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…uno de los factores esenciales de la competencia ciudadana es, precisamente, darse cuenta
de la urdimbre social en que nos movemos, y de la influencia mutua que todos ejercemos sobre todos.
Una prueba de este olvido es, por ejemplo, la amputación que ha sufrido una de las más famosas
frases de Ortega: «Yo soy yo, y mi circunstancia». Se calla la segunda parte: «Y si no salvo mi
circunstancia, no me salvo yo».
La sociabilidad supone una aptitud para la convivencia. Se basa en una creencia básica, tal
vez ahora en crisis: que las otras personas pueden ser fuente de satisfacción y no sólo de
decepciones, exigencias o amenazas. Del refrán «más vale solo que mal acompañado» se ha sacado
una conclusión desolada: no hay compañía que sea mejor que la soledad. Aumentan en todas partes
los solitarios por gusto. A pesar de ello, más del 95% de las personas cree que la felicidad procede de
las relaciones amorosas. Desde el punto de vista subjetivo, la sociabilidad supone la aceptación vivida
de un irremisible hecho objetivo: no podemos vivir sin los demás. Salvo el anacoreta que vive en el
desierto, el eremita; ese cactus a lo divino, todos vivimos a costa de los demás. Y si no lo
reconocemos, caernos forzosamente en la impostura. La sociabilidad se prolonga virtuosamente con la
solidaridad. Uno de los aspectos más novedosos de las modernas psicologías del desarrollo es su
interés por las conductas prosociales. De ellas hablaremos más adelante.
Nuestra felicidad depende de que sepamos integrarnos en un proyecto social, que sepamos
colaborar, entendernos, querer, ser queridos, comunicarnos. La sociabilidad es la virtud que se
encarga de todo eso. Es una actitud, un estilo afectivo, que debe ir acompañada de una clara
comprensión de la realidad. No solo es que seamos seres sociales, es que de hecho vivimos en una
sociedad que nos construye y a la que construirnos. La conciencia de vinculación y participación forma
parte de este primer componente de la competencia social.
En cada una de estas edades estudiaremos los agentes educativos que intervienen,
fundamentalmente: familia, escuela, grupos de iguales y educación informal (la sociedad en su
conjunto). Seguiremos este mismo esquema para todos los componentes. En este caso nos ocupamos
de la sociabilidad.
relaciones conflictivas con los padres, cuya paciencia suele poner a prueba. Por ejemplo, comienza a
mentir. La escuela se va haciendo más formal y el niño tiene que aprender normas. Comienzan a
elaborar conceptos sobre la realidad social, la diferencia entre familia y escuela y también entre las
normas convencionales y las normas morales. Cambia mucho la relación con sus iguales. Se implican
en actividades lúdicas más complejas y van desapareciendo los juegos solitarios y en paralelo, tan
frecuentes entre los dos y cinco años, cuando a los niños les gusta jugar juntos, pero sin jugar a lo
mismo necesariamente. Aparecen las actividades compartidas y también la capacidad, que veremos
en otros apartados, de tomar perspectiva social y ponerse en el lugar del otro. Tiene mucha
importancia educativa el hecho de que los niños empiezan a conocer las reglas en el juego. que saben
que tienen que respetar. Éstos son los elementos más importantes que la familia y la escuela tienen
que cuidar. La capacidad de mantener relaciones con otros niños es determinante para el encaje
social. También es el momento de vigilar los comportamientos agresivos que deben tratarse antes de
que se conviertan en hábitos de comportamiento antisocial.
ESTILOS DE CRIANZA
Los expertos han distinguido cuatro estilos básicos de educación parental. Tienen una gran
importancia en el establecimiento y adquisición de habilidades sociales, por le que deben tenerse en
cuenta a cualquier edad.
Los cuatro estilos son: Permisivo, Negligente, Democrático, Autoritario. Las variables que
definen el estilo de carisma san el afecto y la comunicación, por una parte, y el grado de exigencia y
control, por otra.
1. Estilo permisivo. Los padres controlan poco a sus hijos, les exigen poco, y son muy
comunicativos y afectuosos. Los hijos que se educaron de esta manera es probable que
tengan una alta autoestima, pero baja competencia social. Se acentuarán sus rasgos de
vitalidad, pero les costará controlar sus impulsas, se adaptarán bien al grupo de Iguales,
aunque no tendrán una buena motivación en sus tareas, podrán mostrarse más inmaduros.
Marina: sociabilidad 4
2. Negligente. Los padres expresan poco afecto, son poco comunicativos; y además ejercen
poco control sobre sus hijos. Estos niños es muy posible que tengan una pobre autoestima,
que no sean socialmente competentes, que les cueste controlar sus impulsos, motivarse,
respetar las normas. Aumenta la probabilidad de que sean emocionalmente inestables, y de
que tengan problemas de conducta
3. Autoritario. Los padres tienen un nivel elevado le control y exigencia sobre el hijo, a la vez
que su expresión de afecto en la comunicación es baja. Los niños tendrán poca autoestima, no
serán socialmente competentes. Se favorece la agresividad y la impulsividad. Las normas se
aceptarán por obediencia, no por un deseo de colaboración y se aprende a buscar
recompensas inmediatas, a corto plazo.
La idea de que todos los pueblos del mundo forman una humanidad única no es, ciertamente,
consustancial al género humano. Es más, lo que ha distinguido durante mucho tiempo a los hombres
de las demás especies es precisamente que no se reconocían unos a otros. Lo propio del hombre era,
en los inicios, reservar celosamente el título de hombre exclusivamente para su comunidad.
En un momento en que el mundo se ha vuelto muy pequeño y todas las sociedades son
multiculturales, cuando vivimos en un nivel ético que nos impone a establecer en todo el mundo los
derechos humanos, resulta más urgente que nunca establecer esta sociabilidad humana, esta
reivindicación de la fraternidad.
Recursos pedagógicos
Se han diseñado programas para favorecer la sociabilidad. La importancia de las relaciones de
apego ha producido mucha investigación sobre la forma de establecerlo adecuadamente. La seguridad
del afecto, la consistencia del cuidado, del trato y de la disciplina, son elementos esenciales.
Se han elaborado distintos programas de intervención destinados a promover el desarrollo de
las capacidades necesarias para mejorar la relación con los demás, que coinciden con la educación de
los demás componentes de la competencia social que hemos aislado y que estudiaremos a
continuación.
Tiene gran importancia en este aspecto la educación afectiva, la perseverancia para vencer
los miedos, y para mejorar en la práctica las relaciones en el colegio. La labor de los padres es muy
importante, por ejemplo, al mantener contacto con los padres de los compañeros del niño, y al recibir a
estos en casa, organizando fiestas, celebraciones o juegos compartidos.
Una parte importante de la educación en habilidades sociales -formas de cortesía, como pedir
favores, exponer quejas, saludar- intenta favorecer la sociabilidad eliminando tensiones.