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EL RENDIMIENTO

DEL JOVEN
FUTBOLISTA

La formación táctica
(4º CAPÍTULO)

Editorial: Paidotribo, 2001, Barcelona


Objetivos tácticos del juego

Un partido de fútbol es un acontecimiento deportivo en el que


los equipos se disputan el dominio del juego, tratando de superar al
contrario en
número de goles. De esto se deduce que la victoria en un partido depende
del valor de los presupuestos técnico-tácticos individuales y colectivos y,
por tanto, de la capacidad de acción táctica potencialmente disponible, pero
también de la colocación de los componentes del equipo en el campo y por
los posteriores cambios que se puedan producir en determinados
momentos del juego. Así pues, el equilibrio de un partido puede estar sujeto
a otros posibles desarrollos subordinados a las decisiones y al
comportamiento del conjunto del equipo: jugadores + entrenador. Por ello,
es necesario aportar otros dos significados del juego colectivo:
- Los esquemas o sistemas de juego.
- Las estrategias de juego.
Los esquemas, que se centran principalmente en la disposición dinámica
(activa) de los jugadores en el terreno de juego, se ciñen esencialmente a
tres variables cuantitativas:

1. El número de jugadores que compone el equipo.


2. El espacio de juego.
3. La densidad del juego (consecuencia de 1 y 2).
Las estrategias de juego contemplan la aplicación práctica de los esquemas
de juego en función de la especificidad del partido o de algunas fases de éste
o, extendiendo el concepto a un periodo de media o larga duración, en
relación a un torneo, a un campeonato, etc. Las estrategias de juego se
refieren a:

4. Principios tácticos generales.


5. Convenciones tácticas del entrenador.
6. Intuiciones tácticas del entrenador.
7. Características técnico-tácticas de los jugadores.
8. Características técnico-tácticas de los adversarios.
9. Presiones psicológicas (ambiente externo, padres, público).
10. Situación psicológica del equipo y de los adversarios.
11. Condiciones del entorno(terreno, balón, clima, etc.).
12. Desarrollo del partido (puntuación, arbitraje, expulsiones, etc.).
13. Ritmo del partido.
14. Cansancio físico del equipo y de los adversarios.
15. Importancia del partido.
16. Posición en la clasificación.
Por tanto, el entrenador deberá organizar el juego basándose en
la disposición de los jugadores en el campo, pero proporcionando también
otras posibilidades de desarrollo en vista de las aplicaciones tácticas más
específicas.
La formación de equipo está compuesta tradicionalmente por tres
categorías
de jugadores: defensores, centrocampistas y delanteros.
Los defensores además del portero, se dividen en aquellos que
juegan en las bandas y aquellos que se sitúan habitualmente en el centro de
la defensa. Considerando que normalmente las líneas defensivas se
componen de cuatro jugadores, los dos laterales se repartirán dos funciones:
uno se dedicará exclusivamente a marcar al contrario y el otro realizará la
misma función, pero con posibilidades de proyección ofensiva. De los dos
defensas centrales, normalmente uno es el jugador libre, que juega
habitualmente por detrás de los otros tres compañeros de alineación o en
línea con éstos, pero con tendencia a retrasarse.
El otro asumirá la tarea de marcar al delantero que más avanzado
se encuentre o el más peligroso, jugando este último preferentemente justo en
el centro del campo, que es la zona más favorable para marcar gol.
Suponiendo que el equipo cuente con cuatro centrocampistas, dos realizarán
principalmente tareas de intervención, por tanto, neutralizarán las tentativas de
construcción del juego y de recuperar el balón del adversario. Otro
centrocampista asumirá sobre todo la tarea de organización general del juego,
ofreciendo su ayuda a los demás compañeros de cada alineación y actuando
de enlace operativo. Esta posición dentro del equipo se denomina
normalmente delantero centro u organizador. El cuarto centrocampista se
denominará una media punta o medio centro dependiendo de si las tareas que
se le atribuyen son principalmente ofensivas o defensivas o en relación con la
zona del campo en la que se disponga a jugar.
Los dos delanteros o puntas, aunque también tienen la
posibilidad de cruzarse y, por tanto, de intercambiarse continuamente las
posiciones, prefieren jugar en el centro de ataque, que, por lo general, es el
delantero que se encuentra más avanzado, o en el lateral con posibilidades
de salida en las acciones de ataque, en una posición ligeramente más
retrasada. Es evidente que la formación que estamos proponiendo aquí
debe contemplarse con la debida flexibilidad, en cuanto que durante el juego
se está sujeto a las posibilidades de cambio de posición o de tarea sin que
se establezca comunicación directa con el entrenador. Estos mecanismos
tácticos forman parte de las relaciones no verbales entre los jugadores, son
expresiones de comprensión del juego y constituyen los presupuestos a los
que el colectivo de un equipo debe adaptarse con el fin de que no resulte un
fenómeno aislado.
Por otra parte, en un juego en que las probabilidades de éxito dependen de
grado de “incertidumbre” que se quiera crear en el adversario (análisis y
comprensión equivocada del juego), una posición demasiado evidente o
previsible arruinaría cualquier iniciativa.

El sistema de juego que acabamos de exponer preveía del


siguiente tipo: 1-4-4-2, entendiendo con esta sucesión que: 1 portero, 4
defensores, 4 centrocampistas, 2 delanteros. Otras posibilidades en relación
con las variantes citadas anteriormente pueden ser: 1-4-5-1; 1-4-3-3; 1-5-4-1;
1-5-3-2; 1-4-2-4; 1-5-2-3.
Los objetivos tácticos del juego, como hemos dicho en muchas
ocasiones, se refieren a algunos momentos del partido en que los intentos de
los jugadores están destinados a establecer una “meta técnica parcial” sobre
la que se plantea la posterior acción. Estas situaciones pueden ser
catalogadas dentro de dos categorías de comportamiento:
- Cuando el equipo se encuentra en posesión del balón.
- Cuando el equipo no se encuentra en posesión del balón.
En consecuencia, podemos identificar otras dos subcategorías:
- Cuando el jugador está en posesión del balón.
- Cuando el adversario directo está en posesión del balón.
Esquema 7.
Campeonato del
mundo de 1986.
Interacción entre
los jugadores del
equipo
brasileño
durante el primer
tiempo
(Calligaris,
Marella,
Innocenti, 1990).
El esquema 8 muestra como el juego se caracteriza por
comportamientos técnicos diversos dependiendo de la situación de juego. Se
nota como algunas conductas técnico-tácticas se encuentran exclusivamente
condicionadas por la posesión o no del balón. Por el contrario, otras
posibilidades intermedias (orientar, anticipar, fintar, enfrentarse y cubrir)
pueden ser puestas en práctica en cualquier condición y momento del
partido.
La formación táctica juvenil

Es preciso tener en cuenta que en los sectores juveniles las


actividades previas a los torneos de “benjamines” se efectúan mediante
encuentros entre equipos compuestos por un número reducido de
jugadores (7 contra 7). Sin embargo, mantengo que en mérito de este
aspecto, sería preciso modificar también la actividad agonística de los
“infantiles”. ¿Cómo? Por ejemplo, actuando sobre el parámetro densidad
de juego. De hecho, considerando no sólo el número de jugadores por
equipo, sino el espacio de juego efectivamente y activamente utilizable, es
decir, no alterando el número de jugadores y reduciendo las dimensiones
del campo, se establecerían relaciones técnicas, fisiológicas, mentales y,
en consecuencia, de correspondencia más adecuadas. De una
investigación realizada en Roma en el Centro Federale per giovani
calciatori (Centro Calcio Federale, 1992), que proponía la disputa de
cuatro partidos de una duración de 20 minutos cada uno, de los cuales dos
fueron disputados por 11 contra 11 jugadores en un campo reglamentario
(categoría de infantiles), mientras que los otros dos se jugaron en campos
de dimensiones reducidas (la mitad del campo se utilizaba
transversalmente/en la mitad del campo transversalmente), se deduce que:

1. Con dimensiones reglamentarias, el número medio de balones


jugados(tocados) efectivamente por cada minuto de competición por
jugadores individuales de ambos equipos fue, en su conjunto, de 19,68
veces.
2. Sin embargo, con dimensiones reducidas, el número de jugadas
fue de 24,04 veces, mostrando, por tanto, una diferencia de 4,36 balones
jugados más con respecto a los restantes partidos. Así pues, se produjo
un incremento del 22%, una diferencia que corresponde a un incremento
del 22%.
El análisis de los datos permitía constatar que en los partidos
con campo de dimensiones reducidas aumentaba el número de jugadas
de “primera” y de “segunda” respecto a conducciones excesivamente
prolongadas de la pelota y ejecuciones de regate.
Sin embargo, una mayor densidad de juego llevaba a una mayor
frecuencia de errores que, de todas formas, se rectificaba en un 8% más
respecto a los partidos disputados 11 contra 11 ( Russo, Tesis del diploma
ESEF, 1991-1992). Sin embargo, haciendo un esbozo de la apariencia del
esquema de juego, para los partidos de 7 contra 7 podremos adoptar
esquemas de este tipo: 1-3-1-2, 1-2-2-2, 1-3-2-1 (Fig. 1). Por lo que
respecta a la especificidad de la posición, incluyendo al portero, se puede
desprender la hipótesis de que hasta los 11-12 años es importante conocer
y experimentar la mayor parte de las variantes situacionales que dependen
de la colocación en el campo, tanto con especificidad defensiva y ofensiva
(variante longitudinal), como respecto a la posición geográfica de derecha o
izquierda (variante transversal). Es necesario hacerlo esencialmente de
forma que en esta primera fase evolutiva del proceso formativo, donde se
producen grandes cambios en el plano biológico y en la estructuración de
los comportamientos motores, se le dé al alumno la posibilidad de concluir
experiencias de juego importantes. Posteriormente, habiendo recibido las
instrucciones necesarias para definir con mayor precisión la especificidad
táctica dentro del colectivo, estaremos en condiciones de reconocer con un
mayor margen de seguridad y pertinencia, la predisposición para una
posición más específica. Por tanto, se esto se deriva que, evidentemente, la
formación táctica de un joven futbolista puede ser dirigida con una cierta
precocidad, si entendemos por este proceso, fundamentalmente, todos
aquellos procedimientos didácticos destinados a:
- La percepción y evaluación del espacio en el plano estático y dinámico.
- La orientación espacial tridimensional.
- Las evaluaciones temporales y del sentido del ritmo.
- La estructuración de un pensamiento concreto y formal (Piaget).
- Desarrollar un dinamismo mental adecuado.
- Formular hipótesis de juego.
- Utilizar en relación a un fin las habilidades aprendidas.
- Favorecer relaciones de colaboración hacia objetivos comunes.
Dichos objetivos, no sólo no causan daño alguno, como
sostienen muchos que consideran demasiado especializadas estas
intervenciones didácticas destinadas a la formación táctica, sino que deben
estimarse indispensables para favorecer los transfer de enlace verificables
en vista a los objetivos resultantes más complejos.
Observando el comportamiento de algunos futbolistas jóvenes,
se han obtenido algunos datos a través de un estudio efectuado siempre a
través de nuestro Centro Federal de Roma (Santini Muratori, Tesis del
diploma ISEF, 1992-93), que proponía la filmación de varios jugadores
“cadetes” mediante equipos “play controller” (pags. sig., tablas 1-127), con
el fin de recavar información sobre los parámetros cinemáticos de la
prestación de un futbolista durante el partido. La información derivada de
este estudio en relación con el espacio total recorrido, con la distribución
porcentual de las velocidades alcanzadas y con la zona de campo en la
que el individuo observado prefería jugar, nos permite extraer elementos lo
suficientemente significativos como para advertir en esta franja de edad
edad una tendencia natural a desempeñar su papel, pudiendo incluso
llegar a compararse con la prestación del adulto. Esto debe reflejarse en el
hecho de que es en parte el juego mismo el que implica una máxima
definición de las tareas de juego (papeles) y tanto la fase de preparación
como la posterior etapa de formación deben establecer, en cierta media,
una organización más racional de las funciones de los individuos
implicados la finalidad del colectivo.

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