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Me comentaste, la vez pasada, que habías leído los libros que te envié.
Lectura completa o incompleta es suficiente, la lectura tiene un carácter
transformador. En aquel instante no noté el milagro de lo sucedido, luego
de meditarlo, entendí. Tus palabras eran lúcidas y evidenciaba más
manejo de teoría en aquellas expresiones escritas, cortas pero había que
pescar o comprender. Me alegré.
Había pensado antes del viaje (a Callahuanca) y otras cosas más, observar
y conocer, en ese lapso corto, tu personalidad o los cambios que trae la
vida. Como te había contado, te estuve observando desde hace mucho.
Tenía un ideal no muy trabajado. La realidad y yo queríamos solo la
verdad. Superar.
Sin embargo la situación tomó otro rumbo. Cada uno mostró interés sobre
la situación completa del otro. Se dijeron e interpretaron palabras,
opiniones y esperanzas. Listas y otras muy tontas.
Luego de la tarde, el beso y la carpa. Al día siguiente, lo que había pensado
alguna vez en mi vida estaba sucediendo y no sabía qué hacer. Estabas
conmigo y no sabía cómo retribuirlo. Sucedió rápidamente, mucho era
diferente. Tuve un bloqueo, relució la inexperiencia. No lograba leerte.
Llegó la noche, y cada uno partió a su morada. Se despidieron de cualquier
forma, pero lo hicieron.
En casa, durante dos semanas, estudié el amor. Y fue entonces que lo
comprendí. La relación estaba destinada al fracaso. El enamoramiento,
esa experiencia de pronta intimidad, por su misma naturaleza es de corta
duración. Facilitado con nuestra pronta atracción sexual y su cometido.
Haber derribado aquellas barreras que nos separaban y conocido
íntimamente eran parte de una Ilusión, en realidad el conocimiento
mutuo era muy poco. La intimidad y el compromiso no se logran
fácilmente. La intensidad del apasionamiento era la muestra de nuestra
soledad interior. Adicionando la falta de comunicación: hablar de la
propia vida, de los sueños y aflicciones y más. Era PREocupante.