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AGRADECIMIENTOS

A veces parece injusto que un libro lleve el nombre de un


solo autor, pues son muchas las personas responsables, directa o
indirectamente, de su concepción, desarrollo y producción. Y
éste no constituye una excepción. He tenido la buena suerte de
consultar con muchos colegas y estudiantes sobre los temas in-
cluidos en sus páginas; demasiados para agradecérselo uno a
uno. Vosotros ya sabéis quiénes sois, y yo valoro enormemente
vuestras aportaciones. Doy en especial las gracias a los que han
integrado mi laboratorio durante los últimos años; vuestro feed-
back y vuestras ideas han sido impagables para este libro y el
resto de mis empeñoscientíficos.
Estoy especialmente en deuda con los que han dedicado
tiempo a leer y comentar el manuscrito. Moshe Bar, Chad Dod-
son, Marc Hauser, Lael Schooler, David Sherry y Gabriella Vi-
gliocco han proporcionado un claro y eficaz feedback sobre capí-
tulos específicos que me ha ayudado a replantear ciertas cuestio-
nes importantes y ha evitado que cometiera diversos errores y
descuidos. Randy Buckner, Wilma Koutstaal, Richard McNally
y Anthony Wagner han leído todo el manuscrito, haciendo muchas
sugerencias útiles y críticas constructivas que han mejorado no-
tablemente el producto final. Varios de mis ayudantes de investi-
gación —Steve Prince, Carrie Racine y Danielle Unger— me han
ayudado de tantas formas que es muy difícil enumerarlas todas;
quiero que sepan lo mucho que valoro su tiempo y su esfuerzo.
Laura van Dam, mi editora de Houghton Mifflin, respaldó el
libro con entusiasmo y aportó agudos comentarios sobre varios
borradores del manuscrito en su fase de desarrollo. Su perspica-
cia, tanto respecto al contenido como al estilo, me sirvió para
mejorar muchísimo el resultado final. Mi agente, Susan Rabiner,
cedió al proyecto su buen tino y su dinamismo, y por ambasco-
sas tiene mi agradecimiento. Comencé Los siete pecados de la me-

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