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Cálida lluvia de verano. Ese fue el aroma que me atrajo.

Los
expresivos ojos color verde ámbar que rogaban ser amados me
retuvieron. Una mirada y supe que quería que Lany Harris fuera
mío. Convencerlo de mis buenas intenciones podría llegar a ser
más difícil que intentar convencer a mis superiores de que alguien
había ido por nosotros. 2
Evidentemente era una locura.
La canela y el whisky tenían un delicioso aroma, él era
comandante del S.W.A.T, Teniente Salvador Delvecchio. Deseaba
envolverme en su aroma, hundirme en él, y nunca salir. Quería ser
devorado por todo lo que era el letal hombre que tuvo que
rescatarme y que había decidido que yo le pertenecería.
Yo era un desastre caliente.
3

STORMY GLENN
Capítulo uno

Lany

Hay momentos en la vida cuando la claridad lo golpea a uno y se


da cuenta de que la vida es un maldito desastre después de 4
otro. Mientras estaba sentado en el piso del baño de un bar de
mala muerte, ya ni el nombre recordaba, sosteniendo mi dolorida
mejilla en la mano, me di cuenta de que esto era sólo un drástico
momento de una larga lista de drásticos momentos que parecían
acosarme aunque no lo quisiera.
Estaba maldito. No había otra manera de explicarlo. El destino
realmente odiaba mi culo o yo había hecho algo horrible en alguna
vida pasada que yo había vivido, si creyera en la reencarnación, y
yo no creía en eso-pero aun así, ¿cómo demonios me seguía
pasando esto a mí?
Yo no estaba buscando problemas. Nunca lo hacía. Eso solo me
sucedía a mí. Un simple viaje al supermercado se convirtió en un
caso de rehenes y luego un tiroteo con matones. Comprar un
nuevo par de zapatos finalizó teniendo que usar dichos zapatos
para correr por mi vida cuando fui testigo de un asalto, y lógico
traté de detenerlo. Pero, bueno, ¿qué se suponía que debía
hacer? ¿Dejar que la pobre chica fuera secuestrada?
Mi último incidente llegó por detenerme en un bar mientras
pasaba cuando tomé una ruta diferente a mi casa desde el
trabajo. La puerta de entrada había estado entornada y la música
desde el interior resonaba hasta la calle, atrayendo a los
clientes. Las voces y risas me habían atraído, más que la necesidad
de alcohol, todo lo que había querido hacer era sumergirme en el
ambiente por un ratito, unos pocos minutos por lo menos.
Pero nooo… mi deseo de permanecer al margen de la vida feliz
de la gente causó que un tipo se ofendiera cuando me quedé
mirando demasiado tiempo a la hermosa rubia en sus brazos. Si
solo él supiera. Sus pechos eran grandes y firmes, que en primer
lugar eso fue lo que me mantuvo mirándolos porque desafiaban la
gravedad y no podía entender como. 5
Sexualmente hablando, no me excitaba eso.
Si el tipo no hubiera sido tan imbécil, podría haber conseguido
que me interesara. Cuando tuvo a sus dos amigos acorralándome
en la esquina del baño antes de golpearme, cualquier interés que
podría haber tenido en el hombre bien vestido alejó la
oportunidad más rápido que el puño que iba directo a mi
rostro. Todos los pensamientos de coquetear con el tipo
desaparecieron con el primer golpe.
Está bien, yo no habría coqueteado, pero era agradable pensar
que podría haberlo hecho. El tipo claramente estaba con la rubia, y
yo no iba a robárselo. De todas maneras yo no lo hacía con
heterosexuales. Lo que hacía que coquetear fuera una acción
inútil. Mi padre odiaba las acciones inútiles. Por lo tanto, coquetear
con chicos rectos estaba fuera de lugar.
Bueno, yo trataba de no hacerlo, de cualquier manera. Solo lo
hice una vez, y honestamente, pensaba que él era gay. No fue hasta
que estaba corriendo por la calle poniéndome la camisa de nuevo y
con Brian y su mejor amigo persiguiéndome que me di cuenta que
decididamente no era gay. De hecho, parecía un tanto homofóbico.
Yo no me quedé para averiguar si estaba equivocado.
Esta vez, no había intentado ser amistoso con el hermoso
hombre recto. No había intentado hacer amistad con
nadie. Tampoco había hablado con nadie excepto al cantinero
cuando ordené mi cerveza. Solo estaba girando alrededor en mi
taburete, observando a la gente.
Me gusta observar a la gente. Había tanta gente interesante en el
mundo y me gustaba observarlos. Y no, yo no era un escalofriante
acosador. No perseguía a las personas. Normalmente, solo me
sentaba y observaba…fantaseando.
Todo el mundo desde mi madre hasta mi terapeuta me dijeron 6
que necesitaba ir a buscar una vida en lugar de estar
fantaseando. Yo no les entendí. Yo tengo una vida. Simplemente no
es una vida muy interesante. En su mayoría, de cualquier
manera. Momentos como este me hacían pensar.
Me estremecí cuando uno de los hombres se acercó a mí,
agarrándome para ponerme de pie. No era tanto el dolor lo que
me preocupaba, a pesar de estar atrapado, sino el conocimiento
de que mi dolor apenas estaba empezando. Lo podía ver en el
alegre brillo de los ojos del individuo.
Él lo estaba disfrutando.
Cuando él tiró hacia atrás el puño, levanté mis brazos delante de
mi cara, tratando de protegerme. Aunque yo sabía que
probablemente iban a aprovechar esta oportunidad para darme un
puñetazo en el estómago.
Odiaba el hecho de que yo podía ver a través de la pequeña
ranura entre mis antebrazos. Quería cerrar los ojos y fingir que no
veía el puño viniendo hacia mí.
Se negaron a cerrarse.
El terror detuvo mi grito, como lo hizo la fuerte mano envuelta
alrededor de mi garganta. Yo tenía muchos conocimientos de la
diversión que mucha gente parecía tener cuando estaban cerca de
sacarle la mierda a una persona. Lo había visto con bastante
frecuencia. Podía verlo en los ojos de este hombre.
Que iba a morir.
―¿Hay algún problema aquí?
Mi mundo se detuvo.
Volteé la cabeza hacia la puerta, siguiendo el profundo timbre de
la voz que había hablado, hasta un montón de fuertes, y abultados
músculos. Mis ojos se abrieron ante la absoluta fuerza delante de 7
mí. El duro cuerpo del tipo estiraba las costuras de las mangas de
la camiseta negra acelerando mi pulso. A pesar del miedo que
recorría mi cuerpo, sentí que mi pene se endurecía en respuesta a
la enorme belleza masculina delante de mí.
Y él lo sabía.
Una solitaria ceja se elevó, una sonrisa peculiar se levantó a un
lado de la fuerte cara del hombre.
Había una gran cantidad de cosas en la que era bueno. Eligir el
modelo perfecto de porcelana china para que coincidiera con el
nuevo diseño de una cocina gourmet. Organizar una oficina de la
brigada de policía llena de testosterona debido a los agentes de
policía. Incluso discutir por teléfono con algún estúpido que
pensaba que podía ponerse insolente conmigo porque yo solo era
un auxiliar de oficina.
Esconder mi respuesta a este hombre no era una de esas cosas.
El aire estaba lleno de tensión, proyectaba un rastro de violencia
en gran medida. Contuve la respiración, esperando a ver lo que
pasaría. Aterrado de que el hombre, que cumplía todas y cada una
de mis fantasías con solo una mirada, podría unirse a la paliza que
estaba seguro iba a poner fin a mi vida, o por lo menos dejarme
muy lastimado.
―Ven conmigo, caro1.
Oh. Mi. Dios.
Yo era incapaz de negarme a la orden dada en voz baja. No
fueron las palabras tanto como el aspecto letal en los ojos color
cobrizo del hombre mientras las decía. Su mirada era penetrante
analizándolo todo. Fríos, hasta que aterrizaron en mí, y entonces
se encendieron a la vida.
Me separé del tipo que había tenido la intensión de golpearme
como si nunca me hubiera retenido en primer lugar. Yo no tenía a 8
la vista a los otros dos hombres que habían venido con su amigo
para sembrar un poco de odio y miedo. Mi completa atención
estaba centrada en el enorme hombre llenando el umbral de la
puerta.
Tomé una respiración temblorosa cuando su pulgar se movió
sobre mi cara, trazando la zona dolorosa en mi mejilla donde
estaba la contusión, cuando había sido golpeado. El toque era
ligero como una pluma, suave, y sin embargo, me pareció sentirlo
todo el camino dentro de mi alma.
―¿Te duele, caro?― Preguntó mientras su mano se deslizaba
hasta descansar en la base de mi garganta. Su mano era grande,
dedos largos y fuertes. Me di cuenta de lo cálida que estaba su
mano en mi piel, entonces me pregunté, por qué me daría cuenta
de algo como eso. ¿No debería tener miedo de que los largos dedos
del hombre estuvieran envueltos alrededor de mi garganta?
―Yo...― Tragué con fuerza, hipnotizado por los ojos cobrizos que
giraban mirándome con mucha atención. ―Yo estoy bien.

1
Cariño
Una mano fuerte se cerró sobre mi hombro antes de empujarme
hacia él, acomodándome a su lado. Sus dedos enredados en mi
cabello en la base del cráneo, masajeando con suavidad.
No podía apartar los ojos de su cincelado rostro, ni siquiera
cuando comenzó a hablar de nuevo en un bajo tono amenazante
cuando sus ojos se posaron en el hombre que me había estado
golpeando.
―Preguntaré otra vez, ¿hay algún problema aquí?― Sus ojos se
volvieron fijos e ilegibles como la piedra. Eran tan fríos así como lo
eran de hermosos.
¿Quién hizo eso? ¿Quién pensó que la mirada de la muerte era 9
hermosa?
Bueno, ¿además de mí?
Yo estaba en un pequeño problema.
―Mira― alguien estalló furioso―esta mierda-
No sentí que nos movíamos, pero de repente estábamos al otro
lado del baño. El brazo envuelto alrededor de mí se quedó dónde
estaba, pero el otro brazo lo levantó, el hombre se estaba
poniendo de color azul.
―Lo siento, no me parece haber escuchado lo que has
dicho. ¿Hay algún problema aquí?
―No... no hay problema― El hombre azul se ahogaba mientras se
agarraba de los dedos envueltos alrededor de su garganta, sin
duda, estaba cortándole el aire hacia sus pulmones... y tal vez a su
cerebro. Tenía que ser estúpido para fulminar con la vista al
hombre que lo tenía fijado en la pared.
Yo estaba mirando, pero me preguntaba cómo se vería desnudo,
no como si quisiera atacarlo.
Era peligroso, atractivo y quería lamerlo.
Cada delicioso centímetro.
Quizá un par de veces.
Y él lo sabía.
Dejó caer al hombre que me había golpeado como si pensara que
no era nada, incluso despreciándolo antes de que golpeara el
suelo, y luego él regresó hacia mi esos potentes ojos, la frialdad en
sus ojos se derritieron en oro líquido. Yo era su único centro de
atención.
Me olvidé de todo mientras la sangre se acumulaba en mi ingle,
endureciendo mi pene hasta que dolía.
Tenía problemas para respirar.
―¿Tienes hambre, caro? 10
Realmente no.
―Podría comer― le contesté.
Su sonrisa era devastadora, robándome el aliento.
Su poderoso cuerpo musculoso se movía con mucha gracia
mientras se daba vuelta dirigiéndose a la puerta del baño. El
repentino destello de movimiento fue la única cosa que podría
haber arrancado mis ojos lejos del hombre que me llevaba fuera
de la habitación.
Antes incluso de terminar de inhalar, el hombre se dio la vuelta y
le dio una patada a su atacante en la cabeza. Él nunca aflojó su
agarre en mí, acunándome suavemente a su lado mientras se
movía. Yo sólo sentía como si estuviera dando un paseo flotando.
El chico al que le dio la patada golpeó la pared y cayó al piso.
Él ya no se levantó.
―Tienes hermosos ojos, caro.
¿Qué?
Mi mirada quedó atrapada por la mirada ardiente de los ojos del
hombre mientras me abrazaba.
―Soy Lancaster Harris III.― Me lamí los labios, sin perderme la
manera en la que los ojos del hombre siguieron el
movimiento. ―Encantado de conocerte.
―Ese es un hermoso y largo nombre para un chico tan pequeño.
Mi cara enrojeció mientras bajaba la mirada. Yo sabía que era
pequeño. Haber nacido tres meses prematuro y un poco enfermizo
había hecho para mí más difícil el crecer como cualquier otro niño.
Y a pesar de que ahora ya era un adulto, me parecía que todavía
luchaba por crecer.
―¿Qué tal si te llamo Lany?
Mi cabeza voló cuando levanté la mirada. ¿Él quería darme un 11
apodo?
―Lany estaría bien.― Diablos, Lany era jodidamente
fantástico. Yo odiaba que me hubieran llamado Lancaster, pero
este era un nombre familiar. Yo de cierta manera no tuve ninguna
elección en el asunto. Tampoco estaba muy emocionado de que me
llamaran junior, pero así es como mi familia se refería a mí.
Lany era mucho mejor que Junior.
La sonrisa del hermoso hombre era incluso mejor. Me provocó
un cosquilleo en la boca del estómago.
―Hola, Lany. Soy Salvador Delvecchio.
―Salvador― yo respiraba a duras penas.
El magnífico hombre decididamente parecía tener una fuerte
influencia en mi capacidad para inhalar y exhalar.
―Sal.
―Sal―. Sonreí. ―¿Eso es italiano?― Pregunté. Podría tener
sentido si lo fuera. El ligero y profundo sonido de su voz sonaba
italiano.
―Lo es, caro.
Fruncí el ceño cuando las palabras de Sal se unieron en mi
cabeza.
―¿Caro es italiano?
Sal parecía divertido por mi confusión.
―Soy francés por parte de mi madre, e italiano por parte de mi
padre.
Bueno, entonces eso lo explicaría.
―Así es― estuvo de acuerdo Sal.
―Oh.― Sentí que mi piel se ruborizaba. ―Supongo que he dicho
eso en voz alta, ¿verdad?
―Lo hiciste. 12
―Yo hago eso.
Muchísimo.
―A veces olvido pensar antes de hablar.
La palabra “a veces” se alargaba porque era increíble y la usaba
todo el tiempo, pero yo quería gustarle a este chico. Yo parecía
gustarle. Me miraba como si le gustara.
Me miraba como si quisiera devorarme.
―¿Vas a devorarme?
Sentí que mi aliento quedaba atrapado en mi garganta cuando él
sonrió.
No me había dado cuenta que había sido llevado de regreso al
salón principal del bar hasta que todo el ruido alrededor de
nosotros se detuvo. Aparté mis ojos del irresistible y hermoso
hombre que seguía abrazándome y miré alrededor de la
habitación. Me acerqué más al calor de Sal cuando me encontré
que todo el mundo en el bar estaba mirándome, observándome.
¿Qué estaban esperando?
―Probablemente debería irme.― Antes de terminar aplastado en
el suelo junto con las cáscaras de cacahuete.
―Deberías quedarte donde estás.― Sal se mantenía agarrado con
fuerza alrededor de mi cintura reforzando sus palabras con un
gruñido. Yo no iría a ninguna parte hasta que Sal decidiera
liberarme.
Sal caminó y se sentó en una silla junto a la pared del fondo. Un
instante después, me levantó, me sentó en sus musculosas piernas,
y luego me acomodó de la manera en que él quería. No podía
decidir sobre lo que le estaba pasando a mi cuerpo. En este
momento, él le pertenecía a Sal.
Realmente no podía decir que tenía un problema con eso.
Ahí voy diciendo disparates otra vez. 13
Sal se dirigió hacia uno de los hombres que estaba sentado en la
mesa con ellos. No les había prestado mucha atención cuando nos
sentamos. Sencillamente porque ellos no eran Sal. En mí cabeza,
ellos no tenían importancia.
―Tráele comida a mí chico― ordenó Sal.
El fuerte gruñido detrás de mí capturó lo suficiente de mi
atención para dar la vuelta y mirar por encima de mi hombro. Un
hombre grande estaba parado, rodando sus ojos oscuros. Era
evidente que no le gustaba ser convertido en un chico de los
recados.
Chico. Sal me había llamado chico.
Eso debería molestarme.
―Tus ojos en mí, caro.
Mi respiración quedó atrapada en mi garganta una vez más
cuando me di la vuelta y me encontré sus cobrizos ojos
mirándome fijamente. Con intensidad. Apoderándose de mí. Su
mano se dirigió a la parte posterior de mi cabeza, sosteniéndome
allí. Se inclinó y me besó, despacio, tomándose su tiempo. Nuestros
labios se encontraron, se separaron, y luego se volvieron a
encontrar. Su lengua se deslizó entre mis labios, separándolos
antes de profundizar en el interior para explorar, y conquistar.
Mis manos se agarraron de su ajustada camisa. Me presioné más,
necesitando más de su calor. Dios, él era tan cálido. En todas
partes en que nos tocábamos, mi piel se incendiaba. Quería
meterme dentro de él y nunca salir.
Me quejé cuando él se apartó, me sentí casi abandonado. La
fuerte risa que salió de su boca no hizo nada para detener mi
ardiente deseo. La barba de unos días que cubría su cincelada
mandíbula cuadrada había dejado mi piel dolorida. Tenía ganas de
frotar mi barbilla... sobre él. 14
―Me besaste.
La esquina de los labios del hombre se contrajo.
―Planeo besarte muchas veces.
―¿Por qué?
Sal se rió. Era un hermoso sonido, todo profundo y retumbante.
―Dios, eres hermoso.― Susurré las palabras, una vez más,
olvidando detener mi boca. Esta vez yo tenía una buena
excusa. Cada gota de sangre en mi cuerpo se había acumulado en
mi ingle. No quedaba nada para dar vida a mi cerebro.
Extendió la mano y se apoderó de mi barbilla, sus dedos dejando
un camino ardiente mientras se deslizaban sobre mi ardiente
barbilla. Su pulgar acariciando mi labio inferior.
―Tú eres el único que eres precioso, caro.
―No lo soy― insistí. ―Yo solo... yo soy yo.
Arqueó su perfecta ceja.
―Veo que tendré que ser el único que piense entre nosotros.
Fruncí el ceño, inclinando la cabeza. Confundido.
―¿Qué?
Sal se rió de nuevo.
Parecía reírse mucho a mi costa. No estaba seguro que me
gustara.
―Tú no te estás riendo de mí.
Apreté mis labios cuando Sal se quedó inmóvil. Probablemente
debería haber mantenido la boca cerrada. Cuando la mano de Sal
se movió alrededor de mi garganta, Tomé una respiración, rápida
y profunda, solo en caso de que no fuera a ser capaz de respirar
durante los próximos momentos.
Sal bajó la cabeza y suavemente mordió el lóbulo de mi oreja.
―Que…― Me estremecí con deseo, la carne de gallina cubría mi
piel. ―¿Qué estás haciendo? 15
Dios, ¿podrías hacerlo de nuevo?
―Silencio, caro.
No sabía qué pensar cuando estaba presionado contra el pecho
de Sal, empujó mi cara en su cuello.
―Oh― dije en voz baja mientras me empujaba para acercarme
más al maravilloso aroma que emanaba del hombre. ―Hueles muy
bien.
Canela y whisky.
Esa era la única manera de describir el aroma embriagador que
obtenía cada vez que respiraba. Yo no era un gran fan del whisky
simplemente porque ya tenía suficientes problemas sin beber, y el
hecho de que una bebida del fuerte licor podía hacer que
aterrizara en mi culo.
Pero amaba el olor del whisky y amaba el olor de la canela. Las
dos fragancias juntas creaban algo tan delicioso que quería
bañarme en ellas.
No creía que Sal lo aceptaría.
―Me agrada que te guste la forma en que huelo.― Las palabras
fueron pronunciadas en voz baja, la respiración de Sal soplaba
suavemente contra mi oído.
―Tú hueles delicioso.
Sí, él iba a devorarme.

16
Capítulo dos

Salvador

Él era definitivamente adorable, y yo estaba absolutamente


encantado. Nunca había visto un alma tan inocente, sin embargo 17
era el sexo personificado. Cada dulce curva y la extensión de piel
bronceada creaban la imagen perfecta. Era una mezcla increíble, y
allí estaba él acurrucado sobre mi regazo.
Hacía que me dolieran los dientes.
Yo sabía que vivía bien conmigo mismo. Estaba cómodo con
quién era yo y a dónde iba. No doy excusas por la vida que viví, y
la he vivido al máximo. Si a las personas no les gustaba que
prefiriera a los hombres, entonces que se jodan. Yo no acepto
porquerías de nadie, y esos que trataron de joderme rápidamente
vieron el error de sus acciones, dolorosamente.
Lany era diferente. Lany me desarmó hasta lo más profundo de
mi alma. Él hizo que el mundo violento en el que yo vivía pareciera
poco importante, y eso lo volvía peligroso. No estaba seguro de
qué hacer acerca de eso, o con él, pero yo sabía que no podía
dejarlo ir. Simplemente no era posible. Ni siquiera quería que el
hermoso hombrecito estuviera fuera del alcance de mi mano.
Cuando Booker trajo un plato de pescado frito con papas fritas a
la mesa y lo dejó caer enfrente de Lany, fruncí los labios
gruñéndole al hombre. Sabía que a Booker no le había gustado ir a
conseguir comida para Lany, pero el hombre podría muy bien
aguantarse. Lany necesitaba comer.
―Vaya.― Las mejillas de Lany se ruborizaron. ―Yo no como
alimentos fritos.
Booker iba a matarme.
Yo solo miré hacia el hombre hasta que Booker gruñó y se
levantó de nuevo. Lo vi alejarse antes de voltearme hacia el
hermoso hombre que hacía llorar a mi pene.
―¿Por qué no comes alimentos fritos, caro?
Lany me miró como si estuviera loco.
―Es malo para ti. 18
Sin duda, Lany enloquecería, si supiera lo que yo comía de forma
regular. Los hábitos alimenticios no estaban en la parte superior
de mi lista de prioridades. Mientras miraba hacia Lany, me
preguntaba si eso estaba cerca de cambiar. No podía pensar en
algo que no quisiera hacer para poner una sonrisa en el rostro del
hombrecito.
―¿Qué te gusta comer, caro?
Los ojos de Lany comenzaron a brillar. Ellos tenían una
maravillosa tonalidad de ámbar y verde, y tenía las pestañas más
largas que jamás había visto en mi vida. Enmarcaban sus preciosos
ojos, rozando sobre sus mejillas cada vez que parpadeaba.
―Me encanta la ensalada, especialmente la de lechuga mixta con
rebanadas de pera fresca, un poco de queso de cabra
desmenuzado, y aguacate. Acabo de encontrar este excelente
aderezo para ensaladas. Es aderezo de pepino tzatziki2. Va
excelente con el queso de cabra.

2
tzatziki cucumber dressing especial para vegetarianos se prepara con yogurt desnatado,
pepinoorgánico, ajo, aceite de olivo extra virgen , jugo de limón, pimiento morrón, sal y
pimienta al gusto
Hice mi mayor esfuerzo para mantener la sonrisa en mi
cara. Considerando hasta qué punto mi estómago estaba revuelto,
no fue fácil. No había nada de lo que Lany había mencionado que
sonara apetecible para mí. Yo era el tipo de persona de carne y
papas. Yo necesitaba una gran cantidad de proteínas que ayudaba
a mantenerme fuerte, no esa rara comida de conejo.
―¿Bistec?― Pregunté esperanzado.
Lany negó con la cabeza.
―Yo no como carne roja.
Maldita sea.
―¿Cerdo? ¿Pollo? ¿Pescado? ―Yo podría llegar a un acuerdo. La 19
mayoría de las veces.
La sonrisa de Lany se hizo más grande.
―Me encanta el pollo y el pescado.
Lo aceptaría.
―Tengo una receta de ese maravilloso pollo al limón y miel con
salsa de mango y pepino― dijo Lany, la emoción tiñendo su
voz. ―Realmente es excelente.
―¿De verdad?― Pregunté. ―¿Y con qué se acompaña?
―Me gusta con arroz, pero supongo que se puede servir con
cualquier cosa.
―¿Y qué te parece mañana por la noche?
Las cejas bien arregladas de Lany se juntaron.
―¿Para qué?
―Para que me cocines el pollo al limón y miel.
Tan rápido como se habían juntado, las cejas de Lany se
levantaron en la frente. ―¿Voy a prepararte la cena?
―Bebé, no sé cómo cocinar el pollo al limón y miel.― También
deseaba una noche a solas con Lany. Quería llegar a conocerlo más
antes de que el mundo real se filtrara sobre nosotros.
―Oh.
Sonreí mientras observaba todas las emociones que cruzaban la
cara de Lany. El chico primero se sorprendió, y luego se mostró
confundido. Podía entender eso, teniendo en cuenta que
acabábamos de conocernos. Lany parecía estar teniendo
problemas en entender que yo estaba interesado en él. Yo podría
resolver ese problema por él en cinco minutos y una superficie
plana.
Tal vez dos minutos.
―¿No me quieres cocinar la cena, caro?― Le pregunté mientras
lo acariciaba con los dedos a un lado de su rostro. Dios, amaba su 20
sedosa y suave piel.
―Me encantaría― Lany respondió al instante―Pero ¿estás
seguro?
―Sí.― Me incliné y presioné un beso en sus seductores
labios. ―Estoy seguro.
Esta vez, el “Oh” de Lany sonaba nervioso. Era un sonido que
descubrí que me gustaba mucho. Sólo tenía que encontrar la
manera de escucharlo de nuevo.
Una vez que dejé de besarlo, froté mi pulgar sobre su labio
inflamado.
―Realmente eres hermoso, Lany.― Definitivamente, me dejaba
sin aliento.
Cuando Booker llegó a la mesa y puso otro plato encima, le di un
rápido vistazo antes de ponerlo frente a Lany.
―¿Esto es mejor, caro?
―Es algo griego― dijo Booker mientras se dejaba caer en su
silla. ―El cocinero dijo que no hay nada frito en esto.
Sabía que algo estaba mal cuando Lany intentó sonreír con los
labios apretados.
―Gracias― dijo mientras abría el delgado pan y escarbaba
sacando con los dedos alguna clase de carne plana color café.
―¿Esa es carne?― Le pregunté porque realmente no lo
sabía. Nunca había pedido este platillo antes.
La nariz de Lany se arrugó.
―Cordero.
―¿Eso está en la lista de lo que no debes comer?
Lany le dio un vistazo rápido a Booker antes de inclinarse cerca
y susurrarme:
―Es de un corderito bebe, Sal.
Desde luego. 21
―Recordaré eso.
Lany inclinó la cabeza a un lado. Era adorable.
―¿Por qué harías eso?
―Recordaré todo acerca de ti, Lany.
―¿Por qué?― El hombre parecía realmente confundido.
¿Cada hombre sobre el planeta era ciego?
―Porque voy a hacerte mío.
―¿Tú vas a hacer qué?
Traté de mantener mi mandíbula apretada para que no se
abriera, pero no estaba seguro de que hubiera un poder en la
Tierra que pudiera haberlo logrado. Yo estaba demasiado
conmocionado. Y entonces empecé a preocuparme. Yo no había
tenido la impresión de que Lany fuera sencillo, pero tal vez estaba
equivocado. Yo había pensado que el hombre era dulce e inocente.
―Quiero que seas mío― le dije con cuidado, por si acaso no
entendió mis palabras.
―Tú has dicho que― insistió Lany. ―¿Tú qué?
Me reí, simplemente porque no podía pensar en otra cosa que
hacer. Lany parecía tan serio.
―Quiero que seas mi amante, caro.
Lany se detuvo un momento con la boca abierta y el sándwich a
medio camino. Por un instante, él se le quedó mirando, luego junto
los labios y despacio volvió a colocar la comida en su
plato. Observé con absoluta fascinación como Lany se limpió la
boca con una servilleta de papel y luego juntó las manos en su
regazo. Sus dedos se pusieron blancos mientras apretaba la
servilleta.
Su espalda estaba tensa, y la luz de sus bellos ojos verde ámbar
se había apagado.
―Es muy grosero jugar con los sentimientos de las personas, 22
Sal. Te agradecería que no jugaras con los míos.
Dios, tan correcto.
Y también muy inocentón.
Curvé mis dedos en el cuello de la camisa de Lany y tiré de él
hasta que nuestras narices casi se tocaban. Mi mirada era
insistente mientras intentaba trasmitirle todo lo que estaba
sintiendo en ese momento. Poco a poco, con vacilación, los ojos de
Lany se agrandaron.
―No estoy jugando, caro.
Presioné mis labios contra Lany, manteniendo nuestros ojos
enganchados. Lany gimió, y en cuestión de segundos, él también
estaba presionando, abriendo su boca, y permitiéndome entrar.
Pensé que iba a arder en llamas cuando su lengua trazó el borde de
mis labios.
Devoré los labios de Lany con los míos antes de hacer el
recorrido por su barbilla, hasta la tierna piel de su garganta, una y
otra vez, provocando al dulce hombrecito. Mis manos recorrieron
el pecho de Lany, a los lados, y luego a su culo, manteniéndolo
apretado contra mí.
―Quiero que seas mío, Lany― susurré contra sus labios. ―No
voy a aceptar un no por respuesta. Te acosaré si tengo que hacerlo.
Lany se rió -un delicioso sonido- se inclinó hacia atrás
apartándose lo suficiente para que sus labios no se rozaran contra
los míos.
―Hay leyes en contra de eso, ¿sabes?
No había muchas cosas que no pudiera hacer para poseer a
Lany.
―Sólo si me atraparan.
―Entonces aquí es donde probablemente tengo que decirte que
trabajo en la Comandancia de Policía. 23
―¿Sí?― Sonreí porque era casi perfecto. ―¿Qué haces ahí?
―Soy el asistente personal de mi tío― respondió Lany. ―El
Comandante de la policía.
Oh maldición.
―¿Tú tío es el Comandante de la policía?
La sonrisa no abandonó los labios de Lany mientras asentía.
―Tío Jerry.
Cerré los ojos y pegué mi frente contra la de Lany. Su tío siendo
el Comandante de la policía, iba a hacer mi reclamación del dulce
chico sólo un poco más interesante, pero no imposible.
―Tío Jerry― dije mientras abría los ojos. ―Supongo que no tiene
planes de transferirte a otra división dentro de poco, ¿verdad?
Lo que era una posibilidad.
Lany se rió de nuevo, un sonido que pensé se asemejaba mucho
a la felicidad.
―No.
Inhalé como si estuviera terriblemente molesto hasta que vi
como desaparecía la sonrisa de los labios de Lany.
―¿Eso quiere decir que no vas a acosarme?
―No― le respondí con honestidad, porque francamente, no creo
que nada me iba a impedir mantenerme cerca de Lany. ―Sólo
significa que tengo que mantenerme encubierto en mi
persecución.
Yo era muy bueno en trabajar de encubierto.
Señalé la comida abandonada en la mesa.
―Come, caro.
La sonrisa de Lany estaba de vuelta en su cara cuando levantó su
comida y empezó a comer. Observé, con satisfacción que estaba
dando algo esencial al hombre que tenía toda la intención de que
me perteneciera. La vida podría reducirse a tres objetivos 24
diferentes. Alimentos, refugio y seguridad. Fue lo mismo para los
hombres de las cavernas y era lo mismo para los seres humanos en
la actualidad.
Mientras observaba comer a Lany, sabía que ya tenía la parte de
los alimentos cubierta por el momento, y me aseguraría de que mi
piso estuviera lleno de todas las cosas que a Lany le encantaba
comer. Refugio no sería un problema, ya sea tan pronto como
tuviera a mi bebé en mi casa.
Quizá jamás lo dejaría salir de nuevo.
Fue el enfoque de la seguridad lo que más me preocupaba. El
mundo era un lugar peligroso y yo no estaba seguro de si
realmente Lany comprendía eso. Diez minutos en su compañía y
yo ya podía decir que caminaba a través de la vida con la cabeza en
las nubes. Tan adorable como encontraba eso, también era
exasperante. No podía dejar que le pasara algo a Lany, y eso
significaba dejarlo continuar viviendo en su inocente mundo de
ilusiones.
Yo mataría a cualquiera que amenazara la seguridad de
Lany. Era tan sencillo como eso. Yo no era alguien que creía en
cuentos de hadas, pero una mirada hacia los expresivos ojos color
verde ámbar de Lany, y sabía que ya era un caso perdido. Ningún
poder sobre la tierra podía haberme sorprendido más, tal y como
lo había estado no hace más de una hora. Mi mundo había
cambiado por completo con tan solo una mirada, y ni siquiera
luché contra ella.
Amé la manera en la que Lany me estaba mirando, inseguro e
intrigado al mismo tiempo. Esto desplegó algo profundo en mis
entrañas que no me había dado cuenta que estaba con
nudos. Extendí la mano y aparté un mechón de cabello de la frente
de Lany. 25
La suave inhalación de Lany no escapó a mi atención. Sonreí aun
cuando mis labios rozaron su mejilla hasta su oreja.
―También, me quitas el aliento, caro.
―¿Yo?― definitivamente allí hubo un grito de incredulidad en su
voz.
Lo sabía, ya antes lo había pensado, pero ahora podía
asegurarlo. Cada hombre en el mundo debía ser ciego y
estúpido. Lany era un tesoro, uno que tenía toda la intención de
conservar para mí.
Cuando Booker se aclaró la garganta, suspiré y me incliné hacia
atrás para poner un poco de distancia entre mí y Lany. Era una
tentación que me hacía olvidar donde estábamos. No me
importaba, pero a la mejor a Lany podría importarle. A pesar de
que yo no tenía la intención de vivir en el armario con él, yo no
había tenido aún la oportunidad de discutir con Lany cómo se
sentía y yo no quería hacer nada que pudiera borrar la sonrisa de
su cara.
Yo sabía que tenía una sonrisa en mi cara cuando Booker rodó
los ojos. El hombre nunca había entendido mi fascinación por los
hombres más pequeños. A él le gustaban los hombres lo
suficientemente grandes como para luchar.
Él era así de raro.
Yo, por el contrario, me gustaba la suavidad que podía tocar
sobre la piel sedosa de Lany. Me gustaba estar por encima del
hombre. Me gustaba que yo pudiera levantarlo en mis brazos y
sostenerlo contra la pared... Y yo tenía toda la intención de hacerlo
tan pronto como lo llevara a mi apartamento.
Hablando de eso…
―¿Estás listo para irnos, caro?
Justo así de rápido, la sonrisa desapareció de los labios de 26
Lany. Se puso tenso por un momento antes de que sus hombros se
derrumbaran.
―Supongo que es hora, ¿verdad?
Me sentí perdido. La tristeza que se desprendía de Lany era
marcada, me rompía el corazón. Me daban ganas de envolver al
hombre en mis brazos y nunca dejarlo ir.
―Gracias por...― La mano de Lany se agitó sin rumbo hacia el
baño y luego al plato vacío sobre la mesa. ―Si me dices cuanto fue
de la comida, voy a-
―Yo me encargaré de eso.― Yo sabía que había un gruñido
áspero en mi voz, pero no era capaz de evitarlo. Proveer a Lany iba
a ser sólo una de las cosas que haría para el chico a partir de
ahora. La necesidad de cuidar de él en un nivel tan básico estaba
arraigada en mí.
Tomé entre mis dedos la barbilla de Lany y acerqué su cara a la
mía. La tristeza que seguía oscureciendo sus ojos se me clavó en el
corazón.
―¿Qué pasa, Caro?― ¿A quién necesito matar para borrar esa
mirada triste de tu cara?
―Yo sólo...― Mis ojos se posaron en los labios de Lany cuando su
lengua rosada salió y se movió a través de ellos. Dios, que no haría
para tener esa deliciosa lengua sobre mí. ―Realmente me la pasé
muy bien. Fue hermoso haberte conocido.
La mano de Lany tendida hacia mí casi me hizo reír.
Casi.
―Tal vez podamos cenar de nuevo algún día.
Gruñí.
―Quiero decir, si tú quieres― dijo Lany rápidamente.
―¿Pensé que ibas a cocinarme la cena mañana por la noche?
Lany se iluminó. 27
―Pollo al limón y miel.
―Sí.― Yo estaba feliz de que lo recordara.
―¿Estás seguro que quieres cenar conmigo?― Preguntó
Lany. ―Tú no tienes que hacerlo, ya sabes. Podríamos irnos a mi
apartamento.
Detuve a Lany presionando un dedo contra sus labios. Yo sabía
adónde iba el chico con sus palabras, y tanto como la fantasía me
excitaba, quería más de Lany que una rápida cogida.
―Como tú vas a pasar esta noche y todas las noches, en mi cama,
no tengo ninguna duda de que vamos a terminar teniendo sexo― y
un montón de eso ―pero también quiero conocerte fuera de la
cama, caro. Quiero saber absolutamente todo sobre ti.
―No, no quieres.― La intensidad en los ojos de Lany cuando
sacudió la cabeza me dijo enfáticamente que el chico realmente
creía las palabras que había pronunciado.
No podía estar más lejos de la verdad.
Curvé mi mano alrededor de la nuca de Lany y lo atraje hacia mí
lo suficiente como para sentir su aliento soplar en mi cara.
―Quiero saber todo sobre ti, Lany. Todo.
La cabeza de Lany se inclinó hacia un lado, juntando las cejas y
arrugando la piel entre ellas.
―¿Por qué?― Preguntó, la falta de comprensión haciendo eco en
el tono de su voz. ―Dije que lo haría…
―Debido a que tú me interesas.― Yo no sabía cómo ni por qué, y
no estoy seguro que me importara, pero en el lapso de solo una
mirada, Lancaster Harris III se había convertido en algo vital para
mi existencia. ―Eres importante. Eres atractivo, tierno y gracioso y
no puedo esperar para descubrir todo lo que hay que saber acerca
de ti, dentro y fuera de la cama.
―Tú...― Las cejas de Lany se fruncieron aún más. ―No logro 28
entenderlo.
―Oh, caro.―
Dios, ¿Con quién había estado saliendo este chico?
Apreté a Lany contra mi pecho, metiendo su cabeza debajo de mi
barbilla. Bajé la mano del cuello de Lany a la parte baja de su
espalda. Necesitaba sentir su piel, deslicé mi mano bajo la camisa
de Lany y acaricié su piel sedosa en pequeños círculos.
―La única cosa que tienes que entender, Lany, es que eres mío.
Y yo lucharía contra cualquier persona que pensara en llevarse a
Lany lejos de mí.
Capítulo tres

Lany

La mano que frotaba círculos con tanta suavidad en la parte baja


de mi espalda era gentil, amorosa y el contacto más cálido que 29
había tenido en más tiempo de lo que podía recordar. Solo deseaba
quedarme allí disfrutándolo, y que nunca se detuviera.
Pero las palabras anteriores impactaron en mi cerebro,
sacándome de la posición de satisfacción que había encontrado en
los brazos de Sal. Yo era demasiado emotivo, demasiado
empalagoso. Yo era muy despistado, inestable. Yo era demasiado
dependiente. Les quitaba la diversión en todo y los avergonzaba
frente a sus amigos. Básicamente, los chicos que me han gustado
nunca se quedaban alrededor porque yo era demasiado
problemático.
Realmente me gustaba mucho este hombre. Él era el primero
que había conocido en mucho tiempo que verdaderamente me
hacía sentir seguro. Quería conservarlo.
Yo sabía lo que tenía que hacer para eso, necesitaba hacer todo
lo contrario de lo que usualmente hacía. Eso significaba que no
debía dejar que mis emociones se salieran de control, recordando
no intentar vivir en su pantalón, y mantener la cabeza en la
presa. Si él llamaba, muy bien. Si no lo hacía, tenía que esperar. El
llamaría cuando estuviera listo para verme. Saturando su teléfono
con mensajes de texto acabaría por meterme en problemas.
Si él me invitara a salir con sus amigos, era en mi propio
beneficio simplemente sentarme en una esquina y mantener la
boca cerrada. Nadie estaría interesado en escuchar lo que yo
dijera, sobre todo porque yo nunca tuve nada que decir que no
sonara estúpido para otras personas. Todo tenía sentido en mi
mente, pero yo era el único que me entendía.
Solo necesitaba no ser un problema. Tan fácil como eso. Si
tuviera alguna oportunidad de mantener a Sal interesado,
necesitaba no ser yo mismo. 30
Sencillo, ¿verdad?
Gemí, sabiendo que no tenía ninguna maldita oportunidad. Yo
era un maldito desorden caminando. Todo el mundo lo decía,
desde mi jefe hasta mis amigos--lo pocos que tenía-- hasta los
chicos en el escuadrón.
Maldita sea, la única razón por la que incluso tenía un trabajo en
la estación de policía era debido a que el comisario de policía era
mi tío. Desde que me gradué de la universidad hace cuatro años,
había tenido veintitrés trabajos, había hecho de todo, desde
trabajar en una pastelería hasta pintar casas. En ninguno de ellos
había durado más de un mes. Siempre metía la pata.
Esto también lo podría arruinar. Justo así era mi Karma.
Suspiré mientras acomodaba mi cara en el cuello de Sal y agarré
aire.
Podía sentir que mis ojos se llenaban de lágrimas ante el
desengaño que sabía se iba a cruzar en mi camino. Parpadeé
rápidamente para hacer que desaparecieran, sabiendo que Sal
podría odiar mi demostración sentimental. Tal vez realmente era
el momento de dar por terminada esta noche antes de que
terminara arruinando las cosas
Con ese pensamiento en mente, cubrí mi cara con una sonrisa y
me apoyé hacia atrás hasta que pude sentarme derecho... bueno,
hasta que Sal me dejó incorporarme. Era muy obvio que no iría a
ninguna parte si Sal no me dejaba.
―Tal vez deberíamos terminar la velada― dije con
timidez. ―Tengo que trabajar mañana y-
―Por supuesto, tienes razón, caro.― Sal se puso de pie con un
movimiento flexible, llevándome con él antes de que
cuidadosamente me pusiera en mis pies. Respiré lentamente 31
cuando los dedos de Sal acariciaron mi mejilla, y me apoyé en su
mano.
Su contacto era tan relajante. Por un segundo, sólo un soplo de
aire, todos los pensamientos que libraban una batalla en mi cabeza
se quedaron inmóviles. El sonido constante de mis pensamientos
estaba en silencio. El aire se detuvo. Quería quedarme allí para
siempre. Allí podía respirar.
Y entonces ya no pude mientras el mundo se precipitaba de
nuevo encima de mí.
Casi se me escapa un sollozo.
―Ssshh, Caro mío. Te tengo.
Yo no había hecho el menor ruido. Yo sabía que no lo había
hecho. ¿Cómo sabía Sal?
―Penso che non ci conosciamo reciprocamente per caso ― Sal
susurró. ― Tu sei una stella... la mia stella.
―¿Qué?― Realmente necesitaba aprender a hablar italiano.
Sal se rió.
―Creo que no nos hemos conocido por casualidad, Lany.― Miré
hacia arriba hasta hundirme en esa piscina de oro líquido de sus
ojos que se oscurecieron mientras los miraba. ―Eres una estrella...
mi estrella.
―Oh.― Me quedé sin palabras para expresar la forma en que eso
me hizo sentir.
No existían palabras para describirlo.
―Ven, caro, hora de llevarte a casa.
Cuando Sal me llevó fuera de la taberna, simplemente caminé
junto a él, con el peso del brazo del hombre sobre mis
hombros. Incluso sabiendo sobre este asunto que había entre
nosotros, este calor, que podría llevarnos a cualquier parte, no
tenía ninguna resistencia. Absorbería cada segundo de la atención 32
que me diera Sal, entonces lloraría cuando todo terminara. Sin
embargo, por un breve momento, yo era deseado.
―¿Dónde está tu coche, caro ?
Mordí mi labio.
Sal bajó su mirada hacia mí.
―¿Lany?
―Con exactitud ya no tengo un coche, nunca más.
―¿Le pasó algo?
Aparté la mirada, mis mejillas ruborizándose con rapidez.
―No, no exactamente.
―Caro.― Las manos callosas de Sal sostuvieron mis mejillas. Él
levantó mi cabeza hasta que nuestros ojos se encontraron.
―¿Qué es lo que le pasó a tu coche?
―¿El último? Nada.
―El último.
Asentí.
―Lo vendí.― Justo después que me quitaron la licencia.
―¿Cuántos coches has tenido?
―Ocho.― Di un repaso mental de ellos en mi cabeza, empezando
por el primero que me dieron mis padres cuando me gradué de la
escuela secundaria. ―No, espera, doce, pero nunca llegué a
conducir cuatro de ellos.
Con cada palabra que decía, las cejas de Sal se elevaban más y
más.
―¿Has tenido doce coches?
Asentí de nuevo.
―¿Te los han robado?
―Mi primer par de coches fueron unas bellezas, pero después
que los choqué, no tenía sentido comprarme coches hermosos así 33
que compré coches usados. Una vez que me quitaron la licencia...
―Me encogí de hombros. ―Simplemente no parecía haber ninguna
razón para tener un coche. No es como si ellos fueran a dejarme
conducir en un futuro próximo de cualquier manera. Ninguna
agencia de seguros querrá asegurarme.
La voz de Sal fue baja y profunda cuando habló.
―Lany, ¿por qué te quitaron tu licencia?
―Oh.― Sonreí porque esa era una respuesta fácil. ―Porque yo
seguía chocando mi coche.
Sal dejó escapar una exhalación rápida.
―¿Cómo te mantuviste chocando tu coche?
―Bueno, déjame decírtelo no fue nada fácil. Lo intenté tan duro
como podía, pero no importaba lo mucho que me concentrara, las
cosas parecían saltar hacia mí.
―¿Hacia tu coche?
Asentí.
―¿Qué clase de cosas?
―Recipientes de basura, buzones, edificios.― Fruncí el ceño
mientras enumeraba la lista de las cosas contra las que me había
estrellado a lo largo de los años. ―Hubo una vez un elefante, pero
no creo que eso cuente porque él fue el que me golpeó.
―Un elefante― Sal dijo con voz ronca. ―¿Golpeaste a un
elefante?
―No, yo me estrellé en la carpa de circo en la que estaba y
entonces enloqueció y dio un paso sobre mi coche.
―¿Lany, Caro, estabas en el coche cuando el elefante dio un paso
sobre él?
Encantado de que Sal pareciera estar muy interesado en lo que
le estaba diciendo, asentí con entusiasmo.
―Oh, sí, nunca tuve la oportunidad de salirme del coche antes de 34
que él lo aplastara como un insecto. Tuvieron que cortarlo con las
tenazas para poder sacarme―. Nunca pensé que fuera posible para
un hombre ponerse tan pálido.
Sal me agarró y me acercó, frotando con sus manos arriba y
abajo de mis brazos.
―Porca troia3, caro, tú necesitas un guardián.
Descartando sus palabras acerca de que yo necesitaba un
guardián porque todo el mundo estaba bastante seguro que yo no
podía manejar mi propia vida, me empujé hacia un lado de Sal
hasta que pude mirar a sus ojos.
―¿Qué es lo que acabas de decir?
Los ojos de Sal se estrecharon.
―No voy a enseñarte a maldecir en italiano.
―Pero-
―No.
―Te prometo que no lo voy a repetir. Sólo quiero saber lo que
dijiste.
Sal suspiro.
3
Porca Troia significa Puto Infierno.
―Dije puto infierno.
―Tengo que aprender italiano.― Me enorgullecí porque Sal
había cedido. ―Eso sonaba mucho más genial en Italiano que como
sonaba en Inglés.
Sal gruñó mientras me agarraba el brazo y me llevó por la calle
hacia su vehículo. La puerta estaba sin seguro y me levantó hasta
el interior, el cinturón de seguridad hizo clic en su lugar, y luego la
puerta se cerró de nuevo antes de que pudiera protestar.
Yo no lo haría de todos modos. Sal quería llevarme a casa y yo
iba a dejarlo. Si pudiera convencer al hombre para que me llevara
a la cama antes de que hiciera algo estúpido, yo estaría encantado. 35
Sentí que mi aliento quedaba atrapado en la parte posterior de
mi garganta cuando la mano de Sal se apoyó en mi muslo. Él no me
manoseó o trató de moverla hacia arriba de mi muslo, sólo dejó
que descansara allí, su calidez se filtraba en mi piel a través de mis
pantalones.
―¿Entonces, no conduces para nada?
―Realmente no debería.― No, si yo quería estar fuera de la
cárcel. La última vez que me había estrellado-por desgracia, fue
conduciendo mi coche a través de un escaparate-mi tío y mi padre
me habían jurado que me encerrarían si me encontraban otra vez
detrás del volante de un coche.
Yo les creí.
―¿Cómo llegas hasta aquí?
―Bueno, de muchas maneras― respondí mientras le sonreía a
Sal. ―Tenía una bicicleta, pero me la robaron por lo que ahora
utilizo el tren o camino. Pero si realmente estoy en un aprieto,
tomo un taxi, pero puede salir costoso luego de un tiempo.
―Dame tu teléfono.― Sal tendió la mano cuando paramos en un
semáforo. Me encantó cuando empezó a teclear en la
pantalla. ―Ahora― dijo mientras me lo regresaba y comenzaba a
conducir de nuevo―Puedes llamarme cuando necesites que te
lleve a algún sitio. Cuando no esté en el trabajo, vendré a buscarte
y te llevaré a cualquier lugar que necesites ir.
―Oh! No podía… Dios!― Sal había puesto su número de teléfono
debajo de “Novio”. No podía borrar la sonrisa de mi cara aunque
mi vida dependiera de ello. Me quedé mirando a Sal por un
momento antes de preguntarle: ―¿Quieres mi número?
―Llama a mi teléfono― ordenó Sal. ―Eso me dará tu número.
No era tan bueno como ser puesto debajo de “novio” pero lo
aceptaré. Llamé rápidamente al número que Sal había puesto en 36
mi teléfono, sonriendo cuando su teléfono timbró.
Ese era yo. Ese era mi celular llamando a su celular.
Muy rara vez me dieron números de teléfono. Los chicos que
querían salir conmigo preferían llamarme, no que yo los
llamara. En cierto modo regresaba a toda esa cosa de “demasiado
empalagoso”.
―Te prometo que no voy a llamarte muy seguido.
No sabía cómo iba a mantener esa promesa, pero encontraría la
manera.
―Llámame cuando quieras― dijo Sal. ―Me gusta escucharte
hablar.
Me quedé boquiabierto.
―¿Te gusta escucharme hablar?― ¿Se había caído Sal de cabeza
cuando era un bebé?
―Me gusta.― La cara de Sal estaba radiante cuando sonrió. Lo
podría estar mirando por siempre. ― Sono pazzo di te4.
Levanté una ceja consultándole en silencio.
―Estoy loco por ti.
4
Estoy loco por ti
Todavía seguía sin poder entender cómo. La parte de loco era
evidente por sí misma si él quería pasar más de una noche
conmigo. Simplemente no entendía por qué iba a quererlo. Nadie
lo había hecho. Las únicas personas que realmente me amaban
eran mis padres y algunos familiares.
Todos los demás simplemente me toleraban.
Miré alrededor cuando Sal estacionó el vehículo todoterreno
junto a la acera.
―Este no es mi piso.― ¿Qué ilógico sonaba eso, ya que nunca le
había dado al hombre mi dirección?
―No― Sal se bajó del coche y se acercó a mi lado, abriendo la 37
puerta. Cuando me tendió su mano, sabía que sería una grosería
no tomarla. Con su ayuda, me deslicé sin esfuerzo bajándome del
todoterreno.
Sal cerró la puerta y luego me acercó a su costado, poniendo su
brazo alrededor de mi hombro. Estábamos presionados juntos
desde el muslo hasta el hombro. Su pierna rozaba la mía cada vez
que daba un paso. Era maravilloso y desesperante a la
vez. Deseaba subirme al hombre como un chango y exigirle que
me llevara a la cama y me clavara en el colchón.
Sin embargo, había una parte de mí que estaba un poco
temerosa. No de él. Creo que nunca podría tener miedo de
Sal. Pero tenía miedo de lo que pasaría una vez que él hubiera
conseguido lo que quería. ¿Iba a echarme en ese mismo momento
o iba a permitir que me quedara un poco más?
Yo no le pediría quedarme a pasar la noche porque la
experiencia me había enseñado que los hombres homosexuales no
hacían eso. Al menos, ellos nunca lo hicieron conmigo. Siempre
había estado en mi mente esa clase de pensamiento, a la mejor
había algo en mí porque siempre lo había querido. Soñaba con
quedarme dormido en los brazos de alguien y despertarme en los
mismos brazos al día siguiente.
Eso aún no había pasado, todavía esperaba que sucediera.
Nos subimos en el elevador hasta el cuarto piso, después
caminamos por el pasillo hasta un apartamento en el lado
oeste. Cuando Sal abrió la puerta y me escoltó hacia adentro, tuve
mi primer vistazo del hogar de este hermoso hombre, y
tristemente, me decepcioné, pero no me sorprendí.
Era un piso muy masculino.
También era un lugar muy impersonal, todas las líneas
impecables, elegantes y un fuerte matiz de negro, blanco y 38
gris. Aunque yo sabía que había sido decorada hábilmente, el
cromo y mármol me dejaron frío. Con una mirada, sabía que las
pinturas en la pared eran finas obras de arte, pero carecían de la
calidez y el calor de hogar que prefería. Aunque, esta no era mi
casa. No me tenía que gustar. Yo no estaba allí para criticar los
gustos de decoración de Sal.
―¿Quieres algo de tomar?― Preguntó Sal mientras cerraba con
llave la puerta.
―¿Tienes agua?― Ya había tenido mi cantidad de bebidas
permitidas por esta noche. Quería tener la cabeza despejada para
lo que yo esperaba que pasara. Yo no tomaba refrescos.
Traté de no estremecerme cuando fui detrás de Sal hasta la
cocina. Por mucho que disfrutaba la cocina gourmet y me daba
comezón por cocinar en ese espacio abierto, las líneas modernas y
los electrodomésticos de acero inoxidable me dio miedo de tocar
algo. Yo no quería dejar marcas de huellas digitales.
Acepté la botella de agua que Sal sacó del enorme refrigerador
de doble puerta y la puso en mi mano luego lo seguí de nuevo a la
sala de estar. La habitación principal era grande. El techo era al
menos de tres metros de altura y las ventanas de un lado iban
desde el piso hasta el techo.
Me acerqué y aparte una de las cortinas grises.
―La vista desde aquí es hermosa.― Lo era. El panorama se podía
ver sobre algunos de los edificios más bajos del lugar, pero más
allá se veía un puente y la bahía. ―Me imagino que en el invierno,
la neblina cayendo debe ser realmente agradable.
―Así es― dijo Sal ― pero las puestas de sol son mejores. Yo
quería un piso con un balcón, pero ellos me pedían un brazo y una
pierna por lo que me conformé con ventanas del piso al techo.
―Tengo un balcón. Puedes venir a ver la puesta de sol desde mi 39
casa. ―Me estremecí cuando Sal miró hacia mí. Yo no estaba
tratando de presumir o hacer sentir mal a Sal. Mi apartamento
había sido un regalo de mis abuelos cuando me gradué de la
universidad.
Estaba bastante seguro de que había sido porque nadie pensó
que podía aguantar hasta el final y hacer todo el recorrido hasta
obtener mi título. Ellos se habían puesto tan felices cuando
terminé, que había tenido una lluvia de regalos. El apartamento de
lujo con vistas al parque del centro de la ciudad había sido lo
mejor.
Tenía dos dormitorios, dos y medio baños, oficina, comedor,
cocina, sala grande, y el enorme balcón, sabía que podía vivir allí
por el resto de mi vida y todavía tenía espacio suficiente para una
familia. El concepto de espacio abierto con los pisos de parqué, con
repisas empotradas para los libros, cornisas, puertas francesas y
chimenea, había sido fácil crear un espacio para relajarme e
incluso me habían dado un lugar privado para escapar del ajetreo.
El balcón corría por todo el lado oeste de mi apartamento desde
la sala al dormitorio. Tan grande como este era, había espacio para
mi barbacoa, una terraza y una pequeña piscina. Pasaba mucho
tiempo en el balcón, disfrutando del aire libre sin salir de casa.
Contuve el aliento cuando Sal se quitó la chamarra, revelando
que tenía una funda de pistola en el pantalón, con pistola y
todo. De alguna manera, había perdido el hecho de que él estaba
armado. Es cierto, había estado bien acurrucado en su regazo, pero
¿cómo podría haber pasado por alto una pistola pegada al lado del
hombre?
―Tienes un arma.
Oh cielos, si Sal era un criminal, mi padre tendrá un ataque.
―¿Eres un mafioso? 40
Las cejas de Sal se levantaron cerca de la frente cuándo se volvió
de nuevo a mí después de guardar el arma en una caja fuerte en el
interior del armario.
―¿Un mafioso?― Él no sonaba enojado, más bien confundido y
sorprendido por mi pregunta.
―Bueno, eres italiano y tienes un arma de fuego, así que...
Sal sonrió.
―¿Y eso te llevó a pensar que soy un mafioso?
Me encogí de hombros. Eso tenía mucho sentido en mi cabeza.
―Sí.
―No, caro, no soy un mafioso.― La sonrisa de Sal era de
diabólica diversión. ―Soy mucho más peligroso que eso.
Fruncí el ceño confundido.
―¿Que puede ser más peligroso que la mafia?
―S.W.A.T.5
5
S.W.A.T son las siglas de Special Weapons and Tactics (Armas y
TácticasEspeciales), y originalmente era Special Weapons Assault Team (Equipo de Asalto
de Armasespeciales). El término S.W.A.T hacereferencia a las
unidadesespecializadasenintervencionespeligrosas de diversoscuerpospoliciales de
EstadosUnidos.
41
Capítulo cuatro

Salvador

Estaba muy orgulloso de ser un miembro de la Unidad de Armas


y Tácticas Especiales de la Ciudad. Me había llevado muchos años y 42
mucho entrenamiento para alcanzar esa prestigiada posición en la
unidad táctica de la policía de élite de la ciudad. Por el aspecto
pálido en la cara de Lany, se sentía como si acabara de anunciar
que trabajaba para el diablo.
―¿Eres S.W.A.T?― Lany chilló mientras más color se drenaba de
su rostro.
―Lo soy.
―Oh, cielos.― Lany pasó la mano por su pálida cara y luego se
dio la vuelta y se sentó en el borde del sofá. ―Oh, cielos― dijo de
nuevo antes de esconder su cara entre sus manos. Murmuró un
poco y eso sonaba como que decía de nuevo ―Oh, cielos.
―¿Qué es lo que te tiene tan preocupado, Caro?― Pregunté
mientras me acercaba hacia el chico.
La palabra ―seriedad― estaba escrita por toda la cara de Lany
cuando él levantó la cabeza.
―Eres S.W.A.T― dijo, como si eso explicara su pánico.
―Lo soy.
―Debería haberlo sabido.
―¿Por qué eso es un problema, Caro?― Me senté en el sofá junto
a Lany y llegué hasta él. Lany se sentía tan bien en mis brazos. Lo
atraje hasta que se dejó caer contra mí, su cabeza buscando sitio
en mi pecho.
Deslicé mis dedos entre su cabello, apretando el puño en torno a
un puñado de las suaves hebras de seda antes de llevarlos hasta mi
nariz. Cálida lluvia de verano. No había otra manera de describir el
seductor aroma. Era tan turbulento como una tormenta de verano
y tan relajante como el suave golpeteo de la lluvia cayendo.
―Quiero dormir con mi rostro entre tú cabello.
No me di cuenta que había dicho esas palabras en voz alta hasta 43
que Lany se apartó dándose la vuelta y levantando la mirada hacia
mí.
―¿Qué?― Preguntó.
―Tú cabello, Caro. Me encanta la forma en que huele. ―No era
exactamente lo que había dicho, pero se acercaba lo suficiente.
―Oh.― Estaba encantado de que la mirada de pánico de Lany
había desaparecido de su cara. ―Es mi champú, creo.
―¿Una mezcla especial?
―No, lo consigo en el supermercado.
―¿Y esto qué es?― Le pregunté mientras levantaba la cadena de
oro alrededor del cuello de Lany.
―Oh.― Lany sonrió mientras miraba hacia abajo. ―Esa es mi
medalla de San Judas.
―¿San Judas?― Fruncí el ceño mientras sostenía entre mis dedos
el colgante de oro. ―¿Es el santo patrón de las causas perdidas?―
―Mi abuelita me lo dio. Ella dijo que era conveniente, porque mi
ángel de la guarda tenía que trabajar horas extras.
―Puedo verlo.
Saqué mis placas de identificación.
―Esto es todo lo que llevo.
―¿No estás de servicio?
―Caro, realmente nunca dejas los marines.
La risa de Lany era una verdadera delicia.
Sonreí mientras envolvía mi brazo alrededor de Lany y deslicé
mi mano debajo de su camisa. Por mucho que prefiriera el
contacto de piel contra piel con el chico. La inhalación rápida de
Lany se mezcló con el estremecimiento que corrió por su cuerpo
endureciendo mi pene como ninguna otra cosa podría hacerlo.
Dios, deseaba a este hombre.
Lo quería en mi cama. 44
Ya en este instante.
Levanté a Lany hacia arriba, le di la vuelta en redondo para que
estuviera a horcajadas sobre mí, lo estreché contra mi pecho
mientras me ponía de pie.
―Las piernas alrededor de mi cintura, caro.
Gruñí cuando las piernas de Lany se envolvieron alrededor de
mí y nuestros penes se presionaron entre sí. Al mismo tiempo que
estaba justo donde quería tenerlo, drenó toda la sangre fuera de
mi cerebro y se acumuló en mi entrepierna, robándome incluso un
adecuado proceso de pensamiento.
Agarré las mejillas del culo de Lany, sujetándolo a mi cuerpo.
―Sei bellissima, Caro ― murmuré mientras lo llevaba hacia mi
dormitorio. ― Voglio fare l'amore con te.
―En-Inglés― Lany tartamudeó.
―Eres hermoso, cariño― le contesté. ―Quiero hacerte el amor.
―Sí por favor.
―Sí, per favore― Lo traduje para él. Tal vez enseñarle algo de
italiano no sería una mala idea.
―Sí, eso.
Me reí. Lany era posiblemente el chico más adorable que había
encontrado en mi vida. Eso, combinado con la inocente
impaciencia en sus ojos, lo hacía malditamente sexy a mis ojos. Me
dolía por poseerlo, por reclamarlo y hacerlo mío.
Dejé caer con suavidad a Lany en medio de mi enorme cama, me
quedé allí parado, mirándolo. Yo no tenía idea justo hasta este
momento hasta qué punto iba a ser adicto a la presencia de este
chico hermoso en mi cama. Fue un momento que pensé que jamás
olvidaría.
Me incliné y cogí los zapatos de Lany, quitándoselos antes de
dejarlos caer en el piso. 45
Entonces me fui por sus pantalones y desabotoné su camisa. Las
caritas sonrientes en sus boxers me hicieron reír entre dientes,
pero ellas no detuvieron mi intención de ver al chico desnudo.
Mientras tiraba al piso la última prenda de ropa, una vez más me
quedé asombrado por la vista ante mí.
―Non c' non è mai stato un uomo bello come te nel mio letto .
Cuando Lany solo me miró, sonreí.
―Nunca ha habido un hombre tan hermoso como tú en mi cama.
―¿Nunca?― La voz de Lany estaba llena de dudas.
―No tan hermoso como tú.― Estaba muy seguro de eso. Lany me
dejaba sin aliento. Me arrastré en la cama entre las piernas de
Lany, acomodándome encima de él. Me aseguré de mantener mi
peso sobre mis brazos para no aplastar al chico más pequeño, pero
las manos de Lany, se aferraron a mí, y me empujó hacia abajo
encima de él. ―Lany…
―Per favore.
Maldita sea, el niño aprendía rápido.
―Bésame, Lany.
Me negué a aceptar un no por respuesta. Cubrí la boca de Lany,
usando la lengua para provocar sus labios y separarlos. Yo sabía
que una vez que Lany olvidara su pánico sobre mí de ser un oficial
de S.W.A.T, aceptaría lo que estaba creciendo entre nosotros.
Lany gimió, y en cuestión de segundos estaba presionando en
mis labios, abriendo su boca y dejándome entrar. Devoré la boca
de Lany, lamiéndola, chupándola, provocándolo. Hice un largo
recorrido de besos desde sus labios hasta su barbilla, y a la
delicada piel de su garganta, una y otra vez, provocándolo.
Acaricié con mi mano sus omóplatos, bajando por el valle de su
columna vertebral, sobre su firme y redondo culo. Lo estimulé 46
para que se apretara contra mi entrepierna mientras nuestras
lenguas luchaban entre sí. Mordí ligeramente su labio
inferior. Lany gimió antes de regresarme el mordisco.
Cuando incliné la mirada hacia Leny, sus ojos verde ámbar
estaban abiertos y redondos.
Sorprendido.
―¿Te gustó eso, Caro?
Lany asintió sin palabras.
―Creo que te va a encantar esto.― Manteniendo mis ojos
enganchados con los de Lany, me incliné y me tragué la tensa
erección de Lany, envolviendo mis labios alrededor de la
acampanada cabeza del pene del chico. Las gotas de pre semen
acumuladas en la cabeza de su polla goteaban sobre mi lengua.
Lamí quitando esas gotas antes de tragar la longitud de Lany
hasta la parte posterior de mi garganta, dejando que los músculos
de mi garganta se relajaran hasta que el vello púbico me hizo
cosquillas en la cara. Escuché que Lany agarraba aire y se
estremecía.
Alentado por la respuesta de Lany, empecé a chupar, mi lengua
dibujaba las venas, mis mejillas ahuecadas mientras movía más la
gruesa erección de Lany en mi boca, meneando la cabeza arriba y
abajo.
Podía sentir como se tensaban los muslos de Lany bajo mis
manos y sabía que Lany no tardaría mucho tiempo en
correrse. Cerré los labios por completo alrededor del pene de Lany
y me lo tragué hasta el fondo antes de retroceder de nuevo.
Lamí un largo camino desde la punta de su pene hasta la raíz y
luego hacia abajo un poco más lejos. Sentí la mano de Lany
apretada en mi pelo cuando chupé una de sus bolas dentro de mi 47
boca. Los gemidos del chico iban aumentando con más fuerza.
Devoré a Lany con la mirada. El arco de la espalda, el éxtasis en
su rostro, la caída de su cabello castaño claro, la curva de cisne de
su cuello, toda esto era la vista más espectacular que jamás había
visto.
Tomé a Lany más profundo, aplanando la lengua mientras
deslizaba su pene a la parte posterior de mi garganta otra vez y
luego llevé la carne caliente a mi garganta. Con avidez lamí la
erección mientras movía la cabeza hacia atrás.
En el momento en que llegué a la hendidura de la cabeza del
pene de Lany, otro poco de pre-semen se había reunido y
empezaba a gotear por los lados. Con entusiasmo lamí cada gota
hasta que mi boca explotó con el sabor.
Poco a poco empecé a menear la cabeza, succionando mientras
movía los labios hasta la punta de su pene. Quería saborear cada
centímetro mientras su pene se movía a través de mi boca. Cuanto
más movía mi boca arriba y abajo, se hacía más fácil tragármelo
hasta la raíz. Podía sentir las deliciosas gotas de pre semen
salpicando sobre mi lengua cada vez que tragaba, Dios, era
jodidamente fantástico.
Cuando las bolas de Lany comenzaron a tirar hacia arriba
apretado su cuerpo, incrementé la velocidad de mis movimientos,
chupando su longitud en la garganta más rápido cada vez,
succionando con fuerza mientras me movía hacia atrás hasta la
punta.
Yo sabía que Lany se acercaba y quería que recordara esta
mamada como la mejor que jamás había recibido. Cuando el pene
del chico comenzó a hincharse, bajé la cabeza, tomando todo lo
que pude del pene de Lany en mi boca. 48
A medida que mi garganta masajeaba su longitud, Lany se corrió
con fuerza, gritando mi nombre. Su caliente semilla se disparó con
fuerza por mi garganta en picantes chorros de liberación. Tragué
con avidez, disfrutando el sabor salado de su semilla llenando mi
boca en grandes chorros.
Dejé que la suavidad de su pene escapara de mi boca y me eché
hacia atrás, mi mandíbula cayó cuando vi que Lany se había
desmayado. Riéndome, pasé mi mano sobre su cabeza,
acariciando con dedos a través del sedoso y largo cabello castaño
hasta los hombros de Lany.
―¿Qué voy a hacer contigo, caro, ¿eh?
Observé a Lany durante unos momentos antes de levantarme
con rapidez de la cama. Saqué el borde de las mantas hacia atrás y
luego levanté a Lany hasta las almohadas y puse las mantas sobre
él. Me gustaba saber que el chico estaba en mi cama, esperando
por mí, aunque aún estaba inconsciente.
Recogí su ropa y la doblé, poniéndola en la silla junto a la
puerta. Tenía que asegurarme de recordar que Lany empacara una
maleta para los próximos días y se la trajera a mi
departamento. Necesitaría ropa limpia para el trabajo y cosas así.
Él podría hacerlo mañana.
Después de quitarme mi propia ropa, las llevé al cuarto de baño
y las aventé en el cesto de la ropa sucia. Me di una ducha rápida,
dándole a mi duro pene un rápido trabajo de limpieza. Me dolía,
pero la próxima vez que me corriera estaría dentro de Lany.
Después de secarme fuera de la ducha, me dirigí a través de la
casa y me aseguré de que todo estaba bajo llave y cerrado. No
había visto nada extraño cuando llegué a casa, pero ya era
costumbre comprobar todo. 49
Lo último que tenía que hacer antes de regresarme a mi
habitación era abrir la caja fuerte y sacar mi arma de reserva. Años
de trabajar primero como militar y después como oficial de policía
aprendí a no confiar plenamente en una cerradura. Mantenía mi
arma de servicio en la caja fuerte cuando estaba en casa, pero
dormía con mi arma de reserva en mi mesita de noche.
¿Paranoico?
Sí.
Pero podría vivir siendo paranoico. La palabra clave aquí era
“vivo”. Habiendo crecido cerca de armas de fuego y después de ser
entrenado tanto en el ejército como en la academia de policía, por
no mencionar el entrenamiento diario que necesitaba para pasar a
ser un miembro del equipo S.W.A.T, estaba más cómodo con una
pistola que sin ella.
Regresé al dormitorio, puse la pistola en la mesita de noche
antes de deslizarme bajo las sábanas. Me tomó solo un momento
para rodar a Lany de lado y luego acurrucarme por detrás de él,
tirando del chico contra mí hasta que nos tocamos desde el pecho
hasta la pantorrilla.
Suspiré mientras me acomodaba, mi cuerpo hundiéndose en el
confortable colchón, mis brazos apretando y envolviendo al chico
que planeaba tener en mis brazos de aquí en adelante. En este
momento, la vida parecía perfecta. Oré porque se mantuviera de
esta manera, pero de alguna manera solo sabía que Lany iba a
conducirme a una alegre persecución.
No estaba sorprendido por eso.
Yo había decidido hacía varios años lo que yo quería en la vida y
las cosas se habían estado moviendo a lo largo de ese camino
desde hace bastante tiempo. Pero ese plan se había estancado en el
último par de años. Después de ver a algunos amigos a mí 50
alrededor encontrar a sus seres amados, me había dado cuenta de
que tener a alguien especial en mi vida era la única cosa que nunca
funcionaba dentro de mis planes.
Lany había cambiado todo eso, y eso me hacía feliz. Sólo tenía
que averiguar qué era lo que hacía a Lany feliz y todo estaría
perfecto.
Capítulo Cinco

Lany

―Sal― susurré su nombre, sabiendo quien era el que me tenía


envuelto en sus brazos en el instante en que abrí los ojos. Estaba 51
teniendo un momento difícil tratando de comprender el hecho de
que todavía estaba en la cama con el guapísimo hombre y no me
había pateado el culo arrojándome fuera.
Esto normalmente no me pasaba a mí.
No estaba seguro de qué hacer. Mi primer impulso fue el de
deslizarme bajo las sábanas y despertar a Sal de la mejor manera
que pudiera imaginar. Y el segundo impulso fue correr antes que
se levantara y se molestara por haberme quedado dormido. Tal
vez marcharme mientras Sal siguiera dormido era lo mejor. Si no
me quedaba, tal vez me llamaría.
Bueno, se valía soñar.
Sin embargo, no podía salir del dominio con el que me mantenía
agarrado. Yo estaba acostado boca abajo, con la cabeza
descansando en mis brazos. Medio cuerpo de Sal estaba sobre mí,
su pecho presionando mi espalda, su pierna atrapada entre mis
muslos, y por el momento su brazo envuelto a mi alrededor,
abrazándome con su mano extendida en mi abdomen.
No pensaba ir a ningún lado.
Desearía poder decir que estaba preocupado por eso, pero mi
madre siempre me dijo que era un mal mentiroso. Yo estaba
encantado con el hecho de que Sal parecía que no quería que me
fuera. Si tuviera la oportunidad, jamás me movería de este lugar.
Mi vejiga pensaba diferente.
Comencé a contonearme hasta que pude escabullirme del abrazo
de pulpo que Sal tenía sobre mi cuerpo. No era fácil, pero
deslizando la almohada en mi lugar lo hacía un poco menos
difícil. En el momento en que alcance el borde de la cama y pude
pararme, sentía como si hubiera estado en un encuentro de lucha
libre, y lo hubiera perdido. 52
Me dirigí hacia una puerta parcialmente abierta, esperando que
fuera el baño y no un vestidor. Me detuve en el umbral, con la boca
abierta. Bueno, en realidad, era un cuarto de baño, pero yo estaba
segurísimo de que podría hacerse pasar por un spa de alta
categoría.
Los metros de azulejos blancos cubrían toda la parte interior
del compartimiento de la enorme ducha, y justo debajo hasta el
banco empotrado. El cabezal de la ducha de níquel pulido era un
buen toque, al igual que las paredes de la ducha de vidrio sin
costura. Tenía fantasías de sumergirme en una bañera de
hidromasaje como la que estaba en el lado opuesto de la
habitación. Me imaginaba pasar horas entre burbujas y agua
perfumada de lavanda.
Las cubiertas de mármol de Carrara combinaban muy bien con
los gabinetes de madera de cedro y el tocador. Los colores eran un
profundo contraste entre sí, pero funcionaba. Todo el lugar parecía
como si hubiera caminado justo fuera de una revista.
Y por mucho que me había gustado el aspecto estéticamente
agradable, no era para mí.
Rápidamente usé el inodoro y con igual rapidez me lave las
manos. No me atreví a usar el cepillo de dientes de otra persona,
porque eso era asqueroso, pero rápidamente hice gárgaras con
enjuague bucal. Odiaba el aliento mañanero.
Cuando salí del cuarto de baño, di una mirada al hombre que
dormía en la cama y mi aliento quedó atrapado en mi
garganta. Maldita sea, él hombre era perfecto. Sal estaba cubierto
de fuertes y enormes músculos, una preciosa piel
bronceada. Deseaba manosear todo ese perfecto cuerpo.
Aún quería lamerlo todo.
Me quedé mirándolo por un momento, observando como la luz 53
que entraba por la rendija de las cortinas se movía a través de su
figura bronceada. Con la manta descansando en la parte baja de su
espalda, podía asegurar que su bronceado era natural. No había
marcas de bronceado. Me gustaría revisar debajo de la manta, pero
no me atreví.
Sabía que es lo que necesitaba hacer si quería otra oportunidad
con el guapísimo hombre, y no era satisfaciendo mis
fantasías. Sentía la angustia en mi corazón mientras alcanzaba mi
ropa. Sonreí a la pequeña pila de ropa ordenada y doblada en la
silla. Había sido muy amable de parte de Sal recogerlas del
piso. Sólo otro maravilloso detalle del hombre.
―¿Bebé que estás haciendo?
Pegué un grito y salté, dando vuelta.
―Sal.
―Regresa a la cama― el hombre gruñó mientras levantaba la
manta para mí, mostrando que en efecto el hombre no tenía
ninguna marca de bronceado. Pero, demonios, tenía un magnifico
culo. ―Es muy temprano para levantarse.
―¿Quieres que regrese a la cama?
―Lany.
Dejé caer mi ropa y me metí en la cama. Si Sal me quería de
vuelta en su cama, ¿quién era yo para discutir? Me subí en el
enorme colchón. Antes de tener la oportunidad de acercarme, fui
agarrado y arrastrado de nuevo bajo el cuerpo musculoso de Sal.
Una vez más, justo como la noche anterior, me movió a su
alrededor a cómo Sal quería acomodarme, mi cuerpo no me
pertenecía. Me encontré metido de nuevo bajo el gran hombre, su
muslo se movió entre los míos, la parte superior de su cuerpo
presionando el mío, y su brazo sosteniéndome contra su pecho.
―Duérmete, Lany. 54
¿Cómo?
Era imposible para mí dormir con el hombre envuelto alrededor
de mí como si no tuviera la intención de dejarme ir. No había
manera de hacerlo. Pero no estaba dispuesto a discutir. Yo estaba
justo donde quería dentro de mis más profundas fantasías. Sería
inútil discutir.
Y una estupidez.
Me moví un poco, intentando estar un poco más cerca. Podía
sentir el cuerpo de Sal presionando contra el mío desde mi pecho
hasta las pantorrillas, pero quería más. Si él pudiera extender todo
su cuerpo encima del mío, sería grandioso.
¿Quién necesitaba respirar?
Pegué un brinco ante el repentino golpe en mi culo.
―Estate quieto, Caro. Todavía estoy durmiendo.
Sonreí contra mi almohada. La dura longitud del pene del
hombre presionando contra mí no se sentía como si todavía
estuviera durmiendo. De hecho, se sentía como si estuviera
despertando. Estaba muy emocionado. Sabía que debería estar
preocupado, pero no podía quitarme la chispa de emoción en mi
pecho.
Me contoneé de nuevo, esta vez asegurándome de que mi culo se
frotara contra Sal.
―Estás jugando con fuego, Caro Mío.
Y yo desesperadamente quería ser consumido por esas llamas.
Di un grito ahogado cuando Sal de repente me dio la
vuelta. Había algo excitante en estar con un hombre que podía
mover todo mi cuerpo a donde quiera que él quisiera. También era
terriblemente frustrante porque además podía sujetarme así. No
me importaba si me mantenía boca abajo, pero necesitaba 55
moverme. Necesitaba tocarlo.
Sal se acomodó encima de mí, metiéndose entre mis piernas. Sus
ojos entrecerrados, soñolientos.
―Si insistes en estar en movimiento tan temprano en la
mañana, caro, vas a hacer que esto merezca mi tiempo.
Sal trazó una húmeda línea por mi muslo.
―Mi Dios.― Mis piernas temblaban mientras se separaban
más. Pensé que podría gritar cuando Sal lamió un camino desde
mi muslo hasta mis bolas. Podía sentirlas apretando mi cuerpo, a
punto de explotar. Así era de rápido. Un solo toque de él. Y ya
estaba listo para correrme.
―Sí, alguien está cerca de correrse― Sal murmuró mientras su
lengua serpenteaba lamiendo el saco de mis bolas. Gemí,
intentando con desesperación no correrme sobre mí. Quería que
esto durara. Sentía como si diminutas hormigas se arrastraran por
todo mi cuerpo.
―Tú sabor es delicioso, caro.― Sal casi ronroneó mientras
hablaba, el profundo sonido retumbaba a través de su pecho y
luego vibraba dentro de mí.
Gemí cuando Sal metió mi pene en su boca. Iba a correrme, y
pronto, si Sal seguía chupándome. Mordí mi labio cuando los
dedos lubricados de Sal penetraron mi estrecho agujero. ¿Alguna
vez te has sentido de esta manera tan increíble? Mis labios se
separaron mientras hacía mi mejor esfuerzo para evitar mi
orgasmo.
―S-Sal― le dije con voz temblorosa. ―Por favor.
Estaba desesperado.
Sal gruñó mientras liberaba mi pene. Parecía decepcionado, pero
sonrió mientras se arrastraba por mi cuerpo.
―Voy a tener que enseñarte resistencia, caro. 56
¿En serio?
¿Estaba siendo amado por el hombre de mis sueños y él
esperaba que yo tuviera resistencia?
Sí como no, eso no iba a suceder.
Yo estaba listo para estallar con sólo mirar a los hermosos ojos
cobrizos de Sal. El hombre quitaba el aliento, el firme perfil y
todos esos músculos fuertes.
―Voy a enseñarte muchas cosas, caro.― La sonrisa de Sal era de
pura maldad. ―Voy a enseñarte cómo gritar mi nombre mientras
follo ese apretado agujerito tuyo.
Tragué con fuerza, concentrándome en evitar que mi semilla
estallara de mis bolas. ¡Por Dios! ¿Que no entendía el hombre lo
que me hacía que me hablaran sucio?
Bueno, quizá si lo sabía.
Sal sabía lo que me hacía, sonrió con malicia, antes de inclinarse
y lamer uno de mis pezones, haciendo que se redujera y alcanzara
su punto máximo bajo su húmeda lengua. Mis caderas se
impulsaron hacia adelante cuando Sal metió una mano debajo de
mí, jugando en la entrada de mi agujero.
―Quiero escucharte gritar mi nombre, caro.― Su perversa
sonrisa iba a ser mi perdición. ―¿Vas a gritar para mí?
Haría lo que él quisiera.
Cerré los ojos de golpe, luchando con todas mis fuerzas para no
correrme solo con las palabras de Sal. Respiraba agitado
desesperado, mordiendo mi labio con fuerza. Yo estaba en el límite
de un orgasmo de proporciones épicas.
―Me perteneces, caro.― La voz profunda y dominante de Sal se
filtraba a través de la bruma de la excitación que empañaba mi
mente. Levanté mis piernas hasta mi pecho, rogando que esto
hiciera que Sal se pusiera en movimiento. 57
Sal únicamente me besó cada rodilla.
¡Demonios!
―Voy a follarte cuando estés listo, caro, y ni un minuto antes.―
La respiración caliente de Sal se sentía como pequeños soplos en
mi piel mientras me daba pequeños mordiscos en todo el camino
hacia mi cuello.
Gemí de nuevo.
Le suplicaría si pensara que habría alguna diferencia.
La mano de Sal se deslizó bajo mis muslos y luego la empujó con
habilidad bajo mi culo. Sus dedos masajeaban las mejillas de mi
culo, haciéndome jadear. Lo deseaba. Lo deseaba con
desesperación. Sal abrió mis piernas, acomodando su enorme
cuerpo entre mis muslos.
Me retorcí debajo de Sal, mi cuerpo necesitaba ser penetrado.
Cuando uno de sus dedos se hundió dentro de mí, me arqueé
hacia arriba con un fuerte gemido y empujé contra la intrusión. La
ansiedad que crecía dentro de mí se hacía más fuerte con cada
empuje del dedo de Sal.
―P-por favor― le supliqué, pero Sal se comportaba como si no
me hubiera escuchado. Era enloquecedor. Mi cuerpo se estremecía
con cada dedo que empujaba en mi agujero, cada beso que
presionaba contra mi piel. Su sola existencia. Quería hundirme
dentro de Sal y nunca volver a la superficie.
Sal se inclinó, mordiendo mi labio antes de arrodillarse delante
de mí. Era una vista maravillosa. Era fuerte, vigoroso, la
personificación de la virilidad. Quería ser el único que se
arrodillara delante de Sal, adorando su cuerpo.
Lo merecía.
Me estremecí cuando Sal agarró mi culo, separando mis 58
montículos como si me controlara antes de alinear su pene y
despacio, jodidamente despacio- empujó lentamente. Gemí
mientras Sal hundía profundamente su grueso eje dentro de mi
cuerpo.
Fue la sensación más grande que haya tenido nunca.
―Tesoro mio― Sal gimió mientras empujaba totalmente dentro
de mí. ―Mastúrbate más duro, caro. Quiero ver que te corras
sobre mi pene.
Curvé mis dedos alrededor de mi eje, estirándolo ligeramente. Si
me masturbara más duro, estaba acabado. Esparcí el pre-semen en
la cabeza de mi polla y levanté mis dedos, metiéndolos en mi
boca. Podía sentir el rubor floreciendo en la superficie de mi cara
mientras las fosas nasales de Sal se dilataban y sus ojos se
oscurecían como lava fundida.
Repetí la acción hasta que Sal comenzó a moverse dentro de
mí. El apretón en mi pene se ajustó mientras me masturbaba más
rápido. Mi necesidad de complacer a Sal estaba conduciéndome
con fuerza. El grueso eje de Sal se hundía con fuerza dentro y fuera
de mi estrecho agujero, coincidiendo conmigo con cada caricia que
me daba.
Sólo tomó un minuto antes de que gritara corriéndome, él semen
brotaba de mi pene salpicando por todo mi abdomen. Sal gruñó y
me cogió con más fuerza. Su sudor goteaba sobre mi cuerpo
cuando Sal se puso rígido y luego gimió fuerte, llenando mi culo
con su liberación.
Después de un momento, Sal se liberó y luego se puso a mi lado
antes de arrastrarme hacia sus brazos. Me rodó sobre mi estómago
y luego se acomodó sobre mi espalda otra vez. Le dio una palmada
suave a mi culo. 59
―Duérmete, caro.
Quizá una pequeña siesta.

***

Estaba solo en la cama la segunda vez que desperté. Miré por la


ventana mientras trataba de entender la manera de cómo esto me
hacía sentir. Había estado esperando esto, pero aun así dolía. Por
un breve momento, había tenido la esperanza.
Me quedé allí durante un par de minutos, simplemente respirar
dentro y fuera tratando de relajarme mientras mi mente
fracasaba. Yo sabía que tenía que levantarme y salir del
condominio de Sal antes de que volviera de donde había ido. Solo
que se me hacía difícil moverme.
Quería quedarme.
Sabía que no podía hacerlo.
Decidiendo que no quería enfrentar a Sal cuando regresara
porque creo que no podía manejar que me dijera que me fuera
después de lo que habíamos compartido, rodé hacia un lado de la
cama y me puse de pie. Me estiré hacia mi ropa, que había sido
doblada y acomodada de nuevo en la silla, me vestí.
Mientras abotonaba mi camisa, noté la cadena con el juego de
placas de identificación militar alrededor de mi cuello. Mi medalla
de San Judas había desaparecido. Sentí que comenzaba a enojarme
hasta que leí el nombre en las placas militares, y luego no pude
evitar sonreír. Estas eran las placas de identificación de Sal, las
mismas que llevaba puestas. Posiblemente ahora él llevaba mi 60
medalla de San Judas.
No sólo estaba de acuerdo con el intercambio, yo estaba muy
emocionado. Me encantó saber que algo que me pertenecía estaba
encima de Sal. No era un anillo, pero esto era un comienzo.
Metí las placas de identificación debajo de la camisa y terminé
de vestirme. Debería haber tomado una ducha antes de vestirme,
pero no me animé a deshacerme del olor de Sal como debía
hacerlo. Tendría que hacerlo en algún momento, simplemente
porque iba a empezar a oler mal. Pero todavía no. Tal vez cuando
regresara a mi casa.
Rápidamente fui al baño de lujo, para usar el inodoro, lavarme la
cara y cepillarme el pelo. A pesar de tenerlo tan lacio, mi cabello
nunca llegaría a rizarse, pero se enredaba muchísimo si no lo
cepillaba cada mañana.
Mis padres odiaban que mi cabello llegara hasta mis hombros.
Mi tío lo soportaba.
Amaba los largos mechones sedosos de color castaño claro. Yo
podría girarlos en torno a mis dedos o utilizarlos como escudo
para evitar que la gente viera la expresión de mi cara. Eso ayudaba
mucho cuando quería ocultar lo que realmente estaba pensando
de ellos.
Tenía una cara muy expresiva, lo que me había metido en
problemas más veces de las que podía contar. Odiaba a la gente
grosera. Simplemente no tenía tiempo para ellos. Me molestan, Me
enfadan, me hierve la sangre de rabia y disgusto. Excelente. Pero
los asustaba con educación.
Sabiendo que no había nada más que me retuviera aquí, agarré
mi chaqueta y salí fuera de la habitación. Me detuve un momento
en la sala principal y miré a mí alrededor,
estremeciéndome. ¿Cómo podía Sal vivir aquí? Era un lugar poco 61
acogedor.
Si tuviera dos semanas y un presupuesto de diseño sustancial...
Llegué a la puerta principal al mismo tiempo que se
abría. Saltando del susto, presioné una mano en mi pecho, con el
corazón acelerado.
―Oye, que bien, te levantaste― dijo Sal cuando me vio. El
hombre se dio vuelta, cerró con llave la puerta, y luego se
regresó. Él levantó una bolsa de papel blanca y rosa y dos
cafés. ―Traje el desayuno.
―¿Trajiste el desayuno?
¿Estaba soñando?
Cuando Sal se inclinó hacia mí, casi me alejé. Me detuve en el
último momento y fui recompensado por el roce de sus labios
sobre los míos.
Definitivamente estaba soñando.
―No estaba seguro de cómo tomas tu café, así que te traje del
que normalmente compro para mí. Espero que no te importe.
Sal se movió alejándose de mí, llevando el desayuno a la
cocina. Caminé detrás de él, incapaz de seguir con mi plan de
irme. El hombre me había traído el desayuno, después de todo.
Sería grosero irme.
―Esto se ve realmente delicioso― dije mientras me sentaba en la
silla que Sal me señaló. Él había elegido para sentarse una mesa
pequeña justo al lado de la cocina, lo suficientemente grande para
nosotros dos. Había estado esperando donas, porque, hola, Sal era
S.W.A.T. Lo que me dio fueron frescos y calientitos croissants,
fresas frescas en rebanadas, y dos yogurts de vainilla.
Empecé a babear antes de sentarme. 62
―El desayuno es la comida más importante del día.
No estaba seguro si estaba de acuerdo con eso, pero yo no iba a
discutir. Saqué un trozo de croissant fuera y lo puse en mi
boca. Gemí, con los ojos cerrados disfrutándolo. No había algo
mejor que croissants, recién hechos y calientitos.
―Esto es realmente bueno.― Cuando abrí los ojos, sentí que el
aire de mis pulmones se quedaba atrapado en mi garganta. La
ardiente mirada en los ojos de Sal mientras me observaba podría
haberme calcinado la piel. No estaba seguro de qué hacer, así que
arranqué un pedacito del croissant, pero esta vez, se la ofrecí a Sal.
Los ojos color cobrizo de Sal centellaron cuando se inclinó a
darle una mordida.
Me reí.
Por dios, me había reído.
No necesitaba hacer eso.
Arrancando otro pedazo de la otra pieza de croissant,
rápidamente la introduje en mi boca para evitar que esa espantosa
risa saliera de mi boca otra vez.
La voz de Sal era de pura diversión cuando habló.
―¿A qué hora tienes que estar en el trabajo?
Chequé mi reloj. Hombre, todavía era temprano.
―Tengo el tiempo suficiente para llegar a casa, bañarme, y
vestirme antes que tenga que irme a trabajar.
―¿Ayudaría que te llevara?
―No, no es necesario. Yo solo-
La voz de Sal cambió, cada vez más profunda.
―¿Lany, ayudaría que te llevara?
―¿Sí?― Pregunté con indecisión.
―Entonces termina tu desayuno, te llevo a tu casa y luego al
trabajo. 63
―Pero, no tienes que-
―Te lo ofrecí, ¿o no lo hice?
―Sí, pero-
Los ojos de Sal se estrecharon.
Eso no podía ser nada bueno.
―¿Hay por allí alguna razón por la que no me quieras en tu
casa?― Preguntó. Su voz se había enfriado, sus ojos se tornaron
oscuros. ―¿Tienes un compañero de habitación o alguien? ¿Un
novio?
―No, yo vivo solo, pero-
―¿Pero qué?
Estaba tan desorientado.
―Yo pensé― cerré mis labios de forma brusca e incliné mi
cabeza hasta que mi cabello cayó ocultando mi cara. No estaba
seguro de lo que pensaba, pero las cosas volaban por mi cabeza a
toda velocidad, nada tenía sentido me sentía confundido.
―¿Qué es lo que pensaste, Caro?― La voz de Sal se había puesto
cálida, volviendo a tener el suave y profundo tono que me hizo
estremecer la primera vez que habló conmigo.
Cuando no le respondí, Sal con su fuerza simplemente me
levantó de la silla y me sentó en su regazo, mis piernas a los lados
de él, mi entrepierna presionando directa sobre la de él. Las manos
de Sal sosteniendo mis caderas, sujetándome en su lugar feliz.
―Habla conmigo, caro.
El temor hizo que mi estómago se encogiera. Levanté la cabeza,
sin estar seguro que esperar. Desde luego no esperaba ver la
mirada de los ojos cobrizos brillando de calidez hacia mí una vez
más.
En ese momento caí en cuenta que el color de los ojos de Sal era
un buen barómetro de sus sentimientos. Cuando fluían como oro 64
líquido, el hombre estaba excitado. Cuando se oscurecían como
fragmentos de hielo, estaba enfadado. Cuando estaban cálidos y
suaves como el caramelo, como lo estaban en este momento, es
que estaba preocupado, pero feliz.
Tragando con dificultad, usé el poco valor que tenía para
responderle.
―Pensé que querías que me fuera antes que regresaras.
―Vamos, ¿por qué podría querer eso?― Preguntó Sal. ―Deseaba
que pasaras la noche conmigo y te ofrecí llevarte a casa y luego al
trabajo. ¿Eso te suena como si no te quisiera cerca?
―No, pero...― Fruncí el ceño mientras miraba hacia él, mi mirada
decidida. ―No sé cómo jugar a este juego.
Capítulo Seis

Salvador

En este momento gruñir no era lo más conveniente, pero que era


casi imposible no hacerlo. 65
―¿Qué juego, Lany?
―El único en el que yo te gusto.
No quería saber qué clase de hombres había estado viendo en el
pasado, pero la autoconfianza de Lany era una mierda. Agarré un
puñado de cabello de Lany y jalé su cabeza hacia atrás hasta que su
rostro estaba mirando hacia mí. Quería que el viera que era
sincero.
―Esto no es un juego para mí, Lany.
En todo caso, la cara de Lany parecía más confundida. Las
lágrimas brotaron, cobrando vida en sus ojos.
―No comprendo.
―Pensé que mis palabras de la noche anterior habían sido lo
suficientemente claras, pero si no lo fueron, esto es lo que
necesitas entender.― Envolví mis dos manos alrededor de la cara
de Lany. ―Voy a cuidarte, Lancaster Harris III. Te quiero en mis
brazos cuando duerma en la noche y quiero despertarme todas las
mañanas contigo en mis brazos. Quiero desayunar contigo y
cuando vuelva a casa por las noches cenar contigo. Quiero pasar
los fines de semana acurrucado en la cama contigo. Quiero conocer
a tú familia y tienes que conocer a la mía.
Las cejas de Lany se alzaron.
―¿Quieres conocer a mi familia?
―¿Ellos son importantes para ti?
Lany asintió.
―Entonces quiero conocerlos.
Los ojos de Lany se entrecerraron.
―¿Por qué?
―Porque ellos son importantes para ti, caro― lo dije de forma
tan sencilla como pude, considerando que mi temperamento 66
estaba despertando. ¿Cómo podía ser tan ingenuo de su
encanto? Él tenía mucho que ofrecer. ―Y cualquier cosa
importante para ti es importante para mí.
―¿Por qué?― Preguntó otra vez.
Me reí, casi perdiendo él enfado. Lany era demasiado encantador
para estar enfadado por mucho tiempo.
―Porque eres importante para mí, Lany.
―Eso es lo que no puedo entender.
―Lo sé, caro, pero lo harás.
Sus labios se hicieron más finos cuando los presionó.
―No soy un idiota.
Gruñí mientras alzaba a Lany, lo ponía boca abajo sobre mis
muslos, le di una buena nalgada en su pequeño y apretado culo. Y
antes de que su chillido indignado terminara haciendo eco en la
habitación, lo puse a horcajadas sobre mis muslos otra vez.
―No quiero volver a escuchar que te menosprecies a ti mismo de
ese modo nuevamente― dije con la más dura, y severa voz que
pude reunir con él mirando hacia mí con los ojos llenos de
lágrimas. ―Eres mejor que eso y espero que actúes como tal.
Lany se le quedó mirando, pero su actitud fue disminuyendo.
―Tú no eres un idiota, Lany. No sé quién te convenció de que lo
eras, pero no lo eres.
―¿Cómo puedes saber eso?― Preguntó Lany. ―Todo el mundo
dice que soy un desastre.
―Tú eres un desastre hermoso.
Lany resopló.
―Tú ni siquiera me conoces.
―Deseo conocerte.
El ceño fruncido volvió a aparecer en la cara de Lany.
―¿Por qué? 67
―Debido a que sin duda alguna eres el hombre más
impresionante y hermoso que he visto en mi vida.
―Esa no es una buena razón para-
―Porque me siento muy bien cuando estoy cerca de ti. Porque
me siento muy bien cuando te estoy mirando. Porque me siento
muy bien cuando sonríes. Porque quiero ser el único que te haga
sonreír. Porque dormí mejor anoche contigo envuelto en mis
brazos de lo que lo había hecho desde antes de entrar en el
ejército. Porque. Porque. Porque. Podría darte un millón de
razones, Lany, pero solo una es importante. Te quiero en mi vida.
―Dios― Lany se quedó sin aliento.
―Tengo la esperanza de que la noche anterior solo sea el
comienzo de muchas noches por venir entre nosotros.― Quería
toda una vida de noches como la de la noche anterior, pero no creo
que Lany estuviera listo para escuchar eso. ―¿Es algo en lo que
podrías estar interesado?
Lany asintió rapidísimo, su largo cabello cayó sobre su rostro,
ocultando de mi vista sus bellos ojos verde ámbar. Sonreí mientras
recogía su cabello con la mano y lo aparté de su rostro. Necesitaba
ver sus ojos.
Amaba sus ojos.
―Entonces, ¿qué te parece si terminamos de desayunar y
después te llevo hasta tu casa y así puedas prepararte para el
trabajo, luego nos dirigimos a nuestros trabajos juntos,
¿quieres? ¿Te parece bien el plan?
Lany asintió de nuevo.
―Y tal vez puedas empacar una maleta para que traigas a mi
casa, así mañana puedes irte al trabajo directo desde aquí.
La garganta de Lany se movió cuando tragó saliva con fuerza. 68
―¿Quieres que regrese esta noche?
―Eso me gustaría mucho.― Era obvio que, había alguna parte de
esto que Lany no lo estaba captando.
―Está bien.
Perfecto.
―Comete el desayuno, caro.
No sabía si el nerviosismo anterior de Lany se había
desaparecido o si por lo demás estaba animado, pero a la hora que
terminó el desayuno y nos marchábamos para su casa, él estaba
parloteando sin parar.
Me pareció encantador.
E interesante.
Lany parecía saber mucho acerca de una gran cantidad de
cosas. No era tanto que él conociera todo acerca de un tema, sino
más bien un poco más acerca de lo que le interesaba. Él conocía la
historia de varios de los antiguos edificios que pasamos, así como
su arquitectura.
Él sabía todo acerca de la pareja de ancianos que habían sido
propietarios del supermercado de la esquina de su casa durante
los últimos cincuenta y cuatro años. Él sabía de su historia
personal de lucha después de llegar a Estados Unidos, los niños
que habían traído al mundo, y su gran alegría cuando habían
conocido a sus nietos.
Habló sobre el parque por el que pasamos y por qué cree que
debería haber más áreas verdes dentro de los límites de la
ciudad. Mientras que su razonamiento tenía sentido, yo estaba
impresionado por lo mucho que sabía sobre el tema y la forma en
que lo planteaba. Fácilmente podría haber expuesto su caso en
frente del ayuntamiento.
No tenía idea de cómo este impresionante chico podía ser tan 69
consciente. Él era agradable a la vista y obviamente inteligente. A
excepción de su falta de fe en sí mismo, sin embargo, todavía no
podía encontrar algo de Lany que no me gustara. Estaba
esperanzado, de que con un poco de apoyo y atención, Lany podría
ganar un poco de confianza en sí mismo. Eso me hizo preguntarme
una vez más con qué clase de hombres Lany había estado
saliendo. Todos ellos tuvieron que haber sido unos completos
imbéciles.
Obviamente yo era brillante.
Yo iba a agarrar Lany y a sujetarlo fuerte contra mí y desafiaría a
cualquiera que intentara alejar al hermoso pequeñín lejos de mí.
―Este es― dijo Lany.
―¿Este?― Miré hacia arriba del alto edificio de ladrillo y
cemento. Era uno de los más antiguos en la zona, pero estaba muy
bien cuidado. Me acerqué a la acera y me estacioné, apagando el
motor.
―Solo serán cerca de diez minutos― dijo Lany. ―¿Te parece
bien?
―Te acompañaré.
―Ah, pero...― Lany se mordió labio.
―¿Hay alguna razón por la que no quieras que vea tu
departamento, Lany?
Lany por un instante se vio ansioso antes de sacudir la cabeza.
―No la hay... bueno... no se parece a tu condominio.
Sentí que mis cejas comienzan a elevarse.
―¿Cómo es eso?
―Tu condominio parece que fue decorado por un diseñador
profesional.
Lo fue.
―Mi departamento lo decoré yo. No hay nada elegante en él. 70
―No estoy preocupado, caro.
Pero tenía curiosidad.
Bajé de la camioneta y me dirigí hacia el lado de Lany. Después
de abrirle la puerta, Sostuve su mano mientras se deslizaba de su
asiento hasta que sus pies tocaron la acera. Me reí, divertido por el
hecho de que Lany, literalmente, tuvo que descender de mi
todoterreno.
En el momento en que la puerta estaba cerrada y que
caminábamos hacia la entrada del edificio, me agaché y agarré la
mano de Lany. Este era su territorio, pero quería dejar en claro a
cualquiera que nos viera que había reclamado a Lany Harris.
Lany dio un tirón como si se hubiera sobresaltado, pero no se
hizo a un lado.
Lo tomé como algo positivo.
―Buenos días, Gilbert.― Lany saludó al portero.
El hombre con la punta de los dedos levantó su sombrero
devolviendo el saludo y mantuvo la puerta abierta para
nosotros. No estaba seguro de cómo me sentía sobre el hecho de
que el hombre ni siquiera había pestañeado hacia mí mientras
pasaba enseguida de él. O era la discreción personificada o Lany
traía chicos a su apartamento todo el tiempo.
Ese pensamiento no me agradó.
Lany saludó de nuevo cuando llegamos al guardia de seguridad
que registraba las entradas parado detrás de un mostrador.
―Jenson, este es Salvador Delvecchio. Él está autorizado a llamar
y a entrar cuando quiera.
―Muy bien, señor Harris.
―¿Tienes guardia de seguridad y portero?― Le pregunté cuando
nos alejamos del mostrador.
Lany se encogió de hombros. 71
―Llegaron con el departamento.
―¿Qué piso, caro?― Pregunté cuando llegamos al ascensor.
Lany hizo una mueca mientras daba un paso e insertaba una
llave que permitía el acceso al último piso. Silbé despacio entre
dientes. No estaba seguro de cómo Lany podía permitirse los
gastos de un departamento en el último piso con el salario de un
auxiliar de oficina, pero tendríamos que hablar acerca de eso.
―Voy a necesitar una llave para el elevador.
Lany se giró para mirarme.
―¿Quieres una llave?
―¿De qué otra manera supones que voy a subir a verte?
―Podrías llamarme.
Negué con la cabeza.
―No es suficiente.
Me acerqué y agarré a Lany por la nuca, acercándolo a mi pecho.
Sonreí mientras apartaba el cabello de su cara, acomodándolo
detrás de su oreja.
―Siempre tengo ganas de estar cerca de ti.
Lany inhaló con fuerza.
―Está bien.
Me di cuenta que mi sonrisa lo había seducido cuando los ojos de
Lany se pusieron vidriosos. Me agaché y froté mi pulgar sobre su
labio inferior, igualmente seducido.
―Tendré las llaves de mi departamento listas para ti en algún
momento del día. Te las daré esta noche cuando cenemos juntos.
―¿Todavía vamos a cenar juntos?
―Eso es lo planeado.― Moveré cielo y tierra para que eso
suceda.
Una sonrisa tiró de los labios de Lany.
―Me gustan los planes. 72
Las puertas del elevador se abrieron a un pequeño descanso que
conducía a unas puertas dobles. Había un pequeño sofá en un lado,
pero ninguna otra cosa. Lany caminó hacia las puertas dobles y
sacó otra llave. Abrió las puertas, pero antes de empujarlas para
abrirlas, me dio una mirada rápida.
―No me tomará mucho tiempo agarrar un par de cosas―
dijo. ―En verdad no tienes que esperarme.
―Abre la puerta, Lany.― No entendía porque el chico estaba
titubeando en enseñarme su departamento privado, pero mientras
más protestaba, más intrigado me sentía.
Lany suspiró y abrió la puerta antes de entrar al interior. Entré
detrás de él. Con solo una mirada, vi la enorme diferencia entre mi
departamento y el de Lany. Yo vivía en un condominio que estaba
decorado por uno de los mejores diseñadores de interiores de la
ciudad---que también era mi primo y había diseñado el
condominio como regalo de inauguración. El lugar había sido
fotografiado para una revista de arquitectura y fue considerado
como el espacio perfecto para jóvenes ejecutivos. Este era un lugar
para relajarse y recibir a mis amigos.
Lany vivía en un hogar.
La diferencia que sentí al entrar en el interior del lugar
simplemente era sorprendente. Aún con las paredes de color azul
grisáceo y las cornisas blancas, el lugar desprendía calidez. Los
pisos de madera no eran oscuros como yo habría esperado. Más
bien, tenían un hermoso color como la miel brillante. Haciendo
juego con la sencilla decoración de la enorme sala, todo el conjunto
hacia una imagen preciosa.
―¿Lany, tú lo decoraste?
―Sí.― La voz de Lany salió como un suave susurro.
―Es sorprendente.― Sonreí mientras miraba al chico. ―¿Puedes 73
darme un rápido recorrido?
Lany se quedó asombrado y boquiabierto, los enormes ojos
miraban hacia mí.
―¿Te gusta?
―Me encanta.
―Pero, tu condominio.
―Lo decoró un primo mío como regalo de inauguración.
Me encogí de hombros.
―No podía decirle que lo detestaba. Él habría estado
desconsolado.
Gino a veces era un poco sensible.
Di una mirada a mí alrededor, tomando nota del enorme sofá y
del sofá de dos plazas color crema, que estaba frente a una
chimenea de ladrillo apagada. En otro extremo de la habitación
ostentaba en una pared una ventana enorme. Iba desde el techo
casi llegando al piso, dejando suficiente espacio para una larga
hilera de repisas para libros.
―Aquí mismo hay una oficina.― Lany señaló la puerta de cristal
justo a la izquierda de la puerta de entrada. ―También tiene un
medio baño fuera de la oficina.
―¿Utilizas la oficina?
―Un poco. La mayor parte del trabajo lo termino en la oficina
donde trabajo. Trato de dejar todo listo antes de regresar a
casa. Este es mi refugio y no me gusta traer trabajo a casa si puedo
evitarlo. ―Había un toque de preocupación en los ojos de Lany
cuando levantó la vista. ―¿Eso te suena extraño?
―Eso suena como el paraíso, caro.
―Muy bien, genial.― Lany sonrió mientras señalaba una puerta a 74
varios metros de distancia del lado derecho. ―Esa es una
habitación de invitados. En realidad no tengo invitados que se
queden, pero no he podido imaginar que otra cosa podría hacer
con ella.
―Podrías utilizarla como cuarto de ejercicios.
―Hay un gimnasio en el sótano.
Vaya.
―La puerta al lado de la chimenea te lleva a un baño de visitas
completo.
―¿Y la otra puerta del otro lado de la chimenea?
―A mi recamara.― Las mejillas de Lany enrojecieron. ―Tengo un
buen baño principal, pero ni parecido al tuyo.
―Gino hizo un buen trabajo en ese cuarto de baño.
―¿Verdad?― Lany sonrió. ―Tengo fantasías acerca de
sumergirme en una bañera de hidromasaje como la tuya.
―En cualquier momento, Caro, en cualquier momento.
Lany rebozaba de alegría.
Cuando Lany tomó mi mano y me jaló hacia las puertas justo
enfrente de la puerta principal, pero en el lado opuesto de la
habitación, la excitación en el chico prácticamente lo hacía rebotar.
―He querido mostrarte esto desde que mencionaste que querías
un balcón.
El lugar en el interior era sorprendente, pero el balcón al aire
libre me robó la respiración. Con facilidad el balcón era la mitad
del tamaño de la sala principal. Simplemente era enorme, y desde
este se podía observar el extenso parque en el centro de la ciudad.
Mi mirada se posó en la única cosa que nunca hubiera esperado.
―Tienes una piscina, Lany. 75
―Venía incluida con el departamento.
Eso parecía ser un asunto recurrente.
―¿Cuánto tiempo llevas aquí?― En realidad estaba más
preocupado en cómo podía costear un lugar como este.
―Pocos años― respondió Lany. ―Mis abuelos lo compraron para
mí cuando me gradué de la universidad.
―¿Fue un regalo de graduación?
Lany asintió, sin apartar la mirada del panorama.
―Creo que fue parte de toda esa cuestión de 'retraso en el
crecimiento'. Nadie esperaba que estuviera vivo para llegar a la
universidad, y mucho menos terminar con un título. Los médicos
le dijeron a mis padres que nunca debería haber sobrevivido a la
infancia.
Mi corazón dio un vuelco. Agarré a Lany y lo jalé hacia mis
brazos. Lo levanté hasta que pude enterrar mi cara en su garganta,
su dulce aroma de lluvia de verano fluyó sobre mí. Yo había estado
tan cerca de no tenerlo en mi vida. Veinticuatro horas, y ya sabía lo
que habría perdido. Fue devastador, y aterrador al mismo tiempo.
―Entonces, ¿por qué no te compran un coche o algo así?
La cabeza de Lany cayó hacia atrás y un gran estallido de risas
salió de él. ―Mis padres me compraron un coche, ¿recuerdas? Te lo
dije.
―Sí, y lo estrellaste.
Lany asintió.
―Mi familia puede ser un poco sobre protectora.
Podía comprender totalmente eso. Yo quería envolver a Lany en
plástico de burbujas y entre algodones para mantener el mundo
fuera. Tal vez una habitación herméticamente sellada.
―Cuando les dije que no iba a regresar a casa después de
graduarme de la universidad, ellos enloquecieron. Comenzó a ser 76
un serio problema hasta que mis abuelos llegaron con esta idea.
―Las manos de Lany se agitaban en el aire. ―Yo estuve de acuerdo
en vivir aquí y ellos aceptaron dejarme madurar.
Miré a mí alrededor, deliberando si debía lanzar el sombrero con
Lany o con sus padres. Lany debe haber visto la indecisión en mi
cara porque el chico soltó un resoplido e hizo su camino dentro
del departamento.
―No hay de qué preocuparse, Sal. El guardia de seguridad y el
portero ambos son militares retirados y hay botones de seguridad
en todas las habitaciones, además de un cuarto de seguridad en mi
oficina y en mi dormitorio. Mis abuelos además arreglaron que si
no me reporto en la planta baja, al menos, una vez al día, suena
una alarma y Jenson sube a checar todo el lugar.
De acuerdo, eso me hacía sentir mejor.
―Hay una empleada doméstica que viene cada lunes, miércoles y
viernes para limpiar el departamento y el tipo del mercado local
de granjeros me entrega fruta fresca y vegetales dos veces a la
semana. También tengo una orden permanente en las carnicería y
panadería calle abajo.
Lany se detuvo y se dio vuelta, su rostro analizando mi reacción.
―Hay una gran cantidad de gente asegurándose de que estoy
bien. No te necesito para eso.
―Nosotros no usamos condones.
Lany me miró parpadeando.
―¿Qué?
―No usamos condones― repetí.
No estaba preocupado sobre eso porque sabía que ambos
estábamos en las fuerzas del orden y teníamos que ser analizados
una vez cada tres meses. Era la política del departamento de
policía. Lany tenía que darse cuenta de que no había tenido 77
precaución cuando necesitaba tenerla.
―Tú no...― Lany se lamió los labios, que en cualquier otro
momento, probablemente habría sido tan excitante como el
infierno, pero estaba temblando de miedo y no se veía sexy. ―Tú
no eres…
―No, no lo soy.― Crucé mis brazos, mi mirada severa. ―Debido
a que estoy en S.W.A.T, tú deberías tener conocimiento de
eso. Pero también debiste haberme preguntado antes de tener
relaciones sexuales.
―Tú no me preguntaste.
―Sabía que estabas limpio porque trabajas para el Comandante
de Policía. Ese hombre es un tipo duro. Insistiría que tú te hicieras
un examen físico completo con el fin de trabajar para él.
―Es verdad. ―Lany se rió.
―Es por eso que no estaba preocupado.
―Con ese razonamiento, tampoco debiste de haberte
preocupado― Lany insistió. ―Tú trabajas también para él.
―Lo hago, pero tú ni siquiera pensaste en ello. Hasta que no te lo
pregunté, yo si pensé acerca de eso. Tú no lo hiciste.
Lany lo miró por un momento y luego inhaló.
―Bien, nunca pensé sobre eso, pero eso no significa que necesito
que me cuides.
Estaba bastante seguro que en cualquier momento Lany haría
pucheros.
―Bebé―. De nuevo agarré a Lany en mis brazos. ―Estás tan
necesitado de un guardián, que no sabes de qué manera son las
cosas.
―Oye, yo ya tengo-
―Aunque agradezco todo lo que ha hecho tu familia por
mantenerte seguro, esa responsabilidad ahora me corresponde. 78
Los ojos de Lany destellaron estrechándose de pura
indignación. Las manos que aterrizaron en sus caderas eran
adorables.
―Simplemente no puedes decidir eso.
―Puedo y lo haré.
―¿Y si digo que no?
Sonreí.
―Adelante.
―Puedo obtener una orden de restricción en contra de ti, lo
sabes.
―Puedes intentarlo― dije mientras me inclinaba hacia abajo y
acariciaba un lado del cuello de Lany.
―Simplemente no puedes decidir que te pertenezco― dijo Lany,
pero su protesta era débil, especialmente cuando inclinó la cabeza
hacia un lado para permitirme un mejor acceso a su delgada
garganta.
―Ya lo hice.― Levanté a Lany en mis brazos, mis manos
acunando las mejillas de su culo. ―¿La última puerta a la derecha
junto a la chimenea?― Le pregunté mientras llevaba al chico de
nuevo al interior del departamento.
―Sí― Lany jadeó.
Dios, el chico era precioso cuando su piel estaba enrojecida por
la excitación.
―Me perteneces, Caro mío.
―Está bien― Lany susurró, como si yo necesitara su
consentimiento.
Él ya me pertenecía.

79
Capítulo Siete

Lany

Yo iba a hiperventilar. Tan simple como eso. Sal me estaba


ofreciendo todo lo que siempre había querido en bandeja de plata, 80
y yo estaba aterrorizado de extender la mano y tomarlo. Podrían
quitármelo con facilidad.
Cerré los ojos y envolví mis brazos alrededor del cuello de
Sal. Abrí los labios, permitiéndole la entrada, nuestras lenguas se
enredaron. Dejé que mis manos recorrieran la espalda y los
hombros de Sal. Amaba lo fuertes y amplios que eran.
―Mío― Sal gruñó contra mi piel mientras mordisqueaba mi
cuello, sus manos tirando de mi ropa. Escuché que algo se rasgaba,
pero no me importaba. La ropa podía reemplazarse. Este
sentimiento de total satisfacción y ardiente excitación era único.
Gemí con suavidad cuando sentí las manos de Sal comenzando a
acariciar mi pecho desnudo, mi abdomen, y luego hacia abajo a mis
caderas. Gemí mientras lamía mi piel. Eché la cabeza hacia atrás
para darle mejor acceso. Cada vez que la lengua de Sal me lamía,
los escalofríos recorrían mi cuerpo e iban directo hasta mi pene.
―¿No... no te parece que también deberías estar desnudo?
―Creo que esa sería una muy buena idea.― Sal sonrió.
Se contoneó un poco hasta que pudo bajar sus pantalones por
sus piernas y tirar de ellos fuera de sus pies. Los aventó a un lado
de la cama. Él me sonrió, sus ojos recorrían con avidez mi cuerpo.
―Sei il mio incantesimo ― dijo con un poco de admiración. ―Tú
eres mi encanto.
Sentía como mis mejillas se iban encendiendo cuando Sal me
miraba recorriendo mi cuerpo. Me sentía un poquito avergonzado
de estar completamente desnudo delante de alguien que acababa
de conocer el día anterior, pero Sal miraba mi cuerpo con tanta
hambre en sus ojos cobrizos, que extendí mis brazos hacia él.
―Todo tuyo― le susurré. 81
Sal se rió cuando me agarró por la cintura y me dio la vuelta
hasta quedar a horcajadas sobre sus muslos, el glorioso cuerpo de
Sal estaba expuesto sobre la cama debajo de mí.
―Oh, esto es mucho mejor― dije mientras me inclinaba hacia
adelante y ponía mis manos sobre la clavícula de Sal. Dejé que mis
manos se movieran despacio bajando por su pecho, sobre sus
duros pezones, y hacia abajo sobre su vientre.
A medida que mis manos se movían acariciando más allá del
ombligo de Sal, pude escuchar que inhalaba con profundidad
conteniendo el aliento.
Sonreí nervioso y emocionado, acariciando con mis manos
círculos en su piel antes de dirigirme más abajo. Al llegar a la
entrepierna de Sal, me detuve un momento para admirar su
hermoso pene. Era bastante impresionante. Largo y grueso, con
gotas de líquido pre seminal brillando en la hinchada cabeza.
Estaba desesperado por sentirlo empujando dentro de mi
agujero.
Con una sonrisita traviesa, a toda prisa me escurrí hacia atrás y
me incliné para engullir el pene duro de Sal, mi lengua lamió con
rapidez las gotas de líquido acumuladas en la hinchada cabeza.
Gemí con suavidad por el sabor picante, sonriendo cuando Sal
contuvo el aliento y gimió. Sal deslizó su mano por mi cabello
apretando.
Usé la lengua para acariciar las gruesas venas a los lados y la
pequeña hendidura en la punta, cerré los labios alrededor de la
circunferencia del pene, parecía mucho más grande cuando estaba
en mi boca, comencé a mover la cabeza subiendo y bajándola. A
medida que más pre-semen salía, pasaba la lengua sobre la punta
de su pene lamiendo y succionando, gimiendo por el delicioso
sabor a especias picantes de Sal. Mientras lo hacía, las manos de 82
Sal se agarraron de mi cabello. Sus caderas comenzaron a
retorcerse impulsándose hacia arriba, empujando su pene
profundamente dentro de mi boca.
―Caro, tienes que detenerte― dijo Sal jadeando. ―Se siente
demasiado bien. Pero vas a hacer que termine antes de que
comience y no quiero correrme antes de tener mis bolas
profundamente enterradas en tu culo.
Le di a su pene una larga pasada con la lengua antes de levantar
la cabeza, sonriendo ante la cara tensa de Sal.
―Necesito conseguir el lubricante.
Seguí sonriendo mientras me inclinaba y abría el cajón de la
mesita de noche, agarrando la botella de lubricante y un condón
que mantenía allí para una ocasión como esta. Casi los aventé
cuando sentí las manos de Sal acariciando mi culo, sus dedos
explorando entre las mejillas de mi culo rosando a través de mi
sensible agujero.
―Sal― gemí cuando el hombre empezó a acariciarme allí con
suavidad. Un solo dedo empujó suavemente contra mi apretado
agujero hasta que mis músculos se aflojaron lo suficiente para
permitir su entrada.
―Dame el lubricante, Caro― pidió Sal.
Me di la vuelta para entregarle el lubricante, sólo para recibir
una pequeña nalgada en mi culo.
―Hey, hey, permanece exactamente aquí donde estás. Sólo
pásame la botella.
Sal agarró la botella que le di, abriendo la tapa. Vi sobre mi
hombro mientras Sal ponía una pequeña cantidad sobre sus dedos
antes de cerrar la tapa y aventar la botella sobre el colchón. Movió
la mano hasta mi culo. Mis ojos se cerraron extasiados cuando Sal 83
empujó lentamente un dedo dentro.
Sal movió su dedo alrededor de mi agujero estirándome durante
varios minutos antes de añadir un segundo dedo, moviéndolos
como tijeras tirando y aflojando para estirarme más. Él se rió de
mi profundo gemido.
―¿Te gusta esto, Caro?
Lo único que pude hacer fue asentir con la cabeza. Yo estaba
mucho más allá de poder hablar en este momento. Gemí
protestando cuando Sal sacó sus dedos liberándome. Yo quería
más.
―Gira las piernas alrededor, Caro. Quiero tu culo aquí arriba,
donde pueda ver lo que estoy haciendo.
Miré hacia atrás sorprendido, pero hice lo que me pidió,
balanceando mis piernas alrededor de modo que yo estaba a
horcajadas sobre su pecho, mi culo justo en frente de su cara,
sentía como mis mejillas se ponían coloradas. Fue un poco
vergonzoso.
Me puse rígido cuando Sal empujó dos dedos de regreso en mi
culo, mi cuerpo entero ardía. Pensé que iba a perder la cabeza
cuando el hombre comenzó a asaltar con gentileza mi agujero
mientras metía y sacaba sus dedos de mi estrecho orificio.
―Sal― gemí cuando mi pene comenzó a palpitar, mis bolas
preparándose y apretando contra mi cuerpo. ―Tengo que-
―Todavía no― Sal gruñó mientras sacaba sus dedos de mí y me
empujaba hacia adelante antes de impulsarse hacia arriba de mi
cuerpo. Escuché un sonido desgarrador y luego Sal reemplazó sus
dedos con su polla dura, gimiendo profundamente mientras se
hundía en mi apretado culo. Tan pronto como él estuvo
profundamente hundido, comenzó un lento movimiento de
balanceo hasta que cogió el ritmo, yendo cada vez más rápido con 84
cada embestida.
―Joder, caro, estás muy apretado― gimió mientras sus
movimientos se hicieron más salvajes y rudos casi desde que
empezó.
Me empujaba contra él cada vez que se retiraba, sin querer
perder la sensación de estar lleno cuando se alejaba. Estaba tan
cerca. Metiendo la mano debajo de mi cuerpo, agarré mi adolorido
pene y comencé a masturbarme para que coincidiera con las
embestidas de Sal.
Mis movimientos se hicieron desesperados cuando Sal comenzó
a azotar en mi culo entre cada embestida. Esto era demasiado. Con
un fuerte grito, me corrí, cuerdas de cremoso líquido blanco se
dispararon a través del colchón y cubrieron mi mano.
Mientras me acariciaba exprimiendo las últimas gotas de mi
polla, oí que Sal gemía mi nombre, mientras empujaba
profundamente dentro de mí. Sentí como salía a chorros su semilla
dentro de mí, llenándome.
Cuando Sal se salió de mí y rodó sobre su costado, me empujé
hacia atrás contra él, acurrucándome en su enorme
cuerpo. Suspiré con satisfacción cuando Sal me movió alrededor
hasta que me acomodó de la manera en la que a él le gustaba.
Esbocé una sonrisa.
Quizá tener un guardián no era tan malo.

***

Me sentía como si estuviera flotando en las nubes cuando entré a


las nueve a la estación de policía llegando más tarde este día, luego 85
comencé a subir las escaleras. La mayoría de la gente habría
tomado el elevador para llegar al quinto piso donde estaban las
oficinas donde trabajaba, pero yo no era como la mayoría de la
gente. Me gustaba el ejercicio.
Al estar sentado detrás de un escritorio todo el día, lo
necesitaba.
Incliné la cabeza a las pocas personas que pasé en mi camino
hacia arriba, sacudí la mano a uno o dos saludándolos. Yo no tenía
buenos amigos ni hacía amistad con nadie en el trabajo, pero
estaba en términos amistosos con la mayoría de ellos.
Todavía había uno o dos que no habían caído bajo mi embrujo.
Pero seguía trabajando en ellos.
En el momento en que llegué al tercer piso, pude escuchar los
gritos que salían de la sala de la brigada de detectives. Seguía
flotando en las nubes y no quería detenerme a ver porque las
personas estaban gritando tan fuerte, pero era una especie de
descripción de tareas. Reforzándome por lo que estaba a punto de
suceder, caminé dentro de las puertas dobles.
El lugar era un completo desorden. La gente estaba gritando y
moviéndose rápidamente por la habitación, los papeles volaban
sobre los escritorios y habían volcado las sillas. El lugar era un
absoluto manicomio.
―¿Qué demonios está pasando aquí?― No había gritado, pero
varias personas cerca de mí se detuvieron y me miraron.
―Hay un problema de rehenes allá abajo en la escuela primaria
en la Quinta.
Maldita sea.
―¿Alguien ha llamado a un negociador de rehenes?
Uno de los detectives asintió. Afortunadamente, yo había 86
trabajado con este detective en otro caso, así que nos conocíamos
muy bien. Mucha gente me ignoró, lo cual nunca terminaba bien.
―Él está en camino― dijo el detective Turner.
―¿La zona ha sido acordonada?― Había una especie de lista
automática de las cosas que había que hacer en cada situación de
rehenes. Aún más una donde había niños implicados.
―Todo se acordonó dentro de las dos manzanas rodeando la
escuela.
―¿El hospital ha sido alertado por si las cosas van mal?
El detective asintió.
Tragué con fuerza.
―¿Ha sido llamado S.W.A.T?
―Ya está en el sitio.
Bueno, eso era todo lo que estaba en mi lista de cosas que hacer
en caso de emergencia. Por desgracia, no había botones de
seguridad en la sala de la brigada de detectives.
―Entonces, ¿qué es todo esto?― Señalé con la cabeza hacia el
caos que seguía ocurriendo a nuestro alrededor. ―¿Por qué todo el
mundo está volviéndose loco?
―El alcalde estaba asistiendo a una función escolar con su
hija. Ellos están dentro del edificio.
Bueno, mierda.
Ignoré el desorden en la habitación y giré, subí corriendo por las
escaleras para llegar a mi oficina. Tenía cosas más importantes
que atender que ocuparme de un grupo de detectives
enloquecidos. Al ser el alcalde el rehén, incrementaba la
importancia a un nivel totalmente distinto. S.W.A.T sería llamado y
eso significaba Sal.
Me detuve en mi oficina el tiempo suficiente para dejar mis
cosas y agarrar mi Tablet y luego me fui derecho a la oficina de mi 87
tío, encendiendo mi Tablet mientras apretaba el paso.
Llamé y abrí la puerta, caminando hacia el interior.
Rápidamente iba marcando las cosas que ya se habían hecho,
después me encaminé a la puerta en el lado opuesto de la
habitación. Ignoré totalmente a los cuatro hombres que estaban en
la habitación. Yo era parte del mobiliario en este momento, y ellos
lo sabían. Este era mi trabajo asegurarme de que el Comandante
de la Policía tuviera todo lo que necesitaba para hacer su trabajo,
no sentarme y charlar.
Me detuve en el área donde estaban todos los monitores de los
ordenadores de una manera rápida escribí mi código de
acceso. Una vez que los monitores volvieron a la vida, busque el
programa escribiendo el código necesario para obtener una
transmisión en vivo de la escuela primaria. A partir de aquí, el
comandante de policía iba a recibir actualizaciones en tiempo real
de la situación. Él sería capaz de hablar con los responsables que
estuvieran a cargo y ayudar a coordinar un plan de rescate.
Cuando las pantallas fueron de azul a una transmisión en vivo de
la zona, me detuve, mis ojos buscando la única cara que necesitaba
ver solo por un instante.
Ahí estaba.
Tragué el nudo de miedo en mi garganta cuando vi a Sal, vestido
con su equipo de combate, hablando con el oficial al mando. Dios,
aún vestido para ir a la batalla el hombre era caliente. La amplitud
de sus hombros tensaba el uniforme negro. Y tan horrible como
esto era para el hombre necesitarlo, era bastante sexy verlo
portando un arma y sabiendo que estaba entrenado para utilizarla.
Yo no era un conejito de llavero de ninguna manera, pero para 88
Sal, podría serlo.
Al oír un movimiento detrás de mí, aparté mis ojos de Sal y me di
la vuelta.
―Usted está conectado, señor.
―Gracias, Junior.
Odiaba cuando mi tío me llamaba Junior, especialmente en el
trabajo, pero con tres personas en la familia llamándose
Lancaster, realmente no podía discutir. Todo el mundo lo
utilizaba.
Todos, excepto Sal.
Di un paso atrás parándome contra la pared, mis ojos regresaron
a los monitores, una vez más. A menos que mi tío necesitara algo
específico, no era necesario en este momento, pero quería
escuchar la información actualizada de cualquier cosa que
estuviera pasando.
Necesitaba escucharlo.
La conversación a mí alrededor se desvaneció en un apagado
ruido. Observé atentamente el monitor, mis ojos se comían cada
centímetro de la poderosa figura de Sal. Los enormes músculos
combinaban perfectamente con su cuerpo atlético y su estatura
alta.
No estaba seguro con exactitud cuál era la posición de Sal en la
brigada de S.W.A.T, pero yo estaba adivinando que estaba en las
altas esferas. Aquellos a su alrededor parecían escucharlo y
esperaban cada una de sus palabras.
Yo lo sabía.
Simplemente era una fuerza de la naturaleza.
Como si él supiera que yo lo estaba observando, Sal miró
directamente a la cámara montada en la parte superior del
vehículo de combate táctico. Mi corazón comenzó a golpear con 89
rapidez cuando sacó el medallón de San Judas de su cuello, le dio
un beso, y luego lo metió de nuevo bajo su camisa antes de
caminar con el oficial al mando.
Mi corazón ansiaba correr hacia donde él estaba y darle un
rápido abrazo y un beso antes de que entrara en batalla. Me
aterraba que la mirada solitaria que acababa de compartir con él
sería la última. Y entonces, ¿dónde iría?
Nunca había tenido a nadie que fuera mío. No sabía cuáles eran
las reglas. Si bien cualquier persona podría haber visto a Sal besar
el medallón y simplemente pensarían que oraba antes de entrar en
una situación peligrosa, yo lo conocía mejor.
Sal estaba hablándome a mí. Específicamente no sabía lo que
estaba diciéndome, pero sentí la conexión en mi corazón.
Observé, fascinado, mientras Sal y los otros miembros de su
brigada terminaban de prepararse. No estaba seguro de si las
negociaciones habían fallado y rebasarían el perímetro del edificio
para rescatar a los rehenes o si habían recibido la orden de entrar
y sacar al objetivo.
Sólo que yo no tenía toda esa información.
Y no podía preguntar.
Si por un momento mi tío pensara que tenía un interés personal
en cualquier persona en el lugar, él me prohibiría entrar en la
habitación. Aunque no hacía de eso una política, no le gustaban los
romances en el trabajo. Decía que hacían las cosas difíciles cuando
esas relaciones se extendían en la oficina.
Habiendo sido testigo de varios de los pleitos entre las
discusiones de los cónyuges y un par de divorcios, podría entender
ese sentimiento, pero eso no significaba que yo estuviera de
acuerdo con eso. Unas pocas manzanas podridas en la canasta no
teníamos por qué pagarla los demás. 90
―Junior.
Me puse rígido.
―¿Sí, señor?
―¿Puedes conseguir que esta cosa localice con precisión al
alcalde?― Preguntó el tío Jerry mientras agitaba su mano sobre la
computadora. El hombre no era un fanático de la
tecnología. Apenas podía manejar su propio teléfono celular.
Yo no era mucho mejor.
―Bueno, sí, seguro. Ahora mismo, señor. ―Me apresuré hacia la
pared de monitores y empecé a escribir en el teclado. Recé para
que en esta ocasión lo hiciera bien, porque nunca lo había logrado
anteriormente.
Yo sabía que también había un dispositivo de seguimiento
integrado en un alfiler que el alcalde estaba obligado a llevar todo
el tiempo que fuera de un lugar a otro. Los secuestros no estaban
fuera del campo de posibilidades para los altos rangos de los
representantes de la ciudad.
Ese archivo de control se veía bien. Dirigí el ratón en esa
dirección haciéndole clic.
Dios maldita sea.
Las pantallas se habían puesto azul otra vez.
―¡Junior!
―En ello, señor.
Escribí de nuevo mi código de acceso y entonces pude respirar
con alivio cuando logré devolver a la vida otra vez la señal. Traté
de recordar todo lo que el técnico me había dicho cuando vino a
entrenarme... en dos ocasiones.
Cuando se había producido una amenaza grave sobre el oficial
de policía que protegía a la esposa del alcalde, mi tío había
convencido al consejo de la ciudad que autorizara los dispositivos 91
de localización para todas las autoridades policiales y para el
personal de alto nivel de la ciudad.
Los dispositivos sólo podían ser activados con un código
especial que muy pocas personas tenían, y fueron instalados en
alfileres especiales que la gente usaba, podrían ser removidos para
trabajar de encubierto o cuando los agentes de policía estaban en
su tiempo personal.
Utilicé el ratón para abrir un par de programas más, haciendo
una mueca cuando mi tío gruñó detrás de mí. Cuando una de las
pantallas se puso azul otra vez, estaba seguro que lo había perdido
todo, pero un momento después, varios puntos rojos se hicieron
visibles en el plano que apareció en el monitor.
¡Sí! Los había encontrado.
Creo.
―El alcalde parece estar solo en una habitación. Su personal de
seguridad está en esta otra habitación aquí. ―Señalé a la
pantalla. Cuando uno de los puntos rojos se movió, di un suspiro
de alivio. ―Creo que ellos están vivos.
Los pequeños puntos azules que se movían a través de la
pantalla eran tanto una bendición como una maldición. Yo sabía
que Sal estaba bien porque él se estaba moviendo, pero se estaba
moviendo hacia el camino del peligro.
―Transmite esa información al oficial al mando.
―Bueno....― Me mordí el labio mientras miraba hacia abajo en el
teclado del ordenador.
Estaba consiguiendo que me despidieran.

92
Capítulo Ocho

Salvador

―Entendido― dije en tono bajo cuando la información me era


transmitida desde el oficial al mando a través de mi auricular. Puse 93
mi Tablet sobre el cofre de un coche y pinché ligeramente en la
información que me acababan de enviar. Vi los planos de la escuela
primaria parpadeando. Los puntos rojos esparcidos en un par de
diferentes habitaciones estaban bien.
Los puntos azules agrupados justo delante del edificio hizo que
me detuviera a pensar.
Por una corazonada, dije:
―Booker, camina quince metros a tu izquierda.
El hombre se movió sin preguntar. Sonreí mientras observaba
que uno de los puntos azules se alejaba del pequeño grupo.
―Bien, maldita sea, chicos, parece que hemos sido marcados.
No estaba seguro de que sentía acerca de eso, pero la idea
fundamental era buena. Si los que estaban a cargo sabían dónde
estaban los buenos, esto podría ayudar en el rescate.
―Está bien, nosotros estamos aquí.― Señalé los puntos
azules. ―Sospecho que este punto en particular es el alcalde y las
demás son su equipo de seguridad. No sé dónde están los
niños. Booker, quiero que te lleves a Brodsky y los encuentres y los
pongas a salvo. Wu, encuentra la oficina de seguridad y ve si
puedes ponernos ojos y oídos en ese lugar. Voy a llevar a Clarke
conmigo y tratar de llegar al alcalde.
Limpié la pantalla de la Tablet porque no quería que ninguna
persona supiera de esto, excepto aquellos que necesitaba saber
cuáles eran nuestros movimientos, y luego le di mi Tablet al oficial
Lyn Philips. Aunque él era un agente de policía, técnicamente no
era un miembro del equipo de S.W.A.T, pero pasaba más tiempo
trabajando con nosotros que cualquier otra persona.
Lyn llevaba un registro de nuestros equipos, nos mantenía
organizados de regreso en la oficina, y se aseguraba de que todo
nuestro entrenamiento estuviera programado cuando fuera 94
necesario. En el lugar, se mantenía alejado del peligro, pero nos
mantenía actualizados acerca de cualquier cambio que pudiera
afectar nuestra misión.
Era como si lo hubiéramos adoptado.
―Quiero que monitorees todo en el centro de control desde el
vehículo de comando.― Le di un golpecito a mi auricular así Lyn
sabría de lo que estaba hablando. ―Si cualquier cosa cambia, nos
mantienes informados.
―Sí, señor.
Nuestro vehículo del escuadrón era de alta tecnología, lo mejor
en su línea.
¿Por qué una ciudad de este tamaño tenía un vehículo de este
tipo? No lo sabía, pero yo no iba a discutir. Tenía todo un arsenal
de armamento hasta literas para dormir, una sala de conferencias,
tres centros de computación, y un puesto de primeros
auxilios. Incluso tenía un microondas, mini nevera y
cafetera. Estaba mejor equipado que una casa rodante.
Me encantaba.
Comprobé mi rifle y mi pistola y luego me aseguré de que todo lo
demás estaba donde debería estar. No quería entrar en un
intercambio de fuego, sólo para descubrir que no había asegurado
mi chaleco blindado o mi casco. Yo prefería que mi cuerpo
estuviera libre de agujeros de balas, y yo estaba bastante seguro
de que Lany también lo quería.
―Muy bien, hagámoslo.
Por experiencia sabíamos que usar la puerta principal para
conseguir el acceso era una pésima idea. La información que
teníamos de una de las personas que habían logrado escapar,
cuando los hombres armados estaban reuniendo a los rehenes, 95
dijo que las puertas delanteras las habían cerrado con cadenas y
pusieron alguna clase de dispositivo entre las cadenas. No
sabíamos si simplemente era un detector o algo peor.
No estábamos dispuestos a tomar ningún riesgo.
Había muy pocas entradas en el pequeño colegio
privado. Entraríamos por el techo. No me gustaba que hubiera
tantas ventanas en el lugar. Podríamos ser detectados con
facilidad por cualquier persona dentro del edificio. Era un riesgo
que tendríamos que tomar.
Cuando llegamos a una sección del edificio desprovisto de
ventanas, tiré de la escalera de incendios, hice una mueca al
escuchar el sonido metálico que hacía mientras se deslizaba hacia
abajo.
Bien, eso no era nada bueno.
No había nada que hubiera podido hacer al respecto. Subí
rápidamente y me acerqué a la primera ventana. Un rápido vistazo
alrededor del borde de la ventana me mostró un salón de clases
vacío. Una vez que Booker estuvo detrás de mí, avancé al siguiente
descanso de la escalera.
Habría sido fácil entrar a través de la ventana, pero todavía no
sabíamos si estábamos operando con profesionales, terroristas, o
sólo algunos imbéciles que decidieron tomar como rehén al
alcalde. El camino fácil no siempre era el mejor camino.
Uno por uno, nos dirigimos a la azotea del edificio. Una vez allí,
nos movimos con rapidez hacia el conducto de ventilación. Los
planos que teníamos decían que esto desembocaba directo en uno
de los cuartos de mantenimiento donde estaba el equipo de
refrigeración y calefacción que mantenía la escuela climatizada.
Booker desatornilló la parte superior del conducto, mientras que
Wu aseguró una cuerda de escalada. El resto de nosotros se 96
mantuvo vigilando. Una vez que la tapa estaba desatornillada,
Booker y yo levantamos la rejilla de metal fuera del
camino. Booker fue el primero que bajó por el conducto. Yo lo
seguí inmediatamente después, a continuación, Clarke y Brodsky,
con Wu en la retaguardia.
Ya que aseguramos el cuarto de mantenimiento entonces nos
dirigimos al pasillo, separándonos en tres grupos.
Booker y Brodsky fueron hacia la izquierda. Wu en camino a la
oficina de seguridad para intentar acceder dentro del sistema de
vigilancia establecido en la escuela.
Clarke y yo fuimos a la derecha. Nos movimos rápidamente,
comprobando cada habitación, a medida que
avanzábamos. Nuestro objetivo era la oficina del director. De
acuerdo con los puntos que habíamos visto, el alcalde estaba
siendo retenido allí, sus guardaespaldas en la oficina del
subdirector.
Lo que no me agradaba era el hecho de que sólo había una
entrada hacia esa sección del edificio. Cualquiera que estuviera allí
podría vernos llegar. Necesitábamos eliminar todas las amenazas
en ese punto y asegurarnos que no hubiera nadie escondido en el
interior del edificio, así como neutralizar a cualquier hombre
armado que estuviera rondando por los pasillos.
No teníamos el control apropiado de las habitaciones a las que
nos estábamos dirigiendo porque todas las cortinas habían sido
cerradas. No teníamos la información adecuada de los pasillos
porque el video dentro de la escuela era estrictamente interno. Los
responsables del prestigioso colegio privado querían mantener un
ojo en los niños, pero no querían que nadie más lo hiciera.
Claramente no teníamos la vigilancia apropiada.
Esto apestaba. 97
Mientras nos acercábamos a una esquina, escuché pasos. Le
entregué mi rifle de respaldo a Clarke preparándome, rezando
porque fuera uno de los secuestradores que estábamos buscando y
nadie más. Tan pronto como el cañón de un arma de fuego
apareció, lo agarré y tiré con fuerza. El movimiento inesperado y el
impulso hicieron que el hombre que sostenía el arma se fuera
dando tumbos hacia adelante. De inmediato con un movimiento lo
giré y lo estrellé contra la pared con fuerza.
He tenido suerte.
El hombre primero impactó la cabeza en la pared antes de caer
al suelo. Me puse en cuclillas y le tomé el pulso. Todavía seguía
vivo. Probablemente tendría un enorme dolor de cabeza cuando se
despertara, o incluso una conmoción cerebral, pero estaba vivo.
Utilicé una brida de plástico para atar sus manos detrás de la
espalda, y también sus pies, antes de arrastrarlo al salón de clases
más cercano. Rápidamente lo palpé para asegurarme de que no
tuviera más armas en él, tomé una foto de su cara y la envié al
vehículo de control táctico, y luego di el número de la habitación
donde estaba el hombre antes de regresar al pasillo.
Después de volver a agarrar mí rifle, Clarke y yo nos dirigimos
otra vez por el pasillo. No nos enfrentamos con nadie más hasta
que llegamos al frente de la escuela donde estaba la recepción y las
oficinas del director y del subdirector.
Había tres hombres parados alrededor del área abierta de la
recepción. Además podía escuchar voces que salían del interior de
la oficina, pero no podía distinguir quién estaba
hablando. Tampoco podía ver a nadie más allá de los tres hombres
parados en el área de recepción.
Saqué mi celular de nuevo y rápidamente tomé una foto de los
tres hombres. Quería sus caras registradas así podríamos revelar 98
sus identidades en caso de que alguno de ellos escapara durante el
caos.
Me moví hacía atrás de vuelta a la esquina y le envié las fotos a
Lyn, incluyendo también un mensaje pidiéndole información
actualizada. Sonreí cuando escuché a Lyn en mi oído diciéndome
que todos los estudiantes habían sido retirados del edificio y
contabilizados, con excepción de la hija del alcalde, quien suponía
que estaba con su padre.
Booker y Brodsky también estaban viniendo hacia
nosotros. Envié a Lyn un mensaje diciéndole que enviara a Booker
y Brodsky hacia el lado opuesto del pasillo en el que estábamos
nosotros. Con la recepción entre nosotros, y con un poco de suerte
podríamos llegar al mismo punto y enfocarnos sobre los tres tipos
allí parados y cogerlos sin demasiado escándalo. Si pudiéramos
neutralizarlos sin disparar, estaría feliz.
Una vez que escuché las órdenes saliendo del comunicador,
sabía que era el momento de hacer avanzar las cosas. Esperé hasta
que escuché a Booker darle un toque a su auricular, avisándome
que estaba en posición, entonces esperé. A pesar de que no
habíamos discutido un plan de acción, cuando escuché un
disturbio por el otro extremo del pasillo, sabía que Booker y
Brodsky estaban creando una distracción.
Tan pronto como los tres hombres se largaron, avancé,
apresurándome por el pasillo cruzando la zona de recepción. Una
mirada rápida a través de una rendija en la puerta abierta, sabía
que teníamos problemas. El alcalde estaba arrodillado en el piso,
su hija estaba sentada en el piso delante de él.
Parecía que había un solo hombre dentro del pequeño despacho,
pero estaba fuertemente armado. Podía herir y derribar al alcalde
y a su hija antes de que yo pusiera un pie dentro de la habitación. 99
Necesitaría otra distracción.
Le hice señas a Clarke para que checara la oficina del
subdirector. Rápidamente se movió hacia el frente de la puerta y
sacó su dispositivo de vigilancia portátil. Básicamente era una
Tablet con una cámara conectada a un cable largo que podíamos
deslizar por debajo de la puerta, así podíamos mirar el interior.
Mantuve una estrecha vigilancia sobre los que estaban dentro
de la oficina del director mientras esperaba a Clarke. Me sentí
aliviado cuando Clarke indicó que las únicas personas en el
interior de la habitación eran rehenes. Le hice señas para que
fuera dentro y los liberara. Si esto iba mal, no quería que el
secuestrador pudiera llegar a ningún otro rehén.
Al tiempo que Clarke salía de la oficina del subdirector con tres
hombres y una mujer, Booker y Brodsky se unieron a nosotros. Le
di a Brodsky una señal manual para que acompañara a los rehenes
liberados fuera del edificio y después regresara al pasillo.
Un chirrido en mi auricular obtuvo mi atención. Miré hacia
Clarke.
Me señaló que allí había una puerta entre la oficina del
subdirector hacia la oficina del director.
Todos habíamos trabajado juntos durante tanto tiempo que nos
entendíamos con simples señales manuales. Cuando indiqué que
quería a Clarke y Booker que fueran a través de la puerta del
subdirector y yo tomaría la puerta principal, asintieron y se
trasladaron a su lugar.
Me aseguré de que tenía una imagen clara del alcalde y su hija,
luego jalé el seguro de una de mis granadas de humo y la hice
rodar dentro de la oficina. Como sospeché, el secuestrador giró y
comenzó a disparar directo hacia mí. 100
Hice una mueca cuando una de sus balas rozó mi brazo.
Eso iba a dejarme una marca.
Oí un fuerte ruido y un montón de gritos. En medio de los
disparos, rodé dentro de la habitación y me lancé sobre la hija del
alcalde. Sabía que se suponía que tenía que proteger al alcalde,
pero ella era sólo una niña pequeña, de siete años de edad, si mal
no recordaba. En el momento que la tomé en mis brazos, la hice
rodar debajo de mí, cubriendo su pequeño cuerpo con él mío.
Hubo una vez más un ruido de un arma de fuego y luego el
sonido de un cuerpo golpeando el piso. Oré porque no fuera el
alcalde.
Me gustaba mi trabajo.
Cuando las cosas parecieron calmarse, miré hacia arriba.
―¡Despejado!―Booker gritó.
Me senté, moviendo a la pequeña niña conmigo.
―¡Papi!― Gritó mientras se alejaba de mí y luego corrió por la
habitación y se arrojó en los brazos abiertos del alcalde. Bueno, el
hombre respiraba y parecía relativamente ileso. Él tenía algunas
contusiones en el rostro. Me imaginaba que había sido maltratado
por sus secuestradores.
―Booker, Brodsky, saquen al alcalde y a su hija.
―Entendido― Booker respondió mientras ayudaba al alcalde a
levantarse.
Golpeé mi comunicador.
―Lyn, estamos despejados. El alcalde está saliendo. ―Miré al
hombre armado. Clarke estaba inclinado sobre él, comprobando su
pulso. Sacudió la cabeza. ―El secuestrador está muerto.
Me empujé con mis pies para levantarme y me acerqué a la
persona muerta. 101
―Toma una fotografía de su rostro, Clarke, y mándasela a
Lyn. Quiero saber quién era este tipo.
Puede que sea del S.W.A.T, pero eso no significaba que no
quisiera saber con quién me enfrentaba. Solo porque teníamos a
los otros en custodia y este estaba muerto no quería decir que no
hubiera más por ahí, esperando y planeando su próximo ataque.
La gente podría estar loca.
―Estás sangrando, señor.
Bajé la mirada a mi brazo donde Clarke señalaba. El sangrado no
era tan terrible, pero la manga estaba empapada. El dolor estaba
allí, pero silenciado por la adrenalina corriendo desenfrenada a
través de mi organismo. Yo sabía que una vez que se desvaneciera,
estaría maldiciendo hasta por los codos.
―Me rozó una bala.
―Lo mejor será que vayas a que te lo atiendan.
―Lo haré.― Primero necesitábamos asegurar la escena. Pronto
la gente estaría revoloteando en el área y quería asegurarme de
que nadie más resultase lastimado. ―¿Se ha despejado el edificio?
―El equipo está verificándolo ahora y Wu dice que consiguió
acceder al video de vigilancia de la escuela y no ha visto ningún
movimiento.
―Está bien.― Arrastré mi mano sana a través de mi
pelo. ―¿Alguien sabe cómo entraron?
―Wu está checando la grabación del vídeo en este momento. Él
va a hacer una copia y dársela a Lyn.
Asentí, porque era lo que yo le habría ordenado que hiciera de
todos modos. Mis hombres me conocían bien.
Miré hacia arriba cuando oí que alguien se acercaba. Cuando mi
Comandante entró con algunos oficiales y un hombre de traje, le di 102
a mí Comandante un saludo. No sabía quién era el hombre del
traje, y francamente, me tenía sin cuidado.
―Informe, Teniente Delvecchio― ordenó mi Comandante.
―Un muerto y cuatro en custodia, todos los rehenes
contabilizados.
Era así de básico.
El hombre miró alrededor de la oficina del director, haciendo
una mueca.
―Y a una oficina la acribillaron a balazos.
―Solamente disparamos una ronda, señor. Se necesitó para
terminar con el secuestrador ― Clarke defendió. ―El resto lo hizo
todo este tipo.― Señaló el cuerpo en el piso.
El Comandante gruñó pero luego frunció el ceño cuando sus ojos
se posaron en mi brazo.
―Será mejor que vayas a que te atiendan eso, Delvecchio.
―Sí, señor― respondí. ―Solo espero la oportunidad para
entregar la escena.
―Considérela entregada.
―Entendido.― No podía alejarme lo suficientemente rápido.
Una de las cosas que realmente me gustaba de trabajar en la
unidad de Tácticas y Armas Especiales era el hecho de que yo no
tenía que hacer la limpieza. Una vez que la escena era asegurada y
entregada a los investigadores, mi trabajo estaba
terminado. Todavía tenía que hacer mi reporte del incidente, pero
no tenía que estar por aquí para supervisar que el cuerpo fuera
retirado o de interrogar a los testigos. Tenía que ir a casa, o en este
caso, al hospital y luego a casa.
No podía esperar.
Quería llamar a Lany y escuchar su dulce voz.
Estaba ansioso por escuchar su dulce voz. 103
Era algo que necesitaba para vivir y respirar, dominándome
caminé por el pasillo hasta la salida, dirigiéndome directamente al
vehículo de mando táctico. Mi equipo me recibió en los escalones
de metal que llevan al interior del vehículo especializado.
Booker echó un vistazo a mi brazo sangrante y puso los ojos en
blanco.
―Necesitas aprender a agacharte mejor.
Clarke resopló.
―Él sólo tiene que aprender a agacharse.
―Él necesita ir hacia allá― wu señaló la ambulancia estacionada
a una distancia un poco retirada, ―y conseguir que le revisen el
brazo.
Yo no le hice caso.
―Diles que vengan a echarme un vistazo aquí.― Señalé con la
cabeza hacia el vehículo de mando. ―Necesito tener el reporte
completo.
Y tenía que hacer una llamada.
Capítulo Nueve

Lany

Seguí con mis obligaciones con un peso en el corazón. Sabía que


la situación de los rehenes había terminado porque había visto al 104
alcalde y a su hija siendo escoltados fuera del edificio. Hubiera
querido quedarme para ver salir a Sal y sus hombres, pero mi tío
me ordenó que me pusiera en contacto con la gente y obtuviera
informes del atentado.
Al escuchar que a un miembro del equipo S.W.A.T le habían
disparado casi me mata. Me quedé congelado en el lugar mientras
esperaba a escuchar si ellos estaban vivos o muertos, y en ese
caso quien era.
Las cosas no habían sido nada fáciles desde ahí.
Cuando sonó mi teléfono celular, yo estaba tan ansioso que
difícilmente podía concentrarme.
―Oficina del Comandante de Policía Harris― respondí
automáticamente. ―¿En qué puedo ayudarle?
―¿Lany?
―¿Sal?― respiré profundo para calmarme.
―Hola, caro.
Oh Dios, oh Dios, oh Dios.
Las lágrimas se reunieron en mis ojos.
―¿Estás bien?
―Me rozaron, pero nada que un par de puntos de sutura no
arreglen.
Mi estómago se revolvió.
―¿Te dispararon?
―No, me agaché― Sal dijo, como si eso lo explicara todo.
Sentía la boca seca. Tuve que tragar antes de poder hablar de
nuevo.
―¿Dónde estás?
―En este momento estoy saliendo de la sala de
emergencias. Quería llamarte rápidamente antes de que
escucharas que me habían disparado. 105
―Ya lo había escuchado.
La voz de Sal se hizo más profunda, vibrando a través de mí.
―Estoy bien, caro. Te lo prometo.
―Te dispararon― dije con la voz quebrada.
¿Cómo que estás bien?
―Te lo prometo, estoy bien. Fue solo un rasguño. El médico lo
cerró con unas cuantas suturas. Ni siquiera me retuvo.
Solté un suspiro tembloroso.
―¿Qué pasa con la infección? ¿No necesitan estarte viendo por
eso?
―Bebé, esta no es la primera vez que he recibido un disparo, y
dudo que sea la última.
No me agradó escuchar eso.
―Mientras que mantenga limpia la herida y me tome los
antibióticos que me recetaron, voy a estar bien.
―¿Puedo verte?
Necesitaba con desesperación ver a Sal.
―En este momento me dirijo de nuevo a la barraca. Necesito
reportarme y luego tengo que redactar mi informe. ¿Qué tal si te
recojo después de eso y podemos ir a buscar algo de cenar?
―¿La barraca?
La risa de Sal retumbó a través del teléfono y directamente a mí.
―Así le llamamos a la estación donde nos entrenamos.
―¿La que está sobre la calle Quinta?
Había investigado.
―Sí.
Miré hacia abajo a la pila de papeles que todavía tenía que llenar
y luego hasta el reloj de la pared. Era difícil de creer que solo eran 106
las tres de la tarde. Había pasado muy poco tiempo.
Mucho había cambiado en tan poco tiempo.
―¿Lany?
―Lo siento...bueno... ¿por qué no me llamas cuando hayas
terminado?
―Puedo hacer eso.― Podía oír la sonrisa en la voz de Sal.
―¿Estás seguro de que estás bien?
―Lo estoy. Incluso tengo un par de días de descanso.
―¿Qué?― Yo estaba muy interesado en eso. Yo podía pedir un
poquito de tiempo libre por enfermedad. ―¿Quieres venir a mi
casa? Voy a dejar que juegues en mi piscina.
―Se supone que no debo humedecer la herida.
―Puedes remojar tus pies.
Sal sonrió.
―Voy a prepararte la cena.― Ya le había prometido hacer eso,
pero iba a prometerle la luna a Sal si él estaba de acuerdo en
visitarme. Tenía que verlo, para asegurarme de que en realidad
estaba bien.
―Dulzura, cuando me golpee el dolor, me va golpear duro. Tal
vez debería volver a mi departamento.
―¡No!― Rápidamente levanté la vista cuando me di cuenta que
estaba gritando, y miré alrededor para asegurarme de que nadie
estaba prestándome atención. Yo todavía no quería que nadie
supiera de Sal y de mí. Yo no estaba preparado para que me
estuvieran vigilando. ―Sólo... llámame cuando termines y me
reuniré contigo. Podemos regresar a mi departamento y te voy a
preparar la cena.
―Lany-
―Me gustaría mucho cocinar tu cena. 107
Sal suspiró.
―¿Por favor?
―Está bien― dijo Sal. ―Te llamaré cuando haya terminado.
―Gracias.
―Vamos a tener que hablar sobre eso, Lany.
Yo quería preguntar acerca de qué, pero lo sabía. Los dos lo
sabíamos.
―Sólo necesitaba un poco de tiempo. Trabajo aquí…
―¿Estás avergonzado de mí, Lany?
―No, no, no se trata de eso.― Dios, ¿cómo podía él pensar
eso? Definitivamente, Sal era lo mejor que me había ocurrido en
toda mi vida. ―Mi tío desaprueba todos los romances en el
trabajo. Una vez que descubra lo nuestro, las cosas van a
complicarse y no quiero que caiga sobre ti. Sólo tengo que buscar
la manera de cómo manejarlo-
―Caro, no hay absolutamente nada que él pueda hacerme.
¿Apostamos?
―Necesito hacer esto a mi manera, Sal. Por favor.
Sal no estaba conforme. Se podía escuchar la tensión en su voz
cuando me respondió.
―De acuerdo, Lany. Dejaré que tú lo planifiques, pero me rehúso
a esconderme en tu bolsillo.
―No por supuesto que no. Nunca esperaría que lo hicieras. ―De
todos modos Sal nunca encajaría en mi bolsillo. ―Pero una vez que
le diga a mi tío, él le dirá a mis padres, y después se van a desatar
los perros del infierno sobre nosotros. Como que me gustaría
pasar un poco más de tiempo contigo antes de que eso suceda.
Sobre todo porque yo estaba aterrado de que una vez que mi
familia cayera sobre nosotros, Sal podría huir. Cualquier persona 108
en su sano juicio lo haría.
―Mi familia puede ser demasiado intensa.
Nunca hay que subestimarlos.
―Ellos te aman― insistió Sal.
Suspiré porque sabía que tenía razón, pero su amor a veces
podría ser asfixiante. Esa era una de las razones por las que tenía
mi propio departamento en vez de estar en casa con mis padres
como ellos querían. Si yo tosía, mi madre entraba en pánico y
rápido le llamaba al médico. Si daba un paso fuera de la puerta, mi
padre quería que yo llevara no menos de dos guardaespaldas
conmigo. Si yo perdía un día de trabajo, mi tío llamaba al ejército.
Amaba que ellos se preocuparan, sólo que algunas veces,
deseaba que se preocuparan menos.
―Regrese a su informe, Teniente. Tenemos una cita para cenar
en un par de horas.
―Afirmativo, caro.― La voz de Sal estaba cargada de diversión.
Sonreí mientras terminaba la llamada y ponía mi celular a un
lado. El dolor aún seguía en mi pecho pero imaginaba que así sería
hasta que pudiera tener de nuevo a Sal en mis brazos, pero ya
podía respirar aliviado, y eso era algo.
Ahora, si sólo pudiera concentrarme lo suficiente para poder
terminar un poco de trabajo.

***

Sonreí cuando mi teléfono sonó un par de horas más tarde y vi


“Novio” en la pantalla. Todavía seguía emocionado porque había 109
hecho eso. Nadie en el pasado se había preocupado lo suficiente
como para etiquetarse ellos mismos en mi vida. Aunque unos
pocos habían logrado conseguir mi número de teléfono.
Rápidamente deslicé el dedo por la pantalla y me puse el
teléfono en la oreja.
―Justo a tiempo, Teniente.
―¿Bueno?...
Fruncí el ceño mirando la pantalla de nuevo para asegurarme
de que era Sal quien había llamado. Lo era, pero definitivamente
esa no era la voz de Sal.
―¿Quién eres?
―Soy él Oficial Lyn Philips. Trabajo con el Teniente
Delvecchio. Me pidió que le llamara.
―Vaya.― Me sobé el estómago cuando comenzó a apretar. ―Él
está bien, ¿verdad?
―No, no exactamente.
Mi corazón se detuvo en mi pecho.
―Tomó un poco del medicamento para el dolor que le dio el
médico de la sala de emergencias y tuvo una reacción
alérgica. Tuvieron que trasladarlo de vuelta a la sala de
emergencias. Me pidió que lo llamara y le avisara que iba a llegar
un poco tarde.
―Voy en camino.
Guardé mi trabajo y después apague el ordenador, agarré mi
chamarra y me dirigí a la puerta. Me marchaba un poquito más
temprano, así que no estaba para nada sorprendido cuando mi tío
me llamó, preguntándome hacia dónde iba. Lo ignoré y me dirigí a
la puerta. En este momento había cosas más importantes. Le
explicaría todo a mi tío cuando regresara a trabajar mañana,
suponiendo que seguía teniendo un trabajo. 110
―¿Qué tan grave es?― Le pregunté mientras corría hacia el
elevador. Tomaría mucho tiempo bajar por las escaleras. El
elevador era más rápido.
―Empezó a tener ronchas por todo el cuerpo y dijo que sentía
como si la garganta se le estuviera cerrando. Los paramédicos le
dieron algo, pero debido a que se lesionó el día de hoy, ellos lo
internaron para mantenerlo en observación.
Excelente idea.
―¿Quién eres tú?― Preguntó Lyn. ―El teniente nunca antes me
pidió que llamara a alguien.
Eso me puso triste y feliz al mismo tiempo.
Mi familia me volvía loco, pero no podía imaginar no tenerlos a
mi lado cuando algo iba mal.
―Soy su novio.― Esperaba que Sal no se enojara conmigo por
decir eso. No pensé que lo hiciera, teniendo en cuenta cómo él
mismo se etiquetó en mi teléfono, pero podría estar equivocado.
―¿De verdad?― Había un poco de duda mezclada en esa tímida
voz, la cual no me hacía sentir mejor.
―Tú mismo puedes preguntarle si no me crees.
―Te creo― respondió Lyn. ―Yo solo…
―¿Solo qué?
―No estaba enterado que él estuviera involucrado
románticamente con alguien.
―Es algo reciente.― Si la noche anterior pudiera considerarse
reciente.
Dios, ¿en verdad solo fue la noche anterior?
Parecía una eternidad.
―Entonces realmente le gustas.―
―Definitivamente lo espero.― Deslicé mi dedo a través del
teléfono, terminando la llamada de Lyn. No estaba tratando de ser 111
grosero, pero yo sólo podía hacer muy pocas cosas al mismo
tiempo. Ahora mismo, yo estaba tratando de parar a un taxi, llegar
al hospital, y mantenerme sin llorar.
Estaba cerca de sobrecargar mi capacidad de multitareas.
Sostener largas conversaciones por teléfono simplemente no era
posible por el momento.
Brinqué dentro del primer taxi que vi. Me tenía sin cuidado cual
iba a ser el costo. Sólo necesitaba llegar al hospital. Estaba
empezando a preguntarme si mi vida con Sal dentro de ella
siempre sería como un paseo en la montaña rusa.
El camino hasta el hospital parecía no terminar nunca. No
ayudaba que era el comienzo de la hora pico y todo el mundo
estaba tratando de conseguir un espacio en el terrible camino a
casa. Esa fue una de varias razones por la que estaba contento de
no manejar. Los autobuses tampoco eran más rápidos, pero el tren
se movía con bastante rapidez.
Para el momento en que el taxi se detuvo frente al hospital, yo ya
me había comido las uñas hasta las puntas. Arrojé algo de dinero al
conductor y salté, corriendo hacia las puertas corredizas.
El interior era tan angustiante como el tráfico de la hora pico. El
lugar estaba a reventar. Siempre me había parecido extraño que el
mayor número de accidentes parecían suceder en la noche. No me
gustaría tener el turno de noche como policía o como médico ni
por amor ni por dinero.
Odiaba estar parado en la cola esperando para poder hablar con
la recepcionista, pero no tenía opción. No estaba herido. Otras
personas lo estaban. Cuando por fin llegué a la parte delantera de
la fila y me acerqué hasta el escritorio de registro de entrada, ya
estaba a punto de gritar.
―Estoy aquí para ver al Teniente Salvador Delvecchio― dije con 112
urgencia. Cuando la enfermera me echó una mirada, levantando la
ceja, hice algo que nunca antes había hecho.
Utilicé mi posición como asistente personal del Comandante de
Policía. Le entregué mi placa.
―Es urgente que hable con el teniente Delvecchio.
La enfermera le echó una mirada a la placa luego se giró hacia
su ordenador, buscando la información.
―El Señor Delvecchio está-
―Teniente― corregí. ―Teniente Delvecchio.
La mujer levantó otra vez la ceja.
―El Teniente Delvecchio está en la habitación doscientos doce.
―Gracias.
―Vaya a través de las puertas dobles, por el pasillo, y gire a la
izquierda.
―Gracias― dije de nuevo antes de marcharme rápidamente.
Traté de no correr mientras seguía las indicaciones de la
enfermera, pero caminé hacia allí bastante acelerado. En el
momento que encontré la habitación doscientos doce, estaba
bastante seguro de que estaba al borde de un ataque de pánico. La
puerta estaba abierta, así que fácilmente entré en el pequeño
cubículo y corrí la cortina.
―Sal.
Dios, se veía como la mierda.
Me moví despacio hacia él, mis ojos se comían cada centímetro
de piel expuesta que podía ver, y lo que pude ver era una erupción
cutánea rojiza. No estaba conectado al oxígeno, así que esperaba
que eso significara que su respiración había mejorado.
―Oye― dije cuando sus pestañas revolotearon y luego se
levantaron. ―¿Cómo te sientes?
―Caro mío. 113
Le obsequié al hombre una sonrisa.
―¿Qué estás haciendo aquí?
―Lyn me llamó. Él dijo que tuviste una reacción alérgica a la
medicación.
Sal me sonrió medio dormido.
―Creo que ahora soy alérgico a la penicilina.
―¿Ahora?― Eso no sonaba nada bien.
―Nunca... en ningún momento he sido alérgico.
―¿Es eso posible?― ¿Podría alguien repentinamente volverse
alérgico a algo?
―Es muy posible― un hombre con bata de médico dijo mientras
caminaba dentro de la sala de reconocimiento con Booker. ―Es
poco común, pero esto pasa.
―¿Va a estar bien?― Necesitaba saber que tan mal estaba Sal.
―Lo siento, ¿quién es usted?― Preguntó el médico.
―Soy... um...― Dios, ¿Qué se supone que debo decir?
―Es mío― dijo Sal cuando me agarró y me jaló con tanta fuerza
que tropecé con el borde de la cama. Esa respuesta pareció
satisfacer al médico, pero Booker me miraba como si fuera la
reencarnación de un alienígena arrebatador de cuerpos.
―¿Qué?― pregunté a Booker.
―¿Qué?― Las gruesas cejas marrones de Booker se
levantaron. ―¿Ustedes dos repentinamente están juntos? Ustedes
se conocieron ayer por la noche.
Entrecerré los ojos.
―Sí, ¿Qué hay de malo en eso?
No sé si fue la mirada maligna que le di o el desorientado
canturreo que venía de Sal mientras me besaba la mano, pero
Booker sacudió la cabeza y desvió la mirada. 114
Gané.
―¿Qué fue lo que le diste?― Pregunté cuando Sal presionó mi
mano en su mejilla y luego cerró los ojos. Un segundo después,
suaves ronquidos llenaron el aire.
El doctor dejó escapar una pequeña risa. ―El antihistamínico
que le dimos para contrarrestar la reacción alérgica es bastante
fuerte. Eso, combinado con algunos medicamentos para el dolor
de su herida de bala podría noquear a un toro.
Aparentemente así era.
El médico echó un vistazo a la Tablet en su mano. Dio unos
golpecitos en la pantalla un par de veces antes de levantar la
mirada.
―El Señor Delvecchio parece estar respondiendo bien al
tratamiento, pero quiero que se mantenga aquí toda la noche para
asegurarme que no tenga más reacciones adversas.
Ya me lo esperaba, y me resigné a pasar la noche en una de esas
horribles sillas de plástico del hospital. No estaba dispuesto a dejar
que Sal pasara la noche en un hospital absolutamente solo.
―¿Hay algo que pueda hacer para que se sienta más cómodo?
―Él estará sediento así que trocitos de hielo estarán bien, pero
me gustaría mantenerlo apartado de cualquier cosa demasiado
pesada hasta que la urticaria desaparezca. Si su garganta se
inflama de nuevo, puede ser que tenga que tomar acciones que
causen... mm... conflicto con cualquier alimento en su estómago.
Mi propio estómago se revolvió sólo de imaginar lo que ellos
podrían tener que hacer.
―Bueno, ¿entonces sólo trocitos de hielo?

115
Capítulo Diez

Salvador

No fue difícil decir que no estaba en mi propia recamara cuando


abrí los ojos. No tenía paredes color verde menta o luces que 116
podría cegar a un hombre, aunque tuviera los ojos cerrados. Mi
cama era más grande, también.
Extrañaba mi cama.
Extrañaba aún más al chico que dormía en la silla junto a la
cama. Deseaba a Lany en mis brazos. Si hubiéramos estado en mi
cama, ahí habría estado. Demonios, si de mí dependiera, nunca lo
dejaría alejarse.
Me aclaré la garganta y luego enterré mis dedos en el hermoso
cabello de Lany. Quería que el chico se despertara para que
pudiera subirse a mis brazos. Necesitaba abrazarlo.
Me aclaré la garganta otra vez.
Los sedosos hilos del cabello de Lany se deslizaron a través de
mis dedos cuando levantó su cabeza. Sus ojos estaban soñolientos
y desenfocados mientras parpadeaba para despertar.
―¿Qué?
―Hey, caro.
―¡Sal!
Hice una mueca por el sonido fuerte de mi nombre.
―Baja el volumen, caro.
―Lo siento.― Lany se puso de pie. Sus manos comenzaron a
deslizarse sobre mí, dándome muchos tipos de ideas. ―¿Cómo te
sientes?¿Quieres unos trocitos de hielo? Debería ir por la
enfermera. ―Su mano seguía frotando sobre mi
pecho. ―Bueno. Voy por la enfermera.
―Lany.
Lo detuve cuando se estaba alejando.
―Ven aquí.
Lany se inclinó hacia mí acercándose, casi como si fuera atraído
hacia mí por un hilo invisible. Envolví una mano alrededor de su
nuca y lo atraje hacia mí para besarlo. Empecé despacio y con 117
cuidado, para restablecer la relación, con rapidez se volvió muy
apasionado y por Dios tan jodidamente perfecto.
Lamí la comisura de sus labios hasta que los abrió, después
empujé dentro, necesitaba más. El dulce sabor de Lany me
envolvió. Besé a Lany con un hambre que desmentía mi calma
exterior. Forcé la boca de Lany a que se abriera más con los
empujes de mi lengua.
Gruñí, acercándolo más.
Cuando eso no fue suficiente, agarré a Lany de los hombros, y lo
levanté para ponerlo encima. Su peso tan ligero se acomodó
encima de mí, sus manos extendidas sobre mi pecho.
Mi suspiro relajado cubrió a Lany.
Eso era todo.
Eso era lo que necesitaba.
Empujé mi pierna entre las de Lany. La satisfacción me embargó
cuando sentí el duro pene de Lany presionando contra mi
muslo. Amaba saber que el dulce chico no era inmune a mí, incluso
en una habitación de hospital.
―Espera, espera.― Las manos de Lany se levantaron y volvieron
a caer, revoloteando sobre mí como si no estuviera seguro que
debería tocar. Resolví esa indecisión por él acercándolo más. ―Sal,
no deberíamos-
―Debemos.
Lo queríamos. Yo no estaba planeando tener relaciones sexuales
con Lany en una habitación de hospital, pero sólo porque no
quería que nadie entrara donde estábamos nosotros y viera al
hermoso chico en mis brazos cuando él estaba excitado. Nadie
podía verlo más que yo.
Pero eso dejaba un mundo abierto de posibilidades. 118
―Estás herido, Sal.
―Me siento mejor.
En gran parte. Me vendría bien descansar un poco más, y algo de
comida, pero me sentía mejor. Podía respirar de nuevo. Estaba
convencido de que todo tenía que ver con los excelentes
medicamentos que me inyectaron, y sin duda tener a Lany de
nuevo entre mis brazos.
―Creo que nos perdimos la cena, ¿verdad?
―Sí― Lany respiraba agitado.
Acaricié con mi boca la mejilla de Lany hasta que inclinó la
cabeza hacia atrás, y luego fui hasta la garganta.
―Dios, hueles maravilloso.
Cálida lluvia de verano.
―Quiero bailar contigo bajo la lluvia.
Me moría por hacerlo.
―Podríamos bailar en mi balcón.
Sonreí contra la cálida piel de Lany.
―Me parece perfecto.
Las manos de Lany se posesionaron en mi pecho, empujándose.
―Yo debería-
―Estás bien dónde estás.
Para demostrar que tenía razón, acomodé a Lany un poco más
abajo, hasta que descansó su cabeza en mi hombro. Mantuve mi
brazo envolviendo su cintura y usé el otro para jalar la manta
sobre nosotros. No le tomó a Lany más de un minuto para suspirar
y hundirse contra mí mientras la tensión en su cuerpo se
desvanecía.
―Ahí tienes, Caro. Sólo cierra los ojos y descansa a mí lado.
Él estaba tan cansado que podían verse las sombras bajo sus
ojos. Recordé que Lany me dijo que tenía que asegurarse de comer 119
bien y cuidarse.
No se estaba cuidando. Yo sabía que necesitaba estar un paso
delante y hacerlo por él.
Cuando Lany quedó totalmente relajado, y yo también, no iba a
dormirme. Pero cerré los ojos. El bajo y continuo zumbido de las
máquinas se escuchaba desde el fondo. El ronquido ronroneando
de Lany jugueteaba en mi oído.
Inhalé con profundidad.
Estaba vivo y relativamente ileso.
Lany estaba en mis brazos.
Todo estaba bien.
Lany todavía seguía envuelto en mis brazos cuando Booker llegó
un par de horas más tarde. No había podido dormir, simplemente
quería estar acostado allí mirando sobre mí a mi bello durmiente.
―¿Qué demonios estás haciendo?― Booker se paralizó mientras
miraba al chico envuelto en mis brazos. ―¿Perdiste la
cabeza? ¿Sabes quién es él?
Yo era muy consciente de quién era.
―Lany Harris.
―No puedes tenerlo, Sal.
Levanté una ceja mientras centraba mi atención entre Lany y mi
amigo.
―Lo estoy cuidando.
Era así de sencillo.
Booker hizo un gemido de frustración, empujando su mano
sobre la parte superior de su pelo corto.
―Sal, tú no puedes-
―Puedo y lo haré.
Booker realmente necesitaba sacarse de la cabeza todo esto.
―Lany es mío. 120
―No― dijo Booker. ―Lany es Lancaster Harris.
Yo estaba perdido y la confusión debía mostrarse en mi cara. Los
ojos de Booker se pusieron en blanco.
―Lancaster Harris II es como, uno de los hombres más ricos de
la ciudad o algo así. Él es el director ejecutivo de finanzas de una
de las mayores empresas de inversión en el estado.
―Está bien.― Todavía no encontraba la conexión, y sabía que
estaba volviendo loco a Booker.
―Él tiene debilidad por su único hijo.― La mano de Booker
señaló a Lany.
Vaya.
―Lo mismo sucede con el tío Jerry de Lany, mejor conocido
como el Comandante de la Policía y tu jefe.
―Sabía acerca de él.― Lany me lo había dicho.
―¿Te das cuenta que esto no puede suceder?
―No― Mi respuesta fue firme e inmediata. ―Lany no fue
incubado de un huevo por lo que tenía que venir de alguna
parte. Quienes sean su padre y su tío no tienen relevancia con
nuestra relación.
―¡Tú no tienes una relación!― Booker estalló. ―Tuviste una
noche de sexo. Eso es todo. Sexo. Tú te lo cogiste. Coger no hace
una relación.
Gruñí.
―¿Qué parte de esto todavía no captas?― Booker levantó las
manos en el aire. ―Esto podría arruinar tu trabajo.
―¿Qué tiene que ver Lany con mi trabajo?
―Su padre no quiere que se involucre con nadie que no haya
investigado, y tú todavía no has sido investigado. Eso quiere decir
que ellos sin duda no te quieren a menos de treinta metros de
Lany. Y considerando que el niño trabaja para su tío, dicho tío 121
puede hacer tu vida laboral muchísimo más difícil de lo que tiene
que ser.
―¿Por qué automáticamente das por sentado que ellos van a
detestarme?― Soy un tipo agradable. Me lo han dicho muchas
veces. ―Ni siquiera me han conocido.
―Tu vida es arriesgada, Sal. Tú caminas en el mismo infierno
cada jodido día. Eso no funciona para una relación estable, y la
familia de Harris se basa en asegurarse de que la vida de Lany sea
estable.
Podía sentir la rabia encendiéndose dentro de mí y moviéndose
a través de mí cuerpo. Yo no iba a renunciar a Lany porque alguien
que ni siquiera había conocido estaba un poco preocupado por lo
que hacía para ganarme la vida. Lo había estado haciendo, desde
hace mucho tiempo y yo era jodidamente bueno en eso.
―Tú no tienes idea de lo que estás hablando― insistí.
Porque, en realidad, él no la tenía.
Lany era mío y yo no iba a renunciar a él por nadie.
―Escucha, Sal.― La mano de Booker se fue por encima de la
cabeza de nuevo. Era un movimiento de frustración con el que
estaba familiarizado. ―Estoy seguro de que el niño es genial
grande y todo, pero tú realmente necesitas pensar acerca de
esto. Si tú te vas en contra de su familia, no vas a salir con tu vida
intacta.
―¿De qué demonios estás hablando?
―He preguntado por ahí, hombre. Nadie lo hace más allá de su
familia. Esos que aparecieron en su vida, nunca duran. Su padre,
tanto los compra para alejarlos como los ahuyenta.
Eso debería haber hecho que me diera coraje.
Me dio tristeza en su lugar.
―¿Lany sabe lo que hace su padre? 122
―Dudo de eso.― Hubo un destello de simpatía en la cara de
Booker mientras miraba a Lany. ―¿Te gustaría decirle a tu hijo que
todos los hombres que le interesan son comprados para
ahuyentarlos?
No, pero yo no habría intentado comprar a nadie tampoco.
Enrosqué mis dedos a través del cabello de Lany, tirando
algunas de las hebras hasta mi nariz para inhalar su dulce y
embriagador aroma. Yo sabía lo que estaba diciendo Booker, y
sabía que mi amigo simplemente estaba tratando de mirar hacia
fuera para mí, pero él no lo entendía.
Lany era el indicado.
Él era mi chico para siempre.
―Iba a conservarlo.
Fin de la historia.
Cuando Booker resopló y se sentó, me reí.
―Te va a gustar una vez que lo conozcas.― Lany era dulce,
maravilloso e inteligente y tan condenadamente sexy, hacía que
me dolieran los dientes. ―Sólo dale una oportunidad, Booker.
―Está bien― Booker refunfuñó. ―Pero no me voy a cansar de
decirte-- te lo dije-- cuando este problema con Lany se vaya a la
mierda.
―Jamás sucederá, amigo mío.― Sonreí mientras presionaba un
beso en la parte superior de la cabeza de Lany. Yo sabía en lo más
profundo de mi alma que Lany era el elegido, el hombre que había
estado esperando toda mi vida.
―No puedes saber eso― insistió Booker. ―Si el Comandante de
Policía.
―Déjame en paz, Booker― estallé, perdiendo la paciencia con el
hombre. ―No me preocupa lo que tú o Lancaster Harris II o él 123
comandante Harris digan. Esto es un hecho. Metete eso en la
cabeza.
Booker resopló y se encogió en su silla, dejando caer su cabeza
hacia atrás sobre sus hombros para mirar hacia el techo. Yo sabía
que mi amigo sólo trataba de cuidarme, pero él no necesitaba
hacerlo. Yo era un adulto y sabía lo que quería, y lo que quería
estaba dormido en mis brazos.
Miré hacia abajo cuando Leny se acurrucó acercándose más, me
relajé al ver que todavía tenía sus ojos cerrados. Aún dormido, él
quería estar cerca de mí. Esto era ese tipo de cosas que me decían
que esto era correcto.
―Los chicos van a querer conocerlo.
―Lo sé.― Esperaba con interés observar a mi bebé encantar al
resto de la brigada, incluso a Booker. Una vez que el chico supere
su completo terror de los familiares de Lany, estará tan cautivado
por Lany como todo el mundo.
―¿Para cuándo él doc va a liberar tu culo?
―No tengo la menor idea.― Mirando de reojo hacia la ventana
por la que todo se veía oscuro. ―Ni siquiera sé qué hora es.
―Las cuatro y media, hombre.
―¿De la mañana?― Mi sorpresa debió de reflejarse en mi rostro
porque Booker soltó una carcajada. ―¿Por qué no estás en tu casa
en la cama? O al menos en la cama de alguien?
Booker era un mujeriego.
Él no era exigente acerca de a quién se llevaba a la cama siempre
que fueran de su tipo.
Ventilarlo6 era su tipo.
―Tengo que mantener un ojo en mi chico― dijo a modo de
explicación.
Cerró los ojos, dejándome saber que la conversación había 124
terminado.
La habitación quedó en silencio excepto por el zumbido
constante de una máquina encendida por ahí en el fondo. Era
alguna clase de zumbido, lo que me hacía preguntarme si estaba
hecho a propósito. ¿Habría establecido el hospital ese ruido
uniforme especialmente para calmar a los pacientes, o se había
roto algo?
―Booker, ¿qué es ese ruido?
No podía identificarlo con exactitud.
―¿Qué ruido?― Preguntó Booker.
―Ese zumbido.
Booker frunció el ceño cuando se incorporó y miró a su
alrededor antes de mirarme.
―¿Cuál zumbido?
―Es el mal funcionamiento del sistema de filtración de aire―
dijo Lany sin abrir los ojos, alertándome que estaba
despierto. ―Algo lo está bloqueando.

6
Ventilarlo es decir las cosas en voz baja
―¿Cómo demonios sabe eso?― Booker le gruñó mientras se
levantaba de un salto.
Gruñí hacia el hombre.
Lany pareció ignorar el gruñido de Booker o mi enfado contra el
hombre por gruñirle. Sus párpados se abrieron mientras se
estiraba.
―He pasado mucho tiempo en los hospitales. Sé cómo suena un
sistema de filtración de aire y sé que este suena como si algo lo
estuviera bloqueado. Éste está bloqueado por algo o está a punto
de explotar.
Mi enfado contra Booker se convirtió directamente en pánico, 125
Booker y yo levantamos la vista hacia arriba y vi una nube de gas
blanco--grisáceo que fluía por la rejilla de ventilación en el techo.
―¡Demonios!― Ignoré los pinchazos en mi brazo mientras
levantaba a Lany y luego se deslizó a un lado de la cama. Agarré la
manta que nos había estado cubriendo y la puse sobre la cabeza de
Lany antes de correr a toda velocidad hacia la puerta. ―¡Dispárale
a esa ventana!
El gas necesitaba ser ventilado antes de que matara a
alguien. No estaba seguro de qué tipo de gas era, pero cualquier
cosa que se canalizaba en una habitación de hospital a través del
sistema de filtración de aire no podía ser nada bueno.
Booker sacó su pistola y disparó a la ventana. Una ráfaga de aire
frío llenó la habitación, dispersando la nube de gas.
Ya en el pasillo, corrí hasta el control de enfermeras.
―Necesitas evacuar esta sección del hospital― le grité a la
primera enfermera que vi. ―Llama a la policía y a materiales
peligrosos.
La enfermera solo se quedó parada allí mirándome.
―¡Muévase, señora!― Estallé. ―Hay gas llenado mi habitación.
La mujer se quedó parada un momento más antes de girar y
levantar el teléfono.
Mientras que ella llamaba a las fuerzas, puse a Lany en sus
pies. El chico estaba balbuceando. Me sonrió y lo jalé para darle un
beso rápido antes de llevarlo a una pequeña sala de espera.
―Quédate aquí.
―Sal-
―Quédate aquí, Lany― le dije con una voz más
severa. Necesitaba saber que Lany estaba en un lugar seguro.
―Sal-
―Sólo haz lo que digo, Lany.― 126
―¡Sal!
―¿Qué?
Los ojos de Lany se agrandaron con toda intención mientras
señalaba a mi bata.
―Tu trasero está paseándose libre.
Rápidamente me puse firme, mi mano fue a la apertura de mi
bata detrás de mí. Apresurado agarré las dos secciones de la bata
y la cerré, ocultando mi culo desnudo de la mirada de cualquier
persona.
Dios, odiaba los hospitales.
―Puedes conseguir una bata de una de las enfermeras― dijo
Lany. ―No va a ser muy cómodo, pero va a ocultar todas tus partes
y piezas.
Estaba totalmente a favor de ocultar mis partes y piezas.
―Quédate aquí― le dije a Lany de nuevo.
Una vez que el chico asintió, me di la vuelta y corrí de prisa a la
estación de enfermeras.
―¿Tiene una bata que pueda usar?
―Estos quizá te sirvan más― dijo Booker mientras se acercaba
con una bolsa de plástico conteniendo mi ropa. ―Pienso que tal
vez estés más cómodo en tus propias cosas.
Oh, diablos claro que sí.
Agarré la bolsa y corrí de prisa regresando a la sala de
espera. Aventé la bolsa sobre una de las sillas y me quité la ropa.
―Vigila la puerta, Lany.
Lany cerró la puerta y se paró frente a esta.
Él me estaba mirando.
En el momento en que terminé de ponerme la última pieza de mi
ropa, pude ver una protuberancia en la entrepierna de los 127
pantalones de Lany. La excitación de Lany prácticamente vibraba
en el aire. Hice una mueca sonriendo mientras me ponía las botas
después me colgué la cadena con mi placa de identificación
alrededor de mi cuello. Mi arma de servicio entró en la funda de
pistola en la cadera. Mi arma de reserva entró en su funda en mi
bota.
―Entonces, esas esposas― dijo Lany antes de lamer sus
labios. ―¿Esas son las reglamentarias de la brigada?
―Lo son.― Podía ver hacia donde la mente de Lany estaba
corriendo y yo no podría decir que era contrario a la idea. ―Tengo
otro juego en casa con el que podemos jugar cuando este lío esté
arreglado.
Los ojos de Lany chocaron con los míos.
―¿De verdad?
Me reí. El deseo de Lany brillaba como un localizador en su
rostro. Hice todo lo que pude para no tirar el hombre allí mismo en
la pequeña sala de espera y arrancarle la ropa.
Sin embargo, su seguridad era lo primero.
―Vuelvo por ti tan pronto como pueda, Caro. Sólo necesito
asegurar la escena y asegurarme de que nadie está en situación de
peligro. Dime que te quedarás aquí.
Lany asintió.
―Regresaré pronto.
Presioné un beso rápido en sus labios saliendo a toda prisa de la
sala de espera. Los pasillos estaban plagados de policías mientras
que el personal de enfermería trataba de sacar a todos los
pacientes del ala a un lugar seguro. Una mirada y sabía que iba a
pasar un buen tiempo antes de poder regresar por Lany.
El lugar era un completo desorden. 128
Capítulo Once

Lany

Esperé… y esperé... y luego esperé un poco más. No tenía idea de


cuánto tiempo había pasado, pero el sol estaba arriba. De vez en 129
cuando, me dirigía a la puerta de la pequeña sala de espera y me
asomaba. Había mucha gente que iba y venía. Sólo sabía que
estaría interponiéndome en el camino si ponía un pie fuera en el
pasillo.
Aun así, los breves destellos que obtuve de Sal, mientras él
trabajaba con los otros agentes de la ley que habían acudido al
llamado me hizo sentir mejor. Sólo deseaba que todo lo que
estuviera pasando terminara, así podríamos regresar a mi
departamento, sólo nosotros dos. Sal oficialmente todavía no había
sido dado de alta del hospital. Él necesitaba descansar.
De preferencia en mi cama.
―¿Junior?
Gemí mientras volteaba para ver a mi tío esperando el
elevador. Maldición, maldición, y doble maldición. Mis planes
subieron en una nube y se esfumaron.
Plasmé una sonrisa en mi cara.
―Tío Jerry.
―¿Qué haces aquí?― Preguntó el tío Jerry mientras se
acercaba. Sus ojos se movieron sobre mí y yo sabía que estaba
buscando indicios de lesiones. ―¿Estás herido?
―No, no lo estoy-― Me giré buscando a Sal.
―¿Junior?
―¿Sí?― No detecté a Sal así que me giré de nuevo a mi tío.
―¿Qué estás haciendo aquí?
―Estoy visitando a un amigo.
O algo como eso.
―¿Quién?
Realmente no quería hablar de esto. 130
―Sólo un amigo.
Los labios de mi tío se apretaron. No le gustó esa respuesta.
―Esta área no es segura. Necesitas irte.
―Lo haré, pero-
―¿No vas a llegar tarde al trabajo?
―Sí, pero-
Tío Jerry chasqueó los dedos y un hombre bastante grande de
traje dio un paso adelante. Yo estaba muy bien enterado de lo que
Bruce hacía por mi tío, aun cuando otros no tenían conocimiento.
El hombre podría ser visto como otro lacayo bajo el pulgar de mi
tío, pero el hombre era en realidad un ex SEAL de la Marina. Su
único trabajo era mantener a mi tío libre del peligro.
―Asegúrate de que Junior llegue a casa― mi tío le ordenó al
fortachón.
―No, no puedo irme.― Desesperado examiné el pasillo buscando
a Sal.
Mi tío me miró entrecerrando los ojos.
―Junior, tu padre-
―Él no es mi jefe.
―No, pero yo si soy tu jefe, y yo digo que tienes que irte.
Esta era una de las razones por las que ya no soportaba y me
negaba a vivir en casa. Ya tenía veinte y cinco años de edad. Estaba
bastante seguro de que tenía la edad suficiente para tomar mis
propias decisiones. Y podía haber hecho lo que me ordenó mi tío si
estuviera en el trabajo, pero aquí no estábamos en el trabajo.
―Me quedaré aquí.
―No lo harás.
Exploté exasperado.
―No puedes obligarme a que me vaya.
―¡Demonios si no puedo!― tronó el tío Jerry. 131
Podía ver en sus ojos que estaba sorprendido por mi conducta, y
para ser sincero, usualmente no discuto con él. Está
bien...realmente nunca he discutido con él, ni con nadie. Realmente
nunca parece haber un motivo. La gente continuará queriendo
manejar mi vida como les parezca mejor, y prácticamente yo no
tenía ni voz ni voto.
Mi única rebeldía había sido instalarme en mi apartamento.
Tal vez esta sea mi segunda rebeldía.
El punto era que no quería alejarme ni un minuto, pero
sinceramente, no quería irme hasta tener la oportunidad de
avisarle a Sal a donde iba. Él fácilmente podría encontrarme
porque sabía dónde trabajaba y donde vivía, pero sería una
grosería irme sin despedirme.
Y, estaba el hecho de que yo sólo quería volverlo a ver.
―Escóltalo fuera de la escena― Él tío Jerry estaba ordenándole a
Bruce.
Me quedé boquiabierto.
―¡Tío Jerry!
Cuando Bruce trató de agarrarme el brazo, di un jalón y me
alejé.
―No puedes obligarme a que me vaya. No estoy haciendo nada
malo.
―Esta es una escena de crimen activa, Junior.― Mi tío parecía
pensar que en una escena de crimen activa, su palabra era ley.
―Y yo soy testigo.― Yo sabía en el minuto en que las palabras
salieron de mi boca que había metido la pata.
―¿Tú eres qué?― Di un respingo al escuchar el grito que salió de
su boca. Varias personas en el pasillo se detuvieron y miraron.
La cara de tío Jerry estaba poniéndose colorada. 132
De acuerdo, eso no es bueno.
―Mira, esto es-― de inmediato cerré la boca cuando el tío Jerry
levantó una mano. Conocía muy bien ese gesto. Solo que nunca
antes había sido dirigido a mí.
―Quiero que escoltes a junior inmediatamente fuera de este
edificio. Haz lo que tengas que hacer para hacer que eso suceda. Si
él se resiste, arréstalo. Si trata de irse a otro lugar que no sea
derecho a su casa, arréstalo. Si él le dice una palabra a alguien, tú
lo arrestas.
―Tío Jerry-
―Y te lo llevas por la parte de atrás. No quiero que nadie sepa
que él estaba aquí.
―Pero soy testigo― protesté cuando Bruce me agarró y comenzó
a jalarme hacia el pasillo.
―Ya no lo eres.
Yo no iba a gritar y llamar la atención sobre mí, pero no se la iba
a hacer fácil. Me negué a dar un paso. ¿Qué podían hacerme si---
¡Mierda! Gruñí con rabia cuando me encontré de cabeza, mirando
a la parte posterior de las piernas de Bruce.
Cuando pasamos a través de una puerta, me agarré de los
bordes. Bruce gruñó y jaló de mis manos hasta que tuve que
soltarme. Agarré el borde de un carrito con medicamentos. Bruce
desprendió mis dedos y siguió su camino. Cuando Bruce entró en
el elevador, presioné el botón de emergencia. Bruce simplemente
dio la vuelta y solo lo volvió a presionar, silenciando el ruido. Un
minuto después, el elevador comenzó a moverse.
―Tú sabes que esto es un secuestro, ¿verdad?― Pregunté
mientras seguía colgado de cabeza.
―Tengo conexiones con el Comandante de Policía― respondió
Bruce. ―Estoy bastante seguro que estaré bien. 133
Maldita sea.
―Mi novio te va a golpear cuando descubra que tú me sacaste de
aquí.
―Tú no tienes novio.
―Sí, tengo.
―No tienes.
―Sí, tengo.
Bruce por fin me puso de pie, pero me mantuvo controlado por
el brazo.
―Bien, ¿Cuál es su nombre?
Mejor cerré la boca. Sal estaba en un caso activo. Sólo sabía que
si le daba a Bruce su nombre, él podría llamar a mi tío y Sal sería
retirado de la escena. Por mi estaría encantado si él estuviera
fuera del peligro, pero a Sal no le gustaría.
―Ya.― Resopló Bruce. ―Eso es lo que pensé.
Las ganas de pelear desaparecieron. Bruce era más grande que
yo, más fuerte. Tenía pocas opciones. Podía luchar, y seguramente
saldría herido. Podría provocar un escándalo, y nunca oír el final
de este. Podría dar el nombre de Sal y lo más probable es que me
lo lleve por delante y lo meta en problemas.
O podría dejar que Bruce me lleve a mi departamento y desde
allí podría llamar a Sal. Él podría estar molesto por un tiempo,
pero seguramente lo entendería.
Nos bajamos del elevador y luego Bruce me llevó a la salida
trasera donde uno de sus hombres estaba esperando en la
camioneta del comandante de policía. Bruce abrió la puerta de
atrás y me lanzó dentro.
Resignado a ser acompañado todo el camino hasta mi
departamento por Bruce, me quedé sentado y en silencio tramé mi 134
venganza. Probablemente no haría nada de lo que se me ocurrió,
pero me hizo sentir mejor estar planeando mi venganza.
Cuando llegamos a mi departamento, ya había planeado varias
maneras de hacer un infierno la vida de mi tío, empezando con
decirle a mi tía lo que él había hecho. Pocas veces iba a llorarle a
mi tía Sally, pero la mujer tenía debilidad por mí así que no estaba
de más aprovecharlo.
Cuando Bruce detuvo la camioneta oficial de la policía enfrente
de mi edificio, moví la cabeza para mirarlo fijamente, levantando la
ceja.
―¿No vas a escoltarme hasta arriba?
Bruce y yo nunca hemos sido enemigos, pero tampoco hemos
sido amigos. El hombre no tenía aguante para mis estupideces, y
había una gran cantidad de ellas. Su misión principal era proteger
a mi tío. Y podía decir por la mueca en su cara que no le gustaba
ser relegado a estar de niñera.
Bruce se inclinó sobre mí y abrió la puerta.
Supongo que tenía que bajarme.
Mis pies apenas habían tocado la acera antes de que las llantas
de la camioneta giraran y el vehículo regresara de nuevo al
tráfico. Levanté la cabeza para mirar arriba a mi departamento. Así
que, estaba en casa. No donde yo realmente quería estar pero esto,
era mejor que la cárcel.
Saqué mi celular y marqué el número de Sal. Si él pudiera
responder, estaba bastante seguro de que lo haría. Si él no pudiera,
no lo haría.
Se fue directo al buzón de voz.
Le dejé un mensaje a Sal, diciéndole donde estaba. Sentía la
angustia en mi pecho mientras guardaba mi celular de nuevo en mi 135
bolsillo y me dirigí a mi departamento. Considerando lo que estaba
pasando en el hospital, no me gustaba el hecho de que Sal no
hubiera respondido. No me gustaba que estuviera en peligro. Sin
embargo, una vez que llegue a mi departamento, podría llamar a
varias personas conocidas y tener alguna actualización de lo que
estaba pasando. Con toda seguridad no iba a conseguir un informe
de mi tío.
Definitivamente mi vida se fue de cabeza en el instante que puse
un pie en mi departamento y me di cuenta que mi padre estaba
esperándome, y estaba furioso. Él no estaba dando vueltas porque
Lancaster Harris II nunca va y viene.
Estaba inquieto sombrío y amenazante, lo que era peor.
―Papá.
―Tú madre está preocupada por ti.
Me abstuve de rodar los ojos.
Apenas.
―Estoy bien.
―No te ves muy bien.― La mirada de Lancaster era intensa y me
analizaba. ―Un lado de tu cara está inflamada.
―Me caí.― De ninguna manera, aunque se abriera el infierno le
iba a decir a mi padre extremadamente sobre protector, que
alguien me había golpeado. Él llamaría a algún francotirador de la
marina o algo así. ―Me golpeé la cara cuando bajé.
―¿Ya viste a un doctor?
―No necesito ver a un doctor. Es sólo un golpe.
Lancaster atravesó la habitación acercándose, su caminar
siempre firme y elegante antes de agarrar mi barbilla en su
mano. Hice una mueca cuando él movió mi cabeza de un lado al
otro examinándome.
―Deberías ver a un doctor. 136
―Voy llegando del hospital― afirmé. ―No necesito que-
―Sí.― Los labios de Lancaster se adelgazaron convirtiéndose en
una línea apretada. ―Tú tío me llamó.
Demonios.
―¿Quién es este amigo que estabas visitando?―
Mentirle a mi padre no era una opción. Por mucho que me
irritara, sabía que me amaba y sólo quería asegurarse de que
estaba bien.
―Su nombre es Sal.
―¿Sal qué?
Suspiré mientras mis ojos se cerraban.
―¿Hijo?
―Salvador Delvecchio― respondí mientras abría mis ojos. No iba
a ser capaz de escaparme, de tener que decirle a mi padre
todo. Podía sentirlo en mis entrañas. Que iba a mantenerse
dándome la lata hasta que cediera. ―Él es Teniente en las fuerzas.
―¿Por qué estaba en el hospital?
―Tuvo una reacción alérgica.
Un poco de la arrogancia de la postura rígida de mi padre
desapareció.
―¿Fue algo que comió?
―No― agaché la cabeza.
Las oscuras cejas se juntaron.
Suspiré de nuevo.
―Él estuvo con la Brigada S.W.A.T que rescató ayer al
alcalde. Una bala le rozó el brazo. Tuvo una reacción alérgica a la
medicación que le recetaron en el hospital.
―¿Está en la brigada S.W.A.T?
―Sí. 137
―Ya veo.
El silencio que colgaba entre nosotros era insoportable. Deseaba
decir algo, pero no sabía qué decir. Siempre había sentido como si
necesitara llenar de estática lo que se me cruzaba por la cabeza, y
por la extraña mirada, que mi padre me estaba dando, él estaba
esperando una explicación.
Esta vez, mantuve la boca cerrada.
No fue nada fácil.
―Entonces, ¿cuál es tú relación con este hombre?― finalmente
preguntó mi padre.
―Es un amigo.
Yo no iba a dar explicaciones.
Por el aspecto estirado que apareció en el rostro de mi padre, no
necesité hacerlo. Todavía teníamos que ponernos de acuerdo
sobre con qué clase de chico debería salir. Él quería que el hombre
en mi vida fuera el hijo de uno de sus compañeros de golf o alguien
de su club campestre. Yo quería un chico malo.
Sal era un chico malo.
―Así que, necesito prepararme para el trabajo...― Rogué para
que mi padre captara la indirecta. Suspiré de alivio cuando mi
padre sacó los guantes de su bolsillo. Eso significaba que se iba.
―Llama a tu madre― dijo mientras se ponía sus guantes. ―Sabes
que ella se preocupa.
Sonreí por primera vez desde que entré en mi departamento.
―Lo haré.
―Y ponte un poco de hielo en ese moretón. Si tu madre ve eso,
llamará a todos los especialistas en el área de los tres estados.
Ella lo haría.
―Con golpes o sin golpes― dijo Lancaster mientras se dirigía a la 138
puerta principal―Te estaremos esperando para la cena del
domingo.
―Voy a estar allí.― De hecho, siempre todas las semanas
esperaba con interés la cena del domingo. Era la única ocasión que
toda la familia estaba en el mismo lugar. Comíamos, nos poníamos
al día sobre nuestras actividades de la semana, y sólo pasamos el
rato.
No fue hasta que yo estaba parado en la ducha que mi cerebro
hizo conexión y me di cuenta de que mi padre había dejado el
interrogatorio con excesiva facilidad. Por lo general me
interrogaba hasta que mis oídos sangraban si había alguien nuevo
en mi vida, amigo o no. Nunca había renunciado con tanta
facilidad.
Así que, tal vez no lo había hecho.
Echaba humo cuando rápidamente terminé de ducharme y me
sequé. Envolví una toalla alrededor de mi cintura mientras salía
del baño, deseando que este fuera el baño de Sal y me dirigí por las
ropas que me había quitado. Vacié los bolsillos y luego arrojé la
ropa sucia en el cesto.
Recogiendo mi celular, me senté en el borde de la cama. Marqué
de nuevo el número de Sal. Cuando se fue de nuevo directo al
correo de voz, le dejé un mensaje de texto, pidiéndole a Sal que me
llamara tan pronto como pudiera. La angustia ya estaba formando
un nudo en mi garganta. Sólo sabía que algo estaba mal.
Pensando que no había nada más que pudiera hacer por el
momento, me vestí y luego me dirigí al trabajo. Cuando mi teléfono
sonó justo cuando estaba subiéndome al taxi, casi no lo
contesto. Conociendo mi suerte, mi padre había ido a casa y le dijo
a mi madre que me había golpeado.
Dejó de sonar antes de que pudiera terminar de entrar en el taxi 139
y lo saqué de mi bolsillo. Mi corazón se hundió cuando vi que Sal
era el que había estado llamando.
De nuevo, esta era mi suerte.
Cuando el teléfono timbró otra vez antes de que pudiera ponerlo
a un lado, pegue un brinco, casi dejándolo caer. Mi dedo temblaba
mientras lo arrastraba por la pantalla antes de llevármelo a la
oreja.
―¿Sal?
―Hola, caro.
―Sal― respiré con alivio por primera vez en el día. ―¿Estás bien?
―Lo estoy.
Fruncí el ceño, no me gustaba la vacilación que podía escuchar
en su voz.
―¿Qué pasa?
―No pasa nada malo, caro.
―Hockey Bull7.
Sal se rió.
7
Juegode palabras que se dice cuando piensas que una persona te está mintiendo o
engañando
―¿Qué?
―Puedo escucharlo en tu voz, Sal.
Sal se quedó en silencio por un momento antes de suspirar.
―Mira, se supone que no te debo hablar acerca de esto, pero no
quiero que te preocupes.
―Está bien.
―Este problema en el hospital salió mal y me han prestado a una
fuerza especial del FBI.
Se me heló la sangre.
―¿Qué?― Le susurré porque cualquier otra cosa iba más allá de
mí. 140
―Ellos creen que tiene algo que ver con el asunto del secuestro
del alcalde. Yo podría haber visto a alguien o algo que no debía, así
que ellos-
―¿No deberías estar en custodia de protección?
―Probablemente.― Sal se rió como si su vida no estuviera en
peligro.
Quería golpear al hombre.
―¡Sal!
―Estoy bien, caro.
―Pero-
―Por eso te estoy llamando. Creen que voy a ser de mejor uso
para ellos en las fuerzas especiales del FBI que encerrado en
alguna casa de seguridad. Y no te preocupes, voy a tener
protección las 24 horas del día de modo permanente.
Mis hombros se desplomaron.
―¿Cuánto tiempo vas a estar fuera?― Le pregunté en voz baja.
Mi corazón estaba rompiéndose.
―Poco tiempo, Caro― Sal respondió con una voz que era más
tranquila de la que normalmente usaba conmigo. Tal vez él estaba
sintiendo el mismo dolor en el corazón que yo sentía. ―Esto no
debería tomar más de un par de semanas.

141
Capítulo Doce

Lany

Habían pasado cinco semanas. Estaba empezando a


preguntarme si volvería a ver a Sal de nuevo. Llamaba tan a 142
menudo como podía y hablábamos hasta las primeras horas de la
mañana. Hablábamos de todo y de cualquier cosa, enterándonos a
lo largo de las conversaciones, que teníamos gustos similares en
música, pero no en las películas. A Sal le gustaban las películas de
acción. Yo prefería las comedias.
Me gustaba reír.
A ambos nos gustaba más mi departamento que el de él, a
excepción de su cuarto de baño. La idea de Sal de relajarse era
abrazarnos en el sofá viendo películas y comiendo comida para
llevar. Mi idea de relajarse era abrazarnos en cualquier lugar, y no
comer comida para llevar. Yo todavía quería cocinar para él.
Yo comería comida para llevar si eso significaba estar juntos,
estaba dispuesto a soportarla. Cada día lo extrañaba más,
especialmente por la noche cuando tenía que irme solo a la
cama. No podía llamar a Sal, y eso me volvía loco. Tenía que
esperar a que él me llamara. Le habían quitado su teléfono celular
cuando llegó. Algo acerca de asegurarse de que no hubiera fugas
en el equipo de fuerzas especiales. No me importaba cual era la
razón. Yo sólo sabía que me impedía tener contacto con Sal las
veces que yo quisiera.
Me porté bien el primer par de semanas. Booker me llamó varias
veces para ver como estaba, y luego dejó de hacerlo. Llamé a Lyn
un par de veces, pero las conversaciones fueron forzadas y
difíciles. Cuando dejé de llamarle, estoy seguro que fue un alivio
para Lyn.
Cuando Sal me llamó para decirme que iba a estar fuera
haciendo trabajo de campo y no sabía cuándo iba a ser posible que
pudiera llamarme de nuevo, pensé que mi corazón se rompería.
Desde entonces sentía como si caminara en las nubes. Iba a 143
trabajar y luego iba a casa, me sentaba a un lado de mi teléfono,
esperando y deseando que Sal me llamara.
Nunca iba a ningún lado sin mi celular.
Precisamente por eso me sentí confundido cuando no pude
encontrar mi celular. Palmeé mis bolsillos de nuevo. Cuando no lo
encontré allí, busqué en el maletín de mi computadora portátil. No
había nada allí solo algunos papeles y mi portátil.
Maldita sea.
Miré por encima del escritorio de nuevo. Ya había apagado mi
computadora, archivado el último documento del día, y limpiado
mi escritorio. No había nada fuera de lugar.
¿Dónde estaba ese maldito teléfono?
Mi cabeza saltó mientras recordaba la sala de conferencias en la
que había estado trabajando temprano hoy en la mañana. Corrí a
través de la oficina hacia la sala de conferencias. Las persianas
estaban cerradas por lo que la habitación estaba oscura. La puerta
se cerró detrás de mí, así que extendí la mano y encendí la luz.
Primero busqué en mi lugar de trabajo. Cuando no encontré
nada allí, empecé a buscar en otros lugares. Incluso abrí un par de
cajones de los armarios construidos bajo los monitores en la
pared.
Todavía nada.
Estaba empezando a pensar que nunca encontraría la maldita
cosa.
Espera.
Me apresuré al escritorio situado a un lado de la
habitación. Levanté el teléfono y marqué el número de mi
celular. Mentalmente me puse una buena regañada por no haber
pensado en esto en primer lugar, cuando mi teléfono comenzó a
timbrar. 144
Me puse en cuclillas cuando el sonido parecía venir de abajo. Allí
estaba. Colgué el teléfono y me arrastré debajo de la mesa. ¿Cómo
había terminado mi celular debajo de la mesa de conferencias?
Nunca lo sabría. Pero eso no debería sorprenderme. Lo había
encontrado varias veces en lugares muy extraños.
Acababa de llegar a la mitad del piso debajo de la mesa de
conferencias y agarrado mi teléfono cuando escuché abrirse la
puerta exterior. Por un momento, me quedé congelado. Apenas
eran un poquito después de las seis. Debería haberme ido hace
rato, y lo habría hecho, si no hubiera estado buscando mi maldito
celular. No debería haber ninguna otra persona en la oficina.
La luz en la oficina del tío Jerry se encendió. Un minuto después,
escuché vasos chocando. Me salí de debajo de la mesa y me
levanté. No creía que un ladrón podría estaría robando una
licorera de cristal. Tal vez era el equipo de limpieza.
Me tragué el miedo en la garganta, y di un paso hacia adelante
cuando oí una voz que conocía muy bien.
―Ya han pasado cinco semanas.
Solté el aliento que había estado conteniendo. Era sólo mi tío
Jerry. Comencé a caminar hacia la puerta para decirle a mi tío que
estaba allí cuando otro hombre habló, y conocía mucho mejor esa
voz.
―No debería tardar mucho más, Jerry― respondió mi padre―tal
vez otro par de semanas.
¿Por qué estaba mi padre aquí?
―Este no ha sido uno de tus planes más brillantes, Lancaster―
dijo el tío Jerry. ―Si el Teniente Delvecchio alguna vez se entera
que mentimos acerca de la fuga de gas, él podría presentar cargos
contra mí. 145
Di un grito ahogado, luego rápidamente me cubrí la boca,
esperando que nadie me escuchara.
―Él no hará eso― mi padre insistió.
―¿Cómo puedes saber eso?
―Debido a que no querría hacerle daño a junior con eso― dijo
mi padre. ―Si él realmente ama a junior como dice que lo hace,
entonces él simplemente desaparecerá en silencio cuando
regrese. Espero que para entonces, tendré a junior establecido
con alguien más.
Mis ojos se estrecharon. Deslicé mi dedo por la pantalla de mi
celular.
Y este empezó a grabar.
―El agente Thomas del FBI me llamó hoy. Quiere saber cuánto
tiempo más necesita mantener a Delvecchio allí. Está quedándose
sin pretextos para mandarle a hacer.
―Entonces, fácil, envíalo a la DEA.― Mi padre se rió entre
dientes. ―Eso debería ayudar por un par de semanas.
―Lancaster, el Teniente Delvecchio no es el estúpido que a ti le
gustaría pensar que es.
Mi padre gruñó. Conocía muy bien ese gruñido.
―Él va a sumar dos más dos y va a descubrir que la fuga de gas
en el hospital no está conectada a la investigación sobre el
secuestro del alcalde.
―Él no va a descubrirlo si tu solo mantienes la boca cerrada.
―Lancaster, Delvecchio podría tragarse la idea que inventamos
de la fuga de gas freón8 en el sistema de aire acondicionado, así no
cundiría el pánico, pero tarde o temprano va a descubrir que
realmente era solo una fuga de gas freón y no un atentado real
contra la vida de alguien.
Había una gran molestia en la voz de mi tío. 146
Mis ojos se estrecharon. Nunca lo había visto tan molesto.
―Para la fecha en que él regrese― dijo mi padre―cualquiera que
sea el lazo que tenga sobre Junior habrá desaparecido y mi hijo
dejará de suspirar por ese idiota.
―¿Alguna vez has pensado que quizá esta vez sea algo serio,
Lancaster?
―Mira, los dos sabemos cómo es Junior. Se enamora de
cualquier hombre que le agite las pestañas y le sonría. ¿Cuántas
veces hemos tenido que ahuyentar a algún buscador de tesoros
porque había puesto sus expectativas en el dinero Lancaster?
―Sí, pero esta vez podría ser diferente.
―Es un policía, Jerry.
La voz de Jerry estaba alterada con ira.
―Yo soy policía.
―No, tú eres el Comandante de Policía. Los policías trabajan
para ti. Es mucha la diferencia.
―Yo era un policía.
8
Gas Freón es un refrigerante para él aire acondicionado es tóxico si se inhala en
cantidad
―Sí, y nuestro padre todavía se niega a hablar contigo a causa de
eso.
Alguien suspiró.
―Hombre, no me gustaría estar en tus zapatos si Cynthia se
entera de lo que hiciste.
―Lo que hicimos, hermano. Tú estás en esto tanto como yo. Si yo
caigo, tú caes.
Sentía las lágrimas que se deslizaban por mis mejillas cuando
entré por la puerta entre la sala de conferencias y la oficina de mi
tío. No podía detenerme a secarlas. Mi corazón estaba roto, y esta
vez, no era por alguien con el que estaba saliendo. 147
Amaba a mi padre y a mi tío y siempre los había
admirado. Ahora, por primera vez en mi vida, no quería tener nada
que ver con ellos.
Los odiaba a ambos.
Mis manos temblaban, tuve que cerrarlas en puños, una estaba
apretada con firmeza alrededor de mi celular. Estaba tan enojado,
apenas podía hablar, pero tenía algo que decir por lo que me
obligue a que las palabras salieran.
―Es muy probable que ambos caigan.
Casi podría garantizárselos.
―Junior― Lancaster se sobresaltó poniéndose de pie, la bebida
se sacudió sobre su mano.
Tío Jerry igual se levantó de prisa, pero primero puso su bebida
en la mesa.
―¿Qué haces aquí, hijo?
―Estaba buscando mi teléfono.― Lo levanté para que lo
vieran. Fijé mis ojos en mi tío. Por el momento, él era el más
peligroso de los dos hombres. ―Es increíble lo que estas pequeñas
cosas pueden hacer. Sirven para hacer llamadas telefónicas. Tomar
fotografías. Grabar conversaciones.
Tío Jerry le disparó una mirada de puro terror a su hermano.
―Júnior-
Yo levanté la mano. No estaba seguro de cómo hacer frente a
esta situación. Ni siquiera estaba seguro de que pudiera. Tenía
ganas de gritarles a los dos, pero eso no me ayudaría.
Sólo deseaba una cosa.
―Deberías traer a Sal a casa― le dije con él poco control que me
quedaba. ―Y si haces una porquería con su carrera de nuevo―
Levanté mi teléfono de nuevo- esto irá directo a tu jefe. Voy a 148
destruir tu carrera del mismo modo como estás tratando de
destruir la de Sal.
Probablemente no lo haría, pero el tío Jerry debió haber visto
algo en mi cara que le hizo creer que lo haría. El hombre mayor
tragó saliva antes de asentir.
―Voy a ordenar que lo traigan a casa mañana.
―Esta noche― le dije.
―Por supuesto.
Me volví a mirar a mi padre. Realmente no podía pensar en
alguna cosa que hiciera que las cosas estuvieran bien entre
nosotros. Él me había traicionado.
Incluso si en su corazón tenía buenas intenciones, igual él me
había traicionado. No estaba seguro de que pudiera borrar esto de
la memoria.
Me di la vuelta y caminé fuera de la oficina.
―Junior.
Seguí caminando.
―Junior― gritó mi padre.
No, no voy a dar la vuelta.
―¡Lancaster!
Sin volver la cabeza, le mostré el dedo medio y mandé al diablo a
mi padre.
Nunca dejé de caminar.
Por una vez, estaba contento de haber tomado las escaleras con
frecuencia. No sólo bajar de prisa las escaleras me ayudaba a
aliviar un poco el coraje que traía, sino que le iba a ganar a mi
padre bajando más rápido al vestíbulo. Escuché el sonido del
elevador y las puertas se deslizaron abriéndose mientras yo
empujaba, atravesando las puertas principales del edificio.
Me metí en un taxi, cuando mi padre salía del edificio. Me di 149
cuenta por como apretaba los labios que estaba encabronado.
Qué lástima.
Sabiendo que mi padre iría directamente a mi departamento, le
di al conductor la dirección del edificio de S.W.A.T. Puede que no
pudiera hablar con Sal, pero podría hablar con Booker. Tal vez él
podría enviarle un mensaje a Sal.
No estaba seguro de lo que podría decirle a Sal si pudiera
enviarle un mensaje. Sabía que lo echaba de menos. Habíamos
tenido menos de veinticuatro horas para sentar las bases para un
futuro juntos. Eso no era tiempo suficiente.
¿Sal realmente me quería? Dijo que no podía llamar muy seguido
porque querían asegurarse de que no había una fuga en el grupo
de trabajo, ¿pero él había estado diciendo la verdad? ¿Eran
instrucciones de mi tío o fue su propia elección? ¿Iba a estar
enojado cuando descubriera lo que había hecho mi tío? Más
importante aún, ¿iba a estar enojado conmigo?
Miré por la ventana mientras las lágrimas se deslizaban
lentamente por mis mejillas. Mis propias dudas me estaban
consumiendo, pero no conseguía detener los pensamientos que
corrían a través de mí cabeza. Sentía como si ya no supiera la
diferencia entre lo que era real y lo que no lo era.
En el momento en que el taxi se estacionó delante del edificio de
SWAT, estaba temblando. No hacía tanto frío afuera y yo tenía una
chamarra, pero no era capaz de entrar en calor. El frío aire del
atardecer iba directamente hasta mis huesos.
Me levanté el cuello de la chamarra, le arrojé al taxista algo de
dinero, agarré mi maletín, y salí fuera del taxi. De hecho, ya había
estado por el edificio más de una vez desde que Sal se fue. Nunca
había entrado, pero sólo de ver el lugar me hacía sentir un poco
más cerca de Sal. 150
Caminé hacia el edificio con la esperanza corriendo dentro de
mí.
Si alguien podía saber lo que estaba pasando con Sal, era
Booker. No sólo trabajaban juntos, también eran amigos.
―Mi nombre es Lany Harris. Necesito ver al
sargento Booker―dije cuando llegué al mostrador de recepción. A
diferencia de la oficina del Comandante de la Policía, él edificio de
S.W.A.T estaba abierto las veinticuatro horas del día. Una gran
cantidad de cosas raras pasaban durante la noche.
El oficial detrás del mostrador me dio una larga mirada antes de
descolgar el teléfono. Mientras él hablaba, miré alrededor. El área
de recepción era un poco simple. Había varias pinturas en la pared
y unas pocas sillas, pero nada más. Supuse que no había necesidad
de tanto en un lugar como este. No era como si un montón de
gente viniera a visitar. Era más un centro de entrenamiento que
otra cosa.
―¿Señor Harris?
Giré.
―Me temo que el sargento Booker no está disponible en este
momento.
―Oh.― Me mordí el labio por un momento, sentí el estómago
duro. ―¿Puedo dejar un mensaje para él?
El oficial me miró como si quisiera rechazar mi solicitud, pero
después de un momento, me entregó una pluma y un pedazo de
papel. Agarré ambos y me dirigí al extremo del mostrador
mientras pensaba en lo que tenía que decir.
Todavía no quería meter a mi tío en problemas, no importaba
que tan enojado estuviera con él. Lo haría si tuviera que hacerlo,
pero yo no quería. No quería involucrar a mi padre en todo 151
esto. No porque pensara que podría meterse en problemas, sino
porque todavía no hablaba con él.
En lugar de intentar averiguar el desastre en mi cabeza,
simplemente escribí en el papel, que Booker me llamara en cuanto
le fuera posible. Le dejé mi número de celular y el teléfono de mi
casa en caso de que no los tuviera.
Nunca se sabía.
―Gracias― le dije al oficial entregándole de vuelta el papel y la
pluma.
Caminé de regreso a la calle, temblé cuando una ráfaga de viento
sopló sobre mí. No estaba muy lejos del trabajo, así que conocía la
zona. Queriendo atrasar mi regreso a casa solo un poco más de
tiempo, decidí caminar un rato. Hacía frío, pero podía aguantarlo.
Cuando mi teléfono comenzó a sonar, lo revisé. Era mi padre. Lo
dejé que se fuera al correo de voz. Cuando volvió a sonar, hice lo
mismo. Por la quinta llamada, estaba más que enojado. Quería
apagar el sonido, pero yo estaba esperando la llamada de Booker.
Bloqueé el número de mi padre.
Me detuve en varias tiendas sin comprar nada solo para
distraerme porque necesitaba algo para ocupar mi cerebro más
allá del giro constante que parecía estar anclado allí en mis
pensamientos. Cinco semanas era mucho tiempo para separarse
de alguien que solo había conocido veinticuatro horas.
Me detuve y compré algunos bocadillos para llevar a
casa. Quería comida china, pero estaría helada a la hora que llegara
a mi departamento y la comida china nunca tenía buen sabor una
vez que había sido pulverizada en el horno de microondas.
Compré algunas sales de baño en otra tienda, porque Dios sabía,
iba a necesitar relajarme de alguna manera. Encontré un bonito 152
jersey tejido de gran tamaño en un color cobre quemado. Me
recordó los ojos de Sal cuando él estaba sonriendo.
Hice todo lo que pude para retrasar mi regreso a casa.
En el momento en que llegué a casa, estaba agotado, congelado
como un cubito de hielo, y listo para dejarme caer en la
cama. Asentí con la cabeza al portero y luego el guardia de
seguridad en el interior, mientras caminaba hacia los elevadores.
―Oh, señor Harris, su padre vino más temprano― dijo el
hombre. ―Él-
Suspiré mientras me volvía hacia Jenson.
―¿Todavía sigue aquí?
Yo lo que no quería era tener problemas con mi padre en este
momento.
―No señor. Se fue hace una hora.
―Bueno.― Fruncí el ceño mientras pensaba en las medidas que
estaba a punto de tomar. Era una grande. ―Hasta nuevo aviso, no
se permite la entrada a nadie sin el permiso verbal mío.―
Hubo un ligero ensanchamiento de los ojos de Jenson, pero esa
fue la única indicación que dio de que yo lo había dejado
sorprendido.
―Excepto el Teniente Salvador Delvecchio. Él puede subir
cuando quiera.
Rogaba porque él viniera.
―Sí, señor.
Me di la vuelta y entré en el elevador. Cuando la puerta se cerró,
más lágrimas llenaron mis ojos y rodaron por mis mejillas. No
sabía lo que iba a hacer si no venía Sal. A esta altura, no sabía si
volvería a ver de nuevo al hombre. 153
Capítulo Trece

Salvador

Me dolían los ojos. Había estado buscando en las notas de los


interrogatorios y los informes de las escenas del crimen por las 154
últimas dos semanas. Había algo allí. Solo que no había sido capaz
de conectar los puntos. Todo el mundo que había sido traído e
interrogado sobre el secuestro del alcalde y el ataque en el
hospital daban versiones contradictorias de lo que sabían. No
había dos historias iguales.
Simplemente no tenía sentido.
Era comprensible que cuando interrogas a los sospechosos den
versiones diferentes de lo que pasó, pero estos chicos revelaron
todo sobre el secuestro del alcalde y negaron el ataque con gas en
el hospital como si ellos lo ignoraran, incluso como si nunca
hubiese sucedido.
Yo sabía que había sucedido. Yo había estado allí.
Ya había sido capaz de utilizar las fotos que envié a Lyn para
identificar a los principales protagonistas en el asalto a la escuela
primaria. Esos que habían estado allí estaban muertos o en
prisión. Los que habían planeado el secuestro estaban siendo
perseguidos.
Todavía no podía obtener una sola pista del asalto en el hospital,
pero estaba empezando a preguntarme si los dos atentados
estaban incluso relacionados. Podrían haber sido dos casos
separados. Si era así, ¿quién había sido la víctima en el hospital a la
que iba dirigido el atentado?
Eso es lo que yo no podía entender.
Comencé a pensar que el hospital había sido atacado debido a
que el alcalde estaba allí, excepto que él había estado en otro piso
diferente y nunca en verdadero peligro. Las únicas personas que
habían estado en cualquier peligro habíamos sido Lany, Booker y
yo.
Había intentado llevar mis resultados de la investigación a mi
supervisor en el FBI, explicando todo lo que había encontrado y 155
todas mis conclusiones, pero me dijo que estaba equivocado y que
continuara buscando.
Por lo tanto, todavía seguía buscando.
―Oye, Sal, tienes una llamada telefónica.
Levanté la mirada, apartándola del informe de campo que estaba
terminando.
―¿Qué?― Dije en voz alta.
―Llamada telefónica, amigo.
Asentí a Burke y alcancé el teléfono en el escritorio que me había
sido asignado durante el transcurso de mi asignación en el centro
de operaciones del FBI.
―¿Hola?
―¿Es usted el Teniente Salvador Delvecchio?
Mi primera respuesta fue responder que sí, y entonces recordé
que sólo un limitado número de personas sabía dónde estaba.
―¿Quién llama?
―Su jefe― fue la respuesta cortante. ―Comandante de Policía
Jerrod Harris.
Me senté más erguido, no es que el hombre lo viera.
―Señor.
―Está siendo retirado, Delvecchio― respondió el hombre.
Eché un vistazo a los interrogatorios que había estado
examinando.
―¿Señor?
―Ponga su culo en un avión y vuelva a casa― gruñó el hombre ―
y esa es una orden.
―Sí, señor― le respondí, pero el hombre ya había colgado.
¿Qué diablos?
―¿Problemas, Sal?― Uno de los agentes preguntó.
―No estoy seguro.― Me rasqué la cabeza. ―Mi jefe acaba de 156
llamar y me ordenó ir a casa.
―¿De inmediato?― La sorpresa fue evidente en la voz del chico.
―Así es.
―Pero estamos a punto de descifrar este maldito caso de par en
par.
―Lo sé, pero...― Mi pensamiento voló a Lany. ―Dios Mío.
Agarré el teléfono y marcó el número de celular de
Lany. Cuando se fue al correo de voz, casi grito. Lo intenté de
nuevo, y luego otra vez. A la quinta vez que llamé, estaba bastante
seguro que Lany no iba a responder.
Le llamé a Booker.
―Hey, hombre, ¿cómo es la vida en los alfabetos?
―¿Has visto a Lany?
―Lany?― Respondió Booker.
―¿Sí, lo has visto? ¿Él está bien?
Yo aguanté la respiración.
―Él vino por el barracón esta noche. Él parecía estar bien. ¿Por
qué? ¿Qué pasa?
Dejé escapar un suspiro.
―No puedo localizarlo.
―Probablemente olvidó cargar su teléfono celular o algo así.―
Río Booker. ―Tú sabes lo despistado que Lany puede ser.
Lo sé, pero eso no tiene nada que ver.
―¿Podrías comprobarlo por mí, cómo está?
Booker suspiró.
―Sal-
―¿Por favor?― Le supliqué. ―Estoy preocupado por él.
Esta era la única cosa sobre esta asignación que odiaba, estar
lejos de Lany. Parecía como si cada día se convirtiera en semanas,
y después en meses, y antes de darte cuenta, llevas fuera desde 157
siempre.
Quería ir a casa.
―Este asunto no debería tardar demasiado.― Empujé la mano
entre mi cabello, deseando haberme detenido en algún momento
para conseguir un corte de cabello. ―Estamos sobre un par de
pistas que necesitamos rastrear, pero luego de eso...―
―Será bueno verte, Sal.― Rió Booker. ―Hemos extrañado tu
horrorosa cara de culo por aquí.
―Sí, sí.― Era bueno hablar con mi amigo. Lo había extrañado, y a
los otros chicos de mi brigada. Cuando entras en situaciones de
peligro prácticamente día a día, mantienes una amistad verdadera
y muy estrecha con aquellos que protegen tu espalda.
―Mira, tengo que dejarte. Debo terminar esta serie de
interrogatorios. Te volveré a llamar en un par de horas.
―¿Ningún celular?
Ojalá.
―No, me lo quitaron cuando llegué aquí.
―Entonces, ¿cómo diablos me estás llamando?
―Línea segura, hombre. ¿No has oído hablar de ellas?
―Así que…
―Así es, Booker.― Sonreí. ―Todo lo que dices está siendo
grabado.
―Oh, mierda.
Me reí mientras colgaba. Agarré todos los papeles en los que
estaba investigando y los ordené en una pila. Debía continuar
revisándolos hasta encontrar lo que me estaba fastidiando, pero
también necesitaba hablar con el hombre a cargo acerca de la
llamada telefónica del Comandante.
Había sido más extraño que la mierda.
―Oye, Burke― grité cuando vi al chico caminando por el 158
pasillo. ―¿Tienes un minuto?
―Sí, seguro.― El hombre de cabello oscuro se volvió. ―¿Qué
pasa?
―¿Sabes dónde está el agente supervisor Thomas? Necesito
hablar con él.
―Él voló a Washington.― Los ojos de Burke bajaron a los
papeles que tenía en la mano. ―¿Problemas?
―No, no exactamente. Mi jefe acaba de llamar y me ordenó a
volver a casa.
―Él no puede hacer eso.
Asentí.
―Eso es algo en lo que pensé.
Lo que me hizo preguntarme por qué el Comandante Harris me
había ordenado volver a casa. Eso, combinado con mi dificultad
para localizar a Lany, era lo que estaba enviando mi nivel de
pánico por las nubes.
―Oye, ¿quieres ir a cenar más tarde?― Preguntó Burke. ―Un par
de los chicos y yo nos dirigimos a esa pequeña taberna en las
afueras de la ciudad.
―Bueno...― Normalmente, habría saltado ante la oportunidad de
pasar un rato con algunos de los chicos de la unidad especial. Me
caían bien. Pero en este momento, mi cabeza estaba más en Lany
que cualquier otra cosa. No tenía ganas de pasar la noche fuera.
―Vamos, Sal. Va a ser divertido. La cerveza es fría, las
hamburguesas podrían tapar tus arterias, y las chicas pueden
hacer que te cambies de religión.
Sonreí ante el entusiasmo de Burke.
―No, hombre. Estaré bien.
En realidad no había ido muy lejos respecto a mi vida personal
con cualquiera de los chicos en Quántico9. En un principio no había 159
pensado que estaría allí el tiempo suficiente para hacer contactos
en el interior.
―¿Estás seguro?― Preguntó Burke.
―Si estoy seguro.
Burke me estudió.
―Tienes una niña en casa, ¿verdad?
Suspiré.
―No, tengo un niño en casa.
Burke parpadeó.
―Oh.
Observé a Burke con cuidado para ver su reacción a mi
noticia. Odiaría pensar que esto cambiaría las cosas entre
nosotros, porque estaba empezando a caerme bien el chico, pero
no iba a mentir sobre Lany o a negarlo.
―¿Cuál es su nombre?
―Lany.

9
Quántico, es un pueblo situado en el condado Príncipe William en el Estado de
Virginia Estados Unidos, donde se encuentra La Base del Cuerpo de Marines, y la Academia
de Formación del FBI
Las cejas de Burke se levantaron.
―Lany?
―Lancaster Harris III.― Me encogí de hombros. ―Lany suena
mejor.
―¿Tienes alguna foto?
―No conmigo― le contesté, deseando más allá de lo creíble
poder tener una fotografía de Lany conmigo. ―Me quitaron el
celular cuando llegué aquí.
Las cejas de Burke se levantaron de nuevo.
―¿Y todavía no te lo han regresado?
―No, me dijeron que por razones de seguridad no me lo 160
devolverían hasta que me fuera. Ellos querían asegurarse de que
no hubiera ninguna fuga en la unidad especial.
―Lo que sencillamente significa que no puedes tenerlo mientras
estás en el trabajo. Es por eso que hay unos pequeños y ordenados
casilleros en la sala de empleados, así podemos cerrar con llave
nuestros objetos personales mientras estemos en el trabajo. Los
tenemos de nuevo cuando nos vamos...al final del día.
Mierda.
―¿Puedo tener mi celular en este momento?
―Por supuesto― respondió Burke. ―En primer lugar no
entiendo porque ellos te lo quitaron.
La única cosa que pasaba por mi cabeza fueron las cosas que
podía haber compartido con Lany. Cada noche salía de las
instalaciones del FBI y me iba a un hotel cercano. Me pasaba horas
acostado en la cama mirando al techo mientras pensaba en Lany,
sólo podía llamarle cada cierto tiempo, y para nada en el último
par de semanas.
Eso me volvía loco.
Gruñí cuando una ardiente furia prendió fuego en mis entrañas y
con rapidez se convirtió en un infierno.
―¿Dónde dijiste que fue el jefe?

***

Miré mi teléfono celular, sorprendido de que tenía más de veinte


mensajes de Lany, entre correos de voz y de texto. El hombre
había saturado mi teléfono, aún más en los últimos dos días que en 161
cualquier otro momento. Cada mensaje era sencillo, pidiéndome
que le llamara, pero el sonido de su voz crecía con más pánico cada
vez.
Algo andaba mal.
Estaba seguro.
Intenté otra vez llamarle a Lany, esta vez usando mi teléfono
celular, él que Burke me había ayudado a recuperar antes de
abandonar el trabajo. Me habían comunicado que por el momento
no iba a ser liberado de mi asignación temporal, pero al menos
podría llamar a casa.
Alguna excusa tonta sobre trámites y protocolo jurisdiccional.
No podría importarme menos.
El teléfono sonó varias veces antes de ir al correo de voz. Casi lo
estrello contra la pared. En lugar de seguir frustrado y, de seguro
rompiendo mi celular, marqué a Booker. En el momento en que él
respondió: Dejé escapar un suspiro.
―¿Ya has hablado con Lany?
―Hola a ti también, Sal.
―Maldita sea, Booker, no me estés jodiendo. ¿Has hablado con
Lany?
―Cálmate, colega. En este momento estoy en camino a su
departamento.
Apreté los dientes antes de responder.
―¿Y entonces por qué diablos no me dijiste eso?
―¿Cuándo?―Booker tronó. ―En el segundo que contesté el
teléfono, te pusiste a gritarme.
Dejé escapar un suspiro.
―Lo siento.
―Colega, si vas a entrar en pánico solo por una llamada perdida, 162
no puedo imaginar lo que va a pasar si tú realmente te involucras
con ese niño.
Fruncí el ceño. ¿Sí? ¿Qué pasa si lo hago? Yo ya estaba
involucrado con Lany.
Y él no era un niño.
―¿Por qué no te gusta Lany?― En verdad ya estaba empezando
a pensar que ese era el problema.
―¿En serio?
―Sí.
―Sal, has estado actuando como un completo imbécil desde el
segundo en que te fijaste en él.
No lo creía, aunque. Sí, conocer a Lany sacudió mi mundo, pero
yo pienso que fui sacudido en el buen sentido de la
palabra. Finalmente por primera vez en mucho tiempo estaba
totalmente feliz. O, al menos lo estaba cuando Lany estaba en mis
brazos.
―¿De qué estás hablando, Booker?
―Tu mente no está donde se supone que debe estar puesta,
Sal. Nos pones a mí y a los otros miembros de la brigada en riesgo
cuando estamos haciendo trabajo de campo, ya que tú no puedes
mantener tu cabeza en el juego.
―¿De qué demonios estás hablando, Booker?
―¡Te dispararon, pendejo!
Había tanta ira y dolor en ese gruñido que me estremecí. No
tenía idea de que Booker estaba tan disgustado.
―Booker, mira, hombre, no pretendía-
―Todo estaba bien hasta que esa pequeña reina del drama
apareció― gritó Booker, fue un grito espeluznante dándome un
susto de muerte. Ya había escuchado gritar antes al hombre, pero
nunca había estado en el extremo receptor de su ira. ―Si querías 163
cogértelo, perfecto, pero no podías dejar las cosas así,
¿verdad? Sólo tenías que ir y joderlo todo, porque tú querías
quedarte con esa pequeña mierda.
―Booker-
―¿Es así de tan bueno su culo, Sal?― La espeluznante carcajada
de Booker envió un escalofrío por mi espalda. Era un sonido que
nunca había escuchado antes, y uno que esperaba no escuchar de
nuevo. ―Tal vez debería averiguarlo, ¿no crees? Me imagino que
está muy solito en este instante. Apuesto a que podría disfrutar de
eso.
―¡Booker!― Me puse de pie. ―Mantente alejado de él, Booker.―
No podía creer que un hombre que consideraba uno de mis más
cercanos amigos estaba amenazando con dañar a Lany. ―Lo digo
en serio, Booker. Si tocas un pelo de su cabeza acabaré contigo.
―Ya acabaste conmigo cuando elegiste una pieza barata de culo
sobre nuestra amistad.
Grité cuando la línea se cortó. Mi enorme rabia me hacía difícil
marcar otra vez el número de celular de Booker. Cuando el
teléfono se dirigió inmediatamente al correo de voz, sabía que
Booker lo había apagado.
Marqué de nuevo al celular de Lany, esta vez le dejé mensaje,
diciéndole que no dejara entrar a Booker a su departamento y que
no hablara para nada con él. Tan pronto como colgué, le llamé al
Comandante de Policía. Estaba demasiado lejos para llegar hasta
Lany en este momento. Necesitaba que alguien más lo hiciera.
―Oficina del Comandante de Policía Harris, ¿en qué puedo
ayudarlo?
No reconocí la voz.
―Necesito hablar con el Comandante― dije rápidamente. ―Soy 164
el Teniente Salvador Delvecchio. Es una emergencia.
―De inmediato, Teniente.
Que te dejen en espera apesta.
―Teniente Delvecchio―dijo la voz en un tono impaciente―
Pensé que le había dicho a usted que-
―Lany está en problemas― dije, interrumpiendo cualquier
discurso de mierda que el hombre estaba a punto de dar. Podía
hacerlo después.
―Lo siento, ¿quién?
―Lany Lancaster. No sé cómo demonios lo llamas. Tu sobrino. Él
está en problemas. ―Dios, quería alcanzarlo a través del teléfono y
sacudirlo. ―Necesita enviar en este mismo instante a alguien a su
departamento antes de que sea demasiado tarde.
―¿Antes que sea demasiado tarde, Teniente?
―Un Sargento en mi unidad ha enloquecido y él va detrás de
Lany.
―No creo-
―Dios, eres un bueno para nada― exploté justo antes de colgar.
Cómo ese hombre había terminado siendo Comandante de la
policía, nunca lo sabría.
Caminé de un lado a otro mientras me rompía la cabeza tratando
de pensar a quién llamar. No quería llamar a nadie de mi propia
brigada, porque no estaba seguro en quien podía confiar, no
después de haber sido traicionado por Booker. Me sentía como si
realmente nunca hubiera conocido al hombre.
Mi estómago estaba hecho nudos.
Miré mi teléfono. Marqué rápidamente otro número, rogando
haberlo recordado de manera correcta. Pasé una mano por el pelo
mientras esperaba a que alguien respondiera. 165
―¿Hola?
―Burke, soy Sal. Necesito un poco de ayuda.
―Seguro hombre, ¿qué es lo que necesitas?
―Un milagro, hombre. Necesito un puto milagro.
Y un avión realmente rápido.
Capítulo Catorce

Lany

Había estado lloviendo más temprano, pero mientras que el


cielo se oscurecía, afuera se ponía más helado, la nieve comenzó a 166
caer. Me quedé parado en las ventanas que dan a mi balcón y
observé cómo ésta iba cubriendo la ciudad, convirtiéndolo todo en
blanco. Hubiera sido maravilloso si realmente fuera tan pura y
perfecta como se veía.
Esta nunca lo era.
Tomé otro sorbo de mi té de manzanilla. Me hubiera gustado
tener una gran taza de café, tal vez un moka, pero a altas horas de
la noche me estaría subiendo por las paredes si tomaba cualquier
cosa que tuviera cafeína. Ya me sentía como si estuviera lleno de
tensión más que una bolsa de bandas de goma. Ya me había
tomado un largo baño en la tina, me había devorado un sándwich,
hasta había intentado tomar una siesta.
Nada funcionó.
Me estaba consumiendo.
Yo sabía que estaba ansioso, pero un poco más mental que
físico. No podía detener mis pensamientos. Me sentía
sobrecargado y no parecía que iba a disminuir en corto
plazo. También parecía que no podía permanecer en un solo
asunto, mi mente rebotaba entre lo mucho que extrañaba a Sal a la
situación con mi tío y luego a lo enojadísimo que estaba con mi
padre.
Suspiré mientras miraba hacia mi taza vacía. Supongo que podría
intentar otra vez todo el asunto del sueño. Llevé mi taza a la cocina
y la lavé, poniéndola en el escurridor. Me aseguré que la cocina
estuviera limpiecita y después me fui a mi recamara.
El timbre del teléfono de la casa me detuvo a medio camino.
Casi no lo levanto, no quería tener que negarle la entrada a mi
padre. Había venido tres veces en dos días desde que había salido
de la oficina de mi tío. Yo me había negado en cada ocasión. No
estaba listo para tratar con él en este momento. 167
―¿Hola?
―Buenas tardes, señor Harris― dijo Jenson. ―Tengo al
Sargento Booker aquí pidiendo acceso a su departamento.
Mi corazón de repente comenzó a golpear más rápido.
―¿Booker?
―Así es señor. El sargento Hugh Booker.
¡Sí!
―Déjalo subir.― Colgué el teléfono y corrí hacia la puerta,
abriéndola de par en par. Parecía que tardaba muchísimo el
elevador para llegar a mi departamento.
En el momento en que las puertas se abrieron, yo estaba
caminando de un lado a otro en el pequeño espacio.
―Hey, Lany.
―Booker.― Yo estaba tan feliz de ver al hombre, que brinqué
hacia él, dándole un gran abrazo. ―Estoy tan feliz de verte.
―Es bueno verte, también, Lany.
Sonreí cuando di un paso atrás. No conocía muy bien al
hombre. Demonios, prácticamente nada. Pero en este momento, él
era mi única conexión con Sal. Junté las manos para evitar que
Booker viera que estaba temblando.
―¿Sabes algo de Sal?
―Sí, hablé con él hace un rato. Me pidió que viniera a ver cómo
estás.
―¿De Verdad?
La esperanza floreció en mi pecho.
Booker asintió.
―Está preocupado por ti.
―Yo estoy preocupado por él.
Casi desesperado por eso. 168
―¿Tienes algo de café, niño?
―Sí.― Traté de ofrecerle a Booker una cálida sonrisa, pero no la
sentía. Yo no quería hacer café. Quería saber sobre Sal. Sin
embargo, tal vez si lo hiciera, Booker comenzaría a hablar.―
¿Cómo lo tomas?
―Negro está bien.
Entré a mi departamento y me dirigí a la cocina.
―Este es un lugar muy agradable― dijo Booker. ―Tienes
chimenea, un balcón y todas las cosas. ¿Cuánto tiempo has vivido
aquí?
―Cerca de cuatro años― dije en voz alta mientras iba a
prepararle un café a Booker. Estaba muy contento de tener una de
esas máquinas Keurig que hacían porciones individuales. Ya no
seguía pensando en la cafeína. ―Mis abuelos me lo compraron.
―Debe ser genial― dijo Booker. ―De cierto modo te das la gran
vida aquí, ¿verdad?
Fruncí el ceño al mirar al hombre, contuve el aliento cuando me
di cuenta que estaba justo detrás de mí. ¿Cuándo fue que se acercó
tanto? Sonreí débilmente y dio un paso atrás, sólo para golpear en
el mostrador. Levanté la mano, y traté de ser amable mientras
intentaba empujarlo hacia atrás.
No me gustó su mirada observándome, sus ojos entrecerrados
mirándome con demasiada fijeza.
―¿Puedes alejarte?
Mi estómago se hizo nudos cuando Booker sólo me miró. Era
casi como si él me estuviera estudiando. Que era lo que estaba
buscando, no tenía ni idea. Sólo sabía que me hacía sentir muy
incómodo.
Lo empujé de nuevo.
―Booker, por favor. 169
―Sí, eso está mejor, ese es un sonido agradable.
Tragué con fuerza, cada segundo sintiéndome más preocupado.
―¿Qué-qué sonido?
―Estás rogándome. ¿Le ruegas a Sal? ―Grité cuando Booker
agarró un puñado de mi cabello y forzó mi cabeza hacia
atrás. ―¿Le ruegas por su pene? ¿Le ruegas para que te coja tu
apretado culito?
―¡Déjame ir!― Empujé a Booker, tratando de ignorar el dolor en
el cráneo mientras me jalaba el cabello. No podía creer que alguien
que se suponía era amigo de Sal pudiera estarme tratando de esta
manera.
―Creo que deberías de rogarme a mí.
Dios Mío.
―No hagas esto, Booker.
¿Por qué él estaba haciendo esto?
―¡Booker, detente!― Mis manos se deslizaron mientras
empujaba su pecho. La pared de músculos no se movía. Traté de
no vomitar cuando el aliento caliente de Booker sopló en mi
cara. ―Sal es tú amigo.
―¡Se suponía que tenía que ser mío!― Booker gruñó levantando
la mano dándome una bofetada.
La explosión de dolor fue instantánea. Quedé aturdido por un
momento, lo suficiente para que Booker pusiera su mano
alrededor de mi garganta.
―Lo miraba irse a casa con otras personas, noche tras noche,
pero nunca se quedaba con ninguno de ellos. Conmigo, él se
quedaba, y sabía que finalmente estaría honrando su cama, y
entonces tenías que llegar tú... con tú pequeña actuación dulce e
inocente.
Traté de gritar cuando la mano de Booker apretó alrededor de 170
mi garganta, pero no salió ningún sonido. El miedo me estaba
dominando. Apenas podía respirar. Todo mi cuerpo temblaba
mientras trataba de arañar la mano de Booker para alejarla de mí.
―Porque se trata de una actuación, ¿no es así?― Booker todavía
estaba gruñendo. Sus ojos tenían un brillo de locura en
ellos. ―Cualquier hombre que se va a casa con un desconocido
tiene que ser una puta. Eso es lo que eres, ¿verdad? Eres una puta
de mierda.
Teniendo en cuenta que Booker parecía estar bien con Sal
haciendo lo mismo, sus palabras lo contradecían. No pensé que
ahorita fuera buen momento para señalar eso. Sabía que él estaba
tratando de humillarme y justificar lo que estaba haciendo, pero
no tenía ninguna justificación.
Grité cuando me dio la vuelta y me empujó contra el contador, el
duro borde se encajaba en mi piel. Estaba seguro de que iba a
tener moretones. Cuando sentí la mano de Booker en mi culo,
sabía que esta situación había ido de mal en peor. No había
manera de dejar que Booker hiciera lo que su cerebro psicótico
tenía en mente.
Empujé hacia atrás contra él para tratar de escapar.
Booker sólo se rió.
―Deberías haberme dicho que necesitabas esto con
desesperación, Lany. Sé que Sal ha estado ausente por mucho
tiempo. Tienes que extrañarlo. ¿Lo extrañas?
Cuando no respondí, Booker sacudió un puñado de mi cabello.
―¿Lo extrañas, Lany?― Me preguntó al oído con una voz que
envió escalofríos por toda mi columna. ―¿Verdad?¡Respóndeme!
―Sí― -gruñí fuerte.
―Me pidió que cuidara de ti durante su ausencia― dijo el
hombre, como si no me hubiera oído. ―¿Tal vez debería? 171
En el segundo que sentí la mano de Booker en la cintura de mi
pijama, comencé a luchar. Booker me empujó hacia abajo,
golpeando mi cara en el mostrador. Mientras me movía para
alejarme de él antes de que pudiera quitarme toda la ropa, sentí
algo cálido y húmedo goteando por mi cara.
―¡No!― Grité cuando la mano de Booker me tocó el culo
desnudo, sus dedos clavados profundamente. Agarré la taza de
café que había preparado para él, volteé y se la arrojé en la cara.
El hombre gritó mientras el café hirviendo salpicaba todo su
cuerpo. Cuando él me soltó para cubrir su cara quemada, lo hice a
un lado, subiéndome los pantalones mientras corría. Golpeé el
botón de pánico cuando salía de la cocina, corriendo hacia mi
dormitorio. Tomaría mucho tiempo al elevador para llegar a mi
piso.
Todavía podía escuchar a Booker gritando mientras cerraba la
puerta de mi habitación y le ponía llave. Sabía que esto no
mantendría al hombre fuera, corrí hacia el cuarto de seguridad
dentro de mi vestidor. No era un cuarto grande, solo lo
suficientemente grande para mí, algunos suministros, un cuarto de
baño, y un pequeño catre.
Por el momento, podría haber sido una casa para perros y yo
habría estado encantado.
Una vez dentro de la habitación de seguridad, cerré y aseguré la
puerta entonces aplaste el botón de pánico junto a la pared. No
sólo los botones de pánico avisaban que estaba en problemas, sino
que también avisaban que estaba a salvo en el cuarto de seguridad.
No me sorprendí cuando sonó el intercomunicador.
―¿Señor. Harris? ―Preguntó la voz cuando pulsé el botón de
conexión. 172
―Jenson.― Nunca había sido tan feliz de oír esa voz en
particular. ―Llama a la policía. El sargento Booker intentó
violarme.
Palabras que pensaba que nunca pronunciaría.
―¿Está lastimado?
Toqué mi frente con los dedos. Hice una mueca de dolor en el
instante. Mis dedos estaban húmedos.
―Mi cabeza está sangrando y me golpeó un poco.
―Las autoridades han sido alertadas, señor, y los paramédicos
están en camino.
―Gracias.― Respiré de alivio.
Pero fue muy breve.
Me paralicé, mis ojos fueron hacia la puerta cerrada con llave
cuando escuché los fuertes gritos de Booker.
―Él todavía sigue aquí, Jenson.― Podía escuchar cosas
rompiéndose. ―Oh Dios, está furioso.
Retrocedí hasta que pegué con la pared del fondo.
―¿Bloqueó la puerta, señor?
―Sí.
―Entonces está seguro. La puerta no tiene acceso desde el
exterior. Sólo usted puede abrirla.
Eso debería haberme hecho sentir mejor.
No lo hizo.
―Sólo dense prisa.
―Estaremos allí pronto, señor.
Me deslicé hasta sentarme en el piso, con las manos juntas y las
acerqué a mi pecho.
―Quiero a Sal.
Sabía que estaba a punto de entrar en estado de shock, porque
solo la idea de tener los brazos de Sal abrazándome me harían 173
sentir seguro. Ni siquiera me sentía seguro encerrado en el cuarto
de seguridad.
―¿Sal, señor?
Sonreí.
―El Teniente Salvador Delvecchio. Lo conociste hace unas cinco
semanas.
―Correcto, lo recuerdo― dijo Jenson. ―¿Quiere que lo llame?
―Él está en una unidad especial para el...― Mis ojos se
estrecharon. ―Llama a mi tío. Él sabe dónde está Sal.
―Lo haré, señor. Quédese tranquilo. Ya puedo escuchar las
sirenas de la policía.
―Gracias.― Me dolía la cabeza. ―¿No hay un botiquín de
primeros auxilios aquí en alguna parte?
―Sí, señor― respondió Jenson. ―Creo que está bajo el
lavamanos, señor.
Me empujé con los pies para levantarme y arrastré los pies hacia
el baño. Ni siquiera era completo, solo un lavamanos sencillo, el
sanitario y una ducha. No había bañera.
Busqué debajo del lavamanos hasta que encontré el botiquín de
primeros auxilios. El corte en mi frente no era demasiado
profundo, pero probablemente podría necesitar una sutura o
dos. La inflamación alrededor de mi ojo me preocupaba más.
No me veía bien con golpes.
―¿Señor Harris?
Me asomé a la habitación principal.
―¿Sí?
―¿Por favor puede volver a comprobar que la puerta de
seguridad esté asegurada?
No me gustaba la preocupación que podía escuchar en la voz de 174
Jenson.
―¿Qué sucede?
―Por favor, señor, sólo compruébelo.
Me acerqué a la pesada puerta de acero. Me tomó un momento
para asegurarme de que estaba sellada a cal y canto como me
habían enseñado.
―Sí, todo está bien.
―Señor, por ninguna razón vaya a abrir la puerta.
Tragué con fuerza.
―¿Qué está pasando, Jenson?
―El Sargento Booker ha deshabilitado los ascensores y se
encerró dentro de su departamento.
―¡Mierda!
―Exactamente, señor.
―¿Cómo voy a salir de aquí?― Tan bonito como esto era,
realmente no quería pasar el resto de mi vida en un cuarto de
seguridad.
―Estamos trabajando en eso, señor.
Si Sal estuviera aquí, él sabría qué hacer, pero él no estaba, así
que...
―Trabajen más rápido.

175
Capítulo Quince

Salvador

Aunque estaba agradecido que Burke me hubiera conseguido un


avión, se sentía como si la cosa se moviera a paso de tortuga. Cada 176
segundo que tardaba en llegar a Lany era un segundo en el que
podría estar sufriendo a manos de Booker.
La espera era insoportable. Había apretado los puños con tanta
fuerza, que había dejado marcas de sangre molida en las palmas de
mis manos.
Cuando el avión aterrizó, estaba un coche oficial del FBI y el
conductor estaba esperándome, sabía que debía a Burke al menos
una caja de buen whisky, o de la bebida que fuera de su
preferencia.
Le debía al hombre un gran favor.
Una vez que le di instrucciones al conductor del departamento
de Lany, intenté llamarle otra vez a su celular. Casi lloraba cuando
él no respondió. Los escenarios que volaban por mi cabeza me
dejaron con dolor de estómago. Continué marcándole a Lany, hasta
que llegamos a la calle tranquila donde él vivía.
Excepto que para nada estaba tranquila.
―No puedo acercarme más― dijo el conductor.
―Voy a bajarme aquí.― Abrí la puerta, deteniéndome para mirar
por encima del hombro mientras me bajaba del coche. ―Dile a
Burke, que muchas gracias.
El hombre sonrió y me guiñó un ojo.
―Todos le debemos a Burke de una manera u otra. No te
preocupes, cuando alguien más necesite algo, cobrará este favor,
justo como lo hizo conmigo.
Pensé en lo intenso que el agente del FBI había trabajado para
traerme a casa a como diera lugar.
―Él podría tener todo lo que quisiera.
Cerré la puerta y comencé a sortear mi camino a través de la 177
multitud que se había reunido. La mayor parte de los curiosos
estaba detenida por barricadas de la policía. Al llegar a una, le hice
una seña a uno de los oficiales que estaba de guardia controlando
las multitudes y le mostré mi placa.
―¿Qué está pasando, oficial?
El tipo examinó con detalle mi placa antes de responder.
―Situación de rehenes, señor.
―¿Si-situación de rehenes?― Mis ojos se dirigieron al edificio de
ladrillo que estaba a la mitad de la cuadra. ―¿Lancaster Harris?
El joven novato parpadeó hacia mí.
―Sí, señor. ¿Cómo lo supo?
―¿Quién está a cargo?― Pregunté en lugar de responder a su
pregunta.
―Creo que el Comandante de la Policía, señor. Él es el oficial de
mayor rango.
―¿Dónde está?― Empecé a buscar en el mar de color azul en
frente del edificio de Lany. Cuando le eché un ojo al hombre con el
que había hablado en el hospital, el mismo hombre que me envió a
la unidad especial del FBI, me escabullí debajo de la
barricada. ―No importa. Puedo verlo.
Aceché por la calle, ya sea con la intención de envolver los dedos
alrededor de la garganta del Comandante Harris o mis brazos
alrededor de Lany. Yo era un hombre con un objetivo, pero era una
moneda al aire, cara o cruz, que es lo que pasaría primero.
Inmediatamente localicé donde se había establecido el centro de
control. Resultaba interesante que no era un vehículo de mando
táctico. Era una mesa plegable bajo una carpa. La única cosa que
realmente le daba sentido eran los hombres que rodeaban la mesa,
y los planos que estaban extendidos a un lado de la mesa. 178
Caminé derecho hacia el Comandante Harris, le dio un golpecito
en el hombro, y luego retrocedí mi brazo. En el segundo que se
giró frente a mí, le di un puñetazo en plena cara. El hombre se
desplomó como un centavo cayendo desde arriba del edificio del
Empire State10.
Los gritos fueron al instante, los oficiales me rodearon y me
alejaron del hombre caído.
―Suéltenlo.― El Comandante Harris los despidió con la mano
mientras se ponía de pie. Se limpió el pequeño hilo de sangre de la
comisura de los labios con el pulgar. ―Esta fue tu única
oportunidad.
Nos entendíamos uno al otro. El hombre sabía que tenía la culpa
de este desastre, pero también yo. Nunca debería haber dejado a
Lany solo, y definitivamente debería haber visto que mi segundo al
mando estaba completamente loco.
Miré a los otros que estaban alrededor, mis ojos se estrecharon
en el hombre en el traje de Armani justo enfrente de mí. Alto y en
10
Empire State Building Monumento Histórico Nacional de Estados Unidos ubicado en
Nueva York
buena forma, se notaba que era un hombre que estaba
acostumbrado a salirse con la suya. Podía verlo en la forma en que
me miraba analizándome. Probablemente Lany se le hubiera
parecido sino hubiera sido un bebé prematuro.
Ellos tenían los mismos ojos color verde-ámbar.
Lany era más hermoso.
―Denme un informe actualizado― demandé. Necesitaba saber
con lo que iba a trabajar antes de hacer planes para ir a buscar a
mi bebé.
―Este no asunto suyo, Teniente.― Lancaster Harris II se
enfureció. ―Tiene que irse. 179
Idiota.
Entrecerré los ojos al padre de Lany. Con exactitud yo no tenía
que ser agradable con el padre de Lany, pero lo intentaría y sería
hasta cierto punto educado.
―Señor Harris, no sólo es asunto mío, sino que soy el mejor
hombre para este trabajo si usted tiene la esperanza que Lany
salga vivo, fuera de ese edificio.
―Ahora, veamos-
Ignoré al hombre y puse mi atención en los demás. Arqueé la
ceja ante el Comandante.
―¿Informe?
―Una llamada al 911 entró hace dos horas― dijo el
Comandante. ―Seguridad reportó que la alarma en el
departamento de Junior había sido activada.
Ambos sabíamos que había sido menos de una hora después de
haber llamado al hombre y decirle que Lany estaba en peligro. La
culpa debía estar inundando al tipo.
―El Sargento Booker ha deshabilitado los ascensores y está
atrincherado en el interior del departamento. Hasta el momento,
no ha habido demandas de rescate.
―¿Alguien ha conseguido hablar con Lany?
―Tenemos a junior en el intercomunicador integrado en la
habitación de seguridad― explicó el Comandante. ―Consiguió
escapar del Sargento Booker y encerrarse en la habitación de
seguridad antes de que Booker se atrincherara en el
departamento.
―¿Se ha notificado a mí brigada?
―Bueno...― Los ojos del Comandante Harris se lanzaron hacia su 180
hermano. ―No. Dadas las circunstancias, pensamos que no sería
una buena decisión.
Odiaba admitirlo, pero el tipo podría estar en lo correcto.
Apoyé mis brazos sobre la mesa, la mirada fija en los
planos. Lany dijo que sus abuelos habían querido darle un lugar
donde pudiera estar a salvo. De acuerdo con los planos que estaba
mirando, habían tenido éxito haciendo precisamente eso.
Una vez que los ascensores se desactivan y la puerta de
emergencia es obstruida, realmente no había forma de entrar al
departamento. Eso era muy bueno si alguien estaba tratando de
entrar, pero eso apestaba si ya estaban en el interior.
Miré al Comandante cuando un plan comenzó a formarse en mi
mente.
―Creo que tengo un plan.
―¿Cuál?
―¿Cómo se siente acerca del desvío de los recursos del
departamento?

***
Lany

―Lany, Caro?
Levanté mi cabeza apresurado.
―¿Sal?
Salté del catre y corrí hacia el intercomunicador en la pared.
―¿En realidad eres tú, Sal?― Presioné la mano contra la pared al
lado del intercomunicador.
Por favor, por favor que sea Sal. 181
Necesitaba con desesperación que fuera Sal.
La suave sonrisa que escuché me calentó de adentro hacia
afuera.
―Soy yo, Lany.
―Di algo en italiano.
―Tu sei una stella... la mia stella.
Las lágrimas brotaron de mis ojos ante la frase tan escuchada.
―Pensé que nunca ibas a llegar.
―Lo siento, Caro. Fue un poco difícil escaparme del trabajo.
Di un grito ahogado por la sorpresa.
―¿Mi tío te dijo lo que hicieron?
Escuché que Sal inhalaba con fuerza.
―¿Qué fue lo que hicieron?
―Todo el asunto de la fuga de gas.
―¿Qué pasa con la fuga de gas, Lany?
Tragué saliva.
―¿Lany?
―Yo... bueno... escuché por casualidad a mi tío y a mi padre
hablando. Mintieron acerca de la fuga de gas para así ellos poderte
enviar lejos. En realidad nunca hubo una fuga de gas. Fue un
cilindro de gas freón dañado en la unidad de aire
acondicionado. Mi tío preparó todo para que su amigo en el FBI te
mantuviera en las fuerzas especiales así ellos podían separarnos.
El silencio que siguió a mi declaración era estresante.
―¿Sal?
―No importa nada de eso, Lany.― Todavía había dureza en el
tono de Sal, así que sabía que estaba enojado. ―Necesito saber
cómo te sientes.
―Estoy bien.― Tenía la cabeza lastimada y mi cara estaba
adolorida, pero yo no iba a contarle eso a Sal. No en este 182
momento. ―Mmm, pues, Booker está aquí y-
―Lo sé, caro, siento mucho haberlo traído a tu vida. ¿Podrías
alguna vez perdonarme?
La voz de Sal era de dolor.
―¿No estás enojado conmigo?
Silencio.
Tal vez Sal me culpaba a mí por lo que había sucedido. Contuve
el aliento. No estaba seguro si podía manejar eso. Necesitaba a Sal
de mi vida, y si no lo estaba, no sabía lo que haría.
―Lo siento.
Quería rogarle a Sal que no estuviera enojado conmigo.
―Mierda, Lany. No tienes por qué disculparte.
―Si yo no hubiera-
―Bebé, no sigas.
Apreté los labios.
―Como te dije, no hay nada por lo que tengas que
disculparte. Sólo necesito saber si estás bien.
―Te extraño.
Podía escuchar la sonrisa en la voz de Sal cuando respondió.
―Yo también te extraño, caro.
―¿Cuándo puedo verte?
Estaba desesperado por verlo.
―En un momento iré por ti, caro. Solo mantente seguro en la
habitación de seguridad. Estaré ahí pronto.
Cerré los ojos cuando las lágrimas brotaron.
―Está bien.
―También, en realidad me estaba gustando esta cosa de la
habitación de seguridad por lo que está pasando allí. Creo que
deberíamos vivir en tu departamento. Es más agradable que el
mío. 183
Mis ojos se abrieron de golpe.
―¿Quieres vivir aquí?
Había soñado vivir con Sal. Nunca imaginé que podría ser
posible.
―A ti no te gusta mi condominio.
No, ni un poquito...excepto quizá por el baño.
―Es un lugar agradable. Yo solo-
Sal se rió, el sonido era cálido y feliz.
―No te gusta.
Sonreí mientras recargaba la cabeza contra la pared.
―No.
―A mí tampoco. Yo digo que se la vendamos a mi primo. Decoró
el lugar, después de todo.
―¿Crees que estaría interesado en comprarlo?―
―Gino ha estado molestándome durante años para que le venda
el lugar. Él va a dar volteretas cuando se entere de que finalmente
estoy listo para vender.
―Ya tengo ese par de copias de las llaves listas para ti, pero tú
tendrás que venir por ellas. Están en un tazón junto a la puerta de
entrada. ―Los escalofríos me recorrían por la seriedad de lo que
estábamos hablando, y lo feliz que me hacía. ―Podemos poner tu
nombre en la escritura tan pronto como salga de aquí.
―Oh, muy bien pondremos mi nombre en la escritura y el dinero
de la venta de mi condominio irá directo a una cuenta bancaria
mancomunada, pero eso tendrá que esperar. Tengo otros planes
para ti una vez que te saque de allí.
Mi interés se avivó.
―¿Qué?
―Han sido casi seis semanas caro.
―Sí― Exhalé. 184
Sólo el pensamiento de estar de nuevo en los brazos de Sal hizo
que mi pene engrosara.
―Date prisa.
―Estoy en camino, caro. Solo espérame.
―Siempre.

***

Salvador

Haber tenido que terminar la conversación con Lany fue


probablemente la cosa más difícil que había hecho. Por lo menos al
haberlo tenido hablando conmigo, pude escuchar cómo el chico
estaba actuando. Yo prefería hacer eso en persona, que es lo único
que pudo conseguir que pusiera fin a la conversación para
terminar con esto de una vez.
Terminé de colocarme el equipo y le di una mirada al
Comandante de Policía. El hombre seguía sin poder mirarme a los
ojos. Tampoco podía hacerlo el padre de Lany. Sabía que ambos
hombres tenían algo que ver con haber sido separado de Lany,
pero yo estaba un poco confundido con los detalles.
En cuanto rescatara a Lany, exigiría a ambos hombres que
admitieran cualquier cosa que hubieran hecho. Una vez que me
enterara de todo, decidiría lo que tenía que hacerse. Considerando
lo mucho que Lany amaba a sus familiares, dudaba que hiciera
algo drástico, pero ellos no necesitaban saberlo en este momento.
―¿Entonces, estamos de acuerdo con el plan? 185
―¿De verdad piensa que esto funcionará?― Preguntó el
Comandante Harris cuando finalmente me miró. Él no me sostuvo
la mirada por más de unos pocos segundos.
―Booker conoce nuestros procedimientos. Él va a estar
esperándonos en la parte trasera del departamento. Él estará
esperando eso, así que por qué no dárselo. Mientras mis hombres
suben por el elevador, estaré bajando desde el
helicóptero. Espero, que uno de nosotros lo consiga.
Esa era la idea, de cualquier manera.
―Y cuando regrese, estaremos hablando acerca de esa fuga de
gas.
No debería haber estado tan feliz acerca de la manera en que
palideció la cara del Comandante, pero lo estaba. Mi ceja arqueada
desafió al hombre a discutir conmigo. Cuando el Comandante
asintió, desvió la mirada, yo sabía que había dejado clara mi
posición. ¿Cómo abordaría esta situación? Aún no lo había
decidido.
Una vez que comprobé todo con mi brigada y todos sabían lo
que tenían que hacer, me acerqué y me subí en el vehículo que me
llevaría al helicóptero que ya estaba esperando en una azotea a
pocas cuadras de distancia. No quería que Booker me viera llegar
hasta que fuera demasiado tarde. Con suerte, los otros miembros
de mi brigada serían capaces de distraerlo.
Se había producido una discusión acerca de utilizar a los otros
miembros de mi brigada, pero tuve que echar eso abajo. Podría
haberme tomado por sorpresa la traición de Booker, pero me
rehusaba a creer que todos en los que confiaba pensaran lo
mismo.
Me había llevado un poco llegar a ese punto, pero tenía que creer
que podía confiar en ellos. 186
Yo había tenido razón.
Había una gran cantidad de ira sobre las acciones de Booker, y
todo el apoyo entre nosotros para rescatar a Lany, incluso si eso
significaba la vida de Booker. El equipo se sintió tan decepcionado
como yo me sentí. Teníamos que confiar unos en otros con el fin de
entrar en situaciones peligrosas que amenazan la vida, y esa
confianza había sido arrancada por uno de los nuestros.
La traición había penetrado profundamente.
Llegar al helicóptero fue rápido. Cargarme y entonces volar
hasta el edificio de Lany también fue rápido, igual que lo fue
colocarse sobre la parte superior del edificio. Esperar el permiso
para descender hasta el balcón fue inaguantable.
Las cosas tenían que ser calculadas en el momento correcto.
Cuando me dieron la luz verde, me agarré de la soga,
enganchándome a ella, y luego hice una seña al asistente que me
estaba ayudando antes de ponerme sobre el borde del piso del
helicóptero y deslizarme por la soga. Si las cosas hubieran salido
de acuerdo al plan, mi equipo estaría haciendo el ruido suficiente
para atraer a Booker a la parte delantera del departamento. Se
suponía que debía entrar por las puertas del balcón a la habitación
de Lany y rescatarlo de la habitación de seguridad.
Las cosas no salieron de acuerdo al plan.
En el segundo que aterricé en el balcón, ya tenía una pistola en la
cara. Tenía un solo segundo para decidir lo que iba a hacer.
Mi vida o la de Lany.
La elección era obvia.
Me agaché lejos del cañón de la pistola, incrusté mi hombro en el
estómago de Booker, y envolví mis brazos alrededor de su cintura,
todo a la vez mientras nos empujaba hacia el borde del edificio. El
grito asustado de Booker explotó en mis oídos, mientras nos 187
poníamos por encima del borde.
El frenazo en seco cuando llegue al final de la soga fue una fuerte
sacudida. Por un momento, sentí como si no pudiera respirar. Las
costillas me dolían por el arnés que llevaba y me pregunté si me
las había quebrado. El jalón en mis piernas también era doloroso
en la misma medida.
Miré hacia abajo, casi sorprendido de ver a Booker colgando de
mis piernas.
El estúpido seguía sosteniendo su arma.
Eso no era bueno.
Cuando la levantó apuntando hacia mí, me sentí mal del
estómago.
Con el corazón roto.
Sentí un repentino y abrazador dolor mientras una bala se
incrustaba en mi brazo.
Eso no me impidió levantar el pie y patear al tipo en la cara. El
grito de Booker, el impacto en su cara mientras aleteaba los
brazos, cayendo a través del vacío, y el hecho de que acababa de
matar a uno de mis amigos. Eran cosas que estarían siempre
conmigo por el resto de mi vida.
Esto había terminado así de rápido.

188
Capítulo dieciséis

Lany

―Lany, caro, abre la puerta.


―¿Sal?― Corrí hacia el intercomunicador de nuevo. ―¿Dónde 189
estás, Sal?
―Estoy justo fuera de la puerta, caro.
Me mordí el labio, temeroso.
―¿Estás solo?
Sal rió.
―Sí, Lany, estoy solo.
Accioné la puerta para que se abriera.
―Sal―. Las lágrimas inundaron mis ojos cuando la puerta se
abrió para mostrar al único hombre que quería por encima de
todos los demás. ―Oh, Sal.
El hombre me agarró y me arrastró a sus brazos. Enterré mi cara
en su amplio pecho y simplemente respiré. Nada más era
posible. El golpe constante de los latidos del corazón de Sal me
mantuvo donde estaba.
Sal tomó respiraciones profundas mientras me abrazaba con
fuerza.
Me estremecí.
―Te tengo, caro.― Sus palabras eran reconfortantes, pero el
abrazo apretado que Sal tenía en mi cuerpo era mucho
más. ―Nunca voy a soltarte.
Sonreí.
―Está bien.
Todo fue una imagen borrosa después de eso.
Agentes de policía armados y miembros del S.W.A.T se
precipitaron a la habitación. Nos llevaron a la sala, y luego abajo
hacia una ambulancia que esperaba, a ambos nos llevaron
directamente al hospital para ser atendidos de nuestras heridas.
Cada vez que alguien intentaba separarme de Sal, pegaba el grito 190
en el cielo. Ellos finalmente me dejaron donde estaba, atendiendo
ambas heridas la lesión en mi cabeza y la herida de bala de Sal
desde donde estábamos sentados abrazándonos. Con tal de que no
me apartaran de Sal, no me importaba lo que me hicieran.
Cuando fuimos asignados a diferentes habitaciones en el
hospital, yo por una conmoción cerebral y Sal de una herida de
bala, el personal de enfermería se dio cuenta rápidamente que no
iba a ser trasladado. Me sorprendí cuando mi padre arregló para
nosotros que nos pusieran en una habitación juntos.
Quedé aún más sorprendido cuando mi padre entró una vez que
nos habían acomodado en nuestra habitación, para disculparse
por meter la mano en lo que había sucedido. Sal parecía dispuesto
a dejarlo así, lo pasado, pasado está. Yo no era tan rápido para
perdonar.
―Si tú no hubieras-
―Quieto, Caro― Sal dijo mientras apretaba un dedo en mis
labios. ―Tu padre está arrepentido de lo que hizo y prometió no
volver a hacerlo de nuevo.― Un borde duro salió de la voz de
Sal. ―¿No es así?
―Así es― dijo Lancaster Harris II. ―Prometo que nunca voy a
interferir de nuevo en tú relación con Sal.
No creía en ello.
―¿Por qué ahora?― Pregunté.
Mi padre suspiró.
―Estaba haciendo lo que creí era lo correcto.
―Es necesario que me dejes tomar mis propias decisiones―
insistí. ―Tengo veinte y cinco malditos años. Tengo edad suficiente
para tomar mis propias decisiones y si deseo estar con Sal, voy a
estar con Sal.
―No quiero que seas herido, Junior. 191
―Voy a salir herido, papá. Esa es la forma en que funciona la
vida.
―Junior.
―Te amo, pero tienes que dejarme crecer.
Lancaster dejó escapar un suspiro.
―Lo sé.
―Además, ahora tengo a Sal.― Sonreí cuando sentí los brazos
del hombre apretarse alrededor de mí. Había dos camas en la
habitación. Estábamos compartiendo una.
―Tú madre va a querer conocerlo.
―El domingo.― Siempre nos reunimos el domingo.
―Por supuesto― respondió mi padre.
Sal me gruñó.
Suspiré mientras miraba hacia mi padre.
―Te amo.
Todavía no estaba dispuesto a perdonar por completo a mi
padre, pero yo sabía que lo haría cuando dejara de estar molesto
con él. Sólo con ver la humedad cubrir los ojos de mi padre ante
mis palabras fue suficiente para cubrir la mayor parte de mi enojo.
―Te amo, también, hijo.
―Te veré el domingo, ¿verdad?
Lancaster sonrió.
―Lleva a tu chico.
Me reía de cualquiera que se refiriera a Sal como ―mi chico.
―Lo haré.
―Tu madre estará muy contenta.― Era la manera de mi padre de
decir que estaba contento, había encontrado alguien lo
suficientemente fuerte para que cuidara de mí.
Una vez que mi padre me dio un pequeño abrazo y salió de la
habitación, Sal se volvió hacia mí. 192
―¿Por qué tú madre no ha venido a verte?
―Si mis heridas hubieran puesto en peligro mi vida, hubiera
estado aquí, pero ella ha pasado demasiados días en el hospital
conmigo a lo largo de los años. Ella no puede soportarlos.
No me podía quejar nada de nada.
Yo también, odiaba los hospitales.
―Quiero ir a casa.
―Claro, acerca de eso...― Sal me lanzó una mirada, haciendo una
mueca. ―Booker hizo alguna clase de numerito en tu
departamento. Lyn y Gino están ahora tratando de limpiar todo,
pero estoy bastante seguro de que hay algunas cosas que no
podrán ser reemplazadas.
―Lo sé.― Y eso entristecía mi corazón, pero no lo suficiente
como para alejarme del lugar. ―Lo escuché destrozando el lugar
mientras yo estaba en la habitación de seguridad.
Y yo ya había visto el daño cuando nos habían llevado a través
de la sala de camino a la ambulancia. Muebles rotos, pinturas
destruidas, los platos quebrados. No estaba seguro de si alguien
más se había dado cuenta, pero Booker había estado tratando de
deshacerse de mí.
―Lo siento, caro.
Negué con la cabeza.
―Mientras tú estés bien y yo esté bien, cualquier otra cosa puede
ser reemplazada.
Eso solo eran pequeñeces.
Sal era mi corazón.
―Tenemos que decidir qué es lo que vamos a hacer con mi tío.
―Nada.
Levanté la cabeza del pecho de Sal para que poder mirarlo 193
fijamente a los ojos.
―¿Nada? ¿Después de lo que hizo?
―Estoy bastante seguro de que tú tío aprendió su lección cuando
Booker te tomó como rehén.
Gruñí.
Sal se rió y me arrastró de vuelta a su pecho.
―Déjalo ir, caro.
Gruñí de nuevo.
―¿Por favor?
Tomé aire.
Sal me dio un beso en la parte superior de mi cabeza.
―Gracias.
No me seguía gustando. Lo que mi tío había hecho estaba mal en
varios niveles. Él necesitaba verdaderamente entender que él no
podía usar su posición de poder para hacer que otras personas
hicieran lo que él quería.
Eso estaba mal.
―Vamos a borrar la cinta, Lany.
Yo me la había jugado por Sal entonces él debía entender con
más profundidad lo que habían hecho. Él había estado en silencio
durante mucho