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EL AMOR SAGRADO

La Que Ama todas las Cosas sintió como su cuerpo se estremecía


cálidamente bajo la luz del Abuelo Sol.
Era maravilloso abrazar dentro de sí misma todo ese calor y dejar que
su cuerpo absorbiera toda la bondad y el amor incondicional del Abuelo
sol.

La Que Ama todas las Cosas, puso la palma de sus manos hacia
arriba para recibir los rayos de sol como si fuesen el néctar ambarino de
las flores tropicales. Mientras los espíritus del río corrían juguetones
cantando su sinuosa canción, ella recordó como su cuerpo era capaz
de disfrutar hasta de los más simples placeres y lo agradeció. Cuando
ella reconoció todas las alegrías que experimentaba con su cuerpo, la
percepción de sus sentidos se ampliaron

La Que Ama todas las Cosas olía desde el más leve aroma de las
cebollas verdes que provenía de los bosques, que le recordaba el sabor
salado de los frutos ofrecidos por la madre tierra, el perfume de su suelo
húmedo hasta la fragancias más delicadas de sus flores silvestres. Ella
se deleitaba en las bondades perpetuas que le ofrecían los seres
humanos.

La que Ama todas las Cosas, entrecerró los ojos para ver el reflejo del
arcoíris a través de sus pestañas. Todos los colores de la naturaleza
bailaban en efervescente danza frente a sus ojos dándole otro disfrute
más. Ella, podía ver el reflejo de los colores en las gotas de sudor de su
piel. Ella se dio cuenta que el agua, al igual que los sentimientos,
reflejaban los sutiles cambios entre luces y sombras, sorprendiéndose
de las intensas y variadas sensaciones que le proporcionaba su cuerpo.

Ella era como un Colibrí, saboreando todo lo que ofrecían las flores
de la experiencia humana, revoloteando de una a otra con total
deleite y se dispuso a disfrutar del mundo con la misma alegría.
En aquellos días, la medicina del colibrí la acompañaba siempre y
silenciosamente agradecía a todos los pequeños seres alados que con
sus canciones de alegría alejaban el miedo y la negatividad.

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Sumergida en la placidez, esta Madre del Clan empezó a recordar cómo
se había iniciado en el disfrute de su sensualidad y los placeres de la
sexualidad en los campos de amapolas y el musgo de suave verdor.
El día era cálido, llenándose con los sonidos de su propio corazón
palpitante y el canturreo de los zorzales y alondras.
En lunas pasadas, conoció a un hombre que tocó profundamente su
corazón, formando pareja. Juntos exploraron los alrededores de las
montañas, compartido fogatas. Él la había protegido, provisto de fuego
comida para cocinar y mostrado el respeto con que se debe tratar a una
mujer. Este hombre sabía que cada mujer era una extensión de la
Madre Tierra y que lastimar a una mujer de cualquier manera podría
traer consecuencias y escasez a todos los Hijos de la Tierra.
La noche anterior, mientras estaban sentados junto al fuego, él le decía,
que complacer a una mujer en la intimidad, era un acto de amor y
servicio que enseñaría a preservar las alegrías de la unión sexual.

La Que Ama todas las Cosas había descubierto que estar cerca de
este hombre le despertaba sentimientos nuevos y curiosos. Su cuerpo
reaccionaba de maneras extrañas, cuando sus ojos se encontraban con
los de él o si sus manos se tocaban por casualidad. Ella no sabía cómo
contener ese caudal de emociones o el fuego que incendiaba sus
mejillas. Sentía el latido acelerado de su corazón y el cálido calor que
subía por sus muslos.
Perro Emplumado, el hombre que estaba a su lado, era muy diferente
de los otros hombres que había conocido, ninguno de ellos la había
hecho sentir de esta manera. La atracción que sintió Perro Emplumado
le dio una sensación de anhelo y emoción, pero ella no sabía cómo lidiar
con el torrente de emociones que la abrumaba cuando estaba con él.
Algunos sentimientos eran placenteros y otros bordeaban en un
doloroso deseo. Ella estaba confusa, pues no comprendía lo que estaba
sintiendo. A veces era difícil respirar cuando él la rodeaba con sus
fuertes y cálidos brazos o cuando sonreía y la miraba profundamente a
los ojos. Tres lunas duró La Danza de Amor y Unión Sexual, dejando a
La Que Ama todas las Cosas cautivada por la sensualidad de tocarse y
sentirse nutrida. La intimidad entre ellos había crecido durante todo este
tiempo en que ella y Perro Emplumado habían compartieron sus
pensamientos más íntimos, de esta forma ella había aprendido a abrirse
a su hombre de una nueva manera.
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Perro Emplumado había ganado su nombre porque llevaba la Medicina
de la Pluma, simbolizando al Mensajero del Espíritu y la Medicina del
Perro, que Enseña el valor de servir a la humanidad con lealtad en
cualquier relación: respeto, confianza e intimidad. Este hombre, encarna
las tres Medicinas necesarias en cualquier relación: Respeto, Verdad e
Intimidad.

Perro Emplumado entendió la importancia de construir una base sólida


de respeto mutuo, que da nacimiento a la confianza. Sabía que cuando
la confianza y el respeto están presentes en una relación, florece la
intimidad y se comparten los anhelos del corazón. En su sabiduría,
Perro Emplumado le había dado a esta Matriarca, el tiempo necesario
para sentirse segura y construir las bases para su relación. Con estos
fuertes cimientos, la atracción sexual había evolucionado naturalmente.

La Que Ama todas las Cosas recordó cada dulce caricia de ese día
hace mucho tiempo ya, reviviendo la belleza y lo sagrado de esa primera
unión. Ella había recibido el regalo de la Madre Tierra y que era el deseo
para todos sus hijos: Descubrir los placeres de la sexualidad humana
sin culpa, miedo o dolor. En los años siguientes, La Que Ama todas las
Cosas y Perro Emplumado compartieron la alegría de los placeres de la
vida y el amor en su unión.

La felicidad compartida con su compañero y el nacimiento de sus hijos,


le habían enseñado la alegría de nutrir y ser nutrida. A través del Rito
de Paso de la Sexualidad compartidos con Perro Emplumado, ella se
había convertido en la Guardiana de la Sabiduría Sexual. La
maternidad la hizo redescubrir el mundo a través de los ojos de sus
hijos. La maravilla de la vida y la emoción de estar viva la convirtieron
en una maestra en el arte de ser una mujer cálida y sensual, así como
una madre nutricia y comprensiva. Su corazón se desbordó de amor al
recordar al recordar como la vida le había dado una hija y tres hijos
fuertes

Decir adiós a Perro Emplumado había sido difícil cuando pasó al Mundo
de los Espíritus, más dolor aún experimentó al enterrar a sus hijos y a
los hijos de sus hijos, después de verlos envejecer mientras ella
conservaba un cuerpo que no envejecía. El resentimiento fue creciendo
en todos aquellos inviernos en soledad, enfrentándola a una de las
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lecciones más difíciles en la vida humana. La Madre Tierra nunca le
dijo que los trece aspectos de sí misma serían una tarea fácil, pero ella
había olvidado convenientemente las consecuencias de tener un cuerpo
humano que era inmortal.
La Madre del Clan fue puesta a prueba una y otra vez cuando su
resentimiento frustraba sus sentimientos de alegría, era difícil reconocer
su inmortalidad, más aún le era difícil amar la vida a su alrededor
mientras lloraba el amor que había compartido en el pasado. Ella, quería
recuperar a su familia. Quería recuperar la juguetona Medicina de su
hija, la Pequeña Nutria, para llenar esos tiempos de soledad cuando la
sombra del resentimiento oscurecía su camino. Madre Tierra, le habló a
esta matriarca, recordándole la medicina que portaba la Nutria, que
tenía el mismo nombre de su hija, pero ella no estaba lista para tomar
ni llamar la Medicina y el Balance de la Mujer Adulta de corazón joven,
jugar o trabajar con la misma inocencia y deleite que antes. No podía
ver el valor de reclamar el equilibrio necesario en su vida al aceptar lo
que había pasado, concentrándose en su dolor, en la pérdida de sus
seres queridos, olvidando los dones de renovación y abundancia que le
había otorgado la Madre Tierra.

La Que Ama todas las Cosas se encontró juzgando todos los actos de
la vida como si nada fuera suficiente para llenar ese hoyo que crecía en
su corazón. Ella vivía en el pasado, olvidando la alegría que una vez
había sentido al estar viva. Se marchó por muchos soles y noches al
Océano, donde derramaría sus saladas lágrimas de remordimiento y
arrepentimiento. Una vez que llegó al Hogar del Agua Sin Fin, se arrojó
a la salmuera queriendo morir, olvidando que esto también le era
imposible. Cuando su cuerpo se hundió bajo las olas espumosas, una
anguila la mordió, sintiendo humillada, se arrastró hasta las dunas
gritando de dolor, comenzó a acusarse de sus tendencias víctimístas
aprendidas durante su sombrío paso hacia la tristeza.

La Que Ama Todas Las Cosas, comenzó a culparse por nunca


envejecer; culpó a su familia por ser humana; culpó a la Madre Tierra
por darle experiencias de placer y ahora este dolor intolerable.
Despotricó, deliró, enviando todo su enojo y repulsión a los Cuatro
Vientos, mientras renegaba, lloraba toda su furia.

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La Que Ama Todas las Cosas, había vivido buscando nada más que
la felicidad. No se suponía que hubiera otro lado perturbador de la
experiencia humana. La vida con dolor no era justa.
Perdida en su propia miseria, La Que Ama todas las Cosas, no percibía
nada alrededor, hasta que sintió la embestida de una fuerte ola y el
sonido de las alas del Pájaro de Trueno la devolvió al momento. Hinoh,
el Espíritu del Trueno, había enviado al Pájaro de Trueno, para que le
dijera a esta Madre del Clan, cómo sus sentimientos habían afectado
el balance en la naturaleza. Ella escuchó la voz de Hinoh, bramando en
sus oídos: "Hija, has creado estos vientos helados porque tu corazón se
ha ido enfriado. Has olvidado quien sos y traído tu ira a los Hijos de la
Tierra que dependen de tus cuidados, de tu amor y nutrición. En tu
frustración y enojo, ha creado una tormenta en la que muchos morirán
y aun así, no has aprendido nada de la escasez y seguís negándote a
amar. Ahora, debes resistir la tormenta que vos misma creaste y sentir
el dolor que has causado en tu cuerpo y cómo ese dolor puede dañar el
mundo natural”.

Tan pronto como la voz de Hinoh se desvaneció, La Que Ama todas las
Cosas fue golpeada por una ola que la arrastró dentro del embravecido
mar. Abajo ella se fue, rodando y rodando, embestida por las olas.
Girando entre las corrientes, siendo sacudida de un lado a otro, se
hundió en la oscuridad de su propia inconsciencia y autocompasión.
Lo último que ella recordaba era que algo estaba muy, pero muy mal.

La sensación de ardor en su pierna y el desagradable olor a carne


podrida la devolvieron a la realidad. Luchó por mantener su estómago
bajo control, pero fue imposible, el agua salada salía a borbotones por
su boca. Cuando finalmente pudo apoyarse en una roca cercana, se
sorprendió al ver tanta destrucción a su alrededor. La playa estaba
cubierta con los cuerpos de todo tipo de criaturas que habían muerto
durante la tormenta. Lágrimas silenciosas rodaron por sus mejillas
mientras la matriarca se sumergía en el horror que había creado. Había
llegado al extremo de odiar en lo que se había convertido

Después de la muerte de Perro Emplumado, había tomado muchos


amantes a quienes no amaba y solo los usaba para su propio placer.
Rompiendo algunos corazones en el camino y proyectando su propio
dolor en los demás, olvidando todas las lecciones de Respeto,

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Confianza e Intimidad, que le había sido enseñado por la Medicina de
su compañero.
Mientras enojada, tocaba verdugón en su pierna, la voz de la Anguila
se filtró a través de las olas del mar, llegando hasta sus inundados
sentidos, diciéndole: "Mujer, escúchame, escúchame con tu corazón
abierto, “Soy el conductor del amor” esta es mi Medicina. Las
descargas eléctricas de mi picadura no tenían la intención de hacerte
daño. Si aceptas mi medicina, puedo ayudarte.

"¿Por qué alguien querría ayudarme, Anguila? Casi me destruí a mí


misma y a todos aquellos a quienes prometí amar antes de venir a
caminar por la Tierra”. Anguila respondió: "Mujer, no he olvidado el
verdadero significado del amor, el amor no conoce fronteras, no busca
fallas ni culpables, y no espera un tiempo correcto para amar. El fuego
del Abuelo Sol se une con el agua de la Madre Tierra dentro de mí. Elijo
ser el conductor del amor incondicional de ambos, ¿Podrías aceptar su
amor y el mío? ".

La Mujer Que Ama todas las Cosas sollozó mientras asentía con la
cabeza, sintiendo que le daban la oportunidad de volver a casa y
abrazar su grandeza, la Mujer que realmente era. La Madre del Clan, se
dio cuenta de la forma en que se había castigado a sí misma y a todos
los que la rodeaban mientras caminaba en la sombra de su dolor. Ahora,
ella quería volver al amor, liberándose de la oscuridad que se escondía
en la culpa y el miedo.

Anguila, sintió como cambiaba el corazón de la matriarca y continuó


hablando: “Mujer, para volver a la abundancia que alguna vez tuviste en
la vida, debes cruzar el puente que has creado entre el lado oscuro de
tu naturaleza y tu corazón amoroso. El puente puede aparecerte como
un arcoíris, pues refleja todos los colores que se encuentran en la vida.
El puente está hecho de perdón y abarca el abismo del miedo humano,
el odio, la amargura y los celos. Estas emociones dolorosas surgen para
enmascarar el dolor, cuando el corazón está roto. Debes cruzar ese
puente con voluntad y buenos deseos. Para hacer ese viaje, debes
soltar la culpa, los juicios negativos, las situaciones, lugares o ideas que
tengas que hayas experimentado sobre vos misma y de cualquier otra
persona".

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De pronto, la mente de La Mujer Que Ama todas las Cosas, se llenó con
memorias de culpa, vergüenza, remordimientos, malas actitudes y dolor
sin sentido que se había causado así misma y a otros.
Perdonarse por todas esas cosas, sería una tarea desafiante, pero
había que empezar en alguna parte para buscar ese amor que una vez
fuera su luz guía. Así que pasó muchos soles y noches caminando junto
al mar, limpiando el lado oscuro de su naturaleza. Sintiendo cada
emoción, sin dejarse arrastrar con ellas, lentamente, fue observando un
cambio en su sensación de bienestar y buscó algo que amara de sí
misma y el mundo que la rodeaba. Susurraba palabras de
agradecimiento cada día, rompiendo las cadenas de angustia que la
habían obligado a una existencia sin vida. La vitalidad comenzó a
regresar, mientras se fortalecía en su proceso de sanación
agradeciendo al Gran Misterio por el regalo de la vida
Su cambio de actitud, le trajo una nueva vitalidad. Nadando bajo las
olas, se dio cuenta que los arrecifes de coral buscaban su compañía,
reflejando los colores que el puente del perdón del arco iris había creado
en su vida. Los Ocho brazos del Pulpo le enseñaron que estaba
envuelta en amor en todas las direcciones, siempre que lo deseara.
También le mostró que el color de su tinta morada y que le servía para
protegerse de los merodeadores, le sería útil a ella también, pues el
color morado, era el color de la sanación y la gratitud, el cual la
protegería de las sombras destructivas de su propia naturaleza.

De vez en cuando, los días grises traían recuerdos borrosos de su


pasado doloroso. Al inicio se resistía encarar estas memorias de dolor,
pero poco a poco con gratitud y valentía los enfrentó, encontrando
nuevas formas de superarlos, evitando de esta manera volver a viejos
patrones donde usaba el placer como escape, adormeciéndose hasta
el olvido.

La Que Ama Todas las Cosas estaba aprendiendo a ser responsable


de sus acciones, dándose cuenta de que cada vez que encontraba
formas positivas de encarar un desafío y aceptar todas las experiencias
por igual, podía encontrar fácilmente las soluciones necesarias. De igual
manera, observó que las reacciones negativas, la arrojarían a esos

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viejos sentimientos de desvalorización que la hacían negar y
esconderse de la vida.

Pronto llegó el día en que La Mujer Que Ama todas las Cosas, se sentía
lista y confiada para caminar entre sus semejantes sin reflejar su pasado
sobre ellos. Comenzó su caminata, moviéndose a través de colinas,
valles, atravesando bosques y cruzando arroyos. Con la luz del
amanecer, en el sexto Sol de su viaje, despertó con los sonidos de los
ciervos que sedientos bebían agua del arroyo. La Matriarca, observó
intensamente al ciervo mientras jugaba tiernamente con su cervatillo,
las lágrimas brotaron en sus ojos ante los recuerdos de su hija Pequeña
Nutria.

La Cierva, sintió la angustia de esta Madre y le habló: "Sos la Madre de


todos los actos placenteros de la vida, pero has olvidado ser gentil con
vos misma. Sos amable y cariñosa conmigo y con mi cervatillo, pero
despiadada con vos misma. Las criaturas que habitamos el vientre de
la Madre Tierra, hemos oído de tu tormento y nos regocijamos en tu
sanación. Fui enviada para cruzarme en tu camino para recordarte La
Ternura, la Dulzura y Gentileza de mi Medicina, no para que calmes
y reconfortes a los demás, sino para que dejes de ser tan dura con
vos misma.
Sos humana en todos los aspectos menos en uno. El hecho de que no
experimentes el envejecimiento y la muerte de tu cuerpo no significa
que tengas que esforzarte más allá que otros seres humanos. Dulce
madre, no hay ninguna falla en ser humano. Tus sentimientos siempre
serán parte de ti, nunca se desvanecerán, no está mal experimentarlos
de vez en cuando con gentileza. Has cruzado el puente del perdón y
ahora debes redescubrir la forma de ser gentil con vos misma. Encontrar
el equilibrio entre la fuerza y la gentileza es un asunto delicado. Puede
llamar a mi Medicina siempre que la necesites”

Con esas palabras, El ciervo y el cervatillo se habían ido,


desvaneciéndose en la espesura del bosque, dejando a la Madre del
Clan sumida en sus pensamientos. Estas palabras la acompañaron y
guiaron para encontrar la ternura que llevaba en sí misma y que
necesitaba para poder continuar. Con gentileza, envió su gratitud a
todos los seres sintientes y al Gran Misterio.
Luego ella se bañó en el arroyo, lavo algunas bayas, las comio y
continuó su marcha.
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Dos lunas más tarde, La Mujer Que Ama todas Las Cosas, llegó al
campamento de los de Dos Piernas que estaban entretenidos
demostrándose todas las acciones dañinas que podrían infligirse el uno
al otro. Ella, se dio cuenta, que el tiempo que pasara con ellos pondría
a prueba todo lo que había aprendido. Esta lección de vida, le
proporcionaría la oportunidad de atravesar el Rito de Paso Final: “Amar
la verdad en todas las cosas”. Como Guardiana del Perdón, estaba
llamada a mostrarles a los miembros de la Tribu, cómo sanar sus
corazones. El desafío que el Gran Misterio había puesto en su camino,
la hizo dudar por un momento y querer huir de su misión, pero en cambio
agradeció por esta oportunidad de crecimiento.

Cada vez que un miembro de la tribu llegaba a contarle algo negativo


sobre otra persona, ella respondía con un comentario positivo de la
persona que se hablaba. Cuando alguien se sentía desanimado, ella
era la primera en mostrar gentileza y animarlo amorosamente. Cuando
un hombre estaba alterado e iracundo, ella le enseñaba cómo toda esa
ira, estaba realmente dirigida a uno mismo. Perdonarse a uno mismo
por sus debilidades humanas o por depender de otros para hacer cosas
propias, generalmente disuelve la ira al instante. Pasaron muchos
inviernos y nacieron nuevas generaciones de esta tribu, aprendiendo
los dones del perdón, gentileza y el amor que la Madre del Clan les
ofrecía amorosamente.

La Mujer Que Ama Todas las Cosas viajó a diferentes clanes y tribus,
compartiendo las experiencias vividas en su caminar por la tierra y la
sabiduría adquirida durante su proceso de sanación.
Ella les enseñó a las mujeres jóvenes a respetar sus cuerpos y como
nutrir a sus hijos. Les enseño a los hombres jóvenes sobre la sexualidad
sagrada, basada en el respeto, confianza e intimidad, quienes luego
utilizarían esta sabiduría para formar lazos duraderos con sus parejas.
La Madre del Clan, enseñó a los niños cómo disfrutar de los placeres
de ser humanos, amando sus pies mojados al meter sus pies en el
arroyo, a saborear tanto el aroma de un guiso caliente como sus
deliciosos sabores. Los sentidos debían ser honrados y respetados,
porque gracias al cultivo de esta percepción se podían disfrutar los
placeres de la vida.

A través del ejemplo, La Mujer Que Ama todas las Cosas enseñó a sus
hijos humanos que cada acto de la vida física era sagrada.
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La Madre de Todos los Actos de Placer, les enseñó que las funciones
del cuerpo humano eran procesos naturales a los que había que honrar
y respetar, manteniendo el cuerpo sano y vital. Inició tanto a los jóvenes
adultos, como a las mujeres jóvenes, sobre como los cuerpos se daban
desde los genitales y recibían a través del corazón, creando en el
proceso de dar y recibir un círculo entre los dos. Si uno de los dos era
frío, insensible o temeroso, el círculo no podía completarse, cuando se
llegaba a este tipo de desconexión, era tiempo de descubrir cuál de los
tres puntos de respeto, confianza e intimidad se había perdido, para
restablecer éste círculo, la pareja debía estar dispuesta a dar y recibir.
Este vínculo sagrado solo podría lograrse si el respeto mutuo, la
confianza y la intimidad fueran la base de su amor.

La Madre de todos los Actos de Placer, enseñó a sus hijos que la unión
sexual era una forma física de comunicación entre los humanos que
representaba el lado masculino y femenino de cada individuo. Si el
individuo no se siente feliz consigo mismo, la sensación interna de
plenitud se fractura, dificultando la experiencia de compartir con el otro
A través del amor propio y el perdón un corazón herido puede sanar. Si
uno es capaz de perdonarse a sí mismo, será más fácil perdonar a los
demás por la insensibilidad, palabras hirientes o acciones
inconscientes.

La Que Ama todas Las Cosas recordó su propio camino de alegría,


dolor, autodestrucción y últimamente, perdón y sanación, cada vez que
veía a otro ser humano pasando por las mismas experiencias que ella
vivió, se miraba a sí misma en la otra persona, era tranquilizador saber
que podía dirigir su energía de una manera positiva. Se había convertido
en una sanadora sanada al enfrentar su sombra con amor. Cuando ella
aprendió a amar la verdad que se encuentra en cada lección de la vida,
aprendió a amar la parte de sí misma que la había llevado casi a la
destrucción. Ella honraba su nombre, porque amaba todas las cosas.
Ella había dejado a un lado, la oscura necesidad de ser crítica consigo
misma y con los demás. Había desarrollado el don de amar a cada
persona, en cada palabra que le transmitía la Rueda de la Vida. Conocía
lo que era la compasión de una mujer atormentada que había amado y
perdido, casi perdiéndose en el proceso.

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La Que Ama Todas las Cosas había aprendido que las lágrimas saladas
eran el comienzo de la transformación y que, a través de estas gotitas
de angustia, las aguas del perdón comenzaron a fluir. Ella, había
comprendido que la sanación comienza perdonándose a sí misma, por
lo que pudo haber sido y lo que debería haber encontrado en el Camino
Rojo. La compasión nació de las heridas de la vida de la Madre del Clan
y siendo compasiva consigo misma encontró la sanación.
El camino de regreso del dolor a la luz del amor había sido largo, pero
recuperar el placer de vivir, había valido la pena recorrerlo. El sonido del
río, la sacó de sus recuerdos, disfrutando del calor agradable que subía
por sus brazos. Con sus ojos entrecerrados podía ver como los rayos
del arcoíris se filtraban a través de sus pestañas, desplegando curiosas
formas humanas bailando, La Que Ama todas las Cosas, sintió como su
corazón se hinchaba, cuando reconoció a Perro Emplumado, Pequeña
Nutria y sus tres hijos fuertes, bailando con las luces del arcoíris. La
Madre Tierra llamó a esta Matriarca, haciéndole saber que su Camino
por la Tierra estaba completo.

Sus oídos se llenaron de un ruido ensordecedor y se vio así misma


flotando sobre el rio, cuando miro hacia abajo y vio su reflejo en las
aguas cristalinas de un estanque, se dio cuenta que se había convertido
en un colibrí volaba a través de la luz de los rayos del sol, ella viajó,
atravesando el azul profundo del espacio del aciano, pasando por una
pared flameante llameante de fuego, siendo impulsada al interior del
cuerpo del Abuelo Sol. El fuego había quemado su cuerpo de Colibrí,
transformándose en su forma humana de Mujer, abrazando a Perro
Emplumado. Cuando el círculo de su amor se completó con la reunión
de sus corazones, los dos amantes, se convirtieron en una estrella
deslumbrante, tomando su lugar en la Nación del Cielo. Durante seis
lunas, La Estrella del Amor ilumina el cielo crepuscular y se llama
Estrella Vespertina; luego, durante las siguientes seis lunas, la Estrella
del Amor aparece al amanecer y se llama la Estrella de la Mañana.

A través de la historia de La Mujer Que Ama todas las Cosas y Perro


emplumado, podemos observar ambos lados de nuestra naturaleza.
Esa plenitud se refleja en el pájaro del amor y la alegría que sabe que
no hay separación en el espíritu humano, excepto las ilusiones que nos
imponemos a nosotros mismos. El colibrí zumba ahora y vuela en
círculos porque conoce el secreto de los amantes: amar todas las cosas
es amar cada reflejo de quién y qué eres.
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