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OU ed eS eeg 1996 ) oe CHU a tO) Director re eid tora PO eed ee Goa ete cy er eras ‘Ana Maria Larrain ed eh) era ere) Nee Re Ree nc ener Ne RTE eae ect) Diseno STO aero ce Reece pees up yeren ons Fernando Marquez Cone Poon Coe et acs oes Bere eras @ Manuel Rojas ‘Alone (4) Nuestro Méximo Gorki Luis Enrique Délano (12) Recuerdos de mi Padre Paz Rojas (a9) Un Grande del Sig Deshecha Rosa Manuel Rojas (40) Escritor Multiforme Juan Antonio Massone (44) Maria Bae: Rail Silva Castro (46) Tres Poemas Maria Bi In Memoriam Manuel y Benjamin Pablo Neruda (54) ‘Se Fueron TMV 9) Hombre, Manuel!” antos Gonzélez Vera (@) Una Oscura Vida Radiante os (68) Manuel Rojas, Apuntador y Autor Teatral Mario Cénepa Guzman (70) El Hombre de la Rosa y sus Misterios Virginia Vidal (7) Una Linea de Sombra Thomas Harris (80) Recuerdos de Alberto Méntaras Tosé Miguel Varas (82) La Amistad Pabio Neruda (34) Notas Manuel Rojas Este gigante moreno, callado, campesino, viene a las letras con una experiencia popular fuerte y ruda; trabajé de peén caminero en las obras del ferrocarril trasandino y fue cargador de lanchas en la bahfa de Valparaiso. Nada de eso lo ha amargado. Gusta del esfuerzo viril que le prueba su vigor, goza pintando plenamente la vida y los tipos curiosos encontrados: poeta, ensaya expresiones delicadas y hace danzar las imagenes en versos libres, ultramodernistas, imprimiéndoles calor de humanidad. Siempre causa impresién de salud, de . equilibrio y atrae por su postura enérgica de atleta bien plantado, a igual distancia de las exageraciones criollistas y las exageraciones imaginistas, feliz combinacién de Salvador Reyes con Mariano Latorre. En los tiltimos cuatro afios ha publicado cuatro libros: El hombre de los ojos azu- les y Hombres del Sur, cuentos; Tonada del transetinte, poemas, y El delincuente, cuentos, disparejos de calidad, pero todos reveladores de un temperamento vigoroso, no sin delicadeza. Alone Panorama de la literatura chilena durante el siglo XX, Editorial Nascimento, Santiago, 1931 @) Carlos Droguet, Manuel Rojas y Enrique Espinoza Luis Enrique Délano uiramente el novelista mas importante de los qu ron directa o indirectamente al calor de los acontecimientos de ese fenémeno roméntico y social que Chile Hamamos "el aio 20" (1921 es Manuel Rojas. Por mucho tiempo se pens6 (y hasta se escribi6) que Rojas, por las razones que se verdn, era nuestro Maximo Gorki, el Maximo Gorki que todas las lite- raturas deberfan tener. Esto es, el escritor viril, sensible, desbordante de solidaridad humana y educado en las universidades de la vida. surgi Maximo Rojas, como Gorki, provenfa de un medio pobre, el mismo en Buenos Aires, donde nacié, en 1896, que en Chile a donde sus padres, ambos chi- Ienos, lo llevaron en 1899, y otra vez ede Buenos Aires, cuando la familia regres6 en busca de horizontes mas propicios, cuatro afios mAs tarde. Alli siguié Manuel los primeros cursos de escuela De su padre se sabe poco, quizds murié temprano, De su madre, dofia Dorotea Sepiilveda Gonzalez, natu- ral de Talea, nos han legado algu- (8) Gorki nas referencias. Era una mujer que no s6lo lefa novelas sino también esos libros sociales que estaban en boga en las primeras décadas del siglo y que soliviantaban a la gente generosa, anhelante de dar algo de misma a los demas. A la casa de dofa Dorotea solfan legar anar- quistas hambrientos perseguidos. Gabriela Mistral, que tenfa gran estimacién por ella, asf como por su hijo Manuel, nos la describié una vez como sal ‘una viejita precio- ‘Vivien en Ia pobreza que vuelve al hombre desde sus pri- ‘afios, la pobreza que ayuda 12 resistir golpes y soportar adver- Sidades, cuando no provoca la sumisién, la aceptacién de un in- justo status del que no somos cul- pables sino victimas. Lo dltimo es Io habitual, lo primero la excep- cidn, el aliento a la rebeldfa. Si recdtdamosa los campesinos de Nijni Novgorod, que Gorki nos ha descrito con mano maestra, tenemos que pen- sar que no menos indiferentes a sus propias miserias serfan las gentes de lasbarriadas de Buenos Aires odelos campos chilenos que conocié Ma- nue! Rojas en su infancia, He ahf una afinidad. Otra es el afin andariego que sacudié tanto al ruso como al chileno. El primero, con un zurrén colgando de su hombro, se Janz6 a caminar por las Hanuras y las costas, por las montafias y las estepas de su inmenso pafs. Rojas, quizés més que todo por amor al vagabundaje, a no estar sometido a patrones explotadores y normas de conducta prefijadas, emprendié tam- ién largos viajes a pie, cruzando nada menos que la temible Cordillera de Los Andes, que separa a la tierra donde nacié de aquella donde mas tarde anidarfa y echarfa rafces; 0 re- corriendo Chile de uno a otro extre- mo, desde el norte calvo, célido y desértico hasta el sur que es pura agua de Iluyia, rfos, lagos, al cual se ha llamado "tr6pico frfo”. Hacia los tiltimos aos de su vida, Manuel Ro- jas escribi6 animadas y bellas pégi has sobre sus andanzas a pie por territorio chileno. El otro parentesco entre Gorki y Rojas es consecuencia de lo que se hha dicho, deriva de las enseitanzas que los afios de vagar dan al hom- bre sobre sus semejantes. Y al de- cir semejantes estamos pensando cen seres de los ambientes del traba- jo, que ambos escritores conocie- ron muy bien y que son, para un novelista, el fil6n més rico, la fuen- te més prédiga, la cantera ideal donde ir a buscar uno de los mate- riales principales de una novela. El mundo del trabajo es el que ha inspirado las mejores novelas de todos los tiempos y de todos los paises, el que ha proporcionado los grandes conflictos y los tipos hu- manos que se han Ilevado al libro. Entre los quince afios y su madu- rez, Manuel Rojas, que s6lo habia estudiado para hombre, desempe- fié sin embargo una buena docena de oficios tan diversos y encontra- dos como: pintor de brocha gorda, electricista, cuidador de un circo, acarreador en las faenas de la ven- dimia; fue también peén en la via férrea que, atravesando la cordi- Hera, une a Chile con la Argentina, y lo fue en el sitio mas dificil de ese dificil trayecto: 1o mas alto de la montafia, justo en el limite de am- bos paises. Luego fue cuidador de faluchos y estibador en el puerto de Valparaiso, colaborador y redac- tor de periédicos anarquistas, apuntador 0 consueta de comp: fifas teatrales, linotipista de im- prenta, periodista, funcionario de la Biblioteca Nacional, regente de la imprenta de la Universidad de Chile, profesor de redaccién en la escuela de Periodismo y de litera- tura latinoamericana en universi- dades de Estados Unidos. La ma- (6) yor parte de estos oficios -sobre todo los ejercidos durante Ia ju- ventud- correspondié al trabajo al, Io que supone la sociedad con seres que tenfan que arreglar- se dificilmente, a veces a duros gol- pes, con la vida. Manuel Rojas ha dicho: "Conocf andando por el mundo, muchos hombres que na- rraban, en un campamento, en una estacién de ferrocarril, en una co- misarfa, sus historias y las ajenas”. Bien, esta es una manera de llenarse los bolsillos de tesoros, de ricos temas a los que echar mano alguna vez. Pero, iy lo que é| mismo vio, supo, aprendié, experiment6? {Todo lo que le dio la vida, los caracteres, los personajes, los he- hos, los paisajes, los amores, los dolores, a través de sus andanzas y de sus trabajos, tanto si se toma esta palabra en su acepcin nor- mal o en el sentido cervantino? Esa ha sido, sin duda, la fuente mas abundante y mejor de las que se nu- tri6 la obra de Manuel Rojas. Decada sitio, de cada hombre, de cada oficio salieron cuentos 0 partes de novela. De su trabajo de pe6n en la linea del ferrocarril trasandino viene su justa- mente famoso cuento Laguna; de sus tareas en el puerto de Valparaiso surgieron narraciones de tanta termu- rahumana y piedad por los desventu- rados como es su cuento El vaso de leche, asi como también la novela Lanchas en la bahia; de sus conoci- mientos del bajo mundo, el relato Eldelincuente, como también parte de la novela Hijo de ladrén, mientras de las errancias por campos chilenos vienen los relatos que forman Hom- bres del sur. En fin, de todas sus experiencias vitales emergis el per- Después de una conferencia en la Universidad de La Habana, Cuba sonaje de tres novelas de Rojas, Aniceto Hevia, delineado con ras- gos vigorosos, como un autorretrato salido del pincel de un pintor recio y experimentado. Campos y ciudades, el sur prédi- las calles de Chile en épocas de el paso de algunos ebullicién social, hombres desde la carcel a la revo- lucién 0 viceversa, el abandono y la soledad de seres humanos que si no hablan mucho de ello, sufren lo suyo, son el material de sus libros, que en general, estén compuestos con real preocupacién técnica e inteligente maestria. Toda la evolucién literaria del siglo se refleja en las novelas de Rojas que, sin embargo, nunca son intitilmen- te complicadas ni buscan una ori ginalidad a base de trucos ni arti icios. Su universalidad se funda en un conocimiento verdadero y de primera mano de la vida y en un tratamiento adecuado del alma de los seres humanos. Manuel Rojas comenz6 siendo poeta y sus primeros versos se pu- blicaron en 1917, en una revista muy selecta de Santiago. Siguié siendo poeta siempre, escribiera 0 no en versos, aunque a partir de 1926, cuando publica Hombres del Sur, se le considera fundamental mente como prosista. En verdad es la prosa, la narracién, lo que (yn labra su nombradfa como esc tor, no obstante que en 1927 pu- blica Tonada de! transetinte, un vo lumen de versos del cual lo menos que puede decirse es que es origi nal y pleno de sensibilidad. Después vienen los cuentos de El delincuente y la novela Lanchas en Ja bahfa, del origen que se senalé antes. En esta uiltima obra, publi cada en 1932, se nota ya una pre ocupaci6n por técnicas literarias que atin los escritores chilenos no empiezan a usar. Rojas sabe que para vencer el provincianismo y la incomunicaci6n, el escritor debe vivir atento a los rumores del gran caracol del mundo. En Lanchas en a bahia, por ejemplo, se contiene un monélogo interior desprovisto de puntuacién, en el que los pen- samientos se muestran del mismo modo que se producen, aglomera- dos, a saltos, cambiantes 0 a bor- botones. Mas adelante, en su no- vela mas famosa Hijo de ladrén, volveremos a encontrar preocu- pacién por las manifestaciones de Ja corriente de conciencia cuando, en ciertas evocaciones o vueltas al pasado yuxtapone pasado y pre- sente en el mondlogo interior. No se piense por ello que Rojas em- plea la novedad por la novedad o va trasun superficial vanguardismo, Sus propésitos son fograr la mayor eficacia literaria posible y sin duda que lo logra. Han de pasar algunos afios de traba- jo, cerca de veinte, después de Lan- chas en la bahia, antes que Manuel Rojas publique, en 1951, Hijo de ladrén. Hay criticos que sostienen que todo lo anterior fue solo un pe- riod de incubacién de la que se calificarfa como su obra maestra, Si no es ella la mejor novela de Rojas, € por lo menos la que desperts el mayor interés, nacional e interna- cional, por el escritor. (La novela se tradujo a varios idiomas. En Estados Unidos se publics bajo el titulo inexacto Born Guilty (Nacido cul- pable 0 Culpable de nacimiento), que notiene la significacién del nom: bre en espafiol. ari ‘Se trata de una novela con un fuerte contenido autobiografico, en la que Manuel Rojas vaefo una buena parte de lo que el tiempo dejé en su me- moria. En sus paginas se reconoce a hombres de una generacién cuya mente quedé marcada por dos acon- tecimientos determinantes: uno de orden general, la Primera Guerra Mundial, y otro de orden particular, el afio 20 chileno, que se manifiesta por una explosién , brutalmente re- primida, de las ideas anarquistas que hacian presa por aquel tiempo de muchos obreros y no pocos estu- diantes. Manuel Rojas habfa cono- cido de nifio a Jos anarquistas. En el cuento Laguna, que aunque destina- do a hablar de un hombre de ese apellido o quizés apodo, Laguna, es autobiografico de la temprana ado- lescencia del autor, escribe: "Me unt a dos anarquistas chilenos que re- ‘gresaban a su tierra y emprendimos el viaje, saliendo de Mendoza una noche de abril”. Mastarde, en Chile, se liga a obreros y estudiantes de tendencias acriticas. Uno de sus buenos amigos y quien lo estimula para que escriba versos es el poeta Domingo Gémez Rojas, que muere loco, ese mismo afio 20, después de una prolongada y dura prisién. El propio Rojas, durante esos dfas, tiene que hurtar el cuerpo a la persecucién y cuando los milita- res, por drdenes del gobierno, asal- tan, empastelan y destrnyen la imprenta del periédico anarquista Numen, Rojas, que trabaja alli como obrero, se salva dle la prisién y quizés de la muerte ocultindose tras unos fardos de papel. Esas son, pues, las ideas que bu- Ilen en la cabeza de Aniceto Hevia, que aunque parece mas un ser pasivo que un militante y no care- ce de cierta dosis de escepticismo, cree en la humanidad. No obstan- te la corrupcién en que ésta ha caido bajo el orden burgués, pue- de ser salvada. Las ideas de (8) Aniceto Hevia son, naturalmente las de Manuel Rojas, que era un gigant6n lento de movimientos y palabras, con espesas cejas negras y manos encallecidas en trabajos rudos. Hemos conocido, aparte de Ma- nuel Rojas, a unos cuantos chile- nos que eran estudiantes anarquis tas en los dfas del afio 20 y lo que més nos impresion6 de ellos fue su profunda honestidad, su decencia para vivir. Eso nos resulté mucho més interesante que sus ideas sa- cadas de Bakunin, de Reclus 0 de Stirner, de quien tanto se burlé Carlos Marx. En Hijo de ladrén, la sensacién mejor que queda en el énimo del lector es la de la verdad. Los perso- najes viven realmente, son auténti- cos, son seres libres y no titeres ‘manejados por el novelista, y esto no se ve sélo en sus acciones sino en el discurrir de sus pensamientos. Sus acciones son solamente el re- flejo de sus pensamientos 0 sus sen- timientos. La concepcién literaria que se des- prende de las novelas de Manuel Rojas habfa sido, por lo demas, ex- presada por él con bastante anteriori dad, cuando escribié: "EI novelista ha abandonado aquel camino de sol, de risas, de carreras, de juego y de guerra, propio de la epopeya, y descendido a otro, silen- cioso, como tapizado, por donde la vida interior transeurre como la san- gre, sin ruidos, y donde la rafz. del hombre se baiiaen oscuros liquidos y en extrafas mixturas. Cada dia més os hechos exteriores son abando- nados y olvidados en tas novelas; Un descanso durante una excursién. ELabanico en cerro San Ramén. Alberto Rey, Manuel Rojas y Eduardo Tischell no tienen sino una importancia periférica, social; el hombre no vive en los hechos, mejor dicho, los he- chos no son lo mas importante en €1: lo es lo que estd antes o después, Jo que los ha determinado o lo que de ellos se deriva. El novelista, como todos los que estudian y des- criben al ser humano en un sentido psiquico, y asf como aquellos que tienen que juzgarlo alguna vez, como los jueces, se ha percatado de que lo importante del hombre es ahora, y lo ha sido siempre, su vida psiquica. Por eso los personajes de Rojas Aniceto Hevia en particular, piensan mucho, ‘meditan, recuerdan, ti nen “ideas disolventes", como es- criben los periédicos burgueses pero no son culpables de ellas. Las hhan sacado de la vida y de los li- bros, como ocurre con todas las ideas, Las manejan verbalmente mientras Tegan los dias en que se puedan poner en prictica. ,Cudn- do? Son libertarios, rebeldes, individualistas, arbitrarios, enemi- gos de la disciplina y sienten olim- pico desprecio por la politica y por los politicos. Pero prima en ellos, como se advierte en casi toda la obra de Rojas, el sentido de la soli- daridad humana. Y quizas sea este sentimiento, expuesto en distintas formas, explicito 0 subyacente, Io que da a los libros de este autor la universalidad. El critico Fernando Alegria ha sa- bido ver esto y en su obra Literatura (9) Chilena del Siglo XX, dice, a nuestro juicio con mucho acierto: .. este mundo, hecho de una sola imagen basica y sostenido por un sentimiento de fraternidad entre los hombres libres y de amor esencial hacia 1a humanidad por encima de toda corrupcién y de toda injusti- cia, constituye el aporte medular de Manuel Rojas a la literatura chilena, Lo que sobra en su creacién y que no guarda relacién con este mundo -algunos huasos, algunas leyendas- es marginal y de signifi- cado tran: La verdadera obra de Rojas esté constituida por una larga narracién autobi a |gunos detalles de la cual se esbo- zan en sus colecciones de cuentos, especialmente El delincuente-, cuyo > orio. grit primer volumen es Lanchas en la bahia, enque se describe la temprana adolescencia de Aniceto Hevia; el segundo es Hijo de ladrén, donde florece en su amplia amargura la juventud de Aniceto y se dan a cono- cer los detalles de su infancia; el tercero es Mejor que el vino, donde el héroe descubre el amor a la mu- jer-amante, y el cuarto es Sombras contra el muro, reiteraci6n del tema juvenil" Dirfamos que Mejor que el vino (el titulo esté tomado de El cantar de los cantares : "{Béseme mi amado con los besos de su boca! Porque sus caricias son mejores que el vino"), en que se presenta la vida amorosa de Aniceto Hevia, sin duda con altura, marca Ia separacién del binomio que formamos Ievados por nuestra admiracién: Gorki- Bien, estaban separados desde antes, para ser exactos. Par- tieron juntos por Ios caminos, co- nocieron a los seres més aporreados por la vida y levantaron la bandera de lo que vale més en el hombre: el sentido y el ejercicio de la solidaridad humana. Pero los separé la concepcién de cémo arreglar las imperfecciones del mundo: Gorki crey6 que es preciso hacerlo a través de la organizacién y se unié a Lenin y los bolcheviques; Rojas pens6 que Ja humanidad se arreglarfa sin que intervinieran los politicos, los parti- dos, los gobiernos. Pero, en cierto modo, la vieja amistad era irrompi- ble, porque tenia como denominador comin la fraternidad entre los hombres. En Mejor que el vino, que aunque es una novela que muestra con cleva- iény a veces desgarradoramente amores y algiin amorfo entroncado en la picaresca, encontramos a ‘Aniceto mezclado con algunas gen- tes muy distintas de sus viejos ami- g08, de los hombres con quienes se encuentra en las primeras paginas de Hijo de ladrén, al abandonar 1a cércel. En 1960 publica Manuel Rojas la novela Punta de rieles, en la que es visible una refinada elaboraci6n tée- nica, Ya no aparece Aniceto Hevia, que ha terminado su ciclo con Som- bras contra el muro, donde de nuevo se ven las preocupaciones sociales de los viejos dias. En Punta de rieles el amor es también determinante. Se trata de dos historias paralelas, co- menzando por la de un obrero que ha matado a su mujer y que se confiesa con un periodista. Este es un arist6- rata que ha rodado socialmente a causa del alcohol. No hay un entrelazamiento a lo Faulkner entre ambas historias; mientras unaescon- tada por su. protagonista, el car- pintero, Ia otra no sale de los labios sino que transcurre en los recuerdos del hombre que se ha desmoronado y ha perdido su posicién, su fortuna y su familia. Hay en esta novela una cualidad més, aparte de los valores de_hu- manidad siempre presentes en las obras de Rojas: el tratamiento del lenguaje, Ia sintesis casi perfecta que ha logrado del habla popular, en la historia que cuenta el carpintero. {Qué distinto de las fo- tografias del habla campesina que en su tiempo nos haefan tragar los criollistas! A Manuel Rojas no le resultaba fécil Ia literatura, a causa de su (10) profunda conciencia y su concen- trada seriedad de escritor. Tarda- ba en escribir sus novelas, sus cuen- tos y hasta sus articulos. Cuando en 1957 se le otorg6, con toda justi- cia, el Premio Nacional de Litera- tura, al recibirlo improvis6 un bre- ve discurso, Declaré que habfa pen- sado escribir una disertacién y que no lo hizo porque ello le habria demandado por lo menos un mes. Distintas tendencias literarias chi- Ienas se lo disputaron, al advertir, desde sus primeros libros la cate- gorfa que encerraban. Cuando publicé El hombre de los ojos azules -que segtin dicen tenfa cierta in- fluenciadelos Bocetos Californianos de Bret Harte, el libro que tanto encanté a Baldomero Lillo en su adolescencia- y més tarde los rela- tos de Hombres del sur ,loscriollistas sostuvieron ingenuamente que Rojas era uno de los suyos. Cuando apareci6, como folletin en un periddico de Santiago, su novela fantastica La ciudad de los Césares, que fue en realidad una de las pr meras que escribi6, inspirada en una leyenda que viene de los dias de la conquista espafola, los imaginistas aseguraron ptiblica- mente que era uno més de ese grupo gue se daba de trompadas con la realidad inmediata. El tiempo demostré que no era ni lo uno ni lo otro. Porque la obra verda- deramente trascendente de Rojas, laque le valié nombradia internacio- nal, se inicia solamente en la década del 50 con Hijo de ladrén . Y ni esta novela ni las que siguieron son criollistas ni imaginistas, como se ha sefialado, sino de una tendencia ‘Manuel Rojas, Maria Baeza, Mireya Undurraga, Celmira Zihiga que se basa en el hombre mas alld de sus acciones y sus palabras, Entre los escritores mas. jévenes, los que formaron la Hamada gene raci6n del 38, que Megaron a la literatura en otro momento de gran efervescencia social en el mundo, en plena Guerra Civil Espafiola, en las visperas de la Segunda Gui tra Mundial y cuando en Chile el Frente Popular conquistaba el go- bierno, Rojas aparecié como un maestro. Estos j6venes que tenfan el propésito de elevar al hombre por encima de todo, de estudiarlo y exponerlo en su integridad, indi- vidualmente como dentro del con- texto social -digamos Reinaldo LomboY, Oscar Castro, Fernando Alegrfa, Nicomedes Guzman, Gon- zalo Drago, Volodia Teitelboim, Andrés Sabella, Mario Bahamonde, entre otros- conside- raron a Rojas como un maestro, por sus claras ideas sobre la litera- tura y por las obras que las refleja- ban. "Ideas son éstas" -dice Fer- nando Alegria en Literatura chile na del siglo XX- "que debieron ha- cer época en la literatura chilena. No fueron reconocidas de inm diato; al menos no lo fueron dire: tamente. Sin embargo, mi genera- cién, que sale a la palestra en afio 1938, llevaré en los ofdos la voz de Manuel Rojas, el descontento: ta vor del noblemente ambicioso, de! preocupado escritor que, sin alar- des, demanda sabiduria, y universalidad en la creacién lite- raria hondura Manuel Rojas murié en 1973. Co- a) Maria Eugenia Rojas. nocié el mundo viajando a pie. cuando podfa hacerlo, y en avién més tarde. Visit6 paises socialis- tas y capitalistas y pudo compa- rar sus viejas ideas con la realidad y sopesar la forma en que unos y otros trataban a quien fue su pre- ocupacién fundamental en Ia vida y en Ia literatura: el hombre. Recuerdos Manuel Rojas con sus hijas Paz y Maria Eugenia. Paz. Rojas ( Antologia autobiogréfica se iniciaron los actos de conmemoracién de los cien afios de! nacimiento de mi padre, el escritor Manuel. Rojas. on el lanzamiento de Nacié el 8 de enero de 1896. La Editorial LOM, una “empresa familiar” tal como ellos se det (2) en su carta de presentacién, me ha pedido a mf -que a pesar de mi edad sigo siendo la menor de mis otros dos hermanos, Maria Eugenia y Pa- tricio- que haga algunos recuerdos de mi padre. Seguramente me eligieron porque los conoef cuando regresé a Chile en 1981. En esa €poca ellos también volvian del exilio o tenfan a sus de mi Padre Fiesta de cumpleafos, 1937. Sentados, entre otras: Nela Urrutia, Paz Rojas, ris U ri Mario Sola, Patricio Roja, ra De pie, enure otrossA Ollliggins Palma, Manuel Rojas, E hermanos presos y no descansaban un solo dfa para realizar el trabajo que por ese entonces todos tenia mos. Cuando me lo pidieron, yo que du rante todos estos afios he sido tan hablantina contra la dictadura, en- mudeci. Qué decir de mi padre? Le pregunté a mi hermana sobre lo que ella querfa que yo dijera. Se qued6 largamente en silencio y se fue para adentro muy callada. Tal vez en eso es la més parecida a mi padre en su mundo de vivencias, recuerdos y reflexiones, Mi hermano Patricio habl6 sobre é1 en Valparaiso cuando la universi- dad lanz6 un breviario sobre una de sus obras. Mientras él hablaba, me (3) Eugenta Rojas, Nora G rés Sola, Lins Alberto Romero, Ventura Gonzdle tardo Tischell, Mireya Undurraga, rutia, Luisa Gonséle ‘duardo Palma, fui con Manuel caminando junto al mar por las caletas, por las playas, buscando piedras, siguiendo p4j ros y miles de ensuefios, {Qué decir de mi padre? Que era inmenso como exclamaba uno de sus mejores amigos, Luis Cuevas Mackenna, cuando lo veia venir, alto, firme como la cordillera, in- conmensurable Maria Eugenia Rojas, Saturnino Ba En estos dfas, por sus cien afios de vida y de muerte, hemos reunido cartas, articulos, fotos. Y yo, en mi intento de biisqueda, he ido a ha- blar con algunos que lo conocieron y que atin viven: Rafael Agustin Gumucio, Marta Rivas, Maria Luz Huidobro, Lila Bianchi... Les pre- gunté poco, s6lo los miraba, con- templando en ellos, en su transpa- rencia, su humor, su alegria, a pesar de su vejez, a mi padre, con quien se emparentaban en su enorme luci- dez dias. y capacidad para mirar estos Mi madre murié cuando yo tenfa cuatro afios. Los tres nos quedamos 1ay Filomena Serrano (padres de Maria Baeza), Paz Rojas, Patricio Rojas, Luisa Gonz huérfanos. El también. Antes de ese terrible acontecimiento tengo algu- nas imégenes de él. Quizés la més nitida sea, estar sentada sobre sus inmensos zapatos, abrazada a sus piernas. El caminaba con nosotros. Eran los primeros pasos nuestros por el mundo, pero més que nada por su mundo, Mis hermanos mayores seguramen- te guardan muchos otros recuer- dos, pero yo, no sé si lo imaginé después o si realmente fue asi, lo vi por el ojo de una cerradura mien- tras mi madre agonizaba, Es una visi6n imborrable la que tengo. El, sentado en su cama, la cabeza in- jos (4) clinada, las manos de mi madre en las suyas, Horaba. Mis hermanos me ponfan cojines para que yo, al igual que ellos, los contemplara. Después de esa muerte y de esa inmensa ausencia, nosotros tres nos volvimos sus auditores, sus eriticos, sus consejeros, sus jucces, pero por sobre todo, sus compafieros. El nos considerd siempre sus amigos. Volvia de su trabajo en las tardes, no sé si por esa época era atin obrero linotipista en Ia imprenta de la Uni versidad de Chile o era ya empleado de los Anales, de los cuales lleg6 aser su director y, a pesar de nuestra escasa edad, nos contaba todo lo que habia hecho en el dia. Luego, antes de comer © mientras comfa- ‘mos, nos lefa libros que s6lo a veces correspondian a nuestra edad -E/ libro de las tierras virgenes 0 Kim pero las mas de las veces, eran li- bros de Dostoievsky, Faulkner. ‘Walt Whitman. No sé qué entende- riamos nosotros, pero él nos pre- guntaba, nos explicaba y lo més extrafio era que tambiéi nos pedfa nuestra opinién. a veces En otras ocasiones nos contaba cuanto habfa ganado, y luego de hacernos decidir a quién le tocaba la ropa o los zapatos en ese mes, sacaba los billetes del bolsillo y los tiraba por los aires, para refrnos, Manuel Rojos con su hija Paz, 1933 para jugar; pero ahora pienso que quizés era para transmitirnos todo un mensaje. Y, jqué mensaje! El valor que é1 le daba al dinero. Y a pesar de que en esa época éramos pobres é1 daba en ese juego todo lo que para él significaba el dinero: sélo un_minimo medio para vivir la realidad de esta vida. Construy6 su casa con esfuerzos, la misma en la que hoy vivo con mi familia. Saltaba sobre los heridos mientras exclamaba: Esta pieza sera para Patricio. Esta para Estercita y Anita. Anita Ester ya no esti, se fue después de él, hhabiéndolo acompafiado toda st. vida. mi nana de infancia, (is) Allo largo de los afios nos hizo lecto- res, andinistas, esquiadores, cono- cedores de pajaros y flores. Duran- te meses, con sus manos pulié cris- tales para construir él mismo un telescopio para ensefiarnos las es- trellas y a través de ellas muchas cosas del mundo. Asf fue la vida junto a él Estaba convencido que todos te- nian su constancia y capacidad. No crefa en profesiones ni en rangos EL, que s6lo tenfa cuatro afios de estudios, llegé a ser profesor en’ la Universidad de Chile y de Literatura en Estados Unidos. Fue Premio Na- Por su cuenta estudi6 ade- cional. mis inglés y francés y muchas otras cosas més. {Cudnto sabrfa mi pa- dre? No lo sé, Solos en las tardes, abrumados por las tareas lo Hamé- bamos por teléfono para que nos ayudara, Tomaba el cuaderno de matemiticas, lo miraba y a poco volaba por los aires mientras nos decfa: -Traigo un libro inerefble, les gustaria que lo leyéramos? Se equivocé. No fuimos como él. Es dificil ser como él era, Mas que un escritor, mas que un profesor, fue tun antropélogo en el amplio sentido de la palabra. Un hombre integro de estos tiempos. Murié el 11 de marzo de 1973 Lo habfamos acompaiiado, cuida- do, engafiado. La mafiana del dfa en que murié habfa entrado a mi pie- za; recostado en mi cama me pidis que fuera con él a Cuba cuando se mejorara, Estaba convencido de que alli surgirfa un hombre como el que tantas veces Sof6. En su poema escrito a la muerte de mi madre Deshecha Rosa se define como un hombre “construido con elementos de timidez y de urgen- cia”, Esa noche, tras Ia tiltima in- secién de morfina que yo le habia puesto para que no sufriera, su in- quietud de siempre aparecié y me hizo una pregunta muchas veces ida por todos nosotros: “{Qué es- tamos esperando?” Y se durmié Sian Juan de Pirque, Entre otro, Patricio Rojes, Carmen Cuevas, Ricardo y Luis Guillén, para siempre. Alicia Jeria, Paz y Maria Eugenia Rojas, Enrique Rogers y Manuel Rojas Esa noche su poema Gusano se repi- ti6 una y otra vez en mi mente. El dolor me haba traspasado como la enfermedad perfora el cerebro de un organico Foto lado derecho: Maria Baeza, Manuel Rojas, Alejandro Urrutia, Amantina Baeza y el perro Dick, 1934. ‘Lo mismo que el gusano que hilara (16) su capullo hila en la rueca tuya tu sentir inte- rior. He pensado que el hombre debe crear lo suyo como la mariposa sus alas de color. Teje serenamente, sin soberbia ni orgullo...” Asf era él, sin soberbia ni orgullo. Lo hemos extrafiado inmensamente: sus hijos, sus nietos y también sus bisnietds. Y los mfos que estiin lejos, Pero muchas veces también hemos agradecido que mu- riera al inicio de ese afio. El terrible afio 1973, {Qué habria hecho é1 durante los afios de dictadura y en estos seis que Hevamos, donde los valores han sido trastrocados y es el dinero lo que cuenta? {Qué habria hecho Manuel Rojas cuando desaparecié para siempre Fernando Ortiz, ese joven estudian- te que a pesar de su firmeza politica, timidamente, mientras pedia la mano de su hija temblaba frente a mi padre quien por primera vez en su vida tal vez jugaba a ser juez? Nosotros, con mi hermana, muer- tos de la risa, los miribamos ocultos tras una cortina... {Qué habria sentido Manuel Rojas cuando José Manuel Parada, el ma- rido de su nieta mayor, Estela, a quien adoraba, fue masacrado? {Qué habria dicho mi padre euan- do Pablo y Maria Luisa fueron ex- pulsados de la Universidad y cuan- do més tarde Pablo murié? ¢Cuan- do mi hermana y yo con mis hijos, nos vimos obligados a salir al exilio? iQué desesperacién habria invadi- do a Manuel Rojas cuando Carmelo Soria, el marido de la hija mayor de su mejor amigo, Gonzalez Vera, aquel que hacia nacer pajaros y cuerpos de los nifios, fue asesinado! {Qué habria hecho é1 todos estos afios? El, que exigia siempre la ver- dad, que s6lo una vez nos castige por mentir, porque luego nos ense- {16 el sentido exacto de esa palabra. {Qué habria hecho Manuel Rojas, ‘cuando ese personaje, esos personajes del pueblo que amaba, a los cuales cs) describié en sus significados y esen cias més profundas: obreros, va gabundos, campesinos, fueron per seguidos, encarcelados, torturados hechos desaparecer? Con su imaginacién, con sus pala bras, Pinochet y todos los respon sables habrian sido nombrados er sus escritos una y otra vez. Ciento: de veces tal vez se habria pregunta do: {qué nos pasa que nos har cambiado los sentidos de las pala. bras? {Qué habria hecho Manuel Roja en un pais donde la palabra recon: ciliacién significa olvido?e Un Grande del Siglo __Volodia Teitelboim pasado més de trein Herries ee pen José Domingo Gémez Rojas- que pronto morirfa enloquecido por los palos- le aconsej6 que se dedica. ra a escribir, cuando Manuel Rojas dio el gran golpe. Entonces era un joven que bajo el exterior huraiio escondia al rebelde y un espfritu aventurero. Habra que preguntarse si (9) fue aventurero por temperamento 0 por necesidad. La verdad es que le costaba mucho ganarse el pan, Pero Ja verdad mayor y més fuerte es que queria escribir y lo hizo sacando los argumentos de la vida. Toda su obra es un autorretrato de su existencia y de la existencia de los demis. No salt6 sobre sf mismo ni sobre su época. Los cuentos de la €poca inicial rinden inevitable tri- buto a las tendencias del momento, costumbrismo, criollismo, aunque siempre estampa sobre cada pagi- na el sello de su personalidad. Fue un lector apasionado de cier- tos escritores de su tiempo y supo que escribir es poner orden en el cas, dar forma al amasijo, extraer el pan del horno y mantenerlo ca- liente en la boca del lector. La fase previa En su Breve biografia cuenta que nacié en Buenos Aires el 8 de enero de 1896 y es hijo de Manuel Rojas Cérdoba, santiaguino, y de Dorotea Sepilveda Gonzélez, talquina. Su nijiez y juventud es de ires y venires entre Chile y Argentina, Mis tarde se arraiga en Ia patria de sus pa- dres y se hace chileno por raiz, permanencia y vinculos de toda clase, sin dejar de hacer escapadas nostilgicas a Buenos Aires. Desde luego su escritura pasa por distintas etapas formativas. Cuan- do publica su tiltima novela La Oscura vida radiante han transcu- rrido cincuenta afios de su librito inicial Poéticas, editado en Mendoza en 1921. Su poesia de Tonada del transeunte (1927) con- tiene sonetos y rimas, muy por de- tras de la obra de un Neruda que ya a esa altura no sélo ha publicado Crepusculario, Veinte poemas de amor y una cancién desesperada, Tentativa del Hombre Infinito, sino que esté escribiendo unas miste- riosas y originales primeras Resi- dencias. El cambio en su poesia se advierte en la plaquette de Deshe- cha Rosa, estremecida elegia por Marfa Baeza, donde el flujo del sentimiento se libera de toda ama- ra retérica Adelanta més en la prosa que en la poesia. En El Delincuente (1929), en sus novelas breves de Travesia, en sus cuentos todavia paga im- puesto a ciertas modalidades de época, pero poseen reciedumbre, Ja potencialidad de un narrador de garra. Lanchas en la bahia (1932) hard veinte afios antes un preanuncio de Hijo de ladrén. Toda su produccién tiene por trasfondo la vida en la calle, en el trabajo, en la vagancia, en la pobreza de un nifio cuyos estudios formales no fueron mas allé de la cuarta preparatoria en una escuela bonaerense y de un joven cuya existencia tiene muchas semejanzas con la de Maximo Gorkiy el resultado al menos en luna primera etapa se asemeja en algtin sentido, Lanchas en la bahia es como el preémbulo a un segundo acto de su creacién, Se trata ya de una verda- dera novela, nutrida por prisiones y lecturas como La Conquista del Pan, escrita por el principe Krotopkine, un fdolo de la juven- ud dcrata, (20) Conste que entre 1938 y 1951 no publica ningdin libro. Hay que pre- guntarse por qué. Habré que atri- buirlo a circunstancias hostiles, miltiples adversidades, problemas personales. Curiosamente el afio en que triunfa el Frente Popular comienza un largo silencio. Duran- te ese perfodo aparentemente ca Ia, pero por dentro se esté gestando la aparicién del novelista maduro. Es muy revelador que no escriba sobre lo que esta pasando a su alre- dedor en ese momento sino que rememore las dos primeras déca- das del siglo. Las claves de la vida y de la obra Su Antologia autobiografica (Lom, 1995) es un texto esclarecedor por- que alli, hablando de su obra, libro por libro, la coteja con su vida. Por tun lado nos permite conocer alter- nativas de su existencia conereta y, por el otto, nos revela cémo ella fue la materia prima de su escritura, De algtin modo vamos reconocien- do los pasos del hombre que obser- vé durante cuando él trabajé en las Prensas Universitarias. Dia riamente lo vefa caminar por los grandes patios de la Casa Central para salir y regresar al taller. Al concluir la jornada legaba a bus- carlo una mujer pequefita, en to- tal contraste con el gigante, y tal vez por eso mismo unida a él por la atraceién de los polos. En las tar- des solia ver partir a Manuel Rojas acompaiiado por Maria Baeza. Saltaba a la vista que se amaban. El matrimonio se celebré el afio 29. El 23 de agosto de 1936 murié Marfa Baeza. As{ el hombre gran- de qued6 viudo, a cargo de tres nifios pequefios. La mayor tenia siete afios. Todo se desbalanceé en ese hogar por la falta de la madre Hubo mayores apreturas domésti- cas porque falté también el sueldo de directora de escuela de esta mujer que escribia versos, que yo lef por primera vez.en la Antologia que publicé Rubén Azéear. El viu- do necesitaba hacer un doble o un triple trabajo para equilibrar el presupuesto. Fue a ver a un argen- tino, que era un dfnamo y habia creado en Chile la Editorial Ercilla, la cual lanzaba libros a destajo en formato ristico y a precio reduci- do, Laureano Rodrigo fue directo al grano: «<-jcuénto quiere g Quinientos pesos- respondié Ma- nuel Rojas. -Hecho- dijo Rodrigo, que guardaba un montén de tra ducciones sin publicar, de cuya puleritud y rigor desconfiaba. Les habia echado una mirada y descu- bri6, por ejemplo, que en una obra de André Malraux la expresin «cheval de fer» no se traducia por ferrocarril sino por caballo de fie- ro. En esto tenfa que ver un frené- tico activista de la pluma, el escri- tor peruano Luis Alberto Sanchez. Como abarcaba tanto, contaba con un equipo de traductores negros 0 fantasmas, generalmente estudian- tes primerizos que traducfan a matacaballo, en cualquier forma En ese infierno de las traducciones a la diabla tuvo que ingresar el corrector Manuel Rojas. «Duran- te algiin tiempo -recuerda- vagué por un mundo de locura... me su- merg{ en el maremagnum». Llegé un instante en que ya no pudo més Manuel Rojas y su niera Esiela Ortiz y cambié esa labor por un cargo de redactor en Las Ultimas Noticias, donde debia entregar tres articu- os semanales. El salario era ma- gro y la economia familiar hacia agua. Necesitaba otro suplemento. Alguna vez lo vi desempeftando el tercer empleo, No dejé de impre- sionarme. Manuel Rojas estaba detrés de unos barrotes. No era Aniceto Hevia preso sino un ven- dedor de cartillas en el Hipédromo Chile. (También por ese tiempo divisé muchas veces detras de unas rejas a Alberto Romero. Tampoco estaba en prisién sino cumpliendo sus labores de cajero en el Crédito Hipotecario. Siempre tenfa cara de suefio porque todas las noches sa- lia a pesquisar personajes para sus novelas en los barrios bravos. Con frecuencia se acostaba de madru- gada y concurria, con el suefio vivo, puntualmente a cumplir la tarea burocratica) En los dfas de carreras Manuel Rojas tenia que afrontar la vociferante muchedumbre de los apostadores que gritaban los nom- bres de sus caballos favoritos, al- guno de los cuales se pronunciaban de cualquiera manera. La fantasia onoméstica hipica no tiene fin y no se exigia exactitud fonética. Algu- na vez un colega que atendia las mismas funciones en otra ventani- Ila se quejé de ese trabajo aplas- tante, Su interlocutor le dijo: -no eres el tinico. Un poco mas alld esté Manuel Rojas, «calladito vendien- do cartillas». El que reclamaba era Juan Barros, autor de novelas nificativas, como El Zapato Chino y Maria la Grande. El diélogo entre los dos novelistas vendedores de cartillas tras las rejas fue econémi co ->usted también aqui, compafie- ro? -qué quiere que le haga». Esto habla sobre la condicién de mu- chos escritores en el Chile del siglo XX. Generalmente las cattillas se vendfan los dias sébados y domin- gos. Algiin benefactor de la litera- tura con influencia entre las auto- ridades de los hipédromos reco- mendaba escritores para ese tra- bajo. Por supuesto no rendia lo suficiente. Juan Barros editaba sus libros a costa de su bolsillo y luego los vendia en las estaciones, en los trenes, No superaba con todo, la peregrinacién de Pablo de Rokha autoeditindose, trasladando ma- letas de plomo, cargadas de vol menes, a través de todos los pue- blos, las calles y los campos de Chile para poder sobrevivir Manuel Rojas trabajé tras las ven- tanillas con barrotes 16 afios. Cuan- do jubil6 (hizo el recuerdo el 6 de octubre de 1961), recibfa como pen- sién 7 escudos mensuales. Mien- tras estaba allf escuchando alari- dos, vocear los nombres més inv rosimiles de potrillos y yeguas pen- saba que tenfa ganas de escribir. Por las noches lo hacfa. Observé las nuevas paginas con cierto distanciamiento asombrado, Ha- bia una evolucién en su estilo, De dénde habfa sacado esa manera de escribir? {Dénde la habia apren- dido? {Por qué habfa cambiado tanto? ... Me di cuenta que tenfa la tendencia a examinar las cosas, Ios seres y los hechos de una manera diferente a como Io hacfa antes. Antes simplemente los presentaba, los deseribia, sin estilizarlos, sin examinarlos, sin sacarles todo el (2) valor que tenfan», Dieha reflexién permite ahondar en la singulari- dad que logra la creacién de Ma- nuel Rojas sobre todo a partir de Hijo de ladrén. Me parecen muy valiosas sus reflexiones sobre la mudanza que experimenta su es- critura. Partiendo de la realidad que est viviendo, la interioriza, aleanzando una visién més com- pleta no sélo del proceso literario sino de la atmésfera interior. «Mis que la descripcién de los hechos me interesaba la sensacién que produ- fan... buscaba color, sonido, signi- ficaci6n, densidad 0 sensibilidad, creando con todo un clima». En su introspeccion el autor se explica el cémo de esta nueva forma de escri- bir. Se va descubriendo a sf mismo, reconociendo vetas suyas que le habfan permanecido ocultas, que estaban silenciosas en el fondo de su ser. «Descubri que el resultado estaba de acuerdo con mi modo natural de pensar, de divagar, de reflexionar y de recordar : El patiperro Queria ir a Chile. La compaffa del Ferrocarril Trasandino, para la cual trabaja, le niega el. pasaje. {Qué hacer? «Obrero como yo, aunque alli no fui mas que un peén. Si iba a caminar 165 kilémetros, {por qué no caminar 75 més y llegar hasta Los Andes? Necesita- ba ganarme la vida y tanto me daba hacerlo en la Argentina como en Chile...», Solfa dormir en el sue- lo, Erré de un conventillo a otro, leia como un condenado. Por eso: afios comenz6 a escribir. Se rela- cioné con gente de teatro. Ingresé a Entre otros: Maria Baeza, Manuel Rojas, Aurea Salces, su secret compaiifas de muertos de hambre y al «Cireulo de los Siete», que publicé dos niimeros manuscritos. EI copista -recuerda- fue Gonzile: Vera. Durante sus bajadas a Mendoza tun amigo le prest6 libros incendia Se sintié anarquista. Mand6 correspondencia a un diario anarcosindicalista de Buenos Ai Trat6 con toda clase de ham- brientos de pan y justicia. rios. Un escindalo En 1951 al leer Hijo de ladrén, tuvi- mos la impresién que se habja es- crito un capitulo nuevo en la nove- la chilena. Manuel Rojas, entre otras virtudes, revelaba coraje. {Por qué? Porque el libro daba la impresién que Aniceto Hevia era Manuel Rojas y su padre, el la- dr6n. (El titulo mismo equivalfa a un acierto. Después supe que origi- nalmente tenia otro nombre, Tiem po irremediable. El editor lo objets por juzgarlo demasiado abstracto, Fue Enrique Espinoza quien, co- nociendo el texto, le propuso de- nominarlo Hijo de ladrén). Bl libro da una sensacién convincente de autenticidad. Lo asociamos a cosas conocidas de Manuel Rojas, que nos hicieron creer en la identifica- n entre autor y personaje. Bue- no, el hombre era tan veridico y valeroso que no vacilaba en reco- nocer la riesgosa profesién pater- na, Creo qué muchos lectores incu- rrieron en el mismo error, En su Antologia autobiogrdfica Manuel Rojas nos saca de la equivocacién. Explica ‘que el personaje, si bien corresponde a un ser real, no es su padre, quien murié muy joven, al parecer consumido por el alcohol. El modelo literario lo compone a partir de un vecino en la casa del Barrio Boedo, donde é! madre, Tres habitaciones contiguas estaban ocupadas por una familia de la cual se hicieron an otros motives porque 1a mujer era chilena. Tenfa cuatro hijos. El pa- dre, de nombre Aniceto, alias «

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