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La Que Ama todas las Cosas, puso la palma de sus manos hacia
arriba para recibir los rayos de sol como si fuesen el néctar ambarino de
las flores tropicales. Mientras los espíritus del río corrían juguetones
cantando su sinuosa canción, ella recordó como su cuerpo era capaz
de disfrutar hasta de los más simples placeres y lo agradeció. Cuando
ella reconoció todas las alegrías que experimentaba con su cuerpo, la
percepción de sus sentidos se ampliaron
La Que Ama todas las Cosas olía desde el más leve aroma de las
cebollas verdes que provenía de los bosques, que le recordaba el sabor
salado de los frutos ofrecidos por la madre tierra, el perfume de su suelo
húmedo hasta la fragancias más delicadas de sus flores silvestres. Ella
se deleitaba en las bondades perpetuas que le ofrecían los seres
humanos.
La que Ama todas las Cosas, entrecerró los ojos para ver el reflejo del
arcoíris a través de sus pestañas. Todos los colores de la naturaleza
bailaban en efervescente danza frente a sus ojos dándole otro disfrute
más. Ella, podía ver el reflejo de los colores en las gotas de sudor de su
piel. Ella se dio cuenta que el agua, al igual que los sentimientos,
reflejaban los sutiles cambios entre luces y sombras, sorprendiéndose
de las intensas y variadas sensaciones que le proporcionaba su cuerpo.
Ella era como un Colibrí, saboreando todo lo que ofrecían las flores
de la experiencia humana, revoloteando de una a otra con total
deleite y se dispuso a disfrutar del mundo con la misma alegría.
En aquellos días, la medicina del colibrí la acompañaba siempre y
silenciosamente agradecía a todos los pequeños seres alados que con
sus canciones de alegría alejaban el miedo y la negatividad.
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Sumergida en la placidez, esta Madre del Clan empezó a recordar cómo
se había iniciado en el disfrute de su sensualidad y los placeres de la
sexualidad en los campos de amapolas y el musgo de suave verdor.
El día era cálido, llenándose con los sonidos de su propio corazón
palpitante y el canturreo de los zorzales y alondras.
En lunas pasadas, conoció a un hombre que tocó profundamente su
corazón, formando pareja. Juntos exploraron los alrededores de las
montañas, compartido fogatas. Él la había protegido, provisto de fuego
comida para cocinar y mostrado el respeto con que se debe tratar a una
mujer. Este hombre sabía que cada mujer era una extensión de la
Madre Tierra y que lastimar a una mujer de cualquier manera podría
traer consecuencias y escasez a todos los Hijos de la Tierra.
La noche anterior, mientras estaban sentados junto al fuego, él le decía,
que complacer a una mujer en la intimidad, era un acto de amor y
servicio que enseñaría a preservar las alegrías de la unión sexual.
La Que Ama todas las Cosas había descubierto que estar cerca de
este hombre le despertaba sentimientos nuevos y curiosos. Su cuerpo
reaccionaba de maneras extrañas, cuando sus ojos se encontraban con
los de él o si sus manos se tocaban por casualidad. Ella no sabía cómo
contener ese caudal de emociones o el fuego que incendiaba sus
mejillas. Sentía el latido acelerado de su corazón y el cálido calor que
subía por sus muslos.
Perro Emplumado, el hombre que estaba a su lado, era muy diferente
de los otros hombres que había conocido, ninguno de ellos la había
hecho sentir de esta manera. La atracción que sintió Perro Emplumado
le dio una sensación de anhelo y emoción, pero ella no sabía cómo lidiar
con el torrente de emociones que la abrumaba cuando estaba con él.
Algunos sentimientos eran placenteros y otros bordeaban en un
doloroso deseo. Ella estaba confusa, pues no comprendía lo que estaba
sintiendo. A veces era difícil respirar cuando él la rodeaba con sus
fuertes y cálidos brazos o cuando sonreía y la miraba profundamente a
los ojos. Tres lunas duró La Danza de Amor y Unión Sexual, dejando a
La Que Ama todas las Cosas cautivada por la sensualidad de tocarse y
sentirse nutrida. La intimidad entre ellos había crecido durante todo este
tiempo en que ella y Perro Emplumado habían compartieron sus
pensamientos más íntimos, de esta forma ella había aprendido a abrirse
a su hombre de una nueva manera.
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Perro Emplumado había ganado su nombre porque llevaba la Medicina
de la Pluma, simbolizando al Mensajero del Espíritu y la Medicina del
Perro, que Enseña el valor de servir a la humanidad con lealtad en
cualquier relación: respeto, confianza e intimidad. Este hombre, encarna
las tres Medicinas necesarias en cualquier relación: Respeto, Verdad e
Intimidad.
La Que Ama todas las Cosas recordó cada dulce caricia de ese día
hace mucho tiempo ya, reviviendo la belleza y lo sagrado de esa primera
unión. Ella había recibido el regalo de la Madre Tierra y que era el deseo
para todos sus hijos: Descubrir los placeres de la sexualidad humana
sin culpa, miedo o dolor. En los años siguientes, La Que Ama todas las
Cosas y Perro Emplumado compartieron la alegría de los placeres de la
vida y el amor en su unión.
Decir adiós a Perro Emplumado había sido difícil cuando pasó al Mundo
de los Espíritus, más dolor aún experimentó al enterrar a sus hijos y a
los hijos de sus hijos, después de verlos envejecer mientras ella
conservaba un cuerpo que no envejecía. El resentimiento fue creciendo
en todos aquellos inviernos en soledad, enfrentándola a una de las
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lecciones más difíciles en la vida humana. La Madre Tierra nunca le
dijo que los trece aspectos de sí misma serían una tarea fácil, pero ella
había olvidado convenientemente las consecuencias de tener un cuerpo
humano que era inmortal.
La Madre del Clan fue puesta a prueba una y otra vez cuando su
resentimiento frustraba sus sentimientos de alegría, era difícil reconocer
su inmortalidad, más aún le era difícil amar la vida a su alrededor
mientras lloraba el amor que había compartido en el pasado. Ella, quería
recuperar a su familia. Quería recuperar la juguetona Medicina de su
hija, la Pequeña Nutria, para llenar esos tiempos de soledad cuando la
sombra del resentimiento oscurecía su camino. Madre Tierra, le habló a
esta matriarca, recordándole la medicina que portaba la Nutria, que
tenía el mismo nombre de su hija, pero ella no estaba lista para tomar
ni llamar la Medicina y el Balance de la Mujer Adulta de corazón joven,
jugar o trabajar con la misma inocencia y deleite que antes. No podía
ver el valor de reclamar el equilibrio necesario en su vida al aceptar lo
que había pasado, concentrándose en su dolor, en la pérdida de sus
seres queridos, olvidando los dones de renovación y abundancia que le
había otorgado la Madre Tierra.
La Que Ama todas las Cosas se encontró juzgando todos los actos de
la vida como si nada fuera suficiente para llenar ese hoyo que crecía en
su corazón. Ella vivía en el pasado, olvidando la alegría que una vez
había sentido al estar viva. Se marchó por muchos soles y noches al
Océano, donde derramaría sus saladas lágrimas de remordimiento y
arrepentimiento. Una vez que llegó al Hogar del Agua Sin Fin, se arrojó
a la salmuera queriendo morir, olvidando que esto también le era
imposible. Cuando su cuerpo se hundió bajo las olas espumosas, una
anguila la mordió, sintiendo humillada, se arrastró hasta las dunas
gritando de dolor, comenzó a acusarse de sus tendencias víctimístas
aprendidas durante su sombrío paso hacia la tristeza.
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La Que Ama Todas las Cosas, había vivido buscando nada más que
la felicidad. No se suponía que hubiera otro lado perturbador de la
experiencia humana. La vida con dolor no era justa.
Perdida en su propia miseria, La Que Ama todas las Cosas, no percibía
nada alrededor, hasta que sintió la embestida de una fuerte ola y el
sonido de las alas del Pájaro de Trueno la devolvió al momento. Hinoh,
el Espíritu del Trueno, había enviado al Pájaro de Trueno, para que le
dijera a esta Madre del Clan, cómo sus sentimientos habían afectado
el balance en la naturaleza. Ella escuchó la voz de Hinoh, bramando en
sus oídos: "Hija, has creado estos vientos helados porque tu corazón se
ha ido enfriado. Has olvidado quien sos y traído tu ira a los Hijos de la
Tierra que dependen de tus cuidados, de tu amor y nutrición. En tu
frustración y enojo, ha creado una tormenta en la que muchos morirán
y aun así, no has aprendido nada de la escasez y seguís negándote a
amar. Ahora, debes resistir la tormenta que vos misma creaste y sentir
el dolor que has causado en tu cuerpo y cómo ese dolor puede dañar el
mundo natural”.
Tan pronto como la voz de Hinoh se desvaneció, La Que Ama todas las
Cosas fue golpeada por una ola que la arrastró dentro del embravecido
mar. Abajo ella se fue, rodando y rodando, embestida por las olas.
Girando entre las corrientes, siendo sacudida de un lado a otro, se
hundió en la oscuridad de su propia inconsciencia y autocompasión.
Lo último que ella recordaba era que algo estaba muy, pero muy mal.
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Confianza e Intimidad, que le había sido enseñado por la Medicina de
su compañero.
Mientras enojada, tocaba verdugón en su pierna, la voz de la Anguila
se filtró a través de las olas del mar, llegando hasta sus inundados
sentidos, diciéndole: "Mujer, escúchame, escúchame con tu corazón
abierto, “Soy el conductor del amor” esta es mi Medicina. Las
descargas eléctricas de mi picadura no tenían la intención de hacerte
daño. Si aceptas mi medicina, puedo ayudarte.
La Mujer Que Ama todas las Cosas sollozó mientras asentía con la
cabeza, sintiendo que le daban la oportunidad de volver a casa y
abrazar su grandeza, la Mujer que realmente era. La Madre del Clan, se
dio cuenta de la forma en que se había castigado a sí misma y a todos
los que la rodeaban mientras caminaba en la sombra de su dolor. Ahora,
ella quería volver al amor, liberándose de la oscuridad que se escondía
en la culpa y el miedo.
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De pronto, la mente de La Mujer Que Ama todas las Cosas, se llenó con
memorias de culpa, vergüenza, remordimientos, malas actitudes y dolor
sin sentido que se había causado así misma y a otros.
Perdonarse por todas esas cosas, sería una tarea desafiante, pero
había que empezar en alguna parte para buscar ese amor que una vez
fuera su luz guía. Así que pasó muchos soles y noches caminando junto
al mar, limpiando el lado oscuro de su naturaleza. Sintiendo cada
emoción, sin dejarse arrastrar con ellas, lentamente, fue observando un
cambio en su sensación de bienestar y buscó algo que amara de sí
misma y el mundo que la rodeaba. Susurraba palabras de
agradecimiento cada día, rompiendo las cadenas de angustia que la
habían obligado a una existencia sin vida. La vitalidad comenzó a
regresar, mientras se fortalecía en su proceso de sanación
agradeciendo al Gran Misterio por el regalo de la vida
Su cambio de actitud, le trajo una nueva vitalidad. Nadando bajo las
olas, se dio cuenta que los arrecifes de coral buscaban su compañía,
reflejando los colores que el puente del perdón del arco iris había creado
en su vida. Los Ocho brazos del Pulpo le enseñaron que estaba
envuelta en amor en todas las direcciones, siempre que lo deseara.
También le mostró que el color de su tinta morada y que le servía para
protegerse de los merodeadores, le sería útil a ella también, pues el
color morado, era el color de la sanación y la gratitud, el cual la
protegería de las sombras destructivas de su propia naturaleza.
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viejos sentimientos de desvalorización que la hacían negar y
esconderse de la vida.
Pronto llegó el día en que La Mujer Que Ama todas las Cosas, se sentía
lista y confiada para caminar entre sus semejantes sin reflejar su pasado
sobre ellos. Comenzó su caminata, moviéndose a través de colinas,
valles, atravesando bosques y cruzando arroyos. Con la luz del
amanecer, en el sexto Sol de su viaje, despertó con los sonidos de los
ciervos que sedientos bebían agua del arroyo. La Matriarca, observó
intensamente al ciervo mientras jugaba tiernamente con su cervatillo,
las lágrimas brotaron en sus ojos ante los recuerdos de su hija Pequeña
Nutria.
La Mujer Que Ama Todas las Cosas viajó a diferentes clanes y tribus,
compartiendo las experiencias vividas en su caminar por la tierra y la
sabiduría adquirida durante su proceso de sanación.
Ella les enseñó a las mujeres jóvenes a respetar sus cuerpos y como
nutrir a sus hijos. Les enseño a los hombres jóvenes sobre la sexualidad
sagrada, basada en el respeto, confianza e intimidad, quienes luego
utilizarían esta sabiduría para formar lazos duraderos con sus parejas.
La Madre del Clan, enseñó a los niños cómo disfrutar de los placeres
de ser humanos, amando sus pies mojados al meter sus pies en el
arroyo, a saborear tanto el aroma de un guiso caliente como sus
deliciosos sabores. Los sentidos debían ser honrados y respetados,
porque gracias al cultivo de esta percepción se podían disfrutar los
placeres de la vida.
A través del ejemplo, La Mujer Que Ama todas las Cosas enseñó a sus
hijos humanos que cada acto de la vida física era sagrada.
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La Madre de Todos los Actos de Placer, les enseñó que las funciones
del cuerpo humano eran procesos naturales a los que había que honrar
y respetar, manteniendo el cuerpo sano y vital. Inició tanto a los jóvenes
adultos, como a las mujeres jóvenes, sobre como los cuerpos se daban
desde los genitales y recibían a través del corazón, creando en el
proceso de dar y recibir un círculo entre los dos. Si uno de los dos era
frío, insensible o temeroso, el círculo no podía completarse, cuando se
llegaba a este tipo de desconexión, era tiempo de descubrir cuál de los
tres puntos de respeto, confianza e intimidad se había perdido, para
restablecer éste círculo, la pareja debía estar dispuesta a dar y recibir.
Este vínculo sagrado solo podría lograrse si el respeto mutuo, la
confianza y la intimidad fueran la base de su amor.
La Madre de todos los Actos de Placer, enseñó a sus hijos que la unión
sexual era una forma física de comunicación entre los humanos que
representaba el lado masculino y femenino de cada individuo. Si el
individuo no se siente feliz consigo mismo, la sensación interna de
plenitud se fractura, dificultando la experiencia de compartir con el otro
A través del amor propio y el perdón un corazón herido puede sanar. Si
uno es capaz de perdonarse a sí mismo, será más fácil perdonar a los
demás por la insensibilidad, palabras hirientes o acciones
inconscientes.
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La Que Ama Todas las Cosas había aprendido que las lágrimas saladas
eran el comienzo de la transformación y que, a través de estas gotitas
de angustia, las aguas del perdón comenzaron a fluir. Ella, había
comprendido que la sanación comienza perdonándose a sí misma, por
lo que pudo haber sido y lo que debería haber encontrado en el Camino
Rojo. La compasión nació de las heridas de la vida de la Madre del Clan
y siendo compasiva consigo misma encontró la sanación.
El camino de regreso del dolor a la luz del amor había sido largo, pero
recuperar el placer de vivir, había valido la pena recorrerlo. El sonido del
río, la sacó de sus recuerdos, disfrutando del calor agradable que subía
por sus brazos. Con sus ojos entrecerrados podía ver como los rayos
del arcoíris se filtraban a través de sus pestañas, desplegando curiosas
formas humanas bailando, La Que Ama todas las Cosas, sintió como su
corazón se hinchaba, cuando reconoció a Perro Emplumado, Pequeña
Nutria y sus tres hijos fuertes, bailando con las luces del arcoíris. La
Madre Tierra llamó a esta Matriarca, haciéndole saber que su Camino
por la Tierra estaba completo.