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EL ODIO A LA TICA O ¿CÓMO

DISCRIMINAR SIENDO PURA VIDA?


 AM ÉRI CA CENTR AL

 M I GRACI ONES
07/04/2015

Imagen: Priscila Monge

Santiago Navarro Cerdas

Playos, niquillas y pobretones. “Yo no tengo nada contra los playos, hasta tengo amigos
gays…”, “no no, yo no discrimino a los nicas, los niquillas son tuanis, hay algunos que son
honrados…”, “mi empleada es buenísima, viera, nunca se ha robado nada y eso que es de
los barrios del sur de San José…”. Decenas de veces he escuchado comentarios de este
tipo, docenas de veces me quedan resonando en la cabeza, tratando de digerirlos.

La homofobia (es decir, el odio a la persona homosexual), la xenofobia (el odio a la persona
extranjera) y el clasismo (el odio a las clases bajas), se manifiestan muchas veces de
manera directa. Sin embargo, otras veces las personas ticas somos más solapadas, no somos
tan directas, somos homófobos, xenofobos y clasistas, pero “pura vida” y “tuanis”.
Veamos.

Recuerdo desde niño, desde el kínder, la escuela, el colegio, que con mis amigos y amigas
una gran ofensa del mismo nivel de “cagarse en su madre” o ser un “hijo de puta”, era
decirle a otro u otra: “nica”, “playo”, “lesbiana” o “pobre”.
Ticos y ticas de corazón. La educación formal y oficial nos llena de símbolos patrios, nos
susurra (y otras veces grita) el himno nacional y la superioridad civil, democrática y
pacífica de “nosotros los ticos”. Estos ticos, para esa narración, estamos más cerca de la
“blanca, pacifista y clase media-alta” Suiza europea que de la vecina población
centroamericana: pobres, morenos y un poquito más abajo si les medimos en esa extraña
escala de la civilización colonialista que nos metemos como un “chip” en la cabeza,
quienes habitamos la “Suiza centroamericana”.

Turistas e inmigrantes. Esa jerarquía, donde ponemos a ticos y ticas como punto
referencia, sitúa más arriba a la población estadounidense-europea y más abajo a la
centroamericana (así es como todo apunta, en el nacionalismo tico, a abrirle las puertas a
las personas turistas y cerrárselas a portazos a las inmigrantes), se ve reforzada en la
educación no oficial, es decir en los chistes, burlas, choteos, también en los titulares de los
medios de comunicación masiva. Nos atraviesa siempre, desde que nos molestamos con
nuestros amigos y amigas, pasando por la “educación cívica” de la escuela, hasta el
momento en que abrimos algún periódico de circulación nacional.

El macho y su mujer. También en esa misma escuela, en los periódicos, con las amistades,
en la pornografía (es decir, las páginas de internet más visitadas en el mundo, incluida
Costa Rica), la forma válida para que alguien sea mujer o sea hombre, es que le guste la
gente del sexo opuesto (es decir, heterosexual), si algo se sale de eso (gay, lesbiana,
transexual, etc.), otra vez es señalado, discriminado o también, en buen tico, choteado.

En esto se suma otra gran institución fundamental en nuestra educación nacional, se trata de
cierto catolicismo y cristianismo discriminador, juzgante e intolerante, que nos fija una idea
única de la familia: un macho autoritario y una mujer sumisa y callada, matrimonio cuya
función es reproducir hijos e hijas en un sistema patriarcal intacto hace miles de años. Si
por alguna razón algo se sale de la cuadricula, al macho le gusta otro macho, a la mujer otra
mujer, o la mujer no le aguanta los maltratos al macho y quiere el divorcio, les cae la
calamidad diabólica, según lo consideran quienes se creen que tienen la arrogante potestad
de andar repartiendo las medidas de quién puede dar amor y cariño a quién sí y a quién no.

Si a esto mismo le sumamos otro gran educador nacional, la televisión, los culebrones
dramáticos de las novelas latinoamericanas, Disney y las series usuales, al hacer al final las
sumas y restas de la ecuación matemática no nos va a ser muy difícil entender los altos
índices de agresión y violencia, en la casa y en la calle, hacia las mujeres y la población
LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales).

El patrón bonachón. A nivel del clasismo, esa imagen de la Costa Rica con poca pobreza
y que es de clase media-alta, ha hecho de igual forma la construcción de un desprecio social
por las clases bajas y también por el campesinado. Esto se muestra en el odio a lo “polo” y
el miedo recurrente a los barrios “peligrosos” del país (por ejemplo, la imagen que se
construye en los medios y en la vida cotidiana de “Limón” o de “Alajuelita”).

Es recurrente la frase “agradezca que le doy trabajo, no se queje mucho, no pida seguro o
pago de horas extras, yo le estoy haciendo un favor al contratarle, no ve que hay treinta
personas afuera esperando su puesto”. El patrón pura vida le da trabajo a sus empleados/as
y se elimina así cualquier forma de tensiones y de lucha entre clases sociales. Costa Rica se
ha vanagloriado de ser pionera en sustituir los sindicatos por las llamadas Asociaciones
Solidaristas, donde patronales explotadoras y trabajadores/as explotados se estrechan la
mano de manera pura vida.

La discriminación pura vida. Hay, entonces dos formas de ser xenófobo, homófobo y
clasista, una es una forma directa, ver esto es fácil porque hay discriminación o exclusión
franca. Pero también, de alguna forma nos las arreglamos para que algunas veces eso no sea
tan directo, es decir, aparte de formarnos en la mitología de que somos democráticos, clase
media y blancos –donde desde que nacemos ya nos están poniendo una camisa de la
tricolor con el nombre de Keylor Navas en la espalda-, también se nos forma en que somos
“pura vida” y “tuanis”. Es decir, podemos ser xenófobos, homófobos y clasistas, pero
“tuanis”, “pura vida”.

El odio oculto e indirecto. Imaginemos la situación: estamos en un lugar donde hay varias
personas, alguna de ellas es “playo”, “nica” o “pobretón”. Un tico “pura vida” se las arregla
para ser “tuanis”. Así, si se toca el tema y nos cuestionan que estamos siendo
discriminadores/as, vendrá de nuestra parte los comentarios del tipo al inicio de este texto:
“Ah, yo no tengo nada contra los gays, hasta tengo amigos gays…”, “No no, si yo conozco
nicas honrados, no todos son así, por ejemplo conozco uno que…”.

Es decir mostramos una suerte de igualdad o estima a la persona, pero sin embargo no
podemos dejar de demostrar la superioridad jerárquica desde donde hablamos; los lados
ocultos de esos comentarios son algo así como “yo, a pesar de ser bien heterosexual y
normal porque me gustan las personas del mismo sexo, me digno a tener una amistad que
no es así, que es rara” o “a pesar de que la gran mayoría de nicas roban yo, como buena
persona tica honrada, puedo hasta reconocer a algunos nicas honestos”. Borramos con el
codo lo que acabamos de escribir, es decir, discriminamos y en el mismo gesto lo
ocultamos como un acto de buena intención. Este es el odio pura vida, el odio a la tica. Es
como si en ese mismo momento el “pura vida” tico mostrara un “síntoma” en su discurso,
eso que el psicoanálisis llama un lapsus linguae, es decir la “falla” que al surgir más bien
muestra la verdad de todo el discurso oficial.

El infierno tuanis. Tal vez, cuando nos demos cuenta que, como bien se dice, el “infierno
está hecho de buenas intenciones” o que bien “puede andar el diablo repartiendo rosarios”
(a propósito de la simpática semana santa que acabamos de pasar) y rompamos las fronteras
simbólicas que creamos para sentirnos superiores, bajo el imaginario falso de la persona
tica “clase media-alta, blanca y heterosexual”, podremos ver que las personas de clase baja,
extranjeras y homosexuales no necesitan de la caridad de ese tico “pura vida” y “tuanis”,
sino el respeto y la solidaridad para no discriminarle y excluirle.

Esto es así sencillamente porque ese tico imaginario e ideal murió sin haber nacido, es
decir, nunca ha existido más que en las mitologías nacionalistas, heteronormativas y
clasistas que nos crían. Tal vez ahí podremos entender en la práctica cotidiana la bonita
frase de Eduardo Galeano: “La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y
desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo”. *Psicólogo

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