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UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
2019
UN TAL MAESTRO
(Ward, W, s.f.)
Un educador puede o no dejar una marca en la vida de sus educandos, aquellos quienes
han sido marcados deben considerarse afortunados pues lo son, entre este selecto grupo me
encuentro yo; en todo mi recorrido escolar recogí huellas positivas y huellas negativas, pero
igual que todo en la vida es mejor recuperar lo bueno, de tal modo que es de lo que me ocuparé
en este escrito.
Este hombre calvo, su más notorio atributo, además de sus desgastadas botas estilo Chelsea que
conjuntaban perfectamente con su estilo desaliñado y contestatario, era precisamente lo que su
físico demostraba; un rockero empedernido que creía que la sociedad decadente ensuciaba
nuestras mentes alejándonos de nuestra verdadera labor en la vida y muchas otras cosas locas,
la labor docente por simple azar del destino desde hace más de 20 años, marcó un antes y un
Antes de que fuera asignado como mi maestro de Ciencias Sociales, veía esta materia
cómo la mayoría de las personas la ven dentro de su proceso escolar, como una materia boba y
fácil de ganar que no aporta nada útil para la vida real, esto no quiere decir que no me resultara
importancia que merecen. Paradójico es que ahora me encuentre formándome precisamente para
ser maestra de Ciencias Sociales, sin temor puedo decir que se lo debo a él.
Cuando dejé la primaria, con recelo de seguir estudiando puesto que significaría muchos
más años de mi vida perdidos dentro de una cárcel sin INPEC, conocí a un tal maestro que llamó
mi atención, tenía un estilo tan particular y fuera de lo ordinario que inmediatamente me causó
intriga, una niña de 13 años que ve a un maestro vestido con botas y camisetas con logos de las
bandas que su mamá escuchaba con tanto fervor, sin duda alguna despertó en mi un interés. Al
momento en que entró al salón presentándose y explicando que su materia trascendería los
límites de lo imaginado, concluí que era un loco y que de ese loco podría aprender algo útil o por
lo menos interesante.
Conforme la vida escolar iba avanzando, más y más intriga me causaba el maestro, tenía
una forma peculiar de enseñar comparándola con la de otros de sus colegas, era apasionado,
entraba en el aula e irradiaba energía, no era un maestro de tablero y tiza lo cual agradezco, se
pasabas los 90 minutos de clase relatando, era un maestro de historias pero no de historias
propias de su vida como Mc Court, sino de historias del mundo, tenía la capacidad de convertir a
los contenidos del pensum en relatos, cada hecho suponía para él un nuevo reto de historizar y
narrar para despertar intriga en sus alumnos, capacidad que luego de sus años de ejercicio había
amaestrado perfectamente. No obstante, en el edén también hay demonios, sus quices eran
y comía del muerto gozando del proceso; la buena noticia es que estos casi causantes de suicidio
eran escasos durante los periodos académicos. Calificaba inteligencia y entendimiento, lo cual
obligaba a leer de manera exhaustiva hasta los conceptos más básicos del texto, todo bajo el
Sus ideales personales eran otro cuento, encarnaba ese tipo de persona que va en contra
del sistema aunque esté por defecto inmerso en él, tan al extremo de utilizar el mismo jean
contestatario e irreverente pero todo fuera del aula de clase, aunque a veces perdía la compostura
y mezclaba sus personalidades. Hablar con él era complejo, una tarea difícil pero enriquecedora
que suponía ser fuerte en los ideales propios porque el fácilmente te haría cambiar de idea.
Cómo ya lo dije fue gracias a él que encaucé mi vida profesional a la docencia, de algún
modo, sin él saberlo siquiera, me inspiró a ser un maestro en sus términos, a creer que esta
compleja labor significa un sentido de pertenencia y una responsabilidad con la realidad del
mundo, a devolverle a la enseñanza lo que hizo y lo que logró ella de mí, un cambio inesperado
Por esto y algunas cosas más, mi compañero inesperado de cervezas y lecturas marcó en
mí un deseo por ser quién realmente soy, por estar aquí y por el lugar en donde estaré algún día.