Está en la página 1de 7

Cuentos

Los ratones
Poema de Los Ratones. ¿Quién de todos ha de ser
Juntáronse los ratones
el que se atreva a poner
para librarse del gato;
ese cascabel al gato?
y después de largo rato

de disputas y opiniones,

dijeron que acertarían

en ponerle un cascabel,

que andando el gato con él,

El dentista en la selva
librarse mejor podrían.
dentista
Por la mañana

El dentista de la selva
Salió un ratón barbicano,

Trabajó intensamente
colilargo, hociquirromo

y encrespando el grueso lomo,


Con un feroche cliente.

dijo al senado romano,


Era el rey de la jungla,

después de hablar culto un rato:


Era un león imponente,
Con colmillos careados
sobre las retamas

Y que le faltaba un diente. y la hierbabuena.

Abril
La tarara
El chamariz en el chopo.
Lleva la Tarara
-¿Y qué más?
un vestido verde

lleno de volantes
El chopo en el cielo azul.
y de cascabeles.
- ¿Y qué más?

La Tarara, sí;
El cielo azul en el agua.
la tarara, no;
- ¿Y qué más?
la Tarara, niña,

que la he visto yo.


El agua en la hojita nueva.

- ¿Y qué más?
Luce mi Tarara

su cola de seda
Mar, ¿adónde vas?

Río arriba voy buscando

fuente donde descansar.


AGUA
Agua, ¿dónde vas? Chopo, y tú ¿qué harás?
Agua, ¿dónde vas? Poema de Federico
García Lorca.
Agua, ¿dónde vas?
No quiero decirte nada.

Yo..., ¡temblar!

Riendo voy por el río

PUBLICIDAD

a las orillas del mar.

CHISTES CORTOS
CUENTOS
El elefante fotógrafo
Había una vez un elefante que quería ser fotógrafo. Sus amigos se reían cada vez que le

oían decir aquello:

- Qué tontería - decían unos- ¡no hay cámaras de fotos para elefantes!

- Qué pérdida de tiempo -decían los otros- si aquí no hay nada que fotografíar...

Pero el elefante seguía con su ilusión, y poco a poco fue reuniendo trastos y aparatos con

los que fabricar una gran cámara de fotos. Tuvo que hacerlo prácticamente todo: desde

un botón que se pulsara con la trompa, hasta un objetivo del tamaño del ojo de un

elefante, y finalmente un montón de hierros para poder colgarse la cámara sobre la

cabeza.

Los juguetes ordenados


Érase una vez un niño que cambió de casa y al llegar a su nueva habitación vió que
estaba llena de juguetes, cuentos, libros, lápices... todos perfectamente
ordenados. Ese día jugó todo lo que quiso, pero se acostó sin haberlos recogido.
Misteriosamente, a la mañana siguiente todos los juguetes aparecieron ordenados y
en sus sitios correspondientes. Estaba seguro de que nadie había entrado en su
habitación, aunque el niño no le dio importancia. Y ocurrió lo mismo ese día y al
otro, pero al cuarto día, cuando se disponía a coger el primer juguete, éste saltó de
su alcance y dijo "¡No quiero jugar contigo!".
Los últimos dinosaurios
En el cráter de un antiguo volcán, situado en lo alto del único monte de una región perdida
en las selvas tropicales, habitaba el último grupo de grandes dinosaurios feroces. Durante
miles y miles de años, sobrevivieron a los cambios de la tierra y ahora, liderados por el
gran Ferocitaurus, planeaban salir de su escondite para volver a dominarla.
Ferocitaurus era un temible tiranosaurus rex que había decidido que llevaban demasiado
tiempo aislados, así que durante algunos años se unieron para trabajar y derribar las
paredes del gran cráter. Y cuando lo consiguieron, todos prepararon cuidadosamente
sus garras y sus dientes para volver a atermorizar al mundo.

El gran lío del pulpo


Había una vez un pulpo tímido y silencioso, que casi siempre andaba solitario porque
aunque quería tener muchos amigos, era un poco vergonzoso. Un día, el pulpo estaba
tratando de atrapar una ostra muy escurridiza, y cuando quiso darse cuenta, se había
hecho un enorme lío con sus tentáculos, y no podía moverse. Trató de librarse con
todas sus fuerzas, pero fue imposible, así que tuvo que terminar pidiendo ayuda a los
peces que pasaban, a pesar de la enorme vergüenza que le daba que le vieran hecho un
nudo.
Muchos pasaron sin hacerle caso, excepto un pececillo muy gentil y simpático que se
ofreció para ayudarle a deshacer todo aquel lío de tentáculos y ventosas.
El pingüino y el canguro
Había una vez un canguro que era un auténtico campeón de las carreras, pero al
que el éxito había vuelto vanidoso, burlón y antipático. La principal víctima de sus
burlas era un pequeño pingüino, al que su andar lento y torpón impedía siquiera
acabar las carreras.
Un día el zorro, el encargado de organizarlas, publicó en todas partes que su
favorito para la siguiente carrera era el pobre pingüino.

Chocolate y felicidad
Hace tanto tiempo que ya nadie se acuerda de que hubo una época en la que cada niño

vivía con un duendecillo de la felicidad que lo acompañaba desde el día de su nacimiento.

Los duendecillos se alimentaban de la alegría de los niños, y por eso eran expertos

inventores de juguetes y magníficos artistas capaces de provocar las mejores sonrisas.

Con el paso de los años, los duendes mejoraron sus inventos y espectáculos, pero la

alegría que conseguían era cada vez más breve. Por más que hicieran, los niños se

volvían gruñones y exigentes cada vez más temprano. Todo les parecía poco y

siempre querían más. Y ante la escasez de felicidad, los duendes comenzaron a pasar

hambre.

También podría gustarte