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Estado y cuestión indígena. Gran Chaco 1870-1920. Marcelo Lagos


Junto al proceso constitutivo del Estado-nación, se desarrollaron las instituciones del poder, los diversos
mecanismos de dominación social, una economía compleja y más integrada y la construcción de una identidad
colectiva. El tema indígena, tuvo cabida en cada uno de estos puntos. Un aspecto crucial fue la extensión de la
soberanía sobre la totalidad de los territorios. Imponer el "orden" sobre esos suelos “desiertos” era el primer paso
para luego llevar el "progreso". Hubo desde el Estado una idea de natural legitimidad sobre esas tierras. Construida
la imagen desde el poder, se incorporó para identificar todo lo que tuviera que ver con lo indígena. Construida para
las tierras del sur se extrapoló para el Chaco, aunque poco tuviera que ver con la realidad ecológica del territorio.
Dentro del "desierto" se encontraba el indio, quien impedía la dominación efectiva.
Se fue generalizando la concepción de que las "áreas no civilizadas" eran terrenos desaprovechados a pesar de sus
grandes potencialidades económicas y de que se corría peligro de perderlas de no proceder a su ocupación
efectiva. Desde el Estado se pregonó por una violencia "racionada" para el Chaco. El territorio no sólo debía ser
conquistado, tendría que desarrollarse materialmente. La necesidad del brazo indio para los incipientes mercados
de trabajo originados en torno a agroindustrias, salvó a los indios de la violencia y el exterminio indiscriminado, el
aborigen un elemento imprescindible para cualquier trabajo, los castigos deben ser acotados y ejemplificadores.
En 1881 quedan organizados por ley los territorios nacionales; entre los deberes de los gobernadores figuraba el
estímulo de la acción misional "para atraer a los indios a la vida civilizada". En 1898 se traspasan las cuestiones
vinculadas con lo indígena del Ministerio de Guerra al de Interior, ésto indica que se van dejando de lado las
hipótesis bélicas para considerar el asunto propio de la esfera de tratamiento del ministerio político. En 1917 las
gobernaciones de Chaco y Formosa pasan de la órbita militar a la civil, ese mismo año se disolvían las fuerzas de
operaciones del Chaco y los regimientos de caballería se transformarían en gendarmería para cumplir misiones de
vigilancia y policía. Los cambios van marcando la reorientación de la política estatal, indicando que la cuestión se
excluye de lo conflictivo para incluirse en lo político. Paralelo al proceso de pacificación, el Estado concretó la
organización institucional y económica del territorio. Muchos de los proyectos que encaraba el Estado
involucraban a los indígenas como mano de obra.
La discrepancia entre la unidad cultural y étnica pretendida por la élite en el poder y la realidad heterogénea que
presentaba el país, hizo necesaria la construcción de un discurso de entidad nacional, de homogeneidad de la
identidad colectiva. Dentro de las percepciones que se conformaron, lo indígena fue considerado como un retraso o
ruina a superar, sin más salida que su incorporación a la unidad mayor de la sociedad nacional.
Las posturas de los sectores políticos eran una extensión de las opiniones de los intelectuales de la época. Es
indudable que los grandes argumentos nacidos desde lo político provienen de las introspecciones que realizan
algunos intelectuales influyentes y si hubo un discurso para lograr una nación indivisible, éste estuvo más
orientado hacia la nueva realidad social que planteaba el inmigrante que a las viejas rémoras de la cultura
aborigen. Hacia fines del siglo XIX y principios del XX, además del oficialismo encontramos opiniones sobre la
cuestión indígena en los socialistas, los católicos sociales y los sectores reformistas del liberalismo.
Una idea generalizada que compartían, era que las diferencias étnicas tenderían a desaparecer gradualmente y que
la homogeneización se alcanzaría en breve plazo. Entre los socialistas la problemática étnica era considerada
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secundaria y transitoria. Las categorías del evolucionismo eran aplicadas acríticamente, y, sin caer en posiciones de
racismo explícito, la postura del socialismo fue más efectiva en su labor de denuncia que en nuevas alternativas
para repensar el tema. Con suma frecuencia el planteo se encuentra incluido en el de la situación de los
trabajadores criollos del interior, se remarca el incumplimiento de leyes nacionales y se pone el acento en el
carácter explotador de las empresas que los emplean. Respecto de las reducciones estatales los socialistas
entendían que eran una vía correcta. Otra concepción fue el enfoque eugenésico. Originado en diversos estudios
provenientes de la psicología, pedagogía y la higiene; el hincapié puesto en la herencia y en la comprobación
"científica" de la existencia de aptos y no aptos, llevó a algunos a adoptar posturas de extremo racismo al punto de
reclamar al Estado el control del proceso de reproducción humana a través de la limitación de la procreación de los
ineptos.
Los indígenas eran los destinatarios de los calificativos más duros; su desaparición, podría producir un hombre
civilizado. La cuestión indígena fue incluida en la "cuestión social". Varios católicos formaron los cuadros de
distintos gobiernos y un ámbito en el que tuvieron mucha influencia fue en el Departamento Nacional del Trabajo.
El autor trata la cuestión indígena en el marco estatal en 5 apartados:
Protección
Uno de los temas fue si el indígena debía contar con la protección del Estado. La revolución de Mayo inauguró la
"ficción de la igualdad", hacer como que el aborigen estaba comprendido en las generales de la ley y su situación
era idéntica a la de cualquier habitante. Esta hipocresía no tenía mayor sustento: la Constitución unitaria de 1819
caía en contradicciones, por un lado se proclamaba la igualdad, por otro se reconocía que serían necesarias leyes
especiales para poder nivelarlos. El pensamiento liberal interpretaba que esta igualación era manifestación de
progreso.
En varios reglamentos y decretos referidos al aborigen se incluía la aclaración de que éstos "eran hombres", cosa
que parecía necesario indicar avanzado el siglo XIX, cuando por otro lado se lo ponía en plano de igualdad. A la par
de la ficción igualitaria apareció con fuerza la idea del "protector”. La misión estaría a cargo del Defensor de Pobres
e Incapaces. Este debía velar para que la situación de aquellos fuera ventajosa hasta que se hallaran en condiciones
y aptitud de procurarse los "beneficios de la civilización". Este "protectorado" se prestó a frecuentes abusos, y de se
convirtió en un tráfico de servidumbre.
Los avances respecto de la protección fueron los proyectos de creación del Patronato Nacional de Indios, uno
presentado por Bialet Massé y el otro de Ortiz. Ambos tienen puntos en común. Ninguno prosperó, lo que indica la
política errática del Legislativo sobre la temática. Los dos ubicaban la institución bajo dependencia del Ministerio
de Interior, que reglamentaría sus deberes y atribuciones. Los proyectos relacionaban al Patronato con la "colonia
indígena", como la denomina Bialet, o la reducción, como la califica Ortiz. Allí estaría la "fábrica de civilización".
El proyecto de 1914 avanzo respecto del indio como sujeto de derecho y establecía que el Patronato era el
responsable de determinar la capacidad civil y la responsabilidad penal, al tiempo que determinaría la misión de
amparo que le correspondía ejercer al Estado y los pasos a seguir para la emancipación legal del indígena.
La ley de Servicio Militar fue considerada una herramienta mas del Estado para acceder a todos los sectores de la
población y como parte de su expansión en el área social. Sin embargo, el indio era excluido de esta obligación en el
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proyecto de Patronato, sólo siendo aplicable a aquellos que "están incorporados a la civilización. La Comisión
Honoraria de Reducción de Indios, creada en 1916, ejercía el protectorado del indio, pero carente de presupuesto y
leyes elevaba al Ministerio del Interior constantes reclamos.
Reducción
Históricamente el tema de la legalidadde la propiedad de la tierra del indígena estuvo asociado a la reducción. Esto
se vinculó con la discusión respecto a la supervivencia de las formas de propiedad colectiva y la existencia de la
tribu. El criterio adoptado por el Estado fue considerar a las tierras ocupadas por los indios como baldías, pasando
al fisco para su posterior venta, arriendo o donación. En contraposición a esta política algunos juristas
consideraban que el indio era dueño por posesión treintañal, y que habiendo sido despojados tenían derecho a
entablar juicio al Estado para lograr su restitución.
Estas declaraciones no pasaron de ese terreno. El Estado se apropiaba de las tierras valiéndose de un instrumento
legal: la Ley de Seguridad de las fronteras del año 1867. La ley distinguía, las tribus que se sometieran
voluntariamente, que podrían discutir y establecer convenios con el P.E, la extensión y límites que se les otorgaría,
y aquellas que fueran sometidas por la fuerza, que quedarían al arbitrio del Gobierno Nacional.
Una idea avanzó: asegurar la "existencia fija" de los indios era eliminar uno de los principales signos de su
barbarie: el nomadismo. La residencia en un lugar determinado adoptaba los diversos nombres de colonia,
reducción o misión. Hacia allí apuntó la legislación: la Ley Avellaneda de Inmigración establecía que se utilizarían
todos los medios posibles para atraer a las tribus entregando lotes por cada familia, en el mismo sentido se
orientaban las leyes de Organización de Territorios Nacionales y la deTierras y Colonias de 1903.
Paralelamente se gestaba la concepción de que la tribu era una rémora que debía eliminarse como forma de
organización y por ende como órgano de acceso a la propiedad.
En el área chaqueña la instalación de reducciones tuvo su primera concreción con la creación de San Antonio de
Obligado en 1884 en Santa Fe. El Jefe de frontera y posterior gobernador del territorio era un firme defensor de la
idea. Constituida por mocovíes y tobas, prosperó en los primeros años pero al poco tiempo, cuando éste se ausentó
una sublevación terminó con la vida del misionero, el jefe militar y la reducción.
Los militares que actuaron en las últimas operaciones dejaron su opinión sobre como se debía encarar la
reducción. O'Donnell concretó hacia 1907 su proyecto de colonización militar. Quería formar 3 colonias que se
entregarían a cada familia indígena que se presentaran voluntariamente. Las colonias estarían ubicadas en las
proximidades de los acantonamientos militares. Se debía proveer a los indios de instrumentos de labranza, siendo
los militares los instructores y protectores.
La producción se repartiría en dos terceras partes para los indios y el resto para el gobierno. Según su autor el
proyecto tenía un doble propósito: asegurar la subsistencia del indio a partir de su propia labor y establecer sobre
él una tutela para reprimir cualquier intento de sublevación o correría.
Nadie defendió tanto la idea de reducción y logró concretarla como Lynch Arribálzaga. Según propio testimonio, su
conocimiento del indígena provino de la utilización de tobas en sus plantaciones experimentales de algodón. Como
Delegado del Ministerio del Interior participó en la fundación de las dos primeras reducciones laicas montadas por
el gobierno argentino: Napalpí, Chaco, 1911 y Bartolomé de las Casas, Formosa, 1914
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Reducción "sin comunismo", educación, trabajo, obraje y agricultura eran los pilares del sistema. Reducir es para
Lynch"atraer, persuadir, acostumbrar por grados, sin violencia alguna. Una condición fundamental era eliminar la
concepción y práctica colectivista en torno a la propiedad inculcando el reconocimiento y usufructo que brinda la
propiedad individual. Esto se aplica en la práctica a la entrega de tierras en la reducción. Lynch entiende que debe
otorgarse para cada familia una hectárea para separar al individuo de la toldería. La propiedad definitiva sólo
cuando la "escuela haya modelado una generación".
Los informes estaban plenos de optimismo sobre el futuro de la reducción,Lynch afirmaba que sus previsiones se
cumplían, los indígenas estaban conformes con la vida de reducción. Pero no siempre las buenas intenciones tienen
respuestas favorables. La crisis financiera derivada de la guerra desatada en 1914 disminuyó la demanda
internacional de quebracho y esto repercutió en el experimento indígena del Chaco. Otros factores negativos se
aunaron. Un informe de la Comisión Inspectora de Tierras Públicas de 1916 era lapidario: indicaba que la
reducción no contaba con población estable, la actividad obrajera se prestaba para todo tipo de abusos y
explotación del bracero indio. Un ciclo de esta experiencia concluye años después con la sublevación de 1924.
Inserción al mercado laboral
La vía laboral es vista como integradora de la civilización y aprovechamiento de brazos. Se ha instalado la idea del
"aprovechamiento" del indio, imprescindible para terminar de incorporar a esas regiones. Por otra parte, se ha
afirmado que el Estado debe brindar "protección" y uno de los aspectos en que se intentó poner mayor énfasis fue
en el de las relaciones laborales, en la inserción al mercado laboral bajo el amparo del Estado.
El indio puede dejar deser un miserable si se incorpora a la civilización mediante el trabajo, por ende no es un
elemento negativo sino potencialmente útil; el Estado debe intervenir para que el progreso de la región y del indio
vayan de la mano. Pero por otro lado el indio trabajador es explotado por el poblador de la frontera. Se reclamará
la acción del Estado para poner justicia en nombre de la civilización interviniendo contra los abusadores, sólo el
Estado será capaz de imponer orden.
No todos reclaman lo mismo del Estado, otros le piden violencia, coacción para obligar al trabajo, ocupación
efectiva del "desierto" para dejar al indio sin recursos. Los instrumentos legales referidos al trabajo indio no
superaron el estadio de proyecto. El primero fue el código laboral de 1904. Según el indígena sería "asistido" por la
fiscalía de territorios o provincias, que velaría por su buen trato, firma de contratos, amparo de sus derechos y la
justa aplicación de las leyes. En otros artículos del proyecto, se establecía que el indio no podía ser obligado a
trabajar por amenazas, ni ser sometido a castigos corporales, ni malos tratos ni a trabajar más tiempo que el
establecido en el sector o clase de labor. Aludía al trabajo de mujeres y menores, a las obligaciones de provisión de
ropa, alojamiento, asistencia médica, pago por convenio y en efectivo.
El proyecto que podía significar un progreso para la realidad del aborigen trabajador era producto del
acercamiento de figuras liberales reformistas del gobierno, de socialistas moderados y católicos sociales. Por otras
razones e intereses, ajenas al tema específico del indio, el proyecto quedó abandonado en el Congreso sin llegar a
ser discutido en detalle.
En 1907 se creó el Departamento Nacional del Trabajo, más que efectiva, la labor del Departamento fue de
denuncia; no contaba con un presupuesto adecuado, un marco legal apropiado y, con respaldo firme del poder, por
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eso muchos lo consideraban un organismo superfluo e inoperante. Un proyecto presentado antes de la presidencia
de Yrigoyen en 1916, ratificaba términos y preocupaciones respecto del trabajo indio en los ingenios. Correrá la
suerte de los anteriores sin obtener la sanción. Se recalcabala misión protectora del Gobierno Federal a través del
Departamento del Trabajo cuyo Director e inspectores debían controlar las condiciones laborales y proponer los
medios para mejorar su situación.
También el proyecto de Código de trabajo es la primera vez que aparecen mencionados los contratistas. En lo que
hace a los ingenios, aún seguían teniendo a sus servicios mayordomos que eran los encargados de la tarea, pero al
lado de éstos ya aparecen contratistas independientes que cobran por brazo aportado. Con el tiempo y por razones
de conveniencia económica los ingenios delegaron la consecución de sus braceros "negreros".
Fueron las autoridades de los Territorios Nacionales en 1924 las que impidieron la "salida" de los indios, medida
que fue ratificada en 1927. La legislación, nunca concretada cuando se trataba del asunto específicamente indio, se
aceleraba cuando intervenían otros intereses. Para los indios haber trabajado en establecimientos industriales les
otorgaba un certificado de buena conducta.
No hay duda que el proceso de inserción a mercados laborales fue uno de los más claros y definitorios en la etapa
del desarrollo de las comunidades indias del Chaco. El otro es la violencia. Si ésta fue necesaria, en las primeras
décadas del XX se vuelve poco frecuente; no desaparece, sólo se hace más selectiva.
Integración
El asunto en debate era si el indio era un ciudadano argentino, y en caso que la respuesta fuera negativa, qué
instituciones civiles eran las que debían regir el accionar de estas sociedades. Sobre el punto no hubo acuerdo ni se
llegó a una definición "Nacionales, pero no ciudadanos", "argentinos, pero rebeldes", "ciudadanos con los derechos
restringidos", en torno a algunas de las discusiones en el ámbito legislativo hacia la década de 1880.
Algunos diputados cuestionaban cómo se podían definir ciudadanos a aquellos que no pagaban impuestos, no
tenían obligación de formar las guardias nacionales ni otros deberes con que cargaban todos los demás. Otros
señalaban la dificultad de calificar de ciudadanos a aquellos que no votaban porque no estaban inscriptos en
ningún registro nacional, que no estaban enrolados, que no podían ser diputados porque no pertenecían a ninguna
provincia.
La contradicción entre sociedad legal y sociedad real, la igualdad de derecho frente a la desigualdad de facto estaba
en la conciencia de algunos funcionarios estatales; lo que no cabía en sus mentes era la posibilidad de que en la
construcción de la nacionalidad pudiera basarse en la aceptación de las diferencias identitarias.
Los principios historicistas europeos, subrayaban que la unidad de una nación derivaba de la homogeneidad racial
y cultural. Ese modelo de nación, como mejor forma de organización que facilitaría el acceso al progreso, podría
redimir al indio permitiéndole zanjar las distancias sociales y económicas. La vía de acceso a la ciudadanía, a la
nacionalidad, sería cultural, por medio de la instrucción. La adopción de esta ideología conllevaba la negación del
indio. la cuestión no superó el plano de la discusión teórica en lo referente a su status de ciudadano y no se
concretó casi nada en la faz educativa destinada a integrarlo. El proceso de aculturación no fue producto de una
acción planificada desde el poder; desde éste se concretaron otro tipo de cosas, como autorizar la violencia.
Legitimación de la violencia
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La justificación del ejercicio de la violencia se hace con una fuerte carga de desprecio para sentirse cómodos en la
misión. Pero sobre ese asunto hay variantes, el autor indaga rastreando dos tipos de fuentes: los mensajes
presidenciales y la instrucciones impartidas desde el Ministerio de Guerra y los Jefes de frontera.
En las pocas líneas dedicadas a la cuestión indígena en las décadas de 1860 y 1870 los presidentes utilizan un
lenguaje militar, de enfrentamientos. Paralelamente se reclama por una pronta solución, el tema indio genera un
costo excesivo al Estado. Coetáneamente a la conclusión de la campañas militares del sur, Roca manifiesta que los
indios del Chaco son de una peligrosidad menor y que se encaran expediciones para alejarlos y evitar sus pequeñas
depredaciones. Prontamente el asunto indígena desaparece del temario de los Mensajes, toma un rumbo diferente.
Alcorta señala en 1908 que en el medio chaqueño se requieren otros procedimientos, la penetración pacífica.
Han desaparecido las alusiones al salvajismo, a la necesidad de exterminar la barbarie. Está claro que el Ejecutivo
tiene muchos asuntos de qué ocuparse y que el tema indígena no ocupó un lugar de importancia en su discurso
político, pero si ajustamos la mira a un ámbito más específico como lo es el Ministerio de Guerra, con mayor
volumen expresivo, sigue un idéntico derrotero.
En las décadas de 1870 y 1880 el tratamiento que recibe el indio es de "enemigo" y todas las acciones en su contra
son consideradas de guerra. A fin del siglo XIX desaparece el calificativo y a todas las operaciones se le agregan
otros fines que pretenden demostrar que las acciones no son violentas. Por fin, a inicios del XX sólo se habla de la
misión civilizadora y de la violencia como recurso extremo.
La represión, la violencia ejemplificadora son pretextos que aparecen en informes, boletines y memorias. El indio
es acusado de iniciar siempre las acciones. Hacia fines del siglo XIX el discurso se hace moderado. Esta postura
obedece a que por aquellos tiempos la peligrosidad del indio era considerada menor. El bandolerismo era asociado
con criollos que habitaban con los indígenas y los incentivaban al robo. Cuando la represión se ejerciera debería
ser circunscripta. No existe historia de desplazamiento e intromisión sobre tierras ocupadas sin la utilización de la
violencia. Esta fue moneda corriente en la relación con los chaqueños, aunque no la exclusiva forma de contacto.
Desde el Estado argentino se buscó la contención de la violencia generalizada porque el interés público indicaba
que era necesario, por motivos económicos, conservar al indio.
Conclusión
Está claro que la cuestión india no ocupó un lugar de importancia. Cuando el tema se abordó fue como asunto de
frontera, de territorio o de guerra. Más adelante, superados los problemas de ocupación espacial, la cuestión no
mereció jamás un tratamiento profundo. La política indígena fue errática, circunstancial, sin definición y sobre todo
sin concreción, cuando hubo alguna propuesta.
En Argentina, la escasa "riqueza" del pasado cultural del aborigen autóctono, impidió que se lo incluyera entre los
elementos formadores de la nacionalidad. Esto no implica que no haya existido desde el poder una percepción del
asunto indígena.
Por razones de simpatía hacia las minorías indígenas algunos autores indican que en el Chaco se aplicó una política
de persecución y exterminio, ideada desde un Estado racista y oligárquico. La fórmula es efectista, llegando en
algunos casos al simplismo del enfrentamiento del mal con el bien. Hablar de genocidio es un argumento
convincente para lectores que de antemano tienen identificadas las víctimas. El autor no niega la violencia, el
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Estado actuó con discreción en Chaco no por razones humanitarias sino de estricta conveniencia económica: el
indio muerto no sirve para trabajar.
Es importante señalar las diferencias con el caso del sur del país, donde se consideraba que estaba el "verdadero
problema del indio", donde éste no era incluido como potencial trabajador en el despegue de las actividades
agrícolas y ganaderas, donde la violencia tuvo un despliegue sin control.
Para el autor no es necesario el exterminio completo de un pueblo para hablar de genocidio, no es una cuestión de
volumen sino de política. La política del Estado argentino de evitar el exterminio del chaqueño para así ponerlo al
servicio de las explotaciones regionales, trajo un deterioro de las poblaciones indígenas, fue trastocando las
estructuras mismas de la cultura aborigen. No hubo una política explícita genocida desde el Estado, una sistemática
y cruel campaña de aniquilamiento, una planificada acción militar para lograr su eliminación. Lo que fue genocida
fue la política errática, o la falta de una política, que en absoluto creemos casual. La situación de dejar al indígena
en condiciones de ser sobreexplotado, de promover una "integración"cargada de desprecio y discriminación, quizá
no fuera más que la "exageración"de lo que se hacía con el criollo y en menor escala con el gringo, como lo afirmara
Bialet.
Los prejuicios, la violencia y la discriminación construida durante el dominio colonial habrían permanecido
intactos durante la construcción del Estado-nación, sufriendo leves modificaciones bajo la influencia del
liberalismo. Negar estos antecedentes equivaldría a negar las políticas de discriminación racial impuestas desde la
colonia; sin embargo, existen algunos matices diferenciales. El Estado analizado por el autor tuvo un racismo de
"inclusión", a diferencia de la República de españoles e indios. Asimilar para hacer desaparecer lo diferente. La
búsqueda de la unidad y la homogeneidad como elementos irrenunciables, en la construcción de la nacionalidad,
tuvo que ver en la concepción de la élite, con el poder y la dominación. Para la nación "cívica" la unidad se debía
sustentar en la adhesión y lealtad tanto a un cuerpo político como a una idea de homogeneidad cultural que
constituiría una identidad colectiva de la que se nutriría el ciudadano. Y fue la élite la que inventó y revitalizó una
tradición cultural "común", buscando borrar toda diversidad que interfiriera con su aspiración de ser la auténtica
poseedora de la cultura. La unidad cultural se construirá sobre la base de la negación de las diferencias. El indio
será incluido, a condición de que pierda sus peculiaridades, integrado. O excluido y separado, reducido, mientras se
transforma.

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