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Penas Perdidas, p. 270-277; Zaffaroni e Batista, Direito Penal Brasileiro I, pp. 46-51; Carvalho, Penas
e Medidas de Segurança no Direito Penal Brasileiro, pp. 230-238.
Taylor, Walton e Young, Criminologia Crítica na Inglaterra, p. 56.
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Baratta, Criminologia Crítica e Crítica do Direito Penal, p. 143.
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13 Baratta, Che Cosa è la Criminologia Critica?, p. 53.
Baratta, Criminologia Crítica e Crítica do Direito Penal, p. 145.
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criminales y legales en particular.”15 En este sentido, a las teorías conflictuales se las
perciben como deficitarias, por cuanto sólo el materialismo histórico, como método de
análisis de las relaciones de poder, permitiría percibir que no es posible “llevar a cabo
análisis sobre la base de categorías generales (tales como ‘producción’), argumentando,
al contrario, que solamente hay formas de producción distintas, históricamente limita-
das, específicas a determinadas épocas y determinadas condiciones.”16
Por consiguiente, emerge la criminología crítica como una perspectiva crimi-
nológica orientada por el materialismo (método) que, al incorporar los avances de las
teorías etiquetistas y conflictuales, rechaza los modelos consensuales de sociedad y los
supuestos causales explicativos de la criminalidad de base microsociológica (criminolo-
gía ortodoxa), así como reorienta el objeto de investigación hacia los procesos de cri-
minalización, la actuación de las agencias del sistema penal y, sobre todo, las relaciones
entre estructura política y control social.
Según Cohen, la criminología crítica, al principio, traza algunos rasgos a partir
del labeling approach y de la sociología del conflicto para, posteriormente, fundada en el
marxismo clásico, abordar temas propios como ley, clase y Estado, alejándose de forma
radical de la agenda positivista (criminología ortodoxa), cuyos supuestos (etiológicos)
se los perciben como racionalidades serviles a la lógica criminógena del capitalismo. Así
que, aspirando interpretar el delito y el control social desde una perspectiva político-
económica, la crítica somete las definiciones legales a la investigación histórica y ma-
terialista. En paralelo, se expande el análisis de suerte a abarcar a los “crímenes de los
poderosos” (“los daños sociales que el Estado se autoriza a cometer”).17
Con ocasión de la conversión de la perspectiva micro a la macrosociológica, la
crítica evidenció el rol de destaque que la criminología de corte positivista desempeñó
en la legitimación de la estructura e instituciones punitivas y del saber penal. Aunque
en el plano epistemológico se le haya reducido a una ciencia menor, auxiliar al derecho
penal18, la criminología ortodoxa ha desarrollado todas las herramientas necesarias
para justificar el poder punitivo. En este aspecto, Cohen, en las palabras de Foucault, es
preciso al señalar que “el conocimiento criminológico [criminología científica, crimino-
logía positivista] siempre ha sido altamente utilitario: una coartada muy elaborada para
��Ídem., p. 20.
��Schwendinger e Schwendinger, Defensores da Ordem ou Guardiães dos Direitos Humanos, pp.135-176.
32 A este respecto, son esclarecedoras las conclusiones de Cohen, Against Criminology, pp. 08-
32. En Brasil, actualmente, esta fascinación es muy clara y abarca a innumerables criminólogos
de izquierda en la gestión de las instituciones punitivas y el desarrollo de programas eficientes
en el campo de la seguridad pública. Véase un importante enfoque crítico sobre esta cuestión
en Mayora e Garcia, A Criminologia Crítica na Encruzilhada da Dominação e da Transformação Social,
pp. 01-24).
Taylor, Walton e Young, The New Criminology, pp. 139-171/237-268.
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Becker, Whose Side Are We On?, pp. 239-247.
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Becker, Outsiders, p. 194.
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Becker señala que la teoría interaccionista ha innovado al abordar temas desde
perspectivas distintas e incluir sujetos “relativamente ignorados – los suficientemente
poderosos, con el poder de realizar imputaciones de delitos: política, tribunales, médi-
cos, profesores y padres.”36 El cambio del lente criminológico – desde los desviados
(etiquetados) hacia las autoridades (etiquetadores) – ha suscitado la crítica del quebran-
tamiento de la imparcialidad científica y de la condescendencia del investigador hacia
la desviación, una crítica similar a la de la “romantización del criminal” (“rebelde” o
“víctima” del sistema capitalista) asignada a la criminología crítica, dicho sea de paso. A
propósito, esta suerte de argumento es muy común para descalificar los saberes críticos,
no sólo en el campo criminológico: considerar al pensamiento desconstructor como
acientífico e ideológico, presuponiendo que la producción del conocimiento (ortodoxo)
está libre de influencias políticas y, debido a dicha neutralidad axiológica, asignar a este
discurso validez o estatus superior en términos científicos.
En realidad, el interaccionismo ha posibilitado que las autoridades y las institu-
ciones de control social se confrontaran, situación que ha provocado, en muchos casos,
desilusión (pérdida de la fe) hacia los poderes constituidos en virtud de la exposición
de las contradicciones entre los discursos oficiales (funciones aparentes vehiculadas) y
su realidad operacional (funciones reales ejercidas).37 Así, afirma Becker que todos los
involucrados con la desviación deben ser vistos como objetos potenciales de investiga-
ción y que los creadores e impositores de las reglas no pueden quedar inmunes, porque
“exentarse de estudio significa que sus pretensiones, teorías y demostraciones no están
sujetas al debate público.”38
En este sentido, la orientación metodológica planteada por el interaccionismo
no se aleja de la perspectiva de la criminología crítica, incluso en lo que atañe a los
temas (objetos) de estudio.39 Por cierto, concluye Becker que (a) la investigación del
conjunto de todos los participantes en esos “dramas morales” (acusados y acusadores),
sin exclusión (inmunización) de ninguna de las partes, sumada (b) al énfasis en el poder
que poseen ciertas personas para imponer definiciones (asignación de etiquetas) sobre
��Ídem., p. 186.
37 Algunos ejemplos presentados por Becker son significativos: “cuando comprendemos cómo
los psiquiatras escolares actúan como representantes de las autoridades escolares, y no de sus
pacientes (Szasz, 1967), perdemos parte de la fe que teníamos en la psiquiatría convencional”
(Ídem., 206).
38 Ídem., p. 186.
39 “Una investigación de esa naturaleza tiene especial relevancia moral cuando posibilita ins-
peccionar la práctica de una institución a la luz de sus fines declarados y las descripciones que
realizan sobre su propia actividad. En consecuencia, nuestro trabajo [el de los interaccionistas]
invariablemente posee un impulso crítico cuando produce algo que puede percibirse como una
evaluación de las operaciones de la sociedad o de sus partes” (Ídem., p. 206).
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determinadas conductas o personas, “le confieren al paradigma interaccionista, en las
circunstancias actuales, un carácter radical.” Incluso porque dichos enfoques “cuestio-
nan el monopolio de la verdad y de la ‘totalidad de la historia’ reivindicada por los que
detentan posiciones de poder y de autoridad.”40
el campo de la prevención del delito y en la gestión del sistema punitivo, de suerte que produzca
el menor daño posible, especialmente si su gestión está orientada por políticas conservadoras
de (extrema) derecha (ley y orden y tolerancia cero, p. ej.). Acerca de las perspectivas y críticas
del realismo de izquierda, véanse Shecaira, Criminologia, pp. 330-338; y Larrauri, La Herencia de la
Criminología Crítica, pp. 156-191. Sin embargo, Mayora y Garcia llaman la atención a la necesidad
de pensar críticamente las relaciones entre el campo de la criminología y el de la seguridad públi-
ca, lo que remite al debate sobre los distintos tipos de violencia (individual e institucional) y, en
los términos puntualizados por Pavarini, entre autoridad y libertad. Según los autores, fuertemente
inspirados en el texto de referencia del matrimonio Schwendinger, “los objetos de la criminolo-
gía y la seguridad pública son distintos y, en la mayor parte del tiempo, conflictivos; si al gestor
y al teórico de la seguridad pública les toca imaginar medios para reducir los ruidos sociales en
nombre de la búsqueda de una sociedad ordenada, al criminológo que se posiciona a partir de
la tesis fuerte de que la violencia estructural es más importante, le toca criticar, en el sentido de
distinguir, las acciones sociales potencialmente emancipatorias, aunque dichas acciones puedan
conllevar algún grado de violencia, es decir, aunque dichas acciones estén consideradas, desde
el punto de vista de los defensores del orden, como criminales” (Mayora e Garcia, A Criminologia
Crítica na Encruzilhada da Dominação e da Transformação Social, p. 02).
Respecto de la necesidad de una toma de posición frente a la dicotomía autoridad y
libertad, véase Pavarini, Vale la Pena Salvar a la Criminología?, pp. 31-37.
49 Sobre perspectivas de mediación penal, específicamente en relación con los proyectos de
justicia restaurativa, desde una fuerte base abolicionista, véanse Achutti, Justiça Restaurativa e
Abolicionismo Penal, pp. 112-123; e Pallamolla, Rafaella, Justiça Restaurativa, pp. 37-45.
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cesidad del uso simbólico del derecho penal contra las acciones lesivas cometidas por
los agentes públicos o los agentes contra la cosa pública.
Es interesante notar, por cierto, que en las primeras proposiciones del pensa-
miento criminológico crítico se afirmaba la inversión de la selectividad del derecho penal
mediante la criminalización de las conductas consideradas altamente dañinas, cometi-
das por los sujetos detentadores de los poderes político y económico.
Al analizar las perspectivas de la criminología radical en relación con la crimi-
nología tradicional, Juarez Cirino dos Santos sostiene que algunas definiciones legales
del delito y del daño en el pensamiento ortodoxo (huelgas y disidencia política, p. ej.)
se distinguen claramente de las que importan a la crítica (imperialismo, explotación,
genocidio y daño ecológico, p. ej.). Así, “la Criminología Radical invierte la ecuación:
relaciones sociales dañinas/delito, abarcando la explotación imperialista, las violaciones
a la autodeterminación de los pueblos, al derecho de los trabajadores al control y ges-
tión de la plusvalía producida, los abusos del poder económico y político, y todos los
daños sociales definidos como ‘delitos sistémicos’.”50
Baratta admite que, en algunos casos, la función (meramente) simbólica del de-
recho penal puede representar un “significado político importante en una determinada
fase de luchas por la afirmación de los derechos humanos, conducidas por sus mo-
vimientos representativos.”51 De entre otros ejemplos, cita el caso de las luchas del
movimiento feminista contra la violencia de género y los movimientos de derechos
humanos por el castigo de los agentes públicos responsables de graves delitos (muertes,
secuestros, torturas y desapariciones), bajo la justificación de la represión de los delitos
políticos, durante los regímenes autoritarios. Observa el autor, sin embargo, que esta
opción por el derecho penal simbólico, en muchos casos, es contraproducente, pues
incluso acaba por obstaculizar la efectiva tutela de los derechos en juego.52
55 Anyar de Castro, La Criminología Crítica en el Siglo XXI como Criminología de los Derechos Huma-
nos y la Contra-Reforma Humanística, p. 269.
56 En este sentido, es fundamental que se adopte una postura crítica en relación con el
propio concepto de derechos humanos. Sobre el tema, dialogando directamente con el saber
criminológico: Sánchez Rubio, Inversión Ideológica y Derecho Penal Mínimo, Decolonial, Intercultural y
Antihegemónico, pp. 137-162.
57 Anyar de Castro, La Criminología Crítica en el Siglo XXI como Criminología de los Derechos Huma-
nos y la Contra-Reforma Humanística, p. 271.
58 “El Derecho Penal, para esta nueva Criminología, es parte del ‘ser’ a estudiar y a vigilar;
‘Ser’ al cual hay que controlar las desviaciones que se produzcan en el terreno de los valores. La
Criminología de los Derechos Humanos controla los controles. (…) Un penalista crítico y un
criminólogo crítico se encuentran en el mismo terreno, en un trabajo fordista de aporte, asimila-
ción y reelaboración. El criminólogo, con los pies en la tierra, aporta el dato crítico exterior. El
penalista lo convierte en tendencias modernas de la Dogmática.” (Ídem., p. 289.)
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centrales y nombrar a los sujetos que son objeto de violencias extremas perpetradas
por el sistema penal.59
Según enseña Vera Malaguti Batista, el neoliberalismo trajo el sistema penal al
epicentro de la actuación política en las últimas décadas, combinando la prisión con
nuevas tecnologías de control, vigilancia y exclusión social.60 De esta forma, pese a sus
crisis, la criminología crítica, en el actual escenario de densificación de los procesos de
criminalización selectiva que resulta en el encarcelamiento masivo de personas y grupos
vulnerables, sigue suministrando instrumentos sofisticados para la comprensión de las
violencias. Violencias que son inherentes a las estructuras de los poderes político y eco-
nómico y a las instituciones de control social que las sostienen y legitiman.
El reencuentro con el pensamiento crítico en criminología está, por lo tanto,
mucho más que justificado; es urgente y necesario. La perspectiva macrocriminológica
permite actualizar la crítica de las violencias producidas por la lógica de gobernanza del
capitalismo contemporáneo (violencia estructural) y problematizar la funcionalidad de
las instituciones del sistema punitivo (violencia institucional), sobre todo la cárcel, en
este marco de hiperpunitividad.
La crítica al fenómeno del gran encarcelamiento, al igual que a las prácticas
y los discursos fundamentadores, constituye uno de los problemas centrales de un
pensamiento criminológico que tenga como horizonte la efectividad de los derechos
humanos.
No obstante, las preocupaciones macro no suprimen la necesidad de redimen-
sionar a las perspectivas microcriminológicas, siempre que sean entendidas como pro-
yectos criminológicos de matriz crítica que produzcan investigaciones cuyo enfoque
esté orientado a los procesos de vulnerabilidad a la criminalización y victimización
que afectan a los individuos, la colectividad o a grupos sociales concretos. En este as-
pecto, las tendencias contemporáneas de la criminología crítica (o poscrítica) referidas
aportan importantes elementos para la desconstrucción y resistencia a las sujeciones
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