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DE LA FAMILIA
Higiene mental de la familia / Pablo Ramiro Núñez – 5 ed. – Lima, P. R. Núñez, 2008.
158 p.
ISBN: 978-9972-33-762-8
Impresión:
SINCO editores
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Índice
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Capítulo 1 La pareja 15
Epílogo 157
Prefacio a la cuarta y quinta edición
El autor
Introducción
La pareja
Capítulo 1
La pareja
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Higiene mental de la familia
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La pareja
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Higiene mental de la familia
entre las personas. Por ejemplo, si uno quiere divertirse y el otro traba-
jar, la no coincidencia de las necesidades puede despertar algún gra-
do de conflicto. ¿Debemos temer a los conflictos? ¿Debemos soslayar
nuestra identidad y autonomía para ser idénticos al otro y coincidir?
¿Será grata la vida con tanta invariable monotonía? El conflicto es, en-
tonces, necesario para la autonomía y para la identidad, e indispensa-
ble como motor de transformaciones que enriquecen el vínculo de la
pareja. ¿Cómo hacer que este margen de conflicto no crezca negati-
vamente hasta afectar la cohesión de los vínculos?
Para encontrar la solución identifiquemos primero de qué forma
el conflicto se hace corrosivo y dañino. El modo en que las diferen-
cias entre las personas hacen crecer perniciosamente los conflictos,
se da básicamente de dos maneras: presionando al otro a que acepte
nuestras urgencias como propias o, cuando no se logra este cometido,
castigándolo de manera insultante por no acceder a la presión.
Es verdad que en múltiples ocasiones no podemos hacer coincidir
nuestras necesidades. Cuando esto ocurre, ¿dañará necesariamente
nuestra relación con el otro la falta de simultaneidad de necesidades?
Por supuesto que no. ¿Por qué, entonces, se experimenta tan negati-
vamente la discrepancia? Solamente porque una vivencia fantasiosa-
mente apocalíptica de nuestra relación con los otros nos hace pensar
en la pérdida de la continuación del vínculo.
Basta con entender lo irracional de esta fantasía, para que auto-
máticamente dejemos de sentirnos amenazados, pudiendo permitir
entonces la autonomía del otro. La inseguridad en la reciprocidad de
los afectos agrava la situación. La comunicación despeja dudas y res-
tablece el equilibrio.
Por otro lado, cuando las actitudes de la pareja no coinciden con las
propias, no solo no se resuelve nada con censurarlas, sino que esto añade
tensión al vínculo. El sancionado, herido, se vuelve retaliativamente con-
tra su agresor y lo increpa. El increpado repite la misma dinámica, y poco
después se produce una miniguerra familiar. Pero la frustración originada
en la falta de coincidencia de las necesidades presiona para descargarse.
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La pareja
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Capítulo 2
La sexualidad
de la pareja
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La sexualidad de la pareja
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La sexualidad de la pareja
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Capítulo 3
Embarazo y
parto
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Embarazo y parto
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Capítulo 4
El primer año
de vida
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El primer año de vida
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El primer año de vida
Forma correcta
de amamantar
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Pasado el primer año de vida, sin duda el período más crucial y deter-
minante de su existencia, su alrededor ya tiene para él un significado
social de carácter primario. Puede reconocer a las personas, identifi-
carlas y darles un valor emocional, un significado interno.
Llamamos relaciones primarias a las que establecemos con per-
sonas que adquieren un significado emocional para nosotros, cuyos
problemas nos involucran, afectan y comprometen, de forma tal que
lo que les ocurre de algún modo nos ocurre también a nosotros.
En las relaciones secundarias, el significado emocional de los otros
no es prioritario, siendo la función del vínculo que congrega a las per-
sonas lo que da sentido a la relación, como en las relaciones laborales,
donde la función trabajo es la determinante.
Normalmente, cuando dos personas se conocen, la significación
interna para ellos es mínima, pero en la medida en que el vínculo
se acentúa, progresivamente el otro es incorporado como parte del
mundo interno, trasladándose de esta manera la relación desde el vín-
culo secundario hasta el primario.
Ocurre que la capacidad de incorporar dentro de nosotros a los
demás es limitada. No es posible amar al mundo entero sin que los
afectos pierdan consistencia.
Cuando el grupo familiar es muy numeroso, la posibilidad de que
los niños sean suficientemente amados se retacea y, si la familia vive
insertada en una constelación de parientes más extensa, esta desven-
taja termina por afectar la seguridad emocional del menor. El dicho
popular «el casado casa quiere» resulta cautelatorio de la seguridad
afectiva de los niños.
Por otra parte, el fenómeno inverso, el hijo único, produce con fre-
cuencia limitaciones afectivas en la formación del niño, pues al focali-
zar excesivamente la atención de los progenitores sobre él, se limita su
autonomía y se lo sobrecarga de ansiedad y de expectativa familiar.
Los psicólogos afirman que la edad ideal de separación entre los
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que el niño establece con la sociedad. Esto explica por qué muchas
personas tienen roles sexuales invertidos.
El homosexual tiene una precaria identidad, no solo de sexualidad,
sino también de muchos otros aspectos de su personalidad. Agrégue-
se a esto que, como grupo minoritario, padecen de marginación social
y experimentan sus relaciones en la sociedad de una forma aguda-
mente conflictiva. Trataremos entonces de entender este problema
para poder evitarlo.
En el período de la lactancia, madre e hijo establecen normalmente
un vínculo de emociones muy intensas y recíprocas, cuyo sentimien-
to predominante es el estado de fascinación. Durante este período el
niño, aún no diferenciado de su madre, vive narcísisticamente fijado al
embelesamiento de esta circunstancia. Este estado de plenitud oceá-
nica y egolátrica, normalmente se disuelve lenta y progresivamente
sin mayor traumatismo, cuando también lenta y progresivamente ma-
dre e hijo se van separando. Pero, cuando la ruptura de este estado se
realiza bruscamente, el trauma que genera en el niño alcanza ribetes
dramáticos, sobre todo si la madre pasa de la fascinación a la indife-
rencia. El niño, transido, busca insistentemente restituir la fascinación
perdida y, para lograrlo, el resto de su vida intentará mimetizarse con
su madre, ya que esta ha cercenado abruptamente el vínculo y, con él,
parte de la identidad de su hijo. Por este motivo necesita ser como la
madre, para amarse y ser amado. Esta herida narcisística se encuentra
en la raíz de todas las modalidades de homosexualidad masculina y
explica por qué el número de homosexuales es considerable en los
oficios con público para embelesar.
El varón aprende a comportarse como tal por identificación con
la figura masculina, principalmente el padre. Pero si este está emo-
cionalmente ausente o peyorativamente valorizado, el niño no puede
encontrar en él un modelo de referencia necesario que garantice la
identificación masculina. Si a esto se agrega la circunstancia de que
los roles parentales estén invertidos, la confusión del varoncito será
aún mayor y no sabrá cómo lograr su propia identificación. Los roles
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Capítulo 5
Estimulación
temprana
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Capítulo 6
La primera
adolescencia
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Capítulo 7
Los terrores de
la infancia
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Los terrores de la infancia
No puede haber la menor duda de que los disturbios del sueño del
niño, durante esta etapa, guardan relación con los conflictos que ex-
perimenta como resultado de una relación distorsionada con su pa-
dre. Reflejan cómo se siente con respecto a la relación de sus padres,
y más especialmente frente a la actividad sexual y al coito de ellos.
Consideración aparte merece el sonambulismo, síntoma de padeci-
mientos psíquicos de cierta gravedad, sobre todo si está asociado a
un aprendizaje tardío del lenguaje, es decir, si a los 3 años no se hace
entender. En este caso conviene buscar ayuda profesional de psicote-
rapeutas, pues estos son signos de una evolución insidiosa, que opor-
tunamente puede ser corregida.
Todos los seres humanos viven expectativas, ansiedades y fantasías
con relación a la cópula de sus padres, que produce frecuentemente
temor y angustia. Toda esta constelación de emociones y fantasías se
conoce como escena primaria. Según el psicoanálisis, la razón de la
angustia de la escena primaria se origina en el temor que genera la
unión de la pareja parental, pues esta es vivida como un acto agresivo
en el que uno de los dos, frecuentemente la mujer, está siendo daña-
do por el otro. Además el hijo siente el temor de que el amor expre-
sado por los progenitores lo excluya de esta unión y lo haga padecer
la sensación de ser el tercero en discordia. La ansiedad originada en
esta fantasía, y ocasionalmente ratificada por los hechos, despierta no
solo curiosidad y miedo, sino también hostilidad y rechazo. Estos sen-
timientos serán el factor condicionante del desarrollo de una activi-
dad onírica de carácter angustioso a partir de la cual se organizan las
pesadillas y los temores nocturnos.
Cabe destacar que el estudio psicoterápico de pacientes con neu-
rosis fóbicas revela la existencia de esta conflictiva de la escena pri-
maria de manera constante. Las fobias, por lo tanto, se originan en
la etapa de la vida en que se producen las pesadillas y los terrores
nocturnos, solo que las fobias presentan una estructura mucho más
organizada y agregan una mecánica más elaborada.
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Capítulo 8
La personalidad
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Capítulo 9
El período
de latencia
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Capítulo 10
Preadolescencia
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Esto ocurre tanto entre hombres como entre mujeres, aunque pue-
dan variar los encuadres de esta actitud de acuerdo al sexo. Por ejem-
plo, los varones hablan de las mujeres, principalmente con relación
a la búsqueda y modos de acceso al placer sexual y, en cambio, las
mujeres inciden más en los aspectos románticos.
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Capítulo 11
Drogadicción
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Capítulo 12
El manejo de
la disciplina
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Se terminó de imprimir en abril de 2008
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5ª edición