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Alejandra Pizarnik
Foucault decía que la presencia del homosexual, hasta finales del siglo XIX, era dada por la
invención de un “personaje” dentro del discurso psiquiátrico. Antes, explica, sólo había actos
condenables. Predijo, además, que considerar al homosexual como un resultado de eventos en
la infancia y de asumirlo como un ser aparte caería en la tendencia de formular una única
identidad, y que ello comprometía históricamente a la representación general de la
homosexualidad. Si bien Foucault analiza a la sociedad de su momento, este pronóstico
termina, en nuestros días, exponiendo lo que hoy parece estar en el centro la comunidad gay:
una única identidad. Hemos llegado a un lugar donde las luchas comunitarias han alcanzado
varios objetivos pero, al mismo tiempo, caído en representaciones que terminan promoviendo
la vida gay. De esa tensión surge la relación entre algunas películas y el uso universal de
aplicaciones como Grindr: la cerrada y egoísta convicción sobre cómo debe ser y a qué debe
responder la homosexualidad.
Toda película es una muestra de sensibilidad. Esta sensibilidad se construye desde la
percepción del mundo del director, de lo que le rodea y cómo responde a ello. Pensando en el
cine queer, se puede percibir que un gran número de películas han indagado las luchas, por la
presencia y el respeto, por la visibilización de enfermedades, por la denuncia de la violencia,
un mundo donde lo diferente se sigue juzgando, pero ahora no se habla con la rabia a lo
la igualdad, los derechos humanos, siempre exigiendo una presencia social, política y cultural.
Pero esta comunidad, que en la lucha parece unirse, en lo individual se descompone. Como
consecuencia, algunos directores de cine trabajan desde esa individualidad. Es justo ahí donde
quiero ubicar esta reflexión: analizar desde dónde están filmando unos cuantos y lo que eso
Grindr parece el (único) lugar donde la verdad sale a la superficie, la otra cara de la moneda:
una comunidad insensible, acomplejada y odiosa. En este lugar de encuentros y de libertad, el
sexo y las drogas se resumen como “diversión”, la prostitución como “masajes”, el racismo, la
xenofobia y la misoginia como “cuestión de gustos”. ¿Cómo y dónde está la lucha y la
momentáneo para alguien, y así mismo actuamos con los demás? El éxito de dicha aplicación
está en la facilidad de mostrarnos, geográficamente, lo cerca que está un homosexual del otro.
En ese sentido la aplicación formula, o eso hace pensar, un espacio de seguridad y de
aceptación. Pero si ese “otro igual” no entra en los gustos o en lo que momentáneamente se
algunos directores han ubicado este mismo modelo de composición homosexual: siempre los
que la heterosexualidad se define en gran parte por lo que ella rechaza, de la misma manera
que, en general, una sociedad se define por lo que excluye. Podemos, entonces, reformular un
su definición.
Grindr, como podría serlo también el cine, es una lucha constante de poder sobre los demás:
qué ofrecen y qué ofrecer. Como si, de entrada, los homosexuales estuvieran obligados a
responder a algo. Esto, por razones aquí imposibles de discriminar al detalle, genera películas
que insinúan cómo debe ser vivida la vida gay, omitiendo la diversidad de cuerpos,
personalidades e incluso de vidas. Grindr y varias de estas películas moldean a su antojo cómo
percibir a los demás: buscar y codiciar únicamente ciertos cuerpos, concentrarse solo en
ciertos perfiles y estilos de vida, que, más allá de contemplar y cuestionar lo que rodea,
Xavier Dolan ha fijado una particular belleza en su cine: hombres atractivos, con un sentido
artístico definido, una manera de hablar, de vestirse, de encontrarse en fiestas donde se
reconocen y se valoran entre los suyos. Dolan exige hombres con cualidades tan específicas y
una única perspectiva de “así es ser gay” que parece que su única intención es filmar certezas e
impartir cátedra sobre lo que él considera debe ser la homosexualidad. No es gratuito que
(I killed my mother, 2009), a un atractivo joven de estilo que se enamora de un ambiguo
heterosexual (Les amours imaginaires, 2010) y a un joven que se enfrenta a la represión sexual
de otro hombre (Tom at the farm, 2013). Estamos constantemente viendo a un gay que Dolan
muestra como víctima, como alguien especial y cool que, maquillado con banda sonora y con
rodean.
En un ensayo, un amigo hacía énfasis en la traducción de Grindr, que viene de Grinder, en
inglés, y su traducción es molinillo. Pero menciona que el verbo to grind t raduce oprimir o
odiada: los altos números de descargas demuestran la facilidad con que los gais la eliminan y
vuelven a ella. Este lugar en el que se ha convertido Grindr es, efectivamente, agobiante. El
esté para usarla. Los nombres de sus usuarios casi poetizan el tamaño de sus miembros,
les gusta: cero plumas, no viejos, no activos, no pasivas, no niñas, no peluqueros, no mojigatos,
no putos, no gordos, no divas, no venezolanos, no románticos. Si comparamos esto con cierto
cine podría traducirse en la misma exigencia de lo que debe estar o no en el plano. De lo
Dirigir con Grindr es cuando algunos directores, como perfiles de la aplicación, reducen la
homosexualidad a sólo algunos campos. Tom of Finland (Dom Karukoski, 2017), un biopic que
disminuye el trabajo del conocido artista entendiendo su obra solo desde su atrevimiento y
percibiendo a Tom of Finland no desde la ironía social en su trabajo, sino resaltando al
homosexual musculoso y a los fetiches representados en sus dibujos. Una interpretación que en
la película cojea entre lo atrevido y lo cómico, donde el director estructura su película desde
convicciones superficiales que rebajan el trabajo del artista a su interpretación sexual.
Gerontophilia ( Bruce LaBruce, 2013) se apoya plenamente en un determinado gusto para
empujar la película entre la comedia y el romance. Otras películas han asumido la
homosexualidad solo desde lo masculinamente bello: Five dances ( Alan Brown, 2013), Boy
Culture (Q. Allan Brocka, 2007) y Innocent (Simon Chung, 2005) perciben la homosexualidad
económica, etc) y creencias que revelan una postura y una personalidad sesgada
exclusivamente a sus fantasías. Dream Boat (Tristan Millewski, 2017) y Daddy (Gerald McCulloch,
2015) son películas que se construyen entre la hipersexualidad y una mirada encerrada,
recayendo en la homosexualidad como experiencia, principalmente placentera. Parece que sus
personajes sólo se motivan por su deseo sexual, que no hay nada alrededor más que cuerpos. En
general, son películas que merodean con intenciones ciertamente egoístas, que construyen
Del otro lado, hay directores que proponen una relación distinta con sus personajes
homosexuales. Alain Guiraudie, en su cortometraje Ce vieux rêve qui bouge (2011), encuentra lo
erótico en la cotidianidad de una fábrica a punto de cerrar, donde cuerpos de hombres mayores
de edad van despertando entre sí. La construcción espacial y circunstancial que Guiraudie
propone no está, como en los directores ya mencionados, en la vida deseable del homosexual,
no está en los cuerpos pulidos ni en la consagración de los mismos. Es un cortometraje que
explora la condición homosexual desde la soledad, el recuerdo del pasado, el ruido y lo
abandonado. El director argentino Marco Berger filma cuestionando la irónica perspectiva
heterosexual. Se apoya en lo diferente y sugiere un homoerotismo desde los espacios y
actitudes, de lo que no ha pasado (Ausencia, 2011), de lo que puede pasar (Plan B, 2009), de la
Otras visiones han reflexionado más sobre la condición y la posición del homosexual, Beau
travail (Claire Denis, 1999), Tropical Malady (Apichatpong, 2004), Fox and his friends
(Fassbinder, 1975), Brokeback Mountain (Ang Lee, 2005), Beautiful Thing (Hetti MacDonald,
ambigua posición del homosexual en la sociedad y que se plantean desde otros lugares, quizá
Ahora, en fechas del orgullo gay, se proclama: “Siente orgullo de tu identidad”. ¿De cuál? ¿La
impuesta por los gustos de los demás? ¿La rechazada en Grindr? ¿La omitida en la pantalla?
Muchas películas promueven la seguridad fuera del clóset: el orgullo, la vida sin prejuicios, los
valores de una familia LGBT, etc. Pero construyen una fantasía, he ahí heridas de una
comunidad y de una generación de directores: Niegan los propios cuchillos. Pienso que no
tendríamos que depender de cuerpos o mentes moldeadas, es necesario comprender la
diversidad aceptándola y haciéndola propia, buscando en la propia oscuridad. Destruyamos y
cuestionemos las tendencias. Revolquémonos y retemos desde la diferencia. Descifremos el
dolor de nuestra honestidad. Sin maquillarlas, anunciemos las únicas amigas: las angustias.
Publicado en:
https://revistaceroenconducta.com/revistas/cero-en-conducta-no6-abril-junio-2019/dirigir
-con-grindr/
CERO EN CONDUCTA Nº5 / ENERO - MARZO 2019
EL AGUJERO
Posteado en 4 marzo, 2019
Pero si no tenemos limpio el pecho,
La penetración explícita en el cine ha sido siempre objeto de discusión y de enfado. Al día de
hoy unos segundos de una vagina o de un pene erecto continúan enmarcando a una película en
el terreno de lo “no apto para todos los públicos”. Pero la cantidad de películas (de todos los
gustos) basadas en la “original” idea de perder la virginidad llena una gran lista. Si bien la
imagen explícita de una penetración puede ser agresiva, ciertos contenidos de muchas otras
películas son, en mi opinión, mucho más agresivos respecto a lo que nos representa como seres
sexuales: ese fervor adolescente de penetrar a las mujeres, de comprender a la mujer como el
trofeo, o la extrema sugerencia de compactar lo femenino dentro de la función plenamente
sexual y provocativa. Así mismo, la estigmatizada figura del hombre incapaz de pensar más allá
de su sexo.
Es interesante cómo la historia del cine ha establecido una cierta liberación sobre el cuerpo
humano, pero persiste la corriente que omite al cuerpo plenamente sexual. Seguido a esto, está
la distinción en la construcción del cuerpo humano: el cuerpo blanco, delgado y proporcionado
es el que desnuda. El cuerpo negro, indígena, obeso, travestido, transformado, peludo o con
particularidades es el que se cubre o, en caso de destaparse, es para conformar un sentido
cómico o incómodo de ver (Batalla en el cielo, Nymphomaniac, Love). Entonces el desnudo no
es lo que causa impresión sino la condición en que se muestra. De ahí que el sexo lo
empecemos a leer lleno de adjetivos: apasionado, puro, deseable y sugerente (sin excederse).
Este artículo no es sobre qué debe o no mostrarse en el sexo, pero me parece importante hacer
estas afirmaciones para hablar de ese sexo que ha sufrido omisión a causa del pudor y la
exigencia de los públicos, ese sexo que es más sucio por la imaginación que por el acto y que
carga con los prejuicios y las comparaciones de los demás: la penetración homosexual.
Uno de los directores más mencionados al hablar (o generalizar) del cine queer es el alemán
Fassbinder, quien inmortalizó una provocativa relación entre la homosexualidad y el cine que
hasta hoy continúa inspirando a generaciones. Quizá su mayor logro es impulsar una presencia
de personajes homosexuales tan adheridos a la sociedad que no dan chance al espectador de
cuestionar o subrayar con prejuicios. Es una declaración y una imposición de adquirir el cine
por sí mismo, sin detenerse a dar explicaciones como muchos de los directores gais se creen
obligados a dar. En Querelle (Fassbinder, 1982) vemos el coraje y el sentido irónico con el que
asume la sexualidad entre dos hombres. Construye un contexto sumamente erótico y voltea las
cartas sobre la pasividad en el sexo homosexual. La historia en la película gira constantemente
sobre el eje de ser penetrado en aquel contexto tan varonil y oscuro. El personaje Querelle,
constantemente rehusando a su homosexualidad, sólo desea que lo penetren por placer y es
incapaz de ser activo en el sexo porque, para sí mismo, sería demostrar un gran amor que aún
no está listo para dar: el de un homosexual. La vuelta de Fassbinder tiene que ver con la otra
cara de aquella idea “racional” de que el hombre activo es el que más cerca está de permanecer
como macho. Todo lo contrario sucede en gran parte del cine gay (incluso en el
contemporáneo) que promueve la pasividad como la sumisión a un otro o la entrega del cuerpo,
manteniendo la misma idea de culpa con las que se enseña sobre la virginidad del cuerpo
femenino.
Las películas heterosexuales sobre la pérdida de virginidad entre hombres y mujeres son
numerosas, están las franquicias de comedias ofensivas de Hollywood, donde se simplifica la
sexualidad desde el pudor y se expone, radicalmente, la idea de poder “sentirse hombre”
después de haber tenido sexo. Esta enfermiza persecución por perder la virginidad permitió la
construcción de personajes estereotípicos basados en la sexualidad, evocando la idea del nerd
como el fracasado sexualmente, el macho alfa como el que puede tener sexo con quien quiera, y
los ejemplos siguen… Otras películas, en cambio, plantean la pérdida de virginidad desde
acercamientos más sugestivos: The virgin suicides (Sofia Coppola, 1999), Kids (Larry Clark,
1995), Jeune et jolie (François Ozon, 2013) oÀ ma soeur! (Catherine Breillat, 2001), donde la
mirada es mucho más radical o sensata sobre lo que es la entrada al mundo sexual.
Diferente a la cantidad de películas gay donde el paso no es de madurez sino de aceptación, por
un lado de ser homosexual y por el otro de asumir un rol pasivo. El cine ha contribuido a
construir la imagen, tan diferente, entre el activo y el pasivo. Y además se ha omitido, en un
gran porcentaje, la pérdida de virginidad, como si no tuviera el mismo valor y la misma presión
que para los heterosexuales. Es continuar con la idea de asumir que, por ser hombres, en la
primera vez sólo hay pasión y deseo. Es decir que mucho cine asume, cómica o
despectivamente, la representación del rol pasivo y, además, se despacha su revisión sobre “la
primera vez”, cayendo en la falsa creencia de que es normal o poco importante. Todo lo
contrario.
Claro, hay películas que han planteado el miedo a la penetración, como Closet Monster (2015)
de Stephen Dunn, pero recaen en la idea de un trauma y lo que hacen es, nuevamente, asumir el
inicio o no-inicio sexual desde comodines dramáticos. Y no se trata de exigir el sexo como eje
de una película con personajes homosexuales, pero de reflexionar sobre lo que no se enfrenta
en el cine. En Call Me By Your Name (Luca Guadagnino, 2017) es delicada la precisión del sexo
entre la pareja, para Elio es un cambio perder su virginidad con otro hombre, cambio tan
drástico que no pasa invisible y no es solo por ser un adolescente, sino que está aceptando una
agresión placentera en su cuerpo. Y por ello la película no es sólo un romance homosexual, es
un gran cambio, una aceptación, una verdad que sale a flote.
El terror que, aparentemente, causa una vagina o un pene erecto en pantalla resulta de las
convenciones que han permitido que películas como Love, de Gaspar Noé, o Nymphomaniac, de
Lars Von Trier, adquieran un supuesto prestigio por su “polémica”. No son más que películas
pasajeras, aburridas y plásticas a lo absoluto. Esa polémica que existe sobre el cine no es más
que el reparo para una sociedad hipócrita, que asume el sexo en la oscuridad pero que
mantiene a la pornografía con índices de búsqueda elevados. Claramente el sexo en el cine
sigue estabilizado y estandarizado. ¿Cuál es el escándalo en encontrarnos entre cuerpos? En
comprender que dos hombres tienen sexo y que les duele, que les gusta, que se ensucian, pero
que eso no los detiene, entienden que todo eso bien lo vale. Privarnos en el cine de un
encuentro natural es, de muchas formas, estandarizar y determinar lo que está bien y lo que
está mal, es sentir pena por lo que somos y nos gusta hacer, es darle palmaditas al amigo
heterosexual para que no se incomode si ve un par de huevas peludas, un condón sucio o
semen sobre un pecho peludo, una nalga o un cachete.
Y esto no ocurre sólo con el cine homosexual, también la figura de la mujer ha sido tratada de
absurda y plana, (siempre depiladas, delgadas sin imperfecciones, gimiendo bajo cualquier
hombre) y, a veces, da la impresión, lo único que se muestra de ellas son sus senos. Catherine
Breillat, directora francesa, también se detiene en ello, en Anatomy of hell (2004) propone el
sexo de una mujer en su período, porque así sucede y sí es una imagen “agresiva”. Ambos casos
están directamente relacionados con el machismo, con lo que aquellos quieren o no quieren
ver, con lo que “está bien” o “está mal.”
Otros han encontrado caminos para contemplar el deseo y la sexualidad homosexual desde
horizontes más interesantes: el sexo como respuesta a la masiva construcción de una nueva
clase media (Nova Dubai, Gustavo Vinagre, 2014), el fetiche y la explotación del cuerpo hasta
animalizarse (O Fantasma, Jõao P. Rodrigues, 2000), el espacio como protagonista sexual
(L’inconnu du lac, Alain Guiraudie, 2013) o en el grito sexual como protesta frente a la
enfermedad y la indiferencia (BPM, Robin Campillo, 2017). Miradas que asumen la sexualidad
entre hombres desde una naturalidad con matices, reevaluando lo que representa el contacto
sexual, la relación del hombre con su cuerpo y el de los otros. Es comprender el acto sexual
desde una iniciativa política y que no pase invisible para el espectador.
El sexo entre homosexuales no es simple, no tiene una coreografía, no puede encerrarse entre
dos roles y, sobre todo, no es puro. Tampoco ser o querer ser pasivo en una relación es una
decisión cualquiera; sí, los hombres sufren y temen perder la virginidad, como cualquier
persona, y también les preocupa el pudor, la exigencia y reacción de su compañero sexual. Y no
es algo que deba ser representado en el cine en cada ocasión, pero el asunto sí puede
reflexionarse, comprender que la sexualidad gay no está enmarcada únicamente en roles o en
contextos. Incomodemos, hablemos desde nuestra verdad, desde nuestra diferencia, desde
nuestra suciedad. Recordemos siempre las palabras de Lemebel: “Yo no pongo la otra mejilla,
pongo el culo, compañero. Y ésa es mi venganza.”
CERO EN CONDUCTA N°4 / OCTUBRE - DICIEMBRE 2018
CARRERAS EN LA IZQUIERDA
Posteado en 11 enero, 2019
El prestigioso festival de la capital brasileña ha impulsado y acogido a una gran cantidad de
realizadores, nombres como Adirley Queirós (Branco Sai, Preto Fica) , Marcelo Lordello (Eles
Voltam) , Marília Rocha (A Cidade onde Envelheço), entre otros, aparecieron por primera vez en la
gran pantalla del Cine Brasília. Con un tono siempre político y apasionado, el festival se había
convertido para los realizadores en uno de los objetivos principales y desde hace dos años se
levantó el reglamento que exigía a las películas exclusividad en el estreno, permitiendo que
a cabo la versión 51 del festival y, siendo un año de elecciones, donde los feminicidios y
crímenes de odio han aumentado, el festival tenía una inmensa responsabilidad en sus
hombros, pero la curaduría y algunos aspectos que comentaré de la programación, dejaron un
sabor agridulce y varias dudas sobre los que están detrás del festival.
El Festival se divide, principalmente, en las categorías de competencia nacional de cortos y
largometrajes, una sección competitiva de cine Brasilia, muestras paralelas y muestra de
territorios audiovisuales indígenas. El orden es simple, en la tarde se presenta una sesión
la noche, se presenta uno o dos cortometrajes y un largometraje de la competencia oficial.
Desde este formato de organización el festival ya marca unas pautas, poco agradables, que
desaprovechan el espacio del Cine Brasília, bien podrían organizar las otras categorías en los
espacios alternos y permitir ver las películas en otros horarios. También la muestra de cine
indígena se excluye de la mejor sala y está programada a la misma hora que la competencia de
El festival se autoproclama de izquierda, los presentadores apoyaron abiertamente su
pensamiento e impulsaron los gritos de “¡Lula libre!”, así mismo las directoras y los directores
proclamaban directamente los problemas racistas, homofóbicos, sexistas y clasistas del país.
ni en la programación de las mismas. Cada noche parecía marcada y encasillada por un tema,
hubo noche de cine sobre el racismo, noche de diversidad sexual, noche de coming of age, etc.
Pero no era una división pensada para dar un orden sino pensada en el público, era permitir y
avisarle el tipo de contenido que tendría espacio. Así, por dar un ejemplo, el último día de
proyección se presentó la controversial Bixa Travesty junto a dos cortometrajes queer, los tres
tenían en común una libertad sobre el cuerpo desnudo. Pero el público que asistió ya se
el público cambiaba y las presentaciones parecían alteradas, haciéndome sentir en un festival
reacción, se arrodilla frente a él esperando la aprobación. Un festival donde se apoyan
nociones con gritos apasionados pero, a la hora de la verdad, tiene mucho miedo de “ofender”
susceptibilidades. Ahora, lo que más importa de un festival: Las películas. Las competencia
oficial y la de Brasília cojearon mucho y la razón es simple pero volveremos a ella después de
que les llegó a las manos. La primera película es un coming of age de una adolescente que se
enamora de una compañera de su escuela y lidia con sus inseguridades y sus sentimientos. Es
una película que muestra el acto de liberar los pezones femeninos como una revolución. Deja
pensando: Debió estrenar hace 10 años. El movimiento feminista se actualiza de acuerdo al
impacto en la sociedad y aunque el mensaje de la película sea positivo e importante, deja la
amarga sensación de algo antiguo y una ambición del director muy corta y ajena a lo que hoy
está pasando. Los Silencios es una película que refleja los fantasmas del conflicto colombiano,
una madre cabeza de familia llega con sus hijos desplazada a un pequeño pueblo entre las
fronteras de Colombia, Perú y Brasil, allí debe asumir la desaparición de su esposo e intentar
apelar a una indemnización para empezar de nuevo. La directora se enfrentó y fracasó en la
dirección de actores de otra nacionalidad e idioma, así mismo el guion tiene fracturas en sus
diálogos y en el contexto en que la historia está ubicada (el plebiscito colombiano del 2016) no
repercute de ninguna forma. Parece que hay muchos cabos sueltos en los hechos y que se
recarga principalmente en la familia sin preocuparse por aspectos históricos y culturales
importantes.
Rosa, una película sobre el secuestro de un director de cine que es obligado a hacer una
película sobre la vida de su secuestrador. Allí se trazan y se satirizan las líneas con las que se
los políticos, pero se deja arrastrar por la idea de mostrar a las personas ricas como idiotas. Es
una película que parece plástica, encierra al espectador y lo obliga a ver a los personajes como
director al que no le preocupan las expresiones humanas y sólo divide el mundo entre ricos y
pobres. Queda la evidencia del camino que termina por escoger la película: desolación y
perversión alla Lanthimos y/0 Östlund, construyendo una narrativa despectiva y endiosada.
Entre los documentales estuvo Torre das Donzelas, de Susanna Lira, donde entrevista a mujeres,
entre ellas Dilma Rousseff, quienes fueron presas políticas en la cárcel Tiradentes durante la
dictadura militar. La documentalista recorre el edificio junto a los recuerdos, crueles y
nostálgicos, del período de encierro y retrata la presencia femenina en momentos históricos
que se asocian exclusivamente a lo masculino. Pero el documental va cayendo hacia una
narrativa televisiva (incluso dramatiza con mujeres modelos) y repetitiva. Se pierde la noción
de documental entre las declaraciones de Dilma y el resultado es impermanente y aburrido.
Bloqueio, de Victória Álvares y Quentin Delaroche, documenta el paro de camioneros que
paralizó al país en mayo de este año, con un estilo agresivo y llamativo, el documental va
dejándose llevar por la sátira de las personas que hablan a la cámara, ironizando las posturas
como la exigencia de los camioneros por democracia pero apoyando la intervención militar. Y,
y activista Linn da Quebrada, un documental que libera el cuerpo travestido, que refleja a la
artista desde su humor ácido y la política que enfrenta a los machos alfa. Pero hay que
detenerse un poco y analizar qué es lo que documenta la dupla y por qué excluyen muchas
canciones y discursos de Linn. Los pocos momentos de Linn hablando de otros aspectos fuera
de su trabajo sobre la sexualización de su cuerpo parecen ensayados o está encerrada en una
cabina de radio. El documental tiene aciertos, sin duda, pero hasta qué punto es sólo una cara
de Linn da y los directores no están cometiendo el error de asimilar a las artistas travestidas
Por último Temporada, que se llevó el premio a la mejor película de la competencia oficial, de
a Contagem por motivos laborales y mientras espera a su esposo se va adaptando a su nueva
vida. El director tiene una sensibilidad, difícil de encontrar, sobre la clase baja y manifiesta en
sus personajes una noción de felicidad, de sueños y metas para cumplir. La curaduría del
festival sufrió por su afán de seleccionar un cine que acentuara exclusivamente su posición
política y manifestara los problemas nacionales al día de hoy, pero el hambre le ganó a los lobos
interesantes pero mal ejecutados. Así mismo, el afán fue el rival para la creatividad entre
realizadores que abordaron temas en auge pero donde es cuestionable la posición de muchos.
Son películas que parecen producto de un apetito insaciable sobre lo que pasa en el país y es
bueno que haya esta vitalidad política en los artistas, pero hasta qué punto en el hacer y
exponer se pierde la poesía en el cine. Lastimosamente, el mensaje del festival de cinema de
Publicado en:
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