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John F. Deredtta Desde la diaspora: entrevista con Cristina Peri Rossi (Nacida en Montevideo en 1941, Cristina Peri Rossi comenz6 a dejar hue- lla en el proceso literario de su pais a partir de 1963, con los relatos de Viviendo (Montevideo: Alfa), y muy particularmente desde 1968, afio de Los museos abandonados (Montevideo: Arca, 2° ed., Barcelona: Lu- men, 1974), un segundo volumen de relatos que gané el primero de los numerosos premios concedidos a esta escritora, Mientras Peri Rossi ejer- cia la docencia y el periodismo literario siguieron apareciendo en Monte- video El libro de mis primos (novela; Biblioteca de Marcha, 1962, 2* ed., Barcelona: Plaza y Janés, 1976), Indicios pdnicos (relatos; Nuestra Amé- rica, 1970) y Evohé (poesia; Girdén, 1971). Los motivos politicos y eré- ticos de estos textos se articulaban a través de un lenguaje ora efusivo y ludico, ora contenido e intenso: poesia en prosa y/o verso. Este lirismo contundente signa también los textos que viene sacando Peri Rossi en Barcelona, desde que se vio obligada a radicarse alli en 1972. Ha publi- cado en la capital catalana dos poemarios: Descripcién de un naufragio (Lumen, 1974) y Didspora (Lumen, 1976), un libro de relatos prologado por Cortazar (La tarde del dinosaurio; Planeta, 1976) y traducciones que incluyen dos significativas novelas brasilefias: Avalovara, de Osman Lins (Barral, 1975) y Cero, de Ignacio de Loyola Brandao (Galba, 1976). Ha editado una seleccién espafiola de cuentos de Felisberto Hernandez, En 1977-78 escribe con una beca de la Fundacién Juan March. (A continuacién se consigna Ja versién editada de una entrevista ha- bida en Barcelona en el verano de 1977.) —Para empezar, he pensado hacerte las clasicas preguntas sobre tu biografia y cémo llegaste a la literatura. —Yo creo que empecé a escribir desde muy chica, si por escribir entendemos no s6lo la actividad concreta de fijar un texto, sino también la de imaginarlo, sofiarlo o intuirlo, No tuve una infancia feliz ni mucho menos, y pienso que mas alla de los imponderables del gusto, la vocacién John F. Deredita (Estados Unidos) se doctoré en literatura hispanoamericana en Yale. Actualmente ensefia en la Universidad de Columbia, New York. Ha escrito pobre Onetti y sobre varios temas de la teoria y la practica literarias en Hispano- américa, 132 John F. Deredita o las aptitudes, la escritura y la imaginacién fueron para mi maneras de afirmar la identidad y de luchar contra Ja manipulacién. Un dato cu- rioso: la extraccién social de mi familia era proletaria. Mi padre fue obre- ro textil, conocid los sinsabores de la explotacién, del desempleo, la an- gustia econdmica continua y la injusticia, Nunca se rebel6 mas que bajo formas larvarias e individuales (el alcoholismo, la enfermedad de la me- lancolia). Mi madre era maestra, y ella me inicié en el gusto por la lec- tura, Una generacién mas atras que la de mis padres, encontramos a los infaltables emigrantes italianos, por ambas ramas, llegados a América en barcos hacinados, pobres y laboriosos. (No deja de ser irénico que buena parte de sus descendientes, en estos tristes afios de fascismo lati- noamericano, hayamos reemprendido el viaje, en barcos igualmente ha- cinados, pobres y dejando atras las raices). De modo que en mi familia no habia intelectuales, Habia, eso si, una oveja negra en la familia, mi tio materno, oficinista, ateo, comunista y soltero empedernido, que tuvo bastante influencia sobre mi durante la adolescencia, 0 los primeros afos de ella. Le gustaba mucho leer y tenia una pequefia biblioteca, que cuan- do yo era chica me parecia enorme. La devoré sin orden, pero por com- pleto, Alli estaba buena parte de la literatura europea del Siglo XIX y principios del XX, ademas de los clasicos y los libros fundamentales de marxismo, Yo lo admiraba profundamente por su rebeldia familiar, aun- que inmediatamente adverti, también, una enorme frustracién en él, que empafié e hizo muy neuréticas y tensas nuestras relaciones. Era un in- telectual frustrado, para etiquetarlo de alguna manera; uno de esos per- sonajes caros a Onetti o a Graciliano Ramos, donde todo es frustracién: el sexo, la politica, la amistad, el amor, Creo que quiso ser escritor pero Je falt6 valor y quiz4s humildad. Mi abuelo me hablé alguna vez de unos cuadernos secretos que seguramente deberian contener sus balbuceos li- terarios. Por supuesto que nunca tuve acceso a ellos, De una manera consciente, recuerdo haber empezado a escribir desde los albores de la adolescencia: poemas y cuentos. Yo publiqué mi primer libro bastante joven. Nunca me habia puesto a pensar en las posibilidades reales de publicar; tenia una confianza bastante ciega e irracional en que sucederia, pese a que en esa época habia muy pocas editoriales en el pais y casi nadie se interesaba por la literatura nacional, Y efectivamen- te sucedié, de una manera casual, sorpresiva, y para mi Ilena de signifi- cado. Yo iba muy a menudo a comprar libros a Ja libreria y editorial Alfa; en aquella época yo trabajaba y estudiaba, y tenia poquisimo dinero, de modo que siempre me concentraba en las mesas de saldos, El duefio —Be- nito Milla, espafiol en didspora por la guerra— parece que me habia ob- servado algunas veces durante los largos ratos que yo dedicaba a mirar libros. No habiamos conversado jamas; yo padecia por entonces una agu- da timidez que se exteriorizaba casi siempre en una aparente misantropia y una tenaz soledad. Sea como sea, se las ingenié para comenzar a ha- blar acerca de mis manifas literarias: habia observado que yo perseguia los libros de William Saroyan y de Virginia Woolf editados en una co- Entrevista con Cristina Peri Rossi 133 leccién muy econdmica de Plaza y Janés, Entonces, de una manera muy natural, me pregunt6 si yo escribia. Quedé muy sorprendida, porque yo jamas hablaba de ello y nunca mostraba los textos a nadie. No vivia el hecho de escribir de una manera culpable, ni mucho menos, pero si como uno de los actos mas intimos y solitarios. Especialmente me impresionaba el mal efecto que esta actividad producia en el seno de mi familia, nada dispuesta a que una de sus representantes abandonara el rol tradicional de la mujer productora de hijos, buena ama de casa, histérica y reprimi- da. El agudo rechazo a este rol que venia marcado por la tradici6n y por las neurosis individuales me volcaba cada vez mas hacia la escritura como forma de identidad y de liberaci6n y creo que de una manera consciente o no, mi familia comprendi6 el sentido del simbolo, tendiendo unas rela- ciones muy poco naturales con mi vocacién. En fin, Benito Milla me pidio que le llevara el libro de relatos que yo tenia terminado, y al poco tiempo aparecia Viviendo, editado por Alfa en su coleccién de autores naciona- les, y pagado rigurosamente por mi a través de un crédito que en esos momentos el Banco de la Republica concedia a los escritores. —En la colecci6n Carabela, ,no? —Carabela, exactamente. Fue una experiencia muy rara, la vivi como algo externo, distanciado y poco transparente. No podia reunir de una manera Satisfactoria el hecho sin duda gratificante, la experiencia tota- lizadora que significaba la escritura, con el procedimiento de factura y objetivacién industrial: el libro, Desde entonces conservo una buena do- sis de malestar ante todo lo que significa produccién de un libro, signado por este sistema infernal (el capitalista, claro), sus circulos de mercado, su comerciantes y sus apdstoles. No veas en esta actitud un brote de re- greso a la naturaleza a lo Juan Jacobo; no suefio con libros escritos en las paredes de las calles ni impresos de manera artesanal, pero las editoriales me parecen lugares tan siniestros como los consultorios dentistas, los hos- pitales o las tombolas, Durante un largo periodo continué escribiendo pero no publiqué, hasta que en el afio 68 me presenté a un concurso que hacia la editorial Arca para escritores j6venes, menores de 30 afios y lo gané con Los museos abandonados, Esta fue la entrada oficial en el mundo de las letras uru- guayas, porque el concurso tuvo mucha resonancia, el libro recibié exce- lentisima critica (entre ellas una pagina entera de Marcha que Mario Benedetti le dedicé con mucho entusiasmo y que luego recogié en un ca- pitulo de su Literatura uruguaya del Siglo XX) y ademas gané el premio de poesia que organizaba el diario EZ Popular, con un extenso poema, “Ellos los biennacidos”, tan extenso (mas de doscientos versos) que lue- go de haber fallado se dieron cuenta que el poema estaba fuera de las bases (hasta doscientos) y tuvieron que darle el premio “fuera de con- curso”, Con estos dos textos yo irrumpi de una manera si se quiere vio- lenta y algo escandalosa en el monétono y tranquilo panorama del pais, que estaba dejando de serlo, y a propésito, no hay que olvidar que en toda irrupcién existen factores favorables: si el estilo de mis libros y 134 John F. Deredita su contenido tenian un caracter provocativo, de ruptura, no se puede dejar de anotar que también la realidad sociopolitica uruguaya estaba en pro- fundo proceso de cambio, de pre-revolucién. Creo que Ja intensa relacién que existia entre mi propia creacién y la evoluci6n de la sociedad urugua- ya se aunaron para dar esa nota de cambio entre comillas 0 de innovacién que la critica y los lectores apreciaron, Sé que de alguna manera mis tex- tos tuvieron un caracter de anticipacion en algunos casos, en otros de metaforizacién, dos caracteristicas que existen en muchas obras no ne- cesariamente literarias. Después publiqué la novela El libro de mis pri- mos, que obtuvo el primer premio en el concurso de novela que organi- 26 Marcha, —Fue sélo después, en el 71, que editaste el primer libro de poesias. 4Cémo fue recibido Bvohé? —Edité relativamente tarde poesia, no porque no la escribiera, sino porque los editores vendian mas ficcién que poesia y los criticos casi nun- ca leen poesia, de modo que se ponen de acuerdo, criticos y editores, para decir que a los lectores no Jes gusta la poesia, con lo cual a veces Jo con- siguen, Hvohé caus6 bastante revuelo en la tolderia por distintos motivos que los libros anteriores, En primer lugar, el lector politizado (0 sea, to- dos los lectores del pais) estaba acostumbrado a encontrar en mi narra- tiva una alegoria, una metafora que siempre tenia un nivel politico, lar- vario o muy elaborado, Ya habia publicado, ademas Indicios pdnicos, que sigo creyendo que es un libro absolutamente premonitorio, donde el fas- cismo que luego se instauraria esta presente en casi todos los textos de una manera avasalladora y también simbdlica. Es posible que en ese momento de intensa lucha politica, de guerra interna declarada por el gobierno contra la subversién (y ya sabemos todo lo que suele englobar esa palabra para los fascistas), y luego de poemas sociales y politicos que yo habia publicado en diarios y revistas, la indole de Evohé, libro er6tico y homosexual, causara mucha sorpresa, Yo contaba con ese fac- tor, y pienso que no fue una actitud de desafio (mada hay mas ajeno a mis libros que la frivolidad, el snobismo) lo que me hizo publicarlo, sino e] deseo de establecer la necesidad de seguir viviendo, ain en medio de la guerra, de seguir creando y de reflexionar sobre la naturaleza del amor y de la escritura atin cuando se escuchan los tiros. —Esta entrada tuya a partir de Los museos abandonados es icono- clasta. En primer lugar por los cuentos donde esos personajes (con para- ddjicos nombres mitolégicos griegos) rompen estatuas clésicas rompen idolos en aquellos museos tan sugerentes de las vacias instituciones de la sociedad, de la cultura oficial. También por la actitud de franqueza radi- cal, de declaracién mas o menos abierta que se lee en tus textos. Para mi si hay desafio en ellos, aunque no sea un desafio snob. En segundo lugar, es iconoclasta tu manera de integrar prosa y verso, de abrir las formas. En los libros mas recientes me parece que esa vena iconoclasta sigue, no es una cosa de juventud, digamos, que vayas perdiendo. Aqui se me ocurre que se podria marcar un contraste entre la generaciOn uru- Entrevista con Cristina Peri Rossi 135 guaya anterior a vos y la tuya. O como se ha sugerido alguna vez, a lo mejor vos sola hacés una generaci6n, al menos en el Uruguay. —Si, me parece que tenés raz6n en ese planteo. Yo no veo ninguna relacién muy marcada entre mis libros y los de la gente del 45, por ejemplo, aunque quizas la haya entre algtn escritor uruguayo y yo. El problema es que siempre hay dos maneras de enfrentarse a lo nacional si eso significa algo. Por ejemplo, es bastante claro que la preocupacién por lo nacional es muy constante en Benedetti, y él opta por el realismo estricto. Y también Onetti busca lo nacional, aunque en su caso lo nacio- nal es también lo argentino, porque ha vivido mucho tiempo en Buenos Aires. Para Benedetti lo nacional es el drama de la clase media, sus pe- quefas ambiciones, sus frustraciones, por lo menos en la primera parte de su produccidn. Luego se politiza y muy intensamente pasa a una espe- cie de mitificacién de la rebeldia o de los impulsos revolucionarios de la burguesia descontenta. Para Onetti lo nacional es lo neurético, lo frus- trado por morbosidad, por falta de esperanzas o por escepticismo visceral. Pero hay otra corriente en la literatura uruguaya, que podemos hacer arrancar de Lautréamont, y con un escritor de la enorme talla de Felis- berto Hernandez; es la corriente de la imaginaci6n, de la fantasia, de la metafora y la alegoria. Yo no pienso que deba existir divorcio necesa- riamente entre realidad e imaginaci6n, sino una coexistencia dialéctica, y los escritores mas ricos e interesantes me parecen los que conjugan am- bas cosas. Si la vida uruguaya durante el periodo en que escriben y pu- blican los escritores de la llamada generacién del 45 era mondtona, sin perspectivas, la verdad es que cuando yo estoy escribiendo —entre los anos 1967 y 1972— fue todo lo contrario, estuvo cargada de imaginacién, a tal punto que en cualquier caso la realidad superaba las posibilidades de una fantasia que no estuviera exasperada. En las advertencias de Indicios pdnicos, yo dije algo asi como que tenia que agradecerle al gobierno, a las instituciones, a las llamadas fuerzas del orden la cantidad de panicos cotidianos que producian, y con esto sdlo queria expresar que sentia que lo imaginario estaba en la realidad misma, en los hechos de todos los dias. Ahora bien, yo no sé si hay una generacién posterior a la del 45 que de alguna manera tenga afinidades conmigo, creo que es una tarea que corresponde a los criticos. Angel Rama habla de una generacién de la crisis en la cual, por criterios estrictamente cronologicos, pertenezco; sin embargo, yo siempre he sentido mi tarea como muy solitaria, muy perso- nal, muy poco afin con la de mis compafieros de ruta, aunque a nivel te6- rico o politico hayamos coincidido tantas veces. —En algunos escritores de esas generaciones anteriores, ademas de Lautréamont y Felisberto —en Onetti, por ejemplo— si se libera la imagi- nacion, si hay una relacion dialéctica entre niveles realista e imaginario. Por ejemplo, la gestacién de Santa Maria es una defensa o una ofensiva, si se quiere, de la imaginacién. Asi que hay excepciones en la generaci6én del 45, gno? —Lo que yo siento es que la literatura uruguaya esta hecha de excep- 136 John F. Deredita ciones, por asi decirlo, Santa Maria es una formidable alegoria, con varios niveles de significacidn, claro esta, y me parece de lo mas importante que se ha escrito en el Rio de la Plata. No veo, sin embargo, demasiadas afini- dades entre las formas de la imaginacién de Onetti y las mias, ni entre sus ciudades alegéricas 0 mis museos metaf6ricos. Como no encuentro ninguna relacién muy profunda e importante entre la imaginacién de Onetti y la de Felisberto, siendo, indiscutiblemente, dos de los escritores As importantes del pais. —A\ escribir hace un par de afios una nota sobre tus escritos —enton- es yo conocia sélo las publicaciones uruguayas— te ccaractericé como ne- amente revolucionaria y no solo por la militancia legible en tus textos ferida a la cuestién politica nacional, sino también porque esos tex- os militaban, por asi decirlo, en la revolucién sexual. ;Quisieras estable- r vinculos entre esas dos cosas? —Si, yo creo que en realidad la revolucién politica y la sexual van uy unidas desde el momento en que las formas de la sexualidad en una sociedad determinada corresponden a un modo de produccién econdémica a los roles culturales, educativos y sociales que la clase dirigente esta- lece como los “normales”, esto es, los mas frecuentes. Desgraciadamente 10 siempre el pensamiento revolucionario se ha dedicado a este tema, y igunos de los que han querido hacerlo han sido rapidamente anatemiza- los o excluidos de los partidos donde militaban, No se trata, para mi, de slayar la cuestién estableciendo unas prioridades que relegarian el tema le la sexualidad para una vez que se hubieran nacionalizado los bienes de roduccion, o se hubiera asegurado casa y comida a todo el mundo. Yo ienso que en la medida en que el asunto se soslaya, lo que se consigue § que muchas actitudes reaccionarias a nivel sexual perduren, y que en- ces el individuo revolucionario tenga o caiga en contradicciones agu- las y perjudiciales. Y no me refiero sdlo al problema de las “‘tendencias exuales minoritarias”, sino también al problema de las reivindicaciones ‘emeninas, a la lucha contra el machismo institucionalizado, y también ontra el machismo solapado. La revolucién tiene que pasar necesaria- ente por la libertad sexua] (solamente limitada por el derecho indivi- ual de cada uno a no ser violentado en sus deseos) y por la liberacién bsoluta y completa de la mujer, pero para ello es necesario que se vea relacién que existe entre la dominacién y los roles sexuales, entre la jociedad capitalista y la esclavitud de la mujer. Yo sé bien que en la so- iedad uruguaya, muy provinciana y, por lo tanto, muy lena de ‘“‘comple- s”, Evohé fue un pequefio escéndalo mal digerido, que molest6 a mucha ente e hizo sentir incémodas a otras personas. Hasta puedo imaginar ue alguien lo considerara como un mal menor, algo que se me podia lerar en virtud de... (y aqui una lista de posibles méritos). También e fastidia que algunos vean el libro como un gesto valiente, y hablan le “coraje moral”. Por favor. Todo eso demuestra la estrechez mental la falta de imaginacién que una serie de convenciones o de habitos sin nalisis pueden llegar a crear, Hvohé no es mas escandaloso, en términos Entrevista con Cristina Peri Rossi 137 strictamente erdticos, que Las mil y una noches. Por suerte, la poesia ruguaya esta llena de mujeres que escriben poesia erdtica: Delmira gustini, la propia Juana de Ibarbourou, Idea Vilarifio, en los Poemas de mor. —Lindo libro. —Claro. Hermoso libro, ;no? También en narrativa hay mujeres que jenen una actitud mas agresiva: Silvia Lago, por ejemplo, en aquel tuento que se Hama “Dias dorados de la sefora Pieldediamante”. Claro jue Hvohé propone un tipo de erotismo no convencional. De todas ma- eras el equivoco es que se trata de un libro de poemas homosexuales yo hubiera querido escribir la otra parte, también, un libro de poemas r6ticos donde el objeto fuera el cuerpo del varén. No es nada casual que, in general, el erotismo que elige como objeto al macho esté menos, mu- ho menos difundido que el otro, Y la explicacién para mi es sociocultu- : en sociedades donde todavia reina la esclavitud femenina, el hombre rotiza aquello que satisface sus deseos, exclusivamente. Si en algunas turas el cuerpo del var6n fue motivo de alabanza y admiracién esté- ica, se debié sdlo al fuerte componente homosexual que habia en ellas en la griega, por ejemplo). Con esto quiero decir que la condicién domi- jada de la mujer no ha permitido la creacién de su estética particular, i siquiera alcanza a matizar los simbolos o las obras de la estética con- mporanea, indudablemente al servicio de los varones. La exaltacién rica de las bellezas femeninas es Ja contrapartida de su comercializacién la publicidad, en la pornografia, en la prostitucién, También satisface is necesidades del varén, aunque unas necesidades mas elevadas, mas téticas, pero signadas de cualquier manera por la cultura masculina. or eso yo tenia interés de escribir y publicar la otra cara de Evohé. fijate que me encontré con una gran dificultad: la falta de una esté- ica anterior, de unos moldes del gusto, de una orientacidén codificada cuanto al erotismo que elija como tema al varén. Todos esos compo- lentes sutiles que permiten la formacién del gusto y de una estética y ue capacitan para juzgar una escena de un film, 0 poema o una compo- icidn musical, faltan a la hora de elaborar una metafora 0 establecer ina composicién si el objeto elegido es un hombre. Porque ya sabemos, stamos cansados de leer, ver y oir recreaciones, elaboraciones de esté- icas cuyo centro es la mujer y podemos saber que los senos de la amada son como palomas o que sus piernas sostienen un templo. En cambio, qué referencias culturales, qué marco estético nos da la tradicién acer- a de un varén? Casi ninguno, porque la cultura que hemos heredado sta hecha para satisfacer las necesidades del macho, no de la hembra. eso no sucede s6lo en el caso de la literatura o el arte erdético, sino a live] general. Cuando uno va a escribir un cuento y el tema del mismo nm los problemas metafisicos, psicolégicos 0 politicos de un personaje, conscientemente elige un protagonista masculino, sabe que el lector ita preparado para eso, y a nadie se le hubiera ocurrido, por ejemplo, ue el protagonista de Hl extranjero de Camus 0 de La metamorfosis 138 John F. Deredita era una mujer, En cambio, si los problemas son afectivos, sensoriales, obablemente eligira a una mujer, o cabra esta posibilidad. Hay excep- ones, claro esta, pero la tendencia general es que los caracteres compli- dos, los problemas profundos se adjudican a psicologias 0 roles mascu- 10S, y eso corresponde al estado actual de la mujer en la sociedad, que, endo mejor que en otras épocas, esta muy lejos de haberse equiparado del hombre. —Pero, gpor qué no dejar esa labor de la creacién de un “objeto” Otico masculino a la escritura de inclinacién heterosexual y al homo- xual masculino si se quiere, y concentrarte en lo otro, en liberar a la esia homoerética femenina del corsé imagistico fabricado por los hom- es? Ya es hora de superar a Safo, 4no? A Safo, cuyo lenguaje designa objeto erdético femenino sin apartarse de las convenciones establecidas r la poesia erdética tramada por los poetas hombres. A lo mejor la novacién deberia tocar en especial al sujeto hablante y deseante, que ntas veces es, en tu poesia (narrativa y versificada), un hombre o una ascara sin clara elaboracién genérica y que el lector es capaz de to- ‘ar por un hombre. ;Por qué no elaborar nuevamente al sujeto homo- rotico mujer? Asi todo saldra transformado, pues sujeto y objeto no n compartimientos estancos. No te estoy proponiendo ninguna poética nfesional, que la escritura refleje de una manera sencilla la persona- lad de quien escribe. Es que me parece que hay todo un lenguaje por jaborar en el campo de tu propia orientacién sexual. ;A vos qué te rece? —Que tu propuesta, sin duda, pone el dedo en la llaga. Ese es el abajo mas dificil y el mas innovador. Creo que hacia esa direccién untan mis Ultimos textos, inéditos todavia, en prosa y en poesia. Soy nsciente de las dificultades de esa proposicion, por toda Ja serie de so- reentendidos culturales y estéticos que nos gobiernan, y que hay que des- rozar, como un bosque, Aun buenas escritoras como lo es sin duda (onique Wittig, duefia de un poderoso espiritu lidicro y de gran sentido irico, peca de “safica” (en el sentido del que vos hablabas) cuando invis- fe a sus personaejs de una ornamentacion clasica, con nostalgias griegas, ‘omo si fueran amazonas o celebrantes. Aunque eleva el tono casi hasta conseguir la elegia (en Las guerrilleras, por ejemplo), sus mujeres no lejan de pertenecer claramente al ambito de la estética tradicional: se- ‘es vistos a través de sus cuerpos, poco pensantes, tan ornamentales co- 0 las maydlicas 0 los gatos persas. Ya siento que doy otra nota, vincu- da también a la estética tradicional, pero mucho mas polémica y ‘belde. —Vamos a cambiar ahora a la seccién “influencias literarias”. De paso, tenés un hermoso cuento reciente que se llama “La influencia de Edgar A. Poe en la poesia de Raimundo Arias”, en donde eso de influen- cias queda relegado a la generacién caduca del padre de la muchacha. Releguemos la influencia, pues, y hablemos de afinidades, Yo noto afini- dades entre tus textos y los de Felisberto Hernandez, a quien mencio- Entrevista con Cristina Peri Rossi 139 naste hace un rato. Un punto de contacto es el papel de la digresién en tus narraciones, E] arte de Felisberto es un arte de la digresién, y en mu- chos de tus cuentos elaboras vos también las ramificaciones tanto o mas que el hilo de la fabula. Mi pregunta es esta: jsentis esta influencia entre comillas de Felisberto? Y segundo, ;no se te presentan a veces problemas —problemas que resolvés, creo— de la digresién vs. la fabula, de lo relativamente estético vs. lo mévil? —En cuanto a la influencia de Felisberto, me resulta curioso que seas vos el que me lo decis. Cada vez que leia las criticas que me hacian en el Uruguay, que eran en general bien elogiosas, muy serias y agudas, me daba cuenta de que casi nadie habia observado eso, que si habia una posible influencia era la de Felisberto. Con todo, agradezco mucho a los criticos que he tenido, que siempre me han exonerado de parentescos literarios, en Uruguay y en Espafia. A mi me gusta mucho Felisberto, demas esta decirlo. En cuanto al arte de la digresién, tan particular en él, lo tienen otros escritores también (tu compatriota Faulkner, por ejemplo) y yo confieso que soy adicta a la digresién como al dulce de leche. Ademas, no creo que las admiraciones que uno siente tengan mu- cho que ver con lo que escribe, porque el proceso de la ideacién literaria o artistica me parece mas visceral, menos consciente, A mi me gustan mucho los metafisicos ingleses y los iluministas del siglo xvi (en espe- cial Swift), como me gustan Homero, Salinger, Arreola, Cortazar y Oc- tavio Paz. Me parece que hay que distinguir entre el gusto que uno siente por algunos escritores y los que resultan sugestivos a Ja imaginaci6n, 0 sea, inspiradores, de alguna manera, A mi me parece que hay dos tipos de lectura que un escritor puede hacer. Yo leo a Swift 0 a Virgilio, a Dante o a Goethe, y los admiro, los respeto, me emocionan. Pero hay otros escritores que me estimulan tremendamente, Felisberto es uno de ellos, Yo no puedo leerlo con continuidad, porque me provoca a cada paso, como me provoca Alejandra Pizarnik o Ambrose Bierce. Una vez, conversando con Cortazar, deciamos, malignamente, que uno tal vez lo que siente son ganas de corregirlos, de que una idea apenas insinuada, apenas sugerida, se vuelva tema para uno, es como si uno los corrigiera, han dado el impulso y uno sigue. —iCorregir a nivel de qué? —De imaginacién. No, de estilo no. Fijate que la imaginacién para mi es mas la aptitud de deformar imagenes que la de formarlas. Una percepcién es tanto mas sugestiva cuanto mds deforma los datos propor- cionados, agregandole un caudal que viene del pasado, de la memoria, de la cultura, etc., 0 sea, para decirlo de una manera paradojal, la imagina- cién deforma el conocimiento, ;no? Un texto estimulante sera aque] que nos proporciona una provocacién, mucho mas que una noticia 0 el cono- cimiento de una fabula o de una anécdota. A mi me cuesta mucho recor- dar un texto cualquiera de Felisberto o de Cortazar, o de Salinger, aun- que son los tipos que mas he leido, posiblemente. Pero si ahora me nom- braras media docena de sus cuentos, yo no podria decirte ni el tema, ni 140 John F. Deredita quiénes son los personajes: mi imaginacidén ha operado sobre ellos, al punto de borrar los datos proporcionados por la lectura y sobreviviendo s6lo al estimulo, la sugestién. Y cuando recuerdo tres versos de un poeta, es porque gustandome, ya son absolutamente infértiles para mi. En cam- bio, toda vez que leo a Neruda es como si lo leyera por primera vez, por- que tengo que cerrar el libro para ponerme a imaginar. En cuanto a las digresiones, que tanto me agradan, como decis, no me plantean proble- mas conscientes, quizas porque el acto de escribir es una operacién que se ubica en una suerte de limbo que no se parece nada a los raciocinios practicos y cuyas leyes uso sin conocer demasiado, quiero decir sin cono- cerlas mas que intuitivamente. Yo procedo por imagenes o por sonidos, nunca me planteo un asunto 0 un tema, una fabula o una historia, y las digresiones surgen, naturalmente, como arborescencias. Por supuesto, escribir es también una técnica, un oficio, y casi siempre sé cudndo debe aparecer la digresi6n (lo percibo como una secuencia del ritmo o una imagen que se superpone). A veces he hecho el experimento entre ami- gos, el experimento oral: decir que voy a contar una anécdota, algo que me pas6, e intercalar digresiones, hacerlas disfrutar, convertir a las di- gresiones en el tema. Me parece que en Los museos abandonados, en al- guna de las historias del libro un personaje dice que conoce bien la se- ducci6n de las palabras (se refiere al tono, a la voz, a la cadencia, a la melodia de los significantes) y que eso puede ser mas seductor que el sig- nificado en si. Por supuesto, esto que consideramos un arte, se vuelve falta de inteligencia y de poder de sintesis cuando no se hace para delei- tar, sino por incapacidad. La riqueza de la digresién esta en la poliva- lencia. Para decirlo de una manera tajante: la literatura es poesia y la poesia es ambigiiedad. Una imagen es tanto mas rica cuanto mas ambi- gua sea, cuantas mas referencias y alusiones pueda despertar. Es el re- curso de los ready-made de Duchamp y que posteriormente adopto casi toda la pintura y la plastica moderna. E] objeto mas banal (la botella de Coca-Cola), el mas adscripto a un universo especifico de significado (la grafica de una operacién algebraica), separado de su contexto se vuelve significativo de otras cosas. ;Por qué? Porque es ambiguo, porque ya no quiere expresar lo que habitualmente estamos acostumbrados a entender en un nivel bastante precario de informacién como es el que manejamos cotidianamente. Yo acabo de escribir un cuento con esa preocupacion: el nivel mediocre de informaciones que tenemos acerca de casi todas las cosas que nos rodean, Por ejemplo de un pajaro, ;qué sabemos sin recu- rrir a un libro, qué sabemos cuando lo vemos volar y decimos “es un pajaro”? Que es un ave, que vuela, que tiene un pico y plumas, poco mas, no? Como a partir de la primera o segunda visién de un pajaro, hicimos la abstraccién del concepto pajaro, podemos identificarlos rapi- damente, eso elimina bastante la posibilidad de una informacién mas minuciosa y rica. E] cuento nacié después de recibir una carta de mi madre, donde me contaba que mi sobrino —tengo un solo sobrino al cual no conozco, que tiene tres afios y medio... Entrevista con Cristina Peri Rossi 141 —Pero a quien le dedicaste La tarde del dinosaurio, ,no? —Exacto, Mi madre, cuando é1 tenia solo un afio y medio, me contd que el nifio estaba en el jardin de su casa, muy atento a las cosas de la tierra, mirando siempre al suelo, que le debia parecer extraordinaria- mente rico, y de pronto debe haber escuchado algo en el aire, elevé la cabeza, vio una cosa que nunca habia visto: vio algo que tenia plumas y un pico y que volaba, se llevé un susto y una sorpresa maytsculos, fue a buscar a mi madre, la llev6 al jardin, el pajaro ya no estaba y con ges- tos le explic6 lo que habia visto, una cosa muy rara. Y mi madre dedujo que era un pajaro, Me imagino que ella le dio una explicacién breve y sintética de lo que es un pajaro, a partir de la cual él pudo identificar un chingolo, un ruisefor o un canario como pajaros, Nos conformamos con ese nivel precario de informacién casi siempre, porque hacemos fa- cilmente conceptualizacién de las cosas y porque por otro lado la memo- ria, que es una falsificadora, ;no?, nos hace olvidar rapidamente la sorpresa, el asombro, la maravilla frente al mundo. A mi me gustaria mucho a los 35 afios recordar lo que senti la primera vez que vi un pa- jaro o la primera vez que vi el mar, por ejemplo, y no lo recuerdo, Sucede algo similar con el lenguaje. El descubrimiento del lenguaje tiene, para los nifios, una dimensién maravillosa que los adultos hemos perdido, preocupados por el nivel de informacién que obtenemos de él, Pero los nifios captan inmediatamente las posibilidades creadoras del lenguaje e inventan su propio idioma; la sociedad opresiva, por supuesto, trata en- seguida de obligarlos a llamar mesa al objeto que sirve para apoyar co- sas y tiene patas. Por supuesto, con esto no quiero llegar a plantear el absurdo de que todos hablamos un lenguaje absolutamente personal, por- que eso impediria la comunicacién, Pero se trata de no anular absoluta- mente la imaginaci6n y las posibilidades de invencién, mucho mas fres- cas en el nifio que se resiste a aceptar las convenciones. —De ahi podriamos pasar facilmente a otro tema capital en tus cuen- tos, que es esa mirada de nifio tan recurrente, ;Sentis que hay una evo- lucién en ese punto de vista de nifio desde EI libro de mis primos hasta La tarde del dinosaurio? —Incluso habria que hablar, para ser mas exactos, de un libro poste- rior a La tarde, que es el que gano este afio el premio Benito Pérez Gal- dds de narrativa inédita, aca en Espafia, y que se titula Ulva Lactuca. Del conjunto de ocho cuentos que lo componen, cinco estan protagoniza- dos por nifios, exacerbando la actitud de desafio que tiene su mirada. —Que ya andaba bastante exacerbada en los textos anteriores. —En efecto. No sé muy bien si hay diferencias entre los diversos libros mios donde aparecen nifios; quiero decir, sé que las hay, pero quizas lo Gnico diferente es el desarrollo o el tratamiento que se le da a la coexistencia —no siempre pacifica— del mundo adulto y del mundo infantil, que por supuesto es a la inversa: de alguna manera los adultos quisieran ser nifios exonerados de sus fracasos y renunciamientos, que no pactan con nada y que mantienen la ingenuidad de la sabiduria. No se 142 John F. Deredita trata de pureza o inocencia, de falta de contaminacion, ni mucho menos, Estos nifios tienen la sabiduria de los viejos que han pasado por todas, sdlo que en su interior la lucidez no ha sido dafada. Es la mirada que se elige ingenua como manera de evitar los renunciamientos de la edad madura, la frustracion del hombre y la mujer; una manera de no ser cémplice de las miles de masacres cotidianas. Tampoco es el reino de la acracia. Estos nifios han pasado por lo menos a nivel mental por todas las experiencias (como espectadores, como victimas) y su _desencanto no tiene frustracién porque estan mas alla de la esperanza. Ellos pueden vivir sin esperar nada, sencillamente porque gozan con el espectaculo y con la inteligencia. Claro, hay un permanente enjuiciamiento del mundo adulto, que no pierdo ninguna ocasién de explotar. Esos nifios tienen un desencanto inapelable frente a las rebeliones individuales e incluso frente a las colectivas, sin renunciar jamas al juicio como arma de enfrenta- miento, Estan un paso mas alla de las formas habituales de rebeldia. —NMas alla también de Ja neurosis, por otra parte, ;no? —Posiblemente. Ellos siempre encuentran una salida por el lado de la imaginaciOn, y no es una salida evasiva, sino todo lo contrario. Es un recurso contra el fracaso que los rodea, un recurso creador, que abre una puerta. Aplican la légica y la imaginacién de una manera simulta- nea. La logica la emplean en una fanatica e implacable tarea desmitifi- cadora, la imaginacién para proyectar una realidad mejor. Yo creo que son una mezcla de la ironia y el ingenio del iluminismo mas un romanti- cismo muy particular. —Y esto, ,qué relacién tiene con e] surrealismo? —No sé si hay una relacién directa. El surrealismo a mi me interes6 siempre como fendmeno de liberacién de lo instintivo. Después del desen- canto de la raz6n lo que quedaba era el refugio en lo instintivo, Lo que pasa es que el surrealismo ya es literatura, lo que pudo tener en un momento de fermental, de revulsivo ya se plasmé, ya cristaliz6. —Pero sigue como injerto en Cortazar, injerto mas bien directo. —Si, en Cortazar, si. —Libro de Manuel, por ejemplo, se propone como una revolucion surrealista. —Exacto, la unica que él ve como posible en este momento, me pa- rece. Sin contar con que la realidad latinoamericana es de lo mas surrea- lista que se pueda pedir. —O diciéndolo de otra manera, el panorama latinoamericano, en par- ticular el sudamericano es un panorama muy cerrado en este momento. —La gravedad de lo que ha sucedido en el Cono Sur me parece que todavia no esta suficientemente valorada, y quizds no pueda estarlo has- ta dentro de unos ajfios, pese a la informacién que circula y a los esfuer- zos por una toma de conciencia mundial del asunto. Es una diaspora se- mejante a la de los judios, y posiblemente la catastrofe sudamericana supere, ya ha superado, otro gran trauma de nuestro siglo: la guerra civil espafiola.

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