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Dicen, que nunca nadie está lo suficientemente preparado para decir adiós a un

ser querido. Y seguramente sea verdad, porque el hueco que deja mi abuelo, será
imposible de llenar para aquellos que lo amamos y que nos reunimos hoy para
darle una última despedida.

Pero, también dicen que solamente muere quien queda en el olvido. Y si de algo
estoy segura, es que el hombre al que hoy decimos adiós, ocupará para siempre
un espacio muy importante en nuestros corazones. En el de los seis hijos a los
que les dio la crianza y por quienes nunca dejó de luchar, en el de sus nietos para
quienes siempre tuvo una broma y una sonrisa, en el de mi abuela: el amor de su
vida, con quien compartió 57 años, y su vida entera.

Hoy nos invade la nostalgia, de saber que no volveremos a ver su rostro mas que
en fotografías, que no volveremos a sentir sus manos, que no volveremos a
sentarnos a su lado a jugar parques… Sin embargo, hay un sentimiento que debe
ser aun mas fuerte en nuestro interior

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