EL SABER AMBIENTAL
Para poder escuchar el diálogo entre saberes que den luz para el entendimiento de los derechos
humanos vinculados al derecho al medio ambiente, es importante tomar como guía lo que señala
Enrique Leff: El saber ha sido siempre, y sigue siendo, el proceso que media las formas simbólicas
de significación y apropiación del mundo, y el que encarna el valor de uso de los significados
culturales. El saber aparece así como punto de condensación entre lo simbólico, lo imaginario y
lo real, lugar de encuentro entre significaciones y acciones, espacio donde confluye la
convolución, la biología y la cultura en donde se generan nuevas utopías y proyectos históricos
que reintegran el orden social dentro de la naturaleza.1 Es la formación a través del aprendizaje
lo que implica la internalización de un saber ambiental construido social y culturalmente. Pero no
se trata de la introyección de una doctrina y un conocimiento externo, sino de una construcción
siempre interactiva entre sujetos, individuos y comunidades, donde se reconfiguran los saberes
personales y las identidades colectivas.
Es un aprender a aprender de un proceso dialógico: diálogo abierto con los otros y con un mundo
en vías de complejización. Aprender la complejidad ambiental es una pedagogía política de
aprendizajes dialógicos y actores sociales capaces de abrir las posibilidades para la creación de
mundos alternativos, guiados por los valores de la democracia y los principios de la
sustentabilidad.2 El saber ambiental no se limita a la comprensión de una evolución “natural” de
la materia y del hombre (ecologismo naturalista). El saber ambiental se asume como una política
del conocimiento, puesto que es una racionalidad, fuera del campo de la metafísica, fuera del
logocentrismo, y fuera de la cientificidad, y busca, por lo tanto, reconstruir identidades a través
del saber, y de la reapropiación del mundo, desde el ser, y en el ser. El saber ambiental retoma la
cuestión del ser en el tiempo; del conocer en la historia; del poder en el saber, y la voluntad de
poder, que es un querer saber. Se trata de una nueva comprensión del mundo que incorpora el
límite del conocimiento y la incompletud del ser, y que implica que la incertidumbre, el caos y el
riesgo son condiciones intrínsecas del ser y del saber, lo cual nos lleva necesariamente a
reflexionar y a cuestionar la naturaleza del ser, del saber y del conocer, y la forma en que los
valores permean el conocimiento del mundo, rompiendo la dicotomía sujeto-objeto del
conocimiento, e incorporando valores e identidades al saber. Respecto al “saber ambiental”, Leff
considera que nace de una nueva ética y una nueva epistemología, donde se funden
conocimientos, se proyectan valores y se internalizan saberes, que se convierte en el
cuestionamiento sobre las condiciones ecológicas de la sustentabilidad y las bases sociales de la
democracia y la justicia, y que permite la construcción y comunicación de “saberes” que ponen
en tela de juicio las estrategias de poder y los efectos de dominación que se generan a través de
las formas de detención, apropiación y transmisión de conocimientos.
— Como criterio para la distribución de competencia entre niveles del Estado, federales,
estaduales y municipales, o bien centrales y territoriales.
En la literatura jurídica, desde que se inició el desarrollo del derecho ambiental en el mundo, se
han dado amplias discusiones y debates en torno al alcance del objeto del derecho al medio
ambiente, individualmente entendido, es decir como derecho humano. En el fondo lo que se quiere
determinar es la forma en que este derecho se puede hacer efectivo y los mecanismos para ello.
Los objetivos de un derecho humano a un ambiente adecuado pueden desdoblarse en una meta de
carácter general, la que se refiere a la protección de la humanidad, amenazada seriamente por el
deterioro ambiental, y otra de carácter individual, que se refiere al mantenimiento o la generación
de las condiciones ambientales necesarias, para que sea posible el desarrollo de la persona, del
individuo que requiere del disfrute de este derecho a través de los otros diferentes derechos
humanos. Se considera, por algunos autores, que este derecho al medio ambiente, tiene un
contenido social.
El derecho al ambiente se resiste a ser una simple definición literaria. Debido a que su alcance,
su efectividad e incluso su propio contenido, varían en función de las condiciones humanas y
sociales y de la realidad en que resulte su aplicación. Esta realidad es la que va a condicionar
seriamente el desarrollo y la forma de garantizar este derecho humano que no sólo comprende
situaciones económicas constatables empíricamente, sino que también se va a nutrir del desarrollo
de la conciencia colectiva y de los principios y valores e incluso de orden moral que inspiran en
un momento histórico determinado a la sociedad. Como puede apreciarse, el derecho al medio
ambiente como derecho humano es una realidad muy difícil de aprehender, lo que conduce
irremediablemente a convivir con zonas de incertidumbre en la definición del derecho. Por ello,
cuando se pretende definirlo, más bien se le caracteriza en función de un derecho humano, pero
son pocas las definiciones que abordan al derecho al medio ambiente desde el punto de vista del
bien jurídico que entraña este derecho. Por el contenido de realidad que tiene este derecho, se
vincula con situaciones que se encuentran más en el campo económico, por ello parece que la
evolución de este derecho tiene como tendencia que a él se le sume el derecho al desarrollo
sustentable.
El citado crecimiento ha ocasionado que aquellas ciudades que siempre habían sido consideradas
como un ecosistema vivo se hayan tenido que adaptar a las nuevas necesidades del habitante. A
pesar de que la supervivencia de la sociedad ha dependido siempre de la salvaguarda del balance
entre las variables de población, recursos y medio ambiente, parece ser que el surgimiento de
nuevos modelos de habitabilidad han provocado importantes efectos negativos en la calidad de
vida de sus habitantes. El precio desorbitado de la vivienda, el aumento de la contaminación, ya
sea del aire, o bien de las aguas o del suelo, la disminución de las superficies naturales, junto con
el estrés, el tiempo invertido en el transporte y los trastornos psicológicos, ocasionados por un
mundo que corre cada vez más deprisa son algunos de los problemas con los que el ciudadano
tiene que vivir diariamente.
La realidad de la superpoblación metropolitana expuesta en supralíneas sirve para ilustrar que en
la medida en que las problemáticas ambientales se van convirtiendo en las problemáticas del
ciudadano común, va cobrando mayor relevancia el que este tenga contacto no sólo con los
derechos ambientales que las legislaciones nacionales e internacionales prevén, sino con el deber
ambiental que es intrínseco a los mismos, deber que precisa de mecanismos para ser ejercido y en
su momento, ser la articulación de una participación ciudadana ambiental capaz de influir de
manera relevante en el tratamiento de los problemas a los que se enfrenta. Casos trágicos como
el de Fort McKay, población aborigen canadiense localizada en la cuenca petrolera de Atabasca,
una de las áreas geográficas denominadas como “bombas de carbono”, ilustran a detalle los
riesgos que conlleva el que la ciudadanía local no se involucre ni ponga en práctica mecanismos
de participación que le permitan tener voz y relevancia sobre el futuro del ecosistema que les
rodea, que hoy en día se encuentra irreversiblemente dañado a cambio de beneficios económicos
que no son equivalentes a los perjuicios que se les han ocasionado al no poder acceder a su derecho
a vivir en un medio ambiente sano. La participación ciudadana se erige como una consecuencia
del principio democrático y se apoya sin miramientos en el derecho a la información relativa a
los proyectos ambientales, o que son susceptibles de causar una lesión a los recursos naturales y
el medio ambiente, y la garantía de una efectiva participación en la toma de decisiones. Por tanto,
no es suficiente con brindar información sobre un proyecto determinado para satisfacer este
postulado, sino que es necesario darle un papel eminentemente trascendente a la población
afectada en la toma de decisiones. Para ello se debe tomar en cuenta, que “esta participación debe
ser efectiva, en el entendido de que los criterios externados deberán ser considerados al momento
de adoptar una decisión, por parte de la Administración Pública”
LA CRISIS AMBIENTAL
La crisis ambiental es el efecto de una serie de fenómenos naturales y de acciones humanas que
como respuesta a ellos se llevan a cabo en todos los ámbitos y por todos los individuos, por ello
no se trata simplemente de proteger los recursos naturales y a la población, es decir no sólo es
establecer políticas y emitir normas de protección civil y ambiental. Los problemas ambientales
repercuten directamente en lo social, lo económico, lo político, lo cultural y lo ideológico. Por
ello es urgente construir el saber jurídico ambiental que permita dar contenido a los derechos
humanos y fundamente la actuación de los gobiernos, los organismos internacionales, a la
sociedad civil y a todos los actores que influyen y se encuentran involucrados en la formulación
e incorporación de nuevos estándares internacionales en materia de derechos humanos, en
especial de los derechos económicos, sociales y culturales que son lo que ahora son los llamados
derechos ambientales. La severa crisis ambiental que enfrentamos se debe a factores concurrentes
como el vertiginoso incremento de la población humana, que actualmente supera los 6 000
millones', y que en sólo 37 años se duplicó de 2 500 a 5 000 millones, así como a su longevidad';
aunado al acelerado crecimiento de todas las actividades económicas que ha producido impactos
negativos en el ambiente, deteriorándolo y afectando la calidad de vida, amen de la
sobrexplotación de los recursos naturales.
Ello se agudiza por la pobreza que sufre una gran parte de la población del planeta' , de hecho
más de tres mil millones de personas viven hoy con menos de dos dólares al día; y son más de
40,000 los niños que cada dia mueren por enfermedades relacionadas a la desnutrición, lo que
repercute en el uso intensivo de los recursos, lo cual, a su vez, alimenta el círculo perverso
causando más pobreza y subsecuentemente más degradación de la naturaleza. Estos niveles de
pobreza que alimentan los problemas ambientales se explican también por el desbalance de la
distribución demográfica mundial, ya que en los paises más ricos del mundo reside sólo el 20%
del total de la población mundial; agravándose por el desbalance mundial en los ingresos y
consumo, pues este 20% más rico representa más del 86% del consumo privado, mientras que el
20% más pobre de la población del mundo representa menos del 2% del total del consumo
privado. Este nivel de consumo concentrado explica tambien el desbalance en los niveles de
emisiones contaminantes, así por ejemplo, sólo cuatro países producen casi la mitad de las
emisiones globales de CO, (Estados Unidos 22,9%, China 15,1%, Japón 5% e India 4,4%)'.
Tal concepción, como refiere Barrero', provocó que el deterioro ambiental estuviera exento de
sentimientos de culpa, debido a que los daños ambientales no eran más que "los costos del
progreso o desarrollo", por eso la prevención de los impactos ambientales negativos no fueron
incluidos en los costos operativos de los procesos productivos, configurándose una injusta
externalización de los mismos. Incluso se legitimó hacer todo aquello de lo que fuera capaz la
tecnología, al margen del respeto al equilibrio ecológico y favoreciendo asentamientos humanos
como sistemas autónomos altamente subsidiados y ajenos al medio natural. En el campo de la
actividad agraria, para destacar un ejemplo con gran impacto en el ambiente, el crecimiento está
dado por el paquete tecnológico al que se llamó «revolución verde,,; gracias al cual fue posible
sembrar grandes extensiones de terreno con monocultivos de alto rendimiento y bajo costo, ello
en virtud a la escala de producción y al incremento de la productividad por el uso de semillas
genéticamente mejoradas, fertilizantes sintéticos, biocidas, mecanización en el cultivo y cosecha,
riego presurizado (goteo, aspersión, microaspersión, etc.); todo ello acompañado de la capacidad
técnica para ampliar la frontera agrícola, a costa del despoblamiento de bosques, irrigaciones en
desiertos y la desecación de humedales; con el impacto ambiental que todo ello origina, a saber:
la sustracción de agua fresca de su medio natural y la descompensación ecológica que ahí se
produce; la destrucción del hábitat de ingentes cantidades de especies dependientes del bosque
natural y los humedales, la contaminación del suelo, el agua y la atmósferc, etc. Este crecimiento
se refleja en una acelerada pérdida de diversidad biológica por el uso intensivo de pocas especies
Ilas genéticamente mejoradas} en desmedro de las tradicionales y por la destrucción de los
ambientes naturales que han cedido paso a los campos agrícolas y a las praderas ganaderas, a
punto tal que se calcula que se pierden cien especles diariamente por efecto de este crecimiento
y, asimismo, que en una semana se extinguen más especies que en los últimos 300 años. A estos
altos estándares tecnológicos se agrega recientemente la creación de los organismos
genéticamente modificados, cuyos impactos en el ambiente y la salud son materia de especial
preocupación.
DERECHOS HUMANOS
LA AGENDA DE LOS DERECHOS HUMANOS Y LOS DERECHOS
AMBIENTALES
La agenda de los derechos humanos y el ambiente está enfocada en garantizar que entendamos
que el ambiente constituye un contexto inalienable donde todos vivimos, y que el ejercicio de la
mayoría de nuestros derechos humanos depende de su preservación y protección.8 Los derechos
humanos son la expresión de la conexión entre la persona y el planeta, que Theodore Roszak
sostiene que es, una conexión política, que resulta ser un descubrimiento claramente
contemporáneo, que ha podido volverse aparente sólo después de que nuestras instituciones
económicas alcanzaron cierta dimensión y complejidad críticas, cierto marcado nivel de
dinamismo y de eficiencia insensible que han provocado un serio y profundo deterioro ecológico
que cuestiona no sólo la sustentabilidad de las condiciones de vida natural y el sano
desenvolvimiento de los ecosistemas, sino las propias condiciones de vida humana, y al hacerlo,
pone en riesgo la sustentabilidad de las instituciones y las formas de organización humana, entre
las que se incluyen las formas democráticas que conocemos hasta ahora. Es la contradicción del
sistema social que puede llegar a ser mucho más potente que esas contradicciones clasistas en las
que Marx depositó sus esperanzas revolucionarias.
DEMOCRACIA
LA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA: UNA NUEVA FORMA DE
ENTENDER LA PARTICIPACIÓN DE LA SOCIEDAD ANTE SU
ENTORNO
Teóricamente, la democracia participativa es la condición sine qua non para transformar al Estado,
como “redistribuidor de riqueza, como garante de derechos integradores de ciudadanía social,
como lugar público para construir justicia social, desde una ética pública que comparte un
proyecto ambiental, intercultural e interétnico sustentable”7 . El gran reto de nuestros días
consiste en generar un modelo de desarrollo que no apueste todo al mercado y afecte a la sociedad
ni tampoco sea el estatismo populista del pasado, o en otras palabras: “El Estado debe intervenir
en la economía, pero debe ser una intervención diferente a la de las prácticas tradicionales: no
clientelar, transparente y con los debidos controles legislativos y de los distintos sectores de la
sociedad”
En realidad, la garantía más viable para apuntalar un modelo económico y social diferente, pasa
necesariamente por el fortalecimiento del Estado de derecho en sus vertientes liberal,
democrática, social y de respeto irrestricto de los derechos fundamentales por las mayorías
legislativas. La ampliación, difusión y defensa efectiva de los derechos fundamentales es, sin
argumento de por medio, uno de los objetivos más valiosos a realizar para abonar a la confección
de nuevas generaciones de ciudadanos que no desconozcan ni teman llevar a la práctica los
mecanismos de empoderamiento que permitan delimitar la influencia partidaria sobre la
percepción y el correcto ejercicio de la democracia. Un asunto crucial de este nuevo modelo tiene
que ver con el establecimiento de garantías efectivas para la protección de los derechos
económicos, sociales y culturales.
Hasta el momento estos derechos han sido proyecciones optimistas, propuestas programáticas
con pocas concreciones reales, como lo demuestra el poco entusiasmo con el que el Estado
mexicano se conduce para atender las sentencias dictadas por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos. La teoría del derecho precisa el establecimiento de los mecanismos institucionales y
jurídicos necesarios para la protección de estos derechos. El ámbito de los derechos sociales,
económicos y culturales no debe ser más el espacio para la lucha política; debe ser el espacio para
el reclamo jurídico de los derechos ante los órganos jurisdiccionales. Con ello no pretende
excluirse a la política del debate de estos derechos, lo que se pretende es ceñirla al ámbito
legislativo para que ahí se generen las leyes y las instituciones que materialicen, mediante
garantías y recursos efectivos, a los derechos sociales y económicos.
HACIA LA MATERIALIZACIÓN DE MECANISMOS
ESPECIALIZADOS DE PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN MATERIA
AMBIENTAL
participar en la toma de decisiones sobre asuntos ambientales, puesto que deben ser los
ciudadanos directamente afectados en su derecho al medio ambiente, debidamente informados,
los que tengan la última palabra cuando exista un riesgo real e inminente de una afectación
irreparable. Si contamos con información oportuna, confiable y veraz sobre la problemática
ecológica y la forma en que actúan las autoridades gubernamentales frente a ella, podemos forjar
una opinión objetiva que nos permita actuar en consecuencia, e involucrarnos en proyectos que
contribuyan a mejorar nuestra propia calidad de vida y de nuestro medio ambiente. El acceso a la
información y la participación ciudadana en la toma de decisiones son indispensables para
consolidar la democracia participativa y otorgar gobernabilidad por que enriquecen el contenido
de la discusión y brindan legitimidad a la decisión que tome la autoridad. Al lograr la pretensión
de socializar la información ambiental estamos en posibilidades de “brindar las herramientas para
que todos podamos contribuir de manera responsable en la instrumentación de soluciones y
alternativas que contribuyan efectivamente a una sociedad más madura”
Por el otro lado, se nos presenta una ventana hacia el desarrollo de nuestras responsabilidades
individuales y colectivas como ciudadanos frente a un andamiaje de democracia participativa que
necesita no solo ser más utilizado, sino adicionado, reinventado y evolucionado, con mecanismos
que se retroalimenten entre si y construyan nuevas plataformas de desarrollo participativo a partir
de las conquistas obtenidas por los que les precedieron, de ahí la visión de una implementación
por etapas que haría uso de la progresiva madurez y pericia de la ciudadanía para operar sus
herramientas de participación en una modalidad que permitiera evidenciar los beneficios tangibles
de tales esfuerzos. En la opinión de la investigadora del derecho ambiental, Raquel Gutiérrez
Nájera, el origen de la participación ciudadana en materia ambiental, ya sea individual o colectiva,
ha ido concatenada con el reconocimiento e internacionalización de los problemas ambientales
que tenemos hoy en día y que han sido acumulados en el concepto de crisis ecológica. Bajo esta
premisa, los espacios que los grupos ecologistas o ambientalistas han ganado a los campos
tradicionales de acción del Estado son el resultado de la participación activa organizada, lo que
ha traído como consecuencia que, sobre todo en lo referente a temas de calidad de vida y siniestros
ambientales, que la sociedad en su generalidad ya demuestre un mayor interés por mantenerse
informada y pudiera darse el caso, que en momentos cruciales de deterioro ambiental saliera a
tomar las calles para exigir una política coherente que lleve a la conservación del patrimonio de
las presentes y de las futuras generaciones
Sin embargo, esta autorización sólo se mantuvo en vigencia hasta octubre del 2007 cuando fue
derogada a través de la Resolución de Intendencia N° 254-2007-INRENA-IFFS. El argumento
para tomar dicha medida fue la carencia de indicadores que permitirían determinar el impacto
negativo de la tala selectiva sobre el recurso de la castaña, por lo cual “los márgenes de volúmenes
que se puedan autorizar y los criterios para proceder a la autorización automática o, en su defecto,
a la inspección ocular al amparo de la directiva mencionada no resultaban los más adecuados.”
En reconocimiento del principio precautorio12 y del principio de prevención13 de la Ley General
del Ambiente, esta resolución dispone que las ATFFS realicen de forma obligatoria la inspección
ocular previa a la aprobación del aprovechamiento de madera en las concesiones de castaña, así
como la evaluación de los volúmenes que corresponde aprobarse para garantizar el origen legal
de la madera solicitada y que el aprovechamiento de madera no perjudique la actividad principal
(Peña 2010).
Los derechos humanos abarcan más que facultades del ser humano, las
varias generaciones han proporcionado a las poblaciones derechos que con
el plazo del tiempo se han incrementado cada que siendo necesarias
implementar muchas más, como las de cuarta generación que permiten al
ser humano y no solo a éste sino a toda la población de seres vivientes ,
vivir o sobrevivir en este mundo donde se dificulta una vida saludable y
mucho más en las ciudades donde la existencia de flora y fauna es escasa.
Considero que este tema al igual que otras más caminan de la mano, donde
no podemos hablar de derechos humanos olvidando la democracia , o el
derecho ambiental alejado de las legislación y ante todo la aplicación de
esta. .
FUENTE BIBLIOGRÁFICA
Bibliografía
ASPILLAGA PLENGE, D. (2006). Ordenación del territorio y la industria
extractiva minera en el Perú. Brasil: CYTED.
Linkografía
ANDALUZ WESTREICHER, c. (31 de Agosto de 2017). USAID. Recuperado el
31 de Agosto de 2017, de USAID:
http://pdf.usaid.gov/pdf_docs/pnadc107.pdf