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La conducta del estudiante se aclara por la organización del tiempo libre dedicado entre
padres de familia y docente a través de la observación y la comunicación. Esto mismo,
comprendido entre lo académico y emocional. La presencia de los padres es fundamental e
indispensable en la formación de las emociones, ya que son las personas con la que
conviven los niños la mayor parte de su tiempo. Un buen trabajo en el aula de clases compete
el diseño y ejecución de talleres para los padres que no tiene la educación o el conocimiento
adecuado para determinar y formar emociones. Por ende, los maestros serán los
iluminadores de la calidad educativa, dando a conocer aspectos y comportamientos de los
estudiantes que los padres no conocen de ellos.
Nadie aprende en un lugar donde no se siente cómodo, tranquilo y seguro. Aquí nace la
importancia del ambiente escolar y una buena educación para un docente de calidad, que
impulsa a sus aprendices a soñar y a prender esa chispa de curiosidad. Existen talleres,
foros, convivencias, entre otras actividades que ayudan a formar al maestro pero no hay
mejor educador que la experiencia en el aula. A través de las situaciones que se presenten
las personas que encaminan la educación, directivos, desde otra perspectiva deben estar
involucrados, actualizados y formando activa y continuamente a sus docentes y entender
hasta donde llega el trabajo del docente y donde empieza un profesional cuando un
estudiante tiene necesidades emocionales con un nivel máximo de complejidad.