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LA IMAGEN DE CHILE Y DE LOS CHILENOS A TRAVÉS DE


LOS ESCRITOS DE LA OFICIALIDAD NAPOLEÓNICA
DURANTE LA INDEPENDENCIA: 1817-1830
“De mujeres hermosas y bondadosas a indios salvajes y sin virtudes”1
Patrick Puigmal*
Raúl Núñez Muñoz**
“El país al cual de todo corazón había ayudado a liberar era bello, sus
hombres viriles, sus mujeres hermosas y bondadosas… Los indios,
semicivilizados por los misioneros pierden de su estado salvaje toda su energía
y no son buenos para nada… Estos salvajes son tan duros para morir que es
necesario que las balas les rompan la cabeza para derribarlos del caballo”,
Jorge Beauchef.
INTRODUCCIÓN
En sus memorias, el oficial napoleónico Jorge Beauchef es uno de los pocos en
expresar, públicamente, sus opiniones sobre los múltiples aspectos de su vida en Chile,
de manera franca y firme que ha resultado de una formación militar adquirida en los
campos de batalla más que en las escuelas. Otros oficiales, de origen social más
elevado, como Brandsen o Bacler d’Albe, dejaron también testimonios sobre este
mismo periodo. Brandsen, mediante una serie de diarios; Bacler d’Albe a través de la
correspondencia con su padre descubierta hace algunos años por nosotros gracias a uno
de sus descendientes en Francia. Estamos, entonces, en presencia de documentos
disímiles: el de Beauchef es un legado para el futuro; el de Brandsen un testimonio
puntual y el de Bacler d´Albe no tenía como propósito la publicación. La naturaleza
misma de estas informaciones es, entonces, incomparable pero permite, guardando las
proporciones relativas a cada uno de los documentos, hacerse una idea general de los
sentimientos que agitaron a estos hombres cuando descubrieron este país. La revelación
de aquellos textos como también de cientos de cartas, documentos archivísticos
oficiales o privados, elaborados por aquellos y muchos otros de sus compañeros
europeos, ha permitido reforzar esta idea, precisarla y, en algunos casos, matizarla.
Caemos en lo extremadamente clásico cuando afirmamos que la lectura
constituye una herramienta de construcción de pensamiento, pero aspiramos,
frente a aquellos documentos históricos, más bien a una reconstrucción
refiriéndonos a los oficiales napoleónicos de principios del siglo XIX. Es decir,
trataremos de entender su pensamiento tanto como de construir un pensamiento
propio sobre su significación en base a una lectura constatativa, crítica y
contextualizada, a doscientos años de los hechos, distancia temporal y cultural
1
Resultado del Proyecto Fondecyt N° 1080063: “Influencia militar y política napoleónica durante la
independencia de América Central y Sur”, cuyo investigador responsable es el Dr. Patrick Puigmal.
Patrick Puigmal y Raúl Núñez

que permite analizarlos fuera del calor del debate y de la acción en la cual fueron
producidos.
No deja de ser ambicioso intentar descifrar ideas, impresiones o sentimientos
expresados hace dos siglos pero, justamente, parece relevante, histórica e
intelectualmente, saber captar si es el caso, la diferencia entre las intenciones de quien
escribe y el entendimiento del lector. Lo que se pone en discusión es, también, cómo un
conjunto de documentos de tipos diferentes y de autores diversos, originados en un
mismo periodo, permite entender y/o determinar mensajes colectivos. Esto es uno de los
desafíos de la prosopografía2 que nos permite entender movimientos colectivos a través
de lo profundamente individual como son los actos y escritos de los seres humanos.3
Los oficiales napoleónicos fueron prolijos en la producción de escritos sobre el
territorio, la población y el entorno que descubrieron en Latinoamérica en el siglo XIX,
luego de llegar procedentes de una Europa extremadamente conservadora, sucesora de
la Revolución Francesa y del Imperio Napoleónico.
Esta intensa producción ha permitido, utilizando el método prosopográfico,
elaborar una caracterización social y cultural individual de los miembros de este grupo
aparentemente homogéneo. Si bien proceden de un mismo contexto, no pertenecen a
las mismas clases sociales, no viven una misma experiencia, ni se insertan de manera
similar en las sociedades locales y, finalmente, desconocen su destino individual.
Pero lo más notable de aquellos escritos es que revelan visiones, impresiones,
deseos o sueños de estos europeos, sin que ellos correspondan o no correspondan a la
realidad que percibieron o vivieron. La distancia temporal nos permite elaborar estos
juicios, los que, en ningún caso, afectan los sentimientos que expresan. A lo más,
autorizan a caracterizar las ideas, entender los humores, revelar los errores y aceptar el
imaginario desarrollado por estos oficiales.
2
Es dable señalar que este término tiene un significado distinto si lo usamos en el contexto de la
literatura o de la historia: la primera lo entiende como el estudio exclusivo de la descripción física de
las personas o de los animales; la segunda abarca un espectro mucho más amplio permitiendo
abordar elementos de comprensión de la evolución social.
3
Desde el año 2000, hemos desarrollado una línea propia de investigación en torno a la influencia
militar y política de los oficiales napoleónicos que se desempeñaron durante las guerras de la
emancipación chilena. Esta línea, apoyada por la Universidad de Los Lagos y Conicyt-Fondecyt a
través de varios proyectos, nos ha permitido relevar algunos aspectos, hasta ahora ignorados, de
aquella influencia. Cfr. Puigmal (2001, 2003, 2005, 2006); Cartes y Puigmal (2008). Señalamos,
como para contextualizar el entorno político-militar en el cual situamos el tema de este trabajo, la
experiencia militar napoleónica puesta al servicio de los ejércitos nacionales, el rol de formadores en
las escuelas militares creadas entonces y en la modernización de los ejércitos, la introducción de
ciencias nuevas en el país (medicina militar, cartografía, topografía, ciencias naturales, estrategia y
táctica militar, educación, entre otras), y la influencia filosófico-política a través de la creación de
diarios políticos (de tendencia liberal, en general), la publicación de panfletos y libros, la creación y
dirección de establecimientos educacionales, la pertenencia a movimientos como la masonería o el
carbonarismo, todo lo cual, sin lugar a dudas, jugó un papel no menor, aunque poco revelado hasta
ahora, en el marco de la creación del Estado de Chile.

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La imagen de Chile y de los chilenos

Cabe señalar que, en muchos casos, estos oficiales imaginan las nuevas
fronteras que describen sin recurrir al concepto clásico de nacionalidad, concepto ya
firme en Europa debido a la experiencia adquirida desde la Revolución Francesa, pero
casi ausente en este continente. En este sentido, tampoco tiene relevancia el tema del
territorio de origen como elemento fundador de tales fronteras. No debemos
sorprendernos de ello teniendo en cuenta el origen geográfico disperso de los autores,
quienes, además, se encuentran a miles de kilómetros de sus lugares de nacimiento,
de formación y de experiencia de vida (Lacoste, 2004). Verlos primero definir su
“patria” nueva con un régimen político ad-hoc, idear sistemas que no existen ni en
Europa (la contrarrevolución monárquica representada por la Santa Alianza trata en
aquel periodo, primero, de borrar cualquier recuerdo de la época revolucionaria y,
segundo, de establecer un status-quo político definitivo), involucrarse en todas las
disensiones sobre qué modelo de Estado se debe construir y, luego, verlos reaccionar
frente a realidades que no entienden o a costumbres relacionadas con otras maneras
de pensar (en particular, en este caso, pensemos en su incomprensión total del mundo
indígena), hace pertinente penetrar en el cotidiano de cada uno, entender sus aciertos
y contradicciones y apreciar sus virtudes y defectos.
Varios de estos oficiales tratan de dar un contenido ideológico al concepto de
fronteras utilizando ––probablemente de manera inconsciente o como un simple
resultado de una educación impregnada por las luces y el siglo de la Ilustración–– los
conceptos de etnocentrismo o eurocentrismo. En este sentido, este punto de vista racista
prevalece sobre el concepto heredado de Rousseau a partir del cual “todo hombre nace
naturalmente bueno, libre e igual a los otros”, dejando lugar al poderío, tanto intelectual
como físico, del dominador, proveniente del extranjero, quien define y se define en
función de su propio modelo de origen. Los oficiales napoleónicos no tienen por qué
escapar de esta lógica; menos cuando son los descendientes directos de las aplicaciones,
desaciertos y evoluciones de tales modelos a principios del siglo XIX. Esto no es un
intento de disculparlos, sino destacar que actúan en función de un contexto filosófico
afirmado, fruto de una experiencia que, si bien fue compleja y a veces llena de
contradicciones, no dejó indiferente a nadie y cambió, hasta por lo menos nuestros días,
la manera de ver el hombre y de organizar su relación entre pares.
Proponemos, aquí, otro modo de apreciar o de entender lo dicho o escrito por
los oficiales napoleónicos: definir el otro (aunque sea de manera caricatural, bajo la
figura de seres extraños o distintos como, por ejemplo, aquella que dio origen a los
gigantes de la Tierra del Fuego) constituye, también, una manera de incluirlo, de
establecer un marco de comparación y de permitir, así, un tipo de relación con el otro.
Las descripciones idílicas que se proponen sobre la geografía y la naturaleza del país,
la excepcionalidad de sus habitantes y la riqueza de sus recursos, pueden haber sido
emitidas, sin negar ––por supuesto–– la posible veracidad de aquellas impresiones,
con la voluntad, tal vez, de obtener una más fácil integración respecto al otro.

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Patrick Puigmal y Raúl Núñez

Son múltiples las visiones presentadas por los oficiales napoleónicos y


diferentes, también, las maneras de interpretarlas. En este sentido, resulta relevante
darlas a conocer ––y, así, descubrir un Chile visto, expresado y/o soñado por estos
extranjeros quienes, y esto constituye una de las razones más relevantes de la
presentación pública de esos textos–– participan en la construcción del país y, en su
mayoría, se radicarán definitivamente en él.
UN IDEAL POLÍTICO AFIRMADO
Hijos de la Revolución francesa, y del liceo público creado por Napoleón, los
soldados, suboficiales y oficiales franceses que llegan a América tienen ideas políticas
bastante claras, afines a los principios fundamentales de la Igualdad, Fraternidad y
Libertad. Declara Beauchef, “Me retiraba después de haber servido la causa de la
independencia de un país según mi conciencia liberal enemiga de las tiranías”
(2005:267). Brandsen afirma, “Soy francés y aventurero. Desde Caracas hasta Chiloé
y desde Chiloé hasta Buenos Aires, el suelo americano esta humeando con la sangre
de los aventureros de todas las naciones que han perecido en defensa de su libertad.
Yo vine voluntariamente desde Francia para buscar la aventura, pero esta aventura
tenía como meta la independencia de esta gran región del mundo” (1910:53); Persat
sostiene, “Yo vine para servir la causa de los independentistas” (1910:226); Robert,
“Dejé Francia para vivir en un país independiente y libre” (en Rondeau, 1819:10).
Mercher confiesa “Me entusiasmé por la independencia de América y dejé Francia
para servir la causa de la libertad” (en Rondeau, 1910:14); Roul proclama,
“¡Americanos! Cuando vine a sus regiones, tenía los mismos sentimientos que me
habían caracterizado en los ejércitos franceses. Quiero pensar que nunca dudaron de
mis sentimientos hacia su causa”; Deslandes en carta del 19 de abril de 1818, sostiene
“Viendo la patria fuera de peligro, pienso que me puede ser permitido ocuparme de
mis intereses personales después de haber cumplido con los intereses comunes”;4
4
Entre otras expresiones semejantes encontramos las de Blaye “Habiendo ya cesado los peligros de
la patria por el resultado glorioso de la acción de Maipú a que asiste…”; Bacler d’Albe, “…Después
de la victoria de Maipú, estamos preparando el gran golpe que dará la libertad a la América del Sur:
la conquista de Lima” (Puigmal: 2003:91-92); Danel, “…y cuando al fin, Francia ya no era más la
tierra de la libertad y yo soñaba con combatir por los pueblos oprimidos, me embarqué hacia estas
tierras, junto con Bruix, Viel, Bardel, Brandsen y Rauch, que habían combatido al lado de Napoleón”
(en Sabato, 1961:83); Cramer, “sobrepasado por el disgusto y las humillaciones, proscrito por los que
deberían defendernos, tomé la penosa determinación de ir a América… para ofrecer mis servicios a
la nueva cuna de la libertad” (en Rodríguez, 1956:68-69); Brayer, “Yo fui uno de estos hombres
(haciendo acá alusión a los soldados de la revolución francesa quienes llegaron a ser generales) y
vuelta a la América la revolución, aunque distante de su cuna, habiéndome conducido a estos países
por una porción de desgracias, llegué a ella con los títulos que acabo de presentar” (en Puigmal,
2003:92). Sentimientos y declaraciones que Campos Harriet describió así: “Todos lucharon para la
emancipación americana y mostraron a través de sus actos, cada uno a su manera, la influencia del
gran hombre que los había formado” (1969). Eustaquio Bruix, gravemente herido cerca de

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La imagen de Chile y de los chilenos

Evidentemente, tales afirmaciones y sentimientos ––algunos públicos, otros


privados, en particular, extractos de correspondencias personales no destinadas a ser
publicadas–– se ven reforzadas por sus actuaciones, lo que tendrá como consecuencia su
alejamiento momentáneo o definitivo de los acontecimientos público-militares. Benjamín
Viel, José Rondizzoni, Eduardo Guticke o Pedro Chapuis perderán todos sus cargos o
funciones después de la derrota de Lircay en 1830 por haber sido partidarios de los líderes
liberales encabezados por Freire y Pinto. Viel, por ejemplo, escribe, entonces, “el militar
que delibera por él mismo sobre temas alejados de su profesión está considerado como
rebelde y perjurio: No existe Estado en el mundo en el cual esté autorizado. Si lo hace, es
de hecho un gobierno militar” (1830:1), palabras que constituyen una condena directa a la
rebelión militar que condujo a la victoria de los conservadores.
No deja de ser interesante este involucramento político que podríamos calificar
de revolucionario si consideramos el régimen en el cual se formaron estos oficiales: el
Imperio Napoleónico, que si bien se fundamentó en los principios de la Revolución
Francesa, no fue el mejor ejemplo de su aplicación, empezando por el modo de
acceso al poder de Bonaparte: el golpe militar. Justamente, la declaración de Viel
demuestra cierto alejamiento político de Napoleón lo que no se contradice con su
admiración por el Emperador, alejamiento que confirma con esta frase “Francia, en
nuestra época, liberada del poder monárquico a pesar de los formidables esfuerzos de
toda Europa, volvió hacia él por haber caído bajo la férula del poder militar” (1830:2)
Los oficiales napoleónicos se debatirán, constantemente, entre la obediencia a los
dirigentes y la aplicación de sus principios ideológicos. Beauchef escribe a este
propósito en el momento de la rebelión de los sargentos en Valdivia, en 1821, “estos
eventos constituyen un atentado a todas las leyes humanas y, sobre todo, a la
disciplina militar, base fundamental del ejército, de la seguridad pública y de todas las
garantías sociales” (2003:23) y, luego, en el momento de pronunciarse entre ser fiel a
O’Higgins o seguir a Freire expone: “Hablé sobre los deberes militares que, sin duda
alguna, eran el obedecimiento pasivo al gobierno constituido. Pero, si la nación entera
se había declarado en contra, reconociendo nulidad, tiranía, ilegitimidad, cualesquiera
que fueran las razones, me parecía cometer grave imprudencia el tratar de sostenerlo”
(2003:216-217). No obstante las dudas que así expresa, decidirá apoyar a Freire y
dejar a O’Higgins y será nombrado para acompañarlo hasta Valparaíso donde se
embarcará para su exilio en el Perú.
Sentimientos políticos y valóricos como lo citados pero, también, militares,
son frecuentes, particularmente en las opiniones ––en general desfavorables––
sobre los jefes. Brandsen se hace un especialista al respeto: “hasta entonces,
Zapiola sólo hacía pruebas de su pusilanimidad” (en Cartes Montory, 2008:116);

Nacimiento en 1819, vive sus últimos momentos acompañado por Beauchef, quien testimonia, “sus
últimas palabras fueron para Napoleón y la independencia de Chile” (2005:115), excelente síntesis
de lo ya expuesto.

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Patrick Puigmal y Raúl Núñez

“Concretamente, era bastante asqueroso ver un hombre de 45 a 50 años, en uniforme


bordado y con la cruz en el pecho, tambalear sobre sus piernas, perder el control de
sus palabras y dar el escándalo de un soldado borracho escondido bajo el uniforme de
un general” (Idem, 105), encargado por el general Alvear de repartir los víveres
tomados en Ituzaingó, poco antes de la batalla, contesta “Yo creí que me llamaban
para junta de guerra y no para participar de un saqueo” (Idem, 43). Cuando se opone a
una orden de Alvear en aquella batalla, este le contesta “Coronel Brandsen, cuando
Napoleón daba una orden en el campo de batalla, ninguno de sus oficiales se quejaba
aún si sabía que se iba a morir”, a lo cual Brandsen, ofuscado, responde “General, de
acuerdo, sé que voy a morir, pero obedeceré a su orden” (Idem, 43). Orgullo del
francés, celo de los americanos, sentimientos de superioridad debido a la experiencia
napoleónica, varias son las explicaciones a estas oposiciones muy frecuentes tanto en
los textos estudiados como en los informes militares o partes de campañas y de
batallas. Cabe señalar que Brandsen, como lo había señalado tan directamente, morirá
en la carga de caballería que, no obstante, decidirá la victoria del general Alvear
contra las fuerzas brasileñas.
DE “INDIOS SALVAJES Y SIN VIRTUDES…”
Beauchef participó en un considerable número de campañas militares, pero
resaltan las que tuvo que enfrentar en el sur del país, principalmente en Valdivia y en
Chiloé, ocasiones en las que emite un duro y encarnecido discurso no sólo contra el
bando realista sino, también, contra los pueblos indígenas con los cuales tuvo que
enfrentar o relacionarse durante ese periodo. A estos últimos describe en estos términos
Estos venían atestar la plaza. Semicivilizados por los misioneros, pierden de su
estado salvaje toda su energía y no son buenos para nada; traen a nuestro medio
todos sus vicios, acompañados de una excesiva flojera; están continuamente
ebrios, sucios y enervados al punto de no poder obtener nada de ellos y no
hacen otra cosa que consumir nuestros víveres. No obstante, era preciso
alimentarlos, aunque no fuera más que por conveniencia política, ya que venían
hasta nosotros antes de ir a engrosar las filas de los bandidos (2005:151).
Beauchef desarrolla un discurso antojadizo y de desprecio contra los indígenas,
lo cual ––a medida que pasa el tiempo y las batallas–– se acentúa hasta convertirse en
un profundo odio hacia aquellos. Incluso, cuando busca el apoyo o el favor de los
indígenas para la causa independentista, se expresa de forma muy particular
Allí estaban reunidos todos los caciques que me habían visitado en Valdivia
(…) tenían en su poder una gran cantidad de provisiones (…) después de una
ceremonia usual y explicarles el motivo de mi visita (…) me ofrecieron
dádivas, que consistían en corderos, ovejas y algunas vaquillas (…) A mi vez,
los gratificaba con todo lo que le gustaba a esos salvajes, tales como espejos ,
chicherias, índigo, algunas cosas de plata para bridas del caballo y grandes
alfileres de ese metal para las mujeres (2005:155).

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La imagen de Chile y de los chilenos

Estos y otros registros similares son abundantes en las memorias de Beauchef,


fenómeno que fue muy común entre estos oficiales napoleónicos, tanto a este lado
como al otro lado de la Cordillera de los Andes. En relación con esto, destaca la figura
del Coronel Rauch, que encabezó entre 1825 y 1830 el genocidio indígena en
Argentina. Bastan dos comentarios que utilizó para dar cuenta de sus “hazañas”
(asesinatos de indígenas): “Hoy me siento feliz, hemos matado 15 animales” (en
Mollano, en línea) o “Los ranquele no tienen salvación porque no tienen sentido de la
propiedad” (en Correa, 2002:5) apreciación que indica su ideología personal en el
marco de la creación del Estado-Nación a través del concepto de la propiedad privada.
La visión de Beauchef con relación a los indios “alzados” se revela más dura aún
Estos salvajes son tan duros para morir que es necesario que las balas les
rompan la cabeza para derribarlos del caballo y a menudo se mantienen aun,
sus piernas se crispan bajo la barriga del caballo, y éstos se los llevan
siguiendo a los otros. Por lo demás, no abandonan nunca a sus muertos y
muchos se exponen para sacarlos del terreno de lucha (2005:184).
Ahora bien, el discurso de Beauchef se transforma radicalmente cuando se refiere a
sus subordinados militares o a la sociedad a la que denomina como civilizada. Cuando
decide formar (en 1820) dos escuadrones de caballería ––uno en Osorno y el otro en los
Llanos–– Beauchef señala: “Por mi parte, me ocupé de la formación de mis treinta tiradores.
Para ello, escogí treinta soldados bien dispuesto y los mejores jinetes, lo que era muy fácil,
pues los chilenos lo son todos” (2005:162) y agrega: “Tuve el placer de ver hombres bien
formados, todos jóvenes y robustos, bien dispuestos, bien montados” (2005:162).
En relación a los aspectos de la sociedad y a la elite dirigente, Beauchef tenía
generalmente una opinión favorable. Luego de su retiro del ejército fue muy cuidadoso
(por lo menos, en sus Memorias) de inmiscuirse en temas políticos. Reconocía y asumía
su subordinación como militar. La cita siguiente ––violenta con relación a las
concepciones modernas del rol ciudadano y del lugar individual de cada uno de los
miembros de la sociedad–– debe entenderse como una afirmación relativamente clásica
entre los partidarios del liberalismo de principios del siglo XIX, un liberalismo propuesto
y portado por una élite terrateniente que desea asumir el poder político, razón por la cual se
limitó el acceso democrático a la toma de decisiones y al ejercicio del dicho poder
Es un axioma tan viejo como el mundo civilizado de que una muy pequeña parte
de la sociedad está destinada por la naturaleza a mandar, y la otra, muy grande, a
obedecer. La igualdad es el delirio del republicano fanático y la libertad frenética,
el sepulcro de las repúblicas. Por tanto, el ciudadano virtuoso que abriga en su
alma el amor sagrado de la patria, debe tributar homenaje y obediencia a la ley,
guardar respeto al gobierno y nunca ambicionarlo (Feliú Cruz, 1964:387).
En 1824, Beauchef hizo públicas sus ideas sobre como organizar el
ejército a partir de tres ejes principales: la administración, la creación de una
policía militar, y la organización misma del ejército (Feliú Cruz, 1964:387-390).

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Patrick Puigmal y Raúl Núñez

A “MUJERES, HERMOSAS Y BONDADOSAS”


Como Jorge Beauchef, otros oficiales napoleónicos, como Viel, Rondizzoni,
Guticke, Bacler d’Albe, Arcos y también el inglés Tupper, se van a relacionar con la
oligarquía chilena gracias al matrimonio, lo que podemos ver como el resultado de
una política de Estado. Así ocurrió, por ejemplo, con la intervención de los Ministros
Zenteno y Rodríguez en 1822 para facilitar el casamiento de Beauchef. Según
Beauchef, “si dependiera de él (el ministro Rodríguez Aldea), este matrimonio se
haría al momento, porque era necesario establecer hombres como yo en el país, que
los necesitaba” (en Feliú Cruz, 1964:194).
Esta intervención política, al más alto nivel del Estado, marca sin lugar a dudas
un hito facilitador de la inserción social de aquellos oficiales en la sociedad chilena y les
permite tener acceso a una clase a la cual les habría sido extremadamente difícil
pertenecer en su Europa natal, siendo casi todos de extracción muy modesta. Un hecho
va a transformar profunda tristeza la amargura mostrada por Beauchef al final de sus
5
Memorias, cuando entre 1831 y 1834, viaja a Francia. Aunque no hay documento,
carta o testimonio sobre este viaje, salvo un texto muy corto escrito por Beauchef “en
Francia, ya no hay nada de lo que vi. Todo ha desaparecido, familia, amigos, ideas,
glorias y cuanto fue de mi tiempo. La soledad fue mi compañera de viaje. ¡Que
turbación la que sentí! Era un extraño en mi patria” (en Feliú Cruz, XIII).
Estas frases de decepción confirman los sentimientos republicanos y
bonapartistas de Beauchef, su incomprensión frente a la evolución político-social de su
país de nacimiento y su chilenización ya casi completa. Físicamente disminuido y
sufriendo enormemente, Beauchef vive sus últimos años en Santiago donde
fallece el 10 de junio de 1840. Uno de sus últimos testimonios es: “acerca del país
al cual, de todo corazón, había ayudado a liberar era bello, sus hombres viriles,
sus mujeres hermosas y bondadosas. Chile se hacía querer y yo lo quise desde el
primer momento” (2005:267), cita que nos permite abordar un último tema derivado
de estos documentos, como es la imagen de Chile, particularmente de su futuro, a través
de los escritos de los oficiales napoleónicos.
“CHILE JUGARÁ UN GRAN PAPEL EN AMÉRICA LATINA”
Al lado de su rol militar, José Bacler d’Albe describe sus impresiones de
viajes, sus contactos con los habitantes y expone sus análisis sobre los antiguos y
nuevos regímenes, sus comentarios sobre la situación política de los tres países donde
actúa: Argentina, Chile y Perú. Uno de los aspectos interesantes de señalar acerca de
la imagen de Bacler d’Albe es como busca o, más bien, se adapta e integra dentro de
la esfera social nacional, lo cual permite mostrar un lado más humano del oficial
5
En 1830 no había obtenido el rango de general probablemente a causa de su fuerte altercado con el
general Freire durante la expedición de Chiloé en 1824 cuando algunos de sus compañeros ya habían
alcanzado tal honor.

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La imagen de Chile y de los chilenos

francés. José Bacler d’Albe contrae matrimonio en 1820 en Valparaíso con Manuela
López Borrego, otra evidencia de la intención política que buscaba integrar a estos
oficiales a la elite nacional a partir de alianzas maritales.6
Consideramos una fuente extremadamente relevante al momento de reconstruir
la impresión de Bacler acerca de Chile y sus ciudadanos, la constante correspondencia
que mantuvo con su padre en Francia, entre 1817 y 1825. Respecto a su unión marital
Bacler señala
Me siento feliz e hice como muchos otros, me casé el 27 de julio pasado (25
días antes de embarcarme para esta campaña). Mi esposa es de Valparaíso, de
una buena familia, 21 años, bastante guapa, bien educada y muy amable. La
conocí en 1817 cuando era comandante de ingenieros en Valparaíso. Desde
entonces, me había decidido pero deseaba dejar el servicio antes. No he podido
hacerlo por reconocimiento por el país donde merecí la confianza del gobierno
y donde me hice un nombre, como lo has podido ya saber (2006:112).
Sus cartas revelan una descripción muy personal sobre un país en pleno
nacimiento, revela su confianza en el nuevo régimen y en la capacidad de sus
habitantes y confirma su desprecio hacia el sistema colonial español
Chile es un país quien, un día, jugará un gran papel en América Latina, por
su posición geográfica, o por el carácter de sus habitantes dotados de una
gran inteligencia. Estoy sorprendido de los rápidos progresos que han
hecho solamente en dos años. Todo estaba bajo el yugo español; uno ve
que este gobierno buscaba solamente extraer el oro y mantener este
generoso pueblo bajo la más horrible esclavitud (2006:83).
Sin duda, el tema político-militar no estuvo al margen de estas reflexiones
enviadas a su padre, pero aún en este caso, Bacler es mucho más significativo cuando
aborda los tópicos de las relaciones sociales, de la convivencia entre nacionalidades
distintas, del cimiento que lo une con sus compañeros de guerras
¡Diablos! No pensaba en Chile hace tres años. Algo más que extraño es el
hecho de encontrarse aquí con muchos oficiales extranjeros (particularmente
ingleses) contra los cuales yo hice la guerra en Europa. ¡Hasta conocí algunos
en el sur! Y hoy, son mis amigos y compañeros... (2006:96).
Bacler muestra, entonces, una visión favorable en relación a la naciente nación y,
principalmente se reconoce como un actor histórico en este proceso. Es interesante como
proyecta en forma auspiciosa el futuro de Chile, de sus habitantes y da un reconocimiento
6
María Graham señala la cercanía de Bacler con los más altos personajes del momento, hecho que
experimentó en Valparaíso el 15 de octubre de 1822. “...Llegaron el Ministro de la Guerra, Zenteno,
el general San Martín acompañados de la esposa y la hija, Dolores, el coronel d’Albe, su esposa y su
hermana, el general Pinto, el mayor O’Carrol, el capitán Torres...” (1988:129).

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Patrick Puigmal y Raúl Núñez

a la clase dirigente en esta materia y, también, como grafica las relaciones diplomáticas
entre el país y su vecino, las Provincias Unidas del Río de La Plata
Es un país que ofrece muchos recursos, aún más cuando esté en paz. Pienso
que me irá muy bien una vez jubilado. Chile es un país muy fértil,
particularmente en el sur. Las minas son abundantes, particularmente de
plata y cobre y dependen solamente de los brazos y hombres quienes sepan
trabajarlas… Desde Valparaíso a Chiloé, hay solamente un millón de
habitantes cuando el país puede contener y nutrir más de quince millones…
…Su industria podría alcanzar el más alto nivel por los importantes
recursos humanos, aún más cuando sean enteramente libres y cuando hayan
sacudidos los prejuicios… Su gobierno actual es bueno, protege los
extranjeros que llegan para establecerse. El Director Supremo, general
O’Higgins, es un hombre que apoya las artes y todas sus acciones son para
hacer felices a los chilenos... Chile es aliado con Buenos Aires por dos
razones: primero, por reconocimiento porque este último le dio su libertad,
segundo, por sus relaciones comerciales (2006:53-54).
En el plano económico reconoce los problemas que han tenido que asumir,
como por ejemplo el no pago de sueldos, común en ese entonces, lo que sin duda
genera problemas, lo que no obstante es asumido con una franciscana resignación
Hacemos grandes sacrificios, estamos todavía con los 2/3 de nuestros
sueldos. Me deben casi 10 000 francos pero como todos estamos en la
misma situación, tenemos que tener paciencia y hacer la guerra como
verdaderos espartanos… (en Puigmal, Diablos, 55)
La difícil situación económica atravesada por el país en sus primeros años de
vida no dejaba indiferentes a los oficiales napoleónicos, los cuales notaron
regularmente en sus cartas e informes los retrasos o ausencias de sueldos. La
expedición a Chiloé en 1824 va a quedar en la memoria de Bacler como uno de los
episodios militares más difíciles y peligrosos de su carrera americana. Constituye, de
hecho, su última campaña activa.
Nuestro Director hizo una expedición en esta parte de Chile todavía
ocupada por los Españoles pero el clima nos fue fatal: ¡Un segundo
volumen de la expedición de Rusia! Nuestra escuadra fue dispersada por un
tremendo temporal... He sido levemente herido al tobillo derecho en un
combate de dos horas cerca de Castro. Vencimos con 800 hombres a los
1400 enemigos y tomamos un cañón, pero el día después debimos
retirarnos por la llegada de refuerzos enemigos y por el debilitamiento de
nuestra tropa. Es un país horrible con caminos impracticables; caminamos
siempre con agua hasta la cintura… (2006:144).
En este caso, la asociación con la desastrosa campaña de Rusia, cuando en
1812 desapareció casi totalmente el ejército de Napoleón compuesto de más de

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La imagen de Chile y de los chilenos

600.000 hombres ––probablemente más a causa de las intemperies que de


la eficiencia militar del ejército ruso–– permite a Bacler minimizar el
efecto de la “victoria” de Mocopulli, victoria reivindicada por los dos
bandos, haciendo referencia al país y al clima “horribles” como causas de
la conquista fracasada del archipiélago. Le da también la oportunidad de
asociar simbólicamente las campañas de la independencia con las
napoleónicas, referente indispensable no solamente por los oficiales
franceses pero por muchos de los líderes militares de la independencia,
como entre otros San Martín, Borgoño, Alvear, Sucre o Bolívar.
CONCLUSIONES
Definitivamente, la lectura de lo escrito por los oficiales
napoleónicos mencionados aquí nos demuestra que nunca tuvieron miedo
de expresar sus ideas aunque le costaría esto sus puestos, a veces sus
carreras y, en algunos casos, sus vidas. Fueron observadores curiosos y
atrevidos de la vida social, económica y política del país en formación. Se
pronunciaron sobre los hombres y su actuar, sobre las riquezas, ventajas e
inconvenientes del país y sobre los líderes tanto militares como políticos
¿Se equivocaron o acertaron en cuanto a lo afirmado? Lo importante es
que nos permitieron, así, entender lo que buscaban, saber quienes eran,
entrar en sus sueños y deseos, aproximar sus ideales y, finalmente,
calificar y caracterizar sus acciones en Chile, entre 1817 y 1831.
De hecho, sin el recurso de esta documentación ––variada tanto en
su forma como en su origen–– no nos hubiera sido posible entender cómo
aquellos oficiales pudieron pasar, de un simple rol militar, limitado al
actuar clásico del mercenario, a un papel formador tanto política como
militarmente y a una intervención, a menudo directa, en el debate en torno
al modelo de Estado a construir para Chile. Sus escritos permitieron no
solamente hacer conocer sus posiciones sino que, asimismo, incluirse en
estas sociedades tan lejanas, participar en su conformación, relacionarse
con las poblaciones y con las elites a las cuales se insertaron sin dificultad,
y, finalmente, entrar en la creación de identidades nuevas tanto la del
chileno como la postergada y excluida de los indígenas.
Los escritos que hemos reseñados reflejan sus personalidades y,
también ––principalmente deberíamos escribir–– el momento fundacional
y emocional del nacimiento de una sociedad nueva: en esto reside la
relevancia de sus escritos y pensamientos, reflejos todos, como lo escribía
el reconocido historiador británico Simon Collier, de esta visión exterior
tan importante para entender procesos nacionales. Es decir, podemos ––a
partir de lo presentado–– caracterizar el proceso que condujo a la
constitución del Estado de Chile, caracterización que puesta en paralelo

253
Patrick Puigmal y Raúl Núñez

con los estudios más clásicos, con visiones más cercanas a las realidades
locales, permite obtener una perspectiva más global, más diversa y, por lo
tanto, probablemente más exacta de estos momentos.
Finalmente, pensamos haber logrado determinar una visión común,
colectiva de lo que puede haber sido el pensamiento de este grupo humano
partiendo de lo individual, con sus diferencias intrínsecas, para ubicar
transversalmente ejes temáticos y comportamientos grupales. Este
ejercicio, no tan clásico en el campo del estudio historiográfico
contemporáneo, nos parece necesario para, justamente, entender lo
colectivo a partir de lo individual, este individual entendido como núcleo
iniciador de las ideas, ideologías, estrategias y modelos característicos de
la evolución de la sociedad humana.
Universidad de los Lagos*
Departamento de Ciencias Sociales
Avda. Alcalde Fuchslocher 1305, Osorno (Chile)
p_puigmal@hotmail.com
Universidad de los Lagos**
Departamento de Ciencias Sociales
(c) Magíster en Ciencias Humanas, Mención en Historia
Avda. Alcalde Fuchslocher 1305, Osorno (Chile)
rnunez@ulagos.cl

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