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Unidad II.
Compró empresas al borde de la quiebra para sostener los empleos, pero a costa de ineficiencias y
corrupción. Durante su gobierno el tipo de cambio fijo que existía desde 1954, de $ 12.50 por
dólar, al final de su sexenio llegó a los 20 por dólar.
Se desarrollo un fenómeno conocido como Atonía Económica, caracterizada por los siguientes
puntos:
a) Inflación.
b) Aumento de desempleo.
c) Disminución de inversiones.
d) Escasez de circulante (moneda).
"Fue así como a la “atonía” del primer año le siguió durante casi todo el resto de la administración
(con frenos y arranques) una política expansiva del gasto público, a tono con lo que era el proyecto
inicial. El gasto del sector público fue incrementándose rápida y sostenidamente, pasando del
20.7% del PIB en 1971 al 31.8% en 1976. Por otro lado, el gobierno introdujo una reforma
institucional que facilitó la política de inversión pública: el traspaso de la facultad de decisión en
esta materia desde la SHCP a la Secretaría de la Presidencia."
Una de las múltiples frases que tuvo a bien, o mal, pronunciar el presidente Echeverría, fue ésta:
“Las finanzas públicas se manejan desde Los Pinos” y como era de esperarse dio lugar a un
absoluto desorden en el gasto y las inversiones públicas.
Para ese entonces, 1973, y a raíz de un intento fallido de reforma fiscal que le diera más recursos,
tomó la decisión de despedir a su Secretario de Hacienda Hugo B. Margain.
La creciente expansión del gasto gubernamental, sin el respaldo de los correspondientes ingresos
tributarios, dio lugar a un incremento del déficit público, el cual fue financiado primero, mediante
incrementos sucesivos del encaje legal del Banco de México, que pasó de 34.8% en 1971 a 51.1%
en 1976. Al agotarse esta vía, se continuó con deuda externa y con el aumento del dinero en
circulación, emitido sin respaldo por la Casa de La Moneda.
La inflación fue desbocándose año tras año y para 1973 ya estaba fuera de control al llegar a
21.37%, estableciéndose así en niveles de dos dígitos no vistos desde el año de 1944, durante la
Segunda Guerra Mundial. Si alguien nos hubiera dicho, que a partir de ese momento tendríamos
que esperar ¡20 años! para volver a ver inflaciones de un dígito, nunca lo habríamos creído, pero
aún menos imaginar que en los años 80 llegaríamos a ver inflaciones de tres dígitos. Aquello era ya
el principio del fin.
Entre 1959 y 1971 durante la época del D.E los salarios mínimos, y por lo tanto todos los demás, se
ajustaban cada dos años, dado que el crecimiento de los precios era imperceptible. El período de
1972-1973 fue el último, pero la inflación de 1973 obligó a realizar el primer incremento de
emergencia de los salarios del 18%, que tan solo estuvo vigente entre septiembre y diciembre de
ese año. El desorden continuó y los salarios aumentaron 6 veces en forma irregular entre 1973 y
1976. La espiral inflacionaria había comenzado, sin que pudiésemos imaginar cuantos años habría
de durar. Hoy sabemos que la inflación permaneció sin control durante 27 años y aun así, es
frecuente escuchar quien pregunta por qué razón, después de aquello, dejamos de crecer.
Pero otro de los indicadores macroeconómicos sin control fue la Deuda Pública, tanto interna vía
encaje legal, como la Deuda Externa, la cual se cubre en dólares y mediante el pago de altas tasas
de interés. la Deuda Externa que recibió Echeverría al inicio de su gobierno fue de de 4,263
millones de dólares y para fines de 1976 dicha deuda había llegado a 19,600 millones de dólares,
equivalente a 4.6 veces la inicial y al 28.6% del PIB corriente. En verdad inconcebible la forma en
que se manejaron las finanzas nacionales desde Los Pinos.
El monto total de gasto público y su financiamiento están íntimamente relacionados. Ambas
fueron repetidamente señaladas como causantes de los problemas económicos que desembocan
con la crisis de 1976. Por lo demás, ambas también constituyen un elemento privilegiado de la
política económica. La magnitud del gasto público, su distribución entre las distintas ramas de
actividad de la economía y la forma en que lleva a cabo su financiamiento juegan un papel esencial
en la dirección del proceso de desarrollo.
Dentro del gasto total federal, el de inversión permite apreciar con mayor claridad las prioridades
establecidas por el gobierno en un periodo determinado. Durante los seis años de la
administración del presidente Echevarría la inversión pública federal aumentó su participación
dentro del total de la formación bruta de capital en el país.
En los primeros cinco años de gobierno la tasa de crecimiento de la inversión bruta fija fue mayor,
en términos reales, que la del producto interno bruto (7.2 y 5.7 por ciento respectivamente). En
esos años la inversión pública creció a una tasa mayor que la privada lo que motivo que para 1975,
el 45 por ciento del total de la formación bruta de capital fuese ejecutada por el sector público (en
1971 la proporción fue 30 por ciento). En 1976, la inversión pública disminuyó en un 7.5 por ciento
en términos reales y la privada creció ligeramente, disminuyendo el coeficiente de inversión a 20.1
y aumentando. también ligeramente, la participación privada en la inversión bruta fija.
Ciclos económicos.
Una de esas decisiones y, sin duda, la más importante, fue la de no combatir la invasión con la
recesión. El carácter ortodoxo y tradicional de la estrategia que quiere combatir la inflación con la
recesión, así como el apoyo del que disfruta en los medios de poder financiero en todo el mundo,
inclusive en organismos internacionales, constituían serias presiones para adoptar una política de
promoción. La política recesiva, discutible y cada vez menos aceptada en los países desarrollados,
además de haber resultado catastrófica en numerosos países del Tercer Mundo, no era aceptable
frente al desempleo y las carencias acumuladas en México. Si hubiese sido adoptada, incluso la
inflación y la posición internacional del país se habrían agravado, ya que las causas internas que
determinan esos problemas se referían principalmente a deficiencias de la oferta, la inversión y el
mercado interno.
Sin embargo, poner en acto una política que acelerara y multiplicara la atención de los graves
rezagos que padecen las mayorías, es decir. una política de vastas realizaciones materiales, que
combatiera la inflación con la promoción productiva y no con la recesión, optimizando al mismo
tiempo la eficacia de las amplísimas tareas que el régimen del presidente Echevarría decidió
echarse a cuestas, habría supuesto una muy amplia reorganización institucional del sector público.
Parece obvio, sin embargo, que habría sido una decisión errónea y posiblemente de graves
consecuencias sociales y políticas posponer, quizá durante dos o tres años, la promoción y
continuidad del desarrollo, encarando primero la organización institucional. Evaluada o no la
alternativa, el Gobierno de la República decidió, con la estructura organizativa con que contaba,
acelerar con rapidez el ritmo de las realizaciones materiales, asumiendo el costo, no
completamente previsible, en que habría de incurrirse en términos de desorganización e
ineficacia.
En otras palabras, el Estado no estaba preparado para enfrentar, eficazmente. la obra material que
de toda manera produjo. La ejecución de varios proyectos o programas de gasto fueron llevados a
la práctica sin la debida programación previa, muchas veces con apresuramiento y
frecuentemente sin los estudios básicos que mínimamente garantizaran su eficaz realización. Por
otra parte, obstáculos administrativos y financieros entorpecieron aún más el ejercicio del gasto
público. El desorden administrativo se agudizó y ello dio pábulo a que diversos funcionarios
medraran con el manejo de los dineros del pueblo. Con todo, el costo social y político de no haber
hecho lo que se hizo, habría sido de consecuencias incontrastables con el costo administrativo e
institucional en que se incurrió.
En el terreno de los ingresos propios del sector público, la política de precios y tarifas de los bienes
y servicios que el Estado proporciona a la economía se mantuvo, durante los primeros años, sin
modificaciones y dentro de los estrechos márgenes que le impartió a la política económica del país
la época del desarrollo estabilizador. Cuando, eventualmente, se incrementaron los precios y 1as
tarifas de esos bienes y servicios, los aumentos, además de tardíos, resultaron insuficientes y no
respondían a las necesidades de acumulación y expansión de la producción de las empresas
específicas que los llevaron a la práctica. Más que estudiar una medida particular de incremento
de precios o tarifas de una empresa pública en función de la necesidad financiera y de expansión
productiva de la propia empresa, los aumentos se resolvieron principalmente a la luz del monto de
recursos adicionales que dicho incremento reportaría. Todo ello con el propósito de reducir el
déficit consolidado del sector público que, por lo demás, en forma simplista se definía como la
diferencia entre ingreso y gasto haciendo caso omiso de la naturaleza del gasto y de la actividad
especifica que se quería promover. Todo esto provoco que el Gobierno Federal aumentara las
transferencias corrientes y de capital a los organismos y empresas del sector público para
parcialmente financiar sus programas de gasto (los créditos externos e internos crecientes venían
a completar el esquema de financiamiento). Los apoyos que la federación otorgó al resto del
sector público (excluyendo aquellos que por razones estatutarias tiene que hacer como son, por
ejemplo, los que les entrega a las instituciones de seguridad social) fueron creciendo de tal forma
que los resultados del Gobierno Federal como tal se vieron afectados. De hecho, para los seis años
de la administración estos apoyos explicaron más del 60 % del déficit del Gobierno Federal;
inclusive en 1971, el Gobierno Federal tuvo un superávit si no se incluyen estos apoyos”.
A esta política de precios y tarifas se sumó la tributaria que no fue lo suficientemente modificada
para permitir sanear las finanzas públicas, ni mucho menos convertirse en un instrumento de
redistribución del ingreso. En efecto, no se llevó a la práctica una reforma tributaria y los ajustes a
los diversos impuestos buscaron un efecto recaudatorio, que nunca fue suficiente ni proporcional
al esfuerzo de gasto que año con año realizaba el sector público. Si bien es cierto que los ingresos
tributarios como proporción del PIB aumentaron como nunca lo habían hecho en la historia
reciente del país al pasar de 11.2 por ciento en 1971 a 14.2 en 1976 (a precios de 1970), al
descansar primordialmente en los impuestos indirectos afectaron el índice general de precios de la
economía y la carga fiscal recayó en forma desproporcionada sobre las clases media y popular. Los
impuestos que gravan el ingreso derivado de la posesión de capital no fueron modificados de
manera significativa y el anonimato de las acciones y valores no fue eliminado.
Las reformas más importantes en materia de impuesto sobre la renta se llevaron a cabo en el
sector de los ingresos de las personas físicas se elevó la tarifa afectando a las personas con
intereses de más de 150 mil pesos anuales, para llegar a un mínimo de gravamen de 50 % cuando
los ingresos anuales excedieran de un millón y medio de pesos. Las tasas aplicables a ingresos
personales de menos de 150 mil pesos no fueron modificadas.
El tratamiento excesivamente favorable que contenía la Ley del Impuesto sobre la Renta para las
ganancias derivadas de la enajenación de bienes inmuebles fue modificado para las empresas y las
personas físicas, se adoptaron medidas para mejorar la acumulación de ingresos personales
constituidos por productos o rendimientos de capital y el tratamiento a los rendimientos de
valores de renta fija y variable fue objeto de constantes revisiones, a efecto de incrementar el
gravamen sobre estos ingresos.
En el impuesto federal sobre ingresos mercantiles, se elevó la tasa general de 3 a 4 por ciento y se
establecieron tasas especiales con las que se afectó el consumo de sectores de la población con
mayor capacidad económica. En el impuesto del timbre, especialmente tratándose de operaciones
por las que se transmite el dominio de bienes inmuebles, se empleó la escala progresiva que llega
a 8 por ciento. La tasa que afecta a los ingresos de PEMEX fue aumentada y se creó un nuevo
impuesto para el consumo de gasolina. Los llamados impuestos especiales (cerveza, tabaco, aguas,
envases y refrescos, teléfonos, etc.) fueron, asimismo aumentados.
La política de precios y tarifas junto con la tributaria, al combinarse con la de gasto, ocasionó que
el déficit del sector público controlado presupuestalmente aumentara, como proporción del PIB,
de 2.5 por ciento en 1971 a 9.3 en 1975 y 7.4 en 1976. Este creciente déficit se financio con
recursos crediticios internos y externos de la siguiente manera:
Entre los años de 1971-1976, gobierno de Luis Echeverria Álvarez, la inflación varia muy
poco durante los dos primeros años, sin embargo, en 1973 la inflación subió hasta un
21.37%. En los años siguientes, esta fue disminuyendo y en el último año volvió a
incrementarse a 27.20%.
En política exterior, establece relaciones con los gobiernos socialistas de Cuba (Fidel
Castro) y Chile (Salvador Allende).
Realiza visitas oficiales a países del bloque capitalista como socialista (Guerra Fría).
Recurre a un gasto excesivo en la política gubernamental.
Recurre al endeudamiento para crecer la burocracia y organismos de gobierno.
México presentaba problemas financieros a causa de la crisis internacional de escasez de
petróleo.
Disminuye la inversión privada y aumento el gasto público.
La deuda externa durante el sexenio llego a 20 mil millones de dólares.
Se desarrollo un fenómeno conocido como Atonía Económica, caracterizada por los
siguientes puntos: Inflación, Aumento de desempleo, Disminución de inversiones y
Escasez de circulante (moneda).
Objetivos:
Modernizar la industria
Incrementar exportaciones
Impulsar el ahorro nacional
Características:
Déficit fiscal
Economía populista
Marcada inflación
Descapitalización
Economía nacional depende del petróleo
Participación tripartita (Estado, empresarios y sectores sociales)
5 PREGUNTAS INDIVIDUALES
Bibliografías:
Carreño, José (2006): «Documento señala que Echeverría y Díaz Ordaz eran agentes informantes y
que informaron lo que quisieron a la CIA sobre el 68», artículo publicado el 19 de octubre de 2006
en el sitio web del diario El Universal (México).