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ERASMO MUÑOZ,

yanacón del valle de Chancay


erasmo muñoz,
yanacón del valle de chancay

BIOGRAFÍA ORGANIZADA POR

José Matos Mar


Jorge A. Carbajal H.

INSTITUTO DE ESTUDIOS PERUANOS


Proyecto de Estudios Etnológicos
del valle de Chancay
Monografía No.4

© Instituto de Estudios Peruanos


Horacio Urteaga 694, Lima 11
Telf. 32-3070 / 24-4856

Impreso en el Perú
1ª edición agosto 1974
3,000 ejemplares
contenido

Presentación 9

I. SUS PADRES

1. "Dios hizo al hombre" 17


2. Mi papá nació en Chancay. . . 21
3. Después que mi mamá. . . 27
4. Cuando mi mamá se vino. . . 31
5. A la muerte de mi madre. . . 37

II. E L AMBIENTE

6. Como son las cosas. . . 43


7. La única fiesta de Caqui. . . 49
8. A mi mujer le gusta rezar. . . 59
9. ¿Sabe qué son las décimas? 63
10. En Aucallama había bastante brujería. . . 69
11. La crianza de gallos de pelea. . . 75
III. SU FAMILIA

12. "A mí me hicieron llorar" 85


13. En total hemos tenido. . . 91
14. Augusto y Rodulfo. . . 97

IV. EL TRABAJO
15. Soy yanacón. . . 107

16. Antes, hace unos cuarenta años. . . 115


17. Yo siempre oigo decir. . . 123
18. ... unas tierritas en Aucallama. . . 131

V. UN DIA CON LOS MUÑOZ


19. La familia Muñoz. . . 137

Epílogo 161
presentación
Este nuevo volumen de la serie de Monografías etnológicas
del valle de Chancay está dedicado a la biografía de Erasmo
Muñoz, un yanacón de la hacienda Caqui.

A principios de 1964 la mencionada hacienda, así como las


otras 17 del valle, tenía los rasgos propios de la mayoría de los
latifundios algodoneros de la costa peruana. Su característica
peculiar era ser parte de una red económica que incluía empre-
sas agrícolas, mineras y financieras. La "Compañía Agrícola
Perú", razón social en que estaban agrupados sus propietarios,
explotaba doce haciendas ubicadas en diferentes valles de la
costa, con una extensión total de 6,788 hectáreas de tierras agrí-
colas, ya través de la "Sociedad Agrícola San Ramón" controla-
ba también 592 hectáreas en la ceja de selva. En otras asociacio-
nes sus intereses se ramificaban a una empresa minera, dos
bancos y dos compañías de seguros. La familia Mujica, dueña de
este red económica, caracterizaba en ese entonces a un típico
grupo de la oligarquía nacional.

En el valle, Caqui era una hacienda importante, tanto por su


extensión como por su organización. Sus casi 700 hectáreas no
le daban el rango de gran hacienda, como lo eran Huando o Pal-
pa que tenían más de 1,500 hectáreas cada una. Tampoco esta-
12 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

ba al nivel tecnológico de Huando y Jesús del Valle, las más


modernas y dinámicas, ni pretendía crecer ni ser dominante. Pe-
ro su excelente ubicación en la parte media del valle, donde las
tierras son muy fértiles y no falta agua, le permitía obtener ca-
da año excelentes cosechas de algodón y de cítricos, que hacían
de ella una de las haciendas de mayor rentabilidad. Desde prin-
cipios de la década del 50 su organización interna fue sencilla y
funcional, llegando a la situación en que solamente una persona
la dirigía, el administrador, conectado telefónicamente con las
oficinas centrales de la compañía, ubicadas en Lima. Desde allí
se atendía la red agrícola y de una manera racional se introdu-
cían las directivas técnicas necesarias para elevar la producción.
Mecanización y uso eficaz de los recursos fueron la clave de la
regular y ascendente marcha económica de esta unidad agraria,
que además encontró en el largo y paciente trabajo de sus yana-
conas un factor decisivo para su éxito.

El yanaconaje existente en la sociedad andina fue utilizado


y recreado durante la dominación colonial. A principios del pre-
sente siglo, cuando las haciendas del valle comenzaron su pri-
mera modernización, adquirió los rasgos que la caracterizaron
hasta su reciente desaparición. Para mantener la unidad agrí-
cola y acrecentarla los hacendados lo utilizaron dentro de un
mecanismo sui generis, que consistía: a. en la entrega a un cam-
pesino, por vida, de una parcela de cuatro a veinte hectáreas, con
posibilidad de transferirla a sus herederos y que iba acompa-
ñada de un capital para el cultivo, denominado "habilitación";
b. en la devolución al final de la campaña agrícola de la "habili-
tación", con un recargo o interés sobre ella; c. en el pago de una
merced conductiva por la tierra que usufructuaba, que general-
mente ascendía al 20% de su cosecha total en algodón; y d. en la
obligación del yanacón de vender el saldo de su producción al
propietario, que se beneficiaba económicamente al retener la di-
ferencia entre el precio del mercado y el precio que imponía al
yanacón. El yanaconaje era así un sistema de explotación de un
sector campesino mediante una combinación de renta de la tie-
rra, ganancia comercial y beneficio de intereses.

El sistema fue muy utilizado cuando los hacendados se en-


contraban en una etapa de acumulación inicial, por la ventaja
Presentación 13

que le significaba no requerir desembolso de dinero en efectivo,


que en esos momentos no poseían. Por eso su preferencia sobre
el trabajo asalariado. Mas adelante, cuando la hacienda ya había
capitalizado, el yanaconaje continuó debido a que las condiciones
técnicas hacían posible que la inversión en "habilitaciones" fue-
ra más rentable que la inversión en salarios. Finalmente, por los
cambios técnicos, el yanaconaje perdió rentabilidad; y la con-
secuencia lógica fue su paulatina eliminación. El proceso de
desyanaconización comenzó así a partir de la década del 40. Una
ley especial en 1947 trató de frenarla, pero el fin del sistema ya
estaba sellado. El ritmo de este proceso no fue simultáneo, algu-
nas haciendas modernas y desarrolladas, como Huando, en 1964
ya no tenían yanaconas. Otras mas atrasadas y tradicionales, co-
mo Chancayllo y Huayán, seguían en esos momentos totalmente
yanaconizadas. Pero en la mayoría el yanaconaje disminuía rá-
pidamente. En Caqui comenzaba a declinar. El proceso de refor-
ma agraria canceló definitivamente este sistema que a partir de
1970 desapareció completamente del valle.

La existencia del yanaconaje durante un período tan largo


generó la consolidación de un sector social diferenciado, con in-
tereses y rasgos propios dentro de la estructura social del valle.
El yanaconaje, al incrementar el heterogéneo sector intermedio
del sistema de hacienda, introdujo una fragmentación de intere-
ses entre sectores dominados de una misma unidad económica
y colaboró en reforzar el poder del hacendado. Los yanaconas
mantuvieron relaciones singulares tanto con los grupos inte-
grantes de la hacienda como con los grupos de fuera, especial-
mente con los vinculados al mundo urbano. Internamente no to-
dos los yanaconas tuvieron una situación similar, unos fueron ri-
cos y otros, la mayoría, pobres. Unos fueron sólo yanaconas,
otros combinaron esta actividad con múltiples formas que el
contexto social del valle les permitía u ofrecía. Estos últimos
fueron así yanaconas-comuneros, yanaconas-comerciantes, yana-
conas-arrendatarios.

Estas posibilidades surgieron como consecuencia de varios


factores: las variaciones en las extensiones de las parcelas que
usufructuaban, la productividad que lograban los tipos de culti-
vos que utilizaban y aprovechaban y, fundamentalmente, la dis-
14 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

ponibilidad de capitales que lograron reunir. A la vez que estas


posibilidades los diferenciaban, también los ubicaba en distintas
posiciones y situaciones de dependencia frente a la hacienda. No
fue rara la existencia de yanaconas que, gracias al comercio, su
propia financiación u otros mecanismos económicos, comenzaran
a no necesitar de la hacienda. Pero, también, y éste era el caso
de la gran mayoría, permanecieron estancados y en una situa-
ción crítica de deterioro que los sumía en una fuerte dependen-
cia respecto al hacendado.

La biografía de Erasmo Muñoz que ofrecemos corresponde


al momento de desyanaconización en Caqui, y en general a la
del valle y a la de toda la costa peruana. Los Muñoz son
una familia representativa del sector yanacón. Interesados en
conocer el derrotero del sistema de yanaconaje, encargamos
a varios de los entonces estudiantes avanzados de antropolo-
gía, que colaboraban en el Proyecto del valle de Chancay la
realización de estudios específicos tanto de haciendas, como
el caso de la hacienda Caqui que ofreció Humberto Rodrí-
guez Pastor, como de biografías de yanaconas. Uno de ellos,
Jorge Carbajal, logró debido a su tesón y entusiasmo, recopilar
entre agosto y diciembre de 1963 los datos que han servido para
organizar esta biografía. Rogger Ravines y José Mejía, nuestros
actuales colaboradores, han contribuido a editar, ordenar y
completar el trabajo. Las fotografías que ilustran el libro son de
Carlos Domínguez Es, pues, un verdadero esfuerzo colectivo
con el fin de ofrecer al lector una faceta apasionante de la vida
de un campesino costeño en una situación específica.

El Instituto de Estudios Peruanos ofrece esta biografía por-


que considera que es una buena muestra de cómo la situación
estructural de un grupo social se refleja en un destino indivi-
dual. Por otro lado, a pesar de que publicaremos un estudio es-
pecífico sobre el yanaconaje en el valle, hemos creído convenien-
te rescatar a través de la biografía de Erasmo Muñoz el rico
mundo de valores, creencias, costumbres y rutinas en que se
mueve concretamente el campesino costeño y que no siempre la
ciencia social logra captar en toda su dimensión o amplitud.

JOSÉ MATOS MAR


i
sus padres
1

Dios hizo al hombre


para que en el mundo existiera,
de sus riquezas gozara,
y le puso su santo nombre.

No ESTOY muy seguro del segundo apellido de mi mamá, pero creo


que así se llamaba: Paulina V. Moreyra.

Mi mamá Paulina era natural de Aucallama. Nació en 1860 y


vivió en compañía de su familia hasta que antes de cumplir los
20 años se casó con un señor llamado Trinidad. Con él pasó una
vida buena. El la quería mucho y era muy buena: entre los dos
botaron 16 hijos al mundo pero se lograron solamente 11: seis
hombres y cinco mujeres. De éstas, la única que vive en 1a actua-
lidad es Jacoba que está en Lima. Ya mi hermana está vieja y vi-
ve con sus hijos casados. A veces la voy a ver, pero por mi enfer-
medad hace como dos años que no la veo. De repente en una
oportunidad que vaya a Lima my acerco donde la vieja a saludarla.

Mi padrastro Trinidad, aunque creo que no se dice padrastro


porque yo no conocía al señor ése, pero en fin como ha sido esposo
18 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

de mi mamá yo le digo así. Mi padrastro Trinidad vivía con mi


mamá en El Arenal, en Aucallama. Allí tenían una casa donde vi-
vían con mis hermanos. Trinidad trabajaba en tierras de su pro-
piedad y tenía bien a mi mamá. Mis hermanos mayores ayudaban
en el trabajo. En ese tiempo los muchachos no iban a la escuela
como ahora. Todos tenían que trabajar.

Cuando tenía más o menos treinta años mi mamá quedó viuda.


Siguió viviendo en Aucallama, los hermanos de mi padrastro la
ayudaban un poco y ella lavaba ropa. Además mis hermanos ma-
yores trabajaban de peones en las haciendas de por ahí. Las tie-
rras de Trinidad fueron repartidas entre sus hijos a la muerte
de éste, y con esto se ayudaban algo. En esa época en El Arenal
había cinco o seis casas, todo era bien solitario y tranquilo. La
gente de allí se ocupaba de la agricultura, sembraban únicamen-
te panllevar.

Al poco tiempo conoció a mi padre Manuel. Mi papá era casado


y vivía en la hacienda Boza. Ya se sabe como eran antes los vie-
jos. Recuerdo una décima de mi compadre Juan Gonzáles que
dice así:

Diez soles quisiera darte,


Diez años de plazo pido.
Diez pidieron la sentencia
Diez grillos he merecido.

Una me dijo: "Embustero".


Dos veces me has engañado,
Tres veces me has ofertado
Cuatro pesos en dinero".
Yo le dije: "Cinco fueron,
Seis quisiera regalarte,
porque siete, al mismo instante
se completan ocho pesos".
Por nueve abrazos y un beso
Diez soles quisiera darte.
I / Sus padres 19

II
Una me dijo: "¿Queréis
Casarte con dos mujeres?
Yo le dije: "Tres si quieres,
Con cuatro soy más feliz,
Porque cinco para mí
Son como seis huevos cocidos.
Yo con siete he dormido,
Con ocho estoy más breve.
y para dormir con nueve
Diez años de plaza pido.

III
Una me dijo: ¿"Por qué
Dos engañaste conmigo?"
Yo dije: "Tres contigo;
Cuatro serán otra vez".
Cinco fueron donde el juez
Con seis mil en pertenencia,
Siete pidieron audiencia
Ocho que me encarcelarían,
Nueve que me fusilaran,
Diez pidieron la sentencia,

IV
Una me dijo: "Traidor
Estás queriendo a dos manos"
Tres me dijeron: "Tirano
Con cuatro tienes amor".
Cinco dijeron: "Señor,
Con siete trata este bandido
Siete años lo he conocido
Ocho mujeres le he visto".
Por estos nueve delitos
Diez grillos he merecido.

Así fue que mi madre se comprometió con mi padre y segura-


mente la trataba bien, ¿sino por qué no se separaron? Muy al
20 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

contrario tuvieron dos hijos: el que habla y mi hermano Agustín


que murió en Lima. Parece que mi papá, como tenía sus centavos,
cuidaba de mi mamá y de sus hijos huérfanos. Mi padre era bien
tremendo, le gustaba tener varias mujeres; los viejos no se con-
tentaban con una sola.
2

MI PAPÁ nació en Chancay, el año 1862. Yo me acuerdo bien de


estas fechas. Para no olvidarme, las apunto en una libreta que
tengo bien guardada.

El papá de mi papá, o sea mi abuelo se llamaba Luciano y te-


nía mucho dinero. Fue yanacón, en la hacienda Torre-Blanca, des-
pués pasó a Jesús del Valle y por último a Boza; en esta hacienda
murió. Antes en Chancay había mucha plata, el que menos se ma-
nejaba sus buenos miles, pero cuando llegaron los chilenos se lle-
varon la plata de todo el valle y de mi abuelo. Este mi abuelo
trabajaba como un bendito y siempre decía que todos sus hijos de-
bían ser como él. A todos mis tíos y a mi papá los hacía traba-
jar bastante. Solamente a mi tío Luciano, que se llamaba como mi
abuelo, lo hizo estudiar. Mi tío Luciano era muy inteligente y asi-
milaba lo que le enseñaban. Hay mucha gente que por más que
vaya a la escuela no aprende nada. Pero mi tío Luciano era el
mozo más preparado de todo el valle, el único que lo ganaba era
un moreno de Chancay, no me acuerdo su nombre. Su muerte
fue por culpa de un capricho de mi abuelo.
22 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

Resulta que en Chancay había una hermosa mujer, una negra


alta, de muy buen ver y a mi abuelo se le metió entre ceja y ceja
acostarse con ella, así que estaba rondando a esa mujer y ella na-
da a ceder, hasta que él le prometió que le iba a comprar un jue-
go de comedor. Así es como mi abuelo se acostó con esa mujer,
pero después se olvidó de su promesa. La mujer a cada rato le
recordaba que por qué no le compraba el juego de comedor pe-
ro él se reía de la negra. Entonces la mujer despechada fue don-
de un brujo de Chancay y le dijo que hiciera daño a la familia de
mi abuelo. Desde ese momento mi tío Luciano se enfermo. Y la
querida de mi abuelo le decía: "La plata que no has gastado en
mis muebles la gastarás en la enfermedad de tu hijo". Poco a po-
co mi tío se fue secando y por más que lo hicieron ver con médi-
cos y con curiosos no sanó, ¡Cuánta plata gastó mi abuelo para
sanar a mi tío, pero de todas maneras se murió!

Mi papá se casó en Aucallama a los 21 años. Esa vez mi abuelo


le dio noventa libras de oro como regalo de matrimonio. ¡Imagí-
nese, noventa libras de oro! Ahora sería como medio millón de
soles. Después mi papá pasó a Boza, allí tenía 12 fanegas y era
uno de los yanaconas de la hacienda. Su esposa era Cipriana.
De ella botó dos hijos, Elías y Manuel. Pero yo he tenido más her-
manos por parte de padre, cinco hermanos más, que tuvo en otras
mujeres.

Era un mujeriego insigne. Porque tenía plata las mujeres se


le echaban. Cuando uno tiene plata y tiene su porte como mi pa-
pá, y además se es buen jaranero, las mujeres lo buscan. Así
era mi papá ¡Ah viejo más fregado! Mi papá hacía rabiar a su
esposa siempre por cuestión mujeres. Recuerdo que una vez, en
la hacienda Boza, había una negra alta, casada, que mi papá ha-
bía estado rondando mucho tiempo. Resulta que un día mi papá
salió con dos monedas de oro para comprarles zapatos a mis her-
manos y en lugar de irse a la tienda se fue a la casa de la negra
que digo, porque sabía que su esposo, no estaba. Pero la esposa
de mi papá lo siguió y llegó a la casa justo en el momento que mi
papá le estaba dando las dos monedas de oro, diciéndole que le
diera esperanzas. Su esposa le quitó las monedas a la mujer, le
dijo ladrona del pan de sus hijos y jaló a mi papá al mismo tiem-
I / Sus padres 23

po que le decía un montón de lisuras. Mi papá no dijo nada, se


quedó calladito.
Otra vez mi papá fue de compras a Chancay llevando 150 so-
les, pero allí se encontró con unos amigos que le picaron el diente
y después se fueron a una cantina donde atendían tres hermanas
famosas de allí. Tomando y gastando con las mujeres se acabó
toda la plata y no contento con esto vendió sus tres novillos que
había dejado en Boza en 210 soles. Su esposa se enteró de esto
porque, un hombre fue a reclamar los novillos y ella no tuvo más
remedio que entregárselos. A los catorce días recién llegó mi
papá, sin plata y sin nada de lo que había ido a comprar. Su es-
posa no le dijo pero lo que se llama una sola palabra. Al día si-
guiente muy temprano mi papá se dirigió a su chacra y nadie le
dijo nada de lo que había hecho.
Mi papa era un gran jaranista. Yo he salido a él en su afi-
ción al baile. Nadie le ganaba a bailar marinera. Cuando iba
a una fiesta se ponía su mejor traje, un pañuelo en el cuello y su
sombrero nuevo. ¡Viera el caballo que montaba mi viejo! Así
que cuando llegaba a la fiesta las mujeres le llovían, sobre todo
que él gastaba sus cobres.
En esas fiestas se bailaba pura música peruana y salían los
decimistas, los cantores. ¡Qué va a ver ahora estos cantantes! En
esas fiestas los reyes eran unos muchachos Vásquez, que ahora
tienen unos sobrinos que son artistas en Lima en el conjunto
Pancho Fierro.

Cuando estaba viviendo en Boza, por intermedio de su madri-


na que se llamaba Vicenta y que era hermana de Trinidad, cono-
ció a mi mamá. Su madrina lo ayudó bastante en estos amores.

Antes la gente ayudaba en estas cosas para enamorarse de


alguien. Así fue como se comprometió con mi mamá, pero mi pa-
pá seguía viviendo con su esposa Cipriana. ¡Así eran los viejos,
el que podía, podía! Como mi "viejo" tenía plata ayudaba a mi
mamá y a sus hijos. Estuvo con ella unos cuatro años. No estoy
muy seguro pero parece que mi mamá se separó de mi papá por-
que se cansó de lo muy sinvergüenza que era. Como digo, antes
los viejos en cada esquina tenían un hijo:
24 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

Confieso al mundo que tuve


una hijita en mi comadre,
luego me casé con ella,
la bauticé y fui su padre.

Cuando yo era libertino


Suceso contaré yo
lo que a mí me sucedió
Con la mujer de mi amigo.
El fue lejos a su destino,
En su casa yo estuve,
Allí quebranté las virtudes
Más sagradas de la tierra.
Un compromiso con ella
Confieso al mundo que tuve.

II

Cuando a su regreso encontró


A su mujer embarazada
Como allí nadie estaba
Sólo a mí me culpó
Mas la mujer me animó
Me dijo: "No te acobardes,
Tú vas a ser mi compadre".
Y le tuve que acceder.
Allí fue donde llegué a tener
Una hijita en mi comadre.

III

Andando por tierras extrañas


Donde me posesioné
Llegó a crecer y fue
Una linda chancayana.
Una clara mañana
llegó la doncella;
Fue de paseo esta bella
I / Sus padres 25

A donde yo subsistía.
Como no la conocía
Luego me casé con ella.

IV

Casado, mucho después


En conversación un día,
Supe que era hija mía,
Mi ahijada y mi mujer.
Este ejemplo doy a saber
A todas mis amistades,
Que estén lejos de las maldades
Por lo que me ha sucedido,
Que antes de ser su marido
La bauticé y fui su padre.

Un hermano que recuerdo bastante es Elías, hijo de la esposa


legítima de mi papá. Elías fue un gran gallero y famoso curande-
ro. Leía las cartas y hacía curaciones que la gente decía que eran
milagrosas. Mi hermano era un santo. Jamás la gente de Auca-
llama ha conocido un hombre tan bueno. Curaba a todo el mundo
sin importarle si tenía plata o no.

Elías era bastante solicitado por gente que venía desde Lima,
de Trujillo y de otros sitios. En su casa tenía una especie de clí-
nica, ya que había acondicionado dos cuartos en los que sus pa-
cientes se hospedaban, y su mujer daba pensión a los que se in-
ternaban.

Una vez mi hermano tenía que salir, cuando en ese momento


llegó un serranito para curarse. Entonces mi hermano me dijo
que lo bañara en un agua que me dio. Yo bañé a ese serranito y
le vi que no tenía el miembro genital. Dos baños le dio mi her-
mano y lo completó. Al poco tiempo ya, estaba como cualquier
cristiano. Eso no es nada. En otra oportunidad a una prima mía
le hicieron daño y Elías le hizo botar pericotes por las partes ge-
nitales.

Mi hermano llegó a ser alcalde de Aucallama. Hace seis años


que murió de daño que le mandó hacer un sobrino suyo. ¡No sé
26 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

cómo hay gente tan mala! Cuando murió mi hermano viera usted
la cantidad de gente que vino. Vinieron de casi todas las hacien-
das. No ve que él era muy querido por las curaciones que hacía.
Además vinieron muchos caballeros blancos que lo estimaban.
Imagínese que vino el patrón de la hacienda Huando, el señor
Graña quien era un gallero insigne y mi hermano le amarraba
sus gallos. Este señor se apenó mucho por la muerte de Elías.

Mi papá murió en Boza en 1928, a los 66 años, víctima de una


enfermedad de la sangre que adquirió por su vida agitada.
3

DESPUÉS que mi mamá se separó de mi padre, ella siguió en Auca-


llama lavando ropa para poder mantener a sus hijos. Los más
grandes ya trabajaban en las haciendas vecinas. Sus cuñados Jo-
sé, Tomás y Placerio también la ayudaban con pequeñas sumas
de dinero. A los dos años conoció a Eugenio cuando éste iba a las
fiestas y paseos que había en Aucallama y se comprometió con
él. Este sí es mi padrastro. Los dos se fueron a la, hacienda
Caqui con los hijos más pequeños, mientras que los mayores se
quedaron con sus tíos. En esa época yo tenía seis años y me man-
daron a Boza donde mi papá.

Mi padrastro Eugenio nació en la hacienda Cuyo, que está en


la parte alta del valle, en 1843. Su mamá trabajaba sirviendo a
los patrones y él nació de un momento a otro en los mismos co-
rredores de la casa. Cuyo tiene una casa-hacienda muy bonita,
está situada en una especie de huaca y domina todos los caminos
que conducen a ella. En la parte frontal tiene un amplio corre-
dor, allí es donde nació mi padrastro.

Como se hacía antiguamente, desde que era muy tierno con-


siguió trabajo en la hacienda. En 1864 cuando tenía 21 años se
28 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

vino a Caqui. Resulta que estaba ganando S/. 1.00 diario en Cuyo
y al ver que en Caqui pagaban veinte centavos más se vino inme-
diatamente. Antes se pagaba muy poco en las haciendas; figúre-
se que en las otras se pagaba noventa y hasta ochenta centavos.
Era un abuso. Claro que uno podía ir a una fonda con 20 centa-
vos y comer bien, pero se trabajaba únicamente para comer y no
alcanzaba para lo demás. Los peones siempre han sufrido bas-
tante. Los-que más o menos estaban bien eran los yanaconas, por
eso es que todo el mundo quería tener su pedazo de tierra.

En la época en que él llegó en Caqui se sembraba caña y ha-


bía una gran molienda de caña. El trapiche estaba en el sitio que
hoy es la fábrica donde le quitan la pepita al algodón. En ese
tiempo el trabajo era más fuerte y por eso había esclavos en
las haciendas. Mi padrastro me contó que el puente de Palpa lo
hicieron esclavos dirigidos por un tal José Risco. También tenía
que contratarse a peones chinos. Estos macacos fregaban todo el
trabajo, ya que recibían poca plata y se quedaban callados y casi
dejaban sin trabajo a los negros. Claro que los negros hemos si-
do mejores trabajadores que cualquiera, pero los patrones pre-
fieren más a los que cobran menos y así eran los chinos. Aprove-
chando esta ocasión le diré que el que hizo que los chinos se fue-
ran de la hacienda Boza, y después de todo el valle, fue un primo
mío llamado José Ignacio Vásquez. Este solito le hizo una apues-
ta a 13 chinos para tumbar dos pedazos iguales de monte, y mi
primo les ganó. Al ver esto el patrón de Boza, ahí mismo despi-
dió a todos los chinos que tenía.

Aquí mi padrastro trabajaba primero como lampero en el


sembrío de la caña, pero a los dos años entró a trabajar al trapi-
che, en donde manejaba una tremenda paila, que servía para mo-
ver la melaza y que era del tamaño de dos salas de las casas de
ahora. En total había dos pailas y la candela se hacía con el mis-
mo bagazo que salía del trapiche.

Mi padrastro tenía en Caqui su conviviente, llamada María y


tuvieron dos hijos que murieron pequeños. Esta señora se portó
mal y lo abandonó para irse a Palpa con un hombre casado, que
al poco tiempo también la dejó.
I / Sus padres 29

Poco tiempo trabajó mi padrastro como peón. Se ganó la sim-


patía del patrón porque era buen trabajador y consiguió ser ya-
nacón y que le dieran esta chacrita, media fanega de lo que yo
tengo actualmente. En esos tiempos los patrones no daban tie-
rras listas para trabajar sino que asignaban pedazos de tierra
que ellos no cultivaban por estar cubiertas de monte y uno tenía
que matarse para eliminar ese monte y hacer cultivable la tierra.

Después de estar un tiempo trabajando en su chacra, más o


menos en 1899, conoció a mi madre y se la trajo a Caqui, de ella
tuvo dos hijos llamados Dominga y Francisco.

La mayor era Dominga que era una chica muy mamona. Fí-
jense que hasta la edad de 3 años quería teta. Por más que mi
mamá se echaba sal al pezón o le pegaba, no se le quitaba el vi-
cio, así que no tuvo más remedio que mandarla a Aucallama
donde vivían mis hermanos mayores, para que se desprendiera
de la teta.

Su segundo hijo de nombre Francisco, murió de mal parto,


Cuando mi mamá fue a visitar a un compadre que estaba preso
en la cárcel de Aucallama le ocurrió una cosa que la dejó frega-
da. En Aucallama y en las cárceles de todas las haciendas había
lo que se llama la barra. Este era un tablón de cuatro metros de
largo, 25 cm. de ancho y 10 cm. de grosor; era bastante pesado.
En un costado del tablón se le había hecho varios pares de hendi-
duras, en las que se colocaban el par de piernas de cada prisione-
ro; podían estar allí hasta cuatro presos. Cuando el cristiano me-
tía los pies a la altura de los tobillos, se le introducía a lo largo
del tablón una varilla de fierro que imposibilitaba sacar los pies
del hueco. De esta manera el preso estaba asegurado a un lugar
casi inmóvil, ni siquiera podía arrastrar la barra debido a su gran
peso. Pues bien, cuando mi mamá estaba dentro de la cárcel con-
versando con su compadre, un mozo juguetón, por hacerle una
gracia le cerró la puerta de la celda ¡Jesucristo! ¡Qué tal sustazo
que se dio mi madre! Le pareció que ella se iba a quedar ence-
rrada toda la vida y que le iban a poner en la barra. La pobre
comenzó a gritar y a pedir que la sacaran. Como mi mamá esta-
ba a punto de desembarazar con la impresión que sufrió se le
30 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

adelantaron los dolores. Al día siguiente dio a luz un chiquito pe--


ro en mala forma. Mi mamá se puso grave y mi padrastro llamó
al médico que dijo que mejor sería que el angelito muriera por-
que iba a ser un inútil. El médico curó a mi mamá y a los dos
días murió Francisco.
4

CUANDO mi mamá se vino a Caqui mi papá me recogió y me llevó


a Boza, donde su mujer Cipriana. Me acuerda que mi papá me
dejó en la casa cuando no estaba su esposa y se fue a su chacra,
al poco rato llegó mi madrastra, porque ya creo que así la puedo
llamar, ya que era mujer de mi papá, vino mi madrastra y al ver-
me dijo: "¿Quién es este negrito, de dónde ha venido?" Enton-
ces las vecinas le cantaran que era hija de Manuel y que mi ma-
má se había ida a Caqui con otro hombre. Mi madrastra dijo que
ella no se iba a hacer cargo de mí, que cómo me iba a tener bajo
el mismo techo, cuando ella era la esposa legítima y yo era un hi-
ja de por afuera. Así que me sacó de la casa y me dejó en la
puerta. Así me encontró mi papá cuando llegó en la noche y al en-
terarse de la que había hecha su mujer me llevó donde su herma-
na que también vivía en Boza.

He estado en Boza can mi tía unos tres años hasta que cumplí
los nueve años de edad. Trabajaba pasteando vacas y cortando
leña. No había oportunidad de ir a la escuela. Ahora el Gobierno
obliga a todas las haciendas a poner colegios y hasta a los viejos los
hacen aprender a leer y escribir. Antes no se ocupaban de estas
32 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

cosas. Claro que había alguaciles que vigilaban que los niños fue-
sen a la escuela. Así recuerdo que una vez, un alguacil vio que yo
no iba a la escuela. Averiguó quien era la persona que me criaba
y fue a la casa de mi tía a decirle que tenía que llevarme a la es-
cuela. Mi tía le dijo que ella no era mi madre y que no tenía pla-
ta para mandarme al colegio. El alguacil le dijo que de todas ma-
neras tenía que llevarme. Entonces mi tía habló con mi papá y
él le dio plata para comprarme ropa para ir al colegio. Desgra-
ciadamente estuve en la escuela sólo un mes, así que no pude
aprender nada allí.

Cuando estaba en poder de mi tía me cimarroneaba a cada


rato, y me iba por las haciendas cercanas a trabajar de domésti-
co, pero al poco rato me cansaba y regresaba. Cuando llegaba a
la casa me caía una tunda. Yo he hecho rabiar bastante a mi tía.
¡Pobre vieja! Ella me quiso bastante pero a su manera. Cuando
tenía nueve años me vine de cimarrón a Caqui para estar junto a
mi mamá. Yo pensé que estando con mi madre no iba a trabajar
tanto, pero el asunto me salió torcido, porque mi padrastro era
un hombre demasiado trabajador y quería que todos fuesen igua-
les. Aquí en Caqui he sudado como un bendito. En esa época no
me gustaba mucho trabajar, lo que yo quería era irme con los
otros muchachos a jugar, andar por las chacras, cazar pajaritos,
robar frutas de la huerta y ver a los grandes divertirse. En Caqui
recibí látigo porque era muy inquieto. Pero eso sí, mi padrastro
nunca me pegó, jamás me levantó la mano. El era muy bueno y
solamente me aconsejaba que debía obedecer a mi mamá; decía
que a los hijos les deben pegar únicamente los padres. En cambio
mi mamá me sonaba a cada rato, me mandaba a comprar y como
yo me entretenía con los amigos me sonaba en gran forma. Al
ver que mucho me pegaba me fui de cimarrón a la hacienda Pal-
pa. Allí trabajé dos semanas pasteando ganado. En Palpa vivía
con unos conocidos de Caqui, que habían ido a trabajar a esa ha-
cienda. Mi mamá se enteró que estaba allí, me fue a buscar y me
trajo, me acuerdo que esa vez tenía S/. 6.00 en el bolsillo. Esa vez
mi vieja no me pegó y juntos nos regresamos a Caqui.

Yo seguía siendo muy mataperro, muy palomilla, entonces mi


mamá me mandó donde mi hermano en Aucallama para que él
me corrigiese. Mi hermano por parte de madre me pegaba de lo lin-
I / Sus padres 33

do. Yo lo ayudaba en el trabajo de su chacra, casi no tenía tiempo


para jugar. Una vez me mandó a jozear (con hoz) al mismo tiem-
po que él champeaba un pedazo de tierra. Me dio bastante venta-
ja y me dijo que como él me alcanzase me iba, a dar de chicota-
zos. Por más que me apuré, me alcanzó y con una rama me ha
dado de golpes hasta sacarme sangre, Yo no, aguanté más y me
corrí. Me venía con dirección a Caqui a, ver a mi mamá pero él
me venía siguiendo; corrí parla hacienda Miraflores y para des-
pistarlo me escondí por Pancha la Huaca y de allí, en lugar de ve-
nir a Caqui, me fui a Huaral. Allí conocí a un señor que vivía en
la hacienda Esquivel y me llevó como, muchacho para que le hicie-
ra mandados. Ese señor fue el que me enseñó a leer y escribir.

Al poco tiempo le dijeron a mi mamá que yo estaba en Esqui-


vel, entonces fue allá y hablando con el señor "me recomendó pa-
ra que tuviera cuidado conmigo. Esto pasaba cuando yo tenía 11
años. Hasta que tina vez una señora de Boza, amiga de mi papá,
al verme le contó a él que yo estaba de muchacho en Esquivel.
Entonces mi viejo fue, me sacó de ahí y nuevamente me llevó a
Boza, a la casa de mi tía. He estado tres años más con mi tía, ayu-
dando nuevamente en el trabajo de la chacra. Cuando estaba en
Boza me veía frecuentemente con mis hermanos mayores que vi-
vían en Aucallama, ya que los lugares están bien cerca. Asimis-
mo, de vez en cuando iba a ver a mi mamá en Caqui.

En una de estas visitas mi mamá me llevó a pasear a Lima por


primera vez. Tenía 13 años y casi me vuelvo loco de contento
cuando nos dirigimos a Ancón para tomar el tren. Hasta Ancón
primero teníamos que ir a pie o a bestia, mi mamá fue sobre una
mula y yo iba a pie. Teníamos que cruzar los 15 kilómetros por
todo ese arenal, subiendo el cerro Pasamayo. En invierno se pa-
saba ese camino de día, pero en el verano el viaje tenía que ha-
cerse de noche porque el calor diurno era matador ya que la are-
na quema mucho. Al llegar a Ancón tuvimos que esperar el tren
que todavía no partía. Más o menos a las 10 de la mañana sali-
mos, con bastante gente que se iba a Lima. Viera a los negros de
Aucallama, de Boza, de Chancay, de San José y de las otras ha-
ciendas, con sus ropas nuevas, sus camisas bien blanquitas, su
terno negro y su sombrero blanco, Ese tren era un poco viejo,
pero iba bien rápido y cruzaba los postes como si nada. Yo le
34 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

pedí a mi mamá que me dejara sentarme al lado de la ventana


y de allí he visto todos los sitios por los que pasamos.

Llegamos a Desamparados antes de las 12 del día y cuando


bajamos yo me quedé asombrado al ver todas esas cosas en Lima.
¡Tremendo puente más feo que hay cerca de Desamparados! Vi
también el Palacio de Gobierno donde vive el caballero que man-
da a todos los peruanos. ¡Pa su macho! Me acuerdo que había
bastantes soldados, igual que ahora; seguro para cuidar que no
lo maten. Después de allí pasamos por una iglesia, no sé como se
llama, en donde salían bastantes señores blancos con sus esposas.
¡Cómo vestían caracho! Telas nuevecitas, sus zapatos bien brillo-
sos, con su sombrero chiquito que parecía galleta, creo que se lla-
maba sarita, y las mujeres usaban unos vestidos grandes y más
bajos que los de ahora. Yo la miraba mi mamá y le veía su tra-
je que no se podía comparar en nada al de esas señoras. Mi ma-
má me llevó rápido donde una hermana de ella que vivía en Aba-
jo del Puente y casi me arrastraba porque a mi me faltaban ojos
para ver todo lo que había en Lima. Estuvimos un rato y después
del almuerzo regresamos.

La segunda vez que fui a Lima se debía a que mi hermano ma-


yor me encargó que fuera a Ancón a traer a su esposa que regre-
saba de Lima. Yo fui a Ancón en burro y estuve esperando el
tren, cuando llegó vi que mi cuñada no había llegado. En cambio
el hermano de mi cuñada había venido para decirme que su her-
mana estaba enferma y no había podido viajar y que recién iba a
venir la otra semana. Estuvimos conversando un rato y él me
animó para que fuera a Lima. Yo tenía muchos deseos de conocer
el Parque de la Exposición porque me habían dicho que allí ha-
bía bastantes animales de todas partes. Así que me fui no más;
en ese momento tenía S/. 2.80 y como el pasaje costaba S/. 0.45
pensé que me iba a sobrar plata. En el viaje yo le preguntaba al
cuñado de mi hermano cómo era Lima, y él me contó un montón
de cosas: me dijo que para irse por Chorrillos había un sitio con
casas del tamaño de media fanega. Yo me quedaba zonzo al escu-
charlo. Me contaba que para el 28 de julio se hacían bastantes
fiestas en todo Lima. Cuando llegamos nos fuimos derecho a su
casa que quedaba en Abajo del Puente. En este barrio había bas-
tantes negros que a veces había visto en Aucallama y en las ha-
I / Sus padres 35

ciendas. En esa casa pasé la noche y al día siguiente muy tempra-


no me fui al Parque, cuando caminaba por las calles casi no veía
ningún negro, vi dos o tres como de mi tamaño, sin zapatos, que
hacían recados.

Cuando llegué al Parque recién lo habían, abierto y pagué mi


entrada, creo que eran diez centavos o quince, no recuerdo bien.
¡Pa su macho! ¡Qué tales animales! Había de todas las formas, de
esos que se ven en los libros grandes, había leones, elefantes,
tigres, ¡Que cantidad de animales!, creo que nunca me he asusta-
do tanto. Yo decía que si se rompe una jaula seguro que nos co-
men a todos. Me he dado cuatro vueltas a todo el Parque para
ver bien a los animales y contar en Boza lo que había visto. Más
o menos a las 11 de la mañana salí del Parque y en la puerta me
estaba esperando el hermano de mi cuñada. De allí nos hemos
ido directamente a Desamparados para tomar el tren de regreso
a Ancón. Cuando llegué a mi casa todavía tenía un sol con veinte
centavos.

Un poco antes de cumplir los quince años hablé con mi tía y le


dije que quería vivir con mi mamá. Como ya estaba grande podía
ayudar bien a mi padrastro en la chacra, además ya no sería una
carga para mi tía. Ella aceptó y me dijo que podía irme a Caqui,
y que era natural que todos los hijos desearan vivir con su madre.
Así que me vine donde mi mamá, a Caqui. Desde ese día nunca
me he movido de esta hacienda.

Mi mamá me habló y me dijo que no debía ser tan mataperro,


que ya estaba grandecito y debía ser juicioso. Me hizo entender
que en la vida el que quiere comer tiene que trabajar. Así com-
prendí que el trabajo de chacra no es cosa de juego, que uno tie-
ne que querer a la tierra para hacerla parir.

Empecé a trabajar como peón en Caqui, desde que tenía quin-


ce años. En un comienzo raspaba algodón. Raspar algodón es lim-
piar los surcos del algodonal de todas las hierbas malas, usando
una lampa cuadrada y con filo. También cuspaba, o sea echaba
primero guano y luego tierra alrededor de la planta del algodón
para que el agua del riego no se lleve el abono. Yo he comenza-
do a trabajar en Caqui por lo muy mucho en 1909, cuando el pa-
trón era un caballero llamado César Palacios.
36 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

En cierta ocasión fuimos a Boza con unos primos para cortar


leña en el monte. Para cortar camino teníamos que pasar por va-
rias haciendas. En el trayecto le hicimos meter el pie aun primo
en una barra que había en la hacienda La Huaca y luego le intro-
ducimos el fierro para que no saliera. Vieran como gritaba el
mozo. ¡Ah negro más gritón! Y nosotros riéndonos. Casi nos mo-
rimos de risa. Y lo dejamos allí y nos fuimos a cortar leña. Al re-
greso nos fuimos por otro camino. Después me contaron que mi
primo José, que fue el que puso el fierro, se lo quitó. Ya mi
primo José no pisa en este suelo. Pero mi otro primo que aún
vive en Boza, hasta ahora se acuerda de esa vez y se muere de
risa cuando le hablamos de eso.

Antes se trabajaba desde que uno era muchacho, no como


ahora que hay leyes para los menores de edad. Ojala mis hijos
me hubiesen visto trabajar de muchachito, era muy fuerte y muy
rápido. Toda mi plata se la daba a mi mamá. A veces me iba a
otras haciendas porque se ganaba más, pero siempre seguía vi-
viendo aquí. Varias veces he trabajado en Boza y también en
Palpa. Me acuerdo que cuando tenía: 26 años, más o menos en
1920, en Caqui a los lamperos se les pagaba S/. 2.50 sin comida
y en Palpa S/. 3.00 más su comida.

Cuando yo tenía 23 años, murió mi mamá, el 10 de abril de


1918. A mi me dolió mucho la muerte de mi madre, uno siempre
quisiera que su madre nunca se muera y se olvida de que algún
momento le pegó o lo castigó. La madre es el ser que más se
quiere en el mundo, sobre todo mi madre que mucho luchó para
poder mantener a tantos hermanos que tuve. Ella desgraciada-
mente no ha gozado de todas esas cosas que hoy vemos y que han
hechos los señores que conocen la ciencia. ¡Cómo quisiera que
mis viejos vivieran, aunque sea un día, para que vieran los
autos, el radio, la televisión! En fin fue la voluntad de Dios y hay
que conformarse.
5

A LA MUERTE de mi madre, seguí viviendo con mi padrastro Euge-


nio. Me hice un cuartito de caña en el pedazo de tierra que me
dio y al mismo tiempo que trabajaba en la hacienda le ayudaba
en el trabajo de la chacra. Mi padrastro era una gran persona,
luchó bastante para hacer producir el pedazo de tierra que le
dieron en Caqui. Yo lo estimaba y con él aprendí a trabajar con
esfuerzo, que es la única manera en que se puede hacer parir a
la tierra:

Sobre esta tierra dura


El hombre caminando va,
En todo paso que da
Se acerca a su sepultura.

Desde el día en que el hombre nace


Ya comienza a padecer,
Y por fin llega a tener
Aliento para pararse.
El hombre para formarse
Sufre mucha desventura,
38 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

Y así toda criatura


Por su madre va llorando.
Va cayendo y levantando
Sobre esta tierra dura.

Si no lo oprime la muerte
Llega al fin a caminar,
Y se pone a cavilar
Que ha tenido buena suerte.
Se considera muy fuerte
El hombre en su mocedad,
Cuenta la calamidad
De los transcurridos años,
Y en busca del desengaño
El hombre caminando va.

Todo el mundo yo anduve,


A un sabio le oí decir,
Que el hombre para adquirir,
Tanto baja como sube.
La pobreza lo descubre
Al hombre en necesidad.
En busca del bien se va,
Y sólo encuentra al momento
Obstáculo y tormento
En todo paso que da.

Al fin llegó a conocer


El lugar donde ha nacido,
Porque sus cinco sentidos
Se lo hacen reconocer.
Pero si no llega a saber
La causa de su amargura;
Sólo la muerte es segura,
Es evidente y cabal
Sea por bien o por mal
Se acerca a su sepultura.

Mi padrastro quería mucho a mi hermana Dominga y todos


los domingos iba a verla. Mi hermana Dominga murió de des-
I / Sus padres 39

cuido de parto. Ella se había casado y se fue a vivir con su mari-


do a la hacienda San José. Ya tenía seis hijos lograditos: cinco
hombres y una mujer. Cuando estaba por dar a luz su séptimo
hijo, mi cuñado, animal, no llamó a una partera sino a una recibi-
dora. Ya se sabe que una recibidora lo único que hace es recibir
y no sabe nada más. Cuando mi hermana estaba a punto de desem-
barazar estaba allí esa señora, que ni siquiera me acuerdo como
se llamaba. Lo cierto es que ella tuvo un mal parto porque la
criatura sacó un pie no más. Cuando la recibidora vio la cosa se-
ria se mandó mudar, y entonces a mi cuñado zonzo recién se le
ocurrió llamar a un médico. Cuando vino el doctor lo único que
hizo fue decir que mi hermana había muerto de un mal parto; le
quitó la criatura que también estaba muerta y los enterramos a
los dos. Mi cuñado ni siquiera me avisó cuando iba a dar a luz mi
hermana que si no le digo a una prima mía, trabajadora de la ha-
cienda Boza, ¡Qué tal negra!, ¡Nunca se le murió una criatura! No
me enteró. Mi hermana murió de descuido, faltó quien la atienda.
Si la prima que me dio la noticia hubiera estado trabajando, yo
le hubiera pagado su jornal y la hubiese llevado a que la atienda,
y mi hermana no se muere. Pero así son las cosas pues. Que le
vamos a hacer. Mi hermana murió el 30 de octubre de 1923.

Desde entonces la muerte de mi hermana afectó mucho a mi


padrastro. El viejo se puso un poco mal. Estaba sentado no más.
Por esa época regresó su primera mujer María, y mi padrastro
como era bueno, de compasión no más, dejó que la señora viviera
con nosotros.

Pero esta señora era muy fregada, le gustaban mucho los chis-
mes y los cuentos. ¡Uyyyy! Cómo le gustaban los chismes, ¡Jesu-
cristo! Siempre estaba haciendo chismes para que mi padrastro
peleara conmigo. Mi padrastro murió en 1931 a la edad de 88
años.
ii
el ambiente
6

Apuesto hasta mi pellejo


a las patas de mi tío,
zapateador más completo
desde Boza a Chancayllo.

¡CÓMO son las cosas! El entierro de mi padrastro me costó única-


mente 40 soles. Compré el cajón, las flores, el ron y cigarros
para los que se quedaron a velar con sólo 40 soles no más. Ahora
vayan a ver cuanto cuesta. ¡Jesucristo! Ahora cuesta un montón
de dinero.

Todo ha cambiado. En las telas no más se puede ver cómo han


cambiado las cosas. A mi me gusta usar ternos como se hacían
antes. Mi padre y un sastre amigo que había en este valle me en-
señaron a usar ropa. A mi me gustaba andar bien futre con mi
temo azul marino, mi camisa blanca, mi corbata y mis gemelos.
¡Las linduras que había de gemelos! Yo me compraba unos ba-
ñaditos en oro que eran muy buenos. ¡Para vestimos nosotros,
los viejos! No es como ahora que uno se compra telas que no son
de ley, como ésa, ¿Cómo se llama? Esas que se están usando aho-
44 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

ra, creo que se llaman suprela. Me mandé hacer dos ternos de


suprela hace poco porque mis hijos me dijeron que era buena te-
la y tuve que regalárselos a Pablo y a Shebo. Yo que siempre he
andado con telas de lana purita, ¿Cómo iba a usar esas tonterías?
¿Sabe cómo me daba cuenta de que si la tela que me vendían era
buena? Hay un secreto que me enseñó el sastre que le digo, un
cholo bajito no más, pero que cosía muy bien. ¡Viera los ternos
que hacía! Antes cuando tenía mis colmillos completos mordía
la tela: si la tela se hacía hueco entonces era lana purita. Pero si
la tela resistía o sea que se hacía a la muela entonces era algo-
dón y eso era de baja calidad.

Aquí en el valle los que mejor vestían eran los de Aucallama.


¡Qué ricos mozos para usar tela! ¡Jesucristo! Mucha tela han usa-
do en Aucallama. Estos negros siempre paraban bien futres, ojalá
los hubiesen visto. Se compraban un terno, lo usaban el día de la
fiesta, después lo usaban los domingos no más, y al otro año los
muchachos se compraban otro terno. ¡Pa su macho! ¡Cuanta tela
ha corrido por ahí!

Esa gente de Aucallama es famosa. Sus fiestas eran buenazas.


Las fiestas de ahora ya no son como las de antes. Antes las fies-
tas eran más nombradas. Se alquilaba una banda de por lo muy
menos de 16 tocadores. Se quemaba castillos y venía gente de to-
das las haciendas ¡Caracho, qué cantidad de gente! Uno se podía
ver con gente de todo el valle. En la tarde se acompañaba la pro-
cesión al compás de la banda. Y después que la imagen entraba
a su iglesia comenzaba la fiesta.

Pero. . . aquí en la hacienda la gente es buena. La gente del


campo siempre es buena. Todos nos llevamos bien. La gente
trabaja y uno que otro día se va por el pueblo de Huaral a hacer
sus compras. No hay diversiones, y en Huaral de vez en cuando
hay alguna.
hay
En el patio de mi casa
Hay una matita de ruda
Donde hallé a Pedro Boza
Prendido de la teta de mi burra.
II / El ambiente 45

Los jóvenes de antes éramos muy amantes de las diversiones.


En las haciendas no había muchas oportunidades de divertirse ni
en el pueblo tampoco; como hay ahora', en el cine, la televisión o
la radio. Por eso buscábamos los cumpleaños de alguien para ir
a su fiesta.

Cuando no estábamos celebrando nada, nos juntábamos en la


tienda de la hacienda y allí comentábamos las cosas que pasaban.
Hablábamos de las jugadas de gallos, de los zapateadores o de
los decimistas famosos. Hacíamos concursos o escuchábamos a los
que sabían hacer versos. A veces nos íbamos a otras haciendas,
a tomarnos un par de tragos con los amigos y familiares de allí.

Cuando muchacho he sido bien divertido, estaba de fiesta en


fiesta, bailando sin parar de; la noche a la mañana. Nosotros los
viejos nos hemos divertido de lo lindo. Y en fiestas buenas, como
eran las de antes. Con guitarra y cajón, buena comida y buen tra-
go ¡Ese pisco que había. . . pura uva! Uno se podía emborrachar
hasta caerse y al día siguiente amanecía de lo más bien, sin dolor
de cabeza ni otro malestar. Ahora se toma un pisco o vino, que
cuesta bastante plata y al día siguiente nadie lo salva de un tre-
mendo dolor de cabeza.

Las mejores fiestas se pasaban en las casas de los yanaconas,


no ve que ellos tenían más plata. Uno llegaba a la casa porque lo
habían invitado o sino iba acompañando a un amigo. En eso se
acercaba el dueño de la casa diciendo que estaba muy contento de
tenerlo en casa. Ahí mismo le daban un huaracazo de pisco, que
se le servía en un vaso y empezaba a divertirse. Sacaba a bailar a
alguna muchacha, cuidando que no fuera casada, porque los ma-
ridos eran muy celosos y a veces hacían líos. Después de bailar,
y seguir tomando, la señora de la casa le servía su comida que
casi siempre era de gallina. Si uno sabía cantar o zapatear, en-
tonces le pedían que hiciera algún número y por allí le salía un
rival que lo desafiaba y allí comenzaba lo mejor de la fiesta ¡Oja-
lá hubiera visto a los negros metiendo carbón a los rivales! Al
final todos aplaudían y de nuevo empezaba el baile. Se seguía to-
mando y cuando uno ya estaba con sus tragos le decía a otro que
quería hacerlo su compadre, o que lo desafiaba a una jugada de
gallos. También en las fiestas se conseguía una muchacha o al-
46 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

guna mujer casada que se había cansado de su marido ¡Esas sí


que eran fiestas! Yo estuve una vez en un baile que duró nueve
días.

En mis tiempos me gustaba bailar. No me perdía ninguna fies-


ta, y se me podía ver en casi todas las haciendas del valle. En esa
época había unas negras hermosísimas, altas, de buen cuerpo,
que de sólo verlas uno se enamoraba. Es que antes se comía me-
jor, y la gente era más alta y fuerte. Las negras eran bien deta-
llosas cuando se ponían sus vestidos nuevos y sus pañuelos de
diversos colores. A veces cuando uno les sacaba a bailar le decían
en broma:

Negro, cabeza de cocorrón,


Si quieres bailar conmigo
Lávate con jabón.

¡Qué tales negras! Pero eso sí, con ellas uno se podía pasar
una noche bien divertida, porque eran muy alegres. Yo he cono-
cido muchas. Aquí en Caqui había un grupo de nueve muchachas
que bastaban para alegrar cualquier fiesta.

Casualmente en la fiesta conocí a bastantes muchachas que


fueron mis enamoradas. En esa época para tener enamorada
uno debía ser un santo, porque si tenía fama de ser jaranista, mu-
jeriego o borracho, ninguna madre dejaba que enamorara a su hi-
ja. A mi me pasó algo parecido, pero por la fama de mi papá.
Cuando tenía mis enamoradas únicamente las podía ver en los
bailes o cuando iban a lavar ropa a las acequias. Los enamora-
dos siempre tenían relaciones sexuales, y a veces algunas mucha-
chas salían embarazadas. Si el hombre se quería casar iba donde
el padre a pedirla o sino se escapaba. Mi papá me enseñó que es
mejor meterse con mujeres y no con muchachas para que no pa-
se nada. Yo he tenido compromisos con algunas mujeres casadas.
Procuraba irme a otras haciendas. En Palpa estuve como cuatro
años con una negra casada y con tres hijos. Su marido era un
sinvergüenza, muy borracho y jugador, que se gastaba lo que ga-
naba con los amigos y ella se quedaba a veces sin recibir nada
para la comida. Yo la conocí en un baile en. Palpa y como tenía
buen cuerpo empecé a palabrearla y ella no protestaba nada. Así
II / El ambiente 47

que en menos de una semana la conseguí. En esa época estaba


solo y todo lo que ganaba era para mí, por eso a ella le daba sus
propinas. Una vez le di una libra y casi llorando me dijo que era
la primera vez que tenía una libra en su mano. Yo la veía en su
casa, tres o cuatro veces por semana. A veces el marido estaba
durmiendo su borrachera en los cuartos de adentro y yo estaba
con ella en la sala. Ya cuando me casé ella no quiso continuar y
me dijo: "Es mejor que una coma bien, y no que dos coman mal".

Pocos hay aquí que digan que no han atrasado a algún cris-
tiano. Pero los más fregados eran los patrones de las haciendas.
Antes no eran como ahora que se hacen los delicados. Aquí en
Caqui había un peón llamado César que era uno de los protegidos
del administrador porque el sinvergüenza le ayudaba en sus amo-
res. Este era el encargado de conseguirle las mujeres y las traía
de las chacras o de otras haciendas. A la madrugada de nuevo las
regresaba a sus casas, en su caballo ¡Si yo contara como eran los
patrones! Nada menos que en Huaral hay mucha gente que lleva
un apellido conocido y todos son hijos de un viejo sinvergüenza,
que es dueño de una hacienda de por aquí. Antiguamente los pa-
trones tenían hijos en las negras, cholas y en todo lo que podían
chapar.
7

LA ÚNICA fiesta de Caqui es hoy la de la Virgen del Carmen


que se celebra el 16 de julio, pero se festeja un domingo. Mi mu-
jer es la presidenta de la Hermandad de la Virgen del Carmen
de la hacienda. Así que la señora del administrador la manda
llamar para hacer los arreglos de la fiesta: "Oye Delfina ―le di-
ce― vamos pues a arreglar la fiesta, a mí me gusta hacer esto
contigo. Ya después se hablará con la otra gente". Así que enton-
ces las dos conversan y después le avisan a los demás. Arreglan
a la Virgencita y le hacen su misa, Después de la procesión va-
mos a mi casa y estamos un rato tomando un trago.

La imagen es de la Virgen del Rosario, dicen que la regaló un


rey muy antiguo que le decían el Quinto, creo que se llamaba Car-
los. La misma banda comenzaba a tocar música para el baile.
Vieran a esos negritos de Aucallama bien futres y bien lavados.
Que buena banda ¡Jesucristo! Es que eran de Lima, venían por
ferrocarril desde la mañana. Toda la gente comenzaba a bailar
la jarana, los valses y toda esa música buena de antes. Los que
no querían bailar veían las cosas que había. Hasta la noche se
50 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

bailaba y en algunas casas se quedaban jaraneando, bailando y co-


miendo hasta el día siguiente.

La gente por su lado, después de la procesión se va de regre-


so a las haciendas y Aucallama se queda como antes ¡Qué pueblo
más muerto está ahora! Antes se veía a los decimistas, a los zapa-
teadores. Había allí los Ubia, los Vásquez, los Aguilar, pero so-
bre todo un tal Santos Ubia, por mal nombre "Cartucho", hacía
linduras con los pies:

Apuesto hasta mi pellejo


A las patas de mi tío,
Zapateador más completo
Desde Boza a Chancayllo.
Cuando mi tío Aguilar
se quita sus alpargatas
Corren negras y mulatas
Para verlo zapatear.
¡Qué manera de bailar!
Pura quiebra y recuteco
Dicen que mi tío es viejo
Mi tío no es viejo nada
Por una de sus pasadas
Apuesto hasta mi pellejo.

Un día llegó a Aucallama


Un manco de dos brazos
Sabía como mil pasos
Y era acróbata de fama;
A mi tío se le llama
Y comienza el desafío.
Voy dos reales sencillo
Voy dos botellas de ron,
Me juego hasta el corazón,
A las patas de mi tío.
Con el público por juez
Bailando, de siete a cuatro,
El manco sin mucho teatro
Hizo un mortal al revés.
II / El ambiente 51

Escobillando los pies


Mi tío bailaba quieto
Ya miraban con respeto
Porque el manco bailarín,
Iba resultando al fin
Zapateador más completo.

Y ahí no más prendió la mecha,


Y mi tío comenzó,
Como la vuelta del reloj
De la izquierda a la derecha,
Como quien al suelo se echa
Repiqueteó los tobillos.
En hombros salió mi tío
Y no contentos con eso
Se lo llevaron en peso
Desde Boza a Chancayllo,

Como le repito pues, antes la cosa era diferente. Mucho me


acuerdo de las grandes fiestas de la hacienda. En esa época se
presentaban la danza de moros y cristianos y la danza de los
negritos:
El almirante Balán
Guió su gran división
A pelear con los cristianos
Y fue muerto el rey Clarión.

El iniciador de la danza de moros y cristianos en Caqui fue un


negro llamado Guillermo Solano, quien llegó aquí traído por Pe-
dro Recavarren, el patrón de la hacienda. Parece que don Pedro
conocía a Solano, porque éste había trabajado en su casa de Cho-
rrillos.

Guillermo Solano era nacido en Cañete y contaba que en su


tierra se presentaban también la danza de moros y cristianos.
Llegó más o menos por el año 1922, con su mujer y su hijo del mis-
mo nombre. Vino aquí como un tirador de adobones, hacia las tapias.
Solano trajo de Cañete un cuaderno grande, con pasta de cuero
en donde estaban las canciones de la "Danza de moros y cris-
tianos".
52 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

Parece que don Pedro conocía de estas danzas y le gustaban, y


sabía que Guillermo Solano era entendido en esto. Así que cuan-
do estuvo Solano aquí le dijo que preparara la danza y que él lo
iba a ayudar.
Sin embargo, mucho antes en el valle también hubo la danza
de moros y cristianos. En Huaral se presentaron más o menos en
1906. Era lindísimo. Nada menos que allí salía un caballo her-
moso del finado mi papá Manuel. En Huaral hubo una vez o dos,
no recuerdo muy bien, pero después de un momento a otro se aca-
baron. Hay varias versiones de estas danzas de moros y cristia-
nos, una Se refiere a Carlomagno y a los 12 pares de Francia, y
la otra se refiere a las Cruzadas donde mientan al rey, Ricardo.
Solano consiguió un grupo de mozos de 18 a 20 años con buena
voz y que querían participar en la danza. Después don Pedro sacó
copias a máquina de los cantos que a cada uno le tocaba interpre-
tar y las repartió a los muchachos.
Se ensayaba desde dos meses antes, o sea desde el 16 de mayo,
ya que la fiesta era en julio. La hacienda, o mejor dicho el patrón
estaba en todo no descuidaba ningún detalle. Figúrense que co-
mo los vestidos tenían que ser lujosos, con bordados y lentejuelas
y un montón de adornos más, se trajo una modista de Lima para
que hiciera todas estas cosas.
Lo mismo pasó con el guitarrista. Se trajo a un tal Soto de Ca-
ñete para que enseñara el toque especial a Luis Lobatón que fue
el guitarrista aquí. Resulta que al poco tiempo Luis ya estaba ga-
nando a su maestro.
El lugar donde se presentaba la danza era la cancha de fút-
bol antigua, donde ahora es la chacra de un yanacón, cerca de la
casa hacienda. En medio de la cancha se colocaban los tronos de
los reyes, separados a una distancia de 60 metros más o menos.
También se hacía una especie de estrado de honor donde estaba
el administrador y su familia. Toda la cancha de fútbol estaba
rodeada de gente de todas las haciendas, del pueblo de Huaral y
hasta de Chancay. También venían las autoridades y toda la
hacienda se llenaba de gente. Nunca más Caqui ha estado así.
Cada trono se hacía, si mal no recuerdo, uniendo varias me-
sas de la misma altura, de unos noventa centímetros, y encima se
II / El ambiente 53

colocaba una pequeña plataforma de madera de veinte centíme-


tros de alto que la hacienda también ponía. Allí se colocaba la si-
lla como trono del rey; los vasallos o los guerreros iban a su cos-
tado pisando las mesas. Los centinelas iban debajo, en la cancha
de fútbol, delante del trono y los embajadores estaban más ade-
lante. Junto a las mesas, en la misma dirección se habían coloca-
do postes de sauce y con unas ramas de árbol se habían tendido
arcos. Todo esto se adornaba bien bonito, encima de la mesa se
colocaba papel de colores, la silla se forraba con papel dorado y
en el arco se colgaba un montón de adornos, la cadeneta, las ban-
deritas, los espejitos. ¡Uyyy, todo era muy bonito!
Por cada banda actuaba ocho personas: un rey, dos embajado-
res, dos porteros, centinelas y tres guerreros o vasallos. Además
en el bando cristiano estaba la princesa Jimena.
Todos los personajes tenían su nombre: el rey moro se llama-
ba Almansor, la princesa cristiana tenía el nombre de Jimena; el
embajador cristiano era el Conde de Saldaña y el embajador mo-
ro se llamaba Solimán.
El rey cristiano tenía una chaqueta rosada de mangas largas
y sin cuello. Su pantalón era de color negro apretado y hasta las
rodillas, a los costados o sea con la costura tenía una raya dorada.
Las medias eran rosadas hasta las rodillas y los zapatos negros
con hebillas doradas grandes. Una capa celeste, bien chillona le
colgaba hasta los tobillos. En la cabeza se colocaba una corona
de cartón que estaba forrada con papel dorado y con espejitos pa-
ra que pareciesen joyas. Al cinto llevaba una espada de madera.
Toda la capa y la chaqueta tenían bastantes bordados y lentejue-
las formando mil figuras. ¡Lo hubieran visto, todas las mucha-
chas se enamoraban de él!
El rey cristiano tenía a su lado a su hermana, la princesa Ji-
mena, que también estaba sentada en el trono. La Jimena usaba
un traje largo, de color rojo suave, ricamente bordado con lente-
juelas y mostacillas. Sus zapatos blancos eran de taco alto.
Al frente estaba el bando moro. El rey moro usaba una cha-
queta amarilla, pantalón, rosado con raya blanca, medias celes-
tes y zapatos blancos. La capa era rosada también. Toda la
vestidura era igual en los dos reyes, se diferenciaban única-
54 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

mente en la cabeza. El rey moro usaba un turbante blanco con


adornos de colores y en la parte de adelante un espejo del ta-
maño de un sol.

Los embajadores tenían capa corta, un poco más abajo de la


cintura y gorro como caperucita. Los cristianos usaban gorrito
celeste y los moros de color rojo. Los guerreros no usaban capa.
Cada bando usaba medias y zapatos del mismo color.

Al lado de cada trono estaban los caballos que montaban los


embajadores y los reyes. Los caballos estaban muy adornados,
con baticola hasta abajo, con guarniciones y correajes brillantes.

El guitarrista, que era Luis Lobatón, estaba entre los dos ban-
dos y acompañaba a todos. Se cantaba a todo pecho, cuando los
del bando moro cantaban, Luis se acercaba a ellos y cuando canta-
ban los de bando cristiano se acercaba a ese lado. Y cuando se
acercaban los dos bandos, el guitarrista se quedaba al medio. Lo-
batón no usaba uniforme, estaba vestido de civil no más.

En el campo cristiano había una cruz. El madero era de un me-


tro de alto más o menos. No sé, pero me parece que toda la danza
también se llamaba "El paso de la cruz". El rey moro quería con-
quistar la cruz y dominar a los cristianos, el rey cristiano decía
que no iba a dejar la cruz.

Se comenzaba primero con el toque de la guitarra. Era un


toque especial, como zapateo mullido, parecido al agua e'nieve,
un toque rapidito. Luego entraban los personajes, todos cantaban.
Principiaba el rey moro quien hablaba con prepotencia. Decía que
ellos podían más que los cristianos, que los iban a vencer y que se
iban a apoderar de la cruz. Contestaba el rey cristiano, diciendo
que jamás permitiría que se apoderen de su cruz.

Luego el moro, dice que quiere casarse con la Jimena y para


esto manda a sus dos embajadores. Los embajadores suben a sus
caballos y galopando se acercan al bando cristiano. En este mo-
mento la guitarra toca al compás del galope del caballo. Cuando
llegan dicen a los cristianos las intenciones del rey moro. Enton-
ces la Jimena al ver la osadía de olas moros que quieren mezclar
su sangre con la de los cristianos, canta:
II / El ambiente 55

So pedazo de rapacino
Muy presto te he de mirar
Renegando de Mahoma
Las manos me has de besar.

Después se calienta y se pone a cantar molesta. Aquí cuenta


una serie de cosas que hacen reír. Dice, qué se ha creído ese tal
por cual y un montón de cosas más.

Los embajadores moros regresan: donde su rey y éste canta


en un tono amargo:

Jimena te ha de pesar
Lo que con tu ignorancia has hecho,
Has despreciado a un rey
De tanto caudal.

Entonces al ver este desprecio el rey moro declara la guerra.


Pelea para casarse con la Jimena y para apoderarse de la Cruz.
Primero pelean los dos reyes. Los dos están a caballo, hacen su
simulacro como que pelean con sus espadas de madera, al compás
de la guitarra que imita el galope del caballo. El rey cristiano
hiere y vence al rey moro. Lo toman preso y lo llevan al bando
cristiano.

Aquí viene la parte más triste de la danza, que es cuando el


moro empieza a llorar. En esta parte hay un canto de mucha
tristeza, es el llanto del rey moro. El rey moro se queja de su des-
tino y canta a su guerrero más fuerte Solimán y le dice:
tin
Solimán amigo
Sacadme de aquí,
que crueles cadenas
me matan a mí.

Los moros quieren salvar a su rey pero no pueden, y sigue la


acción. Después no sé que es lo que pasa. Pero casi al terminar
bautizan al rey moro delante de la Cruz, lo bautiza el rey cristia-
no. Luego se abrazan los dos reyes y los demás. Abrazados los
dos bandos cantan el canto general para finalizar.
56 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

Toda la presentación duraba dos horas más o menos. Guiller-


mo Solano no intervenía en la presentación, él no actuaba sino que
se encargaba de dirigir todo; de ver si cada uno sabía su papel de
memoria, de decir cómo tenían que moverse y de todas pe-
queñas cosas.

En Caqui se presentaron dos veces, en 1923 yen 1924, en las


dos veces la gente aplaudió bastante. Es que la danza gustaba mu-
cho y se veía buenos cantantes, porque eso sí tenían muy buena
voz. Cualquiera no podía salir moro o cristiano sino que debía
tener buena voz. Todo era bien bonito. Ahora ya no hay esas
cosas. ¡Me da pena que mis hijos ya no vean esto!

La segunda vez que actuaron los vio el alcalde de Chancay y


los contrató para que se presentaran allá. Pero entonces ya se pa-
gaba. La entrada se cobró y a cada bando le tocó cien soles. Esa
fue la última vez que actuaron, porque al poco tiempo Guillermo
Solano se fue de la hacienda y también se llevó el libro donde
estaban los cantos.

Don Uldarico, un primo de mi mamá, sabe algunas décimas de


las danzas, pero están incompletas y ya no hay manera de conse-
guir lo que falta. Pero estas, décimas son de otra versión de la
danza de moros y cristianos y dicen así:

1. Fue nombrado embajador


Ricardo de Normandía
Cuando salió de Turquía
Traspasó el Trafalgar

III
Salió de puente Mantible
Godofredo y su escudero
Viendo muerto al rey Clavero
Pegó de gritos terribles
Como el paso era imposible
Lo echó a buscar todo el día,
Ahí vino una gran compañía
Relumbrando sus aceros,
Persiguiendo al caballero
Cuando salió de Turquía.
II / El ambiente 57

Carlomagno afligido
Estuvo por sus caballeros
Y Pregner por Olivero
Estuvo muy confundido
El cristiano aparecido
Le dijo al Emperador:
"Estas noticias señor,
De que los turcos son tantos"
Guiado por un siervo blanco
Traspasó el Trafalgar.

2. El Almirante Balán
Guió su gran división
A pelear con los cristianos
Y fue muerto el Rey Clarión.

I
Catorce reyes mataron
Los cristiano mata siete
‒ "No hallo quien me sujete"‒
Dijo Roldán enojado.
Había uno bien amado
Que se las dio de Balan,
Y cuando vino Roldan
Con su risueño semblante,
Perdió una guerra importante
El Almirante Balán.

II
Los cristianos se atrevieron
A pasar a la Turquía;
Apenas amaneció el día
A Balán lo apresaron
En la cárcel lo encerraron
En un oscuro panteón,
Viendo su resurrección
58 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

En que ha venido a parar,


Para hacerse respetar
Guió su gran división.

3. Salgan de Colombia y la España


De Francia, Prusia, Inglaterra
A ver si en su campo encierra
Un hombre de tanta hazaña.

III

Quisiera desengañarme
Con el mentado Olivero,
Con el príncipe Escudero
Y con el tal Duque Nayme.
Cuando a mí Pregner me llame
Le volaré la visera;
Si todos juntos vinieran
Les mostraré más valor,
Y venceré al Emperador
De Francia, Prusia, Inglaterra.

IV

Haré que de mí se espante


El famoso Picol de Aban
Y todos tristes estaban
Al ver vencido al de enantes.
A toditos los gigantes
Yo les declaré campaña
En el centro de Bretaña
A muchos guapos vencí
Y en todo mundo no ví
Un hombre de tanta hazaña.
8

A MI MUJER lo que sí le gusta bastante es rezar. Tiene un pequeño


altarcito en su cuarto donde hay una pequeña estatua de la Virgen
del Carmen, varias estampas: dos de San Martín de Porres, una
de la Inmaculada, una de San Antonio y otras tres más que no sé
de quienes son. Estas imágenes las tenemos sobre una repisita,
en la que hay un vasito de vidrio donde ponemos velitas Santa Ro-
sa. Todos los días les ponemos su velita. Delfina además es pre-
sidenta de la Hermandad de la Virgen del Carmen de la hacien-
da Caqui. Ella en compañía de la esposa del administrador se en-
carga de organizar la fiesta de la Virgen. Este año después de ce-
lebrada la misa por el sacerdote que viene de Huaral, y después
que sacamos a la imagen en procesión, llegaron de Lima como
siempre desde hace siete años atrás, mis compadres Piérola. Vi-
nieron en ómnibus escolar que habían alquilado: Antes venía
únicamente mi compadre y su esposa y a veces algunos de sus hi-
jos; pero poco a poco comenzaron avenir con sus amigos. Prime-
ro venían en dos autos y en motos, luego tres y hasta cuatro ca-
rros, hasta que por último este año han venido 45 personas en
ómnibus. Mi compadre es propietario de una maderera y tiene
60 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

su casa en Lince. Es muy bien relacionado y conoce mucha gente


importante de Lima, varias veces nos ha ayudado. Tiene diez hi-
jos de los cuales dos son casados, una de ellas se casó con el doc-
tor Linch del Hospital Loayza. Además de ellos vienen sus amigos
que son unos señores blancos y decentes.

¡Ufff. . . Ese día la casa estaba llena!, Esta sala que es grande
parecía chiquita. Y tantas caras nuevas, porque cada año viene
gente nueva. Como yo ya sé que ellos vienen, había dicho a Delfa
que preparara algunas cositas, unos cuantos patitos y gallinas, un
poco de yucas y otras cositas. Pero no vaya a creer que ellos vie-
nen con las manos vacías. Mi compadre le dice a sus amigos y a
sus hijos "No Crean que mis compadres les van a dar de comer
así no más". Entonces ellos traen panes, queso, jamón y a veces
sus patos ya limpiecitos. Una vez trajeron medio carnero.

Entonces Shebo trae de la hacienda un pick-up a batería alqui-


lado y se ponen a bailar. A Sheho mucho le gusta que vengan mis
compadres porque así tiene la oportunidad de ver y de conversar
con esas chicas blanquiñosas que él dice que son "bien bacanes".
Sobre todo le gusta la esposa de uno de los Piérola porque tie-
ne todo a la derecha. Se la gana a cualquierita de las que se ven
en el cine.

Aquí en Caqui hay poca actividad religiosa, hace años que el


cura no viene hacer la misa en la capilla de la hacienda. Dicen que
se fue porque nadie iba a la iglesia ¿Cómo va a ir la gente si tie-
ne que ir a Huaral los domingos por la mañana para hacer sus
compras de la semana? Así que entonces el padre no aguantó más
esta indiferencia de la gente y ya no viene, pero nadie se ha que-
jado. Aquí la gente cree poco en los padres porque estos son muy
tremendos, a veces son más sabidos que uno que no es sacerdote.
Aquí en el valle ha habido varios padres que han tenido muje-
res y hasta llegaron a tener hijos. Nada menos en Chancay, en
tiempo de mi papá, había un cura que se aprovechaba de todas
las mujeres que se iban a confesar, hasta que una señora lo de-
nunció porque quería lo mismo con ella. Cuando se enteró la gen-
te, casi lo matan y no pararon hasta que lo sacaron del pueblo
montado en un burro. También había otro que se metía a la ca-
sa de cualquier persona y pedía que le dieran una gallina o un pa-
II / El ambiente 61

to y el muy sinvergüenza a veces llegaba a pedir un chanchito. El


que lo paró fue un yanacón, no me acuerdo su nombre, que se ne-
gó a darle un lechoncito que le pidió. Este cura ni siquiera pedía
por favor, sino que exigía como si uno estuviera obligado a dar-
le todo lo que ellos, quieren ¡Qué se habrán creído! Este comporta-
miento de los curas es lo que hace que la gente se aleje de Dios.

Aquí en el valle, por ejemplo, hay una señora casada que le di-
cen la "poto bendito" porque se vive con un cura. A mí me han
dicho que cuando una mujer tiene relaciones íntimas con un cura
a las 12 de noche se vuelve mula, y a las 12 del día las huellas de
sus zapatos se vuelven igualitas a las huellas de una mula. Una tía
mía en Aucallama vio convertida en mula a una señora que vivía
con el cura de allí. Seguramente se convierten en mula porque
este animal es muy raro ya que es hijo de burro y yegua y además
no puede tener hijos. ¡Cómo son las cosas! Por eso es que Dios
se molesta y nos manda temblores y terremotos. Este año ha si-
do bastante pesado. Es que Dios no puede estar tranquilo cuando
hay mucha maldad en el mundo y se ven tantas cosas malas,
tantos crímenes terribles y para remate esos señores gringos de
la ciencia están reventando las bombas atómicas a cada rato.

Dios a veces nos deja hacer las cosas, pero cuando a El se le


ocurre nos manda castigos para hacernos recordar de que El está
en el cielo. Dios manda hasta en los animales y plantas, el único
que le hace pelea, pero siempre sale perdiendo, es el enemigo.
Dicen que cuando Dios que es hijo de José y María nació, el gallo
cantó alegre diciendo "Ya Cristo nació" y la vaca dijo también con-
tenta: "En Belén". Pero allí había un chancho que habló una lisu-
ra y desde ese día Dios lo castigó y ya el chancho no puede mirar
al cielo. Claro cuando un chancho grita mucho se le pone con la
cabeza mirando arriba y el animal deja de gritar. Otro animal
que contestó mal fue el chivato y desde ese día estos animales
apestan y son los favoritos del enemigo. Cuando el enemigo quie-
re estar en el mundo se vuelve chivato.

Yo nunca me olvido de Dios, siempre lo tengo presente, pe-


ro eso sí no me gusta ir a las misas. También cumplo con poner-
le a mis hijos el nombre del santo calendario. Yo todos los años
compraba el calendario para ponerle el nombre del patrón del
62 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

día a mis hijos. Dicen que si uno no le pone el nombre del Santo
del día, el cristiano no oye los rezos que se le hacen para ayudar-
lo a bien morir, o sea que no escucha lo que se reza cuando está
moribundo. Uno cree todas estas cosas porque de chiquito se las
han enseñado. Es muy difícil que uno olvide las cosas que le
enseñan de chico y sobre todo lo que le enseña su propia madre.
9

En nombre de Dios comienzo


Por no saber con quien canto
Gloria al Padre, Gloria al Hijo,
Gloria al Espíritu Santo.

¿SABE que son las décimas? Bueno pues. Los desafíos de de-
cimistas han sido muy famosos en el valle. Aquí ha habido muy
buenos negros decimistas. Eran mozos que habían nacido para
esto. Figúrense que en Caqui Juan Zambrano un negro, que no
sabía ni la O por redonda, analfabeto, hacía décimas que nadie
las ha podido igualar. Este negro lo veía a uno y en ese mismo
momento le sacaba una décima que hablaba de su cara, de su ca-
beza, de su ropa, o sino iba a cualquier casa y si veía algo que le
gustaba: un buen caballo, un gallo, ahí mismo le sacaba su décima.

¡Qué rico mozo! Zambrano tuvo un sobrino político que se lla-


mó Juan Gonzalez que también salió buen decimista. Gonzalez
murió en 1907, abaleado por unos asaltantes, cerca a la hacienda
Cuyo, cuando iba llevando el dinero pata hacer el pago a los
obreros. De Gonzalez los viejos de Caqui sabemos muchas déci-
mas. Una bien famosa decía así:
64 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

Un hermoso regimiento
En la Gloria se ha formado
Dan por armas la oración
Y van buscando soldados.

Cristo va de coronel
Marchando con gran primor,
Y de sargento mayor
Va el arcángel San Miguel.
El otro arcángel Rafael,
Marcha de primer sargento
Alférez de gran portento
El seráfico Francisco,
Pues se ha formado a lo visto,
Un hermoso regimiento.

De teniente va San Juan


Grado que muy bien le cuadra,
San Diego cabo Escuadra
Y San Gabriel capitán,
De cadete San Sebastián,
San Andrés de habilitado
Y de capitán graduado
El lucero de Domingo
Pues un regimiento lindo
En la Gloria se ha formado.
El Santo Tomás de Aquino,
Va de valiente soldado,
Y oficial abanderado
Es el famoso San Lino
San. Marcos y Marcelino
Le dan frente al batallón,
Se aparece San Simón
Como primer ayudante
Y en esta escuadra tan triunfante
Dan por armas la oración.

Marcha de tambor mayor


Con cajas, trompas, clarines
II / El ambiente 65

Tocados por ángeles y serafines


San Agustín el doctor,
San Lucas y San Salvador
frente dan a sus costados,
Aparecen bien armados
Por afables y discretos;
Son oficiales completos
Y van buscando soldados.

Un desafío se pactaba cuando había uno que sabía bastantes


décimas y le decían que había otro decimista mejor que él. En-
tonces éste iba a donde vivía y lo desafiaba. Se escogía el sitio,
casi siempre era una cantina y cada uno se presentaba con su
guitarrista o sino una misma guitarra acompañaba a los dos. El
toque de la guitarra era el llamado socavón, ritmo poco monóto-
mo y que era el mismo para todas las décimas. Generalmente
empezaban con una décima en el que decían su nombre o sino con
esta cuarteta:

En nombre de Dios comienzo


Por no saber con quien canto,
Gloria al Padre, Gloria al Hijo
Gloria al Espíritu Santo.

Cuando la gente se enteraba de que había un desafío se iba a


la cantina a escuchar las décimas. Iba bastante gente a ver los de-
cimistas, y allí los amigos de los rivales pedían botellas de pisco
y empezaban a cantar:

Estaban el cuatro y el tres


En grande porfía un día,
Argumentando los dos
Cual, mejor número hacía.

Dijo el cuatro: "Cuatro son


De muestra, los misterios,
Cuatro son los Evangelios
Sin tener duda o cuestión
Cuatro las auroras son
Y de cuatro esquinas es,
66 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

Antes, ahora y después


La torre del firmamento".
Y probando estos argumentos
Estaban el cuatro y el tres.

Dijo el tres: "En realidad


Yo me llevo las coronas
Porque tres son las personas
De la Santa Trinidad
Treintitres años de edad
vivió Jesús, Alma mía,
Y tres horas pasó María
Al pie de la cruz sagrada".
Y el cuatro y el tres estaban
En grande porfía un día.

"Cuatro son los elementos


Y los puntos de la cruz, cuatro;
Cuatro son sin aparato
Las partes del mundo entero,
Cuatro con María fueron
Los asistentes de Dios
Que son: María, Nicodemos,
El Centurión y San Juan".
Y al pie de la cruz están
Argumentando los dos.

Tres veces cayó Jesús


Siendo tan manso cordero
Cargado en el madero
Tan pesado de la cruz
A las tres subió la luz
Y murió así que acabó el día;
Y probando esta porfía
Salió victorioso el tres,
Porque el argumento es
Cual mejor número hacía.

Primero sonaba la guitarra como pidiendo atención para las


décimas. Luego el cantor decía su glosa o cuarteta y nuevamente
II / El ambiente 67

sonaba la guitarra. Aquí, en este momento, el otro decimista y la


gente sabía de que iba a tratar la décima. Después de cada décima
el guitarrista hacía un punteado y cuando se decía la cuarta déci-
ma la guitarra cerraba con un nuevo bordoneo. La gente aplau-
día al cantante. Se escuchaban décimas de historia, a lo divino,
de insultos, de amores, de plantas y otras cosas.

Estaban dos días sin parar, cantando décimas y siempre to-


mando licor. Ganaba el que cantaba más décimas y ese era res-
petado y admirado por todos. A veces el ánimo se caldeaba y
los rivales decían décimas con lisuras y el desafío terminaba
a golpes:

Fuera, fuera parrampanes


Que de leguas se divisa,
Que aguarda tarde de toros
Para mudarse camisa.

Salgan todos para fuera


No quiero que haya desgracia
Ni quiero que en esta casa
Consientan más borrachera.
Yo les hablo con manera,
Con esta mi voz notable
Si alguno quiere ganarme
Con décimas descompuestas
Ya voy a cerrar mi puerta
Fuera, fuera parrampanes

Pregunto cuál es el hombre


Que suspirita en el día;
So pedazo de porquería
Que con la gente se opone.
Amárrate los calzones
Que es lo que más te precisa
¿Quién es el que garantiza
por este mozo atrevido?
Estos son los rangalidos
Que de leguas se divisa.
68 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

Nunca jamás hago caso


De palabras inferiores,
Porque en los palos mayores
Se cagan los gallinazos.
Ando vestido de raso,
Para pasearme como todos,
Los botones son de oro
Que los compré con mi salud
¿Acaso soy como tú
Que aguarda tarde de toros?

Mejor será que te vayas


Y no regreses jamás
Porque no estoy para aguantar
Lisuras de esta laya.
Si tu crees que soy de España
O que no tengo malicia
Te vas a largar la risa
A costillas del cojudo,
Que agarra lo que, no es suyo
Para mudarse camisa.
10

EN AUCALLAMA había bastante brujería y siempre ha sido famoso


por sus brujos. Me contó mi mamá que en esos tiempos todo era
diferente. Una vez los brujos de Aucallama y los de Carabayllo hi-
cieron una apuesta, para ver cuáles eran los mejores. El asunto
era que los brujos de Carabayllo tenían que tirar un frijol desde
la plaza de armas de Aucallama, y los de Aucallama tenían que
tirar otro frijol desde Aucallama hasta la plaza de Carabayllo.
Los de Carabayllo tiraron su frijol, pero no llegó a Aucallama,
apenas si llegó por unos cerros que hay antes de Ancón. En cam-
bio los de Aucallama sí consiguieron que su frijol llegara hasta
la plaza de Carabayllo y según cuentan hasta ahora está la planta
de frijol.

Cuando mi madre vivía en El Arenal, había noches en que al


ir a dormir se sentía pasos en el techo. A veces Trinidad no hacía
caso, pero otras veces las pisadas eran ya demasiado fuertes, él
comenzaba a hablar lisuras pidiendo que se vayan. Entonces en
el techo caminaban más fuerte y se reían. Mi padrastro hablaba
lisuras más groseras, agarraba un palo, salía a la calle a ver, y
se subía al techo pero allí no encontraba nada. Hasta que al fi-
70 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

nal se acostumbraron. ¿Quiénes serían los que estaban gri-


tando y riéndose? Nunca se llegó a saber nada. Mi mamá decía
que a lo mejor eran las ánimas del purgatorio.

Esto que le cuento no es nada. Trinidad, el segundo esposo de


mi madre, tenía un hermano llamado Placerio. ¡Este mozo sí que
era bueno! Hacía unas cosas para no creerlas. Era ayudado por
el enemigo. Sabía volar como los pájaros y así podía trasladarse
a todas partes. Ese mozo podía tomar la forma que quería, a ve-
ces era halcón o gavilán u otro pájaro. Mi tío Placerio ‒le pue-
do decir tío ya que era hermano del esposo de mi mamá‒ era
también muy aficionado a los gallos y un día lo invitaron a una
jugada no sé en que hacienda de Lima, creo que era en La Molina
o en Nievería. Bueno pues, le digo que mi tío ganó en todas las
peleas de gallos. ¡Qué sé yo cómo ganó! Pero la verdad es que
nadie pudo con él. Usted sabe que antes la gente creía mucho en
brujería, así que como vieron a mi tío ganar las peleas lo acusa-
ron de brujo y toda la gente con los mismos palos que habían ser-
vido para hacer cancha le han dado a mi tío, pero fuerte ¡Jesu-
cristo!. Mi mamá me dijo que le habían dado más palo que senti-
miento. Le han pegado por todo él cuerpo, en la cabeza, en la es-
palda, en todo, y encima de eso le daban patadas: Entontes a uno
de la hacienda, no recuerdo bien pero me parece que era el ma-
yordomo, se le ocurrió quemarlo con candela. Y ahí mismo toda
la gente fue a buscar ron y más palo para quemarlo. Felizmente
en eso llegó el administrador de la hacienda y dijo que nada de
muertos allí, que más bien lo encerraran en la cárcel de la propia
hacienda, entonces dejaron de pegarle y sabe usted ¿Qué es lo
que hizo mi tío? ¡Pa su macho!. Mi tío se ha parado de lo más
bien, se sacudió la ropa y se fue para que lo llevaran a la cárcel.
Ahí lo amarraron en la barra y lo dejaron preso. Mi tío había ido
con su hijo, así que a los dos los metieron a la cárcel, pero al día
siguiente los dos estaban en Aucallama trabajando. Nadie sabe
como lograron salir de la cárcel.

Otra vez se fue al norte, creo que a Piura o Trujillo y allí se


puso a jugar pinta con los dados. ¡Qué rico negro para jugar!.
Le ganó su plata a todos los del lugar. Y estos también dijeron
que era ayudado por el enemigo y le prepararon una emboscada
para quitarle la plata, y matarlo. Pero mi tío cuando ya se venía
II / El ambiente 71

se dio cuenta de la emboscada y se dijo ahora los jodo. Y se bajó


de su caballo, alzó las manos como si fuera pájaro y poco a poco
se convirtió en halcón y se fue volando. Al pasar por donde es-
taban los asesinos los miraba y se reía.

Este mi tío Placerio era cosa seria. Ya hace muchos años que
murió. Al igual que el esposo de mi mamá era natural de Auca-
llama y siempre trabajó allí. ¡Mucho Placerio era mi tío!
Contaba mi padre también que len la hacienda Boza había un
tal Herrera, muy mentado. Dicen que una vez le encargaron com-
prar pescado en Chancay pero a los diez minutos regresó el ne-
gro con dos docenas de pescado. Todos se asustaron al ver que
regresaba tan pronto con los pescados, porque a lo muy menos
ese trecho se camina en una hora y media. Nadie quiso comer pes-
cado, así que Herrera los lavó y los frió y empezó a comérselos
y los demás al verlo comer con tanto gusto, también se echaron
al buche el pescado frito. Según decían todos, Herrera sacaba
los pescados de las acequias. Otra cosa que me contaron es que
este Herrera una vez se antojó de comer choclo pero no era su
época, entonces agarró dos semillas y las plantó más o menos a
las seis de la tarde. La gente al verlo se reía de él, pero Herrera
no se mortificaba por nada. A las dos horas regó las semillas y
al poco rato empezaron a salir las yemitas. Esperó otras dos ho-
ras y volvió a echarle agua y un poco de abono y la plantita creció
una sesma. Así ha estado regando cada dos horas, hasta que a
las cuatro de la mañana ya estaba apañando choclo. Pasó lo mis-
mo que la vez anterior: nadie quiso comer choclo porque decían
que estaba embrujado, pero al verlo comer a él, empezaron a
pedirle.

Hasta ahora me acuerdo de don Bruno, un peón de la hacienda


Caqui que era un curandero muy bueno. Recuerdo que en cierta
oportunidad, cuando mi hija Edelmira estaba en la chacra tenía
a Lola enferma y mandó a Shebo a buscarlo para que rezara a la
niña. Shebo tomó un caballo y fue a la casa de don Bruno y al lle-
gar le dijo que viniera a la casa. El le dijo que esperara un mo-
mento porque iba a sacar algo de su cuarto. Shebo lo esperó jun-
. to a la fonda de "Don Naka" que era el único sitio por donde ne-
cesariamente tenía que pasar don Bruno para venirse acá. Shebo
ha estado esperando cerca de un cuarto de hora y como no pasaba
72 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

nuevamente fue a su casa y la encontró cerrada, tocó bastante y


nadie le abrió. Caliente se vino y cual no sería su sorpresa al ver
aquí en mi casa, a don Bruno conversando conmigo. Además ya
había rezado a Lolita. ¡Pa su macho!. Shebo le preguntó a don
Bruno cómo había hecho para llegar a la casa y él le contó que
cada uno tenía su manera de viajar. Para Shebo esto fue cosa de
brujos.

Cualquiera puede ser brujo, lo primero que tiene que hacer


es conversar con otro brujo y hacer varias promesas. Una de es-
tas es no vestir buenas ropas, por eso todo brujo usa ropas viejas
y sucias. Después el brujo lo lleva a un lugar un poco lejos, que
puede ser una pampa por los cerros y allí, a las 12 de la noche, el
brujo llama al enemigo. Cuando el cachudo llega, el brujo le dice
que hay otro que quiere aprender para brujo y entonces el diablo,
disculpe la palabra, le da un libro al que quiere aprender. Enton-
ces el aprendiz tiene que leer este libro todos los días a las doce
del día y a las doce de la noche porque estas son las horas de la
gloria del Enemigo, las horas que el cachudo está en su garban-
zal, o sea en su momento de apogeo.

Después que ha leído varios días ese librito tiene que dar exa-
men ante el Enemigo nuevamente en la pampa, y si sale bien ya
es brujo. Todo brujo puede conversar con el diablo ‒perdone la
palabra‒ y pedirle lo que quiera.

Mi mamá me decía que al Enemigo a veces se le ocurre dis-


frazarse de cristiano y se iba a vivir a los pueblos. Allí con ropas
de cristiano se metía a las fiestas y bailaba y enamoraba a las mu-
jeres; cuando ellos tocaban la guitarra nadie los ganaba, lo mismo
que cuando cantaban. Uno se podía dar cuenta de que era el Ene-
migo porque no se emborrachaba por más que tomaba bastante,
y además ganaba a todos a bailar, a cantar y a enamorar. Si uno
de los cristianos lo fastidiaba entonces el cachudo le hacía daño
y hasta podía matarlo con sólo levantar un dedo. Con esta gente y
con los brujos no hay que meterse y sobre todo no hay que pelear.
Una vez que estaba revisando unos papeles antiguos de un amigo
mío que murió en Aucallama en 1929, encontré un pedazo de hoja
de cuaderno, casi amarillento ya, en el que estaba escrito con bas-
tantes faltas de ortografía lo siguiente:
II / El ambiente 73

"Primeramente se pone cinco velas en cruces y se le


reza tres Padres Nuestros, mentando su nombre se le
hace una muñeca de trapo con su nombre
y se amarra en el San Antonio, que sea en la espalda,
y si no obedeciera se le castiga con verbena y se ame-
naza con echarlo al agua. Se sahuma con sahumerio hem-
bra y macho y se soba con media docena de vellos
de llantén".

¿Para qué sería esto? ¡Quién sabe! Yo lo encontré allí y no sé


si servía para hacer daño, para curar, para hacerse querer de
alguien o para otra cosa. ¡Así trabajaban los brujos antes!.

Otra cosa curiosa me sucedió el año 32. Ese año el río creció
bastante y mi chacra estuvo a pique de ser inundada por las
aguas, lo mismo que la chacra de mi vecino que era un huachano.
Yo estaba preocupado y no sabía cómo hacer para salvar la cha-
cra, entonces este huachano me dijo que no me asustara y que hi-
ciera en la noche algunas cosas que él me iba a decir. Más o me-
nos a las nueve de la noche vino su hijo y me dijo que su papá
no había podido venir. El hijo traía una calavera de gente sacada
de la huaquería, unas hojas de coca, tres cigarros, una vela y una
botellita de ron, además me dio un papel donde estaban anotadas
las instrucciones que debía cumplir al pie de la letra. Se tenía
que poner la calavera mirando para donde baja el río. Se le me-
tía la coca dentro de la boca, se le daba su copa de ron y se le
prendía su cigarro. Después se prendía la vela y se rezaba no me
acuerdo qué cosa. Al día siguiente, al levantarnos temprano vi-
mos que el agua se había retirado y ya no había peligro de que
inundara nuestras chacras ¡Pa su macho!. . . no sé cómo habría
hecho ese huachano para que el agua se retirara.

Hay mucha gente que no cree en estas cosas, pero a la menor


cosita que ocurre van corriendo donde el brujo. Claro está que,
como dice Delfa, uno es católico, pero siempre hay que estar pre-
venido porque el Enemigo nunca está descansando y no se sabe
lo que va a hacer. Lo mejor es tener un Santolino y rezarle su
oración:
74 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

Oh, divino Santolino,


Líbrame de todo mal
Y de mis contrarios por ser muchos.
Por donde quiera que vaya
La mano de Dios me lleve,
La de la Virgen me guíe
De noche y de día;
La de mi padre San Pedro
Por delante y por el medio,
La de mi padre San Blas
Por delante y por detrás.
Ojos tengan, no me vean;
Manos tengan, no me toquen;
Pies tengan, no me alcancen.
Tan invisiblemente sea
Yo, en medio de mis enemigos,
Que invisiblemente me transforme;
Que mi cuerpo no sea preso ni muerto
Sino que sea encerrado,
Con el vientre virginal de María Santísima
Como fin. Amén.

Mi mujer en cierta ocasión estuvo aprendiendo también a


echar las cartas. Lo curioso es que encontró en la casa un libro,
que nadie sabe como llegó a parar aquí. Este libro no tenía prin-
cipio ni fin y estaba firmado por la bruja Sibila. Enseñaba como
echar las cartas, que naipes antiguos había que usar, y otras cosas.
Decía que con esto se podía saber lo que pasaba a cualquier perso-
na y lo que ocurrirá en el futuro. Ahora a Delfina ya se le ha qui-
tado el ánimo para aprender esas cosas, dice que hay que ser
ociosa, además que hay que nacer.
11

LA CRIANZA de gallos de pelea tiene sus secretos. Mi hermano


Elías, que fue alcalde de Aucallama, y hoy mi hijo Pablo, son ga-
lleras de primera. Elías era amarrador, el mejor de esta zona,
Muchas veces se lo llevaron a Lima, Ica, Trujillo, para que ama-
rre los gallos a los aficionados de allí. Además amarraba los ga-
llos del patrón de la hacienda Huando y el viejo Graña lo quería
muchísimo.
Para sacar un gallo de pelea, primero hay que agarrar una
gallina vieja chilena y fina y un gallo inglés. Se escoge el tipo
chileno por su dureza y pulso; y el inglés, por su rapidez, finu-
ra y presencia. Los gallos finos son de plumas apretadas a dife-
rencia de los chuscos que tienen plumaje suelto.
Existen varias clases de gallos, pero los más conocidos son: el
gallo inglés que es de un tamaño regular, generalmente ají seco,
el plumaje suelto y bien estirado, de pico bien largo. Muchas ve-
ces es de percha blanca y patas delgadas pero de mucha rapidez.
Tiene cresta delgada y plumas largas.
El gallo chileno es más chico que el inglés. El cuerpo más re-
dondo, cabeza chica y redonda; pico corto, patas gruesas cortas y
76 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

abiertas, pluma chica y más apretada que el inglés, Es muy valien-


te y duro.
El gallo español es generalmente de muy buen tamaño, alas
muy largas y de mucha rapidez. Es muy violento y muy resistente.
Comúnmente es de color blanco.
El gallo cubano es de menor tamaño que los anteriores, pero
muy ardiente y belicoso. Se utiliza mayormente para los cruces.
También existen los gallo-gallinas y los gallineta, que son
gallos de muy pocos caireles, y con plumas redondas como la
gallina.
La gallina fina pone de 8 a 10 huevos únicamente, y saca por
lo general el 80% de los huevos incubados. Generalmente los afi-
cionados "echan" a la gallina con sus propios huevos. Muy rara
vez se le echa con huevos de otra gallina, esto se hace sólo cuando
la gallina se muere. A los 21 días van saliendo los pollitos. Los
primeros días se les cuida con mucho celo. Se les da maíz molido
y trigo. Al cumplir el primer mes se les suelta al campo y allí
comen yerba, piedrecitas. La gallina deja a sus polluelos entre
los 90 y 100 días. Conforme los pollos siguen creciendo se les da
maíz entero. Estos pollos se crían juntos hasta los seis meses.
En esta edad se les somete a la primera selección, "al ojo" no más.
En ella se tiene en cuenta si hay gallos defectuosos, de pata chue-
ca, de cabeza grande, etc. Luego a los gallos se les amarra sepa-
rados para evitar que peleen entre ellos y se hagan algún daño.
Las gallinas se dedican a la cría.

A los ocho o nueve meses se descresta, es decir se les corta


las crestas abultadas y las barbas. Esto se hace con el objeto de
darle más vistosidad al animal y para que su rival no se agarre
a esa parte cuando pelea. El descreste puede ser machetón, cuan-
do la cresta es delgada y se le corta en forma de machete, es cor-
te característico para el gallo inglés; es raso cuando la cresta es
gruesa, se la corta al ras; se llama rosa cuando la cresta es más
gruesa y al cortarse queda una cicatriz en forma que hace re-
cordar a la rosa.

A los gallos se les coloca en galleras, que son lugares espe-


ciales donde se pone separadamente a los animales; La forma,
disposición y construcción de las galleras depende de la capaci-
II / El ambiente 77

dad del aficionado. Hay galleras que son pequeñas divisiones de


un metro. Pero también hay aficionados que mandan construir
su gallera con un presupuesto de más de S/. 20,000.00. Sin em-
bargo lo principal es darle al gallo mucho cuidado y limpieza.
Aquí, en este lugar, está la gallada, o sea el conjunto de gallos.
Los gallos tienen su primera muda de plumas a los, cinco o seis
meses y cuando cumplen un año vuelven a mudar. Y lo vuelven
a hacer cada año. No me gusta ver a mis gallos de esa manera,
pero así es la naturaleza.

Faltando poco para cumplir un año, se hace la segunda selec-


ción topando fuertemente a los animales. Aquí se elimina a los
gallos despichados, los corre1ones. Topar es hacerlos pelear sin
navaja para así saber cuáles son los más valientes.

Después de un año se cortan sus estacas hasta un cm. y medio.


La izquierda se corta diagonal, y la derecha roma, para nuestra
mayor comodidad, cuando amarramos al gallo; o sea cuando le co-
locamos la navaja.

Cuando el gallo es desarrollado puede jugar a los catorce me-


ses o antes, pero no es recomendable. Cuando son chicos o no de-
sarrollados juegan a los 18 meses. Para cada jugada se les prepa-
ra con un mes de anticipación. En él picadero se les hace dar
vueltas para que fortalezcan las piernas. Cuando terminan su entre-
namiento se les lava las patas con agua, se las seca y se lo pone
al sol para tonificarlo.

La alimentación durante el entrenamiento se hace a base de


maíz molido, trigo, maíz entero si apeteciese, algo de verdura los
primeros días y sobre todo conchuelas, porque el gallo siempre
necesita tener algo duro en su buche, porque ayuda a la digestión.
Al menos esto es lo que yo le doy a mis gallos.

En el transcurso de la preparación al gallo hay que caspearlo


a fin de que adquiera el entrenamiento necesario. Hay algunos
animales muy confiados, un poco dormidos y entonces el caspea-
dor lo sorprende desde todos los ángulos. Con esto, el gallo es-
tá preparado para recibir los ataques de su rival del lado que
venga.
78 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

De toda esta labor: caspearlos, pasearlos, observar la alimen-


tación, vigilar si se enferman para que puedan ser reemplazados
a tiempo, etc. se encarga el cuidador.
Pablo, por ejemplo, si participa en una jugada de compromiso
siete a cuatro, como medida de precaución prepara de 10 a 12 ga-
llos, de los cuales escoge los siete necesarios. El día de la pelea
les da de comer temprano. Si la jugada es a las cuatro de la tarde,
a las seis de la mañana les da trigo tostado, maíz molido seco y
dos o tres tragos de té bien cargado. Se les administra esta co-
mida seca para que los haga resecar, a fin de cuando el gallo re-
ciba un corte no bote tanta sangre. Les doy de comer bien tem-
prano para que no tengan buche grande a la hora de la pelea.
A las dos o tres de la tarde hay que templarlos para enfure-
cerlos. Elías utilizaba algunas pastillas. Hay varias formas de
templar un gallo. Unos utilizan kion molido con carne picada;
otros le dan huevo pasado bien duro molido y mezclado con pi-
mienta; otros dos, tragos de café bien cargado. El preparador, es
la persona que se encarga de la tiempla. El día de la pelea el ga-
llo debe pesar de cuatro, a cinco libras.
Hay una persona que saca a los gallos de sus galleras y los
lleva al lugar de la jugada. Este es el sacador, se los lleva en cos-
talillos separadamente. No, los lleva con muchas horas de anti-
cipación porque el cambio de, aire les puede hacer mal. Solamen-
te cuando se va a jugar a un lugar muy lejano hay que llevarlos
con días de anticipación para que se aclimaten.
En el sitio de peleas hay galleras donde se colocan a los gallos
participantes, allí se les deja con su cuidador para que no le ha-
gan "chichirimico" o brujería.
El gallo se exhibe en la cancha minutos antes de amarrarlo.
Luego se le "pica": cada careador junta su gallo con el rival pa-
ra que se piquen y el público vea su bravura y haga las apues-
tas. Los corredores dan facilidades al público apostador y cen-
tralizan las apuestas. Reciben una cantidad de un gallo para apos-
tarla al de otro gallo, él tiene. que buscar a los apostadores y a
cambio recibe el 10% de la apuesta.
A los gallos se les identifica por los colores de su plumaje: Aji-
seco, es el que tiene alas y cola negra, y el cuerpo un poco amari-
II / El ambiente 79

llo. Cenizo, alas y cola cenizas y el cuerpo puede ser cenizo pero
con tono brilloso. Cenizo venturino, tiene un color cenizo bien os-
curo. El Giro es generalmente de color negro con caireles blan-
cos, lo mismo que las golillas. Carmelo es de color amarillento,
Flor de Habas, blanco con chispas negras. Pinto, es un gallo blan-
co con algunas plumas negras. Alazán, es un gallo amarillo. Mo-
ro, cuando en una misma pluma hay variaciones de blanco y otro
color en forma intercalada.
Cuando va a empezar la jugada el juez de la pelea hace sonar
la campana indicando que los gallos deben ser amarrados. El
amarrador es quien se encarga de sujetarle la navaja al gallo.
Las navajas son de diferente tamaño y peso. Pero por lo ge-
neral miden siete a siete y medio cms. y tienen forma de arco. La
navaja antigua era de filo de dos caras, la moderna tiene filo en
una cara. La navaja buena no puede doblarse ni abotonarse, se
rompe. Pablo las prueba tirándolas contra una moneda de a sol
puesta sobre una mesa. La navaja comprende la navaja propia-
mente dicha donde está el filo y el arco en forma de U que se co-
loca al centro de la estaca del gallo. La navaja se afila siempre
antes de cada pelea. Hay personas que se encargan de esta labor.
Primero le pasan una pasta llamada carborundo, después se la
pasa un esmeril de piedra muy fina, luego se le asienta con correa
y se le echa vaselina de acero.
Las navajas tienen su vaina que se utiliza antes de soltar
al gallo, a fin de que no vaya a cortar al careador. Para ase-
gurar la navaja se utiliza cañamo de 2 m. de largo. Para ali-
sar el cáñamo se usa cerote, que es como la cera y pone la
pita bastante tiesa. La navaja se pone encima de una zapatilla
que es una franja rectangular de cuero con dos orificios, donde
se introduce la estaca del gallo. Es de 15 cm. de largo y rodea
dos veces a la pata. Cuando alguno de mis gallos tiene la pata fla-
ca o deforme se las nivelo con alzas para que quede bien la zapa-
tilla. Alzas son pedazos de cuero de diferente forma y tamaño y
se usan según la parte deficiente de la pata del gallo. Las navajas,
zapatillas, alzas, cáñamo, etc. van en un estuche, especial. Algu-
nos galleros del valle tienen unos estuches que son unas linduras.
Para amarrar, mientras el careador sostiene el gallo, se aga-
rra la pata izquierda y se la coloca recta y horizontal. Luego se
80 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

pone la zapatilla en la estaca, si necesita se le coloca las alzas y si


no así no más se amarra. El aro de la navaja va encima de la za-
patilla con el filo mirando al gallo y desde allí se empieza a ama-
rrar. Con el cáñamo se le da repetidas vueltas de derecha a iz-
quierda y de izquierda a derecha y así todo el contorno. Se cierra
el ojo izquierdo y se mira con el ojo derecho el filo de la navaja
que debe estar en la misma dirección del dedo de atrás, la estaca
y el codo. Hay gallos que son muy cerrados, o sea que los codos
y las patas están muy juntos. A estos hay que ponerles navaja
chica.

Si el gallo es muy robusto y potente se le pone navaja gran-


de. Después de amarrado, se deja el gallo en manos del careador
para que éste lo lance a la arena. El careador es quien se encarga
de soltar al gallo para que pelee, de defenderlo hasta que muera o
gane, y de desengancharlo cuando está trenzado con el rival. Ade-
más recoge al gallo cuando gana o pierde después que el juez
da el visto bueno con la campana. A veces una pelea depende del
careador. Cuando se trenzan los gallos, va el careador y disimula-
damente al destrenzar el gallo le da un corte al rival o le frac-
tura su pata.

El juez es la persona autorizada para dirigir la pelea. La per-


sona que conoce los reglamentos. Se encarga de vigilar la jugada
y de llamar a prueba cuando el gallo lo necesita. Cuando un ga-
llo está herido y el otro caído y no se pican, entonces el juez lla-
ma a prueba. Es aquí que cada careador toma su gallo y lo hace
picar a la fuerza, luego el juez agarra la tabla y hará que cada
careador se ponga a cada lado de la tabla. El juez levanta la
tabla y el gallo sigue peleando.

En las peleas de gallos se distinguen varias modalidades. Hay


las jugadas que consisten en ganar en un determinado número de
peleas la mitad más uno. Por lo general las jugadas son de siete
peleas para ganar cuatro. A veces las jugadas son de cinco-tres.
Son las que más le gustan a Pablo. También hay campeonatos
cuando se sigue el sistema eliminatorio y participan varios gal-
pones. El campeonato se puede desarrollar en varias fechas o ser
relámpago en un solo día.
II / El ambiente 81

Por último la chuscada que es una sola pelea que se celebra


por lo general en cancha abierta. Estas son peleas entre amigos y
en las que el perdedor además de invitar varias docenas de cer-
veza está obligado a guisar su gallo y convidado. La chuscada es
frecuente en los cumpleaños de los aficionados.

El gallo durante la pelea puede sufrir varios tipos de corte:


el descorve es un navajazo mortal hecho en la corva; a un animal
se le descuadrilla cuando le dan un corte en el cuadril; el corte pa-
ta y vida es el hecho un poco más al centro, debajo del ala; el corte
a la toma, es cuando le dan con la navaja en el centro, a veces se
le sale el buche; el corte tres costillas es el efectuado en el costa-
do, en las costillas; el corte bajar la pata es cuando le imposibili-
tan una pata al animal.

Hay una serie de creencias en relación a la jugada de gallos y


uno, aunque no crea en estas cosas, por si acaso no las pasa por
alto. De repente tienen valor y uno se perjudica si no las sigue.
Un buen aficionado nunca hará cruces entre gallos parientes por-
que salen malos, "descapichados". Cuando están criando y una
gallina canta igual que el gallo la matan porque trae mala suerte.
Puede malograr toda la gallada.

La gente del valle cree mucho en el "chichirimico" o brujería,


es así que nunca aceptan una copa de licor o el asiento de su rival
antes de la pelea. Así mismo yo no permito que mis rivales vean
a mis gallos antes de la pelea. De igual manera los gallos de la
misma gallada no se ven antes de pelear. Otros aficionados creen
que si se les amarra una cinta roja a la pata izquierda es signo de
victoria. Cuando el gallo canta en la arena, antes de la pelea es
signo malo, se dice que "está cantando su muerte". Cuando está
suelto para iniciar la pelea y hace caca es de mal agüero y va a
resultar perdedor. Yo no permito que cerca donde están los ga-
llos orine la gente porque el olor puede afectarlos, se pueden
emborrachar.
iii
su familia
12

A mí me hicieron llorar
lágrimas contra la tierra
y, andando por la esfera,
nadie me pudo auxiliar.
Señores les voy a contar
y también les voy a decir
que dejaré de vivir
hasta que se acabe el mundo,
me verán andar desnudo
tan sólo por no pedir.

CUANDO tenía 27 años empecé a enamorar a la que es mi mujer.


Ella tenía menos edad, apenas llegaba a los 17. Lo que me gusta-
ba de "Delfa" era su carácter bueno, su cuerpo y su cara. Ella
era una negra por la que todos los muchachos de esa época se
morían, pero como ella era muy señorita no le hacia caso a nadie.
Yo la conocía desde hace mucho tiempo antes. Su mamá era
muy amiga de la mía y siempre estaban visitándose. Desde chi-
quillos hemos jugado sin importarle que yo le llevaba once años
de ventaja.
86 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

Delfina nació en Caqui hace 59 años. Su papá era peón de la


hacienda y murió cuando ella tenía cuatro años. Para que el pa-
trón no los botara de Caqui, sus hermanos que todavía no llega-
ban a los catorce años se vieron obligados a trabajar en la hacien-
da; la mamá también trabajaba en época de apañe. Delfina desde
chica se encargaba de las labores de la casa: cocinaba, lavaba la
ropa, planchaba y por este motivo su mamá no la dejaba salir a
la calle. La vieja era muy celosa y no permitía que Delfina estu-
viera sola un momento. A las seis de la tarde ya todos estaban
durmiendo. Cuando a veces había fiesta y ella se quedaba a ver
los bailes, su mamá salía con un chicote y la hacía entrar a la casa.
Muchas veces le ha dado latigueras hasta sacarle sangre.

Delfina pudo estudiar hasta 2° de primaria, pero casi no sabía


leer ni escribir cuando nos comprometimos, pero los dos hemos
practicado durante las noches en la casa y ahora sabemos leer y
escribir de corrido. Cuando comenzó a echar cuerpo me enamoré
de ella y fuimos enamorados. Como yo podía entrar a su casa nos
veíamos todos los días. Ella siempre Se molestaba conmigo cuan-
do sabía que yo había estado en algún baile. Después de la muer-
te de mi madre, decidí formar mi hogar porque uno se cansa de
vivir solo y estar asustado cuando se tiene relaciones con muje-
res casadas ¡No hay como tener su propia mujer, para uno solo!
Entonces fui donde su mamá a decirle que quería casarme con su
hija, pero la vieja no quiso. Se negó porque yo había nacido en
Aucallama, y allí habían matado a su hermano. Decía que los de
Aucallama éramos criminales. ¡Ah, vieja más zonza! Lo que sacó
fue que con la ayuda de mi hermano de pila que también vivía en
Caqui me la robara y la llevara a la chacra de mi padrastro. Yo
tenía 29 años y ella 18. Allí en la casita que tenía hemos vivido;
su mamá la maldijo y le dijo que ya no era su hija, pero Delfina
no dijo nada porque me quería y deseaba vivir conmigo.

Esa casa se me incendió en 1928 por culpa de una comadre de


mi mujer. Resulta que esta señora que vivía en la hacienda Caqui
había peleado con su marido, así que se separaron, y como no tenía
familiares le pidió a mi mujer que le diera un sitiecito en la casa.
Nosotros estábamos todos apretados pero mi mujer con su carác-
ter bueno le dijo que podían venir a vivir con nosotros ella y sus
tres menores hijos. Un día Delfina salió con mis hijos Edelmira y
III / Su familia 87

Augusto al monte a traer la leña y en la casa se quedaron mis


otros hijos con los de la comadre y ella estaba en la acequia cer-
cana lavando ropa; yo estaba trabajando en la hacienda. Los mu-
chachos estaban jugando dentro de la casa y parece que se han
acercado a la cocina y de un momento a otro se produjo el fuego.
Mi mujer me cuenta que había unas lenguas de fuego bien gran-
des. La comadre quería apagar el fuego pero mientras iba a la
acequia a traer agua en el balde crecía más el incendio, hasta que
vino Delfina y al ver que el fuego iba a acabar con todas las cosas
que habíamos comprado sin pensar mucho agarró una hacha e hi-
zo un boquete por detrás de la casa y por ese hueco comenzó a sa-
car las camas, las sillas y algunos vestidos. Después los obreros
de la hacienda que estaba trabajando por allí vinieron a ayudar-
las a apagar el fuego.

Cuando me avisaron que mi casa se había incendiado, me asus-


té y como loco me vine corriendo a ver que había pasado. Al ver
que Delfina y los muchachos estaban bien me calmé un poco, pero
me calenté con la comadre porque había descuidado a los chicos.
Ahí mismo le dije que se fuera donde su marido o que se buscara
otro. ¡Pa su macho! Creo que le dijo bastantes lisuras. Como pu-
de arreglé la casa y así hemos estado como cuatro años, hasta
que murió mi padrastro y fui a vivir en la casa de él que estaba
cerca de la mía. Pero como la casa era también de quincha yo
quería cambiarla. En 1935 fui donde el patrón de la hacienda a
pedirle que me prestara S/. 5,000.00 para levantar esta casa que aho-
ra ocupo. Contraté a tres labradores de adobes para que hicieran
dos o tres millares de adobes y después le dije a un compadre mío
de Huaral que me construyera esta casa. El mismo hizo el plano
y a mí me gustó la disposición de la casa. Lástima que los adobes
no alcanzaron para hacer toda la casa, por eso la cocina la tuvi-
mos que hacer de quincha de caña. Actualmente estamos labran-
do más adobes para terminar de hacer nuestro corral y hacerlo
más seguro y así no nos puedan robar como la vez pasada que de-
saparecieron los gallos finos de Pablo y varios conejos y cuyes
de Delfina.

Hemos llegado a tener como 40 ó 50 chivatos, pero ya los he-


mos vendido. Para el 28 de julio también vendimos cuatro patos
en punto de horno. A Delfa no le gustan las perras porque mucho
88 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

las persiguen estos señores ‒y señala a los perros‒. Siempre me


acuerdo que tenía una bonita burrita, dispensando la palabra.
¡Nunca he visto un animal más mansito que ese!

Así convivientes hemos estado cerca de 15 años. Después,


cuando teníamos nuestros hijos ya grandecitos, nos hemos casado
por civil y por la iglesia. Cuando vinimos a vivir aquí mi padrastro
llegó a quererla bastante.

― Es verdad, don Eugenio era muy bueno. Antes la vida aquí


era muy difícil ¡mi Erasmo ha luchado más en estas tierras! Gra-
cias a Dios la hemos pasado regular no más. También mis hijos
nos han ayudado bastante. Felizmente nos han salido buenos.
Aquí en la chacra tengo a mi Lolo y a mi Shebo trabajando y mi
Pablo está de tractorista en la hacienda.

Había que trabajar muy fuerte. Lo de ahora no es nada com-


parado a lo que se tenía que luchar antes. Mi mamá me contaba
que antes los yanaconas o los que tenían tierras tenían que cui-
darse de mucha gente que se las querían quitar, sobre todo de
los curas que eran unos bandidos. Los curas iban a las chacritas
de los pobres y les decían que tenían que darles tierras para Dios.
Entonces agarraban una piel de carnero y la cortaban de manera
que salía una tira larga, así como cuando pelan una naranja bien
bonito con el cuchillo. Con esa tira de la piel de carnero medían
la chacra y eso no más le dejaban al pobre indio. Lo demás se lo
agarraban los curas. Nosotros los pobres tenemos que luchar
mucho para poder vivir, porque como se dice:

La pobreza es una mancha


que a todo el mundo salpica,
que aunque quiera ocultarla
ella sola se publica.

Mi pobre esposo ha tenido que trabajar mucho aquí. Esta cha-


cra era puro monte ¡Ha tenido que tumbar más monte! Todos no-
sotros teníamos que ayudado. Yo agarraba y me ponía al más be-
be de mis hijos capachito en la espalda y me iba ayudarlo a des-
hierbar en la chacra.
III / Su familia 89

A veces él se molestaba por todos los problemas que encon-


traba y cuando llegaba a la casa, caliente me decía que sacara a
los chicos del colegio. Decía: ‒¡Qué tanto colegio ni que cojude-
ces. Que me vengan a ayudar esos muchachos. Quieren que yo
solo me meta en la chacra! ‒Felizmente como lo conocía bien, lo
sabía llevar y no le discutía nada. Después que pasaban sus pro-
blemas, los niños volvían al colegio, y Erasmo me decía que era
muy bueno que los niños sigan estudiando porque esa era la úni-
ca manera de progresar.

Nosotros somos pobres, pero eso sí muy honrados. Yo le acon-


sejo mucho a mis hijos que lo último que deben perder es la hon-
radez y que tampoco deben sentir vergüenza de ser pobres:

Tan solo por no pedir


Me paso con lo que tengo;
Porque descubre su falta
Todo aquel que anda pidiendo.

A mí me hicieron llorar
Lágrimas contra la tierra
Y, andando por la esfera
Nadie me pudo auxiliar
Señores, les voy a contar
Y también les voy a decir,
Que dejaré de vivir,
Hasta que se acabe el mundo,
Me verán andar desnudo
Tan sólo por no pedir.

Un amigo me prestó
Por una casualidad,
No supe su falsedad
Con que él me proporcionó
El, hablando se quedó
Que yo le estaba debiendo;
Por detrás le estaba oyendo
Con gran dolor y tormento,
Y por este sentimiento
Me paso con lo que tengo.
90 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

Tengo un hermano querido


A quien mucho aconsejo,
Que se mira en el espejo
Por lo que me ha sucedido.
No hay un amigo querido
Para quien descubre su falta,
Ni las amistades altas
Lo vienen a recordar.
El pobre no debe prestar
Porque descubre su falta.

Mi compadre, mi comadre
No me dicen la verdad,
N o me vienen a consolar
Ni más luego ni más tarde.
Así me vean con hambre,
Desnudo y andar debiendo
Compadrito ya no tengo.

¡Ay Señor qué voy a hacer!


Esto echa ya de ver
Todo aquel que anda pidiendo.
13

EN TOTAL hemos tenido 6 hijos: Edelmira, Augusto, Rodulfo,


Pablo, Eleodoro y Eusebio. Los seis nacieron en Caqui y han teni-
do una crianza semejante. A los siete años de edad empezaban a
ir a la escuela de la hacienda, pero Edelmira fue la única que
pudo terminar su primaria. Los hombres se han quedado en ter-
cer y cuarto año.

Delfa tiene siempre muy presente a su hija, siempre la re-


cuerda gratamente. Piensa que el momento más triste de su vi-
da fue cuando Edelmira murió y por esto guarda profundo ren-
cor al marido de mi hija. Todavía recuerda el momento en que
se fue a Lima, allá por el año 1944. Edelmira había pasado 20
años de soltera a nuestro lado, ayudando a Delfina en los queha-
ceres de la casa. Nunca intervino en las cosas de la chacra. Mi
mujer jamás permitió que interviniera en el trabajo agrícola.
Delfa decía que estaba bien que ella hubiera trabajado ayudán-
dome, pero su hija no. Ella tenía que aprender las labores de
mujer únicamente. Para la chacra estaban los otros muchachos.
Edelmira tenía que aprender a criar a sus' hijos yeso hizo mien-
tras estuvo soltera.
92 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

Delfina quería mucho a mi hija, ya se sabe cómo una madre


quiere a su hija mujer. Mi mujer cree que se debe estimar a todos
los hijos por igual, pero a la hija mujer se le debe querer un
poquito más, porque la mujer es débil y no puede hacer las cosas
que hace el hombre. Mi hija no sabía ni apañar el algodón, pero
si alguien le pedía que le tejiera una chompa ella le hacía el pun-
to que quería ¡Así era mi Edelmira! ¡Bien buena era!

Cuando se fue a Lima, Edelmira se alojó en casa de unos pri-


mos de mi mujer y al poco tiempo consiguió trabajo como ama de
llaves en la casa de una familia extranjera; en Miraflores. Esta
familia quiso mucho a mi hija. La señora, de apellido Dubois, per-
tenecía a varias instituciones de caridad y por ese motivo estaba
en condiciones de conseguir algunas menestras o leche en polvo
que se las daba a Edelmira para que nos las trajera. Ha estado
siete años como ama de llaves, y en ese tiempo nunca se olvidó de
su casa ni de su familia. Todos los domingos que podía venía a
visitarnos.

Después conoció aun hombre que la estuvo enamorando más


de dos años. Edelmira cansada cedió a sus requerimientos y no-
sotros tuvimos que acceder a que se casaran. El matrimonio se
efectuó en Huaral, siendo madrina su patrona la señora Dubois.

Después de casada comenzó Edelmira a sufrir, recién el ma-


rido se dio a conocer como hombre malo. Era muy mujeriego, a
veces llevaba a sus queridas a su casa y se las presentaba a Edel-
mira diciendo que eran parientes suyas. Todo esto lo soportaba
Edelmira calladamente y no nos decía nada para no intranquili-
zarnos. Tuvieron tres hijos. Mercedes, Aurora y Aníbal. Cuando
dio a luz a este último le vino un sobreparto y murió a los dos días.

Mi mujer entonces tuvo que ocuparse de esos niños: Aníbal al


que le decimos "Flaco" que apenas tenía ocho días, tuvo que ser
internado en el Hospital del Niño, en la sala de prematuros, gra-
cias a la intervención de la señora Dubois que era amiga de la
Madre Superiora del' Hospital.

Los médicos dijeron que mi hija había muerto del hígado, pe-
ro para mi Delfina, Edelmira murió de daño. Piensa que alguna
de las mujeres de nuestro yerno le hizo daño. Dos veces le hizo
III / Su familia 93

jugar a las cartas y le dio el mismo resultado: Edelmira no murió


de enfermedad de Dios.

Desde que nos hemos hecho cargo de nuestros nietos los lla-
mamos hijos. Jamás hemos vuelto a ver al padre de los mucha-
chos, es un desgraciado, nunca nos ha dado nada, ni medio. Hay
muchos hombres malos, canallas ¡Yo no sé por qué se casan!

A los dos meses de muerta Edelmira, en 1954, Delfa cayó gra-


vemente enferma: se le paralizó medio cuerpo. Ella había estado
padeciendo de la presión alta y estaba pasando por un momento
de gran sufrimiento, ya que estaba después de 17 años volvien-
do a criar niños, a sus nietos. Una mañana que se encontraba en
la cocina, de un momento a otro sintió que le flaqueaban las pier-
nas y se cayó. El primero en verla fue Lolo, quien se pegó tal sus-
to al ver a su madre tirada ¡Pa su macho! La llevamos a Lima y
la internamos en el Hospital Loayza. Mi compadre Piérola se preo-
cupó bastante por ella, lo mismo que el esposo de la hija de mi
compadre, el doctor Linch. En Lima la han estado viendo tres
médicos.

Es difícil imaginar cuánto ha sufrido mi mujer en el Hospital,


Ella se consumía pensando lo que le estaba pasando a sus hijos
aquí.
En esa época mis hijos hombres cocinaban. Lolo era el que
más se ocupaba de la cocina. Los bebes estaban cuidados por una
tía de Delfa. Mi mujer les ha enseñado a mis hijos a cocinar para
que mañana más tarde, cuando ella falte, sepan cocinar, lavar,
planchar. Mi Shebo, por ejemplo, lava él mismo su ropa de
casimir.

A los dos meses, Delfa se recuperó y pudo regresar ala casa.


Allí estaba sentada en un sillón tomando sol únicamente. A veces
lloraba al ver a nuestros hijos trabajar y verse inútil sin poder
ayudar en nada. Luego al cabo de un tiempo pudo volver a hacer
sus cosas aunque no como antes. Siempre necesitaba de la ayuda
de Lolo para cocinar porque no podía estar cerca de la candela
mucho tiempo.

¡Así ha tenido que trabajar mi pobre Delfa! Se sufre mucho


cuando la esposa se enferma, sobre todo si se tiene hijos. Me da-
94 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

ban ganas de llorar al veda sentada casi como muerta. Todos los
días al salir del trabajo venía rápido a mi casa para ayudar en al-
go a mis hijos. A veces descuidaba la chacra por atender a mi mu-
jer; Shebo por cuidar a mis nietos no podía dedicarse al cultivo.
Para completar la cosa, a los dos años de este suceso muere del
mismo mal que ella mi cuñado Eugenio, hermano muy querido de
Delfa. La impresión hizo que mi mujer volviera a ser atacada de
nuevo por esa enfermedad. A esto se añade que mi hijo Augusto,
que ya se había casado en Lima, contrajo la misma enfermedad.
Ahora mi Delfa ya está más o menos bien, aunque no puede estar
mucho tiempo cerca de la candela y además se tiene que chequear
la presión arterial cada mes. Ella está muy agradecida a Dios;
"gracias a Dios y a mi Virgencita del Carmen, estoy más o me-
nos bien de salud. No puedo hacer mucho esfuerzo ni acercarme
mucho al fuego, pero así estoy mejor que estar sentada todo el
tiempo en una silla".

Con nosotros vive un sobrino de Delfa llamado Antonio. Tie-


ne 39 años pero todavía está soltero. Yo le digo Flaco porque es
alto y delgado. En la hacienda lo quieren mucho porque es respe-
tuoso, no se mete con nadie y al contrario es bien callado. Este
mozo es huérfano y Delfa con mucho cariño le dijo que podía vi-
vir con nosotros. El podría vivir en la casa de cualquier amigo de
Huayan, pero prefiere estar cerca de nosotros y no le importa ha-
cer el viaje de ida y vuelta todos los días. Ultimamente ha estado
hablando en la hacienda para ver si podía conseguir un trabajo
en Caqui, pero lo que pasa es que aquí pagan menos que en
Huayan.

Mi Delfina es una cocinera de primera. Las comidas que pre-


para son de chuparse los dedos. Sobre todo hace muy bien el te-
rranovo que es el dulce que más me gusta. Para hacer este dul-
ce echa medio kilo de frejoles en una olla de agua y se pone al
fuego, cuando el agua cambia de color se le muda y se le deja
hervir nuevamente, se añade un paquete de canela, cinco o seis
clavos de olor, una chancaca entera y se le deja hervir un tiempo.
El azúcar no deja recocinarse los frejoles, cuando hierve toma su
punto, que es un poco espeso y los frejoles no se deshacen. Se
deja enfriar y luego se sirve.
III / Su familia 95

Las salchichas son otra de sus especialidades. A ella le gusta


hacerla s de la manera que le enseñó su mamá. Solamente un ki-
lo de carne de chancho sin mucha grasa, achote, comino, vinagre
y manteca de chancho. Primero se pasa la carne de chancho en
una máquina de moler. Se le añade seis ajos molidos, tres paque-
titos de comino, dos cucharadas de achote molido, y dos paqueti-
tos de pimienta molida. De todo se hace una masa, se revuelve
bien y se echa en una taza grande, allí se agrega un cuarto de bo-
tella de vinagre y un cuarto de kilo de manteca de chancho. Nueva-
mente se amasa bien hasta que se haga una masa un tanto líquida.

Aparte se agarra tripas de chancho, se hace un nudo por una


de sus aberturas y por la otra se infla con un tubo; una vez que
están infladas se amarran con una pita para que no salga el aire
y se las deja al sol unos días para que la tripa se ensanche, luego
se introduce la masa bien apretada, y como la masa es líquida, con
una aguja se hace huequitos en la tripa para que rezuma el vina-
gre. Se pone al aire libre y cuando está un poco seca, se le hecha
manteca por encima y ya está lista para freírla.

Otras veces Delfina, cuando no hay nada para comer, agarra


unos cuantos tomates de la chacra y con un poco de cebolla hace
una salsa frita. Los tomates y la cebolla cortados en rodajas se
fríen con un poco de aceite en la sartén y luego se comen con pan.

Delfina es muy amante del sanguito, ella misma lo prepara.


Agarra un cuarto de maíz colombiano, lo muele bien con todo su
hollejo. Aparte, en una olla se echa una chancaca disuelta en
agua y con manteca, se ponen luego pasas, canela, clavo de dulce.
La canela y el clavo de dulce se sancochan en una ollita aparte
para que las pasas no hagan pelotas. Luego se echa la harina hú-
meda con agua. Se mueve bastante hasta que quede dura. Y cuan-
do está en su punto se le echa un poco de manteca para suavi-
zarla. Este es el sango con dulce. Pero también hay un sango con
sal: el maíz tostado se muele y se mezcla con manteca de chancho,
luego se le añade sal y un poco de chicharra, que es el residuo de
los chicharrones. Con todo esto se hace una masa y se le da for-
ma de papa rellena y está lista para comer.
14

AUGUSTO y Rodulfo son mis hijos mayores. Desde muchachos me


ayudaron en los trabajos de la chacra pero ellos tenían ganas de
surgir, así que se fueron a Lima. Aquí en la chacra es muy difí-
cil progresar, uno necesariamente tiene que salir de aquí. Claro
está que uno viejo no puede hacer nada en Lima, pero, los jóve-
nes sí pueden trabajar y llegar a tener una buena posición. Yo
siempre me he preocupado de trabajar bien mi tierrita para po-
der educar bien a mis hijos, y, si podía, comprarme una casita en
Huaral, pero desgraciadamente no lo he conseguido porque la lu-
cha para poder vivir ha sido fuerte. Pero estoy seguro que mis
hijos van tener mejor suerte con sus hijos. Ahora las cosas están
cambiando y hay más facilidades para los pobres.

Augusto se fue a Lima en 1947 a trabajar de mecánico en la


Compañía Faucett. Este trabajo se lo consiguió la patrona de Edel-
mira. Mi hijo prefirió dejar la hacienda y probar suerte en Lima,
si no se hubiese ido ahora sería un lampero o quizá chofer como
Pablo. Allá en Lima tuvo suerte ya que sus jefes lo trataban bien,
debido a que mi hijo es de buen carácter y se hacía querer. Llegó
a ser electricista de los buenos, y componía las conexiones eléc-
98 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

tricas de los aviones; se casó, llegó a tener dos hijos y consiguió


casa en la barriada San Martín de Porres. Siempre venía a visi-
tarme con su mujer, una chola blancona, muy buena. A veces mi
nuera se quedaba una temporada con nosotros. Pero desgracia-
damente a Augusto le vino la misma enfermedad de Delfina, se
quedó medio inválido. Estuvo como un año en el hospital y perdió
su puesto en la Faucett. Felizmente, ya está bien y ha consegui-
do un nuevo trabajo en una fábrica de muebles, pero todavía co-
jea al andar, y no quiere venir aquí porque tiene vergüenza que
sus amigos lo vean así. Por este motivo es que por primera vez
dejó de estar con nosotros el día de la madre. En esta fecha nos
reunimos con todos nuestros hijos.

Rodulfo es menor, en dos años, que Augusto. Este sí es bien


fregado, s1.1 mamá y yo hemos luchado bastante por corregido,
ese es el hijo que me ha hecho rabiar más. Cuando Rodulfo esta-
ba trabajando en la hacienda, Augusto lo animó para que se fue-
ra a Lima a trabajar. Anteriormente él nos había dicho que que-
ría irse al ejército, pero Delfina no quiso. Ninguno de mis hijos
ha sido cachaco. Rodulfo se fue a Lima en 1951 y su primer tra-
bajo fue de chofer de los patrones de Edelmira. Cuando estuvo
aquí tuvo un compromiso con una zamba y llegó a tener un hijo,
ese es "Chamaco". Después pasó a trabajar de chofer en la Cá-
mara de Diputados y se casó con otra mujer, una serrana blanca,
natural de Recuay. De este matrimonio nació "Gordo", pero se
separó de esta mujer porque no se entendían. Consiguió otra mu-
jer, una zamba de la que ha tenido tres hijos. Vive con ella en el
Callao y ha abierto una cantina y también tiene un carro de plaza.

Mi hijo Rodulfo ha salido a mi abuelo y a mi papá en lo muje-


riego que es. Ese no puede ver una falda que ahí mismo no más
la está palabreando e invitándola a subir a su carro. De vez en
cuando manda un poco de plata para sus hijos.

Así que como cuento, mis nietos son cinco; tres son hijos de
mi hija Edelmira: Meche, Lola y Flaco, y dos son hijos de Rodulfo:
Chamaco y Gordo. A los primeros los tratamos como si fueran
nuestros hijos, y ellos nos dicen papá y mamá, nosotros les deci-
mos que Edelmira es su hermana mayor que ya murió. Lo malo
es que ellos le dicen tío a mis hijos, y a veces les preguntan por-
III / Su familia 99

que le dicen tío si son hermanos; además los hijos de Edelmira


tienen en su libreta de colegio un apellido diferente y esto los ha-
ce pensar. Ya dentro de un tiempo les tendremos que decir que
son nietos de nosotros.
A nuestros nietos los educamos de la misma manera que he-
mos criado a nuestros hijos. Les enseñamos que respeten a las
personas mayores, que obedezcan a los padres y a los hermanos
mayores, que acepten lo que les decimos porque es para su bien,
ya que la familia nunca les va a desear el mal, les decimos que
hasta que nosotros, nos acabemos, ellos deben seguir bien unidos
queriendo a sus parientes, a mis compadres, recibiendo bien a los
visitantes; que nunca deben permanecer ociosos, siempre hay que
estar haciendo algo, las mujeres tejiendo o cosiendo, los hombres
cortando leña o arreglando una banca, porque únicamente la gen-
te rica puede darse el lujo de ser ociosa. Desde chicos les hemos
enseñado a trabajar: a los hombres en el campo, a las mujeres en
la cocina. Cada uno debe tener su lugar de trabajo, le hemos di-
cho que no deben tener vergüenza para trabajar, porque vergüen-
za se debe tener únicamente para robar, el trabajo engrandece
por el contrario.

Todos los muchachos están en la escuela, porque la única ma-


nera de progresar es yendo a la escuela. Nosotros queremos que
nuestros hijos sean mejores que nosotros, y el pobre puede llegar
alto, debido únicamente a su cabeza. Allá en la escuela se van a
hacer gente de provecho y si Dios quiere hasta podríamos poner
aunque sea a uno en el colegio de secundada para que estudiara
su media.

En época de vacaciones, como ahora, los muchachos van a


ayudar a Shebo y a Lolo en la chacra, pero como son unos fregados
más están al juego que otra cosa. Se tiran al suelo, empujándose
entre ellos, y tratan de echarse caca de los bueyes a la cara. Tam-
bién se tiran champas de tierra y meten su pie a la boca de otro
y entonces empiezan a pelear ¡Ah. . . muchachos más jodidos!
Otras veces se esconden entre las matas de tomate o maíz y se
comienzan a tirar tomates podridos.

Delfina los hace trabajar duro. Siempre los manda que lleven
su limonada a Pablo y a Shebo que trabajan en la chacra, o sino
100 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

les hace traer las matas de camote para que coman los chanchos.
Ellos son los que limpian los corrales de los animales; los que se
encargan de hacer las compras en la tienda de don Naka en la ha-
cienda. A veces se descontrolan un poco, sobre todo Flaco que es
el menor y tengo que darle sus latigueras. Yo muy poco he tenido
que pegar .a mis hijos, por ejemplo les diré que a Edelmira, a
Augusto y a Pablo nunca les toqué ni siquiera un pelo.
Delfina también los manda todos los días a la hacienda para
preguntar por su mamá que vive allí. A veces los manda con un
poco de yuca o tomates y también su mamá le envía alguna cosita,
aunque sea dos panes. Mi mujer siempre dice que la madre es lo
primero que hay en el mundo, por está razón es que los mucha-
chos siempre aprenden lo que oyen o ven.
Una vez Chamaco escuchó en la fonda de don Naka una déci-
ma, y al poco rato ya la estaba repitiendo:

¡Oh dinero cuanto vales


Quién te pudiera guardar!
Porque al rico lo engrandeces
Y al pobre lo abates más.

Por tí, dinero, hay ladrones


Asesinos, bandoleros
Hay tramposos y embusteros,
Alcahuetes y soplones,

Por tí se vencen pasiones,


Con cuanto quieres te sales,
Acarreas muchos males
Y logras mil beneficios.
Por todos estos oficios,
¡Oh dinero cuánto vales!

La viuda te solicita,
La casada te desea,
Por tí se viste la fea
Y se logra a la bonita.
La deidad más exquisita
Por tí se llega a alcanzar,
III / Su familia 101

Y se llega a derribar
La doncella enamorada.
Pero el pobre no ve nada
¡Quién te pudiera guardar!

El navegante te ama
Y el cautivo te pide piedad,
Pues tú das la libertad
Y todo el mundo te llama.
Al rico le das más fama,
Estás con él, lo apeteces.
Sólo al pobre lo empobreces
Y aumentas su padecer.
Poderoso debes ser
Porque al rico lo engrandeces.

El imposible mayor
Por tí se llega a alcanzar,
Y se llega a derrumbar
Honra, crédito y honor.
Al rico le haces favor
Y sólo con él estás,
Dondequiera con él vas,
Adonde quiera lo subes
Hasta elevarlo a las nubes
Y al pobre lo abates más.

Meche y Lola, en cambio, se ocupan de la cocina. Desde que


tenían cinco años ya estaban metidas en la cocina ayudando y
aprendiendo a hacer la comida. Ahora que tienen 11 y 10 años
saben hacer de todo, lo que se llama de todo. Ellas se encargan
de lavar la ropa de todos nosotros, cocinan, planchan, se tejen
sus chompas, limpian y arreglan la casa. Ahora mi mujer les
está enseñando a tejer con crochet. A veces no más agarran sus
muñecas y se ponen a jugar, o sino se van con sus hermanos
a traer flores del monte. A Lola le gusta el colegio más que a
Meche y tiene buena cabeza para recordar; una vez se apren-
dió de memoria una décima que trata de las comidas; y la
recitó en una velada del colegio:
102 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

Los sacerdotes divinos


Salen al campo a pasear:
Fray queso, Fray raspadura,
Fray carapulca también va.

Fray sancochado va por delante


Por ser el vicario de hoy,
Dice el adobo: "Yo soy
Ferviente cura brillante".
Fray arroz seco con tomate
También tiene su destino;
Pan tiene un curato fino
Y no es como Fray guisado,
Que por torpe lo han botado
Los sacerdotes divinos.

El cura de arroz aguado


Nunca tendrá buen asiento,
Porque siempre está de pleito
Con el canónico mechado.
Es un señor premandado
Y es un hombre de novedad,
Pues lo he oído examinar
Con el doctor escabeche:
Todos los días a las siete
Salen al campo a pasear.

El cura Fray longaniza


Nunca tendrá buen asiento
Porque siempre está de pleito
Con la abadesa salchicha
La niña mazamorrita
Dice: "Yo soy monja pura",
El bisteque que es el cura
Dice: "Yo no digo nada,
Pues quiero verles la cara
Fray queso, Fray raspadura".

Dice el obispo mondongo:


‒ "Presto seré cardenal.
III / Su familia 103

El pontífice será
El prefindado cafongo".
‒ "Esto yo no lo dispongo;
Sin duda el Papa será"
Ha dicho Fray pepián,
"Llamen a Fray chicharrones
Para que oiga los sermones,
Fray carapulca también va".
iv
el trabajo
15

SOY YANACÓN porque estoy trabajando esta tierra de la hacienda


con la plata que me habilita la misma hacienda, y todo al algodón
que produzco se lo tengo que vender al patrón. Pero eso sí, aho-
ra ya no me pueden quitar la tierra. El Gobierno ha dicho que a
ningún yanacón se le puede quitar la tierra que trabaja.

Aquí en Caqui somos nueve yanaconas. Ser yanacón signifi-


ca que la hacienda nos ha dado tierra y como arriendo tenemos
que pagar una cantidad en algodón que es el 20% del algodón co-
sechado, y el resto del algodón que nos queda también tenemos
que vendérselo a la hacienda al precio que ella fija. Para que
cultivemos esta parcela la hacienda nos da dinero, semillas, abo-
no y hasta remedios para las plantas. Las parcelas no son muy
grandes; aquí el que más tiene posee 17 hectáreas y media.

Las yanaconas no trabajamos directamente para la hacienda


pero somos parte de ella ya que la tierra es prácticamente de
ellos, aunque ahora nos han dicho que va a ser nuestra. Además
hasta ahora es la hacienda la que nos da la plata para sembrar el
algodón y la que nos compra toda la cosecha, o sea que somos
108 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

parte de su movimiento económico. Nosotros podemos vender li-


bremente sólo la cosecha de panllevar, porque ni siquiera el res-
to del algodón que nos queda, después de pagarle a la hacienda,
lo podemos vender a otra parte, ya que por la habilitación esta-
mos enganchados a ella.

Las yanaconas de Caqui han recibido las tierras directamente


de manos de la hacienda, como en el caso mío, otros las han reci-
bido en herencia, es decir de sus padres. La mayor parte las he-
mos recibido directamente, pero como ya estamos viejos nues-
tros hijos se están encargando de la dirección de la parcela.

Nosotros tenemos la obligación de sembrar algodón porque


es el producto que le interesa a la hacienda. Ella es quien nos di-
ce qué debemos sembrar. Prácticamente estamos obligados a ven-
der nuestro algodón a la hacienda porque de esa forma pagamos
el arriendo de la tierra y además debemos cancelar el importe
de los préstamos o créditos que recibimos. Claro que con la ley
de Reforma Agraria, la 15037, nos han dicho que vamos a ser pro-
pietarios de nuestros lotes y seguramente podremos hacer lo que
queramos, o sea sembrar cualquier producto, pero hasta aho-
ra nos han dado solamente una boleta provisional. En todo ca-
so en la actualidad el sistema de "habilitación" no ha variado y
además, por supuesto, tenemos que seguir pagando a la hacienda
el arriendo de la tierra.

Para hacer frente a los gastos del cultivo del algodón los ya-
naconas recibimos una "habilitación", es decir, una especie de cré-
dito o préstamos de dinero, de fertilizante, de uso de tractor y
productos químicos para las plagas. Es una especie de cuenta que
nos abren en la Oficina de la hacienda y en la que van anotando
los pedidos que hacemos relacionados al cultivo del algodón; no
podemos pedir nada para nuestras sementeras de panllevar.
Nosotros tenemos que pagar un 10% de interés sobre estos prés-
tamos. También, nos prestan dinero para pagar a los peones que
contratamos en la época de "apañe" que es cuando se necesita
más mano de obra; Nosotros tenemos que pagar un 10% de inte-
rés sobre estos préstamos.

Cuando termina la cosecha el administrador hace una suma


de todo lo que cada yanacón ha recibido de la hacienda, sea en di-
IV / El trabajo 109

nero, en especies o en servicios, añadiéndose a esto los gastos ge-


nerales de la hacienda que son repartidos proporcionalmente en-
tre la hacienda y todos los yanaconas. Esta cantidad se balancea
con el valor del algodón cosechado, menos el 20% que es por el
arriendo.

Cuando se hace el balance entre lo producido y lo que se le


debe a la hacienda no siempre se sale ganando. Si el balance es
negativo para el yanacón, o sea que queda una deuda, es anotada
para ser descontada del balance del próximo año. Pero hasta
antes de la ley que dio Odría, acerca de la posesión de nuestras
parcelas, se vieron casos en que el yanacón tenía que dejar el lo-
te porque quedaba en deuda con la hacienda. Claro que hay al-
gunos yanaconas que tienen una mayor cantidad de hectáreas y
además utilizan una mejor técnica y entonces han estado en con-
diciones de poder reunir suficiente dinero como para comprarse
una casa en Huaral, un camión y hasta para darles una mayor
educación a sus hijos.

La liquidación, o sea el dinero que nos toca recibir cada año, la


cobramos en Lima. Nos vamos todos los yanaconas juntos en dos
carros del hijo de uno de ellos, llegamos a la Oficina de la ha-
cienda que queda en el jirón de La Unión y allí nos dan los che-
ques; luego nos dirigimos al Banco con el cajero y nos dan nues-
tra plata en efectivo. Una vez le dimos un chifa al cajero, lo lle-
vamos a un buen restaurante chino.

Los yanaconas también tenemos otros ingresos debido a la


venta de los productos de panllevar que sembramos. Eso sí, las
verduras las vendemos a quien queremos, sea en la misma ha-
cienda, en Huaral o hasta en Lima. En esto no se mete la ha-
cienda.

Actualmente nos toca muy poco en la liquidación, más o me-


nos como 6,000 soles, otras veces nos ha tocado 4,000 soles; una
vez llegamos a recibir 19,000 soles porque esa vez fue un año bue-
no, la tierra dio bastante y el precio del algodón era alto.

Por ejemplo, aquí tengo la liquidación del año 1961:


IV / El trabajo 111

Lo que no me gusta de la liquidación es que nos están cobran-


do una plata que el patrón llama gastos generales. En estos gas-
tos generales están incluidos los gastos del colegio, compostura
de puentes, limpieza de acequias, reparación de caminos y otras
cosas más que yo no las comprendo. Está bien que paguemos co-
legio porque nuestros hijos están estudiando allí, pero está frega-
do pagar la reparación de caminos. Si yo tuviera mi carro y anda-
ra por los caminos entonces pagaría calladito pero lo que pasa es
que el único que tiene carro aquí es la hacienda, entonces ellos
no nos deben cobrar eso a nosotros. La limpieza de acequia tam-
poco debemos pagarla porque nosotros limpiamos las acequias que
utilizamos y no hay por qué pagar las acequias de la hacienda.
Otra cosa que no me gusta es que también me cobran la llevada
del algodón de mi casa hasta la colca o depósito de la hacienda.
¡Esto es el colmo! Encima de que nos pagan un precio no muy al-
to por el algodón, tenemos que pagar el camión en que se lo lle-
van ¡En fin, hay que tener paciencia para aguantar no más!

Nosotros hemos protestado varias veces, pero cuando vamos


a hablar con el administrador nos palabrean y para no mortifi-
camos más dejamos las cosas tal como están.

Yo pienso que si tuviera plata podría vender el algodón a


quien me pague más, porque al no pedirle la "habilitación" a la ha-
cienda ya no tendría el compromiso de venderle la cosecha. Pero
para esto hace falta tener capital. Por eso es que nosotros lo que
más queremos es tener nuestro propio capital de trabajo para así
no estar obligados a vender únicamente a la hacienda; de esta ma-
nera el arriendo de la tierra se lo pagaríamos en efectivo y además
ya no le pediríamos la "habilitación". Pero como lo que rinde la
chacra no es mucho y además nosotros en la familia somos bas-
tantes, no logramos juntar un capital propio. Me han contado que
en la hacienda Palpa algunos yanaconas le están pagando una
cierta cantidad de dinero al patrón por la tierra y están vendien-
do su algodón a quien pague más, y también otros ya no siembran
algodón sino panllevar únicamente. Yo quisiera poder hacer es-
to, pero como no tengo plata tengo que seguir como hasta ahora.

Ahora la hacienda está peleando con unos "yanaconcitos".


Estos son los peones o gente que han trabajado en la hacienda, son
112 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

como 13; ellos pidieron un pedazo de tierra junto al río y han lo-
grado hacerla cultivable para productos de panllevar. Hace va-
rios años la hacienda logró botados y les quitó buenos pedazos
de tierra que hoy los están sembrando dé algodón.

A estos yanaconcitos de ahora los han querido botar también


pero no han podido, ellos se fueron a Lima y en el Ministerio han
arreglado para que no les quiten sus tierritas. A esta gente la ha-
cienda no les da habilitación ni ellos tampoco siembran algodón.
Me parece, aunque no estoy muy seguro, que pagan arriendo en
dinero.

Cuando murió mi padrastro, su chacra se la dieron a mi herma-


no materno Rufino y para no quedarme sin nada le pedí al patrón
que me diera un pedazo de tierra, y así fue que conseguí media
fanegada. Esta media fanegada era puro monte y yo lo mataba
después que salía de trabajar de la hacienda.

Mi hermano Rufino perdió la primera cosecha porque el río


creció bastante; entonces el negro se amargó y entregó la chacra
a la hacienda. Después la hacienda se la dio a un japonés y éste
también perdió la cosecha porque la planta se vició, o sea que no
la cortó en el momento preciso. Y este japonés también la devol-
vió al patrón. En esta época el patrón era un japonés de apellido
Okada y entonces a él le pedí esta chacra porque lo que yo tenía
era muy poco. El aceptó y con este pedazo y con lo que yo tenía
completé una fanegada y media, poco más, poco menos. Desde esa
época trabajando como una mula y ayudado por mis hijos le he ga-
nado una fanegada más al monte. Ahora tengo un poquito más de
dos fanegadas y media. No es mucho, pero ahí vamos haciendo
la pelea.
La yunta de bueyes que poseo se compone de un animal de 12
años y otro de ocho años, y los utilizo únicamente en las labores
de las sementeras.
Cuando se trata de cultivar el algodonal le pedimos tractor a
la hacienda, a cuenta de la habilitación. Nosotros queremos bas-
tante a los bueyes ¡No sé que sería de nosotros sin los bueyes! Se
gasta mucha plata alquilando yunta. Esta yunta a veces la alqui-
lamos a otros yanaconas de Caqui por cincuenta soles diarios, y
si son de otras haciendas les cobramos sesentaicinco soles.
IV / El trabajo 113

Esta yunta la compré un año que gané S/.19,000.00 por la co-


secha de algodón. El buey de 12 años tiene 10 años trabajando y
el de 8 años tiene 5 de trabajo. Ya estoy pensando vender en el
camal el buey más viejo. Lo vamos a invernar para que en el mo-
mento de venderlo esté gordo y den buen precio por él.

Mi hijo Shebo dirige muy bien la yunta. Para hacerlos cami-


nar dice: "oohhh" y los bueyes empiezan a andar. Cuando quiere
parar dice: "bueeeyyy" e inmediatamente quedan en su sitio.
Cuando desea hacerlos retroceder dice: "cesa buey cesaaaa" y pa-
ra dar vuelta dice: "vuelta buey vuelta". Estimula a los bueyes
con un "aijón", que es una vara de carrizo, en cuyo extremo se ha
colocado un clavo, el que se ha sujetado con una pita; El aguijón
de 3 metros va en su mano derecha.

Un buey puede comenzar a usarse en la chacra desde que tie-


nes tres años. Siempre se empieza con un buey madrina que le
enseña y permite que el buey novato se acostumbre poco a poco
a la yunta. Cuando uno agarra un toro para meterlo a la chacra
tiene que tener bastante cuidado porque son muy bravos algunos.
Los dos bueyes que tengo se los compré a la hacienda. Uno de
ellos, el menor, resultó bastante bravo. Parece que éste era
hijo de un toro de Huando (hacienda donde crían toros de lidia)
que se escapó al sitio donde estaban pastando las vacas de Caqui,
y como hacia calor se apareó con varias vacas. Después de un
tiempo salieron preñadas y una de estas crías creo que es nues-
tro buey.

Primero se agarra al toro y se le encorna, o sea se le amarra a


un árbol con el tronco entre los cuernos, y cuando está bien
quieto allí se trae al buey madrina junto y se le unce.
El primer día se le hace pasar por la chacra sin arado, úni-
camente con la cadena y se le va enseñando que aprenda a pa-
rar, voltear y seguir andando, según las voces que se les dé. Al
segundo día se le pone el arado y se le hace pasar por la chacra
para que aprenda a ir por el surco y por el lomo. Después de es-
te entrenamiento al tercer día ya se puede usar la yunta.

Los bueyes se uncen con un palo llamado yugo. Este yugo se


manda hacer donde el carpintero. Es un madero de eucalipto de
buen grosor, de cerca de un metro y treinta centímetros de largo.
114 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

Tiene las hendiduras necesarias para que los bueyes coloquen su


pescuezo y la correa se acomode bien. La correa con que se ama-
rra el yugo a los bueyes es de cuero, de más o menos ocho me-
tros de largo y de dos centímetros y medio de ancho. Mi hijo She-
bo unce a los bueyes en cuatro minutos. Primero coloca encima
de un buey el yugo y le da unas cuatro vueltas con la correa, lue-
go pone el yugo encima del otro buey y le da tres vueltas sin mu-
cha fuerza. Este es un amarre provisional únicamente, y se hace
con el objeto que cuando se efectúe el amarre definitivo el yugo
debe estar a nivel, entonces recién empieza a hacer el amarre
definitivo.

Cuando se ara un campo donde hay yerba, la misma correa


sirve para amarrar el hocico a los animales, a fin de que no se
entretengan comiendo y dificulten el trabajo.
16

ANTES, hace unos cuarenta años por lo menos, era fácil conseguir
tierras en las haciendas debido a que había mucho monte y el ha-
cendado no tenía ningún inconveniente en darle un pedazo de
monte a un yanacona para que éste lo limpiara y lo hiciera pro-
ducir. Pero a partir de los años veinte, cuando el algodón empezó
a ser bien cotizado, los terrenos también fueron tenidos en mayor
importancia. La misma hacienda se encargó de habilitar nuevas
áreas, pero en 1925 hubo la famosa inundación que destruyó to-
das las cosechas, y al año siguiente la hacienda fue arrendada al
japonés Nikumatsu Okada. En esta época el número de yanaco-
nas, especialmente de origen japonés, aumentó considerablemen-
te. Este japonés para favorecer a sus paisanos sacaba a los yana-
conas antiguos, ya sea pagándoles una especie de indemnización
o sino simplemente los botaba. Yo me acuerdo que sólo en el año
1931 botó a siete yanaconas, entre los que estaban un señor Teófi-
lo Bustamante, un tal Palomino y un Valverde.

Claro que Okada también ayudó a algunos peruanos como a


mi compadre Hipólito Marcos, cuyo padre había servido a Okada
116 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

en la hacienda Palpa. Cuando mi compadre Polo le pidió un lote


a Okada, éste se lo dio no más.

Para ingresar como yanacón había que abonar lo que se lla-


maba el "juanillo"; o sea una cierta cantidad de dinero que se
pagaba al que nos daba la tierra por concepto de arriendo de la
tierra y algunas veces por los cultivos que allí había, por ejem-
plo, algodón, algodón de soca o árboles frutales, etc. El "juani-
llo" se podía pagar en varios años según como se conviniera con
el administrador.

Antiguamente la forma de trabajo de los yanaconas era dife-


rente a la actual "habilitación". Se pagaba una cantidad fija de
algodón por la cantidad de dinero que se recibía como préstamo;
es decir, a tal cantidad de soles, tal cantidad de algodón. A los ya-
naconas además de dinero en efectivo para pagar a los apañado-
res nos daban también guano, préstamos de bueyes o tractores.
Todo tenía su precio, por ejemplo por la arada de una hectárea
se pagaba 7 1/2 quintales de algodón. Pero también podíamos ir
al "tambo" o tienda de la hacienda y pedíamos libremente todos
los víveres que necesitábamos y eso nos lo incluían dentro de
nuestra cuenta con la hacienda. Además, nuestros hijos que estu-
diaban los últimos años de la primaria en Huaral iban en camión
y eso también nos lo incluían en la cuenta.

Después las cosas cambiaron y por cada fanegada o sea 2.9


hectáreas se tenía que pagar a la hacienda 30 quintales de algo-
dón. El año 1938 Okada hizo un aumento y se tuvo que pagar 35
quintales.

Ese japonés Okada era un tipazo, ¡las sabía todas! Pero eso sí,
era muy trabajador, con su ejemplo llegó a crear una verdadera
mística entre todos los yanaconas japoneses y peruanos, quienes
lo respetábamos y temíamos al mismo tiempo. El tenía su pro-
pia desmotadora en la hacienda Jesús del Valle, que también ha-
bía arrendado y para evitar que los yanaconas de todas las ha-
ciendas que arrendaba vendieran el algodón a otras personas
montó un fuerte sistema de control. De esta manera nadie se esca-
paba de la vigilancia y todo el algodón iba a sus almacenes.
IV / El trabajo 117

Casi todos los yanaconas que hay en la actualidad en la hacien-


da entramos en la época de Okada.

Okada venía dos o tres veces al mes a la hacienda, llegaba en


su automóvil y estaba rodeado de policías. Lo mismo hacía en las
demás haciendas: La Huaca, Miraflores, Jecuán, Jesús del Valle
y Laure. Pero lo que más nos gustaba era que iba a visitarnos a
caballo en cada una de nuestras chacras. ¡Cualquier patrón no
hace eso!
Okada fue expulsado del valle en 1942 debido a que el Japón
entró a la Segunda Guerra Mundial y como el Perú le declaró la
guerra, intervino los intereses de todos los japoneses en el país.
Acá en el valle sacaron a todos los japoneses, a mí me dio pena
porque ellos eran muy caballeros y muy trabajadores. Además,
los que se metieron a la guerra no fueron ellos sino los que esta-
ban en Japón, pero así son las cosas, justos pagan por pecadores.

En el año 1942, fecha en que salió Okada, había 45 yanaca-


nas, 27 de los cuales tenían más de 10 hectáreas, de éstos la mayo-
ría de ellos eran japoneses. Casi todos los japoneses perdieron sus
tierras y la mayoría se quedó en la hacienda trabajando como
peones. De los japoneses sólo se quedaron 2 yanaconas debido a
que eran casados con peruanas y los terrenos se pusieron a nom-
bre de sus mujeres.
Ya en 1943, cuando la hacienda estaba nuevamente a cargo de
los propietarios, quienes habían vuelto a poner un administrador,
se establecieron nuevas tarifas para los yanaconas. Hasta ahora
tengo apuntados esos precios:

Alquiler de una yunta S/. 4.00 diarios


Alquiler de un caballo ” 3.00 ”
Alquiler de un vermorel ” 1.00 ”
Uso de tractor para la arada ” 100.00 por fanegada
Uso de tractor para la rastra ” 60.00 ”
Uso de tractor para la labranza ” 40.00 ”
Uso de tractor para el desaporque ” 60.00 ”
Uso de tractor para el aporque ” 60.00 ”

Ya desde este año, 1943, se inició toda una acción por parte
de la hacienda para desalojar a algunos yanaconas. Se tomó co-
mo punto de partida un artículo del Código Civil, creo que era el
118 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

1495; en el que se dice que es posible abrir una acción de aviso


de despedida, con anticipación de seis meses, cuando no se ha fi-
jado la duración del arrendamiento. De esta manera la hacien-
da recuperó 121 hectáreas en tres años.

En noviembre de 1944 se hace un nuevo reajuste de las tari-


fas. Aquí entre mis papeles tengo los precios:
Alquiler de una yunta S/. 6.00 diarios
Alquiler de un caballo ” 4.00 ”
Alquiler de una bomba arseniatadora ” 2.50 ”
Alquiler de una sembradora ” 2.00 ”
Uso del tractor para el arado ” 150.00 por fanegada
Uso del tractor para la rastra ” 95.00 ”
Uso del tractor para la siembra ” 60.00 ”
Uso del tractor para la labranza ” 50.00 ”
Uso del tractor para el desaporque ” 75.00 ”
Uso del tractor para el aporque ” 75.00 ”

Más o menos por el año 1946, en el gobierno de Bustamante,


el partido aprista empezó a organizar a los obreros de las hacien-
das del valle en sindicatos: A nosotros también querían organi-
zamos, pero no estuvimos de acuerdo, a nosotros no nos gusta-
ba meternos en política. Sólo mi compadre Uldarico Valle, que
además de yanacón era peón de la hacienda, se afilió al sindicato.

Y también por esa época se dio la ley de yanaconaje, la Ley


10885. La hacienda empezó a hacer uso de algunos artículos que
no estaban claros para hacemos desalojar y en agosto de 1947
notificó a 11 yanaconas para que salieran de sus chacras. Ahí sí
nos pusimos bravos y acordamos que no nos iban a sacar tan fá-
cilmente. Cuando la hacienda inició un juicio a los yanaconas,
contratamos un abogado de Lima para que nos defendiera en el
juicio, además acordamos formar un sindicato para defendernos.

El juicio que teníamos con la hacienda ha durado sus buenos


años. Nosotros ya estábamos cansados y prácticamente acorda-
mos devolver las tierras, las casas y dejar la hacienda de una vez.
Entonces le pedimos a la hacienda que nos diera 88,000.00 soles
como una especie de indemnización para todos nosotros, pero la
hacienda sólo quería darnos 45,000.00 soles; nosotros no acepta-
IV / El trabajo 119

mos y dijimos que mejor era continuar el juicio aunque bastante


plata y dolores de cabeza nos estaba costando ya. Pero en 1955
durante el gobierno de Odría se dio una ley que cortaba todos
los juicios de desahucio que se seguían a los yanaconas. Desde
esa época nos dijeron que ya nadie podía botarnos de esta tierra.
Eso nos daba un poco de tranquilidad, aunque nosotros pensába-
mos que en cualquier momento las cosas podían cambiar. Ya se
sabe que los dueños de hacienda son gente muy poderosa y que
tienen muchos amigos en el gobierno.

Aquí en Caqui ha habido más yanaconas de los que ahora so-


mos, pero la hacienda los ha botado como dije, y otros, se han ido
también por su gusto. Lo mismo ha pasado en todo el valle. En
la hacienda Huando el patrón era más caballero, ha sacado a to-
dos los yanaconas pero pagándoles buena plata por sus tierras.
Allí tenía un primo quien recibió bastante plata por dejar la cha-
cra porque el patrón la necesitaba para sembrar naranjas. Ade-
más sus hijos consiguieron el trabajo de enjabadores de las na-
ranjas. Ese mi primo ha trabajado una fuerza de años en Huan-
do, allí ha dejado su juventud, casi se puede decir que ha regado
esa chacra con su sudor, así que hubiese sido un crimen que la ha-
cienda lo botara de allí. Hasta ahora está allí y siempre lo voy a
visitar. Yo tengo bastantes parientes por el valle, casi todos son
sobrinos o hijos de ellos. En las haciendas de Palpa, Boza, Huan-
do, Esquivel y en Aucallama tengo parientes; a veces en Huaral
estoy conversando con un negro y después de haber hablado bas-
tante me sale con que somos familiares.

Ahora somos únicamente nueve yanaconas, pero antes había


mucho más como ya conté. Ahora casi toda la tierra la cultiva la
hacienda, pero antes era diferente. ¡Uyy. . . el valle ha cambiado
bastante! ¡Todo era distinto antes¡

Antiguamente las haciendas eran casi la mitad de lo que tie-


nen ahora. En Caqui, por ejemplo, se cultivaba la tercera parte
de lo de ahora. La mayor parte era tierra pantanosa porque aquí
ha habido muchos puquiales y también gran parte era monte. Me
cuentan que mucho antes, en la época de los españoles, aquí ha-
bía muchos indios que eran los dueños de estas tierras y ellos
cultivaban bien estos terrenos. Después los españoles empeza-
120 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

ron a matarlos y a quitarles sus tierras y los indios empezaron


a acabarse y entonces grandes extensiones de terreno quedaron
sin cuidado y el monte se lo comió. En las huaquerías que abun-
dan en el valle están enterrados los indios que murieron. Des-
pués trajeron negros esclavos para que trabajaran pero así y to-
do no lograron recuperar el terreno que se perdió. Esta tierra es
muy buena, por eso los dueños ganaban bastante plata y casi no
se quejaban de la tierra que habían perdido.

Pero con las yanaconas las haciendas empezaron a crecer


porque éstos ganaban tierra al monte y al río. Y otra cosa que
había es que empezaron a llegar peones de la sierra. ¡Estos cho-
los son muy fuertes! Quién sabe, si no hubiese venido gente se-
rrana el valle no hubiese podido producir tanto. Es que la gente
de la sierra es muy trabajadora. Tampoco debemos olvidar, sobre
todo en Caqui, que Okada ganó bastante terreno. Este japo-
nés sabía trabajar, por algo ha sido el mejor agricultor del valle.
¡Y sobre todo le gustaba el trabajo de chacra!

Cualquiera no se puede meter a trabajar de agricultor. Mi pa-


drastro me enseñó que hay que querer a la tierra como si fuera
la mujer de uno. Parece mentira, pero la tierra se da cuenta
cuando uno la quiere. La tierra es para quererla, necesita que se
la trabaje con constancia y esmero, y sacarle la yerba mala que le
come la sustancia. Uno no puede olvidar que todo lo que sirve
para alimentar al cristiano viene de la tierra. Sin la tierra no ha-
bría vestidos, alimentos, adobes, ladrillos, madera, todo sale de
la tierra, hasta los metales salen por la tierra.

A muchos hacendados de por aquí no les gustaba la tierra, por


eso arrendaban sus haciendas a otras personas y se contentaban
con recibir el dinero del arriendo. Varias haciendas se vinieron
abajo porque a los arrendatarios no les importaba mucho de
hacer progresar la hacienda sino sacarles el jugo a los trabajado-
res. En cambio a otras haciendas les tocó arrendatarios como
Okada y a los dueños les convino arrendar sus tierras ya que
cuando se las devolvían las encontraban mejores.

Yo he conocido muchos patrones de este valle, y como en todas


las cosas, me he dado cuenta que hay buenos y malos. Ellos son
señores muy poderosos y que tienen plata en abundancia. A la
IV / El trabajo 121

mayoría de esos caballeros no les importa nada la gente pobre


y sólo se están preocupando de que su hacienda produzca más,
pagando lo menos que puedan a los trabajadores. Antiguamen-
te los patrones eran más buenos que los de ahora.

Porque había patrones malos es que se formaron los sindi-


catos. Antes los peones en algunas haciendas eran tratados en
mala forma y les pagaban muy poco y cuando se formó el sindi-
cato las cosas cambiaron. Por ejemplo aquí en Caqui el sindicato
tiene cinco años de vida y ya han conseguido cosas muy buenas.
Ahora los peones tienen indemnizaciones, les pagan dominical, tie-
nen atención de los médicos, es decir, todo es ganancia para ellos.
Lo único que no me gusta del sindicato es que han prohibido que
los hijos de los yanaconas trabajen en la hacienda porque dicen
que ellos deben cuidar su chacra y no deben quitarles el trabajo
a otros que más lo necesitan. Esto está muy mal porque el traba-
jo es para todos y no debe haber preferencias.
17

YO SIEMPRE oigo decir que ahora hay mucha técnica en el trabajo


del campo, pero aquí en Caqui no veo muchas cosas. Apenas hay
tractores y esos remedios para curar las plantas, pero la gente
sigue trabajando igual. No se ahorra nada de fuerza, no es como
en las fábricas. A mí me han dicho que hay fábricas en donde se
mete un pedazo de fierro por un lado y por otro lado sale un ca-
rro listo, o sino se mete un poco de algodón y al final sale una ca-
misa lista para ponérsela. Aquí en el campo es diferente porque
el campesino siempre tiene que ver cuando las plantas están tris-
tes y necesitan agua, o cuando les da alguna enfermedad. Y tam-
bién tiene que ver que haya luna llena para sembrar sus semillas.

Parece mentira, hay mucha gente que no cree esto, pero si


uno quiere sacar buenas cosechas tiene que tener en cuenta el es-
tado de la luna. A veces hay plantas que no paren nada, o sino
sus frutos son raquíticos, y esto es porque seguro las han planta-
do cuando no ha habido luna llena. Si se quiere sacar plátanos
grandes la planta se debe sembrar en una noche de luna llena;
lo mismo cualquier poda o cualquier injerto.
124 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

Yo no sé qué tiene que ver la luna con las plantas. Lo único


que sé es que si no lo hacemos así nos fregamos porque sale una
planta débil y mala. Esto lo aprende uno de sus padres y de los
amigos que son gente de campo como nosotros.

Mi hijo Shebo es el que más conoce de estas cosas porque él


es el que se encarga del manejo de la chacra, se encarga de la ha-
bilitación, de contratar peones en la época de cosecha, de decidir
qué es lo que se tiene que sembrar en la chacra; también se en-
carga de vender los productos de la chacra. Antes yo me encar-
gaba de estas cosas y mis hijos, más bien, me ayudaban, pero des-
de que me atacó el reumatismo y estuve internado en el hospital,
ya no puedo andar como antes y he dejado que Shebo se encargue
de estas labores. Y para qué, ah. . . mi hijo lo hace muy bien, ha
aprendido bastante de mí. Sin embargo, Shebo ha tenido sus
roces con él administrador de la hacienda. El es muy fregado.
Cuando la gente quiere que el día sea noche está fregado. Bueno
pues así es él.

- Una vez fui arriba, a la casa hacienda, a pedir semillas de


algodón, y él me dijo Eusebio por qué no dejas soca en tu chacra.
Yo le dije que no dejaba soca porque la planta había parido poco y
se había malogrado, y además dejaba media fanega para soca. Pero
él se emperrechinó en que dejara toda la fanega para soca. Yo le
dije que le estaba pidiendo semillas de algodón y que por favor me
diera. Y él me dijo que a mí me gustaba discutir y era un malcria-
do. En esa época yo tenía como 20 años y le dije que a su compa-
ración yo era un muchacho y no era competente para discutir con
él, y que tampoco ni le llegaba a sus plantas. Pero él siguió con
que le iba a decir a mi papá y yo le decía que no estaba discutiendo
sino que le estaba pidiendo semillas de algodón. Yo ahí mismo me
di cuenta que el viejo estaba amargo y que quería desfogarse con-
migo, así que para qué seguirle la cuerda. Así que me mandé
mudar y me fui donde el almacenero, y a él le pedí las semillas y
me dio sin mucho hablar siquiera.

- Otro cambio de palabra que tuve fue por motivo del agua.
Había plantado una cuartilla de tomate y ya las hojas estaban
tristonas porque tenían sed. Entonces, como no me tocaba agua
IV / El trabajo 125

en esa época, le robé agua a la hacienda de una acequia que esta-


ba regando un algodonal. El administrador pasaba en esos mo-
mentos y me dijo: -"¿Así que eres tú el que roba el agua de la
hacienda no? -"¿Qué mal le estoy haciendo a la hacienda? le
contesté. Tanta agua que tiene ¿qué le hace un poquito menos?"
Cómo vamos a hacer nosotros entonces para producir algodón,
usted nos está diciendo que no producimos nada, que somos flojos
y que no nos importa producir algodón. Yo no sé como va a parir
el algodón si no hay agua.

- El administrador me amenazó con decide a mi papá lo que


estaba haciendo y dijo otras cosas más que no me gustaron. Así
que de nuevo tapé la acequia y me fui callado. Cuando vi que el
administrador estaba lejos más o menos a unos trescientos metros,
me fui agazapado entre las matas de algodón y de nuevo abrí la
acequia.

Esta tierra es mala, de aquí no sale buen algodón. Esta tierra


está buena para maní o camote pero uno necesariamente tiene que
plantar algodón porque para eso nos la ha dado la hacienda y
además nos da la habilitación. Para sacar buen algodón la hacien-
da debería cambiarme de tierra, de otra manera no puedo sacar
buena cosecha.

Actualmente tengo una fanega y tres cuartillas de algodón, una


cuartilla de maíz, media cuartilla de camote, media cuartilla de
ají-escabeche, media cuartilla de tomate, un cuarto de cuartilla, al
lado de mi casa, en el que he sembrado un poco de verduras y
alfalfa para nuestro consumo.

Algunas partes de mi chacra se ven verdes como el maizal que


tiene dos meses; en cambio el tomate ya ha sido apañado y las ho-
jas se están volviendo amarillentas. Lo mismo sucede con el ají,
que ha sido atacado por la helada. El algodón también está des-
provisto de verdor: en la parte baja he matado el campo para sem-
brar semilla de algodón y la parte alta la he dejado para soca y se
pueden apreciar las matas de algodón que están tumbadas y listas
para hacer mi segunda apañadura. Ya se sabe que el algodón da
tres cosechas, la primera se llama planta, la segunda soca, y la
126 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

tercera resoca. De cada cosecha se hacen dos apañaduras y veces


de planta se hacen tres.

Cerca a mi casa, entre el río y la vivienda, pasa una sangradera


de la cual mi familia se aprovisiona de agua. Ultimamente la ha-
cienda ha estado trabajando en la canalización de esta sangradera.
Se le canaliza con grandes piedras que se sacan del río y que se
colocan en las paredes de la sangradera y en el techo; encima se
echa un manto de barro con paja y más encima piedras de peque-
ño tamaño, luego se le cubre con tierra. Esta canalización se lla-
ma cangrejera y se efectúa con el objeto de que pueda ser utiliza-
da esa parte del terreno en el cultivo del algodón. Desde luego,
no se ha canalizado toda por lo que nosotros seguimos aprovisio-
nándonos de agua de allí.

Ahora que se está canalizando la sangradera yo le he dicho


al administrador de la hacienda para cambiar ese pedazo mío que
es pedregoso y que está junto al río, por otro pedazo que está al
otro extremo de mi chacra. Esto nos conviene a los dos, ya que
ahora con la canalización ese pedazo mío podría formar parte del
potrero vecino de la hacienda y además como la hacienda tiene
plata puede hacer producir muy bien ese pedazo pedregoso. Y a
mí también me conviene porque, aunque el pedazo que pido es más
chico que el que voy a dar, es de mejor calidad. Pero el adminis-
trador se quiere aprovechar de que yo le estoy pidiendo y me ha
dicho que puede aceptar el cambio pero dándome un pedazo más
chico del que yo pido. Yo le he dicho que mejor nos quedamos
como estamos.

Mi Lolo también ayuda bastante. Desgraciadamente Dios no


quiso que Lolito sea normal como todos nosotros, pero aun así
es de gran ayuda para la chacra porque raspa, apaña, riega, siem-
bra, cuspa, es decir hace los trabajos coma cualquier persona
normal, solamente cuando le viene sus ataques tiene que dejar de
trabajar unos cuantos días. Pablo también ayuda en sus momentos
libres. Cuando hay trabaja urgente después de salir del trabajo
se mete en la chacra; Aquí todos colaboran y tiene que ser así
porque es la única manera de que una familia pobre haga produ-
cir la tierra, todos tienen que trabajar. Por esto he distribuido la
chacra entre ellos: el algodón y el maíz es para la casa, la papa
IV / El trabajo 127

es para Lolo, el tomate para Shebo y el ají para Pablo. Esto


quiere decir que la plata que da la cosecha de papa es para Lolo
y el dinero que se saque del tomate es para Shebo, ya que con es-
ta plata mis hijos tienen para comprarse lo que les hace falta y
también para sus vicios.

Cuando cambia el cultivo siempre les doy una parte a cada


uno de ellos. No se crea que toda esa plata se la gastan para
ellos solos, casi la mitad se la dan a Delfina para que se compre
algo y ella la gasta en la casa o en los nietos.

La cantidad de plata que se gana depende de los precios que


haya para las verduras. A veces hay plaza buena o plaza mala.
Nuestra tierra no rinde mucho, por ejemplo en un año regular se
pueden sacar treinta sacos de maíz a S/. 220.00 cada saco; cua-
renta sacos de ají a S/. 320.00 c/u.; doscientos cajones de to-
mate a S/. 50.00 c/u.; y ciento sesenta sacos de camote a
S/. 50.00 c/u.

El año pasado el hielo vino y nos quemó media fanegada de


tomate ya en bolas. Este pedazo de ahora lo sembré con miedo,
pero con los insecticidas y abono lo he logrado.

La cosecha de tomate comprende hasta tres apañadas. Ahora


estoy en la segunda. Cuando apaño tengo que contratar de ante-
mano al enjabador o encargado de acomodar los tomates en el
cajón con el objeto de darles vista. El que yo contrato es el más
conocido de todos y casi todas las haciendas lo solicitan para que
le enjabe sus cosechas. Trabajando en esto solamente este señor
ha logrado comprarse una casa propia en Huaral y una camione-
ta. Los cajones que utilizo para poner los tomates los traemos de
Lima, cada cajón vacío me cuesta cinco soles. El enjabador
cobra cuatro soles por cajón enjabado. El dueño del camión re-
cibe cuatro soles por cajón por el transporte hasta Lima; el due-
ño del camión en que llevamos las verduras es un japonés her-
mano del dueño de la fonda de la hacienda. El cobrador que está
en Lima cobra dos soles por cada cajón vendido en el mercado
mayorista. Al final de la cosecha apenas si alcanzo a tener un po-
co de plata. Casi todo se lo llevan esos señores, es decir yo sudo
para otros.
128 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

De algodón sacamos poco, apenas llegamos a doscientos quin-


tales porque la tierra es mala como ya he dicho, además hay mu-
chas ratas y hacen daño. El año pasado sacamos un promedio de
120 quintales de algodón por fanega, seguramente este año no sa-
camos más de 70 qq. por fanega. Me hago cruces este año por la
cosecha que saquemos. El precio del algodón está a S/. 310.00 el
quintal.

En este trabajo de la chacra todo no es ganancia, también hay


que pagar peones, fuera de la habilitación. Aquí tengo un papel
donde mi hijo Shebo ha apuntado lo que se paga a los peones en
la cosecha, tanto la hacienda como los yanaconas:

Planta parada : 1ª mano Hda.: S/. 18.00 x quintal


yanacón: 15.00 x quintal
2ª mano Hda.: 28.00 x quintal
yanacón: 22.00 x quintal
Planta tumbada: 2ª mano Hda.: 35.00 x quintal
yanacón: 30.00 x quintal
3ª mano Hda.: 80.00 x quintal
yanacón: 60.00 x quintal

En general hay yanaconas que estamos mal y hay otros que es-
tán bien. El yanacón que más gana aquí en la hacienda es mi co-
madre Mercedes, hay años que saca cerca de 40,000 soles, pero
es que ella tiene más de seis fanegadas. Yo le he bautizado a dos
de sus hijos, cuando mi compadre, que era japonés, estaba vivo.
Estos japoneses son muy buenos para trabajar y les gustaba pro-
gresar. Lo mismo pasa con mi vecina María, hija de japonés quien
acaba de comprarse un tractor a medias con mi comadre Mercedes.
María se ha casado con un sobrino mío, que es zambo y actual-
mente está trabajando muy bien su chacra. Otro yanacón tiene
sus vaquitas y es el único que vende leche en la hacienda, si
no fuera por él los hijos de los trabajadores no tomarían
leche.

Hay algunos yanaconas que por tener mayor cantidad de tierra


se ven obligados a contratar peones. A veces estos peones traba-
jan durante las mañanas en la hacienda y en las tardes con los ya-
naconas. El salario que se les paga es menor que el que paga la
IV / El trabajo 129

hacienda porque no podemos comparar la capacidad económica de


la hacienda con la de un yanacón: el que puede más tiene que pa-
gar más. Son muy pocos los yanaconas que tienen peones estables
ya que generalmente todos prefieren trabajar con sus familiares,
aunque las mujeres sólo ayudan en la época de "apañe", porque
a nosotros nos gusta, que las mujeres se dediquen a sus verdade-
ras labores, es decir la cocina y el arreglo de la casa.

Los yanaconas somos bastante unidos, las relaciones que exis-


ten entre nosotros son intensas. Hay bastante matrimonios, com-
padrazgo y parentescos, entre nosotros. Asimismo, entre nosotros
no hay mucha diferencia y nos consideramos un grupo homogé-
neo. De manera general entre nosotros hay raíces negra, japone-
sa y mestiza costeña. Esto se puede ver en la forma de ser, de
vestir, de divertirse, de cocinar; se puede decir que no hay me-
jores cocineras en la hacienda que nuestras mujeres.

Actualmente no estamos reunidos en ninguna asociación o sin-


dicato, como algunos desean. Cuando tenemos problemas, gene-
ralmente con la hacienda, inmediatamente nos reunimos en la ca-
sa de algunos de nosotros y vemos la manera de defendemos. Por
ejemplo, cuando antes la hacienda quería sacarnos de aquí forma-
mos un sindicato, pero cuando pasó el momento difícil nos olvi-
damos del sindicato y se disolvió solito. Todos los yanaconas de
Caqui somos uno, en todo estamos de acuerdo.

Más bien nuestros hijos sí se reúnen en clubes deportivos.


Aquí en la hacienda hay dos clubes deportivos y nuestros mucha-
chos participan en sus actividades deportivas. Otro motivo de reu-
nión que tenemos es la Fiesta de la Virgen del Carmen; aquí sí to-
dos los yanaconas participamos de la fiesta, vamos a Huaral a
buscar el cura para que haga la misa, y juntamos un poco de pla-
ta para pagar la comida y bebidas del día de la fiesta. Práctica-
mente la hacienda nos ha responsabilizado a nosotros los yanaco-
nas de la fiesta de la patrona de la hacienda.
La mayor parte de los yanaconas, son nativos del valle de
Chancay, han nacido en las diferentes haciendas del valle o en
los distritos de Aucallama o Huaral. Yo, por ejemplo, nací en
Aucallama, mi compadre Lobatón nació en Palpa, mi compadre
Gonzalez nació en Chancay y así por el estilo.
18

YO TENGO unas tierritas en Aucallama; no es mucho, apenas si es


una cuartilla y la tengo en propiedad conjuntamente con mi her-
mana Jacoba que vive en Lima. Este pedazo era de una herma-
na de Trinidad, el primer esposo de mi, mamá y cuando murió pa-
só a poder de Jacoba y de otro hermano mío y cuando murió éste
Jacoba me dijo que a mí me tocaba ser el dueño. Todos los años
tengo que ir a cobrar lo que nos pagan por el arriendo: recibi-
mos siete quintales de algodón al año, y esto nos lo repartimos en-
tre mi hermano y yo. Este año, el cholo que lo tiene arrendado se
ha puesto demorón y no nos paga todavía; ya he ido como tres ve-
ces a cobrarle y me ha dicho que no tiene plata. Yo creo que es-
te sinvergüenza quiere aprovecharse de que no tengo ningún pa-
pel para demostrar que esa tierra me pertenece. Me ha dicho
que hay una ley que dice que uno se puede quedar con la tierra
que está trabajando, siempre y cuando no tenga dueño. Varias ve-
ces he pensado quejarme a las autoridades, pero me desanimo
porque dicen que meterse con las autoridades es perder tiempo
y una gran gastadera de plata. Nunca he tenido que ver nada con
la policía ni con el juez, pero mis compadres y amigos me han di-
132 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

cho que si uno quiere ganar algún lío hay que darles plata. Y de
repente salgo gastando más plata que la que cuesta ese pedazo
de tierra.

Los empleados del gobierno son bien sobrados, como traba-


jan para el presidente y para los ministros se sobran con uno
que es pobre y que no puede conversar con esos caballeros. Si uno
quiere conversar con los del Ministerio en las oficinas de Huaral,
tiene que esperar mucho y los empleados siempre están muy
apurados. A mí no me gusta conversar con esa gente, pero uno
tiene que estar bien con ellos, porque son del gobierno, y si uno
no está bien con el gobierno está fregado.

Le contaré pues lo que me pasó cuando fui al Seguro Social


Obrero para hacerme ver el reumatismo, que me aqueja desde
hace 13 años. Como siempre he trabajado muy fuerte y en
acequias, ahora que estoy viejo me han aparecido estas dolencias
de reumatismo. Mi pie derecho se ha hinchado desde hace algún
tiempo y últimamente me comenzó a dolerme el brazo del mismo
lado. Como soy asegurado fui al Seguro Obrero de Huaral en don-
de el médico me dijo que estaba un poco mal. Así que inmediata-
mente ordenó que en ambulancia me llevaron al Hospital, Obrero
de Huacho ¡Jesucristo! ¡Qué rico carro para correr! Cómo pasa-
ban los postes, zas, zas, zas, así pasaban los postes. Por lo muy
mucho, en 50 minutos llegamos a Huacho y de frente me llevaron
al Hospital.

Esos médicos de allí son muy malagracias. Hasta ahora no sé


que enfermedad tengo, ni por qué se me ha hinchado la pierna.
Varias veces le pregunté al médico sobre mi estado, pero el doc-
tor me respondía que "todo tenía su por qué". Solamente había
un médico japonés de apellido Nakasone que sí se preocupaba
por los enfermos.

Me han puesto más inyección que sentimiento ¡Jesucristo! Có-


mo me dolía. . . Yo soy un poco nervioso y no me gustan las inyec-
ciones. Una vez me dieron cinco hincones, hinca para aquí, hinca
para allá, y nada de encontrarme la vena, y yo que estaba que me
dolía ¡Pa su macho!, ese interno era un poco bruto. Así que al
quinto hincón entró la bendita aguja a la vena ¿Saben lo que pa-
IV / El trabajo 133

saba?, que como mi piel estaba un poco arrugada es difícil que


entre la aguja.

Todavía recuerdo como era antes la atención médica en el va-


lle. Recuerdo a un doctor llamado Manuel quien era médico ti-
tular de Huaral. Este señor decía que los negros y los serranos
no debían de existir. Por esta gracia mató a varios. Su último di-
funto en el valle fue un cholito de la hacienda Huando que era
muy querido por el patrón don Carlos Graña. El señor Graña
fue a casa del muerto y preguntó cuáles eran los remedios que le
había recetado el doctor que dije y se los llevó a Lima para hacer-
los examinar. Al poco tiempo llegó un papel diciendo que ese
doctor era cambiado a otro lugar. Este médico una vez me trató
y me curó muy bien, hasta ahora ha sé cómo me salvé de que no
me matara; y agradecido de su curación le regalé un pichón de
pato.

Según he escuchado por la radio, ahora el nuevo presidente


va a gobernar mejor. Yo no sé nada de política, eso es para la
gente que ha estudiado y que puede discutir con cualquiera. Pe-
ro lo que escuché es que a ese caballero Belaunde le gusta mucho
conocer los pueblos para poder gobernar mejor. Mi mamá me
contaba que en la sierra había pueblitos casi en los cerros que na-
die los conocía, ni sabían como se llamaban y tampoco se podía
llegar allí.

Esos pobres indios se podían morir y nadie se enteraba de na-


da, mucho menos el señor Presidente de la República que conocía
únicamente Lima. Por ejemplo, yo tengo bastante tiempo aquí en
el valle y jamás ha venido un presidente por aquí ¿Entonces, cómo
progresa un pueblo, si el gobierno no lo conoce ni sabe lo que le
falta? Por eso está bien lo que hace el presidente de viajar por
los pueblos. El Perú es un país muy grande y también hay bas-
tante gente diferente. Me han dicho que más adentro de la sie-
rra está la montaña que es un sitio lleno de árboles y puros ríos y
los que viven allí se llaman chunchos y hasta se comen entre ellos.
Lo que pasa es que éstos no son cristianos. Por eso toda la gente
del Perú no puede comprenderse porque son diferentes. Los se-
rranos son bien fregados, y los blancos lo mismo. Esto se ve aquí
en la hacienda que siendo tan pocos no pueden llegar a una com-
134 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

prensión, porque los serranos son unos fregados. Lo mismo pa-


sa en Lima, en donde en algunos sitios los blancos le tienen cóle-
ra a los negros y tienen vergüenza de ser sus amigos, pero en fin
esos son problemas de los gobernantes y de los señores que se
dedican a la política. Nosotros los pobres que no somos diputados
ni senadores tenemos que seguir trabajando esta tierrita y espe-
rar que Dios ayude pata llegar a tener algún día un pedazo de
tierra, pero que sea de nuestra propiedad.
v
un día con
los muñoz
19

LA FAMILIA Muñoz es un simpático grupo negro de yanaconas de


la hacienda Caqui. Los padres, tres hijos varones solteros, cinco
nietos, y un sobrino de la esposa, que trabaja en una hacienda
cercana, constituyen una típica familia nuclear rural peruana.

Erasmo Muñoz Zambrano, jefe de familia, es un viejo pobla-


dor del valle nacido en la comunidad de Aucallama y profundo
conocedor de la zona. Sus sesenta años vividos en la localidad
en constante y duro trabajo, le han servido para alcanzar un alto
grado de conocimiento de la gente, los lugares y sus costumbres.
También para lograr una situación económica que le ha permiti-
do vivir con relativa holgura, hacer trabajar su chacra y darle a
sus hijos, y ahora a sus nietos, cierto grado de instrucción y las
mínimas comodidades para desenvolverse.

Erasmo es un fornido negro de 1.70 m. de estatura. Sus 98 ki-


los están repartidos en todo su cuerpo, aunque se han concentra-
do un poco más en su voluminoso abdomen. Su edad se vislum-
bra en su cabello completamente cano, a despecho de la calvicie
que ha avanzado hasta la mitad de su cabeza. Su barba es tam-
138 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

bién blanca pero un tanto rala, sus ojos conservan todavía el bri-
llo y la firmeza de sus años mozos pero, sobre todo, reflejan la
bondad y dulzura que se trasluce en su expresión cotidiana. Sus ce-
jas ya desaparecieron, dejando en su lugar un espacio claro en-
cima de los ojos. Su nariz es grande y achatada y termina en
gruesas y amplias fosas nasales. Cuando habla, sus bigotes, po-
blados y descuidados, llegan a tocarle la punta de la nariz. La
boca es amplia y los labios ampulosos, el inferior tiene una espe-
cie de canal en la parte central, producto de su peculiar manera
de escupir; al hacerla forma un hueco pequeño con los dos labios
y hace presión con la lengua, permitiendo que la saliva salga dis-
parada a una distancia de dos o tres metros. Erasmo aún man-
tiene la mente lúcida y clara y su memoria es envidiable cuando
recuerda anécdotas e historias pasadas. Conversa con amena sen-
cillez sobre diversos temas; aunque prefiere narrar lo que suce-
dió "en sus tiempos". No se olvida de los menores asuntos ni per-
mite que se escabulla el más pequeño detalle. Repite frases tex-
tuales que se dijeron en conversaciones realizadas hace muchísi-
mos años. De tanto en tanto, enseña viejos cuadernos de las pri-
meras décadas del presente siglo donde están recopiladas las más
famosas décimas creadas por los mejores decimistas del valle.

Delfina, la esposa, es una morena clara, robusta, de caderas


amplias y piernas fuertes que le permiten un paso ligero y enér-
gico. Su cabello, ensortijado y largo, termina en un moño logrado
con el auxilio de un pedazo de piola. Su, expresión es de gran
serenidad. Sus ojos están prontos a enseñar la picardía que fluye
a través de su charla. Su labio inferior es prominente pero se
disimula con la sonrisa que siempre está dibujada en su rostro.
Si se la observa con detenimiento, puede advertirse inmediata-
mente las huellas que ha impreso en su rostro la parálisis facial.

La chacra de Erasmo está dos kilómetros al norte de la casa-


hacienda de Caqui. Se llega a ella siguiendo el camino que va de
la hacienda al río Chancay, después del cruce con el desvío a la
vecina hacienda Palpa. Dentro de esta extensión, de más o me-
nos seis hectáreas, la casa ocupa el ángulo SE de las tierras de
cultivo de Caqui; para ingresar a ellas hay un sendero que atra-
viesa los algodonales de la hacienda y sigue la misma dirección
que el curso del río.
V / Un día con los Muñoz 139

En medio de una imponente vastedad verde amarillenta de los


campos de algodón, la casa de Erasmo aparece rodeada de exu-
berante vegetación, en grácil contraste con el arenal y el algodón.
Diversos árboles frutales la circundan. Dos viejos y enormes pa-
caes; dos guayabos, una higuera, varios plátanos y dos chirimoyos,
configuran ese peculiar paisaje de las casas rurales de la costa.
Allí bajo la sombra de los árboles descansa la familia durante el
almuerzo, quedan los aperos de labranza, se unce y se quita el yu-
go a los bueyes, se depositan los abonos y fertilizantes, se limpia
el algodón apañado y están instalados los corrales de porcinos y
de gallinas que, con sus olores y ruidos, matizan el débil silencio
roto por las voces de los Muñoz.

A un costado de la casa aparece la, huerta, cercada con cañas.


Manzanos, melocotoneros, parras, chirimoyos, caña de azúcar
ofrecen sus frutos en forma abundante, a pesar del poco espacio,
cada vez menor, que le dejan los sembríos de alfalfa.

La casa-habitación es de adobe y tiene cinco ambientes, sin i


contar la cocina y el corral posterior que son de caña. Las habita-
ciones de adobe constituyen la parte central de la vivienda. Al cru-
zar la puerta de entrada se encuentra una amplia sala, a cuyos la-
dos hay cuatro puertas. Las dos de la izquierda llevan al dormi-
torio del matrimonio y a un cuarto que se utiliza como conejera y
cuyero, para evitar robos; las del lado derecho dan paso al come-
dor y al dormitorio de los hijos. La cocina se comunica con el co-
medor, mientras que el corral, situado en la parte de atrás, está
recostado sobre la pared del dormitorio de Erasmo.

La parte exterior de la vivienda ha sido pintada de blanco,


aunque se percibe claramente que fue hace muchos años. La
puerta principal es un conjunto de tablas pequeñas clavadas so-
bre un marco formado por trozos de eucalipto; la puerta de la ca-
sa siempre está abierta. Delante de la fachada y al lado de la
puerta hay un tablón de más o menos tres metros de largo, colo-
cado sobre dos poyos de adobes es el lugar preferido de Erasmo.
Allí es donde se le encuentra sentado a partir de las nueve de la
mañana y después del almuerzo. Hará cinco años este lugar es-
taba techado. Tenía su ramada o alar y era el sitio obligado de
recepción a los visitantes que llegaban, pero con los años los pa-
140 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

los que soportaban el techo se picaron y rompieron. Erasmo


piensa volverlo a techar, pero por falta de medios económicos no
lo hace. Las gallinas y palomas transitan ordinariamente por este
lugar e ingresan frecuentemente hasta la sala.

La sala bastante espaciosa, más de cuarenta metros cuadra-


dos, tiene sus paredes enlucidas pintadas de verde claro y matiza-
das por numerosos huecos hechos por mosquitos y arañas. El te-
cho es de esteras colocadas sobre varas de carrizo, acomodadas,
a su vez, sobre cuartones de eucalipto. Se le nota bastante viejo
y desvencijado y frecuentemente cae abundante polvillo, restos
de las esteras envejecidas. En la parte baja de las paredes hay
gran profusión de agujeros de pericotes y ratas. El piso de tierra
está bien afirmado gracias al frecuente rociado de agua. En el
rincón izquierdo se ve una antigua sombrerera en la que cuel-
gan los sombreros de Erasmo, Delfina, Pablo, Shebo y Lolo. De
una de sus perchas pende un viejo laúd al que le faltan dos cuer-
das, recuerdo de un primo de Delfina que lo regaló a Shebo para
que aprendiera a tocarlo. Este mostró entusiasmo al comienzo
pero después lo dejó abandonado. Entre las dos puertas del lado
izquierdo hay una máquina de coser Singer, de tipo antiguo, y un
poco más al rincón otro sombrerera que no tiene mayor uso. Fren-
te a la puerta de entrada hay una gran mesa que Delfina utiliza
cuando cose.

En el centro de la sala se destaca la mesa de centro, antigua,


redonda y alta. La adorna un florero siempre con flores frescas
y en la división de abajo hay un marco de plata con la fotografía
del matrimonio de uno de los hijos del compadre Piérola. A su
alrededor hay cuatro sillas de madera, dos sillones y un sofá
semi-confortable. En las paredes cuelgan los retratos de Manuel,
padre de Erasmo, y de un sobrino de Delfina, junto a un cuadro de
José de San Martín y de Rivadavia, sacados de la revista argentina
Billiken. También hay varios cartones, adornados con platina, que
exhiben algunas fotografías pequeñas de familiares y amigos de
los Muñoz.

El dormitorio de los hijos, cuyo vano cubre una cortina, es de


dimensiones suficientes como para contener cuatro camas, dos
sillas y una mesita formada por cuatro cajones vacíos. El Cuarto
V / Un día con los Muñoz 141

tiene una pequeña ventana siempre cerrada. La iluminación


diurna se filtra por las esteras del techo. Las paredes no están
enlucidas y dos rincones están empapelados con hojas de diarios
para evitar que se ensucie la ropa allí colgada. Varios clavos in-
crustados en las paredes sirven de perchas para la ropa de tra-
bajo, las toallas y los maletines escolares de los niños.

El cuarto no se barre muy a menudo. La cama de Pablo, que


comparte con Gordo, es la de mejores condiciones, y está ubi-
cada entre la pared y la del primo Antonio, quien duerme solo.
En el lado opuesto, y dispuestas paralelamente, están las camas
de Lolo y Shebo, éste duerme con Flaco. Los colchones son de
paja y casi metidos entre los alambres de los sommiers. Debajo
de las camas, nidos de palomas y semillas de papa en germinación
impregnan con su olor característico la atmósfera, del dormitorio.

El comedor, rectangular, es más bien pequeño, sus paredes


enlucidas aparecen bastante deterioradas y con gran número de
agujeros de ratones. Las paredes se adornan con reproducciones
de la Ultima Cena y dos naturalezas muertas. La mesa, grande,
se encuentra hacia la izquierda.

En uno de los lados de la mesa hay una silla de paja y en los


otros dos sendas bancas. Hacia la derecha, en un ángulo, un apa-
rador antiguo, en el que hay un radio receptor a transistores, un
frasco grande con arroz, dos lamparines, tres frascos vacíos y una
garrafa que no se usa. En el otro ángulo, a manera de repisa, un
mueble de madera que anteriormente formaba una sola pieza con
el aparador y con tres divisiones: la primera permanece cerra-
da y guarda algunos vasos finos y una tetera de loza, en las otras
una botella de pisco, una bolsa de conchuelos para los gallos de
Pablo y algunas tazas y vasos de uso diario. En el comedor se en-
cuentra e1 único almanaque de la casa, y de un clavo cuelga la bol-
sa que sirve para el recado.

Del comedor se pasa a la cocina, que es el cuarto más desorde-


nado. Sus paredes son de quincha, salvo la que la separa del co-
medor. En un rincón la mesa en la que se pican las verduras y a
su lado la cocina a kerosene que se usa únicamente cuando es muy
difícil conseguir leña o cuando hay fiesta en la casa. Al otro lado
está la verdadera cocina construida sobre dos montones de ado-
142 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

bes y con dos varillas de fierro sobre las cuales se colocan las
ollas. Exteriormente, en la puerta de cocina está la leña. Por esa
puerta falsa se comunica directamente con el patio de los pa-
caes, donde aparece un cajón encima del que se encuentra el lava-
torio en que se lavan los miembros de la familia. Las paredes
bastante deterioradas presentan agujeros producidos por el des-
prendimiento del barro de las cañas.

En el dormitorio de los padres duermen Meche, Lola y Cha-


maco, éste en la misma cama de Erasmo, las dos niñas comparten
otra. Dichas camas son antiguas, la de Delfina con perillas
bronceadas. Detrás de la puerta hay un baúl en el que guardan la
ropa limpia. En la pared varios clavos sirven para colgar los man-
diles escolares de las niñas y la chompa de Delfina y está en par-
te empapelada con periódicos para que no se ensucie la ropa de
calle que allí cuelga el matrimonio.

En la cabecera de la cama de Delfina, que duerme sola, hay


una repisa con imágenes religiosas, entre las que destaca la Virgen
del Carmen. A un lado de la cama, en una mesita de noche anti-
gua, guarda algunos fascículos del folletín "El derecho de nacer"
que Delfina lee y relee cada vez que tiene tiempo, y hay también
un receptor de radio en el que escucha las radionovelas. Las pa-
redes sin enlucir están cubiertas de telas de araña y polvo. El
cuarto no tiene ventanas pero sí una tosca abertura en el techo.
En las noches se ilumina con un lamparín, colocado en la mesita
de noche. Hay, además, dos sillas situadas al pie de la cama de
las niñas, y una cuna mecedora; comprada hace ocho años al na-
cer los nietos y que sólo se usa algunas veces para guardar la
ropa lavada sin planchar.

En el cuarto contiguo se crían los conejos finos y los cuyes de


la familia. También sirve como depósito para algunas tablas, la-
tas vacías, un baúl roto e inservible y para costales que se usan
en la paña de algodón.

En la parte posterior de la casa están los corrales de aves, le-


chones y los gallos de pelea de Pablo, puestos en corral aparte,
en el único que tiene puerta. Para los lechones han construido
dos corrales de adobe en los que también hay algunos conejos co-
V / Un día con los Muñoz 143

rrientes. En la actualidad están labrando adobes para concluir


el corral.

Erasmo posee un buen número de animales: dos bueyes, tres


caballos, diez cerdos adultos, cinco lechones, cinco chivatos, un
ganso, nueve patos, tres gallinas corrientes, cuatro gallinas finas,
siete pollos finos, doce palomas, diecinueve conejos, quince cuyes,
dos gatos y tres perros.

De los hijos de Erasmo, Pablo es el cuarto y el mayor de los


que se encuentran en Caqui. Pablo tendrá unos 33 años, aunque
la mayoría de sus amigos creen que no pasa de los 28. Es de me-
diana estatura, de regular contextura, de andar ligero y de ade-
manes reposados. Sus facciones no son toscas, por el contrario
son bien perfiladas. La nariz no es muy achatada, su cabello sien-
do bastante ensortijado, ostenta un buen corte que le da elegan-
cia, sus ojos redondos tienen una expresión de perenne admira-
ción. Sus movimientos son elegantes y a su hablar pausado le
imprime un peculiar dejo al asentamiento de las últimas sílabas.
Por sus finos modales y su don de gentes se ha ganado la estima-
ción y el respeto de la gente de Caqui, a la que se auna su crecien-
te fama de buen amarrador de gallos. A diferencia de cualquiera
de los trabajadores del valle, Pablo siempre usa chaqueta.

En su casa es bastante respetado. Erasmo y Delfina le tienen


especial afecto y sus hermanos lo respetan y guardan silencio
cuando habla con sus padres u otras personas. Ocupa 'la cabece-
ra de la mesa del comedor y Delfina se esmera en atenderlo.
Cuando trabaja de noche y regresa a la casa a las S1eisde la ma-
ñana, nadie osa hacer el más leve ruido para cuidarle el sueño.
Pablo actualmente es tractorista en la hacienda Caqui, Su sala-
rio es de 45 soles diarios y desde hace un año se considera obrero
estable:

"Aprendí a manejar el tractor en las noches, aprovechando el


momento en que trabajaban mis amigos tractoristas les pedía
que me enseñaran. Aprendí así, poco a poco. Anteriormente tra-
bajé en varias oportunidades en la hacienda, pero nunca en for-
ma estable; trabajaba por temporadas. Mi mamá no quería que
aprendiera a manejar el tractor porque una vez se produjo un
144 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

accidente aquí, pero yo le presenté la disyuntiva de irme a Lima


e ingresar al ejército o ser tractorista.

Yo estoy contento aquí y una de las cosas que más me gustan


son los gallos. En Caqui y en todo el valle existe una gran afición
a la jugada de gallos entre el elemento criollo, no así entre los
serranos. Mi tío Polo, que es yanacón, es uno de los mejores ca-
readores que ha habido en el valle.

La afición a los gallos me viene de mi tío Elías, hermano de mi


padre, quien fue el mejor amarrador de gallos que había en la re-
gión. El propietario de la hacienda Huando, gran aficionado, lo
estimaba mucho. En la actualidad yo tengo tres, gallos de pelea.
Anteriormente he tenido más, pero recién me estoy reponiendo
de un robo de que fui víctima. Unos vecinos robaron la casa du-
rante una noche y se llevaron cuyes, conejos, y varios gallos y
gallinas de raza. Esto me afectó bastante ya que era la primera
vez que estaba criando y me había costado regular cantidad de
plata. Cuando descubrí que el vecino era el que había robado, ya
que vi mi gallina fina en su chacra fui donde el administrador de
la hacienda a quejarme del robo y a pedirle su mediación para
que me devolvieran mis gallos. Pero cuando llegó el administra-
dor, ya el vecino había escondido los animales ¡Estos serranos
son muy ladrones!"

Eusebio, Shebo en el trato familiar, es el sexto hijo. Es de


contextura delgada y estatura mediana, representa menos edad
de los 28 años que tiene. Sus rasgos faciales son marcados: la
boca con los labios abultados deja ver, a cada momento, sus dien-
tes amarillentos, pero completos; y sobre el labio un ralo pero
bien cuidado bigote. La nariz es un tanto achatada. Sus ojos re-
dondos y vivos impresionan por su picardía. Es de frente amplia
y cabellera ensortijada. Su ropa de casa y de trabajo es un viejo
pantalón beige de casimir, descosido y parchado, y una camiseta
sucia de color azul claro. Camina descalzo, con ese andar famo-
so de los negros vivaces.

Shebo es el miembro de la familia sobre el cual gira la activi-


dad productiva de la chacra. Erasmo tiene completa confianza en
él. Se ocupa de todo lo concerniente a la habilitación. Contrata
a los peones que van a trabajar en la cosecha del algodón y él
V / Un día con los Muñoz 145

mismo se encarga de pagarles los días sábados en la tienda de


"don Naka".

"No me quejo, después de todo uno la pasa bien aquí en la ha-


cienda. Solamente lo que me molesta es que haya tanto paisano.
Esos serranos son gente hipócrita. No son criollos, no son gente,
no se puede confiar en ellos. En el barrio hay muchos paisanos. A
veces uno se enamora de esas muchachas, y el papá lo primero
que le dice a uno es que ha abusado de su hija, y estas zamarras
están en combinación con el padre. Y entonces se tiene que ir al
puesto de policía de Huaral, y allí si no se paga quinientos o seis-
cientos soles no se gana el pleito. Por eso es que en Huaral no se
resuelve ningún pleito y hay que ir hasta Huacho. Claro que a ve-
ces hay algún serrano que es gente, pero son muy pocos.

A mí me gusta el fútbol y aquí en Caqui soy marcador de pun-


ta del club de la hacienda. Hace un año me accidenté y se me re-
sintió la pierna, desde esa fecha no he vuelto a jugar pero ahora
ya no me duele, creo que ya estoy en condiciones de jugar de nue-
vo. El otro día vino el propietario de la hacienda y nos ha prome-
tido regalamos un televisor y dos juegos de camisetas. En fin hay
que esperar que cumpla su promesa, porque a veces estos seño-
res ofrecen por salir del paso y a la hora de los loros no dan nada.

Otra cosa que me gusta bastante es ir a Lima a ver el desfile


de los militares. Desgraciadamente este año no pude ir porque
tuve mucho trabajo en la chacra, ya será para el próximo año.
Pero de todas maneras lo vi por televisión. Otros años me iba con
mi hermano Rodulfo y como él tiene carro desde tempranito es-
tábamos en la Avenida Brasil para estar en primera fila.
En Lima sí que hay donde divertirse. Acá en la hacienda uno
está ahuesado y necesariamente tiene que irse a Huaral. Pero
allá tampoco, fuera del cine, no hay donde ir. Por eso yo me voy
a Lima por lo menos dos veces al mes a visitar a mi hermano o a
una fiesta con mis amigos. Nada menos el sábado pasado me fui
a Lima para mandarme hacer un terno que lo necesito, para es-
tar bien futre, a fin de mes que voy a ser padrino de bautizo.

Aquí en Huaral a veces hay buenos bailes. Los mejores se ha-


cen en el Centro de Auxilios Mutuos. Allí va gente con la que se
puede conversar, gente muy buena, muy decente, yo allí he ido
146 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

más de diez veces. Casualmente en un baile conocí a la que es mi


enamorada. Todavía no he dicho nada en mi casa, porque no hay
nada serio. Estoy seguro que mi mamá no me va a decir nada; ella
ha dicho que nosotros debemos tener los ojos bien abiertos y bus-
car una muchacha que sepa mantener un hogar, una muchacha que
uno puede presentar a sus amigos y su familia, no debemos bus-
car esas muchachas de cara bonita que son alegres y que apenas
les damos las espaldas, se están yendo con otros, como hay bas-
tantes en esta hacienda.

Con mi enamorada ya tengo como un año y hasta ahora no he-


mos peleado nunca, sus padres me quieren y ya soy como enamo-
rado consentido. A veces me la llevo a un hotel para estar un rato
con ella, y así no tener que ir a los chongos de Huaral. Ahora,
desde que han venido los bolicheros de Chancay, da miedo ir por
esos sitios, a cada rato hay peleas y el que menos sale chaveteado.
Es que esos pescadores por cualquier cosita arman la bronca".

Lolo tiene 30 años. No es muy alto, pero sí corpulento. Su ex-


presión y manera de ser son las de un deficiente mental. Siempre
tiene una sonrisa a flor de labios. Su vestimenta habitual es un
uniforme "comando" de color kaki. Anda descalzo. Sufre de epi-
lepsia y en la familia se le considera como un ser incompleto, in-
válido, aunque esto no le impide realizar importantes labores:
cultivar, cocinar, traer leña.

La parte izquierda de su cuerpo es deforme, lo mismo que el


brazo y la pierna de ese lado que son más delgados que las extre-
midades del costado derecho. Lolo tiene gran afecto a su madre
a quien considera el ser más bondadoso del mundo:

"Yo le debo corresponder mucho a mis padres, porque han


gastado mucha plata en mí. Mi mamá ha sufrido mucho por mi
enfermedad que tengo, porque así Dios lo habrá querido. Desde
que tenía un año me empezó a dar ataques. Me da así como mo-
vimientos de nervios y comienzo a babear, después me caigo y en-
tonces mi mamá y mis hermanos que son tan buenos me cuidan.
Antes el médico de Huaral me daba pastillas que me aliviaban al-
go, pero recién con las últimas que estoy tomando me siento bien.
¡Qué le parece! ¿Cómo son los médicos no? ¿Cómo harán para
saber lo que les hace bien a los cristianos?
V / Un día con los Muñoz 147

Los ataques, se me presentan cuando se acerca la luna llena.


Por lo general me dan una o dos veces por mes. Pero desde que
me han recetado Comital hace un mes que no me ha venido el
ataque. Debido a esto es que no salgo mucho a Huaral, ya que
tengo miedo de que en cualquier momento me den esos ataques.

Tampoco puedo tomar mis tragos con mis amigos. Una vez fui
a la hacienda y me encontré con unos amigos que hacía tiempo que
no veía, así que nos pusimos a conversar un rato. Uno de mis ami-
gos pidió cerveza en la fonda de "don Naka". Yo no me iba a que-
dar atrás y comencé a tomar. Y después para que no me digan
que uno no sabe pedir, pedí más botellas ¡Nos hemos pegado una
bomba de mamey! ¡Pa su macho, cuánto tomamos!. . . A las siete
de la noche me quise regresar a la casa, así que me despedí de
mis amigos, y me fui caminando. Pero yo me estaba yendo por el
camino a Huaral y creía que me iba a mi casa ¡Qué le parece! ¡Qué
tal borrachera! Si no es por un amigo que me dejó cerca de mi
casa yo hubiese dormido en el monte esa noche. Ese día mi mamá
se molestó conmigo y me dijo que hacía mal. Desde esa vez no
más, lo que se dice no más, he vuelto a emborracharme.

Nunca me faltan a mí mis dos libras, de lo que toca del traba-


jo de la chacra, me guardo dos o tres libras y lo demás se lo doy
a mi mamá. Ella sabrá usar la plata mejor que yo. A veces me
voy a Lima, a visitar a mis hermanos y cuando vuelvo les traigo re-
galos a mis sobrinos. Les traigo trompos, bolas, cierta vez le tra-
je una escopetita a Chamaco, pero el Flaco la tiró cuando el trac-
tor estaba pasando.

No sé por qué pero soy muy ostentoso, muy "mono". Mi her-


mano Pablo, como siempre ayudo a mi mamá, me ha regalado re-
loj en tres oportunidades. Pero he perdido uno cuando fui a cor-
tar leña al monte con mi reloj puesto ¡Imagínese ir a cortar con
un reloj puesto! ¡Eso me pasa por mono! Otro lo guardo actual-
mente y el otro se lo regalé a Shebo porque él no tenía ninguno.
Nosotros nos ayudamos entre hermanos. A veces nos prestamos
los zapatos. O sino nos prestamos plata, pero nunca nos cobramos.

A mí me gusta trabajar en la chacra, nunca me ha interesado


vivir en el pueblo o en Lima. Aquí en el campo puedo andar como
quiero sin que nadie me diga nada. Me gusta ir a los terrenos de
148 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

rastrojo de la hacienda, en donde las ramas secas han sido tumba-


das, a traer algodón para la cocina. El algodón es una planta bien
caliente por eso es bueno para la cocina. Generalmente en un
día, la cocina consume dos tercios de leña o sea dos viajes. Cuan-
do no hay terrenos de rastrojo, entonces voy al monte a traer
huarango o molle. El huarango dura más en la candela. A veces
voy también a traer capachito, que es una planta que crece donde
hay algodón tumbado. El capachito es comida para los cuyes y
conejos, los engorda en un ratito. Además es muy entretenido
ver crecer las plantas y sobre todo cuidadas como si fueran hi-
jos de uno. Me gusta conversar con personas que sepan de agri-
cultura para tratar de aprender algo. Hace poco han estado por
la chacra unos estudiantes de agronomía que me han enseñado
varias cosas sobre las plantas. También me gusta saber todas las
décimas de las plantas, aunque soy muy bruto para saberlas com-
pletas:

Hoy han formado las flores


Una guerra con las frutas,
Entre olores y sabores
¿Quién ganará la disputa?

La albahaca y la clavelina
Como son todas olorosas,
Se presentan valerosas
Para pelear con la piña.
La sandía en esta riña
También muestra sus rigores,
Los jazmines dan clamores
Para cansar a la caña.
Una guerra con campaña
Hoy han formado las flores.

El mango y el aguacate
Se estrechan con el clavel
Y el marañón que fue a ver,
Salió corriendo a dar parte.
Fue tan cobarde el tomate
Que de la rosa se asusta,
V / Un día con los Muñoz 149

La naranja como es astuta


Se esconde del aroma,
Porque hay no sé en qué loma,
Una guerra con las frutas.

Herido salió el caimito,


El níspero y el melón;
El ñorbo pegó un trompón
Y la uva pegó un grito.
El toronjil por poquito
Hace perder a las flores;
El lirio con sus temores
Que derrumbó a la papaya,
Han luchado en la batalla
Entre olores y sabores.

La anona y la chirimoya,
Pelean con la margarita
Y la azucena, maldita,
Y se formó la tramoya.
Lucha la ciruela imicaya
Y la flor de la mosquita,
Murió la manzanilla inquieta
Que de nada perdió la guerra.
Pregunta el manojo sin tierra
¿Quién ganará la disputa?

En casa de Erasmo, el día empieza a las seis de la mañana. A


esa hora los patos, gallinas y el ganso, que han dormido en su co-
rral, con la puerta abierta salen hacia el frente de la casa; allí
comienzan a escarbar y a beber en los pequeños charcos que se
han formado en la acequia que pasa delante de la vivienda.

Antonio, el sobrino de Delfina, es el primero en levantarse.


Se viste en la oscuridad, puesto que la ventana del dormitorio
permanece siempre cerrada. Como su ropa la deja encima de su
cama, simplemente se viste sentado en ella. Los cuatro metros
que lo separan de la puerta del dormitorio los caminan con sigilo;
cuando pasa delante de Pablo, lo sacude y cuando ve que está
despierto se retira. De la sala pasa al comedor para ir a la coci-
150 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

na, de donde toma un tarro. Sale de la casa y de una tinaja pro-


veniente de la huaquería, toma un poco de agua y la vacía en un
lavatorio desportillado; colocado sobre un cajón vacío. Se moja
la cara, se la seca a medias con su pañuelo y se encamina hacia
su caballo a la vez que se pone su gastada casaca, monta al ani-
mal y se dirige a Huayán donde trabaja. Todos los días tiene que
hacer ese camino. Pablo, se levanta al sentir el galope del caballo
de Antonio; lo hace quietamente para no despertar a su sobrino
Gordo que duerme con él. Sentado en la cama, primero se pone
medias y zapatos, se levanta y de la silla que tiene al lado toma
su ropa de trabajo: una camisa kaki que viste sobre una camiseta
bastante sucia, luego el pantalón comando y sale a lavarse a la co-
cina. Pablo debe llegar a las siete al trabajo, por eso tiene que sa-
lir de su casa antes de las seis y cuarentaicinco. Sale en ayunas
porque todavía no se han levantado sus sobrinas.

Mientras tanto, en el otro dormitorio, Erasmo despierta a Cha-


maco, que a regañadientes se levanta. Se viste rápidamente con
una camisa sucia, ya rota y un pantalón igualmente sucio y bastan-
te raído, no usa zapatos. Chamaco antes de irse a la hacienda des-
pierta a su "mamá" Delfina para que le diga lo que debe comprar
en el tambo.

Más o menos a las siete Chamaco va hasta la hacienda a


comprar el recado, con una bolsa de paja y un costalillo blanco.

Para acortar la distancia, el muchacho cruza un algodonal,


hasta alcanzar el camino que en línea recta lo lleva al tambo. En
el, trayecto se cruza con los peones que trabajarán en los potre-
ros de esa zona. Cuando pasa el tractor que hala el carro que
conduele a las apañadoras, Chamaco se hace a un lado para evitar
el polvo que levanta el vehículo. Llega al primer bloque de nue-
ve casas de la hacienda, recientemente construidas; seguidamente
pasa el local del sindicato, la casa-cuna y finalmente llega a la
"fonda", que es el nombre que le dan al tambo en Caqui.

El camino lo ha recorrido muy lentamente, deteniéndose a mi-


rar cuanto atraía su atención y al pasar por la cancha de fútbol,
situada frente a las casas nuevas, se detuvo a jugar un rato con un
perro. En la fonda de "don Naka" compra dos kilos de arroz, me-
V / Un día con los Muñoz 151

dio kilo de maíz, tres soles de mantequilla, medio kilo de papa se-
ca, un kilo de papas y dos de cebollas. Paga con un billete de cien
soles y el vuelto lo cuenta lentamente. La compra la guarda en
la bolsa, de paja. Sigue a la panadería a comprar tres soles de pan
francés, que coloca en el costalillo. De allí pasa a la casa de un
peón, que vende verduras y compra cincuenta centavos de poro y
otro tanto de zanahoria. Con sus compras emprende el, camino
de regreso, no sin detenerse a mirar a unos niños que jugaban
bolas frente a la fonda.

Al volverse cruzó con su tío Pablo, quien se dirigía a tomar


desayuno en la casa de un trabajador que da pensión a los obre-
ros. Más adelante se encontró con María Nakamoto, una niña ni-
sei hija de una yanacona vecina de Erasmo. María venía manejan-
do su bicicleta y como el camino es de tierra no afirmada y difi-
culta la marcha Chamaco la ayudó empujando la bicicleta.

Eran las 8.15 cuando llegó a la casa. Ya todos estaban levanta-


dos. En cuanto salió, Meche y Lola habían dejado la Cama y des-
pués de lavarse la cara y peinarse se dedicaron a sus quehaceres.
Después salió Shebo de su cuarto y lo siguió "Gordo" y Flaco.
Luego se levantó la señora Delfina y por último Lolo. Todos se la-
varón, menos Gordo y Flaco.

Meche y Lola encendieron la cocina y dispusieron la sartén pa-


ra calentar lo que había quedado del día anterior. Delfina nunca
cocina sólo lo justo. Siempre hace más porque nadie sabe si al-
guien puede venir de visita, o si algún pobre puede pasar por la
chacra pidiendo un poco de comida. Enseña a sus hijos que hay
que darle comida a todo el que pida, porque bien podría ser Dios
disfrazado y puede castigar si se le niega.

Mientras tanto Shebo y Lolo fueron hacia sus ocupaciones; Lo-


lo cogió su lampa y se encaminó a un campo de camotes; Shebo
hacia el monte para traer a los bueyes que la noche anterior ha-
bía dejado pastando.
Shebo llegó a la casa con los dos bueyes. Los puso junto al pa--
cae próximo a la vivienda. Cogió el yugo que estaba cerca de 1a
higuera, la correa y la cadena con el arado y los unció. Después
dirigió la yunta de bueyes hacia la parte posterior de la chacra,
donde estaba la cuartilla de tierra que iba a trabajar, mientras
152 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

le decía a Lolo que llevara el arado y la cadena. Lolo tomó las


dos cosas y se las puso sobre el hombro y se encaminó hacia don-
de iba; Shebo, no sin antes decirle a Gordo que le llevara la lam-
pa. Lolo llegó antes que Shebo y puso el arado en el suelo y se fue
a la parcela de camote. Allí empezó a desyerbar. Gordo y Flaco
se encontraban allí también, sin ayudar en nada, no obstante las
reiteradas invocaciones de Lolo.

Una vez que Shebo llegó al lugar en el que desde hace dos días
trabajaba, hizo detener la yunta junto al arado. Tomó la cadena
cuya extremo termina en un gancho y lo pasó por encima del yu-
go, le dio una vuelta y ensarto el gancho en un eslabón de la ca-
dena, que posteriormente anexó el arada. Shebo estaba termi-
nando de arar esta cuartilla de tierra, o sea la cuarta parte de
una fanegada y posteriormente iba a pasar el rasero plancha de
madera provista de una cantidad de grandes clavos que permite
dejar, el terreno limpio de paja y yerbas, y a ras como "una mesa
de billar", apta para hacerle los surcos.

Serían 1as nueve cuando Chamaco llegó a decirle que debían


ir a tomar desayuno.

Shebo retiró la cadena del arado, con la misma correa amarró


las patas delanteras de uno de los bueyes, mientras que al otro se
las amarró con una soga, y con Lolo y los muchachos regresaron
a la casa. Cuando llegaron Meche estaba limpiando la mesa.
Fueron a la cocina a lavarse las manos en un balde de agua, pró-
ximo a la puerta. Enseguida pasaron al comedor, Delfina sirvió
el desayuno a sus hijos, ayudada por Meche y Lola. Se sentaron a
la mesa, Gordo, Chamaco y Flaco a un lado y Lolo y Shebo al fren-
te. Desde mucho tiempo atrás estaba establecido que cada miem-
bro de, la familia ocupara un lugar dado en la mesa. Pablo en la
cabecera, a su izquierda Erasmo, Gordo, Chamaco, Flaco y Delfi-
na, a su derecha Meche, Lola, Lolo y Shebo. La otra cabecera
quedaba libre para no entorpecer el paso a la cocina.

Los niños tomaban desayuno guardando compostura. Entre


ellos se decían: "provecho", mientras comían un plato de estofa-
do de gallina con yuca, restos del día anterior. En el centro de la
mesa, en una panera de caña había 10 panes. Usaban platos de
loza, todos de un mismo juego. Erasmo lo compro a un japonés
V / Un día con los Muñoz 153

que le vino a ofrecer a la misma chacra; junto con ollas, teteras


y otras piezas en ocasión del matrimonio de su hija. Dijo que es
mejor tener un juego completo para que los amigos cuando ven-
gan de visita no vean platos diferentes y digan que el servicio es ro-
bado. Sólo las tazas eran de fierro enlozado, de tamaño mediano.

Al terminar los niños repitieron "buen provecho" a sus tíos


Lolo y Shebo. Meche y Lola, que el terminar de servir se habían
sentado junto a Delfina; recogieron la mesa. Terminado el desa-
yuno Shebo agradeció a su mamá y regresó a la chacra. En otras
oportunidades Delfina prepara salchichas para freirlas en el de-
sayuno.

Meche, la menor de las niñas, empezó abarrer la sala con una


escoba de cinco pitas, en· buen estado, moviendo los muebles de un
sitio a otro. Cómo el piso es de tierra su limpieza no es fácil. Pre-
viamente lo regó con agua para no levantar polvo.

Mientras tanto Delfina regaba el jardín situado al lado de su


huerta, en el que apenas si hay dos matas de rosas y unas flores.
Está muy lejos de ofrecer el aspecto que presentaba el año pasa-
do; cuando era cuidado por un jardinero al que pagaba especial-
mente.

Eran las 9.30 am. y todavía Erasmo no se había levantado. Ha-


bía amanecido un tanto adolorido por el reumatismo que sufría.
Apenas se levantó, Lola preparó té para servirle el desayuno.
Con el último sorbo tomó la pastilla recetada por el médico. Des-
pués salió a la puerta de la casa, a su sitio favorito: el tablón co-
locado sobre dos grupos de adobes. Con su libreta en la mano
empezó a hacer algunas anotaciones con un lápiz que sacó del
bolsillo interior de su saco. En la cocina estaban Delfina, Meche
y Lola ocupadas en la preparación del almuerzo. Hacia las 10.30
llegó de visita una sobrina de Delfina, que vive en Palpa, acompa-
ñada de sus cuatro hijos: dos hombres y dos mujeres. Delfina la
atendió en la cocina y los niños se fueron a jugar con sus primos
que estaban en la chacra, donde la hija mayor de la visitante en-
tabló conversación con Shebo:

"Me voy a Parquín" ―le decía a Shebo.


"Yo te recomiendo que vayas con pantalón", contestó Shebo.
154 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

"¿Por qué, ah?", replicó.


". . . y con pistolas y con chaveta".
"Calla tonto, si ahí siempre va mi papá".
"Si, pero una cosa es que vaya un hombre y otra cosa que vaya
una mujer. Tienes que disfrazarte de hombre".
"Si yo he ido varias veces".
"Si pero ya estás más grandecita, ya la cosa ha cambiado, tienes
que cuidarte", le decía Shebo refiriéndose a lo atractiva que
estaba.

Lolo se reía de las palabras de Shebo a su prima y le guiñaba


el ojo a Gordo; Animado por los comentarios y las risas de su her-
mano, Shebo les contó a sus primos menores dos chistes colora-
dos. La prima Gloria se reía a carcajadas mientras les lanzaba
dos lisura s a sus primos. En eso llegó Lola trayendo un costali-
llo y les dijo a sus tíos que Delfina quería que lo llenaran de to-
mates y ajíes para regalarlos a su prima de Palpa.

Con el costalillo casi lleno Lola regresó a la casa. Erasmo es-


taba tomando una copa de pisco con la señora visitante y le hacía
preguntas sobre el estado de salud de sus familiares. A la hora
la prima se despidió y agradeció el obsequio, mientras tomaba
otra copa de pisco con Erasmo.

Cuando la prima partió, Delfina continuó su quehacer en la co-


cina. En realidad, ella no cocinaba sino que se limitaba a dar ór-
denes a sus nietas. Con un tejido a crochet en la mano, cuidaba
de que no se quemara la comida y que no faltaran los ingredien-
tes. Meche y Lola tenían bien aprendidas las labores domésticas.
Había veces en que, por un motivo u otro, Delfina dejaba la casa
desde la mañana y partía sin mayores preocupaciones, porque sa-
bía que las chicas se encargarían de todo. En época escolar Lolo
no iba a la chacra por las mañanas y ayudaba a Delfina en la co-
cina.

En ese momento las niñas se dieron cuenta de que faltaba cu-


lantro y llamaron a Chamaco para pedirle que trajera un poco de
la huerta. Después lo enviaron a la hacienda a comprar más
pan ya que en el desayuno casi lo habían acabado. Preparaban el
almuerzo en ollas grandes, en especial el arroz que debía alcan-
V / Un día con los Muñoz 155

zar para la comida de la tarde y así ahorrarse de volverlo a pre-


parar. Mientras Meche acomodaba los platos y los cubiertos, Lo-
la barría la cocina y juntaba las cáscaras y desperdicios para los
animales. Luego fue a la "sangradera" provista de un balde y
trajo agua, vació un poco a una jarra y empezó a preparar limo-
nada.

Pablo regresó a las 11.15 am. manejando el tractor con el cual


trabajaba, dirigiéndose directamente a la chacra, y no a la casa,
porque iba a ayudar a sus hermanos a sembrar papa. Al verlo lle-
gar Shebo le dijo:

"Parece que va a sobrar semilla". "Hace rato que me había dado


cuenta y tú no creías", contestó Pablo. "La voy a sembrar en el
otro pedazo, ya comencé a trabajar allí".

Pablo amarra el arado ante la mirada de los niños y con la


yunta penetra a la chacra.
"Mi hermano sabe de todo, es ingeniero, chofer, mecánico, depor-
tista, agricultor, gallero. Lo único a que le tiene miedo es a los to-
ros" dice Shebo, y sigue arando "¿Qué tal la película de ayer?",
dice mirando a Pablo. "Regular no más", contesta Pablo mien-
tras trabaja con la yunta. "Está saliendo chueca la raya" ‒ad-
vierte Shebo. "Sí", dice Pablo y sigue manejando la yunta "¿No
te afecta nada?", dice Shebo. "No. Así es como te decía y tú no
me entendías", contesta Pablo al mismo tiempo que con ade-
manes le muestra a Shebo como se debe arar para obtener sur-
cos más profundos. "Ah ya, ya. ¿Así era la cuestión no? ¿En
todo el filo no? Ah ya, ya".

Siguieron trabajando: Lolo y Shebo echando guano y Pablo


arando.

"¿No has escogido la semilla, no?" ‒pregunta Pablo al ver lo pe-


queñas son. "Sí, pero así están las papas". Cuando terminaron de
sembrar, ordena Pablo: "Uno de los muchachos que me lleve mis
zapatillas a la casa o sino que me las traigan" "¿Cómo nos vamos
a ir nosotros? ¿Porqué tú te vas en tractor ¿no?", observa Shebo.
No recibe respuesta y los niños preguntan a la vez que buscan:
"¿Dónde están las zapatillas?" "Mejor yo me voy a ir por la ace-
quia" ‒sigue discurriendo Shebo. "Anda como quieras, porque
156 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

si discutimos perdemos más tiempo. Después de esas palabras


Pablo se marchó en el tractor.

En ese momento el buey que llevaba Shebo se mete en la se-


mentera a comer las hojas de maíz. "Tan grandazo y tan cojudazo
de trabajar con buey sin amarrarle el hocico. Parece que hubie-
ra comido guardacaballo" ‒advierte Shebo y le amarra el ho-
cico a los animales.
"Oye Lolo cesa a los bueyes" ‒vuelve a decir Shebo a su herma-
no. Y entre los dos hacen retroceder para sacarlos de las se-
menteras.

El almuerzo se lo sirven primero a Pablo porque su hora de


entrada es a la una de la tarde. Sentado en la cabecera conversa
con sus padres. También se sientan los niños, menos Lola que sir-
ve la comida junto con Delfina. Primero hay una sopa con verdu-
ras, un trozo de carne y papa sancochada. Después un guiso de
papaseca o carapulcra de cuyes, todo servido en abundancia. Lo-
la coloca la jarra de limonada encima de la mesa y con una sola
copa se sirve cada uno al terminar el almuerzo. También hay pos--
tre: terranovo, un dulce de frijoles, uno de los preferidos de
Erasmo.
A las 12 y 45 p.m. Pablo puso en marcha el tractor y volvió a
la hacienda. Lola y Meche recogieron la mesa y en la cocina lava-
ron el servicio.

Erasmo nuevamente ocupó su lugar favorito, Delfina y sus


nietos dieron de comer a los chanchos. Lolo tomó su lampa y le sa-
có filo para poder desyerbar bien.

Shebo, vestido con su ropa de trabajo, puso un costal sobre su


caballo blanco, a manera de montura y al galope se marchó a la
hacienda. Iba a conversar con el almacenero, para decirle que la
semana próxima le dada una segunda mano de apañe al algodón
que tenía tumbado. De paso, entró a la tienda de don Naka a to-
mar una coca-cola. Allí el japonés le contó que Chamaco y
María siempre caminaban juntos. Shebo comentó:

"Siempre se vienen los dos solos. Si es que algún día las cosas
llegan a ser serias, se van a querer bastante" Don Naka replicó:
“Seguro los sobrinos se van a casar antes que sus tíos. Debes
V / Un día con los Muñoz 157

apurarte Shebo". "Qué va. No se preocupe. Para todo hay tiem-


po. La cuestión es encontrar una buena chica". "Seguro que Je-
sús y la hija de Torimoto te van a ganar. No los dejes estar mu-
cho porque se van a enamorar". "Mejor, que Jesús no sea zon-
zo. Con tal que no se deje ver ni notar, que haga sus cosas. Estas
cosas son así. Hay que comenzar bien".

Luego Shebo regresó inmediatamente a su casa. Debía cose-


char tomates, pues había quedado con el japonés encargado del
transporte de tenerle listos los cajones. Lolo ayudó a Shebo con
los tomates. Al estar juntos comentaron la reacción de su prima
Gloria ante los chistes colorados:
"Esa chica Gloria entiende esas cosas porque ya está logradita"
‒dijo Shebo "Sí, pues ‒contestó Lolo, y agregó‒ ¿Te has fijado
que se está poniendo bien firme?" "Sí se ha puesto de primera;
está como para cinco años con un buen abogado".

En ese momento una señora, serrana, esposa de un peón de


Nakamoto, le compró a Shebo dos soles de tomates y éste guardó
el dinero en su bolsillo. Detrás de esta señora estaba su hija, tam-
bién serrana. Lolo le dijo a Shebo:
"Esa muchacha te ha quedado mirando cuando estaba pasando".
"Yo qué me voy a meter con ellos. No valen la pena" ‒respon-
dió Shebo. Shebo siguió apañando tomates ayudado por Lolo. Te-
nían media cuartilla sembrada y esperaban lograr 25 cajones. Al
recogerlos los colocaban, directamente en cajones y cuando lle-
naban uno lo dejaban en un rincón de la parcela, a espera del
camión que los llevaría a Lima.

Como los cajones no alcanzaron, rápidamente Shebo llamó a


Flaco y le dijo que fuera donde Torimoto a pedirle que le pres-
tara cuatro. Torimoto es la yanacona, vecina de Erasmo Muñoz,
hija de un japonés y conviviente de un pariente de Erasmo.

Una vez terminada esta faena, Shebo se sentó a comer un po-


co de mazamorra de cochino que Lola y Meche le llevaron hasta
la chacra. Enseguida fue donde estaban los bueyes y con el ara-
do trabajó parte del terreno en el que se había cosechado camo-
tes. Los días siguientes trabajarían allí.
158 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

En la casa, Lola y Meche jugaban con una muñeca comprada


hace tres años atrás. Delfina tejía a crochet un tapete para colo-
carlo en la repisa de su cuarto.

Delfina salió a decirles a sus hijas que encendieran la candela


para hacer la comida y luego se sentó junto a Erasmo. Este le en-
señó el calendario que el día anterior había comprado en Huaral.
Cuando fue al Seguro Obrero tuvo un calendario colgado en la
pared del comedor y no se explica por qué ese año no lo había
hecho hasta entonces.
Lolo y Chamaco fueron a traer leña de un potrero de la
hacienda, donde ya se había apañado algodón, en lo que se llama
un terreno de rastrojo. Allí juntaron ramas secas de algodón,
las ataron por los tallos con dos sogas llevadas exprofesamente,
formando un "tercio". Al regresar con el primer tercio se cruza-
ron con Gordo y Flaco, que iban a traer capachito.

Después de llevar el segundo tercio, Lolo se dirigió a la cha-


cra, ya comenzaba a oscurecer: No encontró a Shebo, porque es-
taba en el maizal haciendo sus necesidades. Cuando apareció
Shebo le dijo a Lolo:
"No hay como ocuparse en la chacra, aquí nadie mo-
lesta. Cuando voy a Lima, en la casa de Augusto, en
San Martín de Porres, uno tiene que ocuparse en un mu-
ladar en donde pasa mucha gente que lo ve a uno. O
sino tiene que hacer caca en la bacinica, y está feo que
la cuñada después salga a botarla".
Cuando Shebo terminó de labrar la tierra, soltó la cadena del
arado y nuevamente guió a los bueyes hasta el pacae que está fren-
te a la casa. Allí los desunció y dejó el apero debajo del árbol.
A cada uno les pasó una soga y dejó el "aijón" al pie del árbol.
Llevó los bueyes al monte, cerca a la orilla del tío, en un lugar
de la hacienda Palpa donde hay pasto, a unos 600 metros de su ca-
sa. Amarró los bueyes a una rama y allí los dejó para que pasta-
ran y pasaran la noche. Fue acompañado por Flaco y Chamaco.

Regresó a la casa, cogió un balde para traer agua de la ace-


quia habitual y lo depositó en la cocina, encima de un cajón. Se
quitó la camisa y la camiseta y las tiró de cualquier modo. Proce-
V / Un día con los Muñoz 159

dió a lavarse la cara, el tronco y los pies. Caminó hacia su cuar-


to, para allí secarse con una toalla bastante usada que estaba so-
bre su cama. Se vistió con la misma camiseta y con una camisa
crema que estaba colgada en el espaldar de la vieja silla, junto a
su cama. Volvió a la cocina para recoger su camisa de trabajo y
dejarla en su cuarto. Sentado en la cama se secó los pies. Como
la planta de los dedos estaba impregnada de tierra, se limitó a
sacudirlos con las manos. Sacó sus zapatos, que guardaba debajo
de la cama en los que estaban las medias enrolladas. Ya vestido
se quedó dormido transversalmente sobre su cama.

Eran las 6 y 40 minutos de la noche cuando llegó Pablo, que


había trabajado hasta las seis. Después de quitarse el saco y de-
jarlo en su cuarto fue a ver si sus pollos finos estaban en el co-
rral. Hecho esto, conversó con su padre respecto a una jugada de
gallos a realizarse en una fiesta en Los Naturales. Se trataba de
una jugada de 7 ‒ 4 y la apuesta era de 5,000 soles.

Los niños estaban sentados en la sala, con sus chompas porque


hacía un poco de frío. Flaco cantaba y los otros dos querían ha-
cerla callar. Delfina, en la cocina con sus nietas, daba los últimos
toques a la comida. Lola con un trapo limpiaba la mesa del
comedor.

Hacia las siete y treinta llegó Antonio, montado en su caballo,


dejó suelto al animal, detrás de la casa, y entró a saludar a sus
tíos. Ante de que la comida se sirviera, Flaco fue a despertar a
su tío Shebo, quien lamentó haberse dormido. Al estar todos en
la mesa, Meche empezó a servir la comida: la misma sopa del al-
muerzo y arroz con un guiso de atún en conserva. Como postre
"sanguito" y finalmente una taza de té.

Después de la comida Pablo se vistió con su ropa dominguera


y salió a pie en dirección a la hacienda. Shebo lo siguió, pero lo
hizo a caballo. Cerca de la cancha de fútbol dejó su cabalgadura
y se encaminó a la tienda de "don Naka", donde lo esperaba el
mecánico de la hacienda para ir a Huaral. Shebo va frecuente-
mente a Huaral a ver a su enamorada.

En la tienda de don Naka, Pablo juega a los caballitos, un jue-


go a base de dados sobre un cartón con cuadraditos en los que se
160 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

hace avanzar los caballos. Pablo quedó donde "don Naka" hasta
que se apagó la luz de la hacienda, 10 de la noche.

Mientras tanto, en la casa de Erasmo los niños se habían acos-


tado. Flaco y Gordo en el dormitorio de los hombres. A las ocho
lo hicieron Lolo y Chamaco. Erasmo conversó con Delfina y An-
tonio sobre la visita de la mañana y se fue a acostar, hizo a un
lado a Chamaco que ya dormía, se quitó el saco y lo colgó en un
clavo de la pared. Antonio hizo otro tanto. Delfina llevó el lam-
parín a su dormitorio, lo mismo que el radio portátil para escu-
char sus novelas. Se acomodó en su cama, apagó el lamparín y al
poco rato estiró su mano y apagó el radio.

A las diez y veinte llegó Pablo sin hacer ruido, y Shebo a las
once y diez minutos.
epílogo
EL 22 DE OCTUBRE de 1966, en vísperas de cambios sustanti-
vos que iban afectar la estructura total del valle, afectado por
una dolencia reumática, muere Erasmo Muñoz. Antes de mo-
rir, y cuando ya estaba promulgada la primera Ley de Reforma
Agraria (1964), Erasmo había entregado la conducción de su
parcela a Shebo. Por entonces, los dispositivos de la ley se co-
nocían en el valle solamente por los periódicos y rumores, pues
sus efectos todavía no se dejaban sentir. Aún en vida, Erasmo
Muñoz, como los otros yanaconas de Caqui, había recibido el
ofrecimiento de la propiedad de la tierra que usufructuaba,
pero la lentitud y complejidad del proceso impidió que viera
realizada su más grande expectativa.

Con la dación de la nueva y radical Ley de Reforma Agraria


(1969) la situación cambia definitivamente. Los trámites se
aceleraron y se hizo realidad la adjudicación de tierras a los
yanaconas. La ley establecía que estos, abandonando, chacras
y viviendas, que como islotes aparecían desparramadas dentro
de la gran propiedad, debían concentrarse en una zona de
164 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

la hacienda. La Oficina de Reforma Agraria compraría el área


necesaria para que recibieran la misma cantidad de tierra que
habían venido explotando. A los Muñoz, especialmente a Del-
fina, este hecho los afectaba sentimentalmente. Les dolía de-
jar la tierra que ellos "habían hecho" durante años con su tra-
bajo; sin embargo, entendieron que era mejor la nueva solu-
ción: ser propietarios antes que simples arrendatarios.

En 1970, la Oficina de Reforma Agraria entregó a Shebo el


título de propiedad de la parcela 12 de Caqui, ocho hectáreas de
tierra contigua al río, por las que se comprometió a pagar
158,000 soles en veinte años. Desde ese momento los Muñoz, al
igual que otros 17 yanaconas de la hacienda, calificados así por
la mencionada oficina, dejaron de ser yanaconas para convertirse
en pequeños propietarios.

Paralelamente a estos acontecimientos otros cambios ocurren


en Caqui. La nueva ley significó la desaparición del sistema de
hacienda y su reemplazo por formas cooperativas. Ante la resis-
tencia de los propietarios· que tratan de burlarla, se inicia una
etapa de conflictos, en la que interviene como actor principal el
sindicato de peones. Los ex-yanaconas se abstienen de partici-
par, contemplando con asombro como se disuelve lentamente el
inmutable y rígido orden de la hacienda. Finalmente, en 1972,
el Estado interviene la hacienda y un año después Caqui se con-
vierte en la "Cooperativa Agraria de Producción Villa Hermosa
de Caqui", que actualmente cuenta con 132 trabajadores socios
y un patrimonio en tierras e instalaciones valorizado en 8 mi-
llones de soles.

El nuevo status de pequeños propietarios que asumen los


ex-yanaconas y la desaparición del sistema de hacienda modifi-
can esencialmente las condiciones en que se realizaba la produc-
ción. Desaparece la merced conductiva anual del 20% para dar
paso a la amortización anual de la deuda a la Reforma Agraria
por la propiedad de la tierra. Al cesar la habilitación, y ante la
carencia de capital propio, estos nuevos propietarios deben acu-
dir al Banco de Fomento Agropecuario o bien a habilitadores lo-
cales, dada la insuficiencia del Banco para atender regularmen-
te las necesidades que la producción requiere. Los Muñoz tra-
Epílogo 165

bajan con el habilitador Saco, muy conocido en el valle por su


modalidad de prestar dinero a condición de que el pago se haga
exclusivamente en algodón, cotizado en 50 soles menos por quin-
tal que el precio del mercado.

Estos préstamos o "nueva habilitación" son causa de angus-


tia puesto que ahora deben conseguir por su cuenta los servi-
cios e insumos que antes recibían a simple pedido rutinario y co-
mo crédito de la hacienda. Alquilar el tractor o las bombas fu-
migadoras, comprar insecticidas en las tiendas de Huaral, pagar
los jornales, etc. requiere disponer de dinero en efectivo, sobre
todo en esta etapa de transición. La constante y creciente de-
manda de dinero, para afrontar los fluctuantes costos de pro-
ducción, los lleva inevitablemente a aceptar tratos perjudiciales.
Regatean, buscan mejores condiciones, pero el intermediario ya
está presente.

La nueva situación trae aparejada un problema fundamen-


tal: la inseguridad. El ex-yanacón está solo frente a un mercado
anónimo e indolente, sin ninguna posibilidad para controlado,
dependiendo de sus vaivenes y obligado a someterse a sus re-
glas de juego para no desaparecer. Shebo compara con preocu-
pación cómo hace diez años requería diez mil soles para traba-
jar una hectárea de algodón, mientras que ahora necesita no
menos de cincuenta mil. Por ley está obligado a sembrar 40% de
panllevar, que en el mercado tiene un precio tope, mientras que
los precios de los insumos suben aceleradamente. Por ejemplo,
hace dos años, la úrea, abono que utiliza, costaba 900 soles la to-
nelada, hoy cuesta 3,000 soles y es escasa.

Para atenuar esta situación, Shebo participa, por un lado, en


el Comité de Caqui que integra la Cooperativa Agraria de Ser-
vicios "Nuestra Señora de las Mercedes" de Palpa, donde más de
cien ex-yanaconas se reúnen para adquirir los insumos a pre-
cios de costo mediante la Central de Cooperativas del Valle.
Por otro lado, aprovecha al máximo las fluctuaciones en el pre-
cio del algodón. Este año, por ejemplo, lo vendió cuando estaba
en su apogeo yen su grupo obtuvo la mayor cotización. Shebo
se enfrenta así a los nuevos cambios. Es cierto que su situación
ha mejorado pero la etapa de transición que vive le produce una
gran inseguridad.
166 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

En 1972 el río al desbordarse arrasó la zona ribereña de Ca-


qui donde están asentados los ex-yanaconas. La parcela de los
Muñoz quedó desolada; los cultivos de panllevar, frutales y al-
godón se perdieron ante el ímpetu de las aguas. Incluso la casa
que los Muñoz estaban construyendo, con el fin de trasladarse
ahí, tal como la Oficina de Reforma Agraria los había obligado
al momento de firmar el contrato, se vio seriamente amenazada,
por lo que debieron detener su construcción. A causa de este
desastre la cuota de la deuda agraria les fue diferida, pero que-
daron debiéndole al Banco el préstamo que habían recibido para
esa campaña.

Pronto nuevos problemas afectarían a la familia. La Coope-


rativa de Producción inició sus reclamos con el objeto de que de-
salojaran la antigua vivienda situada en medio de los cultivos de
algodón. La familia quería cumplir pero se lo impedía el desas-
tre sufrido, que vino a significar un nuevo motivo de zozobra.
Posteriormente tuvieron que adecuarse a los nuevos problemas
que significaba la transformación de la hacienda en cooperativa.
Anteriormente, los, yanaconas habían gozado de una situación de
prestigio y consideración en la hacienda, con un status superior
al de los trabajadores asalariados. Estos, al tener hoy el control
de la Cooperativa de Producción, han eliminado totalmente todo
trato con los ex-yanaconas en una especie de revanchismo, exclu-
yéndolos incluso de utilizar los servicios que la Cooperativa
ofrece a sus miembros. Lo que más los afecta es que habiendo
nacido allí y considerando a Caqui como su comunidad de ori-
gen, ya no tengan ninguna ubicación social destacada y que aun
sean discriminados.

Un problema especial ha venido a hacer más tirante las rela-


ciones entre ex-yanaconas y la Cooperativa. A consecuencia de
los desbordes del río, no sólo los Muñoz, sino la mayoría de pe-
queños propietarios han sido afectados en la extensión de sus
lotes, perdiendo a causa de la erosión un total de 59 has. El ca-
so expuesto ante la Oficina de Reforma Agraria se zanjó con la
reducción del precio de las parcelas y con el ofrecimiento de
compensados con la entrega de nuevas tierras. Para tal efecto
la mencionada Oficina, al expropiar la hacienda, reservó una ex-
tensión con el fin de adjudicada a los ex-yanaconas. Los traba-
Epílogo 167

jadores-socios en un primer momento aceptaron tal medida; sin


embargo, con el correr del tiempo y al hacerse más evidente
que esa tierra sería una pérdida para la unidad de explotación
de la Cooperativa, surgieron las protestas. Hoy ante la Oficina
de Reforma Agraria existe un conflicto abierto por la posesión
futura de dichas tierras. Cooperativistas y ex-yanaconas sostie-
nen, a la vez, la justeza de su derecho. Shebo es uno de los líde-
res en esta gestión, siendo ya conocido en las oficinas por su co-
rrección y tenacidad.

Mientras tanto, el rol de los miembros del original grupo fa-


miliar de los Muñoz ha evolucionado. A la muerte de Erasmo,
Delfina quedó al frente de la familia, dirigiendo el trabajo de la
casa y vigilando la conducción de la chacra, así como velando
por la educación de sus hijos y de los nuevos nietos que su hijo
Rodulfo ha confiado a su cuidado.

Pablo ha formado su propia familia. Como tractorista de la


hacienda ha sido calificado como socio de la Cooperativa, reci-
biendo una vivienda en la ranchería y gozando de las prerroga-
tivas de la misma: utilidades anuales, servicios, seguridad en
el trabajo, etc. Continúa con su afición a los gallos, que cría en
casa de su madre, la que lo ha hecho muy conocido en todo el
valle y en otras partes del país.

Lolo ha superado su enfermedad y actualmente trabaja en la


Cooperativa, aunque en calidad de obrero eventual. El, como el
gran conjunto flotante de Caqui, es empleado temporalmente y
cancelado antes de completar los seis meses de trabajo que se-
rían necesarios para ser calificado como socio. Ha ingresado y
salido ya cuatro veces de la Cooperativa. Cuando ésta lo despide
trabaja con Shebo en la chacra.

Shebo ha heredado el rol de conductor de la parcela. Todos


sus hermanos renunciaron legalmente ante la Oficina de Refor-
ma Agraria sus derechos de herencia, por lo cual él fue nom-
brado único beneficiario. Como tal, organiza el trabajo, decide
la producción y se encarga de su venta, directamente en Lima o
bien en la fábrica desmotadora de algodón. A pesar de que dirige
la actividad económica de la familia, guarda respeto por su
madre, quien interviene con sus consejos y experiencia.
168 Erasmo Muñoz, yanacón de Chancay

Lola y Meche han completado su educación secundaria y ac-


tualmente colaboran con Delfina en el trabajo de la casa. A pe-
sar de que ambas están en aptitud de trabajar; no lo hacen por-
que ni en la hacienda ni en Huaral hay mayores posibilidades de
empleo. Piensan en Lima donde desean ingresar a una univer-
sidad o lograr algún trabajo. Flaco y Chamaco actualmente es-
tudian en Huaral pero también trabajan en la chacra.

Los jóvenes integrados a una cultura predominantemente ur-


bana han ido olvidando paulatinamente el rico mundo de tradi-
ción rural en el que fueron educados, y que pervive en el hogar
a través de los recuerdos de Delfina. Meche es la única que se
ha revelado como magnífica recitadora de décimas, lo que prac-
tica en las contadas reuniones familiares.

Así, en 1974, a ocho años de la muerte de Erasmo la situación


de los Muñoz ha sufrido innumerables transformaciones, pero
sin superar su situación de explotación y dominación. Ellos son
un caso representativo de las consecuencias ambiguas, fluidas,
contradictorias y promisoras que los cambios nacionales están
operando en la sociedad campesina de un valle costeño.

J.M.M.
Este libro se presenta en caracteres
Life de 10 p. con 2 p. de interlínea.
Los títulos en caracteres Garamond
blancos de 48 p. La caja mide 24
x 42 picas. El papel empleado es
Biblios Pucallpa de 70 grms. La ca-
rátula es en Valvecote de 240 grms.
Su impresión concluyó el 27 de
agosto de 1974 en los talleres de
INDUSTRIALgráfica S. A. Chavín 45,
Lima 5.

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