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El fantasma de lo finito en Aristóteles

La delación de Giordano Bruno contra Aristóteles es incesante, dado que éste último es el
responsable, en primer lugar, de mal interpretar la idea de ousía o de sustancia y de legitimar
la fantasiosa idea de un cosmos cerrado y de la finitud del mismo.
Antecedentes
En el siglo I a.C. la recuperación de los textos esotéricos de Aristóteles se remitieron tanto a
Atenas y luego a Roma, dado que muchos de sus tratados se eclipsaron luego de la muerte
de Teofrasto en el año 288 a.C. Posteriormente, dichos tratados se le endilgaron a
Andrónico de Rodas, quien en cierto modo los recopiló y los publicó como un corpus
aristotélico, no obstante bajo su editorial. En efecto, Andrónico ordena y articula las
lecciones, y entre ellas a las que concernían a la física, vale decir, a la ciencia que tiene como
objeto de estudio las cuestiones relativas al movimiento o aquella que pregona en torno a
los principios fundamentales de la sustancia móvil. En este sentido, tanto la Física, la
Metafísica, los Meteorológicos, son el producto de la labor intelectual de Andrónico, y no
en rigor del propio Aristóteles –al menos en los títulos y en la orden de sus obras–.
La obra acerca del cielo o de caelo tiene como objeto de estudio la sustancia celeste que, dicho
sea de paso, no se reduce su estudio al tamiz interpretativo de la filosofía presentada como
física, sino que también el estudio del cielo le concierne a una rama específica de la
matemática, esto es, la astronomía, dado que realiza una examen geométrico al perfecto
movimiento circular y uniforme del cielo. Sin embargo, el filósofo español Miguel Ángel
Granada, mantiene la hipótesis de que el estudio del cielo no es propio, en rigor, de la
astronomía, sino que es la filosofía la que considera como tal su estudio, dado que tiene un
carácter más originario. En consecuencia, Granada mienta que
“Las primeras líneas del Perì ouranoû dejan claro cuál es su objeto de estudio y la perspectiva
del mismo: la naturaleza o physis, es decir, el ser sensible o extenso (cuerpos y magnitudes) y
sus movimientos. […] De caelo es una obra de cosmología, filosofía natural o física; preliminar
y fundamentadora con respecto a la astronomía matemática, que encuentra en ella sus principios
–por ejemplo: geocentrismo e inmovilidad de la tierra, circularidad y uniformidad de los
movimientos celestes– y la demostración de los mismos. La distribución de la autoridad hasta
el siglo XVI entre Aristóteles (De caelo) y Ptolomeo (Sintaxis matemática o Almagesto) tiene
aquí su raíz”1
De esta lectura se colige, en primer lugar, que el estudio fundamental de la física2 es la
naturaleza, y por lo tanto es la filosofía la que debiera seguir dicho proyecto. En suma, el
estudio en torno al cielo es físico, y no en su origen matemático-astronómico. En segundo
lugar, tanto Aristóteles como Ptolomeo se perpetuaron en la tradición, que será
cuestionada por Copérnico. Sin embargo, este paradigma será pulverizado por Giordano
Bruno, quien a mediados del siglo XVI destruye taxativamente la cosmovisión tradicional

1
Granada, Miguel Ángel. El Umbral de la modernidad, El kósmos de Aristóteles: necesidad, finitud,
jerarquía, unicidad, eternidad, geocentrismo. Barcelona. Ediciones Herder, año 2000. Pág. 299
2
En su origen, la física y la astronomía deviene de la filosofía, dado que en sus orígenes el estudio en torno
al cielo fue suscitada por ella. La filosofía es la ciencia preliminar y la que fundamenta todo lo relacionado
con lo astronómico- matemático.
aristotélico-ptolemaico y a toda la tradición que la había petrificado hasta la época del
Renacimiento.
Se sabe además que la filosofía natural fue un campo yermo en el medioevo. Las causas
de este anquilosamiento en el pensamiento filosófico, tienen su raíz en la censura de
teólogos y del papado respecto a las tesis que se presentaban como contradictorias a los
dogmas impuestos por el cristianismo, es decir, era contra natura para la Iglesia que se
pensara en la posibilidad de la eternidad del mundo –asumiendo la eternidad de la
materia– en desmedro de un Dios creador del mundo.
Fue muy conocido en aquella época el obispo de París, Etienne Tempier, un dogmático
que condenó artículos en torno a la eternidad del mundo y de la necesaria imposibilidad
de un monogenismo adámico. Además de las condenas en torno a 219 tesis de matriz
aristotélica que fueron reproducidas por los averroístas del siglo XVIII. De ahí la
relevancia del pensamiento bruniano, puesto que es el primer filósofo en atacar dicho
sistema que se ha presentado casi como un dogma. Bruno demostró que toda filosofía de
lo finito, y sobre toda la aristotélica, es una ilusión ciega, que será despotricada en sus
estancias en Inglaterra en 1585, sobre todo en el diálogo “Del infinito: universo y los mundos”.
No obstante, se analizará algunas tesis del de caelo de Aristóteles, para comprender mejor
el problema.
La necesidad de la finitud del cosmos
La problemática central de la cosmología aristotélica se reduce a la pregunta por ¿Qué se
entiende por kósmos?

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