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Acto jurídico: la causa

Dentro del esquema de la asignatura, en esta unidad podemos ver que se trata de la causa, y consiste en el último elemento esencial
que tiene el negocio jurídico. En las restantes unidades, ya analizamos los demás elementos esenciales (sujeto, objeto y forma). Aquí
analizaremos la causa, distinguiendo entre causa fin y fuente, y la importancia de cada una de ellas en la vida del negocio.

Acto jurídico: la causa

Referencias
LECCIÓN 1 de 2

Acto jurídico: la causa

La causa 
Cuando hablamos del sujeto, se han analizado la capacidad, la legitimación, las partes, los representantes, quienes participan en el negocio jurídico. Cuando vimos
el objeto, estudiamos que el objeto del acto o negocio jurídico pueden ser hechos o bienes. Ya hemos analizado los requisitos o condiciones esenciales de los
hechos y los bienes como objetos de actos jurídicos, hablamos de posibilidad, licitud, de que el objeto del acto jurídico no vaya contra la moral y las buenas
costumbres, o que perjudique los derechos de terceros. Asimismo, nos introdujimos en la noción de convalidación del objeto, novedad del nuevo código unificado.
Ahora nos adentraremos en el elemento causa.

El acto jurídico se basa sobre cuatro pilares fundamentales: sujeto, objeto, causa y
forma. 

Con respecto al elemento causa, existen distintas opiniones doctrinarias para determinar si se trata o no de un elemento esencial. 

En nuestra Provincia de Córdoba, no se han suscitado demasiadas discusiones, ya que autores como Moisett de Espanés (2004), entre otros, han entendido que la
causa es un elemento del acto jurídico. En tanto que otro sector de la doctrina tiene dudas de incluirla dentro de los elementos que conforman el acto jurídico. Otros
opinan que la causa es el efecto preestablecido, es el propósito común que tienen las partes al celebrar el acto. 

Ejemplo: en un contrato de compraventa, el fin para una de las partes es adquirir la propiedad y para la otra es recibir el
dinero.

Ha ido cobrado gran importancia con figuras que se van agigantando en su aplicación y va a tener fundamental importancia con el tema de la ineficacia funcional,
principalmente, en lo relacionado con la frustración del negocio jurídico vinculado íntimamente con este tema de la causa.

Podemos decir que, con la sanción del nuevo Código Civil y Comercial, ha quedado zanjada la disputa en nuestra doctrina respecto de la causa fin como elemento
del acto jurídico al haber sido regulada en forma expresa dentro de la teoría general del acto jurídico a continuación del objeto, otro elemento esencial del acto
jurídico.

Del artículo 2811 del Código Civil y Comercial surge que la causa es el fin inmediato autorizado por el ordenamiento jurídico que ha sido determinante de la
voluntad. También integran la causa los motivos exteriorizados cuando sean lícitos y hayan sido incorporados al acto en forma expresa, o tácitamente si son
esenciales para ambas partes.

El causalismo clásico

Sus pensadores, Domat y Pothier, entienden que la causa es un elemento esencial de la obligación, es decir, ubican a la causa en el momento de celebración del contrato, sin que
se considere la etapa funcional del negocio. Esta es la crítica que se le efectúa a los clásicos, así como también la falta de formulación de una definición clara y precisa. 

Los anticausalistas

Niegan la autonomía de la noción de causa como elemento integrante de los requisitos del acto jurídico; para esta postura, los elementos esenciales son solo el consentimiento, la
capacidad y el objeto. La teoría anticausalista denuesta la causa, entiende que esta es inútil, ya que confunde el objeto con la causa, y agrega que en las obligaciones recíprocas
una no puede ser la causa de la otra, afirmando que la causa es el objeto del acto o pacto, y además confunde la causa con el consentimiento.

Los neocausalistas

Defienden la noción de causa en coincidencia con los clásicos, pero advierten que esta última es un elemento del acto jurídico, no de la obligación. En esta corriente se enrola la
mayoría de los autores modernos, los que producen una verdadera renovación en cuanto al tema de la causa, pues reconocen los motivos como incorporados a la noción de esta.
Al tomar en cuenta los móviles determinantes del acto, que inciden en la finalidad, los motivos adquieren relevancia jurídica al tiempo de regular los efectos de la convención. Henri
Capitant, precursor de esta tendencia, si bien distinguió entre causa y motivo, asignó relevancia a los motivos cuando ellos se incorporan al acto. 

Las posturas modernas, en definitiva, intentan definir el porqué de la existencia del acto, su razón de ser, el fin determinante, la justificación o fundamento de la
declaración de voluntad privada.

En el artículo 2822 del Código Civil y Comercial, se hace referencia a que la declaración de voluntad es válida aunque no se exprese la causa, es decir, el supuesto
de presunción de la existencia de causa. Además, expone que el acto es válido aunque la causa expresada sea falsa si se funda en otra causa verdadera. Esto
parte de la base de que hubo expresión de causa, pero que es falsa, siendo entonces válida si se funda en una verdadera, y la hipótesis que encuentra aplicación
es el caso de la simulación. Este último artículo se refiere a la causa lícita, lo que influirá en el caso de la nulidad del acto.

Causa fuente y causa fin: distinción


En primer lugar, se habla de causa fuente; en el plano obligacional, la causa fuente se vincula con las causas que generan el nacimiento de la obligación, de la cual
emana un vínculo jurídico obligacional y produce un determinado efecto jurídico. 

No debemos confundir la causa eficiente de los derechos con el elemento indispensable del acto jurídico, ya que todo acto jurídico debe tener una causa
movilizadora que dará la posibilidad de adquirir, transformar, transmitir o extinguir derechos u obligaciones. 

Por otro lado, se habla de causa final, referida a todo aquello que las partes persiguen realizar. Es la razón de ser del contrato, es decir, la causa que trata de
identificar el interés concreto que ha movido a las partes para realizar el negocio jurídico. 

De esta manera, al hablar de la causa como elemento esencial del acto jurídico, le damos el sentido de

causa fin. Es la razón de ser que tendrá el acto o negocio jurídico, es el motivo. 
En cambio, cuando nos referimos a la causa eficiente, la cual en el derecho tiene mucha importancia, en la relación jurídica es la causa creadora, la que engendra
los efectos de los hechos jurídicos en su función eficiente de adquirir, modificar, extinguir o aniquilar relaciones o situaciones jurídicas. De allí que nos interesa
como un elemento esencial del negocio la causa como causa eficiente, toda vez que esa obligación tendrá como causa eficiente el acuerdo de voluntades o la ley
a través del delito, cuasidelito, que engendra la obligación de reparar, de resarcir el perjuicio que se ha creado, etcétera.

Si se piensa en el supuesto de la donación, la causa fuente es la donación, es decir, el vínculo obligacional mediante el cual el señor Gómez (en representación de
la señora García) dona a favor de la señora Rodríguez. En cambio, la causa eficiente, es el motivo que llevo a la señora García a realizar este acto. 

Por ejemplo, se puede exponer que la señora García quería hacer una liberalidad otorgando el inmueble a la señora
Rodríguez en agradecimiento a que ella cuido de su madre enferma. En el supuesto traído a análisis, ello no surge de la
escritura, no obstante, el escribano en el marco de sus funciones podrá indagar acerca de ello, especialmente en las
audiencias previas, para así asesorar de la mejor manera al requirente.

La causa fin: los motivos y su trascendencia


Causa final es el propósito que han tenido las partes, es lo que se busca a través de la celebración del negocio. En tal sentido, todos los actos humanos racionales
son finalistas, ya sean patrimoniales o no. Creemos que la causa está en todos los negocios, en todos los actos jurídicos y, tal como lo indica Rivera (1998), se
advierte en la institución del matrimonio, por ejemplo. La causa está presente en el para qué lo hacen las partes o en el por qué lo hacen.

La causa final puede identificar a la finalidad perseguida con el negocio jurídico; por ejemplo, obtener la propiedad de la cosa por parte del comprador y la
disponibilidad del precio para el vendedor. Pero también puede estar referida a los móviles concretos que movieron al contratante para comprar, alquilar o vender,
etcétera. 

Es decir que la noción de causa final sirve como respuesta a las preguntas para qué se contrata y por qué

se contrata.

Según Bueres (1998), puede ser definida como la razón de ser jurídica del negocio con una doble significación objetiva y subjetiva. 

La causa final objetiva se identifica con la pretensión que cada una de las partes posee en un negocio jurídico con el cumplimiento de las prestaciones prometidas.
Entonces, decimos que es objetiva porque se condice con la clase de negocio que las partes han querido celebrar, es unitaria porque para ambas partes en donde
el cumplimiento de cada uno de ellos hace a una sola causa, y es tipificadora en cuanto caracteriza el negocio que las partes han querido. Entonces, la causa final
objetiva es aquella que tipifica cada clase de negocio.

En el caso analizado, la causa final objetiva es ceder mediante una liberalidad un inmueble a favor de la señora Rodríguez.
Para el notario es de vital importancia reconocer dicha causa, ya que podría modificar aspectos esenciales, naturales y
hasta accidentales de su labor profesional.
Por último, la causa final subjetiva se refiere a los móviles perseguidos por algún contratante particular. Para que dichos móviles se causalicen, se bilateralicen, es
decir, logren relevancia jurídica, deben necesariamente ser esenciales y exteriorizados. En el caso de contratos bilaterales o unilaterales onerosos, los móviles
deben ser comunes a ambas partes. Dichos móviles son esencialmente variables e individuales, por oposición a la causa en sentido objetivo, que es uniforme y
tipificadora.

En el ejemplo que venimos analizando no se exteriorizó la causa final subjetiva, tal como se aclaró anteriormente. Sin
embargo, siempre es importante que el notario les informe a las partes que en caso de que la causa tenga relevancia
jurídica para el acto, deberán exteriorizarlo.

Hay que tener muy en cuenta la subjetividad del móvil, ya que a partir de la causa se derivan instituciones sumamente importantes, tales como la resolución por
imprevisión, por imposibilidad, por frustración, por incumplimiento. 

En cuanto al ámbito de aplicación de la causa fin, funciona tanto en los contratos como en los demás negocios jurídicos, es decir, constituye un elemento de los
actos jurídicos en general. Respecto de las funciones de la causa final, posee relevancia en la etapa genética del contrato y también en la etapa funcional o de
cumplimiento, hasta el mismo momento de su extinción.

Si Juan contrata un servicio de catering para que sea servido en su casamiento, esto último se denomina:

Causa final objetiva

Causa final subjetiva

Causa fuente

Causa eficiente

SUBMIT

En la antigüedad, la causa no tenía mayor importancia ni trascendencia. Si analizamos en el derecho primitivo romano, la causa no era tenida en cuenta, porque no
se valoraban las intenciones ni los propósitos, ya que, al ser un derecho eminentemente formal, se tenían en cuenta las formas primitivas. 

Posteriormente, la causa cobra vida con la espiritualización del derecho –influenciado por la moral religiosa, en la Edad Media, con los canonistas– como una
manera de moralizar el acuerdo y apartamiento lento de las formas solemnes, y comienza a surgir la teoría de la imprevisión. En la teoría de la imprevisión aparece
el tema de lo sinalagmático, del equilibrio de las prestaciones y el rechazo a la usura. Se acentúa el tema de la moral, aunque no está claro el concepto de la causa
como un elemento del negocio jurídico.

La sistematización de la causa se da con Domat, previo a la aparición del Código Civil francés, y la ha realizado con las ideas que provenían de la Edad Media. Se
centraliza en la causa estática, la que se da en el momento de la creación del negocio jurídico; en consecuencia, también junto con Pothier, tendrá una importancia
genética. Es la que se da en la creación del negocio jurídico y hace la distinción frente a contratos bilaterales, unilaterales o reales, o actos a título gratuito.

En los contratos bilaterales sinalagmáticos, se sostenía que la causa eran las prestaciones y contraprestaciones. La causa de una de las partes estaría dada por
las prestaciones de la otra, de la cual ambas prestaciones se sirven recíprocamente y, en caso de celebrar un contrato de compraventa, se pagaría esperando que
la otra parte haga entrega de la cosa. Se advertiría, entonces, que la entrega de la cosa y el pago del precio serían una causa recíproca de la otra.

En los contratos unilaterales, contratos reales, la causa del deber de uno de ellos estaría dada por la entrega previa o simultánea de la cosa por el otro.

En los contratos a título gratuito, la causa estaría en los distintos móviles de beneficiar, de caridad, que pudieran llevar a alguien a la ejecución de un acto gratuito.

Teoría neocausalista

Surge replanteándose el tema de la causa. Se manifiesta en relación con la anterior teoría. Está referida a la causa eficiente y no a la final, porque la causa eficiente
es la que imputa, la que crea; en cambio, la final es la que lleva. No es lo mismo el objeto que la causa, ya que uno sería qué se debe y la causa es para qué se
debe. Tanto para Capitant como para Domat, la causa es objetivo y tiene importancia, fundamentalmente, en la creación del negocio.

Para Josserand, la causa tiene importancia genética, en tanto hace a la validez del negocio, porque aunque exista error en la causa, el negocio es inválido. Puede
existir causa simulada y el negocio se anularía existiendo una ineficacia estructural, hay invalidez incluso llegando a nacer el negocio, y estando presentes los
cuatro elementos: sujeto, objeto, forma y causa. Pero luego, durante la vida del negocio, este se puede caer, frustrándose la causa, ya sea por incumplimiento de
uno de ellos o que sobrevivan circunstancias extraordinarias e imprevisibles que conduzcan a su frustración, o se llegare a romper el equilibrio que se daba en la
faz genética. Se podría llegar a cumplir la causa cuando se frustra, pero sería lícito, contaría con todos los requisitos, pero sería inútil porque no se satisface con la
utilidad buscada.

Requisitos de la causa final. Falta de requisitos en la causa final.


La teoría de la frustración del fin
La teoría de la frustración del fin del contrato
La causa, en el sentido de fin, finalidad, motivo determinante, ha preocupado a los estudiosos del derecho, en especial por la tan antigua como conocida discusión
respecto de si aquella conforma o no un elemento o requisito o componente esencial, por cierto, de los negocios jurídicos, distinto de otros, el objeto, el
consentimiento, debe quedar comprendida o subsumida dentro de alguno de ellos.

Recordemos que la causa tiene un valor genético: si ocurre un desequilibrio, se puede llegar a transgredir una disposición.

La relación con la teoría de la frustración del fin del contrato, que demostraremos aquí, dará razón, una vez más, a la precedente afirmación. La causa fin es la que
motiva el negocio jurídico, es la causa motivo que de alguna manera vemos que se repite de forma habitual en todos los negocios jurídicos, constituyendo el motivo
subjetivo que tuvieron las partes al momento de negociar o contratar. 

Quien va a comprar una casa quiere la casa, no quiere una indemnización, y la otra parte querrá el pago de

una suma de dinero.


Este patrón se repite en los contratos de compraventa, porque, por un lado, alguien quiere adquirir la propiedad de un bien y, por otro lado, alguien quiere el dinero; de
lo contrario, no celebrarían el contrato de compraventa. Luego comienzan a jugar los móviles subjetivos, ya que se puede querer comprar una casa para invertir y
alquilarla, para ir a vivir en ella o para usarla los fines de semana. Aquí observamos cómo los móviles subjetivos van variando a diferencia de los móviles objetivos
de un mismo negocio. De esta manera, se debe buscar cuál es el móvil subjetivo en el negocio que lo mueve a contratar, y este modo subjetivo no se repite, sino
que las partes, en ese negocio jurídico específicamente, lo van a plantear. 

Dicha subjetividad del móvil debe ser tenida en cuenta la mayoría de las veces en el negocio jurídico, porque, por ejemplo, queremos comprar un departamento para
vivienda, pero resulta ser que se trata de un edificio para oficinas, por cuanto el negocio no podrá realizarse. Por ello, es tal la importancia del móvil subjetivo, ya que
si por alguna causa se pierde o se interrumpe dicho móvil, estamos ante una frustración del fin del contrato, que desemboca en una ineficacia sobrevenida, que no
tiene que ver con la nulidad, sino con la resolución. 

La frustración del fin del contrato hace referencia a circunstancias sobrevenidas que, realmente, imposibilitan la ejecución del contrato, pero anulan notablemente
el fin económico-jurídico tal como fue tenido en cuenta por las partes. Esa razón o motivo por el cual se negocia o el fin por el cual las partes impulsan la
negociación, en el caso de Moisset Iturraspe (1997), se habla del “motivo determinante” (p. 205), y ello es lo que pone en marcha al negocio jurídico, el para qué.

Las causas subjetivas, si no se bilateralizan en los negocios jurídicos, al no poder ser conocidas por las partes, luego no se podrá mediar reclamo alguno al
respecto. En la mayoría de los negocios exteriorizamos la causa objetiva y no bilateralizamos la causa subjetiva, lo cual, sin embargo, entraña enorme importancia,
ya que si la causa subjetiva no se encuentra bilateralizada en el negocio, no se puede alegar luego una frustración del fin del contrato. Esto significa que si las
partes no la conocían al momento de la celebración, luego no la van a poder alegar. Esto va de la mano con el principio de la buena fe.

 ¿Cómo se bilateraliza la causa, cómo se hace conocible para las partes?

Sin duda, no en todos los negocios jurídicos es necesario expresarla, porque en muchos negocios la causa está tácitamente bilateralizada, e incluso, en algunos
negocios jurídicos, por más que inicialmente no se bilateralice, tal vez en anexos, en accesorios o en algunas declaraciones en el contrato original expresamente
se la tenga incluida.

La causa final se frustra cuando, por alguna razón, no puede satisfacerse la finalidad típica del negocio de que se trata o el motivo causalizado propio del negocio
concreto. Por ello, las causas subjetivas deben bilateralizarse y ser conocidas por las partes; si no, luego no podrán ser alegadas como frustración del fin del
contrato. El antecedente jurisprudencial del derecho anglosajón que ilustra a la perfección el concepto es el caso “Krell versus Henry” del año 1903.

Krell vs. Henry” (1903) trataba el caso del alquiler de unas habitaciones con vistas al trayecto
previsto de la procesión correspondiente a la coronación del Rey Eduardo VII. Ambas partes del
contrato eran conscientes de que tal era el único propósito del contrato. La procesión fue cancelada
con motivo de la enfermedad del rey, y las partes precisaban una clarificación del contrato. El
Tribunal sentenció que se produjeron circunstancias extremas ajenas al control o responsabilidad de
las partes que habían hecho imposible el cumplimiento del contrato en la forma en que se había
pretendido y, consecuentemente, procedió a entender resuelto el contrato. En cierto sentido, el
alquiler de las habitaciones resultaba posible materialmente, pero no, de hecho, el alquiler de las
habitaciones con el objeto de asistir a una procesión que no iba a celebrarse.

En realidad, lo que se produce en estos casos es una “frustración de la causa del contrato”, una
imposibilidad de alcanzar el fin económico-jurídico perseguido por las partes, de forma que el
cumplimiento no parece exigible. El hecho de que el mantenimiento de la obligación perjudique al
deudor en beneficio del acreedor no es suficiente para considerar al caso como un supuesto de
imposibilidad o frustración, pues tal es la razón de los ajustes que conducen a la excesiva
onerosidad. La circunstancia sobrevenida no tiene por efecto hacer más onerosa la prestación, sino
que la hace "infinitamente onerosa", pues no existe en realidad contraprestación, ya que la frustración
de la causa convierte lo pactado y lo exigido en prestaciones diferentes. La dificultad se encuentra
en determinar cuándo existe una auténtica frustración del objeto o causa del contrato, y no una mera
insatisfacción de los “motivos” de una de las partes; será fundamental que la causa o finalidad cuya
frustración se invoca haya sido compartida o asumida por ambas partes a celebrarse el contrato;
además es importante que la frustración de la finalidad del contrato sea completa, y no meramente
parcial y será necesario que el contrato se encuentre aún pendiente de ejecución, aunque sea
parcialmente.(Sánchez Lorenzo, 2005, http://goo.gl/9WGdhZ).

Un ejemplo de esto podría verse en el caso de que se haga un contrato de alquiler para un evento que se realizará la próxima
semana y el contrato establece que el locador se obliga a permitir que las bebidas de la fiesta sean guardadas en el mismo
salón en las heladeras, ya que son necesarias frías para el brindis. En caso de que el día de la fiesta las heladeras no
funcionen, podría darse una causa de frustración del fin del contrato, ya que el hecho de poder enfriar las bebidas era un
requisito indispensable para poder llevar adelante la fiesta que era la causa final subjetiva del acto jurídico.

Anticipamos que nos hemos manifestado siempre en el sentido de considerar a la causa-fin como un elemento autónomo, por lo que nos enrolamos
decididamente en la posición que ha sido receptada con la denominación causalista. Además, hemos siempre coincidido con la utilidad de la teoría de la causa-fin,
concepto, por tanto, no solo teórico, sino de un gran contenido práctico, apto para dar solución a más de un problema jurídico. Adherimos a la causa no solo como
elemento esencial del negocio jurídico, sino que adherimos a la teoría de la causa dual, a la causalidad del negocio jurídico desde el punto de vista subjetivo y
objetivo.

Es recomendable dejar expresado en el contrato la razón subjetiva que llevó a las partes a perfeccionarlo.

Verdadero, porque si no se da a conocer por las partes, no se podrá reclamar.

Falso, porque se presume que se da a conocer entre en las partes, y por ende es válido el reclamo. 

SUBMIT

Causa ilícita e inmoral: efectos


Es nulo el negocio si la causa es ilícita o inmoral. Se sostiene doctrinariamente que la causa ilícita o inmoral genera una nulidad absoluta y, por ende, el acto
deviene inconfirmable (Llambías, 1953), de donde, si además el vicio es ostensible, la nulidad puede ser declarada oficiosamente por el juez.

Volviendo al tema de la teoría de la frustración del fin de la causa, diremos que es una creación doctrinaria, que significa que a pesar de que se podría continuar con
la prestación acordada por las partes, por un motivo externo no resulta útil para una de ellas y no se puede continuar con el negocio jurídico.

Para aplicar esta teoría, debe tratarse de un contrato válido, que surja un acontecimiento anormal, sobreviniente, ajeno a la voluntad de las partes –no provocado
por ninguna de ellas–, que la parte que lo alegue no se encuentre en mora y que incida sobre la finalidad del contrato.

Los efectos serían que las prestaciones cumplidas por una de las partes son repetibles, a excepción de los gastos realizados por la otra. Su finalidad va a ser la
resolución del contrato.

Otras formas de resolución serán por aplicación de la teoría de la imprevisión, por imposibilidad, por frustración y por incumplimiento.

Los requisitos para que se aplique la teoría de la frustración del fin de la causa son:

que sea un contrato válido;

que se produzca por un hecho anormal sobreviniente; 

que el hecho sea ajeno a la voluntad de las partes; 

que incida sobre la razón del contrato;

que la parte que lo alegue se encuentre en mora.

SUBMIT

Conveniencia de la determinación de la causa en los actos


notariales

Para dimensionar la gran implicancia que tiene la causa en los actos notariales, será necesario resaltar que el notario como fedatario lleva adelante un papel muy
importante, dado que deberá realizar un estudio minucioso de la causa que contiene el negocio jurídico que intenta celebrarse ante su presencia, y en el supuesto
de que la causa sea falsa, se encontrará frente a un negocio simulado. 

Como, por ejemplo, puede serlo un contrato de compraventa de un bien inmueble donde las partes acuerdan celebrarlo por
un precio menor de lo que realmente corresponde, con la finalidad de evadir impuestos. Frente a tal situación, el escribano
debe advertir que el acto es sospechoso y dejar a salvo su responsabilidad notarial frente al posible acto ilícito que se
intenta llevar ante su presencia.

Resulta importantísimo incluir la causa final subjetiva dentro del negocio jurídico.

Se debe determinar la causa en el desarrollo notarial, hacerla conocida, bilateralizarla para exponerla ante una eventual frustración. Dicha causa es el motivo
determinante, es singular y variable en cada parte, y debe haber sido motivo del consentimiento de forma expresa o tácita. 

La causa es un elemento del negocio jurídico que permite encuadrarlo y llevar la regla moral al negocio jurídico; la causa encausa a la voluntad, por cuanto podrá el
juez desmenuzar si el negocio se ajusta a la moral y a las buenas costumbres, ya que es el propósito que las partes han perseguido en la realización del negocio
jurídico.

El consentimiento también se diferencia de la causa, porque la causa es cronológicamente previa al consentimiento, que es la conclusión de voluntades. El
consentimiento puede tener los vicios de error, dolo, violencia, y la causa no puede tener vicio alguno.

La causa eficiente, a diferencia de la causa fin, es un elemento del contrato. El contrato, como negocio jurídico, tiene como objeto esa operación que las partes
persiguen, como una compraventa, y la causa es el propósito que guía a las partes, que puede ser objetiva o subjetiva.

La causa final objetiva es común, según el tipo de contrato; es tipificante, porque es la que da economía al negocio. Por ejemplo, el que compra persigue adquirir
algo y todo el que vende persigue desprenderse de algo a cambio de un precio. La causa desde el punto de vista subjetivo es el móvil, aquello que impulsa a cada
una de las partes del negocio, y es variable, es personal, y es singular.

La causa final es sintética, objetiva o subjetiva, tiene importancia genética la vemos en el campo de la licitud, la
simulación, la lesión, teniendo una gran importancia en la vida de los negocios jurídicos.

Para finalizar, compartimos un fragmento de un video referido a la causa de los contratos (desde el
minuto 28:34 hasta el 32:02)

Video 1: Los videos interactivos (tamaño: 24)

Objeto de los Contratos. - Claudia Wagner.


Video 1: Objeto de los contratos. En este video, la profesora Claudia Wagner nos comenta cómo trata el nuevo código la
causa en los actos jurídicos y en los contratos.

Fuente: https://youtu.be/da3gKFxhrUI?t=1714

1 Art. 281. Ley 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.

2 Art. 282. Ley 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
LECCIÓN 2 de 2

Referencias

Bueres, A. (1998). Objeto del negocio jurídico. Buenos Aires, AR: Hammurabi.

Ley 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina. Recuperado de
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/235000-239999/235975/norma.htm

Llambías, J. J. (1953). Efectos de la nulidad y de la anulación de los actos jurídicos. Buenos Aires, AR: Depalma.

Moisset de Espanés, L. (2004). Curso de obligaciones. Buenos Aires, AR: Zavalía.

Moisset Iturraspe, J. (1997). Contratos. Buenos Aires, AR: Astrea.

Sánchez Lorenzo, S. (2005). La frustración del contrato en el derecho comparado y su incidencia en la contratación Internacional. Recuperado de
http://digibug.ugr.es/bitstream/handle/10481/7501/FRUSTRACION%20DEL%20CONTRATO.pdf;jsessionid=9D6A0B2B74B191E583CEA6B8B385F527?sequence=1

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