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Bacterias detectan arsénico en agua

El diseño industrial y la biología sintética se combinan en un desarrollo innovador que


utiliza bacterias modificadas genéticamente para detectar arsénico en agua.
Convertido en un dispositivo fácil de utilizar, llegará pronto a los hogares argentinos.

Vanina Lombardi
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Un equipo de estudiantes, docentes e investigadores logró modificar genéticamente la


bacteria Escherichia coli, para que sea capaz de indicar la presencia de arsénico en agua. Ahora,
este grupo de trabajo interdisciplinario –que incluye profesionales de distintas disciplinas, como
la biología, la física, las ciencias de la computación y el diseño industrial–, está desarrollando un
dispositivo accesible en costos y fácil de utilizar, que funciona de manera similar a la de los
conocidos test de embarazo.
“El proyecto se inicio en el laboratorio, luego [los investigadores] consideraron que era muy
interesante que llegara a la gente y para eso necesitaban transformarlo en un producto; fue
entonces cuando nos incorporamos, un grupo de tres diseñadores, a trabajar con ellos”,
comenta Adrián Teijeiro, diseñador
Industrial y docente en la Facultad de
Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la
Universidad de Buenos Aires, y afirma que
ya están “a punto de hacer la pre-serie de
fabricación, que sería previa al
lanzamiento de una cantidad mayor que
pueda llegar al usuario final”.
Cuando eso ocurra, este biosensor
denominado SensAr les permitirá a los
cuatro millones de argentinos, que hoy
están expuestos a diversas cantidades de
arsénico en agua, detectar y actuar frente
a la presencia de esta sustancia tóxica, que consumida de manera prolongada puede provocar,
entre otras cuestiones, alteraciones cardíacas, vasculares y neurológicas, lesiones en el hígado,
los riñones y la piel, y problemas en el aparato respiratorio.
Un equipo de estudiantes, docentes e investigadores logró modificar genéticamente la bacteria Escherichia coli, para
que sea capaz de indicar la presencia de arsénico en agua.
“La interacción con los diseñadores fue, de alguna forma, salir de las cuatro paredes del
laboratorio y empezar a pensar en los demandantes, en los usuarios, en la producción y en las
necesidades de la sociedad como algo concreto… y no menos importante fue el aporte en cuanto
a la estética y a la folletería, en Exactas sabemos cómo generar datos y cómo analizarlos, pero
poco de cómo presentarlos”, destaca el doctor en biología Alejandro Nadra, y recuerda que este
proyecto surgió en el marco de una competencia internacional de biología sintética organizada,
en 2013, por la fundación IGEM (International Genetically Engineered Machine) en Boston,
Estados Unidos.
El grupo inicial estaba compuesto por estudiantes coordinados por graduados de la Facultad de
Ciencias Exactas y Naturales de la UBA –adonde este investigador del CONICET también es
docente–, que fue el que logró diseñar el modelo teórico para este biosensor que, en 2013,
obtuvo la medalla de honor y el premio al mejor modelo teórico en dicha competencia, lo que los
convirtió en los primeros de América Latina en recibir tal reconocimiento.
Luego, los investigadores trasladaron el modelo teórico al laboratorio y una vez que probaron su
eficacia comenzaron a trabajar en el prototipo de un dispositivo que hiciera llegar este desarrollo
a los hogares en riesgo: ¿de qué manera llegarían las bacterias sintéticas al usuario no
especializado, cómo tendría que ser la carcasa que las contenga de manera segura pero también
atractiva, económica y fácil de usar?
Fue en esta instancia, cuando surgió la necesidad de contar con el conocimiento de otras
disciplinas, como el diseño. “Al principio, la expectativa era transmitirles qué carcasa
necesitábamos para que ellos la hicieran, y recibir algún comentario sobre cómo mejorar nuestra
idea, algo así como tercerizar una parte acotada del proyecto”, recuerda Nadra y destaca que “lo
que pasó fue muy distinto: para hacer bien su trabajo, [los diseñadores] necesitaban entender
qué era lo que estábamos haciendo, cómo, por qué, para quién… se involucraron en el proyecto
a la par del resto del equipo y empezamos a pensar juntos cómo tenía que ser este dispositivo,
para que pueda ser producido y usado por sus destinatarios. Incluso, tuvimos que re-pensar el
sistema biológico para hacerlo más funcional y nos pusimos a pensar cómo debería ser una
carcasa ‘genérica’ para la nueva generación de
dispositivos multifunción basados en biología sintética, y
que para eso convendría ponernos a investigar en
materiales”.
“El objeto debe nacer entre las disciplinas… no es que se genera algo
en el laboratorio y le ponemos la carcasa,
la evolución va en conjunto”, destaca Adrián Teijeiro.
Por ejemplo, agrega Teijeiro, “hicimos varios desarrollos,
usamos plástico, y una de las variables que estamos
probando es hacer la carcasa externa de papel reciclable, y que solo la parte que contiene las
bacterias sea de plástico, porque hay que tenerlas alojadas herméticamente para que no
escapen… Además, las bacterias están programadas para morir después de un par de
generaciones y el dispositivo tiene alojado un veneno químico, en una cavidad por debajo de las
bacterias, que hace que al poco tiempo de ser activadas con agua, se libere un compuesto
clorado para matarlas… no se le quiere traspasar al usuario la responsabilidad de eliminarlo”.
Este desarrollo ha sido distinguido a fines del año pasado con el primer premio en la categoría
Producto Innovador en el concurso INNOVAR. “Creemos que esto es la punta de una nueva
industria que se va a empezar a generar”, se entusiasma Teijido y no descarta que en algún
momento de este 2015 el producto pueda estar disponible, ya sea para que lo adquiera el
usuario final o para que lo distribuya algún organismo público en los hogares en riesgo.
“Creemos fuertemente que el objeto debe nacer entre las interdisciplinas, porque muchas de las
funciones reales y biológicas van asociadas a la forma; entonces, tiene que nacer de un trabajo
interdisciplinario, no es que se genera algo en el laboratorio y después le ponemos la carcasa, la
evolución va en conjunto, eso es lo que estamos ejercitando y la verdad es que es muy
productivo”, concluye.

Se comienza indagando sobre las ideas previas que tienen los estudiantes sobre bacteria, se continua con el movimiento
que poseen a sustancias toxicas(gran positivo-negativo). Y se continua con el pregunta ¿Cómo hace la celula para
percibir su entorno? Se retoma el concepto de membrana como respuestas a sustancias químicas en el exterior de la
celula.

Se profundizara sobre las características químicas y estructurales (imagen), con finalidad de que los estudiantes
comprendan la comunicación que posee la celula: se caracteriza a la membrana por la constitución lipidica( que separa
el medio externo e interno) y que algunos son receptores de señales

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