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La carrasca hendida de

Miguel Martínez Tomey


(Museo de Zaragoza, 15 de diciembre de 2016)

Sería imposible hablar de Miguel Martínez Tomey sin

referirnos a su pasión por Aragón. En realidad sería


imposible hablar de muchos de los que hoy estamos
aquí sin explicar nuestra pasión por Aragón. Esa

pasión por Aragón le ha llevado a Miguel Martínez


Tomey a dedicarle al país la vida entera y a escribir la
novela que hoy presentamos, La carrasca hendida, una

emocionante historia novelada de una parte de la


Guerra de Sucesión en Aragón, esa guerra que hizo
que Felipe V, IV de Aragón, promulgara el Decreto de

Nueva Planta en 1707 y que supuso en la práctica la


abolición de nuestros Fueros y Libertades. Ese 29 de
junio de 1707 (todavía hoy algunos aragonesistas

salen el 29 de junio a la calle con brazaletes negros)


quedó grabado a sangre y fuego como el día en que

formalmente desapareció el Reino de Aragón, lo que


acabó confirmándose con el Segundo Decreto de
Nueva Planta, que suavizó algo la dureza del anterior,
y que fue promulgado el 13 de abril de 1711,
convirtiendo definitivamente al reino de Aragón en una
provincia de la Monarquía. Este segundo decreto

estableció la vigencia del derecho civil aragonés (ese


derecho que todavía hoy mantenemos vigente y
utilizamos diariamente en Juzgados, Notarías y
Registros) y creó un Tribunal del Real Erario, que se
encargaría del control de los nuevos impuestos. Sin
embargo confirmó la derogación del derecho público y
penal aragonés y la supresión de las instituciones

propias como las Cortes de Aragón, la Diputación


General de Aragón o la Audiencia de Zaragoza. El
Justicia Mayor de Aragón y el Consejo Supremo de
Aragón habían dejado de existir ya en 1707.

L a abolición de nuestros fueros y libertades se

justificó en el decreto sobre la base de tres


argumentos. El primero, la ruptura del juramento de
fidelidad hecho al rey —por la rebelión que
cometieron, faltando enteramente al juramento de
fidelidad que me hicieron como a su legítimo Rey y
Señor —; el segundo, el dominio absoluto del que
gozaba el rey en todos los reinos y estados de su
Monarquía —y tocándome el dominio absoluto de los
referido reinos de Aragón y Valencia... considerando
también que uno de los principales atributos de la
soberanía es la imposición, y derogación de las leyes,
las cuales, con la variedad de los tiempos y mudanzas
de costumbres podría yo alterar—. Y el tercero el
derecho de conquista que le permitía imponer su ley
en los territorios vencidos —del justo derecho de la
conquista que de ellos han hecho últimamente mis
armas con el motivo de su rebelión —.

E l primero y tercer argumentos son ciertos


(muchos aragoneses -no todos ni mucho menos, pues
por ejemplo Jaca, Tarazona, Fraga y Borja fueron
siempre fieles al rey Borbón- faltaron a su juramento
de fidelidad, y efectivamente hubo conquista por las
armas, tras la batalla de Almansa); pero el segundo
argumento era muy discutible "ya que la Corona de
A r a g ó n mediante el pactismo mantenía cauces
distintos de relación con la monarquía que
condicionaban sobremanera la soberanía real".

Para situarnos, deberíamos recordar cuál fue el


origen de la guerra de Sucesión. Al morir Carlos II sin
descendencia en 1700, la corona de España fue
atribuida a Felipe, duque de Anjou, y nieto de Luis XIV
de Francia, lo que hizo que las demás potencias,
temerosas de un pacto entre Francia y España,
crearan una gran alianza a favor de un heredero
Habsburgo, el archiduque Carlos, hijo del emperador

de Austria, y declararan la guerra a los dos coronas


borbónicas unidas de Francia y España. Ese
archiduque Carlos gozó de mayor apoyo popular entre
los territorios de la Corona de Aragón que entre los de
Castilla, y al acabar esa guerra con la victoria de Felipe
V eso hizo que éste tomara represalias contra los
territorios que le habían sido menos leales, Aragón

entre ellos.

La novela de Miguel Martínez Tomey está en


buena parte narrada (aunque también hay otras voces

que intervienen en la narración) por el coronel del


regimiento de infantería de la ciudad de Zaragoza

Jorge Pertús, adalid de la causa austracista por

considerarla la mejor para la defensa de los fueros y


las libertades de Aragón. Comienza en septiembre de

1701, cuando Felipe IV de Aragón y V de Castilla entra


en Aragón para jurar sus fueros en La Seo, y termina

siete años más tarde, en 1707, una vez que el Decreto


del rey Borbón declara traidores a todos los

aragoneses, incluso a los muchos que le habían sido


fieles.

En la novela, salpicada de batallas o episodios


bélicos de la guerra de Sucesión, el amor por Aragón y

por sus fueros y libertades está presente en cada


página, y hace que el lector simpatice con la causa de

los defensores del archiduque Carlos, que


garantizaban esos fueros y esas libertades, frente a los

partidarios de Felipe V, entre los que también se


encontraban no pocos nobles aragoneses. Algunos de

los personajes aragoneses que simpatizan con la causa


austracista son el Conde de Sástago (que aun con

título de raigambre aragonesa no era aragonés), el

marqués de Coscojuela, el conde de Fuentes, el


marqués de Castro Pinós, Jerónimo Antón y Sayas (que

tiene un gran protagonismo a lo largo del libro) o


Gregorio Julve, lugarteniente del Justicia. Entre los

defensores de la causa borbónica destaca la figura del


arzobispo de Zaragoza Antonio Ibáñez de la Riva.

También tiene presencia en el libro Melchor de


Macanaz, secretario entonces del virrey, que en una

memorable escena desarrollada en Zaragoza cita a


Jorge Pertús en la Real Audiencia para decirle esto en

su habitual lenguaje jacobino: “Solo con la paz será


posible abordar la compleja tarea de recuperar en

Aragón las regalías que la monarquía nunca debió

haber perdido desde los tiempos de don Jaime I, a


causa de las revoluciones a las que tan aficionados son

ustedes por aquí”.

Esta defensa cerrada de los Fueros y Libertades


de Aragón la encontramos en muchas páginas del

libro: en la página 89 al hablar de las levas, en la

página 99 al hablar del Privilegio General de Aragón,


o en la página 105 al intentar explicarse el joven rey

Carlos III cuál ha de ser su papel.

Encontramos también en el libro una crítica


social hacia las clases dominantes del momento. Así,

al calificar a Coscojuela (“Pertús reconoce en el conde

de Coscojuela, emparentado con la casa de Sástago, a


un calculador típico, como cabe esperar de la

mayoría de los de su clase”) o en el parlamento del


narrador Pertús delante del Conde de Sástago en la

página 88.

Hay además en el libro información muy valiosa

sobre muchos aspectos de la vida política del Aragón


del momento. Por ejemplo, sobre cómo se procedía a

l a RENOVACIÓN ANUAL DE CARGOS (páginas 79 y


81). O sobre cómo los reyes de la dinastía Habsburgo

otorgaban el título de grande de España. El joven rey


Carlos hace grande de España al conde de Cifuentes

diciéndole: “Señor conde de Cifuentes, podéis


cubriros”. Esta era la fórmula con la que los reyes de la

dinastía Habsburgo otorgaban el título de grande de


España, pues solo los grandes de España podían tener

la cabeza cubierta en presencia del monarca.

En el libro, en el que también destaca una

estructura epistolar, pues hay muchas cartas


escritas por distintos protagonistas que nos van

narrando lo que va sucediendo en Aragón durante la


guerra o el estado anímico o sentimental de esos
mismos protagonistas, tienen mucha presencia (como

no podía ser de otra manera en un libro de Miguel


Martínez Tomey) las otras dos lenguas de Aragón, es

decir el aragonés y el catalán, especialmente el


primero, que aparecen traducidas en nota al pie y que

le dan al libro una riqueza lingüística de primer orden.


Y hay otras muchas cosas muy atractivas para el

lector: por ejemplo, la cantidad de pueblos aragoneses


que aparecen a lo largo del libro y que son la muestra

de que Aragón siempre ha sido mucho más que sus

tres capitales. También el hecho de que muchas calles

de Zaragoza se nombren con sus nombres antiguos y


su correspondencia con los actuales; y el sentido del

humor en algunos momentos muy determinados, que

sirve para rebajar la intensidad de tanta batalla y tanta

barbarie. Ver página 129. Hasta una vieja y hermosa


jota aparece en la página 121.

La carrasca hendida, editada por Javier Lafuente


en Doce Robles, una editorial benemérita que solo

quiere servir a los intereses de Aragón, es un libro


apasionante del que todos salimos sabiendo un poco

más, que nos presenta una época de la historia de

Aragón poco conocida por los aragoneses y que

consagra a Miguel Martínez Tomey como uno de los


pilares fundamentales del aragonesismo cultural de

estos últimos años. Cómprenla y disfrútenla. No se

arrepentirán. Muchas gracias.

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