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Romanos 7:17-21 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora

en mí.
Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí,
pero no el hacerlo.
Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.
Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí.

Aunque los cristianos estamos claros sobre lo qué es el pecado, muchos no saben lo suficiente
acerca de la carne; -Desafortunadamente, Satanás ha encubierto la verdad acerca de la carne
a través del tiempo, dañando a gran parte del pueblo de Dios.

¿Qué es la carne, y qué tiene de malo? ¿Aún es mala siendo salvos?¿tal vez mejora mientras
más años pasen de ser cristianos o más espirituales seamos?

qué es la carne y cómo nos afecta

Dios creó al hombre con un espíritu, alma y cuerpo a fin de que el hombre pudiera contener a
Dios y le expresara. Cada parte del hombre era pura, incluso su cuerpo. No obstante, cuando
Adán y Eva comieron del árbol del conocimiento del bien y del mal, sucedió algo terrible
(Génesis 3:1-7). Tomaron la naturaleza pecaminosa del diablo. Esto debilitó su espíritu, dañó
su alma y corrompió su cuerpo puro cambiándolo a la carne de pecado

-El apóstol Pablo se percató acerca del peligro que constituye de la carne.

“Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien”. (versículo 18)


-Sus palabras hacen énfasis: en nuestra carne, no mora el bien. ¿A qué se debe esto?

lo que es realmente la carne:

“La carne” Según la Biblia, es el cuerpo humano caído y corrupto, junto con todas sus
concupiscencias. (Deseo autónomo de placer)
Esta carne no fue creada por Dios tal como es ahora, sino que es una mezcla de lo que Dios
creó y el pecado, el cual es la vida de Satanás, el maligno. Dios creó el cuerpo del hombre
como un vaso limpio, pero este vaso fue corrompido y convertido en la carne en el momento de
la caída cuando Satanás, como pecado personificado, está en la carne del hombre, haciendo
su hogar ahí, y reinando como DUEÑO ILEGAL, dominando al hombre y obligándole a hacer lo
que no le gusta al espiritu aun que si se goza en el cuerpo( esto es decir en la carne) . Este
pecado que reside en todos los hombres, el cual es la naturaleza maligna que no se puede
cambiar, es lo que los constituye pecadores (7:19)”.
Satanás es el pecado personificado, y como dice en el versículo 20, el pecado ahora mora en
nosotros.

El estado de la carne después de ser salvos

Cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador, nuestros pecados son perdonados, y somos
limpios y salvos. No obstante, ¿qué sucede con nuestra carne? ¿Puede ser reparada? ¿Acaso
somos libres de los deseos de la carne una vez que nacemos de nuevo?

La respuesta a estas preguntas es muy importante para nuestra vida cristiana. Después de ser
salvos, nuestra carne permanece exactamente igual a antes de serlo, es decir, aún es
pecaminosa y llena de concupiscencias. Esto se debe a que una vez que recibimos al Señor
como nuestro Salvador, nacimos de nuevo en nuestro espíritu humano con el Espíritu divino de
Dios, pero nuestra carne continúa siendo carne.

Juan 3:6 “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”

-Mientras vivamos en esta vida física, nuestra carne permanecerá igual. Nunca mejora y nunca
cambia, no importa cuánto tiempo tengamos de ser salvos o cuánto hayamos crecido en el
Señor. Sólo podremos deshacernos de la carne cuando el Señor Jesús regrese, resucite y
transfigure nuestro cuerpo caído como Filipenses 3:20-21 nos dice:

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor
Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de
la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.

La salvación completa que Dios efectúa prometida en esta palabra incluye nuestro cuerpo
caído. Pero por ahora, nuestra carne sigue siendo la carne pecaminosa.

Poseer un conocimiento adecuado es crucial

Es esencial que como creyentes tengamos un conocimiento apropiado de que nuestra carne
pecaminosa no cambia, ya que esto nos alerta del peligro que la carne representa para
nosotros. El hecho de que lo sepamos o no nos puede afectar gravemente.

Digamos que no tenemos ni la menor idea de que cierta sustancia que usamos en la limpieza
de nuestra casa o carro, es extremadamente tóxica. Debido a que no sabemos qué es
peligrosa,
no nos preocupa e incluso somos descuidados al manejarla, y como resultado nos hicimos
daño. Pero una vez que conocemos lo que peligrosa que es, seremos bastante cuidadosos en
su manejo a fin de protegernos a nosotros mismos.
Esto nos demuestra que tener el conocimiento adecuado acerca de nuestra carne es bueno
para nosotros los creyentes, y el no saberlo nos puede perjudicar.
-El peligro en que se encuentra nuestra vida espiritual debido a la carne es real y a diferencia
de la sustancia tóxica en el ejemplo anterior, nuestra carne no está fuera de nosotros como un
elemento que simplemente podemos ignorar; es parte de nosotros y está siempre presente.

Veamos la estrategia que Satanás utiliza por medio de la carne de los cristianos en contra de sí
mismos.

satanás le esconde a los cristianos la verdad en cuanto a la carne. Esta es su estrategia, el


quiere que creamos que nuestra carne no es un problema después de ser salvos, que ya ha
mejorado y que por lo tanto, no es ningún​ peligro para nosotros ya que hemos sido lavados por
la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, pero ya habiendo pasado cierto tiempo estamos
caminando confiados creyendo que somos invencibles. Él sabe que si pensamos de esta
manera comenzaremos a bajar la guardia, y como resultado pecaremos.

¿Qué queremos decir con “bajar la guardia”? ¿Qué significa esto en la práctica?

Supongamos que estamos seguros de que nunca cometeremos cierto pecado porque no lo
hemos hecho por mucho tiempo, o estamos seguros de que nunca lo haremos porque nunca lo
hemos cometido antes. ¿Qué sucede cuando pensamos que estamos a salvo? A menudo, nos
permitiremos estar en ciertas situaciones en las que no nos damos cuenta que nuestra carne
puede ser despertada y nos domine.

Tal vez antes de ser salvos asistíamos a bares y bebíamos con nuestros amigos. Digamos que
ahora nuestros compañeros de trabajo o nuestros amigos nos invitan a un bar. Vamos,
pensando: “Ahora que soy salvo, ya no tengo la tentación de beber”. No nos damos cuenta de
que nuestra carne no ha mejorado y que todavía es tan fuerte como lo era antes. Nuestra carne
vence nuestra fuerza de voluntad, arrastrándonos de nuevo a la misma vida que teníamos
antes. Es demasiado tarde cuando nos damos cuenta de que aún estamos sujetos a las
concupiscencias de la carne.

O, si usamos otro ejemplo, sabemos que la inmoralidad tal como la fornicación es pecaminosa.
Sin embargo, quizás pensemos: “Ahora que soy cristiano, definitivamente nunca tendré un
problema con esto. Mis altos valores morales evitarán que algo suceda”. De modo que,
repetidamente, ya sea en el trabajo o en cualquier otro lugar pasamos tiempo a solas con un
miembro del sexo opuesto porque pensamos que somos inmunes a las concupiscencias de la
carne. Pero, al final, ya que hemos pasado tanto tiempo a solas, nos comportamos
descuidadamente y, en un momento desprevenido, como resultado, podemos pecar. No nos
damos cuenta de que nuestra carne es mucho más fuerte que nuestros valores morales. La
carne no sólo opera en un cierto tipo de persona; opera en todos. Cada ser humano tiene la
lujuria de la carne, y cada ser humano, incluyendo al creyente, es capaz de cometer cualquier
tipo de pecado. Debido a la lujuria de la carne, podemos pecar con tan sólo estar en el entorno
equivocado.

De esta manera Satanás daña a los creyentes, una y otra vez, adormeciéndolos a fin de que no
se protejan contra la carne.

En el libro de Romanos, un libro escrito a los creyentes, Pablo claramente advierte a los
creyentes a protegerse no sólo del pecado, sino del pecado que se esconde en su propia
carne.

“No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que obedezcáis a las
concupiscencias del cuerpo”. (Ro. 6:12)
Si somos descuidados con nuestra carne, el pecado reinará incluso en el cuerpo de un
creyente. ¡Qué tragedia!

Primero debemos ver el peligro

El primer paso que debemos tomar para no permitir que el pecado reine es ver el peligro que
representa nuestra carne. Nuestra carne caída y pecaminosa es como un animal salvaje que
nunca puede ser domado. Darle la mas mínima libertad puede causar que se escape y haga un
gran daño. Aún las cosas que vemos y escuchamos pueden despertar la carne. ¡Ciertamente
necesitamos pedirle al Señor que nos muestre la seriedad de nuestra carne, y cómo debemos
protegernos de ella! Si cedemos a la carne aunque sea un poco porque pensamos que somos
fuertes y podemos vencerla, o porque pensamos que ya no estamos sujetos a la lujuria de la
carne, como consecuencia pecaremos.

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