De arqueología hablamos las mujeres

De arqueología hablamos las mujeres

Perspectivas sobre el pasado ecuatoriano.

María Auxiliadora Cordero

Editora
Este libro ha sido evaluado bajo el sistema de pares académicos y mediante la modalidad de doble ciego.

Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí

Ciudadela universitaria vía circunvalación (Manta)
www.uleam.edu.ec

Autoridades:
Miguel Camino Solórzano, Rector
Iliana Fernández,Vicerrectora Académica
Doris Cevallos Zambrano,Vicerrectora Administrativa

De arqueología hablamos las mujeres.

Perspectivas sobre el pasado ecuatoriano.
©María Auxiliadora Cordero, editora
©Victoria Domínguez Sandoval, Josefina Vásquez Pazmiño,Valentina L. Martínez, Emma Libertad Regalado Espinoza, Martha E.
Romero Bastidas, Rita Díaz, Rocío Murillo Macay, Ana Yañez, Fernando Espinoza, Carlos Vásquez, Ana M. Guachamín-Tello, Sarah
M. Rowe, María Isabel Guevara Duque, Laurie Beckwith, María Auxiliadora Cordero, Jacqueline Carrillo Acosta, Tamia Viteri
Toledo, Kyra Torres Jiménez, Erikka Moncayo Moreno, María Amelia Viteri.

Consejo Editorial: Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí

Director Editorial: Fidel Chiriboga Mendoza
Diseño de cubierta y diagramación de contenidos: José Márquez Rodriguez
Estilo, corrección: Alexis Cuzme Espinales (DEPU)

ISBN: 978-9942-775-54-2

Edición: Primera. Diciembre 2018. Publicación impresa.

Impreso en: Imprenta - Editorial Universitaria

Ediciones ULEAM
(Ciudadela Universitaria ULEAM, Facultad de Hoteleria y Turísmo, primer piso, bloque administrativo)
2 623 026 Ext. 255
Correo electrónico: edicionesuleam@gmail.com
Repositorio digital: www.munayi.uleam.edu.ec
Registro y sistema de Gestión editorial: www.munayi.uleam.edu.ec/segup
Manta - Manabí - Ecuador

Afiliaciones a docentes participantes*

* El uso de estas marcas es responsabilidad de los (as) autores (as)

La ULEAM no se responsabiliza sobre el uso de las mismas
 ÍNDICE

1. Introducción: las Mujeres y la Arqueología Ecuatoriana . . . . . . . . . . . . . . . . .7

Victoria Domínguez Sandoval, Josefina Vásquez Pazmiño y María Auxiliadora Cordero

ARQUEOLOGÍA DE LA COSTA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .15

2. Los Manteños del Norte y el Señorío de Çalangome:
Identificando los posibles límites del señorío a través del
registro arqueológico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .17
Valentina L. Martínez
3. Identidad cultural local y desarrollo endógeno. La arqueología
y la historia en los estudios de identidad cultural manabita. . . . . . . . . . . . . . .29
Enma Libertad Regalado Espinoza
4. Arqueometalurgia de la cultura material de los
Manteño – Guancavilca, Ecuador. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .43
Martha E. Romero Bastidas, Rita Díaz, Rocío Murillo, Ana Yañez,
Fernando Espinoza Guerra y Carlos Vásquez Mora
5. Análisis de microfósiles silíceos (fitolitos) en contextos sedimentarios y
artefactuales de los sitios arqueológicos. La Pólvora y Los Pocitos 2
en la Isla Puná, Ecuador. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .53
Ana M. Guachamín-Tello
6. La memoria contra la jerarquía: excavaciones en Buen Suceso. . . . . . . . . .63
Sarah M. Rowe
7. La presencia de obsidiana en ocupaciones Valdivia y
Jama Coaque en Matapalo, Manabí. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .81
María Isabel Guevara Duque

ARQUEOLOGÍA DE LA SIERRA Y AMAZONÍA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .95

8. Collay: Un sitio del periodo Formativo Tardío de la
Provincia de Chimborazo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .97
Laurie Beckwith
9. ¿Dónde están los sitios tempranos de la sierra norte ecuatoriana?
Evaluando las estrategias de prospección arqueológica en
zonas volcánicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109
María Auxiliadora Cordero
 10. El patrón de asentamiento del País Caranqui (700-1525 d. C.). . . . . . . . 121
Jacqueline Carrillo Acosta
11. Iconografía de las urnas funerarias antropomorfas de la
Fase Napo: Retratos del pasado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129
Tamia Viteri Toledo

ARQUEOLOGÍA, GÉNERO Y COMUNIDAD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143

12. Experiencias de una prospección arqueológica en
territorio puruwá (Chimborazo). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145
Josefina Vásquez Pazmiño
13. El papel de las arqueólogas en el marco de la institucionalidad
del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC). . . . . . . . . . . . . . . . . 155
Rocío Murillo Macay
14. Imaginarios, oportunidades y desigualdad de género: de la academia
a la práctica arqueológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
Kyra Torres Jiménez y Erikka Moncayo
15. La cultura material desde una mirada de las mujeres y
del género. Reflexiones finales.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173
María Amelia Viteri

APÉNDICE. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
Documentos y fotografías del Primer Simposio de
Arqueólogas en el Ecuador —De arqueología— hablamos las mujeres. . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
Las autoras. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187

6
 1. Introducción: las mujeres y la
arqueología ecuatoriana
Victoria Domínguez Sandoval, Josefina Vásquez Pazmiño
y María Auxiliadora Cordero
La arqueología ecuatoriana tiene más de un siglo
de existencia, si tomamos como punto de partida
los escritos de fines del siglo XIX de González
Suárez, acerca de los pueblos originarios
ecuatorianos, y las mujeres hemos sido parte de su
práctica a lo largo de seis décadas, por lo menos.
Sin embargo, aunque un sinnúmero de
investigaciones arqueológicas se ha llevado a cabo
con la participación de mujeres, la presentación y
la publicación de los resultados siguen estando
mayoritariamente monopolizadas por voces
masculinas, lo que ha causado cierta invisibilidad
del trabajo femenino en la arqueología. Los eventos,
ya sean informales o académicos, siempre han
estado encabezados por arqueólogos y estos han
logrado mayormente excluir, tanto de los paneles
de discusión de investigaciones como de las
memorias resultantes y otras publicaciones
científicas, a las mujeres que han formado parte
de los equipos de trabajo. Esta situación no es solo
evidencia de desigualdad de género en la disciplina,
sino que de paso sesga la interpretación de los
datos de la historia precolombina. Desde el punto
de vista teórico y de interpretación de la información
obtenida en nuestros proyectos, tal vez no se
observará al momento mucha diferencia con lo
que hacen los hombres. A pesar de esto, ahora, y
tal vez más aún en el futuro, cuando la arqueología
en el país continúe desarrollándose y expandiéndose
a nuevos temas y más investigaciones, las
arqueólogas podemos considerar aspectos del
pasado que una visión exclusivamente masculina
puede pasar por alto. Aunque solo implique el
pensar en la presencia de mujeres y niños en
contextos antiguos, o la posibilidad de mujeres en
actividades tradicionalmente consideradas
masculinas, el aporte de las mujeres y el colaborar
entre los géneros, enriquece la disciplina.
La situación de invisibilidad ha generado que
mujeres que hacemos arqueología busquemos
espacios para contar a la comunidad que sí hay
mujeres arqueólogas y que, además, tenemos una
mirada particular sobre los contextos arqueológicos
y su valor en la comunidad. Si bien usamos las
mismas teorías, métodos y técnicas de la arqueología
que los colegas hombres, la diferencia podría
encontrarse en la forma de abordar a la comunidad,
de relacionarse con ella. Frecuentemente buscamos
la manera de incorporar a mujeres y niños de las
zonas donde trabajamos, en actividades de
socialización de nuestros proyectos y resultados.
Otro aspecto en el que difiere la arqueología hecha
por mujeres es en la tendencia a que las directoras
de proyectos, profesoras, jefes de equipos de trabajo,
y demás investigadoras, tomemos un mayor papel
de mentoras de otras mujeres, pero también de
hombres, que se inician en la carrera. Esta tendencia
tiene probablemente su origen en el hecho de que,
por ser mujeres, hemos debido enfrentar algunas
dificultades en la profesión y, en general, intentamos
salvar las diferencias al trabajar con las nuevas
generaciones.
La situación ha mejorado, pero todavía muchas
mujeres, incluso aquellas que recién se inician en
7
1. Introducción: las Mujeres y la Arqueología Ecuatoriana

Figura 1. Algunas de las ponentes y asistentes al Simposio, de izquierda a derecha: Alejandra Sánchez, Nicole Jastremski, María Isabel
Silva, Josefina Vásquez, Valentina Martínez,María Auxiliadora Cordero, Sarah Rowe e hijo, Victoria Domínguez, Erikka Moncayo,
Kyra Torres, María Patricia Ordoñez, Tasia Scott. Foto de Gonzalo Gordon.

el estudio de la carrera, se enfrentan con actitudes
que las ponen en desventaja. Por ejemplo, es más
difícil para una mujer ir al campo por semanas o
meses, en vista de que la familia y otros allegados,
sean padres, novios, parejas, consideran poco
apropiada esa ausencia, en sitios a veces inhóspitos
y en compañía de personas del sexo opuesto. El
rol tradicional de la mujer que aún es vista como
la principal proveedora de cuidados a los hijos,
dificulta también la participación en proyectos
alejados de su ciudad por mucho tiempo. Esto
suele tener como resultado una mayor presencia
femenina en labores arqueológicas que pueden
generar menos prestigio científico y académico,
como son el trabajo en laboratorios o en
instituciones estatales, que implican menos
movilidad.
A pesar de todo, hoy, en condiciones de
desigualdad de género menos agresivas que antes,
las arqueólogas que participamos en este volumen
estamos listas para presentar De arqueología hablamos
las mujeres, fruto de un primer simposio feminista
de arqueología en el Ecuador, que llevó el mismo
nombre[1]. Este tuvo lugar en la Provincia de Manabí
en julio de 2017 (Figura 1), con el propósito
adicional de descentralizar los foros arqueológicos
de las dos principales ciudades del país donde más
frecuentemente se realizan. Las organizadoras
vimos la necesidad de proveer un espacio donde
se ponga en evidencia el importante rol que las
mujeres que estudiamos el pasado tenemos dentro
de la práctica de nuestra disciplina en el país. A
este evento asistimos solas, acompañadas,
embarazadas, con hijos e hijas, abriendo así un
espacio que incorporó abiertamente a lactantes, a
infantes, a niños y niñas, básicamente a actores del
futuro, a los cuales la arqueología busca también
llegar. La acogida que tuvo este evento académico
en Manabí, abarcó un público por demás diverso,
femenino y masculino, local y extranjero, joven y

1 El presente libro se desprende de las contribuciones del Primer Simposio de Arqueólogas en el Ecuador —De arqueología— hablamos las
mujeres, organizado por las arqueólogas Josefina Vásquez y María Patricia Ordoñez del Centro de Investigaciones Socioculturales (CIS) de la Uni-
versidad San Francisco de Quito (USFQ), Victoria Domínguez del Colegio de Profesionales Arqueólogos del Ecuador (CPAE), María Auxiliadora
Cordero de la University of Pittsburgh y Valentina Martínez de la Florida Atlantic University. Este evento tuvo sede en la Universidad Estatal del
Sur de Manabí (UNESUM) ubicada en Jipijapa y en el Centro de Investigaciones y Museo Salango (CIMS), del 28 al 29 de julio de 2017. Véase el
Apéndice al final de este volumen, para información más completa y documentación fotográfica del simposio.

8
 Victoria Domínguez Sandoval, Josefina Vásquez Pazmiño y María Auxiliadora Cordero

Figura 2. Arqueólogos profesionales y estudiantes, presentes en el Simposio; de pie, de izquierda a derecha: Guy Duke e hijo, Mikel
Villaverde, Florencio Delgado, Andrés Garzón, Gerardo Castro; en cuclillas: Marco Vargas. Foto de María Auxiliadora Cordero.

mayor, que vino desde las instituciones estatales,
de la academia, de la arqueología de contrato, del
estudiantado, y de las comunidades rurales de la
costa.
Sin embargo, el encuentro mostró el aparente
poco interés por parte de los colegas hombres, con
escasas excepciones (Figura 2). Es necesario resaltar
las ausencias, a fin de provocar una toma de
conciencia acerca de la disparidad en la visibilidad
femenina dentro de la profesión.
En años recientes, algunas arqueólogas
profesionales se han propuesto llevar a cabo una
compilación de textos y reflexiones sobre la
investigación del pasado hecha por mujeres en el
Ecuador. Uno de estos esfuerzos fue el trabajo
museográfico liderado por Amelia Sánchez en el
2015, al destacar el rol de Resfa Parducci como
pionera de la arqueología de la costa ecuatoriana,
a 100 años de su nacimiento.
Las mujeres que participamos en el presente
volumen, arqueólogas o profesionales relacionadas
con la práctica arqueológica, somos solo unas pocas
de las muchas que han trabajado y trabajan en el
estudio del pasado del país. Muchas nacionales,
varias extranjeras, han venido trabajando desde por
lo menos la década de 1950. Sería una tarea difícil
mencionar a todas, pero queremos dar crédito a
algunas que han realizado trabajos ya sea como
directoras, co-investigadoras, o asistentes en
proyectos conocidos. Entre las extranjeras están
pioneras como Betty Meggers y Karen Stothert,
que han tenido gran influencia en la arqueología
de la Costa y la Amazonía, en el primer caso, y de
la Península de Santa Elena, en el segundo. María
Masucci ha trabajado en el interior de la costa; en
la sierra sur podemos mencionar el aporte de Karen
Bruhns, y en la sierra norte el de Tamara Bray.
Patricia Netherly incursionó en la arqueología de
contrato cuando esta se reducía a un mundo
petrolero, absolutamente vedado para las mujeres
hasta casi el año 2000. Quienes tuvimos la
oportunidad de pasar por esos campamentos en
la Amazonía, sabemos que no había cabida para
la mujer, y que todas las labores al interior de una
concesión petrolera se realizaban por manos
masculinas, con absoluta exclusión de personal
femenino.
Entre las investigadoras nacionales que no

9
1. Introducción: las Mujeres y la Arqueología Ecuatoriana
aparecen en este libro podemos mencionar a
Daniela Balanzátegui, Elizabeth Bravo, Maritza
Freire, Mariela García, Mary Jadán, María del
Carmen Molestina, María Moreira, Myriam Ochoa,
María Patricia Ordoñez, Amelia Sánchez, María
Isabel Silva, Paulina Terán, María Fernanda Ugalde,
Alexandra Yépez, quienes han aportado al campo
arqueológico desde la docencia, la política, los
museos, la investigación dentro de proyectos
estatales, académicos, o de contrato. Estas
arqueólogas nacionales han seguido la huella que
décadas atrás dejaron mujeres que se dedicaron a
la disciplina aún sin tener entrenamiento
universitario formal, pero que, por haber participado
en proyectos, cursos, o por su entusiasmo
autodidacta, hicieron aportes al quehacer
arqueológico en costa y sierra. Ellas son María
Antonieta Funes, Irma Jarrín, Juana González,
Aurelia Bravomalo, Francisca Laborde, entre otras
pioneras. Estas mujeres arqueólogas y muchas más,
tanto locales como extranjeras, han ejercido como
directoras de proyectos, mano de obra en campo
y en laboratorio, museógrafas, y siguen siendo las
voces de una práctica arqueológica en la que los
hombres han tenido, mayormente, no solo la
visibilidad y dirección en eventos arqueológicos,
sino mayor acceso a los puestos académicos,
burocráticos y honoríficos.
Es por lo antes expuesto que se presenta esta
versión femenina del pasado que incorpora, a más
de la muestra de investigaciones que realizamos,
aportes desde el feminismo y desde las teorías de
género, como una alternativa para visualizar la
práctica femenina de la arqueología en varias
regiones del Ecuador. Las contribuciones que se
presentaron en forma de ponencias y carteles
durante el Primer Simposio de Arqueólogas en el Ecuador
—De arqueología— hablamos las mujeres, se organizan
en este volumen por región y por unidad temática.
10
En una primera sección dedicada a la Costa,
Valentina Martínez, Libertad Regalado, Martha
Romero y sus coautores, Ana Guachamín, Sarah
Rowe y María Isabel Guevara aportan con datos
desde la antropología cultural, la química, la
arqueobotánica, el análisis lítico y la excavación
sistemática para mostrar sus perspectivas y
resultados sobre el pasado. En la segunda sección
dedicada a la Sierra central y norteña, Laurie
Beckwith, María Auxiliadora Cordero y Jacqueline
Carrillo, trabajan las ocupaciones del Formativo,
la interacción entre las comunidades precolombinas
y el volcanismo, así como el estudio del patrón de
asentamiento. Para la región amazónica, Tamia
Viteri emprende un estudio iconográfico sobre la
muerte. Finalmente, la tercera sección abarca la
posición de las mujeres en torno a la práctica
arqueológica en sí. Rocío Murillo se enfoca en el
aporte femenino en el marco del Instituto Nacional
de Patrimonio Cultural, Josefina Vásquez narra las
experiencias personales de una prospección regional
en Colta, sierra central, mientras que Kyra Torres
y Erikka Moncayo analizan los imaginarios,
oportunidades y desigualdad de género en la
arqueología del continente y del Ecuador.
Valentina L. Martínez nos lleva a la costa
ecuatoriana con su investigación en la provincia
de Manabí. Esta arqueóloga explora el desarrollo
de una unidad sociopolítica manteña caracterizada
por asentamientos diversos y de funciones distintas,
pero que se integran con el manejo de una cerámica
bastante uniforme. A través de los resultados de
la prospección del área, discute la expansión del
señorío Salangome desde una perspectiva ambiental.
En esta misma región, Emma Libertad Regalado
Espinoza plantea la construcción de identidades
culturales manabitas desde el conjunto de variables
como la política, la economía, la ciencia y la
tecnología, resaltando la trascendencia de los datos
 Victoria Domínguez Sandoval, Josefina Vásquez Pazmiño y María Auxiliadora Cordero
que proporciona la arqueología y la historia para
conocer el desarrollo y auge del intercambio
precolombino de la costa pacífica. A través de este
análisis, plantea que la cultura material expresa una
identidad local que se va construyendo a través de
la transmisión de hábitos y costumbres a lo largo
del tiempo.
Martha E. Romero y su equipo trabajan un
análisis de la cadena operativa de una muestra de
artefactos metalúrgicos de filiación manteño-
huancavilca. Consideran esta cadena no como
herramienta descriptiva sino como aproximación
a los sistemas tecnológicos en el contexto social
donde está envuelto este tipo de producción
artesanal. Estos análisis permitieron identificar
micro huellas de producción, aleaciones y acabados
de superficie. Se determinó la existencia de once
cadenas técnicas operativas, las mismas que señalan
el alto nivel de desarrollo tecnológico de esta
antigua sociedad manabita. Siguiendo con otros
estudios de la costa, Ana M. Guachamín-Tello hace
un análisis de microfósiles de los sitios La Pólvora
y los Pocitos en la Isla Puná, provincia de Guayas,
centrando su investigación paleoetnobotánica en
los períodos Formativo Tardío y Desarrollo
Regional. Su objetivo residió en establecer modelos
de explotación de los recursos vegetales procedentes
de una secuencia crono-estratigráfica, lo que
permitió establecer relaciones de intercambio,
movilidad y aspectos paleoambientales.
Sarah M. Rowe, por su parte, en las excavaciones
de Buen Suceso, provincia de Santa Elena,
determina una ocupación asociada a las fases tardías
de la cultura Valdivia (Período Formativo), donde
no existe una tendencia hacia una jerarquía, lo que
se refleja en la disposición espacial del pueblo y
uso de la cerámica. Sugiere que, en lugar de
desigualdad social, en Buen Suceso funcionaba una
sociedad igualitaria, diferente a la situación
encontrada en los poblados de Real Alto,
Emerenciana y San Isidro pertenecientes a la misma
cultura. Para cerrar con las investigaciones de la
costa, el trabajo de María Isabel Guevara Duque
analiza los artefactos de obsidiana provenientes de
las ocupaciones Valdivia y Jama-Coaque en
Matapalo (norte de Manabí). Guevara identifica
que la materia prima para la producción de lítica
tallada estuvo centrada en la obsidiana, el pedernal
y otras rocas locales. Esta autora plantea que la
obsidiana llega a la costa como material de
intercambio y a través del estudio de la cadena
operativa, determina su uso, empezando por el
estado en que llegaba desde la Sierra.
Adicionalmente, establece la diferencia en intensidad
de utilización de la obsidiana en estas dos
ocupaciones del Formativo y Desarrollo Regional
respectivamente.
En la sección de la Sierra, Laurie Beckwith
escribe acerca de sus investigaciones en el sitio
Formativo Tardío de Collay, localizado en la
provincia de Chimborazo. Esta arqueóloga señala
que el Formativo Tardío de la sierra central es poco
conocido, y en su excavación sistemática se
obtuvieron muestras de material cultural y de
carbón vegetal, que permitieron obtener fechas
radiocarbónicas y asociarlas con una cerámica
similar a la que se encuentra en Loma Pucará y en
Cerro Narrío, ubicados en la Sierra sur. Además,
la presencia de artefactos elaborados con concha
Spondylus, obsidiana y alabastro estarían indicando
la existencia de redes de intercambio. Finalmente,
debido a la presencia de rocas verticales al pie del
precipicio con cuencos artificiales labrados en las
mismas, plantea que en el sitio pueden haberse
llevado a cabo actividades rituales.
En Imbabura, María Auxiliadora Cordero pone
en relieve la ausencia de contextos tempranos en
las ocupaciones de la Sierra norte y sugiere que no
11
1. Introducción: las Mujeres y la Arqueología Ecuatoriana

solo es por falta de investigación sino porque temas relacionados con patrimonio arqueológico,
podrían estar debajo de coberturas de origen género, institucionalidad y comunidad. Josefina
volcánico. Cordero enfatiza que es imprescindible Vásquez Pazmiño empieza con el relato de su
aplicar nuevas alternativas de prospección con el experiencia de prospección regional en territorio
fin de contestar las preguntas sobre la actividad puruwá, provincia de Chimborazo. Vásquez expone
humana del Paleoindio, del Arcaico y del Formativo los resultados preliminares de su investigación en
en esta región. La autora interpreta los resultados Colta, pero introduce en la narración a la comunidad,
de su investigación en San Pablo, con base en el tanto hombres como mujeres, que se vuelven
análisis geoarqueológico que incorpora el protagonistas y no solo acompañantes de la
conocimiento acerca de tefras y otros materiales prospección. La autora manifiesta que es explícita
resultantes de eventos volcánicos y tectónicos, que la discriminación en contra de la mujer y el trato
permitirán conocer la incidencia del volcanismo desigual al interior de la comunidad debido a su
en el comportamiento de asentamientos que son género, y reflexiona sobre el ser mestiza versus
vecinos a los volcanes Imbabura, Cotacachi y indígena durante un trabajo de investigación. Esta
Cayambe. Jacqueline Carrillo Acosta, cerrando la serie de imágenes y memorias invitan a romper
sección sobre la Sierra, se enfoca en un área cercana con esos estigmas tanto rurales como urbanos que
a Otavalo, y expone las evidencias y el examen del frenan, lastiman y persisten en invisibilizar la
patrón de asentamiento de una sección del llamado práctica arqueológica de las mujeres en el Ecuador.
País Caranqui. En su artículo, la autora presenta El trabajo de Rocío Murillo Macay en cambio, pone
los resultados del análisis de las ocupaciones datadas en relieve las actividades en las que intervienen las
hacia el período de Integración, utilizando las mujeres que trabajan al interior del Instituto
herramientas del análisis espacial para entender Nacional de Patrimonio Cultural (INPC), en la
cómo estuvieron organizados en cuanto a la sección de manejo de bienes e inmuebles
jerarquía de asentamientos. arqueológicos e históricos. Murillo explica cuál ha
Tamia Viteri Toledo aporta con un estudio en sido el papel de las arqueólogas que trabajan en
la región amazónica, y centra su investigación en esa institución desde hace varias décadas. Sostiene
el análisis iconográfico de las urnas funerarias de que los patrones sociales tradicionales aún limitan
la Fase Napo del Período de Integración. Su a las mujeres en cuanto a asumir funciones que
discusión se encamina hacia la posibilidad de involucren esfuerzo físico (por ejemplo, remoción
determinar que las urnas no son solo contenedores de tierra), a pesar de que las tareas para arqueólogos
de los cuerpos de los difuntos, sino que también y arqueólogas dentro de la institución sean las
tiene una representación individual de quienes están mismas para ambos sexos, y que la presencia
guardados en su interior. Los diseños de las urnas femenina haya sido equitativa dentro del INPC
funerarias parecen ser únicos para cada individuo, desde sus inicios.
puesto que se marcan los rasgos fisonómicos con Continuando con el tema de género, la
ciertas manifestaciones estilísticas generales, participación de Kyra Torres Jiménez y Erikka
expresando tanto su propia identidad como su Moncayo Moreno fue de síntesis sobre la
pertenencia a un conglomerado social. desigualdad de género en la práctica arqueológica.
En la tercera sección de este volumen se tocan En su análisis determinan que la posición de género
12
 Victoria Domínguez Sandoval, Josefina Vásquez Pazmiño y María Auxiliadora Cordero

afecta el acceso de las mujeres a publicaciones en agradecimiento a la Florida Atlantic University, con
la academia, tomando como ejemplo la revista la intervención de su Escuela de Campo, y a la
National Geographic de Estados Unidos. A nivel Comuna de Salango, que nos abrieron las puertas
nacional, estas autoras incluyen un análisis de del Centro de Investigaciones y Museo Salango
opiniones a partir de entrevistas realizadas a (CIMS) para continuar con el simposio y un taller
estudiantes del Ecuador, con relación al rol de las práctico de antropología física, liderado por María
mujeres en la arqueología del país. Como Patricia Ordóñez y Nicole Jastremski. Gracias
profesionales jóvenes, hacen además un llamado también a la Florida Atlantic University, a través
a colegas que dirigen proyectos a hacer un esfuerzo de su profesora Valentina Martínez, por la donación
para ser inclusivos y proporcionar oportunidades de fondos para hacer realidad esta publicación.
equitativas tanto a hombres como mujeres que se Nuestra gratitud y reconocimiento a todo el
inician en la disciplina. Finalmente, María Amelia personal de apoyo tanto de la Universidad del Sur
Viteri, antropóloga, especialista en género y de Manabí como de la Universidad San Francisco
sexualidades, clase, y etnicidad, analiza la cultura de Quito, quienes estuvieron siempre prestos a
material desde una mirada de género, y presenta facilitar la organización del simposio. Un especial
sus reflexiones acerca de las mujeres y la arqueología agradecimiento a todas las colegas quienes
ecuatoriana. Viteri señala el presente volumen como participaron con sus trabajos en la discusión y,
un punto de inflexión en la disciplina en el país, finalmente, a las demás organizadoras que de una
que marca un antes y un después, dejando atrás la u otra manera colaboraron en la realización de este
interpretación predominantemente androcéntrica encuentro.
en el estudio del pasado.
Quienes redactamos esta introducción, fuimos
parte de la organización del simposio y expresamos
nuestro profundo agradecimiento a las instituciones
y personas que colaboraron no solo en la buena
ejecución del evento, sino en que este terminara
publicado en formato de libro. Josefina Vásquez
(USFQ), fue el motor de arranque de la ejecución
del simposio De arqueología hablamos las mujeres; el
Colegio de Profesionales Arqueólogos del Ecuador
colaboró con financiamiento; la UNESUM,
Universidad Estatal del Sur de Manabí en Jipijapa,
nos abrió sus puertas, dándonos todo su apoyo
logístico. La ULEAM, Universidad Laica Eloy
Alfaro de Manabí, dio cabida a la publicación que
se está presentando. Agradecemos a Asogasma por
el apoyo para proveer exquisitos alimentos
manabitas, preparados por manos expertas de
mujeres y hombres de la provincia. Igualmente, un
13
ARQUEOLOGÍA DE LA COSTA
2. Los Manteños del Norte y el Señorío de Çalangome:
Identificando los posibles límites del
señorío a través del registro arqueológico
Valentina L. Martínez
Introducción
Más de 2.000 años atrás, las sociedades
prehispánicas tardías de la costa ecuatoriana
entraron en un proceso de evolución caracterizado
no solamente por la articulación de diferentes pisos
ecológicos y el intercambio a larga distancia
(Norton, 1986; Marcos, 1995; Harris, Martínez,
Kennedy, Roberts y Gammack-Clark, 2004;
McEwan y Delgado, 2008), sino también por el
surgimiento de unidades territoriales con elementos
culturales identitarios propios. Entre estas
sociedades se encuentran los Manteños, una de las
culturas robustamente estudiada por arqueólogos
nacionales y extranjeros en los últimos 100 años
(ver Dorsey, 1901; Saville, 1907-1910; Uhle, 1931;
Jijón y Caamaño, 1930 y 1951; Estrada, 1957b y
1962; Marcos y Norton 1981; Silva, 1983 y 1984;
Norton, 1986; Mester, 1990; Currie, 1995; Stothert,
2006; McEwan, 2003; Martínez, Graber y Harris,
2006; Carter, 2008; Martin, 2009; Centro Cívico
Ciudad Alfaro, 2013 y 2016).
En este ensayo, se presenta un resumen de las
investigaciones llevadas a cabo por la Florida
Atlantic University (FAU) en la parte meridional
de la provincia de Manabí, esencialmente en el
cantón de Puerto López. Se aportan nuevos datos
pertinentes a los Manteños del Norte exclusivamente,
con la intención de contribuir con las discusiones
sobre dicha formación socio-económica y política.
El ensayo empieza con la delineación de objetivos
específicos, antecedentes medio-ambientales,
antecedentes generales sobre estudios Manteño
con un enfoque en la cerámica, y los datos
arqueológicos obtenidos por la FAU. La
sistematización final de la información obtenida
en la región es tarea pendiente todavía.
Objetivos Específicos
Haciendo uso de datos de prospección y
excavación recopilados por la FAU, se identifican,
en primer lugar, patrones de asentamiento y se
proveen interpretaciones preliminares con respecto
al incremento de sitios Manteño a través del tiempo.
Segundo, utilizando comparaciones cerámicas, se
realizan inferencias sobre el nivel de integración
territorial alcanzado en la región durante la fase
Manteña. Adicionalmente, se re-plantea que los
sitios identificados formaron parte de una unidad
sociopolítica conocida etnohistóricamente como
el “Señorío de Çalangome,” una propuesta hecha
por otros anteriormente (Silva, 1983; Norton, 1986;
McEwan 2003). Nuestro trabajo sugiere la presencia
de asentamientos Manteños en el bosque nublado
de El Pital (Constantine, 2004; Reneau, 2014; Builles,
2015; Martínez, Walter y Turcotte, 2016; Graber,
2017; Garzón y Martínez, 2017; Martínez y Walter
2017). Dicho piso ecológico fue probablemente
articulado al señorío por la presencia de agua y
otros recursos tales como fibras vegetales y maderas.
Finalmente, las posibles fronteras territoriales de
dicho Señorío, en lo que hoy es el cantón de Puerto
López, y tal como se definen por la arqueología,
17
2. Los Manteños del Norte y el S eñorío de Çalangome: Identificando los posibles
límites del señorío a través del registro arqueológico

son introducidas en este artículo.
Breve antecedente medio-ambiental de
la región
La región bajo estudio comprende la porción
meridional de la provincia de Manabí, integrada
por ocho valles fluviales y caracterizada por una
gran diversidad medio-ambiental (Figura 1). Este
territorio, desde Puerto López hasta Ayampe, posee
una serie de bahías rodeadas por las montañas
costeras de Chongón-Colonche. Se clasifica
ecológicamente como zona tropical sub-desértica. Antecedentes generales sobre estudios
Sin embargo, cambios en los vientos oceánicos Manteños
que fluyen al continente han permitido una serie Los trabajos iniciales de Saville (1907-1910),
de regímenes climáticos a lo largo de las montañas
costeras que varían de desértico a húmedo. Además,
los patrones de precipitación estacional determinan
pequeñas variaciones de humedad, tales como la
zona ribereña semi-húmeda, en donde crecen
plantas útiles a lo largo de los cursos del río (Harris
et al., 2004)
La diversidad medio-ambiental es comparable
a la diversidad cultural. En el presente, varias
comunidades se asientan a lo largo del litoral y
hacia el interior, sobre las montañas húmedas del
bosque nublado. En general, la subsistencia se basa
en la pesca, la agricultura de montaña, la caza, y
recolección. Dichas actividades a través de los años
han sufrido transformaciones debido a cambios
medio-ambientales y cambios en las políticas locales
y nacionales. Las comunidades hoy en día viven
también del turismo y otras empresas menores. En
el pasado, las comunidades de la región estaban
seguramente interconectadas, ya que todas ellas
exhiben evidencias arqueológicas en la superficie
y/o por debajo de la superficie, asociadas a la cultura
Manteña y a otras anteriores.
Uhle (1931) y Jijón y Caamaño (1931 y 1951) en
Manta y sus alrededores, sirvieron para elaborar
una primera aproximación de lo Manteño como
cultura arqueológica. Para estos investigadores, los
elementos culturales más notables en cuanto a
estética y recurrencia de objetos, eran los trabajos
en piedra tales como sillas de poder, estelas en bajo
relieve, columnas, esculturas antropomorfas,
esculturas zoomorfas, manos y metates, y cimientos
de estructuras o corrales (Saville, 1907-1910, pp.
17-59). Paralelamente, las crónicas españolas
consultadas por ellos mencionaban, entre otros
aspectos, la existencia de varios señoríos con

Figura 1. Diversidad Medio-ambiental. Fuente: Harris et al., 2004

18

posibles influencias políticas sobre determinados
territorios y la gran capacidad de navegación e
intercambio de los pueblos nativos que habitaron
en la región (Saville, 1907-1910; Jijón y Caamaño,
1931 y 1951). Intercalando ambas líneas de evidencia
(arqueológica y etnohistórica), los primeros
investigadores proponen la presencia de un grupo
cultural uniforme e importante, cuyo tiempo
específico y espacio estaba aún por definirse. Jijón
y Caamaño (1931) propone que estos grupos se
estructuraron sobre una plataforma que incluía
además un sistema de intercambio trans-regional
constituyéndose en lo que él denominó como la
“liga de mercaderes.” Para Norton (1986) la liga de
mercaderes y el Señorío de Çalangome están
asociados.
Posteriormente, Emilio Estrada Icaza (1957a,
1957b, y 1961) realiza cortes estratigráficos en
diversos puntos de la costa de Manabí y Guayas;
y, clasifica colecciones superficiales con el propósito
de establecer una cronología cultural para la región.
Sus investigaciones son organizadas y ejecutadas
utilizando las metodologías adecuadas: estratigrafía
arbitraria en los cortes y tipología en la clasificación
cerámica. Con estos métodos, Estrada primero
divide la cerámica Manteña en dos grandes clases:
ordinario y pulido. El pulido es seguidamente
subdividido en varias unidades analíticas (tipos) de
acuerdo a la región de origen (Chanduy, Playas,
Puná, etc.), a la técnica definida (bruñido, modelado,
negativo), y a la decoración presente en la superficie
(incisos, excisos, etc.). Las dos clases de cerámica,
ordinario y pulido, y algunos de los tipos,
demostraron tener una gran distribución espacial
cubriendo casi todo el territorio de la costa.
Sobre esta base, Estrada proporcionó las
primeras delimitaciones geográficas de la cultura
Manteña, dividiéndola entre los Manteños del Norte
y los Manteños del Sur, de acuerdo a la presencia/
Valentina L. Martínez
ausencia de la cerámica observada y otros elementos
culturales. Sumariando, con estratigrafía y con la
representación proporcional de los tipos, Estrada
(1957b, pp. 19-44) construye una secuencia
cronológica relativa, la cual fue y sigue siendo eficaz
para visibilizar variaciones cerámicas, para establecer
comparaciones cerámicas a nivel regional, y para
la construcción de una unidad cultural en el espacio.
La secuencia de Estrada no se basa en fechas
radiocarbónicos, por lo tanto es difícil utilizar la
variabilidad cerámica o los tipos como indicadores
temporales y asociarlos a cambios en la sociedad
Manteña. Sin embargo, los trabajos de Paulsen
(1970) y Mester (1990) respectivamente son
fundamentales en este aspecto. A rasgos generales,
Paulsen y Mester establecen secuencias locales
ligadas a fechas radiocarbónicas. Sin embargo,
mientras que el análisis de Paulsen se fundamenta
únicamente en colecciones superficiales, el de
Mester se asienta en excavaciones con control
estratigráfico y contextos arqueológicos con
asociaciones y proveniencias firmemente
establecidas.
Paulsen (1970, p. 58), en su trabajo en la
Península de Santa Elena, define la cerámica
“Libertad,” con fechas entre 1.000 +- 80 d.C
(Libertad Temprano, fases 1 y 2) y 1.400 +- 100
d.C (Libertad Tardío, fases 3-6). Ella señala que
las formas de la cerámica de las fases tempranas
de la Península de Santa Elena son similares a la
cerámica Manteña descrita por Estrada (1957b)
encontrada en áreas a los alrededores de Manta,
incluyendo en el Cerro de Hojas (Paulsen 1970, p.
137).
Por el otro lado, Mester (1990), en su trabajo
en el sito de Los Frailes, define cuatro fases
cerámicas (A-D), con fechas entre 900 d.C (para
las fases más tempranas) y 1300 d.C (para las fases
más tardías). Mester (1980: 123) propone que hay
19
2. Los Manteños del Norte y el S eñorío de Çalangome: Identificando los posibles
límites del señorío a través del registro arqueológico
un incremento en la estandarización de la cerámica
Manteña, tanto ordinaria como pulida, a través del
tiempo, y sugiere que la cerámica “Libertad” es
parte de la misma tradición. Para nuestros objetivos,
nosotros rescatamos el término Manteño del Norte,
establecido por Estrada (1957b), para referirnos a
la manifestación arqueológica presente en nuestra
región de estudio, y seguimos la secuencia cerámica
establecida por Paulsen (1990) y Mester (1980).
La cultura Manteña del Norte, del 500 al 1532
d. C. aproximadamente, se refiere entonces al
período cultural arqueológico final de la costa
ecuatoriana en Manabí, caracterizado por la
presencia de trabajos en piedra y cerámica ordinaria
y pulida; esta última con gran variabilidad de forma,
técnica, y decoración, siendo la técnica del bruñido
la más popular en todo el territorio. Se desprende
de los trabajos anteriores que el epicentro de esta
cultura reside en algún lugar de la provincia de
Manabí, tal vez en sus áreas centrales en los
alrededores de Manta y Jaramijó (Saville, 1907-1910;
Uhle, 1931; Jijón y Caamaño, 1951; Estrada, 1957b),
de donde probablemente se expandió en diferentes
direcciones (Martínez y Domínguez, 2011).
Aunque hay un acuerdo casi general sobre la
extensión espacial de los elementos culturales arriba
mencionados, los esfuerzos para definir el nivel de
desarrollo sociopolítico y la organización interna
solo han tenido un éxito moderado.
Sobre la base de interpretaciones de documentos
etnohistóricos, Silva (1983, 1984) y Norton (1986)
entre otros, sugieren la existencia de al menos cuatro
señoríos en el territorio de los Manteños del Norte:
“Señorío de Charapotó”, “Señorío de Jocay”,
“Señorío de Picoazá” y “Señorío de Çalangome.”
De estos, el último señorío es el más estudiado y
se considera que integra 4 pueblos: Salangone,
Salango, Tuzco y Sercapez (Norton, 1986). Nuestra
investigación parte de estas consideraciones y la
20
primera tarea fue la definición de los límites del
supuesto señorío.
El trabajo arqueológico en la región
Desde los años 80 hasta los años 90, el Programa
de Antropología para el Ecuador (PAE), dirigido
por Presley Norton, catapultó los primeros
esfuerzos de investigación sistemática en la parte
sur de la provincia de Manabí, posible área asociada
con el Señorío de Çalangome (Norton 1986). Se
investigaron varios sitios, incluyendo Los Frailes
de Machalilla (Mester, 1990), López Viejo (Currie,
1995), Agua Blanca (McEwan, 2003), Salango
(Norton, Lunnis y Nayling, 1983; Lunniss, 2001),
y Río Chico (López, 2000; Martínez et al., 2006).
De acuerdo con los investigadores mencionados,
Los Frailes de Machalilla probablemente se asocia
con Tuzco de las crónicas, Agua Blanca con
Salangone, López Viejo con Sercapez, y finalmente
Salango que lleva el mismo nombre desde la
antigüedad. Para McEwan (2003), Agua Blanca
estratégicamente localizado en el interior (entre el
mar y las colinas costeras), en un ambiente que
varía entre seco a selva semi-tropical tal vez fue la
capital del Señorío.
Además de estas excavaciones, un ambicioso
programa de prospección fue iniciado y conducido
por varios individuos. Uno de los objetivos a largo
plazo era utilizar datos de los sitios excavados y la
prospección para delinear el Señorío.
Desafortunadamente, la falta de una sola
metodología de prospección y la pérdida de
informes no publicados resultaron en una
evaluación incompleta de la zona (Graber, 2017).
Por otra parte, de los sitios mencionados, solo las
investigaciones en Los Frailes de Machalilla
produjeron una secuencia cerámica Manteña
reforzada con estratigráfica y fechas radiocarbónicas.
Por lo tanto, no se realizaron comparaciones

Figura 2: La región de estudio con las 8 Zonas prospectadas. Fuente: Graber, 2017
significativas de intra-sitio y la extensión del Señorío
no pudo ser corroborada arqueológicamente.
En consecuencia, a la llegada de la Florida
Atlantic University al área, se inició una nueva
prospección sistemática, se muestrearon varios
sitios Manteño y se realizaron comparaciones
cerámicas para reevaluar interpretaciones anteriores.
Yann Graber (2017), Angelo Constantine (2004) y
Andres Garzón (2017) trabajaron en la
implementación de la prospección con la ayuda de
estudiantes de posgrado y de pregrado, y capacitaron
también a varios miembros de la comunidad local.
Graber cubrió las zonas 1-5, Garzón y otros están
finalizando la zona 6; las zonas 7 y 8, exploradas
originalmente por J. Damp (1984), serán revisadas
en las próximas temporadas de campo (Figura 2).
Cada zona sigue un curso particular del río y su
valle circundante. El área total de la prospección
es de aproximadamente 250 kilómetros cuadrados.
Es un terreno con una topografía contrastante,
desde la orilla del mar hasta más de 300 metros
Valentina L. Martínez
sobre el nivel del mar. La secuencia comienza con
Valdivia Fase II (3300 BCE) hasta la aparición de
los Manteños alrededor de 700 dC (Martínez et al.,
2006; Graber, 2017).
“Señorío de Çalangome”
Nuestra investigación indica la presencia de más
de 150 sitios Manteño (Figura 3). Los datos implican
que los sitios varían en cuanto a su tamaño,
ubicación y actividades asociadas. Los datos además
sugieren un patrón de crecimiento y expansión
constantes, desde la costa hacia valles interiores.
En general, los sitios costeros tienden a ser
grandes y multifuncionales, con un área
aproximada de 3 kilómetros cuadrados. Las
excavaciones de la FAU en el sitio de Río Chico
(Harris et al., 2004; Martínez et al., 2006) revelaron
un asentamiento orientado a la captura,
procesamiento, almacenamiento, y redistribución
de las conchas de Spondylus Calcifer. En Río Chico,
hemos descubierto los restos de una gran estructura
21
2. Los Manteños del Norte y el S eñorío de Çalangome: Identificando los posibles
límites del señorío a través del registro arqueológico

construida a lo largo de la línea costera, donde dispersos junto a los canales de los ríos y en la
áreas de actividades y materiales culturales asociados parte superior de las terrazas aluviales. Tienden a
sugieren la existencia de un gran taller especializado ser de naturaleza doméstica con una orientación
para procesar Spondylus. Sobre la base de hacia actividades agrícolas como el sitio de Salango
comparaciones cerámicas, creemos que la estructura 40 (Figura 4), que data de 775 a 1025 dC (Martínez
pertenece a las primeras fases de la ocupación y Sánchez, 2014; Graber, 2017).
Manteño en la zona (Oyola-Courier, 2000). Sin embargo, este patrón cambia a medida que
Asentamientos de diversos tamaños, entre los Manteños se expanden hacia las partes más
medianos y pequeños, se encuentran en el interior altas de la cordillera, en el bosque nublado de El

Figura 3: Distribución de sitios Manteño.

Mapa elaborado con datos recopilados por Graber (2017), Constantine (2004) y Garzón (2017).

Figura 4: Perfil estratigráfico del Sitio 40. Fuente: Graber, 2017

22

Figura 5: Localización y distribución de sitios en el bosque nublado. Fuente: Garzón y Martínez, 2017.
Pital (Figura 5), en donde se encontraron sitios con
evidencia de monumentalidad. Los sitios fueron
identificados por la presencia de cimientos de piedra
con formas rectangulares y cuadrangulares visibles
en la superficie. Más de 100 cimientos de piedra
se han registrado con patrones de distribución
interesantes (Garzón y Martínez, 2017). Algunos
se agrupan con más de 20 estructuras, y otros se
dispersan en grupos de 2 a 6 a lo largo de terrazas
aluviales. La mayoría de los sitios se encuentran en
las terrazas aluviales de menor altitud, y algunos
en la cresta de las montañas. Los cimientos de las
estructuras tienden a mostrar una orientación NO
a SE y NE a SO y están asociadas a otros elementos
arquitectónicos tales como áreas de pórtico,
entradas, y paredes interiores (Garzón y Martínez,
2017).
La cerámica diagnóstica de superficie refleja las
posibles funciones de los elementos arquitectónicos
representados por los cimientos de piedras.
Reconstrucción de las formas de la cerámica indican
un componente utilitario que consiste en ollas de
Valentina L. Martínez
varios tamaños (para cocción y/o almacenamiento),
comales, tazones, jarras, y platos con pedestales.
El desglose específico de las formas de la cerámica
y su distribución indican también variaciones en
cuanto a la función de las estructuras. Por ejemplo,
vajillas utilitarias asociadas con actividades
domésticas dominan las muestras de la cerámica
de sitios C4-044-01 y C4-096-02 (Builles, 2015).
Dichas estructuras, de tamaño mediano, tienden a
tener un área de 41 a 95 metros cuadrados. Por
otro lado, sitio C4-097-02, una estructura de
alrededor de 120 metros y de dos habitaciones
produjo la menor cantidad de cerámica. El tamaño
de esta estructura, el número de habitaciones, y la
relativa ausencia de cerámica siguieren que este
recinto fue utilizado probablemente como una
unidad de almacenamiento de materiales
perecederos. Estas interpretaciones son reforzadas
por los resultados de fosfatos obtenidos por Reneau
(2014). Los fosfatos indican que las concentraciones
de fosfato en general fueron más altas en el interior
de las estructuras (C4-097-02 y C4-096-02) versus
23
2. Los Manteños del Norte y el S eñorío de Çalangome: Identificando los posibles
límites del señorío a través del registro arqueológico
el exterior. Por otra parte, las concentraciones de
fosfato de estructura C4-097-02 fueron más
elevadas que las concentraciones observadas en la
segunda estructura (Reneau, 2014). Por lo tanto,
las diferentes líneas de evidencia proponen la
existencia de por lo menos dos tipos de estructuras
en el bosque nublado de El Pital: domésticas y de
almacenamiento.
El asentamiento Manteño en el bosque nublado,
que incluye los valles de Las Tusas, Mocora, y La
Encantada abarca aproximadamente 50 kilómetros
cuadrados. En total son más de 100 cimientos de
piedra registrados en 40 sitios (Garzón y Martínez,
2017). El sitio más grande está ubicado cerca al
recinto El Pital, cubriendo un área de al menos
cinco kilómetros cuadrados y que data de 1440 dC.
Las comparaciones cerámicas y las fechas de
radiocarbono ayudan a aclarar la cronología
Manteño dentro del área de estudio. Apoyándonos
en secuencias cerámicas establecidas (Paulsen, 1970;
Mester, 1990; Rowe, 2005) se deduce que el
conjunto cerámico de Río Chico y Salango 40 son
anteriores a la cerámica Manteña del bosque
nublado. Las diferencias observadas en la cerámica
están probablemente vinculadas a cambios en la
sociedad Manteña. Adicionalmente, la cerámica
recuperada en El Pital coincide con la aparición
de cimientos de piedra en la zona. Este patrón
probablemente responde a la integración de
múltiples zonas ambientales y la creciente
centralización del Señorío.
Una comparación de la colección de cerámica
de El Pital con la cerámica de los sitios Los Frailes
de Machalilla y Agua Blanca ilustran estos
desarrollos. En general, los tres sitios contienen
formas de vasija similares. Estas formas, esbozadas
por Mester (1990) para la fase D de Los Frailes,
datan de 1300 dC y continúan en el conjunto de
El Pital, con una fecha de 1440 d. C. y Agua Blanca
24
(ver Rowe, 2005). Aunque no hay fechas de
radiocarbono para Agua Blanca, la presencia de
cimientos de piedra similares a los encontrados en
El Pital sugieren contemporaneidad. Esto se
refuerza con las ideas de Stothert (2006) y
Bohórquez (2012) quienes también proponen la
incorporación de la piedra como elemento
constructivo de la sociedad Manteña tardía.
Las similitudes en las formas cerámicas en los
tres sitios sugieren no solo la continuidad de las
tradiciones cerámicas sino una comunicación
cercana y constante. Además, los diseños y
tratamientos de superficie similares para el período
posterior en los tres sitios reflejan un aumento de
la estandarización, lo que probablemente implica
una progresión hacia la integración cultural del
territorio (Martínez y Walter, 2017).
Nuestras investigaciones están abriendo nuevas
perspectiva sobre la compleja evolución de los
Manteño en la región. La imagen que está
emergiendo sugiere algunos patrones interesantes
de asentamiento y cronología. En primer lugar, los
asentamientos a lo largo de la costa en el área de
estudio fueron probablemente los primeros en
establecerse y representan una fase temprana
Stothert 2006; Martínez y Domínguez, 2011;
Bohórquez, 2012). En segundo lugar, la cerámica
bruñida y la presencia de estructuras de mampostería
en El Pital sugieren la llegada tardía de lo Manteño
a la zona del bosque nublado. También implica
una adopción tardía de piedra para la construcción,
marcando los últimos esfuerzos de expansión por
los Manteños. Esta expansión, sin duda alimentada
por una creciente complejidad sociopolítica, fue
seguramente el resultado de la necesidad de
controlar y explotar las diversas zonas ambientales
ubicadas a lo largo y hacia el interior del territorio.
Finalmente, los sitios identificados como
Manteño en la región de estudio ayudan a configurar

Figura 6: El Señorío de Çalangome, límites sur.
los posibles límites del Señorío (Figura 6).
Claramente se visibiliza que los asentamientos se
encuentran en diferentes zonas medio-ambientales:
litoral, bosque seco, zona ribereña, bosque tropical,
y bosque nublado. Indudablemente formaron parte
de la for mación política reconocida
etnohistóricamente como el Señorío de Çalangome.
Nuestros datos refuerzan esta hipótesis general,
aclaran en parte la cronología interna, y desafían
suposiciones sobre el tamaño de la jefatura–e
indirectamente el alcance de su poder. El objetivo
final es comprender la dinámica temporal y espacial
del “Señorío de Çalangome” (Figura 6).
Valentina L. Martínez
Particularmente, se propone que el proceso final
de expansión territorial, implementado unos cien
años antes de la llegada de los españoles, fue una
estrategia que se centraba probablemente en el
control directo de diversas zonas ambientales.
Arqueológicamente, es difícil medir el significado
de nuestros hallazgos sin datos de prospecciones
comparables en regiones cercanas. Así, una
aproximación a la tan dinámica esfera política
Manteño en toda la región sigue siendo difícil de
obtener hasta que se realicen estudios similares en
el norte, donde residían los Señoríos de Charapotó,
Jocay y Picoazá.
25
2. Los Manteños del Norte y el S eñorío de Çalangome: Identificando los posibles
límites del señorío a través del registro arqueológico
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27
2. Los Manteños del Norte y el S eñorío de Çalangome: Identificando los posibles
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28
 3. Identidad cultural local y
desarrollo endógeno.
La arqueología y la historia en los estudios
de identidad cultural manabita
Enma Libertad Regalado Espinoza
Introducción
Manabí, gracias a su ubicación geográfica y a
su biodiversidad, ha sido considerada como uno
de los territorios donde la vida humana se estableció
hace miles de años, ocupación y poblamiento
territorial que hizo posible el paso desde las
sociedades precerámicas hasta la revolución urbana.
La identidad cultural de los pueblos es concomitante
con su desarrollo endógeno, por lo que la línea en
el tiempo es un continuum que marca las diferentes
evoluciones, en las cuales las necesidades
fundamentales han determinado la elaboración de
satisfactores, que como cultura material o producto
consciente van creando una memoria colectiva por
la práctica constante de costumbres aceptadas por
los grupos, las cuales se transmiten de generación
en generación y que son las evidencias de su
identidad cultural local.
Como habitantes del presente no existe en
vitrinas una bola mágica que traslade al pasado,
pero sí existe un buen repositorio de estudios
realizado por profesionales de la arqueología, ciencia
que nos ayuda a hurgar en la prehistoria, a remover
la vida de nuestros antepasados; a entrar en sus
tumbas para hacer hablar a lo poco que queda de
sus huesos, del ajuar que los acompaña, del espacio
que ocuparon.
Interpretar cada objeto, cada cimiento, cada
estructura nos ayuda a reconstruir las formas de
vida del pasado, su arquitectura, agricultura,
artesanías, relaciones sociales, políticas, comerciales,
su conexión con el cosmos y la naturaleza; y con
estos productos precisar el origen de la identidad
de nuestros pueblos. 
Este trabajo lo he realizado con base en libros,
ponencias, artículos, conferencias relacionadas con
el tema de manifestaciones patrimoniales, identidad
cultural de la provincia de Manabí, en los cuales
utilicé los aportes de varios estudios arqueológicos,
desde aquellos que se enfocaron más en una
descripción y datación de los objetos sin importar
el contexto, hasta los que contemplan de forma
integral los asentamientos, hallazgos, yacimientos
donde confluyen varias disciplinas. Como ejemplo
de este último tipo de trabajos están aquellos
realizados en Agua Blanca, Salango, Puerto López,
Jama, Japotó, Cerro de Hojas-Jaboncillo.
Igualmente, he usado los escritos de los primeros
cronistas de la colonia y de historiadores y
antropólogos.
Identidad Cultural local y desarrollo
endógeno
Sobre cultura, identidad, identidad cultural hay
bastante literatura y aportes muy significativos, que
nos ayudan a entender el desarrollo de la humanidad
desde este ángulo. De ellos se valoran, desde las
relaciones sociales: historia y geografía comunes,
formas implícitas de vida compartida, actores
colectivos portadores de identidad; desde lo afectivo
cognitivo: sentimientos de pertenencia, sentido de
identificación y diferenciación, memoria compartida,
29
3. Identidad cultural local y desarrollo endógeno.
L a arqueología y la historia en los estudios de identidad cultural manabit
autorreconocimiento del protagonismo colectivo
en el desarrollo de la localidad.
Para estudiar el desarrollo endógeno y la
identidad cultural local de esta región de la costa
ecuatoriana, es necesario analizar “ese conjunto
de signos históricos-culturales, tradiciones, prácticas
culturales que determinan la especificidad de la
localidad dentro de una relación de igualdad-
diversidad en el proceso del desarrollo social,
cultural, político, económico, tecnológico en
correspondencia con las necesidades humanas
fundamentales” (Regalado, 2015, p. 16).
Cuando la comunidad reconoce el valor de su
historia, del legado del pasado, de sus tradiciones,
estamos entrando en el campo del patrimonio. Por
lo tanto, resulta imprescindible incorporar la
categoría de patrimonio, como lo expresa Arjona
(1986), “entendido como aquellos bienes que son
la expresión o el testimonio de la creación humana
o de la evolución de la naturaleza, y que tienen
especial relevancia en relación con la arqueología,
la prehistoria”.
Entre esos bienes, es importante destacar, de
acuerdo con el propósito de la presente
investigación, el denominado “patrimonio cultural
inmaterial o intangible”, el cual se refiere a “… los
usos, representaciones, expresiones, conocimientos
y técnicas —junto con los instrumentos, objetos,
artefactos y espacios culturales que les son
inherentes— a las comunidades” (Unesco, 2003,
pp. 25-26)
Los saberes ancestrales de los pueblos
constituyen parte de su patrimonio y son, por lo
tanto, componentes de su identidad cultural; es
esencial el reconocimiento de su valor como tal, y
la consciencia de la necesidad de su preservación
o salvaguarda por parte de las comunidades
portadoras. Cabe entonces aquí, lo expresado por
Guadarrama y Pereliguin (1998), quienes establecen
30
una diferencia entre cultura práctica y cultura teórica.
Precisan que la cultura práctica se comprende como
el resultado directo de la actividad material (objetos)
y se da a través de tres aspectos fundamentales: las
relaciones del hombre con la naturaleza, con sus
semejantes y consigo mismo, y que esta se expresa
en todo el conjunto de actividades que ejecuta el
hombre a fin de no solamente consolidar lo que
la humanidad ha generado hasta el momento para
beneficio de sí misma, sino también para incorporar
nuevos elementos que contribuyan a su progreso.
Mientras, la cultura teórica se asocia al proceso de
abstracción que posibilita todo conocimiento, esta
penetra en los vínculos esenciales más ocultos y
desarrolla a la par el lenguaje para el enriquecimiento
conceptual necesario. Ambos aspectos se
complementan mutuamente, la cultura teórica funge
como un elemento que viabiliza la cultura práctica,
que permite la generalización y transmisión de
experiencias y saberes de pueblo a pueblo y de
generación a generación (Guadarrama y Pereliguin,
1998)
Los procesos culturales se asocian con la teoría
de las necesidades humanas fundamentales que,
como bien lo refieren Max-Neef, Elizalde y
Hopenhayn (1993), se basa en tres aspectos claves:
a) las necesidades humanas fundamentales, como
subsistencia, protección, afecto, entendimiento,
participación, ocio, creación, identidad y libertad;
b) estas son finitas, pocas y clasificables y son las
mismas en todas las culturas y en todos los períodos
históricos; c) lo que cambia a través del tiempo y
de las culturas, es la manera y los medios utilizados
para la satisfacción de las necesidades.
El desarrollo a escala humana, se sustenta en la
satisfacción de estas necesidades, en la generación
de niveles crecientes de auto dependencia y en la
articulación orgánica de los seres humanos con la
naturaleza y la tecnología, de los procesos globales

con los comportamientos locales, de lo personal
con lo social, al desarrollo y al autorreconocimiento
por parte de estos de su lugar en la sociedad, de
sus responsabilidades individuales y grupales, su
convivencia digna y en armonía con la naturaleza,
con sus semejantes y consigo mismos.
Los pueblos, a través de siglos de su existencia,
han pasado por una serie de procesos evolutivos,
que han determinado su nivel de desarrollo, los
cuales se han gestado al interno de las propias
comunidades, o se han visto modificados por
influencias externas, unas aceptadas por las propias
necesidades de crecimiento y otras impuestas por
situaciones de dominio; la literatura especializada
denomina a estos procesos endogenia y exogenia.
(Max-Neef et al., 1993)
En el momento de la presencia española,
nuestros pueblos habían ingresado al proceso de
revolución urbana, un momento de la historia en
que, como lo señala Ribeiro (1971), la acumulación
de innovaciones técnicas provocaron alteraciones
de los modos de relación entre los hombres para
la producción y en la forma de distribución de los
productos de trabajo; procesos que debieron darse
tanto por efectos de difusión como de desarrollos
independientes, o por la combinación de ambos.
Se impulsaron formas más complejas de división
social del trabajo a través de la especialización
artesanal y del comercio interno y externo.
La historia de nuestros pueblos a lo largo de
estos 9000 años desde el descubrimiento de la
agricultura se explicaría en términos de una sucesión
de “revoluciones tecnológicas y procesos de
civilización” (Ribeiro, 1971). En estos, cazadores
y recolectores alcanzaron otros modos de
org anización social-cultural-tecnológica,
enmarcándose en tres tipos de requerimientos,
como expresa Ribeiro (1971): primero, el carácter
acumulativo del proceso tecnológico que se
Enma Libertad Regalado Espinoza
desarrolla a partir de formas más elementales hacia
las formas más complejas, de acuerdo con una
secuencia irreversible; segundo, las relaciones
recíprocas entre el equipamiento tecnológico
empleado por una sociedad en su acción sobre la
naturaleza para producir bienes y la magnitud de
su población; la forma de organización de las
relaciones internas entre sus miembros y con otras
sociedades; y, tercero, la interacción entre los
esfuerzos por controlar la naturaleza y ordenar las
relaciones humanas y la cultura, entendida esta
como el patrimonio simbólico de los patrones de
pensamiento y conocimiento que se manifiesta,
materialmente, en los objetos y bienes, en particular,
mediante la comunicación simbólica y la
formulación de la experiencia social en sistemas
de conocimientos, creencias y valores.
En la historia aborigen ecuatoriana “la revolución
urbana” correspondería al Período de Integración
(500 a 1500 d. C.) Los arqueólogos, al estudiarla,
han establecido que hubo un constante intercambio
de productos, ideas y creencias entre la Costa, la
Sierra y la Amazonía y con los países vecinos; todas
las actividades estaban vinculadas a las alianzas y
acuerdos comerciales. Se intensifica el poder de
los chamanes y surge otro líder, el cacique, quien
se ocupó casi exclusivamente de las tareas de
producción y redistribución de los bienes. De esta
manera el poder político se separó del poder
religioso. En relación con la división urbano–rural,
esta estaba organizada por gremios
(especializaciones: tejedores, escultores, ceramistas,
etc.) “Los navegantes mercaderes constituían una
clase social privilegiada y formaron una red
comercial llamada Liga de Mercaderes” (Norton,
1968, pp. 131-144); hay una mayor “concentración
poblacional, jerarquización marcada y adopción
de una nueva arquitectura en ciertas regiones,
sugieren este proceso de evolución sociocultural”.
31
3. Identidad cultural local y desarrollo endógeno.
L a arqueología y la historia en los estudios de identidad cultural manabit
(Graber, 2010, p. 617)
¿Por qué uso la frase “desarrollo endógeno”?
Este es un término de reciente utilización. Vásquez
(citado en Fernández, s/f: 52) lo define y plantea:
“Cuando la comunidad local es capaz de utilizar el
potencial de desarrollo y de liderar el proceso de
cambio estructural, la forma de desarrollo se puede
convenir en llamarla desarrollo local endógeno o
simplemente desarrollo endógeno.” Los procesos
de cambio se considerarían como desarrollo
endógeno. Para este autor el desarrollo endógeno
supone tres elementos esenciales: en primer lugar,
que la comunidad local dirija, ejecute y controle su
proceso de desarrollo; en segundo lugar, que utilice
todas las potencialidades existentes en el territorio;
y en tercer lugar, que tenga por finalidad atender
las necesidades de los ciudadanos de la comunidad
local a identidad cultural, social e histórica con su
comarca, ciudad o región es el catalizador de este
proceso. (Vásquez citado en Fernández, s/f)
Los pueblos han generado su identidad,
construyendo de forma paulatina características
propias a partir de sus procesos económicos,
sistemas de relaciones sociales, formas de
producción, elaboración de satisfactores que ha
generado cambios en su tecnología, conllevando
un desarrollo autónomo de sus territorios como
bien lo expresa Massey (citado en Vásquez, 2007,
p. 188): “cada comunidad local se ha ido formando,
históricamente, en función de las relaciones y
vínculos de intereses de sus grupos sociales, de la
construcción de una identidad y de una cultura
propia que la diferencia de las otras comunidades.”
De aquí que se coincide con Vásquez (2007, p. 185)
cuando señala que “La conceptualización del
desarrollo económico evoluciona y se transforma
a medida que lo hace la sociedad, a medida que los
países, regiones y ciudades tienen que dar solución
a nuevos problemas, a medida que las innovaciones
32
y el conocimiento se difunden por las organizaciones
económicas y sociales.”
Importancia de la arqueología
Partimos de este concepto de arqueología
propuesto por Manzanilla y Barba (2010): “La
ciencia social que estudia las sociedades humanas
y sus transformaciones en el tiempo es una
ciencia histórica porque investiga el pasado. Forma
parte de la antropología y estudia al hombre como
ente social, así como su influencia sobre el medio”.
Estos autores además señalan que esta disciplina
integra informaciones procedentes de geología,
geografía, geofísica con la biología, volviéndose
de esta forma un poderoso puente interdisciplinario.
De esta forma la arqueología no se centra en
un momento de la historia sino en una visión más
integradora, pues ya no interesa de forma exclusiva
los estudios de ocupación humana del territorio,
sino que se ocupa del comportamiento del conjunto
del paisaje entendido como un sistema, donde el
entorno y su evolución constituye una parte
integrante del mismo. Cada objeto tiene la impronta
de la vida de las sociedades, se constituye en una
fuente básica de información de la cultura material,
una concreción del conocimiento de ese tiempo.
Desde este enfoque, Prevosti (2011) indica que
resultan indispensables los estudios de la morfología
del territorio, de la flora y el clima a través de la
palinología, de la fauna, de la geología de los suelos
y muy especialmente de la sedimentología (geología
de cuaternario). Pero también son imprescindibles
los estudios del poblamiento rural, para los cuales
se han utilizado principalmente técnicas de
prospección superficial sistemática.
¿Cómo estudiar a pueblos ágrafos en su
desarrollo prehistórico?, es la pregunta cuya
respuesta está en la arqueología, una ciencia
relativamente nueva y su desarrollo lento y un poco
 Enma Libertad Regalado Espinoza

a la zaga de su desenvolvimiento a nivel continental instrumento válido para definir la mayor o menor
y mundial (Meggers, 1996, p. 59) que en nuestro antigüedad de los vestigios arqueológicos. Emilio
país ingresa tardíamente y, como lo expresa Salazar Estrada, Carlos Zevallos Menéndez son los otros
(2000), la arqueología en el Ecuador inicia nacionales que con sus trabajos ayudan a ir
fomentada por instituciones extranjeras que envían definiendo el mapa arqueológico de Manabí
a sus especialistas, por una parte, a llenar el vacío (Marcos, 2000). En la segunda mitad del siglo XX
arqueológico que representaba Ecuador en el mapa son muy importantes las contribuciones de Presley
del continente, y por otra, a surtir de piezas Norton, Olaf Holm, Matthew Stirling, Francisco
precolombinas sus museos. Huerta Rendón, Richard Zeller, Donald Lathrap,
Echeverría (2016) en un estudio sobre el James Zeidler, Deborah Pearsall, Richard Lunniss,
desarrollo de la arqueología en el país, concuerda Geoffrey Bushnell, Jorge Marcos, Colin McEwan,
con los tres períodos establecidos por Jaime Idrovo Karen Stothert, Yann Graber, Mercedes Guinea,
y sugiere un período más: entre otros. En este siglo XXI, contamos con un
1. Período de los precursores o de arqueología mayor número de profesionales de la arqueología
descriptiva, ubicado desde la segunda mitad
nacionales y extranjeros. Se destacan los trabajos
del siglo XIX hasta 1945. del Instituto Francés de Estudios Andinos en
2. Período de las innovaciones teóricas y Japotó, los realizados en Cerro de Hojas-Jaboncillo
técnicas, o de arqueología descriptiva- por Ciudad Alfaro y la Universidad San Francisco
interpretativa, de 1945 hasta 1970, y, de Quito, y los proyectos que están desarrollando
3. Período de profesionalización académica o universidades en varios sitios de la provincia.
de arqueología interpretativa, desde 1970 Como bien lo expresa Marcos (2000, pp. 4-5)
hasta hoy. en el territorio de Manabí se encuentra una síntesis
4. La aplicación de métodos transdisciplinarios.
de la arqueología de la franja costera del Ecuador
y la relación con otras sociedades, tanto de la cuenca
Meggers (1996) señala que la investigación del Guayas, como del Sur Andino del Ecuador; la
arqueológica realizada por ecuatorianos y forma cómo Manabí se unió mediante una red de
extranjeros ha tenido un crecimiento continuo, intercambio a corta y mediana distancia con
acumulativo, específicamente en las tres últimas territorios de lo que hoy es Ecuador como también
décadas, principalmente por la participación de con los de Colombia, Perú en un solo espacio
arqueólogos formados académicamente y por el socioeconómico que los arqueólogos llaman el Área
apoyo de instituciones públicas y privadas. Septentrional Andina.
Los estudios arqueológicos en Manabí se
iniciaron a finales del siglo XIX y principios del Las evidencias arqueológicas como raíces
XX, especialmente por arqueólogos extranjeros de la identidad cultural manabita
como George Dorsey y Marshall Saville. En las “La arqueología sigue manteniendo un papel
primeras décadas del siglo XX, se da la presencia importante en la construcción de la identidad en
de arqueólogos nacionales como Jijón y Caamaño, la sociedad contemporánea, cada vez más
quien invitó a Max Uhle. Este último aportó con globalizada, pero que a la vez busca las diferencias
la difusión del uso de la estratigrafía como particulares” (Carvalho, s/f, pp. 35-46). Ella nos
33
3. Identidad cultural local y desarrollo endógeno.
L a arqueología y la historia en los estudios de identidad cultural manabit
ayuda a desentrañar temas sobre patrones de
asentamiento y distintos aspectos económicos y
de explotación territorial de las diferentes culturas,
seguidos por los temas cronológicos e ideológicos.
O, como señalan Manzanilla y Barba (2010, p. 14),
la reconstrucción de las actividades y las relaciones
entre los grupos sociales, la explicación de las
diferentes transformaciones que sufrieron estas
sociedades, son parte de los fines que persigue la
arqueología.
Esto demuestra esa dialéctica presente en la
arqueología, pasado y presente, sincronía y diacronía,
un corte en el tiempo y un recorrido a través del
tiempo, y a la vez la correlación entre arqueología
y la identidad cultural de los pueblos. Interpretar
las evidencias del pasado a través de ese estudio
espacio-temporal de un lugar, conecta con las
formas en las cuales los nuevos actores conciben
el presente. Ese proceso de rastrear el pasado,
generar asociaciones con el presente, es lo que va
definiendo los elementos con los que los seres
humanos agrupados en una comunidad han
concebido y conciben su identidad cultural.
La investigación arqueológica en Manabí ha
contribuido a precisar las diferentes revoluciones
tecnológicas de sus antiguos pobladores, que los
ha llevado a figurar como los primeros agricultores
que domesticaron plantas de gran importancia para
la economía; entre los primeros americanos en
fabricar objetos de cerámica y expresar en ellos su
cosmovisión religiosa a través de figuras humanas
como lo son las Venus de Valdivia; como habilísimos
navegantes y pescadores, ya que desarrollaron la
navegación a gran escala; como creadores de un
símbolo de ritualidad y moneda de intercambio: la
concha spondylus. Podemos además conocer los roles
tanto del hombre como de la mujer en las
comunidades aborígenes, una presencia fuerte de
figurines humanos femeninos, mujeres con ropas
34
muy ataviadas, mujeres representando a la fertilidad,
nos conducen a pensar en sociedades donde o bien
la mujer ocupó roles muy representativos, o la
acción de traer un nuevo miembro al grupo era la
divinizada.
Las huellas de la identidad
La biodiversidad del área de la costa hizo posible
la existencia del ser humano desde hace miles de
años, la datación aún se discute entre los especialistas.
Al respecto, Stothert y Piperno (2000) expresan
que “Los primeros pobladores de la costa del
Ecuador dejaron huellas en sitios arqueológicos en
la Península de Santa Elena, algunos restos tienen
fechas de 10.000 años”. Estos años significaron
que estas sociedades tuvieron procesos evolutivos
que conllevaron a formas de organización social
que pasaron de cazadores-recolectores a agricultores.
Estos paulatinamente se fueron adaptando al medio
ambiente y especializándose en actividades que, con
el tiempo, ayudaron a generar redes de intercambio
entre comunidades cercanas y, luego, cada vez más
distantes, con sociedades en distintas regiones
pacífico costeras y andinas, desde México hasta
Chile.
A partir de las investigaciones de varios
profesionales podemos señalar el proceso de
desarrollo endógeno y configurar las bases de la
identidad cultural del manabita. “El territorio que
hoy comprende Manabí, conocido desde los
primeros momentos de la conquista como territorio,
provincia, corregimiento o tenencia de Puerto Viejo,
provincia de Manta, ha sido también motivo de
otros bautizos dados por historiadores con sus
debidas justificaciones. Jacinto Jijón y Caamaño la
llamó Nación Manteña en 1951. Otro nombre que
se atribuyó a estas tierras es nación, puerto,
territorio, señorío Cancebí sugerido desde el padre
Juan de Velasco” (Regalado, 2016, p.19).

Arqueólogos e historiadores establecieron cuatro
períodos para la Costa ecuatoriana, relacionados
con datación de fechas que van desde 7000 a. C.
hasta 1525 d. C.: Precerámico (sociedades de
cazadores y recolectores que fueron los primeros
agricultores del Ecuador), Formativo (sociedades
agrícolas-alfareras), de Desarrollo Regional
(sociedades cacicales) y de Integración (señoríos
étnicos y confederaciones). Desde esta visión, las
tierras de la Costa comprendidas entre Manabí y
Guayas fueron asentamientos de varias culturas:
Valdivia, Machalilla, Tabuchila, Chorrera, Engoroy,
Guangala, Bahía, Chirije, Jama Coaque I, II, Milagro,
Tejar, Manteña, Huancavilca. (Regalado, 2016, p.21)
Los trabajos de sitios importantes donde se han
realizado investigaciones arqueológicas, Agua
Blanca, Bellavista, Cerro de Hojas, Cerro de Paco,
Cerro Jaboncillo, Cerro las Negras, Cerro los Santos,
Jaramijó, Jocay (Manta), Loma de los Cangrejitos,
López Viejo, Las Tunas, Los Frailes, Chirije, San
Isidro, Montecristi, Olón, Salango y La Libertad,
así como los trabajos ejecutados en Japotó,
contribuyen con una valiosa información para
conformar las características de los pueblos que
habitaron este territorio y las bases donde se
sustenta la identidad cultural manabita.
La ideología religiosa. Por el material
recogido en las múltiples excavaciones, las
simbologías usadas, los arqueólogos coinciden en
señalar que la mayoría de los pueblos aborígenes
definen el espacio territorial como una entidad
dentro de la cual los seres humanos, los espíritus
y los seres de la naturaleza coexisten. Su religiosidad
está expresada en casi todos los objetos de cerámica
y en las piedras que esculpieron, pero muy en
especial en las sillas, estelas, y el simbolismo ritual
que alcanzó la concha spondylus. (Guinea, 2004;
Hidrovo, 2010; Marcos, 2010; Stothert, 2001)
Enma Libertad Regalado Espinoza
El culto a los muertos. Uno de los objetivos
de los ritos funerarios es mantener la comunicación
entre el difunto y los parientes vivos, con la creencia
de que el ancestro puede darles beneficios desde
el más allá. El culto a los muertos debió implicar,
probablemente, la creencia en los espíritus de los
muertos y en una comunidad de difuntos, así como
en una prolongación de la vida con unas necesidades
más o menos similares a esta. Por eso la presencia
de enterramientos en los que se ataviaba al difunto
con su ajuar, adornos, comida y personas, debió
ser una manera de ofrendarle respeto y prolongar
la presencia de su memoria entre los vivos.
Hábiles navegantes y mercaderes. La
arqueología no ha desmentido esta centenaria
aseveración; por el contrario, ha develado varias
herramientas como anzuelos de concha o metal,
piedras de todos los tamaños, empleadas como
anclas, y numerosas piezas de alfarería que fueron
usadas por los antiguos navegantes y pescadores.
El desarrollo de la navegación a gran escala propició
las relaciones comerciales con otras áreas y a la vez
la especialización en la captura, procesamiento,
almacenamiento y redistribución de spondylus
exclusivamente (Alcina Franch, Bouchard y Guinea,
1987; Holm, 1986; Marcos, 1988; Martínez, Graber
y Harris, 2006). Salango es un sitio registrado
históricamente como uno de los cuatro
asentamientos que colectivamente formaron un
gran señorío en el área (Norton, Lunniss y Nailing,
1983). Es muy probable que durante la época
Manteña, Salango y quizás López Viejo fueran los
recipientes de las conchas procesadas provenientes
de Río Chico. Ambos sitios han aportado evidencia
de talleres especializados en la manufactura de
cuentas y otros adornos personales. (Norton et al.,
1983)
35
3. Identidad cultural local y desarrollo endógeno.
L a arqueología y la historia en los estudios de identidad cultural manabit

Escultores y constructores. La riesgo de falta de maíz, frejol, maní, zapallo, camote,

intensificación de la industria de transformación yuca en épocas de sequía; además, se tenía frutos
de la Spondylus y las ostras pudo ser el motivo de del mar para el consumo de los pueblos internos
un desarrollo de sus asentamientos, llegando a de la Sierra ecuatoriana, con quienes realizaban los
constituir grandes y pequeñas urbes “con calles intercambios. (Gutiérrez 2002: 19; Holm 1986:
bien trazadas, plazoletas, sistemas de drenaje, 251-271; Marcos 1988; McEwan, 2003; Pearsall,
edificios, recintos ceremoniales y cementerios” 1988; Piperno y Pearsall, 1990; Stothert 2006: 267;
(Norton et al., 1983). Destacan como importantes Stothert y Piperno, 2000; Zeidler & Pearsall, 1994)
centros urbanos: Agua Blanca, López Viejo,
Colonche, Jocay, Los Frailes, Canduy, los que tenían Diestros tejedores. La tejeduría debió
centros ceremoniales construidos en Cerro de también constituir un medio de expresión ritual
Hojas, Cerro Jaboncillo, Cerro Montecristi, Cerro religiosa, social y cultural. La cantidad de volantes
de los Santos, Loma de los Cangrejitos (Marcos, de huso, también conocidos como piruros, torteros,
2000, p.23). La presencia de sillas en U, de estelas, fusayolas, así como de figurinas, cuya decoración
estatuas, columnas, figuras de animales, tótems, insinúa vestimentas tejidas, son prueba de esta
pozos, albarradas, tolas, estructuras de edificaciones actividad que tuvo un gran desarrollo en Manabí
ha sido motivo de estudios. Trabajos que (Cobos, 1964; Guinea, 2004; Klump, 1983; Stothert
demuestran un avanzado desarrollo urbanístico son y Parker, 1984; Stothert, 1997). En la descripción
las calles trazadas, plazoletas, templos, recintos de la balsa manteña sale a relucir el cargamento de
ceremoniales, edificios para reuniones, casas muy mantas bien elaboradas que llevaban, entre otras
bien distribuidas, muchas de ellas sobre terraplenes cosas. “Los tocados en los figurines es evidencia
para protegerse de las temporadas lluviosas, del tejido de sombreros con fibras como la toquilla
estructuras de piedras, uso de adobe, quincha, y la mocora” (Regalado, 2010), de las cuales los
cubierta de dos aguas; uso de maderas y en especial primeros cronistas harán referencia.
ese acero vegetal, la guadua angustifolia, conocida
en nuestro campo como “caña brava”. (Bouchard, Artistas Alfareros. La cerámica ha sido, desde
2010; Dorsey [en Saville, 1907]; Estrada, 1962; los albores de su producción hace 5000 años, muy
Holm, 1986; Lunniss, 2001; Marcos, 2005; McEwan, importante en contextos ceremoniales y rituales,
2003; Norton et al., 1983; Savillle, 1907) por medio de técnicas que lograron crear un
material casi inmortal. Este se convirtió en un
Pueblos agricultores. Construyeron grandes vehículo vistoso y de comunicación muy vinculado
espacios para las instalaciones de estructuras para a actividades comensales. El arte de la cerámica
la agricultura, como pozos empedrados excavados tuvo funciones prácticas y rituales; la cantidad de
en las terrazas de cultivo, albarradas o jagüeyes en utensilios que elaboraban sirvieron para cocinar
las cuencas de los ríos para la captación de agua, los alimentos, servir la comida, rallar el maíz, la
almacenamiento de granos, captura de peces, lo yuca, el cacao, fermentar la chicha de maíz, hacer
que demuestra que los procesos de redistribución ofrendas a sus muertos y para fabricar moldes de
de los excedentes de producción se realizaban para fundición de metales. Adicionalmente elaboraron
estas épocas y con estos sistemas se prevenía del en serie figurinas, sellos, torteros o volantes de
36
 Enma Libertad Regalado Espinoza

huso para el tejido, artefactos musicales, ollas parahallazgos importantes, pues parte de ser una de las
ser usadas como hornos, para conservar víveres, primeras evidencias de metalurgia en la costa norte
fermentación, cremación y almacenamiento de del Ecuador. Evidencias similares fueron
restos humanos. (Graber, 2010; Guinea, 2004; encontradas en contextos Chorrera y transición
Martínez, 2015; Stothert, 2006; Zeidler, 1994) Chorrera-Bahía en la región de Salango, provincia
de Manabí. Los estudios de Holm sobre la
Orfebrería. Nuestra provincia está ubicada metalistería precolombina del Ecuador (2007, pp.8-
dentro del Área Intermedia Sur, como una subárea, 23), describe la existencia en Manabí de los lingotes
dentro del Área Metalúrgica Andina definida por de cobre, anzuelos, pinzas, agujas, cuencos de uso
Lechtman. Esta subárea se extiende desde La Tolita ceremonial repujados en oro, cuentecillas. Las
-Tumaco, sobre la costa Pacífica del sur de Colombia hachas monedas fabricadas en cobre usadas para
hasta la costa norte peruana, y en la sierra, desde el intercambio comercial o como “parte de un
el altiplano nariñense en la frontera colombo- equilibrio económico de recolección y
ecuatoriana hasta el sur del Ecuador, como una redistribución” y como parte del ajuar funerario,
zona metalúrgica particular, con una antigüedad fue otro de sus hallazgos. Con estas observaciones
que se remonta a 1.500 a. C., que, aunque podemos asegurar que el desarrollo de la orfebrería
“comparten íconos y énfasis tecnológicos a nivel fue otro campo en los cuales incursionaron nuestros
general, tienen ciertas particularidades, logros antepasados y que sirvió también como otra forma
tecnológicos y de diseño particulares” (Plazas, 2007, de establecer intercambio de tecnologías con otros
pp. 503-506). Se concluye que las innovaciones pueblos.
tecnológicas jugaron un papel decisivo dentro de
la Provincia Metalúrgica Andina, con repercusiones Gastronomía milenaria. Con los estudios
en el área norte del Perú y a Mesoamérica. realizados por arqueólogos y antropólogos en varios
Con el bronce, la plata, el oro elaboraron sitios de lo que hoy es Manabí, se puede configurar
infinidad de objetos, unos con mayor grado de las bases de la gastronomía manabita. La agricultura
perfeccionamiento, otros más sencillos para uso les suministró principalmente carbohidratos y grasas
de la gente más común; casi todas las personas vegetales, los que fueron suplementados con
traían adornos de oro, según los cronistas, lo que proteínas de carne y pescado. La cacería constituyó
indica que el oro era muy apreciado, era parte de para algunos grupos prehispánicos la fuente
su ornamento y además sirvió para fabricar objetos principal de aporte cárnico y por tanto de proteínas.
sagrados como ofrendas que entregaban a sus Gutiérrez (2002) señala que lograron domesticar
dioses y eran también parte del ajuar funerario. solo dos especies de animales en la costa. Se han
(Regalado, 2016, p. 45) encontrado evidencias osteológicas de cuy en el
Valdez, Gratuze, Yépez y Hurtado (2005) sitio Salango, desde los niveles de la cultura
sostienen que en el sitio Las Balsas del sector de Guangala Temprano hasta Manteño. La segunda
la Tolita, se hallaron láminas perforadas, con fechas especie domesticada es un tipo de pato, reseñado
915-780 a. C. constituyéndose en la muestra más en informes arqueológicos que señalan su consumo
temprana del uso de metales en la región, con en una época más antigua. Estas evidencias fueron
técnicas de martillado y calado, en uno de los encontradas en contextos funerarios y ceremoniales.
37
3. Identidad cultural local y desarrollo endógeno.
L a arqueología y la historia en los estudios de identidad cultural manabit
El consumo de mamíferos como pecaríes, saíno,
venado y zarigüeya se identifica en culturas como
Las Vegas, Valdivia, Tolita, Atacames, Milagro, Jama
Coaque II y Manteño.
Regalado (2008) se refiere a un ejemplo de lo
que pudo ser una comida de nuestros antepasados
y que posiblemente sea la base de lo que hoy se
denomina “viche”. En los datos de Mercedes
Guinea (2006) se señala que, en un yacimiento de
Atacames (cuyos habitantes en el pasado quedaban
en la órbita de influencia de lo manteño-huancavilca),
en uno de los montículos en las excavaciones
realizadas en 1974, encontraron un cuenco que
contenía en su interior los restos de un guiso de
pescado con maíz (supongo que esta es la base de
nuestro plato emblemático: el viche), que se pudo
conservar gracias a que se carbonizó en parte. En
otro montículo del mismo yacimiento se halló una
olla grande y alrededor de ella 200 cuencos
pequeños para tomar chicha o una bebida especial
en alguna fiesta o ritual. La chicha está presente,
hasta nuestros días, en cada acto conmemorativo.
De igual forma, el uso del maní aparece
documentado por Cicala (1994), señalando que se
lo consume preferentemente los fines de semana.
Este es un ingrediente que en la actualidad está
presente en la mayoría de las comidas manabitas,
como un factor de diferenciación de otras
gastronomías del país.
Conclusiones
La arqueología es una herramienta fundamental
para producir conocimientos a partir de los
productos del legado de la cultura material de
quienes nos antecedieron. La provincia de Manabí,
considerada por los profesionales de la arqueología
e historia como un centro muy importante, vio el
desarrollo de muchos pueblos desde hace
posiblemente 9.000 años. Durante ese tiempo, los
38
avances que se dieron en territorio manabita estaban
a la par de otros de Mesoamérica y Sudamérica.
Estos habitantes fueron hábiles pescadores y
navegantes, que pudieron en sus balsas remontar
el Pacífico y llegar con sus productos hasta
Mesoamérica y a los pueblos de Colombia, Perú,
Chile. Uno de estos productos fue la concha
spondylus, que se convirtió en un elemento con
un alto simbolismo ritual y económico, una especie
de oro rojo, manjar de los dioses. Los antiguos
manabitas tenían su propia deidad, la diosa de la
salud, Umiña, cuyo templo estaba en el Jocay
antiguo; fabricaron sillas de piedra en U, símbolos
de poder.
Otros de sus logros fueron la tecnificación de
la agricultura, construyendo albarradas, canales de
riego, pozos y sistemas de terrazas. Mantuvieron
e innovaron la artesanía del sombrero fino de paja
toquilla, que hoy es símbolo de la identidad
manabita y patrimonio cultural inmaterial de la
humanidad. Estos pueblos generaron una
gastronomía ancestral, cuyos sabores y saberes son
orgullo del manabita y trasciende las fronteras
patrias.
En la actualidad, hay actividades que se siguen
realizando (con variantes tecnológicas), como la
quema y roza en los cultivos de maíz y maní; la
siembra de maíz, maní, yuca, zapallo, frejoles; la
fabricación de ollas, comales, cazuelas y hornos; la
veneración a sus muertos; la pesca, y la preparación
de tortillas de maíz, los bollos, el viche, el ceviche
y la chicha.

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boletín.
41
 4. Arqueometalurgia de la cultura material de los
Manteño – Guancavilca, Ecuador
Martha E. Romero Bastidas, Rita Díaz, Rocío Murillo,
Ana Yañez, Fernando Espinoza Guerra y Carlos Vásquez Mora
Introducción
El interés de los arqueólogos por el estudio de
la cultura material metalúrgica del Ecuador no es
nuevo. Sin embargo, el abordar la metalurgia desde
el punto de vista tecnólogico, y como medio de
aproximación al conocimiento de las sociedades
del pasado, ha merecido especial atención por parte
de los investigadores en los últimos años. La
conceptualización del presente estudio, parte de
entender a la cultura material como un producto
socialmente construido, no solo desde las técnicas
y procedimientos involucrados en la manufactura,
sino contemplando los usos y concepciones que
la sociedad realiza sobre los mismos (Bate, 1998),
es decir, como producto de una determinada
sociedad que responde a unas pautas culturales
concretas. (Rivera, 1990)
Por tanto, el proceso de elaboración de la cultura
material, desde la obtención de la materia prima
hasta llegar al producto final, está condicionado,
intencionalmente o no, por las circunstancias
sociales en las que se produce. De este modo, se
convierte en reflejo del contexto social en el que
fue producida (Cobas-Fernández y Prieto, 2001).
En este mismo sentido, Lemonnier (1992) propone
que la tecnología abarca todos los aspectos del
proceso de acción sobre la materia e incorpora una
nueva dimensión: las representaciones sociales de
la tecnología y los objetos, refiriéndose a los
conocimientos específicos, sobre los gestos y
acciones necesarios para llevar a cabo las
transformaciones de los materiales involucrados,
mediante el uso de determinados instrumentos, con
el fin de lograr un producto buscado. (Lemonnier,
1992)
La metalurgia de la cultura Manteño-Guancavilca
ha sido objeto de investigaciones realizadas desde
varios enfoques (Bushnell, 1975; Scott, 1986; Lleras,
2010). Sin embargo, hasta la fecha no existen datos
suficientes relacionados a técnicas de transformación
y elaboración de los objetos metálicos de esta
cultura, obtenidos a través del análisis y descripción
de las cadenas operativas involucradas y la
variabilidad de materiales y técnicas empleadas por
los orfebres manteños-Guancavilca, que evidencien
el desarrollo tecnológico metalúrgico alcanzado.
En este trabajo se aborda el tema de la metalurgia
Manteño-Guancavilca siguiendo el enfoque
desarrollado por Leroi-Gourhan (1971, 1973) y
Haudricourt (1987), para quienes todos los objetos
pueden tener una lectura e interpretación desde la
dimensión tecnológica.
Materiales y métodos
Para abordar el tema de la metalurgia de la
cultura Manteño-Guancavilca, no se aplica el
concepto de cadena técnica operativa, tal como
fue utilizado inicialmente en el estudio de la
industria lítica solo como una herramienta
descriptiva (Léroi-Gourhan 1965), sino más bien,
como una aproximación cultural a los sistemas
tecnológicos (Gosselain 1992; Lemonnier 1986,
1991). Así, cada técnica puede ser descrita por una
cadena operativa; esta asocia materiales y
43
4. Arqueometalurgia de la cultura material de los Manteño – Guancavilca , Ecuador
herramientas a usos y conocimientos (Pernot, 2010);
siguiendo esta perspectiva los materiales y
herramientas forman parte de la cultura material,
mientras que los gestos y conocimientos, se asocian
a la parte inmaterial de una “cultura técnica”, que
solo son accesibles de manera indirecta.
Se analizó una muestra de veinte objetos
metálicos de la cultura Manteño-Guancavilca,
pertenecientes a la colección del Museo
Antropológico de Arte Contemporáneo de
Guayaquil. El estudio analítico fue llevado a cabo
en el Laboratorio de Investigación del Instituto
Nacional de Patrimonio Cultural y se utilizaron las
técnicas de fluorescencia de rayos x (FRX) y la
metalografía combinada con microscopía
electrónica de barrido analítico (MEB).
Espectroscopia de fluorescencia de rayos X: El
análisis de composición química se realizó con el
analizador de metales por fluorescencia de rayos
X marca Bruker portátil, con parámetros de
operación de 11 mA y 40 KV, con la utilización
del filtro de titanio y 60 segundos de exposición.
Para la cuantificación se elaboró curvas de
calibración con patrones y materiales de referencia.
Los elementos químicos analizados fueron Au, Ag,
Cu, Sn, As, Fe, Ca, Pb. La composición química
elemental reportada para cada pieza corresponde
al promedio de las cinco mediciones. En las piezas
con revestimientos o tratamiento de superficie, se
realizaron las mediciones en las zonas donde el
dorado estaba en un mejor estado de conservación
y, por tanto, los resultados corresponden a la
composición química superficial (dorado).
Metalografía combinada con microscopía
electrónica de barrido con EDS: El análisis se lo
realizó sobre superficies previamente pulidas y
atacadas con un reactivo adecuado; con el auxilio
de un equipo JEOL IT300, usando un bombardeo
de electrones con aceleración de voltaje de 20kV.
44
Las microfotografías y el análisis se realizaron a
bajo vacío (45 Pa), con detector de retrodispersados
y sonda de energía dispersiva (EDS). La metalografía
proporcionó evidencias sobre los procesos de
manufactura, el historial térmico, la naturaleza del
metal o aleación empleado y de los productos de
corrosión.
Resultados
Objetos seleccionados. La muestra está
conformada por veinte piezas metálicas. Se
identificaron las siguientes categorías morfológicas:
dos instrumentos para coser a mano utilizados para
la producción textil (agujas); (Lechtman, 1991) tres
herramientas para cortar objetos blandos o
semiblandos (hachas), uno de ellos de tipo
ceremonial (cuchillo); un artefacto ceremonial e
instrumento musical que se lo llevaba suspendido
desde el cuello y colgando sobre el pecho, utilizados
por los danzantes en sus ceremonias festivas, y
emitían sonido agradable al compás con los
movimientos del baile, (tincullpa o batintín), (Jijón
y Caamaño, 1920); un instrumento musical de
percusión con sonido agudo y agradable al oído,
producido por el choque entre el sonajero y las
concavidades convexas al interior del artefacto
(Jijón y Caamaño, 1920), algunos fungían como
adornos en prendas de vestir de los danzantes
(cascabel); una herramienta de orfebrería para labrar
el metal (cincel) (Idrovo, 1978); un artefacto ritual
que se utilizaba para cubrir el rostro del difunto
(máscara antropomorfa) (Pazmiño, 2010); un
instrumento de caracterización de rango (insignia
ornitomorfa), un artefacto ceremonial para cubrir
el pecho que se lo llevaba suspendido desde el
cuello (pectoral) (Jijón y Caamaño, 1920); una
preforma de artículo de joyería (nariguera en
proceso de elaboración) (Jervis, 2011); un artículo
de joyería para adornar la oreja (arete); tres artículos

de joyería para ornamentar la ternilla de la nariz
(narigueras) (García, Jervis y López, 2000); un
artículo de joyería para agrandar o mantener
expandido el orificio del lóbulo de la oreja (orejera
/ expansor); parte de un artículo de joyería (cuenta
zoomorfa, representa una garra de felino) (Jervis,
2011); dos aditamentos de sujeción (argollas). El
conjunto de muestras presenta un buen estado de
conservación.
Composición de los metales y aleaciones.
Respecto a la materia prima, los metalurgistas
Manteño-Guancavilca trabajaron únicamente tres
metales, cobre (Cu), plata (Ag) y oro (Au); y usaron
por lo menos cinco aleaciones intencionales: Cu-
Ag, Ag-Cu, Au-Cu, Au-Ag-Cu y Au-Cu-Ag.
Predomina el uso del cobre, no aleado, el cual tiene
bajas concentraciones de arsénico (menor al 1%),
por lo que no se ha definido como bronce. El cobre
fue usado principalmente para la elaboración de
herramientas y utensilios de uso doméstico y
productivo, esto debido, a su resistencia y tenacidad,
combinada con la maleabilidad y ductilidad.
Martha E. Romero Bastidas, Rita Díaz, Rocío Murillo,
Ana Yañez, Fernando Espinoza Guerra y Carlos Vásquez Mora
El cobre también se lo encuentra formando
aleaciones binarias con metales preciosos como la
plata, (Cu-Ag, Ag-Cu) y el oro (Au-Cu) y aleaciones
ternarias con el oro y plata (Au-Ag-Cu y Au-Cu-
Ag). El uso de las aleaciones binarias y ternarias de
oro, está limitado a la obtención de objetos dorados
a través de recubrimientos o tratamientos de
superficie por diferentes métodos. Estas aleaciones
fueron destinadas para la elaboración de adornos
corporales.
En la Tabla 1, se muestra los resultados de los
análisis de composición química por fluorescencia
de rayos X y los metales o aleaciones que trabajaron
los metalurgistas Manteño-Guancalvica.
Lectura tecnológica. En la metalurgia
Manteño-Guancavilca, se distinguen tres grupos
de técnicas para trabajar el metal: Las técnicas de
manufactura o conformado, que son aquellas con
las que se configura la forma de la pieza; las técnicas
de decoración y acabado, que son las que se usan
para dar a la superficie algún ornamento o acabado,
y las técnicas de unión de dos o más piezas. En la
45
4. Arqueometalurgia de la cultura material de los Manteño – Guancavilca , Ecuador
Tabla 2. Técnicas metalúrgicas de la cultura Manteño-Guancavilca.
Técnicas Clase de Técnica
Deformación plástica
Conformado
Vaciado
Revestimiento
Tratamientos químicos
Decoración y acabado
Pulido
Mecánicas
Uniones
Térmicas
Tabla 2, se propone una clasificación de las
principales técnicas de transformación.
Las técnicas de conformado, empleadas por los
metalurgistas Manteño-Guancavilca, se las puede
dividir en dos grandes grupos: por deformación
plástica y por vaciado.
En las técnicas de deformación plástica, los
artesanos trabajaron la capacidad que tienen los
metales de ser deformados por aplicación de una
fuerza externa (Carcedo, 1992; Pernot, 1998).
También experimentaron con el uso del fuego, al
aplicar el recocido para contrarrestar el
endurecimiento ocasionado por el trabajo en frío,
que hace que el metal se vuelva frágil y quebradizo.
El recocido afina el grano de la estructura metálica,
compensando las irregularidades producidas por
deformaciones. Así, el metal puede ser deformado
plásticamente por varias ocasiones, sin que exista
el riesgo de que se quiebre (Chaussin y Hill, 1976).
La técnica de conformado más ampliamente usada
y difundida por los metalurgistas Manteño-
Guancavilca, es el martillado o laminado en frio,
que se evidencia por la deformación de las dendritas
(Figura 1a) , seguido de recocido reconocido por
la presencia de maclas de recocido.
Este proceso, está relacionado más comúnmente
con el trabajo con aleaciones preciosas, tanto
binarias (Cu, Ag) como ternarias (Au, Ag, Cu). Esta
46
Tipo de Técnica
Laminado
Embutido
Recopado
Doblez
Molde de uso único
Molde reutilizable
Por definir
Dorado por enriquecimiento
Con pulimento fijo
Con pulimento en polvo
Traslape
Alambre
Soldadura
constituye una cadena técnica operativa básica, en
el sistema técnico de la metalurgia de transformación
de esta cultura. Luego del laminado, los metalurgistas
procedían a dar forma a las piezas, utilizando
diferentes técnicas como: embutido, recopado y
doblez.
El embutido, es otra técnica de conformado
utilizada en la elaboración del pectoral (tincullpa).
Se trata de una técnica que proporciona convexidad
a la pieza, a través de presión por fricción sobre
una superficie blanda como la madera o cera,
aprovechando la capacidad de deformación plástica
de los metales.
El recopado, fue usado para la elaboración de
objetos como narigueras. Esta técnica consiste en
dar forma a una pieza por martillado de una lámina,
con ayuda de un alma (refuerzo) de madera o molde
pretallados (Carceno, Vetter y Dies Canseco, 2004).
En su elaboración no se utilizó ningún tipo de
unión. Es una técnica usada exclusivamente con
aleaciones binarias de oro y plata o ternarias de
oro, plata y cobre; por sus propiedades permiten
un fácil amoldamiento.
Dentro de las técnicas de vaciado, se cuenta la
cera perdida o la utilización de molde de uso único
y el molde reutilizable. Esta técnica, está relacionada
con la introducción del uso de un metal menos
noble como el cobre en la tecnología metalúrgica

Figura 1. A) Deformación plástica de las dendritas por martillado, aleación 86% Cu y 13% Ag, pectoral.
B) Maclas de recocido del pectoral tincullpa de Cu.
Manteña-Guancavilca. El vaciado consiste en verter
un metal fundido en un molde que puede ser
elaborado de diferentes materiales como barro
cocido, piedra (Carcedo y Vetter 1999; Pernot 2002),
metal o arena (Pernot 2002). Al solidificarse, el
metal tomará la forma del molde.
Figura 2. Granos de Cu formados por enfriamiento lento en el de superficie, los Manteño-Guancavilca
proceso de vaciado, cascabel.
El vaciado con molde de uso único, que
comúnmente se le conoce como “cera perdida”,
consiste en elaborar un modelo de cera del objeto
deseado, envolverlo con arcilla u otro material
refractario y una vez endurecido, colocarlo al fuego
Martha E. Romero Bastidas, Rita Díaz, Rocío Murillo,
Ana Yañez, Fernando Espinoza Guerra y Carlos Vásquez Mora
para que se derrita y se pueda evacuar la cera líquida.
Finalmente el metal líquido se vacía en un molde
ocupando este el lugar de la pieza que había sido
realizada en cera (Easby, 1956). Al solidificarse el
metal, la cubierta de tierra cocida era destruida
para poder obtener la pieza de metal. Este proceso,
fue usado para la elaboración del cascabel (Figura
2) y la insignia ornitomorfa.
El vaciado con moldes reutilizables, produce
objetos en serie de forma más rápida que el vaciado
a la “cera perdida”. El proceso consiste en fundir
el metal seguido del vaciado en un molde que más
tarde podría ser reutilizado (Fraresso, 2008) y fue
empleado para elaborar agujas, hachas y narigueras.
Entre las técnicas de decoración y acabado,
podemos anotar el pulido y los tratamientos de
superficie. En lo que se refiere a los tratamientos
perfeccionaron el uso de las técnicas de dorado,
orientado a la búsqueda de mejorar las propiedades
del color. Las técnicas de tratamientos superficiales
se pueden dividir en dos categorías: aquella técnica
que incorpora una lámina o capa de una aleación
de oro a un objeto de cobre, y la técnica en la que
se hace un tratamiento químico a la superficie,
47
4. Arqueometalurgia de la cultura material de los Manteño – Guancavilca , Ecuador

conocido como dorado por enriquecimiento (Figura
4). De hecho, ésta última técnica fue la más utilizada
por los Manteño-Guancavilca. Según Letchman,
se parte de una aleación de cobre y oro, con
impurezas de plata conocida como tumbaga, la
cual se frota con el jugo de una planta, se calienta
y se martilla. Este proceso se repite por varias
ocasiones para aumentar el grosor de la capa
enriquecida en oro y mejorar su color por
eliminación de los productos de corrosión del cobre
de la capa superficial. (Lechtman, 1971, 1973
Figura 3. Tratamiento de superficie por incorporación de lámina
de una aleación de oro (enchapado); se observa formación de
pliegues y fragmentos de la lámina desprendida.
Es importante resaltar el empleo de aleaciones
binarias (Cu-Ag, Cu-Au) o ternarias (Au, Ag, Cu); metalúrgicas de transformación a partir de metales
sin lugar a dudas, se tratan de aleaciones o aleaciones, se procedió a reconstruir once cadenas
intencionales, que fueron elaboradas por los
orfebres con la finalidad de obtener aleaciones con
cierta dureza y maleabilidad. La dureza de estas
aleaciones permite un mayor pulido de las
superficies. Entonces, está claro, que este tipo de
material duro, responde a unas características tecno-
funcionales particulares y a unos propósitos
económicos y culturales determinados, donde el
pulido proporcionado genera un mayor brillo por
la reflexión de rayos solares.
Los objetos elaborados bajo esta tecnología son:
narigueras, cuentas de collares y expansores, los
cuales fueron usados con una clara intensión de la
distinción de jerarquías sociales. Este hecho revela,
la preocupación que tenían por el papel que
desempeñaba el color en la superficie de las piezas,
ya que inter relacionaban colores y brillos con la
simbología fruto de una identidad de esta cultura.
En cuanto a las técnicas para la unión usadas
por los metalurgistas Manteño-Guancavilca, estas
se pueden dividir en dos grupos: uniones mecánicas
mediante alambres y traslapes, y uniones térmicas
o soldaduras.
Finalmente, con la información de las técnicas

Figura 4. Dorado por enriquecimiento de la superficie. Corte transversal de nariguera 80% Au, 5% Ag y 14% Cu.

48
 Martha E. Romero Bastidas, Rita Díaz, Rocío Murillo,
Ana Yañez, Fernando Espinoza Guerra y Carlos Vásquez Mora

Tabla 3. Cadenas técnicas operativas de la metalurgia de transformación de la cultura Manteño-Guancavilca.

Materias Aleación Aleación Aleación Aleación
Primas Cobre sin alear Cu-Ag Au, Cu Au, Cu, Ag Au, Ag, Cu
Vaciado Vaciado
Martillado - Martillado - Martillado - Martillado - Martillado - Martillado - Martillado - Martillado -
Molde de Molde Vaciado Vaciado
Recocido Recocido Recocido Recocido Recocido Recocido Recocido Recocido
uso único reutilizable
Técnicas de
- - Cortado Cortado Cortado Cortado - Cortado Cortado Cortado - Cortado
Conformado
- - Embutido Doblez Embutido Recopado - Traslape Recopado Recopado - Enchapado
- - Repujado - - Soldado - Suelda Traslape - - -
- - - - - - - - Suelda - - -

Técnicas de Pulido Pulido Pulido Pulido Pulido Dorado Dorado Dorado Dorado Dorado - -
Acabado
- - - - - Pulido Pulido Pulido Pulido Pulido Pulido Pulido
Técnicas de
- - Alambre - - - - - - - - -
Unión
Cadena
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
Operativa

técnicas operativas diferentes, es decir, las secuencias Este proceso conlleva cambios en la estructura
físicas ordenadas de gestos técnicos seguidos, que socio-económica, ya que debe generar un excedente
comienza con un metal o aleación, hasta la suficiente para mantener a unos artesanos
obtención del producto terminado, las cuales especializados (orfebres) a tiempo completo, los
engloban en forma general las instancias y cuales suelen colocarse en diferentes niveles en la
circunstancias que determinaron el proceso de escala de jerarquización social. En este contexto,
elaboración de los objetos metálicos en estudio. la especialización alcanzada por los metalurgistas
Manteño-Guancavilca puede estar relacionada con
Conclusiones y discusión un crecimiento de las elites, aumento de la población
Sobre el sistema metalúrgico Manteño- y riqueza.
Guancavilca, se ha identificado once cadenas La complejidad de las cadenas técnicas operativas
técnicas operativas (Tabla 3). La diferencia entre aplicadas para la elaboración de un objeto a partir
ellas, está dada por las materias primas empleadas de metales o aleaciones, revela la estrecha relación
y la combinación de tres técnicas transcendentales: entre los metalurgistas y el sistema político,
la deformación plástica, el vaciado y las técnicas económico y cultural de este grupo humano. Se
de tratamientos de superficie. Estas cadenas técnicas observa que la materia prima para la elaboración
operativas están estrechamente relacionadas con de los artefactos metalúrgicos está relacionada con
las propiedades técno-funcionales y simbólicas de la función del mismo. Ejemplos de esto son las
cada objeto. herramientas (agujas, hachas y cincel), y los
La diversidad de técnicas de producción artefactos de uso ceremonial, como las máscaras,
metalúrgica expresada en las once cadenas técnicas tincullpas, insignias y cascabeles, cuya materia prima
operativas descritas en la sección anterior, revela es el cobre. Las aleaciones Cu – Ag constituyeron
un alto nivel de desarrollo tecnológico alcanzado la base para la elaboración de ornamentos
por la sociedad Manteña-Guancavilca. Esto implica ceremoniales (pectoral, nariguera), mientras que
un nivel de especialización de los orfebres, con las aleaciones Au – Cu – Ag, se trabajó artículos
entendiéndose como especialización la participación de joyería (orejeras /expansores, cuentas de collares
diferencial en actividades económicas específicas. y otro tipo de narigueras), de las aleaciones Au – Ag
(Costin, 1991) – Cu, / Au – Cu / Au – Cu se elaboró otro tipo de
49
4. Arqueometalurgia de la cultura material de los Manteño – Guancavilca , Ecuador
artículos de joyería (narigueras, argollas).
Finalmente, el trabajo que hemos presentado
muestra la importancia de los análisis de la
tecnología de producción metalúrgica, en la
aproximación al entendimiento de las sociedades
pasadas.
Agradecimientos
A la Secretaria de Educación Superior, Ciencia,
Tecnología e Innovación del Ecuador (SENESCYT)
por haber financiado el proyecto de investigación
PIC-12-INPC-01 “Estudiar el deterioro de los
materiales constitutivos de los bienes culturales Carcedo, P. & Vetter, L. (1999). Usos de minerales
expuestos a diferentes condiciones ambientales
para determinar tratamientos aptos para su
conservación” marco en el cual se desarrolló esta
investigación. Al Ministerio de Cultura del Ecuador
y al Museo Antropológico de Arte Contemporáneo Carcedo, P., Vetter, L. & Diez Canseco, M. (2004).
de Guayaquil, por permitirnos el acceso a su
colección. A los orfebres, Fernando Buitrón, Diego
Salas y Mauricio Narváez por su colaboración en
la reproducción de las técnicas ancestrales con su
conocimiento y acceso a los talleres.
50
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52
 5. Análisis de microfósiles silíceos
(fitolitos) en contextos sedimentarios
y artefactuales de los sitios arqueológicos.
La Pólvora y Los Pocitos 2
en la Isla Puná, Ecuador
Ana M. Guachamín-Tello
Introducción
Uno de los tópicos más importantes de
investigación dentro del campo de la arqueología
es, quizás, el de la subsistencia. Este aspecto
frecuentemente se vincula e influye sobre elementos
del ordenamiento sociocultural como son los
patrones de asentamiento, la economía y, como es
evidente, todo lo relacionado con la necesidad
primaria que tienen los individuos de asegurar su
supervivencia (Cobbig, 2012; Renfrew y Bahn,
1993).
Con el pasar del tiempo, se han tomado en
cuenta métodos cada vez más especializados para
poder descifrar las características de la subsistencia
que adoptaron los seres humanos de la antigüedad,
y este es precisamente el enfoque metodológico
de este trabajo. En esta investigación desde la
perspectiva metodológica de la paleoetnobotánica,
se analizan los fitolitos recuperados en muestras
arqueológicas específicas, y asociadas a distintos
periodos cronológicos y culturales de la historia
antigua de la Isla Puná.
El objetivo del presente estudio es determinar
los modelos de gestión de los recursos vegetales a
lo largo de una secuencia cronoestratigráfica con
base en la distribución y variabilidad de la vegetación
en los diferentes momentos ocupacionales, para
poder precisar posibles patrones, divergencias o
particularidades en el comportamiento de la
vegetación a través del tiempo.
Área de estudio
El sitio arqueológico La Pólvora se localiza 2,3
kilómetros por la vía que comunica la parroquia
Puná Nuevo, con la comuna La Pólvora. Se ubica
sobre una loma de cima plana a una altura sobre
el nivel del mar de 48,5 m y comprende un área de
12000 m2. En el extremo norte del sitio se ha
encontrado una considerable concentración de
material cultural, la cerámica corresponde a los
períodos Formativo y Desarrollo Regional. Con
respecto al estudio lítico realizado por Constantine
(en Sánchez, 2013), se definió que las industrias
líticas del lugar fueron las de la piedra pulida y la
tallada.
El sitio arqueológico Los Pocitos se localiza en
el sector Punta Brava, siguiendo la playa, 3
Kilómetros al sur de la comuna Subida Alta, que
pertenece a la parroquia Puná Nuevo. Se ubica
sobre una loma de cima plana con pendientes
moderadas que se desplazan de este a oeste y de
norte a sur, a una altura sobre el nivel del mar de
30,5 m. Este sitio fue definido por Sánchez (2013)
como una localidad habitacional con ocupaciones
de la Cultura Jambelí. En este sitio se encontró
también material cultural (cerámica) que
corresponde a la Cultura Guangala. Este sitio
comprende un área de 6400 m2 (Figura 1).
Metodología
Para esta investigación, se han estudiado 162
53
5. Análisis de microfósiles silíceos (fitolitos) en contextos sedimentarios y artefactuales de los sitios arqueológicos .
L a Pólvora y Los Pocitos 2 en la Isla Puná , Ecuador

Figura 1: Mapa general de localización de la Isla Puná y de los sitios en estudio.

Fuente: Tomado de Sánchez (2013).

muestras correspondientes a tres escenarios ver tical mediante bar renos inser tados
contextuales distintos. El primero es el propio sitio horizontalmente y en intervalos regulares. La
arqueológico y las áreas de basureros que fueron separación vertical de los puntos de muestreo en
excavadas; el segundo es la periferia de los sitios cada perfil considerado fue de 10 cm. Para evitar
arqueológicos que no han sido impactados por la contaminación cruzada de las muestras que
actividades antrópicas y que nos ofrecerán proceden de distintos estratos y capas en un mismo
información vinculada al contexto ambiental. El perfil estratigráfico, limpiamos el punto de muestreo
último escenario es el artefactual relacionado con con una espátula limpia y luego, mediante impactos
el procesamiento, el tratamiento (cocción) y el (con martillo), se introdujo el barreno vertical en
servicio de alimentos. el lugar indicado, comenzando en el punto más
bajo del perfil y culminando en la superficie. Una
Muestreo en perfiles y sitios periféricos. vez introducidos todos los barrenos horizontales
En los perfiles estratigráficos se realizó un muestreo en el perfil (Figura 2), cada muestra de
54
 Ana M. Guachamín-Tello

Figura 2: Muestreo de sedimentos con barrenos horizontales en perfiles estratigráficos, sitio La Pólvora, Isla Puná.

aproximadamente 50g fue retirada comenzando AMS (Accelerator Mass Spectometry).

en la muestra inferior y culminando en la muestra
más cercana a la superficie. Cada barreno fue
empacado y rotulado individualmente (Pearsall,
2000).
Los lugares de muestreo en la periferia de los
sitios arqueológicos, denominados como Núcleo
Llano La Pólvora (relacionado con el sitio La
Pólvora) y Núcleo Estero de Boca (relacionado
con los sitios Los Pocitos 2), fueron muestreados
con un barreno de extracción de núcleos marca
Figura 3: Extracción de núcleo de sedimento con barreno
AMS (Figura 3).
vertical y desde la superficie actual, Núcleo Llano La Pólvora,
Con este sistema de muestreo, un barreno de Isla Puná.

acero de 2 pulgadas de apertura, compuesto por

secciones removibles, es introducido verticalmente Muestreo en artefactos arqueológicos.
al subsuelo desde la superficie por medio de El muestreo de los sedimentos o residuos consistió,
impactos con un martillo especialmente diseñado primeramente, en enjuagar individualmente cada
para el sistema AMS. Posteriormente cada sección artefacto seleccionado con agua destilada para
del barreno fue abierta para poder documentar la eliminar el polvo y el sedimento suelto de los
estratigrafía y tomar las muestras de sedimentos contextos de enterramiento de procedencia. De
cada 10 cm y proceder con el análisis de laboratorio esta manera se elimina el material sedimentario
para la determinación de los fechados mediante que no está asociado con el uso de los artefactos,

55
5. Análisis de microfósiles silíceos (fitolitos) en contextos sedimentarios y artefactuales de los sitios arqueológicos .
L a Pólvora y Los Pocitos 2 en la Isla Puná , Ecuador
y se exponen las superficies de interés (facetas de
uso) para el muestreo.
Los fragmentos cerámicos mayores a 12 cm de
longitud fueron muestreados a partir de una retícula
imaginaria proyectada sobre la superficie interior.
Con esto se rasparon puntos de aproximadamente
2 cm de diámetro a intervalos regulares.
De esta forma se cubrió la superficie interior
de estos artefactos sistemáticamente y las muestras
obtenidas en cada raspado fueron mezcladas para
homogeneizarlas (Figura 4). Los fragmentos
cerámicos pequeños, menores, de 5 cm fueron
raspados en su totalidad.
Figura 4: Ejemplo de muestreo por raspado siguiendo un patrón
reticulado en un fragmento de plato de servicio (muestra 13-136),
filiación Jambelí. Sitio Los Pocitos 2, Isla Puná.
La superficie de uso de cada artefacto fue
raspada con ganchos odontológicos y el material
raspado fue depositado en papel libre de impurezas.
Así, los artefactos cerámicos fueron raspados en
la parte interior que estuvo en posible contacto
con alimentos.
El raspado de cada artefacto penetró poco más
de un milímetro en las paredes interiores, intentando
así recuperar muestras no solo de la superficie real
de cada artefacto, sino de su parte inferior inmediata
que es donde también podrían quedar atrapados
56
los restos microbotánicos, tanto fitolitos como
almidones.
En los artefactos líticos relacionados con la
molienda o el maceramiento de vegetales, la
extracción se la realizó por medio de ultrasonido.
Cada artefacto se trató individualmente dentro de
fundas ziplock con agua destilada; luego de
removido el sedimento o residuo de estos artefactos,
se trasladó el material extraído a tubos de
microcentrífuga para eliminar el agua en exceso y
secar a temperatura ambiente las muestras, antes
de proceder con la flotación química de los
almidones.
Una vez colocadas las muestras de sedimento
o residuo extraídas de los artefactos, se colocó en
tubos de centrífuga y se procedió con la flotación
mediante cloruro de cesio (CsCl), provocando la
separación de los almidones del resto de la matriz.
Luego de este procedimiento, todas las muestras
de sedimento remanentes quedaron listas para
aplicar el protocolo de extracción de fitolitos.
Extracción de fitolitos en sedimentos y
en artefactos arqueológicos. Una vez extraídas
las muestras de los artefactos, perfiles y núcleos,
se sometieron a una serie de procesos químicos y
mecánicos, empezando con el secado de la muestra,
para luego proceder de la siguiente forma:
1. Se colocó 10 ml de ácido clorhídrico diluido
al 50% en cada tubo de centrífuga con
muestra de sedimento para eliminar los
carbonatos. Se sometió la muestra a baño
maría para acelerar la reacción;
2. Se añadió a la solución 10 ml de ácido nítrico
diluido al 10 % y se continuó con el baño
maría hasta que la reacción culminara;
3. Se centrifugó a 3000 rpm y se eliminó el
sobrenadante;
4. Se colocó 20 ml de solución de Schultz con
 Ana M. Guachamín-Tello

Figura 5: Ejemplo de algunos fitolitos recuperados en el Cateo 20, sitio arqueológico Los Pocitos 2. (a) silla (Chloridoideae), (b)
crenado (c) bilobado, (d) top rondel, (e) ruffle top rondel (tusa de maíz), (f) esfera rugosa (80IIIB, 80ICa1) (Marantaceae), y (g)
buliforme.

la finalidad de eliminar los restos de materia
orgánica presentes. Hay que tener presente
que las reacciones son más efectivas y
rápidas cuando están en baño maría. Se
esperó hasta que culminara la reacción;
5. Se centrifugó y lavó la muestra con agua
destilada repetidamente para eliminar los
restos de las soluciones utilizadas. Se
colocaron las muestras en estufa por 24
horas, hasta que estén secas;
6. Seguidamente se añadió una solución de
metatungstato de litio con densidad de 2.3
g/cm3. Con esta solución y densidad se
provoca la flotación de los fitolitos presentes
en cada muestra;
7. Se trasladó el sobrenadante (es decir, donde
están los fitolitos recuperados) a tubos
nuevos y se les colocó agua destilada para
poder bajar la densidad del metatungstato
y hacer que decanten los fitolitos. Se
centrifugó a 3000 rpm;
8. El paso 7 lo realizamos varias veces con la
finalidad de eliminar los restos de la solución
de metatungstato;
9. El residuo obtenido fue secado en una estufa
a 45°C;
10. Se colocó una pequeña porción de cada
muestra en un portaobjeto nuevo y se le
agregó una gota de Entellan (agente de
pegado rápido);
11. A continuación se colocó un cubre objeto
sobre cada muestra y se procedió con el
análisis con un microscopio óptico Carl Zeis
Axio Scope.
Métodos de calibración de fechas
radiocarbónicas. Para la determinación de la
cronología en los núcleos Llano de la Pólvora y

57
5. Análisis de microfósiles silíceos (fitolitos) en contextos sedimentarios y artefactuales de los sitios arqueológicos .
L a Pólvora y Los Pocitos 2 en la Isla Puná , Ecuador

Estero de Boca, se desarrolló un modelo de Poaceas, Panicoides, Chloridoides (Veintimilla, 1994).

regresión lineal basado en la cuantificación de El método para el análisis de los datos fue el
puntos dispersos correspondientes a dos variables. programa informático Tilia y Tilia Graph (Grimm,
Para poder realizar este cálculo se necesita por lo 2011) con el cual se generan diagramas que
menos tener tres fechas radiocarbónicas; para ello representan el conjunto fitolítico en porcentajes y
se designó una fecha arbitraria a la superficie actual valores absolutos, proporcionando una imagen de
del terreno para tener así un punto inicial y un la distribución de los microrrestos en función de
punto final en una recta numérica. Hemos utilizado la profundidad, cronología, litología, etc. (Piperno,
la fecha de 71 años a.P. (o 1945 d. C.) como fecha 2006).
para la superficie actual, pues es una fecha poco
anterior al año utilizado como referencia oficial Sitio arqueológico La Pólvora. A raíz de
(1950 d. C.) por los laboratorios de radiocarbono los datos que hemos producido, ahora sabemos
(Athens et al., 2016). que en un periodo comprendido entre los años
El resultado de este ejercicio, por cada núcleo, 1094 y 788 a. C., los habitantes de la fase Chorrera
es un diagrama de edad-profundidad, en el cual se de La Pólvora cultivaron, mantuvieron, procesaron
correlacionan estadísticamente las fechas y consumieron plantas económicas importantes
interpoladas en cada punto vertical de interés a como el maíz. También, afectaron su medio vegetal
partir de las fechas radiocarbónicas conocidas. Para circundante aprovechando y, posiblemente,
conocer si el modelo de regresión lineal generado manteniendo otros recursos forestales como las
es confiable, el valor de R (o coeficiente de palmas, los árboles de ceibo y especies frutales
determinación) tiene que ser lo más cercano posible como el caimito (Figura 5).
al valor 1. Conociendo que algunas plantas domésticas
Con la generación de los modelos de edad- utilizadas, requerían de atenciones especiales para
profundidad por cada núcleo bajo estudio, fue su producción eficiente, los habitantes Chorrera
posible proyectar la edad estimada (y basada en de La Pólvora debieron limpiar y desforestar
fechas calibradas conocidas) en cualquier punto repetidamente las áreas cercanas en las que pudieran
vertical, así como la edad estimada de cada muestra cultivar; así lo atestigua el conjunto de fitolitos
analizada en el núcleo de interés. Asimismo, fue recuperados de las unidades de excavación y del
posible estimar la tasa probable de sedimentación núcleo de sedimentos extraído de la periferia del
por año en los distintos segmentos verticales de sitio habitacional.
los núcleos bajo estudio. Creemos que los cambios que pudimos observar
en la composición florística del sitio La Pólvora y
Resultados y discusión su periferia durante y después del asentamiento
Para el propósito de organizar y analizar los Chorrera, fueron el resultado de las actividades
fitolitos recuperados nos basamos en la humanas de este grupo y otros más, quienes para
cuantificación por dos tipos de categorías, La poder satisfacer la demanda de los productos
categoría de herbáceas / leñosas, se refiere a fitolitos agrícolas necesarios, tuvieron que adecuar su
producidos por arbustos y árboles, la categoría de entorno con prácticas de manejo, de erradicación
gramíneas, se refiere a los fitolitos producidos por y de reemplazo de la floresta originaria.
58
 Ana M. Guachamín-Tello

Figura 6: Ejemplo de algunos fitolitos recuperados en la Unidad 5, sitio arqueológico La Pólvora. (a) bilobado (b) cruz, variante 2,
(c) top rondel, (d) ruffle top rondel (tusa de maíz), (e) saddle o silla, Chloridoide (f) esfera nodulosa (80IEa), Zingiberales, (g) esfera
rugosa (80IIIB, 80ICa1), Marantaceae, (h) cono poligonal (22IB), Cyperaceae, y (i) placa o tejido negro perforado (21IBb), Asteraceae.

Los datos recopilados señalan que desde que
estos grupos hicieron su aparición en el lugar, la
composición florística dentro y fuera del sitio
cambió, como consecuencia de las actividades
productivas relacionadas con la agricultura, y no
necesariamente por procesos ambientales o
climatológicos.
Además de las plantas domésticas como el maíz,
identificadas en los sedimentos de los basurales
estudiados, pudimos documentar el maíz en una
gama de artefactos arqueológicos de cerámica que
habrían sido utilizados para cocinar, para servir
alimentos y para tomar bebidas, posiblemente
embriagantes.
En esos mismos artefactos previamente se
identificaron plantas económicas muy importantes
por medio del estudio de residuos de almidón: maíz,
arruruz, ají, fréjol, yuca, cacao, calatea (posiblemente
lerén) y camote.
De ese estudio se desprende que de todas las
plantas almidonosas identificadas, el maíz fue el
recurso vegetal con mayor presencia en el conjunto
de artefactos analizados, haciéndonos suponer que
esta planta tuvo posiblemente una preeminencia
sobre las demás.
Si el orden de preferencias de los alimentos
almidonosos de los habitantes Chorrera en La
Pólvora fue como lo intuimos con esos estudios,
entonces los datos fitolíticos y las interpretaciones
que hemos hecho corresponderían con un escenario
de producción agrícola que requeriría, entre otras
cosas, de campos total o parcialmente despejados
(Pagán-Jiménez, 2015)
Creemos que las prácticas agrícolas de estos
grupos humanos pudieron tomar en cuenta la
creación de parcelas de cultivo abiertas (campos
despejados), sin descuidar ciertos elementos
vegetales leñosos como fueron los árboles frutales

59
5. Análisis de microfósiles silíceos (fitolitos) en contextos sedimentarios y artefactuales de los sitios arqueológicos .
L a Pólvora y Los Pocitos 2 en la Isla Puná , Ecuador

y los de extracción de materiales industriales como las cuales posiblemente se estuvieron descartando
el ceibo y las palmas (fibras, algodón, madera, hojas restos vegetales útiles de esas plantas leñosas o de
para techar) (Piperno y Pearsall, 1998a). ambientes cálidos y secos (Piperno y Pearsall,
Nuestros datos muestran que, aunque la 1998a).
vegetación predominante durante la ocupación Por el momento hemos interpretado las cosas
Chorrera (gramíneas) se asocia con espacios de esta manera, pues los suelos del área indican
abiertos o con poca cobertura vegetal, nunca que en este lugar no debieron existir en el pasado
dejaron de registrarse fitolitos de otras plantas bosques densos dominados por árboles y herbáceas
leñosas y arbóreas. Por lo tanto, si tomamos los de climas húmedos.
resultados de nuestra investigación, y los unimos Si consideramos las fechas casi simultáneas que
a los proporcionados por el estudio de almidones, fueron obtenidas en 3 niveles distintos de la Unidad
podemos imaginar espacios de producción agrícola 3 de Los Pocitos 2 (entre 318 y 523 cal. d. C.),
mixtos (huertos caseros) en los cuales habría áreas todavía existe la posibilidad de interpretar que el
o parches despejados para la producción de plantas aporte de los microrrestos en una matriz orgánica
como el maíz, el fréjol, la yuca, el camote y otras homogénea, ocurrió también de manera casi
que requieren de sol pleno. simultánea en el lugar.
En esos mismos espacios, o en sus periferias, Por lo tanto, asumir que los fitolitos recuperados
pudieron mantenerse plantas leñosas, árboles y en distintos niveles pudieron responder a la misma
otras herbáceas como el caimito, cacao, arruruz, lógica que nos brindó también 3 fechados casi
ají, entre otras. idénticos, pero verticalmente separados, no sería
una explicación descabellada para entender la poca
Sitio arqueológico Los Pocitos 2. En este variabilidad vertical de fitolitos que observamos
sitio pudimos recopilar información florística en algunos casos (Cateo 9, Unidad 3) (Figura 6).
directamente relacionada con las diversas actividades En Los Pocitos 2 identificamos fitolitos
de las que participaron los grupos humanos de diagnósticos de las tusas de maíz en dos de las tres
filiación cultural Jambelí en el asentamiento. unidades de muestreo estudiadas, como pudo
En lo que aparenta ser un registro fitolítico apreciarse en secciones anteriores. Así también
ligeramente distinto al de La Pólvora, en distintos pudimos establecer la presencia continua de plantas
sectores de Los Pocitos 2 que estudiamos podemos de posible aprovechamiento económico como las
ver la presencia importante de vegetación leñosa palmas, las Marantáceas y quizás las Ciperáceas
(arbórea) y herbácea típica de bosques secos. Aun (totora) (Piperno y Pearsall, 1998b).
cuando en la mayoría de los casos de estudio en la Entre las estrategias de manejo y de producción
Isla Puná predominan las gramíneas sobre las agrícola, nuestros resultados sugieren que debieron
plantas leñosas o las herbáceas, la contribución de desarrollarse huertos caseros mixtos cercanos a
diversos elementos florísticos relacionados con los asentamientos, los cuales debían ser
paisajes secos es notable. acondicionados y limpiados regularmente para
Creemos que la ubicación de las unidades y producir plantas como el maíz y otras como las
cateos que estudiamos en este sitio coincidió con Marantáceas.
áreas de desecho (basureros) muy particulares, en El estudio de fitolitos en las muestras
60
 Ana M. Guachamín-Tello

provenientes de artefactos cerámicos con distinta fueron utilizadas para su subsistencia. El conjunto
función y de artefactos líticos de raspado o de de plantas denominadas económicas, como maíz,
molienda, nos permitió ubicar en contextos muy yuca, lerén, camote, cacao, ají, estuvieron presentes
particulares de uso a plantas domésticas como el en los dos sitios en estudio.
maíz. Este hallazgo es importante, pues se pudo En este contexto podemos decir que la
corroborar la identificación previa que se hizo de variabilidad de especies vegetales, asociada a
esta planta en un buen número de los mencionados posibles formas de explotación no intensiva del
utensilios. medio, se debió tal vez al manejo de un sistema
Otras plantas identificadas mediante el citado basado en huertos caseros y una movilidad reducida
estudio de Pagán-Jiménez, son el ñame, el ají, el para el abastecimiento de recursos vegetales, si
fréjol y la papa. La yuca y otras plantas identificadas consideramos un contexto de pequeña y mediana
en el sitio de La Pólvora que es más antiguo (por escala territorial de intercambio, mas no en
ejemplo, cacao, arrurruz), no están presente en los actividades de movimiento o transferencia constante
utensilios cerámicos o líticos que los grupos de recursos a larga distancia.
humanos Jambelí utilizaron para rallar cáscaras, para Aunque la aplicación de la paleoetnobotánica
macerar granos o tubérculos para cocinar, para en la arqueología se ha sistematizado desde el siglo
servir alimentos o para servir y tomar bebidas XIX (Zurro, 2010), lo cierto es que la misma
embriagantes/energéticas (Pagán-Jiménez, 2015). constituye una práctica minoritaria dentro del
Es interesante notar que el repertorio vegetal panorama general de la arqueología ecuatoriana,
hasta ahora conocido de los grupos Jambelí en Los incluido el beneficio interpretativo de su aplicación.
Pocitos 2, es distinto al repertorio Chorrera de La Por ello, este trabajo no es solo un primer
Pólvora. Más interesante aún es haber podido acercamiento a los estudios paleoetnobotánicos
constatar con el estudio de almidones, el uso de de la Isla Puná y un posible inicio para su
tubérculos como el ñame o la papa, ya que ambos sistematización a nivel nacional, sino que constituye,
se han asociado tradicionalmente, o con las culturas además, un caso pionero en la identificación de
del Oriente, o con las sociedades andinas de la microrrestos botánicos (fitolitos) y su utilidad, para
sierra. (Piperno, 2006) entender los procesos de apropiación agrícola del
Estos breves atisbos que hemos hecho al espacio durante épocas prehispánicas.
repertorio vegetal Jambelí, cuya ocupación en el Este primer acercamiento a la paleoetnobotánica
sitio ubicamos cronológicamente entre 318 y 523 de la Isla Puná y las técnicas de análisis empleadas
años d. C., abren las puertas para estudiar con mayor en la identificación de los microrrestos, permitieron
atención aspectos como las divergencias alimentarias arrojar luz sobre la importancia del medio florístico
vegetales entre grupos humanos que han habitado para el desarrollo de otras actividades humanas.
un mismo territorio en momentos diferentes. Queda resaltada, en gran medida, la importancia
de esta subdisciplina de la arqueología a escala
Conclusiones nacional. Asimismo, surge la necesidad de potenciar
Con la información obtenida del estudio de futuras indagaciones y perfeccionar los
fitolitos, se ha podido interpretar los posibles conocimientos aquí alcanzados, para lo cual es
procesos culturales que muestran cómo las plantas indispensable la elaboración de colecciones de
61
5. Análisis de microfósiles silíceos (fitolitos) en contextos sedimentarios y artefactuales de los sitios arqueológicos .
L a Pólvora y Los Pocitos 2 en la Isla Puná , Ecuador

referencia más amplias, capaces de agilizar en el Pearsall, D. M. (2000). A Handbook of Procedures.

futuro este tipo de investigaciones. California: Academic Press.
Piperno, D. (2006). Phytoliths: A Comprehensive Guide
Agradecimientos for Archaelogists and Peleoecologists. Lanham:
Esta investigación fue posible gracias al aporte Altamira Press.
económico de la Secretaría Nacional de Educación Piperno , D., & Pearsall, D. (1998). The Origins of
Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación Agriculture in the Lowland Neotropics. San Diego:
(SENESCYT) y al Instituto Nacional de Patrimonio Academic Press.
Cultural del Ecuador (INPC), al Dr. Jaime Pagán- Piperno, D., & Pearsall, D. (1998). The Silica Bodies
Jiménez por guiarme de forma acertada con sus of Tropical American Grasses: Morfology,
notables conocimientos. Taxonomy and Implications for Grass Systematics
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Colobig, M. d. (2012). Estudios Paleoetnobotánicos y Evolución Agrícola en el Valle del Río Jama,
del Sitio 1, Localidad Arqueológica Lobería Provincia de Manabí, Ecuador. C.E.E.A. ESPOL,
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Senescyt. Quito.
62
 6. La memoria contra la jerarquía:
excavaciones en Buen Suceso
Sarah M. Rowe
Introducción
La cultura Valdivia (4400-1450 a. C.) se enmarca
dentro del Período Formativo de la secuencia
cultural prehispánica ecuatoriana. Se caracteriza
por ser una de las primeras tradiciones cerámicas
en las Américas (Hill, 1972-1974; Meggers, Evans
y Estrada, 1965), el comienzo de la vida sedentaria
en la región (Lathrap Marcos y Zeidler, 1977), y el
inicio del cultivo agrícola (Pearsall, 2003, 2008).
Como cultura del Período Formativo, es también
durante este período cuando las nuevas instituciones
“político-religiosas” emergieron y sentaron las bases
para desarrollos culturales posteriores (Ford, 1969,
p. 180). Las expectativas sobre el desarrollo y
carácter de la sociedad Valdivia están fuertemente
influidas por las expectativas evolutivas que forman
la base de la estructura cronológica de la arqueología
ecuatoriana. Aunque nunca “compleja” en la
comprensión tradicional del término (e.g., Johnson
y Earl, 1987; Price y Fein, 1995), la sociedad
valdiviana varió ampliamente en su organización
sociopolítica tanto temporal como geográficamente.
Un acercamiento más productivo para entender
esta variación se puede encontrar enfocando la
atención a cómo se ha construido el carácter de
las comunidades, con base en teorías de práctica y
agencia, que examinan la negociación y la
impugnación del concepto de comunidad a varias
escalas (véase Hegmon, 2002; Mac Sweeney, 2011;
Owoc, 2005; Pauketat, 2000; Varien, 1999; Yaeger
y Canuto, 2000). Basándome en comparaciones de
sitios Valdivia, sostengo que los habitantes del sitio
Buen Suceso utilizaron elementos de memoria social
para desarrollar y mantener una comunidad basada
en una organización social más comunal o igualitaria,
en contraste a la jerarquía social y complejidad que
habían empezado a caracterizar a otros
asentamientos del periodo Valdivia Tardío.
Memoria social e identidad comunitaria
Los estudios contemporáneos de comunidades
antiguas se construyen sobre teorías de práctica
(sensu Bourdieu, 1977; Giddens, 1984) y consideran
a la “comunidad” como una entidad dinámica,
creada por actividades estructuradas, ubicadas en
espacio y tiempo, y sujetas a contingencias históricas
(Anderson, 1991; Cohen, 1985). Desde esta nueva
perspectiva, “comunidad” no es una cosa sino un
proceso, un objetivo en constante movimiento.
Como tal, el enfoque de la investigación se convierte
en casos de creación de comunidades, en lugar de
un concepto de comunidad abstracto, fundamental
o presupuesto (Pauketat, 2000).
La investigación arqueológica busca entender
cómo las interacciones repetidas y rutinizadas de
la gente pueden crear ciertos tipos de comunidades
y cómo esas comunidades, a su vez, crean contextos
para otras interacciones (Hegmon, 2002). Tales
prácticas comunitarias negociadas están
políticamente cargadas (Pauketat, 2008a). Como
tal, las representaciones de una forma comunitaria
sobre otra implican opciones relacionadas con
poder y negociación, incluso en la ausencia de
cualquier organización jerárquica evidente. Estas
opciones pueden incluir referencias a un pasado
valorizado.
63
6. L a memoria contra la jerarquía: excavaciones en Buen S uceso

Los estudios de la memoria social buscan
descifrar cómo la gente trajo elementos de su
pasado a su presente para crear significados. Estos
pasados, presentes, y significados nunca fueron
necesariamente singulares pero sí muy a menudo
el foco de contención y negociación. Como tal,
estos recuerdos sólo cobran importancia cuando
se interpretan a la luz de los temas de práctica,
agencia y materialidad que examinan cómo se
negocian y manifiestan los significados en el mundo
(Silliman, 2009). La inclusión de práctica y agencia
en los estudios de memoria ha dado lugar a un
cambio de las discusiones de la “memoria colectiva”
(tal como se encuentra en las obras de Maurice
Halbwachs [1980, 1992] que negó en gran parte
cualquier papel al individuo en la formación de
memoria compartida), hacia el uso de “memoria
social” (e.g., Connerton, 1989), en la mayoría de
los estudios arqueológicos. Estos últimos vieron
explícitamente en el desarrollo de memorias
compartidas, roles para agentes sociales
materializados y personificados (Mills y Walker,
2008).
Los enfoques arqueológicos sobre la memoria
se centran “en las formas en que la cultura material
se involucra en la transmisión de la memoria y
cómo los arqueólogos utilizan el conocimiento de
estas interacciones para interpretar la identidad, la
práctica ritual, la acción política, y otras facetas de
sociedades pasadas”(Mills y Walker, 2008, p. 3; mi
traducción). Los recuerdos no son una categoría
de análisis aislada, sino que más bien son parte de
la constelación de fenómenos culturales negociados
en la formación, el mantenimiento y la alteración
de las tradiciones culturales (Pauketat, 2001a, 2001b;
Pauketat y Alt 2003). De esta manera, la memoria
social está estrechamente implicada en los procesos
comunitarios discutidos aquí.
Los arqueólogos utilizan con frecuencia el
concepto de “citación” de Judith Butler (1993) para

Tabla 1. Correlación de cronologías relativas y absolutas

para Valdivia, por fase (Zeidler, 2003, p. 519).
Cronología (años a.C.)
Radiocarbono
(Calibrado a 1 Duración
Fase Período Sigma) Termoluminiscencia correlacionada
VIIIb Terminal 1600-1450
VIII Terminal 2090-1790 1700-1500 1800-1600
VII Tardío 1900-1700 1950-1800
VI Tardío 2100-1900 2100-1950
V Tardío 2400-2100 2250-2100
IV Tardío 2600-2400 2400-2250
III Medio 2870-2360 2900-2400 2800-2400
IIb Medio 3090-2695 3200-2900 3000-2800
IIa Temprano 3555-3065 3300-3000
Ib Temprano 3860-3340 3600-3200 3800-3300
Ia Temprano 4460-3755 4400-3800

64
 Sarah M. Rowe

examinar el despliegue del pasado dentro del pasado identidad actual de una comunidad. Esto es
(Hastorf, 2003; Jones, 2001, 2005, 2007; Joyce, 2003; especialmente evidente en eventos conmemorativos
Mills, 2008; Pauketat, 2008b; Pollard, 2008; Van (Connerton, 1989), tanto en la gran escala de
Dyke, 2009; Wallis, 2008; véase también Joyce, banquetes y servicios religiosos (Assmann, 2011),
2000a). La citación conlleva la construcción de como en la pequeña escala del ritual diario y
referencias informadas acerca del pasado que depósitos cuidadosos (Pollard, 2001, 2008). A través
fomentan la continuidad y legitimidad a través de de prácticas de citación y de traducción (Van Dyke,
la fabricación, uso y depósito de objetos materiales 2009), los acontecimientos significativos del pasado
que hacen referencia a lo que ha venido antes (Van se traen hacia adelante y sus significados se
Dyke, 2009). Aunque posiblemente hagan referencia retrabajan en el presente. El recordar es parte de
a un “original”, las prácticas de citación no son la vida cotidiana (de Certeau, 1984) y se emplaza
necesariamente conservadoras, pues cada caso de espacialmente a través de prácticas que restringen
citación ofrece una oportunidad de utilizar citación y se reforman continuamente por la práctica diaria
dentro de un nuevo contexto o para un nuevo (Lefebvre, 1991; Soja, 1996). Dentro de estos temas
entendimiento (Hamann, 2002; Jones, 2005). Las están, entonces, el material y el racional espacial
citaciones materiales ocurren en una variedad de para una arqueología de la memoria social y de la
escalas, incluyendo en el nivel de actividades diarias identidad comunitaria.
repetidas, y este elemento de encarnación en las
prácticas de citación da lugar a una experiencia Organización social y jerarquía en
sensual que tanto se refiere al pasado como lanza la cultural Valdivia
hacia adelante, hacia el futuro (Jones, 2007). La cultura Valdivia (4400-1450 a. C.) corresponde
Van Dyke (2009) distingue entre actos de citación, al Período Formativo Temprano de la secuencia
en los cuales lugares, gente, o prácticas fueron prehispánica para la llanura costera ecuatoriana
utilizados por última vez dentro de la memoria (Tabla 1). Valdivia se desarrolló a partir de la anterior
viva de la gente que los recreaba, y actos de traducción, cultura acerámica Las Vegas (Stothert, 1985, 2003)
en los cuales existe considerable distancia temporal y fue seguida por la cultura Machalilla (véase Lippi,
o geográfica entre el original y la copia. En este 1980; Staller, 2001). Los sitios Valdivia han sido
último caso, los significados originales a los que recuperados desde el sur, como el valle del río
estas copias hacen referencia no sólo pueden Arenillas en la provincia de El Oro (en el sitio de
perderse, sino que también pueden ser La Emerenciana), y tan al norte como el valle del
distorsionados o reorganizados. río Jama en la provincia de Manabí (el sitio de San
El estudio de la memoria social implica el Isidro) (ver Figura 1). La evidencia de jerarquías
examen de un corpus de símbolos potentes que incipientes en la parte tardía del período Valdivia
pueden ser desplegados y negociados en procesos incluye jerarquía de asentamientos y formas de sitios,
de formación comunitaria e identificación entierros muy elaborados para algunos individuos,
comunitaria. En particular, la movilización de la redes comerciales expandidas y el uso ritual
memoria social en prácticas como las creciente de ornamentos de Spondylus.
representaciones de comunidad resaltadas por Mac Patrones de asentamiento. La florescencia
Sweeney (2011) sirve para atar el pasado a la de la primera ocupación Valdivia de la costa
65
6. L a memoria contra la jerarquía: excavaciones en Buen S uceso
Figura 1: Mapa de la costa ecuatoriana con sitios mencionados en el texto.
ecuatoriana (Fases I-IIA, 4400-3000 a. C.) se ha
registrado principalmente en sitios ubicados
adyacentes a la Península de Santa Elena (Marcos,
2003). Aldeas circulares o en forma de u,
compuestas por una plaza central despejada,
rodeada por un anillo de basural y habitaciones,
fueron probablemente hogar de 50-100 habitantes
(Marcos, 1978; Stahl, 1984). Estas aldeas estaban
espaciadas a lo largo de los ríos, cada sitio autónomo,
pero interactuando con otros sitios cercanos.
(Damb, 1984a; Zeidler, 1986)
En Valdivia Medio (Fases IIB-III, 3000-2400 a.
C.), los sitios ceremoniales regionales aparecen por
primera vez. De estos, el mejor estudiado es Real
Alto, un sitio rectangular de 12,4 hectáreas con una
plaza central y montículos rodeadas por una zona
residencial que probablemente albergaba más de
66
1000 personas (Lathrap et al., 1977). La transición
de Valdivia Temprano a Valdivia Medio también
está acompañada de un aumento en la densidad
poblacional adyacente a la tierra arable de los valles
fluviales, lo que se refleja en un mayor número de
aldeas ubicadas en estos valles, cada una compuesta
por un pequeño grupo de estructuras (Damp,
1984a).
En Valdivia Tardío, se produce una disminución
de población en la Península de Santa Elena, lo
que resulta en una aparente dispersión de la
población hacia otras zonas de la costa (Lathrap
et al., 1977; Marcos, 1978). Pequeñas aldeas
proliferan en esta región, y los sitios ceremoniales
conocidos, como Real Alto, sufren una disminución
de población, cambiando sus funciones para servir
como centros rituales regionales, en gran parte
 Sarah M. Rowe

vacíos (Lathrap et al., 1977). La ocupación del sitio jerarquía social en la sociedad Valdivia que la de
Buen Suceso se produce durante la última parte “hombres grandes”.
(Fases IV-VII, 2400-1800 a. C.) de la cronología El estatus social también puede deducirse de
de Valdivia, con resultados de pruebas otros enterramientos. Las prácticas de entierro
radiocarbónicas que apuntan a una ocupación de variaron en diversos sitios a través del tiempo, pero
unos cientos de años, aproximadamente alrededor los entierros fueron encontrados a menudo
de 2000 a. C. Sitios del periodo Valdivia Terminal asociados a las estructuras, sugiriendo una función
(Fases VIIIa y VIIIb, 1800-1450 a. C.) están dedicatoria o de guardia para muchos de estos
virtualmente ausentes en esta región (Damp, 1984a; individuos (Damp, 1984b). En Real Alto, se
Lathrap et al., 1977; Schwarz y Raymond, 1996). encontraron uno o más entierros en todas las
En el periodo Valdivia Tardío se fundan grandes estructuras excavadas (Marcos, 1978). En el cercano
centros de ocupación, tanto al norte como al sur Río Perdido, se descubrió un entierro humano a
de la Península de Santa Elena. Esta ocupación una profundidad de 120 cm. El individuo estaba
persiste y florece en el período Valdivia Terminal en posición flexionada, con los brazos doblados
en sitios como La Emerenciana, en el sur de la sobre el pecho y un fragmento de un hacha de
Provincia de El Oro, y San Isidro, en el norte de piedra pulida en forma de “t” se encontró cerca
la Provincia de Manabí (Staller, 1994; Zeidler y de los dedos del pie. Aunque el entierro no parece
Pearsall, 1994). Estos sitios al norte y sur de Buen estar situado bajo el suelo de una estructura, puede
Suceso también carecen de la forma circular haber sido conmemorado por un túmulo de piedras
característica de Valdivia y, en su lugar, posee pulidas ubicadas cerca (Lippi, 1980, p. 121).
grandes montículos. Estos cambios en los patrones Varios entierros resaltaban no sólo el estatus
de asentamiento y el cambio en la forma de los más alto que ciertos individuos tenían dentro de
sitios, son algunos de los varios elementos que la sociedad de Valdivia, sino también el lugar
indican cambios en los sistemas sociales de la prominente que los miembros femeninos podrían
cultura Valdivia y la formación de jerarquías haber tenido. Uno de estos era el entierro de
incipientes en algunos lugares. Valdivia Medio de una mujer en una tumba alineada
con piedras dentro la Casa del Osario en Real Alto
Organización social. Valdivia ha sido (Lathrap et al., 1977), acompañado por los restos
caracterizada como una sociedad de “hombre desmembrados de ocho varones. Otro entierro
grande” (Big Man), en la que el modo comunal de femenino, del sitio Capa Perro (Valdivia Terminal)
producción fue aprovechado para construir en el valle de Jama, fue encontrado con ofrendas
excedentes y prestigio (Zeidler, 1991). Es posible, que tenían connotaciones chamánicas (Zeidler,
sin embargo, que el estatus atribuido puede haber 2000; Zeidler, Stahl y Sutliff, 1998). En el sitio La
sido un principio de organización. Linda Klepinger Emerenciana (Valdivia Tardío), John Staller (1994)
(1979), por ejemplo, sugirió que los enterramientos excavó cuatro entierros dentro de uno de los
de la Casa del Osario en Real Alto representaban montículos de un par. Los cuatro individuos estaban
una familia de alto estatus. En esta hipótesis, la sentados en una posición flexionada, vertical y
presencia de un infante entre estos individuos posiblemente envueltos con material perecedero.
indicaría una forma más institucionalizada de Dos de los individuos eran mujeres adultas, uno
67
6. L a memoria contra la jerarquía: excavaciones en Buen S uceso
era un individuo juvenil, y uno era un esqueleto
parcial, de edad y sexo indeterminado. Además,
todos estos entierros, a excepción del juvenil, tenían
restos de ocre rojo esparcidos sobre ellos (Staller,
1994). Tales entierros, de sexo masculino y femenino,
de distintas edades, sugieren que en el Valdivia
medio estaban comenzado a haber jerarquías
institucionalizadas incipientes.
Interacciones interregionales.
Los pueblos de Valdivia tenían capacidades de
navegación marítima desde, al menos, las fases de
Valdivia Medio; en este momento empezaron a
usar las islas fuera de la costa para asentamientos
y extracción de recursos (Damp y Norton, 1987;
Porras, 1973; Spath, 1980). Esto coincidió con la
aparición de conchas de Spondylus en contextos
rituales y domésticos (Zeidler, 1991), que habrían
requerido embarcaciones oceánicas para permitir
acceso a estos bivalvos que viven 60 metros debajo
de la superficie del mar. En Real Alto también se
encontró Spondylus, dentro de una estructura
residencial de la Fase III, asociado con herramientas
de piedra, sugiriendo que la producción artesanal
tuvo lugar dentro de un contexto familiar (Zeidler,
1984, 1991). De los depósitos de la Fase II en el
sitio Valdivia igualmente se recuperó Spondylus, lo
que sugiere una utilización más temprana de la
concha en ese sitio (Meggers et al., 1965). En
Valdivia Tardío y Terminal la importancia ritual del
Spondylus parece aumentar; dos máscaras de Spondylus
y un pectoral fueron excavados en el sitio sureño
de San Lorenzo del Mate, y se cree que una máscara
similar fue saqueada de San Isidro (Marcos, 1989).
La recuperación de artefactos de obsidiana en
contextos Valdivia es el resultado de conexiones
terrestres, este-oeste, entre la costa y las tierras altas.
La obsidiana se negoció hacia el oeste, hasta la
costa, desde el valle de Quito en el periodo Valdivia
68
Tardío, indicando la presencia de redes comerciales
regionales en las provincias de El Oro, Santa Elena
y Manabí (Staller, 1994; Zeidler, 1988; Zeidler,
Giauque, Asaro y Stross, 1994). Láminas de
obsidiana se recuperaron de contextos de la Fase
VII en Real Alto (Marcos, 2003). A cambio de este
material altamente valorado de las tierras altas, las
poblaciones costeras probablemente comerciaron
con sal (Staller, 1994). Si bien siguen existiendo
muchas preguntas en cuanto a los momentos, la
intensidad y la direccionalidad de estas redes
comerciales, parece claro que la interacción
interregional, tanto dentro como fuera de los límites
del Ecuador moderno, existía de forma ya
establecida en el periodo Valdivia Tardío. El énfasis
de estas interacciones, sin embargo, probablemente
se centró más en el conocimiento esotérico pasado
entre las poblaciones durante estas interacciones,
que necesariamente en los bienes materiales que
hoy sirven como indicadores de estos intercambios
(Zeidler, 1991; véase también Helms, 1979). De
esta manera, la intensificación de la interacción
interregional puede considerarse íntimamente
vinculada a la evidencia de una creciente
diferenciación social presente en los períodos
Valdivia Medio y Tardío.
Buen suceso
El sitio Buen Suceso se encuentra a 9 km del
océano Pacífico, a lo largo del afluente del río
Culebra del drenaje del valle de Manglaralto, en la
provincia de Santa Elena de la costa del Ecuador.
Las excavaciones en 2009 se centraron en dos áreas
del sitio; el brazo sur de un basural de casi 2 metros
de profundidad que rodea el sitio, y el piso de una
estructura de uso común cerca del centro del sitio
(ver Figura 2). Con base en las fechas de
radiocarbono y análisis estilístico de cerámica
encontrada en el sitio, Buen Suceso fue habitado
 Sarah M. Rowe

Figura 2: Mapa de Buen Suceso.

por aproximadamente 300 años, durante las Fases

aproximadamente 2,5 metros desde los puntos más
Valdivia VI y VII. Estas excavaciones y análisis de
altos de la parte superior del basural a los puntos
materiales revelaron una serie de ocasiones en que
bajos ubicados dentro de la gran depresión central.
elementos de un pasado Valdivia fueron utilizados
Este tamaño es parecido al observado para las
como prácticas de citación, en un intento aparente
primeras ocupaciones Valdivia de Real Alto y Loma
de enfatizar un ethos igualitario en el sitio.
Alta, que miden 145 por 90 metros y 175 por 115
Concretamente, la forma del sitio es parecida a los
metros, respectivamente (Damp, 1984b).
primeros sitios de la cultura Valdivia, a pesar de
Estimaciones poblacionales para la ocupación
que la fecha del sitio es del Valdivia Tardío. La
Valdivia Temprana en Real Alto, la más semejante
arquitectura del sitio y un depósito dedicatorio
en tamaño a Buen Suceso, sugieren que en el pueblo
especial ilustran cómo el sitio fue construido sobre
50-60 personas habrían vivido en doce a quince
elementos de ocupaciones pasadas. Además, los
hogares unifamiliares (Marcos, 2003).
restos cerámicos en el sitio exhiben tanto diseños
La apertura de la forma en U del sitio Buen
anacrónicos como un contexto de uso que sugiere
Suceso está orientada al noreste, hacia un punto
la participación comunal, en lugar de restringida,
bajo natural en el paisaje, que sigue descendiendo
en rituales. Por último, los restos de fauna y
suavemente hacia el río. Si bien ninguna ruta de
pequeños hallazgos indican una participación
acceso al paisaje circundante habría sido
mínima y selectiva en interacciones interregionales.
completamente obstruida, la orientación fluvial del
Buen Suceso es llamativa y señala la importancia
Citación y Prácticas de Memoria del río. Este habría sido importante no sólo para
Forma del Sitio. El sitio de Buen Suceso los recursos de subsistencia y las necesidades diarias
mide aproximadamente 130 por 100 metros y de la vida, sino también para el transporte,
presenta una diferencia de elevación de especialmente dentro de la temporada de lluvias, y

69
6. L a memoria contra la jerarquía: excavaciones en Buen S uceso
Figura 3: Mapa del piso de la estructura.
para el uso probable de los valles del río, ya sea en
época seca o de lluvia, como pasillos de
comunicación en la región.
En el transecto excavado no había señal de una
plaza preparada, pero el centro del sitio se mantuvo
relativamente libre de basura. Encontramos el piso
de una estructura cerca del centro del sitio. Este
piso fue la única evidencia de arquitectura
recuperada en Buen Suceso durante la temporada
de excavaciones en 2009. Basándose en la ubicación,
no se ajusta a expectativas de construcción
ceremonial como la que se encuentra en Real Alto
(por ejemplo, Marcos, 1978). Del mismo modo,
basándose en el material incrustado en el suelo o,
con mayor precisión, dada la ausencia de dicho
material, es improbable que se tratase de una
estructura doméstica. La mejor explicación para
este piso es que fue algún tipo de edificio de uso
común.
Depósito dedicatorio. En las excavaciones
cerca del centro del sitio se recuperó, a 60 cm
debajo de la superficie, restos del piso de una
estructura. Se caracterizó por un lente de cantos
70
de río mezclados con cerámica rota. Se extendió
por una longitud total de 5,5 metros a lo largo y
aproximadamente 3 metros de ancho (Figura 3).
Las piedras habrían formado un lastre de cantos
como base del piso, que luego habría sido cubierto
con barro. No había trinchera de pared asociada
con este piso, y sólo un hueco de poste fue
recuperado. Por lo tanto, parece ser los restos de
un tipo de arquitectura que no se ha registrado
anteriormente en los sitios Valdivia. Sugiero que
era una estructura de paredes abiertas, posiblemente
una estructura para proveer sombra, y sostengo
que, debido a las cantidades mínimas de basura en
la superficie o incrustada en el piso, esta no era
una estructura doméstica.
Además, este piso se encontró en asociación
con un depósito dedicatorio y un entierro humano.
El depósito dedicatorio se ubicó cerca de la mitad
de la estructura y directamente debajo de la matriz
de cantos del suelo. Incluía dos bases de vasijas de
cerámica apiladas e invertidas, una dentro de la
otra. Los bordes de las vasijas estaban rotos,
creando dos formas de cuenco. Además, el cuenco
interno era rojo, un color que se ha asociado al

Figura 4: Vasijas de cerámica y fragmento de figurilla descubierto en un depósito dedicatorio.
consumo ritual de sustancias alucinógenas (Stahl,
1985). El fragmento de una figurilla femenina y
carbón de leña fueron encontrados junto con estas
bases invertidas también (Figura 4). El cuenco
interno había sido utilizado como incensario para
quemar la madera, que tuvo una fecha entre 2873
y 2585 a. C. (ISGS # A1957). La madera en este
depósito se originó así en la Fase III de Valdivia
Medio.
Hay varios ejemplos, registrados en informes,
de sitios que muestran vasijas boca abajo y/o
aplastadas in situ, enterradas en fosas o en trincheras
de estructuras. Algunas de ellas se encontraron en
La Emerenciana (Staller, 1994) y San Pablo (Zevallos
y Holm, 1960). Una fotografía de las excavaciones
en San Pablo mostraba un cuenco volteado que
protegía a una concha de madre perla, huesos de
pescado y fragmentos de concha, y una cabeza de
figurilla (Zevallos y Holm, 1960, placa 5). Dos
ejemplos más de esta práctica fueron recuperados
en Real Alto (Marcos, 1988), donde se utilizaron
ollas volteadas para cubrir los restos de esqueletos
Sarah M. Rowe
infantiles.
Sostengo que este depósito dedicatorio, en vista
de que se colocó claramente antes de la construcción
del piso, sirve como un acto de conmemoración
(por ejemplo, Owoc, 2005; Pollard, 2001) construido
en la propia estructura. La recuperación del carbón
de leña de este depósito sugiere que el quemar, así
como enterrar, era parte de este acto. El uso de
madera vieja, que data de la Fase III de Valdivia
Medio, posiblemente tomada de un asentamiento
abandonado o de una figura tallada, podría enfatizar
aún más los lazos entre el presente de Buen Suceso
y un pasado recordado colectivamente.
El entierro fue localizado justo fuera de los
límites del piso, y también puede haber sido parte
de la dedicación de esta estructura. El entierro y
el depósito conmemorativo estaban ubicados en
extremos opuestos de un eje aproximadamente
norte-sur. Aunque enterrados sin bienes materiales
y demasiado descompuestos para reconstruir la
información de edad o sexo, este entierro fue parte
de un patrón de conmemoración reconocible de
71
6. L a memoria contra la jerarquía: excavaciones en Buen S uceso

otros sitios (por ejemplo, Damp, 1984b; Marcos, con los dedos (n = 3), vasijas corrugadas (n = 2),
1978; Zeidler, 1984) en la que la gente de Valdivia y bordes doblado y repulgado (n = 6). Los bordes
construía literalmente sobre la memoria del difunto. de corte y bisel eran diagnósticos de los conjuntos
Valdivia Temprano y Medio (Meggers et al., 1965,
Restos cerámicos. Las excavaciones del p. 57) o Fase III (Hill, 1972-1974), y se encuentran
basural y el área central del sitio descubrieron 863 en los depósitos de Fase VII de Buen Suceso. Las
fragmentos de bordes de vasijas. Se consideraron vasijas decoradas por acanalados con los dedos son
todos los bordes que representaban por lo menos característicos de los conjuntos Tempranos
5% del recipiente para análisis adicional. De los (Meggers et al., 1965, p. 61) o Fase II (Hill, 1972-
863 bordes originales, 403 bordes (47%) cumplieron 1974), y se encuentran en depósitos de Fase VII
con estos criterios. Con base en las formas de los en Buen Suceso. Las vasijas corrugadas fueron
vasos y elementos decorativos encontrados en Buen identificadas como tipo temprano por Meggers et
Suceso, es evidente que el sitio fue ocupado en las al. (1965), y se encuentran en los depósitos de Fase
Fases VI y VII. El análisis incluyó 173 bordes de VI en Buen Suceso. Finalmente, los bordes doblado
contextos de la Fase VI y 239 bordes de la Fase y repulgado se encuentran en los conjuntos Medio
VII. Adicionalmente, esta transición era visible en (Meggers et al., 1965, p. 91) o Fase III (Hill, 1972-
el basural debido a una inversión en la frecuencia 1974), y se encuentran principalmente en depósitos
de cuencos a ollas. El conjunto de artefactos de la de Fase VII de Buen Suceso (cinco de cada seis
Fase VI estaba dominado por ollas, mientras que casos). De manera acumulativa, estos dieciséis
el de la Fase VII consistía principalmente de bordes representan 4% del conjunto cerámico de
cuencos. Esto sugiere un énfasis cada vez mayor Buen Suceso, o 2% del conjunto de la Fase VI y
en la exhibición de alimentos y su consumo de 5% del conjunto de la Fase VII (Rowe, 2016a). El
manera pública, y un énfasis decreciente en el hecho de que éstos fueran recuperados en las
almacenaje y la preparación a través del tiempo formas del recipiente no asociadas a períodos
(Henrickson y McDonald, 1983; López, 2001, p. anteriores sugiere que eran nuevas creaciones con
163). Esencialmente, el conjunto de la Fase VII viejos diseños. En combinación con la distribución
sugiere un uso más orientado hacia el exterior. Tal espacial de Buen Suceso, sostengo que estos
vez se necesitaron más expresiones públicas de elementos anacrónicos sirvieron como referentes
convivencia en períodos posteriores, en respuesta de citación y, posiblemente, nostálgicos en relación
a los procesos continuos de diferenciación y a un pasado Valdivia. Además, la frecuencia de los
restricción social en otros sitios, o en respuesta a diseños anacrónicos es mucho mayor en la Fase
las propias interacciones de Buen Suceso con otros VII de ocupación del sitio, sugiriendo esfuerzos
sitios (ver “Interacciones interregionales”, a más manifiestos de vincular el pasado con el
continuación). presente.
Cuatro elementos decorativos, característicos En un análisis comparativo de los conjuntos
de la alfarería Valdivia Temprano o Medio, se cerámicos de múltiples sitios del Valdivia Tardío
encuentran en contextos de Valdivia Tardío en Buen (Rowe, 2016b), identifiqué dos conjunto con
Suceso (Tabla 2). Estos incluyen bordes de corte composiciones divergentes y dos formas posibles
y bisel (n = 5), vasijas decoradas por acanalados de fomentar la comunidad a través de la
72
 Sarah M. Rowe

Tabla 2. Frecuencias de cerámica anacrónica en Buen Suceso, por fase.

Bordes Bordes
Totales Anacrónicos Corte y Bisel Ranuras de Dedos Corrugadas Doblado y Repulgado
Fase VI 173 3 0 0 2 1
Fase VII 239 13 5 3 0 5
Total 403 16 5 3 2 6

participación en la alimentación comunal. En Real Se recuperó una sola cuenta de color turquesa
Alto, un número menor de vasijas más grandes o piedra verde dentro de la matriz del piso. Stothert
sugieren que la cohesión comunitaria se logró, en (2003) discute la importancia ideológica de las
parte, mediante el uso compartido de vasijas por piedras verdes en contextos del Periodo Formativo
un grupo restringido. Aunque este grupo no Tardío, conectando la aparición generalizada de
representaba la totalidad del asentamiento, el énfasis objetos de piedra verde dentro de contextos
estaba en el acceso equitativo y compartido de funerarios a una ideología que vincula elementos
todos los participantes. En Buen Suceso, por el de fertilidad y muerte (Stothert, 2003, p. 358). El
contrario, las vasijas de menor tamaño, pero más uso creciente de piedra verde puede indicar
numerosas, indican la participación de una sección elementos adicionales de estratificación social en
más amplia de la comunidad (o tal vez la totalidad), la sociedad Valdiviana. Las fuentes de piedra verde,
que involucra a la mayoría o a todos los miembros usualmente identificadas como serpentina o jadeíta,
que participan o contribuyen, pero en grupos más se localizan en el altiplano sur del Ecuador (Stothert,
pequeños. Este acercamiento a la cohesión de la 2003, p. 359). Sin embargo, Wilkinson (1987)
comunidad mediante la participación en la describe afloramientos de calcedonia de color
alimentación comunal podría denominarse “de turquesa en la Isla de la Plata, y se conoce en el
muchos, uno”, y habría servido para reducir u valle de Jama de una fuente de piedra verde que
oscurecer la distancia social. fue utilizada para morteros (Zeidler, 1988). El que
no se haga mención de turquesa o piedra verde en
Intercambio interregional. Se encontró la literatura acerca de Valdivia, o en los informes
una sola lasca de obsidiana en una capa de la de sitios, sugiere que es un objeto poco común.
trinchera inmediatamente sobre el piso de la Los restos fáunicos de Buen Suceso indican que
estructura. Esto es indicativo de interacción con sus habitantes tenían interacciones con las
las tierras altas durante la ocupación de Buen Suceso. comunidades costeras, probablemente con el
Se cree que las redes comerciales de larga distancia asentamiento identificado en Manglaralto por
que facilitaron el movimiento de la obsidiana desde Edward Lanning (1967). La evidencia de los
las tierras altas hasta la costa ya existían en el recursos marinos y costeros incluye vértebras de
Valdivia Tardío (Staller, 1994; Zeidler, 1988; Zeidler peces, pinzas de crustáceos, una vértebra de tiburón
et al., 1994). Sin embargo, la ausencia de obsidiana y una espina de erizo de mar. Además, se
de otros contextos más seguros del sitio puede encontraron en el sitio numerosos fragmentos de
sugerir que los habitantes del sitio no estaban Anadara tuberculosa, un molusco bivalvo comúnmente
fuertemente relacionados con esas redes comerciales. encontrado en ambientes de manglar (Keen, 1971)

73
6. L a memoria contra la jerarquía: excavaciones en Buen S uceso

y Pinctada mazatlanica. Es importante destacar que más explícita en sus actividades para hacer referencia
las frecuencias de especies marinas y de manglar al pasado (por ejemplo, a través de la decoración
aumentaron desde la Fase VI a la Fase VII en Buen cerámica) y celebrar las prácticas de comunalismo
Suceso. Sin embargo, el Spondylus estaba (a través del consumo comunal) a medida que
completamente ausente del sitio. pasaba el tiempo y sus interacciones con otros
Estos diversos hallazgos, tomados en conjunto, lugares aumentaron.
ilustran que, aunque los residentes del Buen Suceso Las tendencias generales hacia la jerarquía
ciertamente tenían interacciones con residentes de presente en la tradición Valdivia no se encontraron
otros sitios, eligieron limitar sus interacciones a en Buen Suceso. Los elementos de un pasado
ciertas categorías de artículos. Como el Spondylus Valdivia se movilizaron para enfatizar un ethos
en particular se asocia con el aumento de la jerarquía comunitario no jerárquico o igualitario. La existencia
social, es posible que los residentes del Buen Suceso de un sitio como Buen Suceso señala la existencia
optaran por evitar enteramente esa clase de material, de múltiples formas comunitarias durante el período
en lugar de involucrarse en los enredos sociales Valdivia. También, de una manera importante,
que pueden haberlo acompañado. sugiere que los movimientos hacia las estructuras
sociales jerárquicas fueron impugnados. La
Pensamientos finales investigación futura debe ser acompañada de
La forma de la aldea de Buen Suceso imitó la evidencia de estructuras de poder alternativo dentro
de épocas anteriores, recreando vestigios que de la sociedad Valdivia, tales como las estructuras
probablemente todavía habrían sido visibles en el heterárquicas esbozadas por Carole Crumley (1979,
paisaje. Los depósitos dedicatorios, que 1995), así como la negociación impugnada y la
incorporaban elementos de viviendas pasadas, se reconciliación de las organizaciones sociales en
usaban para consagrar espacios comunales. La surgimiento.
cerámica con diseños anacrónicos, ligaba al pasado
con el presente. Las formas y tamaños de las vasijas Agradecimientos
indican que probablemente se usaron en contextos Mi agradecimiento a la Comuna Dos Mangas.
alimenticios comunales para reducir u ocultar la Esta investigación fue apoyada por la Philanthropic
distancia social. Los restos de fauna sugieren un Educational Organization y por el Colegio de
contacto creciente con las comunidades de la costa Estudios Graduados de la Universidad de Illinois.
a través del tiempo, aunque el intercambio de larga Apoyo adicional fue proporcionado por el programa
distancia era mínimo y la participación en el ADVANCE de La Universidad de Tejas de El Valle
complejo ritual del Spondylus fue improbable. De del Río Grande, y por la Fundación Fulbright.
esta manera, los conjuntos materiales demuestran
que no sólo los miembros de la comunidad de
Buen Suceso construyeron una forma comunitaria
que rechazó jerarquías incipientes, sino que lo
hacían a través de una referencia explícita y repetida
a una Valdivia del pasado. La evidencia sugiere
además que la comunidad en Buen Suceso se hizo
74
 Sarah M. Rowe

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79
 7. La Presencia de Obsidiana en
Ocupaciones Valdivia y Jama Coaque
en Matapalo, Manabí

María Isabel Guevara Duque

Introducción I. Esta interacción o superposición permite el

La arqueología ecuatoriana del Periodo desarrollo de estudios comparativos entre los dos
Formativo se ha enfocado en zonas y ocupaciones asentamientos y con asentamientos contemporáneos
específicas desde sus inicios. El tamaño de los sitios en otras zonas del territorio. Estos estudios pueden
y la cantidad de material recolectado han provocado dilucidar, entre otras cosas patrones de asentamiento,
un enfoque casi exclusivo en Santa Elena y Guayas intercambio, jerarquía e interacción. El sitio tiene
(Damp, 1984; Meggers, Evans y Estrada, 1965; 13,30 ha y se excavó una muestra de 38 unidades
Raymond, 1987; Meggers y Evans, 1977; Hill, 1974; de 2x2 metros (Vásquez y Delgado, 2012). Se
Zeidler, 1986; Marcos, 1988; Schwarz y Raymond, identificó el 62,7% del área excavada como asociado
1996; Staller, 2001), con un pequeño porcentaje a la ocupación Valdivia y el 24,12% se asoció a la
del sur Manabí. El norte de Manabí ha empezado ocupación Jama Coaque. Dentro de cada ocupación
a captar la atención de arqueólogos y ha sido el se identificaron diversos contextos; en Valdivia:
foco de nuevas investigaciones en los últimos 20 doméstico, basurero, taller, horno, y en Jama
años (Zeidler, Buck y Litton, 1998; Zeidler, 1994a; Coaque: doméstico y entierro (Vásquez y Delgado,
Zeidler, 1994b; Zeidler y Sutliff, 1994). La zona 2012). Este trabajo se centra en la lítica recolectada
cercana al Río Coaque, por su parte ha sido el foco en ambas ocupaciones y en todos los contextos
de tan solo tres estudios publicados (Zeidler, 2008; durante las excavaciones realizadas en el sitio
López, 2013; Vásquez y Delgado, 2012, 2013). Por Matapalo en 2013.
esta razón, como parte del Proyecto Matapalo
(Vásquez y Delgado, 2012, 2013) surgió este trabajo, Economía, comercio e intercambio
para complementar los estudios ya realizados en El intercambio es un proceso complejo mediante
el sitio, ubicado al norte de Manabí en el Valle de el cual uno o varios bienes cambian de manos
Coaque, en la parroquia Atahualpa. (Renfrew y Bahn, 2013[1991]). Puede suceder entre
El sitio Matapalo se ubica en la costa ecuatoriana, grupos y permite que el consumidor obtenga
en el norte de la provincia de Manabí, en la diversos bienes de lugares cercanos y lejanos,
parroquia Atahualpa, Cantón Pedernales, al pie del creando deseo y necesidad, lo que fortalece alianzas
Cerro Pata de Pájaro, cerca del Río Coaque (Figura y rutas de comercio (Dillian y White, 2010). La
1) (Vásquez y Delgado, 2013). En el sitio se economía, en términos amplios, es un proceso de
determinó la existencia de dos ocupaciones, una interacción entre el ser humano y su medio
del Formativo Tardío (1000-500 a. C.), asociada a ambiente, mediante el cual se obtienen bienes
la cultura Valdivia 8, y la otra del Desarrollo necesarios para satisfacer diferentes necesidades
Regional (500a.C-500 d. C.), asociada a Jama Coaque (Balan, 2014). El comercio por su parte se refiere,

81
7. L a Presencia de Obsidiana en Ocupaciones Valdivia y Jama Coaque en Matapalo, Manabí
Figura 1: Ubicación Sitio Matapalo en la provincia de Manabí.
de forma general, al comercio exterior y es
considerada una actividad enteramente económica
(Renfrew y Bahn, 2013[1991]). El comercio implica
oferta y demanda, además de un lugar físico en el
que se ejerce esta actividad (Renfrew y Bahn,
2013[1991]; Lie 1991). El estudio de estos
fenómenos es de gran importancia en la arqueología
y permite una mayor comprensión de patrones
sociales: se puede encontrar un gran mecanismo
lleno de prácticas sistematizadas, capaz de tomar
diversas formas (Dillian y White, 2010),
dependiendo de los contextos sociales y políticos
de la sociedad (Balan, 2014).
Una de las corrientes que buscan explicar los
procesos económicos y de intercambio es el
sustantivismo de Polanyi, quien considera a la
economía como un proceso social institucionalizado
con reglas y límites que depende del contexto en
que se lleva a cabo (Polanyi, Arensberg y Pearson,
1952; Lie, 1991; Balan, 2014; Maucourant y
Plociniczak, 2013). Renfrew, por otro lado, habla
sobre siete modos de intercambio: la reciprocidad
a domicilio, la reciprocidad de frontera, el
intercambio en cadena, redistribución desde un
82
lugar central, intercambio desde un lugar central,
comercio a través de un intermediario, y puerto de
comercio (Martin, 2001; Renfrew y Bahn,
2013[1991]). El intercambio, en ambos casos, es
visible al determinar la existencia de bienes foráneos
en un sitio.
Intercambio en los Andes y el Ecuador
pre-colonial
El intercambio y el comercio han sido temas
centrales en el estudio arqueológico y antropológico
de los asentamientos humanos. Se ha descubierto
que la materia prima de los artefactos encontrados
en excavaciones arqueológicas puede contribuir a
la comprensión de patrones de intercambio y
producción (Renfrew y Bahn, 2013[1991]). Las
redes de interacción en Sudamérica y en el Ecuador
han sido analizadas desde perspectivas arqueológicas
y se considera que el contacto costa-sierra en la
región tiene gran importancia. La gente del área
andina se caracteriza por su gran movilidad;
tradicionalmente ha existido mucho movimiento
e interacción entre las diferentes zonas ecológicas
y pisos climatológicos en esta región de Sudamérica,

desde el periodo Formativo Temprano en adelante.
(Valdez, 2008)
El estudio del intercambio permite conectar
artefactos y materias primas con su lugar de origen
y su lugar de abandono (Marcos, Álvarez Pérez y
Bigazzi, 1998). Las redes de intercambio se crean
al introducir un bien foráneo en una nueva región,
lo que produce una reacción en cadena, iniciando
especialización laboral y jerarquización social,
dependiendo de la aparente importancia del bien
(Renfrew y Bahn, 2013[1991]; Dillian y White, 2010).
Identificar la procedencia de estos artefactos
foráneos ayuda en la identificación de patrones y
redes de interacción, además de la comprensión
sobre procesos de difusión (Tripcevich, 2010;
Renfrew y Bahn, 2013[1991]).
Bienes de intercambio en los Andes y
en el Ecuador pre-colonial. La presencia de
Spondylus en la sierra, metal en zonas alejadas a
sus centros productivos y de obsidiana en la costa
demuestra la existencia de redes de intercambio
desde la antigüedad (Marcos, 1986). Estos tres
productos no perecibles han sido el objeto de varias
investigaciones sobre comercio y se considera que
son productos que circularon constantemente,
desde el Formativo hasta el período de Integración
en los Andes. Estos materiales pueden ser
vinculados a su lugar de origen gracias a diversos
análisis de caracterización, por lo que son
indispensables para la reconstrucción de redes de
interacción y comercio en la Sudamérica pre-
Colonial (Shimada, Epstein y Craig, 1983; Marcos,
1986; Martin, 2001; Tripcevich, 2010; Carter, 2011;
Shimada y Craig, 2013).
La llegada de obsidiana hacia la costa fue
continua, por lo que su estudio es una herramienta
indispensable en la reconstrucción de patrones de
intercambio en la región; el análisis de artefactos
María Isabel Guevara Duque
encontrados, sus frecuencias y sus atributos
especiales en sitios a lo largo de la costa y en
diferentes épocas, permite dilucidar la evolución
de las redes de comercio desde el Formativo (Clark
y Lee, 1990). Esta es la razón por la cual la obsidiana
es central en esta investigación.
La industria lítica y las cadenas
operativas
Desde finales del siglo XIX la lítica ha sido una
parte importante del estudio del pasado. William
Henry Holmes, uno de los pioneros en estos análisis
afirmó que los artefactos líticos podían ser usados
como marcadores cronológicos, permitían
comprender la evolución de la forma y función de
herramientas de piedra y el proceso de manufactura
y uso de los mismos (Andrefsky, 1998). Los análisis
líticos son capaces de proveer diversos tipos de
información sobre la forma de vida de los habitantes
de una zona, incluso sin evidencias orgánicas (Odell,
1980). El análisis de herramientas de piedra tiene
un gran potencial; la lítica tallada es capaz de revelar
aspectos sobre la economía y la política de una
sociedad (Kardulias, 2009).
La producción de cualquier artefacto es la forma
específica en la que se resuelven las necesidades
de toda sociedad concreta (Jover, 1999). La
producción transforma un recurso natural existente
en la naturaleza, con un fin específico en mente
(Jover, 1999).
“El esfuerzo invertido en la producción de herramientas
de piedra es crítico al comprender los procesos productivos
de la lítica. Algunos artefactos pueden ser producidos con
poco esfuerzo, mientras otros requieren de un gran
esfuerzo productivo”. (Andrefsky, 1998, p. 30)
El proceso de producción es importante al
discutir tecnología lítica, ya que la variabilidad de
artefactos está directamente relacionada con la
flexibilidad en el diseño de herramientas (Andrefsky,
83
7. L a Presencia de Obsidiana en Ocupaciones Valdivia y Jama Coaque en Matapalo, Manabí

1998). La complejidad en las herramientas varía de de este proceso la pieza que se está trabajando
un área a otra, de ocupación a ocupación, e inclusive puede romperse, el proceso puede parar para usar
depende de la materia prima. la pieza o para llevarla a otro lugar (Andrefsky,
Para Perreault, Brantingham, Kuhn, Wurz y Gao 1998). Los artefactos creados son usados para
(2013), la cadena operativa comprende hasta 35 diversos propósitos y retocados constantemente.
procesos individuales, incluyendo obtención de Finalmente, los artefactos son desechados. Durante
materia prima, su tratamiento preliminar, la este proceso también se genera basura, que incluye
preparación de los núcleos, la producción de lascas desechos de talla, fragmentos de lascas o de
“en blanco”, formación de productos y retoques artefactos, y pedazos de piedra no usados.
en el núcleo. Es importante mencionar que inclusive
las herramientas informales pasan por un proceso Metodología y Análisis
de manufactura y algunas herramientas pueden Durante las excavaciones en el sitio Matapalo
cambiar de función y ser usadas de diferente manera se recolectaron 1877 fragmentos líticos de diversos
a la originalmente concebida (Andrefsky, 1998). La tipos, tamaños y formas. Todos los artefactos
cadena operativa de herramientas líticas se inicia fueron analizados morfológicamente de forma
con la obtención y selección de la materia prima a macroscópica. Esta investigación buscó determinar
utilizarse (Serrano, 2013). La determinación de la función de la obsidiana, sus patrones de
materias primas permite establecer sus fuentes y obtención, producción y uso entre las ocupaciones
los procesos que permiten su utilización dentro de Valdivia y Jama Coaque identificadas en el sitio.
un asentamiento: captación, transporte, Además se pretendió determinar las cadenas
transformación y uso (Gutiérrez, 2007). Al poseer operativas de los artefactos fabricados con
la materia prima, esta es tratada o preparada materiales locales y foráneos, para identificar las
mediante varios métodos, entre ellos calor (Perreault etapas de la producción que se realizaban en el
et al., 2013). Posteriormente se preparan los núcleos, sitio.
que son bloques de materia prima, mediante varias El análisis incluyó determinación de materia
técnicas. Se remueve la corteza y se prepara la prima, tamaño, huellas de uso, presencia de corteza
plataforma desde la cual se extraerán lascas y tipo de artefacto o categoría dentro de la cual el
posteriormente (Perreault et al., 2013). Una vez artefacto entra. El tamaño de un artefacto es una
listo el núcleo, se inicia el proceso de característica importante en el análisis lítico ya que
desprendimiento de láminas o lascas mediante la está relacionada al proceso de talla que se lleva a
aplicación de una fuerza sobre el mismo; esta fuerza cabo al crear y retocar el mismo (Andrefsky, 1998).
puede ser creada mediante presión dirigida a un Las huellas de uso, la presencia de corteza y la
lugar específico del núcleo, o bien por percusión, clasificación del tipo de artefacto en diversas
donde la fuerza se transmite mediante golpes categorías, permite al investigador conocer el nivel
constantes a través de un percutor (Serrano, 2013). tecnológico del asentamiento, los posibles usos de
Este proceso puede variar de una región a otra, los diversos artefactos y el proceso que conllevó
y depende de las necesidades concretas de la la creación del artefacto (Gutierrez, 2007). Cabe
sociedad. Las diversas lascas o láminas son talladas recalcar que el nivel tecnológico contribuye a la
y retocadas para ser usadas. En cualquier momento producción de herramientas e implica las estrategias
84
 María Isabel Guevara Duque

Figura 2: Ejemplos de artefactos de obsidiana (A), pedernal (B), jaspe (C), cuarzo (D), andesita (E) y roca silicificada (F).

de manipulación y secuenciación, además del
conocimiento sobre la materia prima y de las fuerzas
operativas (Odell, 2000). Se determinaron 21
categorías generales, 9 subcategorías, 4 categorías
de presencia de corteza y la presencia de huellas
de uso, tomando en cuenta la cadena operativa.
Materias primas. Se identificaron seis clases
de materias primas entre los artefactos analizados
(Figura 2), que en orden de frecuencia son: cuarzo,
roca silicificada, pedernal, andesita, obsidiana y
jaspe (Tabla 1). Con base en la geomorfología de
la zona, cuatro de las seis materias primas (cuarzo,
jaspe, pedernal y roca silicificada) son locales,
mientras que dos (obsidiana y andesita) fueron
clasificadas como foráneas. Los análisis mostraron
que, en el caso de la zona de Matapalo, la materia
prima usada en la fabricación de herramientas de
piedra es mayoritariamente local (88,49%), con un
pequeño porcentaje de materiales foráneos
(11,51%). El cuarzo, pedernal, roca silicificada y
jaspe son materiales de fácil acceso para los grupos
de la zona, muchos de ellos pueden ser encontrados
a las orillas o dentro de ríos cercanos. La obsidiana
proviene de los flujos Mullimica y Yanaurco-
Quiscatola en la sierra (Vásquez y Delgado, 2013);
por lo tanto, es claramente un bien foráneo y debió
llegar al área donde se encuentra Matapalo gracias
al contacto con otros grupos humanos.

Tabla 1. Cantidad de Artefactos por Materia Prima

Material Tipo Total %
Andesita Ígnea 126 6,71%
Cuarzo Cristal de roca 1.015 54,08%
Jaspe Sedimentaria 31 1,65%
Obsidiana Ígnea 90 4,79%
Pedernal Sedimentaria 129 6,87%

85
7. L a Presencia de Obsidiana en Ocupaciones Valdivia y Jama Coaque en Matapalo, Manabí
Evidencias de la cadena operativa en el
sitio. En el sitio arqueológico Matapalo, toda
herramienta pasó por un proceso similar de
manufactura; las diferencias radican en la longitud
del proceso y la forma final del artefacto. Existe
evidencia de un proceso de reducción y retoque
en los artefactos analizados. Al comparar las
herramientas de materiales locales con foráneos,
se identificaron ciertas diferencias importantes de
mencionar. Por un lado, se pudo determinar la
existencia de ejemplos de casi todas las categorías
determinadas en los artefactos de materiales locales,
lo que demuestra que todas las etapas de la cadena
operativa se llevaron a cabo en el sitio. Existen
núcleos, herramientas bi- y unifaciales, todo tipo
de lascas, desperdicios y fragmentos, además de
evidencia de corteza y huellas de uso. Existen
artefactos de todo tamaño. Estas evidencias
permiten concluir que el proceso de producción
fue realizado casi en su totalidad localmente; además,
fue allí donde se usaron y desecharon las
herramientas.
Por otro lado, en el caso de las materias primas
foráneas, existe menor variabilidad de formas. Este
hecho lleva a concluir que al menos la primera
parte del proceso de fabricación, no era realizado
en el sitio. En el caso de la obsidiana, inclusive se
podría afirmar que las lascas y herramientas llegaban
listas para su uso, y que tan solo eran retocadas en
el sitio. La andesita, por su parte, muestra evidencia
de un proceso local de fabricación, al menos en el
caso de algunas de las herramientas. Parece que
existen diferencias en el tratamiento y uso de los
artefactos, dependiendo de su origen.
Morfológicamente no parecen existir diferencias
claras entre las herramientas de materiales locales
y foráneos, aparte de su tamaño. Los artefactos de
obsidiana son de menor tamaño y espesor que
aquellos de otros materiales, son más delicados y
86
finos. Las herramientas de pedernal y de cuarzo,
por su parte, varían más en tamaño, llegando a
medir más de 7cm, y son mas gruesas y pesadas,
como en el caso de las macrolascas identificadas.
Considerando este hecho y la calidad del cuarzo y
del pedernal al momento de fabricar herramientas,
la presencia de obsidiana parece carecer de un
propósito meramente funcional, a pesar de no ser
un bien de fácil acceso.
Ocupación Valdivia vs. Jama Coaque. La
zona estudiada fue habitada en dos momentos
históricos claramente delimitados, una durante el
Formativo Tardío y otra durante el Desarrollo
Regional. Estas ocupaciones fueron asociadas a
Valdivia 8 y Jama Coaque I, respectivamente. La
ocupación Valdivia es de mayor tamaño y en la que
se recolectó la mayor parte del material. En la
ocupación Valdivia se identificaron cuatro contextos:
doméstico, horno, taller y basurero; mientras que
en la ocupación Jama Coaque, se encontraron dos
contextos: doméstico y entierro. En ambas
ocupaciones se recolectaron muestras de los seis
tipos de piedras mencionadas anteriormente.
El cuarzo y la roca silicificada son las materias
primas más usadas tanto en la ocupación Valdivia,
como en la Jama Coaque. Existe un cambio en la
frecuencia de la obsidiana; en el caso de Valdivia,
este material es el segundo menos presente, mientras
que en la ocupación Jama Coaque la obsidiana es
el tercer material con más recurrencia. Las materias
primas más utilizadas en la fabricación de artefactos
líticos son, sin sorpresa, locales y de fácil acceso.
El cambio en frecuencia de obsidiana, por otro
lado es interesante, ya que puede mostrar mayor
contacto con zonas andinas, las mejoras en los
métodos de fabricación de herramientas o la
disminución de importancia de la industria lítica
en la ocupación Jama Coaque (Figura 3). En

Figura 3: Frecuencia de artefactos con presencia decCorteza en las ocupaciones Valdivia y Jama Coaque por materia prima.
resumen, la evidencia de la producción de
herramientas en materiales locales es más completa,
lo que sugiere que los artefactos de cuarzo, pedernal,
jaspe, andesita y roca silicificada fueron producidos
en el sitio. Por otro lado, en el caso de la obsidiana,
no existen evidencias de las etapas iniciales de la
cadena operativa, como núcleos, lascas con corteza
y nódulos; por lo que se puede afirmar que los
artefactos de obsidiana llegaron acabados o casi
acabados y listos para usar sin mucha modificación.
Otra de las comparaciones que se llevó a cabo
fue la de tipos de contextos; tanto la ocupación
Valdivia, como la Jama Coaque poseen contextos
domésticos, de donde se recolectaron la mayoría
de los artefactos analizados. Los materiales más
comunes no varían en comparación con lo antes
mencionado: el cuarzo y la roca silicificada son los
más comunes, seguidos en la ocupación Jama
Coaque por la obsidiana. La tecnología usada en
la fabricación de herramientas de seis materias
primas en los contextos domésticos de ambas
ocupaciones, muestra que no existe un cambio
significativo en las posibles funciones de las
herramientas. Además, el hecho de que la mayor
María Isabel Guevara Duque
parte del material se encuentre en estos contextos,
muestra que el uso de las herramientas era similar,
sin importar su material. En el caso de la obsidiana,
este hecho sugeriría que, contraria a la aseveración
de Salazar (1999), la obsidiana no tendría un uso
ritual en todos los asentamientos de la costa, ya
que en Matapalo existen evidencias de su uso en
contextos domésticos y su forma parece ser más
utilitaria.
Se compararon, además, los cambios
tecnológicos en ambas ocupaciones. Existe una
pequeña variación tecnológica entre ambos
asentamientos. En la ocupación Valdivia existen
artefactos más detallados y complejos, con formas
más complejas y con retoques más pronunciados,
además de un mayor número de clases de
herramientas. Cabe recalcar que existen ejemplos
de casi todas las categorías de artefactos de
materiales locales, mientras que en el caso de los
materiales foráneos los artefactos son en su mayoría
lascas, fragmentos y restos de talla. Esta evidencia
apoya el patrón general mencionado anteriormente,
donde las herramientas de materiales locales son
fabricadas casi por completo en el sitio, mientras
87
7. L a Presencia de Obsidiana en Ocupaciones Valdivia y Jama Coaque en Matapalo, Manabí
que aquellas de materiales foráneos llegan listas o
casi listas para el consumo. La ocupación Jama
Coaque, por su parte, posee un patrón similar al
de la ocupación Valdivia en las categorías de los
artefactos recolectados, con tan solo algunas
diferencias. Las herramientas uni- y bifaciales en
esta ocupación son menos trabajadas y con menos
detalles. Existen artefactos de materiales locales
de todas las categorías, igual que el asentamiento
Valdivia. En el caso de la obsidiana, tampoco existen
núcleos, nódulos o lascas de decortificación o
preparación de plataforma.
Las características finales a comparar fueron la
presencia de huellas de uso y corteza. Las huellas
de uso y retoques en los contextos domésticos de
ambas ocupaciones son constantes, lo que muestra
que no existió un cambio significativo en el uso y
retoque de las herramientas (Figura 5). En los
artefactos de materias primas locales, existe una
menor recurrencia de huellas de uso en los
recolectados en la ocupación Jama Coaque que en
el caso Valdivia. Por otro lado, existe un cambio
en el patrón del uso de la obsidiana, ya que en
Valdivia el 15% de los artefactos de este material
poseen huellas de uso, mientras que en la ocupación
Jama Coaque el porcentaje se duplica. Parecería
que la obsidiana fue más utilizada con el paso del
tiempo, y se la reutilizó constantemente. Finalmente,
la corteza, que muestra los primeros pasos de
producción, está presente con mayor frecuencia
en los artefactos de materias primas locales y en
ocupaciones Jama Coaque. Los materiales foráneos,
por otro lado, tienen baja presencia de corteza; en
la ocupación Valdivia existe tan solo un artefacto
con esta característica, mientras que en la ocupación
Jama Coaque, existen dos.
Además se determinó que la obsidiana, presente
en ambas ocupaciones, probablemente poseía una
función doméstica y varió en importancia, teniendo
88
más presencia y siendo más utilizada en la ocupación
Jama Coaque. Este material llegó listo o casi listo
para el uso, y en el sitio solo se realizaron retoques
del mismo; además, al ser comparado con el material
local, su frecuencia de uso es mayor. La obsidiana
fue importante para ambas ocupaciones, pero
parece que el contacto con los Andes no fue
constante, por la poca cantidad de artefactos de
este material presentes en el sitio.
Interpretación de resultados
La cercanía de las ocupaciones estudiadas a
fuentes de diversas materias primas, permitió el
flujo relativamente constante de materiales como
el cuarzo y el pedernal, encontrados con facilidad
en la zona hasta la actualidad. Este fácil acceso se
traduce en la alta frecuencia y en el tamaño más
grande de los artefactos de materiales locales en
ambas ocupaciones. Esto dio como resultado que
la población local de la época, desarrollara una
tecnología mas bien simple, donde se fabricaban
herramientas con poco esfuerzo productivo, para
necesidades puntuales o momentáneas (Andrefsky,
1998). Los artefactos fabricados con materias primas
locales pasaron por el proceso de producción en
el sitio o en el área. Este proceso, sin embargo, no
pasa de forma similar en las dos ocupaciones. En
la ocupación Valdivia parece haber existido un
proceso más complejo, ya que la variabilidad de
artefactos es mayor y las herramientas son más
elaboradas. Por otra parte, en la ocupación Jama
Coaque, la cadena operativa previa al uso pudo ser
más corta, por la mayor frecuencia de corteza, pero
las herramientas muestran huellas de haber sido
usadas y retocadas con más frecuencia.
La presencia de obsidiana, la cual proviene de
los flujos de Mullimica, Yanaurco y Quiscatola
(Vásquez y Delgado, 2012), es baja en ambas
ocupaciones; tan solo el 4,79% de los artefactos

Figura 4: Artefactos de obsidiana con huellas de uso y retoque.
analizados fue fabricado con esta materia prima.
La proveniencia de esta material sugiere contactos
con ocupaciones de la sierra norte como Cotocollao
(1800-400 a. C.) (Zeidler, 2008), La Chimba (1000
a. C.-200 d. C.) o La Florida (200-800 d. C.) (Valdez,
2008). Su frecuencia es baja, pero varía con el paso
del tiempo. En la ocupación Valdivia, el 3,35% del
material analizado es obsidiana; mientras que en
la ocupación Jama Coaque la frecuencia del material
crece a un 10,94%. Existió un cambio en el acceso
a la obsidiana en esta zona, aunque este es bajo y
esporádico en ambos casos. La obsidiana debió
arribar al sitio mediante algún método de
intercambio esporádico, lo que se evidencia en el
pequeño tamaño de los artefactos y su cantidad en
ambas ocupaciones. Es más fácil que una pequeña
cantidad de obsidiana llegara a la zona. Es
problemático determinar con exactitud el modo
en el que esta materia llegó al sitio sin estudiar
detenidamente las áreas de las que provino y las
María Isabel Guevara Duque
posibles rutas por las que se transitaba en la
antigüedad.
La importancia de la obsidiana no es significativa
a simple vista ya que las materias primas locales
seguían siendo utilizadas de manera constante para
la fabricación de herramientas morfológicamente
similares a las de obsidiana. Es claro que los
artefactos de obsidiana llegaban listos o casi listos
para su uso y que el único proceso realizado en la
zona era un poco de reducción, utilización y
posiblemente retoque de los mismos. El cambio
de frecuencia de este material entre Valdivia y Jama
Coaque, mencionado anteriormente, sugiere un
aumento en el valor dado a la obsidiana en el sitio,
posible resultado de mayor movilidad de los
individuos de esta y otras poblaciones aledañas; o
de especialización en la fabricación y uso de
herramientas.
La obsidiana encontrada en el sitio, se recolectó,
mayoritariamente, en contextos identificados como
89
7. L a Presencia de Obsidiana en Ocupaciones Valdivia y Jama Coaque en Matapalo, Manabí
domésticos. Los artefactos, además, son
morfológicamente similares a los clasificados dentro
de los mismos grupos de materias primas locales,
lo que muestra que no existe un uso diferente para
los mismos. Este hallazgo no apoya la aseveración
de Salazar (1999) sobre el uso ritual de la obsidiana
en la zona costera ecuatoriana. A pesar de poseer
un uso doméstico, no ritual, la obsidiana parece
ser más importante que los otros materiales usados
en el sitio, y puede ser considerada un bien
codiciado.
Las huellas de uso (Figura 4) también pueden
mostrar este posible cambio de importancia, porque
los artefactos muestran evidencia de uso y posibles
retoques. En el sitio, las huellas de uso aparecen
en el 9,27% de los artefactos; en la ocupación
Valdivia el 9,32% de los artefactos presentan esta
característica, mientras que en la ocupación Jama
Coaque el porcentaje llega a 10%. Por otro lado,
los artefactos de obsidiana poseen una frecuencia
mayor de uso que sus contrapartes de materiales
locales. El 21,11% de todos los artefactos de
obsidiana muestran huellas de uso, siendo el
material con mayor frecuencia de huellas de uso,
seguido por el pedernal (20,16%) y el cuarzo (4,8%);
la relevancia de la obsidiana se muestra de igual
forma al analizar esta característica en las
ocupaciones estudiadas. Esta diferencia no debe
ser una sorpresa porque si la obsidiana llega al sitio
casi lista para utilizar, por supuesto va a tener un
porcentaje de artefactos con uso mas alto que las
materias primas locales que pasan por todo el
proceso en el sitio. En la ocupación Valdivia, el
15,69% de los artefactos de obsidiana poseen
huellas de uso, siendo el segundo material más
usado en la ocupación, tras el pedernal (24,04%).
En la ocupación Jama Coaque la obsidiana es usada
más constantemente, el 31,43% de los artefactos
de esta materia prima presentan huellas de uso,
90
haciendo a este material el más usado en la
ocupación, seguido del cuarzo, con tan solo el 9,7%
de artefactos con presencia de esta característica.
La duración de las herramientas de piedra tallada
es larga, y suele terminar cuando estos se rompen
o se quedan sin filo (Andrefsky, 1998). En muchas
ocasiones, en lugar de desechar una herramienta,
se la modificaba, mediante retoques y pequeñas
reducciones (Andrefsky, 1998), lo que alarga la vida
útil de un artefacto. La relevancia de la obsidiana
es evidente, ya que a pesar de ser el segundo material
con menor presencia, es el segundo con más huellas
de uso y retoque. Y parecen subir su utilización
con el paso del tiempo, ya que esta característica
gana recurrencia en la ocupación Jama Coaque.
Cabe recalcar que durante este análisis, las huellas
de uso en los artefactos de obsidiana, por las
características morfológicas de este material, fueron
evidentes a simple vista, mientras que en materiales
como el cuarzo, el pedernal, la andesita, el jaspe y
la roca silicificada, se requirió de lupas y de una
inspección más detallada, pero de igual manera
fueron identificables.
Conclusiones
Los resultados de los análisis realizados a 1877
fragmentos líticos nos llevan a concluir que:
a) existió contacto durante las ocupaciones
Valdivia (1700 – 1550 a. C.) y Jama Coaque (355 a.
C. – 400 d. C.) con grupos de la sierra norte del
Ecuador. Por el momento no esta claro cómo se
desarrolló el intercambio de bienes entre estos
grupos, pero es claro que la obsidiana debió ser
introducida gracias al contacto directo o indirecto
de ambas poblaciones con poblaciones andinas
contemporáneas.
b) La obsidiana era, en el sitio, probablemente
un bien de uso doméstico, que cumplió una función
parecida a las materias primas locales.

c) La obsidiana llegó al sitio lista o casi lista para
su uso, ya que no existe evidencia clara de un
proceso de fabricación, más solo de uso y posible
retoque.
d) La obsidiana parece que fue más utilizada en
la ocupación Jama Coaque, donde tiene una
frecuencia un poco más alta y más evidencias de
huellas de uso.
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93
ARQUEOLOGÍA DE LA SIERRA Y AMAZONÍA
 8. Collay: Un sitio del periodo formativo
tardío de la Provincia de Chimborazo
Laurie Beckwith
El sitio de Collay (también conocido como
Cullay o Colay), del Periodo Formativo Tardío, está
ubicado justo al sur de Riobamba, en la Provincia
de Chimborazo, Ecuador. Se cree que el sitio se
registró por primera vez en el año 2007, por parte
del personal que realizaba un inventario cultural
nacional, como parte del Decreto de Emergencia
del Patrimonio Cultural. Durante mi trabajo de
prospección en el 2009, José Luis Espinosa
Espinosa, miembro del equipo del inventario
nacional, me informó por primera vez acerca del
sitio. La prospección de superficie y excavación
han revelado un sitio extremadamente interesante,
con una tradición cerámica local muy desarrollada,
y con clara evidencia de comercio a larga distancia,
con fechas entre 1190 y 830 a. C. (calibradas). La
sierra central, como muchos otros investigadores
del pasado ecuatoriano han señalado, no se conoce
muy bien en lo que respecta a arqueología, cuando
se compara con la costa. Casi cualquier cosa que
se lee sobre el Formativo de la sierra ecuatoriana,
especialmente de la sierra central, comienza con
el preámbulo de que no se ha hecho mucha
investigación en la región y que, en realidad, no se
sabe mucho (Bruhns, 2003, p.125; Lippi, 2003, p.
529,533; Zeidler, 2008, p. 471). Como otros han
señalado (Bruhns, 2003, p.128-9,137; Zeidler, 2008,
p. 471), los procesos de formación de los sitios
han tenido un rol en esto, aunque la falta de
investigación ha contribuido grandemente a nuestro
limitado conocimiento. Por ejemplo, Le Pennec et
al. (2013) han identificado una erupción del volcán
Tungurahua en 1100 a. C. cal, contemporánea con
la ocupación de Collay. La fecha más temprana
disponible para el sitio, ubica la ocupación inicial
casi al mismo tiempo que esta erupción. Para
entender la historia ocupacional del sitio, sería de
vital importancia que en el futuro se realicen
investigaciones acerca de la relación entre la
erupción del Tungurahua en 1100 a. C. cal y Collay.
Pese a que es posible que todavía haya poca
evidencia en la sierra de los periodos Formativo
Temprano y Tardío, yo diría que el Periodo
Formativo Tardío ya no es desconocido. Ahora
hay muchos sitios de este periodo que se han
identificado en la sierra, con fechas desde 1800 a
400 a. C. cal (según Lippi 2003, quien basa esas
fechas en aquellas para Cotocollao, en Villalba 1988),
y varios de ellos han sido objeto de investigaciones
y excavaciones más intensivas1. A este inventario
podemos añadir el sitio de Collay (Figura 1). Los
sitios del Periodo Formativo Tardío más cercanos
geográficamente a Collay, incluyen Loma Pucara
(Arellano, 1994; 1997; 1999) y Cerro Narrío (Collier
y Murra, 1943; Zarrillo, 2012).
La parte norte de la provincia de Chimborazo
es todavía conocida mayormente por el trabajo de
Jacinto Jijón y Caamaño (1927), investigación que
tuvo lugar en 1918 y 1919. Incluso los Puruwás
prehistóricos tardíos, el grupo cultural del área
mejor conocido históricamente, no han sido
fechados ni con una sola fecha radicarbónica, que
yo sepa. Tampoco hay ninguna descripción
completa y detallada de la cerámica de este periodo
prehistórico tardío en la región, o de ningún otro
periodo más temprano. La publicación de Jijón y
97
8. Collay: Un sitio del periodo formativo tardío de la Provincia de Chimborazo
Figura 1. Sitios del periodo Formativo Tardío en Ecuador, y en la sierra Central y sur del Ecuador.
Caamaño de 1927 todavía se erige como la fuente
principal de descripción de la cerámica para el área.
Collay se ubica justo al sur de la ciudad de
Riobamba, junto al río Chibunga (Figura 2a), el
cual corre en sentido este desde las faldas del volcán
Chimborazo, conectando con los ríos Chambo y
Pastaza, proveyendo así acceso fluvial a las tierras
bajas orientales. El sitio arqueológico yace justo al
sur del río Chibunga, sobre una chuchilla a 3100
metros sobre el nivel del mar, orientado más o
menos en sentido este a oeste, y mide
aproximadamente 360 m de largo por 150 m de
ancho (Figura 3). Hacia los lados oeste y norte hay
una caída muy escarpada de alrededor de 175 m
hacia el río Chibunga. La ubicación del sitio es
estratégica, ya que da una visión panorámica extensa
de la planicie de Tapi, hacia el norte, y líneas de
98
visibilidad claras a los nevados de la región
(Chimborazo, Tungurahua y El Altar). En días
despejados, es posible avistar el volcán Sangay.
Adicionalmente, la ubicación del sitio permite
monitorear cualquier movimiento a lo largo del
estrecho paso del valle que recorre desde el norte
de la planicie de Tapi a lo largo del río Cajabamba,
la misma ruta que el camino Inka lleva en sentido
norte-sur. Es interesante notar que tanto Loma
Pucara como Cerro Narrío comparten un escenario
similar sobre una cuchilla, con vista hacia el río y
el área circundante (Bruhns, 2003, p. 129), y es
posible que estas culturas del Periodo Formativo
Tardío buscasen tales ubicaciones. Sin embargo, se
debe tener en cuenta que los procesos involucrados
en la formación de sitios, tales como volcanismo
y erosión, harían que los sitios en valles o elevaciones

Figura 2. Collay; ubicación de las pruebas de barreno y unidades de excavación realizadas en el año 2012.
menores sean más difíciles de detectar.
Un rasgo inusual del sitio se encuentra en su
extremo oriental, sobre el borde de la cuchilla, justo
antes de la caída del terreno. Hay una serie de rocas
naturales verticales, posiblemente de basalto, que
tienen depresiones en forma de cuencos labradas
en su parte superior (Figura 4). Hay un total de
cinco rocas con cuencos encima de ellas, cuatro
de las cuales tienen una sola depresión y la otra
tiene tres, lo que hace un total de siete cuencos. La
función de estas depresiones es desconocida. Lo
que es notable es la ubicación al filo del precipicio
Laurie Beckwith
que mira hacia la planicie de Tapi, dando a esa
posición vistas imponentes del área circundante,
así como buenas líneas de visibilidad hacia los
volcanes Chimborazo, Tungurahua y El Altar. Si
se quisiera proponer que en el sitio se llevaron a
cabo actividades rituales, este podría ser el lugar
donde se realizaron. Hubo muy poca evidencia de
material cultural en superficie en el área de las rocas
erguidas, aunque esto podría ser el resultado de
encontrarse en una pendiente pronunciada. La
función exacta de estos rasgos sigue siendo
desconocida.
99
8. Collay: Un sitio del periodo formativo tardío de la Provincia de Chimborazo

Figura 3. Vista del sitio de Collay, de cara hacia el noroeste.

La superficie de Collay tiene una densidad arquitectónicos para estructuras domésticas o

bastante alta de material cultural, y grandes
cantidades de artefactos se han erosionado y
desplazado hacia abajo, por los flancos de la cuchilla.
A pesar de que no hay arquitectura obvia visible
sobre la superficie, hay lajas de tamaño mediano a
grande (de medio metro a uno de longitud) en la
superficie, y una cantidad había sido recogida y
apilada por los dueños del sitio. Con base en un
informe de Jijón y Caamaño (1927), en que
comentaba lo que Velasco encontró en la Tola de
Macají, estas podrían corresponder a elementos
posiblemente para enterramientos. Ninguna de
estas dos se observaron in situ. Adicionalmente,
hay áreas del sitio que parecen tener paredes de
retención o terrazas pero, sin embargo, no se pudo
determinar ningún trazado claro.
Durante la temporada de campo del 2012,
completé pequeñas excavaciones de prueba en
Collay, a fin de obtener muestras in situ de cerámica
y carbón para fechados. Se escogieron ubicaciones
para excavar en el punto más alto del sitio, con la
esperanza de que esta área no haya estado sometida

Figura 4. Rocas verticales con depresiones labradas en forma de cuenco en Collay.

100

a erosión, como el caso de las áreas más bajas así
afectadas extensivamente (Figura 2b). Se realizó
una serie de pruebas de barreno, y se colocó la
Unidad 1 (una excavación de 1 x 2 m) en la
ubicación en la que una prueba de barreno reveló
evidencia de quemado. La Unidad 2 (una excavación
de 1 x 1 m) se ubicó 24 m al oeste y 6 m al sur de
la Unidad 1, también en la parte más alta del sitio,
a fin de obtener una segunda muestra de un área
diferente.
En general, ambas excavaciones revelaron una
matriz arenosa a cenicienta, floja, rica en artefactos,
a una profundidad de 177 cm bajo superficie en la
Unidad 1, y a 262 cm bajo superficie en la Unidad
2. En la Unidad 1 hubo dos rasgos que tenían
evidencia de quemado, que podrían corresponder
a fogones, uno entre 70 y 80 cm bajo superficie, y
el otro a alrededor de 160 cm bajo superficie.
Desafortunadamente, no se pudo discernir ninguna
superficie de ocupación en esta unidad. El carbón
del rasgo superior produjo una fecha de 975 a 830
a. C. cal2 y el rasgo a más profundidad se fechó en
1000 a 835 a. C. cal3. Una tercera muestra de carbón
del nivel debajo del rasgo encontrado a 160 cm
bajo superficie, dio una fecha de 1190 a 1000 a. C.
cal4. En la Unidad 2, se encontró un piso color
anaranjado brillante a alrededor de 40 cm bajo
superficie, que parecía tener un pozo excavado en
su superficie. Unas capas quemadas y cenicientas
también aparecieron debajo de este piso. No hay
fechados radiocarbónicos disponibles para esta
excavación.
Estas fechas indican que Collay cabe
confortablemente dentro del Periodo Formativo
Tardío de la sierra ecuatoriana, y que el sitio es
contemporáneo, en términos generales, con sitios
cercanos. La fecha más temprana para Loma Pucara
al sur, es de 670 +/- 80 a. C. sin calibrar (Arellano,
1994, p. 120; 1997, p. 84) y Cerro Narrío ha dado
Laurie Beckwith
fechas de entre 900 y 550 a. C. cal. (Zarrillo, 2012,
p. 241). Yendo más lejos, Collay es parcialmente
contemporáneo con la secuencia de Cotocollao en
la sierra norte (entre 1500 a. C. a 500 d. C. sin
calibrar [Villalba 1988, pp. 242-243]), con la
secuencia de Pirincay en la sierra sur (1200 a. C.
cal a 200 d. C. cal [Bruhns, Burton y Miller, 1990,
p. 224; Miller y Gill, 1990, p. 52]), y con la secuencia
de Catamayo en el área de Loja (2000 a 300 a. C.
cal [Guffroy, 2004, pp. 85-103]).
El sitio de Challuabamba5, en las afueras de
Cuenca, puede ser muy anterior a la ocupación de
Collay, con las fechas de Grieder (2009, pp. 20-23)
obtenidas de carbón de madera del sitio, que se
remontan a entre 2000 y 1400 a. C. cal. Sin embargo,
Grieder (Carmichael 1981 citado en Grieder, 2009,
p. 21) menciona que se han reportado fechas más
tardías, de 1100 a 950 a. C. cal, según reporta
Elizabeth Carmichael para Challuabamba.
Los artefactos en la superficie en Collay
representan la ocupación y uso del sitio por un
largo periodo, así como sus relaciones con lugares
lejanos. La cerámica de superficie pertenecen tanto
a la cultura posterior, Puruwá, como a periodos
más tempranos. A pesar de que otros (Carretero
y Samaniego, 2017) han sugerido que el sitio
corresponde a la cultura Puruwá y data del Periodo
de Desarrollo Regional, en mi opinión, todo el
material excavado por debajo de la zona de arado,
cabe confortablemente dentro del estilo cerámico
del Periodo Formativo Tardío de la sierra central
y sur (Bruhns, 2003), y los fechados radiocarbónicos
confirman mi evaluación. Es mi impresión que el
uso posterior del sitio fue menos intenso, por lo
menos en las partes donde realicé las excavaciones.
En este artículo me enfocaré sólo en el material
excavado que data del Periodo Formativo Tardío.
La cerámica del Formativo Tardío en Collay
incluye la presencia de alfarería rojo y blanco bien
101
8. Collay: Un sitio del periodo formativo tardío de la Provincia de Chimborazo

Figura 5. Ejemplos de cerámica de Collay,

a) picos de botella,
b)engobe rojo y blanco,
c) ollas sin cuello con labio ornamentado,
d) línea bruñida y decoración negativa, y
e) pintura iridiscente.

pulido, en varias formas de cuencos, algunas con
bases anulares (Figura 5). Hay un cierto número
de formas de cuenco carenadas con inciso, punteado
o impresión de dedos en los labios, y decoración
que incluye inciso, grabado, y algo de negativo. Es
común la decoración con líneas bruñidas, así como
los tecomates sin cuello restringidos dependientes
con punteado u otras ornamentaciones sobre el
labio. Hay una variedad de ollas restringidas
independientes, muchas decoradas con engobe o
pintura roja, frecuentemente en bandas horizontales.
Varias de ellas tienen paredes muy delgadas (0.1 a
0.4 cm) con pasta de color gris a crema que
corresponde muy cercanamente al material llamado
cáscara de huevo de varios sitios de la sierra, en
especial Loma Pucara y Cerro Narrío (Arellano,
1997, p. 85; Bruhns 2003, p. 139; Collier y Murra,
1943, pp. 50-52). Finalmente, hay varios fragmentos
de botellas con asa simple, y varios ejemplos de
pintura iridiscente tanto en fragmentos de cuencos
como de botellas, incluso en el nivel más profundo
de la Unidad 2, a aproximadamente 2,5 m bajo
superficie. Hay unos pocos casos de pedazos
modelados (tal vez antropomorfos) con engobe
rojo y blanco pulido.
Estas características de la cerámica colocan a
Collay dentro del rango del material encontrado
en otros sitios del Periodo Formativo Tardío en la
sierra central y sur (Bruhns, 2003). Sus lazos más
fuertes parecen ser con Loma Pucara, 32 km al sur,
y con Cerro Narrío, poco más de 100 km al sur.
Adicionalmente, hay claras influencias o posibles
objetos de intercambio de las tierras bajas
occidentales, y debe tenerse en cuenta que el sitio
de La Chorrera (Evans y Meggers, 1957), pocos
kilómetros aguas abajo de Babahoyo, se ubica a
solo 100 km a vuelo de pájaro de Collay. A pesar
de que la ruta entre los dos sitios no es obvia, ya
que no hay un valle fluvial directo entre los dos, en
el Periodo Colonial la ruta principal de la sierra a
la cuenca del Guayas iba desde Riobamba a San
José de Chimbo, al sur de Guaranda, a través de
un paso alto de montaña, y de ahí descendía a
Babahoyo (Núñez Sánchez, 2006; Tyrer, 1988;

102

Villasante, 1991 [1568-1571]). Esta ciertamente
estaba siguiendo las vías de comercio prehispánico
y, con la evidencia de Collay, es tentador sugerir
que la ruta tenía un origen muy antiguo.
Otros materiales que indican relaciones de
comercio o intercambio son la gran cantidad de
obsidiana, cuencos de piedra blanca y verde pulida,
spondylus, concha trabajada, y artefactos de madre
perla cortados. La obsidiana es de color gris a negro
y, a veces, incolora. Si bien hay una gran cantidad
tanto de lascas como de núcleos, la mayoría de los
pedazos son bastante pequeños. Es posible que la
obsidiana viniera del este de Quito, aunque aún no
se han completado los estudios de fuentes. La
obsidiana se encuentra en la mayoría de sitios del
Periodo Formativo Tardío en la sierra central y sur,
por ejemplo, en Pirincay (Bruhns 1992 citado en
Arellano, 1997, p. 98). Sin embargo, hasta el
momento, se piensa que toda la obsidiana procede
de la región de Quito. En comparación con la gran
cantidad de obsidiana que se ha encontrado en
Collay, esta no se menciona para los sitios Catamayo
del Periodo Formativo Tardío (Guffroy, 2004) y
es rara tanto en Challuabamba (Grieder, 2009, pp.
129-130) como en Pirincay (Bruhns, Burton y Miller,
1990, p. 231). Tal vez la ubicación más septentrional
de Collay le dio un mejor acceso al comercio de
obsidiana que se movía de Quito hacia el sur.
Además, la presencia de lascas y núcleos de
obsidiana en Collay, puede indicar un uso e
intercambio más intenso de obsidiana en el sitio.
Hubieron varios fragmentos de cuencos de
piedra de paredes bastante finas, hechos en calcita
blanca/alabastro, y un cuenco de piedra verde
pulida (de color similar a la jadeíta) que se hallaron
en superficie en Collay (Figura 6a). Los cuencos
de piedra como aquellos de Collay no parecen haber
sido reportados para otros sitios en Ecuador. Otros
tipos de cuencos de piedra se conocen de Cotocollao
Laurie Beckwith
(Villalba, 1988, pp. 307-308) y San Isidro (Zeidler,
2008, p. 472). Los de Cotocollao son muy diferentes
en cuanto a material y forma, en comparación con
los de Collay. Los cuencos de Cotocollao son
usualmente hechos en basalto, son más gruesos
que los de Collay, tienen forma diferente y muestran
técnicas decorativas diferentes, tales como rebordes
con muescas. Zeidler (2008, p. 472) menciona que
los cuencos de San Isidro son más finos y pequeños
que los de Cotocollao, y que están hechos de piedra
verde, andesita o serpentina, altamente pulida. Él
sostiene (Zeidler, 2008, p. 472) que, a pesar de las
diferencias en forma, los cuencos de piedra en
Cotocollao y San Isidro pueden haber tenido una
función ceremonial similar, y esto también podría
ser cierto para los cuencos de piedra de Collay.
Tal vez lo más destacado de Collay sea un pedazo
de Spondylus tallado en la forma de una cabeza de
animal, que parece de llama u otro camélido (Figura
6b). El fragmento es de alrededor de 4,5 x 2,5 cm
y tiene 0,5 cm de espesor. El ojo del animal está
formado por un hueco bicónicamente perforado
y hay una línea vertical incisa que va a través del
ojo. Este objeto se recuperó del área quemada
inferior en la Unidad 1, la cual se fechó en 1000 a
835 a. C. cal.
Spondylus se ha encontrado en la mayoría de sitios
del Formativo Tardío en la sierra sur, incluyendo
Cerro Narrío (Collier y Murra, 1943, p. 69),
Challuabamba (Grieder, 2009, pp. 138-139),
Catamayo (Guffroy, 2004, pp. 82-83) y Pirincay
(Bruhns, Burton y Miller, 1990, p. 231). Como dato
interesante, no se ha reportado spondylus en Loma
Pucara, el sitio más cercano a Collay (Arellano, 1994;
1997; 1999). Aunque todos estos sitios parecen
haber participado en el comercio de spondylus, hay
variación en el uso que se le dio. Hasta el momento,
en Collay no se han encontrado figurinas
antropomórficas o zoomórficas, como aquellas de
103
8. Collay: Un sitio del periodo formativo tardío de la Provincia de Chimborazo
Figura 6. Artefactos de Collay, a) cuencos en piedra pulida blanca y verde; b) cabeza de llama tallada en Spondylus.
Cerro Narrío que Bruhns denomina ucuyaya (Bruhns,
2003, pp. 143-144; Collier y Murra, 1943, Placa 49,
figs. 1 a 5).
Peter Stahl, en un artículo (2003) que discute la
aparición inicial de animales domesticados en los
Andes septentrionales, tales como cuy, pato real y
llama, ha sugerido que la introducción de estos
animales no nativos de Ecuador puede haber sido
parte de un sistema mayor de comercio controlado
por la élite. Él dice que “Su contexto arqueológico
sugiere asociación con estatus de élite y acceso a
Spondylus” (Stahl, 2003, p. 479). La cabeza de llama
hecha de spondylus en Collay, un sitio que contiene
muchos artículos de intercambio, ubicado en un
colina con vista al área y a las montañas circundantes,
un posible sitio para actividades rituales, da apoyo
a la idea de Stahl.
Si bien es cierto que, como se mencionó
anteriormente, Collay entra confortablemente
dentro de la esfera cultural y estilística que Bruhns
(2003) ha descrito, sí muestra algo de variación,
como es de esperarse dada su ubicación más al
norte. Sin embargo, con más investigación y
104
excavaciones más grandes, la gama de materiales
recuperados del sitio podría aumentar. Hasta ahora
faltan en Collay adornos antropomórficos o
zoomórficos que son comunes en otros sitios del
Formativo Tardío que están más al sur (Loma
Pucara, Arellano, 1997, p. 91: Cerro Narrío, Collier
y Murra, 1943, Placa 23, figs. 12 a 14; y
Challuabamba, Gomis, 1999, p. 148; Grieder, 2009,
p. 103-107). De igual manera, en Collay no hay
hachas en forma de T como aquellas que se han
encontrado en Loma Pucara (Arellano, 1997, p.
95), Challuabamba (Grieder, 2009, p. 130) y en los
sitios Catamayo (Guffroy, 2004, p. 81). Collay
tampoco tiene evidencia de sellos como los que se
encuentran en Challuabamba (Grieder, 2009, pp.
111-126) o cuentas de cristal como las
manufacturadas en Pirincay (Bruhns, Burton y
Miller, 1990, p. 232). Esto puede indicar la existencia
de relaciones bastante complejas entre las diferentes
áreas de la sierra central y sur, en términos de rutas
de comercio y contacto cultural.
El sitio de Collay aporta al gran cuerpo de
evidencia que tenemos de una presencia significativa

del Periodo Formativo Tardío en la sierra central
del Ecuador. Esto señala el gran potencial que
espera a los arqueólogos en las áreas de la sierra
que aún no han sido investigadas. Sugiere también
que, pese a que se debe entender las condiciones
únicas de los procesos de formación de sitios en
la región que pueden presentarnos retos en cuanto
a encontrar sitios del Formativo, no debemos asumir
que la falta de evidencia en la región de ocupaciones
del Formativo se debe a ausencia o que nunca se
encontrarán, sino más bien que debemos buscarlas.
Es mi fuerte impresión que hay una gran riqueza
de información esperando ser descubierta.
Los investigadores (Moore, 2014, pp. 197, 201-
202; Zeidler, 2008, pp. 460,471) en ocasiones han
caracterizado al Periodo Formativo Tardío de la
sierra como diferente de la cultura Chorrera de la
costa, ya que la sierra presenta más grupos
regionalmente diversos, cada uno separado en valles
intermontanos aislados. En otra parte (Beckwith,
1996) ya he argumentado que no estoy convencida
de que la homogeneidad de la cultura Chorrera en
la costa se haya probado explícitamente, y he
propuesto que hay más variación regional que la
que se ha reconocido. En vista de que ahora
tenemos cierto número de sitios serranos del
Periodo Formativo Tardío (Collay, Loma Pucara,
Cerro Narrío, Pirincay y Challuabamba), que todos
parecen haber participado de una red similar, como
se refleja en los artículos de intercambio en el sitio
y de manera más general en el estilo cerámico
(Bruhns, 2003), me pregunto si la sierra y la costa
fueron realmente tan diferentes la una de la otra.
Ciertamente, sería interesante si, en los años
venideros, cuando la intensidad de la investigación
en la sierra se iguale con la de la costa, nuestras
narrativas actuales en cuanto a que las transiciones
culturales fueron más temprano en la costa y la
suposición de que las influencias vienen desde la
Laurie Beckwith
costa hacia la sierra, se mantienen.
Agradecimientos
Quiero agradecer las organizadoras del simposio
por invitarme, y especialmente a Mariauxi Cordero
por su traducción. Quisiera agradecer también al
INPC en Quito y Riobamba por las autorizaciones
concedidas para este trabajo, y a Don Juan Guamán
de Yaruquíes, por permitirme excavar en su
propiedad en Collay. En el campo, José Luis
Espinosa Espinosa, Erika Andino Peñafiel, Marco
Cargua y Pascual Yangol me ayudaron enormemente.
Quiero agradecer a Ross Jamieson por todo su
apoyo, y especialmente por la realización de los
mapas que aparecen en este capítulo. El
financiamiento para esta investigación lo proveyó
generosamente el Douglas College Scholarly
Activity Fund y Education Leave Fund.
Una versión anterior de este trabajo fue
presentado con el título “A Late Formative Period
Site from Chimborazo Province” en el simposio
“Formative Influences: a Gathering in Honour of
J. Scott Raymond”, en la Reunión Anual de la
Sociedad de Arqueología Americana, 29 de marzo
a 2 de abril, 2017, en Vancouver, BC, Canadá.
Notas
1
Estos sitios incluyen Cotocollao (Villalba,
1988), El Tingo (Arellano, 1997a), Achupallas
(Uzcátegui, 1977), Alausí (Porras, 1977),
Challuabamba (Gomis, 1999; Grieder, 2009),
Pirincay (Bruhns, Burton y Miller, 1990), Putushío
(Temme, 1999) y los sitios Catamayo (Guffroy,
2004), para nombrar algunos de los sitios más
grandes y prominentes.
2.
Beta-3275577, 2760+/- 30 AP, INTCAL 2013
2 sigma, 95% CAL 975 a 830 a. C.; curva SHCal13,
OxCal 4.2, 930 a 805 cal a. C.
3
. Beta- 375578, 2770 +/-30 AP, INTCAL 2013
105
8. Collay: Un sitio del periodo formativo tardío de la Provincia de Chimborazo

2 sigma, 95% CAL 1000 a 835 a. C.; curva SHCal13, and eastern lowlands during the Formative.
OxCal 4.2, 971 a 960 cal a. C./937 to 807. In J. Quilter & R. L. Burger (Eds.), Archaeology
4
. Beta-375579, 2891 +/- 30 AP, INTCAL 2013 of Formative Ecuador : A Symposium at
2 sigma 95%, CAL 1190 a 1175 a. C., CAL 1160 Dumbarton Oaks 7 and 8 October 1995 (pp.
a 1145 a. C., CAL 1130 a 1000 a. C.; curva SHCal13, 125–174). Washington, D.C.: Dumbarton
OxCal 4.2, 1120 a 911 cal a. C. Oaks.
5
. La ortografía del nombre del sitio Bruhns, K. O., Burton, J. H., & Miller, G. R. (1990).
Challuabamba sigue a Grieder (2002:175), y la Excavations at Pirincay in the Paute Valley
explicación para su ortografía. Otros investigadores of southern Ecuador, 1985–1988. Antiquity,
como Gomis (1999) escriben el nombre del sitio 64(243), 221–233.
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107
 9. ¿Dónde están los sitios tempranos
de la sierra norte ecuatoriana?
Evaluando las estrategias de prospección
arqueológica en zonas volcánicas
María Auxiliadora Cordero
Introducción
El presente trabajo se enfoca en los efectos del
volcanismo sobre la ausencia/presencia de sitios
arqueológicos en el área del Lago San Pablo
(provincia de Imbabura) y, de manera general, en
la sierra norte ecuatoriana. La mayoría de los sitios
identificados en esta región datan, aproximadamente,
de 700 dC en adelante, hasta la conquista española.
Usualmente, las pocas evidencias arqueológicas más
tempranas se suelen encontrar por casualidad, como
resultado de construcción de carreteras, desarrollo
de nuevas urbanizaciones, etc., es decir, grandes
movimientos de tierra realizados para la ejecución
de diferentes tipos de obras.
La extracción y análisis de núcleos de sedimentos
en años recientes, han sacado a la luz la presencia
de maíz con fechas muy tempranas en el Lago San
Pablo (Athens et al., 2016). En vista de que el maíz
es una planta cultivada, estas fechas antiguas señalan
que debió haber presencia humana en alguna parte
de las cercanías. Pero, ¿dónde están los
asentamientos permanentes o campamentos
temporales de los grupos que sembraron este
cultígeno? Las investigaciones anteriores en las
inmediaciones del lago no detectaron evidencias
de sitios tempranos. Aunque una escasa población
durante el Periodo Precerámico puede ser la causa
de que los sitios no se encuentren fácilmente, las
razones para esta ausencia parecen más bien
encontrarse en los eventos volcánicos y tectónicos
que caracterizan a la sierra ecuatoriana.
A continuación discuto las investigaciones
previas, las evidencias de maíz temprano, y la
propuesta de cómo enfrentar la búsqueda de sitios
que no se encuentran fácilmente en superficie, en
el área conocida como País Caranqui, en donde he
concentrado mi investigación arqueológica. Reporto
también sobre trabajos preliminares recientes que
he llevado a cabo en un área cercana al Lago San
Pablo, como parte del proyecto que tiene por
objetivo identificar sitios tempranos.
Antecedentes arqueológicos
El área de estudio se encuentra dentro de lo
que algunos investigadores llaman el País Caranqui
(Figura 1), delimitado aproximadamente por el río
Chota-Mira al norte, el rio Guayllabamba al sur, y
las cordilleras Oriental y Occidental (Bray, 2003;
Cordero, 2009; Jijón y Caamaño, 1997). En otras
palabras, comprende aproximadamente la Provincia
de Imbabura y el norte de la Provincia de Pichincha.
Estos límites tienen base en las similitudes de los
restos arqueológicos (por ejemplo cerámica,
construcción de montículos) elaborados y utilizados
por las sociedades estratificadas, cacicazgos o
señoríos que ahí habitaron desde aproximadamente
700 dC hasta la conquista española de la sierra
ecuatoriana. En la Figura 2, se muestra la cronología
para la sierra norte, que ubica a estas sociedades
en los periodos Intermedio Tardío y Tardío.
Los trabajos investigativos que estoy realizando
se concentran en las cercanías del Lago San Pablo,
109
9. ¿Dónde están los sitios tempranos de la sierra norte ecuatoriana?
Evaluando las estrategias de prospección arqueológica en zonas volcánicas

Figura 1. Territorio aproximado del País Caranqui.

Figura 2. Cronología para el País Caranqui.

110

Figura 3. Complejo volcánico Imbabura y Lago San Pablo, desde el mirador de El Lechero, Rey Loma.
en la parte central del País Caranqui (Figura 1). El
lago está ubicado al pie del Complejo Volcánico
Imbabura (Figura 3).
La cronología para el País Caranqui se basa en
fechados radiocarbónicos y análisis realizados por
Athens (Athens, 2003; Athens et al., 2015), como
resultado de sus trabajos a lo largo de décadas en
la zona. El cuadro cronológico de la Figura 2
contiene como referencia la periodización
tradicional realizada por Meggers (1966), la misma
que se utiliza frecuentemente en todo el país, pero
que no se apoya en fechas radiocarbónicas, en
particular para la sierra norte, sino en seriaciones
cerámicas. Por lo tanto, utilizo la periodización de
Athens que es más reciente y tiene un mejor
basamento. En la misma figura, en la columna
derecha, consta una serie de referencias a eventos
geológicos y restos arqueológicos identificados.
Entre los años 2013 y 2015, estuve vinculada a
una investigación que se realizó en las cercanías
del Lago San Pablo (Cordero, 2013; Cordero,
Acosta y Rosero, 2015). La intención era determinar
patrones de asentamientos arqueológicos dentro
de un área de 30 km cuadrados al sureste del lago.
El resultado del trabajo fue la identificación de una
serie de sitios, algunos con presencia de tolas o
montículos, otros con presencia de campos elevados
María Auxiliadora Cordero
de cultivo, conocidos como camellones o
ingahuachos, y también áreas de dispersión de
cerámica y artefactos líticos, obsidiana, etc. El
análisis de los materiales de esta prospección
determinó que los sitios correspondían a la parte
tardía de la secuencia arqueológica de la región.
Esto es consistente con mi experiencia en un área
del País Caranqui al sur del lago San Pablo, en
Cayambe (Provincia de Pichincha), donde antes
realicé investigaciones (Cordero, 1998, 2009). Los
sitios de la parte tardía de la secuencia cronológica
son fáciles de identificar, en parte por los
característicos montículos tanto redondos como
cuadrangulares, algunos con rampa, y también por
los campos elevados de cultivo o camellones.
Adicionalmente, la cerámica correspondiente a estos
periodos suele ser bastante abundante en superficie.
Sin embargo, los resultados recientemente
publicados por Athens et al. (2016) acerca del
análisis de los núcleos de sedimentos extraídos del
lago en años anteriores, dejaron en evidencia que
debió haber cultivo de maíz temprano en áreas
cercanas. Los núcleos presentaron también capas
correspondientes a eventos volcánicos, algunos de
los cuales se han consignado en la Figura 2. El
cuadro cronológico muestra que la evidencia más
temprana de maíz en esos núcleos aparece alrededor
111
9. ¿Dónde están los sitios tempranos de la sierra norte ecuatoriana?
Evaluando las estrategias de prospección arqueológica en zonas volcánicas
de 4.720 antes de la era cristiana. Esto es, durante
el Periodo Precerámico o Arcaico.
Se sabe que el maíz es una planta cultivada, que
no se da espontáneamente; por ende, deben haber
habido personas cultivándolo, y ellas pueden haber
estado asentadas, por lo menos de manera estacional
o más o menos sedentaria, en áreas cercanas al lago,
para que las evidencias de polen y fitolitos aparezcan
en el núcleo de sedimentos. Entonces, tenemos
presencia de maíz a casi 5.000 aC, pero la mayoría
de la evidencia arqueológica de ocupación cercana
al lago es de 700 dC en adelante.
Hay que señalar que sí hay alguna evidencia, en
áreas alrededor del lago, de cerámica un poco más
temprana que los periodos tardíos de la secuencia,
como lo reportó Myers (Myers, 1976; Myers y
Reidhead, 1974) en los años setenta, aunque se ha
determinado que esa cerámica proviene de
contextos mezclados, lo que hace problemático el
análisis del origen de los tiestos. Igualmente, en la
prospección de 30 km cuadrados antes mencionada,
que se realizó en 2013 (Cordero, 2013, 2017;
Cordero et al., 2015), se identificaron unos pocos
tiestos en una ladera, en el sector de Abatag, que
tienen parecido con la cerámica identificada por
Myers. Estos parecen corresponder a lo que sería
un Formativo Tardío, tal vez a la fase La Chimba
Temprano. Sin embargo, como en el caso de Myers,
los tiestos de Abatag no tienen un contexto seguro
ni claro pues parecen haber rodado desde un lugar
más arriba en la ladera. En cualquier caso, el
Formativo Tardío es igualmente bastante posterior
a la fecha más temprana del maíz en el lago. La
pregunta obvia es, entonces, ¿por qué si tenemos
evidencia de maíz temprano en el lago, no hemos
encontrado sitios con evidencia de ocupación
precerámica en los alrededores? La respuesta es
que, por un lado, los sitios precerámicos,
posiblemente ocupados estacional o temporalmente,
112
serían más escasos y más difíciles de detectar que
sitios con cerámica. Las evidencias seguramente
consistirían de instrumentos de piedra y obsidiana,
y de restos de fogones. Otro motivo está en la
geología y volcanismo de la región. Como se discute
más adelante, los eventos relacionados con el volcán
Imbabura, principalmente, pero también con
erupciones de otros volcanes de la sierra ecuatoriana,
podrían llevar a lo que Surovell et al. (2009:1715)
han llamado “taphonomic bias” (sesgo tafonómico),
que se refiere a “la tendencia de cosas más jóvenes
a estar sobre-representadas en relación a las cosas
más antiguas en el registro arqueológico, debido a
la operación de procesos destructivos...” (mi
traducción).
Impacto del volcanismo sobre los pueblos
originarios
En los sitios arqueológicos del país, es frecuente
encontrar evidencias de tefras o cenizas volcánicas
producto de las erupciones de diversos volcanes.
Profesionales de la arqueología y la geología han
reportado la presencia de estas tefras y discutido
su impacto sobre los pueblos del Ecuador antiguo
y otros paises de la región (Hall y Mothes, 1994,
2008; Mothes, coord., 1998; Ugalde, ed., 2017). En
el País Caranqui, varias capas de tefras han sido
reportadas en estudios sobre campos elevados de
cultivo prehispánicos, identificadas como
provenientes del volcán Quilotoa en la sierra central,
de su erupción de alrededor de 1150 d. C. Por
ejemplo, se reportan en Athens (1998, p. 173) para
el área de Otavalo; en Villalba (2007) para la de
Cayambe; en Knapp y Mothes (1998, p. 146) para
San Pablo del Lago, y en Wilson, Simpson y Currie
(2002) para Zuleta. Los campos elevados o
camellones, como se discutió más arriba,
corresponden a los periodos Intermedio Tardío y
Tardío probablemente. Hay pocos sitios del Periodo

Figura 4. Evidencia de flujo de lodo ocurrido a fines de la década de los setenta.
Los pies de la persona están sobre lo que era lo superficie anterior del terreno.
Formativo y Periodo La Chimba en la sierra norte
que hayan sido estudiados, y algunos muestran la
presencia de estratos de tefra. Tal es el caso de La
Chimba (Athens, 1995) y Los Soles (Dyrdahl,
Montalvo y Valverde, 2017).
El efecto de erupciones es evidente en el
presente, cuando contamos con investigaciones,
videos, fotos y reportajes acerca de estos eventos
y su impacto sobre las poblaciones cercanas. Este
puede variar dependiendo de la magnitud,
intensidad, duración y cantidad de material
expulsado, lo que implica mayor o menor daños a
cultivos, animales, viviendas y a la salud misma de
los habitantes (Le Pennec et al., 2012). En la
actualidad se hacen estudios al respecto. Podemos
ver un ejemplo de este tipo de trabajos para Ecuador
en Le Pennec et al. (2012), para la actividad que
en años recientes ha presentado el volcán
Tungurahua.
Los eventos volcánicos han dejado huellas, y se
María Auxiliadora Cordero
observan en cortes de caminos, en quebradas,
cuando se hacen movimientos de tierra y
excavaciones de pozos, etc. Un ejemplo clásico es
la evidencia de cenizas del volcán Quilotoa, de la
sierra central, sobre camellones en Pichincha e
Imbabura, mencionada más arriba. Otro ejemplo
de eventos que han podido afectar a los sitios
antiguos, en una zona que recorrí en el verano del
2017, se observa en la Figura 4. Se trata de un flujo
de lodo y arena que bajó por una quebrada, a fines
de los años setenta, según recuerda un informante
local.
La ceniza que cayó por erupciones de diferentes
volcanes, en distintos momentos de la época
prehispánica, debió causar gran impacto sobre el
modo de vida de los habitantes. En algunos casos,
como parece evidenciarse en la columna de
sedimentos del Lago San Pablo analizada por
Athens et al. (2016), causó una desocupación de la
zona. Pero en otros casos hay evidencia de
113
9. ¿Dónde están los sitios tempranos de la sierra norte ecuatoriana?
Evaluando las estrategias de prospección arqueológica en zonas volcánicas

ocupaciones posteriores a la caída de ceniza e y observamos las evidencias de eventos volcánicos,

incluso de reconstrucción de camellones (Villalba, visibles fácilmente en la carretera Panamericana
2007). El tema de la resiliencia de los habitantes norte y otros cortes de caminos. Evidencias del
frente a eventos volcánicos en el pasado, está aún blast (explosión dirigida) están visibles en los cortes
por estudiarse con detalle en la sierra ecuatoriana. de carreteras en toda el área alrededor del lago.

Geología y volcanismo del Complejo

La búsqueda de sitios tempranos en el
Volcánico Imbabura
País Caranqui
El Complejo Volcánico Imbabura es un estrato-
Con base en lo antes expuesto, se entiende por
volcán ubicado 60 km al norte de Quito. Sus tres
qué en la sierra norte, los pocos sitios tempranos
rasgos fisiográficos más sobresalientes son los
identificados, mayormente del Formativo Tardío,
edificios volcánicos llamados Taita Imbabura,
se descubren generalmente por azar, cuando se
Huarmi Imbabura y Cubilche (Ruiz, 2003, p. 2).
hacen grandes excavaciones para construcción de
Este complejo se considera potencialmente activo,
carreteras y urbanizaciones, por desbanque de un
lo que indica que ha tenido actividad eruptiva
rio, etc. Si queremos entender la arqueología de la
durante el Holoceno, es decir, en los últimos 10.000
región, desde su ocupación inicial, el inicio de la
años (Le Pennec et al., 2011, p. 121). Los eventos
agricultura, la variación de los asentamientos en
más recientes del Complejo Volcánico Imbabura
diferentes momentos, los cambios en las sociedades
ocurrieron entre 30.000 y 1.800 años antes del
desde grupos más o menos igualitarios hasta
presente, incluyendo un “blast” o explosión dirigida,
cacicazgos con una jerarquía bien establecida, no
flujos piroclásticos, flujos y domos de lava, caídas
podemos contar solo con la suerte. Considero que
de ceniza, proyectiles balísticos, lluvias ácidas (Le
es necesario intentar hacer investigaciones que nos
Pennec et al., 2011; Ruiz, 2003). A pesar de que
den una mejor y más completa visión de los eventos
tales eventos no han tenido una recurrencia muy
y procesos por los que estas sociedades pasaron.
frecuente, sí han implicado un alto volumen de
De ahí que el proyecto que empecé en el verano
magma (Le Pennec et al., 2011). En la Figura 2 se
del 2017, tiene por objeto tratar de encontrar esos
han incluido algunos de ellos.
sitios tempranos iniciales, muchos de los cuales
Erupciones, explosiones y flujos de lava no son
pueden estar ocultos por eventos volcánicos del
los únicos eventos que pueden obliterar y ocultar
tipo caída de cenizas, flujos de lodo, etc.
sitios antiguos causando un sesgo tafonómico. El
No es tarea fácil, dado que a veces estos flujos,
Complejo Volcánico Imbabura también presenta
derrumbes y deslaves, pueden ser de metros de
pendientes inestables con material no consolidado,
profundidad. En algunos casos, el movimiento de
lo cual puede causar caídas de rocas, avalanchas de
estas grandes masas de material han destruido o
escombros y flujos de lodo cuando se dan casos
retrabajado las superficies originales, lo que implica
de fuertes movimientos sísmicos o en combinación
la destrucción de sitios arqueológicos, si los hubo.
con lluvias abundantes (Ruiz, 2003).
Mi estrategia consiste en trabajar en conjunto con
Con la colaboración del geólogo Gorki Ruiz,
geólogos para determinar cuáles son las zonas
que ha estudiado extensamente el volcán Imbabura,
menos afectadas por los eventos y buscar, de una
recorrí en 2016 el área alrededor del lago San Pablo,
manera un poco más intensa que lo que se hace
114
 María Auxiliadora Cordero

generalmente en prospecciones arqueológicas, los asistentes locales. No se localizó ningún corte de

sitios que pueden estar ocultos. Generalmente las camino o construcción de obras reciente, y en los
prospecciones o reconocimientos implican recorrer perfiles menos frescos que revisé, no se logró
el terreno sistemáticamente, observando cualquier identificar ningún resto o nivel de ocupación antigua.
resto cultural en superficie o, en casos de poca En algunos casos, la profundidad de las quebradas
visibilidad como pastizales u otra cobertura vegetal con su correspondiente vegetación, impidió la
más espesa, haciendo pozos de prueba con pala, a visibilidad. Sí se detectó en algunas superficies,
intervalos regulares, cuya profundidad puede llegar como es frecuente en el País Caranqui, la presencia
a 40 o 50 cm. Con esa metodología, sería difícil de cerámica de periodos tardíos, así como la
encontrar evidencias de actividad humana temprana presencia de un petroglifo, este último difícil de
en áreas de mucha actividad volcánica y tectónica. fechar a simple vista. Luego del recorrido extensivo
En un recorrido realizado en el 2016, el geólogo del área, y en vista de que no se ubicó ningún resto
Gorki Ruiz, con base en su conocimiento del volcán que indicara ocupación temprana, procedí a la
Imbabura, sugirió un área que podría haber sido excavación de un pozo de prueba en una unidad
un poco menos afectada, donde habría posibilidades de 1 x 1 metro, que llegó hasta una profundidad
de encontrar restos de ocupaciones tempranas, si de 1,5 m aproximadamente. En diferentes niveles,
es que las hubo. Esta fue la zona conocida como los mismos que no presentaron materiales orgánicos
Chilcapamba, en la parroquia San Pablo del Lago. que pudieran someterse a fechamiento por
Con esta información, y con fondos semilla radiocarbono, se encontraron algunas piezas de
obtenidos para explorar el área, fui al campo en el obsidiana y otros líticos (Figura 5). No hubo
verano del 2017 para determinar si, con un evidencia de ningún piso de ocupación, de fuego,
conocimiento geológico más detallado, podríamos carbón, cerámica u otros objetos que permitieran
encontrar sitios tempranos que pudieran ser los inferir el o los eventos que produjeron la deposición
que produjeron el polen y los fitolitos de maíz de esos materiales líticos. La ubicación exacta del
temprano que se encontraron en los núcleos de sitio identificado no se revela en este texto, en vista
sedimento del lago. de que una excavación ampliada está aun pendiente
Mi propuesta fue recorrer Chilcapamba y para el verano de 2018, y se quiere prevenir la
alrededores, observar los perfiles que estén destrucción del mismo por parte de aficionados,
expuestos, para determinar si efectivamente es un en caso de hacerse público.
área menos afectada por los eventos del volcán
Discusión y conclusión
durante el Precerámico y periodos posteriores. La
No se ha terminado el análisis de los materiales
estrategia incluía también hacer pozos de prueba
recuperados, y se espera realizar una excavación
más profundos en áreas que se determinen como
más extensa en el mismo sitio para tener una mejor
menos afectadas, en particular en el caso de no
visión de la tafonomía, así como la posibilidad de
detectarse evidencia en cortes de caminos o
que se obtengan materiales fechables. Por lo pronto,
quebradas.
se ha determinado que los artefactos líticos no
Durante varias semanas entre julio y agosto de
parecían reubicados desde zonas superiores, pues
2017 recorrí Chilcapamba y realicé la excavación
no presentaban las huellas de erosión que se hubiera
de un pozo de prueba, con el apoyo de guías y
115
9. ¿Dónde están los sitios tempranos de la sierra norte ecuatoriana?
Evaluando las estrategias de prospección arqueológica en zonas volcánicas

Figura 5. Algunos de los líticos recuperados en el pozo de prueba de Chilcapamba.

esperado en ese caso. los pueblos originarios, su resiliencia, huida,

Entre las posibles explicaciones del contexto permanencia o reocupación de zonas antes
de las herramientas identificadas está el que el sitio habitadas, y el efecto sobre procesos sociopolíticos
haya sido un lugar ideal para estaciones de caza o como surgimiento de sociedades complejas, su
de descanso ya sea de cazadores-recolectores del mantenimiento o su disolución, solo pueden ser
Periodo Precerámico, de horticultores tempranos contestadas cuando intentamos nuevos análisis y
precerámicos asentados temporalmente en las cuestionamos los métodos y supuestos comunes
inmediaciones del sitio, o pobladores de tiempos de nuestras disciplinas. En este caso, se ha
del Formativo, que aunque ya manufacturaban cuestionado la for ma de enfrentar los
cerámica, pueden no haber llevado consigo reconocimientos regionales en vista del sesgo
recipientes frágiles en expediciones de trabajo en tafonómico producido por el volcanismo de la sierra
chakras o de caza. No tengo suficiente información norte, y la colaboración con expertos de otras
al momento para determinar el uso del sitio o la ciencias, por lo pronto, ha producido buenos
zona, pero es de esperarse que la continuación del resultados, aunque preliminares por el momento.
proyecto provea respuestas. En definitiva, la propuesta de mi investigación
Este proyecto preliminar muestra cómo una real es que en una labor mancomunada entre
colaboración entre arqueología y geología puede profesionales de la arqueología y otras ciencias
dar luces sobre problemas que enfrentamos las y afines, podríamos diseñar investigaciones que logren
los arqueólogos en zonas de mucha actividad encontrar sitios de mayor profundidad temporal
volcánica. Las preguntas antropológicas acerca del en la sierra ecuatoriana, para poder hacer inferencias
origen de la horticultura y agricultura en la sierra y contestar preguntas de importancia antropológica
ecuatoriana, el efecto de eventos catastróficos sobre acerca de las sociedades tempranas de la zona, entre

116
 María Auxiliadora Cordero

ellas el inicio de la agricultura en el área, el impacto Referencias

de eventos catastróficos sobre los desarrollos Athens, J. S. (1995). Relaciones Interregionales
sociopolíticos y cómo estos grupos llegaron a Prehistóricas en el Norte de los Andes:
convertirse en los importantes cacicazgos o señoríos Evidencia del Sitio La Chimba, en el Ecuador
que inkas y luego españoles enfrentaron. Septentrional. En Cristóbal Gnecco, ed.,
Perspectivas Regionales en La Arqueología del
Agradecimientos Suroccidente de Colombia y Norte del Ecuador, pp.
Quiero agradecer al Centro de Estudios 3—29. Popayán: Editorial Universidad del
Latinoamericanos (Center for Latin American Cauca.
Studies, CLAS) de la University of Pittsburgh, por Athens, J. S. (1998). Volcanism and Archaeology
los fondos semilla para realizar la investigación que in the Northern Highlands of Ecuador. En
he reportado aquí. El Instituto Nacional de P. Mothes, coordinadora, Actividad volcánica
Patrimonio Cultural del Ecuador (INPC) me y pueblos precolombinos, pp. 157—189. Quito:
concedió la autorización necesaria para llevar a Ediciones Abya-Yala.
cabo el trabajo de campo; especial reconocimiento Athens, J. S. (2003). Inventory of Earthen Mound
al arqueólogo Fernando Mejía en esa institución Sites, Northern Highland Ecuador. Final
por sus buenos oficios. El Ing. Gorki Ruiz apoyó project report prepared for H. John Heinz
con su conocimiento del volcán Imbabura. El III Fund Grant Program, Pittsburgh,
Profesor Agustín León, en la Parroquia de San Pennsylvania, and the Instituto Nacional de
Pablo del Lago, nos ayudó amablemente con Patrimonio Cultural, Quito, Ecuador.
interesante información histórica y con su Honolulu, HI. : International Archaeological
conocimiento de la zona. Los señores Gonzalo Research Institute, Inc.
Cabascango, Miguel Chicaiza, y la señora Yolanda Athens, J. S., Ward, J. V., Pearsall, D. M., Chandler-
Quilumbaquín, asistieron en el recorrido del área Ezell, K., Blinn, D. W. & Morrison, A. E.
y luego en la excavación del pozo de prueba. (2015). Prehistoric Maize in the Northern
Finalmente, gracias a todas las mujeres en La Posada Andes: Coring Investigations at Lake San
del Quinde en Otavalo, mi “casa lejos de casa” por Pablo, Ecuador. National Science Foundation
su amistad y hospitalidad. Final Project Report, Award BCS-0211168.
Honolulu, HI: International Archaeological
Research Institute, Inc.
Athens, J. S., Ward, J. V., Pearsall, D. M., Chandler-
Ezell, K., Blinn, D. W. & Morrison, A. E.
(2016). Early Prehistoric Maize in Northern
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117
9. ¿Dónde están los sitios tempranos de la sierra norte ecuatoriana?
Evaluando las estrategias de prospección arqueológica en zonas volcánicas

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118
 María Auxiliadora Cordero

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119
 10. El patrón de asentamiento del País Caranqui
(700-1525 d. C.)
Jacqueline Carrillo Acosta
Introducción
El presente trabajo tiene un enfoque de análisis
espacial regional el cual nos permite generar datos
y bases conceptuales macroregionales para
comprender aspectos como la administración del
espacio, distribución y rango de las tolas
(montículos) y de complejos de tolas. De igual
manera se intenta analizar las relaciones entre los
espacios construidos y las fuentes de abastecimiento.
Existen pocas investigaciones claramente
relacionadas con la temática de análisis espacial
para la zona de estudio, pero se destacan las de
Stephen Athens, María Auxiliadora Cordero, y
Kaitlin Yanchar. En el primer caso, a raíz de sus
trabajos de investigación, Athens (1980) sugirió la
existencia de un sistema social complejo y jerárquico
en el área Cara de la sierra norte del Ecuador,
grupo humano basado en el manejo ambiental de
las áreas donde se construyeron las tolas, siendo
la construcción de sus plataformas posibles
referentes utilizados para desplegar poder.
En cambio, Cordero (2009), a través de su
estudio arqueológico y sistemático relacionado con
el cacicazgo Cayambi en el País Caranqui, da a
conocer la relación de intercambio entre sierra y
amazonia, en especial con la zona de Quijos,
actividad estratégica que permitió el aparecimiento
de una complejidad social entre las élites de la sierra
norte.
Por su parte, Yanchar (2013), propuso la
existencia de grupos jerarquizados y autónomos,
distribuidos espacialmente en la región Cara sur y
norte, donde se desarrollaron cacicazgos
independientes que participaban de un intercambio
limitado de distintos elementos materiales.
De acuerdo a los resultados de los trabajos
citados anteriormente, es indispensable que existan
investigaciones acerca de la utilización del espacio
y que se enfoquen en el análisis del proceso de
formación económica y sociopolítica del País
Caranqui, además de establecer la importancia de
la interacción entre los seres humanos y sus paisajes,
para comprender el rol que jugó este proceso en
la formación y reconfiguración de las estructuras
organizacionales políticas.
Este tipo de investigación es de suma
importancia pues nos permite observar, primero,
las interacciones entre las variables ambientales y
sociopolíticas en la región de estudio, lo que permite
posteriormente interpretar los patrones de
asentamiento que pudieron haberse configurado
en torno al País Caranqui en el Período de
Integración.
Metodología
La perspectiva adoptada es macroregional y
comprende la actual provincia de Imbabura que,
según los datos etnohistóricos, representa una
región geopolítica que se diferencia de sus vecinos.
Esta región según un primer análisis bibliográfico
se caracteriza por la monumentalidad manifestada
en sus tolas o montículos, construcciones
prehispánicas edificadas entre 680 d. C. y 1525 d.
C. Athens propone que su aparición fue “temprana”;
es decir, aproximadamente entre 200 a 700 d. C.
(Athens, 1980, p. 127). Sobre su utilización hasta
121
10. E l patrón de asentamiento del País Caranqui (700-1525 d. C.)
el momento no se ha llegado a un consenso que
nos dé a conocer su uso, pues se han registrado
tolas que fueron destinadas como sepulturas, como
viviendas y como lugares ceremoniales.
Para la presente investigación, las tolas se han
convertido en la unidad básica de análisis y a través
de estas se pudo examinar las posibles estrategias
de organización jerárquica, social y aun política
Caranqui.
De las tolas y complejos se recopiló información
en el Sistema de Información del Patrimonio
Cultural Ecuatoriano (SIPCE) y del registro de más
de un centenar de tolas creado por Athens (1980,
2003). De estos dos registros se obtuvo información
parcial y se generó datos de un total de 409 tolas
y 58 complejos. Entendemos por complejo a la
agrupación de tolas que tienen una relación cultural
y comparten características comunes como la
situación geográfica, rasgos culturales, morfológicos
o monumentales.
Con los resultados obtenidos se realizó un
análisis geográfico y estadístico con el objetivo de
sentar las bases para visualizar los elementos
socioculturales y geopolíticos que podrían ayudar
a comprender las dinámicas del País Caranqui entre
700 y 1525 d. C., además de que esta información
se convirtió en la base para entender, en parte, el
patrón de asentamiento de la región. Cabe
mencionar que los límites del País Caranqui van
desde el sur del río Chota-Mira, el cacicazgo de
Cayambe en las estribaciones orientales del volcán
Cusín y los páramos de Pesillo, hasta la cordillera
Real de los Andes hacia el oriente. La región abarca
un área de 3600 km2 y actualmente comprende la
provincia de Imbabura y el norte de la provincia
de Pichincha. Hacia el occidente y el oriente no
están bien definidos los límites (Carrillo, 2014, p.
112). Aunque el siguiente estudio no comprende
toda el área del País Caranqui si su mayor parte
122
que alcanza lo que es actualmente la actual
provincia de Imbabura.
Para desarrollar este análisis se usó los programas
ARCGIS 10.1 con el Sistema de Coordenadas
Projection Transverse Mercator WGS 84 UTM
Zone 17 S, escala 1:25000 para creación de mapas
con las siguientes capas de información: Provincia
de Imbabura, relieve, registro de tolas de Athens
(2003), la identificación y localización
georeferenciada de las tolas. La información de los
lugares de producción fue obtenida del registro de
cronistas españoles, por lo que se identificó a
Pimampiro como productor de la coca (Oberem,
1981), Cahuasquí y Lita de algodón (Caillavet, 2000.)
y de sal a Las Salinas (Caillavet, 1981, 2000), lugares
ya mencionados en algunas otras investigaciones
(Moreno Yánez, 2007).
Otro programa utilizado fue PAST 3
(Paleontological Statistics: Estadísticas
Paleontológicas) y su herramienta Vecino Cercano.
Con ellos se logró agrupar los complejos de tolas
con los lugares de producción ya mencionados. La
información, sometida a pruebas estadísticas, fue
representada en los mapas y posteriormente se
realizó el análisis espacial, lo que permitió inferir
conexiones regionales y locales que podrían
corresponder con posibles modelos políticos y
económicos para el País Caranqui. Los mapas y
los análisis estadísticos han servido también para
comprender el uso del espacio, identificación de
jerarquía de sitios, las posibles relaciones entre los
complejos de tolas y otros elementos naturales o
culturales de la geografía como, por ejemplo, los
lugares de producción agrícola, análisis difícilmente
observable con otras técnicas analíticas.
Resultados y discusión
Algunos investigadores que han estudiado la
región mencionan que en el país Caranqui o Zona
 Jacqueline Carrillo Acosta

Cara en el período de Integración, existió una Esta configuración de los asentamientos al

organización social que fue el resultado de la parecer corresponde al modelo denominado señorío
adaptación al medio, fue jerárquica y estratificada (ídem), siendo éste modelo en el que el cacique o
(Athens, 1997, 1980; Caillavet, 2000; Bray, 2008; jefe supremo lidera las parcialidades que podrían
Yanchar, 2013). Esta región estuvo constituida por gozar de cierta autonomía regional.
cacicazgos autónomos gobernados por caciques y Las parcialidades estaban basadas en el
principales, establecidos en centros políticos parentesco pero no consistirían aldeas aglutinadas
representados por parcialidades y llactas. más bien se trataban de farmsteads como lo establece
El patrón de asentamiento del País Caranqui Athens (ídem), estas parcialidades estaban sujetas
fue disperso; el límite más elevado de ocupación a las órdenes del cacique supremo y lideradas por
fue 3.000 m.s.n.m. y su límite más bajo 2.000 los principales. Esta organización aparentemente
m.s.n.m. El área total ocupada por el país Caranqui flexible dio paso a la formación de múltiples
fue de aproximadamente 3600 km2 como ya se lo parcialidades.
menciono y en donde se realizaron las actividades Según Athens (1980, p. 14; 2003, p. 10), las tolas
para la explotación de recursos y el abastecimiento, se encuentran distribuidas en tres zonas ecológicas
que se dio a través del sistema económico vertical radicalmente distintas: la zona templada, la tropical
o microvertical, explotación de recursos en zonas y una zona árida sub-tropical. No obstante, la mayor
ecológicas de alturas diferentes (Oberem, 1981). parte de las tolas se encuentran en la zona templada.
En cuanto a las tolas del País Caranqui, existieron El área central de la región estudiada y que según
varios formas de distribución de las tolas; al parecer Athens (1976), es el lugar donde las tolas se
la mayoría se encuentran en los valles de la provincia encuentran distribuidas homogéneamente, no tiene
de Imbabura, donde el terreno es relativamente un carácter nucleado, ni tampoco un patrón rígido
plano y la elevación es inferior a 2.900 m. Los en su distribución. Lo anterior sugiere que hubo
pocos sitios que se asientan a mayores elevaciones una preocupación mínima por regular o configurar
tienden a ser más pequeños en extensión espacial. culturalmente el espacio (Athens, 1980, p. 165).
Aparentemente, a los caciques en esta región les Sobre esta afirmación, se estima que la distribución
correspondían ocupar la parte superior de las tolas de tolas en diferentes zonas ecológicas está
con rampa más grandes, aspecto que ya ha sido indicando la preocupación que tuvieron las
mencionado por Athens (1997, 1980) y Yanchar entidades políticas por el abastecimiento de
(2013). Los principales, designación jerárquica para diferentes productos. Precisamente, esta forma de
quienes estaban después de los caciques, en cambio, distribución de tolas concuerda con el patrón de
vivían en casas en la parte superior de las tolas dispersión del sistema económico de verticalidad
periféricas más pequeñas. Los principales tuvieron y microverticalidad andina, y por lo tanto una
un patrón de residencia dual: una morada en su organización espacial efectiva.
parcialidad y el otro con el cacique (Athens, 2003, En cambio Yanchar, determina que en el País
p. 10). Este modelo se cumple en el patrón Caranqui o en las tierras altas del Ecuador, se
observado para la zona, donde las tolas pequeñas establece un patrón de asentamiento de las tolas
sin rampa tienden a agruparse alrededor de la tola desigual, entre agrupado y disperso. Es agrupado
más grande con rampa (ídem). en la periferia y, en cambio, en el centro de la región,
123
10. E l patrón de asentamiento del País Caranqui (700-1525 d. C.)
Figura 1 Distribución de tolas y complejos de tolas en la provincia de Imbabura parte del País Caranqui. Las figuras cuadradas
representan los complejos y los círculos las tolas.
las tolas se encuentran notablemente dispersas en
dos zonas (Yanchar, 2013, p. 110). El límite de
estas dos zonas (la del norte y la del sur), al parecer
fue la frontera entre Caranqui y Cayambe. Menciona
también la investigadora que de estas dos zonas,
ninguna de ellas tuvo supremacía política una sobre
la otra, lo que tampoco permitía que se cree un
sistema político regional integrado (Yanchar, 2013,
p. 111).
Yanchar propone que en el País Caranqui, no
existió un intercambio a gran escala pero que este
si se dio en distancias limitadas, fue interno y dentro
de su área (Yanchar, 2013). Además, hasta ahora
no se han constatado la existencia de evidencias
de productores especializados en esta zona, así
como tampoco existen lugares para el almacenaje;
todo esto descarta la idea de que el País Caranqui
tuvo una economía mercantil.
La monumentalidad del área Caranqui
corresponde a 409 tolas registradas, monumentalidad
que ayuda a la definición del patrón de asentamiento
Macroregional y que siguen un patrón de
aglomeración alrededor del volcán Imbabura y del
lago San Pablo, formando una distribución circular
124
alrededor del primero, como lo demuestra la
ubicación geográfica en la siguiente Figura 1.
Del análisis del mapa anterior, se puede constatar
que en la provincia de Imbabura existe una
concentración de tolas que algunas corresponden
a los complejos registrados en el SIPCE. Además
existe otras tolas que se alejan del centro de la
llanura, algunas de ellas hacia el noroeste como la
tola La Libertad, otra en el sur como el montículo
San Fernando 2, en el noroeste Pimampiro, en el
norte la tola Sequambo, algunas más en el sureste
como el montículo 01 Zuleta y hacia el suroeste el
montículo 21 Gualimán. Al parecer la lejanía de
estas posiblemente se produjo por ser las que
administraban los pasos de entrada o salida hacia
Otavalo prehispánico ubicado al sur del Lago San
Pablo (Caillavet, 2000, p. 31) (p. 37) (Borchart, 2007,
p. 203). Así mismo en el área de estudio destacamos
la presencia de los complejos situados en los
extremos como son: al norte el complejo La
Floresta, al sur el complejo Zuleta, al este el
complejo Pimampiro, y al oeste el complejo
Gualimán.
De la Figura 1 se puede establecer la existencia

de una posible jerarquía entre complejos basada
en el número de tolas que poseen. Además, los
complejos relacionados con la ubicación de los
accesos naturales hacia el volcán Imbabura y al
Lago San Pablo denominados como las mayores
huacas o divinidades tutelares de la etnia de Otavalo
nombradas así por Caillavet (1997, p. 594-595). Al
parecer esta ubicación da para proponer un estatus
jerárquico con base en la asociación de las
mencionadas características geográficas y sagradas.
La Tabla I muestra las asociaciones observadas.
Los datos esbozados de la anterior tabla sugieren
que existieron complejos que posiblemente tuvieron
la función de centros administrativos. Para sustentar
esta afirmación sometimos los datos relacionados
con los complejos de tolas y los lugares de
Tabla I. Jerarquía de complejos de tolas
Número de
Jerarquía Complejos
Primer orden Zuleta
Segundo orden Gualimán
Tercer orden Socapamba
Cuarto orden Ilumán
Quinto orden Atuntaqui
Figura 3. Distribución de grupos de complejos de tolas vecino más cercano y lugares de producción según el programa PAST.
Jacqueline Carrillo Acosta
producción al análisis estadístico del Programa Past
3 y con su herramienta Vecino más Cercano. Los
resultados señalan un conjunto de relaciones
significativas entre 4 grupos (Figura 2).
El programa Past 3 Vecino Cercano identificó
de forma individual a los lugares de producción y
desde cada uno de estos establece grupos de
complejos de tolas que se encuentran cercanos. La
representación geográfica de estos resultados se
muestra en la Figura 3, de lo cual se puede inferir
que al parecer, por su cercanía, hay una relación
administrativa entre los complejos y los lugares de
producción, así como también la probable existencia
de niveles de jerarquía entre los complejos como
ya se había mencionado.
tolas Relación Geográfica
Ingreso y salida a la llanura de ablación por la
148
parte sur
Ingreso y salida a la llanura de ablación desde el
66
occidente
Relacionado con el ingreso y salida por el norte
60
de la llanura de ablación
33 Cercano al volcán Imbabura
33 Al norte del volcán Imbabura
125
10. E l patrón de asentamiento del País Caranqui (700-1525 d. C.)

Figura 2. Dendograma jerárquico Vecino más Cercano entre complejos de tolas y lugares de producción en Imbabura según el
programa PAST.

126
 Jacqueline Carrillo Acosta

Del resultado anterior se obtuvo el siguiente (Tabla 2):

Tabla 2. Distribución de grupos de complejos de tolas y lugares de producción

Grupo de Nombre de complejos que Lugar de producción con
complejos integran los grupos los que se relacionan cada grupo
1 Cusin/Rinconada, La Vega/Rinconada, San Pablo, Camellones de Otavalo
Tunipaila Tola, Cruz Loma, Agato Alto Tola,
Otavalo, Pisabo, Rosaspamba, Perugache,
Gualsaqui, Guanansi, Iluman, Carabuela, Pinsaqui,
Chilcapamba, Quiroga, El Coco, Cotacahi

2 Chota, Ambuqui, Piedra Labrada, Potrerillos, Grupo relacionado con la producción de coca y
Pimampiro, El Tablon, Yaguarcocha, Socapamba, Zuleta es el punto de entrada al Lago San Pablo y el
Caranqui, La Merced Baja, Zuleta, Angochagua, volcán Imbabura.
San Clemente, San Antonio, San José, Chalta,
Santa Rosa, Urcuqui, Añafito, Quitumbita, Los
Molinos, Imantag

3 La Floresta, Gualiman, Ajumbuela Alto, Peribuela, Entrada desde la costa

Morascunga, El Molino

4 Cahuasqui, Tumbabiro, La Calera, Sequambo, Producciónd e sal y algodón

Ajumbuela, Cruz Tola, Pingunchuela, San Juan,
Coñaqui, Urcuqui, Paridero

Estos resultados revelan que existe una en términos políticos y económicos a los espacios
equidistancia entre los lugares de producción y los donde fueron construidas. Estos complejos habrían
complejos de tolas, que al parecer se debe a una funcionado a manera de centros administrativos,
política de organización regional supralocal, la cual como sería el caso de los complejos de tolas de
pudo administrar no solo las actividades internas Zuleta, Gualimán y Socapamba. Además sirvieron
de los complejos de tolas, sino los lugares de como espacios del paisaje para ostentar y expresar
producción asociados a cada uno (Carrillo, 2017, el poder político imperante en la región.
p. 252). Las interacciones entre los distintos complejos
de tolas, y entre los grupos humanos adscritos a
Conclusión ellas, en el País Caranqui, pudieron basarse en una
Luego de haber realizado los ejercicios analíticos organización regional de producción, para tomar
que hemos mostrado más arriba, podemos señalar posesión y administrar las zonas productivas y los
algunas interpretaciones acerca de los contextos lugares de acceso al territorio.
de organización política y económica en los cuales Los datos sugieren, adicionalmente, que la
las tolas, o los complejos de tolas, se vincularon relación entre complejos se dio por una posible
127
10. E l patrón de asentamiento del País Caranqui (700-1525 d. C.)
jerarquía, siendo los de mayor importancia política
o administrativa aquellos que tenían mayor número
de tolas. Estos quizás ejercieron directamente el
control o dominio, e influyeron en el
comportamiento político interno y regional de los
complejos con menor número de tolas.
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 11. Iconografía de las urnas funerarias antropomorfas
de la Fase Napo: Retratos del pasado

Tamia Viteri Toledo

Introducción urnas funerarias antropomorfas que contribuyan

Los estudios realizados sobre la cerámica a plasmar una representación individualizada del
polícroma de la Fase Napo, en especial sobre las difunto, y de ser el caso, si existe algún principio
urnas funerarias antropomorfas, han sido muy representativo en dichos elementos. De esta manera,
escasos, a pesar de su gran riqueza iconográfica y se propone que la imagen de dichas urnas, podrían
su alto grado de elaboración, siendo una de las corresponder a retratos de los individuos fallecidos
cerámicas más estilizadas de la amazonía ecuatoriana. como ha planteado también Barreto (2008).
Esto ha ocasionado que las implicaciones sociales
de estas piezas, constituyan un misterio para el Investigaciones arqueológicas sobre la
conocimiento pretérito, quedando únicamente Fase Napo
como objetos museográficos, desligados de su Existen pocos estudios arqueológicos
significación cultural. sistemáticos respecto a esta fase, siendo en su
Es por ello que se ha creído pertinente realizar mayoría trabajos enmarcados dentro de la
un estudio iconográfico de las mismas, no solo por arqueología de mitigación. De esta manera, la
la ausencia de esta aproximación para dicho material, investigación pionera realizada por Evans y Meggers
sino también porque la iconografía permite (1968) a lo largo del río Napo, constituye el trabajo
precisamente acercarse al estudio de artefactos que arqueológico que hasta el momento presenta la
carecen de contexto. Esta es una alternativa que mayor información y sistematización sobre la
permite permear en la configuración social e cultura material perteneciente a esta fase. En dicha
ideológica de los grupos culturales, trascendiendo investigación, se estableció la primera cronología
así el aspecto meramente descriptivo y otorgando para la amazonía norte ecuatoriana, localizando
una alternativa interpretativa a dichas piezas. cuatro fases culturales que habrían habitado esa
Esta investigación corresponde a un estudio zona: Fase Yasuní (50 a. C.), Tivacuno (550 d. C.),
preliminar realizado entre los años 2014 y 2016, Napo (1168-1480 d. C.) y Cotacocha.
sobre las representaciones iconográficas de las Sobre los estudios de mitigación, estos, a pesar
denominadas urnas funerarias de la Fase Napo, de ser numerosos, “como han enfatizado algunos
enmarcada en la Tradición Polícroma Amazónica autores (Yépez, 1997; Valdez, 2010; Ugalde, 2011),
(TPA)1. No obstante, en este artículo se abordará (…), son pocos los aportes interpretativos que (…)
específicamente la caracterización fisionómica de se derivan, y esto en parte se debe a la falta de
las urnas antropomorfas para responder a la marcos teóricos y discusiones analíticas en los
pregunta de investigación planteada para este informes” (Ugalde, 2014, p. 3). No obstante,
trabajo, la misma que reside en si es posible referente a estos informes, se han elaborado
identificar elementos iconográficos en las llamadas importantes sistematizaciones que contribuyen a

129
11. Iconografía de las urnas funerarias antropomorfas de la Fase Napo: R etratos del pasado
visualizar un panorama más claro sobre los grupos
arqueológicos en la amazonía ecuatoriana, como
son los trabajos de Yépez (2000), Solórzano (2006),
Cabrero (2014a, 2014b), y Ugalde (2014). Así
también, recientes publicaciones sobre
asentamientos arqueológicos en las zonas del Napo
y el Aguarico (Arellano, 2009 y 2014), y una síntesis
sobre las características de las alfarerías del bajo
Napo (Arroyo-Kalin y Rivas, 2016), permiten una
profundización sobre las ocupaciones pretéritas
en esta región.
Si bien no se tiene mayor conocimiento sobre
las prácticas culturales de la Fase Napo, su registro
arqueológico se caracteriza por presentar artefactos
líticos (hachas, percutores, cinceles, piedras de
moler), discos, torteros con decoración y sin
decoración, sellos (presuntamente para pinturas
textiles o corporales), así como la producción de
una cerámica bastante estilizada, incluyendo dentro
de esta, la manufactura de urnas funerarias
antropomorfas, no antropomorfas y zoomorfas.
En general, la cerámica de esta fase, incluyendo las
urnas, destaca por presentar varios tipos de pintura,
como la negativa, bícroma, polícroma (blanca-
negra-roja), engobe rojo y blanco, que puede ser
combinado con pintura, incisión y excisión, así
como pintura dentro de líneas incisas y excisas
(Evans y Meggers, 1968). En lo que se refiere a las
características decorativas de las urnas, se puede
decir que presentan un modelo de composición
en el que los diseños ocupan el total del campo
decorativo “horror vacui” (horror al vacío), siendo
las formas más comunes las rectilíneas, curvilíneas,
que pueden ser en bandas anchas o trazos finos,
así como también, aparecen motivos como volutas,
puntos y cruces (Arroyo-Kalin y Rivas, 2016).
De acuerdo a la dispersión del material cultural,
se propone que la Fase Napo se habría distribuido
en los territorios que actualmente corresponden a
130
las provincias de Sucumbíos, Orellana y Napo.
“Esta distribución extensa de la Fase Napo
documentaría un antiguo territorio (o mínimamente
un corredor de expansión) dominado por grupos
lingüísticos Tupi-Guarani”, específicamente los
Omaguas (Arroyo-Kalin y Rivas, 2016, p. 478),
conocidos por los documentos etnohistóricos,
quienes habrían venido de la amazonía central
mediante una ola migratoria y cuyas vías de
expansión, eran precisamente fluviales. Estos
grupos, se caracterizaban por mantener una práctica
funeraria, reflejada en entierros secundarios en
urnas (Lathrap, 2010; Cabodevilla, 2013), lo que
explicaría la introducción no sólo de estas piezas,
sino de la cerámica polícroma en general, al corpus
cerámico de la Fase Napo, distinguiéndose ciertos
elementos y formas de la cerámica de esta fase, en
otras áreas del Amazonas, como en el río Japurá,
Tapajóz y en la isla Marajó (Ugalde, 2014).
De acuerdo a la distribución geográfica de los
sitios arqueológicos que presentan vestigios de esta
fase, se puede sugerir que “el patrón de asentamiento
(...), que es generalmente lineal, va más allá del
patrón ribereño y exclusivo del gran rio Napo o
del Aguarico y el Tiputini para adentrarse en otros
ríos, secundarios como el Suno, y en zonas inter
ribereñas y hasta de ceja de selva hacia el Occidente
(con una gran concentración hasta 800 m.s.n.m.)”
(Cabrero, 2014b: 395). En este contexto, también
resulta relevante el aporte de Yépez (2000, p. 153),
respecto a la posibilidad de que este grupo cultural,
dada su expansión geográfica, haya podido
interactuar con las poblaciones de las estribaciones
andinas, “quienes habrían colonizado la ceja de
montaña bajo la forma de asentamientos domésticos,
con un margen temporal continuado”.
Urnas funerarias de la Fase Napo y TPA
Las únicas referencias sobre urnas funerarias

de esta fase en la literatura arqueológica, aparecen
en los trabajos realizados por Evans y Meggers
(1968), las mismas que se documentaron por medio
de hallazgos fortuitos, encontradas en contextos
domésticos, aparentemente enterradas bajo las casas.
Otros parecen haber sido enterrados en puntos
aislados, más que en cementerios en sí, y tampoco
se ha reportado ninguna ofrenda en las sepulturas
(Meggers, 1966).
En algunas urnas se han encontrado huesos
pequeños implicando que el entierro fue secundario;
aunque una cremación incompleta puede ser otra
posibilidad para explicar dichos restos óseos (Evans
y Meggers, 1968). De acuerdo a investigaciones
arqueológicas en Brasil y datos etnográficos, los
restos óseos de los difuntos eran depositados en
las urnas después de haber tenido un tratamiento
especial, como es el descarnados y pintados de
color rojo y en algunos casos se colocaban con
ofrendas (Prous, 2006; Petri, 2014).
Los entierros secundarios en urnas son una
práctica característica de la Tradición Polícroma
amazónica, destacando urnas tanto con rasgos
antropomorfos como zoomorfos. Respecto a éstas,
se tiene una contextualización más amplia en la
Amazonía brasileña, especialmente en la región de
Marajó, en donde hallazgos de contextos funerarios
en un complejo de montículos (Meggers y Evans,
1957; Roosevelt, 1991; Schaan, 2001), permite
proponer para esta zona la existencia de una
marcada diferenciación jerárquica entre los tipos
de entierros encontrados. Por tanto, no sería una
práctica extendida hacia toda la población, sino
que sería exclusivo de ciertos sectores con mayor
poder político o de élite, como marcador de estatus
social (Barreto, 2008). Otras regiones, igualmente
en Brasil, como por ejemplo al sur del estado de
Aamapá (Guapindaia, 2001) y en Belém (Schaan,
2007), también se han encontrado espacios
Tamia Viteri Toledo
dedicados a estas urnas funerarias, sugiriendo
igualmente un tratamiento especial para cierto tipo
de personas y como atributos de identidad social.
Marco teórico y metodológico
Se presenta una propuesta iconográfica, ya que
esta disciplina abarca el estudio de “cualquier
manifestación de tipo figurativo (…) que parte
siempre del supuesto de la existencia de un lenguaje
figurativo, en que las imágenes adquieren un valor
y significado” (Castiñeiras, 2009, p. 23); permitiendo
así, estudiar el contenido de una figuración en
relación a sus caracteres específicos, estableciendo
una descripción y clasificación de las imágenes de
acuerdo a su contexto (García, 2008).
Dado que en iconografía se considera a la
imagen como un elemento capaz de reflejar
contextos culturales y los significados sociales que
atañen a dichos entornos, es necesario incorporar
una metodología que permita entender a estas
materialidades arqueológicas como elementos
transmisores de significados culturales. En este
sentido, una metodología semiótica para adentrarse
en el estudio iconográfico resulta pertinente, en
tanto que ésta, al estudiar cualquier proceso cultural
como un proceso de comunicación, puede ser
entendida como un sistema de signos,
independientemente de que éstos sean palabras,
objetos, cosas, ideas, valores, gestos o
comportamientos, siendo un campo propicio para
el estudio de la cultura material en su contexto
particular (Eco, 1994). De esta manera, la semiótica
manifiesta que bajo los procesos culturales,
subyacen unos sistemas que se basan en una
relación dialéctica, entre sistema y proceso, y por
tanto, entre código y mensaje (Eco, 1986). Así, se
puede proponer que en el ámbito cultural esta
relación dialéctica estaría dada por la agencia del
sujeto y su estructura social.
131
11. Iconografía de las urnas funerarias antropomorfas de la Fase Napo: R etratos del pasado
De esta forma, la cultura al ser vista como un
tipo de discurso que encierra varios mensajes
codificados (Barthes, 1973), puede ser usada para
transformar, mantener o preservar información
social, siendo una especie de texto que contiene
un determinado discurso (Hodder, 1982; Tilley,
1994; Hodder, 2005). Así, se puede observar al
registro arqueológico como una manifestación
simbólica y significativamente constituida, en la
que las relaciones sociales se desarrollan de una
manera activa. Esta manifestación está condicionada
por la influencia de ideas y conceptos generados
en el contexto cultural. Estos aspectos influencian
la forma en que la materialidad es concebida y
usada, pudiendo otorgarse múltiples significados
dependiendo de dichas influencias (Hodder, 2005;
Tilley, 1994). Desde este enfoque, también se
plantea que el estudio de la cultura material debe
entenderse como un signo polisémico, ya que puede
presentar múltiples significaciones y estar sujeto a
distintas interpretaciones, que inclusive pueden
llegar a ser contradictorias entre ellas mismas,
debido a que se encuentran en un proceso dinámico
constante (Tilley, 1994; Hodder, 2003).
Para la aplicación del método semiótico al
presente caso de estudio, resulta necesario entender
a las urnas antropomorfas como un todo o sistema
estructurado por códigos, que a la vez se compone
de signos, los cuales presentan reglas de
combinación y significado. Por tanto, primeramente
se debe identificar dichos códigos, para lo cual se
realizó previamente una descripción minuciosa de
cada pieza, tanto en sus características morfológicas
como estilísticas, para determinar dichos elementos.
Con ello, se puede establecer clasificaciones que
permitan realizar un cruce de variables, para
establecer asociaciones o relaciones recurrentes
entre dichos códigos. De esta manera, se puede
identificar si existe algún sistema de convenciones
132
o principio representativo, que pueda dar cuenta
de la forma de operar de este sistema iconográfico.
Un sistema de convenciones lo que muestra es la
presencia o ausencia de un determinado signo en
una imagen y como éstos se distribuyen y se asocian,
haciendo posible ciertas combinaciones, de otras
que no pueden relacionarse (Eco, 2000).
Por último, también es menester mencionar que
los signos, a su vez, se componen de rasgos
relevantes y rasgos facultativos, siendo los primeros
los que caracterizan a una imagen y están presentes
en todo el corpus, mientras que los segundos son
signos variables, en tanto que pueden o no
encontrarse en el conjunto (Ugalde, 2009). En este
caso es de vital importancia ambos rasgos, ya que
los relevantes permitirán establecer la estructura
general de las urnas, mientras que los segundos
apoyarán la hipótesis planteada, respecto a que
ciertos rasgos de las urnas corresponderían a
representaciones individualizadas del que fuere el
difunto.
Análisis
La muestra utilizada para dicho análisis,
corresponde a las piezas del Museo Arqueológico
y Centro Cultural de Orellana (MACCO), que posee
la mayor colección de urnas antropomorfas y de
artefactos de la Fase Napo. El museo dispone de
un total de 30 urnas antropomorfas, las cuales
fueron analizadas para este estudio.
Las variables obtenidas de acuerdo a la
clasificación semiótica, corresponden a un total de
156, entre variables principales y las subdivisiones
correspondientes a cada una de las categorías
establecidas. Para ello, se tomó en cuenta la
morfología, así como las técnicas de elaboración
y decoración de las urnas, aplicando estas
características a cada categoría establecida. Dado
que para este análisis resulta de vital importancia

Figura 1. Tipos de urnas antropomorfas.
la atención a los atributos del rostro, como tipo de
ojos, nariz, boca, mentón y orejas, para apoyar la
hipótesis planteada, en el presente artículo se
enfatizará dichas características, por sobre otras
variables encontradas en las urnas antropomorfas.
Una vez realizado el análisis de las variables, se
pudo obtener como resultado, en primera instancia,
cuatro tipos de urnas, de acuerdo a su morfología,
como se puede observar en la figura 1. El Tipo 1,
es el más representativo, con un 77% (23 urnas),
seguido por los tipos 2 y 3, con un porcentaje del
13% (3 en cada caso), y por último, el Tipo 4, con
un 4% (una urna).
Tipos de urnas
Tipo 1: Estas urnas se caracterizan por presentar
una figura antropomorfa completa, sexuada y bien
definida a manera de efigie. Estas piezas tienen
como base la técnica del acordelado, con
extremidades superiores e inferiores modeladas y
su aspecto decorativo incluye técnicas de excisión,
incisión, apliques y pintura. Existen tres variantes
de estas urnas caracterizadas por el tipo de abertura
que presentan, siendo las urnas con abertura en su
base las más comunes, seguidas de las que presentan
su abertura en el cuello, funcionando la cabeza
como tapa y las que tienen abertura en la cabeza.
Tipo 2: Estas piezas presentan una forma de
Tamia Viteri Toledo
doble cuerpo, con borde directo o ligeramente
invertido y labio plano. Los cuerpos pueden ser
globulares, cilíndricos y todos tienen base convexa.
Su manufactura reside en la técnica del acordelado
y en su decoración pueden emplearse igualmente
las técnicas del tipo 1. El aspecto antropomorfo
se manifiesta principalmente en el rostro. Estas
piezas tienen ausencia de representación sexual y
su abertura se presenta en la parte superior de la
cabeza.
Tipo 3: Estas urnas son piezas de un solo cuerpo,
generalmente cilíndrico con borde directo o
ligeramente invertido, labio plano, y base plana.
Presentan su abertura en la boca de la vasija; siendo
su técnica de elaboración acordelada, y su
decoración corresponde a la misma descrita en el
tipo 1. Los rasgos antropomorfos se manifiestan
únicamente en el rostro y no se manifiesta una
representación del atributo sexual.
Tipo 4: Esta urna es la única en su categoría y
al estar fragmentada, dificulta su descripción
morfológica; no obstante, presenta un borde
ligeramente evertido y labio plano y por su diámetro
(80cm), resulta ser una urna de gran tamaño. La
técnica de manufactura es acordelada y su
decoración es a base de pintura polícroma,
modelado y excisión. Su representación
antropomorfa reside en el rostro y su abertura se
133
11. Iconografía de las urnas funerarias antropomorfas de la Fase Napo: R etratos del pasado

localiza en la boca de la vasija. en su técnica de representatividad, encontrándose

Respecto a los Tipos dos, tres y cuatro, resultalas categorías de genital modelado en un 50%, excisa
problemático otorgar inferencias sobre su análisis más pintura 17% y genital pintado en otro 17%.
de variables, dado que son muy pocas piezas, en La forma del genital en estas tres técnicas, consiste
cada categoría, dificultando las comparaciones entre
en un triángulo invertido con línea vertical en el
éstas; por ello se las ha agrupado bajo la centro de la figura, ya sea esta incisa o pintada. Por
denominación de “tipos no comunes”. Siendo así, último, un 16% presenta el genital únicamente como
en el apartado siguiente nos enfocaremos una línea vertical incisa en la zona púbica.
específicamente en el Tipo 1. De forma general se puede notar que todas las
urnas mantienen una posición sedente, con piernas
Inferencias acerca de los tipos de urnas y brazos flexionados. Así también, todas las urnas
Tipo 1. Respecto a las urnas antropomorfas del presentan pintura corporal, que generalmente se
Tipo 1, se pueden encontrar una variedad de formas presenta en una base blanca con diseños
y tamaños del cuerpo, cabeza, pintura facial y geométricos sobrepuestos en color negro con rojo.
corporal, así como los rasgos fisonómicos, que Otro patrón común, es el hecho de que en la
contribuyen a una representación más tipo retrato proporción corporal, se exalte el cuerpo o tronco
del que fuere el difunto. No obstante, cabe de la pieza, probablemente por su función de
mencionar que en el caso de dos urnas que contenedor, en comparación con sus brazos y
presentan una especie de máscaras zoomorfas, no piernas, que resultan ser mucho más delgados. Una
se ha podido identificar el rostro de éstas, al estar característica habitual, es que ciertos accesorios en
cubiertas, por lo que se ha tomado en cuenta las las urnas, como son brazaletes, pulseras, rodilleras
características de las máscaras para la clasificación y tobilleras, se representan con la técnica de excisión
de las variables. y pintadas de color rojo en las extremidades de
Respecto a la representación sexual, se encontró brazos y piernas. Estos accesorios son parte de la
que el 35% corresponden a urnas masculinas, el constitución misma de la pieza, mientras que otro
22% a urnas femeninas, otro 22% a indeterminadas tipo de accesorios como collares, apliques e
(por deterioro de la pieza) y en un 21% no se instrumentos, son elementos exclusivos en ciertas
observa el atributo sexual, dado que este tipo de urnas.
urnas se encuentran incompletas, imposibilitando En cuanto a la caracterización de los rasgos
su caracterización. Sin embargo, de acuerdo a los faciales, cabe mencionar que si bien se presentan
datos expuestos, se puede entrever que no hay una ciertas categorías comunes, siendo unas más usadas
diferencia notable entre urnas masculinas y que otras, como por ejemplo, los ojos modelados
femeninas, por lo que se puede sugerir que no se en forma de rombo, al momento de ser combinadas
presenta una exclusividad de este tipo de entierros las diversas características del rostro, forman una
dependiendo de la condición sexual, siendo una constitución única en cada pieza.
práctica generalizada para ambos sexos. En el caso De esta manera, como ejemplo, se describe una
de las urnas masculinas, en su total, la representación urna cuyo rostro presenta ojos modelados en rombo,
del genital es modelado. Mientras que en el caso nariz redondeada, boca modelada rectangular,
de las femeninas, existe un mayor rango de variación mentón redondeado y orejas modeladas
134
 Tamia Viteri Toledo

rectangulares; frente a otra, que también presenta
el mismo tipo de ojos, pero con nariz modelada
amplia, boca en forma de rombo modelada, mentón
puntiagudo y orejas tipo escalera. Este caso se
extiende a todas las piezas de esta categoría.
A continuación, se presentan los resultados
estadísticos obtenidos de los rasgos fisionómicos,
con las categorías encontradas para estas piezas:
Respecto al tipo de ojos, el más representado
es el modelado en rombo con un 35%; los menos
comunes, con un 4%, son los tipos modelado
rasgado, pintado en rombo y modelado en “L”
invertida. Este último, probablemente representa
alguna forma zoomorfa, como se puede observar
en la figura 2.
El tipo más frecuente de nariz es la chata
modelada, que corresponde a un 26% de la muestra,
mientras que los menos comunes son la modelada
recta, con un 9%, y la modelada zoomorfa, con un
4 % (probablemente corresponde a una máscara
con representación de águila arpía), que se presentan
en la figura 3.

Figura 2. Frecuencia de tipo de ojos.

Figura 3. Frecuencia de tipo de narices.

135
11. Iconografía de las urnas funerarias antropomorfas de la Fase Napo: R etratos del pasado

Se puede distinguir que dos tipos de boca son
los más sobresalientes en los rostros: la boca con
excisión horizontal y la modelada en rombo, que
corresponden cada una a un 22%. El tipo menos
común corresponde a la boca en rombo pintada
con un 4%. Estos tipos se pueden observar en la
figura 4.
El tipo de mentón de mayor representatividad
es el semi puntiagudo, con un 30%; el menos común
es el tipo puntiagudo, con un 9%, como se observa
en la figura 5.
El tipo de orejas de mayor representación son
las modeladas rectangulares, con el 39%. La forma
menos común corresponde a las orejas redondeadas
modeladas, que representan el 17% y se observan
en la figura 6.
En cuanto a la expresión facial, la mayoría de
rostros no presentan esta característica (70% de la
muestra). No obstante, la expresión más común,
con un 13%, corresponde a la boca abierta
mostrando dientes y lengua modelados, como se
presenta en la figura 7.

Figura 4. Frecuencia de tipo de bocas.

Figura 5. Frecuencia de tipos de mentón.

136
 Tamia Viteri Toledo

Discusión de resultados y conclusiones versatilidad; como producto de esta variación”

preliminares (Vásquez, 1989, p. 173). Así, estos elementos
Una vez obtenidos los resultados de las variables convierten al retrato en único y por tanto no
iconográficas, es posible proponer, al menos para repetible. En estas piezas, se puede evidenciar en
el Tipo 1, por su mayor representatividad en la los elementos particulares que integran las
muestra, que cada urna contiene particularidades características faciales, como por ejemplo, los ojos,
características, que la hacen única en su forma de nariz, boca, orejas, aspectos cromáticos, texturas
representación. Dentro del retrato, lo que contiene y en sí, la relación compositiva entre dichos
mayor expresividad es el rostro, debido a la elementos, que en complementación con sus
capacidad de comunicación que presenta; “esto es características corporales también contribuyen a
posible por la existencia de las características que las representaciones de las figuras
peculiares que integra toda cabeza humana y, como antropomorfas sean distintas en todos los casos.
son individualmente significativas, crean una infinita No obstante estas particularidades, también se

Figura 6. Frecuencia de tipo de orejas.

Figura 7. Frecuencia de tipos de expresión facial.

137
11. Iconografía de las urnas funerarias antropomorfas de la Fase Napo: R etratos del pasado
han podido establecer ciertos principios
representativos que son comunes en las urnas,
aunque para ello se ha considerado establecer
dichos principios de acuerdo a las tres categorías
de urnas antropomorfas que se pudieron distinguir
al momento de la clasificación y asociación de sus
propiedades intrínsecas, como queda evidenciado
en las descripciones anteriores.
Ahora, es importante analizar qué posibles
implicaciones sociales proponen las configuraciones
encontradas en estas urnas. Si bien resulta difícil
llegar a afirmar las concepciones ideológicas y
cosmológicas pertenecientes a la Fase Napo, se
parte de la idea de que el material cultural constituye
una fuente de significaciones que permiten
aproximarse o permear los principios que estuvieron
operando en las sociedades del pasado.
Para este caso, resulta necesario entender a las
urnas antropomorfas como parte de un constructo
del cuerpo, en el que esta materialidad está
estrechamente relacionada a las identidades
individuales y culturales, siendo un recurso propicio
para estudiar dinámicas de interacción social (Joyce,
2005).
De esta manera, se propone que la plasmación
de estas urnas, denota la importancia de la distinción
de una identidad individual, pero que a su vez forma
parte de un grupo social más amplio, surgiendo la
necesidad de que también se refleje la esencia de
una identidad colectiva. A pesar de esta relación
dialéctica entre identidad individual y social, se
resalta la necesidad de ser reconocido como ente
particular y, por tanto, como agente capaz de
generar sus propias acciones y decisiones. Dicha
mención, se ve reflejada en la representación de la
imagen personal de las urnas antropomorfas,
específicamente en sus rostros. Esta representación
correspondería a la decisión del propio individuo,
de sus más allegados o de quienes elaboraron dichas
138
urnas, el disponer cómo quiere ser conmemorado
el difunto, a través de la imagen expresada en estas
piezas. De esta manera, se refleja la libertad artística
y creatividad individual de la persona que la produjo.
No obstante, el hecho de que el individuo quiera
tener un espacio en el que sea reconocido por su
importancia como agente individual, no quiere decir
que éste niegue los elementos que componen su
identidad grupal o, por lo menos, se querrá dar a
entender que es importante también para este grupo
cultural la mantención de estos rasgos de identidad
social.
Estos argumentos se ven expresados en la
representación de las urnas, principalmente en las
formas corporales, que mantienen ciertos principios
representativos, ya mencionados, y que les
distinguen de otros grupos sociales que manifiesten
características similares. En este sentido, los rasgos
particulares del estilo de las urnas funerarias de la
Fase Napo, podrían entenderse como una forma
de afianzar o legitimar su identidad como
comunidad a través de la exaltación de las
diferencias que existen en sus motivos y diseños,
de otros expresados en los diferentes corpus
cerámicos de la Tradición Polícroma Amazónica.
Se expresaría así un lenguaje particular al grupo
étnico al que corresponden. De esta manera, la
representación del cuerpo funciona como una
imagen pública, en la que se puede poner de
manifiesto una deter minada for ma de
ornamentación, modificación corporal, postura y
gestos, dando paso a la construcción de una “piel
social” (Turner, 2012), que diferencia unos grupos
de otros. En el caso de la Fase Napo, los accesorios
como brazaletes, pulseras, rodilleras y canilleras,
podrían entenderse como ornamentaciones o bien
modificaciones corporales intrínsecas a este grupo,
al igual que las composiciones de las pinturas
corporales y faciales.

De acuerdo a lo expuesto, se cree que es
necesario este afianzamiento como grupo social,
ya que si se entiende a las cerámicas polícromas
como parte de una amplia tradición y “como
integrantes de una red de interacción social, donde
los procesos de flujo, préstamos, apropiaciones y
combinaciones de estilo, podrían constituir un
adecuado indicador de participación de sociedades
particulares en redes regionales de diferentes
alcances” (Barreto, 2010, p. 199), es aún más
necesario el afianzamiento de una sólida identidad
como grupo social, en tanto que pueden darse
relaciones de competición y dominación entre las
diversas comunidades amazónicas.
También resulta interesante que, de darse esta
red de interacción interregional, los estilos de las
diversas tradiciones polícromas pudieron haberse
incorporado en la Fase Napo por medio de una
circulación de bienes y de mujeres que serían las
encargadas de producir tales cerámicas, como una
forma de establecer alianzas de paz y de guerra
( Barreto, 2010), al ser dinámicas comunes
evidenciadas en los trabajos etnográficos de la
región amazónica. De esta forma, no sólo se plantea
la idea de que el estilo polícromo de la Fase Napo
se dio por conquista o llegada de grandes oleadas
de poblaciones Tupi-Guaraní, conocidas también
como Omaguas (cfr. Cabodevilla, 2013). Así
también, dada la gran variedad estilística que
presentan las urnas de la Fase Napo, se asemeja a
la combinación de técnicas empleadas en la cerámica
marajoara (excisión, incisión, modelado, engobe
blanco, rojo, pintura sobre engobe), con lo que se
podría considerar que la Fase Napo tuvo una
interacción con diversas sociedades que presentaban
estas técnicas heredadas de Marajó. Con ello, “se
explicaría que dos culturas geográfica y
cronológicamente separadas de extremo a extremo,
presentaran las mismas combinaciones de técnicas,
Tamia Viteri Toledo
en especial los retoques pintados sobre excisiones
geométricas, que sólo se encuentran presentes en
estas dos fases” (Barreto, 2010, pp. 203-204).
Por último, la forma de afianzamiento de estas
relaciones tanto individuales como colectivas que
construyen la forma de concebirse como individuo,
abarca estas dos dimensiones identitarias, y las
cuales estarían dadas dentro de la reproducción de
prácticas funerarias, que pueden constituir la forma
más eficaz de fortificar ambas identidades. A
manera de reflexión, se puede pensar que en el
caso de las urnas antropomorfas del Tipo 1, cuya
posición sedente es uno de los rasgos más
significativos, podría simbolizar la participación
activa de la urna, ya sea con el grupo familiar o la
sociedad misma, dado que la posición de éstas
parecen expresar una situación de vigilia, que facilita
la comunicación con los parientes vivos. En este
sentido, esta posición sedente es típica en reuniones
sociales, lo que podría significar que se mantiene
una relación entre el mundo de los vivos y los
difuntos, para afianzar lazos de comunicación entre
estos dos medios, a más de la consolidación
identitaria ya resaltada.
Si bien la ausencia de contextos arqueológicos
para estas piezas dificulta una profundización en
sus prácticas funerarias y culturales, se presenta un
primer acercamiento de carácter iconográfico que
permita abrir las puertas a futuras investigaciones,
que puedan incorporar nuevos elementos y
enfoques a esta disciplina académica.
Agradecimientos
Un profundo agradecimiento a la Dra. María
Fernanda Ugalde por el apoyo y dirección en la
investigación realizada. De igual manera, quiero
extender un agradecimiento muy especial al Dr.
Eric Dyrdahl por los enriquecedores comentarios
y aportes a la presente publicación. Un sincero
139
11. Iconografía de las urnas funerarias antropomorfas de la Fase Napo: R etratos del pasado

agradecimiento al MACCO y al MA. Álvaro Gundín arte e estilo na cerâmica funerária da Amazônia
por la apertura otorgada para el análisis de las piezas. antiga. (Tesis de posgrado). Universidad de
A mis amigos y colegas Mikel Villaverde e Isaac São Paulo, Brasil.
Falcón por la colaboración prestada a lo largo de Barreto, C. (2010). Cerâmica e complexidade social
este estudio. na Amazônia Antiga: uma Perspectiva a partir
de Marajó. En E. Pereira & V. Guapindaia,
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142
ARQUEOLOGÍA, GÉNERO Y COMUNIDAD
 12. Experiencias de una prospección arqueológica en
territorio puruwá (Chimborazo)
Josefina Vásquez Pazmiño
Desde que la mujer en Occidente se incorpora
a la clase laboral a finales del Siglo XIX, se encuentra
en una situación desigual porque el trabajo fuera
de la casa estaba prederterminado para el hombre
(Peña y Denmon, 2000, p.79). Cuando una mujer
sale del ámbito doméstico, para trabajar o por
esparcimiento, de facto comete un acto de
insubordinación. Inclusive los trabajos forzados
de las mujeres convictas en las cárceles de Tasmania
consistían en labores domésticas de cocina, lavado
de ropa y de costura, mientras que los presos eran
obligados a construir caminos empedrados afuera
(Casella, 2001, p. 48).
La historia de las mujeres en arqueología
reproduce este patrón laboral en el cual los hombres
se dedican a la exploración en campo (afuera)
mientras que las mujeres procesan los resultados
en interior de un laboratorio (adentro). Sin embargo,
cuando las arqueólogas ganan terreno y salen a
realizar investigaciones de campo, los pobladores
de las zonas de estudio no siempre están listos para
recibirlas. En campo, el ejercicio de la prospección
arqueológica no es igual para los arqueólogos que
para las arqueólogas. El trabajo se diferencia en
cuanto al tiempo invertido, a los recursos y al tipo
de interacción que una arqueóloga emprende con
los encargados de los terrenos y con el resto de la
comunidad. Las mujeres tendemos a desplegar
emociones y a vincularnos más con las mujeres,
los ancianos y los niños de las localidades del trabajo.
Desde el inicio, la investigación de campo dirigida
por una mujer confronta la desigualdad de géneros
al interior de una comunidad, especialmente cuando
se trata de una sociedad rural con un orden
jerárquico plenamente patriarcal. El presente trabajo
es de carácter testimonial; sin embargo, para
contextualizar la escena de la investigación, se
incluyen datos preliminares de la prospección
arqueológica. El tema central enfoca la experiencia
de llevar a cabo el trabajo de prospección por dos
años siendo arqueóloga y no arqueólogo en Colta,
cantón ubicado en la provincia de Chimborazo.
Esta experiencia seguramente es similar a muchas
por las que han pasado mis colegas mujeres durante
sus trabajos de campo y probablemente no sólo
en Ecuador. Como ocurre frecuentemente, esta
situación se ha normalizado y en lugar de cambiar,
nosotras seguimos trabajando en condiciones de
vulnerabilidad por discriminación de género y de
edad y, como bien explica Viteri (2003: p. 69),
cuando las violencias de género no son reconocidas
como tales, se está habilitando que se reproduzcan
en nuevas generaciones.
El proceso empieza por la negociación que
implica aceptar que la presencia de una mujer en
el terreno se interprete como un comportamiento
masculino. Las arqueólogas no vamos a prospectar
vestidas con faldas sino usando pantalones, mientras
que las mujeres de la comunidad siempre usan
anakos, aunque en ocasiones usan faldas sobre el
pantalón cuando están en labores de labranza o de
pastoreo en el campo. La forma de vestir de una
arqueóloga es vista como masculina y es un hecho
que los hombres de la comunidad la ven y la tratan
como a un hombre y, por consiguiente, se encuentra
en una situación desigual con respecto a las mujeres
145
12. Experiencias de una prospección arqueológica en territorio puruwá (Chimborazo)
locales, quienes están sujetas al maltrato físico y
verbal en público. Ante esta percepción, las
arqueólogas sentimos empatía y tendemos a
establecer lazos emocionales con las mujeres de la
comunidad.
La experiencia de la prospección arqueológica
por un hombre es distinta a la que dirige una mujer,
porque un arqueólogo no tiene que enfrentarse a
la burla de tener la profesión de arqueóloga, ni al
temor de ser atacado sexualmente y por lo tanto,
el colega puede dialogar con autoconfianza con el
presidente o líder de la comuna, sea este hombre
o mujer. Este privilegio le concede la posibilidad
de conseguir ayudantes de campo con mayor
facilidad para ir a caminar en una prospección por
el páramo. El trabajo arqueológico en Colta rindió
excelentes resultados y obtuve los datos requeridos
para mi investigación. No obstante, hubo altibajos
que fueron sobre todo de tipo emocional y que
marcaron la experiencia de prospectar esta región
espectacular de la sierra central. El área de estudio
y la cronología de las ocupaciones de la época tanto
precolombina como histórica se resumen en el
presente texto y se entretejen con los pormenores
de la rutina de una prospección arqueológica en
una fracción del territorio puruwá. Mi objetivo es
relatar cómo a la par de la prospección me fue
posible rebasar las fronteras no solo entre
comunidades, sino entre géneros e identidades.
Considerando las acciones de los actores sociales
como textos, trato de interpretar, como lo hace
Gamboa (2003: pp. 38-41), las interacciones entre
la comunidad y mi persona al interior de un juego
de poderes no solo del sistema socio-económico
sino también simbólico entre géneros. Cuando
hacemos labores de campo, aceptamos las
condiciones de trato de los dueños de los terrenos
para poder ingresar y ejecutar las actividades
arqueológicas. Sin embargo, estamos dejando que
146
el trato sea desigual porque simplemente es
complicado que se dé un respeto mutuo. En esta
situación entran en juego la identidad étnica y la
de género para obtener la aceptación en la
comunidad al ser mujer mestiza, y poder seguir
con el trabajo de campo. Este testimonio provee
un espacio para reflexionar sobre cómo y por qué
las mujeres podemos hablar de arqueología de
forma diferente.
El cantón Colta y el territorio puruwá
La provincia de Chimborazo, una sección sur
de Tungurahua y una parte norte de Cañar, han
sido reconocidas etnohistóricamente como el
territorio de la “gran nación puruwá” (Cieza de León,
2005; Costales, 2004; Jamieson y Sayre, 2010; Jijón
y Caamaño, 1927; Yánez, 1992; Verneau y Rivet,
1912). Los datos preliminares de la prospección
arqueológica en Colta (Vásquez 2016) sirven de
base para sugerir que el cacicazgo puruwá manejaba
una comunidad de miles de individuos que vivían
en caseríos dispersos, poblando los alrededores de
la laguna y a lo largo de los ríos Gaushi y Columbe
que fluyen de norte a sur en el Cantón Colta (Yánez,
1992). Los materiales culturales, tanto líticos como
cerámicos y metalúrgicos que provienen de esta
prospección sistemática con colectas superficiales,
son indicadores de la presencia puruwá desde el
período de Integración Regional (700-1400 d. C.),
cuya movilidad en el paisaje fue transformada
durante la época de ocupación inkaica (1495-1534
d. C.), que coincide con la construcción de terrazas
amuralladas en las lomas que circundan la laguna
y con el surgimiento de un asentamiento nucleado
en la orilla suroeste de la misma (Figura 1, Vásquez,
2016). Posteriormente, y debido a la producción
agraria y textil a la que los puruwaes fueron
obligados a desarrollar durante la Colonia y la
naciente República hasta la primera mitad del Siglo

Figura 1. Porción norte del mapa de prospección arqueológica
alrededor de la laguna de Colta.
XX, estos pobladores locales concentran sus
viviendas en la vieja villa de Riobamba (hoy Sicalpa)
y en caseríos alejados de las casas de las haciendas
del cantón (Jamieson, 2015, p. 231). Desde finales
del Siglo XX, se nota una tendencia de los puruwaes
a residir en el centro de Sicalpa-Cajabamba y a
retomar el poder político por medio de la alcaldía.
Otra de las zonas con mayor cantidad de
asentamientos nucleados hoy en día es alrededor
de la laguna de Colta en donde además se ha
desplegado un parque recreacional y para el turismo.
En la historia oficial, la región de la laguna de
Colta forma parte de las tierras de los puruwaes
en Chimborazo y fue uno de los lugares de interés
para la fundación temprana del Quito español en
el Siglo XVI (Costales, 2004, p. 98; Gómez, 2000;
Pazmiño, 2000; Terán, 2000). El cacicazgo Puruwá
permaneció como una entidad autosuficiente ante
la incursión inka que llegaba desde el sur hacia el
Josefina Vásquez Pazmiño
1495 (Bray, 2008, pp. 535-540); se sujetó al régimen
colonial por tres siglos, hasta que le hizo frente al
proceso hacendatario persistente durante la época
republicana con múltiples sublevaciones, entre las
cuales la de 1872 fue estruendosa y memorable
debido al levantamiento liderado por Fernando
Daquilema en Yaruquíes (Costales, 1984). Desde
los años sesentas, los pueblos indígenas se re-
apropiaron en parte de los terrenos de las haciendas,
firmaron la ley de comunas en 1937 (Jamieson, 2015,
p. 230), pero una independencia a media asta
solamente empieza a fraguarse desde la década de
1990 con el levantamiento indígena a nivel nacional.
Actualmente, la organización política y espacial
de Colta es la comuna e integra, con lengua y
religión, a 269 comunidades del Cantón. Muchos
habitantes se convirtieron al Protestantismo desde
1954 gracias a la misión norteamericana; pocos
siguen siendo católicos, y esta dicotomía religiosa
147
12. Experiencias de una prospección arqueológica en territorio puruwá (Chimborazo)
ha resquebrajado sus relaciones al interior de las
comunidades locales (Andrade, 2004, p. 295). Este
marco religioso es uno de los determinantes de las
relaciones desiguales entre hombres y mujeres y
de un comportamiento dominado por el hombre
que se materializa en las actividades diarias como
el trabajo agropecuario, la alimentación, el acceso
a la educación, a la medicina y a quien encabeza el
culto religioso (Andrade, 2004, pp. 260-261). La
normalización de un comportamiento y relación
desigual es el punto de partida para comprender
el porqué de la discriminación de género que recibe
una mujer y una mujer arqueóloga cuando llega a
este territorio para realizar actividades de
investigación de campo, ya sea sola o en compañía
de un equipo de prospección.
La experiencia de la prospección
La prospección fue de cobertura total sobre un
área de 90 km² y se hizo a pie. Posteriormente se
realizó un sobrevuelo con drone sobre las zonas
seleccionadas que contenían áreas monumentales,
para generar ortofotos y dibujar a escala las
estructuras aterrazadas y los muros caídos (Vásquez,
2016). El paisaje de Colta tiene varias capas de
historia, no hace falta excavar profundo para ver
la secuencia cultural que se desarrolló en tiempos
precolombinos, y luego en la Colonia, el proceso
de Independencia y el inicio de la República hasta
la actualidad. El objetivo de la prospección
arqueológica fue registrar los cambios del paisaje
a largo plazo, las modificaciones artificiales del
terreno como muros de piedra, terrazas agrícolas,
canales de riego, pukaras (fortalezas), kollkas
(bodegas), caminos, ciudades, aldeas, casas de
hacienda y otros, incluyendo transformaciones que
ocurrieron durante la época moderna. El método
de prospección con el cual se han generado las
diferentes capas de ocupación resuelve en parte la
148
dimensión cronológica y la de filiación cultural, así
como los cambios del uso y transformación del
paisaje puruwá. Lejos de generar mitos y fantasías
sobre el paisaje precolombino o testimonios de los
sufrimientos experimentados durante la época de
las haciendas, que son elementos que se han dado
a conocer acerca del área, mi perspectiva
arqueológica intenta reconstruir la movilidad, la
re-localización y el constante cambio en el patrón
de asentamiento de Colta. Se trata de una postura
que tiene que ver con la recuperación de historia
antigua para ambas fuentes, y con el fin de que a
futuro, se pueda reconstruir la secuencia
estratigráfica para entender los cambios ambientales
a largo plazo que han resultado del manejo de
recursos, la sobreexplotación, el cambio climático,
la erosión, y por supuesto, los patrones de
asentamiento que han provocado un sinnúmero
de modificaciones sobre el paisaje natural.
El suelo del páramo, erosionado por la intensiva
actividad agrícola y pastoril, provee a quien camina
la posibilidad de encontrarse con fragmentos de
restos y desechos culturales precolombinos e
históricos, con muros de piedra que sostienen en
pie viejas terrazas, e incluso con edificios de corte
inkaico en donde aún se almacenan la quinua y la
cebada con una mezcla de recuerdos de la hacienda.
A mi paso, estas tierras ancestrales de los puruwaes
se fueron diluyendo en pequeñas propiedades, y
convirtiendo en sectores urbanos y rurales, y hasta
reducirse a chacras y a pastizales de propietarios
individuales de las comunas de hoy. El paisaje se
cierra con cadenas en los estrechos caminos por
las noches, y se divide de día con zanjas que
delimitan las herencias de padres a hijos sobre la
tierra. Se podría decir que el paisaje se ve semi-vacío
por la migración hacia las ciudades y la falta de
empleo en la comunidad, pero las cercas vivas de
quishuares, sigsales y cabuyas muestran los

Figura 2. Mujeres en prospección arqueológica.
constantes litigios y conflictos de tierras entre los
comuneros.
La prospección regional en Colta implicó la
conformación de un equipo de trabajo bilingüe, el
mismo que estuvo formado por estudiantes de
pregrado de la Universidad San Francisco de Quito
(USFQ) y de la Pontificia Universidad Católica del
Ecuador (PUCE) y por colaboradores locales de
las comunidades de Majipamba, de Miraflores
Cachipata, de Miraflores Cochabamba y de varias
otras comunas según el cronograma del recorrido.
Gracias a que a los comuneros les parecía una
pérdida de tiempo invertir horas en una prospección
arqueológica y les causaba molestia ser vistos
caminando con una mujer “extraña” en público,
tuve el gusto de trabajar con comuneras (Figura 2).
Mi compañera de prospección desde las primeras
semanas hasta el final fue alguien de Miraflores
Cachipata (Parroquia Columbe), destacada líder
comunitaria y corista de la iglesia evangélica de su
comunidad. Adicionalmente prospectaron conmigo
su hija, un par de veces su concuñada, unas vecinas
de la comunidad de Miraflores Cochabamba, y por
al menos un mes, me acompañó una joven
profesional en finanzas, y miembro activo de la
comunidad y la iglesia de Colta Monjas, ubicada
frente a la Laguna de Colta.
Josefina Vásquez Pazmiño
Rebasando las fronteras de la identidad
y del género
En Riobamba se sabe a nivel popular acerca de
la “fantástica” historia de Isabel Gramesón, mejor
conocida como Isabel Godin porque se casó
adolescente con Jean Baptiste Godin1. Isabel fue
una mestiza guayaquileña, dio a luz tres hijos que
no le sobrevivieron y se quedó en Chambo
(Chimborazo) hasta que Godin arreglara su viaje
a Cayena (Guayana) en 1769 (Ortíz, 2012, p. 87).
Isabel partió desde Baños (Tungurahua) por la ruta
amazónica hacia Cayena, caminando y navegando
por los afluentes del Amazonas. Este viaje la ha
convertido en un personaje histórico porque hizo
esta travesía en su “condición de mujer” con una
comitiva que integraba a sus dos hermanos, dos
esclavos de origen africano, dos niños y un par de
hombres franceses. Sin embargo, la historia se
empeña en convertirla en mártir/heroína porque
su cuerpo resistió más que el del resto de sus
compañeros y sobre todo, por haber viajado “sola”,
es decir, sin su marido. Uno de los detalles que más
les impresionaron a los Kichwas de Canelos que
la rescataron a orillas del Bobonaza fue que Isabel
“llevaba pantalones de hombre, un rebozo y una especie de
sandalias en los pies” (Ortíz, 2012, p. 99). Los
testimonios tanto de los curas como de los Kichwas
149
12. Experiencias de una prospección arqueológica en territorio puruwá (Chimborazo)
coinciden en ratificar desde un discurso masculino,
la insensatez, la osadía y el riesgo que una mujer
se auto-provoca al llevar a cabo una expedición a
la amazonía.
Han pasado casi tres siglos desde el viaje de
Isabel, pero todavía hoy cuando quien dirige el
trabajo de campo es una mujer mestiza, la
comunidad (no solo en Colta) suele cuestionar
primero su estado civil y su índice de fertilidad, y
luego la credibilidad de su estudio, siendo
anticipadamente juzgada a través de un filtro
masculino de identidad y de género. La experiencia
de la prospección que vive una arqueóloga empieza
con la contratación de los ayudantes de campo; es
muy difícil contratar hombres porque no quieren
ser “mandados” por una mujer. He tenido que
negociar la contratación de sus esposas o sus hijas
con ellos, porque las mujeres no tienen derecho a
decidir trabajar como parte del equipo de
prospección sin la autorización de sus esposos o
padres, y ellas lo hacen solo después de que uno
de ellos consiente su situación laboral. Aunque el
pago se ha hecho directamente a estas mujeres, he
preferido no preguntar quién se beneficia del fruto
de su trabajo.
“Normalmente”, cotidianamente, machistamente,
no se acostumbra a que una mujer mestiza camine
libremente por los terrenos. Su presencia, en el
Figura3. Actividades de la prospección en Colta.
150
mejor de los casos, puede ser interpretada como
la de una enfermera, encuestadora o trabajadora
social, pero también puede pasar como una “busca
maridos” (o prostituta) o sencillamente como una
ladrona. Cuando conversaba con mis compañeras
de campo, me comentaban que esta percepción
ocurre porque, entre otras cosas, las mujeres no
deben usar pantalones y porque mis brazos carecían
de manillas o pulseras, y aunque llevaba aretes, eran
necesarios los collares que son indiscutibles
indicadores del género femenino en la comunidad
puruwá. Desde las niñas hasta las ancianitas usan
anako, bayeta y decoraciones corporales así como
el cabello largo sujeto con una cinta de color. No
era tan importante hablar la lengua Kichwa como
lucir como una mujer. No obstante, la perspectiva
con la que los ojos de la comuna perciben a la
arqueóloga resulta a veces ambivalente, porque
luego de que se explica el trabajo de investigación,
los hombres hablan con ella de igual a igual y no
cómo lo hacen con las mujeres de la comunidad
que, desde mi perspectiva, se encuentran a diario
en una situación de sumisión. En cambio, las
mujeres puruwaes en la mayoría de casos (no
siempre), reciben a la investigadora con una sonrisa,
con solidaridad y están dispuestas a acompañarla
en el trabajo, conversar e incluso, a hacerla cómplice
de las bromas sexistas sobre sus maridos.

En una ocasión particular, cuando mi compañera
de prospección decidió, por iniciativa propia,
explicar a la directiva de una comunidad que yo
era su hija, el trato conmigo y con ella fue distinto
(Figura 3). Inmediatamente, fui tratada como una
mujer de la comunidad; es decir, sentí por primera
vez un maltrato más acentuado, fui juzgada por
estar perdiendo mi tiempo, recogiendo pedazos de
ollas del suelo sin sentido y sobre todo por la
vergüenza de no usar anako. Esa vez, uno de los
hombres mayores le sugirió firmemente a mi amiga
que yo debería ponerme una ferretería en lugar de
perder el tiempo estudiando arqueología.
La prospección en un área rural es solo uno de
los múltiples espacios en donde se ejerce la
desigualdad social entre hombres y mujeres; me
limito a hablar aquí sobre el trabajo de campo y
dejaré abierta la ventana para que se consideren
los espacios de manifiesta e implícita desigualdad
en el trabajo de laboratorio en nuestra profesión.
No hace falta ir al campo académico para ver que
la relación desigual entre géneros es semejante tanto
en comunidades nativas como en mestizas. Espacios
tan mundanos como los baños públicos resultan
en escenarios en donde se reitera simbólicamente
la diferencia desigual entre hombres y mujeres. En
una hostería de la Sierra norte que visité, los letreros
que señalan el baño de hombres y de mujeres
Figura 4. Letreros contemporáneos de los baños de una hostería en la sierra norte.
Josefina Vásquez Pazmiño
apuntan a que los hombres son sinónimos de armas,
cigarrillos, vehículos y doctorados, mientras que
las mujeres son rosas, plumas, joyas y pueden ser
retratadas con un fragmento de la ópera Carmen
que reduce la capacidad mental de la mujer a la
inestabilidad y poca lucidez (Figura 4).
Reflexiones finales
Así como es viejo el machismo, la feminista
también es una práctica muy antigua. Cristina Iglesia
(2012, pp. 189-195) elabora una síntesis sobre los
diversos episodios de reivindicación de las mujeres
en la época de la Independencia en la Argentina
colonial y republicana. De forma opuesta a lo que
el lector esperaría, el fraile argentino Castañeda en
1820 empezó a publicar un periódico feminista
titulado La Matrona Comendadora (Iglesia, 2012, p.
204). Él mismo escribió a viva voz desde la
domesticidad y el patriotismo, hablando como
mujer y creando relatos en donde las protagonistas
eran mujeres pero también lo eran las periodistas.
Lo más interesante que Iglesia destaca sobre
Castañeda es una cita en que él afirma usar un
“estilo doméstico y sencillo, pues no hablo sino con
las matronas, que somos la misma naturalidad y
no entendemos de rodeos, ni necesitamos de
términos técnicos para explicar decentemente
nuestros conceptos” (Iglesia, 2012, p. 208). Este
151
12. Experiencias de una prospección arqueológica en territorio puruwá (Chimborazo)

hombre sacerdote está consciente de que las

mujeres conceptualizamos diferente a los varones.
Las matronas y “escribinistas” de Castañeda son
ficticias pero igual de impulsivas y sinceras que las
mujeres creadas por Parsipur (2003). Esta autora
iraní inventa mujeres mágicas, que despiertan de
la muerte y se vuelven activistas como Madojt y
Munés, cuya fortaleza es hablar, llorar, crear porque
su afán es cambiar las normas masculinas del
mundo, y con esto comparte la idea de que si nos
quedamos calladas seguimos “normalizando”, es
decir, aceptando la desigualdad y fomentando
espacios de sumisión ante el discurso y el accionar
masculino.
La oportunidad de trabajar durante dos años
en Colta no sólo me permitió conseguir resultados
a escala regional de las ocupaciones precolombinas,
Figura 5. Mujeres en Salasaka.
los mismos que han sido presentados ya en otros
espacios académicos (Vásquez, 2016), sino La idea de presentar estas memorias personales
adicionalmente experimentar el trato que los al interior de un proyecto investigativo expresa
comuneros dan a una mujer mestiza y profesional. seguramente el sentir de muchas otras colegas que,
Experimenté también el ser considerada una mujer por lo general, al igual que yo, omitimos en nuestros
indígena y ellos dieron por hecho que una tiene informes y publicaciones aquellas situaciones
menos libertad de salir sola a trabajar en el campo. matizadas por el maltrato, la humillación y el miedo
La naturalización de la sumisión de la mujer, de la a ser agredidas en campo. La tentación de verme
violencia y de la exigencia de cánones de estética como mujer indígena y ser aceptada se cumplió
femenina es igual de inflexible tanto en la sociedad cuando una tarde en Salasaka (Figura 5), una amiga
mestiza como en la sociedad puruwá. No se trata de la comunidad me prestó su anako, su bayeta y
de victimizarse sino de poner de relieve que ser sus collares. Me dijo que los tupos los heredó de
mujer en arqueología requiere de romper fronteras su abuela y que eran artefactos de valor sentimental
interculturales y barreras de género, y es probable y familiar, insistió en que me pusiera sombrero
que los colegas no tengan que pasar por esta misma pese a que no indica género pero es parte esencial
situación y no tengan que manejar este discurso. de la identidad de la mujer salasaka. Por un
Es necesario a veces usar estrategias de defensa y, momento, pude ponerme de su lado, disfrutar del
por ejemplo, decir que estás casada y no divorciada, sentir de esa femineidad salasaka pero duró poco
y que tienes hijos esperándote en casa con el marido porque al ver su estera, recordé que ella duerme
para que tomen en serio tu trabajo o te dejen entrar sola en un recodo de la entrada de una tienda.
sola en su comunidad. El matrimonio y la Al presentar un texto, autoras y autores tendemos
fertilidad son tu carta de presentación. a pensar que los resultados propuestos van a servirle
152
 Josefina Vásquez Pazmiño

de algo a alguien, al menos para discutir o refutar. Villa de Riobamba y los efectos del terremoto
Este testimonio comentado deja la sugerencia a de 1797. En La Antigua Riobamba: Historia
mis colegas hombres y mujeres, que cuando vayan Oculta de una Ciudad Colonial, pp. 87-108.
al campo con arqueólogas y estudiantes mujeres, Quito: Abya-Yala/ I. Municipio de Riobamba.
consideren que deben estar atentos a lo que puede Iglesia, C. (2012). Matronas comentadoras y doñas
sucederle a ellas. Muchas veces las mujeres callamos escribinistas: La disputa por la inclusión de
ante situaciones humillantes en la comunidad o las mujeres en la primera década del proceso
entre compañeros de trabajo y, si no estamos revolucionario en el Río de La Plata. En
pendientes, no estaremos listas para proteger o Escrituras y reescrituras de la Independencia,
protegernos de que estas situaciones perduren. editado por Camilla Cattrulla e Ilaria Magnani,
pp. 189-210.
Nota Jamieson, R. & Sayre, M. B. (2010). Barley and
1. Godin fue uno de los miembros de la Misión identity in the Spanish colonial Audiencia of
Geodésica de Francia hasta 1743 pero luego se Quito: Archaeobotany of the 18th century
volvió comerciante y emigró al Caribe para San Blas neighborhood in Riobamba. En
restablecer su economía (Ortíz 2012, p. 54). Journal of Anthropological Archaeology 29 (208-
218).
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difficult memory in Chimborazo, Ecuador.
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5(1): 45-72. Villa del Villar Don Pardo: Riobamba en la
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El señorío de los Incas. Caracas: Biblioteca Historia Oculta de una Ciudad Colonial, pp. 51-
Ayacucho. 86. Quito: Abya-Yala/ I. Municipio de
Costales, A. (1984). Daquilema: El último guaminga. Riobamba.
Colección Análisis Histórico Vol 2. Quito: Peña, E. & Denmon, J. (2000). The Social
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Gamboa, J. (2003). El precio de un marido. El significado Archaeological Evidence from the Buffalo
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153
12. Experiencias de una prospección arqueológica en territorio puruwá (Chimborazo)

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pero no se cumple. Historia y Sociedad en la géographique de l´Armée pour la mesure d´un arc
Provincia de Caracas (XVIII), pp. 217-287. de méridien équatorial en Amérique du Sud sous le
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arqueológicas en conflicto, Chimborazo, Yánez Quirola, F. (1992). Monografía de la parroquia
Ecuador. Ponencia presentada en el Simposio de Columbe, Provincia de Chimborazo 1579-1991.
3: Paisajes en conflicto: Procesos, sociedades, personas. Cayambe: Abya-Yala.
Organizado por Eduardo Herrera Malatesta,

154
 13. El papel de las arqueólogas en el marco de la
institucionalidad del Instituto
Nacional de Patrimonio Cultural (INPC)
Rocío Murillo Macay
Introducción
El mantener, recuperar, proteger, desarrollar,
preservar, conservar el patrimonio cultural del
Estado son deberes colectivos de todos los
ecuatorianos, mientras que el ejercicio del control
técnico para todas esas actividades, y para el
desarrollo de la investigación, son finalidades y
competencias del Instituto Nacional de Patrimonio
Cultural (INPC). Este documento resume los
artículos de la Constitución Política, base para la
normativa legal vigente para el control del
patrimonio cultural arqueológico y paleontológico
del Ecuador. Adicionalmente se hace un recuento
sobre el papel de las arqueólogas del INPC, desde
su creación en 1978; observaciones sobre el déficit
de profesionales en arqueología en las décadas de
los 70s y 80s, tiempo durante el cual las instituciones
públicas enfrentaban casos relacionados con el
huaquerismo y el tráfico ilícito de bienes culturales
patrimoniales arqueológicos y paleontológicos en
el Ecuador. Se analiza el perfil de los profesionales
que ocupaban cargos públicos en el INPC y en la
Dirección Cultural del ex Banco Central, se analizan
conceptos sobre equidad de género en el INPC y
se menciona qué instancia garantiza la igualdad de
género, en caso de que ese derecho haya sido o sea
vulnerado.
Por otra parte, también se enlistan competencias
del Área de Arqueología del INPC, con base en la
Ley Orgánica de Cultura (LOC), para el control
del patrimonio cultural arqueológico y antropológico,
y las competencias relacionadas con el desarrollo
de la investigación a este patrimonio. Incluye una
tabla (Tabla 1) que enlista los instrumentos
multilaterales de protección del patrimonio
arqueológico y paleontológico (acuerdos bilaterales
y convenciones internacionales.
El papel de las arqueólogas en la
institucionalidad / INPC
La protección del patrimonio cultural
arqueológico, que, a diferencia de otros patrimonios
culturales, es de propiedad del Estado, depende en
buena medida de la existencia y aplicación adecuada
de las legislaciones nacionales (decretos, leyes,
reglamentos, etc.) y de las convenciones
internacionales. La importancia de la legislación, y
sobre todo su aplicación adecuada, es indiscutible.
Dentro de este contexto, la normativa vigente para
la protección del patrimonio cultural arqueológico
a nivel nacional se resume de la siguiente manera:
La Constitución ecuatoriana, en su artículo 57,
numeral 13, determina que uno de los deberes
primordiales del Estado es: “Proteger el patrimonio
natural y cultural del país.” La responsabilidad del
Estado de “velar, mediante políticas permanentes,
por la identificación, protección, defensa,
conser vación, restauración, difusión y
acrecentamiento del patrimonio cultural tangible
e intangible,…” está plasmada en el numeral 1 del
artículo 380, y garantiza que esos bienes serán
inalienables, inembargables e imprescriptibles (Art.
379) (Asamblea Constituyente, 2008).
La responsabilidad de protección del patrimonio
155
13. E l papel de las arqueólogas en el marco de la institucionalidad del
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC)

cultural del Estado es compartida, la misma N° 1428, 2017). La red está conformada por todos
Constitución Política establece como deberes los sitios, zonas, lugares o áreas arqueológicas y
colectivos de los ecuatorianos, el: “Mantener, paleontológicas en el territorio nacional (Asamblea
recuperar, proteger, desarrollar y preservar su Nacional, 2016); su gestión puede ser delegada a
patrimonio cultural…” (Art. 57, numeral 13). Y, los GADs, provinciales, municipales, parroquiales,
entre los deberes y responsabilidades de los instituciones públicas o privadas, académicas o
ecuatorianos, sin perjuicio de otros previstos en la educativas nacionales o extranjeras, comunidades,
Constitución y la Ley: “Conservar el patrimonio (Decreto Ejecutivo N° 1428, 2017), a excepción
cultural y natural del país, y cuidar y mantener los de los sitios arqueológicos y paleontológicos
bienes públicos” (Art. 83, numeral 13) (Asamblea considerados como emblemáticos por el ente rector;
Constituyente, 2008). en este caso le corresponde al Ministerio de Cultura
Esta responsabilidad compartida, involucra a y Patrimonio.
los Gobiernos Autónomos Descentralizados La sección quinta del Código Orgánico Integral
(GADs), municipales, quienes tienen la Penal denominada Delitos contra el derecho a la
responsabilidad de formular, aprobar, ejecutar y cultura, a través de sus artículos 237, 238, 239 y
evaluar los planes, programas y proyectos destinados 240, sanciona a quienes dañen, deterioren,
a la preservación, mantenimiento y difusión del sustraigan, destruyan total o parcialmente bienes
patrimonio arquitectónico, cultural y natural de su pertenecientes al patrimonio cultural del Estado;
circunscripción (Art. 144). Sin embargo, sigue a quienes ilícitamente transporten, adquieran,
siendo responsabilidad del gobierno central, emitir enajenen, inter medien, intercambien o
las políticas nacionales, salvaguardar la memoria comercialicen, falsifiquen, sustituyan o adulteren
social y el patrimonio cultural y natural; le bienes pertenecientes al patrimonio cultural del
corresponde entonces declarar y supervisar el Estado (Ministerio de Justicia y Derechos Humanos,
patrimonio nacional y los bienes materiales e 2014). La Ley Orgánica de Cultura (LOC) y su
inmateriales incluidos los arqueológicos y los Reglamento General prohíben, permiten, y regulan
paleontológicos (Consejo Nacional de las actividades inherentes a la protección del
Competencias, 2015). patrimonio cultural del Estado. Actualmente está
Ante esta responsabilidad, el Estado, a través en proceso de aprobación del reglamento que regula
de la Ley Orgánica de Cultura, ratifica al Instituto las investigaciones arqueológicas y paleontológicas
Nacional de Patrimonio Cultural la potestad del en el país.
ejercicio del control técnico del patrimonio cultural Corresponde a los técnicos del área de
y del desarrollo de las investigaciones, en arqueología de la Dirección de Conservación y
coordinación con la política pública emitida por el Salvaguardia, del Patrimonio Cultural del INPC,
Ministerio de Cultura y Patrimonio, y la gestión no formular y aplicar acciones para la gestión del
solo del control técnico y del desarrollo de la patrimonio cultural arqueológico y paleontológico
investigación sino también del Sistema Ecuatoriano del país, acciones enmarcadas dentro de la
de Áreas Arqueológicas y Paleontológicas, presidir normativa legal vigente. El rol de la mujer es muy
y administrar la Red de Áreas Arqueológicas y importante dentro de ese equipo de profesionales
paleontológicas del Ecuador, (Decreto Ejecutivo del INPC que registran, inventarían, delimitan,
156

inspeccionan, realizan seguimiento, investigan,
elaboran, evalúan y aprueban propuestas e informes
de investigación arqueológica y paleontológica,
definen niveles de afectación y de sensibilidad del
patrimonio cultural arqueológico, se involucran en
los procesos de acción, remediación, y mitigación.
En el Ecuador, las políticas públicas han logrado
grandes avances en materia de igualdad de género.
La Constitución Política del 2008, crea los Consejos
Nacionales para la Igualdad, entre ellos el de Género,
cuya responsabilidad es la de asegurar la plena
vigencia y el ejercicio de los derechos consagrados
en la Constitución (Consejo Nacional para la
Igualdad de Género, 2017). Actualmente, en el
campo laboral, es una realidad; las leyes de
protección de la equidad laboral y de oportunidades
han dado sus frutos, son muchas las campañas
contra el machismo, que promueven la igualdad
de género (Morales, 2017).
Tomando en cuenta el principio constitucional
que estipula que hombres y mujeres son iguales
ante la Ley, y por lo tanto todas las personas sin
distingo alguno tenemos los mismos derechos,
corresponde a la Defensoría del Pueblo del Ecuador,
instancia cuya misión, entre otras, es la de garantizar
la no discriminación por sexo, “analizar las
relaciones desiguales de poder y las prácticas de
discriminación que afectan especialmente los
derechos de las mujeres…”. (DPE, 2016, p. 9)
El INPC, como toda institución pública, desde
su creación, ha reconocido los derechos y
responsabilidades establecidos en la Constitución
Política y en las normativas aplicables a servidores
públicos, al margen del sexo, femenino o masculino.
Es decir, existen las mismas oportunidades para
cada funcionario(a). Pese a que los puestos para
desempeñar cargos públicos en las instituciones
del Estado podían ser ocupados por hombres o
mujeres, sus partidas presupuestarias tenían una
Rocío Murillo Macay
denominación masculina (arqueólogo, restaurador,
arquitecto, entre otras); sin embargo, la desigualdad
de género en el área de arqueología, y en general
en el INPC, fue superada desde su misma creación
en 1978.
Actualmente, de los 14 profesionales en
arqueología de la matriz y de sus regionales, el 50%
está representado por mujeres. Vale la pena recordar
que recién desde hace diez años, las convocatorias
para llenar vacantes son abiertas al público, con
una nominación del puesto que promueve la
igualdad de género, sin discriminación por sexo,
como lo estipula nuestra Carta Magna.
Respecto al término equidad de género, Rafael
Correa lo define de la siguiente manera: “Equidad
de género es igualdad de derechos, mismos derechos
para hombres y mujeres” (Correa, 2014).
Enmarcados en este acertado concepto, y a pesar
de que los patrones sociales tradicionales infieren
que la participación en el mercado laboral en
actividades relacionadas con la protección de los
sitios arqueológicos y con la investigación
arqueológica, limita a la mujer para asumir
competencias inherentes con actividades que
involucran esfuerzo físico (por ejemplo, remoción
de tierra, recorridos pedestres en zonas agrestes,
toma de decisiones, entre otras), las funciones de
los empleados de un mismo rango en el INPC, son
las mismas para arqueólogos y arqueólogas.
Desde la creación del INPC hasta nuestros días
son varias las mujeres que de una u otra manera
han formado parte del equipo de arqueología del
INPC, en calidad de asistentes de arqueología,
arqueólogas y hasta de directoras de lo que fue el
Departamento Nacional de Arqueología e Historia
(DENAHI); ellas son: María del Carmen Molestina,
Victoria Domínguez, Paulina Terán, Pilar Zambrano,
Mónica Bolaños, María Fernanda Vallejo, Rocío
Murillo, Tatiana Romanienko, Rita Díaz, Ximena
157
13. E l papel de las arqueólogas en el marco de la institucionalidad del
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC)
Landázury, María Isabel Silva, María Luisa Moreira,
Cecibel Abril, Elizabeth Bravo, Beatriz Ayabaca,
María Soledad Plaza, Dayuma Guayasamín, Kelita
Pérez, Ana Belén Zambrano, Silvia Figueroa y
Andrea Yánez; la participación de Figueroa y Yánez
fue a través de la Dirección de Riesgos del
Patrimonio Cultural y de Inventario de bienes
arqueológicos, respectivamente.
La profesionalización de la arqueología en
el Ecuador
En la década de los 70s el país no contaba con
centros de educación superior que ofertaran la
carrera de arqueología. Sin embargo, como política
de Estado, para contribuir a recuperar el patrimonio
cultural arqueológico que estaba en riesgo de
destrucción y de tráfico ilícito, el país contaba ya
con la Dirección Cultural del Banco Central y con
el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural. El
primero con funciones relacionadas con la
adquisición, conservación, investigación, exposición,
exhibición de bienes culturales patrimoniales, y el
segundo con funciones relacionadas con el control,
protección, conservación e intervención del
patrimonio cultural. En ambas instancias existían
partidas para contratar arqueólogos que cumplan
las funciones arriba mencionadas, sin embargo no
existían profesionales con ese perfil.
Los primeros en afrontar esas funciones fueron
profesionales en formación, de la carrera de
Antropología de la Pontificia Universidad Católica
del Ecuador (PUCE), estudiantes que cursaban
talleres de arqueología dictados por el Dr. Ernesto
Salazar. Estos profesionales en formación de
Ciencias de la Educación con especialidad en
Historia y Geografía, a la vez eran becarios del
Centro de Investigaciones Arqueológicas de la
PUCE, cuyo director era el sacerdote josefino Pedro
Porras Garcés. Este último, además de dirigir dicho
158
centro de investigaciones, dictaba clases de
arqueología a estudiantes de ambas carreras. Los
becarios del Centro de Investigaciones
Arqueológicas de la PUCE, además de ser
estudiantes de Historia pura o de Historia y
Geografía, se entrenaban en actividades relacionadas
con las investigaciones arqueológicas ejecutadas
por Pedro Porras, mediante contrato de beca de
entrenamiento, suscrito entre el estudiante y la
universidad. El becario fungía de asistente de
arqueología, prestaba sus servicios cuatro horas
diarias, durante uno o más semestres mientras
duraba la carrera universitaria. Vale la pena
mencionar que durante mis dos años de becaria
en dicho Centro de Investigaciones Arqueológicas,
pude observar que esta ocupación atraía más a
estudiantes mujeres de Ciencias de la Educación,
durante tres semestres entre 1986 a 1988. Durante
esos dos años el 100% de los becarios éramos
mujeres, con excepción de un semestre, en que
tuvimos un solo compañero de sexo masculino, de
Ciencias Históricas, ocupando uno de estos puestos.
En el INPC, asumieron las funciones de
arqueólogos personas (en alto porcentaje de sexo
femenino) que sin tener un título profesional en
arqueología, habían adquirido amplia experiencia
en prácticas de campo, laboratorio, análisis e
interpretación de contextos arqueológicos.
Fue recién en el año de 1981 que la Escuela
Superior Politécnica del Litoral (ESPOL) crea la
carrera de Arqueología en el Ecuador, bajo la
dirección del Dr. Jorge Marcos. Sin embargo al
terminar la década de los 80s el país solo contaba
con nueve profesionales en arqueología, la mayoría
mujeres, graduados de la ESPOL: Mary Jadán,
Nieves Zedeño, Victoria Domínguez, Paulina Terán,
Mari Jo Sutliff, Osvaldo Tobar, César Veintimilla,
Marcos Suárez y Rita Álvarez (Moreira, 2017) (Mejía,
2017), es decir el 66.66% profesionales arqueólogas

y el 33.33% profesionales arqueólogos, y como si
esto fuera poco, en la década de los 90s se cierra
la carrera (Mejía, 2017). Una vez más, enfrentamos
un déficit de arqueólogos profesionales en el
Ecuador, justo cuando los estudios de impacto
ambiental empiezan a incluir en sus estudios, el
componente arqueológico. A finales de la primera
década del siglo XXI, la Pontificia Universidad
Católica del Ecuador oferta la carrera de
antropología con mención en arqueología; por
ahora, son pocos los estudiantes que han obtenido
su título profesional.
La creación de estas dos escuelas de arqueología,
contribuye al buen ejercicio de la investigación
arqueológica, garantiza el ejercicio de la profesión,
puesto que el título de tercer nivel es el único título
“… orientado a la formación básica en una disciplina,
o a la capacitación para el ejercicio de una profesión.
Corresponden a este nivel los grados académicos
de licenciado…” (Ley Orgánica de Educación
Superior, 2010). Esta aclaración es necesaria puesto
que, como es de conocimiento general, dos
universidades públicas han ofertado maestrías en
arqueología abierta a todo tipo de profesionales
sin considerar como requisito el título de tercer
nivel en arqueología. No es extraño que arquitectos,
abogados, profesores, ingenieros en turismo, entre
otros, ostenten título de maestría en arqueología
sin haber obtenido una formación académica previa
en esta disciplina.
Para el año 2017, el Ecuador ya cuenta con dos
universidades que ofertan la carrera de arqueología
a nivel de licenciatura (título de tercer nivel); la
Escuela Politécnica del Litoral (ESPOL), que volvió
a abrir la carrera, y la Pontificia Universidad Católica
del Ecuador (PUCE).
Mientras tanto a finales de la primera década
del siglo XXI y con la reestructuración de las
instituciones públicas, la Dirección Cultural del ex
Rocío Murillo Macay
Banco Central, se fusionó con el nuevo Ministerio
de Cultura, limitando sus funciones, y ratificando
al INPC la finalidad del desarrollo de la investigación
y el ejercicio del control técnico del patrimonio
cultural.
Dentro del desarrollo de la investigación están
las siguientes actividades:
• P r o t o c o l o s p a r a i nve s t i g a c i o n e s
arqueológicas y paleontológicas.
• Propuestas y proyectos de investigación
arqueológicas.
• Gestión para el financiamiento para la
ejecución de investigaciones arqueológicas.
• Ejecución de investigaciones arqueológicas.
• Dentro del control técnico están:
• Normas técnicas para la supervisión del
patrimonio cultural arqueológico y
paleontológico, para su aprobación.
• Aprobación de propuestas de investigación
arqueológica para su autorización.
• Seguimiento a los proyectos de investigación
arqueológica y / o paleontológica.
• Aprobación de infor mes de las
investigaciones arqueológicas para la emisión
del dictamen favorable.
• Delimitación de sitios arqueológicos y
paleontológicos, para su gestión.
• Asistencia técnica a los GADs municipales
en la elaboración de Ordenanzas que regulen
el uso del suelo en predios con sitios
arqueológicos monumentales.
• Registro e inventario los bienes arqueológicos
y paleontológicos. (muebles e inmuebles) e
ingreso en el Sistema de Información del
Patrimonio Cultural del Ecuador.
• Certificados de no afectación al patrimonio
cultural arqueológico y paleontológico.
• Directrices para las creaciones de la Red de
Áreas arqueológicas y paleontológicas.
159
13. E l papel de las arqueólogas en el marco de la institucionalidad del
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC)

• Gestión para la incorporación de sitios en primera instancia, atendiendo a la demanda

arqueológicos y sus componentes, en lista
indicativa para patrimonio mundial.
• Coordinación de acciones para la
conservación de patrimonios mundiales.
Conclusiones
Si bien es cierto que la actividad arqueológica
en el país tuvo como protagonistas a investigadores
de sexo masculino, algunos sin una formación
académica en arqueología, fueron adquiriendo
experticia en el manejo de los bienes patrimoniales
arqueológicos, excavación e interpretación de
contextos arqueológicos, poco a poco la mujer fue
ganando espacio e involucrándose en este campo,
generada por las instituciones públicas que iniciaban
un control aún incipiente de estas actividades.
Casi al mismo tiempo, con la creación del INPC,
a finales de la década de los 70s, la ESPOL inicia
un proceso de profesionalización de la carrera, y
es aquí donde la mujer ocupa un rol muy importante,
sobre todo paritaria; la oferta académica atrajo
aspirantes sin distinción de edad, sexo y estrato
social, arqueólogas ecuatorianas, que con sus
investigaciones, dentro y fuera del país, han
aportado con nuevos conocimientos sobre la
permanencia e identificación de grupos humanos
asentados en el actual territorio ecuatoriano.

Tabla 1. Instrumentos multilaterales de protección del Patrimonio Cultural arqueológico

Acuerdos bilaterales Convenciones Internacionales

• En 2003 se creó el Comité Técnico Nacional contra el Tráfico Ilícito • Convención de la UNESCO sobre las medidas que deben
de Bienes Culturales, conformado por el Director del Instituto adoptarse para prohibir e impedir la importación, la
Nacional de Patrimonio Cultural, quien preside las reuniones, un exportación y la transferencia de propiedad lícitas de bienes
delegado de la Conferencia Episcopal, un representante del Ministerio culturales, 1970.
Fiscal quien es el Secretario, un delegado de la INTERPOL, un
delegado de ICOM, un delegado del Ministerio de Relaciones
Exteriores, y un representante de la Sociedad Civil.
• Convención de la UNESCO sobre la protección del
Patrimonio Cultural Subacuático, 2001.

• Acuerdo bilateral con Perú: Convenio para la Protección del

patrimonio cultural y recuperación de bienes arqueológicos, artísticos
• Decisión 588, Sustitución de la Decisión 460 sobre la
e históricos (13.I.1997). protección y recuperación de bienes del patrimonio cultural
de los Países Miembros de la Comunidad Andina.

• Acuerdo bilateral con Colombia: Aprobatoria del Convenio para la

recuperación y devolución de bienes culturales robados (2000).

• A nivel nacional, con la INTERPOL y con la Policía Judicial, para el

decomiso de obras de arte de las épocas prehispánica, colonial y
republicana, en los aeropuertos internacionales, en las oficinas de
correos, y en las fronteras Norte y Sur del país, actualmente existen
sentencias con prisión contra traficantes de piezas arqueológicas.

Elaborado por: Rocío Murillo Fuente: INPC

160

Referencias
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Constitución de la República del Ecuador.
Quito, Pichincha, Ecuador.
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Moreira, M. (28 de septiembre de 2017). La escuela
de arqueología de la ESPOL. (R. Murillo,
Entrevistador)
161
 14. Imaginarios, oportunidades
y desigualdad de género:
de la academia a la práctica arqueológica
Kyra Torres Jiménez y Erikka Moncayo
Trabajo y cultura
Actualmente, la actividad laboral, sea productiva
o improductiva, en términos marxistas (Bottomore,
1984), se convierte en un elemento central e
inherente a la vida del ser humano y, por lo tanto,
una esfera indispensable para comprenderlo con
relación a su entorno social y cultural. El enfoque
antropológico busca estudiar al ser humano dentro
de su trabajo de manera integral. En el ejercicio
laboral, “el arqueólogo participa de, contribuye a,
se valida por, y actualmente reproduce las
estructuras sociales y políticas de forma leal” (Gero,
1999, p. 352), por lo que se convierte en un sujeto
de estudio viable para la antropología del trabajo,
atravesada por otras áreas de estudios socioculturales
como los de género, etnia y clase.
Rieznik (2001, p.12) señala que “el trabajo del
hombre reposa en su carácter único a partir de la
posibilidad del pensamiento conceptual, de la
capacidad de abstracción y de representación
simbólica. Su origen es la naturaleza única del
cerebro humano”. Es por ello que no se debe reducir
el concepto de trabajo únicamente a una actividad
física con resultados materiales, sino también tomar
en cuenta su dimensión simbólica: las ideas,
percepciones, sentimientos y actitudes que se
producen, reproducen y transforman dentro de la
actividad laboral o lo que se conoce como “culturas
del trabajo”. El incluir esta definición implica,
[…] investigar las maneras en las que el proceso laboral
repercute en la producción de significados (eficacia
simbólica del trabajo) y las influencias que ejerce la cultura
en el desarrollo de la actividad productiva (eficacia laboral
de la cultura), todo ello mediado por los procesos de
conflicto y negociación que ocurren durante el ejercicio
del trabajo, embebidos en estructuras sociales y culturales
más amplias. (Reygadas, 2002, p. 119)
No obstante, como añade Reygadas (2002, p.
115), “falta un tercer elemento que pueda
desempeñar el papel de mediación de los dos
procesos hasta aquí analizados. Este elemento es
el de la interacción entre los individuos en el trabajo,
interacción que, en forma ineludible, tiene también
una dimensión simbólica”. En otras palabras,
necesariamente ambos procesos - eficacia simbólica
del trabajo y eficacia laboral de la cultura- pasan
por las relaciones que los sujetos entablan entre
ellos, con la sociedad y con sus medios de trabajo.
Las identidades producidas en torno al medio
laboral, por tanto, son construcciones sociales y
culturales en constante cambio, negociación y pugna,
inseparables de las estructuras que las producen y
reproducen, y pueden atravesar distintos ámbitos
de la esfera humana. Se puede entonces, integrar
una variable más, que es tomada en cuenta por las
antropologías del trabajo y que puede estar
profundamente ligada a la identidad: el género. Esta
palabra aparece por primera vez en estudios
psicoanalíticos a principios de la década de los
sesenta, que determinaron que “sexo es un término
biológico, mientras que género es psicológico y
cultural” (Díaz-Andreu, 2005, p.14).
El concepto de género se difunde debido a los
planteamientos feministas que comenzaron a tomar
163
14. Imaginarios , oportunidades y desigualdad de género:
de la academia a la práctica arqueológica
fuerza a lo largo de los años setenta. Éstos
empezaron a ocupar un papel de preeminencia
dentro del mundo científico y académico, lo que
condujo a que exista un reconocimiento al
verdadero valor de las aportaciones feministas en
el ámbito de las ciencias sociales; así se rescató el
valor de la mujer no solo en la esfera científica y
académica, sino también fuera de esta (Falcó, 2003).
En la actualidad, el género “no es entendido
como una categoría ni esencia del cuerpo, sino que
es un proceso cambiante e inestable y más que
nada que se encuentra entrelazado inexorablemente
con otros marcos de identidad, tales como
sexualidad, edad y etnia” (Alberti, 2001, p.03). En
adición, ilustra caminos en los cuales diferentes
roles y actitudes son socialmente construidas, y
“cumple un papel fundamental como uno de los
principios estructurales esenciales y básicos que
organizan las relaciones sociales” (Díaz-Andreu,
2005, p. 17).
A lo largo de la historia, hombres y mujeres han
tenido que seguir un comportamiento diferenciado,
en donde a cada uno se le ha otorgado socialmente
un rol específico, lo cual tiene como consecuencia
una división en cuanto a las funciones que debe
cumplir dentro de una sociedad determinada. Dicha
división se ha dado en torno al género, recordando
que no se refiere solo a lo masculino o femenino,
pues se puede incluir también a las identidades
queer, tercer género, entre otras; con lo cual se
consigue que cada persona posea valores,
comportamientos, creencias, y formas diferentes
de relacionarse con el “otro”. Este suceso, como
lo plantea Falcó (2003), es conocido como
“identidad de género”, es decir, la identificación
que cada individuo se da a sí mismo sobre una base
netamente cultural y psicológica. Por todo lo dicho,
este criterio definitivamente influye en las
estructuras, relaciones y acciones que se llevan a
164
cabo en el trabajo.
Es relevante también cómo cuestiones de clase
y etnia pueden estar profundamente entrelazadas
con aquellas de género dentro del ámbito laboral,
pues las estructuras que reproducen y sostienen
las desigualdades de género, etnia y clase se afirman
en el ámbito sociopolítico y económico. En América
y, específicamente, en Ecuador, una mujer transexual
mestiza de un país pequeño latinoamericano tiene
menos oportunidades de crecimiento laboral que
un hombre blanco estadounidense o europeo,
aunque su nivel de estudios sea el mismo.
En este caso, es ilustrativo el trabajo de Smith
(2002). El autor, en su artículo, Race, Gender, and
Authority in the Workplace: Theory and Research, expone
cómo cuestiones de raza y género influyen en la
desigualdad de oportunidades al momento de
acceder a puestos de trabajo que signifiquen
autoridad y, a nivel macro, cómo esto influye en
que aquellos que no pertenecen al grupo “blanco-
anglo-europeo” se ubiquen en estructuras
marginales de la economía de Estados Unidos. No
obstante, se considera que gran parte de las
conclusiones del texto pueden ser trasladadas a
buena parte de Occidente, incluyendo a los países
latinoamericanos, con sus debidos matices.
Género y academia
De la mano del marco teórico presentado, las
autoras del presente texto llevaron a cabo un estudio
de caso que ilustra, de forma diacrónica, cómo la
práctica de investigación y publicación en la
academia -no solo dentro de la arqueología- está
sesgada por una discriminación de género y racial.
Para ello se tomó como muestra 593 revistas
National Geographic, de enero de 1988 a diciembre
de 1990 y de enero del 2008 a diciembre de 2010,
en donde consta si las publicaciones fueron escritas
por un hombre o una mujer. En adición, se analizó

la composición de género y el origen de aquellos
que ostentan los puestos de autoridad de la revista,
tomando como muestra a los miembros de los
Comités de Investigación y Exploración de 1988
a 1990 y de 2008 a 2010.
Los resultados son reveladores: en el gráfico 1,
que corresponde al género de los autores de los
artículos publicados entre 1988 y 1990, se observa
que las publicaciones de autores masculinos son
predominantes, con un 87%, frente a un 9% de
autoras femeninas, las coautorías, por su parte,
ocupan un 4%. Estas cifras apoyan la hipótesis
del predominio masculino en publicaciones
científicas, producto de un posible sesgo
androcéntrico en la academia.
Además del mencionado sesgo, varias causas
podrían dar lugar a esta diferencia entre
publicaciones femeninas y masculinas, por ejemplo,
el grado de escolaridad femenina, el número de
mujeres trabajando en las áreas de conocimiento
de la revista en este período de tiempo, entre otras.
En el primer caso, es necesario anotar que, en
términos generales, a partir de mediados de la
década de los 80, en EEUU, el número de graduados
en niveles de educación superior y posgrado, de
género femenino es mayor al masculino (Statista,
s.f. a y b).
De la misma forma, según información del Civil
Figura 1. Porcentaje de publicaciones de autores masculinos y femeninos (1988-1990)
Kyra Torres Jiménez y Erikka Moncayo
Rights Data Collection (CRDC), que analiza el nivel
de escolaridad de las mujeres entre preescolar,
escuela secundaria y postsecundaria entre los años
de 1976 a 2010, señala que el porcentaje de
graduadas del género femenino, es igual e incluso
supera al número de graduados masculinos, en
ciertas áreas académicas -por ejemplo, Biología y
Química- (Department of Education USA, 2012),
lo que indicaría que este bajo porcentaje dentro de
la revista, no se debe precisamente a un déficit
académico de las mujeres.
El número de las coautorías indica que un tercio
de las mujeres que publicaron en National
Geographic, en ese período de tiempo, lo hicieron
junto con hombres. En muchas de las publicaciones
incluso iba el nombre de éstos primero. Esto podría
suponer que una forma de validar las publicaciones
de las mujeres en el campo científico fue hacerlo
con colegas masculinos. El debate en este ámbito
continúa abierto y merece mayor atención en
futuras investigaciones.
En el gráfico 2, que corresponde al porcentaje
de publicaciones de autores masculinos y femeninos
veinte años después, es posible notar que el acceso
de las mujeres a las publicaciones mejora con un
36.48%. No obstante, con un 63.25% de los
artículos publicados, sigue existiendo una
predominancia de la autoría masculina. Es decir,
165
14. Imaginarios , oportunidades y desigualdad de género:
de la academia a la práctica arqueológica
Figura 2. Porcentaje de publicaciones de autores masculinos y femeninos (2008-2010).
Figura 3. Miembros del Comité de Investigación y Exploración (1988-1990).
todavía no existe una completa equidad entre las
cuotas de publicación otorgadas a los hombres y
a las mujeres. Tan solo se encontró una coautoría
mixta. En forma diacrónica, al comparar ambas
muestras, destaca el que se reducen las coautorías
y aumenta el número de publicaciones femeninas,
esto podría respaldar el supuesto de que en un
principio las mujeres investigan y publican junto
a sus colegas masculinos para tener un espacio en
el campo científico. Después de 20 años de lucha
de las mujeres para ser incluidas en el mundo
académico, éstas ya no tendrían la necesidad de
trabajar en conjunto por tener visibilidad, por lo
que sube el número de publicaciones de mujeres.
A lo largo de los veinte años transcurridos entre
166
la primera y la segunda muestra podemos notar
que, si bien hay un avance acortando la brecha de
género, hay poco o ninguno en la situación de las
minorías étnicas. Aun cuando hay más mujeres
publicando esto no quiere decir que existan más
autoras de origen distinto al norteamericano-
europeo. El mismo caso se da entre los hombres:
entre 1988 y 1990, gran parte son estadounidenses
o europeos y entre 2008 y 2010, hay alrededor de
una decena de distinto origen. Este ligero
incremento se podría deber solo al aumento en el
número de publicaciones totales examinadas.
Por su parte, el Comité de Investigación y
Exploración de la revista ha sido considerado como
un reflejo de los puestos de autoridad en la revista

Figura 4. País de origen de los miembros del Comité de Investigación y Exploración (1988-1990).
National Geographic debido a que, como el New
York Times (1990) describe, éste participa en la
financiación de cientos de proyectos de investigación
en geología, arqueología, antropología, botánica,
astronomía y ciencias afines. Lo que le otorga
capacidad de decisión sobre los fondos otorgados,
las personas que investigarán, y los temas de
investigación.
En el Comité de los años 1988-1990, de los 18
miembros solo una es mujer, Betty Meggers,
investigadora de gran trayectoria, blanca y de origen
estadounidense. En cuanto a las autoridades
masculinas, dos pertenecen a China y Holanda, pero
no se pueden considerar minorías étnicas excluidas,
pues el primero, al ser asiático, no tiene mayor
desventaja en el mercado laboral de Estados Unidos
(Smith, 2002) y el segundo es europeo (Referirse
a los gráficos 3 y 4).
Para el período comprendido entre 2008 y 2010
se observa un incremento en el número de mujeres
en los cargos de autoridad: de los 17 miembros, 4
corresponden al género femenino, lo cual indica
un pequeño aumento en la representatividad de
las mismas. Sin embargo, conforman tan solo un
cuarto del comité. Es importante reconocer que
tres de ellas son estadounidenses, y de una, no se
Kyra Torres Jiménez y Erikka Moncayo
pudo encontrar su origen. En cuanto a los hombres,
solo hay un miembro que saldría del ya mencionado
estereotipo, pues éste nació en la India (Referirse
a los gráficos 5 y 6). Cabe destacar que en los dos
períodos de tiempo presentados los cargos de mayor
autoridad -presidente, vicepresidente, secretario y
editor-, son ocupados por hombres, lo que
coincidiría con aquello ya planteado por Smith
(2002, p. 535) al argumentar que “si las mujeres
tienen autoridad, es en niveles muy inferiores [a
los hombres]”.
Mujeres y arqueología
En este punto, y siguiendo la línea del simposio
que dio origen a esta publicación, se considera
necesario hacer un acercamiento a la situación de
las mujeres en la arqueología; pues cabe preguntarse
si esta desigualdad de oportunidades evidente en
el mundo académico, en general, afecta también
al ámbito de la arqueología ecuatoriana, en
específico.
Se toma, entonces, como punto de partida para
el segundo estudio de caso, la identidad de las
mujeres en relación con el trabajo, la cual está muy
marcada por la ambivalencia entre las exigencias
del ámbito privado y aquellas del laboral, además
167
14. Imaginarios , oportunidades y desigualdad de género:
de la academia a la práctica arqueológica

de los estereotipos con los cuales se identifica las que cumple como trabajadora fuera de su hogar.
actividades socialmente aceptadas para las mujeres. Muchas veces las mujeres tratan de actuar como
Esta pugna inherente a la mujer como trabajadora que no existiera uno de estos roles, para evitar sufrir
es descrita por Guadarrama (2007: 46 [En: Arango, estigmatizaciones en lo laboral o social. Trabajan
2010, p. 88]) de la siguiente manera: en sus casas, cumpliendo las tareas domésticas a
cabal, como si no hubieran tenido una fuerte
[...] las identidades femeninas hacen referencia a las
motivaciones y orientaciones de las mujeres hacia el jornada laboral; posteriormente van a sus trabajos
trabajo; a las ambivalencias entre lo privado y lo público
y realizan más actividades o cumplen horas extras,
vistos en el horizonte de lo inmediato cotidiano familiar/
laboral, pero también a los estereotipos sociales que para saltar la brecha de género y alcanzar a sus
permanecen a través de los sistemas de diferenciación y
colegas masculinos que con menor esfuerzo reciben
clasificación de lo femenino/masculino y de su
interiorización, ejecución y reinterpretación. mayor reconocimiento (Smith, 2002). Así se
enfrentan al “síndrome de las súpermujeres, nuevo
Se crea así, un conflicto de roles: entre el que ideal femenino imposible de alcanzar y que se
está socialmente naturalizado para una mujer, como traduce en grandes costos personales (físicos,
parte de lo doméstico, privado y familiar, y aquel emocionales, mentales) para quienes lo intentan”

Figura 5. Miembros del Comité de Investigación y Exploración (2008-2010).

Figura 6. País de origen de los miembros del Comité de Investigación y Exploración (2008-2010)

168

(Arango, 2001 y 2004 [En: Arango, 2010, p. 89]).
A continuación, se toman las reflexiones sobre
este tema, obtenidas en el trabajo de Gero (1999),
Sociopolítica y la ideología de la mujer-en-casa, las cuales
serán contrastadas con opiniones de arqueólogos
y arqueólogas ecuatorianos a los que se les realizó
entrevistas puntuales, para tener una referencia más
cercana de la situación de la arqueología ecuatoriana.
Las entrevistas no siguieron un libreto predefinido,
sino que fueron abiertas. No obstante, en todas se
inició con la pregunta ¿Crees que hay alguna
diferencia entre los roles que cumplen los
arqueólogos y las arqueólogas en sus trabajos? y
se dieron entre 3 y 4 preguntas más, siguiendo el
mismo eje temático, según las respuestas de los
informantes. Además, por la longitud de este
artículo no se han transcrito todas las entrevistas,
tan solo se citaron fragmentos cortos de las mismas
que son ilustrativas para el sentido del texto.
Cabe declarar que la muestra es bastante pequeña
-8 entrevistas a 4 mujeres (identificadas como
Anónima 1 a 4) y 4 hombres (identificados como
Anónimo 5 a 8)- y podría no representar el sentir
del universo total. No obstante, una vez presentadas
las conclusiones de este trabajo en el simposio, se
pudo comprobar que diferentes tipos de presiones
y discriminación han sido sentidos por las
arqueólogas en este país, por lo que se lo puede
tomar como un estudio preliminar con miras a
profundizarse en un futuro.
Históricamente conservadora, la práctica de la
arqueología ecuatoriana, en sus inicios, fue
dominada por hombres blancos de mediana edad,
de clase alta o muy alta. Un ejemplo de ello, son
aquellos considerados como precursores de la
arqueología como disciplina científica, en el país:
Jacinto Jijón y Caamaño, Emilio Estrada, Pedro
Porras, Carlos Zevallos Menéndez, entre otros. Así,
desde sus orígenes, la práctica arqueológica en el
Kyra Torres Jiménez y Erikka Moncayo
país segregó a las mujeres. Es interesante que tres
de los entrevistados –dos hombres y una mujer-
reconocen y justifican una predominancia de
publicaciones arqueológicas de autores masculinos
en el país, debido a los orígenes históricos de la
carrera. Por ejemplo, los entrevistados explican:
“creo que es por el fenómeno de que la arqueología
se ha planteado como una carrera masculina,
desarrollándose en Ecuador cuando la educación
en sí era un privilegio más masculino” o “Creo que
es, precisamente, porque en los orígenes de la
arqueología, en un principio hubo más hombres y
se da más credibilidad a los más antiguos”.
Adicionalmente, se ha estereotipado al trabajo
dentro de este campo como “masculino”, “fuerte”
y “activo”(Woodall y Perricone, 1981 [En: Gero,
1999]). Como menciona Anónimo 6, “Creo que
está muy presente ese estereotipo de ‘Indiana Jones’,
donde los arqueólogos salimos al campo, y somos
como héroes. Creo que todavía mucha gente entra
a la carrera y sale a trabajar con esa idea […]”. Por
lo tanto, este estereotipo de “Indiana Jones”, el
cual ha sido reforzado con arqueólogos reales y
famosos como Zahi Hawass, hace que la gente
común piense que la arqueología es un campo para
hombres aventureros con gran fuerza, y menos
mujeres busquen trabajar en este ámbito.
Existe otra posibilidad: el que se interioricen las
identidades de género, social y culturalmente
construidas, y sean aceptadas y naturalizadas en la
práctica arqueológica. Según Gero (1999, p. 347)
las arqueólogas, en su mayoría, se quedan en el
ámbito de lo “privado” y realizan una estrecha
gama de tareas pasivas, las que considera “las
labores domésticas de la arqueología”, como el
análisis de laboratorio, procesamiento de datos,
archivo, seriaciones cerámicas, análisis de materiales,
entre otros. Estas labores están orientadas a aportar
al trabajo de sus compañeros varones, que además
169
14. Imaginarios , oportunidades y desigualdad de género:
de la academia a la práctica arqueológica

salen a la esfera pública, al hacer lo “más” salir al campo y quedarse en la ciudad o el

productivo y de largo alcance -el trabajo de campo
y la publicación- lo que les trae más visibilidad,
fondos y reconocimiento.
En este caso, ante la pregunta: ¿Crees que hay
alguna diferencia entre los roles que cumplen los
arqueólogos y las arqueólogas en sus trabajos?
Anónima 1 respondió:
laboratorio, para pasar mayor tiempo con sus
familias. Esta participación desigual también puede
venir de lo que el medio familiar de la arqueóloga
considera que debe realizar la mujer, por ejemplo,
no salir de casa por períodos largos de tiempo. Es
ilustrativo en este caso, el siguiente fragmento de
entrevista:

Yo creo que sí se puede notar una diferencia entre los

KT: ¿Crees que esta realidad [diferencia de roles en la
roles que se cumplen. Porque, por ejemplo, sí he visto en
arqueología] es una cuestión de actitud o de oportunidades
mi experiencia laboral que a los hombres se les da más
que se entrega a cada género?
preferencia para que hagan los trabajos de campo […].
Precisamente porque los directores [de los proyectos]
A2: Creo que tenemos la idea de que el hombre es más
pensarían que (las mujeres) son más débiles para realizar
fuerte y la mujer tiene más paciencia o es más minuciosa.
los trabajos arqueológicos. Entonces, sí es como que a la
Esto influye también en las oportunidades. De parte y
mujer le delegan más trabajos de laboratorio, más trabajos
parte, son menos las arqueólogas que aplican como
de escritura, más teórico, no tanto en sí de campo.
directoras o consultoras y son menos los cupos que se
les ofrecen […]. En mi caso, creo que también influye la
familia, es más fácil que el marido deje la ciudad por uno
No obstante, tanto Anónimo 5 como Anónimo o dos meses, pero si la mamá no está se cae la casa (énfasis
6 y 7 arqueólogos hombres, dicen no creer que adherido).
exista tal división. Por ejemplo, responden: KT: Entonces, ¿Tú crees que el rol de la mujer en la familia
le impide salir más?
A5: En realidad pensaría que no. Siempre he visto muchas
A2: Sí, aunque no seas casada. Los papás creen que las
mujeres que tienen un alto nivel académico de estudios:
“mujercitas” (la entrevistada hace el símbolo de comillas
doctoras, masters, que en realidad tienen lo mismo que
con sus dedos) no deben salir tanto de la casa. Imagínate,
los hombres. Ambos mantienen sus investigaciones, realizan
tres meses en el medio de la nada […].
el proyecto, lo dirigen.Yo veo que es bastante homogéneo.

Así, en los imaginarios de la sociedad ecuatoriana

Es interesante como Anónima 1 señala que se
el hombre tiene la “capacidad” de salir de viaje por
considera a las mujeres más débiles y esto hace que
trabajo, ya que la identidad laboral masculina en
los hombres tengan mayor acceso al trabajo de
países como el nuestro se construye sobre la idea
campo, aun cuando, en realidad, la fuerza física no
de independencia de lo doméstico y de pertenecer
suele ser un problema por dos motivos: 1) para las
a la esfera pública. Mientras que la identidad laboral
tareas más exigentes como la limpieza del terreno
de la mujer es ambigua, como ya lo revisamos y
y la excavación de capas alteradas o estériles se
no se separa completamente del trabajo doméstico
contrata a trabajadores externos que no están
ni del ámbito privado.
ligados a la arqueología; 2) para el uso de zarandas,
Este conflicto fue evidente en los primeros
excavación in situ de rasgos o hallazgos especiales,
semestres de la carrera en la PUCE, en donde más
documentación de rasgos y perfiles, entre otras
de una compañera no asistía a campo, por cuidar
labores que se realizan en campo, no es necesario
a sus hermanos, o porque sus familias no
tener mucha fuerza física.
consideraban que estaba bien que salgan tantas
Se debe reconocer también que, en algunos casos,
veces de la ciudad. De tal forma, la arqueóloga no
son las mismas arqueólogas las que prefieren no

170
 Kyra Torres Jiménez y Erikka Moncayo

puede salir a campo aun siendo requisito de su aplican.

trabajo, ya que debe encargarse del hogar –que es En conclusión, es de gran importancia visibilizar
su tarea naturalizada por la sociedad- o por este tipo de conflictos, ya que solo así podemos
responder a sus padres -ya que no es lo socialmente dejar de naturalizar las diferencias de género y
aceptado para una mujer joven-. empezar a pensarlas, reflexionarlas y criticarlas
como construcciones culturales y ver cómo están
Conclusiones afectando la forma en la que hacemos arqueología.
En la sección anterior se puede evidenciar la Al ser conscientes de estos patrones, por ejemplo,
interrelación que existe entre cultura y trabajo. Por de la mayor participación de hombres en campo,
un lado, se encuentra que la primera modifica y podemos dejar de reproducir estas estructuras
crea patrones, actividades, ideas e incluso una históricamente naturalizadas, es decir, de la
división sexual en el segundo, a través de cómo la arqueología como profesión masculina, y abrir
sociedad concibe que debe ser un trabajo y quiénes espacios, como el simposio “De arqueología
y cómo deben hacerlo. Por otro lado, en el trabajo hablamos las mujeres”, para el reconocimiento del
se producen significados, en este caso estereotipos, trabajo femenino en nuestro campo.
que hacen que se lleve a cabo la arqueología de una Se hace también un llamado a las generaciones
forma determinada y de cómo se percibe su práctica de arqueólogos y arqueólogas, que en estos
desde el exterior. momentos tienen la dirección de los proyectos, a
Los datos del estudio de caso permiten reconocer dar oportunidades equitativas, a mujeres y hombres
cómo las mujeres han logrado ganar espacio en el de aprender y participar en sus trabajos tanto de
ámbito académico, a partir de un largo y complejo campo como de laboratorio. De igual manera, a
proceso histórico, que aún se encuentra en que nosotras mismo, como mujeres, no nos
constante cambio, negociación y conflicto. Además, impongamos límites sobre nuestra capacidad de
las cifras presentadas en el estudio llevado a cabo acceder a fondos, dirigir proyectos, trabajar en el
en las revistas National Geographic, de la mano campo o publicar.
del análisis de artículos como el de Gero (1999),
dan paso al cuestionamiento sobre el estado actual Agradecimientos
de la investigación en el Ecuador. En la práctica Este texto es el resultado de dos pequeñas
arqueológica en nuestro país, por un lado, como investigaciones llevadas a cabo en las aulas de la
se expuso, es evidente que desde sus orígenes ésta PUCE. Agradecemos a María Fernanda Ugalde y
fue considerada una profesión masculina, imaginario Alexander Amezquita porque sus enseñanzas y
del cual aún quedan fuertes rezagos. Un ejemplo discusiones en clase, alimentaron profundamente
de ello es la menor contratación a mujeres como este trabajo. Extendemos también un especial
técnicas en campo y la percepción de varias colegas agradecimiento a las organizadoras del Primer
de que es más difícil acceder a estos puestos. Por Simposio de Arqueólogas en el Ecuador -De
otro, también influye el rol de las mujeres dentro arqueología- hablamos las mujeres, ya que este libro
del hogar en la forma se desarrollan como es producto y reflejo de su interés y entusiasmo
profesionales dentro de la arqueología, en los por el desarrollo de la arqueología ecuatoriana.
trabajos en los que eligen participar y a los que
171
14. Imaginarios , oportunidades y desigualdad de género:
de la academia a la práctica arqueológica

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172
 15. La cultura material desde una mirada de las
mujeres y del género. Reflexiones finales.
María Amelia Viteri
Pensar críticamente en “poblar el pasado” se
torna crucial al reconstruir la historia: la generación
de teoría crítica que evita tanto generalizaciones,
como considerar el contexto bajo el cual ciertos
discursos históricos se producen y reproducen
(Viteri, 2018). De esta forma, las autoras de este
libro interrogan, de diferentes maneras, la mirada
conocida como androcéntrica—centrada
exclusivamente en una mirada desde el hombre, a
través de la cual se han analizado e interpretado
los artefactos y textos a lo largo de los siglos. Esta
mirada forma parte de los eslabones que son
constitutivos de las desigualdades y disparidades
basadas en género, que afectan a toda la sociedad
ecuatoriana de maneras particulares (las
vulnerabilidades basadas en género se incrementan,
por ejemplo, a partir de variables económicas como
la pobreza).
La arqueología feminista y de género ha
propuesto nuevos acercamientos para poder abordar
críticamente la agencia social desde una perspectiva
de género. Lo dicho ha permitido poner en el tapete
los roles activos económicos y políticos de las
mujeres; por ejemplo, las mujeres Mayas de la
corona (Freidel y Schele, 2001). Desde un marco
teórico feminista, la ambigüedad en las
observaciones de los datos y expresiones únicas
de un fenómeno son reconocidas como informativas,
en lugar de descartadas por ser clasificadas como
no “científicas” (Haraway, 1988). Una mirada
feminista no promueve una utopía estática ni
prescriptiva; al contrario: los destinos feministas
son quizás menos importantes que el trabajo
cotidiano pragmático que entraña una visión
feminista en la vida (Conkey y Gero, 1997).
Conforme discute Voss (2000), durante la
emergencia de los abordajes arqueológicos
feministas en los 80s y a inicios de los 90s, una
serie de crisis epistemológicas en el Norte colocaron
la relevancia en las diferencias entre mujeres,
opuesto a la inicial homogenización y
universalización del sujeto “mujer” como uno. Es
decir, nos preguntamos con Conkey y Gero (1997)
¿bajo qué circunstancias aparece en la organización
humana algo como lo que denominamos género
como una construcción social? ¿Cuál es su relación
con la división (sexual) del trabajo? ¿Cómo podemos,
desde una perspectiva arqueológica reconocer o
identificar la emergencia o existencia de fenómenos
sociales que parecen ser relacionados a género? Si
aceptamos la idea de que el género depende de
sistemas comunicativos simbólicos, resulta
problemático el asumir que todos los australopitecos
tenían “género”. Las aproximaciones generales han
sido dos: una desde la “arqueología de género” y
otra es la “arqueología genderizada”.
Ahora bien, ¿por qué plantearnos un libro con
un título tan sugerente, en clave de mujeres, en la
mitad de las batallas actuales alrededor de género?
Lo dicho en un momento en que artistas, escritoras,
empresarias, y científicas buscamos reconocimiento
por habilidades y destrezas, sin que éstas sean
eclosionadas bajo el membrete de la categoría
“mujer’ que podría llevarnos, sin quererlo, de regreso
a los temidos esencialismos. La pregunta nos lleva
a insertar las voces de las autoras en el contexto
173
15. L a cultura material desde una mirada de las mujeres y del género. R eflexiones finales .
histórico del desarrollo de la arqueología
ecuatoriana: sus inicios, sus retos, sus portavoces;
es decir, cómo se tejió el conocimiento arqueológico
y el acceso al mismo. De esta forma, una mirada
desde la experiencia de las mujeres en esta
historicidad androcéntrica de la práctica
arqueológica no puede ser tachada de esencialista.
Al contrario, emergen los retos de dicha práctica
ante las expectativas tanto societales como de la
arqueología, alrededor de la división sexual del
trabajo.
Precisamente, Kyra Torres Jiménez y Erikka
Moncayo Moreno recogen en su capítulo en el
presente libro los imaginarios creados alrededor
de la práctica de la arqueología, representada en el
estereotipo societal como una carrera masculina,
a la cual, entre otros factores como el acceso y el
privilegio económico, se atribuye la predominancia
masculina tanto en la práctica como en los escritos.
Al aludir a las “labores domésticas de la arqueología”,
las autoras hacen visible no solo la división de roles
sino las jerarquías adjuntas a dicha división: trabajo
de laboratorio, procesamiento de información,
archivo, seriaciones cerámicas, análisis de materiales.
Es así como la división sexual de trabajo y las
funciones basadas en dichas tareas se han recreado
y reproducido en la práctica arqueológica, en este
caso en Ecuador.
En este contexto, una de las alertas
metodológicas en base a experiencias en otros
países es que el añadir género como una variable
más, no permite mirar cómo se produce el
conocimiento arqueológico y los sistemas de
conocimiento/poder que lo sostienen. Una
arqueología de género permite interrogar los
presupuestos iniciales de la arqueología como tal.
Victoria Domínguez Sandoval, Josefina Vásquez
Pazmiño y María Auxiliadora Cordero abordan estas
reflexiones al enfatizar en la introducción a este
174
libro las bondades que una mirada desde las mujeres
puede traer, en este momento de la historia, al
estudio del pasado. Cambiar de lentes expande las
posibilidades de análisis en lugar de limitarlas. Al
sistematizar el aporte de las mujeres arqueólogas
en el país, tejen un mapa casi exhaustivo tanto de
las vicisitudes de la práctica arqueológica, incluyendo
la invisibilización, como del aporte sistemático a
la interpretación crítica del pasado y con ello
presente del país. Exponen adicionalmente
narrativas de este pasado escritas como verdades
absolutas. De igual manera, las autoras exponen
las dificultades de la profesión asentadas en
expectativas societales y cómo se construye el
campo (vulnerabilidad específica de seguridad para
las mujeres, impedimentos del rol tradicional de
dadoras de cuidado para ausentarse por periodos
de tiempo en lugares usualmente de difícil acceso,
entre otras).
Sin embargo, no debe ser malentendido como
un libro que recoge mapas de desigualdades en la
profesión; por el contrario, sus autoras, al ampliar
la mirada, y con ellos los filtros de análisis, y sus
aparatajes teóricos, nos permiten revisitar análisis
anteriores de la cultura material entendidos (y
narrados) como verdades absolutas. Lo dicho no
es menor, pues estamos hablando de narrativas
que construyen la forma en la que entendemos la
nación a partir de su pasado y consecuentemente,
las formas de identidades que se crean a partir de
las mismas. En este sentido, Enma Libertad
Regalado resalta la importancia de la arqueología
como herramienta fundamental para producir
conocimientos a partir de los productos del legado
de la cultura material y sus transformaciones en el
tiempo, visible por ejemplo en el análisis de la
formación de identidades culturales manabitas.
Las formas a partir de las cuales una mirada
desde las mujeres cuestionó las clasificaciones

binarias corporales de masculino y femenino
alrededor de las actividades, dio paso a discusiones
sobre cómo dichas actividades están genderizadas
en las interpretaciones arqueológicas. A su vez,
dichos debates han hecho visible la relación de
roles asignados tradicionalmente, con el capital
social, económico y político. Al respecto y utilizando
este abordaje, Benavides (2002) provee una crítica
importante a la historiografía oficial ecuatoriana,
cuyas narrativas oficiales de la nación dan la espalda
a la figura homoerótica de los Enchaquirados,
quienes en el pasado pre-hispánico cumplían
funciones religiosas y sexuales, y subsisten hasta el
momento manteniendo prácticas homoeróticas y
roles asociados tradicionalmente a “lo femenino”,
teniendo la aceptación de su comunidad. Rubin
(1984) analiza extensamente, la organización del
género y la sexualidad entendida como dos espacios
de prácticas sociales, como posiblemente específica
a sociedades industriales occidentales.
Rocío Murillo aborda el rol de las mujeres que
trabajan al interior del Instituto de Patrimonio
Cultural evidenciando que a pesar de la
preponderancia de investigadores hombres en la
arqueología muchas veces sin una formación
académica, el papel de las arqueólogas que trabajan
en esa institución desde hace varias décadas, les ha
permitido ir ganando espacios, lo cual va generando
cambios como también confrontaciones en las
restricciones y competencias propias del ejercicio
de la arqueología.
Entre las lecciones aprendidas está la de evitar
aplicar al pasado cualquier teoría sin cuestionamiento.
Ahora bien, miradas desde la arqueología feminista
y de género conforme lo mapean Conkey y Gero
(1997) han ampliado definitivamente las
interpretaciones del pasado, y este libro es prueba
de lo dicho, visible en la mirada introspectiva de
Josefina Vásquez quien aborda, desde su experiencia
María Amelia Viteri
de mujer y mestiza en territorio puruwá
(Chimborazo), las formas a partir de las cuales se
manifiesta la discriminación basada en género. Por
ejemplo, en la prospección en áreas rurales, la
presencia de una mujer mestiza se interpreta como
masculina, ¿qué implicaciones tiene lo dicho en la
relación con los hombres y las mujeres de la
comunidad? Dada que una de las marcaciones es
la presentación de género caracterizada por el uso
del anako en las mujeres, la autora visibiliza las
actitudes y prácticas diferenciadas que se suscitan
entre ella, las mujeres indígenas, como los hombres
indígenas, que hablan de la dificultad de pertenencia.
Como nos recuerda Tuhiwai (1999), las ideas
sobre las diferencias de género y sus implicaciones
para la sociedad pueden ser rastreadas a artefactos
fragmentados y representaciones de la cultura
occidental. Así lo ilustra María Isabel Guevara a
partir de su estudio de la obsidiana en las
ocupaciones Valdivia y Jama Coaque en Matapalo,
Manabí; la obsidiana, a pesar de poseer un uso
doméstico, parece tener un valor mayor que otros
materiales usados en el sitio, pudiendo ser un bien
codiciado.
En base a lo anotado, uno de los mayores retos
para la incorporación de una perspectiva de género
en arqueología ha sido la definición de género. Las
interpretaciones alrededor de lo que pudo haber
sido entendido como femenino o masculino en
diferentes momentos de la historia contrastan con
descripciones de cómo los significados alrededor
del género están en constante transformación
(Conkey y Gero, 1997, p. 415), conforme lo
visibilizan los debates expuestos por las autoras en
este libro. Las autoras afirman que los y las
investigadores de la prehistoria han abrazado los
estudios de género para resolver un espectro amplio
de problemas: por ejemplo la presencia y actividades
de las mujeres más allá de los roles tradicionales
175
15. L a cultura material desde una mirada de las mujeres y del género. R eflexiones finales .
adjudicados a las mismas alrededor de “lo
femenino”.
Los múltiples marcos teóricos y abordajes para
definir género han instado a algunas cientistas
sociales como Judith Butler a definir el género como
una serie de actos que están en constante
producción a partir de las identidades sociales. Para
facilitar entender algunos de los más importantes,
Conkey y Gero (1997) listan con ejemplos estas
tendencias: el género entendido como un proceso
evolutivo, el género entendido como performance,
el género como economía política, y la misma
arquelogía feminista.
La aproximación de género entendido como un
proceso evolutivo permite mapear el impacto de
diferentes eventos históricos en el imaginario
societal alrededor de “lo femenino” y de las mujeres.
Por ejemplo, Silverblatt (1987) da cuenta de la
erosión del poder femenino primero desde el
ascenso del Estado Inca, y posteriormente la
conquista Española que deslegitimaron el poder
de las mujeres transformando las relaciones sociales.
La aproximación de género como economía política
permite mapear las formas a partir de las cuales el
género está incrustrado en otras divisiones sociales;
mientras que el género conceptualizado como una
serie de actos performáticos alude, desde la teoría
butleriana, a enfatizar que no existe un sexo natural
al cual el género puede ser referido como punto
de partida. Las autoras aclaran que no todas las
arqueólogas que utilizan las herramientas teórico- Freidel, D. & Schele, L. (2001). Maya Royal Women:
metodológicas feministas se auto-identifican como
tal; sin embargo, el resultado es una mirada integral-
crítica tanto al método científico visto como
objetivo e imparcial, y, a través de éste, a los filtros Haraway, D. (1988). Situated Knowledges: the
utilizados para narrar la cultura material. Entender
la producción de conocimiento arqueológico y la
sociología del campo desde la arqueología feminista
y de género no son importantes únicamente para Rubin, G. (1984). “Thinking Sex: Notes for a
176
la investigación e interpretación de la cultura
material sino para la misma arqueólogía como
práctica (Conkey y Gero, 1997).
En definitiva, dado que los marcos utilizados
por cientistas sociales para analizar el pasado, y
con ello, lo que es considerado importante
históricamente, han estado centrados en una mirada
masculina dominante (Viteri, 2018), el presente
libro inscribe y cincela un antes y un después en
la arqueología ecuatoriana. El afán es el de poder
revisitar las interpretaciones del pasado desde varias
perspectivas, considerando que los lentes utilizados
para entender e interpretar la cultura material han
sido androcéntricos. Las autoras, quienes
componemos este espacio, invitamos a nuestra
audiencia de lectores a explorar estos marcos de
interpretación y con ello las nuevas hipótesis
alrededor de la historia ecuatoriana, fomentando
diálogos y puentes entre pasado y presente.
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177
 APÉNDICE

DOCUMENTOS Y FOTOGRAFÍAS DEL

PRIMER SIMPOSIO DE ARQUEÓLOGAS EN EL ECUADOR
—DE ARQUEOLOGÍA— HABLAMOS LAS MUJERES
Figura 1. Invitación al simposio, circulada por correo electrónico y redes sociales, a profesionales
y estudiantes de arqueología, así como a autoridades relacionadas con cultura y patrimonio.

Programa del Simposio

Figura 2a. Programa, página 3

181
 Figura 2b. Programa, página 4

Figura 2c. Programa, página 5

182
 Fotografías del primer día del evento en Jipijpa,
en la Universidad Estatal del Sur de Manabí (UNESUM)

Figura 3. Organizadoras y ponentes: Victoria Domínguez, Daniela Balanzátegui, Josefina Vásquez, Laurie Beckwith (atrás), Nicole
Jastremski, Sarah Rowe e hijo, Alejandra Sánchez, Tamia Viteri, María Patricia Ordóñez, María Auxiliadora Cordero, Valentina
Martínez, Jacqueline Carrillo, Rocío Murillo, Libertad Regalado, María Amelia Viteri, Erikka Moncayo, Kyra Torres, y Martha Romero.

Figura 4. La arqueóloga Victoria

Domínguez, maestra de ceremonias del
evento en Jipijapa, durante la introducción a
una ponencia.

Figura 5. Participación de la comunidad:

preguntas luego de una de las ponencias.

183
 Fotografías del segundo día del evento en Salango,
en el Centro de Investigaciones y Museo Salango (CIMS)

Figura 6. En el Centro de Investigación y Museo Salango, algunas de las participantes: Alejandra Sánchez, Nicole Jastremski, María
Isabel Silva, Josefina Vásquez, Valentina Martínez, María Auxiliadora Cordero, Sarah Rowe e hijo, Victoria Domínguez, Erikka
Moncayo, Kyra Torres, María Patricia Ordoñez y Tasia Scott.

Figura 7. Valentina Martínez, profesora de Florida Atlantic University;

Cirilo Macías, presidente de la Comuna Salango; Josefina Vásquez,
profesora de la Universidad San Francisco de Quito.

Figura 8. Público observando las ponencias en forma de carteles en el

Centro de Investigaciones y Museo Salango.

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Figura 9. Martha Romero explicando su cartel sobre metalurgia Figura 10. Sarah Rowe explicando su cartel acerca de su trabajo
Manteño-Guancavilca. en el sitio Buen Suceso, Manabí.

Figura 11. Nicole Jastremski, izquierda, y María Patricia Figura 12. Taller de Bioarqueología abierto al público dictado
Ordoñez, derecha, cuando eran entrevistadas por el canal RTS, por María Patricia Ordoñez y Nicole Jastremski, en el CIMS, en
antes del Taller de Bioarqueología. Salango.

Figura 13. Exhibición fotográfica “La más mimada. Resfa Figura 14. Público participando en las reflexiones finales sobre
Parducci/Pionera de la arqueología ecuatoriana” en el CIMS. el simposio. Valentina Martínez y Daniela Balanzátegui como
con motivo del simposio. Amelia Sánchez, curadora moderadoras.

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 Las autoras
Laurie Beckwith recibió su título de Ph.D.
en arqueología de la University of Calgary y su
B.Sc. (Hons) y M.A. en antropología de Trent
University. Es profesora y directora del
Departamento de Antropología y Sociología del
Douglas College en Vancouver, Canadá. Su tesis
doctoral fue un análisis de cerámicas del Período
Formativo Tardío de la costa sudoeste del Ecuador.
Sus intereses de investigación incluyen el análisis
de cerámica, estudios de proveniencia de arcillas,
y contactos interregionales y su relación con estilos
de cerámica. Desde 2009, lleva a cabo
investigaciones en la región de Riobamba, con un
reconocimiento del valle del río Chibunga y
excavaciones en el sitio de Collay.
Jacqueline Carrillo Acosta es Historiadora
del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural del
Ecuador. Es Licenciada en Ciencias de la Educación
por la Pontificia Universidad Católica; obtuvo el
Reconocimiento de Suficiencia Investigadora y
Diploma de Estudios Avanzados en Estética,
Valores y Cultura en la Universidad del País Vasco,
España. Posee el grado de Maestría en Arqueología
del Neotrópico otorgado por la Escuela Superior
Politécnica del Litoral, Ecuador. Por su trabajo en
proyectos de investigación multidisciplinar obtuvo
la acreditación como investigadora por la
SENESCYT. Tiene varias publicaciones y ha dado
conferencias sobre Historia, Patrimonio y
Arqueología a nivel nacional e internacional.
María Auxiliadora Cordero, Ph.D. en
antropología por la University of Pittsburgh, es
una arqueóloga cuyo principal interés académico
está en el desarrollo de las sociedades complejas
prehispánicas en los Andes septentrionales. Es
Investigadora Asociada en el Departamento de
Antropología de la University of Pittsburgh, y en
el Carnegie Museum of Natural History. Sus
intereses en investigación incluyen también la
dispersión del camote (Ipomoea batatas) desde
Sudamérica hacia Polinesia antes del contacto
europeo, la arqueología participativa, el análisis
funcional y químico de la cerámica funeraria de la
Provincia de Carchi, y el impacto del volcanismo
sobre los sitios arqueológicos.
Victoria Domínguez Sandoval es licenciada
por el Centro de Estudios Arqueológicos y
Antropológicos (ESPOL) y tiene una Maestría en
Antropología y Cultura por la Universidad
Politécnica Salesiana de Quito. Se especializa en el
estudio de las sociedades tardías de la sierra norte.
Además, ha realizado investigaciones arqueológicas
tanto en la costa como en la amazonía. Una de sus
más recientes publicaciones es “Sitios arqueológicos
del período Formativo en el norte de Quito
afectados por cenizas volcánicas’” (2017). Se
desempeñó como arqueóloga del Instituto Nacional
de Patrimonio Cultural y es consultora
independiente hasta la fecha. Es miembro del
Colegio de Arqueólogos Profesionales del Ecuador.
Ana M. Guachamín-Tello ostenta una
Maestría en Arqueología del Neotrópico de la
Escuela Superior Politécnica del Litoral (ESPOL),
y su interés investigativo va encaminado hacia los
estudios paleoetnobotánicos. Es Investigadora
Química del Instituto Nacional de Patrimonio
Cultural, donde ha implementado el área de
paleoetnobotánica bajo la guía del Dr. Pagán-
Jiménez. Ha participado en el proyecto de
investigación “Estudiar la paleoetnobotánica de
las culturas ancestrales”, el que se desarrolló a través
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de todo el país desde la costa a la cordillera andina la carrera de Antropología con mención en
y la amazonía. Sus análisis se realizaron en más de Arqueología. Actualmente se encuentra elaborando
veinte sitios arqueológicos, generando datos su tesis, denominada Análisis iconográfico de la
relevantes para el Ecuador. sexualidad en las sociedades “Bahía” y “La Tolita”.
Dentro de sus intereses de investigación se
María Isabel Guevara Duque es candidata encuentran los estudios de género y los procesos
a M.Sc. en ciencias de material arqueológico por culturales de los pueblos costeños del Desarrollo
el consorcio ARCHMAT, conformado por la Regional ecuatoriano.
Universidade de Évora, la Aristotle University of
Thessaloniki y Sapienza Università di Roma. Ha Rocío Murillo Macay, Magíster en Gestión
participado en diferentes proyectos arqueológicos y Desarrollo Social, funcionaria del Instituto
en Manabí y Galápagos como parte del equipo del Nacional de Patrimonio Cultural, con experticia
Centro de Investigaciones Socioculturales de la en la elaboración, gestión y evaluación de proyectos
Universidad San Francisco de Quito. Sus intereses sociales, y en la aplicación de mecanismos de
académicos incluyen desarrollo de tecnología lítica protección del patrimonio cultural arqueológico,
y metalúrgica dentro de sociedades prehispánicas en el área de Arqueología de la Dirección de
andinas, y las evidencias de intercambio e Conservación del INPC. Sus funciones giran en
interacción que el análisis físico y químico de estos torno a la evaluación de proyectos e informes de
artefactos pueden revelar. investigación arqueológica terrestre y subacuática
a investigadores nacionales y extranjeros, previo a
Valentina L. Martínez, M.A. en antropología su autorización. El cumplimiento de sus funciones
(especialización en arqueología) por Southern le ha permitido compartir conocimientos con sus
Methodist University, es profesora e investigadora pares en Argentina, Chile, Colombia, España, Perú
del Departamento de Antropología de Florida y Uruguay.
Atlantic University. En 1997 crea la Escuela de
Campo en Arqueología y Etnografía en Ecuador, Enma Libertad Regalado Espinoza,
con base en el Centro de Investigaciones y Museo Miembro de Número de la Academia Nacional de
Salango (CIMS). A través de esta, investigadores, Historia del Ecuador. Ha publicado: Leyendas y
estudiantes y las comunidades de Salango y El Pital poesías (1985), Las palabras sumergidas (1993), Evarótica
han venido rescatando y protegiendo la riqueza (poesía, 2003); Evarótica (poesía y cuentos, 2005);
cultural del sur de Manabí. Le interesa el Manabí y su comida milenaria (2008), Manabí una historia
surgimiento de grupos de poder y expansión de toquilla (2008), Las Hebras que tejieron nuestra historia
territorial, principalmente los Manteños de la costa (2010), Identidad e indigenismo en Manabí (2016),
ecuatoriana. Otros intereses incluyen el estudio de Coautora de: El libro de los abuelos (1990), Indignados
tecnologías de cocción de alimentos a través del tus hijos del yugo (2006), Senderos de Toquilla, 2017.
análisis de cultura material. Ensayos y artículos científicos están editados en
memorias de congresos y revistas científicas. Ha
Erikka Moncayo, es estudiante egresada de realizado curadurías para el Banco Central, entre
la Pontificia Universidad Católica del Ecuador de ellas Habilísimos pescadores, Bahía un siglo de
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esplendor, Gigantes de Bahía - Los Esteros; Las de Programas en InHerit, una iniciativa de
Estaciones del Ceibo y consultorías para diferentes investigación en patrimonio cultural radicada en
instituciones: Artesanías emblemáticas de la la University of North Carolina, Chapel Hill.
provincia de Manabí, relacionadas con la paja
toquilla, mocora, barro y tagua (Ciudad Alfaro); Kyra Torres Jiménez es Antropóloga con
Consultoría Técnica para la elaboración e mención en Arqueología graduada en la Pontificia
implementación de la ruta gastronómica de la Universidad Católica del Ecuador. Dentro de sus
provincia de Manabí (Consejo Provincial); intereses de investigación se encuentran los estudios
Valoración Histórica Cultural y antropológica del socioambientales en la prehistoria, el desarrollo de
sombrero fino de paja toquilla, Cantón Montecristi las sociedades prehistóricas del valle de Quito y
(INPC), Provincia de Manabí, Complementación sitios aledaños, en una escala temporal amplia; la
del expediente del sombrero fino de paja toquilla arqueología histórica y la arqueología andina.
(INPC). Actualmente, se encuentra trabajando en el ámbito
de la arqueología Amazónica, en el sur del Ecuador.
Martha Romero-Bastidas, Química por la
Universidad Central del Ecuador y Magíster en Josefina Vásquez Pazmiño, arqueóloga
Arqueología del Neotrópico por la Escuela Superior quiteña, obtuvo una licenciatura en antropología
Politécnica del Litoral, es Investigadora del en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador
Laboratorio de Investigación del Instituto Nacional (PUCE) con una investigación sobre el volcanismo
de Patrimonio Cultural (INPC), donde ha trabajado y el patrón de asentamiento en Quito durante el
en el desarrollo e implementación de técnicas Desarrollo Regional. Hizo una maestría en
analíticas aplicadas a la caracterización de bienes antropología en Northern Arizona University
culturales. Entre sus líneas de investigación se (NAU) con tesis sobre la búsqueda de mitimaes en
destaca el estudio de los procesos que rodean el Tanicuchí (Cotopaxi). Dictó clases en la PUCE en
desarrollo de la metalurgia y la alfarería en el pasado. la carrera de antropología; ha realizado estudios
Sus coautores en el presente volumen, Rita Díaz, doctorales en University of Pittsburgh y,
Rocío Murillo, Ana Yañez, Fernando Espinoza y actualmente, en el programa de antropología de
Carlos Vásquez, están todos afiliados con el INPC. University of Florida. Desde 2009 es profesora en
la carrera de antropología de la Universidad San
Sara M. Rowe es profesora de antropología Francisco de Quito (USFQ).
en la University of Texas Rio Grande Valley,
especializándose en arqueología antropológica y María Amelia Viteri tiene un Ph.D. en
estudios de patrimonio cultural; es también Antropología Cultural de American University,
Investigadora Fulbright para Ecuador. Sus intereses Washington D.C. con una concentración en “raza”,
de investigación incluyen identidad social, análisis género y justicia social. Se desempeña como
cerámico, patrimonio cultural crítico, investigación Profesora e Investigadora de Antropología en la
en colaboración con la comunidad y arqueología Universidad de San Francisco de Quito. Sus
digital. Recibió su Ph.D. de la University of Illinois principales áreas de investigación y cátedra abarcan
en 2014. Previamente ocupó el puesto de Directora las movilidades, y sus intersecciones con los campos
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de “raza”, etnicidad, clase, migración, género y
sexualidades con un énfasis en las Américas. Su
primera obra monográfica en inglés aborda sus
preocupaciones centrales alrededor de la traducción
cultural, las políticas migratorias, y su impacto en
poblaciones migrantes principalmente LGBT,
titulada “Desbordes: Traduciendo las Identidades
Raciales, Etnicas, Sexuales y de Género a lo largo
de las Américas” publicada por SUNY Press (State
University of New York).

Tamia Viteri Toledo, egresada en el año 2017

de la carrera de Antropología con mención en
Arqueología de la Pontificia Universidad Católica
del Ecuador. Actualmente se encuentra culminando
su disertación de grado sobre iconografía de las
urnas funerarias de la Fase Napo. Sus principales
intereses de investigación se relacionan con estudios
de arqueología amazónica desde una perspectiva
multidisciplinaria, con énfasis en análisis
iconográficos, cerámicos y etnoarqueológicos.
También ha realizado investigaciones sobre
tecnologías cerámicas del oriente ecuatoriano en
colaboración con alfareras kichwa amazónicas. Ha
participado como ponente en diversos simposios,
siendo su más reciente presentación en el IV
Encuentro Internacional de Arqueología Amazónica,
Trinidad-Bolivia.

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