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CRIMINOLOGÍA CRÍTICA: DIMENSIONES,

SIGNIFICADOS Y PERSPECTIVAS ACTUALES1


Salo de Carvalho2

Resumen: La investigación presenta los fundamentos políticos y los an-


tecedentes teóricos de la criminología crítica como elementos clave para
indagar acerca de su relevancia en cuanto discurso de resistencia a la lógi-
ca punitivista y a los procesos de hiperencarcelamiento que caracterizan a
la sociedad contemporánea. A partir del análisis de sus supuestos teóricos
y de la descripción de sus desarrollos político-criminales (políticas cri-
minales alternativas), este estudio defiende la vinculación orgánica entre
el pensamiento criminológico crítico y los movimientos de los derechos
humanos.

Palabras clave: Criminología, criminología crítica, derechos humanos,


política criminal, castigo.

Abstract: The investigation presents the political foundations and the-


oretical background of critical criminology as key elements to discuss
its relevance as aresistance discourse against the logic of punishment
and to the hiperincarceration processes that distinguish modern society.
Through its theoretical assumptions analysis and its criminal policies out-
come (alternative criminal policies) description, this paper supports an
organic link between the critic criminological thought and the human
rights movements.

Keywords: Criminology, critical criminology, human rights, criminal po-


lice, punishment.

1 Traducción al español de Lara Oleques de Almeida. Artículo recibido: 21 de enero de 2014;


aprobado: 25 de marzo de 2014.
2 Profesor colaborador en el Programa de Posgrado (Maestría) en Derecho de la Universidad
Federal de Santa María (UFSM). Máster en Derecho por la Universidad Federal de Santa Catari-
na (UFSC) y Doctor en Derecho por la Universidad Federal de Paraná (UFPR). Correo-e: salo.
carvalho@uol.com.br
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1. El tema y el problema

Un cuestionamiento ha motivado la redacción de este texto: ¿cuál es la actualidad de la


criminología crítica? Sin embargo, para contestar a esta pregunta otra anterior se hace
presente: ¿qué es la criminología crítica? Si la primera pregunta parece extremadamente
pertinente, la segunda se plantea como una especie de provocación, sobre todo porque,
si bien el término criminología crítica se utiliza de forma usual en los trabajos académicos
del área, sus fundamentos y supuestos parecen no estar lo suficientemente explotados.
Este trabajo busca, pues, investigar los saberes que han posibilitado la consoli-
dación de la crítica criminológica como movimiento orgánico, presentar los principales
temas de investigación, abordar los problemas centrales en la formación de su núcleo
teórico y delinear sus alcances político-criminales. La construcción de un acuerdo pre-
vio acerca del significado de la criminología crítica permite, en un segundo momento,
evaluar su actualidad, especialmente en lo que atañe a la contribución del discurso
crítico a la interpretación de los síntomas sociales contemporáneos.
La problematización acerca de la actualidad (o del agotamiento) de esta perspec-
tiva criminológica se lleva a cabo a partir del reconocimiento de la crisis que ha afectado
al pensamiento crítico en general, y el criminológico en particular, a partir de los cam-
bios sucedidos en el contexto geopolítico que tuvieron lugar a fines de la década de los
80. Sin embargo, más allá de la crisis de paradigmas, dos fenómenos concretos sirven
como tema de análisis acerca de la validez del pensamiento criminológico crítico en la
contemporaneidad: primero, el actual panorama de crecimiento global en las tasas de
encarcelamiento; segundo, las tendencias político-criminales de conversión del pen-
samiento criminológico en acción administrativa en el área de la seguridad pública.
En este escenario, se enfatiza la relevancia de la criminología crítica como dis-
curso de resistencia al punitivismo y, desde de su estrecho vínculo con la pauta de los
movimientos de protección a los derechos humanos, se analizan sus desarrollos teóri-
cos (nuevas corrientes críticas) y sus proyecciones político-criminales.

2. Criminología crítica: Dimensiones históricas

La consolidación de la criminología crítica a partir de la década de los 70 del siglo


pasado representa el momento de superación de una perspectiva micro hacia una comp-
rensión macrocriminológica en el interior de las ciencias criminales. En este sentido, dos
antecedentes teóricos suministran importantes innovaciones a la investigación crimi-
nológica: el labeling approach (criminología de la reacción social, teoría del etiquetamiento
o etiquetado) y las teorías del conflicto.

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Baratta percibe que es con el labeling approach que se desplaza el centro del prob-
lema criminológico desde las causas de la criminalidad hasta las definiciones del com-
portamiento ilícito (criminalización primaria), sus supuestos políticos y los efectos so-
ciales de la aplicación de esta etiqueta, ya que la criminalidad empieza a comprenderse
como una cualidad o un estatus que se les atribuye a determinados individuos.3 Así,
aunque la teoría del etiquetamiento no sea una condición suficiente, es una condición necesaria
para consolidar a la criminología crítica.4
Cuando Becker cuestiona la definición de desviación, el supuesto causal-deter-
minista del delito, la naturaleza patológica del desviado y los datos oficiales acerca de
la criminalidad (estadísticas criminales), se inicia un proceso de cambio paradigmático
que será irreversible en la criminología contemporánea (criminological turn). Al afirmar
que la desviación no es una cualidad del acto o de la persona que lo comete, sino la
consecuencia de una etiqueta que se le atribuye (“el desviado es alguien a quien una
etiqueta le ha sido aplicada satisfactoriamente; el comportamiento desviado es el que
así lo etiqueta la gente”5), Becker desestabiliza las bases de la criminología ortodoxa de
matriz positivista que presuponía que eran neutrales las definiciones legales y los pro-
cesos de atribución de responsabilidad que califican como anormales a determinadas
personas e ilícitos ciertos comportamientos.
En el preciso análisis de Baratta, con el labeling approach sucede la desreificación
de los conceptos de desviación y de criminalidad. Al explicar el delito desde un mod-
elo causal-naturalista, la criminología ortodoxa (paradigma etiológico), ha reificado los
resultados de los procesos de criminalización (definiciones legales y actuación de las
agencias de control), a la vez que considera al delito como un fenómeno que existe
independientemente de su definición –”es lo que pasa efectivamente en la criminología
‘tradicional’, en la que generalmente las normas y las valoraciones sociales resultan ex-
trañas al objeto de indagación.”6
Sucede, empero, que, si bien el labeling approach ha posibilitado este salto cualita-
tivo, el modelo permanecía insuficiente al no considerar las relaciones de poder que per-
miten que ciertas personas, grupos o clases, detenten, en una sociedad determinada, la
capacidad de elección de las conductas lícitas e ilícitas, de los comportamientos nor-
males y anormales.
En este marco, recuerda Shecaira que la teoría del etiquetamiento, la más
próxima y contemporánea de las teorías criminológicas, no ha escapado a las críticas de

3 Baratta, Criminologia Crítica e Crítica do Direito Penal, p. 109.


4 Baratta, Che Cosa è la Criminologia Critica?, p. 53.
5 Becker, Outsiders, p. 09.
6 Baratta, Che Cosa è la Criminologia Critica?, p. 53.
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la criminología crítica.7 En diálogo con Victor Sancha Mata, Baratta busca enumerar
los efectos de la mistificación del labeling approach, lo que en cierta manera sintetiza
gran parte de los problemas del etiquetado señalados por la criminología crítica: (1o) la
perspectiva subjetivista (idealista) podría conducir hacia la sub o desvalorización de los
problemas reales y de las efectivas situaciones de sufrimiento, agresiones o injusticias
que involucran el conflicto; (2o) la relativa ausencia de problematización de la forma de
intervención de la justicia penal en los conflictos ofuscaría el reconocimiento de que
esta suerte de injerencia no produce soluciones satisfactorias; al contrario, normalmente
reproduce violencias y crea nuevos conflictos derivados de la estigmatización y la
marginación; (3o) la falta de percepción del carácter selectivo del derecho penal impediría
notar que la criminalización está dirigida a los individuos pertenecientes a los grupos
más vulnerables y excluidos de la sociedad.8
En forma más aguda, Cirino dos Santos entiende la teoría del etiquetamiento
como
(...) políticamente limitada e históricamente confusa: no comprende la
estructura de clases de la sociedad, no identifica las relaciones de poder político
y de explotación económica (y su interdependencia) del modo de producción
capitalista y, en efecto, no toma posición en las luchas fundamentales de
la sociedad moderna. La estructura teórica y metodológica subjetivista y
romántica de la teoría, aunque tenga utilidad (y relativamente crítica) en los
límites intersubjetivos de su marco teórico, no define una posición radical, en
el sentido del radicalismo de la Criminología Radical.9 10
7 Shecaira, Criminologia, p. 327.
8 Baratta, Che Cosa è la Criminologia Critica?, pp. 54-69.
9 Santos, A Criminologia Radical, p. 17. En sentido similar, véanse Taylor, Walton y Young, The
New Criminology, 139-171; Baratta, Criminologia Crítica e Crítica do Direito Penal, pp. 114-116.
10 En Brasil, la recepción del paradigma del etiquetamiento ocurrió, sobre todo, debido a las
investigaciones fomentadas por el centro de investigaciones en Antropología Social del Museo
Nacional (UFRJ), bajo la coordinación de Gilberto Velho. Sin embargo, en estos estudios
realizados a partir de mediados de la década del 70, ya es perceptible la incorporación del
análisis de las condiciones materiales en los procesos de subjetivación, la problematización de la
construcción social de la desviación y los efectos negativos derivados de la injerencia del sistema
punitivo, situación que pone de relieve el significativo impacto de la criminología crítica en el
pensamiento etiquetista. Respecto del tema, véanse Velho, O Estudo do Comportamento Desviante,
pp. 11-28; Velho, Estigma e Comportamento Desviante em Copacabana, pp. 116124; Goldwasser, ‘Cria
Fama e Deita-te na Cama: um estudo de estigmatização numa instituição total, pp. 29-51; Chinelli, Acusação
e Desvio em uma Minoria, pp. 125-144. En lo relacionado a la redefinición de los procesos de asig-
nación de etiquetas, desde la percepción de las condiciones de vulnerabilidad y de la disposición
personal para el etiquetado (esfuerzo para la vulnerabilidad), véanse Zaffaroni, Em Busca das
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El segundo impulso en el cambio hacia la perspectiva macrocriminológica lo
suministran las teorías conflictuales, por cuanto posibilitan que el foco se despegue
del análisis del desviado y de la desviación y se oriente al sistema de control social. Así, las
teorías del conflicto permiten que la investigación criminológica incorpore (a) las con-
diciones de producción de las leyes penales incriminatorias (agencia legislativa) – “si la
criminología ha de avanzar como ciencia, debe ser libre para cuestionar no solamente
las causas del delito, sino también las de las normas que, en un sentido primario, crean
el delito es decir, las normas legales”11; y (b) la forma selectiva de actuación de las agen-
cias ejecutivas y judiciales en la gestión y control de la población criminalizada.
A raíz de la redefinición y ampliación de los objetos de investigación criminoló-
gica, ingresan al horizonte de investigación las “estructuras generales de la sociedad y
los conflictos de intereses y de hegemonía.”12
Si el labeling approach había superado el causalismo (determinismo) y puesto de
relieve la dimensión de la definición, las teorías del conflicto ponen a escena la dimensión del
poder. Sucede, por lo tanto, el segundo salto cualitativo que crea el ambiente teórico
para el surgimiento de la criminología crítica –”cuando, además de la ‘dimensión de
la definición’ está lo suficientemente desarrollada la ‘dimensión del poder’, se realizan
las condiciones mínimas, según los criterios de clasificación que propongo, para que se
pueda calificar de ‘crítica’ una teoría de la desviación y una criminología.”13
No obstante, las teorías del conflicto, en los términos indicados por Baratta,
aún carecerían de un análisis que posibilitara la individualización de las condiciones
estructurales de la sociedad en el lugar donde los grupos efectivamente interactúan
y se confrontan.14La investigación sobre las relaciones de poder y las disputas por la
hegemonía estaría limitada únicamente a lo político, circunstancia que podría crear un
alejamiento de los conflictos concretos.
La problematización y el intento de superación de dicha concepción abstracta
de los conflictos suceden desde la afirmación del materialismo histórico como método
de análisis de los temas criminológicos. La criminología crítica se afirma, pues, en su
momento de ebullición, como una criminología materialista en la que la naturaleza y
el contenido del delito y de la ley no pueden comprenderse fuera de una perspectiva
histórica que “(...) revela la primacía no del pensamiento legal, sino de las condiciones
materiales, como determinantes de los cambios normativos en general, y de las normas

Penas Perdidas, p. 270-277; Zaffaroni e Batista, Direito Penal Brasileiro I, pp. 46-51; Carvalho, Penas
e Medidas de Segurança no Direito Penal Brasileiro, pp. 230-238.
Taylor, Walton e Young, Criminologia Crítica na Inglaterra, p. 56.
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Baratta, Criminologia Crítica e Crítica do Direito Penal, p. 143.
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13 Baratta, Che Cosa è la Criminologia Critica?, p. 53.
Baratta, Criminologia Crítica e Crítica do Direito Penal, p. 145.
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criminales y legales en particular.”15 En este sentido, a las teorías conflictuales se las
perciben como deficitarias, por cuanto sólo el materialismo histórico, como método de
análisis de las relaciones de poder, permitiría percibir que no es posible “llevar a cabo
análisis sobre la base de categorías generales (tales como ‘producción’), argumentando,
al contrario, que solamente hay formas de producción distintas, históricamente limita-
das, específicas a determinadas épocas y determinadas condiciones.”16
Por consiguiente, emerge la criminología crítica como una perspectiva crimi-
nológica orientada por el materialismo (método) que, al incorporar los avances de las
teorías etiquetistas y conflictuales, rechaza los modelos consensuales de sociedad y los
supuestos causales explicativos de la criminalidad de base microsociológica (criminolo-
gía ortodoxa), así como reorienta el objeto de investigación hacia los procesos de cri-
minalización, la actuación de las agencias del sistema penal y, sobre todo, las relaciones
entre estructura política y control social.
Según Cohen, la criminología crítica, al principio, traza algunos rasgos a partir
del labeling approach y de la sociología del conflicto para, posteriormente, fundada en el
marxismo clásico, abordar temas propios como ley, clase y Estado, alejándose de forma
radical de la agenda positivista (criminología ortodoxa), cuyos supuestos (etiológicos)
se los perciben como racionalidades serviles a la lógica criminógena del capitalismo. Así
que, aspirando interpretar el delito y el control social desde una perspectiva político-
económica, la crítica somete las definiciones legales a la investigación histórica y ma-
terialista. En paralelo, se expande el análisis de suerte a abarcar a los “crímenes de los
poderosos” (“los daños sociales que el Estado se autoriza a cometer”).17
Con ocasión de la conversión de la perspectiva micro a la macrosociológica, la
crítica evidenció el rol de destaque que la criminología de corte positivista desempeñó
en la legitimación de la estructura e instituciones punitivas y del saber penal. Aunque
en el plano epistemológico se le haya reducido a una ciencia menor, auxiliar al derecho
penal18, la criminología ortodoxa ha desarrollado todas las herramientas necesarias
para justificar el poder punitivo. En este aspecto, Cohen, en las palabras de Foucault, es
preciso al señalar que “el conocimiento criminológico [criminología científica, crimino-
logía positivista] siempre ha sido altamente utilitario: una coartada muy elaborada para

Taylor, Walton e Young, Criminologia Crítica na Inglaterra, p. 59.


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��Ídem., p. 62.
Cohen, Against Criminology, p. 06.
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Acerca de la auxiliaridad de la criminología en el modelo integrado de ciencias criminales,
véanse, entre otros, Andrade, A Ilusão de Segurança Jurídica, pp. 97-100; Andrade, Pelas Mãos da
Criminologia, pp. 341-346; Baratta, Criminología y Dogmática Penal, pp. 13-48; Baratta, Enfoque Crítico
del Sistema Penal y la Criminología en Europa, pp. 08-14; Carvalho, Antimanual de Criminologia, pp.
320-322.
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justificar el ejercicio del poder.”19 En sentido similar, Herman y Julia Schwendinger
denominan doctrinas tecnocráticas20 a los emprendimientos teóricos que se perciben
como libres-de-valor o ideológicamente neutrales, pero que operan en la garantía de
la estabilidad y el orden al construir “(...) una visión del mundo que estaba al servicio
del nuevo Estado liberal corporativo e implícitamente justificaba el uso de criterios que
favorecían el mantenimiento de las instituciones vigentes.”21 22
Ahora bien, al concentrar las investigaciones en la etiología del delito (causas de
la criminalidad) y en el nivel de peligrosidad individual (pronósticos de reincidencia),
la criminología ortodoxa jugó un papel altamente funcional para el sistema punitivo,
sobre todo porque excluyó del horizonte de investigación las violencias (re)producidas
en las y por sus agencias. En el caso de la cárcel, por ejemplo, la criminología positivista
fue (y sigue siendo) totalmente omisa por desconsiderar no sólo las graves violaciones
a los derechos humanos que son inherentes a la lógica penitenciaria, sino asimismo por
abstraer de sus juicios los filtros de criminalización (selectividad) que agencian la prisio-
nalización, que evidencian la vunerabilidad de los sujetos y que activan los procesos de
mortificación de la subjetividad encarcelada. El pensamiento positivista consolida, por
lo tanto, una mirada criminológica ahistórica que le quita al sujeto del ambiente social
donde se encuentra y que olvida u oculta las violencias institucionales a las cuales está
sometido.23 Exactamente por desconsiderar las violencias inherentes al sistema puniti-
vo, se configura en un saber altamente funcional que opera en su legitimación.
19 Cohen, Against Criminology, p. 05.
20 “Fundamental para la definición de tecnología [doctrinas tecnocráticas] es la visión de una
sociedad gestionada no por personas comunes, sino por expertos o líderes esclarecidos, que son
altamente informados por expertos asistentes. Otra característica de la doctrina tecnocrática es
el uso implícito de las normas de instituciones establecidas como criterios para la identificación
del comportamiento ‘anormal’, ‘patológico’ o ‘desviado’” (Schwendinger e Schwendinger, “De-
fensores da Ordem ou Guardiães dos Direitos Humanos”, p. 162).
21 Ídem., p. 164.
22 Al criticar la postura legalística presente en las doctrinas de Sutherland y Sellin, Herman y
Julia Schwendinger destacan que “guiados por la metateoría del control social, muchos crimi-
nólogos americanos funcionaban como ‘consultores’ tecnocráticos que se gastaban sus vidas
juntando informaciones que serían de utilidad para los hombres que gestionaban las institucio-
nes existentes, estando conscientes de ello o no. La profesión de neutralidad ideológica de su
parte, de ningún modo era una garantía de esta neutralidad. Al contrario, este fue uno de los
grandes mitos que ha impedido a los académicos honestos de volverse conscientes del carácter
ideológico de sus posturas teóricas básicas” (Ídem., p. 164).
23 Según Taylor, Walton y Young, “problemas sociales se vuelven problemas individuales en
una criminología ahistórica; y la tarea de la criminología se reduce al examen de las ‘causas del
delito’, ampliamente en términos de explicaciones individualísticas, con la ocasional interfe-
rencia de factores o determinantes sociales” (Taylor, Walton e Young, Criminologia Crítica na
Inglaterra, p. 57).
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3. Criminología crítica: Perspectivas teóricas (agenda negativa)

Al decir preciso de Baratta, la etiqueta criminología crítica corresponde a un campo


amplio y heterogéneo del pensamiento criminológico y sociológico-jurídico que tiene
en común una nueva forma de definir el objeto y los problemas concernientes a la
cuestión criminal.24 De esta forma,

oponiendo al enfoque biopsicológico el enfoque macrosociológico, la crimi-


nología crítica historiza la realidad comportamental de la desviación y pone
de relieve la relación funcional o disfuncional con las estructuras sociales,
con el desarrollo de las relaciones de producción y de distribución. El salto
cualitativo que separa la nueva de la vieja criminología consiste, por tanto, so-
bre todo, en la superación del paradigma etiológico, que era el paradigma fun-
damental de una ciencia entendida, de modo naturalista, como teoría de las
causas de la criminalidad. La superación de este paradigma conlleva, además,
la superación de sus implicaciones ideológicas: la concepción de la desvia-
ción y de la criminalidad como realidad ontológica preexistente a la reacción
social e institucional y la aceptación acrítica de las definiciones legales como
principio de individualización de aquella pretendida realidad ontológica –dos
actitudes, además de todo, contradictorias entre sí.25

No es por otra razón que la agenda primera de la criminología crítica es de


carácter negativo, es decir, tiene por objeto desarrollar un cuerpo teórico inclinado
hacia la desconstrucción de los fundamentos y los supuestos de la criminología posi-
tivista. Incluso algunos autores, al identificar el saber criminológico tradicional con el
positivismo, definen a la criminología crítica como una anticriminología, al igual que los
psiquiatras adeptos al movimiento antimanicomial se habían autodenominado antipsi-
quiatras.26
En síntesis, la pauta negativa (desconstructora) de la criminología crítica puede
exponerse en cuatro distintos planos:

(1o) Crítica a los fundamentos y a los supuestos de la (micro)criminología


ortodoxa (positivismo criminológico): (a) negación de los modelos consen-
suales de sociedad; (b) negación del postulado causal-determinista del delito
24 Baratta, Enfoque Crítico del Sistema Penal y la Criminología en Europa, p. 03.
Baratta, Criminologia Crítica e Crítica do Direito Penal, p. 160.
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En este sentido, véanse Anyar de Castro, Criminologia da Reação Social, p. 166; Cohen, Against
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Criminology, p. 08-32; Ruggiero, Crimes e Mercados: ensaios em Anticriminologia, pp. 08-11.
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y del carácter patológico del delincuente; (c) negación del carácter científico
del saber criminológico y la neutralidad del criminólogo; (d) invalidación de
los criterios metodológicos de constatación de la criminalidad (estadísticas
criminales y ambiente carcelario).
(2o) Crítica a los fundamentos y a los supuestos del derecho penal dogmá-
tico: (a) negación de los discursos de igualdad e imparcialidad en la elección
de los bienes jurídicos (criminalización primaria); (b) negación del carácter
positivo atribuido a la sanción penal (pena útil).
(3o) Crítica a las directrices operacionales (funcionamiento) de las agencias e
instituciones del sistema punitivo: (a) demostración del carácter selectivo de
incidencia del control penal (criminalización secundaria); (b) demostración
de las contradicciones existentes entre las funciones reales ejercidas por el
sistema penal y las funciones declaradas por el derecho penal y la criminolo-
gía (discursos oficiales y científicos de legitimación).
(4o) Crítica al sistema político-económico que constituye el sistema punitivo:
(a) denuncia de la funcionalidad del sistema penal para el mantenimiento del
sistema capitalista; (b) demostración de la relación de dependencia existente
entre el sistema político-económico (cuestiones de poder y relaciones de pro-
ducción) y el sistema de control social punitivo.

Es fundamental mencionar, además, que la pluralidad de perspectivas sugiere


que se comprenda a la criminología crítica como un movimiento práctico-teórico y no ne-
cesariamente como una escuela. El desplazamiento y la identificación de la crítica como
un movimiento permite problematizar las reales necesidades de definición de paráme-
tros metodológicos (método y objeto, por ejemplo) e incluso cuestionar una especie de
voluntad de sistema que anima a algunos autores a que postulen un estatus científico para
la criminología crítica.
Dos cuestiones son relevantes para afrontar este problema.
La primera es la del explícito reconocimiento de la ausencia de una unidad de
pensamiento, motivo por el cual sería más correcto hacer mención a la coexistencia de
criminologías críticas. Con todo, pese a que la pluralidad de perspectivas es algo nítido,
sobre todo cuando se comparan distintas tradiciones criminológicas –la criminología
anglosajona, la criminología europea continental y la criminología latinoamericana, p.
ej.–, uno de los hilos conductores que permiten identificar y definir dicha heterogeneidad
como una unidad crítica es la efectiva negación del supuesto del delito natural sostenido por el
paradigma causal-etiológico (criminología ortodoxa). Según enseña Thompsom, si la

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criminología positivista se ha esforzado en identificar el delito como un ente natural, a su
turno, la crítica ha afirmado su naturaleza de ente político.27
La segunda cuestión, derivada de la primera, es la de la constante autocrítica a la
que se somete el pensamiento crítico. Obsérvese, por ejemplo, que inmediatamente
después de la publicación de la Nueva Criminología (1973), Taylor, Walton y Young or-
ganizan Criminología Crítica (1975), un trabajo que busca revisar algunos conceptos y
redefinir algunos rumbos. De entre las principales problematizaciones innegablemente
se encuentran las percepciones relativas a la imagen del criminal. Según Larrauri y Cid,
en esta primera fase del pensamiento crítico, el análisis del comportamiento delictivo
desde la desigual distribución de la riqueza inherente al capitalismo había provocado
cierta romantización del desviado como un rebelde político o una víctima del sistema
social. Aunque la percepción de los problemas derivados del determinismo económico
que caracterizó la primera fase de la criminología crítica haya madurado en la década de
los 80, en la Criminología Crítica surgen las primeras problematizaciones de que “(...) esta
imagen del delincuente deviene insostenible tan pronto empieza a estudiarse y recono-
cerse que el delito afecta a las capas más pobres de la sociedad. El delincuente puede
ser pobre, pero sus actos se dirigen contra los pobres, los cuales tienen un interés en
evitar estos comportamientos.”28
Aun cuando la postura reactiva al positivismo enmarque un horizonte de ac-
tuación y defina un campo de investigación muy fértil, es posible identificar otro hilo
conductor que agrega a distintos pensadores críticos: la tensión entre individuo y
autoridad, cuestión inexorablemente latente en las prácticas punitivas.
Pavarini, al analizar los “mil saberes” que buscan comprender la criminología,
afirma tratarse de un conocimiento al cual aporta una pluralidad de discursos que in-
vestigan una heterogeneidad de objetos, por medio de incontables métodos no homo-
geneizables entre sí. Con todo, pese a la imposibilidad de definición de un patrón, en-
tiende que hay ciertas orientaciones muy claras entre los distintos discursos que acaban
por puntualizar un problema común: la garantía del orden social. En el fondo, por lo tanto,
habría en cada reflexión criminológica una “preocupación por el desorden social, por
la amenaza al orden constituido.”29 La cuestión que emerge de esta preocupación, y
que crea un criterio para identificar y diferenciar los distintos discursos, se refiere a la

27 “La criminología positivista, escamoteando el hecho mediante una retórica sofisticada y


verbosa, tomó como su objeto al criminal, por lo que, aparentemente, se liberó de afrontar la
dificultad de convertir a un ente político –el delito– en ser natural” (Thompson, Quem são os
Criminosos?, p. 29).
28 Larrauri y Cid, Teorías Criminológicas, p. 241.
29 Pavarini, Control y Dominación, p. 18.
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posición del criminólogo (su concepción del mundo) en esta conflictiva relación entre
individuo y autoridad.30
El problema lo había planteado en forma muy contundente el matrimonio
Schwendinger en ¿Defensores del Orden o Guardianes de los Derechos Humanos? (1975), cuando
interpelan las teorías criminológicas sobre su papel frente al sistema punitivo. Herman
y Julia Schwendinger confrontan las teorías positivistas, reformistas y tradicionalistas,
representadas por Sellin, Sutherland y Tappan, identificando un modelo tecnocrático de
producción criminológica.31 Los problemas suscitados por los Schwendinger avanzan
hasta la década de los 90 en la (auto)crítica pertinente que la criminología crítica llevó
a cabo a raíz del encanto de ciertas corrientes, especialmente el realismo de izquierda,
con la gestión de la seguridad pública.32
La cuestión acerca de la identidad de la criminología crítica como un movi-
miento de izquierda y la relación de este saber contestatario con el poder punitivo había
sido igualmente problematizada, bajo un enfoque relativamente distinto, en las agudas
críticas de Taylor, Walton y Young al labeling approach y a las teorías del conflicto.33
En 1967, empero, Becker había publicado un artículo seminal titulado Whose
Side Are We On?, en el que busca responder a las críticas oriundas del mainstream cri-
minológico (criminología ortodoxa) de que la sociología de la desviación (los teóricos
del labeling approach) presentaba lecturas parciales de los problemas que investigaba, las
cuales, muchas veces, eran interpretadas como manifiestos de apoyo a quienes pertur-
baban el orden.34 En 1971, en la reunión anual de la Sociedad Británica de Sociología,
Becker agrega argumentos y presenta la primera versión del texto que posteriormente
sería publicado como epílogo de la edición de 1973 de Outsiders, titulado La Teoría
del Etiquetamiento Reconsiderada. En el trabajo, busca responder a las “críticas morales
oriundas de perspectivas políticas de centro y de derecha; de la izquierda política y
del campo crítico. [Pues] las teorías interaccionistas han sido acusadas de auxiliar y
confortar al enemigo, ya sea el enemigo aquel que desestabiliza el orden existente o el
Establishment.”35

��Ídem., p. 20.
��Schwendinger e Schwendinger, Defensores da Ordem ou Guardiães dos Direitos Humanos, pp.135-176.
32 A este respecto, son esclarecedoras las conclusiones de Cohen, Against Criminology, pp. 08-
32. En Brasil, actualmente, esta fascinación es muy clara y abarca a innumerables criminólogos
de izquierda en la gestión de las instituciones punitivas y el desarrollo de programas eficientes
en el campo de la seguridad pública. Véase un importante enfoque crítico sobre esta cuestión
en Mayora e Garcia, A Criminologia Crítica na Encruzilhada da Dominação e da Transformação Social,
pp. 01-24).
Taylor, Walton e Young, The New Criminology, pp. 139-171/237-268.
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Becker, Whose Side Are We On?, pp. 239-247.
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Becker, Outsiders, p. 194.
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104 Revista de Derechos Humanos y Estudios Sociales
Becker señala que la teoría interaccionista ha innovado al abordar temas desde
perspectivas distintas e incluir sujetos “relativamente ignorados – los suficientemente
poderosos, con el poder de realizar imputaciones de delitos: política, tribunales, médi-
cos, profesores y padres.”36 El cambio del lente criminológico – desde los desviados
(etiquetados) hacia las autoridades (etiquetadores) – ha suscitado la crítica del quebran-
tamiento de la imparcialidad científica y de la condescendencia del investigador hacia
la desviación, una crítica similar a la de la “romantización del criminal” (“rebelde” o
“víctima” del sistema capitalista) asignada a la criminología crítica, dicho sea de paso. A
propósito, esta suerte de argumento es muy común para descalificar los saberes críticos,
no sólo en el campo criminológico: considerar al pensamiento desconstructor como
acientífico e ideológico, presuponiendo que la producción del conocimiento (ortodoxo)
está libre de influencias políticas y, debido a dicha neutralidad axiológica, asignar a este
discurso validez o estatus superior en términos científicos.
En realidad, el interaccionismo ha posibilitado que las autoridades y las institu-
ciones de control social se confrontaran, situación que ha provocado, en muchos casos,
desilusión (pérdida de la fe) hacia los poderes constituidos en virtud de la exposición
de las contradicciones entre los discursos oficiales (funciones aparentes vehiculadas) y
su realidad operacional (funciones reales ejercidas).37 Así, afirma Becker que todos los
involucrados con la desviación deben ser vistos como objetos potenciales de investiga-
ción y que los creadores e impositores de las reglas no pueden quedar inmunes, porque
“exentarse de estudio significa que sus pretensiones, teorías y demostraciones no están
sujetas al debate público.”38
En este sentido, la orientación metodológica planteada por el interaccionismo
no se aleja de la perspectiva de la criminología crítica, incluso en lo que atañe a los
temas (objetos) de estudio.39 Por cierto, concluye Becker que (a) la investigación del
conjunto de todos los participantes en esos “dramas morales” (acusados y acusadores),
sin exclusión (inmunización) de ninguna de las partes, sumada (b) al énfasis en el poder
que poseen ciertas personas para imponer definiciones (asignación de etiquetas) sobre

��Ídem., p. 186.
37 Algunos ejemplos presentados por Becker son significativos: “cuando comprendemos cómo
los psiquiatras escolares actúan como representantes de las autoridades escolares, y no de sus
pacientes (Szasz, 1967), perdemos parte de la fe que teníamos en la psiquiatría convencional”
(Ídem., 206).
38 Ídem., p. 186.
39 “Una investigación de esa naturaleza tiene especial relevancia moral cuando posibilita ins-
peccionar la práctica de una institución a la luz de sus fines declarados y las descripciones que
realizan sobre su propia actividad. En consecuencia, nuestro trabajo [el de los interaccionistas]
invariablemente posee un impulso crítico cuando produce algo que puede percibirse como una
evaluación de las operaciones de la sociedad o de sus partes” (Ídem., p. 206).
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Criminología crítica: Dimensiones, significados y perspectivas actuales 105
determinadas conductas o personas, “le confieren al paradigma interaccionista, en las
circunstancias actuales, un carácter radical.” Incluso porque dichos enfoques “cuestio-
nan el monopolio de la verdad y de la ‘totalidad de la historia’ reivindicada por los que
detentan posiciones de poder y de autoridad.”40

4. Criminología crítica, criminología de la praxis: Las políticas criminales alter-


nativas (agenda positiva)

El desplazamiento del objeto de investigación desde el desviado (microcriminología)


hacia la estructura político-económica y las instituciones del poder criminalizador (ma-
crocriminología) permite el acercamiento del pensamiento criminológico crítico a los
innumerables movimientos sociales de defensa de los derechos humanos. A propósito,
es en el ambiente de lucha por los derechos civiles y contra el poder militar de fines de
la década de los 60 –con las debidas peculiaridades locales: Estados Unidos (movimien-
tos contra la Guerra de Vietnam), Europa (movimientos contraculturales que estallan
en “Las Barricadas del Deseo” de mayo del 68) y América Latina (lucha de resistencia a
las Dictaduras Cívico-militares)– que emerge la propia criminología crítica.
El entrelazamiento de la teoría criminológica crítica con la práctica política de
los movimientos sociales crea un grado de organicidad que permite afirmar el naci-
miento de una criminología de la praxis41, es decir, de un saber criminológico revo-
lucionario, subversivo e innovador que asume el carácter político de la teoría y busca
contribuir a la transformación de la realidad social y a la emancipación del hombre.42
40 Ídem., p. 207.
41 Término utilizado originalmente en Carvalho, A Política Criminal de Drogas no Brasil, pp. 172-176.
42 Leandro Konder afirma que, para Marx, era necesario superar la oposición entre materia-
lismo e idealismo y reconocer el poder del sujeto para intervenir en el mundo. De esta forma,
“en esta intervención consistía la praxis, la actividad ‘revolucionaria’, ‘subversiva’, cuestionadora
e innovadora, o aún, en una expresión extremadamente sugestiva, ‘crítico-práctica’” (Konder, O
Futuro da Filosofia da Práxis, p. 115). A continuación, sintetiza: “la praxis es la actividad concreta
por la que los sujetos humanos se afirman en el mundo, modificando la realidad objetiva y - para
que la puedan alterar - transformándose a sí mismos. Es la acción que, para profundizarse de
manera más consecuente, necesita la reflexión, el autocuestionamiento, la teoría; y es la teoría la
que conduce a la acción, que afronta el reto de verificar sus aciertos y desaciertos, cotejándolos
con la práctica”, pues “(...) es en la praxis donde el ser humano tiene que comprobar la verdad,
es decir, la efectividad y el poder, la terrenalidad de su pensamiento. Y Marx añadía: ‘la contro-
versia en torno a la realidad o irrealidad del pensamiento –aislado de la praxis– es un problema
puramente escolástico’. Praxis y teoría están interconectadas, interdependientes. La teoría es un
momento necesario de la praxis; y esa necesidad no es un lujo: es una característica que distingue
a la praxis de las actividades meramente repetitivas, ciegas, mecánicas, ‘abstractas’” (Konder, O
Futuro da Filosofia da Práxis, p. 115). Roberto Lyra Filho, en forma innovadora, lleva a cabo en
suelo brasileño la crítica de la criminología y del derecho penal de matrices positivistas desde el
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106 Revista de Derechos Humanos y Estudios Sociales
En una apropiación de la undécima de las Tesis sobre Feuerbach43, sería posible decir que
el norte de la criminología crítica es negar la autonomía del conocimiento respecto de
la realidad y promocionar una acción capaz de transformarla: “los criminólogos vienen
limitándose a interpretar el delito y la desviación; se trata, sin embargo, de transformar
las estructuras de criminalización.”
Si la teoría cohermana de la criminología crítica (o anticriminología) en el campo
de los saberes médico-psiquiátricos es la antipsiquiatría (psiquiatría crítica)44, al igual
que los antipsiquiatras le asignaron organicidad a su teoría en el movimiento antimani-
comial, la criminología crítica irá a proyectar su elaboración teórica en acción transfor-
madora hacia las denominadas políticas criminales alternativas. De ese modo, según
Link y Mayora, “la criminología crítica sólo será criminología siempre y cuando desvele
la actuación del derecho penal, sobre todo las funciones ocultas, latentes o subterráneas
que éste ejerce en la actual fase del capitalismo, y, a partir de ahí, proponga políticas
criminales alternativas.”45
La constante revisión conceptual, sumada a la pluralidad de orientaciones y a la
interacción con los movimientos sociales, impulsa, pues, a diseñar la segunda agenda
de la criminología crítica: la agenda positiva.
Por supuesto que la perspectiva negativa se proyecta como acción deslegitimante
de las prácticas punitivas. Sin embargo, esta circunstancia no incapacita el planteamien-
to de pautas positivas (constructivas) que, debido a la heterogeneidad de las perspecti-
vas, se constituyen como proyectos políticos de distintos alcances; como plataformas
de corto, mediano y largo plazo; o tan sólo como utopías concretas. Según el nivel de
agudización de la crítica, es decir, el mayor o menor grado de deslegitimación al sistema
punitivo, las perspectivas político-criminales alternativas varían y pueden presentarse
de la siguiente forma:

(1a) Garantismo penal: modelo teórico-normativo neopositivista, orienta-


do a la práctica judicial, fundamentado en la defensa de las reglas del juego
procesal penal como forma de tutela a los derechos fundamentales contra el
poder punitivo. Incorpora las pautas político-criminales del derecho penal
mínimo y rechaza el abolicionismo.
humanismo dialéctico. En Criminologia Dialética, el concepto de praxis atraviesa la investigación
criminológica (Lyra Filho, Criminologia Dialética, pp. 48-52).
43 “Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de diferentes maneras; lo que importa
es transformarlo” (Marx e Engels, A Ideologia Alemã, p. 14).
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Respecto de las relaciones entre criminología crítica y antipsiquiatría, véanse Anyar de Cas-
tro, Criminologia da Reação Social, pp. 166-178; Carvalho, Antimanual de Criminologia, pp. 270-311;
Weigert e Guareschi, Mulheres em Cumprimento de Medida de Segurança, pp. 155-169.
Link e Mayora, Criminologia e Cultura Contemporânea, p. 106.
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Criminología crítica: Dimensiones, significados y perspectivas actuales 107
(2a) Derecho penal mínimo: movimiento práctico-teórico de crítica a los
criterios de selección de la relevancia de los bienes jurídicos tutelados por el
derecho penal (políticas de descriminalización); de crítica a los criterios cuan-
titativos y cualitativos de determinación de las penas (políticas de despenali-
zación); y de crítica a la forma carcelaria de la pena privativa de libertad (po-
líticas de excarcelación e implementación de sustitutivos penales). Las pers-
pectivas del derecho penal mínimo se inclinan entre la crítica (garantismo) y
la defensa del abolicionismo –al decir de Zaffaroni, por ejemplo, el derecho
penal mínimo “(...) no [puede ser comprendido] como una meta insuperable,
sino como paso o tránsito hacia el abolicionismo, por más inalcanzable que
hoy parezca.”46
(3a) Uso alternativo del derecho penal: movimiento práctico-teórico, deri-
vado de la teoría crítica del derecho, que busca, a partir de la actuación de los
actores jurídicos, explotar las lagunas y contradicciones del sistema jurídico
con el fin de ampliar los espacios de libertad y restringir el poder punitivo,
en sentido muy similar a lo que Zaffaroni y Batista denominan dogmática
consecuente.47 Supera el garantismo penal a raíz de la profunda crítica al positi-
vismo jurídico y del acercamiento epistemológico a la sociología del derecho,
situación que permite explotar, en forma virtuosa, el pluralismo jurídico.
(4a) Realismo de izquierda: enfoque político-administrativo de gestión del
sistema punitivo y de las agencias de seguridad pública. Presupone la actua-
ción de expertos (criminológos), en instituciones gestionadas por partidos
políticos de izquierda, con el fin de disminuir la selectividad, reducir los da-
ños de la criminalización y de la prisionalización, además de ampliar la lista
de alternativas o sustitutivos penales. Diseña, asimismo, la construcción de
políticas públicas de reforma social como forma pragmática de prevención
a la criminalidad. La perspectiva realista es cuestionada sobre todo por los
teóricos del abolicionismo que conciben la acción en la gestión del sistema
penal como un movimiento de relegitimación del poder punitivo.48
Zaffaroni, Em Busca das Penas Perdidas, pp. 106. En el mismo sentido, véase Baratta, Che Cosa
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è la Criminologia Critica?, p. 73.
Zaffaroni e Batista, Direito Penal Brasileiro II, p. 24. En el mismo sentido, véase Carvalho,
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Penas e Medidas de Segurança no Direito Penal Brasileiro, pp. 149-155.
48 Enseña Shecaira que la perspectiva (neo)realista busca presentar alternativas político-crimi-
nales y de seguridad pública a los gobiernos de izquierda, desde una orientación humanitaria que
privilegie la defensa de los derechos y reduzca los daños del sistema penal. En lo teórico, recuer-
da que “el llamado neorrealismo de izquierda toma el nombre de realismo para contraponerse
al idealismo, como se denominan los representantes de las tendencias críticas en general” (She-
caira, Criminologia, p. 330). La perspectiva realista presupone, pues, la necesidad de actuación en
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108 Revista de Derechos Humanos y Estudios Sociales
(5a) Abolicionismo penal: movimiento práctico-teórico que busca cons-
truir estrategias para la superación del sistema penal, de las agencias e ins-
tituciones punitivas y de la misma gramática (lenguaje) criminalizadora. In-
vierte la lógica de la respuesta estatal, enfatizando la necesidad de creación
de mecanismos de protección y tutela a las víctimas –cuanto más grave sea el
delito, tanto mayor debe ser el apoyo estatal a las víctimas. Señala la creación
de espacios de mediación y mecanismos alternativos para la resolución de
conflictos, mediante la superación de la lógica carcerocéntrica.49

La pluralidad de perspectivas, en algunos puntos claramente conflictiva (p. ej.,


la cuestión concerniente al abolicionismo versus garantismo), no obstaculiza, con todo,
la construcción de una agenda político-criminal alternativa de base dirigida hacia la
contracción del sistema punitivo. En este aspecto, ya sean entendidos como estrategia
o como fin, el garantismo y el derecho penal mínimo parecen constituirse en discursos
y herramientas relativamente consensuales en el pensamiento crítico. De otra parte, la
vinculación de determinadas tendencias teórico-críticas con los movimientos sociales
organizados ha producido, en cierto sentido, algunas contradicciones aparentes, como
la demanda de criminalización de algunas conductas a partir de la afirmación de la ne-

el campo de la prevención del delito y en la gestión del sistema punitivo, de suerte que produzca
el menor daño posible, especialmente si su gestión está orientada por políticas conservadoras
de (extrema) derecha (ley y orden y tolerancia cero, p. ej.). Acerca de las perspectivas y críticas
del realismo de izquierda, véanse Shecaira, Criminologia, pp. 330-338; y Larrauri, La Herencia de la
Criminología Crítica, pp. 156-191. Sin embargo, Mayora y Garcia llaman la atención a la necesidad
de pensar críticamente las relaciones entre el campo de la criminología y el de la seguridad públi-
ca, lo que remite al debate sobre los distintos tipos de violencia (individual e institucional) y, en
los términos puntualizados por Pavarini, entre autoridad y libertad. Según los autores, fuertemente
inspirados en el texto de referencia del matrimonio Schwendinger, “los objetos de la criminolo-
gía y la seguridad pública son distintos y, en la mayor parte del tiempo, conflictivos; si al gestor
y al teórico de la seguridad pública les toca imaginar medios para reducir los ruidos sociales en
nombre de la búsqueda de una sociedad ordenada, al criminológo que se posiciona a partir de
la tesis fuerte de que la violencia estructural es más importante, le toca criticar, en el sentido de
distinguir, las acciones sociales potencialmente emancipatorias, aunque dichas acciones puedan
conllevar algún grado de violencia, es decir, aunque dichas acciones estén consideradas, desde
el punto de vista de los defensores del orden, como criminales” (Mayora e Garcia, A Criminologia
Crítica na Encruzilhada da Dominação e da Transformação Social, p. 02).
Respecto de la necesidad de una toma de posición frente a la dicotomía autoridad y
libertad, véase Pavarini, Vale la Pena Salvar a la Criminología?, pp. 31-37.
49 Sobre perspectivas de mediación penal, específicamente en relación con los proyectos de
justicia restaurativa, desde una fuerte base abolicionista, véanse Achutti, Justiça Restaurativa e
Abolicionismo Penal, pp. 112-123; e Pallamolla, Rafaella, Justiça Restaurativa, pp. 37-45.
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Criminología crítica: Dimensiones, significados y perspectivas actuales 109
cesidad del uso simbólico del derecho penal contra las acciones lesivas cometidas por
los agentes públicos o los agentes contra la cosa pública.
Es interesante notar, por cierto, que en las primeras proposiciones del pensa-
miento criminológico crítico se afirmaba la inversión de la selectividad del derecho penal
mediante la criminalización de las conductas consideradas altamente dañinas, cometi-
das por los sujetos detentadores de los poderes político y económico.
Al analizar las perspectivas de la criminología radical en relación con la crimi-
nología tradicional, Juarez Cirino dos Santos sostiene que algunas definiciones legales
del delito y del daño en el pensamiento ortodoxo (huelgas y disidencia política, p. ej.)
se distinguen claramente de las que importan a la crítica (imperialismo, explotación,
genocidio y daño ecológico, p. ej.). Así, “la Criminología Radical invierte la ecuación:
relaciones sociales dañinas/delito, abarcando la explotación imperialista, las violaciones
a la autodeterminación de los pueblos, al derecho de los trabajadores al control y ges-
tión de la plusvalía producida, los abusos del poder económico y político, y todos los
daños sociales definidos como ‘delitos sistémicos’.”50
Baratta admite que, en algunos casos, la función (meramente) simbólica del de-
recho penal puede representar un “significado político importante en una determinada
fase de luchas por la afirmación de los derechos humanos, conducidas por sus mo-
vimientos representativos.”51 De entre otros ejemplos, cita el caso de las luchas del
movimiento feminista contra la violencia de género y los movimientos de derechos
humanos por el castigo de los agentes públicos responsables de graves delitos (muertes,
secuestros, torturas y desapariciones), bajo la justificación de la represión de los delitos
políticos, durante los regímenes autoritarios. Observa el autor, sin embargo, que esta
opción por el derecho penal simbólico, en muchos casos, es contraproducente, pues
incluso acaba por obstaculizar la efectiva tutela de los derechos en juego.52

Santos, A Criminologia Radical, p. 37.


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51 Baratta, Che Cosa è la Criminologia Critica?, p. 77.
52 Sobre todo a partir de la elaboración del concepto de “empresarios morales atípicos”, propuesto
por Scheerer en 1986 (Apud Larrauri, La Herencia de la Criminología Crítica, pp. 216-224), el debate
acerca de la (im)propiedad del uso del derecho penal por los movimientos sociales organizados
como herramienta de tutela de los derechos humanos es una variable constante en la pauta de
las políticas criminales alternativas.
Parece que queda la duda de las (im)posibilidades del uso controlado del derecho penal. En este
sentido, un estudio específico sobre la criminalización de la homofobia y la violencia doméstica:
Carvalho, Sobre a Criminalização da Homofobia, pp. 187-211. En interesante estudio respecto del
tema, una importante problematización sobre la inmunidad de los poderosos a la criminalización:
Pandolfo et alii., Em Defesa da Esquerda Punitiva, pp. 03-04.
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110 Revista de Derechos Humanos y Estudios Sociales
5. Consideraciones finales: La criminología crítica como criminología
de los derechos humanos

La sintonía de la pauta político-criminal con los movimientos sociales de defensa de


los derechos humanos –sumada a la maduración teórica resultante de las crisis que han
afectado al pensamiento crítico en general en las últimas décadas, en especial a partir
de la caída del Muro de Berlín– permite redefinir el horizonte de proyección de la cri-
minología crítica. A propósito, la afirmación de los derechos humanos y la negación
de la matriz criminológica positivista posibilitan que innumerables corrientes de pen-
samiento, más o menos autónomas en relación con la matriz radical, se incluyan en la
lista de las criminologías críticas –por ejemplo, la criminología feminista, la criminolo-
gía cultural, la criminología queer, la criminología racial, la criminología ambiental (green
criminology), la criminología posmoderna, la criminología de la no violencia (peacemaking
criminology), la convict criminology, la newsmaking criminology, la criminología marginal, ade-
más de las inagotables posibilidades de interacción derivadas, como es el caso de la
criminología feminista negra (black feminist criminology).53
En este sentido, el postulado de Baratta de que los derechos humanos sean vis-
tos como objeto y límite del derecho penal parece cobrar indiscutible actualidad y aportar
un inagotable campo de investigación, así como una urgente área de intervención: “el
concepto de los derechos humanos asume, en este caso, una doble función. En primer
lugar, una función negativa concerniente a los límites de la intervención penal. En se-
gundo lugar, una función positiva, respecto de la definición del objeto, posible, pero no
necesario, de la tutela por medio del derecho penal. Un concepto histórico-social de los
derechos humanos ofrece, en ambas funciones, el instrumento teórico más adecuado
para la estrategia de la máxima contención de la violencia punitiva, que actualmente
constituye el momento prioritario de una política alternativa del control social.”54
En la agenda de los derechos humanos, la criminología crítica parece reencon-
trar un rumbo muy definido y hábil, por cierto, para excluir determinadas tendencias
utilitaristas con fuerte inspiración punitivista que buscan sostener (legitimar), desde un
discurso aparentemente crítico, la intervención punitiva y la preponderancia de los po-
deres en perjuicio de los derechos –algunas (re)interpretaciones (criminalizadoras) del
pensamiento garantista operan exactamente en este sentido. Así, además de un campo
teórico revitalizado y abierto a los movimientos sociales, la criminología crítica como
criminología de los derechos humanos, en los términos planteados por Lola Anyar

53 Respecto de las actuales tendencias de la criminología crítica, véase Dekeseredy, Contempo-


rary Critical Criminology, pp. 25-58.
54 Baratta, Principios de Derecho Penal Mínimo, p. 299.
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Criminología crítica: Dimensiones, significados y perspectivas actuales 111
de Castro, abre espacio, asimismo, a intervenciones político-criminales, plasmando esta
necesidad visceral de contacto con la realidad social (criminología de la praxis).
A propósito, Lola Anyar de Castro es precisa al demostrar el movimiento pen-
dular de los distintos discursos criminológicos que se desplazan del extremo violador al
polo protector de los derechos humanos.55 La reversibilidad del discurso criminológico
en cuanto a los derechos humanos parece depender, en gran medida, de su mayor o
menor adhesión a las razones del poder punitivo o, en último análisis, a la razón de
Estado (punitivo).56
La “vocación antiautoritaria de la criminología crítica” permite, por lo tanto,
“(...) con su observación permanente del ejercicio del poder, y centrándose tanto en la
justicia social como en toda acción de democracia emancipatoria generalizada, incor-
pora la concepción no sólo de estos derechos [libertad e igualdad], sino la de todos
los derechos humanos, y para todas las personas.”57 Anyar de Castro se adhiere a la
perspectiva de Baratta de que los derechos humanos representan los límites y el objeto
del derecho penal; aporta, sin embargo, una función de contenido que orienta un saber
criminológico que ejerce la crítica externa al derecho penal, pues “la Criminología de
los Derechos Humanos controla los controles. Y para ello, debe tener bajo observación
permanente los movimientos de toda relación fáctica de poder.”58
Además de ello, la proposición de una criminología de los derechos humanos
adquiere una capacidad crítica potenciada si la interpretación del contenido, la denun-
cia de las violaciones y la acción de tutela de los derechos son proyectadas desde una
perspectiva marginal, en los términos planteados por Zaffaroni (realismo marginal).
Marginal no sólo por enmarcar un lugar periférico en la geopolítica mundial (norte
versus sur), sino, sobre todo, por identificar relaciones de dependencia con los poderes

55 Anyar de Castro, La Criminología Crítica en el Siglo XXI como Criminología de los Derechos Huma-
nos y la Contra-Reforma Humanística, p. 269.
56 En este sentido, es fundamental que se adopte una postura crítica en relación con el
propio concepto de derechos humanos. Sobre el tema, dialogando directamente con el saber
criminológico: Sánchez Rubio, Inversión Ideológica y Derecho Penal Mínimo, Decolonial, Intercultural y
Antihegemónico, pp. 137-162.
57 Anyar de Castro, La Criminología Crítica en el Siglo XXI como Criminología de los Derechos Huma-
nos y la Contra-Reforma Humanística, p. 271.
58 “El Derecho Penal, para esta nueva Criminología, es parte del ‘ser’ a estudiar y a vigilar;
‘Ser’ al cual hay que controlar las desviaciones que se produzcan en el terreno de los valores. La
Criminología de los Derechos Humanos controla los controles. (…) Un penalista crítico y un
criminólogo crítico se encuentran en el mismo terreno, en un trabajo fordista de aporte, asimila-
ción y reelaboración. El criminólogo, con los pies en la tierra, aporta el dato crítico exterior. El
penalista lo convierte en tendencias modernas de la Dogmática.” (Ídem., p. 289.)
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112 Revista de Derechos Humanos y Estudios Sociales
centrales y nombrar a los sujetos que son objeto de violencias extremas perpetradas
por el sistema penal.59
Según enseña Vera Malaguti Batista, el neoliberalismo trajo el sistema penal al
epicentro de la actuación política en las últimas décadas, combinando la prisión con
nuevas tecnologías de control, vigilancia y exclusión social.60 De esta forma, pese a sus
crisis, la criminología crítica, en el actual escenario de densificación de los procesos de
criminalización selectiva que resulta en el encarcelamiento masivo de personas y grupos
vulnerables, sigue suministrando instrumentos sofisticados para la comprensión de las
violencias. Violencias que son inherentes a las estructuras de los poderes político y eco-
nómico y a las instituciones de control social que las sostienen y legitiman.
El reencuentro con el pensamiento crítico en criminología está, por lo tanto,
mucho más que justificado; es urgente y necesario. La perspectiva macrocriminológica
permite actualizar la crítica de las violencias producidas por la lógica de gobernanza del
capitalismo contemporáneo (violencia estructural) y problematizar la funcionalidad de
las instituciones del sistema punitivo (violencia institucional), sobre todo la cárcel, en
este marco de hiperpunitividad.
La crítica al fenómeno del gran encarcelamiento, al igual que a las prácticas
y los discursos fundamentadores, constituye uno de los problemas centrales de un
pensamiento criminológico que tenga como horizonte la efectividad de los derechos
humanos.
No obstante, las preocupaciones macro no suprimen la necesidad de redimen-
sionar a las perspectivas microcriminológicas, siempre que sean entendidas como pro-
yectos criminológicos de matriz crítica que produzcan investigaciones cuyo enfoque
esté orientado a los procesos de vulnerabilidad a la criminalización y victimización
que afectan a los individuos, la colectividad o a grupos sociales concretos. En este as-
pecto, las tendencias contemporáneas de la criminología crítica (o poscrítica) referidas
aportan importantes elementos para la desconstrucción y resistencia a las sujeciones

59 Aunque Zaffaroni identifique el realismo marginal como una perspectiva criminológica


típicamente latinoamericana –”‘marginal’ no sólo señala la compleja conceptuación del sector
urbano más afectado por los albores del tecnocolonialismo, sino también la situación que se
generaliza en el plano cultural a raíz de que el colonialismo, el neocolonialismo y el tecnocolo-
nialismo incipientes dan lugar a determinada configuración de toda la población latinoamericana
que se ha gestado bajo el signo de la ‘marginación’” (Zaffaroni, Em Busca das Penas Perdidas, p.
166)–, las relaciones entre centro y margen o periferia no son fijas. Así, la violencia del sistema penal
es igualmente perceptible en los márgenes geográficos y culturales existentes en los centros de
los poderes políticos y económicos. Una vez identificadas las especificidades geográficas y tem-
porales, la perspectiva marginal ayuda, por lo tanto, la comprensión de las violencias producidas
en el centro.
Batista, Introdução Crítica à Criminologia Brasileira, p. 99.
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Criminología crítica: Dimensiones, significados y perspectivas actuales 113
producidas por las estructuras del poder político y económico y por las instituciones
del poder punitivo.

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