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INTERNAMIENTO PSIQUIÁTRICO
Foucault concede una gran importancia a los lugares. En este capítulo comienza
precisamente hablando de los leprosarios y de su desaparición al final de la Edad Media
en occidente. Como veremos, que la lepra y la figura del leproso desparezcan no implica
que ocurra lo mismo con la estructura de la exclusión que residía detrás. De hecho
reaparecerá tres siglos más tarde. Lo que Foucault va a hacer es mostrar cómo se
articulan a lo largo de la historia discursos diferentes sobre la locura con prácticas de
encierro, de exclusión, mostrando que las concepciones de la locura cambian, y lo que
hay detrás de cada una de ellas. La "Stultífera Navis", la Nave de los Locos, es un
objeto nuevo que aparece en el mundo del Renacimiento: un barco que navega
por los ríos de Renania y los canales flamencos. Los locos vagan en él a la deriva,
expulsados de las ciudades. Son distribuidos en el espacio azaroso del agua (símbolo
de purificación). La figura del loco es importante en el siglo XV: es amenazador y
ridículo, muestra la sinrazón del mundo y la pequeñez humana, recuerda el tema de la
muerte, muestra a los humanos una alegoría de su final seguro. La demencia es una
señal de que el final del mundo está cerca. El loco, en esta época, está vinculado a un
saber oscuro. Esta concepción va cambiando con el tiempo. En el mundo literario, la
locura sirve de sátira moral: la presunción (el loco se da atributos que no posee), el
castigo (la sinrazón le sobreviene por los excesos de la pasión), la verdad por la doble
mentira... Se la empieza a considerar irónicamente, como un mundo de ilusiones, como
una figura conocida y menos temible. Poco a poco cambia el antiguo panorama
amenazador del loco, su fluir un la barca incontrolada. El espacio del Hospital es crucial
en este cambio; el loco es ya retenido entre las cosas y el mundo, y encerrado, a
comienzos del siglo XVII. La experiencia clásica de la locura se está forjando. La
locura está entre nosotros, dócil y visible.
Aquí Foucault aborda las formas concretas en las que el pensamiento clásico (XVII y
XVIII) ha conocido la locura.
I. La Manía y melancolía.
4. Circunstancias de la vida pueden modificar las cualidades; por ejemplo, el ocio hace
transpirar menos al cuerpo y retiene humores y calores perjudiciales. La lógica secreta
de las cualidades marca la noción de melancolía. Además es una unidad simbólica
formada por:- languidez de los fluidos,- oscurecimiento del espíritu,- viscosidad de la
sangre,- espesor de los vapores,- viscosidad en los órganos. Esta unidad no es
conceptual ni teórica, sino sensible. La manía se contrapone a la melancolía. El maníaco
es impetuoso, tenso. La causa de estos males se encuentra en movimientos de espíritus
animales: lentos en la melancolía, rápidos en la manía. En general son mitos
explicativos, no demostrados científicamente; sin embargo son los antecedentes directos
de la psicología moderna. Manía y melancolía se contraponen como dos
manifestaciones de una misma enfermedad. En todo caso, son temas
imaginarios los que organizan las explicaciones: es una estructura perceptiva lo que
se forma en los siglos XVII y XVIII, no un sistema conceptual o un conjunto sintomático.
No se ha partido de la observación para llegar a imágenes explicativas, sino al revés, lo
imaginario determina la significación de los síntomas.
Poco a poco se van asimilando estas dos enfermedades, como variedades de "una
constitución morbífica de los espíritus". A lo largo de la época clásica van
entrando en el terreno de las enfermedades mentales, su posible
origen orgánico queda olvidado. La histeria es ardiente para la medicina de
esta época, se produce por el flujo de vapores cálidos. En cambio, la humedad en
los vapores internos, el enfriamiento de las fibras se asocia a la
hipocondría. No se consigue clasificar a estas dos enfermedades con claridad. En el
caso de la histeria, son valores morales los que se vinculan a valores orgánicos. Según
se va abandonando la explicación orgánica (útero, matriz, estómago, etc.) la histeria va
entrando en el mundo de la locura para la medicina. La enfermedad circula por el
cuerpo, pero se diferencian distintos tipos de cuerpos. La simpatía, la continuidad
corporal en la transmisión nerviosa es la clave de las enfermedades nerviosas. A finales
del XVIII esto va a cambiar. El enfermo ya no es inocente, el tema de la culpa, de la falta
moral va permitir que la histeria ingrese ya en la locura. La psiquiatría se funda en este
tipo de valoraciones.
En el siglo XVIII el loco aparece como personaje social de nuevo; circulan por las calles
de París charlatanes que desvarían, tontos, personajes incomprensibles para la razón.
El miedo adquiere una doble dirección: miedo a ser internado, al encierro (Sade), y
miedo a quede las casas de confinamiento se extienda una locura contagiosa. La
sociedad identifica la locura con un mal que se puede difundir por las calles, por el aire,
que contagiará a la población. Es este tipo de queja fantasmagórica lo que anima la
persecución de la locura (no un pensamiento médico riguroso).El miedo a la locura
desarrolla una serie de tópicos: la locura puede sobrevenir por un exceso de libertad, o
por un exceso en el sentimiento religioso, o en el estudio; es decir, elementos del medio
social pueden conducir a la locura; ésta no es ya (mediados del siglo XVIII) esa
animalidad ajena a lo humano, sino una posibilidad en lo inmediato de la vida social.
A comienzos del siglo XIX una queja se generaliza entre los psiquiatras: se mezcla en el
mismo sitio a los locos y a los criminales. Una nueva conciencia de la locura surge de la
experiencia del confinamiento. En él se dan motines, quejas, luchas que trascienden
políticamente. No es una actitud humanitaria hacia los locos lo que hace que se les
diferencie dentro de los internados: la mezcla es una injusticia para los otros internos.
La locura se individualiza cada vez más. Como hemos visto, desde el espacio inicial del
medioevo, caótico, donde se mezclaban locos y cuerdos, o donde navegaba la nave de
los locos, se han ido produciendo prácticas de separación cada vez más refinadas hacia
la locura.
1. El silencio: se pide a los vigilantes y a los otros alienados que no hagan caso al que
delira, para que así se enfrente con el ridículo del abandono, de la soledad.
"Sobre las características de las instituciones totales". En Internados, pp. 15 - 132. Ed.
Amorrortu.
Goffman caracteriza las instituciones totales como una ruptura de las barreras que
separan los ámbitos de dormir, jugar y trabajar:- Todos los aspectos de la vida se
desarrollan en el mismo lugar y bajo la misma autoridad.- Cada etapa de la vida diaria de
un miembro de estas instituciones se lleva a a cabo en compañía de un gran número de
otros, con el mismo trato y para hacer juntos las mismas cosas.- Todas las actividades
de la vida diaria están estrictamente programadas, en una secuencia que se impone
desde arriba por normas explícitas y por un cuerpo de funcionarios.- Las diversas
actividades obligatorias se integran en un solo plan racional, para los objetivos de la
institución. Es decir, en estas instituciones se manejan las necesidades humanas
mediante la organización burocrática de conglomerados humanos indivisibles. Se da una
escisión básica entre internados (la gran mayoría) y supervisores. Los primeros tienen
limitado el contacto con el exterior, y se sienten inferiores, débiles, culpables, etc.,
mientras que los superiores, como su nombre indica, se sienten por encima,
dominando a los reclusos. La información sobre éstos está también
restringida y controlada por una minoría.
Una característica común de los trabajos de Foucault y los de Goffman es el interés por
lo local, la mirada microscópica. En oposición a las grandes teorías sociológicas de
carácter global (Marx, Weber, Durkheim, etc.), estos autores describen con detalle
discursos, prácticas, ritos sociales, sin elaborar una teoría trascendental de la historia o
de la sociedad, sino mostrando el cinismo de unas sociedades que se dicen libres y
practican el despotismo en lugares que ocultan a la investigación y a la opinión pública
(nada más difícil que investigar las cárceles españolas, por ejemplo).De esta forma,
Foucault va a revolucionar el estudio del poder, al cuestionar la visión tradicional que
otorgaba al éste un lugar fijo, visible, singular, jerárquico, identificado con el Estado o la
política de gobierno, inmóvil. El estudio de Foucault de la medicina, la psiquiatría, las
cárceles, la historia de la sexualidad, la arqueología del saber, inaugura una visión
reticular y plural del poder, que promueve la producción de discursos en
distintos ámbitos (hablar del sexo de uno mismo, configurar la figura del
delincuente, del loco, del pervertido, confesar todo lo que uno piensa a distintos
expertos en salud mental, etc). El poder ya no estará localizado en un lugar concreto,
sino que será el conjunto de estas prácticas que nos constituyen en sujetos morales, o
en sujetos de deseo, o en objetos de la ciencia, sin una finalidad última ni un motor de la
historia. En Goffman encontramos también esa mirada minuciosa, que algunos han
criticado como banal o superflua, pero que en realidad muestra con lucidez la
hipocresía de nuestras sociedades o la injusticia de las instituciones, el carácter de
máscara de nuestra vida en sociedad, el significado delos rituales en público y en los
internados.