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¿Qué es la poesía en esta figura excepcional? ¿Una plegaría? Para nada. Poesía
son "las duras verdades metafóricas del hondo abismo de Tí mismo, la música
pitagórica desde la noche de tu abismo" que asumiéndose positivamente es la
"selva que respiraba la tierra un como leve incienso"[2]. La Investidura (1915) es
un poema de contrastes cuyo panteón es la naturaleza humana arrancada de su
hábitat (léase comodidad), que según Holderlin el "poetizar es enteramente
inofensivo e ineficaz porque solo queda en el decir e imaginar", aquí Medardo
retumba la imaginación y prepara su salto a la realidad como paso del
Romanticismo al Modernismo que en Voces Inefables (1915-1916) abre la
novedad y el progreso como elementos constitutivos del poemario de Medardo.
Sin embargo, lo novedoso empaña la mirada romántica que no termina por
desaparecer sino que retorna con una fuerza de denodada vitalidad para
después, súbitamente, apagarse en pleno apogeo.
Pero las generaciones están para existir y perecer, y la validez de una generación
se la debe medir por la resistencia de sus principios en las crisis. La poesía al
tener como tarea "el revelar a la conciencia las potencias de la vida espiritual, y
en general las pasiones que se agitan en el fondo del alma"[4] debe formar, según
Hegel, un todo orgánico completo para tener una unidad[5], sin embargo, esta
unidad orgánica está condenada a perecer. Y así como estas unidades perecen lo
mismo le pasan a sus interpretaciones, Rodriguez Castelo solo cuenta de la vida
del poeta y da un resumen interactivo de sus poemas que ayunan de análisis de
cualquier tipo, Benavides Hugo da con un análisis histórico y etnográfico (según
él) que da cuerda sobre la sensibilidad del poeta con el puerto de Guayaquil, él
dice: "En Silva, múltiples generaciones guayaquileñas han tenido el espejo con
una mirada de niveles de realidad en el cual reflejan sus propias y amargas
realidades de no pertenencia..."[6] El autor en su "titánica" investigación busca
enredar el pensamiento de Silva con su "identificación racial" y un
"blanqueamiento" oriundo de su condición "étnica" y de "clase"[7] que dado el
infortunado liberalismo cultural de nuestras escuelas de ciencias sociales oculta
profundamente el sentido de la obra de Medardo. Nuestras escuelas de ciencias
humanas tiene la cómica tarea de recabar en las obras de nuestros connacionales
cualquier resquicio de interés para la comunidad académica que día a día
desayuna su "contenido social" sin faltar el rayuqui de la corrección política y la
emancipación social.
Pero ¿qué tiene que ver su "condición de persona" para escribir poesía? ¿Acaso
no es obvio que desde Hegel la poesía muestra y supera la colisión (sociales en la
mayoría) en aras del verdadero interés de la acción finita? ¿y qué es entonces
esta acción finita? La acción de la crítica que en Medardo va más allá de la mera
"conciencia social y étnica".
Medardo tuvo un criterio social innegable pero superficial, suficiente para dar
cuenta no de la injusticia de la estratificación social y racial en el puerto, sino de
su puesto como tal en la misma injusticia. La «cholería» que se le imputa es el
criterio "revolucionario" de un hombre que canalizaba su "condición social" al
son de un espíritu que va más allá de las "iras y las angustias como la que
Guayaquil representa"[8]. Además, ¿Le importaba Medardo a sus
contemporáneos? No lo sabemos, y si le importaba ¿qué tiene que ver esta
condición con el tema de la vida en sus momentos más íntimos? Sabemos de
antemano que tanto el poeta como el prosista son hombres de su tiempo y la
poesía modernista y romántica tiene además la dificultad de la representación
exterior en su medio de expresión artística impositiva, esta cuestión Benavides
lo dio en el clavo con la salvaje honestidad sexual[9] del guayaquileño, sin
mencionar el guardado sentido cristiano-ascético en el poeta. Lo primero lo
expone con los detalles etnográficos e históricos correspondientes, lo segundo lo
reduce a una conducta impuesta por lo normatizante.
Respecto al sentido transgresor del poeta devela una timidez consecuente en sus
Divagaciones Sentimentales (1915-1916)[9]:
LA INTIMIDAD
LA MUERTE
"La muerte le obsesiona" y "tiene con ella una cita" dictum de Rodriguez
Castelo[4] La reducción: "Implacable devenir, la muerte presidiendo ese devenir
con plazo fijo; el placer vacío; el mundo gris; la vida tediosa. Y frente a esta suma
de vivencias y símbolos, se anuncia el símbolo luminoso: el alba" y el alba es el
Amor (la ley de la Minne), donde más allá del mal taciturno, existe una noche
eterna de ingenuidad, el alba de su vida.
¿Cómo me hallé de súbito en la selva que fuera, por lóbrega y sin rutas,
hermana de la obscura selva que Dante viera?
En el ambiente cálido,
como un remordimiento,
un rumor de fermento,
Silva no peca de ingenuidad al verse solo frente a la ninfa que despierta el sentir
del Eros, en busqueda de la Harmonía, consagra el poeta en su existir al apolíneo
rito de la poesía, dura jornada que manifiesta el apogeo del modernismo, un
crepúsculo, un renacimiento.
En el resto de sus poemas guarda un momento de éxtasis que lo calma una voz
sacra; en Voces Inefables, el guayaquileño reseña la experiencia lívida que huye
del individuo puro, para socavarlo de esta realidad, "sembradora impasible de mi
angustia y mi pena por quien mi alma es un Cristo coronado de espinas"[8],
patetismo que celebra con holgura el mal sentir del poeta delante de la
semblanza de una mujer. De aquí puede inferirse que el poeta juega con la
alegoría cristiana para dotarse a sí mismo de la tranquila y abstracta pasión, tal
como lo expresa en Estancias:
Sin embargo, este mismo ímpetu juvenil, que deshoja en su Otoño las
experiencias lívidas y augustas que trajeron su desencant, se ve expresado en su
Libro de Amor, que apareja la acción espiritual del sentimiento estético cristiano:
me ha ligado tu corazón?
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[1] Silva, A. M. (2017) El árbol del bien y del mal y otros poemas. Quito: Clásicos
Ariel.
[3] Cordero Ponce, R. (2015) Escapismo de sí mismo: Medardo Angel Silva como
poeta marginal y la autonegación de la identidad. Catedral Tomada. Revista de
Crítica Literaria Latinoamericana. No. 5. pág. 270. Es interesante enfatizar en su
estudio de contextualización del modernismo en América Latina.
[5] Hegel, G.W.F. (2008) Estética II. Buenos Aires: Editorial Losada, pág. 252
[7] Benavides, H. (2007) Medardo Angel Silva: Las voces inefables y el ser cholo
en Guayaquil. Íconos Revista de Ciencias Sociales. No. 27. pág. 107-117
[5] Hegel, G.W.F. (2008) Estética I. Editorial Losada S.A. Buenos Aires - Argentina.
pág. 208
[7] Nada que ver con el ser-para-la-muerte de Heidegger. Aquí Castelo como
buen literato ecuatoriano, usa sin rigor una categoría filosófica, con el afán de
certificar el destino de la generación decapitada. Silva, A.M. Op, Cit. pág. 10