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‘De Maria Torok en esta biblioteca ‘La inguietante extrafeza de Froud ante Bl hombre de la ore. Qe E. TA. Hoffmann, Nicholas Rand y Maria Torok, en El psiquismo ante la prueba de las gereraciones. Clinica del fantasma, ‘Serge Tisseron et al Sobre Nicolas Abraham en esta biblioteca “Invencién pottiea y psicoandlisis del secreto en Le fant6me d'Hamlet Ge Nicolas Abraham-, Nicholas Rand, en El psiquismo ante la prueba de las gencraciones. Clinica del fantasma, Serge Tisseron et a. La corteza y el nticleo Nicolas Abraham Maria Torok Amorrortu editores ‘Buenos Aires - Madrid Biblioteca de psicologiay psicoansl Directores: Jorge Colapinto y David Maldavsky ‘Lécorce et le noyou, Nicolas Abraham y Maria Torok (© Flammarion, Paris, 1987 ‘Traduecién, Mirta Sogoviano ‘La reproduecin total opareil de este libro en forma idéntica ooficads por eual- aquier medio mecdnico, electrénico 0 informatico, inluyendo fotoeopia, grabacién, Aigitalizecién o cualquier sistema de almacenamiento y recuperacién de informa- ‘eidn, no autorizada por lo editoes, viola derechos reservados. (© Todos los derechos de Ia edicién en castellano reservados por ‘Amorrortu editores 8A, Paraguay 1225, 7 piso (1057) Buenos Aires, ‘worwamorrortueditores. com ‘Amorrortu editores Espana SL (San Andrés, 28 - 28004 Madrid (Queda hecho el depésito que previene Ia ley n° 31.728 Industria argentina. Made in Argentina ISBN 960.518-094-2 ISBN 208-212505-X, Paris, edicién original Abraham, Nicolas La cortera y el nicleo/ Nicolas Abraham y Maria Torok. -1* ed, - Buenos ‘Aires : Amorrortu, 2005. ‘416 p. 29x16 em. - Biblioteca de psicologiay psicoanslisis /diigida por Jorge Colapinto y David Maldavsky) ‘Traduccion de: Mirta Segoviano. ISBN 950-518-0942 1. Psicoanélisis, L Torok, Maria 11. Segoviano, Mirta, trad, II. Titulo cpp 150.195 Impreao on los Talleree Gréticas Color Efe, Paso 192, Avellaneda, provincia de Buenos Aires, en enero de 2008. ‘Trada de esta edicién: 2.000 ejemplares, La primera edicién francesa de La corteza y el niicleo fue publicada en 1978 por Aubier-Montaigne, coleccién «La philosophie en effets, dirigida por Jacques Derrida, Sarah Kofman, Philippe Lacoue-Labarthe y Jean-Luc Nancy. La presente edicién ha sido revisada y completada. La corteza y el nticleo La corteza de las palabras A partir de ahora el psicoandlisis posee su »Lalande-, Técnico, eriticoe incluso histérico, el primer Vocabulaire de esta ciencia lar- gamente septuagenaria se conaagra a definir, registrar, preseribir y proseribir: los sentidos, usos, malos usos y abusos de una lengua que, pese a su creciente difusién, ha seguido siendo esotérica e in- comprensible. El poderoso esfuerzo de clarificacién al que los auto- res dedicaron ocho afios de investigaciones y reflexiones, apunta, mis alld de las cuestiones lexicoldgicas, a «la organizacién concep- ‘tual», como dice Lagache, yal «aparato conceptual, segtin los térmi- nos deLaplanche y Pontalis, de una summa de saberes y précticas cu- ‘ya originalidad era un desafio a la voluntad codificadora, Determi- nar los estatutos inter- e intradisciplinarios de cada concepto psico- ‘analitico, y esto no sin haber seguido sus vicisitudes y avatares a través de la obra freudiana y mds allé de esta, ejerciendo al mismo tiempo una critica celosa en cuanto a la extensién, connotacién, implicaciones e interferencias, esa es la empresa, y ese, el reto. ‘La importancia de la apuesta presidié la de In puesta en accién: relectara (en tres lenguas) y examen de las cinco mil paginas de las, obras completas de Freud, sin hablar de los textos de Ferenczi, Abraham, Melanie Klein y otros més, no siempre los més sencillos, establecimiento de un vasto fichero con, al menos, cuatrocientos titulos e innumerables referencias, aprovechamiento del fichero asi obtenido mediante minuciosos y sutiles estudios comparativos, de- tectando sin piedad las metasemias, contradieciones, aporias y ‘euestiones que quedaron abiertas: registro ademds en un atestado conciso y sustancial de los resultados surgidos de la discusién y, fi- nalmente, coronacién de esta larga preparacién, puesta a punto de las definiciones de concepto (més de trescientas), que pueden impri- mirseen caracteres gruesos y que ofrecen una respuesta autorizada al legitimo interrogante de quienquiera, hombre de ciencia, fil6so- f, jurista, o incluso psicoanalista: :qué es, pues, «transferencian, srealizacién alueinatoria del deseo, «libido», «pulsidne, «yo? 183 La ejecucién se corresponde con la meta. Con sus concisas 515 paginas in-octavo, que indican las equivalencias terminolégicas en cineo lenguas, que combinan las definiciones con discusiones his rieo-criticas, apoyadas por citas y remisiones a los textos, la obra se ofrece inmediatamente como el repertorio razonado de los instru- mentos de pensamiento autorizados del psicoandlisis. Y si un uso frecuente del Vocabulaire debe levarnos a rectificar un tanto esa primera apariencia, esta refleja sin embargo la funcién asignada a Ia obra: constituir un corpus juris con fuerza de ley y que, en lo suce- ssivo, nadie alegaré ignorar. No nos corresponde aqui someter a di cusidn los fundamentos, cualesquiera sean, de tal jurisdiccién: ya se ‘trate de un comentario de la obra freudiana, de la eficacia de una préctica o de consideraciones epistemolégicas (de hecho los tres son invocados), el resultado no deja de presentarse como la tentativa —enorme— de fijar los estatutos de la «cosa» psicoanalitica, tanto ‘en sus relaciones con el mundo exterior como en su relacién consigo misma, Esta es, pues, una realizacién que, para el psicoandlisis entero, std llamada a cumplir las funciones de aquella instancia a la cual Freud confirié la prestigiosa designacién de Yo. Ahora bien, refirién- donos, por esta comparacién, a la teorfa freudiana misma, queremos ‘evocar esta imagen del Yo que lucha en dos frentes: hacia el exterior, ‘moderando los requerimientos y los ataques, hacia el interior, cana- izando los impulsos excesivos e incongruentes, Freud concibié esta instaneia como una capa protectora, ectodermo, crtex cerebral, cor- teza. Este papel cortical de doble proteccién, hacia el interior y hacia el exterior, se reconoceré ficilmente en el Vocabulaire, papel que no se cumple —entendemos—sin cierto camuflaje de lo mismo que se debe salvaguardar. Aunque la corteza se impregne de aquello a lo que presta abrigo, de aquello que, encubierto por ella, en ella se des- cubre, Y si el nticleo mismo del psicoandlisis no tiene que manifes- tarse en las paginas del Vocabulaire, ocurre sin embargo que, oculta e imperceptible, su accién se refrenda a cada paso por su resistencia a constituirse en enciclopedia sistemética, El insigne mérito de los ‘autores es no haber disimulado jamés las dificultades inherentes a su tarea y haber dado a comprender esto: si debe realmente exis! una organizacién conceptual del psicoandlisis, esta no podria obte- ner su unidad de las formas de pensamionto eldsicas. Su aprehen- sién requiere una dimensién nueva, que es preciso encontrar. 184 El primer tiempo de la exégesis Cualesquiera sean las objeciones triviales a las que las elabora- ciones tedricas del psicoandlisis son vulnerables, nadie piensa ya en ‘refutar el aleance real de su clinica, Hoy estamos de acuerdo en afir- mar que la alternativa de rechazar la teor‘a por falta de cohesién 0 bien de admitirla como un mal menor, deberia ser superada. Habré quienes estarian tentados de objetar: sf, certamente, pero para es0 hharfa falta una teoria mejor adaptada a los hechos, La dificultad de un tal liberalismo cientifico, aplicado al psicoandlisis, consiste preci- samente en que, si se cambiara el discurso que los define, los -he- chos» mismos serfan desnaturalizados. Lo hemos visto claramente cada vez.que se intenté impregnar al psicoandlisis en otros sistemas de inspiracién (conductismo, existencialismo, fenomenologia). Por- que los conceptos psicoanaliticos, por aviesos, incoherentes y hasta escandalosos que parezcan, poseen no se sabe qué poder y no podria- ‘mos incluirlos en sistemas de referencia ajenos sin quitarles su ner- vio propio. La teoria psicoanalitica se rehtisa pues, enérgicamente, a toda tentativa de modificacién o reajuste. Ante esta verificacién, queda abierta una sola via: buscar lo que ella, detras de sus contra- dicciones y lagunas, consigue comunicar.) Alo que el texto freudiano invita es a una empresa de exégesis, con la condicién de que esta s0- porte y sostenga la originalidad de! mismo texto que se propone es- clarecer. Ahora bien, este trabajo de exégesis debe proceder por tapas y exige al menos dos tiempos. En el primero, seré indispensa- ble inventariar todo lo que da lugar a comentario. Dicho de otro mo- do, hacer la lista de todo lo que, por diversas causas, constituye un problema en la elaboracién freudiana, Semejante repertorio de pro- blematicas, establecido por medio de los instrumentos clésicos, ex- plicacién conceptual, comparacién de las diversas etapas del pensa- niento, concordancia y discordancia seméntica en la sineronia y en ladiacronia, filiaciones, permanencias y variaciones tematicas,etc., {uo prcisamente ol objeto de In pasta hitiionritien del Voabu- aire Es, pues, un gran mérito de los autores, por su paciente y minu- ciosa labor, haber preparado ast el segundo momento de la exégesis, ‘momento decisivo puesto que, tras el inventario de los aspectos pa- raddjicos y heterdclitos de la teorfa psicoanalitica, ya no se podré eludir la verdadera cuestién, que es esta: si las teorfas de Freud for- man la corteza protectora de su intuicién, oculténdola y descubrién- 1Cf, Pontalis,Aprés Freud, Julliard, 1965, pags. 113-54 185 dola a la vez, gqué ocurre con el niicleo propiamente dicho? Porque ‘es este el que, invisible pero eficaz, confiere su sentido a toda la construccién. Este nticleo, principio activo de la teoria psicoanali- tica, no se traslucird mientras todas las aparentes contradicciones no hayan encontrado su explicacién en la unidad que, por hipétesis, Jesuponemos a la intuicién freudiana, Comprobar que este segundo momento de la exégesis sale de los marcos previstos del Vorabulaire es apreciar la mesura y la prudencia que gobernaron su redacei puesto que los autores mismos se dedicaron a trabajos de exégesis. més personales. El artificio de las mayusculas Entretanto, se buscard en vano, bajo el titulo de «Psicoandlisis>, tuna definicién de este que ponga de manifiesto la originalidad de su decir o el cardcter paradéjico de su estatuto. Para entreverlos, sin ‘embargo, bastard remitirse a las innumerables discusiones que, con la mayor frecuencia, sin proponer atin solucién, se contentan con se- falar una u otra dificultad conceptual. Elijamos para nuestro objeti- vo el problema terminolégico sefalado en la pagina 934, acerca del principio de placer»: «Hablar, por ejemplo, de un placer incons- ciente que se uniria a un sintoma manifiestamente penoso puede suscitar objeciones en el nivel de la descripcién psicol6gica». Agre- guemos que el placer, en tanto afecto, no pertenece, segtin la meta~ ppsicologia misma, al Inconsciente en el sentido preciso del término, sino al Yo consciente. 2Qué placer seria ese que no se sentiria y que hasta se percibiria como un suftimiento? Se podrd responder: poco importa que sea vivenciado ono, siempre que el proceso subyacente cba producirlo por principio y que, desde luego, se lo pueda verifi- car objetivamente. Placer sera entonces no ya el afecto, sino, por ‘metonimia, lo que pudiera ser su eausa: la descarga de una tensicn. ‘Semejante pasaje de lo introspectivo a lo psicofisico exigirfa al menos que placer y descarga se correspondiesen en forma estricta de un plano al otro, No es asi, precisamente. En un orden de ideas ‘cercano, citemos otra ver ese desafio al conductismo del reflejo con- dicionado que constituye la nocién de deseo ineducable (pag. 120; estos conceptos no se remiten a ningtin sistema de referencia conoci- doy habré que resignarse a ello desde un comienzo. Si queremos avanzar en nuestro trabajo de exégesis, sera indispensable llegar a reconocer que la teoria psicoanalitica exige de nosotros una verda- dera conversién men:al. 186 Para indicar tal conversiGn, podria ocurrirsenos presentar los: conceptos metapsicolégicos de Placer y Descarga con maytisculas. Comprobaremos entonces que este artificio actiia como un revelador e indica, sin equivoco, el cambio seméntico radical que el psicoandli- sis ha introducido en el lenguaje, Ciertamente, la naturaleza de este cambio no se manifiesta en forma clara e inmediata, de alli los innu- merables contrasentidos que nutren la literatura psicoanalitica. Pe- ro los primeros traductores franceses de Freud, habiéndolo perci- bido, le restituyeron sin duda su sello al dotar generosamente de maytisculas a la mayoria de las nociones metapsicolégices. Por care- cer, en alemdn, de una tal ortografla distintiva, Freud kabfa proco- nizado grafias especiales abreviadas para designar el Inconsciente (UBw), la Percepeién-Conciencia (WBw), el sistema ¥, etc. Estas de- signaciones de apariencia esotérica revelan, sin definirla ain, la or ginalidad seméntica del plano en el que, desde el comienzo, se des- pliega el discurso psicoanalitico. Entre el «yo» [jer] y el «me» Cuél es, pues, el principio de coherencia de un diseurso donde Placer ya no significa lo que se siente, donde Descarga remite a otra cosa que a lo que se ve? Ante esta dificultad, algunos se verfan tenta~ dos de apelar a una descripcién fenomenolégica de las significacio- nes en litigio, Para hacerlo, se dotaria de comillas reductoras al tér- mino Placer, que estaria entonces préximo a suftir —siguiendo el método husserliano— el examen de su estructura noético-noeméti- a. Ahora bien, cosa rara, la maytiscula metapsicolégica rechaza de manera concluyente las comillas del fenomenslogo. El Placer no po- drfa ponerse entre comillas. Lo mismo ocurre con los términos Conciencia ¢ Inconsciente” y —bien mirado todo— con el conjunto de los conceptos de la metapsicologia. Por si sola, esta incompatil Udad caracteriza suficientemente el dominio propio del psicoanali- sis como para situarlo de inmediato fuera del campo fenomenolé- Bico, reservado a los objetos y a las vivencias amadas intenciona- les, Nuestra grafica es bastante sugestiva para llamar la atencién sobre esto: el efecto de las mayiisculas remite a un misterio, el mis- mo de lo impensado, que asigna a la filosofia reflexiva una ingenui- 2 Amenos de comseter un contrasentido con respacto al Incontcente, como lo hizo Maer on de elt avid xeric eigen smite go el métoe de ins atocacones es suscepblede depaar Huoseriane Vp, 187 dad congénita. Revela la opaca gratuidad dea distancia que separa al sujeto reflexivo de s{ mismo, distancia que pone en peligro incluso las evidencias basadas en una ilusoria proximidad consigo mismo. Condicién sine qua non de la relacién consigo mismo, el hiato que separa al «yo» (je]* del «me» escapa, pues, necesariamente a la tema- tizacién reflexiva. En ese hiato, en esa no-presencia para sf, con- dicién misma de la reflexividad, el fenomendlogo se posiciona para escrutar sin saberlo, desde esta terra incognita, su tinico horizonte Visible el de los cantinentzshabitados. Ahora ben, el dominio del psicoandlisis, por su parte, se sitdia precisamente sobre ese suelo de impensado de la fenomenologia. Comprobarlo es ya sefalar, cuando no resolver, este problema, ¢Cémo ineluir en un discurso, cualquiera sea, eso mismo que, por ser su condicién, le escaparia por esencia? Si la no-presencia, ndcleo yrazén tiltima de todo discurso, se hace palabra, puede —o debo— hacerse ofr en y por la presencia para sf? Esta parece la situacién paradgjica inherente a la problematica psicoanalitica. EI psicoandlisis como antisemdntica De ahi una doble conclusién. En primer lugar, que no se puede alinear al psicoandlisis en un lugar determinado en el orden de las ciencias; y luego, aun «situador fuera de todo lugar, el dominio psi- ‘coanalitico queda sin embargo incluido en un intervalo bien defini- do, intervalo que se extiende entre el «yo» [jel y el «mer, sujeto y objeto de la reflexividad. Entonces, ciertamente, es comprensible que las dos fronteras de este dominio seam los dinieos lugares donde se pueda explorar el espacio que ellas encierran y que las ha erigido; por eso, ademas, el psicoandlisis multiplica, gracias a la cura, las autoafecciones a través de los discursos, y las «tomas de conciencia~, pruebas para el que escucha, de que dependen de un més alld que Freud denominé Niicleo del ser: el Inconsciente. De todas formas, Los pronombres franceses je y mo, ambos tradueibles par -yo-, no vélo cumpen funciones gramaticales diferentes sine que adems, moi esl Uérmino can que se de- signa al -Yo- eomo instancia psiquica Cf, primera tépica freudiana: Yo, Ello, Super 1). Jeesindieador enunclativo, syeto de le accién verbal Me es tambien pronombre det! persona pero susceptible de cumplir diversas funelones: complements ‘de objeto directo, indirect ete. Bn este articul, ol autor aerefiere a ls pronombres Jey me en tanto, respestivamente, sujeto y objeto dela reflexivided. En la tredue- ‘cién, cuando se trata de je, se consigna siempre =yo ele. =Yor (sin aclaraciones) rresponde a Moi. IN. de la 7} 188 surgiendo en el tocante-tocado —como imagenes alusivas a lo in- tocado nucleico de la no-presencia—, Placer, Descarga, Inconsciente (neluso Conciencia y Yo, en su relacién con los precedentes) no po- drian significar nada propiamente hablando, sino el silencio fun- dador de todo acto de significacién. Este es justamente el papel de las mayisculas: en lugar de re-significarlas, ellas despojan a las pa- labras de su significacién, las de-significan, por asf decir. Noa causa de alguna ocasional interaccién de sentido, como en el cadaver ex- quisito»* de la escritura automética. La de-significacién psicoanali- tica precede a la posibilidad misma de la colisién de sentidos. Las maytisculas efectiian la de-significacién segin un modo particular y preciso, apto a la vez para hacer fracasar la significacién y para po- nor al descubierto el fundamento mismo della significancia. Su rigor reside en su manera siempre singular de oponerse ala actualizacién seméntica —a que Placer pueda querer decir placer— remitiendo al mismo tiempo, muy precisamente, a la no-presencia de donde el splacer» emerge y que, en él, se hace representar. Para que este dis- curso en maytisculas sea otra cosa que ilusién mistica o religiosa, el segundo momento de la exégesis deberd darse como objetivo definir las exigencias, las obligaciones y el universo propio de esta antise- méntica escandalosa, la de los conceptos de-significados en virtud del contexto psicoanalitico y revelados como tales mediante el artifi- cio de la mayusculacién. ‘Tomemos cualquier vocablo introducido por Freud, forjado por él co tomado de la lengua, culta o familiar. A menos que seamos sordos ‘su sentido, nos sorprende el vigor con el cual, a partir de la puesta en relacién con el Niicleo inconsciente, aquel literalmente se arran- a del diccionario y del lenguaje. Lo que efectivamente induce este fenémeno semantico inéditoy extrafio es la alusién a lo no-reflexivo ya lo innominado. El lenguaje del psicoandlisis no sigue los giros y ‘figuras (tropoi) del habla y la escritura habituales. Placer, Ello, Yo, Econémnico, Dindmico, no son metforas, metonimias, sinéedoques 0 catacresis; son, en virtud del discurso, productos de de-significacién ¥ constituyen figuras nuevas, ausentes en los tratados de retérica. Estas figuras de la antisemdntica, puesto que no significan nada més que el ascenso a la fuente de su sentido habitual, requieren una denominacién adecuada para indicar su estatuto y que —a falta de ‘uno mejor— propondremos llamar con el nombre inventado de anasemia. * Nomire dado a una experiencia de poosie alestora y colectiva de los surrealis: {as donde, dentro de una estructura sintdctica simple, los participantes eseriben, Jgnorande el resto de la frase, uno de sus elementos. El nombre de juego proviene el resultado de una de las primeras pruebas realizadas. IN. dela 7 189 El psicoandlisis en tanto teorfa se enuncia, pues, en un diseurso anasémico. {Qué es lo que justifica semejante discurso? En primer Tugar, nada sino su existencia. Pero con eso basta. EH] hecho mismo de que tal discurso tenga efectivamente lugar incluso contra las le- yes conocidas de la discursividad, es decir, el hecho de que corrobore ‘un alcance y una pregnancia ciertos, confirma suficientemente que su alusién encuentra resonancia en nosotros para fundarlo, reve- ando, por su penetracién hacia esta no-presencia en nosotros, el Iu: gar de donde en iltima instancia brota todo sentido, == En su prefacio al Vocabulaire, D. Lagache acierta al escribir: «La lengua comiin no tiene palabras para designar estructuras y movi- :mientos psiquicos que, con respectoal sentido corriente, no existen». En efecto, la estructura anasémica propia de la teorizacién del psi- coandlisis no existe en ningiin modo conocido de lenguaje. Procede ‘enteramente del descubrimiento freudiano. Antes de este, no hut ramos podido decir Placer o Angustia sin designar el sentimiento que fandaba su sentido. Ahora bien, simétricamente, con Freud, po- dremos incluso hablar de un placer vivido que no va con mayuiscula, de un dolor que es Placer e incluso de un Placer que es sufrimiento, ‘La mayoria de los contrasentidos sobre los conceptos psicoanaliticos vienen de la confusién constante que nos vemos tentados de hacer entre los planos subjetivo (introspectivo) u objetivo (por ejemplo neurolégico) por una parte, y el plano anasémico por la otra. Lo Somato-Psfquico como anasemia y el simbolo del mensajero ‘Vamos a elegir un ejemplo para ilustrar lo que el universo del discurso anasémico tiene de original y desconcertante pero, tam- bién, de riguroso y fecundo, Nos lo proporciona esta afirmacién damental de los autores del Vocabulaire: «La relacién de lo som: {y lo psiquico no se concibe ni al modo del paralelismo ni al modo de tuna eausalidad. . . debe entenderse por comparacién eon la relacién que existe entre un delegado y su mandante- (pag. 412). La anase- iia, aqut, se aloja en el término somatico, Es evidente que no puede tratarse del sentido biolégico; lo mismo ocurre eon orgdntico en con- textos semejantes. Para que pudiera tratarse de una relacién de mi- sidn, tendriamos que suponer al emisario caracteres comunes con el ‘mandante por un lado y con la instaneia acreditadora por el otro. Su funcién de mediador debe ser la de la comunicacién por agente e im- plicarfa una simple diferencia de lengua, pero no de naturaleza, en- 190 tre los dos polos de la relacién. Entendemos que, en esas condicio- nes, somdtico ya no puede significar «sométicon, sino otra cosa y, de rebote, ps/quico se ve designificado a su vez; sédlo el representante, mediador entre los dos polos x, parece conservar una significacién, en tanto término conocido de comparacién con una relacién de ‘mediacién conocida, Desde un punto de vista puramente seméntico, los representantes psiquicos, como los simbolos de la poesia, son ‘mensajes misteriosos de nose sabe qué a no se sabe quién; sélo reve- Jan su alusividad en un contexto, aunque el «para qué» de la alusién deba permanecer informulable. El necio pretende traducir y para- frasear el simbolo literario y, de ese modo, lo anula irremediable- mente. Hemos visfo cémo, en cambio, el procedimiento anasémico de Freud crea, gracias a lo Somato-Psiquico, el simbolo del mensa- Jero,y inds adelante eumprenderemos que es apto para revelar el ca- ‘récter simbslico del mensaje mismo. Debido a su estructura semdn- tica, el concepto de mensajero es un simbolo en tanto es alusién a lo incognoscible a través de un desconocido, mientras que lo tinico dado es la relacién de los términos. En iltimo andlisis, todos los con- ceptos psicoanaliticos auténticos se reducen a esas dos estructuras, por otra parte complementarias: simbolo y anasemia, Cudl es el contenido preciso de ese simbolo del mensajero, del representante, del que acabamos de ocuparnos? Se lo llama iidis- tintamente Instinto o Pulsién, con su cortejo de afectos, de represen- taciones o, también, de fantasias. Si consideramos en detalle este agente de ligazén somato-psiquica en tanto simbolo, podriamos tratar de iluminar los dos polos anasémicos con una nueva luz. Par- tamos de este enigma, tan antiguo como irresuelto: seémo adviene a Ja fantasfa su eficacia para conmocionar nuestro cuerpo, ya sea en €l modo sexual o creando en él verdaderas enfermedades? Enigma que podrfamos referir a este otro: {cudl es el sentido del sinsentido «fuentes orgénicas del Instinto o Pulsién», y del despliegue de uno u otra ven el imite entre lo somdtico y lo psiquico? Sinsentido cierta- mente, si atribuimos a somdtico y a psiquico la significacién de un empirismo ingenuo. Sinsentido también si los constituimos feno- menologicamente como, respectivamente, el cuerpo propio y los habitus del ego. Los dos forman parte —uno, incluidas sus objetiva- iones anétomo-fisiolégicas, los otros con su cardcter de adquirido Tepetitivo— de ese mismo conjunto de representaciones que —se- in Fread— sélo define una parte del todo: el Yo. Lo somdtico, por ‘su parte, debe de ser algo muy distinto al cuerpo propio, que depen- de de lo pafquico como una de sus funciones, mientras que lo psiqui- co en su totalidad es descripto por Freud como eapa externa, envol- tura. Es, por el contrario, lo que yo no podria tocar directamente, ni 191 como mi tegumento o sus prolongaciones interiores, ni como mi psi- que quese presenta ala conciencia de si; es aquellode lo que yo igno- aria todo si mi fantasfa, su representante, no estuviera ahi para re- mitirme a eso como su fuente, su justificacién ultima, Lo Somdtico debe, pues, reinar en una no presencia radical, detrds de la Envoltu- ra donde se despliegan los fendmenos que nos son accesibles. Es él quien envia sus mensajeros a la Envoltura, la excita desde el lugar que esta recubre. Bajo e] imperio de su requerimiento, lo Psfquico entero, cuerpo propio incluido, se eonmociona. Su emocién, a igual titulo que sus fantasias, son precisamente las modalidades de la acogida que hace la Envoltura a esos delegados de un mismo Né. cleo. El relevo entre fantas{a y afecto pasa, pues, por Io Orgénico del que ambos emanan. Designificacién histérica y zonas erégenas El falso enigma de la eficacia de la fantasia se disipa por sf mis- mo. Queda el misterio, mas denso, de ese Niicleo llamado orgénico. Por ahora no hemos hecho més que convertir—para mayor clari- dad—lo Somato-Psiquico en otro par anasémion, lo Nicleo-Periféri- co, levantando de ese modo, accesoriamente, la hipoteca de una con- fusién siempre amenazante entre los sentidos corrientes y sus de- rivados de designificacién. Ahora bien, esta sustitucién, por esencial que nos parezea, no nos exime, muy por él contrario, de procurar £2- ber por qué Freud eligié precisamente esos dos términos, «somiitico» ¥ «psfquico», para designificarlos y, conjuntamente, qué cosa de st ‘contenido inicial subsiste en esta designificacién para justificar su soporte. E} punto de partida de tal eleccién fue sin lugar a dudas el salto misterioso de lo psiquico a lo somético», euya comprobacién en la conversién histérica hizo nacer al psicoandlisis como teoria. Aho- ra bien, para llegar a de-significar lo saruatico habia sido necesario pasar por lo sexual y calificar a las localizaciones vestigmaticas» de zonas erdgenas. Puesto que, en la histeria, cualquier parte del euer- po puede devenir zona erdgena, segiin la fantasia que le conficre esta cualidad, es evidente que la erogeneidad del cuerpo propio no podia estar primero, Provenia, a través de diversas mediaciones, de tuna fuente llamada orgénica. Pero entre zonas y fuentes debia de cexistir una relacidn de homologia, como si a eada drgano del cuerpo propio le correspondiese en el Nticleo una funcién particular. Ast, Ja ‘mutilacién del sexo no trae consigo la supresién de la funcidn nuelei- ca homéloga y, viceversa, la eastraciin anasémica no implica Ia 192 ablacién de los érganos genitales. Fue en virtud de esta correspon- dencia entre la Envoltura y el Nucleo como Freud localiz6 la fuente de las pulsiones sexuales en las zonas somaticas, entendiendo por tales las Zonas Erdgenas, con maytisculas, es decir, con sus rafces en el Niicleo. Sin esta distincién, implfcita pero efectiva, dificilmente comprenderemos, por ejemplo, que la fuente pulsional pueda ser una representacién y, en tanto tal, su propio emisario (cf. pags. 449- £59). E motivo para calificar al Nuicleo de orgiinico reside en esto: los fenémenos que dependen de la Envoltura, como la conversién histé- rica, no tendrfan ningtin sentido si no estuvieran enraizados en el sinsentido trans-fenoménico de la Organicidad nucleica. El sexo del Sexo y el origen de la fantasia Comprenderemos mejor atin lo que ocurre con el Niicleo si lo exa- ‘minamos bajo el aspecto revelado por la anasemia del Sexo. Los au- tores del Vocabulaire plantcan la pregunta con justa razén: {Qué autoriza al psicoanalista a atribuir un cardeter sexual a procesos en Jos que esta ausente lo genital?» (pag, 144), Nada, evidentemente, siro la de-significacién. En la Envoltura, ciertamente, el sexo ocupa ‘un lugar circunseripto, tanto como érgano genital localizado del cuerpo propio cuanto como funcién afectiva y fantasmética de con- tenido abiertamente sexual. Su extensién es incluso minima respec- to del vasto dominio que él parece excluir. Ahora bien, en tanto figu- ra anasémica, lo Sexual no tiene, lejos de es0, ese cardcter parcial concierne a la integridad del Niicleo. Esto, nuevamente en el nivel de los delegados fantasméticos, adquiere un gran aleance. Esta nue- ‘va anasemia implicard, en efecto, que el mensaje del Nicleo, trans- mitido a la Envoltura por el canal de la Pulsién y acogido en forma de fantasia —cualesquiera sean sus modalidades y disfraces— se tefiere siempre y necesariamente al Sexo, en tanto este gobierna la interioridad de la vida nucleica. El pansexualismo de Freud es el —anasémico— del Niicleo. En suma, esto quiere decir que no hay nada en la Envoltura, en el «yo» [sjeo]y el «e+ dela reflexividad, en eleuerpo propio, incluidos los érganos genitales, en el sentimientoy In fantasfa y hasta en lo que se llama el mundo externo, los otros, que no tenga una relacién constitutiva con el Sexo como exigencia universal y origen de todo fenémeno, Evidentemente, el Sexo nu- clejco no tiene ninguna relacién con la diferencia de sexos. Freud de- ia, también por anasemia, que este es de esencia viril. Sf, en el sen- tio de que es lo activo de todo y se hace representar en la Envoltura 193 ‘como un falo que la penetrarfa desde el interior. No es sorprendente ‘que sea la fantasmtica de la «pasividad> la que, en le cura, va @ en- carnar la salida del proceso analitico, la toma a cargo por parte del ‘Yo de los requerimientos del Inconscients, Entendemos, ademés, las numerosas confusiones tedricas y précticas a las cuales iba a dar lugar el desconocimiento de la naturaleza félica del Niicleo en su re- lacién con la Envoltura. Nos contentaremos con meneionar la tan corriente equivocacién que consiste en confundir la imagen félica objetivada (ser el falo 0 tenerlo) con su fuente nucleica, 0 en refutar Ja envidia del pene en la mujer como sin razén de ser, en lugar de Feconocer en ello un instrumento de represién, medio de rechazar el contacto con el Falo del propio Inconsciente. Citemos también di- ‘versas concepciones psicoanaliticas de la feminidad que agregan fe ala fantasia: «La mujer estd castrada del falo-, para desconocer més atin la realidad psicoanalitica: hombres y mujeres estiin dotados de un Inconsciente cuya representacién filica no hace sino objetivar Jas exigencias reprimida El origen de la fantasia —cuya problemétiea ha sido tan notable- mente aclarada por Laplanche y Pontalis—* comprende el de la ‘relacién metapsicoldgica del Nuiceo y la Envoltura. Las fantasfas de Ja Escena llamada Primitiva 0 Primordial, bajo los diversos modos ‘de la seduceién y la violacién, son los prototipos de puesta en escena ‘de uno u otro momento dindmico de esta relacién. .. Sin que haya snecesidad de explicitar aqui la teoria freudiana de la fantasia, perci- ‘bimos ya un punto capital: la atribucién, por anasemia, del Sexo :masculino al Nticleo—lejos de ser gratuita o arbitraria—ofrece una ‘verdadera clave para la comprensién de la vida fantasmatica. Fan- tasear es traducir en objetivacién imaginaria —consciente ono—la elacién momenténea y conereta del Nucleo con la Envoltura. Se -diré, por anasemia, que esta relacién es sexual en la medida en que ‘toda fantasia aspira al contacto con el Inconsciente y, de ese modo, ‘concierne al falo. Es en ese sentido también como la madre prege- :nital en tanto polo de las relaciones orales y anales es llamada fali- ‘ca, es decir, dispensadora del falo seyrin estas modalidades areaicas. Por otra parte, si existen procesos psiqnicns de los que lo «genital» parece excluido, todos y cada uno de ellos tienen, sin embargo, como ‘condicién de posibilidad, la Virilidad nucleica del Sexo. Tempe Moderne, 19" année, pags, 1832.65, Fantasie originate fantasoes des -oFigines, origin dv fantasme 194 El encajado jerarquico de los Nuicleos ‘Ast puesto en marcha el segundo momento de la exégesis, esta- ‘mos suficientemente preparados para interesarnos en uno de los pa- sajes mas profundos del Vocabulaire. Al comentar algunos aspectos del Yo, los autores proyectan una nueva luz sobre el conjunto de la ‘metapsicologia. Su elaboracién va a adquirit una unidad superior si ‘aceptamos operar en ella algunas sustituciones sinonfmicas, +La ex- citacién endégena es concebida sucesivamente como procedente del interior del cuerpo (= del Niicleo, del Organismo), luego del interior del aparato psiquico (= del Inconsciente = Niicleo secundario), y f- nalmente como almacenada en el Yo (= la Envoltura del Inconscien- te). abs hay una serie de encajados sucesivos que. birla idea de un Yo como una especie de metéfora realizada del orga- nismo (= del Nticleo llamado orgéinico (pég. 446, los paréntesis son nuestros). Para comentar esta perspicaz observacién, tendremos que exa- minar el complemento anasémico del Nticleo, la Envoltura llamada psiquica, Ahora bien, lo que parece capital es que, en la intuicién de Freud, la Periferia misma encierra a su vez un Nticleo con su propia Periferia que, también ella, encierra un Nicleo y asi sucesivamen- te... Los Niicleos secundario, terciario, ete, estén en una relacién analégica con los que los preceden en rango. Asi, el Nticleo primario, amado orgénico, tiene en su periferia un correspondiente llamado psfquico 0 Nticleo secundario, que es el Inconsciente propiamente dicho. Este, a su ver, posee en su Envoltura su contraparte nucleica externa, la Conciencia. En resumen, es el conjunto Inconsciente- Preconsciente-Consciente lo que constituye la Periferia doblemente nucleada del Niiceo primario, lo Orgénice, La huella memorial como mensajera de la Envoltura Siguiendo a Freud en su labor de encajadlus analigicos, la rel ‘ign del Inconsciente con el Consciente debe ser del mismo tipo que, en un nivel més profundo, la del Niicleo orgénico con la Envoltura pafquica. Asi como la pulsién traduce las exigencias orgénicas en el Tenguaje del Inconsciente, del mismo modo este, para pasar al Cons- ‘iente, utiliza como vehiculo el afecto yla fantasia. Ast pues, se pasa cada ver de un Niicleo a su Periferia a través de los emisarios apr: Flados. Ahora bien, jhabria mensajes que irian en el sentido contra- “Tio, de la Envoltura al Nucleo? Estos tendrian que ser, en particular, 195 Jas huellas memoriales, «vestigios de la percepeién+. A primera “Vista, In respuesta de Freud parece negativa, como lo demuestra el problema llamado de la doble inscripeién. En efecto, si la huella del mismo pasado se convoca en los diversos sistemas psiquicos para funciones diferentes, deberiamos concluir que esta inscripta sinul- tneamente en cada uno de etos sistemas de manera separada. Asi, Ta rememoracién de un recuerdo reprimido en la cura no modificaria 'u loealizacién en el Inconsciente, sino que se limitaria a liberar —no sin efecto dindmieo, por otra parte— a su doble, inscripto en el Preconsciente. Esto explicarfa que, incluso después de Ia «toma de conciencia», la representaci6n onfrica conserve ain su valor sim- bélico sexual. Evidentemente, sila inseripcién fuera doble, la huella uplicada no podria servir de relevo micleo-periférico. Sin embargo, existe un muy conocido modelo freudiano del funcionamiento me- morial: el de la «pizarra magica»; este modelo permitiria pensar que la inscripeién debe tener lugar de una sola y buena ver, con la condi- én de que no sea ni exkel Inconsciente ni en el Preconsciente sino eh una regién tipicamente intermedia: en la superficie de contacto —si puede decirse— del Niicleo y la Periferia, Sin estar ella misma uplicada, la huella de la inscripeién podré prestarse asi a un doble ‘empleo: nucleico por su cara vuelta hacia el Inconsciente y periférico por st mirada hacia el Consciente, obedeciendo el primero a las eyes del Proceso Primario (que alimenta con representaciones la realizacién alucinatoria), y el segundo adaptando y sometiendo la hhuella a las exigencias de Proceso Secundario (discursividad, tem- poralidad, objetalidad). Partiendo de all, se podria radicalizar el pensamiento acerea de la huella y proponer ala reflexién la siguien- te idea: la inscripeién se vuelve posible gracias precisamente a esta diferencia de empleo a que la huclla esté destinada de uno y otro Jado, y esta duplicidad es constitutiva tanto de la Envoltura como del Niicleo. Estos no serfan entonees sino los polos cis y trans de esta Iinea de demarcacién donde palpita la perpetua diferenciacién miicleo-periférica. Envoltura y Nucleo tendrian esta frontera por sustancia, instrumento, objeto y sujeto simultdneamente. Asiconce- bida, la huella no deberia ser vestigio estatico, figura de Jano o me- dalla bifronte. Serfa, al contrario, actividad incesante, repitiendo sin fin la alternancia de su discurso duplice. ~-Para volver al sentido psicoanalitico restringido de semejante fancionamiento universal, este daria a entender que las huellas momoriales, alformar la superficie de comunicacién delos dos siste- ‘mas, pueden tener la misma misién de mediacién que las represen taciones, afectos y fantasias. Sélo se distinguirian de estos por su direceién: misién centripeta aqui, misién centrifuga alld 196 Esta interpretacién permite en todo caso eliminar muchas difi- ~ cultades, sefialadas con frecuencia por los autores (por ejemplo, pag. 199). Por tomar sdlo las de la teoria de la represidn: {eémo podria cat sf wl vex producto dela censura y de la atraccién del Incons- lenté? eémo responde a las exigencias del Proceso Secundario Gaando Se supane que sigue las leyes del Proceso Primario? Estas preguntas dejan de plantearse desde el momento en que se sittia a las huellas memoriales en el Kimite nicleo-periférico. Al hacerlo, se define la huella como la acogida que el Nicleo inconsciente da a los ‘amiisarios del sistema Preconsciente-Consciente. Ast acogida en la superficie del Néicleo, puede entonces ser reenviada a la Envoltura “en forma de representaciones 0 afectos, como por otra parte ser ~ excluida por la Censura. Reprimida, la huella sigue actuando embargo con relacién al Niicleo inconsciente, pero no obedece mas ‘que, sus leyes: tanto para atraer a su Srbita a las otras huellas que Teataiien, como para hacer irrupcién en la Conciencia como retorno delo reprimido. Le qué interesa destacar para nuestro propésito es Ia duplicidad dela huella, que actiia sobre los dos Sistemas simulténeamente. En sto la huella memorial asf concebida responderfa literalmente ala descripeién freudiana del sfinbolo y el sintoma. «Freud compara el ‘fifa histérico con el monumento erigido en conmemoracién de ~. in acontecimiento; es asi como los sintomas de Anna O. son los “simbolos mnémicos” de la enfermedad y la muerte de su pad (pig. 474). Monumento, sf, pero monumento que vive y que no ha dejado de actuar. Memorial, sin embargo, que dard testimoniode un acontecimiento voluntariamente descon verificacién de una “Wentidad entre la percepcion y la fantasia, entre el emisario centri- eto y el emisario centrifugo. Ahora bien, la chuella mnémica», a su viz, es un monumento levantado con ocasién de esa verificacién de identidad. Fantasia y percepcién forman, en tanto huella memorial, ‘una unidad indisoluble, Precisamente en esto su estructura es se igjante a la del sintoma y el simbolo; ellas obtienen su ser de la uni- dad que efectiian entre exigencias opuestas: Envoltura y Nicleo. Raigambre nucleica de la conciencia Estamos muy lejos tanto del punto de vista naturalista como de la labor reflexiva. Desde esta éptica que reqiuiere el nombre de transfenoménica, cual es el lugar de la Conciencia? En ella se a tualizan, «en la diferenciar —dice Freud (GW XVII, 79)— «las per- 197 cepeiones de si mismo y del otro», «El aparato psfquico —hace desta- car ya la Traumdeutung—vuelto hacia el mundo externo gracias a Jos Srganos sensoriales del sistgma Percepcién, constituye él mismo ‘un mundo externo para ese érgano sensorial que es la Conciencia» (GW ILI, 620). Vemos que parece una paréfrasis apenas disimula- da de la doctrina de Brentano, correspondiente a la «conciencia se- gunda», «lateral», o «percepcién de siv que él postula, incluida en to- da percepcién externa. La originalidad de Freud con relacién a su maestro en filosofia consisti6 en arraigar esta conciencia intencio- nal en un sistema nticleo-periférico y, de ese modo, conferirle una profundidad no insondable, asi como por otra parte al Objeto, simé- ‘rico exterior del sistema. Ademés, no se contents con sostener que, ‘en su relacién consigo misma, la Conciencia hace surgir el mundo externo, Fue més lejos: afirmé que la autopercepcién pasa de todas maneras por un «territorio ajeno, interno»:el Inconsciente, y supone con este tiltimo cierto comercio (la Introyeccién, segtin el término de Ferenczi) donde lo ajeno interno seré fundador de lo ajeno'externo, €l Objeto, Por el juego de simetria Objeto-Inconsciente, se puiede're- conocer uno mismo como Objeto del Objeto, con prerfogutivas reciprocas; dicho de otro modo, la Conciencia sélo es posible gracias al Inconsciente, cuya imagen le vuelve por intermedio del Objeto. ‘Semejante aprehensién de la Conciencia como doble y reesproca- ‘mente como auto-objetal, profundiza de modo singular el racionalis- ‘mo un tante matemético del tocante-tocado intencional. Ella no se limita a verificar la coincidencia de lo diverso en el ego unificadot y en un objeto unificad, sino que lleva a la escena interna los dramas niicleo-periféricos traducidos en innumerables figuras de la recipro- cidad objetal. Rebelde a toda definicién por parte de las filosoffas reflexivas, la Conciencia se concibe psicoanaliticamente como ¢! érgano de 1a En- voltura capaz de objetivar los diversos modos de la relacién miicleo- perifériea en relaciones del Yo con los Objetos externos. Todo el psi- coandlisis, clinica y teorfa, reposa sobre esta proposicién cardinal. Ahora bien, precisamente, cual es la vocacién de la metapsicolo- ‘gia? Ella debe traducir los fenémenos de la Conciencia —auto- 0 hé- tero-percepcién, representacién o afecto, acto, razonamiento 0 juicio de valor— en la lengua de una simbélica rigurosa, revelando las re- laciones coneretas subyacentes que conjugan, en cada caso particu- lar, los dos polos anasémicos: Niicleo y Envoltura, Entre estas rela- ciones existen formaciones tipicas o universales, Nos detendremos uquf en una de ellas, en la medida en que constituye el eje tanto de la cura analitica como de las claboraciones tedricas y téenicas a que da lugar: nos referimos al Complejo de Edipo. 198 Metapsicologia del mito No es casual que esta formacién haya tomado el nombre de un mito. ELmito eorresponde, en efecto —al menos desde nuestro punto de vista—, a una objetivacién imaginaria colectiva de las diversas relaciones micleo-periféricas, en tanto estas son fundadoras, en ilti- ina instancia, de la organizacién concreta de uno u otro grupo social, Los mitos, alusivos al dominio anasémico y al mismo tiempo comu- nicables, se prestan muy particularmente para ilustrar las diversas posiciones metapsicolégicas. No obstante, no habria que ver en los mitos —como muchos teéricos parecen admitirlo— un simple reflejo de la relacién Niicleo-Envoltura. Son, por el contrario, decires efi- cientes por los cuales una u otra situacién adviene y se mantiene, ‘Sabemos eomno: realizando, mediante su contenido manifiesto, la re- presién de su contenido latente. B1 mito denuncia, pues, una laguna en a introyeecién, en Ia comunicacién con el Inconsciente. Si permi- te entender, es menos por lo que dice que por lo que no dice, por sus blancos, sus entonaciones, sus camuflajes. Instrumento de repre- sién, el mito sirve también como vehiculo para el retorno simbélico de lo reprimido. ‘Todo estudio de los mitos, tanto etnolégico como propiamente psicoanalitico, deberia tomar en cuenta este aspecto. Esta manera de ver se impone mucho mas cuando el mito es to- mado como ejemplar de una situacién metapsicolégica. Muy inge- rnuo seria quien lo tomara al pie de la letra y lo transpusiera pura y simplemente en el dominio del Inconsciente. Los mitos correspon- den, sin duda, a vhistorias» numerosas y variadas que se «cuentan» en los confines del Niicleo. Que se pueda conducir la cura con total inocencia, por ast decir, limiténdose a explicitar, a medida que sur- gen, las fantasias no formuladas, disfrazadas 0 implicitas, sélo muestra una cosa: la relacionalizacién de la fantasia, es decir, st transformacién en mito provisorio, acarrea cambios dindmicos en- tre el Niicleo inconsciente y el Yo. El procedimiento fue seguido con extremo rigor, como sabemos, por Melanie Klein. Sin embargo, este nivel de la elaboracién impliea atolladeros teéricos y précticos. En particular, cuando una fantasmética infantil elevada al rango de mitologia llega a sustituir a la teorfa: castracién, escena primitiva, edipo. Tomar mitos y fantasfas al pie de la letra es conferirles un ex- ‘ces0 de dignidad a expensas de la metapsicologia. Ahora bien, cerrar To8 djos ante la contingencia de las fantasias o, peor atin, pretender formalizarlas al modo de un estructuralismo descriptivo, es desco- hocer sis verdadero mecanismo: las tensiones especificas que se producen entre la Envoltura y el Niicleo, 199 El Edipo reconducido al conflicto nucleo-periférico Es muy importante saber que el Complejo, en general, es un «conjunto de representaciones y recuerdos con fuerte valor afectivo, parcial o totalmente inconsciente» (pag. 72) y que, en particular, el complejo de Edipo es un «conjunto de deseos amorosos y hostiles ex- perimentado por el nifio hacia sus padres» (pég, 79), que uega un papel fundamental en la estructuracién de la personalidad y en la orientacién del deseo humano» (pag. 80). Pero también es importan- te destacar que, sila formacién edipica es una «historia» que el nifio ‘se «cuenta», ella lo hace segtin las contingencias de los cédigos cultu- rales ya vigentes. (Es posible hallar una constante en las mitologias edipicas del nifio? En caso afirmativo —segtin los autores, sera la referencia a una «instancia prohibidora»— sigue abierta la cuestién de ou sentido metapsicolégico wltimo, es decir, su valor de simbo- lo con relacién a los dos polos anasémicos. Podemos preguntamos, efectivamente, si para el nifio el hecho de hacer intervenir esta «ins- tancia prohibidora (prohibicién del incesto) que cierra el acceso a la satisfaccién naturalmente buscada y liga inseparablemente el de- e0y la ley», no corresponde al contenido manifiesto de su discursoy , deteniéndonos en este nivel de interpretacién, no seguimos sien- do deudores del descubrimiento del contenido latente, pieza maes- tra del simbolo funcionando entre la Envoltura y el Niicleo, Cierta- mente, el juego de contraste que en ese caso opone deseo y prohibi- ci6n, depende de las exigencias de la discursividad mediante la cual el nifiose hace oft. Pero, tomar a la letra su discurso ;no equivaldria a ratificar el orden social y moral en que se inscribe la expresién de su falaz anhelo y a condenarlo a sufrir él mismo, inexorablemente, Ia sancién de su propio veredicto? El psicoandlisis superarfa enton- ‘ces en santurroneria a las religiones més atrasadas y, en conserva- durismo, a los partidos més reaccionarios. Para quel nifio legadoa adulto no quede atrapado en su propio juego de demostracién y no se fije, ly la sociedad que él constituye, en esta estructura relacional que a ia ver é] presupone y trata de perpetuar, es imperative que pueda revivir el momento inaugural en el cual se anclé su seudolo- fa, Su discurso, varén onifia, ,a quién se dirige? {Noes ala madre ‘en ambos casos y noes, siempre, para hablarle de otro Objeto distin- tode ella, el padre a la sazén, para decirle, segrin la contingencia del e6digo vigente, que no sera abandonada en favor de este tercero? UNo equivale esto, sinrembargo, a introducir ya a este tereoro en la elacién materna, a introducirlo en la modalidad de la denegacién, ciertamente, pero presintiendo el préximo desprendimiento a st respecto? Hasta ahi, la madre detentaba las funciones de la Envol- 200 tura; era amnios, calor, alimento, asidero, cuerpo, grito, deseo, ra- bia, alegria, miedo, sf, no, td, yo, objeto y proyecto. Ahora bien, poco ‘a poco, el nifio pudo apropiarse de esta Envoltura materna exterior. Si ese fue efectivamente el caso, ya no hay nada que esperar de la madre. Las introyecciones maternas, una vez cumplidas, deben ce- der lugar a otras correspondientes al vasto campo que se extiende a todo lo que no es la maternidad de la madre, a toda la vida social, representada por la no-madre, cualquiera sea, es decir, en nuestra civilizacién, la persona del «padre». Para asogurarle a la madre su fidelidad, los nifios, cualquiera sea su sexo, inventan, cada uno a su manera, la fantasia del edipo, la idea del incesto y su prohibicién, el temor al faloy a la castracién, el anhelo del asesinato del padre. Son todos medios, por as{ decir convencionales, ofrecidos implfcitamente por todo el contexto cultural para permitir —salvo fijacién— des- prenderse mejor de la madre maternante declardndole, al mismo tiempo, un apego dilatorio. El momento metapsicolégico del edipo en el sentido en que Freud entiende a este es contemporéneo del agotamiento introyectivo dela Envoltura materna. A partir de entonces, la introyeccién de la Virili- dad libidinal del Nicleo se cumplird a través dela vida social, donde se objetiva de mil y una maneras el Falodel Nuicleo. De ahi, el rever- so de la fantasmatizacién edipica, la representacién oculta del coito con el padre, que encarna la necesidad de proseguir la constitucién de la Envoltura mediante la introyeccién en ella de la libido nuclei- ca, Freud sefialé muchas veces que, en el estadio fico donde nace el conflicto edipico, el nifio sélo conoce el sexo masculino, su presencia ‘su ausencia objetivada. Repartido entre el Falo y la madre, Edipo no conoce atin la diferenciacién de los sexos. Su incesto es como pes- te, no porque atenta contra el orden social sino porque sofoca su pro- pio deseo de introyectar su sexo en favor de una madre que no habla encontrado el suyo. No pensamos que el «incesto» ofreceria una tisfaccién naturalmente buscada~. Una afirmacién tal proviene pre- cisamente de la seudologia del niflo, que rinde un ultimo homenaje a la madre antes de dejarla. Vemos claramente toda su hipocresia al oponer asf orden natural y orden cultural. En verdad, el conflic- ‘to edipico pone en la balanza, no naturaleza y cultura, sino relacién materna por un lado y acceso al sexo en lo social por otro. Por €30, tampoco pensamos que la «prohibicién del incesto~ «ligue insepara- blemente el deseo y Ia ley». Todo lleva a creer que, una vez més, nos no produciré en los dos participantes sino la herida de una sola falta, 1a de la madre. En efecto, esta es 1a paradoj: si al nifiole faltaré la madre, a la madre, a su vez, también le faltara la madre del nifto que ella fue. ‘Mientras que en la complementacién genital subyece la bisexua- lidad, la complementacién filio-materna sélo obedeze a un tinico principio: ef instinto filial. El andrégino y el paido-métér ofrecen, pues, un doble mito-hips- tesis, un doble instrumento de pensamiento gracias al cual deberia 345 ‘poder orientarse un psicoandlisis que apuntara a la infancia del se- yo, Ademds, se abririan esferas hasta aqui relativamente inacce- ‘sibles, como la «maniaco-depresivar, la ecriptoforia», la shisteria in- tema. La unidad dual es, pues, lo no-separado-separado, o la separa- ‘cin incluida en lo no-separado. Lo no-separado, el in-dividuo, ad- ‘viene precisamente por la separacién, que tiene lugar en el interior, Cuando separamos una «cosa» individual mediante un acto mental de recorte, es evidente que sélo por nuestro acto de arrancarla de su contexto puede aparecer como una. Dicho de otro modo, su unidad roviene del acto mismo de la separacién. Pero, para que podamos realizar este acto de separacién, tenemos que admitir que nuestra ‘unidad interna —a imagen de la cual fabricamos las unidades exter- ‘ras— es ella miama productode una separacién. interna a nosotros. ‘Todo esto parece muy filoséfico, pero podemos ilustrar esta tesis valiéndonos de una analogfa ciertamente grosera y superficial, pero bien significativa de lo que esté en juego. Imaginemos un hombre que ha perdido su brazo derecho. {Qué podria ocurrir en él, precisamente? Para comenzar, podré negar la pérdida de su miembro y en ese caso él sera la unidad misma de esta negacién, Continuard, pues, sintiendo este miembro como si siguie- 1a presente, ofreciéndole como prueba las sensaciones mas varia- das, Esta ilusién del miembro-fantasma es una alucinacién del de- s00 de integridad y, como tal, una especie de unidad. Véanse, por ejemplo, las plegarias elevadas por los héroes homéricos a sus pro- pios miembros, antes de dirigirse al combate: «|Mis queridas pier- nas!»;identificacién melancélica con la pierna querida, imaginando el sufrimiento que esta padecerfa al necrosarse, es decir, al = pelo-pennell; de maravillas- =a pennelo; ~pona- = pena. Hasta que podamos desencriptar el -Re ‘euerdo encubridor, observemos: ra xpajuror = (868 cuer¥OC milano) uceello; cilon w cela; eéibe> = celibo. (Nota de M. T.) ‘—Senialemas, en este cundro de e ‘ol eanibiv de opiniones ba ‘entre Nicolas Abraham y Alain de Mijolla durante ese seminario, respecto del weno del poeta Rimbaud, A. de Mijolla, autor del articul -La déserton du capitaine Ri bbaud, describe la identificacion del poeta con so padre, usenteen su vida infantil Alude tambign a la necesidad de examinar Ia filiacién materna en el mismo punto precisamente, en que Nicolas Abrahem vein perfilarse la sfantasmlogia~ del poeta (Revue Frangaise de Paychanalyse, t. 38, n° 3, mayo-junio de 1975.) Nota de M. ) 350 ria, Pero en ese caso, cémo conservar el placer, el goce de Sor Bri- gitte, modelo del goce. En la paciente, el muerto retorna bajo los rasgos de un fantasma que (para el inconsciente de la paciente), por haberlo perdido, Sor Brigitte encarna: el hombre que lanza su tiltimo suspiro con el ama- do nombre en sus labios enamorados; el hombre que el despecho de Ja paciente fantasea en el momento de lanzar su tiltimo suspiro con el amado nombre en sus labios. De hecho, ella esté demasiado herida por haber sido dejada de lado. Colmada su compaiiera, tomaré més tarde los hébitos a su vez. En cuanto a la paciente, rechazaré la religién. Le queda el fantas- ma, y la fantasia con que ella lo atavi6. Con tal fantasia y tal fantasma jeémo ligarse, entonces, a un hombre destinado a vivir? Inversamente a Leonardo, quien reine a sus padres en la muerte, ella inventa el hacer revivir, por la magia de las palabras, al amante perdido de la religiosa y devolvérselo. He aquf eémo: encuentra como amante a un hombre que la amma y per- fectamente a su gusto, llamado Vital (jcon ese nombre no corre el riesgo de morir!) y apellidado: Brigue.* En esta conjuncién de nom- bres, Sor Brigitte (Brigue) reencontraria a su amante y la paciente se habria desembarazado de un fantasma molesto, Este hallazgo es una obra de arte. Pero sera esta realmente la salida? {Una unién con el aparecido de Sor Brigitte, asf vuelto in- mortal? No. Ella no podia resistir a la tentacién de parecerse a su querida de antafio y ponerse a seducir muchachas, aunque estas fuesen adultos de sexo masculino. Entonces, sus labios se alargaban ‘en una sonrisa celestial, dejando adivinar las palabras: Pertenezco al Cielo, ven a morir con mi nombre en tus labios, en el Cielo me encontrards, virgen. ‘Ahora bien, la circulacién de fantasmas no se detiene ahi. EI ma- trimonio verbal de Vital con Brigue no era apropiado para dar pla- cer. También la unién de Vital Brigue con la paciente vacila y se rompe. ‘La unin se rompe, pero no el amor del hombre. Asi, Vital se leva consigo a Sor Brigitte, el fantasma de au ex-amada. Me entero inci- dentalmente de que Vital no tardaré en encontrarse un enamora- do del mismo sexo y al que é! mismo tendra que cerrarle los ojos. Consumido por un amor casto, este amigose suicida, articulando en su tiltimo suspiro el nombre del bienamado. E] fantasma surgido de Sor Brigitte esta lejos de hallarse en- terrado. * Brigue- es también una palabra francesa que significs deta 7} rtimefia, maniabra. WN. 351 Observaciones clinicas y metapsicol6gicas sobre el fantasma La vez pasada se trataba de saber esto: squé esperamos exacta- mente de la nocién de unidad dual? Esperamos la ampliacién de la eacucha analitica ah donde los esfuerzos de metaforizacion del sim- bolo fracasan. La causa del fracaso consiste en que el analista en- cuentra, no simbolos traducibles, sino verdaderos enigmas orarezas ‘con los que no sabe qué hacer, que no consigue hacer pasar direc- tamente al estado de metéforas. Entonces se plantea la pregunta: idénde yace el simbolo y, més lejos, dénde yace la metéfora? En otros términos: ,d6nde yace la verdad? Porque la verdad en andlisis no es otra que el simbolo sentido como metéfora. Asf pues, conven- rd inventar para la bruja metapsicologia nuevas facultades como, por ejemplo, la capacidad de hacerse ventridocua: discurso paralelo; ‘médium: por el que se expresa el fantasma; espiritista: que encuen- tra afuera al fantasma (materializacién, descorporacién); 0 maga: para conciliar dos fantasmas eontradictorios. ‘Una consecuencia de la nueva dimensién metapsicolégica in- troducida por la nocién do unidad dual ee Ia instalacién, en el in- consciente dindmico, de uno o varios «extrafios que se manifiestan, no por el s{ntoma-simbolo histérico, sino por el acoso, que obliga al sujeto a conductas reactivas no directamente simbélicas cuya fina- lidad es reducir, al menos momenténeamente, el constante trauma- tismo que constituye para el Yo la presencia del fantasma. El ideal de estas conductas seria sin duda que resultase una curacién del fantasma. De hecho, sélo logran engafarlo o paralizarlo por un tiempo. {Cual debe ser la tépica del fantasma para necesitar tales me- didas —precisamente esas— y no otras? Esta es una primera pre- gunta que suscitardn las conductas no directamente simbolizables de la fobia, la obsesién y de algunas alteraciones no directamente clocuentes del cuerpo, ete. Esta primera pregunta esta ligada a una segunda: cuéles pudieron ser los medios por los que el fantasma se instalé en el inconsciente? Estas dos preguntas son, por otra parte, inseparables y s6lo aportandoles respuestas concretas en el curso del andlisis recobran las frases y conductas su sentido metaférico. ‘Todos recuerdan la pardlisis de la histérica ligada a un «paso en falso» en sentido figurado, que ella encarna, Para metaforizar el sin- toma hizo falta poner a trabajar los conceptos de censura, incons~ ciente, represién dinémica, retorno de lo reprimido y algunos otros mis, asf como, evidentemente, la decisién de transformar el sinto- ma en metéforas. 352 Pero cuando un sujeto acosado enuncia, por ejemplo, que «huele 1 podrido en todo su cuerpo» (o bien —otro ejemaplo— que alguien le proporciona «el despertar de la Bella Durmiente del Bosque por el Principe Azul»), u otras excentricidades de lenguaje, hay que decirse ‘entonces que tal localizacién metapsicolégica resulta insuficiente, En primer lugar, el paciente puede también no contar nada, lo que no podria haber ocurrido en el caso anterior. Ademés, esta declara- cién parece dejarlo indiferente. Se necesitarén afos para conocer ‘que este hijo natural, sin padre, abriga en su inconsciente el fantas- made un padre a quien la madre habia amadoen otro tiempo y que, a causa de ciertas extorsiones politicas, habia sido califieado de -ba- sura» por el abuelo materno. «Soy la basura de tu marido», esta es 1a ‘metéfora que, una vez enunciada, permite encontrar la trayectoria de Edipo: «Como soy la basura de tu marido, no podrds negarme tu amor, (Punto de enganche del fantasma por donde se lo puede re- conducir al edipo.) ‘La metéfora se obtuvo al procio de introducir un personaje fan- tasmético en el inconsciente. Este fantasma es la figura nacida del amor interrumpido y humillado de la madre, amor conservadoen su propio inconsciente y transmitido al inconsciente del hijo. ‘Las tentativas de hacerse encarcelar eran, sin embargo, metafé- ricas con relacién al padre cuya historia él no habia conocido. Qué analista digno de ese nombre no se agarrard de la cabeza ante la idea de que la conducta de este paciente, que frisa la delin- cvencia, habria podido ser interpretada como tentativa de autocas- tigo o de masoquismo congénito? Mientras que la metéfora sbasura~ de realizacién edfpica debe imponerse en todas esas conductas tan ‘poco ventajosas para su bienestar. Del mismo modo, imaginar ese «podrido» como una transposicion de placeres anales, o considerar su claustrofobia como una identifi- ‘eacién con algiin pene absorbido, serfan otras tantas graves equivo- caciones en cuanto al nivel libidinal en que se siti el sintoma. Lo que conviene determinar es el modo histéricamente establecido que permite operar la conversiGn en metéfora, MetAfora, aqui, del amor edipico con relacién, no a una instancia, sino a un fantasma. Mirada. de la madre hacia la prisién donde se encuentra su ebasura» de ena- morado. No pasar por el ideal edjpico alojado aqu{ en el ICS a causa de la vergiienza que se le asigna, jno es confirmar esta vergilenza y desestimarse como analista? El paciente es un hijo natural que cobija el fantasma desu padre al que la madre ama todavia, Después de suponer que podia ser el hijo incestuoso de su abuelo y su madre, revelé la historia que le ocu- 358 rrié a esta durante la guerra. .. Todo se vuelve claro, su propensién ‘ala delincuencia, las esposas en sus mufiecas. . . Otro hecho ignora- do, la ofrenda de sus cabellos, revela también su sentido: la madre rapada. El abuelo dice que su padre es una «basura», «Basura» es la palabra que define el deseo de la madre. Es el hombre designado por 1 abuelo con quien la madre habia tenido una época feliz. Para él, basura» es un elogio a condicién de entenider su fantasma. Mas que 1a vida, le importa ser una «basuras: ser el amado de su madre. Si puede decir a la madre: Soy la basura de tu marido», aqui est la metéfora edipica, a condicién de pasar por el fantasma. 4Cémo podemos darnos cuenta de la presencia de un fantasma? ‘A menudo no se descubre el fantasma en las primeras sesiones. Lo importante no es descubrirlo inmediatamente, sino evitar pasarlo por alto. La hipétesis del fantasma debe ser mantenida siempre a fin deconducir los anélisis de modo que el fantasma, si lo hay, pueda manifestarse. La condicién de esta forma de actuar reside en el pro- blema de la localizacién: de qué lugar vienen los elementos del dis- ‘curso? Por ejemplo, un analista no advertido de la técnica del fan- tasma hubiera considerado eso «podrido» como la orientacién hacia side una agresividad. Hubiera orientado su trabajo hacia un objeto pretendidamente «atacado», Todos los sintomas presentes: la biis- queda del encarcelamiento, la cafda del cabello, 1a auto-desvaloriza- cién, hubieran recibido la significacién impuesta de se atentia paso a paso en el curso de su transmisién de una generacién a otra, y termina por cextinguirse. Sin embargo, no seria ese el caso cuando fantasmas co- munes o complementarios alcanzan a instituirse en la vida social, a Ja manera antes mencionada de la palabra actuada. Porque, no lo olvidemos, actuar la palabra en cuestién, sea en el modo metaférico, sea en el modo alosémico, incluso criptonimico, es una tentativa de exoreizarlo, es decir, de descargarlo del inconsciente poniendo sus efectos en comin. NAL Etudes Freudiennee, Paris: Denodl, n° 9-10, 1975. 375.

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