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El futuro siempre será una interrogante. Bien dicen que mucho consiguió quien
no dejó nada para mañana. El terco es primo hermano del vago, “Mañana” es
su vocablo preferido. Mañana dejaré el trago, mañana le declararé mi amor,
mañana comenzaré a esforzarme por trabajar bien, mañana, mañana,
mañana.
Alvarez de Mon decía que “el futuro por definición, es una inmensa pregunta,
una misteriosa incertidumbre, y fiel a su naturaleza, no desvela las respuestas
que solo él atesora en su regazo. Es más, si se desnudara y prostituyera,
contándonos todos sus secretos, vivir sería insoportablemente aburrido. El
factor sorpresa es vital para casi todo. Siempre habrá una grieta entre nuestros
planes y el dictamen final de la vida. Ándese ese trecho y estúdiense los
porqués de la desviación incurrida. Una respuesta sincera, humilde y
humorística afianzará el proceso de autoconocimiento y aprendizaje personal.
La desigualdad entre los planes y la vida se estrechará.”
Muchas veces no vivimos el hoy por estar mirando el ayer, teniendo miedo del
mañana, y entre tanto, se nos va la vida.
Valero Rivera, ex entrenador del equipo de balonmano más exitoso del
Barcelona decía que “el objetivo final es el proceso, no el resultado (llámese el
camino y no la meta). Mirar a corto plazo, el próximo partido, fijarte en lo que
hay que hacer para ganar el partido y no relajarte. No se habla de ganar sino
de hacer. Ganar es una consecuencia. Ganar es tan importante, tan
imprescindible para un equipo que quiere ver extendido su cheque anual de
confianza y apoyo que no se habla de ello. Ganar es el penúltimo objetivo, el
último es la felicidad, como la quieras cazar se te escurre, solo se queda
contigo si te esfuerzas al máximo, y por eso se convierte en consecuencia.
Obsesionados con ganar los músculos se tensan y las neuronas se embotan.
¿Vamos a ganar la liga este año? No, este año vamos a ganar el partido de
mañana y luego el próximo y al final haremos balance.”
Sé muy bien que los artículos como éste no cambian la vida de nadie, las
palabras resbalan, pero si tuviese que resumirlo para dejar una idea es que la
meta es el camino, no nos obsesionemos con el futuro, no tenemos ni idea de
que pasará. Dejemos que el futuro llegue y será en función de lo que hagamos
hoy. Caminar despacio y concentrado es la mejor receta para correr lejos, muy
lejos, sabiendo que al auténtico reto es saborear y apreciar cada kilómetro del
trayecto. Carpe Diem.