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CARTA DE BEETHOVEN A SU AMADA SECRETA.

“6 de julio por la mañana.

Mi ángel, mi todo, mi ser mismo. Hoy sólo unas palabras y escribo con lápiz [el tuyo]. Sólo
mañana determinaré definitivamente mi alojamiento, qué inútil pérdida de tiempo. ¿Por qué
este dolor tan profundo cuando se impone la necesidad? Acaso nuestro amor no puede
perdurar como no sea a través del sacrificio, de modo que cada uno no lo exija del otro;
acaso puedes modificar el hecho de que no eres totalmente mía, y yo no soy totalmente
tuyo.

¡Oh, Dios mío, contempla las bellezas de la naturaleza y reconforta tu corazón con lo que
debe ser! El amor lo exige todo y es muy justo que así sea, esa es mi actitud hacia ti y la
tuya hacia mí. Pero tú olvidas muy fácilmente que debo vivir para mí y para ti; si
estuviéramos totalmente unidos sentirías del dolor tan poco como yo. […]

Seguramente nos veremos pronto: más aún, hoy no puedo compartir contigo los
pensamientos que tuve los últimos días en relación con mi propia vida. Si nuestros
corazones estuviesen siempre unidos, no concebiría tales pensamientos. Mi corazón
desborda con tantas cosas que necesito decirte. ¡Ah! Hay momentos en que siento que el
lenguaje de nada sirve. Anímate, continúa siento mi auténtico y único tesoro, mi todo, como
yo lo soy tuyo. Los dioses deben depararnos lo que merecemos.

Tu fiel Ludwig”.

“Lunes 6 de julio, por la noche.

Estás sufriendo, mi amadísima criatura –sólo ahora supe que es necesario despachar las
cartas muy temprano la mañana de los lunes y los jueves, los únicos días que la diligencia
del correo sale de aquí. Estás sufriendo. ¡Ah, donde quiera que estoy estás conmigo! […]

La humildad del hombre hacia el hombre me agobia y cuando considero mi propia persona
en relación con el universo, lo que soy y lo que es Él, el mismo al que llamamos el más
grande, y todavía, aquí está lo divino del hombre. […]

Tanto como me amas te amo. Buenas noches. Como estoy tomando los baños debo ir a
acostarme. ¡Oh, Dios mío! ¡Tan cerca! ¡Tan lejos! ¿Acaso nuestro amor no es de verdad
una estructura celestial, y también tan firme como la bóveda del cielo?.”

“Buenos días, el 7 de julio.

Aunque estoy acostado, mis pensamientos van hacia a ti mi Amada Inmortal, a veces
alegres y otras esperando saber si el destino no oirá o no. Puedo vivir totalmente solo
contigo o no viviré. Si, estoy decidido a vagar tanto tiempo lejos de ti hasta que pueda volar
a tus brazos y decir que me siento realmente sereno contigo.

Tú debes dominarte tanto más cuanto que conoces la fidelidad que te profeso. Nadie puede
poseer jamás mi corazón, nunca, nunca. ¡Oh, Dios mío, por qué uno tiene que separarse
del ser y sin embargo, mi vida en Viena es ahora muy desgraciada. Tu amor me convierte
en el más feliz y al mismo tiempo en el más desgraciado. A mi edad necesito una vida
tranquila y serena. […] Serénate, sólo mediante la tranquila consideración de nuestra
existencia podremos realizar nuestro propósito de vivir unidos.

Ten calma, ámame, hoy, ayer, qué doloroso anhelo de ti, mi vida, mi todo. Adiós. ¡Oh,
continúa amándome, nunca juzgues mal el más fiel corazón de tu amado.

Siempre tuyo,
Siempre mía,
Siempre nuestro.

L.”
CARTAS DE FRAN KAFKA

CARTA I

Le escribí unas líneas desde Praga y luego desde Merano. No ha habido respuesta.
Por supuesto, esas líneas no exigían contestación inmediata y si su silencio
no es más que señal de una relativa bienaventuranza —lo cual con frecuencia
se traduce en una cierta resistencia a escribir— me doy por satisfecho. Pero también
existe la posibilidad —y por eso le escribo— de que en mis líneas la haya
herido de alguna manera. ¡Qué torpe sería mi mano, contra toda mi voluntad,
si ése fuera el caso! O bien —y eso sería mucho peor por cierto— que ese
momento de sereno respiro, al cual usted aludía, haya pasado y una vez más se
inicie una mala época para usted.

Acerca de la primera posibilidad no sé qué decir. ¡Es algo tan ajeno a mí y


lo demás me toca tan de cerca! Respecto a la segunda posibilidad no le brindaré
consejos —¿cómo podría aconsejarla yo?— me limitaré a formularle una pregunta:
¿Por qué no abandona Viena por un tiempo? ¿Usted no carece de asilo
como otra gente? ¿No extraería nuevas fuerzas de una estadía en Bohemia? Y, si
por razones que yo desconozco, no quisiera visitar Bohemia, podría viajar a
algún otro lugar. Quizás incluso Merano sea conveniente. ¿Lo conoce?
De modo que espero dos cosas. La continuación de su silencio, lo cual significa:
“No hay razón para preocuparse, me va bastante bien.” O bien unas
pocas líneas.

Afectuosamente, Kafka

CARTA II

Estimada Frau Milena: Acaba de cesar una lluvia que se prolongó por espacio de
dos días y una noche. Es probable que sólo se haya detenido por un rato, pero de
todas maneras es un acontecimiento digno de ser celebrado. Y eso es lo que estoy
haciendo al escribirle. Sin embargo, hasta la lluvia era soportable, porque aquí uno
está en el extranjero, extranjero sólo en cierta medida, pero con todo hace bien al
corazón. Si mi impresión fue correcta (un pequeño encuentro aislado, semimudo,
parecería ser inagotable en el recuerdo), usted también disfrutaba de la sensación
de ser extranjera en Viena, aunque más tarde las circunstancias generales hayan
ensombrecido ese placer. Pero ¿no disfrutó usted de lo desconocido como tal?
(Cosa que, dicho sea de paso, puede ser un mal síntoma, un síntoma que no
debería presentarse.) Yo lo paso bastante bien aquí. Difícilmente pueda el cuerpo
mortal soportar más cuidados. El balcón de mi pieza está inmerso en un jardín
rodeado, arbustos en flor (la vegetación es muy curiosa aquí: con una temperatura
que en Praga casi congelaría los charcos, ante mi balcón comienzan a abrirse las
flores) y expuesto por completo al sol (mejor dicho, a un cielo densamente nublado,
desde hace casi una semana). Me visitan lagartijas y pájaros, parejas desparejas.
¡Me gustaría tanto que viniera a Merano! Hace poco me hablaba usted, en una carta,
de atmósfera irrespirable. La imagen y el sentido están muy próximos en ese caso
y ambos podrían mejorar un poco aquí.

Con los más afectuosos saludos Suyo, F. Kafka


CARTA DE KARL MARX A SU AMADA ESPOSA JENNY VON WESTPHALEN

21 de Junio de 1856

¡Amada mía!

Te escribo de nuevo porque me encuentro solo y me es difícil estar siempre platicando mentalmente
contigo y que al mismo tiempo, tú no sepas nada de esto, no me oigas y no puedas responderme.

Tu retrato no esta mal, es maravilloso, me viene bien, y ahora comprendo porque hasta las lúgubres
madonnas, las más monstruosas obras de la virgen, podían encontrar fervorosos admiradores, e
incluso, mayor cantidad de admiradores que las mejores pinturas. En todo caso, ninguna de esta
lúgubres obras fue tan besada, nadie las miró con este estremecimiento piadoso, nadie las adoró
tanto como yo a tu retrato que, aunque no es lúgubre, es sombrío, y no refleja en absoluto tu gracia,
tu encanto dolce, creado especialmente para besarte el rostro. Yo afirmo que los rayos del sol se
imprimieron mal, y encuentro que mis ojos no se han deteriorado con la luz de la lámpara nocturna
ni con el humo del tabaco, y son capaces de dibujar no solo en sueños, sino en la realidad. Tú estás
toda ante mí como viva, te tomo en mis manos, te cubro de besos de la cabeza a los pies, caigo de
rodillas ante ti y suspiro, «yo la amo madame». Y efectivamente, te amo más fuerte de lo que alguna
vez amó el moro de Venecia.

El falso y vacío mundo crea una errónea y superficial idea de las personas. ¿Cuál de mis numerosos
calumniadores y detractores me ha reprochado alguna vez que sirvo para el papel de primer amante
en algún teatro de segunda? Y es así. Encuentran esos miserables aunque sea una gota de humor:
garabatean por una parte «La relación de producción y cambio» y de otra parte me dibujan a mí
entre tus piernas. Pero esos miserables son imbéciles, y quedarán imbéciles in seculum seculorum.

Una separación temporal es beneficiosa, pues la relaciones permanentes ocasionan una apariencia
monótona, a través de la cual se borran las diferencias entre las cosas. Incluso las torres aparentan
no ser tan altas en la mezquindad de la vida diaria, y cuando se choca con ellas de cerca, crecen
desmesuradamente. Así sucede a las pasiones. Las costumbres cotidianas, como resultado de su
cercanía, atrapan por completo al hombre, semejan pasiones, y dejan de existir con solo desaparecer
de la vista su objetivo directo.

Las pasiones profundas, que como resultado de su cercanía toman forma de costumbres diarias,
crecen y de nuevo toman su fuerza propia bajo la mágica influencia de la separación. Cuesta tanto
universo separarnos, y yo aquí me convenzo de que el tiempo de que dispongo para nuestro amor
será lo mismo que el sol y la lluvia para las plantas.

Mi amor hacia ti, lejos de mí te costara trabajo comprobarlo, significa tanto como lo que es en
realidad: una especie de gigante, en él se junta toda la energía de mi alma y la fuerza de mis sentidos.
De nuevo me siento hombre, en el completo sentido de la palabra, pues experimento una gran
pasión.

Es que esa variedad que nos impone la enseñanza y la conducta moderna, y esa expectatividad que
nos hace poner en duda todas las sensaciones objetivas y subjetivas, solo sirve y existe para
hacernos ruines, débiles, burgueses, e indecisos. No obstante, no es el amor al hombre de
Feuerbach, ni el amor al proletariado, sino el amor a la amada, a ti, el que hace al hombre de nuevo
hombre, en el completo sentido de la palabra.

Te sonreirás, querida mía, y te preguntarás por qué estoy tan retórico. Pero si yo pudiera apretar tu
tierno y limpio corazón al mío, me callaría y no pronunciaría ni una palabra.

Ante la imposibilidad de besarte hasta el cansancio, me veo forzado a recurrir a las palabras para
con su ayuda enviarte mis besos. Así, podría yo incluso componer versos, y reescribir el Libri tristium
de Ovidio en alemán. Ovidio fue solo separado del emperador Angusto. Yo estoy alejado de ti, y a
este Ovidio que soy nadie lo comprende.

En el mundo hay muchas mujeres, muchas de ellas hermosas, pero ¿dónde encontraría yo otra cara,
otros rasgos, incluso otras arrugas que me despierten los más profundos y hermosos recuerdos de
mi vida?

Incluso, mi dolor infinito, mi insustituible perdida, la veo en tu cariñoso rostro, y supero el sufrimiento
cuando cubro de besos tu querido rostro, y ya no necesito a los brahamanes, ni a Pitágoras con sus
estudios sobre la resurrección del alma, ni al cristianismo con su estudio del resurgimiento después
de la muerte.

Me despido, amada mía, miles y miles de besos para ti y para los niños.

Tuyo, Carlos.
Carta abierta a mi nieto/Juan Gelman

“Dentro de seis meses cumplirás 19 años. Habrás nacido algún día de octubre de 1976 en un campo
de concentración. Poco antes o poco después de tu nacimiento, el mismo mes y año, asesinaron a
tu padre de un tiro en la nuca disparado a menos de medio metro de distancia. Él estaba inerme y lo
asesinó un comando militar, tal vez el mismo que lo secuestró con tu madre el 24 de agosto en
Buenos Aires y los llevó al campo de concentración Automotores Orletti que funcionaba en pleno
Floresta y los militares habían bautizado “el Jardín”. Tu padre se llamaba Marcelo. Tu madre,
Claudia. Los dos tenían 20 años y vos, siete meses en el vientre materno cuando eso ocurrió. A ella
la trasladaron -y a vos con ella- cuando estuvo a punto de parir. Debe haber dado a luz solita, bajo
la mirada de algún médico cómplice de la dictadura militar. Te sacaron entonces de su lado y fuiste
a parar -así era casi siempre- a manos de una pareja estéril de marido militar o policía, o juez, o
periodista amigo de policía o militar. Había entonces una lista de espera siniestra para cada campo
de concentración: Los anotados esperaban quedarse con el hijo robado a las prisioneras que parían
y, con alguna excepción, eran asesinadas inmediatamente después. Han pasado 12 años desde que
los militares dejaron el gobierno y nada se sabe de tu madre. En cambio, en un tambor de grasa de
200 litros que los militares rellenaron con cemento y arena y arrojaron al Río San Fernando, se
encontraron los restos de tu padre 13 años después. Está enterrado en La Tablada. Al menos hay
con él esa certeza.

Me resulta muy extraño hablarte de mis hijos como tus padres que no fueron. No sé si sos varón o
mujer. Sé que naciste. Me lo aseguró el padre Fiorello Cavalli, de la Secretaría de Estado del
Vaticano, en febrero de 1978. Desde entonces me pregunto cuál ha sido tu destino. Me asaltan ideas
contrarias. Por un lado, siempre me repugna la posibilidad de que llamaras “papá” a un militar o
policía ladrón de vos, o a un amigo de los asesinos de tus padres. Por otro lado, siempre quise que,
cualquiera hubiese sido el hogar al fuiste a parar, te criaran y educaran bien y te quisieran mucho.
Sin embargo, nunca dejé de pensar que, aún así, algún agujero o falla tenía que haber en el amor
que te tuvieran, no tanto porque tus padres de hoy no son los biológicos -como se dice-, sino por el
hecho de que alguna conciencia tendrán ellos de tu historia y de cómo se apoderaron de tu historia
y la falsificaron. Imagino que te han mentido mucho.

También pensé todos estos años en qué hacer si te encontraba: si arrancarte del hogar que tenías
o hablar con tus padres adoptivos para establecer un acuerdo que me permitiera verte y
acompañarte, siempre sobre la base de que supieras vos quién eras y de dónde venías. El dilema
se reiteraba cada vez -y fueron varias- que asomaba la posibilidad de que las Abuelas de Plaza de
Mayo te hubieran encontrado. Se reiteraba de manera diferente, según tu edad en cada momento.
Me preocupaba que fueras demasiado chico o chica -por ser suficientemente chico o chica- para
entender lo que había pasado. Para entender lo que había pasado. Para entender por qué no eran
tus padres los que creías tus padres y a lo mejor querías como a padres. Me preocupaba que
padecieras así una doble herida, una suerte de hachazo en el tejido de tu subjetividad en formación.
Pero ahora sos grande. Podés enterarte de quién sos y decidir después qué hacer con lo que fuiste.
Ahí están las Abuelas y su banco de datos sanguíneos que permiten determinar con precisión
científica el origen de hijos de desaparecidos. Tu origen.

Ahora tenés casi la edad de tus padres cuando los mataron y pronto serás mayor que ellos. Ellos se
quedaron en los 20 años para siempre. Soñaban mucho con vos y con un mundo más habitable para
vos. Me gustaría hablarte de ellos y que me hables de vos. Para reconocer en vos a mi hijo y para
que reconozcas en mí lo que de tu padre tengo: los dos somos huérfanos de él. Para reparar de
algún modo ese corte brutal o silencio que en la carne de la familia perpetró la dictadura militar. Para
darte tú historia, no para apartarte de lo que no te quieras apartar. Ya sos grande, dije.

Los sueños de Marcelo y Claudia no se han cumplido todavía. Menos vos, que naciste y estás quién
sabe dónde ni con quién. Tal vez tengas los ojos verdegrises de mi hijo o los ojos color castaño de
su mujer, que poseían un brillo especial y tierno y pícaro. Quién sabe cómo serás si sos varón. Quién
sabe cómo serás si sos mujer. A lo mejor podés salir de ese misterio para entrar en otro: el del
encuentro con un abuelo que te espera.”

12 de abril de 1995

Carta publicada en el semanario Brecha, Montevideo, el 23 de diciembre de 1998


CARTA DE ALBERT CAMUS A SU PROFESOR

Querido señor Germain:

He esperado a que se apagase un poco el ruido que me ha rodeado todos estos


días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande,
que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi
madre y después en usted. Sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito
que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de esto. No es
que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la
oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y le puedo
asegurar que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso
continúan siempre vivos en uno de sus pequeños discípulos, que, a pesar de los
años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.

Le mando un abrazo de todo corazón.

Albert Camus

Carta de Virginia Woolf a Leonard Woolf

(Carta escrita por Virginia Woolf a su marido Leonard, momentos antes de


ahogarse intencionadamente en el río Ouse)

28 de Marzo de 1941

Querido,
estoy segura de que, de nuevo, me vuelvo loca. Creo que no puedo superar otra de
aquellas terribles temporadas. No voy a curarme en esta ocasión. He empezado a
oír voces y no me puedo concentrar. Por lo tanto, estoy haciendo lo que me parece
mejor. Tu me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en todo momento todo
lo que uno puede ser. No creo que dos personas hayan sido más felices hasta el
momento en que sobrevino esta terrible enfermedad. No puedo luchar por más
tiempo. Sé que estoy destrozando tu vida, que sin mí podrías trabajar. Y lo harás,
lo sé. Te das cuenta, ni siquiera puedo escribir esto correctamente. No puedo leer.
Cuanto te quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido
totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirte... todo el
mundo lo sabe. Si alguien podía salvarme, hubieras sido tu. No queda nada en mí
salvo la certidumbre de tu bondad. No puedo seguir destrozando tu vida por más
tiempo.

No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que nosotros
hemos sido.

Cartas a Chepita de Jaime Sabines

¿Estoy enamorado en verdad? Yo sé que no es enamoramiento, es amor. Uno se


enamora de cualquier mujer, a cualquier hora, en un encuentro fortuito, en una
cita premeditada. Yo me enamoro a cada paso, de unos ojos, de una palabra, de un
gesto oportuno, de una sugerencia, y no obstante sólo quiero a Chepita. En las
demás es pura función estética; en Chepita es dación, entrega indefectible,
transferencia.

7 de noviembre de 1948.
Carta de Pizarnik a Cortázar

“Julio, fui tan abajo. Pero no hay fondo.

Julio, creo que no tolero más las perras palabras. La locura, la muerte. Nadja no
escribe. Don Quijote, tampoco.

Julio, odio a Artaud (mentira) porque no quisiera entender tan sospechosamente


bien sus posibilidades de la imposibilidad.

Me excedí, supongo. Y he perdido, viejo amigo de tu vieja Alejandra que tiene miedo
de todo salvo (ahora, ¡Oh, Julio!) de la locura y de la muerte. (Hace dos meses que
estoy en el hospital.

Excesos y luego intento de suicidio -que fracasó, hélas).

P.D. En el hospital aprendo a convivir con los últimos desechos. Mi mejor amiga es
una sirvienta de 18 años que mató a su hijo.”

—Alejandra

París, 9 de septiembre de 1971

Mi querida, tu carta de julio me llega en septiembre, espero que entre tanto estés
ya de regreso en tu casa. Hemos compartido hospitales, aunque por motivos
diferentes; la mía es harto banal, un accidente de auto que estuvo a punto de. Pero
vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te
das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra,
y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza –
y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte. Quiero otra carta tuya,
pronto, una carta tuya. Eso otro es también vos, lo sé, pero no es todo y demás no
es lo mejor de vos. Salir por esa puerta es falso en tu caso, lo siento como si se
tratara de mí mismo. El poder poético es tuyo, lo sabés, lo sabemos todos los que
te leemos; y ya no vivimos los tiempos en que ese poder era el antagonista frente a
la vida, y ésta el verdugo del poeta. Los verdugos, hoy, matan otra cosa que poetas,
ya no queda ni siquiera ese privilegio imperial, queridísima. Yo te reclamo, no
humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale
la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero
no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra.

Escribíme, coño, y perdoná el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o
verde?) para darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo

Julio

(El 25 de septiembre de 1972, Alejandra aprovechó un permiso del


psiquiátrico y se suicidó con una sobredosis de Seconal Sódico. Un año
después de escribir esta carta
MEDELLÍN, MARZO 25 DE 1950
Señorita, Julieta González O.

Noble amiga: la espera de tus cartas ha sido inútil; ellas, que son un consuelo, no llegan
precisamente cuando más las necesito. Ahora te escribo, con fuerzas que solamente
puede dar el amor; no sé hacia ti, cuál de mis sentimientos puede definirse; a veces
creo que todos menos dos: el olvido y el odio, que son sentimientos negativos.
Realmente estimada Julieta, estoy viviendo una inmensa agonía, un sufrimiento
inconsolable. Se trata de que en ese mi pueblo, había un ser humilde y sencillo, pero
noble y grande, que había convivido largo tiempo en casa de mi mamá y luego en la
mía. Yo era para esa alma buena, un contemplado, toda la vida sintió admiración y
preferencia por mí. Cuando vine a esta, más la quería y no dejaba de escribirle, ella
llenaba mucha parte de mis vivencias y de mis recuerdos. Siempre cuando viajaba a
esa, a pesar de mis vacaciones, sentíamos recíprocamente una inmensa alegría; en
ella tenía yo la justificación de mis vacaciones. Anciana, sometida por el peso de los
años, yo la admiraba como nunca, ella a su vez no dejaba de manifestarme el deseo
de que yo fuera un hombre grande. Muy en cuenta tendría yo ese deseo y realmente
pienso coronarlo. Lo que más me entristece es que ese ser haya desparecido sin ver
totalmente el triunfo de mis ideales; en parte ella estaba satisfecha cuando le enviaba
mis escritos y se emocionaba con mis cartas, que eran cartas de hijo; claro, todo lo de
los hijos, para las madres, es superior, ya me veía dentro de su escaso mundo, con la
conquista de la gloria; realmente no es así, pero será en honor a sus cenizas; no es una
promesa, es un juramento.

Judith me llamó por teléfono el viernes a las diez de la mañana, para decirme su
enfermedad y el deseo que ella manifestaba por ver la última vez a Paquito, como
cariñosamente me llamaba, yo, naturalmente ofuscado arreglé mis problemas con la
Universidad, conseguí* unos libros y estaba dispuesto a madrugarme el sábado, pero
cuando llegué a la casa por la noche, comprendí en las lágrimas de mi mamá, que todo
era irremediable, con esa noticia de la muerte de aquel ser que lo era todo para mí,
llegó a mi espíritu un tanto desesperado, la angustia y casi la muerte; no creía que la
evocación de los recuerdos de un ser querido, trajeran tanta tristeza. He pasado*
inconsolable, entregado a la pena, procurando aislar esos recuerdos que me llenan de
tristeza; ahora sí estoy entregado a las lecturas graves, algo que me compense
mientras dure, la vanidad de esta vida, que se justifica por otra en la eternidad. Cuando
desaparecen estos seres buenos y nobles, entonces sí veo la necesidad de que exista
un premio eterno. Yo debo ir pronto a rezar a la tumba de ese ser, que fue para mí una
madre.

Feliz ella que rompió con el dolor, para unirse con la felicidad en el paraíso.
Te recuerdo mucho:
Gonzalo Arango A.
MEDELLÍN, MARZO 17 DE 1950

Señorita, Julieta González O.

Queridísima niña: mi deseo por comunicarme contigo me enloquece y esto basta para
comprender lo mucho que te… estimo.

Tengo que poner esta palabra para cumplir con mi voluntad, la mía es otra, te lo aseguro,
pero de ello se encargará el tiempo y la paciencia que me insinúas debo tener, para no
desesperar. Te manifestaba pues, mis anhelos por escribirte y estar contigo en palabras,
porque en cuanto a mi pensamiento, tú estás siempre conmigo y en cuanto a mi alma con
mayor razón; pero no siempre podemos hacer lo que queremos y he aquí que, apenas hoy
puedo cumplir mis deseos, eso sí, con gran cariño, como acostumbras a poner en tus caricias,
que no parecen escritas por mano humana, sino por inspiración divina, claro, es el ángel que
hay en ti, el que las inspira y escribe. No te dé esto pie, para juzgarme como adulador, yo
soy, como tú, enemigo de esas personas, porque el que adula finge y a mí me encanta la
verdad y la sinceridad en todo. ¡Qué semejanza de sentimientos entre el noble espíritu y el
modesto mío! Por algo será que yo insisto en mi admiración hacia ti, de eso no me culpes,
pues yo no hago sino obedecer a una inclinación estimativa que me dio la naturaleza, tan
sabia en sus cosas y que me ordena querer un alma semejante de la mía. Si me reprochas esta
aspiración tan alta, de quererte, no es a mí quien debes hacerlo, es a la naturaleza, que todo
lo dispone.

Monita, el viernes pasado envié una cartica a Octavio, el marido de mi hermana Adela, junto
con una revista de Letras universitarias, no sé si te fue entregada; yo dudo del cumplimiento
en personas ajenas a las cuestiones sentimentales, cuando los negocios llenan la vida de una
persona, hay que desconfiar de que se preocupen por lo que es, como mis cartas, un mensaje
del alma. ¿Habrás estado entonces ocupada para no contestarla? Aún no he recibido noticias
tuyas, tal vez el destino se opone a mi felicidad y no quiere que yo reciba tus mensajes de
amiga como dirías tú y de reina como diría yo. No te imaginas pues, lo pendiente que he
estado de tus cartas, las espero con un delirio indecible, mi preocupación por ir a la casa
después de los estudios no es tanto por descansar, como por saber sí llegaron tus cartas, pero
en esta semana ha sido inútil toda espera; ¿se agotó tu bondad?, ¿se acabó tu cariño? ¿Pasó
ya la sensación de amistad? Para mí si se acabó esto, se ha acabado todo, el máximo ideal de
mi vida, como puse en la revista a manera de dedicatoria.

En fin monita, tendrás tus razones, y lo que tú haces, es para mí como un mandamiento, yo
lo recibo con obediencia y con afecto, viniendo de ti. Mañana viernes tengo un examen de
química, después de él te escribiré. Pídele a tu Divinidad, Divinidad de mi vida, para que
ayude a triunfar a este tu siervo.

Gonzalo Arango A.
Mamacita: Cali, 1975.
Un día tú me prometiste que cualquier cosa que yo hiciera, tú la comprenderías
y me darías la razón. Por favor, trata de entender mi muerte. Yo no estaba hecho
para vivir más tiempo. Estoy enormemente cansado, decepcionado y triste, y
estoy seguro de que cada día que pase, cada una de estas sensaciones o
sentimientos me irán matando lentamente. Entonces prefiero acabar de una vez.
De ti no guardo más que cariño y dulzura. Has sido la mejor madre del mundo
y yo soy el que te pierdo, pero mi acto no es derrota. Tengo todas las de ganar,
porque estoy convencido de que no me queda otra salida. Nací con la muerte
adentro y lo único que hago es sacármela para dejar de pensar y quedar
tranquilo.
…Acuérdate solamente de mí. Yo muero porque ya para cumplir 24 años soy un
anacronismo y un sinsentido, y porque desde que cumplí 21 vengo sin entender
el mundo. Soy incapaz ante las relaciones de dinero y las relaciones de
influencias, y no puedo resistir el amor: es algo mucho más fuerte que todas
mis fuerzas, y me las ha desbaratado.
…Dejo algo de obra y muero tranquilo. Este acto ya estaba premeditado. Tú
premedita tu muerte también.
Es la única forma de vencerla.
Madrecita querida, de no haber sido por ti, yo ya habría muerto hace ya muchos
años. Esta idea la tengo desde mi uso de razón. Ahora mi razón está extraviada,
y lo que hago es solamente para parar el sufrimiento.
23 de octubre de 1983

Mi niñita:

Tengo en mi alma para ti un montón de sonrisas y mariposas. Algún día juntaremos los
soles que tú pintas con los soles que yo hago nacer y tendremos para los dos, para los
tres y para todos, unas caras felices. La gente nos mirará y van a querer nuestras
sonrisas. Ese día llegará; por ahora, que nos toca continuar lejos el uno del otro, recuerda
siempre que no importa dónde estés y lo que hagas, yo te amé antes de que nacieras y te
amo más hoy que te conozco, hoy que no te sienten rara ni mis ojos, ni mis manos, ni mis
sueños.

En este tiempo que yo esté lejos, no me olvides. No dejes que yo me muera en tu corazón
y para tu vida. Cuando estés triste, cuando te sientas infeliz en tu vida, piensa en todo lo
que tienes y nunca en lo que te falta; piensa en la cantidad de gente que te quiere, las
abuelitas, los tíos, los primos y, sobre todo, tu mamá, Claudia, y yo que te amamos sin
fronteras. Piensa en que la felicidad está al alcance de tus manos, alégrate de tu belleza y
cultívala, y sobre todo, cuida tu inteligencia, cuida la belleza que está dentro de ti, la
belleza que sólo tú puedes hacer crecer conociendo al mundo y a los hombres, leyendo
apasionadamente y estudiando, que tus ojos brillen porque dentro de ti mantienes
encendido y cálido el fuego. Sé sabia, amor mío. Ser sabio es conocer en cada época
todo lo que ella nos depara, vivir apasionadamente cada camino y cada extravío, saber
siempre que el saber es un árbol infinito donde siempre se escala, ser sabia, mi niñita, es
saber gozar de las cosas pequeñas de la vida y saber estar siempre al lado de los ideales
justos. Y sé buena, también, niña mía, que tu alma siempre esté vestida de fiesta para
recibir al amor y para hacer brotar amor. Nadie se resiste a un alma que va de fiesta por la
vida. La risa convoca la risa. El amor llama al amor. Odia, mi niña, la injusticia y a los
injustos, odia el dolor que provocan unos hombres en otros, rebélate contra toda injusticia
que veas cometer a tu lado. No importa si sufres un poco por ello, con el tiempo tu
estatura se habrá agigantado y te regocijarás con el orgullo en tu propio valor personal, un
orgullo sano, dulce y humano.

Mi niña, yo no te he podido dar toda la ternura que mi vida había acumulado para
alimentarte y recrearme. Tengo atrasadas un sinfín de caricias que sólo tú, mi hija,
podrías despertar y debías recibir. Las guardo en mí. De pronto algún día podrán florecer
en tus manos o en las de tus hijos.

Que nunca existan lágrimas en tus ojos, búscame cuando estés triste en el sol y las
estrellas, en el aire, en todo lo que hay bello en la vida. Yo no pude acompañarte en la
vida pero te di la vida y no me arrepentiré jamás. A ti te corresponde hacerla luminosa,
trabaja y juega; juega y trabaja, y serás feliz.

Espero, mi amor, que tu vida se agigante con tus propios desafíos y sea lo que el destino
te tenga trazado. Convoca para tu alma y tu cuerpo el amor del hombre o los hombres
que te sean entregados por la vida. Sé generosa en el amor, no cuentes en tiempo, ni te
reserves nunca para el futuro en cosas del amor. Desgárrate siempre que ames. Ama con
todo el amor de la vida cuando el amor te asalte. Sé apasionada. Haz de cada época de
tu vida una leyenda.

Mi niña, dejaré dormir todas mis angustias el día que podamos sentarnos en un sitio
cualquiera a reírnos de esta vida que nos ha tocado en suerte a cada uno. Sé feliz, mi
amor.

Tu papá y tu amigo por la vida.

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