestido dos tallas más pequeño para mí. No tuve más elección que ponérmelo. La
mayoría de disfraces me quedan ceñidos. Tengo un poco más de peso que el resto
de chicas en la agencia, pero obtuve el trabajo porque puedo cantar mejor que
cualquiera. Si hubiese sabido que vendría a la puerta de un hombre sexy que llegaría
a verlo, tal vez habría elegido una ropa interior más sexy. No, porque no poseo
ninguna. También me habría acobardado.
Aleja la mirada para mirar hacia la puerta y masculla:
—Y lo mismo pudo hacer el otro tipo allí.
La emoción de hace un momento desaparece, porque otro tipo mirándome
no me excita. Aunque este hombre, es diferente. No sé por qué, pero puedo sentirlo.
No sé nada de él excepto que vive en una casa enorme con una verja, seguridad y
alguien en su vida que le contrató un telegrama cantado. Lo que realmente necesito
hacer, así puedo irme de aquí antes de hacer una locura como lanzarme a él, porque
mi mente sigue insistiéndome en que lo haga.
No estoy deseando estar medio desnuda cuando regrese a casa. Realmente
debería haber guardado una chaqueta en mi bolso antes de dejar el apartamento.
—¿Quieres ponerte algo antes de que termine mi canción? —Intento
esforzarme en no mirar la toalla negra envuelta alrededor de su cintura, pero fallo
miserablemente cuando está abultada en su entrepierna. ¿Está excitado? Mi sexo se
tensa. De forma vergonzosa sé que estoy excitada.
—¿Tu canción?
—¿Eh? —pregunto distraídamente.
—¿Dijiste que se suponía que me cantases algo?
Alejo la mirada de su polla y asiento mientras me sonrojo.
—Um, sí. —¿Qué se suponía que cantase? Mi mente intenta recordar.
Un mechón de su cabello castaño cae sobre su frente cuando ladea la cabeza.
—me encantaría escucharte cantar.
—Claro. —Tomo una profunda respiración para centrarme. Recomponerme.
Cierro los ojos, porque no hay forma que vaya a ser capaz de acertar la mitad de las
notas si veo un destello de su gran y dura longitud empujando contra la toalla
mientras estoy cantando. No ayuda mucho ya que la imagen está grabada en mi
mente. Apuro la canción, sabiendo que probablemente es mi peor actuación, de
todas. Estoy bastante segura que destrocé la última nota. Cuando acabo, abro los
ojos y lo encuentro mirándome. No dice nada, solo sigue observándome.
—De acuerdo, supongo que debería devolverte esto antes de irme. —Quito la
manta alrededor de mis hombros e intento entregársela. Debo haber estado tan
horrible que lo he dejado sin palabras.
En cambio toma mi mano.
—No puedes irte así.
—¿No puedo?
—Joder, no. —Me guía a través del salón, pasando una cocina gourmet con
brillantes encimeras de granito y apliques de acero inoxidable; y por un pasillo hacia
una puerta al fondo. La abre y tira de mí pasando una cama gigante y hacia un
vestidor. Es tan grande que probablemente dentro podría caber el apartamento que
comparto con otras tres chicas. Por otra parte, nuestra casa es muy pequeña y
apenas cabemos nosotras. Todavía estoy mirando boquiabierta el vestidor cuando
me pone una camisa en las manos.
—Póntela —ordena antes de desaparecer por una puerta lateral.
Me la pongo sobre los hombros y estoy ocupada con el último botón cuando
regresa al vestidor vestido con un pantalón de deporte —que no hace nada para
ocultar que todavía está excitado—, y una camiseta que se estira sobre su gran pecho
y duros bíceps. Tal vez es un famoso jugador de fútbol o algo así. Está lo
suficientemente musculado para ser uno.
—¿Quién eres? —Repito la pregunta que me hizo cuando llegué aquí, pero
sin la maldición.
—Theo Hayes.
¿Theo Hayes? No acaba de decir eso. Estaba segura que iba a decir un nombre
que no conociese porque no veo fútbol.
—¿Eres… —Apenas puedo pronunciar las palabras y niego, esperando que su
nombre sea solo una coincidencia—. ¿No eres… demonios, acabo de cantar un
telegrama para un compositor galardonado? —No estoy segura de si quiero que diga
sí o no.
Asiente, acercándose a mí, pero deteniéndose cuando doy un paso atrás.
—¿Mientras no llevabas nada más que una toalla? —No puedo creerlo.
Consigo otro asentimiento.
—Así que, ¿me estás diciendo que acabo de hacer mi peor actuación desde
que estaba en el coro junior de mi instituto al hombre que ha escrito algunas de mis
canciones favoritas y ha ganado más premios de los que puedo contar? —Por mucho
que disfruté de la vista de Theo con nada más que una toalla, desearía nunca haber
salido de la cama esta mañana. No creo que alguna vez vaya a superar el hecho que
acababa de fracasar mientras cantaba para él.
—Si eso es lo peor que puedes hacer, no puedo esperar a escucharte cantar
de nuevo para mí, mi pequeña musa.
Tres
Theo

Hay música sonando en mi cabeza de nuevo. El minuto que esta hermosa


chica abrió la boca y cantó la primera nota, otra melodía comenzó a tomar forma. Y
cuando escuché su voz, lo supe. Era ella. Lo que me estaba perdiendo. Por qué me he
estado sintiendo tan perdido últimamente.
La reacción de mi polla también lo dejó jodidamente claro. Mientras pasaba
la mirada por su cuerpo con curvas —en ese destrozo de material que está
intentando pasar como un maldito vestido—, con sus rizos castaños rojizos y ojos
verdes color jade, sabía que era la mujer con la que había estado soñando.
La encontré. O supongo que ella me encontró a mí. De cualquier modo, aquí
está, de pie justo frente a mí. Mi musa. Mi todo. Nunca he creído en el amor a primera
vista, pero no hay duda en mi mente que está destinada a ser mía. Ahora solo tengo
que averiguar cómo lograr que ella también se dé cuenta. Una cosa es cierta, no se
marchará hasta que eso suceda. O nunca, en realidad.
Fue puro instinto cuando la obligué a entrar en casa y cerré la puerta,
bloqueándola. El sonido fue fuerte y me hizo sentir mejor por un momento. No solo
estaba furioso porque otros hombres la habían visto así vestida, sino que
repentinamente estaba aterrorizado que pudiese desaparecer. Ahora está de pie en
mi vestidor, vistiendo mi ropa, y es increíblemente excitante. Quiero gruñir mientras
surge un lado posesivo que no sabía que tuviese. No puedo esperar a follarla con esa
camisa. Y sin ella. Tal vez vivir en medio de ninguna parte completamente solo me
ha dejado al límite.
Me acerco y paso un dedo por su suave mejilla —encantado de ver que
instintivamente se inclina en mi toque—, antes de apartar su cabello sobre su
hombro.
—¿Cómo te llamas, pequeña musa? —Le acaricio el hombro con la mano,
luego paso un dedo por el cuello y hacia el valle entre sus pechos. No me detiene.
Siento su corazón acelerarse ante mi toque.
Inhala rápidamente antes de responder con una voz temblorosa_
—Shelby.
—Shelby —repito, amando el sonido de su nombre en mi lengua. Quiero
saber cómo sabe también en ella.
Se aclara la garganta mientras remueve los pies, los dedos de una mano
jugueteando con el botón superior de la camisa.
—Gracias por esto. ¿Te lo devolveré por correo, supongo? Debería irme.
Tengo otra parada que hacer antes de que haya acabado por el día. —¿Está
intentando dejarme? Eso no va a suceder.
Un gruñido se me escapa esta vez. De ningún modo voy a dejar que mi mujer
vaya a casa de otro hombre. Especialmente con su “disfraz”. Decido que después de
ocuparme de ella, lo siguiente que voy a hacer es destruir esa mierda.
—No vas a ir —le aseguro, mi tono firme.
Sus ojos verdes se abren de par en par y sus preciosos labios rosados se abren
con sorpresa. Después de varios segundos, endereza los hombros y alza la barbilla.
—Por supuesto que voy a ir. Es mi trabajo ir donde me dice mi jefe, señor
Hayes.
Solo así, mi polla ya rígida se vuelve dura como el acero. Me encanta el fuego
que ilumina sus hermosos ojos.
—Theo —la corrijo, luego le guiño un ojo—. Reservaremos lo de “Señor
Hayes” para cuando te tenga desnuda porque, —me lamo los labios y paso mi
acalorada mirada sobre ella una vez más—, me excita muchísimo. —Quién sabía que
alguien pronunciando mi apellido podía ser tan excitante. No, nada de alguien. Ella.
Baja la mirada una vez más al bulto entre mis muslos, y tengo que tomar una
respiración profunda y tranquilizadora.
—Sigue mirándome así, mi pequeña musa, y eso va a suceder antes de lo que
estás preparada. —Ya estoy teniendo una batalla interior y sus dulces miradas
vergonzosas no están ayudando.
Shelby alza la cabeza y sus mejillas se sonrojan mientras rápidamente doble
los brazos sobre el pecho. Pero no antes de que pueda echar un vistazo a sus duros
pezones sobresaliendo de mi camisa.
—Yo, um, no puedo quedarme, no puedo perder mi trabajo —murmura. No
parece demasiado emocionada por el trabajo. Dios, no va a volver si puedo evitarlo.
—Tengo una proposición para ti.
Repentinamente una expresión agria retuerce sus rasgos y da un paso atrás.
Me toma un gran esfuerzo no estirar el brazo y tirar de ella de nuevo hacia mí. Odio
el espacio que pone entre nosotros.
—Los disfraces que mi jefe idea puede que insinúen otra cosa, pero este no
es esa clase de trabajo —espeta. Por primera vez, realmente parece enojada
conmigo.
Sonrío ante lo sexy que se ve cuando está enfadada.
—Joder, gracias por eso —contesto, haciendo que su expresión cambie a una
de confusión—. No me estaba refiriendo a una proposición de sexo por dinero,
Shelby. —Oh, habría dado todo lo que tengo para tenerla debajo de mí, pero la quiero
debajo de mí porque ella quiera estar ahí.
—Oh. —Deja caer las manos a los costados, su actitud defensiva
desvaneciéndose. Podía jurar que un indicio de decepción llena sus preciosos ojos.
Estiro el brazo y la agarro por la cintura, tirando de ella hacia delante, así se
tambalea hacia mí. La otra mano la coloco sobre su espalda, presionando nuestros
cuerpos juntos. Luego agacho la cabeza y le susurro al oído:
—No te equivoques, mi pequeña musa, voy a tenerte en mi cama. Pero no
será el dinero lo que te llevé allí. Será pura necesidad. —Empujo las caderas contra
las suyas, clavando la polla en su estómago, así no tiene ninguna duda de cuánto la
deseo—. Vas a estar suplicando que haga que te corras. —Shelby jadea, pero no
intenta apartarse. Se balancea ligeramente y alza las manos a mis hombros para
estabilizarse—. Entonces voy a saborear tu coño y hacer que te desmorones sobre
mi lengua antes de hundirme dentro de ti y que te corras mientras gritas mi nombre.
Le mordisqueo la concha de la oreja antes de apartarme y mirarla. Sonrío con
satisfacción cuando veo sus ojos vidriosos, el verde jade brillando con lujuria.
—Ahora que hemos sacado eso del camino, —me obligo a apartarme un paso,
pero mantengo una mano en su cadera y la guio fuera del vestidor—, volvamos a mi
proposición. —Nos dirigimos a la cocina y hacia la gran isla en el centro de la
habitación. La alzo con facilidad y la dejo sobre una de los taburetes, y la giro para
que me enfrente, colocándome entre sus rodillas. Tiene que separarlas ampliamente
para hacer espacio para mí. Mi camisa se levanta, dándome un indicio de esas bragas
blancas que lleva. ¿quién demonios sabía que unas simples bragas blancas podían
ser tan ardientes?
—Quiero que te mudes conmigo. —Abre la boca, pero pongo un dedo sobre
sus labios. No quiero escuchar un no saliendo de su boca—. me inspiraste desde el
momento que te vi. Me sacaste de la jaula que de algún modo me había quedado
atrapado. Necesito que seas mi musa, que me saques del espacio sombrío en el que
estaba antes que aterrizases en mi puerta. Tu voz, es como la llave a mi propio oasis
personal. —Aunque no era solo su voz. Era todo en ella. Lo quiero todo.
Trazo sus labios una vez, luego bajo la mano para dejarla en la base de su
cuello. Su pulso es rápido y suprimo el deseo de reemplazar mi mano con los labios.
—Te proveeré con cualquier cosa que necesites. Me aseguraré que no te falte
de nada.
—¿Solo vivir aquí? ¿Como compañeros de piso? —cuestiona dubitativa. Me
encojo de hombros, dejando que lea la acción como desee. La decepción pasa sobre
su rostro por un segundo, y me muerdo el labio para evitar sonreír. Quiere algo más
que amigos. Dios, eso hará esto más fácil—. ¿Por cuánto tiempo?
—Por cuanto te necesite. —Quiero decirle que para siempre, pero eso puede
hacer que huya. No puedo hacer eso.
Lentamente niega, aunque es como si estuviese forzando el movimiento.
—No puedo —protesta débilmente—. Quiero decir, tengo un arrendamiento
con unas compañeras de piso que dependen de mí por mi parte de la renta, y un
trabajo, y um… y… —Deja la frase a medias como si estuviese intentando pensar en
más razones, pero es incapaz de encontrar alguna.
—Me ocuparé de todo, Shelby. Quédate. —Pronto aprenderá cómo de cierto
es. Nunca tendrá que preocuparse por nada de nuevo.
Abre y cierra la boca unas cuantas veces, una mirada melancólica en sus ojos
traicionando lo cerca que está de rendirse. Quiere que alguien se ocupe de ella,
puedo verlo en su mirada. Quiero ese privilegio.
Tomo su barbilla en mi mano y sello mis labios con los suyos,
inmediatamente exigiendo entrar. Los separa y deslizo mi lengua para explorar. Su
sabor explota en mi lengua y gimo mientras cambio el ángulo de su cabeza, así puedo
profundizar el beso. Se derrite en mí y sé que la tengo, así que reticentemente me
aparto. Manteniendo un firme agarre en su barbilla, fijo la mirada en la suya.
—Quédate. —No es una petición, Tiene que sentir esto. Ese beso inclinó todo
mi mundo.
Shelby asiente, y le doy un beso rápido y duro.
—Pero solo por un par de meses —añade. Frunzo el ceño y comienzo a
protestar, pero lo pienso mejor. Eso me dará tiempo para ver qué podemos tener
juntos. Me ocuparé de tal modo de ella que no querrá irse nunca.
—Por ahora —accedo, siendo deliberadamente vago. Cuando le doy lo que
ella asume es un acuerdo, hay un destello de molestia como antes. Tengo la confianza
que no va a llevar mucho tiempo convencerla de que se quede indefinidamente.
Mientras me aparto, paso la mano en su cadera sobre su estómago antes de soltarla,
y la solución perfecta llega a mí.
Eso es. Voy a atarla a mí en las formas más primarias. Para siempre. La
imagen de Shelby desnuda y extendida sobre mi cama con una barriga redondeada
y un anillo en su dedo, cambia la música en mi cabeza y ya estoy componiendo una
segunda pieza.
—Necesitas comer —le informo mientras me muevo alrededor de la cocina.
Quiero asegurarme que tiene todas las fuerzas porque tengo toda la intención de
tenerla en mi cama esta noche. Voy a pasar toda la noche poniendo mi bebé en ella.
Y cada noche después hasta que sepa que he tenido éxito. Luego seguiré haciéndolo
porque nunca tendré suficiente de ella.
—¿Qué necesitas que haga, um, siendo tu musa? —pregunta, interrumpiendo
mis pensamientos.
—Cantar para mí. —Ser mi esposa. La madre de mis hijos. Todo mi mundo.
Cuatro
Shelby

Mientras Theo está buscando en su frigorífico por algo para cocinar para
nosotros, suena el timbre. Me bajo del taburete donde me había colocado y doy tres
pasos hacia la puerta antes de que rodee la encimera y me envuelva la cintura con la
mano, acercándome a su cuerpo grande y cálido.
—De ningún modo vas a acercarte a la puerta. No sé quién es, pero lo que
tengo seguro es que no quiero que te vean vestida así.
Probablemente debería estar ofendida por su actitud mandona, pero parece
que no puedo obligarme a actuar como una mujer normal. No cuando provoca que
mi cuerpo se caliente y cosquillee. No lo culpo. Si todavía llevase una toalla puede
que hubiese tenido la misma reacción. En cambio, estoy secretamente emocionada
que sea la razón del destello de celos en sus ojos oscuros. No parece posible que
pudiese haberse sentido de ese modo por mí. Es Theo Hayes, y yo solo soy… yo —
una cantante luchadora que está haciendo telegramas cantados porque no puedo
hacer despegar mi carrera. Se me sigue diciendo que es porque tengo que perder un
poco de peso y luego mi carrera comenzaría. Estoy en un peso saludable. Si pierdo
peso, sería poco saludable. No tengo planeado hacer eso, así que tal vez cantar
telegramas es todo para lo que estoy destinada. No puedo ver a Theo estando en mi
destino.
Está tan lejos de mi liga que no deberíamos compartir una ciudad, mucho
menos la misma casa durante unos meses. Incluso si es solo porque me desea cerca
mientras soy su musa para cualquier composición que vaya a idear después. Muy
cerca basado en la promesa sensual que me hizo en su vestidor. Cerca como en su
cama.
Me estremezco un poco solo pensando en ello, recordando cómo se sintió
cuando Theo me susurró palabras tan sucias al oído. Y, Santa madre de Dios, la forma
que me besó. La fuerza de mi reacción hacia él es una sorpresa, ya que nunca he
sentido nada así. Siempre he sido muy extraña alrededor de los hombres y no podía
entender cómo mis compañeras de piso se enamoraban tan rápido de los chicos con
los que salían. O cómo se acostarían con el nuevo tan pronto después de romper con
el último. Pero después de mi reacción con Theo, puede que llegue a comprenderlo
ahora ya que no estoy segura si seré capaz de resistirme a él tan siquiera una noche.
Aunque no puedo imaginar llegar a sentir algo así por alguien excepto él. Es muy
absorbente.
Hago una mueca al pensar en el momento donde tendré que superar a Theo.
Acabo de conocerlo hace unos treinta minutos y ya no puedo imaginar no tenerlo en
mi vida. Así de descontrolada es mi reacción hacia él. Es suficiente para que la cabeza
me dé vueltas.
—¿Qué está mal? —farfulla Theo después de volver a la cocina, llevando dos
bolsas de papel marrón. Las deja sobre la encimera y me echa la cabeza hacia atrás
con un dedo bajo mi barbilla—. ¿Por qué estás frunciendo el ceño, mi pequeña musa?
Me sonrojo avergonzada ante la idea de admitir mis sentimientos por él.
—No es nada.
Pasa el pulgar por mi labio inferior.
—Solo puedo arreglarlo si me dices qué te está molestando. —Dios, eso
sonaba tan bien. Que se ocupen de mí. Me he estado cuidando sola desde hace tanto
tiempo sin nadie en quien apoyarme. Ahora él es alguien deseando cuidarme.
—Um. —No hay forma que vaya a confesarle la verdad ahora mismo. Hablar
sobre exponerme como una fuerte acosadora. Si hago eso, olvidará su deseo de
contratarme como su musa y me echará de su vida para siempre. Así que digo lo
primero que se me ocurre, en lugar de esa verdad en particular—: Solo estoy
preocupada por lo que va a decir mi jefe cuando le explique que no voy a aceptar
más trabajos durante un tiempo.
Su ceño deja al mío en vergüenza.
—No necesitas preocuparte sobre lo que tu ex jefe piense cuando te despidas.
Te dije que me ocuparía de todo. Dame su número y lo llamaré.
—¿Despedirme? —repito suavemente, negando en un intento de entender lo
que está diciendo—. ¿Por qué me despediría cuando solo voy a estar aquí durante
unos meses? Necesitaré el trabajo más tarde. —¿Qué haré cuando me vaya de aquí?
¿Tener el corazón roto y estar desempleada?
—No creo que estés entendiendo lo que te estoy diciendo. —Baja la mirada a
la camisa cubriendo mi disfraz, haciendo que sus ojos se oscurezcan—. Yo
ocupándome de todo significa que nunca necesitarás regresar a tu antigua trabajo.
Ladeo la cabeza y el cabello se me desliza sobre el hombro. Enreda un largo
rizo alrededor del dedo mientras pregunto:
—¿Es así? —El corazón me da un feliz revoloteo ante la idea.
Extiende la mano.
—Llama al número de tu jefe y dame el teléfono, así puedo hacerle saber que
ahora eres mía.
Antes de que me dé cuenta, mi mano hurga en mi bolso y estoy haciendo
exactamente lo que pide. No lo detengo cuando pulsa el botón para realizar la
llamada que alejará mi única fuente de ingresos. La que me permite afrontar mi
parte de la renta de mi apartamento, ropa y comida. Y no lo detengo cuando escucho
la voz de mi jefe gritando en la línea porque está enfadado de que faltase a mi otro
encargo.
—Supongo que es algo bueno que no vaya a necesitar ese trabajo desde que
esa posibilidad ya no existe —mascullo después de que termine la llamada. Debería
estar más molesta, pero odiaba a mi jefe. Era un imbécil
—Estás mejor sin esa posibilidad. —Se mete el teléfono en el bolsillo del
pantalón deportivo antes de inclinarse y rozar sus labios contra los míos.
—¿Mejor?
—Estás destinada para cosas mejores y más grandes. —Sus labios se alzan
en una sonrisa cuando abro los ojos con sorpresa—. No lo olvides, te he escuchado
cantar.
—Ohhh —digo en un suspiro—. Probablemente eso es lo más agradable que
me hayan dicho nunca.
Esta vez es él quien parece sorprendido.
—Esa es una maldita vergüenza, porque mereces tener gente en tu vida que
te trate como la persona increíble que eres. —Su mirada se suaviza.
—Acabamos de conocernos. No sabes qué clase de persona soy.
—Sé lo suficiente para estar fascinado por ti, y no pasará mucho tiempo hasta
que aprenda el resto —insiste mientras el estómago me gruñe con fuerza.
Suavemente me agarra de la muñeca y me guía de nuevo al taburete donde había
estado sentada. Después de conseguir asentarme, saca una pila de recipientes de
comida para llevar de la primera bolsa y botellas de soda, vino y agua de la segunda,
Tomo un panecillo de ajo de la primera caja que abre y dejo escapar un
pequeño gemido de placer cuando me lo meto en la boca.
—Mmm, muy bueno. —solo tomé un puñado de M&Ms cuando salí corriendo
por la puerta al trabajo esta mañana.
—Joder —farfulla Theo—. Ese sonido. —Agachando la cabeza, cierra las
manos en puños tan fuerte que sus nudillos se vuelven blancos.
Levanto la mano para taparme la boca y disculparme:
—Lo siento. No comí mucho de desayuno, me salté la comida y la comida
italiana es mi favorita.
—Mierda, ya estoy jodido, dejando que pases hambre. —Abre el resto de
cajas y toma un par de platos. Luego sirve un poco de lasaña, espagueti con
albóndigas y pollo marsala en uno de ellos, luego me lo acerca—. Come, nena, y te
serviré algo de beber. Elige tu veneno. —Señala las botellas en la encimera—. Tengo
hielo para la soda, más agua en el frigorífico, una botella de vino blanco en alguna
parte, si no te gusta el tinto, y vodka o ron si prefieres un cóctel.
Ya que mi boca está llena, señalo una de las botellas de soda. Después de que
deslice un vaso con hielo hacia mí, explico:
—Probablemente no deberías ofrecerme alcohol desde que no tengo la edad
suficiente.
Su cuerpo se tensa y deja la mano en medio del aire, la lasaña deslizándose
peligrosamente alrededor de la cuchara que está sosteniendo.
—¿Cuántos años tienes?
—Diecinueve.
Deja escapar un suspiro de alivio.
—Joder, gracias por eso.
Co las mejillas ardiéndome de nuevo, señalo con la barbilla la cuchara en su
mano.
—Probablemente deberías servirlo antes de que termine en la encimera.
Termina de servirse la comida y rodea la encimera para sentarse en el
taburete junto a mí. Lo acerca, y su muslo choca con el mío cuando se sienta y
comienza a comer.
—Come, nena. Vas a necesitar la energía más tarde.
¿La energía? Levanto la cabeza de golpe.
—Oh, claro. Porque necesitaré empacar mis cosas y mudarme aquí si voy a
quedarme contigo los próximos meses.
—Primero, no hay “si” en ello. No vas a ninguna parte —farfulla mientras
clava el tenedor en un trozo de pollo en mi plato y me lo lleva a los labios. Sabe
incluso mejor sabiendo que el el tenedor ha estado dentro de su boca, y gimo de
nuevo—. Definitivamente no voy a dejarte fuera de mi vista cuando haces sonidos
así.
—¡No es culpa mía! Esta es la mejor comida italiana que he probado nunca.
Me sirve otro bocado antes de decir:
—Puedes tenerlo cada día que quieras. Lo que haga falta para mantenerte
feliz.
Estoy bastante segura que estaría feliz con sándwiches de crema de
cacahuete y mermelada por el resto de mi vida si pudiese pasarla con él.
—No necesito elegante comida italiana para llevar cada día.
—También podemos pedirlo en otros lugares —ofrece.
—Supongo que no debería haberlo dicho, no necesito comida para llevar todo
el tiempo.
Encoje sus amplios hombros mientras admite:
—Es lo que hago normalmente para comer ya que no soy bueno en la cocina.
—¡Puedo cocinar! —me ofrezco con una sonrisa—. Ha pasado mucho tiempo
desde que he sido capaz de preparar algún plato. Mis compañeras de piso y yo no
tenemos mucho para gastar en los supermercados. Normalmente es simple, como
fideos Ramen o sándwiches.
Su mirada se endurece por un momento, pero luego todo su rostro se suaviza.
—Mi pequeña musa sabe cocinar. Soy un hombre afortunado. —Se ríe entre
dientes suavemente.
Cuando terminamos de comer, se levanta y toma una hoja de papel y un
bolígrafo de un cajón.
—Haz una lista de la compra mientras llamo al equipo de mudanza, así
pueden empacar tus cosas y traerlas aquí lo antes posible.
—¿Equipo de mudanza? —Niego, sin entenderlo—. No seas tonto. Sería una
pérdida de dinero ya que solo necesitaré unas pocas maletas con cosas. —Es todo lo
que poseo. Puedo empacarlo yo misma. Casi no vivo allí.
Cinco
Theo

La irritación aumenta ante su insistencia de que no necesitará todas sus


cosas. Ya estaba enojado cuando supe que prácticamente se había estado muriendo
de hambre para sobrevivir. Me juro que nunca volverá a para hambre. Nunca le
faltará nada que necesite o desee.
—Accediste a esta aquí tanto como te necesitase —le recuerdo—. Traeremos
todas tus cosas aquí, pequeña musa.
Aprieta los labios y espero a que comience a gritarme en cualquier momento.
Me sorprende cuando los alza en una tímida sonrisa.
—Solo quiero decir que no necesitaras un equipo de mudanza porque no
tengo muchas cosas. Todo lo que poseo cabe en un par de maletas.
Sus palabras me enojan y a la vez me parten el corazón por ella. ¿Por qué no
ha estado cuidando alguien de esta preciosa gema? Se merece el mundo y voy a ser
el que se lo dé. Debería sentirme afortunado de que nadie la haya arrebatado ya.
Le acerco la libreta y el bolígrafo y miro sus hermosas piscinas jade.
—Haz la lista, nena. Ya que no tienes otra cosa que vestir, todavía voy a enviar
a alguien por tus cosas.
—De acuerdo. —Se encoge de hombros con indiferencia, pero sus ojos se
iluminan de felicidad. Incapaz de resistirme, entro en su espacio y bajo la boca a la
suya. Nunca tendré suficiente de su sabor. Paso la lengua por el borde de sus labios
e inmediatamente los abre para mí. Buena chica.
Hundo las manos en su cabello y acuno su cabeza mientras me sacio. Con el
tiempo, sé que si no me detengo, la lanzaré sobre la encimera y me abriré paso en su
interior hasta que no tenga la energía de protestar sobre querer irse de aquí. Pero
así no es como debería ser nuestra primera vez, así que tomo una profunda
respiración y me aparto de ella. Parece aturdida y hambrienta de deseo, y cuando
saca su lengua rosada para lamerse los labios, casi cedo, pero me recuerdo que esto
es sobre ella deseando quedarse. Tiene que ver que puedo cuidar de ella en todas
las maneras.
Con un rápido beso en la cima de su cabeza, todo el cuaderno con los dedos y
salgo de la cocina. En el último segundo, me giro y tomo su bolso, llevándolo
conmigo. Me encamino al despacho. Paso la mayor parte de mi tiempo trabajando
en el estudio, pero tengo un despacho en mi casa para toda la mierda de negocios.
Una vez estoy allí, me siento en la silla de escritorio de cuero gris y lo dejo sobre mi
simple escritorio de madera oscura.
Alcanzo en mi bolsillo para sacar mi teléfono móvil, pero saco uno distinto y
recuerdo que me quedé el de Shelby. Es una basura y pongo uno nuevo en mi lista
de cosas que comprarle. Después de tomar el mío, hago una llamada y me aseguro
que alguien estará en su casa para empacar sus cosas en menos de quince minutos.
Estoy tentado de dejarlo todo allí y simplemente comprarle ropa nueva y artículos
de tocador, pero no sé si hay algún recuerdo del que no querrá desprenderse.
Hablando de ropa… lanzo una última orden en el teléfono antes de colgar.
—No toque su ropa interior —espeto—. Simplemente déjela.
Después, llamo a mi asistente, que afortunadamente es una mujer, y le indico
que pida todo un nuevo guardarropa para Shelby. Con su altura y peso detallado en
su licencia y habiendo visto tanto de ella cuando apenas había estado cubierta por
su “uniforme”, soy capaz de estimar su talla con confianza. Esto funcionará por
ahora. Una vez le consiga algo de ropa, puedo llevarla fuera a elegir lo que quiera.
Hago unas cuantas llamadas más, añadiéndola a mi cuenta bancaria y tarjetas
de crédito. Cuando he terminado, vuelvo a meter su licencia y teléfono móvil en el
bolso, pero lo dejo en mi oficina cuando regreso a la cocina. Parece tonto, pero me
siento mucho mejor sabiendo que he cuidado de ella. Si, Dios no quiera, me sucede
algo ella todavía será cuidada. Nunca prescindirá de su nombre en mi cuenta
bancaria.
Los recipientes de la comida para llevar están casi vacíos, lo que me hace
sonreír. Una parte primaria de mí está satisfecha sabiendo que he alimentado a mi
mujer. Esa misma parte es la que ha estado ansiando hacerle otras cosas. Probarle a
ella y los demás que es mía. A su debido momento, me recuerdo.
Shelby todavía está sentada en la isla y tiene la cabeza inclinada hacia el
papel, sus rizos rojizos apartados sobre un hombro, mostrando el esbelto arco de su
cuello. Me pica la lengua por lamer esa sedosa piel antes de abrirme paso a sus
firmes tetas. Realmente es perfecta. No sabía que una perfección como ella existiese.
Mientras me acerco, la escucho tararear mientras escribe. Hace que me
detenga de inmediato, mi cuerpo tenso y en silencio, perdiéndome en la llamada de
sirena de su voz. No le estaba mintiendo cuando le dije que era mi musa. Cada nota
que canta me inspira a crear. Su energía llena la habitación, a cambio desatando la
mía.
La química explosiva entre nosotros y la forma que se ha envuelto alrededor
de mi corazón inspira otro tipo de múltiples reacciones. Unas con las que estoy
perdiendo la batalla de contener.
Acabo con el espacio entre nosotros y alza la cabeza, sonriendo tímidamente
cuando me ve. Sus mejillas están sonrosadas, y ladeo la cabeza mientras la estudio
con curiosidad.
—¿Qué estás pensando, dulce niña? —pregunto mientras paso la yema del
dedo sobre el precioso sonrojo de su pómulo. La forma que se inclina hacia mi toque
aviva el deseo latente en mi sangre.
—No era nada, solo yo siendo tonta. —Niega y deja salir una pequeña risa
autocrítica. Me encanta su risa, pero no esta clase.
Le agarro la barbilla y la mantengo, así no tiene otra elección que mirar mi
rostro.
—Todo lo que haces vale la pena que se le preste atención. Puedo
prometértelo. Ahora, dime qué estabas tarareando.
Es una melodía que no he sido capaz de sacarme de la cabeza —admite con
un pequeño encogimiento de su delicado hombro. Bajo la mirada al papel y me doy
cuenta que ha dibujado un pentagrama y ha estado garabateando las notas.
Tengo un oído perfecto y solo necesito leer la música para escucharla en mi
cabeza, pero así no es como quiero escuchar la creación de Shelby por primera vez.
—Deja que te muestre algo. —Le suelto la barbilla y doy un paso atrás, luego
le rodeo la cintura y la ayudo a bajar del taburete. Sin una palabra, la llevo de nuevo
a nuestro dormitorio y saco un pantalón de deporte para que se ponga con la camisa
que ya viste. Es demasiado grande para ella, así que enrollo el fondo y ato el cordón
con fuerza así se quedará en su sitio. Se ve muy adorable y casi me distraigo de mi
objetivo actual.
Con un examen más a su cuerpo, estoy satisfecho de que esté lo
suficientemente cubierta para la caminata a mi estudio. Tomo su mano y la guio por
la casa, por la puerta trasera y a través del patio al edificio actualizado.
Centro mi mirada en Shelby mientras abro la puerta y le hago un gesto para
que entre primero. Su reacción no tiene precio. Se ilumina como el sol mientras
admira el lugar.
—Caray —dice sin aliento. Pasando la mirada de la pared de instrumentos, a
la cabina de grabación, al espacio de ensayo acústico, a todo el equipo usado para
grabar, mezclar y editar.
—Este es mi espacio sagrado —le indico en voz baja—. Ni siquiera le permito
la entrada a mi hermano. —Shelby dirige la mirada hacia mí, con una expresión de
sorpresa. Quiero que sepa qué significa para mí traerla aquí.
—¿Pero me trajiste a mí aquí?
Sonrío y tiro de ella, así puedo tenerla en mis brazos.
—¿A qué otro lugar llevaría a mi musa? —Le guiño un ojo—. Tienes que estar
aquí para ayudar a fluir mi elixir creativo.
Se ríe entre dientes y agacha la cabeza, pero no antes que vea el rosa surgir
de nuevo en sus mejillas. Le beso la cima de la cabeza antes de guiarla hacia el
micrófono que está unido al equipo informático. Después de pulsar algunos botones
y perfeccionar la configuración, le entrego el micrófono.
—Canta tu melodía para mí —pido.
Me mira con nerviosismo por un momento, pero parece reunir algo de
confianza y toma el micrófono. Pulso grabar y le doy un asentimiento a mi chica.
Las notas son dulces y simples, pero tienen un gran potencial. No se lo diré
todavía, pero cuando haya acabado con mi proyecto actual, ella y yo vamos a dar
vida a su canción. De momento, cierro los ojos, me reclino y escucho la cadencia de
su voz. Dejo que pase sobre mí, llevando paz a mi alma. Sin embargo, cuando abro
los ojos, veo a la mujer de mis sueños, la que trae mi cuerpo a la vida. La única mujer
que me ha hecho ansiar su toque, la sensación de su piel húmeda deslizándose
contra la mía mientras gimotea debajo de mí y la conduzco al peso de la pasión.
Finalmente tiene un rostro y es Shelby. Siempre ha sido ella. Sin importar que mi
conexión con ella fuese inmediata.
Mi polla es como una maldita vara de hierro en mi pantalón y me recoloco
para intentar encontrar una posición más cómoda. No funciona. El único alivio que
voy a conseguir será de correrme profundamente dentro de Shelby y llenarla de mi
semen hasta que no quede nada. Incluso entonces, no estoy seguro que vaya a ser
suficiente.
Termina su canción y me sonríe con tanta alegría que siento como si hubiese
sido bañado en rayos de sol. Le devuelvo su expresión feliz y alcanzo el ordenador,
jugueteo un momento con él antes de poner en marcha la grabación con algunos
ajustes de sonido. La escucha con intensidad, y cuando ha terminado, se lanza a mis
brazos, casi tirándonos al suelo.
—¡Eso fue increíble! —chilla antes de aplastar sus labios en los míos.
Seis
Theo

El instante que los labios de Shelby tocan los míos, lo que quedaba de mi
control queda hecho trizas. La rodeo con los brazos y agarro su delicioso trasero,
alzándola, así está a horcajadas en mi regazo. La bajo lentamente, así siente cada
grueso centímetro de mi polla mientras se presiona en el calor entre sus piernas.
Deja escapar un pequeño gemido y es el sonido más sexy que he escuchado jamás.
Afianza sus brazos alrededor de mi cuello y tira de mi cabeza hacia delante
mientras inclina la cabeza, intentando profundizar nuestro beso. Al mismo tiempo,
comienza a frotarse contra mi polla, buscando su propio alivio.
Echo la cabeza hacia atrás y agarro su rostro entre las manos.
—Yo estoy a cargo, pequeña musa —mascullo. Tengo que estarlo o perderé
todo control. Necesito tomar esto con calma, y con ella empujando con fuerza contra
mi control, está a punto de romperse.
Rompo su agarre y pongo sus manos sobre mis hombros.
—No las muevas a menos que te lo diga. ¿Entiendes? —Asiente y saca la
lengua para humedecerse los labios, haciendo que brillen. Pronto voy a ver esos
mismos labios brillando por mi corrida mientras me mira estando arrodillada.
Mascullo con dolor cuando mi erección crece imposiblemente más dura.
Tengo que alejar esa imagen, así no exploto como un maldito adolescente antes de
que siquiera hayamos comenzado.
Baja las caderas y se frota de nuevo, obligando a que lleve las manos a su
cintura y la mantenga quieta. Deja salir un pequeño gemido de protesta, pero
mantiene la boca cerrada. Sus brillantes ojos verdes están llenos de un deseo febril,
pero están centrados en mí mientras hablo:
—Este coño es mío, nena. —Muevo una de las manos bajo la cintura del
pantalón hacia su entrepierna para ahuecar su sexo—. Mío para saborear, mío para
follar, para darte un placer sin fin. —Entrecierro los ojos con advertencia mientras
continúo—: mío. Te corres cuando te dé permiso, —me inclino más cerca—, y quiero
decir cada vez. Tus orgasmos me pertenecen. No te tocas a menos que te diga que lo
hagas.
Shelby traga saliva visiblemente mientras asiente y su cuerpo tiembla. No de
miedo, sino de la necesidad que puedo ver formándose en su mirada. Le gustan los
juegos de poder. Yo ni siquiera sabía que tenía este instinto, pero está surgiendo
ahora. La necesidad de dominarla. Solo a ella.
—¿Alguien ha tocado mi coño, Shelby? —Con el dedo corazón trazo una línea
desde el fondo de su coño a la cima, sintiendo lo húmedas que están sus bragas. Se
estremece y niega—. Has estado guardando este coño virgen para mí, ¿no es así? —
Deslizo un dedo bajo la tela sedosa y repito la acción antes de empujarlo dentro de
su coño virgen—. Estás increíblemente apretada —digo jadeante—. Voy a tener que
asegurarme que estás lista y preparada para mi polla antes de tomar esa virginidad
que has guardado para mí.
Shelby gimotea y se remueve nerviosa, pero no intenta alcanzar su propio
placer.
—Buena chica —elogio antes de tomar sus labios en un beso hambriento.
Deslizo un segundo dedo en su interior y la estiro un poco antes de moverlos dentro
y fuera mientras froto el talón de la mano contra su clítoris. No toma ni siquiera un
minuto antes de que se rompa, y trago sus gritos de liberación.
La acaricio durante su orgasmo hasta que está agotada y colapsa sobre mi
pecho. Ambos estamos respirando con dificultad y aunque me corrí en el pantalón a
la vez que ella, todavía estoy duro y desesperado por estar en su interior.
—Nunca he… quiero decir, caray. Eso fue increíble —dice jadeante,
apartando la mirada con vergüenza.
—Fue increíblemente sexy, mi pequeña musa. No te pongas vergonzosa
conmigo, nena, porque todavía no he terminado contigo. Ni siquiera hemos tocado
la superficie de lo increíble.
Tomándola en mis brazos, coloco su cabeza en el hueco de mi cuello y me
levanto con rapidez. La llevo fuera y cierro la puerta antes de correr de regreso a la
casa. No pierdo el tiempo en llegar a nuestra habitación y tumbarla en la cama de
gran tamaño que está en medio de la habitación.
—Quítatelo todo excepto las bragas —exijo. Cuando se apresura a obedecer,
ayuda a calmar la bestia enfurecida dentro de mí. Sin apartar la mirada de ella, tiro
de mi ropa hasta que estoy desnudo frente a ella, admirándola por completo. Mi
polla está gruesa y dura, la rabiosa punta roja señalándome, claramente enojada de
no estar envuelta en el apretado coño de Shelby. Pronto, me prometo mientras tomo
otra respiración profunda y tranquilizadora.
Cuando Shelby ha terminado de desvestirse, baja la mirada a mi polla y abre
los ojos con una mezcla de miedo y deseo.
—No te preocupes, pequeña musa. Encajaremos perfectamente. Tu coño fue
hecho para mi polla. —Me acaricio un par de veces mientras observa, la necesidad
lentamente sobrepasando al miedo. Haré que funciona. No me importa si solo puedo
llegar a meter la mitad de mi polla en su interior. Eso será lo suficientemente bueno
para mí. Aceptaré cualquier cosa que pueda conseguir cuando se refiere a ella.
Paso la mirada por todo su cuerpo y es tan malditamente hermosa que casi
duele. Sus tetas son pesadas y llenas, lo suficiente para rebasar mis manos mientras
sus rosados pezones se clavan en mis palmas. Su estómago es suave y un poco
redondeado, con un lindo ombligo. Su cintura se estrecha antes que se sus caderas
surjan anchas, listas para dar a luz. Imagino sus gruesos muslos apretando mis
caderas mientras empujo en su interior y ya no puedo esperar más.
Me subo a la cama y me pongo a horcajadas de sus piernas antes de
agacharme para darle un suave beso en su lugar privado. Su ropa interior está
empapada. Deslizo un dedo bajo sus bragas y lo muevo al centro, bañándolo con su
deseo.
—Tan húmeda para mí —murmuro antes de lamerlo—. Sabía que sabrías
dulce. Como azúcar y miel.
El rostro de Shelby está sonrojado, pero todavía veo el rojo más oscuro en sus
mejillas mientras se ruboriza. No puedo evitar sonreír con picardía.
—No hay necesidad de sentir vergüenza, Shelby. Eres exquisita. —Sonríe con
tanta belleza, que momentáneamente estoy aturdido, pero mi polla está haciendo
muy difícil saborear el momento. La necesito como nunca he necesitado nada.
—Extiende las piernas, nena. —Cuando lo hace, me muevo para arrodillarme
entre ellas—. Usa los dedos para abrirte a mí. Muéstrame lo que es mío.
Es vacilante, pero hace lo que le digo. Separa los labios y se me hace la boca
agua ante su coño rosado y jugoso.
—Mantenlo abierto. O me detendré.
Me encuentro con su mirada y arqueo una ceja hasta que deja salir un:
—De acuerdo.
Suavemente, le separo los muslos, tan amplios como pueden de forma
cómoda, entonces solo un poco más. Su cuerpo se tensa, y su clítoris está hinchado
y duro. Poniéndome bocabajo, me inclino y tomo una profunda respiración. Huele
justo como sabe. No espero más, me hundo y me doy un banquete con ella como si
hubiese estado hambriento y ella fuese mi primera comida. En cierto modo, supongo
que es cierto. He estado esperando por ella, simplemente no me di cuenta lo
hambriento que estaba hasta que su dulzura estuvo justo frente a mí.
Shelby todavía está preparada por su último orgasmo y poco después, está
alzando las caderas suplicando por más. Se las agarro y la mantengo en lugar,
siguiendo lamiendo, mordisqueando y follándola con la lengua.
—¡Sí! ¡Sí! —grita—. No puedo… ¡sí! ¡No te detengas!
De ningún modo va a suceder. Aunque me detengo y alejo sus manos,
sustituyéndolas por las mías.
—Juega con tus pezones, nena. Finge que es mi boca chupando y azotando
esos dulces picos. —Ahueca sus pechos con las manos y tengo que empujar la pelvis
contra la cama para evitar dispararme como un cañón. Bajo la cabeza y continúo
devorándola pero mantengo la mirada alzada, observando sus dedos jugar con sus
tetas y su rostro arrugarse de placer.
—Córrete, Shelby —exijo. Luego introduzco la lengua y le pellizco el clítoris
a la vez, lanzándola por el borde con olvido. Su expresión satisfecha y sus gritos con
mi nombre hacen que el semen salga de mi polla como un grifo. Tengo que enrar en
su interior. No quiero malgastar más mi semen.
Rápidamente me deslizo sobre su cuerpo y empujo mis pelotas
profundamente mientras todavía está en medio de su orgasmo.
—Oh, sí —siseo. El dolor de su virginidad se registra por un instante, pero
tomo sus labios en un beso apasionado y presiono mi pelvis sobre su clítoris para
alargar su orgasmo un poco más, ayudándola a través del dolor.
Con el tiempo, su latido se ralentiza y su respiración se vuelve menos errática.
Digo una oración de agradecimiento porque no estoy muy seguro cuánto más iba a
ser capaz de quedarme quieto. Le sujeto las muñecas y le levanto los brazos sobre la
cabeza, apremiándola a que agarre el cabecero.
—Agárrate, pequeña musa —mascullo. Su sexo me está sujetando en un
agarre de hierro, pero logro sacar mi polla unos centímetros, luego me introduzco
todo el camino.
—¡Joder! —grito. Nunca nada se ha sentido mejor que esto. Salgo un poco
más esta vez y cuando vuelvo a entrar con fuerza, la punta de mi polla toca su cérvix.
Lo siento temblar y sé que va a tomar cada gota de mi corrida. Su coño lo codicia.
Establezco un ritmo estable, dentro y fuera, dentro y fuera, mis pelotas
golpeando su trasero cada vez que toco fondo. Agacho la cabeza y chupo uno de sus
pezones, tirando con fuerza del pico antes de tomar tanto de su pecho como cabe en
mi boca y girando la lengua alrededor del brote sensible. Arquea la espalda con un
gimoteo y se presiona más contra mi rostro. Cambio de uno a otro, amando ambos
pechos hasta que los pezones están rojos y hay pequeñas marcas por todas partes.
Mi columna empieza a hormiguear y sé que estoy cerca, así que me detengo
para tomar una almohada detrás de ella y colocarla debajo de sus caderas. Luego
sigo empujando, yendo más rápido, más profundo y más fuerte. Este ángulo hace
más fácil golpear su punto dulce más profundo cada vez.
—¡Sí! ¡Justo ahí! ¡Sí! —Sus gritos son agudos y me excitan más y me vuelven
más locos.
—¿Estás tomando algo, nena? —mascullo mientras la follo como un animal
en celo. No estoy seguro que mi mente siga siendo la mía.
—¿Qué… —cuestiona atontada—. ¡Oh! ¡Theo! ¡Oh, sí!
—¿Estás tomando la píldora? —farfullo. Si dice que sí van a irse por el retrete
en la primera oportunidad que tenga.
—No —dice jadeante—. No pensé… ¿tienes algo?
—No. —No voy a mentir. No tengo la necesidad de condones, así que no
guardo ninguno en la casa—. Y no voy a salirme —aseguro antes de que pueda
pedirlo. Luego me dejo ir y cedo a mi necesidad primaria y posesiva. Mis empujes se
vuelven salvajes, haciendo que la cama se sacuda y Shelby grite de placer—. Voy a
correrme profundamente en tu coño preparado, pequeña musa. Voy a llenarte.
Tómame dentro de ti. Solo un lugar donde vaya. —En ella, suavizándola y
redondeándola con nuestro bebé.
—¡Theo! —El cuerpo de Shelby se agita con fuerza y su coño se tensa, como
si no quisiese dejarme ir.
—¿Ves? Tu cuerpo sabe lo que quieres. —Me empujo un poco más fuerte—.
Tómalo, nena —urjo. Nuestros cuerpos están pegajosos de sudor, así que deslizo la
mano hacia abajo con facilidad y le pellizco el clítoris mientras me empujo una
última vez, yendo lo más profundo posible, sellando nuestras zonas pélvicas
apretadamente, así nada escapará.
El momento que cae por el borde, yo estoy cayendo con ella. Me corro con
fuerza, hay puntos negros bailando frente a mis ojos. Mi semen sale a chorro, caliente
y cremoso en su útero, y lo toma con avaricia.
—¡Joder! Eso es, nena —exclamo—. Ordeña mi polla por cada maldita gota.
¡Joder, sí!
Comienzo a balancearme un poco, empujando atrás y delante, sin romper la
unión. Las paredes de su coño se aprietan cada vez que salgo, prácticamente
chupándome la voda por la polla. Si no estuviese tan completamente perdido en el
cielo del coño de mi mujer, podía estar preocupado de que mi polla se rompiese.
Pero… ahora mismo no me importa una mierda.
Siete
Shelby

Es sorprendente cuánto ha cambiado mi vida en las pasadas veinticuatro


horas . ayer cuando me desperté, era una virgen que cantaba telegramas para
extraños al azar que pagaba mi parte de la renta en un pequeño apartamento que
compartía con otras tres chicas. Esta mañana, la única persona por la que necesitaba
cantar es un compositor galardonado increíblemente sexy que está compartiendo
su enorme casa conmigo. Y su cama, que es la razón por la que definitivamente ya
no soy virgen. Varias veces desde que me despertó varias veces en la noche para
tomarme. Mientras giro sobre el enorme colchón, estoy dolorida en lugares que ni
siquiera conocía antes.
—Auch —gimo después de sentarme.
—Mierda, nena. Debería haber pensado cómo te sentirías esta mañana y
haberme controlado un poco más. Lo siento —se disculpa Theo mientras sale de la
cama a la puerta del baño—. ¿Necesitas astillas contra el dolor?
Dándome cuenta que estoy completamente desnuda, tiro la sábana sobre mi
pecho y asiento.
—Sí, creo que ayudaría.
Sus labios se alzan en las esquinas mientras pasa un dedo por mi mejilla.
—¿Te estás sintiendo vergonzosa esta mañana?
—Tal vez. —Siento mis mejillas sonrojarse cuando baja la mirada.
La pasa sobre la sábana.
—No hay necesidad de serlo ya que he probado cada centímetro de tu piel.
—Y esa es la razón por la que exactamente siento vergüenza —contesto.
Reclama mi boca en un beso profundo pero breve antes de susurrar contra
mi boca:
—No lo hagas por mí, pero tal vez te sentirías más cómoda si te pones algo de
ropa. Las cosas que trajeron los de la mudanza de tu viejo apartamento están en el
armario.
Dejo pasar su referencia al apartamento que comparto con las chicas, ya que
ya ha dejado obvia su opinión sobre que yo regrese allí. Va a pagarme más de lo que
he hecho cantando telegramas, así que mi plan es darle a las chicas mi parte de la
renta mientras estoy aquí, así no pierdo mi lugar. Tan increíble cómo fue anoche, mi
mayor miedo es que Theo se dará cuenta de lo alejado que está de mi liga y me
quedaré sin ningún lugar al que ir. No dejaré que eso me suceda.
Escuchando cerrarse el armario de las medicinas y abrir el agua, salgo
apresuradamente de la cama y me dirijo al vestidor para ponerme una camisa y unas
bragas antes de que Theo regrese. Es extraño ver mis camisetas baratas colgando
junto trajes que probablemente cuestan miles de dólares. Demonios, estoy bastante
segura que tiene corbatas que cuestan más de lo que me he gastado en todo el
contenido de mis maletas. Negándome a pensar demasiado en ello, rápidamente
tomo una camisa y me la pongo. Pero me encuentro un inconveniente en mi plan
cuando abro los cajones de un lado del armario donde Theo colocó todas mis cosas
y solo encuentro calcetines. No hay señal de mis sujetadores o bragas. Después de
tomar un pantalón de pijama de una percha —es uy extraño encontrarlo colgado—,
regreso al dormitorio.
—Creo que los de la mudanza olvidaron algo.
—¿Como qué? —pregunta Theo, entregándome un vaso de agua y un par de
ibuprofenos.
Mi voz es poco más de un susurro cuando contesto:
—Todos mis sujetadores y bragas.
—Cierto —dice alargando la palabra—. Sobre eso.
Entrecierro los ojos.
—¿Sobre qué?
Se pasa la mano por el cabello y me lanza una sonrisa avergonzada.
—No me sentía cómodo con hombres extraños tocando cosas que iban a
cubrir tu coño y tetas, así que les dije que lo dejasen.
—Yo… tú… —balbuceo, intentando averiguar cómo responder. Por una parte,
puede ser cómodo tener algunas de mis cosas todavía en el apartamento si llega el
momento que tenga que volver allí. Pero todavía representa un problema mayor
mientras tanto—. ¿Y se supone que simplemente camine sin ello todo el tiempo que
viva aquí?
Baja la mirada a mis pechos y sonríe.
—Eso estaría bien para mí mientras nadie lo vez, pero el tipo ocupándose de
la verja esta mañana acaba de enviarme un mensaje haciéndome saber que mi
asistente trajo la ropa que le pedí que escogiese para ti. Debería haber sujetadores y
bragas en las bolsas que están trayendo a la puerta.
Cualquier enfado que pudiese haber sentido sobre su extraña reacción con
los de la mudanza —los que insistió en contratar, claro está—, tocando mi ropa
interior se desvanece. Su amabilidad hace su despotismo mucho más fácil de
aceptar.
—¿Me compraste ropa nueva?
—Puedes apostar tu dulce trasero que sí. —Sus ojos oscuros se iluminan con
tanta emoción, que casi parece un niño la mañana de Navidad.
—De acuerdo entonces. —Me permito disfrutar de esto. No voy a pensar
demasiado. Es agradable que cuiden de mí.
—Vamos, vayamos a asegurarnos que todo te vale. —Rodeándome los
hombros con el brazo, me guía fuera de la habitación. No me suelta hasta que
alcanzamos la entrada, y me detengo de inmediato cuando veo un montón de bolsas
colocadas junto a la puerta. Él sigue adelante y toma una docena de bolsas para
llevarlas al salón. La observo sorprendida mientras regresa para tomar otro montón
dos veces más hasta que solo quedan unas pocas bolsas. Tomándolas con una mano,
me sujeta la muñeca con otra y me lleva con él.
La pila de bolsas sobre el sofá es una locura. Estoy impresionada por la
generosidad de Theo. Ha pasado mucho tiempo desde que he tenido a alguien en mi
vida que quisiese cuidar de mí… bueno, excepto cuando se refiere a condones ya que
no se puso ninguno las veces que tuvimos sexo. El momento debería ser suficiente
para que no tenga ningún problema, pero no puedo evitar asustarme un poco ante
la idea de estar embarazada. Pero tampoco puedo evitar pensar en lo increíblemente
emocionante que sería él con un pequeño bebé en los brazos, y hay una pequeña
parte de mí que le gusta la idea de llevarme una parte de él conmigo cuando me vaya.
Decido que lo mejor para mí no obsesionarme demasiado con ello de momento.
Tengo suficientes cosas nuevas con las que lidiar, no necesito buscar problemas.
Solo tendré que insistir en que se ponga un condón de ahora en adelante.
Con eso decidido, todavía sintiéndome un poco sobrepasada, susurro:
—Gracias.
—Creo que podemos hacerlo mejor que eso cuando expresemos nuestra
gratitud el uno al otro, mi pequeña musa. —Bajo la mirada a su entrepierna, y siento
una extraña mezcla de molestia y curiosidad—. Tan desesperadamente como quiero
ver tus preciosos labios envueltos alrededor de mi polla, eso tampoco es a lo que me
refería.
Cuando miro de nuevo a su rostro, la sonrisa que me lanza es engreída. Me
encojo de hombros a la defensiva.
—¿Qué? Parecía como la cosa típica de chico que decir.
—Ah, pero no soy solo cualquier tipo —me recuerda.
Recordando todo lo que hicimos anoche, me sonrojo mientras accedo.
—Cierto.
Theo me ahueca la nuca y agacha la cabeza para rozar sus labios con los mío.
—Gracias por guardar tu virginidad para mí y dármela anoche.
—De nada.
—Tu turno —me apremia, nuestras bocas solo a unos centímetros.
No estoy segura de qué está insinuando, así que me aventuro.
—¿Gracias por darme tantos orgasmos cuando tomaste mi virginidad?
Se ríe suavemente, y me encanta la forma que la piel alrededor de sus ojos se
arruga.
—Eso no es lo que creía que querías darme las gracias, pero lo aceptaré
mientras venga con un beso.
—¡Oh! —Finalmente entiendo lo que quiere decir y pongo los labios sobre los
suyos. Luego le sonrío—. Ese es mi agradecimiento por la ropa. —Reúno todo mi
coraje y presiono mi boca contra la suya con fuerza. Cuando mi lengua toca sus
labios, la abre y la deslizo dentro. Rápidamente toma el control del beso, inclinando
la cabeza para un mejor acceso a mi boca mientras nuestras lenguas se entrelazan.
Cuando ha acabado, me lleva un momento recordar qué tenía planeado decir—: y
eso fue por los orgasmos.
—Soy un hombre afortunado. —Me estremezco mientras pasa el pulgar
sobre mi labio inferior—. Uno que se asegurará de recordar que valoras más el
placer que la ropa.
No tengo ni idea cómo puede creer que es el afortunado cuando sé que soy
yo, pero juro que voy a hacer todo lo que pueda para que siga pensando de ese modo.
—A juzgar por ese montón, no creo que vaya a necesitar comprarme más
ropa por unos años.
—Malditamente cierto que no lo harás. —se mueve y toma una bolsa rosa de
rayas—. No cuando es mi placer ocuparme de ello por ti.
Pongo los brazos en sus hombros y me alzo para darle otro rápido beso.
—Gracias.
Ladea la cabeza y pregunta:
—¿Por qué fue ese?
—Solo por ser tú.
Theo deja la bolsa que está sujetando en el suelo, me alza en sus brazos y me
lleva de vuelta al dormitorio. No es hasta horas después que tengo la oportunidad
de probarme algunas cosas que me compró, y ni siquiera estoy un poco sorprendida
que hiciese un gran trabajo adivinando mis tallas. Obviamente se está familiarizando
con mi cuerpo.
Ocho
Theo

Me reclino en mi silla y escucho intensamente los últimos versos del tema


principal de la banda sonora. ¡Hijo de puta! Está hecho. Bueno, en su mayor parte.
Todavía tengo algunos ajustes que hacer para limpiarla y mejorarla. Luego cuando
esté hecho, trabajaré con las otras pistas para el resto de la película. Mientras las
últimas notas del violín desaparecen lentamente, llegando a su fin, algo parece
extraño. Siento que no voy a conseguir el efecto completo y necesita algo más antes
de que envíe la pista en bruto a Hugo, el productor.
Luego me golpea. Mi chica. Necesito a mi pequeña musa.
Con una sonrisa gigante en mi rostro, me quito los audífonos y me reclino en
la silla. Miro a través del cristal frente a mí que separa esta habitación del estudio de
sonido. Shelby me está enfrentando, sentada en mi piano híbrido AvantGrand y está
centrada en lo que está tocando. Sus ojos están brillando y se ve tan hermosa que
estoy tentado a convertir ese instrumento de veinte mil dólares en simplemente otra
superficie donde follarla.
Durante las pasadas semanas he estado casi completamente centrado en esta
composición y haciendo que Shelby se enamore de mí. La mantengo cerca cuando
estoy trabajando así puedo intercambiar ideas con ella y conseguir su opinión de los
cambios. Pero sobre todo, porque no puedo soportar estar alejado de ella. Le doy
rienda suelta en mi estudio, y se ha mantenido ocupada con su propia música.
De todos modos, también me he asegurado que teníamos tiempo para
conocernos realmente el uno al otro, y maldita sea si no la amo cada día más. No solo
sabe cantar, es una pianista experta y toca un poco la guitarra. Le pregunté sobre
sus objetivos para el futuro y simplemente se encogió de hombros.
—Mientras pueda llegar a cantar, incluso si es haciendo estúpidos telegramas
cantados, seré feliz. —Su boca estaba inclinada en una sonrisa, pero no alcanzó sus
hermosos ojos verdes. Quería reiterar que nunca volvería a hacer trabajos de mierda
como ese, pero algo me decía que eso no era de lo que trataba su vacilación.
—¿Eso es todo lo que quieres, Shelby? —presioné. Se encogió de hombros de
nuevo y apartó la mirada, un sonrojo mostrándose en sus mejillas. Le agarré la
barbilla y la obligué a mirarme—. Cuéntame —exigí.
—Um, bueno. Solo estaba… siempre he querido ser esposa y madre. —Baja la
mirada y el rosa en sus mejillas se profundiza—. Solía soñar sobre ser como la
familia Partridge cuando era más joven.
Una sonrisa apareció en mi rostro y arqueé una ceja antes de burlarme.
—¿No los Von Trapp?
Shelby se rio y negó.
—Creo que empezaré con cinco.
—¿Pero no te opones a diez? —Se rio de nuevo y decidí no dejar claro que
solo estaba bromeando en parte.
El rostro de Shelby estalla en una sonrisa mientras garabatea algo en una
libreta, luego vuelve a tocar. La observo durante otro minuto, disfrutando la pura
inocencia y alegría en su rostro.
Con curiosidad, me pongo los audífonos de nuevo y los conecto a la pista
establecida para el piano. Todos los instrumentos en mi estudio están conectados a
un sistema, así graban en el mismo programa, haciendo las mezclas más fáciles, y
también ayudó algunas veces que he colaborado con alguien.
Subo el volumen e inmediatamente soy transportado a su mundo. Mierda. En
realidad, no la he escuchado tocar antes. Es increíble, como un maldito ángel. Es la
misma melodía que cantó para mí ese primer día, pero está embellecida y le ha dado
más profundidad. Es malditamente hermosa. Justo como ella.
Después de unos minutos, deja de tocar y se reclina en el banco. Parece un
buen momento para interrumpirla, así que me levanto y me inclino para golpear
suavemente el cristal. Alza la cabeza y se lleva la mano al pecho, pero se ríe al ser
sorprendida y saluda con la mano.
Conecto el intercomunicador.
—Por favor traer tu pequeño trasero sexy aquí, mi pequeña musa. —Se
levanta de un salto y me saluda a modo militar antes de apresurarse a la puerta.
—¿Me llamaste, Apolo? —Cree que está siendo descarada con su apelativo
para mí, pero lo encuentro tan lindo y sexy como todo lo demás en ella.
Echando la silla hacia atrás, le hago una señal con el dedo, luego me señalo el
regazo. Se acerca, balanceando las caderas y haciéndome la boca agua. Visiones de
mis manos sujetando apretadamente esas caderas mientras me empujo en su
interior hacen que mi polla intente salírseme del pantalón y levantarse con total
atención.
Se deja caer en mi regazo y jadea antes de removerse, haciendo que el bulto
presionado contra su trasero se endurezca y crezca más.
—Siéntate quieta, Shelby —digo con tono ronco, intentando sonar duro
mientras casi me estoy ahogando de lujuria. Me lleva al límite de mi control. Es la
única persona en todo el mundo que puede hacerlo.
Tomo unas cuantas respiraciones profundas e intento recuperar la
compostura. Haz esto y luego puedes pasar el resto del día en su interior, me digo a mí
mismo.
—el tema está casi hecho —indico con una brillante sonrisa. Shelby aplaude
y salta un poco en mi regazo hasta que choca con mi polla de nuevo y se queda quieta.
Luego se remueve de nuevo, y su risa deja claro que sabe qué me está haciendo.
Entrecierro los ojos y deslizo una mano entre sus muslos para ahuecar su centro—.
Estás pidiendo unos azotes, nena.
Sus ojos brillan con alegría, pero intenta un asentimiento sombrío.
—Sí, señor. Señor Hayes.
Gimo y la miro fijamente por un momento.
—Necesito la ayuda de mi pequeña musa, pero cuando hayamos acabado
aquí, vas a tener esos azotes. Luego voy a follarte tan fuerte que no serás capaz de
sentarte o caminar mañana sin recordar quién posee este coño. —Su respiración se
acelera, pero rezo por un poco de control y me armo de valor contra mi deseo.
—Quiero que cantes algunas de estas partes, así puedo conseguir una
sensación de la música tras una voz real. Luego quiero enviárselo al productor por
su reacción.
Shelby se sonroja de nuevo y es increíblemente lindo. ¡Céntrate, Theo,
céntrate de una maldita vez! Sus piscinas color jade son grandes y redondas de
emoción. La apremio a levantarse y le golpeo el trasero antes de levantarme y
dirigirme a la impresora. Le entrego una pila de papeles y lo toma, se los lleva al
pecho como si fuesen un tesoro robado.
—Tengo la cabina de grabación A preparada para ti, nena —señalo. Sale al
pasillo y luego entra a la pequeña habitación con el micrófono. Una vez se ha puesto
los auriculares y tiene la música en el atril me levanta el pulgar.
Pulso el botón del intercomunicador.
—Sé que eres una perfeccionista, Shelby, pero ahora mismo solo necesito una
grabación tosca que enviar a Hugo. —Estoy seguro que el imbécil tendrá mucho que
decir, y estoy seguro que ignoraré al menos el noventa por ciento de sus notas.
Aunque esto lo apartará de mí por un tiempo. Tendré algo de tiempo para darle toda
mi atención a mi chica.
Me da otra señal de que está bien y comienzo la música. El momento que
escucho su voz, estoy contento de haber recordado sentarme primero o puede que
me hubiese caído sobre el trasero. Su voz me sorprende cada vez que la escucho,
pero escucharla cantar mi creación… es lo siguiente mejor después de verla
correrse.
Toma un par de horas terminarla porque grabamos toda la canción cuatro
veces, así puedo juntar las mejores partes. Para cuando hemos terminado, estoy tan
excitado que apenas puedo ver bien. No sé cómo logro montar una maqueta decente
para Hugo, ni siquiera estoy seguro de lo decente que es, pero pulso enviar porque
no puedo esperar más. Salgo al pasillo y la puerta de la cabina de grabación choca
contra la pared cuando la abro de golpe.
Shelby me mira con sorpresa, pero cuando adivina la expresión en mi rostro,
su mirada se derrite. Su respiración se vuelve entrecortada y con cada paso que
tomo, camina hacia atrás hasta que choca con la pared. Coloco las manos a cada lado
de su cabeza y se lame los labios, dejando un trazo brillante tras su lengua.
Me inclino y tomo su labio inferior entre mis dientes, mordisqueándolo antes
de sellar mi boca con la suya. En alguna parte dentro de mí, se rompe un dique y no
hay nada más que un apresurado chorro de deseo y necesidad. La necesito. Ahora.
Nueve
Shelby

Theo es un tipo intenso. Lo he sabido desde que me metió en su casa. Si eso


no lo hubiese hecho, el hecho que no me ha dejado marchar me habría dado una
pista. No es que me importe. Es parte de la razón por la que creo que estoy tan
atraída a él. Pero hay algo en este beso que lo lleva todo a un nuevo nivel. Tal vez es
la forma en que irrumpió a la cabina de grabación y me atrapó contra la pared. O
podía ser cómo está devorando mi boca como si me desease más que el aire que
respira.
Cuando con el tiempo alza la cabeza, las bragas de encaje rosa que eligió esta
mañana por mí son un desastre húmedo y necesitado.
—Caray.
—Agradezco el sentimiento, pero no has visto nada todavía. Solo es una
pequeña muestra de lo que tengo guardado ahora que he enviado el tema a Hugo —
advierte, deslizando las manos sobre mi trasero. Cuando me levanta, pongo las
piernas alrededor de su cintura y dejo salir un pequeño gemido cuando su dureza se
presiona contra mi centro.
—Ya sé qué tienes planeado para mí. —Le sonrío y me remuevo en su
agarre—. Mencionaste unos azotes, y luego podría jurar que había algo sobre
follarme tan fuerte que no seré capaz de sentarme mañana.
Clava los dedos en mi carne lo suficiente que sé que dejarán pequeños
morados. Me sonrojo ante mis palabras atrevidas, pero me ha sacado de mi cascarón.
Solo me excita más cuando veo sus marcas en mi piel. Sirven como
recordatorio de cuánto me desea, no es que Theo me dé mucho tiempo para que las
dudas surjan en mi mente. Es casi como si supiese cuándo aparecen y me toma para
un rápido beso que normalmente lleva a más. La clase de más que siempre involucra
un orgasmo o dos. Estaré agotada en la cama incapaz de pensar nada más que cuánto
me desea Theo.
—Eso no fue todo lo que prometí. —Mueve las caderas en mi contra—.
Después que acabe contigo, no serás capaz de caminar mañana sin recordar que
poseo este coño.
Me estremezco, pensando cuán increíble va a sentirse cuando se empuje
dentro y fuera de mi cuerpo. Por mucho que deseo eso, y la sensación de su palma
en mi trasero unas cuantas veces, hay otra cosa que deseo un poco más. Algo que no
he tenido la oportunidad de hacer todavía porque Theo es un dador en todo y
normalmente está centrado más en darme cuantos orgasmos pueda en lugar de
conseguir el suyo.
—Quiero todo eso, pero primero necesito otra cosa.
Theo se aparta un poco y me mira con preocupación en sus ojos oscuros.
—¿Qué necesitas, mi pequeña musa? Lo que sea, tienes que saber que me
aseguraré de que lo tengas.
Bajando las manos a su pecho, aparto las piernas de su cintura antes de darle
un pequeño empujón, así dará un paso atrás. No me da mucho espacio con el que
trabajar, pero comienzo a arrodillarme mientras levanto la mirada hacia él y
contesto:
—Ser la que te dé placer.
—Shelby —susurra, apretando las manos en la parte superior de mis brazos
y deteniendo mi proceso de agacharme antes de que llegue más lejos—. Siempre me
das placer.
Mirando su hermoso rostro, le lanzo una sonrisa de satisfacción puramente
femenina.
—Sé que lo hago, pero esta vez quiero obtener el mío después de ti. —Deslizo
la mano por su pecho, sobre sus abdominales y la muevo hasta su dura longitud. Mis
próximas palabras dejan perfectamente claro lo que quiero—: después de que llegue
a probarte.
—¿Quieres darme una mamada, nena?
El deseo brillando en sus ojos oscuros se ilumina increíblemente cuando me
lamo el labio inferior.
—Sí, eso es lo que necesito de ti. Deja que te saboree primero y luego puedes
tomarte todo el tiempo del mundo para hacer lo que has planeado para mí.
Su agarre aumenta por un momento, luego aleja los dedos de mis brazos.
—Eres mía y siempre lo serás.
—Eso también te hace mío. —Ha dicho cosas así antas veces antes durante
las pasadas semanas que estoy comenzando a creer que realmente se refiere a una
clase de para siempre—. Y quiero probar lo que es mío.
—Soy todo tuyo. —Da otro paso atrás para darme más espacio—. Me he
estado muriendo por sentir esos perfectos labios envueltos alrededor de mi polla
desde la primera vez que los abriste y cantaste como un ángel.
Caray. No estoy segura cómo lo hace, pero Theo siempre parece saber qué
decir exactamente. Todas las cosas que Theo y yo hemos hecho juntos son nuevas
para mí, y esta no es diferente. Pero justo como todo lo demás, confío en que lo haga
bueno para mí —incluso cuando soy la que planea volverlo loco. Así que no tengo
un gramo de duda mientras fijo la mirada en la suya, arrodillándome entre sus
piernas y le bajo el pantalón lo suficiente para sacar su dura erección.
He soñado con esto, tener a Theo a mi merced. Pero realmente no estoy
preparada para la oleada de poder que siento cuando lo sostengo en la palma de mi
mano.
—Todavía no puedo creer que esto encaje en mi interior —susurro mientras
bajo la cabeza para lamer la gota de presemen en la punta. Dejo salir un pequeño
gemido ante el sabor, y flexiona las caderas, empujando la polla contra mis labios.
Lamo su longitud, trazando una de las venas sobresaliendo. Cuando me dirijo
de nuevo a la cabeza y la rodeo con la lengua, un gemido retumba en su pecho.
Levanto la mirada hacia él y pregunto:
—¿Te gusta?
—Más que gustarme. —Agarra mi cabello en un puño y ahueca mi mandíbula
con la otra mano—. Jodidamente me encanta.
Con una pequeña presión en la parte trasera de mi cabeza, guía su polla de
nuevo a mi boca. separo los labios y la desliza sobre mi lengua. No va muy lejos, solo
dándome unos cuantos centímetros hasta que murmuro de placer y sacude las
caderas, hundiéndose hasta la parte trasera de mi garganta. Me congelo, pero se
retira hasta que vuelvo a ser capaz de respirar a su alrededor.
—Lo siento, nena. Tener tu pequeña boca caliente envuelta a mi alrededor
está acabando con mi control —dice ronco—. Pero estoy intentando ser bueno.
Lo chupo deliberadamente fuerte antes de apartar la boca de él y protestar:
—Eso es lo último que necesito ahora. Puede que no haya hecho ninguna
mamada, pero eso no significa que no quiera que pierdas el control porque tomar
mi boca es lo mejor que has sentido nunca.
Siento el temblor que recorre su fuerte cuerpo.
—¿Quieres que tome tu boca?
—Sí.
Lleva mis manos a su trasero desnudo y ordena:
—Entonces agárrate, pequeña musa, porque estoy a punto de darte lo que
pides. Siempre lo haré.
Luego toma el control, usando su mano en mi cabello para guiarse tan
profundo como puede con cada empuje en mi boca. Lo siento crecer más con cada
empuje. Su respiración es entrecortada, su pecho moviéndose pesadamente.
Observarlo mientras se acerca al borde es más excitante que nada que haya visto
antes. Y solo mejora cuando masculla:
—Muy cerca, Shelby. Voy a correrme. Lo tragarás todo.
Deseo que se corra en mi boca, así que clavo los dedos en su trasero para
acercarlo a mí. Lo altera y se empuja contra mi lengua. Su polla salta y llena mi boca
con su caliente corrida. Hay tanto que casi me ahogo y algo se desliza de mi boca
hacia mi barbilla. Luego me levanta de golpe, arrancándome las bragas con las
manos. Dejo salir un gemido ahogado cuando se deja caer de rodillas y separa mis
muslos.
—Ahora es mi turno de darme un banquete —murmura contra mi centro
antes de hundirse. Lame desde mi centro hasta mi clítoris con una lamida larga hasta
que grito. Me sostiene en el sitio con las manos, aferrando mis caderas mientras me
devora. No hay un lento aumento mientras usa la lengua, labios y dientes para
llevarme al borde y hacerme estallar. Y no se detiene con un orgasmo. Todavía estoy
temblando con el segundo, mis piernas incapaces de sostenerme, cuando me lleva a
su regazo y me quita la camisa que estoy vistiendo —otra suya—, por la cabeza para
tomar uno de mis pezones en la boca mientras se alinea contra mi entrada.
—Condón —digo jadeante mientras me aferro a su cuerpo atrayéndolo.
De algún modo se volvió en un pequeño juego entre nosotros —yo
recordándole a Theo que debería estar usando un condón y él volviéndose loco ante
la idea de algo interponiéndose entre nosotros. Me excita más de lo que debería.
Desliza la mano por mi espalda, y hay un estallido de calor cuando golpea una
de mis nalgas.
—Sabes que no voy a ponérmelo. ¿Por qué sigues preguntando? —Marca la
pregunta con un azote en la otra nalga—. ¿Es porque quieres que te azote el trasero
hasta que sea de un rojo profundo en lugar de unos golpes suaves que solo lo vuelvan
de un rosa suave?
—no, es porque me encanta cómo hace que me tomes con más fuerza. —Mi
admisión es suave, pero su reacción no lo es en absoluto.
—¿Te gusta que te folle tan fuerte que lo sientes al día siguiente, no es así? —
cuestiona, empujándose en mí.
—Sí.
Mi respuesta gemida se gana más empujes de su polla en mi apretado calor
antes de que diga nada más.
—Nunca te quejas cuando te tomo solo unas horas después porque no puedo
estar alejado de ti.
—Ajá. —Esos han sido mis momentos favoritos, cuando es tan amable
porque no quiere hacerme daño.
Muerde el lugar entre mi cuello y hombro.
—Te he visto trazar mis marcas mientras las miras en el espejo, cuando crees
que no estoy observando. También te encantan, ¿no es cierto?
Mi coño se aprieta alrededor de su dura longitud.
—Así es.
—Por supuesto que sí, mi pequeña musa. —empuja en mí con más fuerza,
hasta que mi cuerpo se tensa de necesidad y estoy a punto de romperme—. Es
porque eres perfecta para mí. —Pone la frente contra la mía, esos oscuros ojos
ardiendo en los míos mientras se hunde profundamente—. Jodidamente hecha para
mí.
—Sí —digo jadeante, sabiendo que es más que eso. Dándome cuenta que es
porque me he enamorado de él. Pero mantengo esas palabras dentro de mí mientras
mi clímax recorre mi cuerpo, disparando el suyo. Aunque se corrió en mi boca hace
poco, llena mi coño con su cálida liberación. Con su boca reclamando la mía y su
corrida goteando por mis muslos, sé que quiero ser suya. Para siempre.
Diez
Theo

Mi teléfono suena en la mesilla de noche y lo alcanzo y silencio antes de que


despierte a Shelby. Está dormida sobre mi pecho, y estoy perfectamente contento de
quedarme en la cama todo el día dejando que me use como almohada. Dios, ¿cómo
fui tan afortunado? Vino justo a mi puerta.
Sin embargo, el identificador de llamada llama mi atención y sé que debería
responder. Con cuidado, salgo debajo de mi mujer y bajo las piernas al suelo. Tomo
el teléfono mientras me levanto y toco la pantalla para responder.
—Dame un segundo, Hugo —susurro. Con la mano libre, tomo el edredón y
cubro el cuerpo de Shelby, pero me tomo un segundo para admirar las marcas que
he dejado en ella, marcándola como mía. Nunca tendré suficiente de ella.
Con un suspiro, sin querer dejarla sola en la cama, me giro y salgo del
dormitorio, dirigiéndome por el pasillo a mi oficina. Dejo la puerta abierta un
centímetro así escucharé si Shelby viene a buscarme.
—Joder, Theo. Es tu mejor trabajo. —Estiro los labios en una sonrisa tan
grande que casi me duele el rostro porque sé que es por mi musa. Sacó ese trabajo y
pasión de mí―. Tu trabajo siempre es increíble, amigo, pero este está a otro nivel.
¿Qué demonios cambió?
No estoy preparado para estallar todavía la burbuja privada en la que Shelby
y yo estamos. Y, aunque lo estuviese, Hugo sería la última persona con quien lo
compartiría. Es un productor brillante, pero el tipo es un imbécil. Especialmente con
las mujeres. Ni siquiera se toma el tiempo de quitarse el condón antes de huir de su
última follada. Y no estoy exagerando. Literalmente lo vi salir de uno de sus armarios
en su estudio mientras se guardaba la polla en el pantalón. El condón todavía puesto.
Lucho contra un estremecimiento.
Así que me invento una excusa.
—Solo necesitaba aire fresco, supongo.
—¿No tendría nada que ver con esta Shelby Walsh cantando en la demo que
me enviaste? —fuerza.
Aprieto la mandíbula y mi tono es tenso cuando respondo:
—Cómo hago las cosas y con quién no le importa a nadie más que a mí.
—Bueno, ella es increíblemente magnífica y la quiero.
—¡No puedes tenerla! —espeto.
—Caray. Cálmate, hombre. Maldición.
Tiene razón, necesito calmarme. Nadie la apartará de mí. Pero sus siguientes
palabras hacen que una rabie ciega me consuma.
—Lo siento, Theo, pero ya nos hemos puesto en contacto con ella. No solo la
queremos para esta película, sino que tenemos otras dos en proyecto para las que
sería perfecta.
Joder. Me había anticipado a Hugo queriendo a Shelby después de escuchar la
maqueta, pero no se me había ocurrido que realmente la contactarían. También le
había enviado la maqueta a un agente amigo mío. Sabía que estaría interesada en el
momento que escuchase cantar a Shelby, y esperaba que hubiese contratado a
Shelby antes de que Hugo o sus secuaces se acercasen a ella.
—¿Theo? —El tono dubitativo de Shelby llama mi atención inmediatamente,
y todo mi semblante se suaviza simplemente teniéndola cerca. Le hago un gesto para
que entre y me doy una palmada en el regazo. Sonríe dulcemente mientras rodea el
escritorio y se sienta, derritiéndose inmediatamente contra mí.
—No está interesada —informo a Hugo firmemente, luego cuelgo, sin
importarme qué iba a decir—. ¿Cómo dormiste, mi pequeña musa? —le pregunto
mientras le roo el cuello con la nariz. Es demasiado dulce para alguien como Hugo.
Arruinaría su dulzura. La mantendría a salvo. La atesoraría como debería ser.
—Genial —contesta. Luego pone la mano en mi mejilla y lleva mi mirada a
encontrarse con la suya—. Um, tengo una pregunta. —Su expresión es una extraña
mezcla de confusión y acusación. Arqueo una ceja ante la segunda emoción, pero
espero en silencio a que continúe.
»Me llegó un correo electrónico esta mañana —explica, jugueteando con su
teléfono, que acabo de darme cuenta que tiene en sus manos—. De la oficina de Hugo
Malone. —Mi cuerpo se tensa ante su revelación, la furia comenzando a regresar—.
¿No es quien produce tu proyecto actual?
Asiento una vez, pero no digo nada porque no quiero arriesgarme a asustarla
y hacerle pensar que mi furia está dirigida a ella.
Para mi sorpresa aleja mis brazos y se pone en pie de un salto, luego me
enfrenta con las manos en las caderas. No puedo evitar distraerme un poco con lo
excitante que es cuando está enojada por algo. Sus ojos verdes se iluminan d fuego,
y es casi tan sexy como lo son cuando se corre debajo de mí.
—¿Tiraste de contactos para hacer que me contraten para grabar el tema de
esta película? Porque no lo quiero así. Quiero ganarme las cosas por mí misma, Theo.
¿Y si Hugo no me quiere realmente pero solo lo está intentando para hacerte feliz?
—Ahora está paseando y mascullando mientras gesticula. Está vistiendo una de mis
camisas con solo dos botones abotonados y la tela se sube con sus constantes
movimientos, dándome vistazos de sus pechos llenos y sus pequeñas bragas de seda.
Ya estoy duro por la furia de posesividad bullendo en mi interior, pero la vista de
ella hace que mi polla crezca hasta el punto del dolor.
Estiro el brazo y agarro su muñeca, tirando de ella hacia mí, así termina en
mi regazo.
—¿Has acabado? —pregunto. Por mucho que me guste enojada, no quiero
que vaya muy lejos. Para que se moleste realmente.
Asiente, pero sigue sentándose de forma rígida en mis brazos.
—Primero, no tiré de contactos para que te contratasen. Te quieren porque
eres increíblemente impresionante, Shelby.
—¿De verdad? —cuestiona, la esperanza iluminando su rostro. Pero su
expresión feliz decae cuando ve la oscura mirada en mi rostro.
—De todos modos, incluso si lo hubiese hecho, Hugo sería el último
malnacido del que te quiero cerca. No solo es un completo mujeriego, sino que no
confío en él para que respete el hecho de que perteneces a otra persona. —Tomo su
rostro y lo acerco a unos centímetros del mío—. Y perteneces a alguien, ¿no es así,
Shelby?
Asiente rápidamente, aligerando algo de mi enfado. Baja las manos por su
rostro, sobre sus hombros para ahuecar sus pechos antes de dirigir una hacia su
coño. No sé por qué le envié a él esa maqueta de ella. Debería habérselo dejado todo
a mi amiga agente. Lección aprendida. No la joderé de nuevo.
—¿A quién perteneces?
—A ti —susurra sin aliento.
—¿Quién posee este coño, nena? —Froto el pequeño brote sobre sus bragas
de seda, gimiendo de satisfacción por lo húmedas que ya están.
—A ti… Oh, Theo —gimotea.
—Creo que ambos necesitamos un recordatorio —mascullo antes de alejar la
tela empapada. El jadeo de Shelby se convierte en un grito de necesidad cuando
arranco los botones de la camisa y me aferro a uno de sus pezones. Chupo y tiro, y
giro la lengua alrededor del pico duro como diamante mientras agarro sus caderas
con las manos y la giro, así está a horcajadas sobre mí.
Me muevo a su otro pecho mientras echo la silla hacia atrás y me pongo en
pie, manteniéndola estable con un fuerte agarre en su lujurioso trasero. Hay otra
puerta en mi oficina que lleva a un baño privado y actualmente está cerrada. En poco
tiempo la tengo presionada contra ella. Soltando su pezón con un sonido sordo, me
inclino un poco y alzo a Shelby hasta que su húmedo coño está al mismo nivel de mi
rostro.
—Pon las piernas en mis hombros, nena —indico. Dudo y miro hacia sus
gemas verde esmeralda—. Te tengo. —Mis palabras tienen el efecto deseado y pone
una pierna en cada hombro—. Ahora pon las piernas en la jamba de la puerta para
agarrarte —exijo. Espero a que obedezca, luego hundo el rostro en su coño e inspiro
profundamente.
—¿De quién es este coño? —pregunto de nuevo.
—Tuyo —murmura, y la compenso con una larga lamida del fondo a la cima.
—Joder, sí —mascullo antes de hundir la lengua en su interior y follo su coño
como pronto lo haré con la polla—. Repítelo —demando. Muerdo su clítoris y chilla
mi nombre, cayendo en su orgasmo—. De nuevo —farfullo, luego la hago explotar
una vez más, dejando que el sonido de mi nombre en sus labios mientras se corre
me traspase.
Me muevo para un tercero y suplica:
—Theo, no puedo. Oh, sí. No, no puedo… —Todo mientras sacude las caderas
contra mi rostro.
—Tu coño sabe a quién pertenece, mi pequeña musa —aseguro, mi voz
apagada al estar atrapado entre sus muslos—. Quiere correrse de nuevo.
—¡Sí, sí, sí! —grita mientras una vez más tiembla con la fuerza de su orgasmo.
Con una velocidad récord, me desabrocho el pantalón y libero mi dolorida
polla. Está pidiendo atención, señalando directamente donde quiere estar. Dando un
paso atrás, dejo que Shelby se deslice sobre la puerta hasta que nuestros centros
están alineados. Luego tiro de ella con fuerza y la empalo sobre mi polla, tocando
fondo con el primer empuje.
—Joder, sí —siseo. Inmoviliza las manos en mi nuca y sus piernas agarran mi
cintura con fuerza, manteniéndola en el lugar.
—Cond…
—No, Shelby —reprocho. Está empujando a propósito—. Sabes que no voy a
ponerme un maldito condón. Voy a llenar este coño con tanto semen que no hay
forma que no estés embarazada. Cada persona en todo el mundo sabrá que eres mía
una vez estés llena de mí.
Aseguro las manos en la puerta y empujo en ella, desesperado por probar que
es mía. Incluso si es solo a nosotros dos. Chocamos contra la puerta, haciendo mucho
ruido, pero todavía estará ahogado por nuestros gemidos.
Repentinamente, siento la puerta comenzar a ceder, así que sujeto a Shelby
contra mí y me giro, cayendo en la silla donde comenzamos.
Con una mano en su nuca, alzo su cabeza para mirar sus ojos llenos de pasión.
—Móntame, nena. Muéstrame cuánto le gusta a tu coño ser mío. —Luego
aplasto mis labios contra los suyos.
Shelby aprieta su coño, así que prácticamente está estrangulando mi polla
mientras comienza a saltar arriba y abajo. Empujo en ella cada vez que se deja caer
sobre mi pene.
—¡Theo! ¡Oh! ¡Sí! ¡Sí! —Sus gritos me lanzan sobre el borde y el revelador
hormigueo comienza en mi columna vertebral. Uso ambas manos para retorcer y
tirar de sus pezones hasta que está temblando violentamente. Luego aparto una de
sus piernas y pellizco su clítoris. Se rompe con un grito y la sigo rápidamente,
disparando chorro tras chorro de semen, llenándola. Incluso tras parecer vacía, mi
polla sigue dura como una piedra, así que sigo empujando hasta que ambos estamos
surcando el borde una vez más. Suelto otra carga profundamente en su interior y
hay tanto que comienza a salir de su coño, así que lo recojo y hago mi mejor esfuerzo
para volver a meterlo. Necesito que esté todo allí. Algo primario se rompió cuando
otro hombre intentó acercarse a ella.
Mis labios encuentran los suyos de nuevos y empujo la lengua en su boca,
entrelazándola con la suya, y dejo escapar lo que quedaba del enfado que se había
creado en mi interior. Shelby es la otra mitad de mi alma, y sé sin ninguna duda que
estaba hecha para mí.
—Mía.
Once
Shelby

Con el volumen bajo, el timbre de mi teléfono es solo suficiente para


despertarme. Normalmente, habría seguido durmiendo, especialmente desde que
estoy tan cansada. Después de girar y dar vueltas durante horas creo que puedo
estar más cansada que cuando me fui a la cama. Esta vez mi falta de sueño no tiene
nada que ver con Theo despertándome de nuevo para darme otro orgasmo. Por
alguna razón, parece que no pude acomodarme en toda la noche. Ni siquiera cuando
sentí como si pudiese derretirme contra el colchón después de correrme con tanta
fuerza que apenas podía ver.
Siempre he dormido bocabajo, pero cada vez que me giraba, mis pechos se
sentían muy incómodos. Sentía como si fuesen apretados contra el colchón o algo
así, y estaba obligada a girarme de nuevo. Lo último que quiero es levantarme, así
que estoy muy enfadada cuando tomo el teléfono de la mesilla de noche. Cuando veo
que es otro correo electrónico de Hugo, me irrito incluso más. No solo tuve a Theo
diciéndole que no estaba interesada en trabajar con él cuando hablaron ayer, sino
que también respondí lo mismo a su oferta. Confío en Theo. Si me dijo que me
mantuviese alejada de Hugo, es lo que voy a hacer. Desde el momento que llegué a
su puerta se ha ocupado de mí. He visto sus acciones estas pasadas semanas, que
pone mi cuidado sobre lo demás. Es entrañable y se ganó mi confianza.
—¿Qué está mal, mi pequeña musa? —Me giro para encontrar a Theo
apoyado sobre un codo en el colchón. Su cabello oscuro está despeinado por mis
dedos, pero su mirada está alerta.
—Parece que tenías razón sobre Hugo siendo un imbécil. Parece que no sabe
aceptar un no por respuesta. —Le entrego el teléfono así puede leer lo que el
productor me envió sobre la ventaja de construir una relación de trabajo con él en
lugar de trabajar directamente con Theo.
Pasa de estar preocupado a furioso en un instante.
—Lo aprenderá, como si tengo que golpearle en la cabeza.
Me acuesto contra las almohadas y escucho mientras llama a Hugo para
hacerle saber qué puede esperar si no da marcha atrás. Estoy segura que el
productor entiende el mensaje cuando Theo amenaza con cortarle la polla si e el
futuro hace algo más que mirarme. Desafortunadamente una imagen aparece en mi
cabeza y una corriente de náuseas sube por mi garganta. Salgo apresuradamente del
colchón para dirigirme al baño. Apenas llego al retrete antes de vaciar el contenido
de mi estómago. Theo termina la llamada y me sigue al baño.
—No, mantente lejos. No quiero que enfermes también. —Mi protesta es
débil, y difícilmente puedo alzar la cabeza de donde la tengo apoyada contra el
asiento del retrete. Siento el estómago vacío, pero todavía está revuelto por las
náuseas.
—No te preocupes por mí, nena. Lo que tienes no es contagioso.
Gino de alivio cuando presiona una toalla fría húmeda contra mi frente.
—No puedes saberlo.
—Claro que puedo. —Recoge mi cabello en un puño y lo aparta de mi nuca—
. Tomamos lo mismo para cenar anoche, así que no puede ser intoxicación
alimentaria. Y no es un virus estomacal porque no tienes fiebre.
La sola mención de comida hace que tenga arcadas. Se siente una eternidad
antes de que termine de una vez, y si no fuese por Theo prácticamente
sosteniéndome, me habría acurrucado en el suelo. Me alza y me deja sobre el
mostrador. Luego me entrega una nueva toalla para limpiarme el rostro y un cepillo
de dientes con pasta dentífrica. Mientras me estoy cepillando los dientes, señala:
—Estás cansada, tienes los pechos tan sensibles que estás empapada en
cuanto mis dedos o boca están cerca de ellos, y estás vomitando por la mañana.
Abro los ojos de par en par y escupo en el fregadero.
—¿Crees que estoy embarazada?
Sus ojos oscuros están llenos de satisfacción masculina cuando responde:
—Por supuesto que lo estás. He llenado ese apretado coño de tanto semen
que no hay duda que he puesto mi bebé en ti.
Cuando lo pone de ese modo, me siento un poco tonta por no darme cuenta
yo misma. Pero, no es como si hubiese estado en esta situación antes. Me llevo la
mano a la barriga y susurro:
—Puede que esté embarazada.
—Nada de “puede” en ello. Estás embarazada de mi bebé.
Se ve tan engreído que no puedo evitar provocarlo un poco.
—No lo sabes por seguro. No me he hecho un test ni nada por el estilo.
—entonces ya es hora que lo hagas —masculla. Luego me sorprende cuando
se inclina para abrir el cajón inferior y saca una caja rosa de una selección.
No estoy completamente segura si quiero saber la respuesta porque estaré
completamente devastada si fuera por otra cosa, pero tengo que hacer la pregunta:
—Um. ¿Por qué tienes test de embarazo en tu baño?
Ya ha abierto la caja y no alza la mirada desde donde está leyendo cuando
responde:
—Los añadí a la lista de compra la semana pasada así podía hacerte uno a la
primera señal de que finalmente te he dejado embarazada.
Siento un hormigueo de satisfacción al saber que los consiguió para mí, pero
también tengo que reírme ante parte de su explicación.
—¿Finalmente? Ni siquiera ha pasado un mes desde que nos conocemos.
—Sí, y he estado intentando mi mejor esfuerzo para dejarte embarazada de
nuestro bebé desde ese primer día.
Siento el corazón preparado para estalla de alegría.
—¿Lo dices realmente en serio? ¿No estabas diciendo esas cosas en el calor
del momento? —Sé que hemos hecho comentarios, pero no estaba segura si solo era
charla sucia entre amantes. Todo esto es nuevo para mí.
—No hay nada que quiera más que saber que estás llevando a mi bebé. —Me
entrega el palo blanco con la tapa ya sacada—. Así que, ¿qué tal si haces el test y
confirmas lo que ambos ya sabemos?
Está hecha como una pregunta, pero sé que es más una demanda. Me bajo del
mostrador y me dirijo al retrete. Arqueo las cejas y hago un gesto en círculo con el
dedo, se gira para enfrentar la pared. Aunque todavía puede escucharme orinar. Sé
que ha tocado y saboreado cada centímetro de mi cuerpo, pero estoy sonrojada
cuando termino. No me da un minuto para preocuparme sobre estar avergonzada
antes de que me quiete el test y lo deje en el mostrador. Me lleva al fregadero y se
presiona contra mi espalda mientras me lavo las manos. Cuando he terminado, me
gira y masculla contra mis labios:
—Estos van a ser los tres minutos más largos de mi vida, y lo único que alejará
mi mente de la espera eres tú.
Me pierdo en su beso, como siempre. Tanto que casi he olvidado el test y gimo
en protesta cuando alza la cabeza unos minutos después.
—Lo sé, nena. Pero tenemos que comprobar el test.
Gira su cuerpo para miras el palo sobre el hombro, e inmediatamente sus
labios se extienden en una amplia sonrisa.
—Dos líneas.
—¿Estoy embarazada?
—¡Joder, sí! —Me alza y me da vueltas. Me siento un poco mareada cuando
me deja en pie, y debe verse en mi rostro porque me alza y me lleva al dormitorio
con una expresión de preocupación en el rostro.
—¿Tienes un médico que ya visites?
—Sí. Si me das el teléfono lo llamaré. Si le digo a su enfermera qué está
sucediendo, estoy segura que intentará que lo vea hoy.
—¿A él? ¿Tu médico es hombre? —Asiento—. Siento si te gusta, nena, pero
eso no va a suceder. No en mi turno. Llamaré a mi asistente y te conseguiré una cita
con la mejor ginecóloga de la ciudad, y puedes estar muy segura que será esta
mañana.
No tengo la energía para discutir, no es que me dé la oportunidad. Preferiría
una doctora. Simplemente no había sido capaz de encontrar una cuando me mudé
aquí.
Menos de una hora después, tenemos una cita con una de las mejores
obstetras. Antes de irnos, Theo se asegura que mordisqueo una tostada y bebo una
taza de té de hierbas. Luego me abriga y salimos por la puerta. Todavía no estamos
en el auto que me doy cuenta que es la primera vez que he dejado la casa desde que
llegué aquí.
—Así que, ¿dos líneas rosas en un test de embarazo eran la llave para que me
llevases a alguna parte, eh?
—No puedes por querer mantenerte para mí. Supongo que ahora que sé que
mi bebé está en tu barriga, no me importa compartirte con el mundo. —Bajamos por
el camino de entrada hasta la verja, y Theo ralentiza el auto cuando nos acercamos.
El puesto de guardia está en mi lado del auto, y el tipo al mando sale. Mira através
de mi ventana y nos sonríe antes de alcanzar el botón para abrir la verja. En lugar de
atravesarla, Theo presiona con fuerza los frenos. Cuando el auto se detiene por
completo, se inclina y reclama mi boca con un beso largo y profundo. No alza la
cabeza hasta que estoy jadeando de necesidad—. “Compartir” fue la palabra
errónea. Estoy deseando dejar que el resto del mundo vea lo que es mío ahora que
mi reclamo en ti es innegable.
Doce
Theo

Un golpe en la puerta de la sala de examen interrumpe mi andar de un lado a


otro y voy junto a Shelby cuando un hombre joven en bata entra en la habitación.
—¿Qué mierda? —gruño—. ¿Dónde está la doctora Nevins?
Inconsciente del hecho de que está a punto de perder su vida, el chico le
sonríe a Shelby y camina hacia ella.
—Llegará después de que termine de tomar las constantes vitales de su
esposa —explica—. Soy su enfermero, Perry. —Su suposición enfría un poco mi ira.
Claramente sabe que ella me pertenece. Aun así, no me hace feliz que toque a mi
mujer. Es barbárico y tonto, pero no puedo evitarlo. A Shelby no parece importarle,
así que no intento mantenerlo bajo control.
—Oh, no soy su esposa… —comienza Shelby, pero rápidamente la
interrumpo.
—No estamos casados todavía. —Enfatizo con firmeza la palabra “todavía”.
Shelby me mira con sorpresa y abre la boca para decir algo, pero es distraída por el
anillo de cuatro quilates que saco de mi bolsillo y deslizo en su dedo anular
izquierdo—. Pero, en el futuro, preferiría una enfermera para mi prometida. Sin
ofender.
Perry se encoje de hombros y ríe mientras retira el esfigmomanómetro y
escribe en sus notas.
—No hay problema. No querría que otro hombre la tocara si fuera mía. —
Solo la idea de que esté imaginando a Shelby como suya me dispara de nuevo. Un
gruñido retumba en mi pecho y doy un amenazador paso adelante. Cuando Perry ve
mi reacción, carraspea y sale de la habitación. Por suerte, Shelby no parece notarlo.
—Mm… ¿qué es esto? —pregunta Shelby con tono agudo mientras agita su
mano delante de mi rostro.
Alzo una ceja y respondo sarcásticamente:
—Un anillo de compromiso.
Respira hondo, entonces sus labios se aprietan con molestia.
—Obviamente. ¿Pero dónde lo conseguiste y por qué le dijiste que soy tu
prometida?
Arrastro mis pies y jodidamente no puedo creerlo cuando mis mejillas se
calientan.
—Estaba en mi bolsillo —replico, intentando evitar decirle que he tenido el
anillo desde el día después de conocerla—. Y —atrapo su mano y la alzo—, ya que
estás llevando mi anillo, eres mi prometida. Así que puedo referirme a ti de esa
manera.
—Pero… pero… —El tartamudeo de Shelby es interrumpido por la doctora
Nevins entrando en la habitación.
—¿Cómo estamos, futuros papá y mamá? —pregunta alegremente—. Tus
constantes vitales están muy bien —alza la mirada de su portapapeles con una
sonrisa—, ¿están listos para ver a su bebé?
Nuestra conversación previa es olvidada mientras la observamos
impacientemente acercar la máquina y prepararlo todo.
Shelby está agarrando mi mano con fuerza mientras miramos a la pequeña
pantalla en blanco y negro. La doctora pulsa un botón y de repente la habitación se
llena con un suave sonido pulsante.
—El latido del bebé es fuerte y a velocidad normal. —Luego señala un punto
en la pantalla—. Y ahí está su pequeño.
Mis ojos están pegados a la pantalla durante un minuto o dos, entonces mi
cabeza gira para encontrar los ojos de Shelby. Imagino que la mirada maravillada en
su rostro refleja la mía.
—Nuestro bebé. —Respiro.
Shelby está sonriéndome cuando repite:
—Nuestro bebé.
Me inclino y presiono mis labios contra los suyos en un dulce y amoroso beso.
—Vas a verte tan jodidamente sexy con una barriga redonda, mi pequeña
musa —murmuro contra sus labios. Rompe nuestro beso riéndose y niega.
—Eres el único que va a pensar eso, Apolo.
Se equivoca, pero no se lo digo. Si está en negación sobre otros hombres
deseándola, no voy a cuestionarlo.
—Déjenme limpiar y les daré un minuto —dice la doctora Nevins. Había
olvidado totalmente que no estábamos solos, y por el profundo sonrojo en el rostro
de Shelby, claramente lo hizo también. Es linda como el infierno.
Una vez estamos solos, Shelby retira sus pies de los estribos y se vuelve para
sentarse, sus piernas colgando del borde de la mesa.
—Volvamos a la conversación sobre el anillo y estar prometidos —exige. Mis
pantalones se aprietan ante su intento de ser seria y mandona. Se las arregla para
lucir adorable y sexy como la mierda al mismo tiempo. Irritarla se está convirtiendo
en uno de mis pasatiempos favoritos.
Sin embargo, decido dejarle pensar que está a cargo.
—¿Qué pasa con eso, nena?
—¿Quieres que nos casemos? —inquiere vacilantemente. Sus ojos la
traicionan, sin embargo. Puedo ver la esperanza en sus piscinas verdes—. No nos
hemos conocido por mucho. Tal vez deberíamos dar un paso atrás y…
—¿Necesitas que te recuerde a quién perteneces? —gruño—. Debería azotar
tu culo hasta que no puedas sentarte por siquiera pensar eso.
El rostro de Shelby se pone rojo de nuevo, pero esta vez, no es por vergüenza.
Sus ojos esmeralda están repentinamente agitándose con deseo.
Suspira y sus manos se retuercen en su regazo.
—Es solo… ¿no piensas que deberíamos esperar para hablar de esto hasta
que al menos hayamos dicho “te amo”?
Así que esa es su inseguridad. Doy un paso entre sus muslos y gentilmente
sujeto su rostro.
—He estado enamorado de ti desde el momento que apareciste en mi puerta,
mi pequeña musa —confieso suavemente—. Es lo que he estado intentando
probarte estas semanas pasadas. Las acciones hablan más alto que las palabras.
Sus ojos se ensanchan y la esperanza que veo crece.
—¿Lo has hecho? —pregunta entrecortadamente.
—¿Quieres saber cuánto tiempo he tenido ese anillo quemando un agujero
en mi bolsillo? —Asiente—. Desde el día después de que volvieras mi vida del revés.
Mi asistente lo compró con todos los otros paquetes que elegí para ti.
Su boca se abre ligeramente mientras me mira en silencio. Tomo ventaja de
su posición y me inclino para tomar su boca en un apasionado y húmedo beso,
pasando mi lengua por el interior para saborear cada centímetro de ella. Mis manos
se deslizan en su cabello para sujetar su cráneo mientras pongo en ángulo su cabeza
y profundizo el beso.
Después de unos minutos, separamos nuestros labios para llenar nuestros
pulmones con oxígeno. Shelby luce deliciosamente agitada y apenas estoy
conteniendo mi necesidad de tumbarla en la mesa de examen y follarla. Estoy
determinado a esperar hasta que estemos en casa para poder tomarme mi tiempo y
adorar cada centímetro de su hermoso cuerpo. Necesito algo primero.
—Dime —exijo—. Dime que me amas. —Todavía estoy sosteniendo su
cabeza para que no pueda mirar a ninguna parte salvo a mi rostro.
—¿Cómo sabes que te amo? —responde con descaro.
Niego con leve exasperación.
—Te estás ganando un culo rojo cereza, nena.
Shelby se remueve sobre la mesa y sus muslos se tensan alrededor de mis
caderas, donde habían ido mientras nos besábamos. Mi plan de esperar hasta que
estemos en casa para hacer el amor se está desintegrando lentamente.
—Dime, Shelby. —La beso de nuevo, un suave beso lento que vierte cada
pizca de mi amor en ella. Se derrite contra mí y su cabeza cae hacia atrás para poder
sonreírme.
—Te amo, Theo.
Gruño arrogantemente, y mis manos bajan para deslizarse bajo su bata de
hospital y palmear su culo desnudo. La levanto ligeramente para que nuestros
centros estén alineados perfectamente y muevo mi muy dura polla contra su coño
desnudo. Incluso a través de mis pantalones de vestir, puedo sentir cuán caliente y
húmeda está.
—¿Y a quién perteneces?
—A ti.
—Malditamente cierto.
*

—¿Theo? —Shelby entra en la cocina donde estoy haciendo la cena y la miro.


Estoy momentáneamente distraído por la vista de sus diminutos pantalones cortos
de dormir y una fina camiseta sin mangas. Sus tetas definitivamente se están
haciendo más grandes y estiran la tela. Lamo mis labios en anticipación de mi
postre—. Hola. —Shelby chasquea sus dedos delante de mi rostro, sacándome de mi
ensoñación—. Mis ojos están aquí arriba —dice con diversión.
—¿Qué pasa, mi pequeña musa? —inquiero mientras me acomodo, sin
molestarme en esconder mi condición.
—¿Además de lo obvio?
Rio ante su descaro y le doy un rápido y duro beso antes de volverme hacia
la sartén donde estoy sellando un poco de pollo.
—Acabo de recibir una llamada de Rebecca Porter. Al parecer, es una agente.
—¿En serio? —Mantengo mi tono despreocupado.
—¿Theo? —gruñe como un pequeño tigre. No puedo evitar sonreír ante cuán
jodidamente adorable es—. ¿Hiciste algo? ¿Embaucar a un agente para
representarme? ¿Chantaje? ¿Por qué me llamaría de la nada?
Apago la estufa y me vuelvo para enfrentarla, rodeando su cintura flojamente
con mis brazos.
—Soy culpable de enviarle tu maqueta y pedirle que la escuche. Pero el resto
depende de ti, Shelby. No se ofrecería a representarte si no creyera que lo vales. Así
que enhorabuena, mi pequeña musa. Parece que no soy el único que sabe cuán
asombrosa eres.
El rostro de Shelby se ilumina y me sonríe.
—No puedo creerlo. Espera. —Su expresión se vuelve curiosa—. ¿Por qué no
simplemente se la enviaste a tu agente? Te he oído decir que confías en él
incondicionalmente.
Mis brazos se aprietan y aplasto su cuerpo contra el mío.
—Sí, confío en él. Pero acabas de decir la palabra clave, mi pequeña musa. Él.
Shelby pone los ojos en blanco y niega como diciendo “estás siendo ridículo”.
—Acabas de decir que confías en él.
—Con mi carrera, pero no contigo —gruño.
Antes de que pueda responder, mi teléfono suena, y es la excusa perfecta para
salir de esta conversación. Mirando la pantalla, veo que Austin me está haciendo una
video-llamada. Levanto mi iPad, que está junto a él, pero antes de responder, le doy
a Shelby un empujón hacia el pasillo.
—Ve a ponerte algo, pequeña musa. —Nadie puede verla así, ni siquiera mi
hermano.
—¿Y? ¿Mi pequeña sorpresa te hizo algún bien? —me saluda con una gran
sonrisa de hiena. Con todo sucediendo, olvidé que Austin ha estado rodando en
exteriores en la jungla y no sabe lo que ha sucedido en las pasadas semanas.
Rasco la barba incipiente de mi barbilla y le devuelvo la sonrisa.
—De hecho, cambió mi vida.
Austin ladea la cabeza, su rostro lleno de confusión.
—¿Qué?
—¿Es esto aceptable, oh, poderoso Apolo? —El tono de Shelby gotea con
sarcasmo y no puedo evitar reír cuando me vuelvo y le hago un gesto para que se me
una. Lleva una de mis camisetas y unas mallas ajustadas. Ya que mi hermano no
puede ver por debajo de su cintura, no me molesto en pedirle que se cambie. Se
desliza bajo el brazo que levanto para ella.
—Te ves genial, nena —le digo con un beso en la cima de la cabeza. Luego,
levanto mi barbilla para señalar mi iPad—. Austin, esta es mi prometida, Shelby.
Shelby, mi hermano pequeño, Austin.
Shelby saluda con la mano tímidamente mientras Austin mira boquiabierto,
completamente pasmado.
—Oh, y enhorabuena por convertirte en tío. —Pienso que bien podría decirle
todo ahora y dejarle lidiar con las sorprendentes noticias simultáneamente.
—¿Prometida? ¿Tío? Matrimonio… ¿qué mierda? —grita tras balbucear por
un momento o dos—. ¿Está embarazada? —Mira a Shelby sospechosamente y veo
rojo.
—Austin —advierto, mi voz baja y seria.
Su mirada vuelve a mí, un ceño fruncido arruinando su perfecto rostro
aprobado por Hollywood.
—Explícate.
Mis ojos se entrecierran.
—Lo haré, pero será mejor que te controles, hermanito. —Sé que está
cuidándome, pero esa mierda es innecesaria cuando se trata de Shelby.
Le doy el resumen de las pasadas semanas, omitiendo cualquier cosa que
tenga que ver con nuestra relación íntima, y la desconfianza en sus ojos se disipa
lentamente.
—Deberías entenderlo más que nadie, Austin. Es la única. —Su expresión se
torna avergonzada. Me ha estado diciendo durante años que me enamoraría cuando
conociera a “la única”.
—Vaya. —Niega. Sus ojos se posan en Shelby—. Lo siento —se disculpa
sinceramente—. Solo es difícil saber cuándo una mujer está tras tu dinero y fama
más que quererte por ti. —Sus ojos marrones, que se parecen mucho a los míos,
están llenos de tristeza. Mi comprensión a su reacción se refuerza cuando pienso en
todas las mujeres que se lanzan sobre él. Apenas sale ya porque muchas han
demostrado ser trepas superficiales desde la primera cita.
Austin es uno de los mejores actores que jamás he visto, pero lo conozco
demasiado bien y veo la envidia justo debajo de la superficie. Aun así, cuando sonríe,
alcanza sus ojos, haciéndolos brillar con emoción.
—Enhorabuena, ustedes dos. Estoy loco por ser tío.
Habla con Shelby por unos minutos más, llegando a conocerla, y cuando
finalmente colgamos, ya la está tratando como su hermana y molestándola como el
molesto hermano que es.
—Olvidé que Austin Hayes es tu hermano —comenta Shelby, y no me gusta
la mirada deslumbrada en sus ojos—. Me preguntaba si era tan centrado como
parece en sus entrevistas.
Mis ojos se entrecierran y mi brazo a su alrededor se tensa. Me mira y sus
labios se curvan lentamente en una sonrisa traviesa.
—Es bastante sexy.
Gruño y de inmediato la agarro de la cintura y la pongo cuidadosamente
sobre mi hombro, cargándola al estilo bombero hacia nuestro dormitorio. Una hora
más tarde, colapso en la cama a su lado.
—¿A quién perteneces, Shelby? —pregunto una vez más, a pesar de que la
obligué a gritarlo con cada orgasmo. No responde lo bastante rápido, así que
extiendo la mano y pellizco su voluptuoso culo.
—¡Ay! —sisea, y paso mi mano sobre la muy roja nalga, aliviando la picazón—
. A ti.
—Maldita sea, jodidamente eres mía. —La atraigo a mis brazos y beso la cima
de su cabeza—. Toda mía. Mi pequeña musa. El amor de mi vida —mi mano se posa
sobre su estómago—, y la madre de mis hijos.
Shelby suspira y se acurruca más cerca.
—Te amo —susurra.
—También te amo, mi pequeña musa.
Epílogo
Shelby

Dos años después…


Me paro frente al espejo del tocador toda lista para el espectáculo. La gente
de maquillaje y peluquería se fue hace unos momentos para que Theo y yo
pudiéramos tener un momento a solas. Hemos estado en movimiento desde que
aterrizamos en Dallas. Todo el mundo intentando mantenernos tan ocultos como es
posible.
Todavía no puedo creer que esta sea mi vida. Han pasado un poco más de dos
años desde que llegué a la puerta de Theo. Si me hubieran dicho que esta iba a ser
mi vida antes de que tocara a su puerta, habría muerto de risa. Pero lo fue. Una
madre de una preciosa niña, una esposa del marido más asombroso y ahora una
cantante famosa mundialmente a punto de actuar en la Super Bowl. No podría haber
soñado una vida mejor.
Theo aparece detrás de mí, besando mi hombro desnudo.
—Mi pequeña musa fue y se convirtió en un ángel. —Le da a mi hombro un
pequeño mordisco antes de volverme en sus brazos. Tiene cuidado de no arruinar
las alas que tomaron a dos personas treinta minutos ponerme.
—¿Te gusta? —Le sonrío a mi marido, ya sabiendo que le gusta. Lo que no le
gusta es que todo el mundo va a verme en este atuendo. Es prácticamente un traje
de baño con alas. Al menos, es de una pieza. Está acompañado con tacones de diez
centímetros que podrían matarme. Paso mis manos por el pecho de Theo,
envolviéndolas alrededor de su cuello. Me levanta por mis caderas, sentándome en
la mesa en el centro de la habitación.
—Te ves impresionante. —Roza su boca contra la mía. Los nervios que tenía
hace unos instantes se desvanecen con él cerca de mí. Siempre sé que todo estará
bien cuando se encuentra cerca. No lo permitiría de otro modo. No cuando se trata
de mí.
—No puedo creer que vayamos a actuar juntos. —Suspiro. Dios, esto es casi
surrealista. Va a tocar el piano para mi parte de la actuación. Es una locura, en
realidad. Vamos a salir desde debajo del escenario conmigo sentada sobre su piano.
Nadie sabe que voy a estar aquí. Es una aparición sorpresa. Es como son todas mis
apariciones. Aprendimos desde mi primera canción llegando al número uno en las
listas que no estaba hecha para esta vida a tiempo completo. No iré de tour y sacaré
canciones a menudo. No funciona para mí. Canto y creo música cuando quiero.
Nunca quise que esto se sintiera como un trabajo. Quiero disfrutarlo cuando lo hago.
El puñado de canciones que he lanzado se ha vendido como loco. Todo por
los pasados dos años ha sido un torbellino. Estoy muy agradecida de que nuestra
casa se halle lejos del resto del mundo. Nuestro refugio de todo. Somos una familia
normal que hacemos cosas normales. También soy afortunada de que Theo sea mi
marido y tengo una agente asesina que logra que no tenga que firmar con ninguna
discográfica. Puedo lanzar canciones cuando y como quiera.
—No haría esto con nadie más —me dice antes de besarme profundamente.
Nunca actúa. Solo dijo que sí porque iba a ser conmigo. Probablemente debería estar
asustada, pero no lo estoy. Solo tengo unos dos minutos en el espectáculo antes de
que cambie a la siguiente actuación. No tengo una coreografía loca. Me quedaré
plantada sobre el piano cantando con mi corazón. Es la canción que Theo y yo
escribimos juntos para nuestra hija Atenea. Empezamos a trabajar en ella el día que
descubrimos que íbamos a tener una niña. Tanto Theo como yo ya lo sabíamos de
alguna manera. La habíamos estado llamando Atenea semanas antes de que
descubriéramos con seguridad que era una niña.
—No seremos solo nosotros. —El cuerpo de Theo se paraliza ante mi
confesión. Sabe de qué estoy hablando. Nunca hemos usado protección y me estaba
preguntando cuándo iba a quedarme embarazada de nuevo. Nuestra doctora nos
dijo que no nos preocupáramos sobre eso porque estaba dando el pecho. Algunas
mujeres tienen problemas para concebir mientras todavía lo hacen. Atenea cumplió
un año hace unas semanas y dejé de darle el pecho por completo. Eso no había
tomado tiempo en absoluto. Supongo que la doctora tenía razón.
La mano de Theo va a mi estómago.
—¿Qué me darás esta vez, pequeña musa?
—Un hijo. —Me rio. Como si pudiera elegir qué tener. Aun así, siento que es
un niño esta vez.
—Te amo. —Deja caer su frente sobre la mía. Cierra sus ojos por un momento,
saboreando las noticias.
—También te amo —respondo al instante. La mano de Theo en mi estómago
desciende. Su mano roza mi clítoris a través de mi ropa. Mi respiración se acelera.
Sé a dónde se dirige esto. Esta es la primera vez que estamos solos en todo el día. Me
contoneo, queriendo más. No sé si tenemos tiempo. Podríamos tener que esperar.
—Vamos en cinco —grita una mujer desde el otro lado de la puerta. Mierda.
—Puedo hacer que te corras en dos —gruñe Theo, haciendo aletear mi
corazón con excitación. Asiento. Sí, porque quiero que lo haga y porque sé que
puede.
Theo conoce mi cuerpo mejor que yo. No solo hace que me corra en menos
de dos minutos, sino que lo hace de nuevo minutos después de nuestra actuación.
Siempre está alterado después de que canto. Esta vez, sin embargo, también hago
que se corra.
Dice que soy su musa, pero él es el mío también.
Epílogo
Theo

Cinco años después…


Me tumbo en la cama con mis manos detrás de mi cabeza mientras escucho a
mi esposa tararear desde el baño al prepararse para la cama. Dios, amo llamarla eso.
No dejé que mantuviera el título de prometida por mucho tiempo. Apenas se
acostumbró a la palabra antes de que tuviera mi apellido añadido a su nombre. Sé
que puedo ser exagerado a veces con mis celos y posesividad, pero me consiguió a
mi esposa y la mantuvo, así que me importa una mierda. Es bueno que no parezca
molesta por esos rasgos porque todavía asoman su cabeza más a menudo que no.
Esta noche ha sido un ejemplo de eso. El nuevo entrenador de fútbol de mi
hija dejó sus ojos permanecer demasiado a menudo sobre mi esposa, una mujer que
sabe que no solo está casada sino embarazada. Muy embarazada. No hay manera de
pasar por alto su barriga redonda que lleva a nuestra segunda hija. No puedo culpar
al hombre. Mi pequeña musa es hermosa, pero brilla cuando está embarazada. Pensé
que la gente estaba exagerando cuando decían que las mujeres embarazadas
resplandecían, pero ella es completamente luminosa.
Sale del baño un momento después en su bata blanca de seda. Su cabello está
suelto alrededor de sus hombros. Hace una pausa cuando me ve sentado en la cama.
Acosté a los niños rápido. Podría haberles prometido a los gemelos helado para el
desayuno, pero lidiaré con eso por la mañana. Ahora mismo, necesito a mi mujer. Es
lo único que enfriará los celos que no debería estar sintiendo en primer lugar. No es
su culpa ser tan malditamente hermosa, pero lo es. Los hombres la miran y la desean.
Diablos, la metí en mi casa, encerrándola en el momento en que le puse los ojos
encima para asegurar que fuese mía. Quizá ese es el problema. Siempre estoy
preocupado de algún imbécil intentando arrebatarme a mi mujer. Nada me habría
detenido de tenerla. Concluyo que otros hombres harán cualquier cosa para
quitármela.
Me alza una ceja.
—¿Ya los has acostado? —Coloca una mano en su cadera, sabiendo que debo
haberles dado a los gemelos algo para librarme de leerles cuatro libros.
Normalmente, amo leerles, pero esta noche la necesito.
—Tienes tus maneras y yo las mías. —Su manera es cantar. Derriba a
nuestros pequeños rápido. Le hago un gesto para que se acerque. Lo hace sin
vacilación, moviéndose entre mis piernas.
—También tomaré helado para el desayuno. —Me sonríe con suficiencia.
¿Qué diablos?—. El monitor de bebés. —Me muestra el pequeño aparato en su mano.
Olvidé la maldita cosa. Por qué todavía lo tiene, no lo sé. Los chicos tienen casi cuatro.
No le recuerdo que ya no son bebés. Sé que eso terminará con ella llorando. No la
culpo. Crecen malditamente rápido. Dijimos que este iba a ser nuestro último, pero
no estoy seguro que sea completamente cierto.
Le quito el monitor de bebés y lo arrojo a un lado.
—Bata fuera. —No puedo evitar el gruñido que escapa.
Pone los ojos en blanco, pero hace lo que le digo.
—El entrenador no me quiere.
Solo gruño en respuesta. Mis ojos devoran cada centímetro de su cuerpo
embarazado desnudo. Mentira. Nunca me convencerían de que cada hombre y un
buen puñado de mujeres no quieren a mi esposa. ¿Cómo no quererla? Es perfecta.
No lo ve. Eso está bien. Me tiene para vigilar por ella.
—Mi mujer va a dejar a su marido saciarse. —Agarro sus caderas. La vuelvo,
bajándola sobre la cama gentilmente. Se ríe mientras desciendo sobre ella.
—¿Podrías saciarte? Nunca estarás lleno. —Lucho con una sonrisa porque
tiene razón. Nunca podría tener suficiente de ella.
—Moriré intentándolo —le digo antes de silenciar su próximo comentario
inteligente con un beso. Sus manos se hunden en mi cabello mientras domino su
boca. Cuando me retiro para mirarla, la burla ha dejado sus ojos.
—Adelante, inténtalo. —Sonríe. Bajo la mano, separando sus piernas
mientras me deslizo por su cuerpo. Estoy jodidamente duro como una roca. Sé que
no voy a lograrlo. Voy a tener que correrme mientras la como. Quiero que se corra
en mi lengua antes de deslizarme en su húmedo calor.
Alcanzo mis pantalones, empuñando mi polla mientras entierro mi rostro
entre sus muslos. Lamo y chupo mientras froto mi polla ante los sonidos y su sabor.
Paso mi noche recordándome que es mía. Mía para saborear, amar, hacer lo que
quiera. Le muestro que nadie nunca la amará de la manera en que yo lo hago.
Esta pequeña musa es toda mía.

Fin
Próximamente
Starlet (#2 Hollywood with Alexa Riley) – Fiona Davenport

Nicole Callahan es una


prometedora estrella de cine. Cuando
consigue su gran oportunidad, el papel
requiere que se ponga romántica con su
coestrella en la pantalla. Pero solo hay un
hombre al que puede imaginarse
besando… incluso si nunca lo ha
conocido en persona.
Austin Hayes ha sido un nombre
famoso desde que tuvo éxito como actor
de niño. Su negativa a besar a una mujer
en pantalla no ha evitado que tenga una
exitosa carrera en Hollywood. Pero
cuando Nicole lo quiere como su
coestrella, lanza todas las reglas por la
ventana porque esta joven actriz está
destinada a ser suya.
Advertencia: Esta historia de
Hollywood con Alexa Riley te dejará
viendo estrellas. El desmesurado alfa
posesivo, cada uno de ellos guardándose
para el otro.
Sobre las autoras

Alexa Riley es un seudónimo tras el que están dos amigas descaradas que se
reunieron y escribieron algunos libros eróticos. Ambas casadas, son mamás de dos
niños que aman el fútbol, los donuts y los héroes de libros.
Se especializan en las historias de amor insaciables, sobrecargadas, dulces y
cursis que no toman todo el año leer. Si quieres algo seguro, corto y siempre con un
final feliz, entonces ¡Alexa Riley es para ti!

¡Hola! Mi nombre es Fiona Davenport y soy adicta a las obscenidades. He


estado leyendo un montón de novelas románticas en ranchos desde… bueno,
siempre y hace un día parece. Y ahora consigo escribir historias sexys y las comparto
con otros que son como yo y disfrutan sus libros en su lado más excitante. Fiona
Davenport es mi alias súper secreto, lo que es bastante increíble porque siempre he
querido uno.

También podría gustarte