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Educar como práctica de la libertad implica ser un sujeto que da lugar a la

educación, siendo esta la praxis, reflexión y acción del hombre sobre el mundo
para transformarlo; educar es una auténtica práctica de la libertad sin cuyo
hombre no teme a la realidad sino se sumerge en ella y busca transformarla
como un acto político de apropiación y responsabilidad con su propia humanidad.
Reconocerse a si mismo como sujeto involucra pasar de la ingenuidad a un
estado autorreflexivo y crítico, constituyendo una relación dialógica con el mundo
desarrollando el sentido de participación en el diario vivir.
De acuerdo con el concepto de educar, es el hombre entonces un ser que se
relaciona con el mudo que habita, cuyas cualidades son la trascendencia y en
ella, el acto de discernir y ser temporal; de allí que posea su historia, propia y
compartida, que vive en sí mismo como una herencia que puede ser
transformada; su historia, necesaria para transformar la realidad es en sí misma,
es una experiencia adquirida, creadora que posibilita la configuración del sujeto
y con ello la libertad al oprimido y al opresor.
Al contrario del sujeto de educación planteado por Freire, se encuentra la
masificación cuyo deber atrofia la memoria y genera el olvido para arrancarles a
los hombres su historia y hacer de ellos objetos incapaces de pensar sus propias
acciones y ser crítico, pues se vuelve preso de una relación vertical en la cual no
hay diálogo y la relación se establece entre oprimido y opresor. Las sociedades
masificadoras no frecen critica ni reflexión, sino que entregan un producto ya
hecho, un enunciado ya dicho, listo para repetir; es una sociedad cerrada, muda,
en la cual no existe respuesta por una de las partes, mas bien hacen de si
mismos un objeto poseído por el opresor.

Las sociedades colonizadas, con conciencia intransitiva, sin memoria, movidas


por el miedo y la conformidad no pueden constituirse a si mismas como sujetos
a menos que hagan de si mismos sujetos a través de la reflexión sobre si mismos
y sobre el mundo que impliquen acciones que aseguren una verdadera
democracia cuyo respeto por las culturas y el dialogo sea fundamental. El primer
paso es convertirse e n una sociedad transitiva cuyas recetas y respuestas dadas
y establecidas se vean desequilibradas y el hombre objeto se convierta en sujeto
capaz de vivir en comunidad e interpretar la realidad para hacer algo en ella.

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