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ESQUEMA ONÍRICO Y ESQUEMA CULTURAL | LOS GRIEGOS Y LO IRRACIONAL, E. R.

DODDS
El interés de autor está puesto en la actitud de los griegos frente a la experiencia onírica. Las diferencias entre la actitud griega y la
moderna
frente a la experiencia onírica reflejan variaciones en el carácter y estructura de ésta, ya que investigaciones sugieren que junto a los
conocidos de
sueños de ansiedad y de deseo cumplido, existen otro tipo cuyo contenido manifiesto esta determinado por un esquema cultural local de
creencias
socialmente transmitidas, íntimamente relacionados con el mito -el pensar onírico de todo el pueblo-.
*MITO: Primer territorio de la imagen, narración pre-histórica, no-lógica, no-histórica, creación ab origine (cosmogonias – teogonias). Cuando
no hay pasado ni registros, cuando no se
distinguen sueño y vigilia… sólo hay memoria del presente -actividad pasiva de la oralidad, pre-logos-. Cuando el mito se escriba, ahí si se
hace logos.
* CULTURA: Creaciones del espíritu que el hombre vive, modifica, aprehende y transita. El mito la modifica poco, ya que lo que el individuo
vive es tal cual el mito lo dice.
Rose marcó tres ‘estadíos’ sucesivos de progreso en el modo pre-científico de considerar el sueño:
_ Como realidad objetiva.
_ Como algo visto por el alma -temporalmente separada del cuerpo- en el mundo de los espíritus.
_ Como un simbolismo más o menos complicado a interpretar.
En la Grecia Homérica coexistieron _ y _ sin incongruencias; pero _ permaneció ausente hasta el s. V a.C.. La mayoría de los sueños se
trataban como realidad objetiva (_), donde una figura onírica (un dios, espíritu, mensajero preexistente o imagen especialmente creada)
entraba por
la cerradura, se plantaba ante la cama, daba un mensaje y se retiraba. Existía objetivamente en el espacio y era independiente del soñador,
que
recibía la visita de forma casi pasiva y de hecho se sabía durmiendo en su cama y ‘viendo’ un sueño que ‘se colocó sobre él’. Este tipo de
sueños
echó raíces no sólo en la tradición literaria (con este lenguaje estilizado, de fórmulas fijas y reiteradas) sino también en la imaginación
popular, dada
la ‘aparición’ en el mito de sueños que probaban su objetividad dejando una prenda material tras de sí. El sueño de ansiedad también les
era
familiar, pero Homero sólo analizó un sueño simbólicamente (_).
Sin embargo, que en ésta época no apareciera el segundo estadío de Rose no es motivo de un salto intelectual, sino de la distinción que
hacían los
griegos entre los sueños significativos: Los simbólicos -con un significado a interpretar-, las visiones -una representación de eventos
futuros-, y los
oráculos -donde un dios, un padre u otro personaje respetado revela lo que sucederá o no, lo que debe hacerse o no-. Este último tipo de
sueño
‘divino’ era muy conocido, y es probable que muchos cultos a dioses hayan sido fundados a causa de dichos encuentros soñados, ya que un
tipo
común de éstos últimos prescribía alguna dedicación o acto religioso. Esta estilización del sueño ‘divino’ -que la figura soñada se identificara
con un
dios o antepasado- no es puramente literaria; es un sueño de esquema cultural, y pertenecía a la experiencia religiosa el pueblo, con un
papel
importante en su vida -aunque claro, los soñadores privilegiados eran los reyes-. Pero el carácter divino de un sueño no dependía solo de la
identidad de la figura, sino también del carácter directo de su mensaje, sobre todo cuando era buscado. Para provocarlos había diversas
técnicas
especiales; aunque Homero no menciona ninguna, la más practicada en ese entonces era la incubación -dormir en un lugar sagrado-, para
obtener
sueños mánticos de los muertos o sueños con fines médicos.
En la Grecia Clásica, la creencia en el Hades y el escepticismo de la época hicieron a los sueños mánticos muy secundarios. Puede que
hayan
adquirido mayor importancia Helenística, al ‘emplazarse’ el Hades en el aire, que pasó a estar lleno de almas que enviaran sueños, aunque
por tal
motivo, quienes adhirieran a la idea ya no tenían por qué dormir en lugares especiales. Pero la incubación médica resurgió a fin del s. V,
cuando el
culto de Esculapio tomó importancia panhelénica (es decir, en toda Grecia). Los sueños que el dios enviaba a sus pacientes han sido muy
discutidos,
pero a fin de cuentas, este tipo de experiencias son reflejo de un esquema cultural admitido por el soñador y todos; su forma está
determinada por la
creencia y la confirma, de ahí su estilización.
El creyente debía ser paciente, y con frecuencia contentarse con una revelación indirecta recibida más que entre sueños, muchas veces en
un
estado de trance autoinducido -bastante frecuente en otros tiempos-, con el mismo origen y estructura que los sueños. Por la mañana los
favorecidos referían sus experiencias en una ‘elaboración secundaria’ que adaptaba la visión al esquema tradicional; las prescripciones
presentaban
influencia tanto de la actitud inconsciente del soñador como de sus conocimientos médicos. Las curaciones podían ser instantáneas, pero no
interesaba cuánto duraran ni cuántas fueran: los fracasos sólo importaban el individuo, y un santuario podía mantener su reputación aún
con un bajo
porcentaje de éxitos, en tanto algunos fueran sensacionales.
Algunos intelectuales alcanzaron desde el escepticismo una actitud más racional ante la experiencia onírica. Heráclito observó que en el
sueño
uno se retira a un mundo propio, lo que eliminaba el sueño objetivo y negaba la experiencia onírica en general, al igual que Jenófanes, pero
de todas
maneras no ofrecían explicación alguna de cómo o por qué ocurrían los sueños. Pero persistían viejos modos de pensar, o al menos de
hablar:
Herodoto decía que la mayor parte de los sueños son sugeridos por las preocupaciones de la vigilia, pero seguía refiriéndose a ellos de
manera
‘objetiva’, como ‘vagando entre los hombres’.
Al ya no contar con una fe viva en los dioses tradicionales, el sueño ‘divino’ decayó en frecuencia e importancia -excepto, claro, el de
Esculapio-.
Se empezaron a poner de moda otras maneras de considerar el sueño; los religiosos tendían a ver al sueño significativo como prueba de las
facultades innatas que el alma ejercitaba cuando se liberaba del cuerpo, y ya había interés por la interpretación de los sueños simbólicos,
surgiendo
los primeros libros. Ya hacia mediados del s. IV a.C., Hipócrates trató de racionalizar esto relacionándolos con el estado fisiológico del
soñador y
tomándolos como síntomas médicos atribuidos a la clarividencia del alma cuando es dueña de sí y puede examinar su morada; Platón
concedió a la
experiencia onírica una relación indirecta con la realidad; Aristóteles enfocó la cuestión científica y racionalmente, negando que haya
sueños
divinos, rehuyendo de los verídicos, y admitiendo sólo dos clases como precognitivos: los que reconocen un estado de salud y los que
acarrean su
propia realización sugiriendo una línea de acción.

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