Está en la página 1de 1

El mundo del ser y de la vida es un mundo de interrelaciones.

Todos los seres somos


interdependientes. No sabe vivir quien no sabe convivir Tenemos que aprender a ser con otros. El
aprendizaje para el ser y para la vida supone un aprendizaje para la comunidad y la convivencia con
los demás seres, orgánicos e inorgánicos, animales y humanos.

Para vivir eficazmente el hombre debe conocer la realidad y sus leyes y para vivir contento debe
establecer relaciones armoniosas con todo lo que existe, realizando su ser merced a la armonía con
todos los demás seres. La armonía con la naturaleza se logra contemplando, amando, gozando,
cuidando y respetando el medio natural. La felicidad y realización personal y de la especie humana
dependen en gran parte de su relación armónica con el medio natural, hoy deteriorado por la
contaminación y la devastación realizada irracionalmente por los humanos y que puede conducir a
su propia desaparición. De ahí la necesidad de la educación ecológica.

Educar para la convivencia es educar para el amor. Se trata de salir de nosotros mismos hacia los
demás, de ser capaces de sacrificar nuestros intereses individuales en aras de intereses colectivos.
Esto se logrará cuando seamos capaces de apreciar al otro reconociendo su dignidad como
persona humana; cuando lleguemos a la convicción de que todos formamos parte de una sola
familia natural y humana en la cual todos los intereses están relacionados y donde no podrá darse
bienestar individual sin bienestar colectivo. Pasaremos así del individualismo a la colaboración, y
cesarán las evitables e injustas desigualdades y las luchas económicas y de predominio. Se pasará
de la competencia por el éxito personal a la colaboración en el éxito colectivo y la emulación de
todos para ser mejores. Educar para la convivencia es educar para la empatía. Solamente
observando el mundo del otro y contemplándolo desde su punto de vista lograremos la necesaria
comprensión y simpatía, que consiste en sentir con el otro y ser solidario con él. Educar para la
convivencia es educar para el diálogo, la interdependencia y la interrelación. Para ello es necesario
conocer y manejar los procesos de comunicación; saber escuchar, saber hablar, saber debatir; y
utilizar un lenguaje común y comprensible; saber criticar y aprender a recibir críticas sin reacciones
violentas e irracionales. Es preciso ejercitarse en la práctica de la confrontación racional y en la
solución de conflictos mediante el diálogo basado en el respeto mutuo, la confianza y la buena fe.
Educar para la convivencia es educar en la interacción y para la colaboración, mediante el
compromiso con objetivos, propósitos y proyectos comunes, especialmente a favor de los más
débiles. Se aprende así en la praxis a participar y coparticipar. Educar para la convivencia es educar
para el pluralismo y la pluralidad de pensamiento, comportamientos, costumbres y culturas. Ello
supone el aprecio y la aceptación de las diferencias, el fin del etnocentrismo, es decir, de pensar
que lo nuestro es siempre lo mejor y que somos depositarios de la verdad y de la bondad. Esto se
logra mediante la praxis de una convivencia escolar abierta, respetuosa de las diferencias, sin
discriminaciones, privilegios o segregaciones, sin prejuicios y sin subvaloraciones culturales, y con
gran respeto y confianza en la diversidad de opciones libres. Educar para la convivencia es sembrar
valores de tolerancia, respeto, comprensión, dignidad, responsabilidad y solidaridad. Todo ello se
aprende no tanto a través de la exhortación sino mediante el ejemplo o la praxis compartida en un
ambiente donde se vivan y respiren tales valores.

También podría gustarte