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PINOCHO Y LA SIRENITA Autor: Juvencio S.

Lorenzano

Pinocho y la Sirenita
Ya habían pasado
varios días, desde que el
Hada madrina le había
concedido a Pinocho el
anhelo y deseo de su
corazón, convertirlo en niño
de carne y hueso, pero
previo a ello, el Hada le
había puesto una condición: Debía ser un niño bondadoso y nunca
decir mentiras porque de lo contrario su nariz le crecería un
centímetro por cada mentira que
dijese. Pinocho estuvo de acuerdo,
con tal de sentir el amor en su
corazón. El niño aún rebosaba de
emoción, porque ya podía sentir y
jugar como un niño normal.
También era capaz de expresar
sentimientos humanos y amar a sus seres más cercanos,
especialmente al anciano que lo había creado en un taller de
PINOCHO Y LA SIRENITA Autor: Juvencio S. Lorenzano

carpintería. Parecía que la vida le sonría y le hacía muy feliz


presentándole cosas nuevas y desconocidas para él.
Cuando todo
parecía ir muy bien, una
tarde de verano, el buen
hombre, anciano ya y
previendo su inminente
final, llamó a su niño y
le dijo:
-Hijo mío, hijo
de alma; mi creación
más preciada.
-Sí padre, aquí estoy. Dígame papaíto _ Asintió Pinocho.
-Tengo que decirte algo que es muy duro para mí, hijo
mío - Enfatizó el buen anciano lleno de tristeza, pero con mucho
amor.

-Descuida padre mío, lo que sea, tu hijo querido lo


entenderá - recalcó el niño con una bella sonrisa y un dejo de
tristeza en su inocente rostro.
PINOCHO Y LA SIRENITA Autor: Juvencio S. Lorenzano

El anciano tampoco quería herir al niño pinocho, por ello


buscaba una manera más eufemística, y menos cruel, de decir lo
que tenía que decir y que el niño,
pudiera comprenderlo.
El niño Pinocho, esperaba y
se desesperaba a la vez. ¿Qué sería
eso importante que su padre tenía
que decirle o pedirle? Se preguntó
para sus adentros, puesto que jamás
había visto a su padre así; un rostro
descompuesto, entristecido y
preocupado. A la vez el anciano parecía dilatar la conversación,
distrayéndose en su labor diaria en el Taller. Ya no podía esperar
más, porque el tiempo se le agotaba. Cansado y enfermo debía
proceder de inmediato y ese era el momento. Mientras tanto el
niño esperaba y esperaba respetuosamente, observando a su
padre.
Mijo,-continuó el anciano-Quiero que seas un niño muy
feliz y que nada te falte en la vida. Por ello, quiero que te subas en
un barco y vayas a Alta Mar, a buscar la felicidad.
¿Y dónde queda Alta Mar, papaíto?-preguntó el niño,
lleno de asombro y preocupación. A la vez no entendía esa
petición tan extraña de su
anciano creador; pero, por
encima de todo ese miedo
y temor que lo agobiaba,
estaba dispuesto a
cumplirle a su padre, así
fuese lo último, que hiciese
en su precoz existencia.
PINOCHO Y LA SIRENITA Autor: Juvencio S. Lorenzano

Yo tampoco se mijo, pero sí te aconsejo que te dejes guiar


por tu corazón _Respondió el anciano lleno de tristeza y
preocupación.
¿Qué le deparará el destino al precoz niño Pincho? ¿Qué
tipo de travesía le esperaba, en su camino a Alta Mar? ¿Contaría
con la ayuda de su hada madrina?, ó ¿Tendría que enfrentarse en
solitario, a los gigantes del camino?
El anciano no le confesó al
precoz niño que se sentía cansado,
enfermo y consciente de su fin
inminente. ¿Para qué sumaría más
preocupación y sufrimiento al
precoz e inocente Pinocho?
Un día cuando el alba
despuntaba y el gallo cantaba en
algún lugar cercano, un niño en
cierne, aún en plena pre
adolescencia, se disponía a dejar su hogar, para cumplir una
promesa, que redundaría, en su propia felicidad. Debía de llegar a
Alta Mar y encontrarse cara a cara con la felicidad, pero ¿Es que
acaso el anciano
tenía la certeza, que
en Alta Mar, estaba
la tan anhelada
felicidad? ¿Y si el
anciano estuviera
equivocado? Por
encima de cualquier
circunstancia, la
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vida del niño, estaba corriendo un grave peligro. A pesar de todo,


de su dolor, de su circunstancia personal, el anciano no tenía
dudas que Pinocho encontraría la felicidad en Alta Mar.
Muy de maña, partió este pre-adolescente, de juventud en
cierne; partió, sin saber a dónde iba. La única guía, eran los
designios de su corazón. La grandeza de su espíritu y amor; el
respeto por los anhelos de su padre. La fe inquebrantable y la
esperanza genuina de cumplir una promesa, por su palabra
empeñada.
Tenía que ir a Alta
Mar, pero primero
necesitaba llegar al puerto
más cercano. Aunque no
estaba seguro dónde
quedaba Alta Mar, sabía
que tenía que ir allá,
inclusive, si este estuviese
en el fin del mundo.

Pinocho y el Viejo Barco


PINOCHO Y LA SIRENITA Autor: Juvencio S. Lorenzano

Un alma en cierne se ve forzado a abandonar su casa para


cumplir una misión desconocida, que de una u otra manera le va
dar sentido a su vida. Aunque su vida era como una inocente flor
que apenas había salido de su capullo, existían muchas
interrogantes que bullían en su pequeña cabecita y cuyas
repuestas necesitaba saber con urgencia. No sabía cuánto tiempo
le duraría el viaje. Caminaba hacia lo desconocido, pero iba
erguido de confianza y confiado en la fe puesta por su anciano
creador en él.
Desconocía en profundidad las razones por las cuales su
anciano padre le encomendó tan peligrosa misión. No era una
misión para un niño como él, por ello de una u otra manera tenía
que conseguir amigos del camino, en los cuales pudiera confiar.
No sabía si alta mar era una región o una zona específica de algún
lugar, pero en su pequeña cabecita todavía retumbaban las
palabras de su padre, sobre todo la insistencia con las cuales se las
había dicho y la urgencia de cumplir tal misión.
Durante días caminó por Aldeas, Valles y atravesó
riachuelos y manantiales. Los lugareños que se topaban con aquel
hermoso niño se quedaban impresionados por la lucidez de sus
razonamientos. No era un niño cualquiera, era Pinocho, un niño
hecho de madera pero que por el anhelo y deseo de su corazón
llegó a ser humano, pero eso no lo sabían los lugares de las
Aldeas que atravesaba.
Después de tanto caminar, ya cansado, extenuado había
llegado a una aldea que a la distancia se vía espectacular. Era
Hispalandia o la tierra de los conejos albinos. Era una sociedad
integrada por conejos completamente blancos y con los ojos
azules cuya visión era afectada por los rayos del sol. Se respiraba
PINOCHO Y LA SIRENITA Autor: Juvencio S. Lorenzano

mucha paz y amor en el ambiente. Pinocho lo sentía en lo más


profundo de su corazón.
¿Cuánto faltaba para llegar a su destino? ¿Valía la pena tal
sacrificio? Eran preguntas que repetidamente pasaban por su
cabecita. Necesitaba una guía, no bastaba seguir las pautas del
corazón, sino que le urgía un compañero, un amigo, un hermano
en quien apoyarse.
Los habitantes de Hispalandia eran más amorosos y amables
de lo que Pinocho se había imaginado. No entendían cómo un
niño tan solo se había empeñado en tal aventura. Después que
hubo las presentaciones de rigores, el niño fue conducido a la
presencia del regente del pueblo. Este ser llamado Ildico era muy
amoroso, demasiado empático y amable. De inmediato se puso a
la orden de Pinocho para ayudarle y asistirle en todo lo que
necesitaba, ya sea con todo tipo de provisiones e incluso
compañeros de viaje que era lo que necesitaba tan hermosa alma.
Pinocho no lo sabía pero el Hada Madrina que lo había
convertido en humano, nunca había dejado de protegerlo y
cuidarlo de todos los peligros del viaje. Por ello influyó mucho en
la actitud del Regente de Hispalandia para que sin pedir nada a
cambio, se pusiese a disposición del niño Pinocho.
El Regente del Pueblo tenía un hijo llamado Tom. Este pre
adolescente, se caracterizaba por ser un conejito muy despierto.
Era único en su clase, don de gente y sabía ser amigo. Era muy
querido por sus iguales. Por ello al conocer a Pinocho
inmediatamente se hicieron muy buenos amigos. Fue tanto la
admiración de Tom hacia Pinocho que habló con su padre para
acompañarle en lo que quedaba del viaje. Sabía los riesgos, pero
su padre no estaba dispuesto a exponer a su único hijo. A pesar de
todo ello, Tom en su cabecita loca estaba dispuesto acompañar a
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Pinocho, desconociendo la autoridad de su padre. Por supuesto,


eran travesuras de niño……Continuará

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