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Miguel Grau

Miguel María Grau Seminario; Paita, 1834 - Punta Angamos, 1879) Marino
y militar peruano. Apasionado del mar desde la infancia, desarrolló una
brillante carrera militar en la marina y llegó a ser diputado. Sus aptitudes
como estratega, así como su lealtad y su heroísmo, brillaron
particularmente en la Guerra del Pacífico (1879-1883), que enfrentó a Perú
y Bolivia contra Chile.

Biografía

Hijo del teniente coronel Juan Manuel Grau Berrío, de ascendencia catalana, y de
Luisa Seminario del Castillo, descendiente de antiguas familias de la región, la
infancia de Miguel Grau transcurrió en Piura y más tarde en el puerto de Paita,
cuando su progenitor fue nombrado vista de aduana.

En 1843, siendo todavía un niño, el pequeño Miguel se embarcó en una goleta


comandada por Ramón Herrera, gran amigo de su padre, que hacía un viaje de
Paita a Panamá. Lamentablemente la goleta naufragó y, a su regreso al hogar, su
madre no estaba dispuesta a consentir ya nuevos embarques. Ingresó en el
colegio de Nieto, en el cual, según uno de sus biógrafos, Fernando Romero
Pintado, "Miguel se torna taciturno. En el colegio está siempre distraído, callado,
casi hosco. Merodea por la playa apenas terminan las clases y en los días de
vacaciones".
Contaba once años cuando doña Luisa, su madre, aceptó que volviera a cruzar los
océanos. Recorrió entonces todos los mares y durante nueve años (según el
historiador Alberto Tauro del Pino) el joven Grau "surca mares de Asia, Europa y
América en diversos transportes y aun en buques balleneros". Al regresar al Perú
(1853) se radicó en Lima, donde fue alumno del poeta español Velarde y estudió
para ingresar en la Marina.

El 14 de marzo de 1854, con diecinueve años, se convirtió en guardiamarina y


vistió por primera vez el uniforme que cubriría de gloria. Navegó en los vapores
Rímac, Vigilante y Ucayali antes de ser trasladado a la fragata Apurímac, donde
sirvió con Lizardo Montero, otro ilustre marino piurano. Cuando prestaba servicio
en la Apurímac, el comandante de esta nave apoyó la revolución del general
Manuel Ignacio de Vivanco. Tras el fracaso del movimiento, y junto con otros
jóvenes oficiales que formaban parte de la tripulación, Miguel Grau fue separado
del servicio (1858) y volvió a la marina mercante.

La Guerra del Pacífico

En 1879 estalló la Guerra del Pacífico, también llamada Guerra del Salitre. En
aquella contienda Perú y Bolivia se enfrentaron contra Chile por el control de la
región situada al norte del desierto de Atacama, muy rica en salitre. El primer gran
escenario del conflicto fue el mar, el único medio a través del cual podían
desplazarse los ejércitos. Chile contaba con una escuadra superior a la del Perú, y
la flota de Bolivia era inexistente. Cuando Chile declaró la guerra al Perú, Grau
aceptó dirigir la primera división naval aun a sabiendas de la superioridad que
tenía la escuadra chilena en tonelaje, número de barcos, cañones y espesor de
blindaje, frente a la debilidad y mal estado de las unidades peruanas.
Durante seis meses Miguel Grau, al mando del monitor Huáscar, lograría impedir
el desembarco de las tropas chilenas en el territorio peruano. Inició su campaña
en mayo del mismo año y en su primera acción, el combate naval de Iquique,
hundió la corbeta chilena Esmeralda, capitaneada por Arturo Prat, que resistió
heroicamente. Miguel Grau salvó a los náufragos, lo que hizo que uno de ellos, al
llegar a la cubierta del Huáscar, gritara agradecido: "Viva el Perú generoso".

La batalla de Angamos

El primero de octubre de 1879, en la que iba a ser su última partida, el Huáscar


zarpó del puerto de Iquique, donde el transporte Rímac había desembarcado
tropas bajo su protección. Apresó una goleta al sur de Huasco y el día 5 se hallaba
ya en la costa de Coquimbo, territorio chileno. La marina chilena había renovado
los mandos y ordenado su flota en dos divisiones para cazar al ya célebre navío.
Su plan tuvo éxito el 8 de octubre de 1879, cuando descubrieron al Huáscar en
alta mar, frente a Punta Angamos, acompañado de la Unión, en viaje hacia el
norte.
El comandante Grau murió despedazado. El mando pasó a Elías Aguirre, que
también murió. Correspondió el turno al teniente primero Melitón Rodríguez. Caído
también él, tocó el mando al teniente Pedro Garezón, quien conversó brevemente
con tres oficiales que quedaban vivos y ordenó hundir la nave porque ya se
encontraba inmovilizada. Los maquinistas abrieron las válvulas, pero los
desperfectos de la maquinaria paralizaron la inmersión, dando tiempo a que
llegaran los buques enemigos, abordaran el monitor y detuvieran su hundimiento.
Miguel Grau pasó a la inmortalidad como un marino estratega y valiente pero
generoso, que cumplió con sus proféticas palabras: "si el Huáscar no regresa
triunfante al Callao, tampoco yo regresaré".

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