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Amor en La Familia PDF
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1. VIDA EN FAMILIA
Las familias
son diferentes
Los seres humanos nos relacionamos unos con otros. Tenemos necesidades
de alimentación y de cuidados que en nuestros primeros años son atendidas
por los adultos con quienes vivimos. También nos es indispensable comuni-
carnos con otras personas, ser aceptados y amados y saber que pertenecemos
a uno o varios grupos. Esto es importante para dar un significado y un valor
a nuestra vida, así como para saber que tenemos un lugar en el mundo. Todo
ello se obtiene inicialmente en la familia.
Una familia es un grupo de personas que tienen lazos de parentesco, costum-
bres y hábitos comunes. Cuando viven bajo un mismo techo, comparten for-
mas de entender el mundo, afectos, alegrías, tristezas, logros, fracasos, pre-
ocupaciones y recursos económicos, a la vez que tareas y responsabilidades
tales como:
dar alimento, vestido y cuidados a las personas, particularmente a
los menores, a los adultos mayores y a los miembros de la familia
con alguna discapacidad,
En familia
aprendemos
a vivir
Para algunas familias la vida puede ser más complicada que para otras. Mien-
tras que en unas los problemas se resuelven con facilidad, y por lo general las
relaciones son más tranquilas, respetuosas y armoniosas, en otras hay mayor
dificultad para resolver sus necesidades o comunicar sus ideas y deseos. En
estas familias no se sabe o no se puede expresar el afecto y el apoyo hacia los
otros; con frecuencia las personas se enojan, se pelean y se alejan; les cuesta
trabajo aceptar sus diferencias y adaptarse a sus cambios, y la convivencia se
hace más difícil.
Las familias
no están solas
Viven en rancherías, barrios, comunidades o colonias donde se relacionan
entre sí. Se apoyan, aprenden unas de otras e intercambian valores, ideas,
experiencias y creencias que influyen en la educación de los niños y de las
niñas.
En esa convivencia, los hijos y las hijas aprenden que el mundo no sólo es
como en su casa. Se dan cuenta de que existen personas cariñosas, exitosas,
violentas, flojas o trabajadoras. De muchas de ellas escuchan ideas o refranes
que reflejan actitudes, creencias y maneras de relacionarse que se dan en su
comunidad. Por ejemplo, es frecuente escuchar:
¿Qué llevo?
La familia es un grupo donde los mayores tienen funciones importantes que
cumplir para ayudar a que los menores se hagan de conocimientos y cualida-
des que los fortalezcan en el camino por la vida.
Éstos se empiezan a cultivar en los primeros años de vida, y para que florez-
can es indispensable que los pequeños tengan, además de confianza y seguri-
dad en ellos mismos, la certeza de que pertenecen a un grupo.
Sentir que pertenecemos a una familia forma parte de nuestra identidad. Nos
hace saber que tenemos las mismas raíces y algunos valores de papá, mamá,
hermanos, hermanas, tíos, tías, abuelos y abuelas. Reconocer las virtudes y
los defectos de los adultos de nuestra familia, muchas veces ayuda a entender
sus formas de actuar y de pensar.
Además de sentir y saber que pertenece-
mos a una familia, tenemos valores, há-
bitos y costumbres que compartimos
con parientes, vecinos y con muchas
otras personas. Por ejemplo, nues-
tros modos de vestir, hablar, comer
o relacionarnos con otros; nuestras
formas de festejar los cumpleaños
y las bodas; la feria del pueblo;
nuestras ideas y sentimientos pa-
trios o leyendas de personajes, tam-
bién forman parte de nuestra vida en
comunidad. Todo esto nos distingue de
otros grupos sociales y de otras culturas, y da las bases
para que nos identifiquemos y para que seamos reconocidos como parte de
nuestra comunidad y de nuestro país.
Recordemos que una persona está mejor preparada para la vida cuando sien-
te confianza, seguridad y pertenencia a un grupo. Esto es resultado de:
las experiencias de sus primeros años,
sentirse aceptada y querida por su familia,
su conocimiento de sí misma
sus relaciones con los demás,
vivir con respeto y amor,
reconocer sus defectos y cualidades,
luchar por ser mejor, y
sentirse útil y valiosa en la familia, la escuela y la comunidad.
Xóchitl, quien tiene cuatro años, siempre pasa la tarde en casa de su abuela
mientras Alicia, su mamá, se va a trabajar. A veces Alicia la lleva con ella y
aunque le da algunos juguetes para que se entretenga y la deje hacer sus
labores, Xóchitl canta, habla fuerte y le pide que juegue con ella. Cuando
una compañera de trabajo se acerca, Xóchitl jalonea la blusa de su mamá y
quiere que le platique un cuento y no la deja trabajar. Todo esto ha provoca-
do que en el trabajo le llamen la atención a Alicia y que ya no pueda llevar a
su hija.
Xóchitl no ha aprendido a estar con su mamá en el trabajo. Por otra parte,
probablemente Alicia no ha platicado con Xóchitl sobre la importancia de
que la deje trabajar.
¿Se han encontrado ustedes en una situación parecida?
¿Cómo han reaccionado?
¿Qué puede hacer Alicia
para que Xóchitl aprenda a comportarse?
Las niñas y los niños poco a poco se dan cuenta de sus emociones; sueñan,
imaginan, reaccionan y actúan. A veces entienden la diferencia entre lo que
quieren y lo que pueden hacer, otras no. Por ello, es necesario:
entender que, sobre todo los más pequeños, apenas empiezan a
aprender qué pueden hacer y qué no, y que esto les lleva tiempo,
hacerles ver que si una persona actúa sólo para obtener lo que
desea, se vuelve egoísta y molesta a los demás.
Es importante que los niños aprendan a estar solos sin sentirse mal, a estar
fuera del foco de atención de los adultos, ocupándose de sus propias cosas.
El niño puede estar solo por abandono, y entonces se trata de una soledad
indeseable; o estar solo en situaciones que no necesariamente son inconve-
nientes, sino que deben formar parte de un aprendizaje del ser humano que
consiste en saber estar consigo mismo, y que será importante a lo largo de
toda su vida. Esto tendrá especial importancia en la adolescencia, y se prepa-
ra desde los primeros años.
3. M Á S ALLÁ DE LA FAMILIA
La entrada
a la escuela
Generalmente, las niñas y los niños viven con su mamá, su papá y otros
familiares que los cuidan. Junto a ellos se sienten protegidos. A unos les
resulta más difícil que a otros relacionarse con personas que no conocen. Sin
embargo, a todos les es necesario salir de casa y convivir con gente de dife-
rentes edades para desarrollarse mejor.
En los primeros tres años de vida, casi todos los pequeños han aprendido a
comer solos, a vestirse, bañarse, comunicarse, caminar y moverse en su casa.
Para lograrlo cada uno necesitó que llegara el momento en que su cuerpo
estuviera listo. Empezó a caminar cuando ya se sostenía. Al principio sus
movimientos eran algo toscos o poco ágiles, y para que alcanzara más preci-
sión ustedes y otras personas le ayudaron. Realizar sus actividades con cierta
destreza, comunicar cada vez mejor sus necesidades, sentimientos y pensa-
mientos prepara a los pequeños para tener seguridad y confianza en sí mis-
mos. Al participar y jugar con otros niños, niñas y adultos en situaciones
diferentes y fuera del hogar, y al relacionarse de acuerdo con las reglas que
son aceptadas en sus grupos, logran avanzar en su desarrollo.
Gritos y pataletas
Rosario no sabía qué hacer con su hijo Beto, de cuatro años. El primer día
de clases en el jardín de niños no quiso entrar y sólo daba gritos y hacía
pataletas. Ella miró sorprendida a otros niños y niñas que llegaban y se
despedían muy contentos de sus padres. A punto de cerrar la puerta, la maes-
tra fue por Beto y le dijo a Rosario que no se preocupara. Sin embargo, a
Rosario le inquietó mucho ver a su hijo en los brazos de la maestra, aleján-
dose de ella y sin quitarle de encima los ojos llorosos.
El segundo día pasó lo mismo, pero cuando dejó a Beto con la maestra,
Rosario se escondió para ver si su reacción era igual a la del día anterior.
Pudo ver que el niño lloró todavía más fuerte cuando ya no pudo verla y
entonces ella se sintió muy mal.
Al día siguiente decidió ya no llevarlo al jardín de niños y esperar a que
creciera más.
Jimena vive a la orilla de la laguna del Guaje. Los días que no va con su
papá o su mamá a la milpa pasa mucho tiempo sola. En las noches de luna se
sienta a la puerta de su casa frente al espejo de agua donde se miran las
estrellas. En la quietud, baila tomada de las manos de las luciérnagas y
sueña con subir al cielo para mirarse igual que las estrellas en el espejo de
la laguna.
Imaginar no tiene límites, sobre todo en la niñez. Por eso en los cuentos y
canciones infantiles encontramos juegos de fantasía que hablan de persona-
jes y eventos de la vida. En ocasiones los chicos llegan a pensar que esas
personas son reales, que en cualquier momento aparecerá un duende para
hacer travesuras o que la bruja saldrá del libro o de la televisión. Si esto llega
a inquietar y atemorizar a sus hijas o hijos, conviene ayudarles a distinguir lo
que sí sucede en la realidad, de las fantasías de los libros o de la televisión.
Para las niñas y los niños jugar significa más que entretenerse o pasar el rato.
Por medio del juego descubren sus gustos y habilidades; entienden sus acti-
vidades emociones y las de los demás; empiezan a comprender que en la vida
hay reglas; enfrentan sus temores y conocen las ideas de otros niños; apren-
den a compartir, a perder, a ganar y a seguir reglas.
En sus juegos, los pequeños tocan objetos;
conviven con otras personas; descubren
usos de los juguetes y los desarman; hablan
y cantan solos; inventan amigos o mascotas;
se arrastran, gatean, brincan y trepan; dis-
frutan sentir el agua, la tierra o la arena.
¿Y el cuerpo?
Las niñas y los niños en edad preescolar siguen preparando su equipaje para
la vida. En éste no pueden faltar respuestas a su curiosidad, por ejemplo:
cómo es su cuerpo, cómo nacieron, qué hace diferentes a los hombres de las
mujeres. A esta edad preguntan:
¿Cómo nací? ¿Por qué los niños orinan parados y las niñas
sentadas? ¿Cómo entran los bebes a la panza de las mamás?
¿Cómo se hacen los bebés? ¿Por qué las mamás tienen senos?
¿Por qué el papá y la mamá tienen vellos?
¿Cómo han reaccionado ustedes frente
a esta curiosidad de sus hijas e hijos?
La cama de la abuela
«Recuerdo que entre risas y gritos los primos, las primas y a veces uno que
otro invitado brincábamos en la cama de la abuela. Disfrutábamos de la
sensación del aire en nuestros cabellos y luego la caída en el colchón con
otros. De tanto brinco nos acalorábamos y no faltaba quien se quitara el
vestido o la camisa para quedar sólo en calzones y camiseta.
También recuerdo aquella tarde en que después de un rato de brincos apa-
reció la tía Elsa. Al vernos se le puso la cara como un jitomate y salió a
cuchichear con la abuela. Desde entonces, se nos prohibió volver a la cama
de la abuela».
La voz de las niñas y de los niños nos muestra que observan, se preguntan y
quieren encontrar respuestas. Sus palabras nos dicen que ha llegado el mo-
mento en que están tomando conciencia de sus cuerpos. Nos indican que
descubren las semejanzas y las diferencias entre las niñas y los niños, entre
las mujeres y los hombres. Es el tiempo en que reconocen las funciones y
tareas que realizan la mamá y el papá, las hijas y los hijos.
La observación y las dudas de los niños son naturales, sus preguntas son
directas y muy concretas. Por lo general, entre los tres y seis años sólo quie-
ren saber por qué los cuerpos de las mujeres y de los hombres son diferentes.
Entre los seis y nueve su interés se dirige al crecimiento y la fuerza que su
cuerpo va logrando, y entre los nueve y doce años enfrentan los primeros
cambios de su cuerpo infantil hacia un cuerpo de mujer o de hombre.
El cuerpo nos muestra que:
existimos,
somos únicos,
somos hombres o mujeres,
somos niños, jóvenes, adultos o viejos;
Disciplina
para ser
libres
La disciplina es una práctica necesaria para alcanzar objetivos en la vida. Se
caracteriza por definir metas, establecer y seguir reglas para vivir en orden,
organizar el tiempo para satisfacer necesidades, cumplir con responsabilida-
des, ejercer derechos, y divertirse. La disciplina es indispensable en la vida
de la casa, la escuela, el trabajo y en la comunidad.
Vivir con disciplina es vivir en un ambiente organizado que nos facilita des-
cubrir, aprender y desarrollar nuestras destrezas y aptitudes, relacionarnos
con los otros, organizar actividades y nuestro tiempo, así como respetar el de
los demás.
La responsabilidad, la verdad, la justicia y la libertad son valores que las
niñas y los niños adquieren en el medio en que crecen. Cuando viven en un
ambiente donde existe coherencia entre las normas y lo que se practica en la
vida diaria, para ellos es más fácil distinguir estos conceptos e ideas.
Si vivimos en una comunidad en la que acordamos normas y defendemos el
respeto a los intereses propios y de los demás, podemos vivir con fraternidad
y armonía. Si en nuestra familia seguimos reglas establecidas por todos, so-
mos colaboradores y respetamos a los demás, podemos crear un ambiente
donde todos cuentan y pueden desarrollarse.
Un primer paso para enseñar a nuestros hijos el sentido del
orden y de la disciplina es que desde pequeños vean en no-
sotros el cumplimiento de las reglas acordadas, la congruen-
cia entre lo que decimos y hacemos.
También es importante que sientan nuestro apoyo perma-
nente para que cumplan con sus obligaciones. Todo esto
mediante el diálogo y el convencimiento, de tal manera que
les demostremos respeto, comprensión y cariño.
Estas ideas se llevan a la práctica de muchas formas. Algu-
nas de ellas, muy concretas, son:
acordar y cumplir horarios para hacer la tarea, jugar y
colaborar en los quehaceres de la casa,
enseñarlos a hacerse cargo del orden de sus cosas, e
invitarlos a hacerse responsables de un deber en la casa
para que cooperen con la familia.
Una desilusión
Llegó el día del paseo tan esperado por el grupo de 4º grado. Pasarían el día
en la laguna. Gabi se levantó más temprano que de costumbre con la emo-
ción de visitar ese lugar con sus amigos de la escuela. En ese momento re-
cordó que la maestra les pidió que llevaran una pequeña mochila con una
muda de ropa para cambiarse después de nadar.
Buscó su ropa, pero era tal el desorden que no encontró lo que quería. Un
poco molesta empezó a sacar todo lo que había hasta que halló unos calzo-
nes y una camiseta. Cuando vio el reloj, sólo quedaban unos minutos para la
hora de la salida del camión y pensó que tendría que caminar rapidísimo.
Sin desayunar, se despidió y salió a gran velocidad. Al llegar a la escuela, el
grupo ya había partido.
Gabi deseaba ir al paseo. Ya tiene edad para asumir responsabilidades como
mantener su ropa en orden, prepararla desde la tarde anterior o salir de la casa
con el tiempo suficiente.
¿Los padres de Gabi habrán tenido alguna
responsabilidad en lo que le ocurrió?
¿Ellos le formaron hábitos de disciplina
que la prepararan para situaciones como ésta?
El aprendizaje del orden se inicia en los primeros años
con tareas sencillas; por ejemplo, cuando las pequeñas y
los pequeños empiezan a caminar se les puede enseñar a
acomodar los juguetes que ocuparon o a llevar su plato al
lugar donde se lava. De esta manera van aprendiendo a
colaborar con el orden de sus cosas y con el de la casa.
La disciplina ayuda a:
Es importante evitar:
¿Y las tortillas?
Leticia pidió a su hijo Pedro, de nueve años, que fuera por las tortillas para
la hora de la comida. En el camino, el niño se puso a jugar con sus amigos.
Cuando llegó a la tortillería ya habían cerrado. Al regresar a casa sin el
encargo, Leticia se enojó.
Las reglas
del juego
A los seis años, después del jardín de niños, entran a la primaria. El trabajo en
grupo aumenta y participan en más actividades sociales y deportivas. Que
compartan esas actividades con niñas y niños de su misma edad es importan-
te en la formación de su personalidad.
Si se les orienta bien, al jugar o trabajar en grupo durante sus años de prima-
ria pueden aprender a:
Julia mamá de Silvano, quien tiene diez años, comenta orgullosa que su hijo
tiene el primer lugar en su salón, que cumple con todas sus tareas, que su
arreglo personal y el de sus cuadernos es impecable, y que es un niño ejem-
plar. También platica que se pasa las tardes revisando las tareas de su hijo
para que no cometa errores y para que su maestra lo ponga de ejemplo
frente a los demás. Mario, su papá, siempre le insiste a Silvano en que debe
ser el mejor, el «número uno» y en eso Julia está de acuerdo.
Al escucharla, Ana recordó el día en que su hija Paloma regresó llorando de
la escuela porque la maestra la sacó del salón de clases. Ese día, Silvano le
arrebató la tarea, pues había olvidado la suya. Paloma trató de defenderse y
los dos niños acabaron jalándose el pelo. La maestra castigó a la hija de
Ana porque no creyó que Silvano, su mejor alumno, le hubiera quitado el
trabajo a Paloma.
Ana también recordó una fiesta en la escuela en la que Silvano estaba solo y
nadie quería jugar con él. Pensó que era muy triste que Silvano creyera que,
para tener el primer lugar, en ocasiones tuviera que mentir, y que no se
diera cuenta de lo que sienten o necesitan los demás.
—¡Uf, qué bueno que ahora no vino Rocío, jugamos a todo dar! —exclamó
Violeta, entusiasmada.
—Sí, el otro día, mientras la maestra nos leía la historia del «Tesoro
escondido», Rocío estuvo muele y muele y
no me dejó terminar de
Rocío es una compañera que agrede y por lo tanto ella también recibe agre-
siones.
Puede ser que Rocío sea una niña mimada y que por lo tanto en la escuela
quiera hacer su voluntad; o tal vez se trate de una niña rechazada que vive en
una familia en la que hay violencia y falta de respeto. Si fuera así, su furia
sólo es una muestra de miedo, desconfianza o defensa.
Vivimos en diferentes ambientes y, aunque tenemos una manera de ser, nuestra
forma de actuar puede variar en cada uno de los grupos en los que participa-
mos. Por ejemplo, en algunos nos comportamos serios y reservados, como en
casa, pero en otros, como con los amigos, somos platicadores y alegres.
Nuestras actitudes y algunos rasgos de nuestra personalidad se fortalecen o
debilitan a partir de las reacciones de los otros. Cuando nos sentimos en con-
fianza, con seguridad y como parte de un grupo actuamos con simpatía y en
general las otras personas nos tratan igual. Si somos groseros o déspotas, lo
más probable es que los demás nos respondan del mismo modo y se separen
de nosotros.
Ayudemos a nuestros hijos a comprender que la manera
como traten a los demás será en gran medida la causa del
trato que ellos reciban.
¿Cuáles son las actitudes que observan
en sus hijas e hijos en su trato con los demás?
Yo le creo a...
Para las niñas y los niños, los adultos que escogen como ejemplo tienen una
importancia especial, ya que los ven y reconocen como autoridades.
De grande
quiero ser
Las niñas y los niños aprenden reglas sociales, buscan héroes a quienes imi-
tar, prueban sus propias leyes, aprenden a convivir y a compartir. Para ellos,
crecer es jugar, gozar, descubrir.
Incluso en situaciones difíciles, el juego, la imaginación, la capacidad de
crear y de soñar en el futuro son espontáneos y les sirven para descubrir sus
habilidades y su talento al realizar ciertas actividades. Este descubrimiento
es la base que estará presente cuando sean mayores y elijan su trabajo o pro-
fesión.
A los niños de primaria los escuchamos decir:
«De grande quiero ser bombero» «Yo voy a ser pastor de 1000
borregos» « Y yo, doctora» «Yo, campeón de fútbol»
trabajar en equipo,
asumir responsabilidades,
Iguales
oportunidades para
niños y niñas
La sociedad tradicionalmente ha establecido que mujeres y hombres tengan
diferentes funciones, tareas, responsabilidades, gustos e intereses. A las mu-
jeres se ha asignado estar en casa al cuidado de la familia, hacer las labores
domésticas, ser tiernas, dependientes, quietas y afectuosas. A los hombres ha
correspondido trabajar fuera del hogar, aportar el dinero para las necesidades
materiales de la familia, ser inteligentes, agresivos, conquistadores e inde-
pendientes.
Estos comportamientos han sido transmitidos de las abuelas y abuelos a sus
hijas e hijos y de éstos a las nietas y nietos. Se aprenden imitando actitudes,
formas de vestir, el trato diferenciado a las niñas y a los niños, actividades
que unas y otros realizan en la casa, en la escuela y en la comunidad.
Aunque hay diferencias biológicas, hoy sabemos que la mayoría de las for-
mas de actuar de hombres y mujeres son aprendidas y por lo tanto pueden
cambiar. Esto ha llevado a pensar que la desigualdad en las posibilidades que
tienen las mujeres y los hombres para desarrollar capacidades, destrezas y
habilidades puede ser superada. Tener trabajo, educación, y salud por lo ge-
neral se ha dificultado más para las mujeres que para los hombres, pero la
sociedad y cada persona, en particular los padres y las madres de las nuevas
generaciones, pueden hacer mucho para que esto siga cambiando.
Afortunadamente, las sociedades avanzan y cada vez es más claro que los
comportamientos pueden no ser exclusivos de un género o de otro. Hay hom-
bres que participan en actividades del hogar y en el cuidado de los niños; hay
mujeres que trabajan en oficios y profesiones que por muchos años sólo rea-
lizaban los hombres, aportan dinero para cubrir las necesidades familiares y,
en muchos casos, son el único sostén del hogar.
Sin embargo, a muchas personas todavía les cuesta trabajo entender, aceptar
y cambiar los modelos tradicionales y, por lo tanto, educar a mujeres y hom-
bres para que expresen por igual su ternura, logren su autonomía, acepten y
confirmen la necesaria participación de hombres y mujeres en actividades
laborales remuneradas, al igual que colaborar en la crianza de los hijos.
Seremos más equitativos si en la vida diaria de la familia y de la comunidad
podemos brindar oportunidades equivalentes de desarrollo a niñas y niños, y
si logramos que el trato que reciben en su educación y en su participación en
actividades hogareñas de limpieza o mantenimiento sea similar.
¿ Qué hacen ustedes para que las actividades,
las responsabilidades y los gustos se compartan
equitativamente entre hombres y mujeres?
Si estamos de acuerdo en que las oportunidades para hombres
y mujeres deben ser iguales, en que unos y otras podemos
desarrollar las mismas capacidades, destrezas y habilidades,
entonces ¿por qué no ser flexibles y empezar por compartir
juegos, tareas y responsabilidades en nuestro propio hogar?
Violencia en la familia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Rechaza la violencia como forma de vida y promueve un proceso de búsqueda de relaciones armóni-
cas en la familia, en las que prevalezcan la confianza, la comunicación, el afecto y la seguridad. Pro-
pone la cultura del respeto y el rechazo de la violencia.
La nutrición de la familia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Promueve la reflexión respecto de los hábitos alimentarios de las personas y proporciona informa-
ción a madres y padres para revisar la dieta diaria de su familia y mejorarla de acuerdo con sus nece-
sidades y posibilidades.
La escuela y la familia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Ofrece sugerencias a madres y padres para lograr una mejor comunicación entre la escuela y el ho-
gar, de modo que los niños y las niñas aprovechen y disfruten más sus estudios.
La escuela y la familia ofrece algunas ideas para mejorar el desempeño de
sus hijos en la escuela, así como para propiciar que vayan con más gusto y que
saquen mayor provecho de ella. La comunicación entre la familia y la escuela
impulsa la educación de las niñas y los niños. La familia puede ofrecer am-
bientes seguros, afectuosos y estimulantes; la escuela debe educar para la
vida.