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La Doctrina Social de La Iglesia
La Doctrina Social de La Iglesia
Los cristianos viven en la sociedad y son parte de ella. Son ciudadanos corrientes,
pero su actuación social, siendo personal y responsable, ha de ser coherente con su
fe y con la recta razón. Los Papas han insistido en ello, especialmente desde finales
del siglo XIX, proporcionando principios morales para el orden social, junio a criterios
de juicio sobre determinados sistemas, estructuras o prácticas vigentes en la vida
social y algunas directrices de acción para contribuir a mejorar la sociedad. Lo han
hecho a través de Encíclicas, Exhortaciones apostólicas, Cartas, Radiomensajes, y
otros documentos. Se trata de un conjunto de textos sustentados en una tradición
vivida por los católicos en las cambiantes circunstancias de la sociedad en la que-se
desenvuelven; están anclados en la fe y contienen un rico humanismo, el cual es
estimado también por muchos no católicos.
El carácter introductorio de este libro, junto con la enorme extensión que han
alcanzado los documentos sociales pontificios, ha hecho necesario centrarse en
algunos temas, dejando otros de lado. Por la misma razón, las cuestiones tratadas
se han limitado a exposiciones elementales, pensando en un tipo de lector de cultura
media, aunque procurando desarrollar los temas con rigor y claridad.
1
encontrará también una amplia selección de textos del Catecismo de la Iglesia
Católica que permiten exponer, con precisión, concisión y autoridad, síntesis
doctrinales que, de otro modo, podrían resaltar excesivamente largas o complejas.
En cambio, apenas se encontrarán comentarios de teólogos, tratadistas y
pensadores, ya que alargarían la exposición más allá de los límites previstos. La
bibliografía incluida al final del libro es también introductoria. Está limitada a obras en
lengua española y, en la mayoría de casos, se refiere a libros editados con
posterioridad a 1988. Se detallan los que hemos considerado como documentos del
magisterio social de la Iglesia más importantes para nuestro tiempo, junto a
introducciones y manuales de doctrina social de la Iglesia y algunos estudios
específicos que, en su mayoría, recogen comentarios a los últimos documentos
pontificios.
Confiamos que escás páginas puedan abrir horizontes y animen al lector o lectora
a acudir a los documentos pontificios completos que más le interesen por su
temática o contenidos, así como a exposiciones sistemáticas más amplias.
Capítulo I
El cristiano que vive en el mundo debe ser consciente del valor y luz de la fe que
le guía a actuar, ya que le revela la verdad última sobre el hombre y su destino, y en
consecuencia le orienta en sus acciones.
Cristo manifiesta la verdad del hombre y su destino eterno, y esta verdad abarca
al hombre entero, también en su dimensión social. El seguimiento de Cristo no
conduce a un espiritualismo desencarnado, despreocupado de las realidades
humanas. Por el contrario, lleva a buscar la verdad y a trabajar por la verdad,
también en el orden temporal.
Ante las diversas circunstancias humanas los fieles cristianos reflexionan a la luz
de la fe y de la razón, apoyados en las enseñanzas de los Papas y de los demás
obispos en comunión con el Romano Pontífice, quienes en virtud de su
responsabilidad ante la verdad, enseñan como maestros auténticos en materia de fe
y costumbres2.
2
y de todas las personas de buena voluntad. Estas enseñanzas han llegado a
constituir un coherente cuerpo doctrinal que se conoce como «Doctrina social de la
Iglesia», y se contienen en diversos documentos, entre los que destacan las
encíclicas pontificias, que son cartas-circulares relativamente extensas. Este género
documental ha sido ampliamente empleado por los Papas desde finales del siglo XIX
en su carea de pastores y maestros de la Iglesia universal.
Al analizar los textos pontificios pueden distinguirse con relativa facilidad los que
son principios de reflexión, criterios de juicio y directrices de acción, ya sea por la
propia exposición o por el contexto en los que aparecen.
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La primera cuestión que se plantea es si la Iglesia tiene alguna misión en el orden
temporal, es decir, en todo aquello que acompaña el caminar del hombre en la tierra
en su realidad histórica y social. El orden temporal comprende, entre otros
elementos, la vida humana, la familia, el trabajo, la cultura, las comunicaciones
sociales, las instituciones de la comunidad política, las relaciones internacionales, el
progreso científico y técnico, los conflictos humanos, la guerra y la paz... Son
realidades que, en su aspecto moral y religioso, de hecho son objeto de las
enseñanzas sociales de la Iglesia.
Jesús declara de modo explícito, ante Pilato, que su reino no es de este mundo 7,
lo cual podría interpretarse como que el mensaje cristiano es completamente ajeno
al orden temporal. Pero no es así. Es significativo que inmediatamente después de
que Cristo afirmara que su reino no era de este mundo, añadiera que su misión era
dar testimonio de la verdad; «Para esto he nacido y para esto he venido al mundo,
para dar testimonio de la verdad» 8, y la verdad se extiende cambien al orden
temporal. El orden temporal que conocemos sufre las consecuencias del pecado
original. La Sagrada Escritura expresa la complacencia de Dios tras la creación: «Y
vio Dios todo lo que había hecho y era muy bueno» 9. Pero, posteriormente, el
pecado original introdujo el desorden en el mundo 10. Este desorden sigue
manifestándose hoy en actuaciones humanas, situaciones y estructuras sociales que
no favorecen el desarrollo del hombre, ni la vocación a la santidad con la que han
sido llamadas rodas las personas11.
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Cristo (apostolado y predicación) y comunicar su gracia (sacramentos).
— Por otra parte, impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el
espíritu evangélico. En este segundo aspecto se inserta la DSI, orientada al
desarrollo auténtico del hombre y de la sociedad para que se respete y promueva
la persona humana en todas sus dimensiones, y se la ponga así en condiciones
más favorables para responder a su vocación a la santidad.
Son los fieles laicos quienes deben hacer efectivo el mensaje social cristiano en la
ordenación de la sociedad: «A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de
obtener el Reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según
Dios (...) a ellos corresponde iluminar y ordenar las realidades temporales a las que
están estrechamente vinculados, de (al modo que sin cesar se realicen y progresen
conforme a Cristo y sean para gloria del Creador y del Redentor» 15.
14
LG 25.
15
LG 31.
16
CF. SRS 41
17
CIC c. 747,2; CCE 2032.
5
El Magisterio de la Iglesia no se aparra de su misión cuando se pronuncia acerca
de cuestiones relativas a la promoción de la justicia en las sociedades humanas,
pero la Iglesia procura, y ha de procurar, que su misión no quede absorbida por las
preocupaciones de orden temporal, y menos aún que se reduzca a ellas.
La fe cristiana tiene una proyección social por mucho que lo nieguen ciertas
ideologías laicistas que atacan a la Iglesia por proclamar los principios morales o
emitir juicios cuando es conculcada la dignidad humana o se pone en riesgo la
salvación de las almas. Pero tampoco es de recibo un clericalismo que imponga
«soluciones católicas» a los problemas en los que cabe una pluralidad de
soluciones, todas ellas inspiradas en la fe y en las enseñanzas de la Iglesia.
Los cristianos deben llevar a cabo su actuación social en coherencia con las
enseñanzas de Cristo y de su Iglesia. Sin embargo, ame los problemas planteados,
a veces caben soluciones muy diversas todas igualmente cristianas. Hay, pues,
unidad en. la doctrina y pluralidad en las soluciones a los problemas. Esto exige que
cada uno asuma su responsabilidad personal, sin comprometer a la doctrina de la
Iglesia en las opciones personales. En este sentido, el Beato Josemaría Escrivá
exhorta a actuar con «mentalidad laical», apuntando tres manifestaciones prácticas:
ser lo suficientemente honrados para pechar con la propia responsabilidad personal;
ser lo suficientemente cristianos para respetar a los hermanos en la fe, que
proponen —en materias opinables— soluciones diversas a las que cada uno de
nosotros sostiene; y ser lo suficientemente católicos, para no servirse de nuestra
madre la Iglesia, mezclándola en banderías humanas 18.
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ayudar al hombre en el camino de la salvación 21. Por pertenecer al ámbito de la
teología moral, la DSI no es una ideología22. Las ideologías ofrecen un conjunto de
ideas sobre la realidad o proporcionan modelos para la acción social o política.
Surgen de concepciones hipotéticas del mundo, o de intereses particulares o
colectivos, a partir de las cuales se interpreta la realidad social y se promueve la
acción. La DSI, en cambio, busca un conocimiento de la realidad desde la fe y
ayudada por la razón. Este conocimiento se sitúa en el plano ético y no en el
sociológico o en el político. Por ello, y a diferencia de las ideologías, la DSI no
incluye modelos, sistemas ni programas de acción.
Sin embargo, algunos proponen prescindir por completo del conocimiento del
hombre que da la fe cristiana para resolver los problemas humanos o sociales,
argumentando que la sociedad actual es pluralista y no todos comparten la misma
fe. Cierto, pero eso no ha de ser óbice para que los creyentes profundicen en las
exigencias morales del orden social desde la fe, las presenten a los demás y las
defiendan cuando están en juego bienes comunes. Lo contrario sería prescindir de la
verdad más profunda del hombre —con codas sus consecuencias, también sociales
— y, sobre todo, no corresponder a la voluntad de Dios.
Mas aún, «la dimensión teológica se hace necesaria para interpretar y resolver los
actuales problemas de la convivencia humana. Lo cual es válido —hay que
subrayarlo— tanto para la solución «atea», que priva al hombre de una parte
esencial, la espiritual, como para las soluciones permisivas o consumísticas, las
cuales con diversos pretextos traían de convencerlo de su independencia de coda
ley y de Dios mismo, encerrándolo en un egoísmo que termina por perjudicarle a él y
21
Cf. CA 54
22
Cf. SRS 41
23
Cf. PP 13
24
CA 54
7
a los demás»25.
La doctrina social es parte del anuncio del mensaje cristiano. La Iglesia anuncia a
Dios y su misterio de salvación en Cristo a todo hombre y, por la misma razón, revela
al hombre a sí mismo. La DSI se inserta en la misión evangelizadora de la Iglesia y,
por tanto, es también un aspecto del apostolado de los fieles. La DSI «tiene de por sí
el valor de un instrumento de evangelización» 31. Y es que «para la Iglesia enseñar y
difundir la doctrina social pertenece a su misión evangelizadora y forma parte
25
CA 55.
26
GS 3.
27
GS 22.
28
Cf. Mt 25 40
29
Cf. CCE 2443-2449.
30
Cf. CCE 1888; 1913-1917.
31
CA 54.
8
esencial del mensaje cristiano»32.
El estudio de la doctrina social es un acicate para la acción. "Hoy, más que nunca
—escribe Juan Pablo II—, la Iglesia es consciente de que su mensaje social se hará
creíble por el testimonio de las obras anees que por su coherencia y lógica
interna»35.
La Iglesia, con su doctrina social, intenta guiar a los hombres para que ellos
mismos, con la ayuda de la propia razón y de las ciencias humanas, den una
respuesta a su vocación de constructores responsables de la sociedad 36. La
actuación social del cristiano ha de ser creativa y responsable. Ante las variadas
situaciones en las que se encuentra el cristiano, la DSI proporciona juicios concretos
y una orientación moral. De este modo, se sitúa en el cruce entre la vida, la
conciencia cristiana y las situaciones del mundo 37.
9
como para evangelizar. En muchas ocasiones, la falta de estudio o de asimilación de
la doctrina social lleva a una doble vida: la vida de piedad, por una parte, y por otra
la actividad profesional, social o política movida por enfoques ajenos a la moral
cristiana.
La doctrina social, por otra parte, tiene una importante dimensión interdisciplinar42.
Su estudio facilita el diálogo con las diversas disciplinas que se ocupan del hombre,
incorpora sus aportaciones y les ayuda a abrirse a horizontes más amplios al
servicio de cada persona, conocida y amada en la plenitud de su vocación»43.
10
principal ha de estar en la Revelación. La Revelación, contenida en la Sagrada
Escritura y en la Tradición, es interpretada auténticamente por el Magisterio de la
Iglesia49. La propia fe alumbra con luz nueva todas las cosas y orienta al espíritu a
buscar soluciones plenamente humanas.
Las enseñanzas de Jesús, sus dichos y sus hechos, contienen verdades que han
inspirado el pensamiento social de la Iglesia a lo largo de los siglos.
El Magisterio de la Iglesia
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los elementos permanentes de los contingentes.
La Iglesia, viviendo en la historia, debe escrutar a fondo los signos de los tiempos
e interpretarlos a la luz del Evangelio 53. Lo hace tratando de discernir los signos
verdaderos de los planes de Dios en los acontecimientos, exigencias y deseos
humanos, en los cuales los cristianos participan con otros cristianos 54.
Para ayudar a escrutar los signos de los tiempos, la DSI se apoya en las
disciplinas que se ocupan del hombre, incorporado críticamente sus aportaciones, y,
sobre todo, en la experiencia común vivida en cada momento histórico. De este
modo, el «corpus» doctrinal renovado de la DSI «se va articulando a medida que la
Iglesia, en la plenitud de la Palabra revelada por Jesucristo y mediante la asistencia
del Espíritu Santo, lee los hechos según se desenvuelven en el curso de la
historia»55.
La innegable importancia de los signos de los tiempos no debe hacer olvidar que
en sí mismos, estos signos no son fuente de la DSI, sino su discernimiento a la luz
de la Revelación cristiana.
52
SRS 3; MM 245.
53
Cf. GS 4; PP 13.
54
Cf. GS 11.
55
SRS 1.
12
Desarrollo histórico de la doctrina social
La doctrina social del Concilio Vaticano II, que profundiza y amplía las
enseñanzas anteriores, se encuentra principalmente en la Constitución pastoral
Gaudium et spes (1965). También en otros documentos relativos a la libertad
religiosa, a las comunicaciones sociales, a la educación o al apostolado de los laicos
hay abundantes referencias de doctrina social.
Desde el Concilio Vaticano II, la DSI tiene cada vez una mayor amplitud, uniendo
la tradicional preocupación por el orden económico, social y político a una creciente
atención a otros temas, como la cultura, la familia, la educación y los medios de
comunicación social.
56
Cf. CCE 2421. La denominada “cuestión social” aparece consecuencia de la revolución industrial y de la ideología liberal dando lugar una
tuerte desigualdad social y a situaciones de miseria extrema. Ante estos problemas muchos obispos, sacerdotes y laicos tomaron posturas y
actuaron con la luz del Evangelio.
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ideologías contemporáneas y otros problemas.
Juan Pablo II relanza la DSI, después de varios años en que sufre cierto
retraimiento, con varias encíclicas de gran calado: la Laborem exercens (1981),
sobre el trabajo, la Sollicitudo rei socialis (1987), sobre el desarrollo, y la Centesimus
agnus (1991), sobre el orden económico, la cultura y el Estado. También ha
publicado asimismo otros documentos estrechamente relacionados con la moral
social. Concretamente, las encíclicas Veritatis spiendor ("1993), sobre los
fundamentos de la moral cristiana, y Evangelium vitae (1995), sobre el derecho a la
vida; la Carta a las Familias (1994), las exhortaciones apostólicas Familiaris
consortio (1982), sobre la familia, Christifideles laici (1988), sobre los laicos, y
Mulieris dignitatem (1988), sobre la dignidad de la mujer.
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