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INTRODUCCIÓN

La presente entrada es un pequeño homenaje al representante más famoso del


modernismo en Ecuador que en palabras del literato Hernán Rodríguez Castelo
pasó de ser no solo de la generación Modernista (1915-1920) sino también de la
generación decapitada, debido a la envergadura sentimental de sus poemas que
augura no solo su estío vitalista sino la temprana muerte que precede al éxito
bajo un velo de misterio. El pequeño homenaje es un esbozo crítico-literario y
filosófico que ensaya con la obra de Medardo publicada por los Clásicos
Ecuatorianos Ariel[1].

¿Qué es la poesía en esta figura excepcional? ¿Una plegaría? Para nada. Poesía
son "las duras verdades metafóricas del hondo abismo de Tí mismo, la música
pitagórica desde la noche de tu abismo" que asumiéndose positivamente es la
"selva que respiraba la tierra un como leve incienso"[2]. La Investidura (1915) es
un poema de contrastes cuyo panteón es la naturaleza humana arrancada de su
hábitat (léase comodidad), que según Holderlin el "poetizar es enteramente
inofensivo e ineficaz porque solo queda en el decir e imaginar", aquí Medardo
retumba la imaginación y prepara su salto a la realidad como paso del
Romanticismo al Modernismo que en Voces Inefables (1915-1916) abre la
novedad y el progreso como elementos constitutivos del poemario de Medardo.
Sin embargo, lo novedoso empaña la mirada romántica que no termina por
desaparecer sino que retorna con una fuerza de denodada vitalidad para
después, súbitamente, apagarse en pleno apogeo.

Rodriguez Castelo realizó un notable trabajo introductorio a la vida y la obra del


poeta guayaquileño que empieza con una breve descripción de la situación
literaria poética en Guayaquil, que al estar más abierta a las novedades del
extranjero desarrolla un tardío modernismo que choca con el hermetismo
literario de una Cuenca o una Loja. El modernismo en palabras de Ponce Cordero
es "inasible e inclasificable, reaccionario, conservador, progresista e incluso
revolucionaria al mismo tiempo"[3], al igual que el Romanticismo, el
decadentismo entre otras ramas vanguardistas que de los mismos predicativos
se dan diferentes contextos. Medardo y la generación modernista en Guayaquil
"irrumpe vigorosamente, con claro sentido generacional, la poesía
ecuatoriana[3]", es decir, la pasión por fundir la vida y la poesía en su forma y
contenido que el modernismo lo enarbola en el soliloquio de su contradicción,
como todas las ramas modernas. Entonces, la era modernista es un paso
histórico que rompe con la trillada individualidad y liberalidad legada por el
Romanticismo montalvino y leónmerino, así como estos rompieron con la
tradición poética religiosa, a ambos el modernismo los desboca, los re-absorbe y
finalmente los minimiza; el legado del modernismo es rebosar el espíritu en una
rebeldía o en un narcisismo de índole aristocrático que terminará en muchas
ocasiones siendo instrumento de la ideología marxista, liberal, y hasta
tradicionalista, en palabras de Rodriguez Castelo que ya había esbozado el
destino de una de las dos generaciones modernistas, la primera es la decapitada
que con su fugaz existencia no tuvo el tiempo para presenciar la construcción del
socialismo ecuatoriano, ni mucho menos las variantes contra-socialistas y
reaccionarias.

Pero las generaciones están para existir y perecer, y la validez de una generación
se la debe medir por la resistencia de sus principios en las crisis. La poesía al
tener como tarea "el revelar a la conciencia las potencias de la vida espiritual, y
en general las pasiones que se agitan en el fondo del alma"[4] debe formar, según
Hegel, un todo orgánico completo para tener una unidad[5], sin embargo, esta
unidad orgánica está condenada a perecer. Y así como estas unidades perecen lo
mismo le pasan a sus interpretaciones, Rodriguez Castelo solo cuenta de la vida
del poeta y da un resumen interactivo de sus poemas que ayunan de análisis de
cualquier tipo, Benavides Hugo da con un análisis histórico y etnográfico (según
él) que da cuerda sobre la sensibilidad del poeta con el puerto de Guayaquil, él
dice: "En Silva, múltiples generaciones guayaquileñas han tenido el espejo con
una mirada de niveles de realidad en el cual reflejan sus propias y amargas
realidades de no pertenencia..."[6] El autor en su "titánica" investigación busca
enredar el pensamiento de Silva con su "identificación racial" y un
"blanqueamiento" oriundo de su condición "étnica" y de "clase"[7] que dado el
infortunado liberalismo cultural de nuestras escuelas de ciencias sociales oculta
profundamente el sentido de la obra de Medardo. Nuestras escuelas de ciencias
humanas tiene la cómica tarea de recabar en las obras de nuestros connacionales
cualquier resquicio de interés para la comunidad académica que día a día
desayuna su "contenido social" sin faltar el rayuqui de la corrección política y la
emancipación social.

Pero ¿qué tiene que ver su "condición de persona" para escribir poesía? ¿Acaso
no es obvio que desde Hegel la poesía muestra y supera la colisión (sociales en la
mayoría) en aras del verdadero interés de la acción finita? ¿y qué es entonces
esta acción finita? La acción de la crítica que en Medardo va más allá de la mera
"conciencia social y étnica".

Medardo tuvo un criterio social innegable pero superficial, suficiente para dar
cuenta no de la injusticia de la estratificación social y racial en el puerto, sino de
su puesto como tal en la misma injusticia. La «cholería» que se le imputa es el
criterio "revolucionario" de un hombre que canalizaba su "condición social" al
son de un espíritu que va más allá de las "iras y las angustias como la que
Guayaquil representa"[8]. Además, ¿Le importaba Medardo a sus
contemporáneos? No lo sabemos, y si le importaba ¿qué tiene que ver esta
condición con el tema de la vida en sus momentos más íntimos? Sabemos de
antemano que tanto el poeta como el prosista son hombres de su tiempo y la
poesía modernista y romántica tiene además la dificultad de la representación
exterior en su medio de expresión artística impositiva, esta cuestión Benavides
lo dio en el clavo con la salvaje honestidad sexual[9] del guayaquileño, sin
mencionar el guardado sentido cristiano-ascético en el poeta. Lo primero lo
expone con los detalles etnográficos e históricos correspondientes, lo segundo lo
reduce a una conducta impuesta por lo normatizante.

Respecto al sentido transgresor del poeta devela una timidez consecuente en sus
Divagaciones Sentimentales (1915-1916)[9]:

Mujer, Diosa, Esfinge, mi corazón quisiera

ser una hoja de adelfa en tu seno prendido

Timidez consecuente que lo oculta con su sentido ascético-poético:

Tal ha de ser mi vida de paz... hasta que un día,

en la devota celda, me encuentran los Hermanos,

moribundo a los pies de la Virgen María,

teniendo tu amarillo retrato entre mis manos.

Los intelectuales ecuatorianos ven en esta contradicción un "escapismo" que es


reducida al sentimiento "autonegador identitario"[10] por ser impositiva es la
condición existencial del poeta, este escapismo ya fue estudiado por Ponce
Cordero quien no duda en revelar la condición étnica del poeta: "I despair my
poverty and I am offended by blackness. It is curious, I am a man of pure white
race..." [11]. Condición que gran parte de los intelectuales adolecían por el afán
de superioridad, que el autor auto-interpreta en el poeta por un "afán angustioso
de cambiar este orden específico"[12], a saber, la estructura racial legada por los
criollos y españoles, además de su complejo étnico y de clase; pero dada su
marginalidad el poeta aprehende las pocas cosas y situaciones de su alrededor,
fin que el poeta, según Heidegger,

debe mostrar su pertenencia en la tierra como heredero y aprendiz en todas


sus cosas. A lo que mantiene las cosas en conflicto pero igual los reune, Holderlin
lo llama 'intimidad'. La manifestación de pertenencia a esta intimidad acontece
mediante la creación de un mundo, así como por su nacimiento, su destrucción y
su decadencia. La manifestación del ser del hombre y con ello su auténtica
realización acontece por la libertad de decisión. [13]
La libertad de decisión de Medardo Angel iría más allá de la conducta "escapista"
porque su intimidad (como ya lo vio Hugo Benavides) acontece dialécticamente
entre una conducta auto-negadora y un sentimiento patriótico con su tierra; y se
dice "dialécticamente" porque en esta manifestación íntima y vitalista se halla el
germen de su destrucción, "el habla, la dicción poética, encierra para ella misma
un peligro continuo"[14], el peligro, ora de revelar su malestar social, ora de
mostrar su transgresión sexual o la angustia por su condición étnica. A este
respecto, concluir que el modernismo de Medardo es la expresión brutal y
contradictoria de la realidad es quedarse corto frente a la profundidad de su
intimidad, y el peligro que conlleva, da de por sí que se lo trate en primer lugar.

LA INTIMIDAD

Para Fernando Balseca, Medardo se presente "prematuramente moderno", pero


qué significa aquí la palabra "moderno" y "prematuro". Lo moderno es el
despliegue del espíritu por momentos de su existencia que tiende a desaparecer
para dar paso a otros momentos, cuyo corolario es la libertad, osea, "dejar que el
contenido de suyo se mueva con arreglo a su propia naturaleza", y esta propia
naturaleza es un saberse del propio límite que implica el sacrificio, como
despojamiento o exteriorización en que el espíritu expone su llegar a ser espíritu
en forma de acontecer libre y contingente, contemplando su puro sí mismo [15].
Cómo se da ese sacrificio que hace que Medardo lamente "dejar de ser un niño y
empezar a ser hombre, de razonar con Lógica, y proceder según los Sanchos
profesores de Sentido Común"[16]

LA MUERTE

¿Qué trato da Rodriguez Castelo a la idea de la muerte en Medardo Angel Silva?


Un trato muy superficial. El ensayista quiteño empieza a describir el ambiente
mortuorio en el que creció Silva, asociando toda la melancolía y tristeza, a este
tema[3], describiendo los poemas que más se acercan a la idea de la muerte, y de
una póstuma salvación: "... y su poesía nos dicen que su intensa agonía espiritual
se acercaba a recalcar en las puertas de la religiosidad y albas de esperanza".
Castelo da una descripción cronológica de sus poesías, en donde el "dolor y el
mal ensombrecen ya los versos juveniles" del guayaquileño. Y sigue en su Arbol...
el despliegue de esta ansiedad, a los albores de la religiosidad, acompañado de
una emoción de origen griego, de la alegoría pagana-amorosa, entre otros
sentimentalismos, que culmina con Suspiria de Profundis, alta poesía que canta a
la religiosidad y a la pasión, que al final culminará con un himno que la mañana
saludará a lo nuevo.
LA OBSESIÓN DE LA MUERTE

"La muerte le obsesiona" y "tiene con ella una cita" dictum de Rodriguez
Castelo[4] La reducción: "Implacable devenir, la muerte presidiendo ese devenir
con plazo fijo; el placer vacío; el mundo gris; la vida tediosa. Y frente a esta suma
de vivencias y símbolos, se anuncia el símbolo luminoso: el alba" y el alba es el
Amor (la ley de la Minne), donde más allá del mal taciturno, existe una noche
eterna de ingenuidad, el alba de su vida.

No hace falta un estudio minucioso para conocer que la poesía es el maquillaje de


la experiencia del poeta. Despues de todo, si nos guiamos por la descripción
cronológica de Rodriguez Castelo, se da cuenta que los momentos del poeta
guardan en sí su principio destructor, "la negación o el aniquilamiento necesario
para que el espíritu llegue a adquirir conciencia de sí mismo y de su
espiritualidad"[5]. La poesía es la manifestación de la conciencia de la alta
experiencia del autor, la "que elabora por el trabajo del pensamiento en el
mundo interior del alma en la palabra escrita"[6], solidifica la acción completa, el
ejercicio del pensar. El núcleo de cada momento vital en el poeta tiene el germen
de su decadencia, y es así como el amor, pasa de una obsesión a ser un tema que
recurre en el resto de su existencia, hasta el aniquilamiento. La muerte en su
obsesión, lo materializa con su ejecución de la finitud de su autor.

Aunque el jóven guayaquileño embelese y elogie el albo resultado de la suma de


sus vivencias oscuras, no llega este a superar con su modernismo el cristianismo
que lo agobia, la sociedad miente sobre lo que está más allá de la finitud. La
infinitud que rezuma en el Amor, es solo la transfiguración de la piedad religiosa,
en dónde la perspectiva de la muerte pierde su importancia para pasar a un
estado de liberación terrenal. Medardo el "cristiano" para Rodriguez Castelo:

"El alba recogió toda su esperanza.... Importa subrayar la importancia de haber


dado con este símbolo luminoso y esperanzador como verdadero leit-motiv de la
poesía de Medardo"

La apropiación cristiana del poeta guayaquileño adolece de una contrariedad: el


destino que cada momento en la vida del autor guarda consigo mismo. ¿De
verdad a Silva le guarda un sentimiento cristiano para expresar su angustia?
Pero Silva no busca un auto-fundamento para solventar su angustia, ni menos su
libertad. Su modernismo, como se observará, no es la plegaría por el individuo
que expresaba el Romanticismo sino la perdida de este individualismo bajo el
escombro de la cotidianidad, desprovista de su realidad social. Más adelante se
mostrará el porqué Silva se aleja de "aliviar su sensibilidad cristiana", para pre-
condenarse a la muerte[7] y renunciar a la esperanza de llegar al infinito
cristiano, mas no al infinito real.
¿Cómo empieza poéticamente su obsesión con la muerte? Con el derrotero de sus
vivencias cotidianas. En la investidura:

¿Cómo me hallé de súbito en la selva que fuera, por lóbrega y sin rutas,
hermana de la obscura selva que Dante viera?

La descripción de su alrededor expresa la conciencia primaria del lugar que


habita:

En el ambiente cálido,

como un remordimiento,

se escuchaba el reptar de invisibles gusanos;

un rumor de fermento,

que salía del pecho de los robles ancianos

No sin antes avistar la imagen de una mujer a quien canta:

¡Oh!, entonces contemplaron mis ojos extasiados

la sacra maravilla del rostro de la diosa

y vieronle mis locos sentidos prosternados

con la diadema augusta sobre la frente rosa

A quien, a experiencia musical, su adolescencia, conecta el sentimiento estético


cristiano con la ingenuidad del Numen imposible, que endiosa el poeta:

Se ingenuo como el agua de las puras cisternas

o el remanso que copia todo lo celeste del cielo

y así verás triunfar la aurora de tu anhelo

y será tuyo el reino de las cosas eternas

Silva no peca de ingenuidad al verse solo frente a la ninfa que despierta el sentir
del Eros, en busqueda de la Harmonía, consagra el poeta en su existir al apolíneo
rito de la poesía, dura jornada que manifiesta el apogeo del modernismo, un
crepúsculo, un renacimiento.

En el resto de sus poemas guarda un momento de éxtasis que lo calma una voz
sacra; en Voces Inefables, el guayaquileño reseña la experiencia lívida que huye
del individuo puro, para socavarlo de esta realidad, "sembradora impasible de mi
angustia y mi pena por quien mi alma es un Cristo coronado de espinas"[8],
patetismo que celebra con holgura el mal sentir del poeta delante de la
semblanza de una mujer. De aquí puede inferirse que el poeta juega con la
alegoría cristiana para dotarse a sí mismo de la tranquila y abstracta pasión, tal
como lo expresa en Estancias:

Ni una ansía, ni un anhelo, ni siquiera un deseo

agitan este lago crepuscular d mi alma.

Mis labios están húmedos en el agua del Letheo.

La muerte me anticipa su don mejor: la calma

De todas las pasiones llevo apagado el fuego

no soy sino una sombra de todo lo que he sido bus-

cando en las tinieblas, igual a un niño ciego,

el mágico sendero que conduce al olvido.

Entre el mundo pagano, y la angustia moderna cristiana, el poeta experimenta la


lenta muerte que concluye con su aniquilamiento definitivo, la acción tomada
aquí es nimia, la lección de estas estrofas es la cerradura del alma en los
vericuetos del espíritu mundano que apenas alcanza el suficiente nivel de
experiencia, pero que exterioriza con nitidez y belleza la inmadurez juvenil.
Medardo es el jóven ciego en busqueda de una ciénaga en donde proyectarse
bajo la luz crepuscular o incluso su ausencia

Y mi alma, que creía en la Primavera eterna

al emprender sus locas y dulces romerías

hoy ve, como un leproso aislado en su caverna,

pudrirse lentamente los frutos de sus días.

Sin embargo, este mismo ímpetu juvenil, que deshoja en su Otoño las
experiencias lívidas y augustas que trajeron su desencant, se ve expresado en su
Libro de Amor, que apareja la acción espiritual del sentimiento estético cristiano:

¿Con qué forma cabalística

mi pena rindes dulcemente

cual la celeste Rosa Mística


hace inclinar la serpiente?

Di, ¿dónde ocultas el secreto

de esta maga fascinación?

¿algún venusino amuleto

me ha ligado tu corazón?

El alba ha llegado para el poeta, y trae consigo el germen de su propia


destrucción:

Me incorporé (¡Mordía en mis carnes el frío...!)

y miré mi corazón palpitando en sus manos;

llevé mi mano al pecho... y lo encontré vacío...

¡Y seguí, oyendo el ritmo de los astros lejanos...!

___________________

[1] Silva, A. M. (2017) El árbol del bien y del mal y otros poemas. Quito: Clásicos
Ariel.

[2] Íbid, pág. 38-39

[3] Cordero Ponce, R. (2015) Escapismo de sí mismo: Medardo Angel Silva como
poeta marginal y la autonegación de la identidad. Catedral Tomada. Revista de
Crítica Literaria Latinoamericana. No. 5. pág. 270. Es interesante enfatizar en su
estudio de contextualización del modernismo en América Latina.

[4] Silva, A.M. Op, Cit. pág. 9

[5] Hegel, G.W.F. (2008) Estética II. Buenos Aires: Editorial Losada, pág. 252

[6] Íbid, pág. 257

[7] Benavides, H. (2007) Medardo Angel Silva: Las voces inefables y el ser cholo
en Guayaquil. Íconos Revista de Ciencias Sociales. No. 27. pág. 107-117

[8] Íbid, pág. 112

[9] Silva, A.M. Op, Cit. pág. 76


[10] Benavides, H. Op, Cit. pág. 114

[10] Cordero Ponce, R. Op, Cit. pág. 275

[11] Cordero Ponce, R. Op, Cit. pág. 269

[12] Íbid, pág. 270

[13] Heidegger, M (1988) Arte y Poesía. México: Fondo de Cultura Económica.


pág. 131

[14] Heidegger, M. Íbid

[15] Duque, F (Ed.) (2015) Introducción en Ciencia de la Lógica [Hegel, G.W.F.


(AA)] Madrid: Abada Editores. pág. 53

[16] Silva, A.M. Op, Cit. pág. 127

[4] Íbid, pág. 24

[5] Hegel, G.W.F. (2008) Estética I. Editorial Losada S.A. Buenos Aires - Argentina.
pág. 208

[6] íbid, pág. 388

[7] Nada que ver con el ser-para-la-muerte de Heidegger. Aquí Castelo como
buen literato ecuatoriano, usa sin rigor una categoría filosófica, con el afán de
certificar el destino de la generación decapitada. Silva, A.M. Op, Cit. pág. 10

[8] íbid. pág. 51

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