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El gobierno de Perú, presidido por Martín Vizcarra, causó polémica al derogar la “Ley del
fortalecimiento de la familia”. En el decreto legislativo 1408, emitido por Vizcarra y sus
ministros el 12 de septiembre del 2018, se deroga la Ley del fortalecimiento de la familia,
promoviendo a su vez lo que el gobierno llama “familias democráticas”.
La ley derogada por Vizcarra tenía como objetivo “promover y fortalecer el desarrollo de la
familia como fundamento de la sociedad y espacio fundamental para el desarrollo integral del
ser humano”. En cambio, el decreto legislativo que reemplaza a la Ley del fortalecimiento de la
familia busca “contribuir al fortalecimiento de familias democráticas, de manera que se
consideren los intereses y necesidades de todas/os sus integrantes en la toma de decisiones, y
propiciando relaciones igualitarias, inclusivas, respetuosas y libres de violencia”.
Considero que esta ley tiene sus pro y contras. La finalidad es buenísima: fortalecer la familia y
prevenir la violencia familiar. Otro punto a favor sería que esta ley implica un tipo de crianza
más horizontal que el autoritario y se caracteriza por priorizar la conversación, el afecto y el
ofrecimiento de razones. Obviamente no se va a someter a votación democrática quién es “la
mamá”, pero los miembros de una familia pueden decidir en conjunto a dónde viajar, cómo
repartirse las tareas del hogar o los padres pueden explicar el porqué de las normas en vez de
simplemente recurrir a la punición. No comparto la visión de la norma y su andamiaje
ideológico. La norma pretende fomentar familias democráticas. La democracia es una forma de
gobierno, pertenece al ámbito político y al espacio público de la convivencia social, pero
nuestros políticos están enzarzados en relaciones de poder asimétricas, la violencia verbal entre
ellos es ofensiva, el respeto brilla por su ausencia; simplemente no saben vivir en democracia.
Pues bien, el Gobierno nos quiere vender la fórmula para prevenir la violencia familiar: la
familia democrática. Le vendría bien al Gobierno aplicarse el viejo refrán familiar: “médico,
cúrate a ti mismo”. Algunos juristas mencionan criticando la ley: “el igualitarismo es tal, que la
norma establece que los berrinches e irracionales deseos de un niño deben ser considerados (a
nivel legislativo) en las decisiones de la familia’’.