Sería imposible hablar de Miguel Martínez Tomey sin
referirnos a su pasión por Aragón. En realidad sería
imposible hablar de muchos de los que hoy estamos aquí sin explicar nuestra pasión por Aragón. Esa
pasión por Aragón le ha llevado a Miguel Martínez
Tomey a dedicarle al país la vida entera y a escribir la novela que hoy presentamos, La carrasca hendida, una
emocionante historia novelada de una parte de la
Guerra de Sucesión en Aragón, esa guerra que hizo que Felipe V, IV de Aragón, promulgara el Decreto de
Nueva Planta en 1707 y que supuso en la práctica la
abolición de nuestros Fueros y Libertades. Ese 29 de junio de 1707 (todavía hoy algunos aragonesistas
salen el 29 de junio a la calle con brazaletes negros)
quedó grabado a sangre y fuego como el día en que
formalmente desapareció el Reino de Aragón, lo que
acabó confirmándose con el Segundo Decreto de Nueva Planta, que suavizó algo la dureza del anterior, y que fue promulgado el 13 de abril de 1711, convirtiendo definitivamente al reino de Aragón en una provincia de la Monarquía. Este segundo decreto
estableció la vigencia del derecho civil aragonés (ese
derecho que todavía hoy mantenemos vigente y utilizamos diariamente en Juzgados, Notarías y Registros) y creó un Tribunal del Real Erario, que se encargaría del control de los nuevos impuestos. Sin embargo confirmó la derogación del derecho público y penal aragonés y la supresión de las instituciones
propias como las Cortes de Aragón, la Diputación
General de Aragón o la Audiencia de Zaragoza. El Justicia Mayor de Aragón y el Consejo Supremo de Aragón habían dejado de existir ya en 1707.
L a abolición de nuestros fueros y libertades se
justificó en el decreto sobre la base de tres
argumentos. El primero, la ruptura del juramento de fidelidad hecho al rey —por la rebelión que cometieron, faltando enteramente al juramento de fidelidad que me hicieron como a su legítimo Rey y Señor —; el segundo, el dominio absoluto del que gozaba el rey en todos los reinos y estados de su Monarquía —y tocándome el dominio absoluto de los referido reinos de Aragón y Valencia... considerando también que uno de los principales atributos de la soberanía es la imposición, y derogación de las leyes, las cuales, con la variedad de los tiempos y mudanzas de costumbres podría yo alterar—. Y el tercero el derecho de conquista que le permitía imponer su ley en los territorios vencidos —del justo derecho de la conquista que de ellos han hecho últimamente mis armas con el motivo de su rebelión —.
E l primero y tercer argumentos son ciertos
(muchos aragoneses -no todos ni mucho menos, pues por ejemplo Jaca, Tarazona, Fraga y Borja fueron siempre fieles al rey Borbón- faltaron a su juramento de fidelidad, y efectivamente hubo conquista por las armas, tras la batalla de Almansa); pero el segundo argumento era muy discutible "ya que la Corona de A r a g ó n mediante el pactismo mantenía cauces distintos de relación con la monarquía que condicionaban sobremanera la soberanía real".
Para situarnos, deberíamos recordar cuál fue el
origen de la guerra de Sucesión. Al morir Carlos II sin descendencia en 1700, la corona de España fue atribuida a Felipe, duque de Anjou, y nieto de Luis XIV de Francia, lo que hizo que las demás potencias, temerosas de un pacto entre Francia y España, crearan una gran alianza a favor de un heredero Habsburgo, el archiduque Carlos, hijo del emperador
de Austria, y declararan la guerra a los dos coronas
borbónicas unidas de Francia y España. Ese archiduque Carlos gozó de mayor apoyo popular entre los territorios de la Corona de Aragón que entre los de Castilla, y al acabar esa guerra con la victoria de Felipe V eso hizo que éste tomara represalias contra los territorios que le habían sido menos leales, Aragón
entre ellos.
La novela de Miguel Martínez Tomey está en
buena parte narrada (aunque también hay otras voces
que intervienen en la narración) por el coronel del
regimiento de infantería de la ciudad de Zaragoza
Jorge Pertús, adalid de la causa austracista por
considerarla la mejor para la defensa de los fueros y
las libertades de Aragón. Comienza en septiembre de
1701, cuando Felipe IV de Aragón y V de Castilla entra
en Aragón para jurar sus fueros en La Seo, y termina
siete años más tarde, en 1707, una vez que el Decreto
del rey Borbón declara traidores a todos los
aragoneses, incluso a los muchos que le habían sido
fieles.
En la novela, salpicada de batallas o episodios
bélicos de la guerra de Sucesión, el amor por Aragón y
por sus fueros y libertades está presente en cada
página, y hace que el lector simpatice con la causa de
los defensores del archiduque Carlos, que
garantizaban esos fueros y esas libertades, frente a los
partidarios de Felipe V, entre los que también se
encontraban no pocos nobles aragoneses. Algunos de
los personajes aragoneses que simpatizan con la causa
austracista son el Conde de Sástago (que aun con
título de raigambre aragonesa no era aragonés), el
marqués de Coscojuela, el conde de Fuentes, el
marqués de Castro Pinós, Jerónimo Antón y Sayas (que
tiene un gran protagonismo a lo largo del libro) o
Gregorio Julve, lugarteniente del Justicia. Entre los
defensores de la causa borbónica destaca la figura del
arzobispo de Zaragoza Antonio Ibáñez de la Riva.
También tiene presencia en el libro Melchor de
Macanaz, secretario entonces del virrey, que en una
memorable escena desarrollada en Zaragoza cita a
Jorge Pertús en la Real Audiencia para decirle esto en
su habitual lenguaje jacobino: “Solo con la paz será
posible abordar la compleja tarea de recuperar en
Aragón las regalías que la monarquía nunca debió
haber perdido desde los tiempos de don Jaime I, a
causa de las revoluciones a las que tan aficionados son
ustedes por aquí”.
Esta defensa cerrada de los Fueros y Libertades
de Aragón la encontramos en muchas páginas del
libro: en la página 89 al hablar de las levas, en la
página 99 al hablar del Privilegio General de Aragón,
o en la página 105 al intentar explicarse el joven rey
Carlos III cuál ha de ser su papel.
Encontramos también en el libro una crítica
social hacia las clases dominantes del momento. Así,
al calificar a Coscojuela (“Pertús reconoce en el conde
de Coscojuela, emparentado con la casa de Sástago, a
un calculador típico, como cabe esperar de la
mayoría de los de su clase”) o en el parlamento del
narrador Pertús delante del Conde de Sástago en la
página 88.
Hay además en el libro información muy valiosa
sobre muchos aspectos de la vida política del Aragón
del momento. Por ejemplo, sobre cómo se procedía a
l a RENOVACIÓN ANUAL DE CARGOS (páginas 79 y
81). O sobre cómo los reyes de la dinastía Habsburgo
otorgaban el título de grande de España. El joven rey
Carlos hace grande de España al conde de Cifuentes
diciéndole: “Señor conde de Cifuentes, podéis
cubriros”. Esta era la fórmula con la que los reyes de la
dinastía Habsburgo otorgaban el título de grande de
España, pues solo los grandes de España podían tener
la cabeza cubierta en presencia del monarca.
En el libro, en el que también destaca una
estructura epistolar, pues hay muchas cartas
escritas por distintos protagonistas que nos van
narrando lo que va sucediendo en Aragón durante la
guerra o el estado anímico o sentimental de esos mismos protagonistas, tienen mucha presencia (como
no podía ser de otra manera en un libro de Miguel
Martínez Tomey) las otras dos lenguas de Aragón, es
decir el aragonés y el catalán, especialmente el
primero, que aparecen traducidas en nota al pie y que
le dan al libro una riqueza lingüística de primer orden.
Y hay otras muchas cosas muy atractivas para el
lector: por ejemplo, la cantidad de pueblos aragoneses
que aparecen a lo largo del libro y que son la muestra
de que Aragón siempre ha sido mucho más que sus
tres capitales. También el hecho de que muchas calles
de Zaragoza se nombren con sus nombres antiguos y
su correspondencia con los actuales; y el sentido del
humor en algunos momentos muy determinados, que
sirve para rebajar la intensidad de tanta batalla y tanta
barbarie. Ver página 129. Hasta una vieja y hermosa
jota aparece en la página 121.
La carrasca hendida, editada por Javier Lafuente
en Doce Robles, una editorial benemérita que solo
quiere servir a los intereses de Aragón, es un libro
apasionante del que todos salimos sabiendo un poco
más, que nos presenta una época de la historia de
Aragón poco conocida por los aragoneses y que
consagra a Miguel Martínez Tomey como uno de los
pilares fundamentales del aragonesismo cultural de
estos últimos años. Cómprenla y disfrútenla. No se