BERTOLT BRECHT.
OBRA EN UN ACTO.
PERSONAJES: - El padre.
- La novia.
- Su hermana.
- El novio.
- Su amiga.
- La señora.
- Su tía.
- El joven.
- El pueblerino.
(Es de noche. El farol rojo está encendido. Los invitados de la boda están sentados a la mesa,
comiendo. Murmullo de aprobación).
EL PADRE.- ¡Primero la anécdota! Tu difunto tío, que en paz descanse, el día de mi confirmación -
pero ésa es otra anécdota-, bueno, pues estábamos comiendo pescado, y de repente se atraganta
y empieza a mover brazos y piernas como si remara. Como si remara, y a ponerse azul como una
carpa, a todo esto tira un vaso, asustándonos muchísimo, le damos golpes en la espalda, lo
sacudimos, y él..., él vomita por toda la mesa. La comida no se podía ya comer, lo que nos alegró.
(Risas).
EL PUEBLERINO.- ¡"Que me gusta eza lu! (A la Novia)¡ "Onde la comprao hija"! (Ríe de nuevo
igual que antes).
LA SEÑORA.- (En voz baja). ¡Por Dios que hombre más ordinario! (Al pueblerino) ¿no se puede
usted reír de otra forma?
EL PUEBLERINO.- Si "ira" (Se ríe de un modo diferente y más ordinario. Todos reaccionan).
EL PADRE.- La tenía un hermano del tío del viejo Weber. Por ejemplo, contaba que...
LA NOVIA.- Todos. Mi marido los proyectó, dibujó, compró la madera, todo, y luego los encoló, o
sea todo, y tienen muy buen aspecto.
EL NOVIO.- Por la noche, al mediodía, a veces al mediodía, pero casi siempre por la mañana.
EL PADRE.- Es que es un montón de trabajo. Yo les decía siempre que les regalaría los muebles.
Pero él no quiso. Lo mismo pasó con Johannes Segmüller. Ése tenía...
LA NOVIA.- ¡Aguantarán más que usted y que todos nosotros! ¡Se sabe de qué material están
hechos! ¡Hasta la cola la hizo él mismo!
EL NOVIO.- ¡De la porquería que se compra en las tiendas no se puede uno fiar!
LA TIA.- Es una idea estupenda. Así se encariña uno más con las cosas. Y las cuida más...
EL PUEBLERINO.- (Al novio) ¡"Quillo pa cola la que te hago yo"! ¡"Ira tu coge harina, paja, barro y
cagajone de caballo y sale una cola que no vea! (Ríe del mismo modo).
EL PADRE.- Podría abreviar la anécdota mucho, sólo unas palabras, quizás seis o siete frases
nada más...
LA HERMANA.- Sí. ¡Hay que llenarse bien la boca! ¡Entonces te parece que no tienes dientes!
EL PADRE.- ¡Poco a poco! Johannes Segmüller solía decir, por ejemplo; que...
EL PUEBLERINO.- (Soltando una risita de las suyas y atragantándose). ¡"Huevo, jejejé, eso es,
jejejé, son mu bueno"!... ¡"Los huevo son mu bueno, excelente; si no, jejejé, no sale bien, jejejé,
excelente... jejejé"! (Como nadie se ríe, se detiene un poco abruptamente y come deprisa).
EL PUEBLERINO.- (Empezando otra vez). ¡"Mu bueno"! ¡"Excelente"! ¡"No puedo habla mal de lo
huevo"!
EL PADRE.- Sí, huevos. Tu madre, que en paz descanse, me dio una vez un huevo para un viaje.
Le pregunto: "¿Está duro?" "¡Como una piedra!", me dice ella. Bueno, me lo creo y lo meto en la
bolsa. Todavía no había llegado a...
EL PADRE.- Yo tenía unas camas muy buenas para vosotros. Muebles de familia, verdaderas
antigüedades. Y además macizas. Pues...
LA SEÑORA.- (En voz baja). ¡No pruebo ese vino ni loca! ¡Que asco de pies tiene que tener el
bruto este!
(Silencio).
EL PADRE.- ¡Sí, de las camas! ¡Gracias, muchas gracias! ¡En ellas ha muerto más de un miembro
de nuestra familia, María!
EL NOVIO.- ¡Bueno, vamos a brindar por lo vivos, tata! ¡Salud!
TODOS.- ¡Salud!
LA SEÑORA.- ¡Mejor que echar un discurso sería que te echaras un candado en la boca!
LA HERMANA.- ¡Las campanas, señor Mildner! ¡Ahora tiene que hablar! (Al novio, que está
comiendo). ¡Pst!
LA NOVIA.- ¡Déjalo que coma a gusto!
EL JOVEN.- (Estirándose mucho). Dicen que cuando dos jóvenes se unen en matrimonio -la casta
novia y el hombre curtido por las tormentas de la vida- ¡los ángeles cantan en el cielo! Hoy por
primera vez, se pertenecerán el uno al otro (La señora se ríe) ¡por toda la eternidad!
(Silencio).
LA TIA.- ¡Salud!
EL PADRE.- ¡Salud! Hidropesía. Primero fue sólo un pie, en realidad sólo los dedos, pero luego le
llegó hasta la rodilla y luego se le puso todo negro. Tenía también la barriga hinchada, y aunque se
la vaciaban de líquido...
LA TIA.- ¡Salud!
EL PUEBLERINO.- ¡"Eze hombre que era, ¿como un globo?" (Ríe igual y se empieza a quitar algo
de la boca con un palillo).
EL PADRE.- Sí, lo vaciaban, pero fue ya demasiado tarde. Y entonces su hermana, le dijo en sus
últimos momentos, "August, por tu alma inmortal, ¿quieres un cura?". Y le dijo el tío August,
"Chúpame un...", (El pueblerino se ríe muchísimo y cada vez menos al ver que no está haciendo
gracia) Bueno, ya sabéis. Después de decir eso, con cierto esfuerzo como cabe imaginar, se murió.
La cama sigue ahí, y la tengo lista para vosotros en el desván. (Bebe. Silencio).
LA NOVIA.- (Al novio, en voz baja). ¡Que no haya sido capaz de ahorrarnos todos esos disparates
de mal gusto!
LA AMIGA.- Lo importante es que las sillas son muy anchas. ¿Caben dos?
LA NOVIA.- (Poniéndose de pie). El armario es bonito, ¿no? ¡Sobre todo las incrustaciones! No
sé, hay gente que no tiene gusto para esas cosas. Pagan un dinero y se llevan un mueble, como
si fuera... un mueble, sin alma ni nada, sólo para tener un mueble. Nosotros, en cambio, ¡tenemos
nuestras propias cosas, y el sudor y el amor se pegan a ellas, porque son cosas hechas por uno
mismo!
LA SEÑORA.- Sólo quería echar una ojeada. Pero tú siempre lo sabes todo.
LA SEÑORA.- ¡Otra vez has bebido demasiado! Toma un poco de agua, es que no aguantas.
EL NOVIO.- Si quiere verlo por dentro, véalo, su interés me halaga. Aquí está la llave. ¡Abre, María!
EL NOVIO.- Dame, todavía tienes que aprender. Yo mismo le puse la cerradura. (Lo intenta).
¡Maldita sea! ¡Vaya! ¡Mecagüen! (Furioso). ¡Así reviente!
EL PUEBLERINO.- ¡"Zi me deja"! Yo lo abro "zeguro". (Lo intenta pero no puede).
EL PUEBLERINO.- ¡Que barbaridad! ¡"Quillo que cerradura tiene esto la de una iglesia"! (Ríe de
igual modo).
EL NOVIO.- ¡Eso de bailar es una buena idea! ¿Pero quién se encarga de la música?
(La trae. Todos se ponen de pie. El padre y la tía van hacia la izquierda y se sientan. El novio y el
joven levantan la mesa y la desplazan hacia la derecha).
EL NOVIO.- No es preciso. ¡Tiene que aguantar también un trato duro! (La deja con fuerza. Se
disloca una pata). ¡Bueno, ahora a bailar!
EL JOVEN.- ¡Mira, se ha roto una pata! ¡Si la hubieses dejado más suavemente!
EL PUEBLERINO.- ¡Una tontería dice "er tio"! Pero ¡"zi ta cargao la pata"! (Ríe igual).
LA SEÑORA.- ¡Hay que pensar siempre en los sudores que ha costado! ¡Pero quizá hubiera sido
mejor utilizar una buena cola!
EL NOVIO.- (Al pueblerino) ¡Desde luego, usted no se muerde la lengua en! (A la señora). ¿Me
concede este baile?
EL PUEBLERINO- ¡"De ezo na"! ¡A baila! (La coge por el brazo violentamente y baila)
LA AMIGA.- (Con la guitarra). Puedo tocar un vals. (Empieza).
(Bailan: El novio con la señora, la novia con el joven y la hermana con el pueblerino)
LA SEÑORA.- ¡Más aprisa! ¡Más aprisa! ¡Es como un tiovivo! (Bailan bastante deprisa y luego
acaban). Ha sido estupendo. ¡No bailamos tan mal!
EL NOVIO.- No.
EL NOVIO.- Vamos a poner otra vez la mesa en el centro. (Lo hace, ayudado por el joven). ¡Pero
esta vez tenga cuidado!
EL PADRE.- ¡Salud! (El joven le hace una señal a la hermana y salen) Cuando todavía llevabas la
falda por la rodilla, María, te dieron una vez vino. A tu tío le divertía. Quería que bailases, pero tú te
quedaste dormida.
LA SEÑORA.- Entonces será mejor que no beba hoy, ¿no? (Mira al pueblerino y no aguanta más
al verlo con el palillo). ¿Quieres dejar ya el palillito por el amor de Dios?
EL PUEBLERINO.- ¡"Huy muje que caracte"! (Se limpia los dientes con el dedo).
LA TIA.- (En voz baja). ¡Nunca he visto a nadie más repugnante que a este hombre!
LA AMIGA.- (Se pone de píe). ¿Qué es esto? (Mira la silla). Me he enganchado en algo.
EL NOVIO.- No importa.
EL PUEBLERINO.- ¡"Zi quiere yo le hago los coro"! ¡"A mi me ze da mu bien los coro"!
EL NOVIO.- Lo conocía. Es uno de tus mejores poemas. (A la señora). ¿Le ha gustado? ¡Voy a
traer más vino!
LA AMIGA.- Sí, es muy buena. ¡Sobre todo la moraleja! (A la novia). ¿Le ha gustado?
EL PUEBLERINO.- ¡"Po a mi no es que me haya gustao, no"! ¡"Ma encantao"! (Ríe igual).
LA NOVIA.- No sé...
EL PUEBLERINO.-"Pero el poema, ¿de que iba"? ¡"A la novia la estaba poniendo vestia de limpia"!
(Ríe igual).
LA SEÑORA.- ¿De verdad usted que sabe hacer a parte de reírse así?
LA NOVIA.- (A él, a media voz). Eso ha sido una indecencia. Estoy abochornada.
LA SEÑORA.- ¡Creía que iba a decir que sí, porque están muy colorados! (Se ríe y se deja caer en
la silla. La silla cruje). ¡Ay! (Se levanta).
EL NOVIO.- De eso nada. Puede moverse como quiera. He utilizado puntas de tres centímetros.
EL PUEBLERINO.- ¡"Yo uzo punta de 50 cm porque no me fío"! ¡"Como la de los barco"! (Ríe
igual).
LA AMIGA.- (Metiendo la mano bajo la silla). Realmente, hay algo mal. Una astilla no es. ¡Pero
tengan cuidado con la ropa!
(Silencio).
(Todos se levantan)
LA HERMANA.- Entonces tendré que decirlo: no quería levantarme porque la silla está rota.
LA AMIGA.- (Tanteando la silla). Si se sienta uno sin moverse y se esfuerza un poco, ¡no pasa
nada!
EL PADRE.- Será mejor que vayamos ahora a ver los otros muebles.
EL NOVIO.- (Volviendo). ¡Tengo que coger la linterna, pasa algo con la instalación eléctrica!
LA NOVIA.- ¡Y ese Mildner! ¡Eso de la novia virginal lo ha dicho con intención! Me ruboricé y todos
se dieron cuenta. Y de qué manera me miraba. ¡Y luego ese poemita! Se está vengando de algo.
EL NOVIO.- ¡Qué obscenidad! ¡Como bailabas! ¿Cómo podríamos hacer que se fueran? ¡Se
atiborran, se emborrachan, fuman, parlotean, y no piensan en irse! ¡Al fin y al cabo ésta es nuestra
fiesta!
EL PADRE.- Hemos tenido que esperar en la cocina porque en el dormitorio no había luz.
(La señora tiene un ataque de risa).
LA SEÑORA.- ¡Todo! ¡Todo! ¡Las sillas rotas, los muebles de fabricación casera! ¡La conversación!
(Se ríe a carcajadas).
LA SEÑORA.- Todo está roto. (Se deja caer en una silla, riéndose. La silla se viene abajo). ¡Ésta
también! Ésta también. ¡Me tendré que sentar en el suelo!
EL PUEBLERINO.- ¡"Ira la zeñora"! ¡"Esta toa espatarra"! (Ríe igual y contagia a la señora).
LA AMIGA.- (Riéndose con ella). ¡Realmente! ¡Hubiéramos debido traer sillas plegables!
LA TIA.- (Cogiendo a la señora del brazo). Tú estás mal de la cabeza. Si te comportas así, se
romperán todos los muebles y no será culpa de los muebles. (Al novio). ¡Usted perdone!
(Se sientan).
LA SEÑORA.- ¡Y dale usted con los cagajone de caballo que pesado eres hijo!
LA AMIGA.- ¡Por eso les regalé el agua de colonia! ¡Media botella nada menos!
LA SEÑORA.- Pero ahora no se puede disimular ya que el olor a cola lo impregna todo.
EL PADRE.- Cuando te veo así, me encanta. Ya de pequeña daba gusto mirarte. Pero ahora estás
en tu mejor momento.
LA SEÑORA.- No se tiran piedras al tejado del vecino cuando se tiene el techo de cristal.
EL PUEBLERINO.- ¡"No llore muje"! ¡"Como yo vea que alguien te tira piedra ar tejao"!
EL PUEBLERINO.- ¡"Tía petarda esta"! ¡"Lastima que no le he podio da, con el peazo cabeza que
tiene la tía"!
EL NOVIO.- (Con cierto esfuerzo). ¿No queréis beber algo más? ¡Sólo son las nueve!
LA TIA.- (Que ha salido, vuelve ahora con las cosas de su sobrina) Otra vez tengo que disculparme
por tener una sobrina así. (Salen)
EL PUEBLERINO.- ¡"Qué le de gracias a Dios que no la he pillao con la pata porque iba directa a
la cabeza"! ¡"Con dio"! ¡"Y tu no me llore ma muje"! (Sale).
LA AMIGA.- El olor a cola decompuesta. Y es una falta de vergüenza invitar huéspedes a ver
semejante montón de basura.
EL PADRE.- ¡Será mejor que nos marchemos también! Siempre he pensado que es mejor contar
anécdotas que no le importan a nadie. ¡Ven, Ina!
LA HERMANA.- ¡Es una pena que una velada tan bonita haya acabado así! Al fin y al cabo, esto es
lo único que tenemos. Hans dice que luego tiene que enfrentarse uno con la vida.
LA NOVIA.- Sin embargo, tú has contribuido mucho. ¿Y desde cuándo llamas Hans al señor
Mildner?
EL JOVEN.- Gracias otra vez. Para mí ha sido una velada muy bonita.
LA NOVIA.- Y ahora difundirán nuestra humillación por toda la ciudad. ¡Qué vergüenza! Mañana
sabrán todos lo que ha pasado en nuestra casa y, lo peor, que la novia estaba embarazada. Y yo
que pensaba decir que había sido un parto prematuro.
LA NOVIA.- ¡Y el poema de tu amiga! Que el diablo se lleve esos muebles, que ni siquiera están
barnizados, porque siempre decías: El aspecto da igual, ¡lo que importa es que aguanten y sean
cómodos! Cinco meses perdidos para terminarlos, tanto tiempo, que se nota mi estado.
EL NOVIO.- Bueno, ahora se han ido y empieza nuestra noche de bodas. ¡Es ésta! ¡Es nuestra
noche de bodas! (Pausa. Luego el novio va hacia la mesa). ¡Se lo han bebido todo! ¡Y el mantel ha
tenido más suerte que yo! ¡Las botellas están vacías, pero hay restos en los vasos! ¡Tendremos
que economizar!
EL NOVIO.- ¡Al fin y al cabo, es nuestra noche de bodas! (La novia coge el vaso, aparta la vista y
bebe). Aunque no pueda brindar por tu virginidad, dado que estás embarazada...
LA NOVIA.- ¡Ése es el mayor insulto que he recibido hoy! ¡Te has superado!
(Beben. Pausa).
LA NOVIA.- No has estado acertado en lo que has dicho, pero en eso tienes razón, ¡hoy es día de
fiesta y no hay que pedir demasiado!
EL NOVIO.- ¡Y con tus parientes! ¡Y ese pueblerino! (Se ríen como ella).
LA NOVIA.- ¡Noche de bodas! (Se atraganta, se ríe a carcajadas). ¡Qué divertido! ¡Bonita noche de
bodas!
EL NOVIO.- Ahora estamos solos. (Lleva hacia la puerta a la novia y salen. Aparece él con un
pomo en la mano). El pomo. ¡Jajajá! Esto también. (Lo tira al farol, que se apaga y cae).
FIN