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Has aprendido con creces

que mi amor no puedes resistir,

que tiembla todo tu cuerpo

cuando mi voz llegas a oír.

Has aprendido de mis detalles

que tu amor pudo conquistar,

por la risa y la confianza

que te pude regalar.

Sabes que no soy como esos

que a una mujer no saben amar,

porque nunca te haría daño

porque yo no soy igual.

Y porque has aprendido

mis formas de caballero,

me has regalado todo

lo que niegas al mundo entero.

Así conquiste tu risa

así, te di felicidad,

y logre que tu vida

tuviera tranquilidad.

Así me robe tu alma,

que nunca me podrá olvidar,

no importa lugar, ni tiempo,

ahí dentro, yo he de estar.


Es un bosque, por donde camino,

agazapado como lo hace la fiera,

despacio, audaz barriga al suelo,

silencioso sin que tú me vieras.

Agazapado buscaba,

el corazón de algún ser,

para romperlo, y comerlo,

sin medidas, y con placer.

Llegué frente a ti, silente,

como lobo hambriento,

te enseñé mis dientes,

y gruñí desde mis adentros.

Me miraste con dulzura,

con esa paz infinita,

que calmó mi rabia, dura,

ante tu cara bonita.

Ya no gruñí más, y manso,

a tus pies, cauteloso me eché,

dejé me pasaras la mano,

y entonces la fiera se fue.

De pronto me levanté, y corrí,

busqué para ti, mujer hermosa,

la más bella flor de un rosal cercano,

entre mis fauces te traje una rosa.


Mis ojos antes fieros reflejaron,

el color, la paz de tu mirada,

y se tornaron ellos verdes,

como el mar en la alborada.

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