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Nota de la traductora (NdT): a partir de ahora “coito” se refiere específicamente al acto sexual de
introducción del pene en la vagina.
ustedes pueden estar familiarizadas con esta conferencia y con la
antología que surgió de ella, llamada Placer y peligro. El artículo que dió
título a ese volúmen “Placer y peligro: buscando el éxtasis en el campo
de batalla” f ue escrito por Gordon y Dubois sobre las luchas feministas a
fines del siglo XIX. En ese artículo sugieren que, aunque estas
feministas pueden haber tenido buenas intenciones, se aliaron a fuerzas
conservadoras y al final fueron peligrosas para el feminismo y el placer
sexual de la mujer.
Entonces, ¿cómo fueron eliminadas de la historia estas feministas?
¿Cómo se interrumpió su trabajo? Cuando quise responder estas
preguntas fui a ver los escritos del movimiento del reformismo sexual y
“la ciencia del sexo” fundada a fines del siglo XIX. Probablemente sepas
que en el siglo XIX los varones científicos victorianos estaban
estableciendo sistemas de clasificación para insectos, piedras, todo tipo
de cosas. Estaban interesados en la clasificación porque querían que
todo estuviera bajo su control y encontrar el compartimiento correcto los
hacía sentir seguros. A finales de siglo empezaron a hacer esto con la
sexualidad. Los médicos, por ejemplo, comenzaron a definir las
“perversiones” sexuales. La llamada nueva ciencia del sexo se formó
para decirle a las personas cuáles eran las formas correctas de actuar
sexualmente y cuáles las incorrectas.
A principios del siglo XX el nombre más famoso del campo de la
sexología en Gran Bretaña, y creo que probablemente en el mundo, era
Havelock Ellis. Aunque Freud es un nombre más familiar y, por
supuesto, un sexólogo que mantenía correspondencia epistolar con
Havelock Ellis, si miramos el manual de consejos para el matrimonio,
son las palabras e ideas de Ellis las que encontraremos allí, no las de
Sigmund Freud. Havelock Ellis es tu simpático vecino que habla de
sexo.
Ellis ha sido considerado el fundador y padre de la literatura de
consejos sexuales, por lo que Jeffrey Weeks, un historiador gay y
libertario sexual del presente, describe el trabajo de Ellis como “uno de
los manantiales de los cuales la corriente del liberalismo sexual ha
brotado con aparente facilidad” (Sheila Rowbotham y Jeffrey Weeks,
1977). Edward Brecher lo describe como “el primero en decirle sí” a la
sexualidad. No hay duda de que fue y es una influencia crucial e
importante.
En primer lugar argumentó que los varones y las mujeres eran
completamente diferentes en cuanto la biología, por lo tanto también
psicológicamente. Usando esta idea de diferencia se dispuso a mostrar
cómo la sexualidad masculina y femenina eran completamente distintas.
No es sorprendente que el mapa que nos dio sobre la sexualidad
masculina y femenina mostrara que la sexualidad masculina era
absoluta e inevitablemente agresiva, tomando la forma de persecución y
captura, y que era normal e inevitable que los varones se complacieran
en infligir dolor a las mujeres (Sheila Jeffreys, 1987). La sexualidad de
la mujer, dijo, era pasiva. Se suponía que las mujeres debían ser
capturadas y que se “deleitaban” al experimentar dolor a manos de
amantes masculinos.
Según Ellis, la sexualidad femenina estaba basada en la evolución
y derivaba de hembras animales coquetas que guiaban a los animales
macho. Se suponía que la hembra humana también fuera coqueta. Se
suponía que ella debía seguir mirando por encima del hombro, incitando
al animal macho. En el último momento se suponía que debía ceder. La
sexualidad femenina era pasiva y masoquista, ¿cómo lo supo Ellis?
Bueno, dijo, era obvio. Las mujeres en Francia disfrutaban ser
golpeadas por sus proxenetas; las mujeres de clase trabajadora en East
End de Londres disfrutaban ser golpeadas por sus esposos; y luego
estaba la mujer que se sometía a una clitoridectomía y tenía un
orgasmo cuando el cuchillo atravesaba su clítoris. Ellis insistió en que
podías decir, por la expresión en el rostro de una mujer durante el
orgasmo, que estaba sintiendo dolor. Para las mujeres, concluyó, el
dolor y el placer están inextricablemente vinculados.
Es importante recordar que a lo largo de este siglo las feministas
han criticado a estos sexólogos. También criticaron a Ellis, él respondió
diciendo que, a pesar de lo que las feministas pudieran decir, el goce
del dolor por las mujeres era tan obvio que no tenía sentido siquiera
tomar en serio los argumentos de estas mujeres.
Además de insistir en que la sexualidad se basaba inevitablemente
en el sadomasoquismo, Ellis tenía otras contribuciones para hacer. El
placer de la mujer por el dolor y la agresión significaba que el abuso
sexual no podía tomarse en serio: las mujeres que sufrieron violaciones
son simplemente mujeres que se habían quedado fuera más tarde de lo
que sus padres hubiesen deseado ㅡtenían que decir algo cuando
llegaban a casa; la gran mayoría de casos de abuso sexual en la
infancia fueron inventados; debería haber esferas separadas para
varones y mujeres, ellas deben quedarse en casa y no deben salir a
trabajar, tienen que poner todas sus energías en el embarazo porque “la
crianza de los hombres está en gran parte en manos de las mujeres”
(Havelock Ellis, 1917).
Ellis fue crucialmente importante en la lucha contra todas las ideas
feministas que se desarrollaron a fines del siglo XIX. ¿Por qué entonces
fue considerado tan progresista? Una razón es que no sólo dijo que las
mujeres deben practicar el coito y tienen que disfrutarlo, también habló
de los juegos previos. De acuerdo con el concepto de juego previo,
antes de que los varones comiencen el acto que desean realizar, deben
ocurrir cosas que hagan que las mujeres estén listas para ello. Es como
darle cuerda a un reloj, y es necesario porque las mujeres son lentas,
lentas para darse cuenta de lo que realmente quieren hacer y de lo que
realmente les da placer. Necesitan un incentivo que las preparare para
el acto. Esto se llamó juego previo, y se considera que Ellis lo inventó.
Es un concepto sorprendente del sexo, pero ¿conocen algún libro sobre
educación sexual que no esté basado en él?
Antes de que dejemos a Havelock Ellis, me gustaría decir algo
acerca de sus tendencias sexuales. Creo que es muy importante que
entendamos a estos varones sexólogos en profundidad. Creo que es
importante para nosotras entender en qué estaban interesados
realmente. Havelock Ellis ha enseñado, a través de su influencia en cien
años de libros de consejos sexuales, cómo debía desarrollarse el coito,
qué debían hacer los varones y qué debían experimentar las mujeres
durante el acto. Por lo que sabemos, él nunca practicó el coito. Esto no
es inusual, es típico de los sexólogos del siglo XX. Si entras en sus
biografías, descubres que nunca hicieron lo que dijeron que todos (y
todas) deberían hacer.
La práctica sexual favorita de Havelock Ellis era la urolagnia:
observar a las mujeres orinar. Hizo que mujeres lo visiten, entren en una
habitación y orinen en un inodoro con la puerta abierta para que él
pudiera escuchar, o directamente ver, lo que estaban haciendo.
Consiguió que algunas mujeres y reformistas sexuales muy conocidas
hicieran esto por él. Tenemos la suerte de que nos dejó un registro de
sus sentimientos sobre esta práctica sexual: escribió poesía sobre eso.
Dado que es considerado un gran pensador y el padre de la literatura
sobre consejos sexuales, su poesía debe ser digna de ser recordada.
Dice así:
Mi mujer una vez saltó de la cama,
donde ella desnuda yacía junto a mi corazón.
Y estaba de pie con un equilibrio perfecto, con las piernas
estiradas y separadas,
y luego a partir del racimo de pelo color marrón rojizo,
una maravillosa curva de fuente, toda la timidez huyó,
arqueada como un arcoiris líquido en el aire,
a ella no le importa, a ella, lo que a otras mujeres sí.
Pero contempló cómo caía y se tambaleaba y se derramaba.
(Eric Trudgill, 1976)
Puede que piensen que hay algo extraño con esta descripción, algo
que no no concuerda con lo que saben sobre la biología de las mujeres.
No hay muchas mujeres que tengan curvas de fuente y arcoiris. Creo
que esto nos indica que no eran las mujeres orinando lo que a Ellis
realmente le interesaba.
Otro de los supuestos signos progresistas de Ellis es que abogó por
el derecho de las mujeres al placer sexual. Escribió un artículo llamado
“Derechos eróticos de las mujeres”, en el que afirmó que las mujeres
podían y debían tener placer sexual (Havelock Ellis, 1913). Pueden
imaginar, considerando lo que se supone fue el estado de profunda
ignorancia acerca de la práctica sexual en el siglo XIX, que muchas
personas que lean este artículo hoy en día lo verán como enormemente
progresista. Es importante prestar atención al concepto de placer sexual
de Ellis.
EL CONCEPTO DE PLACER SEXUAL
En general, se acepta como una verdad que los sexólogos, los
reformistas del sexo y los terapistas sexuales del siglo XX se han
esforzado por garantizar que las mujeres disfruten del coito. Por esta
razón, las mujeres a veces consideran erróneamente que la industria de
la terapia sexual vela por sus intereses. Esta percepción errada ha
impedido que algunas echen una mirada crítica a la industria.
Es muy desafortunado que no tengamos una palabra en nuestra
lengua que nos permita hablar sobre la respuesta sexual o la sensación
sexual que no es positiva. La única palabra que tenemos es placer. Por
lo tanto, existe un supuesto en la bibliografía de los libertarios sexuales
y en la comprensión general del sexo, de que cualquier tipo de
respuesta o sensación sexual de alguna manera es positiva. Esta
limitación lingüística conduce a una confusión considerable.
Necesitamos desesperadamente y, espero, pronto adquiriremos una
palabra que nos permita describir sensaciones sexuales que no son
positivas, no en nuestro interés. Semejante palabra debería resumir los
sentimientos de humillación y traición, las sensaciones totalmente
negativas que las mujeres solemos tener cuando experimentamos ese
algo llamado excitación sexual. Estas sensaciones negativas se asocian
con la excitación sexual que proviene de la literatura, las imágenes, los
actos, las experiencias y las fantasías que nos son forzosas, que nos
humillan y nos degradan.
En Buscando el éxtasis en el campo de batalla, Gordon y Dubois
proporcionan un ejemplo para los problemas que surgen al tener una
noción unidimensional del “placer sexual”. Afirman que las mujeres de
clase media a fines del siglo XIX estaban resistiendo al patriarcado de
una manera muy positiva (Ellen Carol Dubois y Linda Gordon, 1984).
¿Cómo sabemos esto? Bueno, es porque muchas de ellas
aparentemente tuvieron orgasmos. El 40% según una encuesta, tenía
orgasmos de vez en cuando; el 20% con frecuencia. Esto es lo que
Gordon y Dubois vieron como algo maravillosamente revolucionario.
Estas mujeres de clase media estaban en relaciones
absolutamente patriarcales, en las cuales los varones tenían todo el
poder. Estas mujeres probablemente estaban siendo utilizadas como
escupideras en el acto del coito. ¿Era el orgasmo en tal situación algo
positivo, empoderante, algo que signifique resistencia a la opresión
patriarcal? Yo sugeriría que no, a menos que veamos la felicidad tan
elogiada del trabajador japonés en las fábricas como una forma de
resistencia al capitalismo. Si no vemos la felicidad en el trabajo como
una forma de resistencia, entonces no hay manera de que podamos ver
el orgasmo de la mujer de clase media en el siglo XIX como algo que
significa inevitablemente la resistencia a la opresión patriarcal. Más
bien, lo vería como una acomodación a esa opresión. Estas mujeres
habían aprendido a tener “placer” en su propia subordinación. ¿Se
trataba realmente de placer?
Hay otros casos que muestran que el orgasmo no siempre puede
verse como positivo y placentero. Por ejemplo, los veteranos de
Vietnam tenían orgasmos mientras mataban mujeres en la guerra; los
violadores tienen orgasmos mientras violan a las mujeres (Deborah
Cameron & Elizabeth Frazer, 1987). Todo esto lo sabemos. Por lo tanto,
seguramente eso llamado orgasmo o respuesta sexual, en el caso de
los varones en particular, no puede considerarse necesariamente
positivo. Mujeres han tenido orgasmos durante el abuso sexual en la
infancia y pueden tenerlos durante la violación. Esto no es algo que
debamos esconder, porque es lo que sucede. ¿Cómo podemos ver esto
como placer? Se llama placer sexual porque no tenemos otra palabra.
Pero necesitamos otra palabra y la necesitamos rápido.
Tenemos que entender que, para las mujeres, la respuesta sexual y
el orgasmo no son necesariamente placenteros y positivos. Pueden ser
un auténtico problema, una acomodación a nuestra opresión, la
erotización de nuestra subordinación. Necesitamos entender que la
palabra placer se usa a menudo para lo que experimentamos como
humillación y traición. Necesitamos confiar en esos sentimientos y
seguirlos, en lugar de ser persuadidas por los libertarios sexuales de
que nuestras sensaciones no son realmente de humillación y traición y
de que son algo bueno.
Teniendo esto en cuenta, tenemos que mirar de manera bastante
diferente los cien años de sexología y reformismo sexual encaminados a
garantizar que las mujeres sientan “placer” en el coito. También
debemos tener en cuenta que estos sexólogos han sido antifeministas
desde el principio.
La bibliografía de consejos sexuales producida en la década de
1920, el período de la primera revolución sexual del siglo, critica
duramente a la solterona y la lesbiana. Insiste en que todas las mujeres
deben practicar el coito y disfrutarlo. Este período, inmediatamente
después de la Primera Guerra Mundial, fue un momento en el que
muchas mujeres tenían considerablemente más libertad e
independencia de la que tenían antes. El hecho de que un gran número
de mujeres no se casara, eligiera ser independiente y luchara contra la
violencia masculina despertó gran alarma. Esta señal de alarma es
evidente en las publicaciones sexológicas.
En respuesta a su alarma, los sexólogos inventaron el concepto de
la frigidez de las mujeres. Descubrieron que una enorme cantidad de
mujeres no estaban entusiasmadas con el coito, como se suponía que
debían estarlo, y que no tenían ningún interés en ello. Debes recordar
que las feministas de fines del siglo XIX habían dicho dicho a menudo
que no tenían ningún deseo de hacerlo. Además, pensaron
políticamente que ninguna mujer debería practicar el coito. Obviamente,
había que hacer algo frente a este problema: inventaron el concepto de
frigidez.
A lo largo del siglo XX, las mujeres han sido el problema para la
sexología y el reformismo sexual. Poco a poco las fronteras han
retrocedido, como dirían los revolucionarios sexuales. Más y más
prácticas se están volviendo perfectamente normales. Cada vez más
prácticas se están convirtiendo en el tipo de cosas que las mujeres
deben disfrutar con entusiasmo. Las mujeres siempre han sido un
problema porque nunca han mostrado el entusiasmo apropiado. Al
principio las mujeres simplemente tenían que disfrutar el coito. Luego
vino la revista Forum. A finales de los sesenta y los setenta las mujeres
disfrutaban los azotes y la garganta profunda. En Joy of Sex, de Alex
Comfort, las mujeres disfrutaban del sadomasoquismo y de vestirse
como una cruza entre “serpiente y foca” (Alex Comfort, 1979). Todas
estas cosas tenían que disfrutar las mujeres, ahora puedes ver por qué
la falta de entusiasmo de las mujeres presentaba (y todavía presenta)
una dificultad.
En la década de 1920, cuando se inventó el concepto de frigidez
para explicar la falta de entusiasmo de las mujeres para disfrutar del
coito en una relación de dominio masculino, los sexólogos trataron de
averiguar cuántas mujeres eran frígidas. Algunos decían que el 100%,
pero no estaban seguros. Otros dijeron que el 60% o el 40%. ¿La
causa? El lesbianismo, la masturbación o el estreñimiento. Así que
podemos decir que lo que llamaban frigidez no era la falta de
sensaciones sexuales, porque las mujeres claramente experimentaban
dichas sensaciones en la masturbación y el lesbianismo. La frigidez
significaba la falta del grado correcto de admiración y entusiasmo por la
práctica del coito.
Cuando leí esta bibliografía, me sorprendió descubrir que estos
sexólogos eran absolutamente sinceros acerca de lo que consideraban
como la naturaleza y el propósito del placer sexual de las mujeres. Leí,
por ejemplo, la obra de dos volúmenes de Wilhelm Stekel: Frigidez en la
mujer en relación a su vida amorosa. En este trabajo, Stekel, un
psicoanalista, es muy claro. Él creía que las mujeres deben disfrutar del
coito porque su disfrute las subordinaría al varón en ese acto y en todos
los aspectos de sus vidas. Stekel resumió este mensaje en un breve
comentario: “Sentir excitación por un hombre significa reconocerse a sí
misma como conquistada” (Wilhelm Stekel, 1936). Stekel vio la frigidez
de las mujeres como un arma en la guerra de los sexos. Era una
amenaza para la civilización que tantas mujeres se negaran a aceptar el
coito. La civilización, por supuesto, es sinónimo de dominio masculino.
Así que las mujeres tenían que practicar el coito para que la dominación
masculina sobreviviera.
El matrimonio ideal de Van de Velde, que se vendió bien en los
años sesenta y a principios de los setenta, fue una de las obras
principales de la bibliografía sobre consejos sexuales en este siglo. Van
de Velde definió la frigidez como “hostilidad de la esposa hacia su
esposo” (Thomas Van de Velde, 1931). Las mujeres frígidas tenían que
ser enviadas a ginecólogos o psicoanalistas, a alguien que resolviera su
problema, el cual era, como dejó claro Van de Velde, que estaban
resistiendo el poder masculino.
Entonces, en la década de 1920, el placer de las mujeres en el
coito se convirtió en un modo de subordinarlas a los varones en ese
acto sexual y en todos los aspectos de sus relaciones, en la totalidad de
sus vidas. Este es el tema predominante en las obras de sexología a lo
largo del siglo XX.
Los finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta
fueron un período muy interesante. Era otro período de posguerra en el
que había que hacer algo con respecto a la independencia de las
mujeres y al hecho de que muchas no estaban mostrando el entusiasmo
adecuado. Durante este tiempo también hubo pánico sobre la frigidez.
Para resolver el problema, había libros que les decían a las mujeres el
placer que tenían que recibir del sexo, con títulos como La mujer
sexualmente adecuada. Este libro, de Frank Caprio es un clásico
absoluto (Frank Caprio, 1953). Después de decir lo importante que es el
orgasmo, cuántas mujeres son frígidas y la tragedia que esto
representa, Caprio tiene una sección llamada “Errores graves en el
dormitorio”. Estos eran errores cometidos por las mujeres durante el
coito. Son graves porque la práctica del coito es sagrada, y se supone
que las mujeres la aborden con lo que Eustace Chesser, el famoso
sexólogo británico de la época, llama “anticipación alegre” (Eustace
Chsser, 1946). La “anticipación alegre” es una actitud casi religiosa. Se
suponía que las mujeres debían sentirla antes de entrar en la habitación
para la práctica del coito, entonces tendrían el tipo adecuado de placer.
Todo estaba en la mente, por lo que las mujeres tenían que
mentalizarse en el estado correcto.
En el capítulo de “errores del dormitorio”, tenemos los casos de dos
mujeres que no mostraron suficiente entusiasmo y no se molestaron en
“anticiparse alegremente”. Una de ellas continuó leyendo un libro
mientras su esposo practicaba el coito, la otra mujer siguió pintándose
las uñas (Eusatace Chesser, 1946) . Estos fueron graves errores en el
dormitorio, ¡tienes que admitirlo!
Los sexólogos a finales de los años cuarenta y cincuenta
determinaron, al igual que los de la década de 1920, que el placer
sexual de las mujeres podía y debía subordinarlas. Eustace Chesser
dijo que muchas mujeres en el coito sólo se “sometían”. La sumisión,
dijo, no era suficiente. Tenían que “entregarse y rendirse por completo”
en el acto sexual. Esta es una cita de Chesser sobre una chica que
estaba enamorada pero que estaba teniendo dificultades para lograr el
estado mental adecuado: