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Llegué con Lucas al metro Quinta Normal a eso de las 19:15, esperamos un poco a Camila
porque no queríamos que se perdiera tratando de llegar al bar, yo tampoco sabía exactamente
donde era, pero tenía la confianza de que no sería tan difícil llegar. Una vez llegó salimos a
la superficie y el frío nos golpeó, empezamos a caminar más rápido para no entumirnos. Me
sentía entusiasmada, jamás había estado en una lectura poética en otros ambientes e
imaginarme el posible ambiente y espectáculo me alentaba a querer llegar aún más rápido.
Luego de unos 10 minutos caminando llegamos a la puerta del bar Chancho seis, empujé la
puerta para dejar entrar a los demás y me adentré en un largo pasillo que coronaba en una
habitación mediana que conformaba el bar, había varias mesas, una especie de barra/mesón
y un pequeño escenario instalado en medio y junto a la pared, mirando directamente a la
barra. Vi que la mayoría de las mesas estaban repletas de compañeros/amigos de la carrera,
algunos de generaciones anteriores y otros posteriores a la mía. Saludé alegre y comenzamos
a buscar un lugar donde sentarnos, una tarea un tanto difícil ya que estaban todas las mesas
ocupadas y el lugar un tanto repleto. Cuando por fin pudimos encajar tres sillas en una mesa,
noté que había quedado justo al lado del escenario y eso me encantó, podría ver todo con
atención y detalle, quería mirarlo todo y es que todo lo que había dentro del bar despertaba
dentro de mí una curiosidad implacable. Mis ojos y mi mente trataban de absorber todo lo
que había dentro del bar: el cielo estaba cubierto con paños étnicos y mandalas, cajones de
fruta instalados en la pared como estantes, llenos de objetos antiguos y pequeños tesoros, a
mi lado encontré un teléfono con rueda, lo tomé y me di cuenta lo pesado que era, intenté
marcar un par de números y luego lo dejé por miedo a romperlo. Miré la pared que estaba
frente a mí y noté que había muchas fotografías pegadas en ella, Violeta Parra tocando la
guitarra, Pedro Lemebel mirando desafiante a la cámara, Salvador Allende de semi perfil
serio e imponente. Sentí que era como un barroco popular, construido elemento a elemento
por un tiempo indefinido de años, era como una capsula del recuerdo, poesía y revolución.
El mesero se acercó a nuestra mesa y pedimos unas papas bravas, nombre para papas fritas
con una leve brisa de merkén, yo pedí una cerveza artesanal ámbar y Lucas con Camila
compartieron un vino Santa Emiliana. Mientras seguíamos esperando que empezara el evento
llegó la comida y las bebidas, le di un trago a la cerveza, se sentía fría y refrescante,
contrastaba con el calor del lugar.
De pronto, una mujer se acercó al pequeño escenario y con un poco de dificultad logró
subirse, se presentó como Silvia Osorio, se encargaría de presentar a los poetas de la jornada,
ella misma era poeta. Comenzó a leer un compilado de frases de distintos autores: Teresa de
Calcuta, Mahatma Gandhi, entre otros. Todos hablaban sobre la paz, sobre lo importante que
era tratar de mantenerla. Después de esta pequeña introducción fueron subiendo uno a uno
diferentes poetas. Todos eran muy distintos unos entre otros, tanto en temática como en
verso: algunas hablaban de amor y deseo, otros de sus ciudades amadas y el mar, de
sensaciones personales y públicas, todo era sentimiento y sensaciones. Llegó el turno de una
mujer joven, no más de 30 años, de cabello rojo fuego y vestido verde esmeralda pegado al
cuerpo, se presentó a ella misma por su nombre artístico: Denni Zú. Se sacó el abrigo negro
que cubría sus hombros, tomó una pose desafiante frente al escenario y sin usar el micrófono
comenzó a declamar:
Leona insegura
con sangre de fiera
busca a su hombre
sin importar
si lastima a un cualquiera.
Depredadora de instintos
de apariencia inofensiva
seduce como gata
y ataca como arpía.
(…). (1-9)
Era imponente, apasionada y en extremo carismática. Ella sabía que tenía la atención de todos
y la manejaba de una manera espectacular. No podía quitar mis ojos de ella, quería captar su
esencia, absorber un poco de eso si era posible, se veía tan segura de ella misma, su lenguaje
kinésico lo demostraba, pues se tocaba el pelo y el contorno de su cuerpo, dándole aún más
énfasis al poema que recitaba. Hizo una pequeña pausa a su poesía y comenzó a hablar de
ella, de que algunos se burlaban de la forma en que mostraba su arte pero que no le importaba
porque así le nacía, así se expresaba. Nos mostró un pequeño poemario que había terminado
la noche anterior titulado Ella, la Poeta, en honor a toda la gente que se había burlado de ella
por escribir poesía, porque según esa gente escribir poesía la hacía creerse la gran cosa. Dijo
que el poemario lo regalaría a todo el que quisiera, que estaba hecho con cariño y autogestión.
Abrió el pequeño libro y rápidamente eligió un poema, llamado 21 de agosto del 2016, 02:45
am:
Parir tu desamor
fue lo más vergonzoso y doloroso de todo el tour de tu nombre
testificar que nunca me amaste
que tú de esa wea llamada amor, no sabías…
Explicar a cada centímetro de mi cerebro
que no me querías, ese dichoso amor solo fue una mentira.
TÚ A MÍ NO ME QUERÍAS
Repetirlo día a día
TÚ A MÍ NO ME QUERÍAS
a cada hora
TÚ A MÍ NO ME QUERÍAS
Así empecé a domar a esa bestia oscura que desde mis entrañas renacía. (13-25)
Con las siguientes estrofas todas las sensaciones anteriores se intensificaron, me llegué a
preguntar por qué la habían hecho sufrir así, quien había hecho sufrir así, me hizo sentir que
el amor era frágil, que te volvía frágil, porque si podía tocar de esa forma a una mujer tan
fuerte como ella se mostraba, tenía que afectarte hasta la médula. Comenzó a repetir una frase
intercalada: TÚ A MI NO ME QUERÍAS (18) , entre verso y verso. Era un mantra para su
propia tranquilidad, el cual al principio sonaba forzado y con cada repetición iba creyéndolo
más, asimilándolo y haciéndolo verdad, una verdad dolorosa pero suficientemente real para
poder creerlo ella misma.
Todos rompimos en aplausos cuando finalizó, ella hizo una pequeña reverencia. Recitó un
poema corto y recibió otra ronda de aplausos. Dejó el poemario de lado y contó que el último
poema para despedirse se lo sabía de memoria, pues era uno de sus favoritos:
Unos segundos de silencio después del último verso y todos comenzaron a aplaudir, había
emocionado a cada fibra de los cuerpos presentes. Sus versos llenos de erotismo y pasión no
correspondida abrumaba y encantaba. Aplaudí efusivamente emocionada de haber
presenciado una performance así. Comenté con Lucas lo mucho que me había gustado, él
coincidió conmigo.
Después vinieron cuatro poetas más, muy buenos pero que no nombraré en esta crónica para
no hacerla demasiado extensa, sólo comentaré a fondo los que más marcaron mi estancia en
el Chancho seis. Después de estos poetas, hubo un número musical a cargo de Camilo
Antileo. Su música era una fusión de pop/rock, mezclado con su identidad mapuche que se
notaba tanto en la composición de sus letras como en la música, utilizaba dos notas constantes
en diferentes posiciones, duraciones e intensidades, sus letras contenían algunas palabras en
mapudungun y hablaba sobre un pequeño niño mapuche desaparecido por la policía. Su voz
era suave y agradable, cantó un par de canciones y cedió el escenario a los poetas
nuevamente.
Ahí apareció la Poesucia, como ella misma se denominaba. Su nombre real era Rayen Araya
Caviares. Comenzó a leer un par de hojas que estaban en su mano, comenzó con su poema:
Cinco poetas más leyeron un par de sus obras, todos aplaudimos porque al igual que los
anteriores eran brillantes de una forma única y artística. Silvia Osorio volvió a tomar la
palabra para comenzar a despedir la jornada cuando una de mis compañeras de estudios se
acercó a ella y pidió si por favor uno de nuestros compañeros podía leer, le cedieron de
inmediato el micrófono y Jannis se puso de pie y se acercó. Dijo que leería porque su mejor
amiga estaba de cumpleaños, todos aplaudimos felices y emocionados de ver a uno de los
nuestros mostrar su arte. Se aclaró un poco la garganta y nos dijo que lo que nos iba a leer lo
había escrito en un taller y se titulaba Abraham:
Abraham. Quién eres Abraham. Rasgando escaleras. Meneando esa túnica de viejo.
Petrificando hombres con el dedo último. Oliendo animales mientras los apuñalas.
Abraham, hombre de mediana edad, quién eres y por qué dibujas flamencos azules en la
piel de dos niños. Cuál sol te dio vida, qué luna te rebanó en dos adolescentes simétricos.
Alargas la lámpara y recorres los sótanos de mi cuerpo. (2)
Su voz sonaba como un susurro, un susurro dirigido a ese hombre que revolucionó todo, que
creó y destruyó en un mismo movimiento, esos sentimientos de desconocer y querer cercanía
se notaban a cada palabra.
Cierras puertas, echas candado. Estoy maldito por tu nombre, Abraham. Los barcos no
zarpan desde que inundaste el puerto de pájaros y hombres desnudos. Las anclas se
enredan en mis cabellos y no puedo subir las calles empinadas. Abraham, inflas globos
celestes que imitan ojos. Susurraste y fueron dos niños en una esquina. Gritaste y fue la
muerte. (2)
Con sus palabras notaba la ausencia de esa persona amada, que dejó huella como ninguna
otra y que estaba en su mente en cada segundo. Su ausencia es un peso que le impide avanzar,
sus palabras se mantienen en su memoria y su imagen en su retina. Los versos comenzaron
a subir poco a poco de intensidad, se sentía el dolor, el desamparo, la tristeza que inundó el
corazón de Jannis al escribir esto, también se percibía en su voz que iba volviéndose más
tenue y frágil, más rápida y afectada. Lanzó los últimos versos, soltó un suspiro y dio las
gracias. El bar completo rompió en aplausos, me sentía emocionada, mis ojos estaban un
poco húmedos y batía mis palmas hasta no poder más, había sido magnífico.
Silvia Osorio tomó nuevamente el micrófono y felicitó a Jannis por tan increíble poema,
todos la secundamos. Agradeció la participación de los poetas, al dueño del bar por prestar
el espacio y a los estudiantes de Literatura por asistir. Dejó a todos invitados para el año
entrante y dio por terminado el evento.
Uno a uno fuimos saliendo del bar, comentando lo bien que lo habíamos pasado, lo agradable
que había sido todo, lo inspirador que era la poesía. Me sentí feliz esa noche, sentí que la
poesía llegaba de una nueva forma a mi vida, que alimentaba partes que creí inexistentes. En
esta pequeña crónica traté de plasmar todo lo que vi, sentí y percibí esa noche de viernes, en
el mes de mayo del año 2017.
BIBLIOGRAFÍA
Araya Cavieres, Rayén. Del libro: Poesucia. Material entregado por la misma autora vía
mail.
López, Jannis. Abraham (Prosario). Material entregado por el mismo autor vía mail.
Zú, Denni. Ella, la poeta. Poemario entregado y autogestionado por la autora en la lectura
poética del Chancho seis.