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Una mirada fija que me roce el alma sin ni siquiera tocarme.

Que me desnude sin ninguna intención oculta,


solamente por el mero hecho de conocerme más, de entender y de descubrir mi historia, mis cicatrices.
Una mirada que me descifra que no necesita de palabras; que pide silencio y que detiene el tiempo pintando un
momento eterno.
Tú mirada que me acompaña, que me apoya, que curiosea mis gestos en esos instantes que me desconecto.
Tú mirada que me mira y mis ojos que te elijen.
Podría comenzar haciendo mención de la fecha especial que estamos compartiendo, pero me parecería injusto en
dezmero de tantos otros días especiales que compartimos. Porque a tu lado el día de los enamorados no es uno
sólo, si no todos los días. Cada momento, en cada llamada, con todos los mensajes y cada uno de los encuentros.
Aunque admito que me gusta la idea de tener este día para celebrar el amor que nos tenemos. Para celebrar y re
enamorarnos como tantas veces lo hicimos. Un día para conversar, para mirarnos, para mimar, para seguir
creciendo juntos.
No quiero ya sonar a poeta improvisada. Quiero por esta vez sólo abrir el corazón y darle pase a libre a todas las
palabras, a todos los sentimientos y recuerdos.
He caminado por muchos años la soledad. La transite de todas las formas posibles; enojada, feliz, acompañada
(mal acompañada), buscando, cerrándome, escapando, con amigos, sola…
En un fin de semana con mi tan amado grupo de Gestalt, que ya conoces, trabaje mi soledad; me reconcilié con
ella. Comparé mi corazón a un barco, un barquito que se dejaba llevar por la corriente, por el viento, por la lluvia.
De un lado a otro, sin destino, solo navegando mar adentro. Y así me sentía en verdad, sin destino, dejándome
llevar por los días, por mi tristeza por mi desesperada búsqueda de amor.
“-¿qué buscas Juli?-
- Creo que como todos busco amor, compañía. Alguien que se la juegue por mí… (y me quebré…)
- Deja de buscar afuera lo que está dentro. No pidas a alguien de afuera lo que puedes pedirte a vos misma.
Julieta, sé vos misma tu ancla.”
Esta fue la conversación que tuve con mi profesora que me guiaba en el trabajo.
Recuerdo ese día como un mar de lágrimas, con dolor de cabeza por la tristeza derramada… pero sobre todo por
el gran “darme cuenta” que tuve ese día.
Esa noche fue la primera vez que enfrente el espejo, que enfrente tan conscientemente mi mirada, y decidí
amarme, ser yo misma mi ancla. Detenerme cuando sea conveniente. Estar conmigo y habitarme.
“El cuerpo es tu ancla en el presente”; esa fue otra de las frases que me quedaron resonando y quedo en mis
pensamientos, y hasta quiero escribirla en mi cuerpo.
Al día siguiente, salí de casa a caminar conmigo misma. Y me compre esa anclita que en algunas oportunidades
viste colgada de mi cuello. Me recuerda a que yo soy mi propia ancla.
A la noche, busque a Dios para contarle todo lo que había vivido ese fin de semana, para mostrarle mi dije, para
orar por ese alguien que más adelante sería mi verdadera ancla.
Sé por mi fe, y por testimonio vivo de mi Fe que Dios es mi GRAN ANCLA con mayúscula, pero tuve que aprender
también a ser yo misma, a marcar mi horizonte, a cuidar mi corazón, a marcarle el camino, a que no se asuste
con las tormentas, que mantenga la calma. Y que sobre todo disfrute del paisaje.
Esa noche en medio de toda esta conversación y reflexión que estaba teniendo con mi Padre, sin darme cuenta
rece por vos.
En un momento de audacia y de vergüenza… sí, agradecí a Dios por todo aquel aprendizaje que tuve, pero me
anime a pedirle por aquella persona que él pensó para mí, aquella persona que sea también mi verdadera ancla.
Le prometí que esperaría paciente, que además tenía que aprender a manejar yo mi ancla, y deje en sus manos
nuestro encuentro.
De Aquella noche hasta hoy pasaron ya casi 3 años.
Me detuve a contarte toda esta anécdota que creo no te la conté nunca, porque creo que hay historias que
deben ser contadas en otros tiempos, saber esperar la oportunidad y ser pacientes.
Te lo cuento pausado y detalladamente para que también me conozcas y también tomes consciencia de lo que
significas para mí. Que Cuando te digo que fuiste mi oración escuchada en verdad lo sos. Una bendición del Cielo,
un regalo perfecto de mi Padre. Este amor que Él nos regala.
Sos el ancla de mi corazón, quien me detiene cuando voy muy a prisa, que me hace pisar tierra, que me
tranquiliza en las noches de tormenta.
Sos mi Ancla porque ahí, en tu corazón se quiere quedar el mío, ya nunca más navegar solo por el mar de la vida.
Siempre a tu lado, con vos.

Amo los símbolos. Esos objetos que están cargado de historia, de pensamientos compartidos, de vida, de
representaciones. Poder ver un pedazo de pan y para muchos poderlo ver al mismo Dios ahí. Ver un lobo y verte
a vos. Mirar algo y ver otra cosa. Esa magia del símbolo me gusta.
Hoy poder ver un ancla y mirar directamente tu corazón.

Te amé antes sin conocerte.


Te amo ahora que te conozco.
Te amare siempre porque te elijo.
Tu compañera de vida, Juli
14/02/2019

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