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CARTAS CREDENCIALES ALEJANDRO Ross! & E. asombroso esar agut, No exager si digo que ja- ims lo habia previsto. Claro, los regalos de la vida no se planean, si acaso el propio trabajo y adn all{ hay tantas sorpresas que mds vale abandonar la idea de que somos los duefios de nuestro destino. Quién nos rige es una pregunta que alegremente se la dejo alos tedlogos, esos ‘grandes imaginativos que nos han regalado maravillo- sas ficciones. Si soy franco, debo admitir que prefiero ver la vida como una trama de imprevistos, de casual dades, de descubrimientos inesperados, de casinos la- terales que, de pronto, se vuelven centrales. Prefiero que, inesperadamente, un viento répido borre las tur- bias nubes del amanecer. La realidad estd, as, mas car- gada de esperanzas y —segtin me parece— también es mis divertida. Tal ver para los dioses la vida sea un lim- pido teorema que emana de los axiomas. Celebro, sin embargo, que entre los hombres las cosas discurran de ‘otro modo, celebro la ceguera que nos permite ignorar la imprevista noticia, celebro la agnosia que me abre paso hacia un posible hallazgo, celebro encontrarme, sin el menor presagio, frente a un rostro insuperable. A lo mejor son admirables, pero me aburren un poco los personajes que aseguran, con un cabeceo de péndulo, saber lo que hardn mafiana y todos los dias siguientes. Me doy cuenta, claro estd. que el temple que invoco suscita angustia y una cierta actitud que, en su extre- ‘mo, puede ser bobamence milagrera. Pero también es verdad que en ella hay un realismo humilde ante las empresas del hombre, hijo del miedo y de la precarie- dad. No afirmo nada excepcional, sélo recuerdo que la amplicud de los contextos y la temporalidad alteran los propésitos originales. Cambia la lectura y el sentido de tuna obra o de una pigina. Aquello que crefamos esen- cial se convierte en agua estancada y lo que juzgabamos como un ejercicio ligero se transforma en ¢] m&ximo logro. © apostamos a la racionalidad sin mécula y ésca lentamente se disuelve en una pesadilla salvaje. Apo- yamos el bien y luego, con espanto, descubrimos que * Discurso de ingreso « El Colegio Nacional, e} 22 de febrero pasado. Publicamos a continuacidn de estas paginas las palabeas de bieawvenida de Ramén Xiewy. ABRIL DE 1996 tenemos las manos llenas de ceniza. Quis lo humano sea una mexcla de racionalidad escéptica que nos de- fienda de los suefios olfmpicos, una honda conciencia de que cometemos errores y, a la ver, la valentia de pensar ¢ imaginar ardientemente. Arriesgar y rectficar, la formula de oro, simple y dificilisima. Sf, es asombroso estar aqut. Lo acepto con una dosis de misterio y, sobre todo, con un agradecimiento pro- fundo. Créanmelo, es un honor estar en El Colegio Na- cional, formar parte de esta corporacién ilustre, sin duda la concentracién de talento mds intensa de Méxi- co. Estar a la altura no es una expresion retsrica, 8 la ‘manifestacién —créanmelo igualmente— de un anhe- Joy de un temor. Quisiera explicarme. Ocurre, por lo Pronto, que yo no soy un especialisea en nada. No soy tun cientéfico, ni tampoco el deslumbrante erudito en algin autor o perfodo y no puedo declararme poeta 0 novelista. Ni siguiera puedo refugiarme en esa zona de bodes indefinidos que es el ensayo, He redactado unos ‘cuantos, es verdad, y sin embargo, me sentitia incSemo- do en esa clasificacién. Menos atin me veo como el mensajero ocasional de una divinidad 0 como el profe- ta, de vor gruesa y airada, que hace temblar @ la comu- nidad dos o tres veces al afio. jEn qué terreno me he movido, entonces? ;O debo declarar mi inexistencia? Todavia no, hay una respuesta: he estado en la filosofia yen la literatura. Pero jqué significa esta afirmacién? ‘Que por la maftana soy filésofo y por Ia tarde escritor? 10 que he tratado de hacer una filosofialiteraria o —al revés— una literatura filos6fica’ (Cémo se han pre- sentado estas dos actividades? Es esa, precisamente, la historia que deseo contarles y darles de paso una oportu- nidad a los honorables miembros del Colegio Nacional de retirarme la admisin si no satisfago los requisitos. Ya juagardn si es un caso de inadmisible ambigiedad o si ha sido una relacisn decarosa. Las historias, asf me han informado los profesiona- les, conviene que se inicien en un émbito reducido y

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