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Traducción
Mimi y Maria_clio88
Corrección
Maria_clio88
Diseño
Mona
Sinopsis
Shelby Walsh está luchando por llegar a fin de mes. Pasa sus días haciendo
telegramas cantados por dinero extra, pero nunca esperó ser enviada a actuar frente
al compositor más famoso del mundo. Y definitivamente no en un diminuto disfraz
de diosa griega. ¿Cómo se supone que mantenga la compostura cuando cada parte
de ella está gritando para que él la tome?
Theo Hayes está recluido. Solo quiere que lo dejen solo para trabajar en su
siguiente gran banda sonora. Incluso está más gruñón de lo habitual porque se
encuentra en un pequeño bache. Pero cuando su hermano le envía un telegrama
cantado como inspiración, encuentra a su musa y se plantea no dejarla ir nunca.
Mantenerla para sí es su única opción.
Advertencia: Nos hemos unido a Fiona Davenport para darle una sinfonía
épica a tus asuntos femeninos. ¿Qué es mejor que dos autoras trabajando juntas?
¿Qué tal cuatro? Si quieres un amor instantáneo con toda la seguridad y garantía de
un final feliz, entonces salta a la cama con nosotras. ¡Hay sitio para uno más!
Uno
Theo
Quiero golpearme la cabeza contra la pared con esperanza que acabará con
la barrera que parece estar rodeando mi cerebro. Los instrumentos en mi estudio
parecen estar riéndose de mí, y el reloj con la fecha límite en la estantería sobre mi
equipo me está juzgando silenciosamente.
—¡Joder! —grito mientras empujo la silla hacia atrás y me levanto,
pasándome las manos por mi oscuro cabello despeinado. Un corte de cabello está en
mi lista de cosas por hacer para cuando termine la banda sonora de la nueva película
prevista para arrasar la taquilla. Esa lista solo sigue haciéndose más y más larga
porque por primera vez, realmente estoy en peligro de no llegar a la fecha de
entrega. Estoy atascado y no tengo idea del por qué.
Entre películas, la televisión y el teatro, he escrito casi sesenta composiciones
en los últimos veinte años. Fui un niño prodigio y escribí mi primera banda sonora
para una película a los quince años. He ganado dos Premios de la Academia, tres
premios Emmy, un Globo de Oro, seis premios Tony y dieciocho malditos Grammy.
Aun así, aquí estoy… incapaz de sacar una melodía decente. Nunca he tenido un
bloqueo mental así, y no tengo ni idea de qué hacer sobre ello. Este podía ser mi final.
Creo que lo que me falta es pasión. No tengo idea de cómo apasionarme por algo.
Simplemente no hay nada ahí cuando intenta alcanzarlo.
Mi teléfono vibra sobre la mesa, la pantalla iluminada con la fotografía de mi
hermano pequeño haciendo una mueca y el nombre “Caliente Estrella de Cine”.
Pongo los ojos en blanco, pero una sonrisa tira de mis labios. Claramente, Austin
jugueteó con mi teléfono la última vez que estuvo aquí. Solo puedo imaginar que
alias locos le puso a algunos de mis contactos.
Austin es increíblemente inteligente, pero su verdadero talento reside en su
carisma y sentido del humor. Lo llevó a su primer papel como compinche gracioso
en un programa de televisión a la edad de siete años. Desde entonces, ha sido
encasillado en esos papeles, pero nunca le molestó. No se queda atrás en belleza, e
imagino que los millones que hace por película y los múltiples premios como Mejor
Actor Secundario no hacen daño. Aparte de eso, cree que representar al ídolo sexy
es aburrido, y le evita tener que hacer historias románticas con escenas de sexo que
posteriormente pudiesen afectarle. Esa es otra cosa sobre él… es un romántico
empedernido y cree en “la única”. Creo que está loco. Yo necesito una relación en mi
vida como necesito un agujero en la cabeza. Pero mantengo esa opinión para mí.
Mientras que puede que sea un gruñón cínico, como se refiere a mí, nunca querría
que Austin cambiase cómo es.
Probablemente es la única razón por la que me he reído alguna vez. O salgo
de casa. Admito libremente que soy un adicto al trabajo. Me pierdo en la música y
una vez la escucho en mi cabeza, no puedo descansar hasta que está sobre papel.
Además, odio las multitudes, que es la razón por la que vivo a una hora de la ciudad
en unos cuantos acres. Disfruto estando solo.
Toco la pantalla para responder y aparece su sonrisa juvenil.
—¿Cómo va el bloqueo mental? —pregunta como saludo.
—Gracias por recordármelo, imbécil. —Suspiro en el teléfono—. Y hola a ti
también.
Austin se ríe, pero luego su rostro se vuelve un poco serio.
—De verdad, ¿cómo estás? ¿Hubo suerte con el nuevo proyecto?
Niego y gimo mientras salgo del estudio hacia la casa. Convertí un viejo garaje
separado en mi espacio de trabajo cuando compré la tierra, porque estaba situado
solo a unos quince metros de la casa.
El sol de la tarde me golpea en los hombros y tengo que entrecerrar los ojos
para ver a Austin en la pantalla.
—No parece que pueda encontrar inspiración —admito con una negación.
Por primera vez en mi vida me siento perdido. O tal vez como si me estuviese
perdiendo algo. Qué es, no tengo ni idea, o iría a conseguirlo.
—¿Y salir de tu casa y tal vez ir a una cita…? ¿Has considerado esa opción? —
El tono de Austin es gracioso, pero sé que lo dice a medias en serio.
—No, Madre —respondo, el sarcasmo goteando de las palabras—. No tengo
tiempo para mierda social. La gente me molesta. Es una distracción. Y tengo trabajo
que hacer. —Alcanzo la puerta trasera e introduzco el código antes de entrar en la
cocina. Austin resopla una respuesta a mi comentario, pero lo ignoro mientras dejo
el teléfono en la encimera y tomo agua del frigorífico. Todo eso es cierto. Es la razón
por la que vivo aquí.
—Hacer que mire el techo no hará que no me meta contigo.
—Más bien molestar. —Abro el tapón de la botella y tomo un gran trago antes
de tomar el teléfono y mirar a mi hermano—. ¿Por qué necesito una mujer en mi
vida? Te tengo a ti. —Termino el resto del agua y lanzo la botella al contenedor de
reciclaje.
—No molesto —se defiende Austin con fingida indignación—. Tener razón
todo el tiempo y asegurarme de que lo sabes no es molestar. —Su sonrisa reaparece,
más grande que antes.
Negando, camino hacia el ala este de la casa donde está el dormitorio
principal.
—Tu cabeza se está volviendo demasiado grande para la pantalla, Sabiondo.
Mejor cuelgo antes de que me rompas el teléfono.
—Ahh, pero a las chicas les gustan las grandes cosas en mí.
Es mi turno para resoplar. Me detengo de golpe y miro a mi hermano con la
ceja arqueada.
—¿Cómo sabrías que le gusta a las chicas? Tienes tantas citas como yo —
contesto. Siempre me está empujando a la vida amorosa, pero él tampoco tiene una.
No muerde el anzuelo y solo me lanza otra sonrisa. Pero hay algo en esta que
es diferente. Casi… tímida. Y el brillo en sus ojos empieza a preocuparme. Austin
puede ser impulsivo…
—Lo que necesitas es una musa, hermano mayor.
—Me aseguraré de pedir una la próxima vez que tenga una conferencia con
Zeus —respondo con sequedad.
Austin se ríe entre dientes, pero luego su sonrisa misteriosa reaparece.
—No te preocupes, ya hemos tenido una charla. Tu musa debería estar ahí en
cualquier momento. Oh, y voy a enviarte un poco de comida así no te olvidas de
comer. —La llamada se desconecta abruptamente antes de que pueda responder.
¿Qué demonios?
Pienso en volver a llamarlo, pero decido que no me importa y lanzo el
teléfono a la cama antes de dirigirme al baño. Quién sabe qué ha tramado y sé que
no conseguiré sonsacárselo si está preparando algo. Mis músculos están tensos de
pasar tanto tiempo en el estudio sin descanso, así que enciendo la ducha y espero a
que el agua se caliente. Una vez la habitación está llena de vapor, me desnudo y me
coloco bajo el chorro caliente, gimiendo ante la sensación de calor en mi cuerpo
dolorido.
El comentario de Austin sobre una musa me da vueltas en la cabeza. Su broma
fue bastante más certera de lo que cree. Durante los años, he estado inspirado por la
idea de una musa. A veces, podía haber jurado sentirla cerniéndose sobre mis dedos,
haciendo la mágica música, casi como un ángel de la guarda. Incluso he soñado con
ella de vez en cuando. Pero la imagen nunca está clara. No sé cómo se ve, solo que
también tiene una voz angelical y un cuerpo hecho solo para mí.
Mi polla se tensa y gimo con molestia mientras miro al maldito cabrón. Pensar
en ella es lo único que consigue su atención. Lo que significa que básicamente estoy
sintiendo lujuria por un ángel… definitivamente voy a ir al infierno.
Ajusto la temperatura del agua hasta que está helada y algo de la sangre
vuelve a mi cerebro. Después de un minuto, cierro el grifo y salgo de la ducha,
tomando una mullida toalla negra y colocándomela alrededor de la cintura. Antes de
que pueda dar otro paso, suena el timbre. Ya que el equipo de seguridad no anunció
a quien sea, asumo que es la comida que Austin dijo que hizo que entregasen. Debe
haberles dado el código de seguridad para la verja de entrada. Dudo si hacerlos
esperar hasta que me vista, pero si la comida está caliente, no quiero que se enfríe.
El timbre suena de nuevo y apresuro mi paso mientras me dirijo a la puerta
de entrada de la casa. Cuando finalmente alcanzo la puerta, la abro de golpe y la
sangre en mi cerebro se dirige al sur.
—¿Quién demonios eres? —mascullo.
Supongo que estaba equivocado. Después de todo llegué al cielo.
Dos
Shelby
—Déjame ser tu… —Me detengo a mitad del primer verso de una canción
cursi sobre las musas en cuanto veo al tipo que abre la puerta. Esta clase de cosas
nunca me suceden a mí. Algunos de mis compañeros de trabajo están avergonzados
de trabajar cantando telegramas y no dan todo su potencial, pero yo no. Puede que
no gane mucho, pero estoy haciendo lo que me encanta, para lo que fui entrenada, y
siempre soy profesional. Nada me distrae de cantar a todo pulmón cualquier canción
que el cliente eligiese. Demonios, normalmente estoy tan centrada que no presto
atención a la persona por la que se me paga para cantar hasta que he terminado y
me dan las gracias.
Aunque no esta vez. Este tipo es imposible de ignorar, y no es solo porque
esté vistiendo nada más que una toalla negra envuelta a la cintura. Mide casi dos
metros con cabello oscuro, ojos marrones, piel bronceada y fuertemente musculado,
es el perfecto ejemplo de alto, oscuro y guapo cobrando vida de las páginas de una
novela romántica. Junto con ese tono ronco en su voz.
No es hasta que pasa la mirada por mi cuerpo, admirando el pequeño traje
que mi jefe me puso en las manos que finalmente recuerdo qué preguntó cuando
abrió la puerta.
—¿Quién soy? —Arqueo una ceja y señalo con la mano mi escaso disfraz—.
Obviamente soy Euterpe, la musa griega de la música, canto y poesía lírica. —Mi tono
es áspero. Como si debiese saberlo. Si me hubiese dejado terminar mi canción, tal
vez lo habría entendido.
—¿Una musa? —Juro que puedo sentir su mirada en mi piel mientras la
desliza por mi cuerpo para encontrarse con mi mirada. El corazón me da un extraño
revoloteo. Sus labios carnosos se alzan en una pequeña sonrisa que lo hace más
guapo—. Debería haberlo sabido.
Aunque le puse las cosas difíciles sobre mi disfraz siendo obvio, realmente no
lo es. En cambio, la mayoría de la gente probablemente asumiría que soy una de las
diosas griegas más conocidas como Afrodita o Atenea. No estoy segura por qué
piense que debería saber que era una musa, pero no tengo la oportunidad de
preguntarlo antes de que una profunda voz de hombre grite desde no muy lejos
detrás de mí:
—¿Necesita ayuda con ella, jefe? Estoy más que dispuesto a quitársela de las
manos. Podemos juntarnos y hacer un poco de música muy dulce, si sabe lo que
quiero decir.
Todo el humor de sus ojos desaparece mientras pone la mirada sobre mi
hombro. Mira fijamente al tipo que hizo el sórdido comentario y luego estira el brazo
para poner su gran mano alrededor de mi brazo. Antes de que sepa qué está
sucediendo, tira de mí hacia la casa y cierra la puerta de golpe detrás de mí. Escucho
el sonido de la cerradura bloquearse. Me suelta el brazo un momento después,
acercándose al sofá de cuero negro.
Toma una manta color crema de la parte posterior y me la lanza. Estiro el
brazo para alcanzarla por puro reflejo y bajo la mirada a la manta con confusión. No
tengo ni idea por qué cree que la necesito hasta que exclama:
—No puedes pasearte así a medio vestir.
—¿Te estás burlando de mí, cierto? No soy la que tiene una toalla alrededor
de mis caderas —mascullo mientras le devuelvo el material súper suave—. Si
alguien lo necesita, eres tú. No yo.
—Tendrías razón, excepto que la toalla tapa mucho más que esa pequeña
excusa de vestido que lleva puesto. —Vuelve a entregármela, y baja más la mirada.
Estoy fascinada por la forma en que sus ojos se oscurecen a un color que iguala a las
barritas de chocolate con leche a las que soy adicta.
Considerando que está vistiendo una toalla de baño grande alrededor de su
cintura y mi vestido es más del estilo de una camiseta pequeña que apenas me cubre
el trasero y el pecho al mismo tiempo, definitivamente tiene razón. Pero eso no me
detiene de abrir la boca para discutir con él. Me pone un dedo en los labios y añade:
—También está el hecho que podía verte las bragas y el sujetador.
—¿Puedes? —grito, tomando la manta para ponérmela alrededor de los
hombros y juntarla con el puño en el pecho.
—¿Cuándo estabas de pie en mi porche con el sol brillando detrás de ti?
Demonios, sí.
—Oh. —Aprieto mi agarre en la manta, más que un poco excitada ante la idea
de él viendo el conjunto de bragas y sujetador de encaje blanco que me puse esta
mañana. Me pregunto si le gustó lo que vio. No sabía que mi jefe iba a darme un
vestido dos tallas más pequeño para mí. No tuve más elección que ponérmelo. La
mayoría de disfraces me quedan ceñidos. Tengo un poco más de peso que el resto
de chicas en la agencia, pero obtuve el trabajo porque puedo cantar mejor que
cualquiera. Si hubiese sabido que vendría a la puerta de un hombre sexy que llegaría
a verlo, tal vez habría elegido una ropa interior más sexy. No, porque no poseo
ninguna. También me habría acobardado.
Aleja la mirada para mirar hacia la puerta y masculla:
—Y lo mismo pudo hacer el otro tipo allí.
La emoción de hace un momento desaparece, porque otro tipo mirándome
no me excita. Aunque este hombre, es diferente. No sé por qué, pero puedo sentirlo.
No sé nada de él excepto que vive en una casa enorme con una verja, seguridad y
alguien en su vida que le contrató un telegrama cantado. Lo que realmente necesito
hacer, así puedo irme de aquí antes de hacer una locura como lanzarme a él, porque
mi mente sigue insistiéndome en que lo haga.
No estoy deseando estar medio desnuda cuando regrese a casa. Realmente
debería haber guardado una chaqueta en mi bolso antes de dejar el apartamento.
—¿Quieres ponerte algo antes de que termine mi canción? —Intento
esforzarme en no mirar la toalla negra envuelta alrededor de su cintura, pero fallo
miserablemente cuando está abultada en su entrepierna. ¿Está excitado? Mi sexo se
tensa. De forma vergonzosa sé que estoy excitada.
—¿Tu canción?
—¿Eh? —pregunto distraídamente.
—¿Dijiste que se suponía que me cantases algo?
Alejo la mirada de su polla y asiento mientras me sonrojo.
—Um, sí. —¿Qué se suponía que cantase? Mi mente intenta recordar.
Un mechón de su cabello castaño cae sobre su frente cuando ladea la cabeza.
—me encantaría escucharte cantar.
—Claro. —Tomo una profunda respiración para centrarme. Recomponerme.
Cierro los ojos, porque no hay forma que vaya a ser capaz de acertar la mitad de las
notas si veo un destello de su gran y dura longitud empujando contra la toalla
mientras estoy cantando. No ayuda mucho ya que la imagen está grabada en mi
mente. Apuro la canción, sabiendo que probablemente es mi peor actuación, de
todas. Estoy bastante segura que destrocé la última nota. Cuando acabo, abro los
ojos y lo encuentro mirándome. No dice nada, solo sigue observándome.
—De acuerdo, supongo que debería devolverte esto antes de irme. —Quito la
manta alrededor de mis hombros e intento entregársela. Debo haber estado tan
horrible que lo he dejado sin palabras.
En cambio toma mi mano.
—No puedes irte así.
—¿No puedo?
—Joder, no. —Me guía a través del salón, pasando una cocina gourmet con
brillantes encimeras de granito y apliques de acero inoxidable; y por un pasillo hacia
una puerta al fondo. La abre y tira de mí pasando una cama gigante y hacia un
vestidor. Es tan grande que probablemente dentro podría caber el apartamento que
comparto con otras tres chicas. Por otra parte, nuestra casa es muy pequeña y
apenas cabemos nosotras. Todavía estoy mirando boquiabierta el vestidor cuando
me pone una camisa en las manos.
—Póntela —ordena antes de desaparecer por una puerta lateral.
Me la pongo sobre los hombros y estoy ocupada con el último botón cuando
regresa al vestidor vestido con un pantalón de deporte —que no hace nada para
ocultar que todavía está excitado—, y una camiseta que se estira sobre su gran pecho
y duros bíceps. Tal vez es un famoso jugador de fútbol o algo así. Está lo
suficientemente musculado para ser uno.
—¿Quién eres? —Repito la pregunta que me hizo cuando llegué aquí, pero
sin la maldición.
—Theo Hayes.
¿Theo Hayes? No acaba de decir eso. Estaba segura que iba a decir un nombre
que no conociese porque no veo fútbol.
—¿Eres… —Apenas puedo pronunciar las palabras y niego, esperando que su
nombre sea solo una coincidencia—. ¿No eres… demonios, acabo de cantar un
telegrama para un compositor galardonado? —No estoy segura de si quiero que diga
sí o no.
Asiente, acercándose a mí, pero deteniéndose cuando doy un paso atrás.
—¿Mientras no llevabas nada más que una toalla? —No puedo creerlo.
Consigo otro asentimiento.
—Así que, ¿me estás diciendo que acabo de hacer mi peor actuación desde
que estaba en el coro junior de mi instituto al hombre que ha escrito algunas de mis
canciones favoritas y ha ganado más premios de los que puedo contar? —Por mucho
que disfruté de la vista de Theo con nada más que una toalla, desearía nunca haber
salido de la cama esta mañana. No creo que alguna vez vaya a superar el hecho que
acababa de fracasar mientras cantaba para él.
—Si eso es lo peor que puedes hacer, no puedo esperar a escucharte cantar
de nuevo para mí, mi pequeña musa.
Tres
Theo
Mientras Theo está buscando en su frigorífico por algo para cocinar para
nosotros, suena el timbre. Me bajo del taburete donde me había colocado y doy tres
pasos hacia la puerta antes de que rodee la encimera y me envuelva la cintura con la
mano, acercándome a su cuerpo grande y cálido.
—De ningún modo vas a acercarte a la puerta. No sé quién es, pero lo que
tengo seguro es que no quiero que te vean vestida así.
Probablemente debería estar ofendida por su actitud mandona, pero parece
que no puedo obligarme a actuar como una mujer normal. No cuando provoca que
mi cuerpo se caliente y cosquillee. No lo culpo. Si todavía llevase una toalla puede
que hubiese tenido la misma reacción. En cambio, estoy secretamente emocionada
que sea la razón del destello de celos en sus ojos oscuros. No parece posible que
pudiese haberse sentido de ese modo por mí. Es Theo Hayes, y yo solo soy… yo —
una cantante luchadora que está haciendo telegramas cantados porque no puedo
hacer despegar mi carrera. Se me sigue diciendo que es porque tengo que perder un
poco de peso y luego mi carrera comenzaría. Estoy en un peso saludable. Si pierdo
peso, sería poco saludable. No tengo planeado hacer eso, así que tal vez cantar
telegramas es todo para lo que estoy destinada. No puedo ver a Theo estando en mi
destino.
Está tan lejos de mi liga que no deberíamos compartir una ciudad, mucho
menos la misma casa durante unos meses. Incluso si es solo porque me desea cerca
mientras soy su musa para cualquier composición que vaya a idear después. Muy
cerca basado en la promesa sensual que me hizo en su vestidor. Cerca como en su
cama.
Me estremezco un poco solo pensando en ello, recordando cómo se sintió
cuando Theo me susurró palabras tan sucias al oído. Y, Santa madre de Dios, la forma
que me besó. La fuerza de mi reacción hacia él es una sorpresa, ya que nunca he
sentido nada así. Siempre he sido muy extraña alrededor de los hombres y no podía
entender cómo mis compañeras de piso se enamoraban tan rápido de los chicos con
los que salían. O cómo se acostarían con el nuevo tan pronto después de romper con
el último. Pero después de mi reacción con Theo, puede que llegue a comprenderlo
ahora ya que no estoy segura si seré capaz de resistirme a él tan siquiera una noche.
Aunque no puedo imaginar llegar a sentir algo así por alguien excepto él. Es muy
absorbente.
Hago una mueca al pensar en el momento donde tendré que superar a Theo.
Acabo de conocerlo hace unos treinta minutos y ya no puedo imaginar no tenerlo en
mi vida. Así de descontrolada es mi reacción hacia él. Es suficiente para que la cabeza
me dé vueltas.
—¿Qué está mal? —farfulla Theo después de volver a la cocina, llevando dos
bolsas de papel marrón. Las deja sobre la encimera y me echa la cabeza hacia atrás
con un dedo bajo mi barbilla—. ¿Por qué estás frunciendo el ceño, mi pequeña musa?
Me sonrojo avergonzada ante la idea de admitir mis sentimientos por él.
—No es nada.
Pasa el pulgar por mi labio inferior.
—Solo puedo arreglarlo si me dices qué te está molestando. —Dios, eso
sonaba tan bien. Que se ocupen de mí. Me he estado cuidando sola desde hace tanto
tiempo sin nadie en quien apoyarme. Ahora él es alguien deseando cuidarme.
—Um. —No hay forma que vaya a confesarle la verdad ahora mismo. Hablar
sobre exponerme como una fuerte acosadora. Si hago eso, olvidará su deseo de
contratarme como su musa y me echará de su vida para siempre. Así que digo lo
primero que se me ocurre, en lugar de esa verdad en particular—: Solo estoy
preocupada por lo que va a decir mi jefe cuando le explique que no voy a aceptar
más trabajos durante un tiempo.
Su ceño deja al mío en vergüenza.
—No necesitas preocuparte sobre lo que tu ex jefe piense cuando te despidas.
Te dije que me ocuparía de todo. Dame su número y lo llamaré.
—¿Despedirme? —repito suavemente, negando en un intento de entender lo
que está diciendo—. ¿Por qué me despediría cuando solo voy a estar aquí durante
unos meses? Necesitaré el trabajo más tarde. —¿Qué haré cuando me vaya de aquí?
¿Tener el corazón roto y estar desempleada?
—No creo que estés entendiendo lo que te estoy diciendo. —Baja la mirada a
la camisa cubriendo mi disfraz, haciendo que sus ojos se oscurezcan—. Yo
ocupándome de todo significa que nunca necesitarás regresar a tu antigua trabajo.
Ladeo la cabeza y el cabello se me desliza sobre el hombro. Enreda un largo
rizo alrededor del dedo mientras pregunto:
—¿Es así? —El corazón me da un feliz revoloteo ante la idea.
Extiende la mano.
—Llama al número de tu jefe y dame el teléfono, así puedo hacerle saber que
ahora eres mía.
Antes de que me dé cuenta, mi mano hurga en mi bolso y estoy haciendo
exactamente lo que pide. No lo detengo cuando pulsa el botón para realizar la
llamada que alejará mi única fuente de ingresos. La que me permite afrontar mi
parte de la renta de mi apartamento, ropa y comida. Y no lo detengo cuando escucho
la voz de mi jefe gritando en la línea porque está enfadado de que faltase a mi otro
encargo.
—Supongo que es algo bueno que no vaya a necesitar ese trabajo desde que
esa posibilidad ya no existe —mascullo después de que termine la llamada. Debería
estar más molesta, pero odiaba a mi jefe. Era un imbécil
—Estás mejor sin esa posibilidad. —Se mete el teléfono en el bolsillo del
pantalón deportivo antes de inclinarse y rozar sus labios contra los míos.
—¿Mejor?
—Estás destinada para cosas mejores y más grandes. —Sus labios se alzan
en una sonrisa cuando abro los ojos con sorpresa—. No lo olvides, te he escuchado
cantar.
—Ohhh —digo en un suspiro—. Probablemente eso es lo más agradable que
me hayan dicho nunca.
Esta vez es él quien parece sorprendido.
—Esa es una maldita vergüenza, porque mereces tener gente en tu vida que
te trate como la persona increíble que eres. —Su mirada se suaviza.
—Acabamos de conocernos. No sabes qué clase de persona soy.
—Sé lo suficiente para estar fascinado por ti, y no pasará mucho tiempo hasta
que aprenda el resto —insiste mientras el estómago me gruñe con fuerza.
Suavemente me agarra de la muñeca y me guía de nuevo al taburete donde había
estado sentada. Después de conseguir asentarme, saca una pila de recipientes de
comida para llevar de la primera bolsa y botellas de soda, vino y agua de la segunda,
Tomo un panecillo de ajo de la primera caja que abre y dejo escapar un
pequeño gemido de placer cuando me lo meto en la boca.
—Mmm, muy bueno. —solo tomé un puñado de M&Ms cuando salí corriendo
por la puerta al trabajo esta mañana.
—Joder —farfulla Theo—. Ese sonido. —Agachando la cabeza, cierra las
manos en puños tan fuerte que sus nudillos se vuelven blancos.
Levanto la mano para taparme la boca y disculparme:
—Lo siento. No comí mucho de desayuno, me salté la comida y la comida
italiana es mi favorita.
—Mierda, ya estoy jodido, dejando que pases hambre. —Abre el resto de
cajas y toma un par de platos. Luego sirve un poco de lasaña, espagueti con
albóndigas y pollo marsala en uno de ellos, luego me lo acerca—. Come, nena, y te
serviré algo de beber. Elige tu veneno. —Señala las botellas en la encimera—. Tengo
hielo para la soda, más agua en el frigorífico, una botella de vino blanco en alguna
parte, si no te gusta el tinto, y vodka o ron si prefieres un cóctel.
Ya que mi boca está llena, señalo una de las botellas de soda. Después de que
deslice un vaso con hielo hacia mí, explico:
—Probablemente no deberías ofrecerme alcohol desde que no tengo la edad
suficiente.
Su cuerpo se tensa y deja la mano en medio del aire, la lasaña deslizándose
peligrosamente alrededor de la cuchara que está sosteniendo.
—¿Cuántos años tienes?
—Diecinueve.
Deja escapar un suspiro de alivio.
—Joder, gracias por eso.
Co las mejillas ardiéndome de nuevo, señalo con la barbilla la cuchara en su
mano.
—Probablemente deberías servirlo antes de que termine en la encimera.
Termina de servirse la comida y rodea la encimera para sentarse en el
taburete junto a mí. Lo acerca, y su muslo choca con el mío cuando se sienta y
comienza a comer.
—Come, nena. Vas a necesitar la energía más tarde.
¿La energía? Levanto la cabeza de golpe.
—Oh, claro. Porque necesitaré empacar mis cosas y mudarme aquí si voy a
quedarme contigo los próximos meses.
—Primero, no hay “si” en ello. No vas a ninguna parte —farfulla mientras
clava el tenedor en un trozo de pollo en mi plato y me lo lleva a los labios. Sabe
incluso mejor sabiendo que el el tenedor ha estado dentro de su boca, y gimo de
nuevo—. Definitivamente no voy a dejarte fuera de mi vista cuando haces sonidos
así.
—¡No es culpa mía! Esta es la mejor comida italiana que he probado nunca.
Me sirve otro bocado antes de decir:
—Puedes tenerlo cada día que quieras. Lo que haga falta para mantenerte
feliz.
Estoy bastante segura que estaría feliz con sándwiches de crema de
cacahuete y mermelada por el resto de mi vida si pudiese pasarla con él.
—No necesito elegante comida italiana para llevar cada día.
—También podemos pedirlo en otros lugares —ofrece.
—Supongo que no debería haberlo dicho, no necesito comida para llevar todo
el tiempo.
Encoje sus amplios hombros mientras admite:
—Es lo que hago normalmente para comer ya que no soy bueno en la cocina.
—¡Puedo cocinar! —me ofrezco con una sonrisa—. Ha pasado mucho tiempo
desde que he sido capaz de preparar algún plato. Mis compañeras de piso y yo no
tenemos mucho para gastar en los supermercados. Normalmente es simple, como
fideos Ramen o sándwiches.
Su mirada se endurece por un momento, pero luego todo su rostro se suaviza.
—Mi pequeña musa sabe cocinar. Soy un hombre afortunado. —Se ríe entre
dientes suavemente.
Cuando terminamos de comer, se levanta y toma una hoja de papel y un
bolígrafo de un cajón.
—Haz una lista de la compra mientras llamo al equipo de mudanza, así
pueden empacar tus cosas y traerlas aquí lo antes posible.
—¿Equipo de mudanza? —Niego, sin entenderlo—. No seas tonto. Sería una
pérdida de dinero ya que solo necesitaré unas pocas maletas con cosas. —Es todo lo
que poseo. Puedo empacarlo yo misma. Casi no vivo allí.
Cinco
Theo
El instante que los labios de Shelby tocan los míos, lo que quedaba de mi
control queda hecho trizas. La rodeo con los brazos y agarro su delicioso trasero,
alzándola, así está a horcajadas en mi regazo. La bajo lentamente, así siente cada
grueso centímetro de mi polla mientras se presiona en el calor entre sus piernas.
Deja escapar un pequeño gemido y es el sonido más sexy que he escuchado jamás.
Afianza sus brazos alrededor de mi cuello y tira de mi cabeza hacia delante
mientras inclina la cabeza, intentando profundizar nuestro beso. Al mismo tiempo,
comienza a frotarse contra mi polla, buscando su propio alivio.
Echo la cabeza hacia atrás y agarro su rostro entre las manos.
—Yo estoy a cargo, pequeña musa —mascullo. Tengo que estarlo o perderé
todo control. Necesito tomar esto con calma, y con ella empujando con fuerza contra
mi control, está a punto de romperse.
Rompo su agarre y pongo sus manos sobre mis hombros.
—No las muevas a menos que te lo diga. ¿Entiendes? —Asiente y saca la
lengua para humedecerse los labios, haciendo que brillen. Pronto voy a ver esos
mismos labios brillando por mi corrida mientras me mira estando arrodillada.
Mascullo con dolor cuando mi erección crece imposiblemente más dura.
Tengo que alejar esa imagen, así no exploto como un maldito adolescente antes de
que siquiera hayamos comenzado.
Baja las caderas y se frota de nuevo, obligando a que lleve las manos a su
cintura y la mantenga quieta. Deja salir un pequeño gemido de protesta, pero
mantiene la boca cerrada. Sus brillantes ojos verdes están llenos de un deseo febril,
pero están centrados en mí mientras hablo:
—Este coño es mío, nena. —Muevo una de las manos bajo la cintura del
pantalón hacia su entrepierna para ahuecar su sexo—. Mío para saborear, mío para
follar, para darte un placer sin fin. —Entrecierro los ojos con advertencia mientras
continúo—: mío. Te corres cuando te dé permiso, —me inclino más cerca—, y quiero
decir cada vez. Tus orgasmos me pertenecen. No te tocas a menos que te diga que lo
hagas.
Shelby traga saliva visiblemente mientras asiente y su cuerpo tiembla. No de
miedo, sino de la necesidad que puedo ver formándose en su mirada. Le gustan los
juegos de poder. Yo ni siquiera sabía que tenía este instinto, pero está surgiendo
ahora. La necesidad de dominarla. Solo a ella.
—¿Alguien ha tocado mi coño, Shelby? —Con el dedo corazón trazo una línea
desde el fondo de su coño a la cima, sintiendo lo húmedas que están sus bragas. Se
estremece y niega—. Has estado guardando este coño virgen para mí, ¿no es así? —
Deslizo un dedo bajo la tela sedosa y repito la acción antes de empujarlo dentro de
su coño virgen—. Estás increíblemente apretada —digo jadeante—. Voy a tener que
asegurarme que estás lista y preparada para mi polla antes de tomar esa virginidad
que has guardado para mí.
Shelby gimotea y se remueve nerviosa, pero no intenta alcanzar su propio
placer.
—Buena chica —elogio antes de tomar sus labios en un beso hambriento.
Deslizo un segundo dedo en su interior y la estiro un poco antes de moverlos dentro
y fuera mientras froto el talón de la mano contra su clítoris. No toma ni siquiera un
minuto antes de que se rompa, y trago sus gritos de liberación.
La acaricio durante su orgasmo hasta que está agotada y colapsa sobre mi
pecho. Ambos estamos respirando con dificultad y aunque me corrí en el pantalón a
la vez que ella, todavía estoy duro y desesperado por estar en su interior.
—Nunca he… quiero decir, caray. Eso fue increíble —dice jadeante,
apartando la mirada con vergüenza.
—Fue increíblemente sexy, mi pequeña musa. No te pongas vergonzosa
conmigo, nena, porque todavía no he terminado contigo. Ni siquiera hemos tocado
la superficie de lo increíble.
Tomándola en mis brazos, coloco su cabeza en el hueco de mi cuello y me
levanto con rapidez. La llevo fuera y cierro la puerta antes de correr de regreso a la
casa. No pierdo el tiempo en llegar a nuestra habitación y tumbarla en la cama de
gran tamaño que está en medio de la habitación.
—Quítatelo todo excepto las bragas —exijo. Cuando se apresura a obedecer,
ayuda a calmar la bestia enfurecida dentro de mí. Sin apartar la mirada de ella, tiro
de mi ropa hasta que estoy desnudo frente a ella, admirándola por completo. Mi
polla está gruesa y dura, la rabiosa punta roja señalándome, claramente enojada de
no estar envuelta en el apretado coño de Shelby. Pronto, me prometo mientras tomo
otra respiración profunda y tranquilizadora.
Cuando Shelby ha terminado de desvestirse, baja la mirada a mi polla y abre
los ojos con una mezcla de miedo y deseo.
—No te preocupes, pequeña musa. Encajaremos perfectamente. Tu coño fue
hecho para mi polla. —Me acaricio un par de veces mientras observa, la necesidad
lentamente sobrepasando al miedo. Haré que funciona. No me importa si solo puedo
llegar a meter la mitad de mi polla en su interior. Eso será lo suficientemente bueno
para mí. Aceptaré cualquier cosa que pueda conseguir cuando se refiere a ella.
Paso la mirada por todo su cuerpo y es tan malditamente hermosa que casi
duele. Sus tetas son pesadas y llenas, lo suficiente para rebasar mis manos mientras
sus rosados pezones se clavan en mis palmas. Su estómago es suave y un poco
redondeado, con un lindo ombligo. Su cintura se estrecha antes que se sus caderas
surjan anchas, listas para dar a luz. Imagino sus gruesos muslos apretando mis
caderas mientras empujo en su interior y ya no puedo esperar más.
Me subo a la cama y me pongo a horcajadas de sus piernas antes de
agacharme para darle un suave beso en su lugar privado. Su ropa interior está
empapada. Deslizo un dedo bajo sus bragas y lo muevo al centro, bañándolo con su
deseo.
—Tan húmeda para mí —murmuro antes de lamerlo—. Sabía que sabrías
dulce. Como azúcar y miel.
El rostro de Shelby está sonrojado, pero todavía veo el rojo más oscuro en sus
mejillas mientras se ruboriza. No puedo evitar sonreír con picardía.
—No hay necesidad de sentir vergüenza, Shelby. Eres exquisita. —Sonríe con
tanta belleza, que momentáneamente estoy aturdido, pero mi polla está haciendo
muy difícil saborear el momento. La necesito como nunca he necesitado nada.
—Extiende las piernas, nena. —Cuando lo hace, me muevo para arrodillarme
entre ellas—. Usa los dedos para abrirte a mí. Muéstrame lo que es mío.
Es vacilante, pero hace lo que le digo. Separa los labios y se me hace la boca
agua ante su coño rosado y jugoso.
—Mantenlo abierto. O me detendré.
Me encuentro con su mirada y arqueo una ceja hasta que deja salir un:
—De acuerdo.
Suavemente, le separo los muslos, tan amplios como pueden de forma
cómoda, entonces solo un poco más. Su cuerpo se tensa, y su clítoris está hinchado
y duro. Poniéndome bocabajo, me inclino y tomo una profunda respiración. Huele
justo como sabe. No espero más, me hundo y me doy un banquete con ella como si
hubiese estado hambriento y ella fuese mi primera comida. En cierto modo, supongo
que es cierto. He estado esperando por ella, simplemente no me di cuenta lo
hambriento que estaba hasta que su dulzura estuvo justo frente a mí.
Shelby todavía está preparada por su último orgasmo y poco después, está
alzando las caderas suplicando por más. Se las agarro y la mantengo en lugar,
siguiendo lamiendo, mordisqueando y follándola con la lengua.
—¡Sí! ¡Sí! —grita—. No puedo… ¡sí! ¡No te detengas!
De ningún modo va a suceder. Aunque me detengo y alejo sus manos,
sustituyéndolas por las mías.
—Juega con tus pezones, nena. Finge que es mi boca chupando y azotando
esos dulces picos. —Ahueca sus pechos con las manos y tengo que empujar la pelvis
contra la cama para evitar dispararme como un cañón. Bajo la cabeza y continúo
devorándola pero mantengo la mirada alzada, observando sus dedos jugar con sus
tetas y su rostro arrugarse de placer.
—Córrete, Shelby —exijo. Luego introduzco la lengua y le pellizco el clítoris
a la vez, lanzándola por el borde con olvido. Su expresión satisfecha y sus gritos con
mi nombre hacen que el semen salga de mi polla como un grifo. Tengo que enrar en
su interior. No quiero malgastar más mi semen.
Rápidamente me deslizo sobre su cuerpo y empujo mis pelotas
profundamente mientras todavía está en medio de su orgasmo.
—Oh, sí —siseo. El dolor de su virginidad se registra por un instante, pero
tomo sus labios en un beso apasionado y presiono mi pelvis sobre su clítoris para
alargar su orgasmo un poco más, ayudándola a través del dolor.
Con el tiempo, su latido se ralentiza y su respiración se vuelve menos errática.
Digo una oración de agradecimiento porque no estoy muy seguro cuánto más iba a
ser capaz de quedarme quieto. Le sujeto las muñecas y le levanto los brazos sobre la
cabeza, apremiándola a que agarre el cabecero.
—Agárrate, pequeña musa —mascullo. Su sexo me está sujetando en un
agarre de hierro, pero logro sacar mi polla unos centímetros, luego me introduzco
todo el camino.
—¡Joder! —grito. Nunca nada se ha sentido mejor que esto. Salgo un poco
más esta vez y cuando vuelvo a entrar con fuerza, la punta de mi polla toca su cérvix.
Lo siento temblar y sé que va a tomar cada gota de mi corrida. Su coño lo codicia.
Establezco un ritmo estable, dentro y fuera, dentro y fuera, mis pelotas
golpeando su trasero cada vez que toco fondo. Agacho la cabeza y chupo uno de sus
pezones, tirando con fuerza del pico antes de tomar tanto de su pecho como cabe en
mi boca y girando la lengua alrededor del brote sensible. Arquea la espalda con un
gimoteo y se presiona más contra mi rostro. Cambio de uno a otro, amando ambos
pechos hasta que los pezones están rojos y hay pequeñas marcas por todas partes.
Mi columna empieza a hormiguear y sé que estoy cerca, así que me detengo
para tomar una almohada detrás de ella y colocarla debajo de sus caderas. Luego
sigo empujando, yendo más rápido, más profundo y más fuerte. Este ángulo hace
más fácil golpear su punto dulce más profundo cada vez.
—¡Sí! ¡Justo ahí! ¡Sí! —Sus gritos son agudos y me excitan más y me vuelven
más locos.
—¿Estás tomando algo, nena? —mascullo mientras la follo como un animal
en celo. No estoy seguro que mi mente siga siendo la mía.
—¿Qué… —cuestiona atontada—. ¡Oh! ¡Theo! ¡Oh, sí!
—¿Estás tomando la píldora? —farfullo. Si dice que sí van a irse por el retrete
en la primera oportunidad que tenga.
—No —dice jadeante—. No pensé… ¿tienes algo?
—No. —No voy a mentir. No tengo la necesidad de condones, así que no
guardo ninguno en la casa—. Y no voy a salirme —aseguro antes de que pueda
pedirlo. Luego me dejo ir y cedo a mi necesidad primaria y posesiva. Mis empujes se
vuelven salvajes, haciendo que la cama se sacuda y Shelby grite de placer—. Voy a
correrme profundamente en tu coño preparado, pequeña musa. Voy a llenarte.
Tómame dentro de ti. Solo un lugar donde vaya. —En ella, suavizándola y
redondeándola con nuestro bebé.
—¡Theo! —El cuerpo de Shelby se agita con fuerza y su coño se tensa, como
si no quisiese dejarme ir.
—¿Ves? Tu cuerpo sabe lo que quieres. —Me empujo un poco más fuerte—.
Tómalo, nena —urjo. Nuestros cuerpos están pegajosos de sudor, así que deslizo la
mano hacia abajo con facilidad y le pellizco el clítoris mientras me empujo una
última vez, yendo lo más profundo posible, sellando nuestras zonas pélvicas
apretadamente, así nada escapará.
El momento que cae por el borde, yo estoy cayendo con ella. Me corro con
fuerza, hay puntos negros bailando frente a mis ojos. Mi semen sale a chorro, caliente
y cremoso en su útero, y lo toma con avaricia.
—¡Joder! Eso es, nena —exclamo—. Ordeña mi polla por cada maldita gota.
¡Joder, sí!
Comienzo a balancearme un poco, empujando atrás y delante, sin romper la
unión. Las paredes de su coño se aprietan cada vez que salgo, prácticamente
chupándome la voda por la polla. Si no estuviese tan completamente perdido en el
cielo del coño de mi mujer, podía estar preocupado de que mi polla se rompiese.
Pero… ahora mismo no me importa una mierda.
Siete
Shelby
Fin
Próximamente
Starlet (#2 Hollywood with Alexa Riley) – Fiona Davenport
Alexa Riley es un seudónimo tras el que están dos amigas descaradas que se
reunieron y escribieron algunos libros eróticos. Ambas casadas, son mamás de dos
niños que aman el fútbol, los donuts y los héroes de libros.
Se especializan en las historias de amor insaciables, sobrecargadas, dulces y
cursis que no toman todo el año leer. Si quieres algo seguro, corto y siempre con un
final feliz, entonces ¡Alexa Riley es para ti!