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Cinco campanas suenan en lo alto del campanario.

Su sonido a todos gusta y es que, a él, están acostumbrados.

Son las cinco campanas del pueblo que acompañan a sus habitantes en sus quehaceres
diarios.

A las cinco de la tarde los niños esperan ansiosos escuchar el dulce “talán, talán” que
viene de lo alto del campanario. Son las cinco campanas que avisan del fin de las clases
y empieza así el tiempo de juego para los niños del barrio.

Cinco veces suenan cuando alguien se está casando y todos gritan con alegría – ¡viva los
novios! - y felicitan a los recién casados.

En invierno, cuando la nieve cae, las cinco campanas suenan, cuatro veces seguidas, para
avisar a los habitantes del pueblo de que han de tener cuidado.

Cada primavera regresan las cigüeñas que viven en el campanario. Son cinco familias,
que decoran sus cinco nidos para que sus cinco bebés estén bien cómodos y a salvo.

Pero esta mañana algo muy raro ha pasado. El sonido de las campanas no es el de siempre,
¡algo ha cambiado!

Algunos ancianos se acercan al campanario. – ¿Qué habrá ocurrido? – se preguntan


desconcertados.

Por fin, el monaguillo sale para avisar a los interesados de que nada importante le ha
sucedido a las cinco campanas. – Son las pequeñas crías de las cigüeñas, que con sus
picos tocan y hacen sonar nuestras campanas. ¡Parece que a ellas también les gusta el
sonido de nuestro campanario! –

Y así pasan las pequeñas cigüeñas la primavera y el verano. ¡Juega que te juega con las
cinco campanas!, ¡pica que te pica haciéndolas sonar en el campanario! Las hojas
comienzan a caer. El otoño está llegando y las cigüeñas preparan sus maletas y vuelan
con sus crías a lugares más cálidos. Las cinco familias se despiden de las campanas, que
suenan y suenan con su “talan, talan” en lo alto del campanario.

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