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Ernesto Laclau NUEVAS REFLEXIONES SOBRE LA REVOLUCION DE NUESTRO TIEMPO Ediciones Nueva Visién Buenos Aires Titulo del original en inglés New Reflexions on the Revolution of Our Time First published by Verso 1990 © Emesto Laclau Translation © indi All rights reserved lual translators 1990 Version catellana de Emesto Laclau 2° Edicién: Marzo 2000 ‘Toda reproduccién total o parcial do esta obra por cualquier siste- ma, ineluyendo el fotocopiado, que no haya sido expresamente auto- rizada por ol editor constituye una infraccién a los derechos det autor y sors reprimida con ponas de hasta 6 afios de prisién (art, 72 do la ley 11.723 y art. 172 del Cédigo Penal). En la tapa: Juan Pablo Renzi. Un error de ediculo del Dr. Pi. 1988. Esmalte y dleo sobre tela (parcial). 1.S.B.N, 950.602.292-5 © [993 por Ediciones Nueva Visién SAIC “Yucumén 3748, (1189) Buenos Aires, Repabliea Argentina hecho el depdsita que marca la ley 11.723 = won ta Argentina f Printed in Argentina A Viamonte 430, donde todo emperd RECONOCIMIENTOS, 1. imposibilidad de la sociedad!” ["The Imposibilily of Society" aparccié nenteenel Canadian Journal of Political and Social Theory (vol. 1.Nos. | y 2, Hiver-Printcmps 1983); “Psicoanalisis y marxismo” [“Psy- choanalysis and Marxism") en Critical Inquiry (vol. 13, No. 2, Winter 1X0); “Posmarxismo sin pedido de disculpas”, |"Post-Marxism without 3s" | on New Left Review (No. 166, November-December 1987); "La stizquicrda” ("Building a New Lett" |en Strategies (No. 1, Fall 1988). La pieza inicial que da su titulo al volumen, asf como ke evista “Teorfa, democracia y socialismo” ["Theory, Democracy and lism” y el ensayo de Slavoj Zizek "Mas alld del andlisis del discurso”, Beyond Discourse Analysis" se publicaron por primera vez en ki edici inyslesa original de este libro. PREFACIO. Este prefacio fue escrito en febrero de 1990, en un contexto histérico muy distinto de aquel en que e! volumen fue originariamente planeado, a comien- 208 de 1988. Los dos vitimos afios han asistido a la transformacién més importante que cl mundo haya experimentado desde al fin de 1a Segunda Guerra Mundial. Su centro 0 han constituido tos cambios actualmente en curso en Europa Oriental y la Unién Soviética. El ciclo de acontecimientos que se abriera con la Revolucién Rusa sc ha cerrado definitivamente, tanto como fuerza de irradiacién en el imaginario colectivo de Ia izquierda internacional, como en términos de su capacidad de hegemonizar las fuerzas sociales y politicas de aquellas sociedades en tas que cl Ieninismo, en cualquiera de sus formas, constituyera una doctrina de Estado. El cuerpo mortal del leninismo. despojado de los oropeles del poder, nos muestra su realidad deplorable y patética, Todas las ideologias que acompafian una Iransformacién histérica ejercen, sin duda, una cierta violencia sobre Ia realidad contingente y limitada que las encama. En los hechos hay siempre ‘una cierta distancia 0 hiato ques inevitable en todo proceso de encarnaci6n. Pero las dimensiones de este hiato son las que finalmente cucntan, y aguf la reglaes clara: cuanto mas “universal” es laidea que debe ser encamada, tanto mayor es la distancia respecto de las limitaciones de los agentes sociales que las encaman, y tanto mas probable es que el resultado sea una simbiosis monstruosa. Hegel decfa que Napoleén cra el Espiritu Absoluto montado en tun caballo blanco. Serfa muy optimista suponer, ahora que el Espiritu Absoluto ha abandonado el cuerpo mortal del leninismo, quelo que nos queda es un caballo blanco, No hay ningiin motivo para minimizar le profundidad de tas revisiones que es necesario efectuar en lox supuestos sobre los que se hasaba el discurso tradicional de la izquicrda, Solo esta ertica y estas revisiones pucden proveer tun nuevo y sano punto de panics. Y, sobre todo, es necesario no hacerse ilusiones acerca de un Marx hipotético cuyo discurso habria sido dejado intacto por fas subsecuentes deformaciones det “niarxismo”, Como Gareth Stedman Jones lo afirmara recientemente rel poder del eapitalismo queen demostrarcon convicci6n que este debi Hogatra su fin, Fue elocueneia y nociencia italismo y el destino de kt bhasadat en una nocin mais alta de formulaciones eripticas, no sustemtadas |. Finalmente, pesto que afirmsaran ss cade las se reduciat a unas poe: ni por la evideneia ni por seguidores, nunca tuvo éxito cn establecer una eo cconexiones entre relaciones de propiedad y form: Como resultado, su negativa «at aceptar que et capitalismo pudiera ser controladoatravesde lareforma poiica yk presgncolectiva, crew tim instancia, una afirmacién dogm: La perspectiva posmarsista de la que este votumen format parte es. por consiguiente, mucho may que una mera eleccidn (esrica: es una decision inevitable para quien quicra reformulirun programa politico para ka izquier- den las citcunstancias histéricas prevalenes en Ii dltima década del st Blo xx. u El flulo de este votumen toma su inspiracién de Harold Laski. Valle ta pen detenerse un momento en este punto. cade que ta préetica politica que en ¢! se postula se distancia no solo de! marxismo y del comunism, sino jambign ddc lay formas clasicas cle 1a socialdemocracia. Publicacas en 1943 —cl ano ue representsel giro decisive cn ka Segunda Guerra Mundial—las Reflexio- nes sobre la revolucidn de nuestro tiempo de Laski, adquieren ta significa cci6n retrospectiva de un manifiesto para la futura experiencia del gobieme laborista en tos afios de la inmediata posguerra, fundado, como aquél estaba, cn cl proyecto de uni “demoeracia planiticada”. La radicatizacidn del pensamicnto de Laski durante fos afios °30 adopts la forma de una creciente simpatfa por la experiencia sovidtica, en tanto que ésta se basitba en un sistema de planificacidn centralizada i deploraba las excesos ". Marxivn Taday, Feb. 1990, aloriales del stalinismo, cuyas verdaderas dimensiones no cran entonces conocidas). Laski aconsejaba a los paises occidentales imitar estos logros, afirmando al mismo tiempo que ellos eran compatibles con los valores polt- ticos basicos de una sociedad democratica. En esta época, por consiguicnie, tanto comunistas como socialdem6cratas participaban de una fe cominen cl Estado centralizado como instrumento capaz. de garantizar el crecimiento econdmico y cl advenimiento de sociedades mas justas, libres c igualitarias. Es esta confianza en las capacidades transformadoras del Estado ta que torna a estos andlisis perimidos, La planificacién central esté desacreditada enc! mundo comunista, y toda perspectiva futura de crecimiento econémico ¢s referida a la reintroduccién —en muchos casos a la introduceién tour court— de los mecanismos econémicos del mercado. Y en las sociedades ccapitalistas occidentalcs, el Estado de bienestar— fue desacreditado por las formas burocréticas que acompafaron su implementaci6n en los veinte anos subsiguientes a la guerra, lo quecondujo a la expansidn del conservadorismo ¥ de las ideologias del libre mercado en los aos °80. {Significa esto que debemos abandonar toda regulacién consciente del proceso cconémico y confiar enteramente en Jos mecanismos de mercado, ‘como nos aconsejan con una dosis considerable de cinismo nuestros conser- ‘vadores en Occidente, y con una dosis considerable de utopismo las élites politicas emergentes cn Europa Oriental? Desde luego que no, porque, entre ‘otras razones, cl automatismo de los mecanismos de mercado es en buena parte un mito —en verdad, la intervencidn estatal en la regulacién de la ‘economifa ha sido mayor bajo los regimenes neoconservadores que en cl perfodo del Estado de bienestar— y también porque los resultados de tal automatism, en los casos en los que él ha operado librementc, han sido ‘cualquier cosa menos beneficiosos para la sociedad en su conjunto, Pero ¢s aquf exactamente donde la formulacién de una nucva politica para Ta izquierda debe comenzar: con la desconstruccién de la altemativa exclusiva hire mereacto y regulacién social como su punto de partida. Porque debe recortlarse quc la misma nocién de “regulacidn social del proceso producti~ vo" esté ligada dialécticamente a su oposicién, a una regulacién por cl ‘mercado, concebida como basada enteramente en la biisqueda individual de Ja ganancia. Es s6lo sobre la base de la naturaleza total y exclusiva de esta antftesis quc cl “socialismo” puede ser visto como la climinacion radical de a propiedad privada de los medios de produccién. Aqui es precisamente donde surge el problema. Porque si la nocién de lo social que subyace a la idea de regulacisn social del proceso productivo adquiere su contenido Lan s6to através de su oposicién a lo individual.en tal caso el caricter homogénco c indivisible de la comunidad debe ser aulomticamente aceplado. Estahomogencidadsocial. que asumfa la funcién de dar encarnacién cinicrefa a la jiniversalidad en el discurso marxista, era _garantizaida por hipotesissociolsgicastalescomo la creciente protetarizacicn n de la sociedad y la progresiva simplificaci6n de la estructura de clases bajo el capitalismo, Pero si esta simplificaci6n no ocurre, la homogeneidad de lo “social” —requerida en cl discurso socialista para constituir al agente de la planificacién— estard necesariamente ausente. En tal caso la planificacién no seharden beneficio de una supuesta comunidad “universal” —unaentidad no existente— sino de la particular constelaci6n de fuerzas que ejercen el control del Estado (que se extiende desde una clase burocrdtica, como en Europa Oriental, hastaun partido polttico enalianzaconlossindicatos,como eneel caso de los gobiemnos laboristas briténicos). La conclusién que de esto se deriva no es, sin embargo, negativa. Si la palabra de Dios ya no se escucha, podemos comenzar a dar a nuestras voces tuna nueva dignidad, Si nuestras acciones ya no tienen que ser justificadas frente a un tribunal extemo a nosotros mismos —la Historia, la Doctrina, el Partido—, podemos aceptar las limitaciones a partir de las cuales pensamos ¥y actuamos, e incluso respetar nuestros propios errores. La tolerancia no es luna virtud marginal: como punto en el que el reconocimiento de nuestra condicién humana puede comenzar, ella tiene una funcidn ontol6gica. Esto tiene tres implicaciones cruciales para la izquierda. La primera es que si no hay ninguna tendencia hist6rica “objetiva” que conduzca a la emergencia de 1o"social”" como sujeto homogéneo que coincidirfacon launiversalidad vacia de lo opuesto a lo “individual”, en tal caso toda gestiGn “social” ser4 llevada a cabo por actores sociales hist6ricamente limitados. Como consecuencia, la radicalidad de una politica no seré el resultado de Ia emergencia de un sujeto que pueda encamar 1o universal, sino de la expansién y multiplicacién de sujetos fragmentarios, parciales y limitados que entran en el proceso colec- tivo de toma de decisiones. Es en este sentido que con Chantal Moufle hemos intentado redefinir el proyecto de Ia izquierda como la construccién de una democracia radicalizada y plural. En segundo término, la desconstrucciGn de Jo “social” en ladicotomfamercado/regulacién social no significa que su otro polo pase a ser autométicamente valido, dado quees la dicotomfa misma y no ninguno de sus polos aisladamente considerados la que tiene que ser desconstruida, En téminos de polo social, esto implica una dispersion y distocacién del poder. Debe sefialarse a este respecto que ciertas formas aparentemente libertarias de alterativa a ta planificacién burocritica —comio la gestién del proceso productivo por parte de los productores directos— contindan, de modo invertido, dentro de una perspectiva autorita- ria; porque a menos que la sociedad sea homogencizada de modo tal que todo miembro de ellasea un productor directo, tal gesti6n s6lo puede significar una dictadura sobre los consumidores y sobre otros estratos de la poblacién que sonafectados por las consecuencias del proceso productivo. Unademocracia radicalizada y plural implica la multiplicacién de estog grupos de referencia que intervienen en la gestién social de la produccién, Las varias identida- des que surgen de Ia fragnientacién del proceso de trabajo, las distintas “4 categorias de trabajadores, las minorfas sociales y raciales —asf como aquellos grupos movilizados por la explotaci6n del medio ambiente— todos cellos tienen un interés, y deben por lo tanto participar en la gesti6n global de la sociedad. La regulaci6n social se liga ast a una inestabilidad esencial y al carécter incompleto de los grupos que la definen, y no puede ser reducida al “estatismo” caracterfstico tanto del comunismo como de Ia socialdemocra- cia, Es importante seftalar, sin embargo, que la nociGn de “regulaci6n porel mercado” también es afectada por esta desconstnucciGn. El libre juego de las fuerzas del mercado es tan incapaz. como la planificaci6n burocratica de producirun “efecto sociedad”. En la préctica, esto significa que laregulacion social ser4.un proceso complejo y pragmético enel que la intervenciénestatal y los mecanismos ce mercado se combinarén de acuerdo con formas que son irreductibles a un modelo aprioristico. Como consecuencia, asi como el elementodeintervenciGnestatal conscientenoencuentrast principioteleol6gico de explicacién en una supuesta tendencia inmanente a establecer un control estatal total sobre la vida econémica, tampoco hay un laz0 teleolégico esencial entre 1a presencia de mecanismos de mercado y su total subordina- cidn al objetivo de la ganancia individual. En ese caso, sin embargo —y esta es la tercera consecuencia—, el grado en que una democracia radicalizada es aleanzada no puede medirse en {érminos del nivel de intervenci6n estatal en la vida econ6mica. El socialismo ya no es un modelo de sociedad, y pasa a scr parte de la radical democrati- zaci6n de 1a organizacién social. Y este principio de democratizacion es, desde luego, compatible con una amplia variedad de arreglos sociales concretos que dependen de circunstancias, problemas y tradiciones, sen la multiplicacién de “espacios puiblicos”, y de sus grupos de referencia,mds allé de aquéllos aceptados por el liberalismo clésico, donde reside la base parala construccidn de una alternativa democratica radicalizada. Y no hay nada ut6pico en la proposicién de esta altemativa, dada lacreciente fragmentacién de los sectores sociales y la proliferacién de nuevas identidades y antagonis- ‘mos cn las sociedades en las que vivimos. ur Repensar una altemativa radical democritica para el siglo xt require innumerables intervenciones discursivas, que van desde la politica en el sentido corriente del t¢rmino—alaeconomi(a, y desde laestética la filosofta. Este s6lo puede ser el trabajo de toda una generacién, ejecutando a lo largo «le un cierto niimero de afios. Una tarea preliminar consiste, sin embargo, en cexplorar los supuestos intelectuales de aquellos prejuicios que deben ser Is cuestionados, efectuando un desplazamiento que permita la formacién de un ‘Ruevo punto de vista. EI primer ensayo de este volumen es una contribucién esta tarea, en la que el lector encontrar, mas que una discusién detallada de problemas politicos concretos, el intento de construir una perspectiva desde la cual pensar la politica, La segunda parte consisic en una serie de articulos c intervenciones discursivas publicadas durante los afios °80 y Ia tercera, en dos entrevistas que me fucran hechas en afos recientes. La mas reciente y targa de estas entrevistas, organizada por Verso, se publica en este volunien por primera ver. Dada la naturaleza de este material yl clima extremadamente polémico en que estas intervenciones tuvieron ugar —dominado por un conjunto reiterado de preguntas y aliemativas polfticas— un cierto nimero de yuxtaposiciones y repeticiones han resultado inevitables. Si me he decidida, Sin embargo, a reunirtodo este material en un volumen,es porque he acepiado el argumento de que la reiteraci6n de un punto de visit cn contexios discursivos distintos puede contribuir a su clarificacién, No puedo hacer justicia a todos aquellos que han contribuido, de un modo wu otro, a hacer este libro posible —la lista serfa demasiado larga. Pero en algunos casos quiero hacer explicito mi agradecimiento. A Robin Blackburn, ‘con quien originariamente planeé este volumen, y que ha sidoel mas pacicnte de los editores, aceptando con resignacién y buen humor mi continua {ransgresién de las fechas de entrega de los manuscritos. A Chantal Mouffe, cuyoestimuto personal c intelectual me ha acompafiado, como entantasotras ocasiones, on la realizacién de este proyecto. A Slavoj Zizek. que dio una entusiasta bienvenidaal enfoque tesricode Hegemonyand SocialistStratexy ¥y que contribuy6 al mismo con una incisiva critica a nuestro tratamiento ile {a cuestidn del sujeto. Su impacto sobre mi pensamicnto puede verse cn la primera pica de este libro. Quiero también agradecer a Frank Cunningham y a Zontan Svankay por sus comentarios a algunos de los cnsayos aqui reunidos, Y, last but not feast, a mis estudiantes de dociorado en cl Department of Goverment, University of Essex, que me han dado ta ‘oportunidad de discutir ntuchas de estas ideas en el contexto de uno de los seminarios mas exigentes ¢ intelectualmente creativos de los que he jams participado? ‘Mi agradtecimiento expec -untribuciones i este volunen: a Afetia J. Norval y a Ania MarivaBimith por sus le PARTE! NUEVAS REFLEXIONES SOBRE LA REVOLUCION DE NUESTRO TIEMPO 1. Todo tiempo se da una imagen de si mismo, un cierto horizonte —tan borroso ¢ impreciso como se quiera— que unifica en cierta medida el con- junto de su experiencia. El redescubrimiento de un pasado que pemitia cl ‘acceso al orden natural del mundo para el Renacimicnto, la inminencia del advenimiento de la raz6n para el Huminismo, el avance inexorable de la cienciaparact positivismo, fueron imagenes unificantes deeste tipo. En todos Jos casos, las diferentes etapas de lo que se ha dado en Ilamar “modemidad” se pensaron asf mismas como momentos de transicién hacia fonnasmésaltas deconciencia © de organizaci6n social que conten‘an la promesa de un futuro itimitado. Porcl contrario, si hay algo que domina cl clima intelectual de las ltimas décadas, es una nueva, ereciente y generalizada conciencia de los limites, ites de la razén, en primer {érmino, que han sido sefialados desde perspectivas muy diferentes —desde la epistemotogfa y la filosotfade lacien- cia hastatradiciones intelectuales tan diversas como Ia filosoffa posanatitica, el pragmatismo, la fenomenologta y cl posestructuralismo. Limites, en segundo témino —o mids bien lenta crosién— de los valores ¢ ideales de transformacién radical que habfan dado sentido a la experiencia politica de sucesivas gencraciones. Limites, finalmente, derivados de la crisis de la nocién misma de“'vanguardia cultural”, que jaloné los distintos momentos y tapas de 1a modemidad. Es como si después de décadas —jquizd centi- rias?— de anunciar “el advenimiento de lo nuevo", hubiéramos llegado al momento de un cierto agotamicnto y desconfianza en los resultados de toda cexperimentacion. ‘Una primera reaccién frente a este nuevo clima intelectual ha sido rincherarse en Ia defensa de la “raz6n', ¢ intentar un relanzamiento del proyecto de la “modemidd” en oposicidn a aquellas que son consideradas como tendencias“nibilistas”. [. obrade Habermas es quiz la ms represen- de esta actilunl. Nuestra posicidn es, sin embargo, exactamente ta w fopiesta: legos de ver en la “erisis de la ra76n" un nihilismo que conduce al aanidona de todo proyecto emancipatorio, consideramos que ella abre posibilidaces inéitas para una critica radical de toda forma de dominacién, ¥y para fa formulacién de proyectos de liberacién que han sido hasta ahora irabadtos por ta dictadura racionatista del tluminismo, Los funciamentos de testa posiviéin se in aclarando progresivamente en el curso de este ensayo. 2. Desde el punto de vista de ka formulacién de una politica democritica y sovialista todo este debate tiene, obviamente, consccuencias profundas, ya ue, mas que cualquier otra oricntacién politica, cl socialismo se fundaen la cerflica radical del orden social existente y en la afirmacidn de la posibilidad desu superacién. Afirmar, porto tanto, los limites de ta run, rekativizar los valores éticos, politicos ¢ intelectuales de la modemidad, {no es disolver el terreno mismo que permite constituir una politica radicalizada o progresiva? Por razones que presentaré més adelante, la respuesta aesta pregunta es una clara negativa, La demostracién se estructurard a través de los siguientes pasos: (a) mostrar que La negatividad es constitutiva de toda identidad y que, por Jo tanto, ef proyecto racionalista de deteminar cl sentido objetivo 0 positivo dltimo de los procesos sociailes estaba destinado al fracaso: (b) que la plena visibilidad det cardcter contingente y precario de toda objetividad sélo se aleanza con el capitalism contemparsneo y con los etectos disto- catarios a6lligados, que muesiran plenamente la historicidad del ser, (€) que este reconocimiento de la historicidad del ser y. por to tanto, del caricter puramente humano y discursive de la verdad, abre posibilidades nuevas para ‘una politica ridicalizada: éstas derivan de la nueva tibertad que se adquiere tiente al objeto y de la comprensiGn det cardeter socialmente construido de toda objetividad, 2. Una cierta parte de los temas que trataremos en este ensayo han sido ya aahordkidos en Hegemonta y estrategia socialista.’ escrito en colaboracién con Chantal Moutfe, La estructura y cl propdsito de ambos trabajos son, sin embargo, distintos. En et primero se trataba de presentar al proyecto de una clemocracia radicalizada a partir de una desconstruccién de la historia del maraismo; de ahf cl énfasis en el carécter subversive y cn la centralidad reciente que la categorfa de “hegemonfa” adquiri6 en ci discurso marxista. Aqufelargumentoes presentado en positivo:enténitinosdelasucesidn légica de sus calcgorfas. Las tres partes que lo componen —"Dislocacién y antagonism”, “Dislocacidn y capitalismo” y “Ima ci cian deniocrética""— intentan presentar, sucesivaniente, la negatividad inhe- rente a todo antagonismo que impide fijarlo a priori en ninguna (eorizacién 'Wanesto Laclaw y Chantal Mouffe, Hegemonta y estrategia sogjalista. Hacia wna puliica demoeritica radical, Madrid, Siglo XX1, 1987, » positiva acerca de la “objetividad” de los agentes sociales (tal como, por ejemplo, la “lucha de clases"), el terreno histérico de la proliferacién cle antagonismos en las sociedadles contempordneas, y los nuevos proyectos ligados a la reconstrucci6n politica de las identidadles sociales. Dos diltimas observaciones. La primera se refiere al propésito de este ensayo, que tiene un poco de la introduccidn y un poco del manitiesto, Nuestra intencién ha sido presentaral lectorun arzumento tesrico-politice claro y l6gicamente estructurado, Esto nos ha conducido, por un lado, a reducir las citas a un mfnimo y, por otro. reducir también a un minima los Conceptos que no son definidos porel texto mismo, Es decir, ue losespacios discursivos de los que nuestro texto se alimenta —que van de la linguitstica all psicoandlisis, y de la metalisica a la teorfa politica —han sido sometides ‘aun proceso constante de traduccidn aun Lenguaje tedrico unificado (aunque espero que no excesivamente simplificado). La segunda observacidn es que sacién’” es, desde Tue go, una operacién imposible —la idea de un Tenguaje“blanco” y autodetinido esté en contradiccidn con todo lo que pienso icerea del lengualje. Las tinicas exeusas que puedo dar son, primero, que la sociedad es también una imposibilidad y que los hombres no et ‘embargo, de intentar constituirla y, segundo, que si al fin de este ensayo el Jector comprende por qué lo queen él sc intenta es imposible, escribirlo habe sido til de todos modos. Segtin Wittgenstein dijera: Mis proposiciones son exclarecedoras de este modo: que quien me compre ‘deacabs por reconocer quecarecen de sentido, siempaequecquccomprens haya salidoa travésde ellas fuera de cllas, (Dobe, pues, por asi decitly, (ttt a escalera después de haber subide).! Dislocacién y antagonismo 4, Comencemos citando uno de los textos mas clasicos del marxismo: desuexistencia, loshombres contraen determinadas relaciones nevesarias e independientes de su voluntad. relaciones de produc- cidn que eorresponden a una determinada fase de destrrollo de sus Tuerzas produetivas materiales. El conjunto de estas relaciones de produccién forma Jnextructura econéinica dela sociedad. la hase real sobre Ia que se eleva un dificio [Uherbaal jurfdico y politico yt la que eorresponden determinadas ALudwig Witigensicin, Tractares Logten-Philoxphicus, Mad 203, |, Alianva, 1973 p. social. El modo de produccién de ta vida material nina (bedingen| el proceso de ta vida social, politica y espiritual en zeneral. No es la conciencia del hombre Ia que determina su ser. sino, por cl contrario,el ser social es lo que determina su conciencia. Al legar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de Ia suciedad chocan con las relaciones de produccién existentes o, lo que no ¢s is que laexpresién juridica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de tas cuales se han desenvuelto hasta allt. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Se abre asf una época de revolucién social. Al cambiar la base econdm revotuciona, mas 0 menos ripidamente, todo el inmenso edificio sobre ella, Cuando se estudian esas revoluciones, hay que dislinguir siempre entre fos cambios materiales ocurridos en las condiciones econémicas de pproduccién y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias, iurales, y las Formas jurfdicas, poliicas, religiosas. artisticaso filosdficas, ‘en una palabra, las formas idcolégicas en que los hombres adquieren ‘eonciencia de este conflicto y tuchan por resolverlo y del mismo modo que tno podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sf, no podemos ua tampoco aeestas (pocas de revolucién por su concieneia, sino que, por cel conirario, hay que explicarse esa conciencia por las contradicciones de la lerial, pore! conflictoexistente entre las fuerzas productivas sociales y lus relaciones de produccién? ‘Si comparamos esta secuencia con la de otro famoso texto marxista, cl Munifiesto Comunista, una diferencia profunda saltaa la vista, Mientras que ‘entesle tiltimo se afirma que “Toda la historia de la sociedad humana, hasta el dla de hoy, es una historia de lucha de clases" en cl prefacio a la Contribucién a ta eritica de la economia polftica la Yucha de clases esté eheramente ausente, La historia, en su nivel determinante thtimo, se explica exclusivamente en términos de la contradicci6n entre fuerzas productivas twlaviones le produccién. {Cudl es la posibilidad de articular légicamente estas dos momentos —contradiccién fuerzas productivas / relaciones de braduceidn y “lucha de clases” (que en la sociedad burguesa adquicre, para Marx, la forma simplificada de la confrontacién entre trabajo asalariado y apitaly? Observemos, en primer término, que la estructura de las dos ‘contracliceiones” no es idéntica. En el caso de la dualidad fuerzas produc- tivas / relaciones cle produccién, se trata de una contradicci6n en el sentido cestrieta del término: la continuidad dela expansiénde las fuerzas productivas ‘mis alld cle un cierto punto constituye, dado un cierto sistema de relaciones de produceisn, una imposibilidad Idgica, y esta imposibilidad se traduce, a 'K. Murs, PrilogoaCiontibucidna acriticade laeconomtapottica,enntroduccifn fener ertidetaccenonta plea! 1887, Cértohs,Pasadoy bresente 1972, pp. m “K. Mare y B. Engels, El Manifiesto Comunista, Madeid, Endymion, 1987, p. 42. 2 corto o largo plazo, en el colapso mecénico del sistema. Marx mismo lo dice en el parrato citado precedentemente: “los cambios materiales ocurridos en las condiciones econémicas de produccién... que pueden apreciarse con la exactitud propia de las cienciasnaturales”. Pero estaes una contradicci6n sin antagonismo. Del hecho de que exista la imposibilidad de expandir un sistema econémico més alld de un cierto punto y que esto conduzca a su colapso, no se sigue necesariamente que este colapso deba adoptar la forma de un enfrentamiento entre grupos. El Prefacio presupone un pertodo de revoluci6n social, presupone el carécter antagénico de las relaciones de produccién capitalista y de las que las precedieron, pero no integra légica~ ‘mente estos momentos antag6nicos—en los que la lucha de clases se funda— al modelo de cambio histérico que la contradicci6n fuerzas productivas / relaciones de produccién nos presenta. Segin veremos en un instante, la ficultad reside aqué en el hecho de que si la contradiccisn fuerzas produc- ivas / relaciones de produccién es una contradiccién sin antagonismo, la lucha de clases es, por su parte, un antagonismo sin contradicci6n, 5. Un punto, sin embargo, est claro: cualquiera seal tipo de articulacién logica existente entre “lucha de clases” y “contradicciones emergentes del proceso de expansién de las fuerzas productivas”, es en estas donde reside, para Marx, la determinacién en tiltima instancia del cambio social. Por un lado, la lucha de clasesse constituyeen el interiorde relaciones de produccién cuya superacién s6lo seré posible cuando sc hayan transformado en freno para todo desarrollo ulterior de las fuerzas productivas: por otro, “el terreno cn cl que los hombres adguieren conciencia de este conilicto y luchan por resolverlo” es el campo de las superestructuras. Pero, en ese caso, Ia posibilidad de integrar te6ricamente las contradicciones emergentes del desarrollo de las {uerzas productivas y la lucha de clases depende de la posibilidad de reducir 1a segunda a momento interno en el desarrollo endégeno de las primeras. Detengémonos un instante en la consideracién de la sucesiGn de estos ‘momentos estructurales. Si tanto la relacién fuerzas productivas /relaciones de produccién como la relacién trabajo asalariado / capital son concebidas como contradictorias, y si es en la primera donde reside el impulso fundamental del cambio Social, en cse caso la segunda debe ser un momento interno enel despliegue dialéctico de laprimera. Las razones son claras:silas dos contradicciones fueran independientes una de la otra, las consecuencias serfan: (1) que la unidad dialéctica de la historia estarfa puesta en cuestiOn; yy, ms importante atin, (2) que la relaci6n entre ambas dejaria de estar fijada 4 priori en una teorfa general de la historia y pasarfa a depender de una relacién contingente de poder entre las dos. (Como la contradiccién fuerzas productivas / relaciones «le produccién dejarfa de ser el fundamento de la historia, tendrfa slempre algo constitutivamente exterior a sf misma y la 24 {én de que el desarrollo de las fuerzas productivas debers imponcese necesariamente 8 ta larga, pasarfa a ser un dogina arbitrario —un cierto sistema de relaciones de produccién podria estar estructurado de tal manent (que impidiera indefinidamentc todo d2sarrollo ulterior de las fuerza produc- tivas). Todo depende, porto tanto, cde poder mostrar que cl antagonism inherente Jas relaciones de produceién (el conflicto entre trabajo asalariado y capital, por ejemplo) es una contradiceisn: y que ese antagonismo es inherente a las relaciones de produceién, Observemos por «uc ests dos son condiciones sine qua son. En primer término, porque es sto la fora diakéetiea de ka Ccontradiceign la que asegura que el antagonismo pueda ser concebido como movimiento intemo del concepto y no como relacién contingente de poxler contre susdos polos. Para que khistoria pueda ser apropiadaconceptualmente como proceso ricional y coherente el antagonisma debe ser reducido a contradigeién, En segundo témino, aceptando por un momento que las ones de praduccién necesariamente correspondiin a una etapa en el desarrollo de fas fuerzas productivas, es solo st estas rekaciones son intrin- secamente antagénicas (0 contradiciorias, de acuerdo con este enfoque) que {toma “nacional” del proceso histérico no tiene nada exterior a sf mismo que no puecka ser reducid mianifestacidn de su desarrolto endigeno. Analigemios la relaci6n capitalista /obrero, (Es una relacién contradict ria? Advintamos ef sentido de nuestra pregunta, Aceptando por el momento que Ta relacién es antagdnica, el problenr: esta en determinar si este sintagonismo puede ser visto como vonteacticcisn, Pero séto esnecesaria una soment considentcidn para damos cuenta de que aquf no hay ninguna coniradiceign, La relacign entre fuerzas productivas y relaciones de produc~ cién puede ser considerada come contradietoria en Ta medida en. que aceplemos que ka historia esta unificada por el desarrollo wecesarie de kas fuer7as productivas y que un sistema perticularde relaciones de produceidn hhena el desarrollo ulterior de Lis fver7as productivas ms all de un cierto unto, Pero el antagonismo ertre trabsjo asalariado y capital es muy distinto: el hecho de que haya un antagonismo entre los dos polos de tat rekicién —en tomo de Le aprop por cjemplo— no signiti Men sf misma sea contradicrovia. Antagonismo no signi riamente contradiceidn, Hay, en iodo easo una diferencia eseneial entre un ankgonisnioconsiderado comono conteadictorio ylacontradiceiénhegeliana sensi stricto, Enel caso deestaiiltin elmovinicitodiakéctico (y porto tanto inten) del concepto precietennina sus fomras subsiguientes. micnirasqucen cl caso del antagonismo sin contradiceidn es: conexidn infems esta ausente La resolucitin (ono resolucién) del antagonismo depend cnteramente ke una historia factual y contingente. 6. Sin embargo, hay quizas o1ramanera de superar este impasse: mositan- do qucel antagonism es inherente a laforma de las relacionesde produccign Porque si bien cl antagonismo no puede conducir porsfmismo ala abolicién de las relaciones capitalistas de produccicn (suponiendo que esta dltimas correspondan a una cierta fase en ct desarrollo de las fuerzas productivas), podrfa hacerlo en la medida en que cl desarrollo de las fuerzas productivass hhubicra transformado en obsolcto un sistema particular de relaciones: de produccidn, Esta cs, en ténminos generales, la fornia en que el marxismo de a Scgunda Intemacional pens la imbricacién entre colapso automético del capitalismo y accién consciente de la clase obrera en su derrocamiento. Pero esta demostracin es imposible. Concebidas com forma, las relacio- nies capitalistas de produccién no son intrinsccamente antagénicas. E: preciso recordar que las relaciones capitalistas de produccién son relaciones enire categorfas econdmicas, y que los actores sociales son simplemente Trager (sustentadores) de ellas, El obrero no cuenta como persona concreta, de came y hueso, sino como vendedor de la fuerza de trabajo, Mostrar que las relaciones capitalistas de produccién son intrisecamente antagénicas implicarta, por lo tanto, demostrar que cl antagonismo surge Jdgicamente de larelacién entre cl comprador y el vendedor de la fuerza de trabajo. Perocsto ces exactamente lo que no puede demostrarse. ,Pocirfa quizas argumentarse que la relacidn es intrinsecamente antagénica porque esta basada en un cambio desigual y porque cl capitalista extrac plusvalfa del obrera? La Fespuestats es “no, porquc es S6l0 si el obrero resiste esa extraccién que la relaciGn pasa a ser antagéniea; y no hay nada en la categorfa de “vendedor de la fuerza de trabajo” que sugicra que esa resistencia es una conclusién l6gica. Es nportante entender qué es exaclamente lo que se rechava al negar que las relaciones capitalistas de producciGn scan intrinsecamente antagénicas, y subrayar las consccuencias que se siguen de ese rechazo para cl modelo de desarrollo hist6rico presentado por Mark en el Prefacio. Lo que se nicga no es, evidentemente, que cxistan conflictos entre los empresarios y los obreros, sino que estos con/lictos surjan del mero andlisis\6gico de la relacién trabajo asalariado / capital. No debe olvidarse, sin embargo, que cl fundamento tedrico de esta relacién se basa en la reduccién de tos agentes. sociales ‘conerctus a las calegorfas ccondmicas de comprador y vendledor de la fuerza de trabajo, Una vez que estas eategorfas son reintegradas a Tas totalidades sociales constituidas por los agentes que Las sustentan, podemos facilmente imaginar una multitud de antagonismos que surgen entre esos agentes sociales concretos y 1as relaciones de produccién en las que estos dltimos participan. Un nivel de vida decente. porejemplo. cs imposible si los salarios ‘caen pordebajo de un cierto punto. y las fluctuaciones de! mercado de trabajo afectan las condiciones de vivienda y et acceso del trabajador a los bienes de consumo, Eilesteeiso, sin embargo, el conflictono es intemo a las relaciones de produceidn (en lis que el trabajador s6lo cuenta como vendedor de la a5 fuga sh thalinfa, nina que tiene lugar entre las relaciones de produccién y In tilonitilad de! habajackorque es exteriora las mismas. Segin veremos, este eeriui constitutive es inherente a toda relacién antagénica.’ Para entenderel médulo y la naturaleza de los antagonismos sociales bajo ismo (0 los antagonismos sociales tout court), una clarificacién conceptual es, por consiguiente, necesaria, tanto en lo que respecta a una relaci6n interior / exterior como en lo que se refiere a la identidad de los entes sociales. Antes de tratar este punto, sin embargo, debemos volver a fas consecuencias que se siguen deeste “exterior” parael modelo hist6rico del Prefacio. Recapitulemos las varias ctapas de nuestro argumento, que sostiene: (1) queenel Prefacio Marx presenta, por un lado, una teorfade lahistoriabasada en Ja contradicciGn entre tuerzas productivas y relaciones de produccién --una contradiccién sin antagonismo— y, por el otro, una descripcign que presupone la naturaleza antagénica de las relaciones de produccién en las ‘sociedades de clase; (2) que la coherencia légica de su esquema depende, por consiguiente, de la posibilidad te6rica de integrar tesricamente el antagonis- ‘mo asu teorfa mds general del cambio hist6rico; (3) que una solucién inicial consistirfa en reducirel antagonismo a contradiccién, ya que ental caso aquél testanfa integrado a la dinémica de 1a interaccién conceptual entre fuerzas broductivasy relaciones de produccién, pero qucesta reducciénesimposible; (4) que otro medio de recuperacién conceptual consistirfa en mostrar que el ‘umagonismo, si bien no es contradictorio, es sin embargo inherente. a las propias relaciones de produccién y esté por lo tanto sometido a las leyes le movimiento que regulan Ja transformacién de estas ltimas. Sin embargo, ‘como hemos visto, el antagonismo no puede ser reintegrado de este modo: 1 cestablece, por cl contrario, 1as condiciones de un “exterior” permanente. Pero, en tal caso, si la historia aparece confrontada con un exterior perma- nente, cl resultado de los distintos antagonismos dependeré de relaciones ‘contingentes de poder entre fuerzasque no pueden ser sometidas aningin tipo de I6gica unificada. De este modo se disuelve el racionalismo del Prefacio y su inlento de reducir el proceso hist6rico a una estructura que serfa, en la ‘dltima instancia, intcligible, 7. Hay quizsis otro modo de defender el esquema hist6rico del Prefacio, si bien reduciendo sus ambiciones escatoldgicas. Asumamos por un instante que aeptamos Ia presencia irreductibie de un “exterior”, pero que este -xterivr” puede ser conceptualizado en términos precisos. En tal caso, sus relaciones con el “interior” constituido por la linea principal del desarrollo hist6rico podrfan ser también conceptualizadas racionalmente. Se habria SUsuremos la noeidn de * dle Derrida, -xterior constitutive” en el sentido que ela tiene en la obra Mw tratado, después de todo, de un falso “exterior”, Intentemos movemos brevemente en esta direccion. Elmodomés obvio de hacerlo serfa introducir una hipétesis suplement relativa a la subjetividad del agente, tal como el homo oeconomicus de la economfa clésica. Este supuesto, desde luego, no tiene ningiin vinculo l6gico © necesario con la categorfa de “vendedor de la fuerza de trabajo”. Pero si se loincorpora como wn supuesto mds, podemos afirmar quel antagonismo es inherentealasrelaciones de produccidn, ya que aquél ha pasado aserun juego suma-cero entre el obrero y el capitalista, Esto, sin embargo, presenta dos problemas decisivos. El primero es que supone afirmar que las miotivaciones del obrero estén guiadas, tanto como las del capitalista, por lamaximizacion dela ganancia. Esen gran medida poresto queesta solucién hasido rechazada —y por buenas razones— por la mayor parte de los tedricos marxistas, parte de iren contra de lamds clemental evidencia hist6rica y social, lo que esta solucién parece olvidar es que 1a maximizaci6n de la ganancia en que consiste 1a acumulacién capitalista (el proceso D-M-D’) ¢s un proceso objetivo al margen de las motivaciones de los agentes, y que suponer que los obreros son maximizadores de ganancias tanto como los capitalistas seria borrar todo terreno objetivo para cualquier tipo de relacién —necesaria 0 hegem6nicamente construida— entre clase obrera y socialismo. ‘La segunda y més importante raz6n para rechazar el supucsto de la universalizaci6n de la ganancia como motivacién de los agentes sociales es queel modelo de competenciaentre individuos enun mercado no esunmodelo de relaciones antag6nicas —no hay en él ningin “exterior’—. El mercado es un sistema de reglas en el que tanto las leyes de movimiento como las jugadas individuates de los participantes son interiores al sistema. Si produzco 0 compro mas de lo que es adecuado y me arruino, el tinico culpable soy yo —0, més bien, mi error de célculo—; no hay aquf, por lo tanto, ningiin antagonismo: mi identidad como agente econdmico no es negada. Pero si alguien me asalta en mi casa. intenta robarme, allfsi existe un antagonismo, ya que mi identidad es negada y no hay sistema comiin de reglas entre ella y Jade mi agresor, Poreso es qué la cldsica falacia liberal acerca de la relacion entre obrero y capitalistaconsiste en reducir aesta tltimaa su forma juridica —el contrato entre agentes econémicos libres— y que lacritica acsta fal consiste cn mostrar la desigualdad de las condiciones a partir de las cuales capitalista y obrero entran en la relacién de produccin, y que transforman esa relacién en antag6nica, Nuevamente: cl antagonismo se establece entre larelaci6n de produccién y algo exterior la misma, y no en el interior de la relaci6n de produccidn como tal, (De un modo mas general, ésta es Ta limi tacién de todas las tentativas de interpretar a los antagonismos sociales en témminos de la teorfa de los juegos. Esta dltima supone un sistema de reglas que fijan los movimientos’posibles de los contrincantes y establecen, en ‘consecueneii lu kdentidad de los jugadores; pero en el antagonismo lo que se 7 daes una violacidn de la fano esel jugador sino el tramposo), Lo que hemas establecido hasta este punto es que, a menos que el antagonismo sea, o bien reintegrado al esquema conceptual Luerzas produc- tivas/ relaciones de produccién, o bien neutralizado conceptualmente sobre Ja base de una teorfa de ta subjetividad que establezea relaciones determina- das y no aleatorias con aquel esquema, la teonia de la historia fundada en el desarrollo necesario de las luerras productivas se ve confrontada por un -xterior” yuc le quita tocla coherencia racional Gltima. ¥ hemos visto que reduceidn de los agentes sociales a maximizadores de la ganancia no aporta esa neutralizacién, ya que en lugar de explicar el antagonismo to elimina, Una posible nucva solucién seria abandonar el universo homogéneo © individualista del mereado y dotar de una subjetividad a las fucrzs produc~ tivas: el campo de éstas seria, al modo hegeliano,el de 1a instauracién de ui progresiva racionalidad cn It historia, en tanto que et papel de las sucesivas clasesdominantes serfa el deeneamar, alo largodel tiempo. iurepresentacién de los intereses globales de la humanidad, De este mode el earicter constitu- tivo, el caricter de “outside” del antagon fa climinado: su reintegracidn se verificarfa a través del desdablamiento del sujeto histérico contre una “humanidad” racional, conecbida como desarrollo indefinida de kas fuerzas productivas, y sus relaciones de correspondencia / no corresponsden- cia con aquellas clases que son las dominantes en cada estadio de Las {uerss productivas. Todo antagonismo se reducirfa, asf, a 1a contradiceitin entre Juereas productivas y relaciones de praduccidn. Esta es Ia tentativa que caracteriza, entre otras a G.A. Cohen. Cohen plantea su tesis sin Ia menor ambigdedad: reglas y de las identidades: cl antagonis Cuando se centra en el desarrollo de kas fuerzas productivas, la historia se convierte en un proceso coherent. Tal ver la historia no sea realmente ccoherente, pero Marx pensha que silo era y alirmé que el desarrollo de Ta ccapacidad materia ka haefa serlo.? (Cohen apoya la posieiéin de Marx y se propone argumentar en defensa de esta tesis, El argumento cs cl siguiente: La aceptavi6n de la tesis del desarrollo puede estar motivada, Hasta cierto punto, por una reflexidn sobre tres hecho {) Los hombres son en cierta medida racio especiticar () La situseidn hist uiles, en un aspeeto a «ade los hombres ¢s una situacién de eseaser. "Gerald Cohen, La tearade la historia de Karl Mars, Unadefensa, Madrid, SigloXX1 1 Pablo Iglesias, 1986, . "Tht, p. 106. * {©)Loshombres poscen unainteligencia de un tipo y un gradoquc les permite mojorar su situacién. Dada la racionalidad de los hombres (c) y su situacién de inclemencia (d), cuando cl conocimiento oftece 1a oportunidad de ampliar lx eapacidad productiva, los hombres tienden a aprovecharla, porque no hacerlo seria irracional. En resumen, pensamos que una razén para mantener Ia tesis del desarrollo es que su falsacidn seria contraria a la racionalidad humana.* Porlo tanto. las fuerzas productivas y su desarrollo han pasado a constituir un sujeto: “la racionalidad humana”. ;Viva el Espfritu Absoluto! Y respecto del problema de que siempre hay “un cierto [sic] desajuste entre lo que sugicre larazsn y lo que hace la sociedad”, Cohen nos tranquiliza cl anunciamos que “el desajuste no es excesivo”: EI materialismo hist6rico salva cl abismo entre Ia exigencia de In razdn y kt {endencia real dela historia manteniendo... una correspondencia aproxima- dda de intereses entre las clases dominantes y la humanidad en general.” Como es fécilmente imaginable todo “exterior” ha sido climinado de este cuadro: cualquier dato que ponga cn cuestidn el desarrollo de las fuer7: productivas cs relegado por Cohen a las anormalidades propias de una palologia histérica’, en la que se discuten conjuntamente (véanse pp. 156- 157) los terremotos, las enfermedades de los rifiones y... lacafdadel Imperio Romano. Ni qué decir que, on lo que se refiere a la lucha de clases, ésta tiene un papel enteramente secundario en el andlisis de Cohen, que se reduce a delerminar su posicién cn relacién con los intereses gonerales de la humani dad (es decir, con las fuerzas productivas). Es importante detenerse un momento, sin embargo, en este argumento que. cn formas menos crudas, subyace cn numerosas fomiulaciones te6ricas ¥ poltticas, El se fundacn hipostasiar lo abstracto: un conjunto de rasgos que permiten comparar realidades sociales muy distintas, son abstrafdos de ts mismas y transformadoscn una cntidad realmente cxistente y dotada de leyes de movimiento propias —en esta cas, la “racionalidad humana”, Es instructivo, a este respecto, rolerimos a la resefla del libro de Cohen por ‘Andrew Levine y Eric Colin Wright.” En ella los autores muestran c6mo la tolalidad del modelo de cambio hist6rico de Cohen, con su énfasis en las fuerzas productivas, sc fundacn una sistemética evacuaciénde lasrelaciones sociales coneretas. Seguin sefalan.cl individualisme propio del contractualismo clasico subyace no s6lo a la visién de Cohen sino también a la de Marx cn ¢! Ps 169, "A. Levine and E. Colin Wright, “Rationality and Class Struggle”, New Left Review, No. 133, sept-oet, 1980, pp. 47-68, Prefacio de 1859. El automatismo del desarrollo de las “capacidades obreras" —como consecuencia lel desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo— es presupuesto dogméticamente por Cohen, que ignora las tendencias disgregadoras de esas “capacidades de clase” que el desarrollo capitalista acarrea, Finalmente, la tesis de que bajo el capitalismo existe un freno al desarrollo de las fuerzas productivas solo se funda en la afirmacion de que porque el capitalismo es produccién para el cambio y no para cl uso, las relaciones de produccién capitalista tienen una tendencia inherente a utilizarel progreso de las fuerzas productivas para expandirla producci6nen lugar del tiempo libre (ene! que este tltimo se define como liberacién del peso de tareas agobiantes)."! De tal modo, la irracionalidad capitalista no es inherente a la I6gica de un sistema social determinado, sino que “las relaciones de produccién son consideradas como irracionales respecto de una nociGn general del mejora- miento de la condicién humana”."* Los conceptos clave de “escasez” y “racionalidad” deben, porlo tanto, definirse al margen de toda relaciGn social concreta. Levine y Wright, por el contrario, intentan correctamente desplazar la discusién en tomo de “escase2” y “racionalidad” del plano abstracto en que Cohen la plantea al terreno de relaciones sociales especiticas. La “escasez”” que afectaba a los seftores feudales en su competicién militar por ciertos territorios, por ejemplo, que los impulsaba al desarrollo tecnol6gico y a la extraccién de un creciente excedente de los campesinos, “no proventa...de un deseo racional de aumentar la capacidad productiva frente a la escasez natural, sino que era un efecto indirecto de las relaciones teudales de produccién”.!? Toda forma de racionalidad se da dentro de —y presupone, por lo tanto— un cierto sistema de relaciones de produccidn. Por lo demés, ‘no es posible suponer que las “capacidades de clase” —definidas como “aquellos recursos organizacionales, ideol6gicos y materiales de que dispo- nen las clases cn su lucha"— surgirdn automaticamente del mismo proceso que constituye a los “intereses de clase” Este es, sin embargo, cl punto en el que el andlisis de Levine y Wright muestrauna clara insuficiencia, que lo hace susceptible de lasmismascriticas quecllos formulan a Cohen, Es sin duda cierto que para todo grupo y en toda situaciGn hist6rica, existiré un desajuste més o menos grande entre sus “intereses” y su capacidad de implementacién de los mismos. Pero el problema decisivo es éste: gc6mo se establecen los intereses? El siguiente pasaje es revelador: "Ibid.,p. 61. "Ibid. p. 61. - "Did. p. w el campesino racional (y otros productores directos subordinados) en la sociedad feudal hubieran probablemente preferido una sociedad sin seftores feudales ni competencia militar; una sociedad donde los campesinos pudic~ ran consumir directamente Ia totalidad del producto excedente... Desde su unto de vista...no haba nada “racional” en el modo en que el feudalismo implementaba cl desarrollo de las fucrzas productivas. Pero los campesinos como clase subordinada, separada de los medios de represién, carecian de ta ccapacidad para traducir sus intereses racionales en acciones colectivas. Por consiguicntc, la racionalidad y la escasez de las clases dominantes fue impuesta sobre ellos por las relaciones de produccisn. Estono tiene en absoluto el aire de una reflexién hist6rica acerca del modo cen que los campesinos medievales concebfan sus intereses; es més bien la aplicacién de un modelo universal de racionalidad a un caso conereto (el “hubicran probablemente preferido” estan s6lo uncufemismo). Es solamen- te si cl campesino no hubicra necesitado la protecci6n del seffor en un clima de violencia y privatizacién del poder, si no hubiera concebido su propia identidad como parte de una jerarqufa universal establecida de acuerdo con un plan divino, si hubicra tenido las herramientas intclectuales que le hubicran permitido distinguir entre intereses econmicos, vinculos politicos ¥y deberes religiosos, en suma, es solamente si la Edad Media no hubiera existido y los campesinos hubicran sido Levine, Wright, 0 empresarios manchesicrianos del siglo xix, que ellos habrian podido considerar que su “interés” cra sacarse de encima al sefior y apropiarse de la totalidad del excedente. La “racionalidad” presupuesta aquf es una racionalidad sin historia—es decir, sin génesis ni condiciones de posibilidad. De acuerdo con esta visi6n, los intereses no se forman sino que se reconocen. Dado un cconjunto de posiciones en la estructura social, procedemos simplemente a adjudicar “intereses” de acuerdo con nuestros criterios de racionalidad, y Juego juzgamos el grado de racionalidad de los agentes sociales seguin que se ajusten aellos.o no, Si Levine y Wright han historizado las “capacidades de clase”, su concepcién de los “intereses de clase” continga siendo tan abstracta y racionalista como la de Cohen —con la diferencia de que este éhimo suministra un fundamento para esa concepcién con su tesis de la primacia de las fuerzas productivas, en tanto que Levine y Wright han socavado ese fundamento, con lo que su racionalismo resulia doblemente dogmiético ¢ infundado. 8. Extraigamos las consecuencias de nuestro andlisis. El implica una suerte de escalada por las que las pretensiones escatolégicas y racionalistas del esquemaoriginario han sido crecientemente puestasencuesti6n. Laforma extrema de ese esquema la encontramos en el Prefacio: el desarrollo de las “bid, p. 63. fuerzas productivas es el fundamento racional de la historia, y la lucha de clasesinterviene como unmero Deus ex machina queno aparece légicamente integrado al argumento. A partir de ahf planteamos las condiciones de posibilidad de esa plena integracién légica —el carfcter contradictorio del aantagonismo y su pertenencia a las relaciones ce produccién en cuanto tal— ¥y observamos que la primera de cllas no se cumplfa. Una nueva forma —si dion mas débil— del esquema del Prefacio habria podido mantenerse, sin embargo, si se hubiera podido demostrar que cl antagonismo es inherente a Jas relaciones de produccién cn cuanto tal y que éstas, a cierta altura. entran ‘encontradiecién con todo desarrollo ulteriorde las fuerzas productivas. Pero, segiin vimos, cl antagonismo no tiene lugar en ef interior de la relacidn dle produccicin sino entre la relacidn de producei6n y 1o que ¢l agente social es Juera de ella. Una tercera linea de defensa consiste, por lo tanto, en intenta incomporar al argumento, como un valor constante. ese exterior constituido por la subjetividad del agente. Infortunadamente, sin embargo —como hemos demostrado—ni cl homo veconomicusni una"racionalidad humana” al estilo Cohen pueden Hevar a cabo esta tarea. En cuanto a las soluciones ‘eelécticas —que hemos ejemplificado con el caso de Levine y Wright— son A y deseriptivamente mas correctas pero. paradd jicamente, son por eso mismo mis inconsistentes. Este ttimo puntocs importante. Cuanto mas se abanciona cl racionalismo dogmatico de la primacta de las fuereas productivas, cuanto més las conductas y posibilidades de los agentes sociales se hacen depender de circunstanciasy contextos concretos no determinados poresa primacta, tanto iconsistente resulta la tentativa de dcterminar “intereses” racionales. especificables al margen de esis circunstancias y contextos, Aquf nos encontramos con el problema de las formas paradojaies que asume a menudo el reconocimiento de nuevas evidencias que ponen en cuestidn prejuicios profundamente arraigados: cl hecho mismo de este cuestionamiionto, que se ‘acompafia sin embargo de la'negativa a abandonar los prejuicios, conduce diversos intentos de estabiecer la compalibilidad entre ambos. De este modo. las primeras formas de presencia discursiva de nuevas evidencias coinciden ‘con frecuencia con la extrema reafimacién de los principios que las ocultan: €s decir, con el momento en que estos tiltimos intentan hegemonizar a aquéllas. S6lo cabe aqué agregar que una dltima forma de dependencia respecto de una visién ractonalista de 1a historia consiste en aceptar plenamente sus limitaciones sin sacar, sin embargo, tolas las consecuencias que se despren- den de esa admisién. Pero esas consecuencias son tan fundamentales, y obligan a apartarse tanto de los prejuicios inherentes a las formas corrientes de consideraral campo hist6rico-social, queesimporianic que las precisemos con algiin cuidado, a 9. Si nuestro argumento se limitara a rechazar la primacfa de las fuerzas productivas y a afirmar, en su lugar, la de las relaciones de produccién, las modificaciones que se introdueirfan en el esquema hist6rico del Prefucio serfan relativamente menores. La historia no se unifiarfa en una “narracion coherente”, pero el cardcter objetivo y positive de las relaciones sociales no cestarfa puesto en cucstidn, Ahora bien, segiin henios visto, las relaciones dle produccién en cuanto tales no son intrinsecamente antagénicas; por lo tanto, avimmar su primaefa no significa privilegiar aulomticamente Ia lucha de clases. Eneste nuevoenfaquect elemento deantagonismo, de hicha,seguiria siendo tan impensado conio en la versi6n de ta historia dada en el Prefacio. Volvamos a nuestro ejemplo anterior: en la medida en que se dt un ‘antagonismo entre el obrero y cl capitalista, dicho antagonismo no es inherente a la re relacidn dle produceién y algo que el agente es fuera de ella —por ejemplo, tuna baja de salarios niega la identidad del obrero ch tanto que consumidor. Hay por lo tanto una “objetividad social” —ta légica de la ganancia— que nigga a otra objetividad —Ia identidad del consumidor, Pero si una identidact es negada, esto significa que su plena constituciGn como objetividad es imposible. Esto abre dos altemativas: o bien el elemento de negativicladl es reabsorbido en una positividad de orden superior que ta reduce & mera jencia, 0 bien la negacidn es irreductible a toa abjetividad. lo que significa que pasa ser constitutiva y sefala, por lo tanto, ta imposibilidad de institut Jo social come orden objetivo. Las filosoffas de la historia se rientaron, como es sabido, en la primera direccién. Una concepeidn como dela it de la raz” cn Hegel s6lo puede alirmmar la racionalidad de Jo real al precio de reducir el antagonismo, la negatividad, a aparioneia a través de la cual “trabaja” una forma de racionalidad y de positividad mas alla, Resulla por to tanto claro por qué ta lucha de clases tenia que ser cin de produecidn en cuanto tal sino que se da entre la excluidadel Prefacio: porque afirmar su prioridad hubiera significado poner on cuestisn la coherencia y racionalidad gltimas de la historia. Es caractor tico de las visiones hegeliana y marxista de Lt historia que, en el mismo momento en que se abren a una comprensién mas profunda del papel de la lucha y la negatividad en la constituci6n de lo social, dan inmediatamente un paso atris ¢ intentan integrar esta nueva comprensidn a una teorka de lat positividad de lo social del corte més tradicional —una teorfa que se funda, desde luego, cn lo que Heidegger y Derrida han denominado la*metalisiew de la presencia”. El carieter constitutive de lo negative —nuestra segunda ‘iltemativa—“trabaja” sin embargo dentro de los textos marxistas desarti- cutando, agut y alld, la pretendida coherencia de sus calegorias biisicas. La historia polfticae intelectual del marxismo ha sido, en buena parte, lahistoria deestatensién intema, En Hegemontay estrategia socialista hemos narrado sus grandes ineas, Aquémi propSsilo es diferente: lo que intentaré es mostrar Ta naturaleza y la profundidad de tos cambios en nuestra perspectiva social n c hist6rica que se siguen de privilegiar cl momento de negatividad, ya que la aceplaci6n abstracta de un argumento no implicala comprensién automatica de todas las dimensiones cn las que ese argumento opera. 10. El punto fundamental es que cl antagonismo es el limite de toda objetividad, Esto debe entenderse en su sentido més literal: como afirmacién de que el antagonismo no tiene un sentido objetivo, sino que es aquello que impide constituirse ala objetividad en cvantotal. Laconcepcién hegelianade ta contradiicciGn subsumfa en ella tanto a los antagonismos sociales como a los procesos de cambio natural. Esto era posible en la medida en que 1a contradiccién era concebida como momento intemo del conceplo; Ia racionalidad de to real era la racionalidad def sistema: todo “exterior” respecto del mismo estaba, por definicién, excluido. En el antagonismo tal como lo concebimos nos encontramos, por el contrario, con un “exterior constitutivo". Es un “exterior” que bloguea la identidad del “interior” (y que cs a la vez, sin embargo. la condicién de su constitucién). En el caso del antagonismo Ia negacién no procede del “interior” ce lapropia identidad sino que viene, en su sentido més radical, de! exterior: en tal sentido es pura acticidad que no puede ser reconducida a ninguna racionalidad subyacente. Esto puede verse aun més claramente si comparamas los antagonismos con los procesos de cambio en la naturaleza. En estos Gltimos no hay ningén ‘exterior. En un mundo de objetos “reales” hay procesos incesantes de {ransformacién, pero no hay negatividad. La identidad de una piedra se eexpresa tanto através de su pemianencia inalterada, sicl contexto fisico sigue ‘enclo cl mismo, como a través de su quicbra, si se da. un conjunto de nuevas diferencias ambicntales, Serfacvidentemente absurdo decirqueenel segundo ceaso la piedra es “negada”, “Trinsformacién” significa precisamente lo contrario: un proceso enteramente positivo que se explica en kérminos de ka identichad de todos los clementos intervinientes en el mismo. Pero en el caso del antagonism lo que ocurre es algo enteramente distinto: 1o que en él se cexpresano esmi identidad sino la imposibilidad de constituirla; la fuerza que me antagoniza niega mi identidad en cl sentido més estricto del término. Y aquf nos volvemos a encontrar con Ia allemativa que antes seftaldramos: podemos describir el desarrollo y el resultado de un proceso antagénico en {émminos de “iransformacién' —ya sea causal o dialéctica—y enese casoes preciso suponer la unidad y positividad del proceso, lo que obliga a reducir Jancyatividad experimentacla porlos agentes sociales a'*mera apariencia” de mt “sentido objetivo" que sc les escapa; o bien concebimos 1a negatividad como constitutiva y fundante, con lo que cl dogma de la unicidad y racionalidad de la historia debe ser abandonado. Pero en este segundo caso ¢s facil ver que, como la objetividad presupone ta pogtividad de todos sus ‘clementos, la presencia de la negatividad inheremte a un “exterior constituti- vo" significa que lo social nunca logra consituirse plenamente como orden objetivo. El “exterior” es, por lo tanto, un exterior radica/ sin medida comtin con el interior”, Nuestra préxima tarea es, por lo tanto, explorar las diversas dimensiones y I6gicas relacionales de un “exterior” que es constitutivo, para hacer seguidamente de elas el punto de partida para una nueva interrogaci6n elo social. 11. Una primera determinacién del “exterior” propio del antagonismo puede ser establecida a través de la exploracién de la nocién de “contingen- cia. Nuestra tesis es que el antagonism tiene una funciGn revelaroria, ya que a través de él se muestra el cardcter en ditima instancia contingente de toda objetividad. Comenzaremos esta discusién intentando ubicar Ia cespecificidad de To contingente dentro del campo general de lo “accidental”. La noci6n de “accidente” procede de la Metafisica de Arist6teles, donde vey definida del siguiente modo: Se llama aceidente lo que existe en algo y verdaderamemte se le predica, aunque no de modo necesario, ni frecucntcmente. Por ejemplo, sia cavar un hhoyo para una planta, se encuentra un tesoro,"? En este punto, Aristételes da un segundo ejemplo: Por consiguiente, no hay ninguna causa determinada del accidente, sino azarosa, pero ésta es indeterminada. Ocurrié accidentalmente a alguien na. si eS que no llegé alli con el propdsito de ir, sino impulsado por una tempestad © porque fuera secuestrado por piratas. Entonces,cl accidentees lo queha ocurrido o lo que existe, pero noen cuanto lmismo sinoencuanto otro; pues la empestad fue la causa de que searribara adonde no se navegaba, lo cual era precisamente Egina, Ahora bien, estos dos ejemplos son fundamentalmente distintos, por ‘canto encontrar un tesoro mientras se cava un poz0 es algo que no interfiere cone propésito de la accién de cavar, mientras que enel caso de ser desviado del propio curso por una tormenta es el prop6sito mismo de la accién el que es interferido. Y habrfa aquf que agregar que para Aristétcles son también ‘cidentes todos aquellos rasgos permanentes de una entidad que no forman arte desu esencia (por ejemplo, que yo sea alto o bajo es un accidente, en tanto que ser animal racional es parte de mi esencia humana). Est claro, sin '* Arist6teles, Metefisiea, 19K6, p. 269, "Sibi, Libro V, XXX, 1025n 20-30, p. 270, ibro V, XXX, 102Sa 15, Buenos Aires, Sudamericana, 35 embargo, por qué para Aristétcles todos estos casos podrfan ser equiparados ¥ subsumidos bajo la categorfa general de “accidente”: porque para él cl Principal objetivo era mostrar la imposibilidad de atribuir un al “exterior” de La forma constituido por lo “accidenta imposibilidad de integrarlo ala primera instancia del seren tanto determina doy cognoscible. De loque se trataba, porlo tanto, erade establecer un Limite estricio entre el eidos y lo que esta fuera de 6! —entre forma cognoscible y materia incognoscible, Desde este punto de vista Aristoteles esta plenamente Justificado en subsumir sus varios ejemplos bajo cl mismo roiulo de To “accidental”, Pero kt misma generaticad de este rétulo ya nos muestra que. si bien el “exterior” propio de la relacién antagénica podria serenglobado en el campo general de Io “accidental”, 1a generatidad de este ultimo es insuliviente para definir la especiticidad de aauél Es con el Cristianismo que cl concepto de “accidente” es elaborado en una direccidn nueva, que conduce a I nocidn de “contingencia”. Contingcate es quel ser cuya esencia no implica su existencia, En tal sentido, el Gnico ser necesario. cn el que esencia y conlingencia coinciden,cs Dios, ¥ esto implica dos moditicaciones fundamentales respecio de la filosofta clisiea, En primer {énmino, en tanto que para ésta existfa una rigida frontera entre fona y materia entre esencia y accidente, para cl cristianismo la alirmacién del acto riginario de la ereaci6n implica que la forma misma pasa a ser contingente. Y, en segundo término, cl hecho de que cl acto ereador sea concebido como Figurosa creatio ex aihilo por parte de un ser que mantiene una distancia infinita respecto de lo creado —que no es, por to tanto, como el Dios de Aristételes, un ingrediente del cosmos— significa que el ens creatunt es también susceptible de una radical aniquilacién y que es, en consecucncia, csencialmente vulnerable. De este modo, una dimensién de negatividad penetra y estd latente en toda objetividad. mia que algo cs radicalmente contingent, que su esenciat no implica su existencia, cquivalentc por lo tanto a decir que las condiciones de existencia de una entidad son exteriores a la misma, ;Dénde estén ubicadas lay condiciones de existencia de un ser finito y contingente? Para el pensa- miento cristiano la respuesta es clara: en el acto original de la ereacidn. Remitir al ser contingente a sus condiciones de existencia consiste, por 10 tanto, en remitirlo a un fundamento w origen que mantiene respecto de aquél una distancia infinita, El cardcter infinito de esa distancia es 1a condicién de lacontingencia como tal, Existe, frente «esto, la altemativa de Higar los seres finitos a condiciones de existencia que son necesatias, pero que mo son coneebidas en términos de una distancia infinita respecto de aquéllos sino como el terreno de una totilidad auiogenerackt y autorregulacla, Esta es lat inca del pensamiento modemo, de Spinovat a Marx. Pero en este caso ka contingencia es climinada y es radicalmente absorbia por la necesicad. Es cen este sentido que Hegel provclam ta identidad entre lo racional y lo real wo Comenzamos a vistumbrar en este punto por qué una concepcién que intente afirmarel cardcter constitutive de ladimensién de negatividad propia del antagonismo es estrictamente incompatible con una visidn objetivista y positiva de lo social. Porque para esta Gltima, si hay identidad entre lo racional y loreal, nada puede ser contingente. Ahora bien, si el antagonismo umenaza mi cxisiencia, él muestra, en cl mas estricto sentido del témino, mi radical contingencia, ¥ aqui, seein dijéramos, la altemativa es clara: 0 bien ‘el antagonismo es la pura apariencia de una racionalidad més profunda que se realiza a través de €l—y en ese caso es posible remitir tanto sus dos polos ‘como su desentace a condiciones de cxistencia necesarias; o bien, si la negatividad es radical, si el desentace de la lucha no esté dleterminado de aniemano, en tal caso 1a contingencia de las identidades de las dos fuerzas iagénicas es también radical y tas condiciones de existencia de ambas tienen que ser ellas mismas contingentes. Esto puede verse aun mas claramente si se lo enfoca este el punto de vista del caricier relacional o no relacional de las iclentidades. El eidas de ta flosoffa cldsica era una identidad que podta ser plenamente aprehendida al imargen de los accidentes —que mantenfa, por lo tanto, respecto dle estos Gitimos, una mera relaci6n de exterioridad. Desde luego que era posible ¢stablecer —como en el caso de las modemas filosoffas racionalistas— ta icin I6gica entre las identidades, de modo «que todas cllas fueran referidas a una totalidad imligible de la que cada una dcellas constituiria un momento intemo; pero, aun en este caso, su ubicaciGn dentro deestatotatidadesenteramente determinada y racional. Peron cleaso «ke identiacles meramente contingentes este limite entre esencia y accidente esimposible de mantener y los accidentes mismos pasan a formar parte de las iddentidades, Lo que la contingencia implica, por lo tanto, no es un conjunto de relaciones puramente extemas y alcatorias entre las identidades, sino la imposibitidad de fijar con precisi6n —es decir, en relacién con una totalidad nnecesaria— tanto las relaciones como las identidades. Lo que se da, por lo tanto, en este caso, es un campo de identidades uramente relacionales que—puesto que las relacionesno forman unsistema cerrado— no logran nunca constituirse plenamente. De esto se siguen «os consecuencias importantes. La primera es que las identidades y sus condicio- nes de exisiencia forman un todo inseparable. En el pensamiento cristiano habia entre ambas una distancia infinita; en cl caso del racionalismo se daba centre ambas una continuidad esencial, pero ésia era simplemente la unidad niceesaria de a totalidad de lo real; 1o gae se dacn nuestro caso es una peculiar lialéctica entre necesidad y contingencia: puesto que la idlentidad depende jcramtente de condiciones cle existencia que son contingentes, su relacién as Gitimas es absolutamente necesaria. Lo que encontramos, por lo nto, es una relacidn dle imbricacién completa entre ambos: ka esencia no es nada al margen de los accidentes, Pero esto significa —y esta es la segunda 0 consecuencia— que la fuerza antagonizante cumpla a Ja vez dos papeles cruciales y contradictorios: por un lado ella “bloquea’” Ia plena constitucién dela identidad a la que se opone —y, en este sentido, muestra su contingen- ‘cia— pero como, por otro lado, esta ditima identidad, como todas las identidades, es puramente relacional y noserfa porlotanto loqueesalmargen dela relacién con a fuerza que la antagoniza, esta fuerza es también parte de las condiciones de existencia de aquella identidad. Seguin dijera Saint-Just: “Loqueconstituye la unidad dela Republica esladestruccién total de aquello ‘que se opone a ella”."” Esta relaci6n entre bloqueo y afirmacién simulténea de una identidad es 1o que lamamos “contingencia” y ella introduce un ‘elemento de radical indecidibilidad en 1a estructura de toda objetividad. Eneste punto resulta plenamente evidente por que las dos explicaciones de la l6gica de a historia que el marxismo propusicra—una de ellas fundada en la contradicciGn fuerzas productivas/relaciones de produccién, la otra en la centralidad de ta lucha de clases— resultaban diffciles de integrar. La raz6n es, claramente, que una de elas presupone la racionalidad de lo real y, por lo tanto, la objetividad radical de lahistoria y de la sociedad, en tanto que laotra presupone el cardcter constitutivo del antagonismo. Segin se adopte una u otra perspectiva, la interrogacién de lo social seré de tipo fundamentalmente distinto. En el primer caso, esa interrogacign se referird al sentido objetivo de los procesos hist6ricos y a las ldgicas positivas de constitucién de 10 social. El andlisis intentard develar, mds alld de la conciencia de los actores sociales y de las formas fenomenales en las que su accién se realiza, una racionalidad que se establece en cl nivel de las esencias. Por detrés de la variacién empirica y contingente de las situaciones concretas, habrfa una objetividad esencial cuyas leyes de movimiento rigen 1a transformacién histGrica. Entender la historia consiste, pues, en una operaci6n de reconoci- ‘miento:de loquese trataes de identiticar,en los actoresempfricos, los actores esenciales que en ellos se encaman y cuya identidad fundamental se conoce de antemano. Estamos auf en las antfpodas de los “juegos de lenguaje” de Wittgenstein: mientras que en estos dltimos las reglas sélo existen en las instancias précticas de su aplicacién—que por consiguiente las modifican y deforman—en el primer caso 1o que ocurre es lo opuesto —las instancias précticas de una empiricidad concreta son accidentes que s6lo afectan detalles de una historia que, en todos sus movimientos esenciales, se verifica segtin reglas conocidas a priori. El eidos domina en forma exclusiva y la historia es, por lo tanto, un proceso sin “exterior”. Consideremos, por ejemplo, una pregunta como la siguiente: ces la revolucién inglesa del siglo xvit Ja revoluci6n democritico-burguesa? Aquf el objeto te6rico “revolucién "Citado por R. Barthes, Mithologics, Nueva York, 1975, pp. 157-158. (Hay tad, en spall: Ronald Barthes, Mizologfas, México, Siglo XXI, 1980). ow democritico-burguesa” no se construye a partir de una historia factual y contingente sino que preexiste a ésta y su advenimiento es requerido por otro tipo de temporatidad, una temporalidad esencial que es enteramente objetiva ¥y necesaria. presupone, porel contrario, el cardcter constitutivo del antagonismo, cl tipo de interrogacién de lo social se modifica enteramente ya que cn este aso lacontingencia penetra radicalmente la identidad de los agentes sociales. Las dos fuerzas antagénicas no son la expresidn de un movimiento objetivo més profundo que englobarfa a ambas y el curso hist6rico no puede, por Io tanto, explicarse apartirde la “objetividad” esencial de ninguna de ellas. Esta iiltima es siempre una objetividad amenazada por un exterior constitutivo. Pero, segin sabemos, esto implica que es en el nivel de una historia factual y contingente donde debemos buscar las condiciones de existencia de ‘cualquier objetividad que pueda existir. Y como esta objetividad tiene una identidad puramente relacional respecto de sus condiciones de existencia, esto significa que la identidad “esencial” de la entidad en cuestiGn sera siempre transgredida y redefinida, La “revolucién democrat lejos de ser un mismo objeto que habrfa que identiticar en di (Francia, Inglaterra, Haliay —un objeto que establecerfa, por lo tanto, relaciones de exterioridad respecto de sus condiciones de existencia espect- fivas en distintos contextos— sera, por el contrario, un objeto deformado y redefinido por cada uno de estos contextos contingentes, Entre las distintas “revoluciones democrético-burguesas” habré s6lo “parecidos de familia”. Esto permite formular preguntar tales como: ,cudn burguesa fue la revolu- cin democrética en el pafs X? O bien: gcudn democrética fue la burguesta en el contexto Y? Hay asf una historizacién de las categorfas del andlisis social que, alligar la unidad entre los componentesde un objeto acondiciones deexistencia contingentes y especificas, introduce una inestabilidad esencial en las relaciones entre dichos componentes. Mientras que el primer tipo objetivista— de interrogacién de 10 social trata de buscar personajes esenciales por detrés de la especificidad histérica, el segundo tipo de interrogaciGn se mucve cn la direccién opuesta: debilitando el limite de eseneia a través de la contextuatizacidn radical de todo objeto. En la prictica, el andlisis hist6rico marxista se llev6 a cabo mezclando cconstantemente ambos tipos de interrogacién, Esto ha conducido a equili- brios inestables entre movimientos discursivos opuestos. Tomemos como vjomplo la discusién acerca de la relacién entre capitalismo y racismo en Sudéfrica.La escuela liberal habfa sostenido que entre ambos existe una incompatibitidad esencial; el apartheid scrfa un residuo del pasado, que la modemizici6n capilalista habrfa de eliminar. Frente a esto, la llamada escuela neo-marxista ha argumentado convincentemente que, lejos de ser Incompatible, ef apartheid es por el contrario un componente esencial del proceso de acumulacién capitalista, ya que sus distintas regulaciones y 6 discriminaciones penniten inerementar la tasa de explotacién. Ahora bien, esto puede scr lefdo deste una ptica economicista: la légica de la acumula- cin capitatista es cl determinant «ltimo de la politica y la forma de! Estaco sudafricano, y el racismo representaria una superestructura integrada funcionalmente a esa l6gica. Pero cl argumento podria ser invertido: si el racismo es un requisito funcional del ipo de acumulacién capitalista existen- te en Sudatrica, no significa esto quc el racismo es una condicién de existencia de dicha acumulaci6n? Y en tal caso, y dado que las fluctuaciones delapolitica racista estin determinadas por un conjunto de procesos (luchas, divisiones en la élite dominante, presidn intemacional, etc.) que no estén directamente ligados a la Kigica end6gena de la acumulaci6n de capital, zn0 significa esto que la cconomfa tiene un “exterior constitutivo” y quc la l6gica abstracta del capital, Icjos de ser la que dicta las leyes de movimiento det conjunto de la formacién social es ella misma contingente, ya que depend le procesos y transfonmaciones que escapan a su control? ¥ lo mismo puede dccirse, desde luego. del racismo o de cualquier otro aspecto de la sociedad sudatricana, De lo que se trata en cste punto es de la puesta en cuestién de toda trascendentalidad “‘superhard!” ,"*a través de mostrar las condiciones fac- tuales de existencia dle las que toda objetivicad concreta depend. Los argumentos contra las formas economicistas del marxismo se han presentaclo en general como una critica a ta deteminacién directa de 10s procesos superestructurales por parte de la economéa y como una defensa de la aulonomfa relativa de los otros niveles. Por una serie de motivos que hemos aanalizado en otros trabajos, consideramos que estos diversos intentos de antieconomicismo son tesricamente incongruentes. Pero, aparie de estas incongrucneias, la verdadera dificultad estribacn que estos intentos no toman en cuestisn el problema fundamental. Porque de lo que se trata realmente no esde establecer el grado de efectividad de un objeto plenamente constituid ta economfa— sobre el resto de la formacién social, sino de detenninaren qué medica 1a economia se constituye como un objeto aulénomo, separaclo por una frontera ce esencia de sus condiciones factuales de existencia. ¥ aqui se aplica plenamente Io que antes estableciéramos: si un conjunto de confi guraciones politico-sociales —et apartheid, por ejemplo— son condi- ciones de existencia de Ja economia —en este caso: de la acumulacién ccapitalista— es imposible entonces constituir a ki economia como objeto separado de esas condiciones, ya que sabemos que en toda identidad ‘contingente las condiciones de existencia son intemas a dicha identidud. Lo que encontramos entonces no es una interacciGn / determinaciGn entre drcas plenamente constituidas de 0 social sino un campo de semi-identidades "Tomo esta expresisn de H. Staten, Witgenstein and Derrida, Oxford, 1988, p. 12, au relacionales en el que clementos “politicos”, “cconémicos”, e “idcolégicos” entrardn cn relaciones inestables de imbricacién sin lograrnunca constituirse como objetos separados. La fronicra de esencia entre los mismos se encon- trard permanentemente desplazada. Los juegos combinatorios entre entida- deshipostascadas—o “econémico”. lo" politico”, "Io ideolégico”—aloque ims recuerdlaes aesas abstracciones econémicas que Marx describiera como “el mundo encantado y trastocado en donde Monsieur le Capital y Madame {a Terre aparecen como caracteres sociales y como meros objetos, simulta neamente”."" Esto, desde luego, no significa que una regién de to social no pueda autonomizarse y establecer, en mayor 0 menor medida una identidad separada: pero esta separacién y autonomizacién tiene, como todo, condicio- nes de existencia espectficas —que establecen al mismo tiempo sus limites. Loque noes posible es eomenzaraceptando esta identidad separadacomo un supuesto incondicionado y a partir de el intentar explicar su interaccién y articulacién con otras identidades. Este argumento acerca del caracter contextual de las identidades debe ser ‘mantenido sin restricciones. Claude Lefort, por ejemplo, hamostrado de qué ‘modo una categoria como “trabajador” no designaunaesenciasuprahistorica, yaque tiene como condicién de existencia la separacién del productor directo de lacomunidad y dela tierra, y esto requirid el proceso hist6rico dela génesis del capitalismo, Alirma Lefor Decir que los hombres no tienen el status de “trabajador” es decir que ellos noestin diferenciados, cn suactividaddel medio cnl que ellos irabajan, que Ta tierra que les sirve Como morada, como materia prima y como fuenic de hecramientas no es externa a ellos misinos”.* Y después de citar la afirmacién de Marx de que “Ia comunidad cldnica, Ja comunidad natural, aparece, no como un resultado sino como un presi puesto de ta apropiacién comunal (wemporal) y de ta utilizacién de la tierra”, Lefort agrega: Pero estarfa cyuivocado quicn ereyera que Marx se refiere aqui tan s6loa la representacién de la comunidad. Lacomunidad aparece a los hombres como lo que realmente ¢s.*Comunidad de sangre, de lengua, de costumbres”: tal ceslacondicién primordial de toda apropiacién, del mismo modo que la tierra no simplemente parece sino que en realidad “es el gran taller, janto los medios como el matcrial de trabajo. ll que el asiento, la base de la comunidad.” "K, Marx, El Capital, México, FCE, Tomo II, 1966, p. 768 "°C. Lelont, The Political forms of Modern Society, Oxford. 1975, p. 142. [Hay trad. vn expaifol: Claude Lefort, "Marx: de una visi6n a ira de Ia historia”, en La imvencié mocrética, Buenos ites, Nueva Visién, 1990), bid. ps WS. ‘Naturalmente que sabiendo lo que es en nuestro mundo un “trabajador podemos proyectar esta categorfa hacia el pasado y subsumiren ella a todos Jos productores directos. Este no es un ejercicio ilegitimo en la medida en que se reconozca com lo que es: como una historia del referente que constituye un objeto, ef cual s6lo tiene validez —para una serie de efectos comparati- vos— dentro del discurso del historiador. Pero de ahf hay s6lo un paso a una transicién ilegitima: el concebir al “trabajador” como una categoria trascen- dental a priori que constituye la esencia de todo productor directo y respecto de la cual las formas hist6ricamente diferenciadas de relacién con las cont ciones de producci6n constituirfan meras variaciones empiricas. ‘Marx analiz6 las condiciones de emergencia del capitalismo y las refiri6 ‘ados procesos fundamentales: 1a existencia del trabajo libre y su venta cn el ‘mereado de trabajo y Ia separaci6n del trabajador libre de los medios y el objeto de trabajo. En este proceso, admitié que algunas de tas condiciones deexistencia del capitalismo fueron aportadas por fuerzas extra-econémicas: de ahf su andlisis de 1a acumulacién originaria. A partir de este punto, sit embargo, tendié a pensar (y con él el grueso de la tradicién marxista de la ‘Segunda Intemacional) que cl proceso de acumulacién capitalista estaba ‘movido por sus propias teyes —es decir, que generaba sus propias Ieyes de existencia, Pero este es el punto en que el andlisis marxista resulta inacepta- ble. Si, como hemos visto, ef propio antagonismo entre obrero y capitalista no es interior a las relaciones de produccién sino que se establece entre las relaciones de produccién y una identidad exterior a las mismas, en tal caso los modbos de relacién con ese “exterior” no pueden ser un cfecto automitico de la I6gica de la acumulaci6n. Las condiciones de existencia de la acumu- Jaci6n capitalista son aportadas por un conjunto de factores que corresponden acomplejos equilibrios de fuerzas —en parte econdmicas, desde luego, pero también politicas, institucionales ¢ ideol6gicas. Ninguna de cllas puede, por lo tanto, ser conceptualizada como “superestructura”. Es decir, que ta efectividad “estructural” de los factores extra-econémicos no se limita a operaren el momento de la acumulacién originaria sino que es una condicién de existencia de todas las etapas de la acumulacién capitalista. Pero, en tal ‘caso, el mito de una “instancia econdmica” separada y definible debe ser abandonado. Lo que existe no es una entidad esencialmente homogénea—el “sistema capitalista"— que admitirfa tan s6lo variaciones empiricas y accidentales en los distintos contextos hist6ricos y geogriticos. Lo quese dan sonconfiguraciones globales—bloqueshistéricos,enel sentido gramsciano— cen los que elementos “ideol6gicos”, “econémicos”, “politicos”, cte., estin inextricablemente mezclados y s6lo pueden ser separados a efectos analiti- cos. No hay porlo tanto “capitalismo”, sino relacionescapitalistas dedistinto tipo integradas a complejos estructurales muy diversos. 12, Debemos explorar a continuacién las otras consecuencias que se siguen para nuestro argumento de la afirmacién del cardcter constitutivo del antagonismo y de la consecuente contingencia radical de toda objetividad, Antes de esto es necesario, sin embargo, introducir algunas aclaraciones acerca de las nociones de “negatividad” y “contingencia” que hemos estado utilizando en este texto. La primera es que la nocién de “negatividad” en que nuestro andlisis se ividad en el sentido dialéctico del término. La nocién idad es la de una negatividad necesaria; es decir, que lo negativo cs un momento en el desplicgue intemo del concepto y que est destinado a ser reabsorbido en una Aufhebung —es decir, en una unidad superior. No es aqui i siquiera necesario, como a veces se ha sostenido, que eliltimo término del movimiento dialéctico sea positivo; incluso siel sistema esconcebido como movimiento sin resolucién entre positividad y negatividad, estaiiltimaes siempre intemal sistema. La propiacontingenciaes absorbida como momento en el autodespliegue de lo necesario. En tanto que el exterior ‘quehemosintentado definiresunexteriorradical yconstitutivo, lanegatividad ialéctica no constituye un verdadero exterior, ya que su presencia es sélo el anticipo de su necesaria recuperacién por el sistema, Pero si la negatividad de la que hablamos muestra el cardcter contingente de toda objetividad, si es realmente constitutiva, en tal caso no puede ser recuperada por ninguna Aufhebung. Es aquello que manifiesta, simplemente, el limite en la constitu- cidn de la objetividad y no es, por lo tanto, dialectizable, Por otro lado, afirmar al cardcter radicalmente contingente de toda objetividad, no significa simplemente invertir la l6gica esencialista de la necesidad y reemplazarla por su “otro”? La verdades que si la afirmaci6n del cardcter contingente detoda objetividad implicaratan slo laausenciade toda necesidad, nos veriamos meramente confrontados con una totalidad vacta, ya {que el discurso de la contingencia serfa el reverso puramente negativo del de la necesidad y no podria trascender el horizonte de este iltimo. En tal caso, en un universo del que la necesidad se hubiera evaporado, lo que encontra- rfamos seria pura indeterminacién y la imposibilidad de todo discurso coherente. Pero no se trata, evidentemente, de esto, De lo que se trata no es de una negacién frontal de la necesidad (que como tal dejaria a esta citima sin ninguna alteracién conceptual) sino de una subversién de la misma. Consideremos la amenaza a una identidad (a una objetividad, por lo tanto) que el antagonismo presupone. Para que cl antagonismo pueda mostrar el cardcter contingente de una identidad, esaidentidad tiene que estar, en primer {érnino, presente. La estructura de toda relacién de amenaza presupone a la vez la afirmacién de una identidad y la puesta en cuestién de la misma. Vista lesde la perspectiva de la fuerza antagonizada, la posesién de una identidad plena presupondria la objetividad enteramente suturada de esta tltima—es «lecir, su cardcter necesario. Pero de esto es precisamente de lo que la priva jena de Ia lucraa antagonizante, Sin la coexistencia de estos dos an ‘momentos —Ia plenitud de una objetividad y ta imposibitidad de ta misma— no existirfa amenaza alguna. Y esta misma dualidad est4 presente si consi- deramos Ia amenaza desde el punto de vista de la fuerza antagonizante: no es posible amenazar la existencia de algo sin afirmar esa existencia al mismo tiempo. Es en este sentido que lo contingent subvierte lo necesario: la contingencia no es el reverso negativo de la necesidad sino el clemento de impureza que deforma c impide la constitucién plena de esta tltima. Por lo tanto, decir que todo es contingente es algo que s6lo puede tener sentido para un habitante de Marte, Que en la diltima instancia ninguna objetividad pueda ser reconducida aun fundamento absoluto es algo verdadero, pero algo de 10 {que no pucde sacarse ninguna conclusi6n importante, ya que los agentes sociales no actéan nunca en esa tiltima instancia, Ellos no estén nunca, por lo tanto, en Ia posicién del elector absoluto que, confrontado con la contin- gencia de todos los cursos de accién posibles, no tendria ninguna razin para . Lo que encontramos, por cl contrario, es siempre una situacién ida y determinada on la que la objetividad se constituye parcialmente y es también parcialmente amenwzada; en la que las fronteras entre lo contingente y lo necesario se desplazan constantemente. ¥ este doble juego de subversidn mutua entre lo contingente y lo necesario ex un terreno omtolégicamente mds primario que el de una objetividad pura 0 una contin- gencia total. Afinnar el curdcter constitutive del antagonismo, como lo yenimos haciendo, no implica por lo tanto remitir toda objetividad a un negatividad que reemplazaria a la metafisica de la presencia en su papel de fundaci6n absoluta, ya que esa negatividad s6lo es concebible, precisamentc, encl marco de la metaffsica de la presencia, Lo que implica es afirmar que ‘el momento de indccidibilidad entre lo contingentc y lo necesario es consti- utivo y que el antagonismo, por lo tanto. también io es. 13. En Hegemonta y estrategia socialista hemos presentado ala historia del marxismo como el proceso de progresiva incorporacisn de las diversas 4reasde lo social al campo operativo de las 6gicas hegeménico-articulatorias -ycomo la consecuente retraccidn del campo de la “necesidad hist6rica”. Pero Jo que es importante esno transferira la categorfa de“hegemonia” loscfectos {otalizantes que se han desplazado del campo de las “esiructuras objetivas”. En este sentido podemos sefialar tres niveles de radicalizaci6n te6rica de ta categorfa de “hegemonfa”, que implican también tresniveles de andlisis de la relacién necesidad / contingencia, + 1°. Un primer enfoque operarfa en el nivel de lo que podrfamos denominar como articulacién de “significantes flotantes”. Por ejemplo, un significant como “democracia” es esencialmente ambiguo en raz6n de Ia amplitud desu Circulacién polftica: adquiere uno de sus posiblessentidosen limedidaen que vaarticulado equivalencialmente 2 “antifascismo”, y otro totalmente distimto 44 si la equivalencia se establece con “anticomunismo”. Hegemonizar un contenido equivaldria, por consiguiente, a fijar su significacién en tomo de tun punto nodal, El campo de lo social podria ser visto asf como una guerra de trincheras en la que diferentes proyectos politicos intentan articular en tomo de sf mismos un mayor ndmero de significantes sociales, De la imposibilidad de lograr una fijaci6n total se derivarfa el cardcter abierto de lo social. La necesidad y “objetividad” de lo social dependerta del estableei- micnto de una hegemonta estable, y los perfodos de “crisis orgénica’” serfan aquellos en que se debilitan las articulaciones hegemdnicas basieas y en que un ndmero cada vex mayor de elementos sociales adquieren el cardcier de nificantes flotantes. Aunque ciertamente este enfoque capta una parte del proceso de construccién hegeménico-

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