Los nuevos números de las cuentas nacionales presentan una imagen del escenario macroeconómico
vigente antes del shock electoral desatado con el imprevisto resultado de las PASO. Las estimaciones del
INDEC dan cuenta de que durante el primer trimestre del año la producción agregada se había estabilizado
en relación al fin del 2018 y a lo largo del segundo trimestre la contracción trimestral fue de solo 0,3%,
mientras que la tendencia ciclo se ubicó en terreno positivo (0,1%), luego de cuatro trimestres.
Al analizar los componentes de la demanda para el período abril-junio, se identifica que el consumo
privado, luego de haber caído 1,4% en el primer trimestre del año, dejó de descender y tuvo una variación
del 0%. A su vez, la inversión se ubicó en terreno positivo, con un aumento del 1,5%. Por su parte, el
aporte del consumo público y de las exportaciones fue negativo en 0,8% y 0,6% respectivamente. La
estabilidad del tipo de cambio y el descenso de la inflación, que se registraron a lo largo de los meses del
segundo trimestre del año, fueron los drivers de la mejora del consumo y la inversión.
De esta forma, desde el inicio de la recesión en el segundo trimestre del año pasado, la contracción
acumulada del PBI es del 6,7%, algo menor que el 10% que se contrajo la economía entre mediados de
2008 y mediados de 2009, en el contexto de la crisis internacional subprime. Sin embargo, los indicadores
que hacían pensar que en el primer semestre del año la economía estaría tocando piso y aterrizando luego
de una abrupta caída, han empeorado repentinamente con el resultado electoral de las PASO.
La caída de los bonos, la suba del dólar y las pérdidas en la bolsa son un cocktail letal para cualquier
indicio de estabilización y recuperación del producto. La aceleración inflacionaria consecuente de la
disrupción financiera está golpeando nuevamente el poder adquisitivo de los ingresos. Con este trasfondo
no es posible imaginar que la estabilización del consumo privado se mantenga, sino que lo más probable
es un nuevo derrape a partir del mes de agosto.
La caída de casi 7 puntos porcentuales en la producción agregada se vio reflejada también en los datos del
mercado laboral. Si bien la tasa de empleo creció durante el segundo trimestre del año, en comparación
con igual trimestre del año pasado, también lo hizo la tasa de desocupación. Mientras que la tasa de
ocupación pasó del 41,9% al 42,6%, la tasa de desempleo aumentó desde el 9,6% al 10,6%, exactamente
un punto porcentual.
¿Cómo es posible que esté creciendo el empleo y el desempleo al mismo tiempo? La respuesta es
bastante simple, la cantidad de personas que se incorporaron al mercado laboral en el último año también
ha crecido. La tasa de actividad laboral pasó del 46,4% de la población en el segundo trimestre del año
pasado al 47,7%, es decir que más personas se han incorporado a la búsqueda de trabajo. Una menor
parte de ellas, han conseguido un empleo (y por eso la tasa de ocupación aumenta) mientras que otra
parte, no lo ha conseguido, haciendo crecer la tasa de desocupación.
De esta forma, mientras que el panorama político y principalmente de política económica no se despeje, la
estabilización del primer semestre del año aparenta ser solamente un aterrizaje momentáneo para volver
a caer en los últimos dos trimestres del año y, al menos, parte del año que viene.